Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CIUDADANOS.
Fernando Broncano
AGRADECIMIENTOS
2
3
C 1 LA DIMENSIÓN TÉCNICA DE LA DEMOCRACIA Y LA
DIMENSIÓN POLÍTICA DE DE LA TÉCNICA.
Ciudadanos ciborgs.
El horizonte de posibilidades.
4
La naturaleza del diseño.
Posibilismo y crítica.
5
C5 TRES FORMAS DE REPARAR EL ERROR DE EPIMETEO: EL
CONOCIMIENTO EXPERTO EN LA ESFERA PÚBLICA.
6
PRÓLOGO
7
al fontanero al que esperamos desesperados toda una semana. Y si me
apuran y obligan a acudir a las autoridades, tendré que recordar que
Platón, a la par que sobre el Bien y sobre el Logos dedicó muchas horas
y páginas a pensar sobre la tejné y que su idea de un dios creador era la
de un artesano y no la de un intelectual. La filosofía de la técnica es una
forma de explorar de qué esta hecha nuestra realidad, de poner en
orden nuestros conceptos cuando ya las cosas que designan están
fabricadas y nos constituyen. Es una forma de pensar sobre lo que
somos y no una forma de pensar sobre útiles e instrumentos de los que
nos podamos distanciar en el cálido refugio de un despacho. Hay
filósofos que se excitan con las nuevas tecnologías y hay filósofos que se
refugian en las viejas artesanías: esos rosarios de alabanzas o denuestos
no son aún filosofía de la técnica, como no es aún filosofía del lenguaje
lamentarse de lo mal que hablan los adolescentes y escriben los
periodistas deportivos o imitar los estilos de Gracián o Wittgenstein. Al
filósofo, como al crítico literario, le pedimos que nos ayude a entender e
interpretar y no nos interesa si la película le gusta o le disgusta. Al
filósofo de la técnica debemos de pedirle en consecuencia que nos ayude
a entender e interpretar la trama de lo artificial que nos constituye y nos
importa poco si le molestan los ordenadores y le gustan los libros de
viejo o si, por el contrario, le apasionan los videojuegos y perder horas
en internet. El filósofo de la técnica es alguien que se mueve entre
ingenieros y ciudadanos y busca entre ellos y con ellos respuestas a la(s)
pregunta(s) por la técnica.
8
de la terrible faz que presentan los intentos de ingeniería de la historia.
El Protocolo de Kyoto sobre el calentamiento de la atmósfera, que nos
ha revelado que la naturaleza ya solamente puede ser salvada en una
Cosmópolis que aún está por nacer y que nos inquieta tanto como nos
atrae. A lo largo de la historia hemos comprobado una y otra vez la
existencia de límites técnicos en la democracia y de límites
democráticos en la técnica: los ingenieros y los ciudadanos se necesitan
mutuamente y continuamente se embarcan en controversias. Los
ingenieros, que ya sólo pueden ser pensados como ciudadanos y los
ciudadanos, que cada vez más necesitan pensar como ingenieros,
conviven de forma tensa en nuestras sociedades complejas e
interdependientes. El filósofo no ha inventado esta realidad y apenas
alcanza a interpretar algunas de sus claves. Su tarea es, decimos, trágica
pues está llamado a recordar que la realidad está hecha a la vez de
tensiones y constricciones y, en consecuencia, a recordar al ágora que
no puede prescindir de la autoridad de los expertos y a recordar a los
expertos que están definitivamente bajo la autoridad del ágora. Algunos
pensarán que las cosas son más sencillas: que hay expertos y expertos,
expertos buenos y malos, los que están con nosotros y los que están
contra nosotros, del mismo modo que en el ágora hay ciudadanos
buenos y malos, los que están con nosotros y los que están contra
nosotros. A quienes así piensan, el filósofo debe recordarles que, antes
que buenos y malos, los expertos deben ser expertos y los ciudadanos
ciudadanos y que eso es más difícil de conseguir de lo que se piensa y
que solamente cuando sepamos que es ser un experto en la ciudad y qué
son una ciencia y una técnica bien ordenadas en una sociedad bien
ordenada podremos después con tranquilidad expresar nuestras
preferencias por unas u otras políticas públicas.
9
la diferencia entre naturaleza y cultura, entre técnica y cultura, en un
territorio fronterizo que calificamos como territorio ciborg, poblado de
seres que son producto simultáneo de los artefactos técnicos y de los
productos biológicos, en los que su biología ha evolucionado ya en un
medio cultural y técnico. En este territorio, las relaciones entre técnica y
política se descubren ramificadas y densas, cada polo constriñendo al
otro: la ciudad se hace informacional y la información política. Platón
nos recordó en el Protágoras la tensión entre las habilidades técnicas de
los humanos, repartidas desigualmente, y su sentido de la justicia,
repartido por igual a todos. No hay esperanza de resolver las paradojas
que nos presenta el Protágoras si nos colocamos solamente en uno de
los polos, peor aún, si creemos que la diferencia entre lo natural y lo
artificial señala alguna barrera, o zanja, cuando quizá no sea más que el
nombre que le damos a regiones dentro del mismo territorio ciborg.
10
concepto extendido de diseño industrial, relacionado en parte con el
proyecto de un artefacto nuevo y en parte con su envoltorio estético. En
nuestro concepto, la actividad de diseñar es esencialmente una
actividad de representar lo no existente y de planificar su existencia
futura. En esta actividad no solamente cuenta lo que se diseña sino
también quién lo hace y para qué. De forma que, en nuestra
presentación, el diseño será ya desde su nacimiento una actividad
política, en el sentido de que formará y deberá formar parte de la polis
desde el momento en que se convierte en una idea que está plasmada en
un medio representacional público.
11
tampoco pensar en un desarrollo de las capacidades tecnológicas que no
forme ya parte constitutiva de nuestra idea de una sociedad justa.
12
controversia. Y a los que desearían mayor rigor analítico en la
exposición y menos ejemplos, metáforas y analogías solamente puedo
pedirles disculpas: si pudiese escribir con el rigor de Quine no
necesitaría de tantas muletas en la imaginación, si pudiese pintar como
Anselm Kiefer, el gran visionario de nuestra época, no me dedicaría a la
filosofía.
13
CAPÍTULO 1
LA DIMENSIÓN TÉCNICA DE LA
DEMOCRACIA Y LA DIMENSIÓN POLÍTICA DE
DE LA TÉCNICA
14
malestar o con una abierta rebelión metafísica. Heidegger indica que tal
vez aún no estemos preparados para comprender la técnica, enredados
como estamos, sostiene, en medio de la lógica moderna que entiende el
mundo como imagen. Son expresiones que caracterizan la experiencia
de la técnica y explican muchas de las actitudes intelectuales.
15
acusación convergente con la que encontraremos en Hanna Arendt de
invasión de la vita activa por las categorías de la vida de trabajo 4 . Hasta
la caída del Muro de Berlín, que se ha señalado con ingenio como el
final del siglo, la filosofía estuvo dominada por esta idea de que la
modernidad debería ser pensada como la adaptación técnica de la
política, como la adaptación técnica de nuestras formas de ordenar la
sociedad. A favor o en contra, en la expresión de un deseo de
racionalización social o de un malestar cultural irresoluble, la gran
filosofía del siglo pasado, incluyendo buena parte de lo que ha sido
considerada como tradición analítica, estuvo enmarcada por esta forma
de entender el proceso histórico contemporáneo.
16
A finales de siglo comenzaron las Guerras de la Ciencia 5 . La
tensión se creó simétricamente en el lado de la ciencia. De todas las
declaraciones (la retórica ha suministrado las principales armas en esta
guerra) el título del libro del físico Steven Weinberg, uno de los padres
de la Teoría Estándar en Mecánica Cuántica, expresa contundentemente
la actitud adoptada por muchos científicos en la confrontación cultural:
Facing Up (Plantar cara) 6 . Weinberg dijo en voz alta lo que muchos
científicos pensaban, que los recortes en la financiación de la ciencia –y
de manera especial la renuncia del Congreso norteamericano, en su
sesión de 1992-93, a la construcción del Supercolisionador que habría
de elevar a la física americana a la categoría de líder— tenían mucho que
ver con la presión social de los críticos de la ciencia amparados en los
nuevos departamentos de Estudios de la Ciencia y la Tecnología o en los
viejos departamentos de Filosofía de la Ciencia. Años antes, Nature
había sacado en portada los retratos de la Banda de los Cuatro: Popper,
Lakatos, Feyerabend, Kuhn –se alegaba- eran los responsables de la
creciente actitud anticientífica en los medios culturales universitarios.
Los departamentos de filosofía y sociología de la ciencia, creados en los
años desarrollistas, los sesenta, con el objetivo confeso de extender la
mentalidad científica en la universidad, se habían convertido en focos
de crítica sistemática a la ciencia y la tecnología que ahora se veían
como otro campo más del ejercicio del poder. Los estudios de la ciencia
se habían poblado de feministas, ecologistas, radicales de izquierda y
aún militantes religiosos que mostraban en múltiples relatos históricos
Barcelona: Paidós.
17
que los resultados científicos y los productos tecnológicos no eran sino
construcciones sociales. La actitud crítica hacia el fenómeno científico-
tecnológico había variado imperceptible pero sustancialmente su
estrategia. Si los críticos de comienzos de siglo aceptaban la existencia
de una lógica particular de la ciencia y la tecnología, una suerte de
racionalidad instrumental, a la que oponían una forma de racionalidad
deliberativa de la que formaba parte el razonamiento sobre fines y
valores, la nueva ola de crítica empleaba el recurso al tu quoque: argüir
que la ciencia y la tecnología eran ellas mismas producto de la
negociación política, efectos abiertos de las estructuras de las
comunidades científicas y de ocultos ejercicios de poder.
18
en que fueran las capacidades técnicas y cognitivas distribuidas
socialmente las que configurasen la medida de la riqueza de las
sociedades. Pues en estas capacidades reside la adaptabilidad de las
sociedades a los problemas y desafíos de una economía basada en la
innovación permanente y en la extensión planetaria de las redes de
financiación, producción y mercado 8 . El tema esencial de la nueva
sinfonía social es el puesto del conocimiento experto en el espacio de la
política y el orden de la sociedad. Pues el movimiento pendular muestra
dos formas del nuevo miedo al creciente poder de la técnica: o está
invadiendo la política, y por eso es sospechosa de estar ocultándonos las
relaciones sociales en una nube ininteligible de argumentos y artefactos,
o, en tiempos más recientes, es ella misma la nueva cara de un poder
que se disfraza de técnico pero que no es sino la máscara del poder
negociado de las élites que controlan el entramado de la ciudad. En
ambos casos, la técnica había sustituido a la naturaleza en ser la fuente
de todos los temores. Si la moral tradicional se había construido para
evitar la entrada de la naturaleza, lo instintivo y biológico, en el ámbito
de la conducta correcta, en la nueva sociedad del conocimiento los
filósofos críticos como nuevos moralistas estaban, están, trasladando la
valla de contención a la separación entre lo técnico y lo político.
19
Ciudadanos ciborgs.
20
que tiene resonancias de la modernización de los años sesenta cuando
se extendió la revolución tecnológica del control: “automático” era la
expresión popular correspondiente a “cibernético” en el lenguaje
culto 10 .
21
indefinidos en los que la invisibilidad ocultaba la emergencia de una
nueva forma de identidad.
Nuestra tesis es que quizá los ciborgs sean algo más que una
categoría inspirada en una metáfora. Quizá sean la clave que nos
permita disolver viejas y ancestrales dicotomías entre lo natural y lo
artificial, entre la cultura y la técnica, entre la técnica y la praxis, entre la
representación y la acción. Tradicionalmente, todos los proyectos de
filosofía política, de epistemología y de antropología partieron de una
misma base que debemos a Aristóteles: somos animales racionales.
Después animales políticos, pero siempre sobre la base dual de
animalidad y racionalidad, Aristóteles lo expresó diciendo que tenemos
una doble naturaleza, la que nos da la biología y la que nos da el
lenguaje. En este marco todo queda del lado de lo animal o del lado de
la racionalidad, no hay instancias distintas. De modo que al definir la
ciudad se define como la asamblea de un tipo particular de animales:
animales que hablan, animales que razonan, animales que pactan un
consenso. Pero la singularidad de estos animales puede que sea en
realidad distinta a tenor de nuestra historia evolutiva particular: son,
somos, animales que han creado una especial relación con el entorno.
Animales autopoiéticos en un grado que no cabe en el marco de las
dicotomías entre lo biológico y lo lógico, entre lo interno a la mente, lo
intencional, y lo externo, lo causal físico y lo social.
22
sobre cómo nuestro cerebro plástico interactúa y se acopla con los
elementos estables de su entorno, los internaliza en forma de patrones
de conducta hasta el punto que ya no es posible distinguir el dentro y
fuera de la artificialidad: noto las gafas cuando no las llevo puestas, sólo
entonces las considero un instrumento, antes no son sino una
“tecnología transparente” 15 . El déficit de sensibilidad de mi oído a las
frecuencias altas, una gama de frecuencias que es esencial en la
comprensión del lenguaje, se palia con unos minúsculos audífonos
capaces de seleccionar las frecuencias, amplificarlas ajustadamente y
reaccionar a contextos de intensidad variable. Las gafas son un artefacto
técnico de la edad industrial, a pesar de la sofisticación de los materiales
y la curvatura; el audífono pertenece a la sociedad de la información por
la sofisticada estructura computacional soslaya con la que soslaya otro
déficit de percepción, del que también soy consciente de él cuando no lo
llevo y deja de ser una tecnología transparente. El cuerpo
contemporáneo acopla mecanismos internos o adapta su fisiología al
ritmo de los artefactos que constituyen su coraza: conozco a alguien que
lleva en su corazón tres bypases que le permiten una desenfrenada
actividad de congresos, viajes y libros; en la muñeca, el reloj se ha
convertido en un adminículo fisiológico más que ordena los ritmos
diarios a los que se acomoda el cerebro con una precisión de minutos.
