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Cuando Fuimos de Luna de Miel
Cuando Fuimos de Luna de Miel
a través de la sulfúrica roca amarrilla que ya olíamos unos cuantos metros más
abajo.
La inmensidad del paisaje y ese soplar tan rico del viento mezclado con el
solcito, me mantenía en un trance tan copado, que ya me sentía volando por el
cielo, y Rosita, que se encontraba admirando ni pancita y pensando en la
imposibilidad de llenarla con estos sanguchitos, de pronto suelta una especie
de alarido propio de la gente de este lado de las montañas y apunta con un
dedo y un sinfín de distintos gestos mezclados hacia algo que yo tenía tras la
espalda.
Mire hacia adentro y tuve la visión más extraña de mi vida, no estoy seguro,
pero eso era un anciano humano cóndor. Su nariz era realmente prominente y
la pelada tan pálida, de estar todo el día dentro de esa roca supongo,
contrastaba con esa especia de capa hecha con plumas negras que lo abrigaba
del frio andino. Sentí la necesidad de preguntarle algo, no sé, me parecía que
podría tener respuesta para todo, pero mis palabras eran inentendibles para él
o simplemente no estaba emitiendo sonido alguno. Entonces él como
impaciente, da un mordisco al sándwich y dice -jamón, me encanta- levanta el
resto como brindando y continua, -Gracias, es usted una persona muy
solidaria,- suelta un suspiro como fingido – ahora por favor se retira que estoy
muy viejito y necesito echarle una siestita para bajar el sandguchito, vuelva
cuando le guste pero primero avise, adiós- y vuelve a meterse mas hacia la
oscuridad.
Tetomanuel