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Alberto Hernández
vida en un campo penitenciario soviético, en el que Iván Denísovich Shújov cumple una
ocho años en prisiones como esta por referirse a Stalin de manera poco respetuosa en su
En su autobiografía, el autor confiesa que durante años estuvo convencido de que nunca
publicaría sus obras, y que tenía miedo de permitir a los amigos más cercanos su
lectura. En 1961, por fin, decidió dar a conocer Un día en la vida de Ivan Denísovich.
No sólo no sufrió las represalias que se temía, sino que consiguió que Aleksandr
El revuelo que se produjo fue de pronóstico, puesto que nunca antes se había permitido
la difusión de un texto crítico con la represión estalinista. Con el paso del tiempo, la
obra superó el contexto sórdido del Gulag y su influencia llegó hasta Europa occidental,
donde abrió los ojos a numerosos intelectuales que habían justificado o silenciado los
crímenes de la utopía socialista. Así pues, es preciso tener en cuenta este carácter
socialista basa su fuerza en la negación del individuo, puesto que la persona que se
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difumina física y moralmente en la masa deja de ser un peligro para el poder. Para
igualitaria. De esta manera, la persona que conserva la lucidez entre la masa que abraza
sus cadenas (un rasgo de individualidad) calla por miedo a la cárcel, la tortura y la
muerte.
un miembro más del manso rebaño mediante sus decisiones, sus normas y el trato que le
propiedad privada.
Así pues, la dictadura socialista busca ir más allá del encierro físico para controlar al
individuo desde su propia mente. Para la tiranía, un prisionero lúcido es más peligroso
que un ciudadano físicamente libre pero aborregado en lo intelectual. Este es, tal vez, el
enlace más íntimo entre Un día en la vida de Ivan Denísovich y 1984. En la novela de
Orwell, Winston Smith pasa de ser un hombre libre (el último hombre en saborear café
miente, de que muchos lo saben, pero nadie se atreve a actuar: el último hombre en
Europa) a convertirse en su propio Gran Hermano, puesto que está tan sometido a la
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A continuación, vamos a analizar con más detalles cómo las autoridades soviéticas
prentenden hacer de los prisioneros del campo unos seres sin voluntad ni capacidad de
rebeldía.
La responsabilidad
El individuo se construye sobre la responsabilidad de sus actos, que son los que
permiten medir su catadura moral. Por tanto, sin responsabilidad personal no hay bien
ni mal, libertad ni individuo, sino ciudadanos infantiles, lanares, que no son ninguna
[...] los reclusos no tenían derecho a reloj, ya llevaban la hora por ellos los mandos.
(página 44)
El jefe de brigada lo es todo en el campo: uno bueno es media vida, pero uno que no
Durante una época, el comandante había dado orden de que ningún preso de
desplazara solo dentro del campo y que siempre que se pudiera las brigadas
marcharan en formación. Y cuando no fuera posible llevar a toda una brigada, como
para ir a la enfermería o a las letrinas, había que formar grupos de cuatro o cinco y
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Las citas están extraídas de la edición traducida y prologada por Enrique Fernández
Vernet para Tusquets en 2008.
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El narrador enumera a continuación las situaciones cotidianas en las que es imposible
aplicar estas ley, como acudir al almacén de provisiones, a la sección cultural o pasearse
Con aquella orden, el comandante había querido arrancar a los reclusos su última
ropa, su trabajo. Sin embargo, frente a esta alienación del individuo algunos personajes
oponen su deseo vehemente de sentirse hombres, esto es, personas independientes con
valor propio y capacidad de decidir. Bajo este punto de vista se justifica la larga escena
en la que Shújov, Kildigs, Klevshin y el jefe de brigada Tiurin levantan una pared.
Pocas cosas habrá tan inútiles como un muro en mitad de la estepa siberiana, pero estos
hombres mal alimentados, mal vestidos y dirigidos por unos incompetentes aplican su
Quien hubiera levantado esa parte del muro no conocía el oficio o era un chapucero.