En la ciudad, los movimientos de las personas y cosas coordinan gracias
a lo relojes que están distribuidos por doquier. A los cinco años
aprendemos a leer y a escribir: nuestros cerebros adquieren unas
prótesis mucho más profundas que modifican sustancialmente nuestra
vida. Aprendemos el lenguaje matemático, a dibujar en perspectiva,
aprendemos las rutinas del teclado, aprendemos a montar en bicicleta, a
conducir automóviles, aprendemos otras lenguas. Nuestros cerebros se
llenan de prótesis culturales como nuestros cuerpos empiezan a llenarse
de prótesis técnicas. Hemos sido siempre sin saberlo una suerte de
ciborgs. La naturaleza de ciborgs se enraíza en las dimensiones
fundamentales de nuestro estar en el mundo: el espacio, el tiempo, los
roles, la identidad. Los móviles, los automóviles, las señales de tráfico,
la televisión, etc. conforman en nuestros días nuestras identidades
primarias de ciudadanos actuando como tecnologías que han dejado de
ser visibles por su cercana familiaridad a nuestros hábitos.
23
El espacio, el tiempo y las identidades de los ciudadanos son los
elementos que conforman la ciudad. Ninguno de ellos es anterior ni
lógica, ni causal, ni históricamente a los otros dos. Las ciudades, los
propios ciudadanos, ésta es nuestra tesis, son, fueron, complejos
sistemas técnicos computacionales. Las ciudades son, fueron, ciudades
de ciborgs, de seres híbridos de biología y técnica.
24
Qué poco se ha notado esta relación interna entre la ciudad, la
escritura y la memoria, entre la ciudad y la congelación del tiempo
pasado: sin capacidades técnicas no hay memoria, como tampoco las
hay sin una voluntad explícita de unir lo ciudadano a la voluntad de
preservación del tiempo ido, de acoger la información perdida como
identidad viva en la información viva en la ciudad. Ser recordado es una
forma de pervivir en la ciudad. Pero ser recordado es sumamente
costoso en términos de capacidades computacionales. Se ha insistido
mucho en las necesidades instrumentales de los sistemas
computacionales para predecir el futuro (los conceptos y las teorías
científicas, por ejemplo), pero mucho menos en las necesidades de
preservación de la información y, en particular, en la preservación de las
identidades perdidas. La voluntad de persistencia en el existir de la
ciudad y su capacidad para la memoria colectiva constituyen a la ciudad
tanto como el espacio que un día fue cercado por los muros. Al igual que
las murallas, también la escritura tiene su origen en el barro: ladrillos y
tablillas fueron los materiales de los que se hicieron las primeras
ciudades a orillas de los grandes ríos. Es notable que este material
neolítico haya dado lugar a dos artefactos de funciones diferentes: el
orden del espacio y el orden del tiempo. Material plástico, capaz de
guardar el espacio y guardar información. Dos bienes imprescindibles
en la ciudad.
25
En las sociedades basadas en una cultura oral las leyes son difíciles de
preservar, no pueden ser transmitidas oralmente más que en forma de
refranes que apenas discriminan situaciones particulares. Los grandes
sistemas normativos exigen una cultura escrita. Así, el Código de
Hammurabi es el principal artefacto técnico que constituye una
evidencia de un pacto social estable. Mas el control del tiempo que
ejerce la ciudad se extiende mucho más allá del pacto social de las leyes.
Las leyes establecen la conducta ritual de los ciudadanos, cuándo y por
qué ofrecer sacrificios, qué alimentos y gentes son puros e impuros,
quiénes podrán ser sacerdotes y cuáles sus deberes. Si los muros del
templo establecen los lugares sagrados y los profanos, el orden del
tiempo, los tiempos de trabajo y plegaria. “Guardad mis sábados y
respetad mi santuario”, dice Yaveh, estableciendo así el Sabbath y la
Pascua, la fiesta de las siete semanas después de recoger la primera
gavilla, el día primero del mes séptimo, el día de la expiación y los siete
días de las tiendas. De este modo, el segundo logro de la escritura fue
uno de los primeros y más importantes signos de poder en la ciudad: el
calendario. Es la marca escrita del discurrir del tiempo, el mapa de los
días. Cuando las ciudades se unieron para constituir un estado o una
federación debieron resolver como primer problema la coordinación de
sus tiempos en un único calendario. Sin calendario no habría impuestos
ni prestaciones al poder: el poder es el poder de ordenar los tiempos; su
justificación será conservarlos, la constitución de la memoria. La
ordenación de los tiempos fue un trabajo siempre costoso. Hubo que
observar los cielos por generaciones y generaciones, registrar las
posiciones de las estrellas y de otros fenómenos conspicuos en la bóveda
nocturna, elaborar complicados cálculos y, al final, producir esas
primeras obras de la ciencia y la técnica que fueron los calendarios, los
primeros artefactos diseñados para computar 18 .
18 La gran construcción que conservamos de los incas, el Machu Pichu, fue una
ciudad de astrónomos, un enorme observatorio de las estrellas en el que se
establecía el calendario por el que el inca dirigía su enorme imperio andino
desde el Cuzco. Sin esos aparentemente inactivos observadores el imperio no
hubiese tenido la impresionante efectividad centralizada que tuvo.
19 Por cierto, fue construido a imagen y semejanza de los cielos, tal como eran
Madrid: Taurus.
26
comienzos un artefacto meramente ornamental, contribuyó a cambiar
la naturaleza de las relaciones sociales cuando fue colocado en el lugar
más visible de la ciudad, la torre de la catedral, y comenzó a regular las
horas y momentos de los ciudadanos 21 . Los ciudadanos podían verlo “a
un tiempo” y armonizar sus trabajos y tareas al compás del movimiento
de la aguja de las horas. Los gremios comenzaron a reclamar que su
trabajo fuera recompensado no por el producto elaborado, sino por las
horas trabajadas. De este modo el tiempo de trabajo se convirtió en el
igualador de todas las cosas. Y fue por la misma época cuando nacieron
otros instrumentos ligados al control del tiempo: las bulas, que vendían
a los fieles descuentos en los días correspondientes de permanencia en
un insólito lugar que fue inventado ad hoc para vender su estancia, el
Purgatorio 22 , y las letras de cambio, que también vendían el tiempo, el
finito y regulado tiempo de disfrute del dinero ajeno por el que el
beneficiario había de pagar. Con los salarios modernos, que ya no
pagaban por gavillas o por trajes cosidos, sino por el tiempo de los
trabajadores, las letras habrían construido esa forma de existencia de la
ciudad que llamamos capitalismo, que, como Marx nos enseñó, es sobre
todo una forma de poder en el tiempo. Si el tiempo fue el ámbito
esencial en el que se instituyó la ciudad, la escritura fue la invención
técnica que la hizo posible. Pues la escritura, no lo olvidemos, fue ante
todo una invención técnica que exigió un largo periodo de desarrollo de
soportes físicos: la arcilla, el pergamino, el papiro, el papel, la imprenta,
el libro.
27
desacoplamiento del espacio y del tiempo 24 . Los portugueses,
holandeses, ingleses y españoles fueron conscientes de la separación de
las trayectorias históricas y las trayectorias espaciales. El mundo se hizo
globo terráqueo y la existencia historia. Los nuevos navíos de alto
bordo, capaces de dar la vuelta al globo, consiguieron este
desacoplamiento trayendo noticias, especimenes, gentes de otros
lugares, pero del mismo tiempo. Los geólogos (el conde de Buffon)
descubren conchas marinas en los Alpes: traen especimenes de otros
tiempos que residían en el mismo espacio. La experiencia del ciudadano
moderno se hizo abstracta y desacoplada al separar el mapa de los días y
el mapa de las tierras. Se ha dicho que la Globalización contemporánea
es una más entre tantas globalizaciones producidas por la ciudad: la
confederación de los helenos, el imperio romano, las colonizaciones. Y
es cierto que hubo ciertas formas anteriores de Telépolis: la
confederación helénica fue siempre una confederación a distancia. Los
aqueos se unen contra el orgullo de Troya, Platón viaja a la Magna
Grecia a realizar su utopía, los griegos se hacen conscientes de su
identidad sólo contra los persas, los otros en la distancia, su cultura se
construye en un imaginario que les eleva a la categoría de los herederos
de Egipto, o de la Atlántida, dirá incluso Platón. Pero la globalización o
mundialización modernas nacen de la experiencia distal como una
experiencia del espacio abstracto desacoplado del tiempo que aún
espera ser incorporada como experiencia del ciudadano, que Telépolis
construya su muralla y su calendario.
Damasio (2002) The Feeling of What Happens: Body, Emotion and the
25
28
controlo”: la idea de control es computacional, cibernética, no espacial.
El espacio, el lugar, el entorno, se construye así como la suma de las
partes sobre las que se mueven las partes del mundo que controlo, sean
artificiales o biológicas. De esta forma llegamos a nuestra segunda
afirmación: las identidades personales y colectivas tiene que ver
también con la capacidad de control de la acción y por consiguiente
están tan constreñidas técnica como metafísicamente.
29
segundo entorno: ciudades sin cocer aún, en un “melting pot” que no se
mezcla, sociedades sin integrar las voces múltiples, redes ciegas en las
que los nudos sólo alcanzan a ver los intereses de los pocos nudos con
los que son capaces de conectarse, pero no tienen una visión de lo
general.
30
Muchos se quejarán de esta imagen negativa, aducirán que, al
contrario, Telépolis sólo es memoria acumulada, que no es otra cosa que
una red de inmensos cúmulos de registros. Y es posible que no carezcan
de razón pues es cierto que por su propia naturaleza Telépolis está
hecha de registros de información. Pero son remedos de la memoria de
la ciudad, no una forma más moderna e inevitable. Quizá quienes creen
en el determinismo consideren que esta doble existencia es un futuro
inevitable. De entre los más recientes mitos tecnológicos es más que
sorprendente el éxito con el que han sido recibidas las varias entregas
de de Matrix, la metáfora más perfilada del mito de Telépolis. Los
creadores de Matrix parecen haber meditado sobre uno de los oscuros
futuros posibles de Telépolis. En Matrix, los humanos viven en dos
ciudades trasunto e inversión de la ciudad del cielo y la ciudad terrestre:
Matrix y Sión son estas dos ciudades. Tiene Matrix sus oráculos, sus
vigilantes secretos y sus señores, los señores del programa. Son
proyecciones de la conciencia del programa que calcula todas las
posibles sendas futuras de las memorias virtuales en las que viven los
millones de cerebros alimentados de información artificial. En Sión
viven los pocos liberados que en una triste existencia han descubierto el
segundo y primer entorno y han decidido que son éstos entornos de
libertad. Pero Matrix no nos enseña ninguna profunda verdad sobre
nuestra existencia: no es más que una amalgama de seductores vacíos
tópicos filosóficos que ocultan un siniestro mensaje determinista sobre
el Tercer Entorno. Presentarlo como un camino inevitable de
virtualidad o doble existencia es una forma de sacarse de encima las
responsabilidades que desde la ciudad tenemos con este nuevo entorno
en el que discurre nuestra existencia. No es casual la metáfora
agustiniana de las dos ciudades: también en Matrix, sirve de coartada
para no cargar con la responsabilidad histórica, personal o colectiva.
31
tecnología a todas las dimensiones de la existencia pero también de la
política a todas las formas de tecnología.
32
de la existencia la primera víctima es la capacidad de desear y con ella la
posibilidad de diseñar la propia vida. Quienes están en la frontera de la
subsistencia o bajo el peso de la violencia no viven en un tiempo
humano sino en un completo y eterno presente. Para ellos el futuro y el
pasado se presentan como una oscura nube de sufrimiento y
desamparo. Pues bien, la ciudad y la tecnología se ocupan de dos
dimensiones del tiempo humano. La ciudad se ocupa de organizar el
tiempo de la identidad. Gracias a ella los ciudadanos llegan a ser
personas. La ciudad garantiza el derecho a proclamar el pasado propio y
a reivindicar la historia de la que uno llega. Y garantiza también el
derecho a dejar una huella en la memoria colectiva. La tecnología, por
su parte, se ocupa de garantizar un aspecto del futuro real de los
ciudadanos: se ocupa de preservar una forma de tiempo humano que es
el futuro como espacio de posibilidades accesibles, como oportunidades
de acción y capacidades de lograr los deseos alcanzables.
33
deseamos vivir, una sociedad en la que el conocimiento sea la forma
dominante de uso inteligente de la información y el medio esencial de
producción y reproducción. Es una afirmación que conserva algún
fundamento bajo tantas repeticiones irreflexivas y propagandísticas,
pero debemos pensarlo con parsimonia y cuidado. A este respecto, me
parece que el núcleo está en la importancia que ha adquirido la
información en los intersticios de la tecnología contemporánea, en cómo
ha sido el control de la información más que el mero control de la
energía el que ha configurado la tecnología contemporánea. El salto del
conocimiento a la información no es trivial, cierto, pero ha sido es
mucho menos comprendida la naturaleza de lo novedoso que introduce
la sociedad de la información.
34
circuitos electrónicos complejos que realizan propiedades lógicas:
válvulas de vacío, relés, transistores, circuitos integrados,... Los
dispositivos variaron a lo largo de la historia, pero lo importante es que
apareció un nuevo y extraño sistema en la naturaleza, un sistema que
realizaba a través de los circuitos ciertas operaciones abstractas de
carácter lógico. Y junto a las operaciones lógicas, por un mecanismo de
iteración recursiva, apareció la complejidad, la computación compleja y
la simulación de operaciones inteligentes. Así nació la revolución de la
información. Los dispositivos de realimentación y los sistemas lógicos
recursivos transformaron la naturaleza en un modo que hoy ya podemos
comparar a escala histórica con la agricultura y la escritura. Un viejo
sueño que nació con las religiones del Libro, el judaísmo, el cristianismo
y el islamismo, fue el control de los signos y entre ellos de la naturaleza
como libro escrito por Dios, cuyo mensaje había que descifrar. De la
cábala a Ramon Llull, a John Wilkins y a Caramuel, a Leibniz, a Ada
Lovelace y Charles Babagge, el control de los signos había sido siempre
una trayectoria permanente del imaginario técnico. Habían buscado
lenguas perfectas que reprodujesen la lengua antes de Babel, la lengua
del pensamiento, la lengua de Dios; habían buscado sistemas
combinatorios que pudiesen ser construidos o realizados como
máquinas. La mezcla de sistemas de control, sistemas lógicos y
complejidad recursiva hizo posible una parte de este sueño: la humana.
