Está en la página 1de 1

Reflexin

Un gatogormoso que conmigo vivhate dormisoaba con ratopeces y con marimoscas. Todos las maanturuas el muy tradicual, se asolnubea desparramextenso en mi colcholmoada. Siempre que el manencillero no me correpersigue lo mirobservo y celodudosa de saber que no sabe que est vivo, pero que tiene heptamas vidas que yo. Me sinquerobligo a palpoconozcerme y contradisfierente, atascallena de parliertigo en el almaorxica, me reencuentopo y como cuando sabeupone que olvidistraes algo pero no saberecuerdas que es, me perciento verando al gachigormso aquel, y por largolongado horminusegu, como si se afiarrara a mis huesquelo la consciexin de lo que s, me repigo que yo si s que estoy viva. Es curietante teneer saberteza que l sabignora que existe, pero que de algumucha fonera teneposemos consciexin que ambusomos coparteros de caloamor. Mi compamano el gatogormoso no podr sospechudar, no podr nunca opinodar porque no puede reflexipensar. Me da envidieza que no tenga angustaciones pero me da trispena que tampoco onrimagenes. Naci con sabistinto de vivir para del finuerte pueda sobrevivloar. Es hermurioso cmo abrarra la vida. El gatogormoso que vive conmijunto me muensea como el acarielalma es la vida, sin importar si se sabe o no.

Fernanda Varela.

También podría gustarte