Ahora Shújov se familiarizaba con ese muro como si fuera suyo. (127).
A unos les faltaba una esquina, otros tenían el canto mellado o habían quedado con
una rebaba. Shújov lo advertía enseguida y veía también qué lado pedía cada ladrillo y
Ahora que habían comenzado la quinta hilera había que dejarla terminada. Y nivelada.
(139).
Para él cada cosa y cada trabajo tenían su valor y no podían desperdiciarse. (144).
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¡Menuda vista, lo mismo que un nivel de agua! ¡Todo recto! Aún tenía la mano firme.
(145).
Durante la construcción, los presos recuperan el control de sus actos y son capaces de
casual, por tanto, que se produzcan en este momento situaciones impensables en la vida
diaria del campo. Por ejemplo, cuando el cobarde e inútil Der llegar para quejarse, el
- ¡Ya se acabaron los tiempos en los que podíais echarnos condenas, piojos!¡Una sola
todas las decisiones se toman lejos, por lo que los errores son siempre culpa de alguien
ausente. Por tanto, este desastre que mantiene las obras paralizadas no es sólo el
conlleva.
La confianza
individuo libre. No extraña, por tanto, que la desconfianza sea uno de los principios que
rige la vida en el campo. El hambre y la escasez empujan a los presos a robarse unos a
otros comida, material de trabajo o tabaco. Por tanto, los individuos no sólo están
presos por la autoridad comunista y por los soldados, sino que cada uno está preso de
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¿Quién es el principal enemigo del preso? Pues otro preso. Si los reclusos no se
pelearan entre sí, los mandos no tendrían ningún poder sobre ellos. (164)
En esta situación, el individuo no puede establecer lazos con los compañeros, lazos que
serían naturales en otras situaciones y que en la prisión serían peligrosos para las
autoridades:
Además, de Fetiúkov se podía esperar que le hubiera birlado alguna patata mientras le
Así es la vida del recluso. Shújov ya estaba acostumbrado: siempre con los ojos bien
No eran presos del montón sino enchufados bien instalados en el campo. Cerdos
redomados que no salían jamás del recinto. Para los trabajas eran menos que mierda
(y ellos les tenían un aprecio recíproco). Carecía de sentido reñir con ellos. Los
enchufados estaban todos conchabados entre sí y eran carne y uña con los guardianes.
(174)
Volvemos a encontrar aquí un punto de unión con 1984. En la distopía orwelliana, las
personas viven con el terror de ser delatadas por un vecino e, incluso, por sus propios
hijos. Por otro lado, la policía del pensamiento consigue que las personas se vigilen a sí
la incertidumbre ante la ley. En el campo de prisioneros la ley es flexible, esto es, sólo
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se cumplen las normas que facilitan la vida al de arriba. Cuando Shújov acude a la
enfermería, le dicen que no pueden darle de baja, aunque esté enfermo de verdad:
[...] De todos modos, sólo estaba facultado para dispensar como máximo a dos
-¡No tenéis ningún derecho a hacer desnudar a la gente con este frío! ¡No conocéis el
Al soliviantado Buinovski le caen diez días de arresto, sin más justificación que el
límite de la paciencia de Volkovoi. Esta escena desvela el que, tal vez, sea el atropello
más descorazonador de los que sufren los presos, cuyas penas son siempre de diez o
de una sociedad libre: la ley ha de ser previsible e igual para todos las personas. En el
campo penitenciario, sólo las condenas son las mismas, metáfora de la equivocada
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En el pasado de Shújov se acumulan injusticias de este jaez. Basta recordar la ausencia
[...] De haber sido listos hubieran dicho que habían estado dando tumbos por los
bosques, y no les habría pasado nada. Pero en cambio dijeron francamente que habían
escapado de los alemanes. ¿Conque prisioneros? ¡Me cago en vuestra madre! ¡Espías
fascistas, eso es lo que sois! Y los encerraron. Si hubieran estado los cinco, tal vez
habrían cotejado sus declaraciones y les habrían dado crédito; pero siendo dos… ¡no
había nada que hacer! ¡Los muy canallas se habían inventado esa historia de la fuga!