35
más profunda que con los demás artefactos. De ahí que en cierta forma
cree un mundo virtual de existencia en un sentido analógico a cómo el
lenguaje interactúa con nuestra mente haciéndonos existir en una
segunda naturaleza que es la que crea nuestro pensamiento y nuestros
conceptos, independiente de la realidad física.
36
morir antes que contestarla, porque saben que si la contestasen estarían
escribiendo un texto del que alguien podría hacerles responsables. La
responsabilidad asusta más que la muerte. Por eso somos deterministas
“por defecto”. Así nos ha diseñado la cultura: hábiles para
desentendernos de responsabilidades, actores miopes que se niegan a
vislumbrar más allá de unas pocas horas o días.
37
democracia avanzada son difíciles de encontrar. No es más que una
observación empírica, pero apoya nuestra tesis fundamental: la
democracia es muy exigente en términos de información. Y la
información es lo más difícil de conseguir en el universo. Es la forma
más organizada de la energía. Las sociedades muy complejas demandan
mucha tecnología informacional, que, por su parte, las convierte en más
complejas. Y su misma complejidad las hace imprevisibles,
contingentes, robustas y frágiles a la vez: las sendas históricas que se
abren son mucho más intrincadas y abundantes. Los deterministas se
pierden en ese laberinto de posibilidades.
38
forma de poner las intenciones a trabajar: es una forma de actuar en la
que los resultados de la acción realimentan las intenciones, que se
adaptan a sus propias consecuencias con el objeto de preservar el fin
principal. No por casualidad se empleó el término “cibernetes” para
nombrar a la tecnología de control, ya que el piloto es quien tiene a su
cargo el control del rumbo de la nave: observa las estrellas, la aguja de
marear, ahora el GPS y, teniendo en la cabeza el plan de navegación,
actúa continuamente sobre el timón para reordenar la navegación
preservar el rumbo.
39
actividad compleja de control como el Tour, el ciclista que baja un
puerto a ochenta o noventa kilómetros en el centro de un pelotón, a
apenas diez centímetros de distancia de los otros ciclistas, no puede
detenerse a reflexionar sobre sus acciones. Se caerá y pondrá en peligro
su vida y la de la mitad del pelotón. Tiene que confiar en un duro
entrenamiento que ha conseguido que su sistema visual motor actúe por
él en los milisegundos que tiene para tomar decisiones. Mas todo
aficionado sabe que, ceteris paribus, el Tour se gana con la cabeza. Al
subir un puerto con fuerzas limitadas, el ciclista ha de observar con
cuidado los signos de sus adversarios, resistirse a atacar antes de tiempo
o a desfallecer ante un ataque aparentemente definitivo, tiene que
pensar y pensar rápido aún cuando todo su cuerpo le pide que no
piense. Su sistema perceptivo, su memoria y experiencia deportiva
tienen que proporcionarle lo que su sistema motor ya no es capaz de
darle. Cada sistema tiene sus capacidades y sus limitaciones. El sistema
sensorio motor, como el sistema emotivo, es rápido, eficiente y
especializado. Pero no es plástico: controla una tarea pero no es capaz
de seleccionar nuevos objetivos y ordenar nuevos planes. El sistema
reflexivo de control es lento computacionalmente. Tiene que activar
enormes cantidades de información, hacer presente a la mente
numerosos modelos del mundo, explorar posibilidades, confiar en
clasificaciones borrosas y en decisiones bajo incertidumbre y riesgo.
Pero es un sistema plástico y adaptativo, tiene la mayor creatividad de
las posibles. Y tiene la virtud de hacerse responsable de las decisiones.
El sistema reflexivo opera en primera persona (del singular o del
plural). Todas las decisiones acaban en una movilización de recursos
que indica el compromiso de la persona o de la comunidad en la
decisión. Entre los sistemas sensorio-motores y las decisiones tomadas
bajo un largo tiempo de reflexión hay un ancho espectro de sistemas
intermedios: rutinas, mecanismos de decisión resultado de
adaptaciones evolutivas, sesgos unidos a la edad, el sexo, productos de
la cultura y el entrenamiento, modificaciones cerebrales fruto de la
adaptación a medios computacionales externos, etc.
40
En la especie humana los controles de los planes de acción sólo
son posibles con prótesis culturales y técnicas. Las limitaciones
computacionales de nuestro cerebro habrían hecho imposible la
civilización y la cultura sin las creaciones técnicas que permiten
trascender y transgredir nuestras limitaciones. Si los medios de
transporte modifican nuestro estar en el espacio y los medios de
comunicación nuestro estar en el tiempo, nuestros medios
representacionales: las imágenes, la escritura, los lenguajes artificiales,
las máquinas computacionales, …, modifican nuestras limitaciones
representacionales. La antropología computacional está por investigar,
pero cabe pensar en la mayoría de los artefactos culturales como
prótesis para superar nuestras limitaciones: los rituales, la música, el
baile, los ritmos, que permiten la coordinación de movimientos de la
tribu y llevan al cerebro, él mismo un sistema de coordinación de
ritmos, a un estado de excitación y comunión; las drogas naturales, los
hongos, el alcohol, los alcaloides naturales o artificiales, que mimetizan
los neurotransmisores de nuestro cerebro y se convierten en auténticas
y peligrosas tecnologías emocionales; la pintura, que extrae las
imágenes, las fosiliza y crea una realidad artificial; el lenguaje que
permite compartir pensamientos, contar historias, transmitir memes,
…; los hilos, marcas en la madera o la arcilla, cuentas en una cuerda,
que permiten contar cantidades contables, los recipientes que permiten
contar cantidades incontables, ….
41
espacio que Arendt denomina de la labor y que ocupaba todas las tareas
de reproducción económica, doméstica o fisiológica. En el ágora era
posible el ejercicio sumo de la vita activa, la asamblea de los
ciudadanos y todos los órganos que emanaban de ella. El corazón de la
polis, por consiguiente, residía en este espacio y tiempo que, reparemos
en ello, era un espacio oral, era un instrumento básico de coordinación
dependiente del ejercicio oral: de ahí que la retórica fuese la técnica
cultural más importante para los ciudadanos pues de ella dependía el
correcto ejercicio de la actividad política.
42
constituciones precisamente porque están escritas. La escritura permite
un orden reflexivo que no sería posible en la pura determinación oral de
lo político.
43
Antes de que se me acuse de tecnopornógrafo, tecnoadicto o
cualquier otra cosa similar quisiera recordar que esta idea establece un
hilo conductor en el pensamiento de Michael Foucault, entre otros
autores que conforman en cierta forma el pensamiento crítico
contemporáneo. Foucault promovía un método que era hacer visibles
las relaciones de poder a través de sus marcas en el discurso, pero era
muy consciente de que las relaciones de poder se expresan a través de
prácticas sociales que tienen carácter técnico, como las prácticas de
vigilancia y de constricción sociales. No hay prácticas sociales si no es en
un medio técnico que permite que las prácticas tengan éxito o fracasen.
El objetivo es entonces hacer visibles los componentes y dimensiones
técnicas de las prácticas con el objeto de hacerlas objeto de la reflexión
social. Pues, para resumir en una sola frase las consecuencias de esta
doble dirección de la política y la técnica, cabría sostener que no toda
democracia es posible en todo contexto técnico ni todo contexto técnico
es posible en toda democracia.
44
Se suele pensar la técnica contemporánea como un almacén de
cacharros y una secuencia de operaciones reiterativas y aburridas. Se
suele pensar también como un campo de oscuras amenazas de
catástrofe y dominación. Pero se ha pensado poco en la tecnología bajo
la categoría modal de posibilidad como un conjunto de capacidades y
posibilidades pragmáticas, algunas admisibles, otras deseables y
muchas otras claramente inadmisibles. Es bajo esta luz cuando se hacen
más patentes las dimensiones técnicas de la política y las dimensiones
políticas de la técnica. Las posibilidades técnicas son trayectorias de
futuro que deben ser examinadas, deliberadas, transformadas y
reguladas en la esfera pública y en la asamblea. Pero la esfera pública y
la asamblea tienen ellas mismas una existencia técnica que es la que
hace posible sus capacidades efectivas de visualización y control. De
este modo, muchas de las reflexiones weberianas sobre los procesos de
racionalización adquieren un nuevo sentido cuando los consideramos a
la luz de sus capacidades técnicas. La burocracia fue un efecto de la
creciente complejidad de las sociedades modernas. De un lado tenía una
dimensión racionalizadora, fue resultado de la aplicación de los
principios de división del trabajo a la gestión social. De otro lado se
convirtió ella misma en una fuerza configuradora de las sociedades
contemporáneas, en un movimiento de autorreproducción de sus
propias estructuras. Pensada bajo la categoría de un medio
computacional, la burocracia desvela su carácter histórico y contingente
basado en las dependencias técnicas del archivo físico y de la cultura
escrita. Pensamos la burocracia bajo la imagen kafkiana de un ilimitado
laberinto de estanterías llenas de expedientes que registran los más
nimios detalles de nuestra vida. Esta pesadilla, ha mostrado con el
tiempo una fragilidad que no previeron los pensadores de la escuela de
Frankfurt, tan proclives al determinismo histórico como reacios a la
técnica 32 .
45
electrónicos por todas partes, que permitirían un seguimiento
exhaustivo de nuestros movimientos e incluso de nuestros gustos y
deseos más allá incluso de nuestro conocimiento propio. En la
cibercultura, el policía universal del régimen autoritario tendría su
realización física en una parafernalia de troyanos que inspeccionan
nuestro ordenador, de gusanos que siguen nuestras compras, de
microchips que graban nuestras conversaciones y de cámaras que nos
observan incansables. Pero es la misma técnica que permitiría seguir los
rastros de los capitales especulativos y poderosos, la misma técnica que
podría hacer visibles las relaciones escondidas de las empresas
transnacionales y las oscuras relaciones de los aparatos terroristas y
militares, que podría inspeccionar metro a metro y segundo a segundo
la degradación de nuestro medio ambiente y la misma técnica que
podría hacer posible la educación universal y la formación de
capacidades básicas en las sociedades degradadas. Mientras muchos
filósofos de la política piensan en la esfera pública en un marco
weberiano del siglo pasado, de cultura escrita y burocracia del papel, las
negras fuentes del poder contemporáneo se mueven en los
aparentemente opacos pasillos electrónicos. Pero si cabe pensar en una
democracia cosmopolita en la que todo pueda y deba ser inspeccionado
en la esfera pública y decidido en la asamblea de los pueblos, sólo cabe
pensarla como un espacio construido por ciborgs ciudadanos para
ciudadanos ciborgs. ¿Tecnologías neutras que dependen de su uso?: ¿es
neutro nuestro cuerpo y depende de su uso?, ¿acaso usamos la técnica o
acaso “usamos” porque tenemos habilidades técnicas de uso? Y en ese
caso, ¿qué es la neutralidad?.
46
CAPÍTULO 2
47
sus últimas consecuencias, la de automatización de los argumentos y la
supresión de la conversación; la isla de aborígenes llena de animales
llamados gavagai de Quine, que nos sitúa en el extraño lugar de la
interpretación radical; los cerebros en una cubeta de Putnam, que nos
enfrentan a la distinción entre lo causal y lo intencional. Más allá, la
ilimitada variedad de extraños seres que pueblan la metafísica analítica
contemporánea: los hombres del pantano, los zombies, los
transmutados en murciélagos, los cerebros divididos. Son historias
extrañadas que nos hacen ver la realidad con distancia para ver más
claramente los conceptos con los que ordenamos la realidad cercana.
Son una parte de nuestra forma de relacionarlos con la realidad, la que
en la división social del trabajo corresponde al filósofo. Pero hay otras
formas de imaginación.
48
cognitivo Pascal Boyer 33 respecto a las religiones, creaciones
paradigmáticas de la imaginación de lo maravilloso, lo sorprendente no
es la variedad de las religiones, variedad que ha sido uno de los
tradicionales argumentos de los agnósticos, sino lo contrario, la
sorprendente parca variedad de creencias que encontramos en todas las
religiones conocidas: “la idea de que hay almas invisibles de personas
muertas volando por los alrededores es muy común, mientras que la
noción de que los órganos cambian de posición por la noche es muy
rara. Pero ambas son igualmente irrefutables” (pg. 33). En la Biblia
encontramos relatos tan familiares como el del Rey David enviando al
hitita Urías al puesto más peligroso de la batalla con el objeto de que
muera y le deje el campo libre para acosar a su mujer Bethsabé. En el
evangelio, Cristo es condenado y muerto por crucifixión, baja a los
infiernos y resucita. La narración nos habla de situaciones familiares
que están trufadas de variaciones maravillosas y fantásticas que son
comprensibles tan sólo contra el trasfondo de los recursos cognitivos
familiares que contienen las metáforas 34 .
49
la compañía de envío de paquetes a domicilio, de los giros postales y de
otras cosas parecidas? ¡Sin embargo, nosotros no accederíamos, cuando
menos, a explicarle esas cosas! E incluso de lo que él supiese, ¿qué le
haría comprender o creer a su amigo que no hubiese viajado? ¡Piensen,
además, qué escasa distancia hay entre un negro y un blanco de nuestro
propio tiempo, y qué extenso espacio existía entre aquellos seres de la
Edad de Oro y yo! Me daba cuenta de muchas cosas invisibles que
contribuían a mi bienestar; pero salvo por una impresión general de
organización automática, temo no poder hacerles comprender a ustedes
sino muy poco de esa diferencia”
50
los evangelios y cuáles sus miedos y temores. Cristo cura cegueras, lepra
e hidropesía, pero no cánceres ni triglicéridos o tensión en tasa de
riesgo.
51
por los conocimientos científicos que, en ausencia de digresión, ponen
sobre la arena de la discusión los profetas que relatan los milagros de las
personas en las que creencias.
52
y mediáticamente en los últimos años cincuenta y los primeros años
sesenta: Superman protegía al urbanita de nuevos miedos y peligros
creados por la civilización y que estaban lejos de los desastres naturales
de los que protegían los santos, seres fantásticos ya en decadencia en un
mundo más temeroso de los males que llegan de su propia construcción
que de los del cielo o el destino. Las posibilidades imaginadas, sin
embargo, no son meros escapes de la realidad, son las formas en las que
las diversas culturas refutan la realidad y expresan sus deseos bajo la
forma indirecta de metáforas. La fantasía nos habla así tanto del futuro
como del presente, expresa el modo en el que las culturas construyen la
forma de su deseo.
53
acceso privilegiado a lo necesario porque es capaz de entrever las
condiciones a priori de cada campo. Al delimitar lo necesario, lo posible
y contingente se determina como consecuencia necesaria. Este fue el
proyecto de reconstrucción de los lenguajes que está presente en la
filosofía de principios del siglo XX, sea en el formato del positivismo
lógico, sea en el formato de la búsqueda de una filosofía como ciencia
estricta que promovía la fenomenología. El filósofo, el gramático, el
matemático establecerían los entramados, la arquitectura formal de un
campo y ahora sólo quedaría rellenar esos esquemas de contenidos
producidos combinatorialmente. No es cuestión de relatar aquí por qué
y cómo esta concepción entró en una progresiva fase degenerativa y
escolástica a lo largo del siglo XX generando una filosofía cada vez
menos relevante y cada vez más aburrida. La otra forma es, como ya
acabamos de insinuar, la que parte de las prácticas, los juegos, incluso
los juegos de imaginación, y es sólo a partir de ellos desde dónde
vislumbra los diversos tipos de necesidad.
54
epistemológicos hayan sido soslayados a favor de un predominio casi
absoluto de los acercamientos de carácter moral o político. Por otra
parte, la naturaleza histórica e interpretativa de los fenómenos
tecnológicos debidos a su irrupción en la vida cotidiana contemporánea
explica también que hayan predominado actitudes hermenéuticas
centradas más en pronunciamientos expresivos sobre todo el fenómeno
técnico antes que análisis detallados de los mecanismos por los que la
tecnología se convierte en una forma contemporánea de transformación
del medio.
Por alguna de estas razones y otras varias más lejanas, o que nos
resultan desconocidas, ha llegado a conformarse una especie de
dicotomía que se expresa en muchas manifestaciones neorrománticas
hacia la técnica. La dicotomía está entre lo que podríamos calificar
(simplificadamente) de actitud poética y una actitud técnica frente a la
naturaleza y el medio como dos formas de entender una metafísica de la
acción técnica. Mientras la actitud poética dejaría “hablar al lenguaje” 36
y adoptaría una suerte de posición contemplativa ante el discurrir de la
realidad, la técnica estaría regida por una hubris de dominio y control
que estaría sustentada ya en sus fundamentos por una concepción
cartesiana del sujeto como un ser dual, ajeno y enajenado de su
situación histórica concreta. El sujeto no se “siente” parte de la realidad
en la que está situado, por el contrario, la actitud de control y dominio y
36Charles Taylor conecta las ideas del lenguaje de Heidegger con su actitud de
“ecología profunda ante la técnica (Taylor Ch. (1995) Philosophical
Arguments. Cambridge (MA): Harvard University Press, especialmente
capítulo 6). La posición antisubjetivista heideggeriana contempla el lenguaje
no como un instrumento que presupone “ideas” previas, al modo de la
tradición ilustrada desde el XVIII (Locke, Condillac), sino como un “lenguaje
que habla” y posibilita el acceso a la realidad. Taylor recuerda la teoría
constitutivista del lenguaje de Herder, a la que pertenece Heiddegger, en la
que el lenguaje instaura una irreducible exigencia de corrección en la
identificación de un objeto que posea las propiedades que justifiquen el empleo
de una palabra o en la identificación del estado (propio) que justifique la
palabra, como cuando un hablante dice que tiene envidia: acierta con la
palabra y el término funciona porque es el término correcto que articula los
sentimientos (Taylor, 1995, p. 104). El lenguaje así constituye significados que
son expresados, que el lenguaje expresa (no que la subjetividad expresa). Lo
mismo puede aplicarse a las cosas que rodean a los humanos: exigen, expresan
en su reconocimiento una forma de corrección. La actitud técnica ante la
técnica, como la instrumental hacia el lenguaje, habrían sido formas
subjetivistas que impedirían esta escucha de la corrección que portan las
palabras y las cosas. Véase también el trabajo de Lafont, Ch. (1997) Lenguaje y
apertura del mundo. El giro lingüístico de la hermenéutica de Heidegger.
Madrid: Alianza.
55
la noción descorporeizada de sujeto estarían, según esta perspectiva,
estrechamente relacionadas. Todo lo producido bajo esta forma
civilizatoria sería ya un resultado moralmente cargado. Albert Borgman
es un filósofo norteamericano característico de esta actitud
neoheideggeriana de crítica a la tecnología 37 que resume todo un siglo
de crítica a la tecnología en la idea de que la tecnología es ya una
forma de moral:
56
tiempo que lo hace con la seguridad de quien bebe en las fuentes
seguras de la moral como “autenticidad” humana, como fidelidad a algo
que nos constituiría antes de, o paralelamente a, la técnica 38 . Los
artefactos técnicos, como el lenguaje, en ello tiene razón esta
perspectiva esencialista, construyen posibilidades, “abren mundos”, que
su propia existencia expresa como formas de vida. Pero se equivoca en
que la corrección de esas formas de vida esté dada antes de los sujetos
por alguna forma de autenticidad a la que debieran someterse los
humanos.
57
• La mezcla de ambición de control, de internismo representacionalista y de
abstracción del sujeto resulta en un pensamiento en sí mismo dominador y
expoliador de la naturaleza.
• El desarrollo incontrolado de la tecnología forma parte de la agenda oculta
del pensamiento moderno cartesiano, lo que se expresaría en el adagio
baconiano de “saber es poder”.
58
como acciones. Dentro del dominio general de la acción, la tecnología
tiene particulares constricciones en las decisiones que imponen un
principio de eficiencia tecnológica, constricciones que, ésta es nuestra
propuesta, tienen como objeto el ampliar el espacio de oportunidades o
de posibilidades pragmáticas y, en su caso, de estimular el
aprovechamiento y explotación de las oportunidades disponibles, es
decir, realizar transformaciones en partes del mundo que antes de la
representación técnica no hubieran sido posibles 39 . Nos encontramos
ante una forma especial de normatividad que depende de las tres
complejidades que señalábamos al principio, la de la intencionalidad de
la acción técnica, la del sujeto que toma las decisiones, un sujeto
colectivo y distribuido, y la de los productos de la acción, los artefactos
en tanto que sistemas funcionales en un nicho de otros artefactos de los
que dependen.
39 Vega, J (2000) “La astucia de la razón en la técnica”, Arbor CLXVII, 657 (2000),
187-205 desarrolla un aspecto contingente de la racionalidad que no ha sido tratado
aquí, pero al que me remito como un complemento imprescindible de los aspectos de
la racionalidad que aquí se exponen.
40 Nozick, R. (1993) The Nature of Rationality, Cambridge, Harvard University
59
modo el que los usuarios toman decisiones con respecto a los
artefactos. Todos sabemos bien que los artefactos constituyen el modo
más poderoso de establecer señas de identidad, de ahí que las
dimensiones estéticas y simbólicas de los artefactos sean tan
connaturales a toda forma de producción tecnológica. Desde las modas
a los cacharros de los militares o las computadoras de última
generación, el valor instrumental está acompañado y en ocasiones
apantallado por los elementos expresivos que el usuario concede a los
artefactos de los que se rodea. La emergencia de las tradiciones de
diseño industrial a partir de la mitad del siglo XIX generó una rápida
conciencia de estos aspectos que no siempre han sido valorados
suficientemente por los historiadores del arte, y menos aún por las
sociedades que consideran ajeno a su patrimonio cultural el universo de
formas y diseños de artefactos.
60
dimensiones. La función compleja de racionalidad tecnológica sería
aquella que cumpliese una condición de maximización (o bien de
satisfacción) de la suma de todos los componentes de utilidades que
hemos señalado. En realidad no es la forma de la racionalidad lo que
caracteriza la racionalidad tecnológica, sino la calidad de los controles y
los contextos en los que se efectúa la deliberación. Que exista una
misma naturaleza en las decisiones racionales es lo que garantiza la
capacidad crítica. Sería muy extraño que pudiese sostenerse una
capacidad crítica trans-contextual si no supusiéramos una común forma
de racionalidad 42 . Si, como es razonable sostener, deseamos que los
sistemas tecnológicos se inserten en la esfera pública y se sometan a las
mismas normas de deliberación republicana que cualesquiera otras
secciones sociales, el precio es que consideremos que la deliberación no
puede cambiar de naturaleza cuando cambiamos de instancia.
61
actividades, artefactos, instituciones, reglas y normas, valores, y otros
heterogéneos elementos que componen los distintos contextos en los
que se llevan a cabo las decisiones.
62
fuese. Pero en el caso del ingeniero la normatividad está en la capacidad
inferencial y deliberativa del plan que se representa.
63
modernos, la noción negativa de libertad, fue pensada para el dominio
político y está basada, como todo el pensamiento moderno, en una
concepción esencialista de la naturaleza humana, según la cual llegamos
al mundo dotados naturalmente de derechos que no pueden ser
restringidos por la sociedad. Kant desarrolló profundamente esta
noción y a él se deben los mejores argumentos incompatibilistas entre la
noción de libre albedrío y el determinismo. Para Kant, la esencia de la
acción libre está en la capacidad esencial para tomar una decisión
alternativa, sea no actuar, sea emprender otra ruta. La noción de
espontaneidad de la acción kantiana se basa en esta concepción
negativa de la libertad. Es, por supuesto, incompatible con el
determinismo, puesto que las condiciones de la acción intencional no
permiten que estén prefiguradas. Pero la noción de libertad negativa,
que tiene un interés indudable en el campo de la política, aunque ha
sido discutida con buenos argumentos por la concepción republicana,
respecto al problema del determinismo tecnológico no nos ayuda
demasiado. Es mucho más interesante partir de una noción de acción
libre como una acción que tiene capacidad para conseguir lo que desea.
La acción técnica es un caso de acción libre en este segundo sentido de
libertad que tiene que ver con la “calidad” realizativa de las acciones: las
acciones que emprendemos son más libres cuanto más nos acercan al
desarrollo de nuestras capacidades y al cumplimiento de nuestros
deseos. De manera que puede ocurrir que una acción determinada en el
sentido de sometida a constricciones sea libre y no lo sea, sin embargo,
una acción que no es coaccionada en absoluto pero que es incapaz de
alcanzar sus objetivos.
64
La noción de sujeto racional como sujeto libre nos habla de la
calidad de la acción 45 . Un sujeto racional es el que hace y logra lo que
quiere. Dicho con otras palabras, los cambios que ocurren en la realidad
son producto de varios elementos que hacen que sus intenciones
encajen y produzcan cambios en la realidad. De modo que un elemento
central de la acción racional es lo que denominaremos la calidad de la
agencia. Debemos asegurarnos de que la acción se ha formado
adecuadamente (por ejemplo, que la actividad cognitiva no ha sido
perturbada por sesgos que atenten contra la validez de las inferencias).
Debemos también asegurarnos de que la acción es capaz de cambiar el
mundo en la dirección del efecto deseado, es decir, controla un conjunto
de cambios y eventos causalmente ordenados de tal forma que la
secuencia se adapta al plan o al contenido de la acción 46 .
65
Un segundo elemento presente en la calidad de las intenciones en
la acción técnica tiene que ver con la naturaleza dinámica y cambiante
de la realidad. Se trata de la novedad como acceso o ampliación de los
horizontes de posibilidades en las que se mueve el sujeto de la acción.
La novedad consiste aquí en el acceso y ampliación del horizonte de
posibilidades en las que se mueve el sujeto de la acción. La novedad
implica crear accesos allí donde no existían, mas precisamente porque
se hace desde una situación desde el presente al futuro puede ocurrir
que la novedad y el control, en tanto que postulados constitutivos se
encuentren en tensión, del mismo modo que la búsqueda de la verdad
relevante y la evitación de los errores pueden entrar en competencia en
el contexto epistemológico de la ciencia.
66
dilucida normativamente la racionalidad tecnológica. Las posibilidades
pragmáticas conforman un ámbito relativamente objetivo, mas bien
contrafactualmente objetivo: son las posibilidades que pueden ser
actualizadas dados los recursos técnicos de una sociedad particular. Las
posibilidades pragmáticas son relativas a las posibilidades
representadas y, a su vez, a las capacidades de éxito particular en la
actualización de esas posibilidades. Tenemos, pues, un elemento
representacional y un elemento práctico, el de “ser capaz de”, el de
conseguir o asegurar el éxito en un proyecto que se emprende 50 .
67
distintos y de balances varios entre necesidades y recursos. Las
posibilidades son objetivas, el balance entre necesidades, deseos y
recursos es una variable que permite más tarde situarse en el espacio de
posibilidades, pero es posterior al establecimiento del horizonte de
posibilidades.
68
El pensamiento contemporáneo ha restringido el campo de la
naturaleza humana o al menos ha sometido a controversia profunda las
formas heredadas de esencialismo. Desde el proverbio de Simone de
Bouvoir que inicia el debate feminista contemporáneo, “no se nace
mujer, se llega a serlo”, la idea de una esencia de objetivos y valores,
incluídos los llamados “derechos” fundamentales, debería ser tomada
con sospecha y escepticismo. Todos los valores y normas son fruto de
conquistas sociales de reflexión, de formación de hábitos, de
compromiso institucional y capacidad de control social 52 . Pues bien,
nuestra tesis es que la tecnología genera un espacio de posibilidades
pragmáticas en el que tienen sentido nuevos fines y valores.
69
contexto. En la acción tecnológica la novedad y el control deben
compensarse en un modo en el que se garantice que lo que se planea, y
no más de lo que se planea, se lleve a efecto. En un plan novedoso se
crea un estado de mundo que por el momento sólo tiene existencia
representacional, pero la convicción de que esa posibilidad es accesible,
y sólo lo es por la existencia del plan, desarrolla una cuestión reflexiva
sobre los objetivos que creará o crearía la actualización de esa
posibilidad. Es la condición de eficiencia de la tecnología lo que
constituye su importe reflexivo, la garantía sobre el futuro aún no
existente, lo que provoca la deliberación libre no solamente acerca de
emprender o no la acción sino también sobre los nuevos espacios de
posibilidad creados por la realización del proyecto.
70
La base material de la cultura y los contextos
tecnológicos.