(98)
En cada brigada había al menos cinco espías, pero eran de mentirijillas, imaginarios.
En los sumarios constaban como espías, pero no eran más que simples prisioneros de
expulsaron del ejército por ser hijo de un campesino deportado fueron fusilados con
¡Vasil Fiódorich! Me la han pegado en el reparto, ¡los muy canallas! Tenía cuatro
pares de novecientos gramos, y ahora sólo hay tres. ¿A quién vamos a dejar ahora sin
(sic)? (27)
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[...] siendo honrado con el peso no durabas mucho en el despacho del pan. A cada
ración le sisaban algo, la cuestión era saber cuánto. Así que la examinabas dos veces
Por otro lado, los presos nunca saben cómo va a reaccionar un soldado:
No era cuestión de quedarse en Babia, había que procurar que jamás un vigilante te
pillara a ti solo, siempre había que ir en grupo. Vete a saber si andaba buscando a
Por supuesto, la autoridad es también corrupta en todos sus niveles. Por ejemplo, la
Un jefe de brigada necesita mucho tocino. Para los de planificación y para llenarse la
Valgan como ejemplo los paquetes que recibe César, vecino de catre de Shújov. Le
sirven tanto para comer como para comprar un trato de favor por parte de soldados,
médicos, etc.
Sonó una sirena. Los jefes de brigada llegaban uno tras otro y el cocinero les pasaba
las escudillas por una ventanilla. El fondo de las escudillas estaba cubierto de gachas.
Cuánto de ese cereal era tuyo, no lo ibas a saber ni reclamar jamás. Si abrías el pico,
te lo cerraban a bastonazos.
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El viento sopla sobre la estepa desnuda…; seco en verano, helado en invierno. Aquí
nunca ha crecido nada, menos aún entre cuatro alambradas. Las hogazas salen todas
del despacho del pan, y la avena no brota sino en la despensa. Por mucho que
arrastres el espinazo o que arrastres el vientre por el suelo, no vas a sacarle a esta
tierra nada de comer. No vas a tener más de lo que te quieran dar los mandos. Y ni
siquiera eso, pues primero vienen los cocineros, luego los recaderos y después los
enchufados. Roban aquí, roban en la obra y, aun antes, en el almacén. Y ninguno de los
que roban pega ni golpe. ¡Y tú, en cambio, a trabajar y a comer lo que te den! Y quítate
de la ventanilla.
protege a quien lo hace, por lo que personas que nunca delinquirían en circunstancias
No obstante, destaca a este respecto el esfuerzo de Shújov por seguir siendo un hombre
dictadura. Veamos algunos intentos del cautivo siberiano por mantener su código ético:
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Y Shújov, que ya llevaba cuarenta años en el mundo, que había perdido media
(68 y 69)
Shújov tenía mucha prisa, pero respondió con respeto. (47 y 48)
Al tener ahora la vista desocupada miró de reojo las escudillas de los demás. En la del
preso a su izquierda no había más que agua. ¡Los muy canallas! ¿Cómo podía un
Shújov se tumbó nuevamente de espaldas, arrojando la ceniza con cuidado por detrás
de la cabeza, entre la litera y la ventana, para no quemarle las cosas al capitán. (214)
Por más frío que hiciese, Shújov no se permitía comer con gorro. (38)
Cabe comentar, por otra parte, que esta actitud carece de osamenta religiosa, como se
recibir una ración extra o unas hebras de tabaco, o cuando abusa de un preso más débil
para llevarse la bandeja, por ejemplo. Son, sin duda, los momentos más desencantados
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Como vemos, el atribulado Shújov flaquea en algunos momentos, pero el ideal ético
como esencia del individuo permanece en el personaje de Y-81, “un anciano de gran
esperanza de recobrar, algún día, la libertad, sino en su lucha por mantener la dignidad
definitiva, sabe desde hace años que va a morir en el campo, mas no renuncia a ser la