71
que, por otra parte, no pueden ser excesivamente audaces puesto que el
medio cultural al que van dirigidas será incapaz de asimilarlas en forma
de patrones de uso. En el caso de la tecnología, los diseños son medios
sistemáticos de producir innovaciones que incluyen también la
educación en el uso de los nuevos útiles y artefactos. La tecnología crea
el artefacto y al tiempo crea el usuario (aunque en una consideración
grano más fino habría que hablar de una coevolución de la creatividad
del diseño y de la creatividad del usuario 53 ).
Blackwell.
55 Es muy interesante la explicación que Merlin Donald realiza de la
72
Los artefactos crean en conjunción con los humanos estructuras
nuevas. Si nos referimos a los individuos tendríamos que hablar de
mentes extendidas y en lo que respecta al medio en el que cambian estas
mentes como resultado del aprendizaje, los artefactos, en unión con
otros crean una zona de desarrollo próxima, concepto establecido por
Vigotsky para indicar el medio que permite que un individuo desarrolle
capacidades y habilidades que no lograría por su propio desarrollo en
un contexto diferente. Los artefactos, en este sentido no solamente
incorporan cultura, sino que materialmente son capaces de cambiar las
mentes que crean y transmiten la cultura. Quizá el ejemplo más
importante en la historia de la cultura fue la invención de la escritura,
que creó un medio representacional permanente para las acciones
comunicativas a través del lenguaje, con lo cual se multiplicó la
capacidad de transmitir información sin necesidad de depender del acto
verbal presente. La escritura permitió una cultura colectiva no
dependiente de la transmisión oral, permitió, por ejemplo, la
recopilación de normas independiente de las emisiones verbales y, por
ello, permitió la emergencia del derecho. Si siguiéramos solamente en la
historia de los artefactos representacionales y comunicativos,
podríamos hablar de la emergencia de los lenguajes matemáticos, de la
imprenta, de los medios representacionales técnicos modernos y,
contemporáneamente, de las telecomunicaciones. En este momento en
el que estoy escribiendo mi ordenador se constituye en una parte del
mundo que realiza operaciones que son continuas con mi mente, y
especialmente con mi memoria y con mis capacidades comunicativas.
Sin las operaciones que realiza el ordenador la tarea de pensar y escribir
este trabajo se haría probablemente mucho más tediosa y lenta. Por
ejemplo, en este momento mi ordenador me dice que he efectuado 61
revisiones del documento, lo que significa que lo he abierto otras tantas
veces y que en todas ellas he introducido una modificación, y que el
tiempo total que llevo ante él es de 614 minutos. Nada me dice acerca
del contenido del trabajo, pero obtiene una información que yo jamás
hubiera recopilado por mí mismo (es muy poco interesante). Pero es
una información metarrepresentacional, tanto como lo son otros
muchos pensamientos que cruzan mi mente acerca de mi trabajo
mientras lo voy realizando.
73
proyectos, el conocimiento, los artefactos informativos, los artefactos
producidos, las instituciones, códigos, normas, los medios de
producción, de circulación, los usuarios y los hábitos de uso. Un
contexto está definido por la relevancia causal de los elementos que
contiene, por la importancia de sus interacciones y por la relativa
estabilidad de estas redes de interacción. Lo esencial de un contexto es
que esa relativa estabilidad crea una forma de apartado cultural que
tiene consecuencias medioambientales sobre el propio desarrollo
tecnológico. Así, se crean dos elementos de especial importancia para el
desarrollo de los planes y artefactos tecnológicos: el horizonte de
posibilidades tecnológicas y los paisajes de eficiencia tecnológica. El
primer concepto hace alusión a las capacidades representacionales
dentro de un contexto, el segundo a las capacidades realizativas y las
condiciones de adecuación de la tecnología.
El horizonte de posibilidades.
74
ejemplo de la idea de contexto tecnológico. La confluencia genera
dinámicas nuevas, crea cambios radicales en la noción de sistemas de
control y origina en buena parte las revoluciones tecnológicas de los
años setenta y ochenta. Interesa observar cómo la emergencia de este
contexto tecnológico cambia y modifica las expectativas tecnológicas, o
lo que llamaremos el horizonte de expectativas tecnológicas es decir, el
conjunto de objetivos tecnológicos que se postulan como objetivos
potencialmente realizables. Los proyectos tecnológicos nuevos no
garantizan que el objetivo sea realizable, pero se emprende un camino,
el de conseguir agentes autónomos, capaces de actuar libremente en un
contexto abierto con la convicción de que el objetivo es alcanzable. La
idea de construir genuinos sistemas autocontrolados constituye un
punto del horizonte creado por la convergencia de la tecnología de la
información y la automática o cibernética 57 .
75
cabo con éxito en una comunidad particular, dado un estado concreto
espacio-temporal de esa comunidad. Mas el hecho de ser objetivo no
significa que las posibilidades tecnológicas sean visualizadas como tales
posibilidades. Para ello es necesario algo más, una representación
objetiva de alternativas viables que pueden ser llevadas a cabo y que
sirven como punto de contraste para evaluar la eficiencia conseguida en
los proyectos tecnológicos. Los paisajes de eficiencia tecnológica
establecen un espacio de soluciones alternativas para cada problema
relativo a un contexto tecnológico particular.
76
llevados a cabo con éxito, primer mandamiento de todo sujeto creador
en la tecnología.
Se trata de una categoría que explica por qué no todos los agentes
reaccionan de la misma manera en los contextos tecnológicos, por qué
se introducen diferencias que tienen efectos históricos. La robótica
contemporánea de “frontera” se refugia, por citar un ejemplo de
trayectoria tecnológica, en las grandes empresas tecnológicas japonesas
de componentes electrónicos, en vez de en las grandes firmas de
tecnologías informáticas. Estas trayectorias configuran elecciones en los
artefactos creados, por ejemplo, en que los robots en el mercado de
consumo masivo se dirijan hacia el uso lúdico o quizá hacia los
electrodomésticos 59 .
77
nuevas tecnologías, el uso masivo del procesamiento de información en
la automática, en las telecomunicaciones, en la conformación de redes
de conocimiento. Podemos hoy reconstruir el proceso seguido por
sendas que conducen, por ejemplo desde las primeras redes
informáticas militares y académicas a la actual internet, pero sólo
narrativamente podemos explicar cómo y cuándo las grandes empresas
de telecomunicaciones, presionadas por el uso, por la reutilización de
las redes por parte de los usuarios, decidieron tomar decisiones que
llevan al uso masivo de la red, a la creación de amplios canales de
telecomunicaciones, etc.
78
cuyas instituciones ofrecían a los estudiantes unos objetivos
restringidos e instrumentales. Los profesores de estas escuelas de
ingeniería evitaban los temas relativos a política y justicia social y se
concentraban en la ciencia y la tecnología […] En las décadas
posteriores a 1930 la Unión Soviética preparó más ingenieros que
ningún otro país del mundo; pero estos ingenieros, con una visión de las
cosas llamativamente circunscrita, únicamente pretendían aumentar la
producción, con olvido de todos los demás factores. La educación que
recibieron los nuevos ingenieros no solamente era más restringida que
la de sus predecesores de la época zarista, sino también más limitada
que las de sus colegas de otros países” (Graham, (2001) pp 107-9)
79
80
CAPÍTULO 3
¿Cuánta realidad tienen las cosas que vendrán, las que aún no
existen pero han comenzado a ser pensadas por las mentes más
imaginativas? Javier Aracil, ingeniero industrial de la Escuela Superior
de Sevilla, experto en métodos de automatización y cercano a la
filosofía, como otros muchos ingenieros, más de los que se piensa, ha
enseñado a lo largo de muchos años que una parte de la tarea de los
ingenieros es simular la realidad, inventarse modelos de los que no cabe
preguntarse si son buenas correspondencias con la realidad cuanto si
funcionan o no como guías para la acción 61 . En este capítulo vamos a
examinar esta capacidad de simular lo no existente desde el punto de
vista de una de las dos condiciones normativas de la creatividad
tecnológica, la de inventar posibilidades o crear posibilidades, de
entrever caminos, en definitiva, con la astucia como capacidad racional,
una virtud que los antiguos reconocieron en Ulises como paradigma de
la racionalidad tecnológica, al decir del viejo clásico de Adorno y
Horkheimer 62 . Consiste esta capacidad en la actividad de diseñar
objetos y artefactos que aún no existen y que tal vez nunca lleguen a
existir. Es digno de notar esta característica de la práctica ingenieril de
trabajar de un lado con un pie en la eficiencia y con otro en la
imaginación. Como el dios Jano, la ingeniería presenta una doble cara
de actividad instrumental y de actividad creadora. No siempre se
considera la ingeniería bajo esta luz, más bien se tiende a contemplarla
como una parte menor de la gran cultura, cuando no como lo opuesto a
ella. No sería tan grave la situación si solamente se tratase de una
opinión externa y si los propios ingenieros no hubiesen internalizado en
algún sentido la idea de que su actividad se encuentra regida
únicamente por las reglas de la racionalidad instrumental. La
81
historiadora de la tecnología Rosalind Williams 63 , que ha tenido la
oportunidad de seguir muy de cerca la evolución de la enseñanza de la
tecnología en una institución tan prestigiosa como el MIT, pues fue
decana durante veinte años, se quejaba de la presión creciente en la
edad de la información para suprimir todos los elementos no
instrumentales de la educación de los ingenieros. Mi propuesta, y éste
es en parte el tema de la conferencia, como un ejemplo aplicado, es que
se tome en serio la idea de la ingeniería como una forma de cultura y
que, como tal, se consideren sus aspectos humanísticos, conceptuales,
de relación con la sociedad, desde dentro, desde las propias dinámicas
del trabajo de investigación, de los proyectos, desde el pathos y nos sólo
desde el ethos de la profesión de ingeniero. El caso que propondré es el
concepto de diseño, uno de los centros que justifican la profesión de los
ingenieros, en especial en lo que se refiere a una actividad creadora de
artefactos, innovadora o, como se decía antes, inventora.
82
exteriormente a diversos animales y plantas.
83
industrial. El diseño, en este sentido, parecía ser una actividad llevada a
cabo después de haber concebido e incluso realizado los primeros
prototipos de un nuevo artefacto. En las ciudades industriales inglesas
nació como una reacción al modo de presentación barroco de los
objetos: William Morris, Gottfried Semper 64 , y otros pioneros fueron
dando origen a uno de los principios por los que se guiaron los primeros
movimientos de diseño, “la forma sigue a la función”. Buscaban guías o
principios generales para la producción de objetos industriales,
especialmente los que tenían un destino de bienes de consumo masivo,
y en ese camino encontraron un medio reflexivo irreversible sobre la
práctica investigadora del ingeniero creador, del inventor. Hoy el diseño
industrial se ha ido convirtiendo en una disciplina y en un arte básico en
nuestras sociedades industriales pero antes que nada fue una forma de
pensar el propio trabajo. Para decirlo un tanto superficial y quizá
injustamente, los diseñadores son o fueron algo así como los filósofos de
la ingeniería, pues su actividad tenía que ver ante todo con el pensar y
hacer objetos con una intención allende lo que en un lenguaje plano
pudiéramos considerar como ingenios eficientes. Su investigación tenía
que ver más con cómo son los objetos que funcionan que con el mismo
hecho de funcionar. Al pensar en cómo deberían ser los objetos los
diseñadores estaban realizando a la vez una doble operación: la creación
de objetos, al menos la creación conceptual, y la reflexión sobre el
mismo hecho de crear un nuevo objeto.
84
de un sistema de información-acción contenido en el ADN y en los
órganos reproductores, pero en ninguna forma somos pensados antes
de existir. Sin embargo, la más humilde de las bifaces del homo habilis
fue pensada en su forma cuasi-simétrica antes de llegar a la realidad
física. Y en segundo lugar, y lo más importante de todo, es que es el
contenido de esa existencia intencional es lo que controla el proceso de
realización físico. En este sentido pensamos el diseño de una manera
amplia como algo que ha sido producido bajo el control de algo y de una
manera estricta como la parte de un objeto que es representada antes de
ser realizada y de la parte realizada que llega a ser precisamente porque
fue pensada antes.
85
para la mente humana) que han sido diseñados para diseñar 65 . Estos
artefactos, el creador y el creado, son ellos mismos artefactos y al
tiempo nos remiten a la frontera lábil entre lo natural y lo artificial 66 . En
un cierto sentido, son objetos ultra-artificiales, el prototipo de todo lo
artificial; en otro sentido, son ejemplificaciones de la creatividad de la
naturaleza, de la morfogénesis controlada por biomorfos o por
tecnomorfos. En estos sistemas también hay cierta forma de
representación previa que controla el proceso de creación y la diferencia
con la actividad humana de diseño radica no en que esté más allá o más
acá de una supuesta frontera de lo natural y lo artificial sino en la
manera especial en la que se produce esta existencia previa intencional
o representacional que después controlará el proceso. En los seres vivos
esta existencia es informacional, está repartida entre la molécula de
ADN y los complejos de enzimas y ARN que hacen que la estructura
genética se exprese en proteínas. En los actuales y futuros ordenadores
diseñadores la existencia es también informacional, se reparte entre los
operadores que generan una representación y los sistemas periféricos
que trasladan esa representación a un modelo visible o real. En los seres
humanos la existencia es además de informacional intencional: hay un
complejo de operaciones mentales que tienen un componente especial,
65 Nigel Cross, uno de los más conocidos autores sobre métodos de diseño ha
planteado una pregunta derivada con la que Türing, hace ya cincuenta años,
dio origen a la Inteligencia Artificial (¿Puede pensar una máquina?): Cross, N.
(2001) “¿Can a Machine Design?” Design Issues 17: 4, 44-52. Su respuesta es
interesante pues refleja la misma perplejidad de Türing: depende de lo que
entendamos por diseñar, aunque en general responde afirmativamente a la
pregunta.
66 Maximo Negrotti ha postulado recientemente tres condiciones para que un
objeto sea considerado como artificial: la primera, afirma, que haya sido
construido por humanos; la segunda, que haya sido inspirado por un objeto
natural (o un órgano o función natural) y la tercera, que haya sido construido
con otros materiales distintos a los del objeto natural (Negrotti, Maximo
(2001) “Designing the Artificial: An Interdisciplinary Study” Design Issues
17:2, 4-17). Negrotti está interesado en alejar la idea de diseño de lo que llama
el “Síndrome de Prometeo”, la convicción de que la tecnología consiste en
inventar objetos para dominar a la naturaleza. Opone el “Síndrome de Ícaro” o
la propuesta de considerar la tecnología como una invención de objetos que
reproduce, repara o sustituye funciones o sistemas naturales. Se encuentra
dentro de una línea que remite todo lo artificial a funciones naturales y, en
particular, humanas. Aunque es interesante como propuesta para recuperar
valores ecológicos en el diseño, me parece que no recoge buena parte de las
trayectorias tecnológicas que inventan nuevas funciones alejadas de lo natural
(viajar por el espacio, nanotecnologías, etc.) y no permite que haya creación de
funciones genuina sin tener que caer en el Síndrome de Prometeo, pongamos
por caso, para “mejorar” la naturaleza.
86
la deliberación y la voluntad expresa de llevar a cabo algo que hasta el
momento no existía en el universo y que por el hecho de la actividad
creadora y de la voluntad de llevarlo a cabo adquirirá existencia real.
Este elemento que añade la creatividad humana tiene dos dimensiones,
la de “responsividad” o disposición a responder a las propias
representaciones y la responsabilidad de las propias representaciones.
En el primer aspecto los humanos se representan sus propias
representaciones, establecen variaciones, ensayos, deliberaciones; en el
segundo aspecto, los humanos se hacen cargo del hecho de que por su
creación deliberativa algo nuevo existirá en el mundo.
67La idea de que la cultura está constituida por “grúas” y andamios ha sido
popularizada por Dennett, D. (1995) Darwin’s Dangereus Idea, Nueva Cork,
Penguin. Fue anticipada mucho antes por Vigotsky, para quien la cultura
constituía un “entorno próximo” que permitía a las personas alcanzar la
realización de acciones que por sí mismas hubieran sido incapaces de llegar a
realizar. Una grúa, en este sentido biológico, es una intervención en el medio
que permite transformaciones mucho más profundas. La más importante de
todas las grúas o andamios fue el lenguaje, después las matemáticas, la
escritura, etc. En el primer capítulo ya hemos tratado las consecuencias
identitarias de estas prótesis culturales.
87
en todas las trayectorias futuras. Para decirlo un poco enfáticamente
pero con toda la conciencia de su significado, la acción del ingeniero
introduce cambios en la historia y, en un sentido profundo, cambia las
condiciones de la existencia, por más que no tenga conciencia de estas
consecuencias de su acción.
88
futuros alternativos posibles. Cuando un curso de acción está
determinado por la armadura causal del devenir no hay problema, el
único problema si acaso es el de conocer lo que nos espera y aceptarlo.
Los problemas nacen cuando sabemos que las cosas podrían ser o haber
sido de otro modo distinto a lo que son o han sido, cuando
contemplamos situaciones o mundos posibles alternativos y decidimos
cambiar el curso de las cosas para que uno de esos futuros posibles se
haga realidad. La categoría de problema práctico cala en lo más
profundo de nuestra naturaleza. Los animales no reflexivos no tienen
problemas sino reacciones. La idea de problema solamente tiene sentido
por la activación de un espacio de posibilidades alternativas que se
conjeturan accesibles desde la situación actual.
89
era más importante que la realidad, refugios allí donde la naturaleza no
ofrecía amparo, y potencia donde las fuerzas escaseaban. La novedad se
le exige al ingeniero como el valor al guerrero. Los recursos que ya
conocemos, las técnicas que ya empleamos, los artefactos que
constituyen nuestro entorno habitual no crean problemas, los han
resuelto ya y por eso están ahí. Cuando nos planteamos un problema es
porque consideramos que el curso futuro de acontecimientos necesita
un giro, una variación que solamente puede ser inducida por la
presencia de un artefacto o recurso nuevo. A veces formamos ingenieros
como repetidores y como administradores de lo que ya existe. Las
empresas y administraciones de las sociedades que se conforman con
copiar demandan administradores de técnicas, conservadores de los
recursos existentes, sin considerar que al hacerlo están cercenando la
capacidad para plantearse problemas, lo más grave y, secundariamente,
la capacidad para buscar soluciones novedosas a los problemas.
90
que es el control de las posibilidades. Una solución prudente,
extremadamente prudente, es la que controla al máximo las
posibilidades de las que nos hacemos directamente responsables: en la
situación ideal, un diseño es eficiente si tiene éxito en permitir todas y
solamente las posibilidades contempladas en el diseño.
91
artefactos sean muestras del mismo tipo es que tienen el mismo diseño
o que han sido producidos siguiendo el mismo plan. El diseño, pues, es
también la operación que nos permite investigar las categorías de
nuestra cultura 68 .
68Notemos sin embargo que la identidad de los diseños es una noción sutil que
no siempre es tan clara como en la producción en serie. El que los diseños sean
públicos precisamente tiene como consecuencia que en ocasiones la identidad
de un diseño sea sometida a discusión jurídica, como ocurre en los casos de los
casos de patentes. Las fronteras que determinan que dos diseños son el mismo
son más bien borrosas y dependen de los factores que consideremos
relevantes. Mientras que dos automóviles de la misma marca y modelo pero de
distinto color podemos considerarlos muestras del mismo diseño, el color
puede ser determinante en otros diseños como el elemento relevante de la
distinción (por ejemplo, en un sistema de señales de banderas en navegación).
92
Materiales para los objetos artificiales.
93
ganadera cuanto las exigencias de obtención de materiales necesarios
para sostener estos complejos técnicos y artesanos. Solamente
sociedades con una compleja estructura de orden y división del trabajo
son capaces de explotar los minerales, arcillas y otros materiales
empleados en el Neolítico y Calcolítico.
94
Banham, R. (1985) p. 270 71 )
95
aferrados a “las fatigadas certezas de los años treinta”. Creíamos,
apasionadamente, que el funcionalismo no bastaba, […] Sin embargo, era
evidente que su inadecuación radicaba para nosotros tanto en el hecho
de que el funcionalismo como teoría hubiera impulsado a la arquitectura
en el sentido de una mecanización irresponsable, sino en el hecho de que
el funcionalismo, una vez llevado a la práctica, había fracasado al no
alcanzar el punto al que el desarrollo de la tecnología podría haberle
llevado, y consiguientemente, no conceder también a la arquitectura el
poder de materializar las promesas de la Era de la Máquina” (Banham, R.
(1985) p. 19)
96
artefacto. Si desconocemos la función, que es lo que nos ocurre con
algunos objetos de culturas lejanas, o con objetos sofisticados que no
pertenecen a nuestro círculo de utilidades accesibles, los artefactos son
solamente amasijos de formas. Es aquí donde aparece en la no
trivialidad de la ingeniería inversa. Los prehistoriadores son muy
conscientes de la necesidad de una teoría de la función de los
artefactos 72 . El antropólogo de las técnicas André Leroi-Gourham
(1911-1986), en El hombre y la materia y en El medio y la técnica 73 se
propuso construir una teoría sistemática de los artefactos basada en la
relación entre el útil, la memoria y el gesto: los tres nos indican un
sistema de interacciones que constituye el sistema funcional. Entre sus
muchas investigaciones encontramos por ejemplo un interesantísimo
estudio sistemático de las armas cortas, clasificadas respecto a las
operaciones corporales básicas y respecto a los componentes
estructurales del útil: el peso del astil o mango (PA), la longitud del astil
(LA) y varias relaciones entre ellos como su peso relativo y la relación
del peso relativo respecto a la longitud. Esta clasificación nos habla de
por qué las formas elementales son seleccionadas en cada cultura:
debemos estudiar sus hábitos, su gesto y su memoria.
97
sin embargo, la instrumentación real que hace el usuario del artefacto.
Los usos no siempre corresponden a las intenciones del diseñador.
98
Hay un elemento originario que da identidad a un artefacto: el
momento en el que fue elegido el artefacto o componente, a causa de la
conducta que realizaba y el beneficio que producía. Tanto en la selección
como en la intención, se trata de un momento histórico que,
relativamente a ciertas condiciones normales, establece la función. En
el caso de la tecnología, la función puede representarse por un punto
fijo en el espacio de posibilidades. Es la posibilidad elegida para ser
realizada a través de la existencia del artefacto. Esta función y las
condiciones normales de operación del artefacto se especifican
habitualmente en el manual de instrucciones del artefacto.
Corresponden a la zona de responsabilidad del diseñador (que incluye,
en el caso de los ejemplares de un mismo tipo, al fabricante y al
distribuidor del aparato).
99
exaptaciones más que las adaptaciones, para usar el término
introducido por S. J. Gould para este evento evolutivo. De manera que
los artefactos no tendrían identidan independientemente de la que les
es conferida por la mirada de los usuarios. Puesto que esta idea se ha
convertido en un dogma de la escuela constructivista, es conveniente
que hagamos alguna matización al grado de verdad que contienen estas
apreciaciones.
100
posteriormente sobre los procesos de creación. El experimento
interesante puede extenderse también, quizá a cómo podrían
interactuar ingenieros y usuarios en la tarea de realizar diseños más
adaptados a las perspectivas del usuario. Las pocas experiencias de
diseño cooperativo no permiten sino lamentar que no se hayan
extendido aún estos métodos. Mientras no existan estas formas de
diseño cooperativo, las intenciones del usuario obrarán como un medio
inteligente de proliferación de artefactos, pero no como un medio
inteligente de diseño.
79Norman D. (1999) The Invisible Computer. Why Good Products Can Fail,
the Personal Computer is so Complex, and Information Appliances are the
Solution. Cambridge, MA: MIT Press
101
particularmente, haciendo casi visible las operaciones fundamentales
del ordenador. El estilo de diseño de Apple fue, como sabemos, en la
dirección contraria, en la dirección propuesta por Norman de hacer que
el usuario no tuviese que acceder a los elementos básicos de la
tecnología. Esto nos presenta un problema de orden conceptual que
debería ser objeto de un debate social. La presión por la transparencia
de la tecnología lleva en la dirección que ya fue anticipada en la novela
de Wells La máquina del tiempo. Los eloin, la nueva especie humana,
vivía en un entorno tecnológico que no controlaba, ni siquiera veía, las
máquinas se encargaban de cuidarlos y de alimentarlos.
Desgraciadamente eran alimentados por los morlocks, seres oscuros de
las cavernas y seres industriales, que, a su vez, se alimentaban de eloins.
La metáfora de Wells es bien clara: una tecnología transparente nos
libera de la esclavitud de los artefactos, con los que interactuamos sin
sentirlos. Pero nos hace esclavos y dependientes de artefactos que cada
vez son peor entendidos. Los automóviles antiguos podían ser
reparados con piezas reutilizadas de otros automóviles, incluso de otras
marcas. Cuando se viaja por países en desarrollo no es inusual observar
la permanencia de los viejos talleres mecánicos que pueden hacer andar
un auto inservible. Los modernos talleres han sido diseñados como
clínicas del automóvil, ni siquiera se reparan: se diagnostica y se
sustituye el paquete funcional entero.
102
prácticas, cognitivas y emocionales de las personas con los artefactos.
La idea de una psicología del diseño está aún por desarrollar. Entre
otras cosas por la profunda desconfianza de ingenieros y humanistas y
científicos sociales.
103
guiadas por la imaginación y el trabajo sobre el objeto, sino por las
estrictas medidas representadas en el plano. Fue una transformación
que no se hizo sin resistencias, pues los carpinteros navales las
interpretaban como una intromisión en su trabajo de un petrimetre
alejado del trabajo práctico. Sin embargo la representación formal de un
artefacto aseguraba, entre otras cosas, la repetibilidad ilimitada de su
forma y por consiguiente también de sus funciones. En adelante, el
barco que hubiese sido encontrado eficiente podía ser repetido aún sin
conocer cuál era la causa diferencial de sus capacidades de navegación
superiores. La representabilidad del objeto en un plano permitía
también su fabricación en una escala inferior y la observación en un
laboratorio de ensayos de sus propiedades y rendimientos. Por lo
mismo, un error en el diseño podía ser corregido en el plano antes que
en la realidad haciendo mucho menos arriesgada la fabricación final.
Por último, la representabilidad de un diseño aseguraba la posibilidad
de estandarizar la fabricación de las piezas del artefacto, el diseño de
máquinas adecuadas para la tarea de fabricar piezas similares y, en
consecuencia, la producción en masa de los objetos.
104
transformación de la proyección es esencial para los múltiples
propósitos que cumplen los diseños, desde dirigir la producción del
artefacto hasta comprobar sus capacidades composicionales 80 .
105
Pensemos en los planos de un buque de guerra de finales del siglo
XVIII, en los de un puente de metal, como los desarrollados a partir de
los años 30/40 del siglo XIX, o en las primeras máquinas de vapor
desarrolladas por Watt. Eran artefactos que tenían una inusitada
complejidad para la época y que fueron llevados a cabo mediante
técnicas de diseño consciente en un medio representacional como el
dibujo de sus múltiples componentes. Sin el dibujo técnico hubiesen
sido imposibles el desarrollo de componentes con medidas
estandarizadas y fabricadas por artesanos o industrias dispersas, pero
que debían encajar luego en el montaje y la fabricación del artefacto.
diseño, véase por ejemplo Du, Xiaoping; Chen, Wei (2000) “Towards a Better
Understanding of Modeling Feasibility Robutness in Engineering Desing”
Journal of Mechanical Design 122 385-94.
106
El tercer paso importante en el diseño ha sido la creación de
modelos complejos de nuevos materiales. La posibilidad de diseñar los
propios materiales con los que están constituidos los artefactos, ha sido
posible, por supuesto, mediante el desarrollo científico de la química.
Pero el desarrollo de nuevos materiales es él mismo un resultado
tecnológico que no hubiera sido posible sin los medios computacionales
que permiten las ordenaciones espaciales complejas de las moléculas.
Quizá uno de los elementos más interesantes que está aún por
desarrollar sea el de la creación de un auténtico lenguaje funcional.
Existen pocos intentos desarrollados de crear una auténtica ciencia de
las funciones, o más modestamente, de medios representacionales
funcionales. Un reciente intento interesante es el de Stone y Wood 84 .