persona que siempre ha sido. Para él, lo más fácil sería abandonar sus principios,
convertirse en un rufián despreciable, pero esto sería rendirse ante el poder injusto que
Ahora Shújov tenía ocasión de verle de cerca. Entre todas las espaldas encorvadas de
los presos, la suya era la única erguida, tanto que visto tras la mesa daba la impresión
de que había puesto algo en el banco para sentarse encima. Hacía ya tiempo que no le
rapaban la cabeza: con la buena vida había perdido todo el cabello. Los ojos del
anciano no vagaban por el comedor, sino que miraban absortos, sin ver siquiera, por
destartalada cuchara de madera, sin inclinar la cabeza sobre la escudilla, como hacían
abajo; en su lugar, masticaba el pan con sus endurecidas encías. Tenía el rostro
sino que parecía tallado en piedra oscura. Sus grandes manos, negruzcas y agrietadas,
dejaban claro que en todos estos años poco había holgado como enchufado. Pero no le
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mesa sucia y pringosa como los demás, sino sobre un pequeño paño requetelavado.
(189)
En este párrafo extraordinario, cada frase nos transmite la dignidad férrea de Y-81: él
no es como los demás, es más alto, su espalda es la única erguida, su vista se eleva
sobre los otros presos, no se inclina para comer la sopa, no le quedan dientes pero sigue
masticando, su rostro no está demacrado, nunca ha sido un vago, cuida la higiene panal;
todo esto se concentra en la que es, a mi parecer, la frase mollar de la novela: “Pero no
Senka Klevshin era un pobre hombre. Se le había perforado el tímpano en el 41. Cayó
He aquí un hombre que sí se ha rendido, uno de esos con la espalda encorvada, de los
que se inclinan para comer su sopa y de los que dejan su pan encima de la mugre
La propiedad privada
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Como afirma Carl Menger, la propiedad privada es inherente al individuo. No es un
derecho adquirido, sino una libertad esencial sin la cual el individuo no existiría. Esto lo
sabe muy bien el comunismo y, por esta razón, lo primero que hacen al tocar poder es
eliminarla. Este principio se aplica hasta el límite en la prisión: cualquier elemento que
distinga al individuo debe desaparecer. Así pues, el mismo atentado contra el individuo
persona. Por ejemplo, los encargados del correo pisotean lo privado con un donaire
irritante:
Guardaban cola con zurrones y bolsas. Detrás de la puerta – el propio Shújov jamás
había tenido paquete en aquel campo, pero lo sabía de oídas – te abrían la caja con
una hachuela y el vigilante lo sacaba todo para examinarlo. Cortan, parten, vacían y
tus propias manos o en una toalla, pero el envase no te lo puedes quedar, por alguna
razón les da miedo. Si hay alguna tarta o dulces que se salgan de lo corriente, o bien
(Tú protesta, y verás como te echa un discurso sobre lo que está prohibido y lo que no
se permite y se quedará con todo. Empezando por el vigilante, el que recibe un paquete
tiene que andar repartiendo a diestro y siniestro.) Y aún después de que te hayan
toca al siguiente. A veces te meten tanta prisa que se te olvida algo ahí encima. Pero ni
penitenciaria, es otro instrumento para destruir al individuo. Por otro lado, la ropa que
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llevan los prisioneros no tiene bolsillos, excepto uno, inútil, en la rodilla. Detrás de esta
medida de seguridad está el afán por uniformizar a todos. Sin bolsillos no hay
“un bolsillito de tela blanca” para guardar el pan, vemos en este gesto mucho más que
un truco práctico. Los valores simbólicos del pan y del color blanco corroboran lo
literatura universal, puesto que toca un pilar de la condición humana: la justicia y los
ideología más asesina del siglo XX (el comunismo a la sazón prestigioso en ciertos
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