Estos autores proponen clasificar las funciones a través de la idea de
flujos: de material, de señales y de energía, de modo que se conforman
un núcleo sistemático de clasificaciones que dependen tanto de las
características del contenido ontológico del flujo como de las
operaciones que se realizan. Surgen así funciones abstractas como:
RAMIFICAR, CANAL, CONECTAR, CONTROL DE MAGNITUD,
CONVERTIR, SEÑAL, SOPORTE. Es un intento de sistematización que
indica, por el carácter cercano al lenguaje cotidiano que tienen las
denominaciones, cómo la ontología y sistemática de las funciones son
todavía programas que esperan un urgente desarrollo.
107
transparencia del sistema de ciencia y tecnología. El carácter público de
los productos de la innovación ha sido uno de los puntos de mayor
controversia, particularmente cuando el desarrollo de los métodos de
investigación masiva en el genoma ha generado numerosos productos
patentables (y patentados), razón por la que las biotecnologías, en
buena medida, se han convertido en las receptoras de una gran cantidad
de capital de riesgo. Este aspecto de la tecnología (y de la ciencia, pues
no podemos ya separar las controversias en el aspecto político en ambas
categorías) ha llevado a muchos críticos a insistir en el componente
público de la tecnología como una reivindicación que está en la línea de
una forma de mayor control social democrático sobre su desarrollo.
108
proyección y un origen política indudable: minar la autoridad de la
filosofía y la teología, dejando en manos de la autonomía individual el
control de las decisiones epistemológicas. En el segundo sentido el
conocimiento solamente existe en un ámbito público intersubjetivo, en
un sistema de reconocimiento mutuo de autoridad y habilitación
cognitiva y práctica. Sin embargo en este segundo sentido la proyección
política es mucho menos evidente, pues supone la previa existencia de
una comunidad legítima de iguales, de seres capaces de entender y
valorar los argumentos y extraer las correspondientes inferencias.
109
sobre un invento: se garantiza que un trozo de futuro pertenece al
descubridor. Para ello el sistema de patentes debe garantizar
públicamente algunas propiedades del diseño: que sea interesante y
responda a un problema práctico, que estén expuestas las pautas
esenciales para la construcción del artefacto, que el artefacto de hecho
sea realizable y funcione. Se exigen, por último, referencias a otros
artefactos y métodos existentes ya en el sistema social. La patente
garantiza derechos, pero la patente solamente puede obrar si lo hace a
través de un sistema completamente público de información. Lo que se
patenta es, pues, el diseño: un objeto representacional que hasta el
momento ha estado en un ámbito privado, pero que tiene en virtud de
su expresión en un medio representacional un carácter abierto,
escrutable y reproducible. La patente da fe de su carácter público y
asigna un derecho al autor, pero al mismo tiempo garantiza el acceso a
la información sobre el artefacto.
110
pública?. Aquí nos encontramos con algunas situaciones un tanto
la esfera pública.
111
una clase particular de posibilidad: es una posibilidad accesible desde
una situación dadas las capacidades técnicas de una cultura.
112
La presencia de un diseño inquieta necesariamente, perturba la
estabilidad del grupo. Aunque sea el más inocuo, la aparición de un
diseño genera siempre un horizonte de expectativas en las que se mezcla
el riesgo, la incertidumbre, el deseo y la esperanza. El paso de un
problema a un diseño, de un diseño a un prototipo o modelo simulado y
de un prototipo a un ejemplar útil es siempre un paso delicado que
trasciende lo puramente ingenieril. El ingeniero tiene que saber que
está modificando las trayectorias históricas, que se debe hacer
responsable de lo que le toca y de todo lo que le toca, y por eso la
realizabilidad debería dejar claras las esferas de responsabilidad. Pero lo
inquietante o esperanzador de un diseño estriba en su realizabilidad, en
que, en conjunción con las capacidades técnicas de una sociedad, puede
llegar a ser real y afectar radicalmente a las trayectorias históricas.
113
CAPÍTULO 4
114
realistas, de hecho casi nunca. La regla es, por el contrario, la ubicuidad
de las consecuencias no queridas de la acción, que las acciones humanas
alcancen sólo en parte al cumplimiento de los deseos; en otras, por el
contrario, cambian la trama de las cosas y producen o pueden producir
consecuencias ajenas no buscadas o, peor aún, extremadamente
temibles y no deseadas. “El camino del infierno está empedrado de
buenas intenciones” dice el refrán, enseñándonos la primera lección de
la prudencia.
115
respecta al rendimiento de potencia, es sin duda un considerando
importantísimo en el diseño de artefactos pero lo es entre otros muchos
valores que conforman la idea de buen diseño. Por citar solamente un
escenario bien conocido, la economía energética puede ser de valor más
bien secundario cuando nos situamos en un ámbito en el que estamos
deliberando sobre diversas alternativas energéticas, algunas de las
cuales, pongamos por caso, quizá sean menos eficientes pero son
ecológicamente más deseables.
116
cacharro más grande, el más poderoso, el más brillante, cueste lo que
cueste y cause lo que cause. Pero no es esto lo que pretendemos
defender en nuestra presentación de la normatividad de la tecnología.
Antes bien, por el contrario, el control de la agencia es, debe ser, un
supuesto previo a todas estas situaciones particulares históricas de
cómo se ordena una civilización particular. El control es más bien algo
que está situado en estratos más profundos de la acción humana, es una
condición de posibilidad (parcial) de cualquier agencia. La moral misma
supone el control de la acción: deber implica poder, algo que a veces se
olvida en las consideraciones puramente intencionales de la moral. Y
poder, en este sentido, es poder hacer y no poder desnudo.
117
inversión del antropocentrismo medieval pero, a diferencia de Kant,
sostendría que la nueva idea de una naturaleza ajena a los designios
humanos no abre paso y permite una nueva forma de autonomía basada
en el juicio, sino que, por el contrario, emprende un sendero que
seguirán las posteriores trayectorias históricas transmitiendo a todas las
instancias de la civilización moderna el oscurecimiento de lo humano y
el ascenso del poder basado en la máquina y el mecanismo.
118
niveles y las relaciones de dependencia que toda relación social entraña
hace que las capacidades se asienten sobre relaciones de poder social,
que pueden ser, a su vez, consentidas y legitimadas y por tanto son
relaciones de autoridad o simplemente relaciones de sometimiento puro
basadas en la necesidad, como ocurre en la gran mayoría de las
relaciones de producción.
hacer las tesis de Foucault sobre las relaciones entre poder y técnica. En su
trabajo de 1969 en el que desarrolla con bastante claridad su programa
historiográfico, Foucault, M. (1970) La arqueología del saber. México: Siglo
XXI, deja claro que lo que a él le importa es la reordenación de los discursos
históricos para mostrar quién habla, bajo qué relaciones de poder lo hace y en
qué contextos institucionales (laboratorio, hospital, cárcel, etc.) lo hace. En
este sentido, la arqueología foucaultiana es descriptiva, no explica las
condiciones de éxito que están implicadas en las relaciones de poder. Se trata
de un método histórico para desvelar la trama de las asimetrías en el discurso.
El paso a considerar que estas asimetrías son las que constituyen también las
condiciones de éxito técnico, tal como ha sido defendido en cierta forma por
autores pertenecientes a su tradición, como ejemplarmente lo es Bruno Latour,
es un paso que no está dado en el propio Foucault ni es implicado
necesariamente por sus tesis.
119
control implican relaciones ontológicas de dependencia entre lo que se
quiere y lo que se consigue. Se trata de una diferencia en las condiciones
de éxito que no tiene por qué implicar ninguna tesis de neutralidad
política o moral de la técnica. Ninguna acción humana es neutra en
estos sentidos. Pero tampoco las acciones morales y políticas están
exentas de las condiciones normativas de la capacidad efectiva de
agencia.
120
las que se manifiesta esa experiencia de la civilización industrial. Toda
esta experiencia histórica de la revolución industrial explica que la
técnica se haya vivido y elaborado conceptualmente como malestar, en
unas ocasiones, como asombro en otras y como desfondamiento y
derrota de la voluntad individual en mucha más.
121
pensamiento sobre la técnica a lo largo del pasado siglo aparece con una
nueva luz y sus errores y aciertos se dejan entrever con mayor grado de
contraste.
122
técnicas que habían nacido en la producción industrial, en las
de la máquina a la sociedad:
(1990) p. 5
123
citar algunos casos muy conocidos, se originan en las cercanías de la
profesión de los arquitectos, lo que no debería extrañar pues su oficio
les llevaba a contemplar de cerca las terribles consecuencias de la
industrialización, desde la vivienda, por llamarla así, en los enormes
barrios obreros de las ciudades industriales, a las circunstancias más
nimias del diseño burgués, que llenaba las casas de latones y bronces,
espejos y lacados producidos industrialmente para ocultar tras los
brillos de la acumulación la vaciedad de su vida. S. Giedion fue uno de
los arquitectos que generalizó su experiencia hasta una meditación
global sobre el fenómeno de la técnica contemporánea en los años de la
Segunda Guerra Mundial. En su Mechanization takes Command 95 ,
Giedion reconstruyó históricamente cómo los más cercanos aspectos de
la vida cotidiana fueron invadidos por la mecanización. Giedion todavía
alcanzó a observar la progresiva sustitución de la artesanía complicada
por la fabricación industrial, y elevó esta experiencia a categoría
interpretativa del fenómeno técnico. La cadena de montaje en las
nuevas fábricas del primer tercio del siglo XX, invento que está en la
base de la experiencia social de lo técnico, es contemplada como un
organismo que se reproduce invadiendo las vidas cotidianas, como una
especie de Alien que colonizase nuestros cuerpos con sustitutos
mecánicos. ¿Qué ocurre –se pregunta Giedion— cuando la
mecanización se encuentra con una sustancia orgánica? 96 Giedion narra
históricamente su idea de que lo mecánico va sustituyendo las funciones
básicas, va “invadiendo” el medio humano: el movimiento, que con la
fotografía en movimiento permite ser visualizado como puro
mecanismo y así reproducido en las cadenas de montaje convertido en
ejercicio mecánico; la diferencia, que desaparece por la estandarización
y la intercambiabilidad de las partes; el pan (sic), que con las máquinas
cosechadoras ya no es sino un producto industrial y pierde incluso su
carácter simbólico; la propia muerte, que con los grandes mataderos de
París (el mercado de La Villette, construido por el prefecto Haussman)
y Chicago, con su invención de las cadenas de despiece, se convierte en
industria de carne. El proceso de mecanización, sostiene Giedion,
comenzó siendo una forma racionalista de eliminar trabajo y
movimiento inútil, alcanzó en seguida a la artesanía a la que sustituyó
por la industria, más tarde a los productos orgánicos (agricultura), por
último, alcanza a los trabajos del hogar y constituye desde entonces en
una forma de existencia que domina nuestras vidas. El libro de Giedion
ocupa setecientas cincuenta páginas en desarrollar
pormenorizadamente el largo proceso de mecanización que hemos
124
sintetizado aquí en cuatro líneas. Giedion pasó largas horas en la oficina
de patentes de Estados Unidos estudiando los innumerables
mecanismos que reconstruye en el libro, desde un dispositivo para
matar vacas desarrollado en Chicago a la bañera de aluminio. Al final, el
argumento es la propia reconstrucción histórica, que nos deja una
sensación de proceso inevitable 97 .
125
condición de funcionamiento la sumisión de una comunidad a un orden
basado en la función técnica. El sistema complejo sociedad-artefactos
en su totalidad sería el que constituiría lo que Mumford llama
megamáquinas. Su ejemplo favorito son las pirámides, cuya
construcción sería imposible sin un grado altísimo de autoritarismo
exigido en la ingeniería social: la movilización y ordenamiento de los
trabajadores en orden a la construcción de los monstruosos
monumentos. La megamáquina sería un modo de organizar la
civilización que habría destruido las formas alternativas autosuficientes
y autogestionadas de los campesinos. La técnica se convierte así en
agente, en sistema conformador de orden social. Lo artesanal y lo
industrial no representan épocas particulares de la historia sino formas
de entender la técnica que han estado siempre presentes en todas las
civilizaciones: la técnica “democrática”, pequeña, autosostenida,
artesanal y poco ambiciosa, y la “megamáquina” que une personas y
artefactos en obras (estrictamente) faraónicas. La máquina es sobre
todo la máquina de poder:
126
servicio del poder. El maquinismo obra así como una fuerza histórica de
dimensiones evolutivas, cósmicas. Es, en este sentido, un continuador
de una tradición que en el siglo XIX había sido manifestada
principalmente a través de la literatura. Mumford había escrito en 1927
un prólogo a una de las más crepusculares distopías del siglo XIX, el
Erehwon de Samuel Butler, una narración de un mundo de valores
invertidos en el que los enfermos son condenados penalmente por el
crimen de su enfermedad. Allí aparece el “Libro de las máquinas”, un
antecedente de los modernos mitos de Terminator y de las luchas de
los humanos contra máquinas que habrían evolucionado hasta hacerse
autónomas:
“Así que aún ahora las máquinas servirán a condición de ser servidas
ellas mismas, y eso también de acuerdo a las cláusulas que estipulen; en el
momento en que esas cláusulas no se cumplan, las máquinas se
sublevarán y ora se aplastan ellas mismas y cuanto esté a su alcance , oran
se tornan traviesas y rehúsan en absoluto trabajar. ¿Cuántas personas en
la hora presente se hallan viviendo en un estado de servidumbre respecto
a las máquinas? ¿Cuántas pasan su vida entera, desde la cuna a la tumba,
atendiéndolas día y noche? ¿No está acaso claro que las máquinas están
ganando terreno sobre nosotros cuando reflexionamos sobre el número
siempre en aumento de aquellos que les están ligados como esclavos y de
aquellos que consagran su alma entera al adelanto del reino de la
mecánica” 99
127
que está destruyendo todos los vestigios de existencia humana. La
técnica es una forma civilizatoria, no es la suma de políticas y decisiones
particulares sobre las que quepa la reflexión crítica. Han creado una
forma de mirar el entorno tecnológico que conforma uno de los modos
de elaborar contemporáneamente la experiencia de la técnica. Sus
juicios, elaborados en las décadas del despegue tecnológico, los años
cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX son ahora un lenguaje común
en los medios de comunicación y han pasado a formar parte de los
discursos cotidianos en los que se expresa el malestar con la tecnología
en una de las formas de vivir la existencia contemporánea que llamamos
ya sociedad del riesgo. El determinismo que expresan con respecto al
desarrollo tecnológico, sin embargo, cala mucho más profundo en los
estratos de la conciencia ciudadana hasta los niveles en los que aparecen
elementos de orden casi antropológico, como es el miedo ancestral al
indeterminismo, incluso aunque el futuro abierto deje una puerta a la
esperanza. Consuela más la historia de la decadencia irreversible que
una historia zigzagueante en la que el futuro esté aún por escribir. Y ése
es precisamente el mensaje que acompaña la crítica, merecida por otra
parte, de Ellul, Giedion y Mumford. Hasta cierto punto son leídos como
ancestralmente eran escuchados las voces proféticas, como un anuncio
de que no hay salvación posible y que la destrucción está a la vuelta de
la esquina. Por algún misterio del alma humana, se compensa la alarma
que estos mensajes encienden con el calor que produce el sentimiento
de que todo está escrito.
128
pensamiento, un modo de pensar el mundo objetivado como “reservorio
de energía” o, como escribirá más ácidamente, como una “gran
gasolinera”. “El hacer salir lo oculto –sostiene en “La pregunta por la
técnica”—, que prevalece en la técnica moderna, es una provocación que
pone ante la naturaleza la exigencia de suministrar energía que como tal
pueda ser extraída y almacenada” 101 . Ésta es la base de su conocida
comparación del puente y la presa del Rhin como dos formas de
existencia técnica. Si la técnica pretecnológica podía ser aún pensada
como desvelamiento, la tecnología es gestell, armadura determinante de
nuestro estar en el mundo. De ahí, sigue Heidegger, que cuanto más
pensemos en términos tecnológicos, más nos atrapa esta forma de
pensamiento. La resistencia, si es posible, sólo lo será como
desasimiento 102 . Ellul había postulado la diferencia entre civilizaciones
activas y civilizaciones pasivas “grupos humanos que se han vuelto hacia
la explotación del suelo, hacia, la guerra y la conquista (...) y grupos que
se han vuelto hacia ellos mismos, trabajando lo justo para mantenerse,
concentrados en mantenerse” 103 . Esta actitud, que fue reivindicada en
una parte apreciable por todos los movimientos de malestar de los
famosos años sesenta (del siglo XX), lleva hacia una forma de despego
de la decisión, del no hacerse cargo de las circunstancias, que une el
deseo de no ser responsable con una innegable irresponsabilidad ante
situaciones que pudieran haber sido cambiadas con un buen
planteamiento público.
podemos hacer otra cosa. Podemos usar los objetos técnicos, servirnos de ellos
de forma apropiada, pero manteniéndonos a la vez tan libres de ellos que en
todo momento podamos desembarazarnos de ellos. Podemos usar los objetos
tal como deben ser aceptados. Pero podemos, al mismo tiempo, dejar que estos
objetos descansen en sí, como algo que en lo más íntimo y propio de nosotros
mismos no nos concierne. Podemos decir “sí” al inevitable uso de los objetos
técnicos y podemos a la vez decirles “no” en la medida en que rehusamos que
nos requieran de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan y, finalmente,
devasten nuestra existencia” Heidegger M. (1988) (1959) Serenidad. Trad.
Yves Zimmerman. Barcelona: ediciones del Serbal, pgs. 26-27.
103 Ellul, J. (1960) pg. 74
129
podría tener elementos cercanos a lo que se ha calificado como
comunitarismo en filosofía política contemporánea, que supone una
creencia en un núcleo fuerte de valores objetivos constitutivos de una
comunidad y anclado en largas tradiciones históricas. Del mismo modo,
el malestar de aquellos filósofos sigue inspirando muchas formas de
activismo crítico contra tales o cuales propuestas tecnológicas: los
organismos genéticamente modificados, las tecnologías de reproducción
asistida, las técnicas de clonación, etc. ofrecen una alternativa
civilizatoria a una alternativa tecnológica. Proponen un cambio de
sentido de la civilización, que es calificada de tecnológica, para resolver
los problemas causados por una tecnología de forma particular,
reivindicando sensibilidades morales fuertes cercanas o internas a las
formas religiosas en algunos casos, y en otros ligadas a las formas
comunitaristas de varios movimientos sociales de género, etnia o
cultura.
130
sus formas particulares. Para decirlo rápidamente, aunque sea al precio
de caricaturizar algo esta posición, al situarnos en una perspectiva
civilizatoria, se nos ofrece y a la vez se nos quita la posibilidad de una
actitud crítica: mientras que se examinan con cuidado los efectos y
consecuencias de la tecnología contemporánea, el diagnóstico tiene tal
generalidad que no puede ofrecer otros consejos que los del cambio de
actitud, el cambio de civilización, etc. Cuando nos planteamos, como
aquí estamos desarrollando, las relaciones entre técnica y democracia,
entre ingenieros y ciudadanos, estas actitudes no permiten un concepto
compartido de justicia que sea a la vez abarcante y robusto y que
permita acoger puntos de vista tan dispares como los que ya conforman
nuestra civilización que, no lo olvidemos, es a la vez del riesgo y del
deseo, en donde cada avance, cada anuncio de una innovación, es
recibida a la vez con temor y con incontinente avaricia.
131
encontrar presente en Grecia, en los mitos de Odiseo, por ejemplo 104 . Se
trata de una escisión cultural entre la racionalidad instrumental y la
racionalidad valorativa, entre los imperativos hipotéticos y los
categóricos, una escisión que recorre todas las dimensiones de la
cultura 105 .
132
En particular, ha sido Habermas quien ha desarrollado con una
extraordinaria complejidad filosófica las consecuencias positivas de este
planteamiento hacia los terrenos más concretos de la sociedad
contemporánea. Mientras que críticos como Horkheimer, Adorno y
Marcuse adoptan una posición de rechazo totalizadora en la que la se
mezclan en el mismo saco la racionalidad instrumental, la ciencia, la
técnica, el capitalismo, la cultura (quizá excluyendo la “alta cultura” que
se salvaría por su potencial crítico y transgresor: la teoría crítica radical
no es incompatible con una suerte de elitismo esteticista que tiene no
pocos cultivadores en los ámbitos académicos), Habermas distinguiría
esferas con una cierta autonomía: las ciencias naturales formarían un
espacio que, a condición de no invadir los jardines vecinos, tienen sus
propios dominios de validez y verdad. Pero eso no resta que su crítica
sea menos ácida, pues los procesos de modernización habrían invadido
todas las esferas disfrazando de racionalidad funcionalista lo que no
sería sino puro pensamiento tecnocrático. Su base filosófica más
importante, como es bien conocido, es la teoría de la acción
comunicativa, en donde presenta las condiciones de legitimación de
cualquier instancia que pretenda ser sustentada en el terreno social 107 .
Parte Habermas de la base de que toda acción se construye contra el
trasfondo del mundo de la vida, una figura filosófica que recuerda a las
formas de vida wittgensteinianas y que se traduce en la idea de que
siempre partimos de formas de interacción social con otros sometidos a
reglas, controversias, etc 108 . Lo que debe hacer el filósofo es hacer
propuestas de orden sobre cómo es posible construir legitimaciones. El
sistema es, claro, procedimental: la legitimación es un proceso de
133
consenso en el que obran normas y pretensiones que son reconocidas en
la controversia como universalizables a las partes. Aplicado a la
tecnología, el aparato crítico la ilumina con los colores de la tecnocracia:
la tecnología contemporánea se habría constituido, como ya Weber
temió en su análisis de la burocracia, en un sistema que excede su
propia esfera y traslada su racionalidad a los ciudadanos invadiendo el
juicio moral y político con pretensiones universales de lo que no son
más que juicios instrumentales extrapolados.
134
el desconocimiento y desprecio que las nuevas corrientes de estudios
culturales parecen mostrar hacia tradición crítica, pero no por eso
disminuye el sentimiento de que la tradición crítica tienen una visión
del mundo tecnológico más cercana a la del intelectual estereotípico,
encerrado en una biblioteca, hemeroteca, discoteca, etc… que a la visión
del ciudadano normal, usuario o usufructuario de un entorno
tecnológico en el que discurre no sólo su vida cotidiana sino también su
imaginario y sus expectativas vitales. Es más que sorprendente que no
encontremos referencias cruzadas entre las dos tradiciones críticas que
estamos señalando.
Posibilismo y crítica.
135
respuesta que alcance los mismos niveles de profundidad del pesimismo
tecnológico. Observemos secretamente desde una cámara a un
estudiante en una biblioteca. Se acerca a un estante donde quizá estén
los libros de su autor favorito: toma un volumen, lo hojea, lo deja, se
aleja, vuelve, mira a su alrededor asustado. Suponemos con cierta
verosimilitud de que su descripción de la realidad ha cobrado un color
moral. Está sopesando posibilidades y deliberando sobre “hechos” que
ahora ya tienen sentido moral al ser simplemente representados como
posibilidades. Se ha entrevisto a sí mismo llevándose el libro sin pagar y
en su cabeza se amontonan embarulladamente principios, miedos y
deseos. Un católico diría tal vez que en su corazón ya ha pecado: se ha
activado en su corazón irreversiblemente una posibilidad que está
envenenando su alma y que ya ha cambiado su existencia, aún si decide
salir de la biblioteca por miedo a ser descubierto por los sistemas de
alarma. Pero aún así, reconociendo esta posibilidad, aún podemos
salvar las posibilidades: no son ellas culpables de nada; son nuestro
modo de estar en el mundo, de nuestra existencia que discurre en una
doble naturaleza causal e intencional. Mas lo que ata a ambas
naturaleza no es ninguna relación cartesiana de reflejo o
correspondencia, sino una mucho más espinoziana trama de
capacidades e impulsos realizables.
136
Media. La época moderna configuró su metafísica bajo el influjo de la
metáfora de estos nuevos objetos de los que fue paradigma el reloj de
pesas. El “mecanicismo”, nombre que damos a aquella filosofía de la
naturaleza, fue un producto de la explotación cognitiva de una metáfora,
el mundo como reloj. Tras ella, los organismos como autómatas, el
cuerpo como máquina habitada por la conciencia. La metáfora no era
puramente metafísica, fue un resorte que impulsó todos los programas
de investigación científica: la medicina dejó de ser alquimia y “materia
médica” (farmacia) y se transformó en fisiología a través de las teatrales
prácticas de disección en los nuevos escenarios en los que los cuerpos
cadáveres eran mostrados al público curioso 109 . A la par que la
medicina, las otras ciencias de la vida emprendieron la exploración del
nuevo territorio de los mecanismos fisiológicos en los que el
descubrimiento se traducía en el desvelamiento de la máquina
subyacente a las funciones vivas. Descubrir llegó a ser sinónimo de
desencantamiento, de desvelar que el misterio de la vida no era mayor
que el misterio del reloj. Pero al mismo tiempo, en la dirección
contraria, la naturaleza comenzó a pensarse como el artefacto de un
dios artesano desconocido. No hay casualidad cultural en el hecho de
que los argumentos teológicos hiciesen uso del nuevo lenguaje en el
reiterado argumento del relojero (último nombre para la divinidad
filosófica), que trataba de convencer al agnóstico de que un orden tal del
mundo y de los organismos que lo pueblan como el existente reclama un
diseñador sabio y eficiente. La máquina se había convertido en la forma
de la conciencia, en el espejo de lo humano y lo divino. Desde el siglo
XIX fue además el dique contra el que rompieron todas las quejas con la
tecnología. Más tarde, como ya hemos visto en el caso de los autores
más relevantes del pesimismo tecnológico, la máquina se convirtió en el
paradigma de la deshumanización, en la frontera que separaba
definitivamente la artesanía, tolerada por los pesimistas, de la
tecnología, que estaba definitivamente ligada a la industrialización y a la
proliferación de las máquinas.
137
suposición de su existencia y de la admiración metafísica por su
perfección y del terror romántico a su posible imperio sobre lo humano.
Contemporáneamente, el más profundo de los pensadores sobre la
máquina como objeto de reflexión filosófica ha sido el injustamente
olvidado filósofo francés Gilbert Sismondon (1924-1989) quien escribió
en 1958 su obra capital Du mode d’existence des objects techniques 110 en
la que conformó un auténtico programa de investigación sobre la
filosofía de los artefactos y su relación con la cultura. Tres ideas claves
de Sismondon son, en primer lugar, la diferencia esencial entre el útil y
la máquina; en segundo lugar, el carácter sistémico de componentes y
funciones como definición de la máquina y, en tercer lugar, la
metodología evolucionaria 111 aplicada a la explicación del cambio
técnico en las máquinas, una explicación que solamente se popularizó,
como tantas otras, cuando fue redescubierta en el mundo anglosajón
veinte años después. Sismondon debe ser considerado como uno de los
grandes filósofos de la técnica que tuvo la percepción de examinar con el
cuidado de un entomólogo lo que en aquellos años era el motivo de
escándalo para todos los filósofos pesimistas respecto a la tecnología: la
invasión de los ultra-artefactos, los automatismos. La obra de
Sismondon es contemporánea de las de Heidegger (su segunda época),
L. Mumford y J. Ellul, aunque observamos en él una frialdad que
identificamos con la del filósofo templado en las fraguas de la ontología
más que bañado por cálidas aguas de la moral. Sismondon se acerca a
las máquinas con la parsimonia de quien cree que al desvelar sus
secretos y hacerlas trasparentes desaparecen muchos fantasmas
culturales. En su obra nos acercamos a los mecanismos reales que uno
encuentra en un manual de ingeniería, y sus reflexiones están muy
cercanas al lenguaje y a la representación de los ingenieros. Pero al
mismo tiempo se acerca a ellos con la mirada de un filósofo que observa
lo que de nuevo traen las máquinas a la trama de la realidad.
Publishers Co.
138
nuevas fábricas de vehículos automóviles e industriales. Eran máquinas
compuestas por numerosas máquinas y sistemas de control que
devinieron en iconos de la nueva era de la automatización. Más que el
automóvil, los aviones, misiles o naves estelares, las cadenas
automáticas de montaje, en su humildad cultural, mostraban una nueva
relación de los humanos y las máquinas y sustituyeron al reloj como
metáfora de los automatismos. Ejemplificaban más que cualquier otro
artefacto la transformación visible en el industrialismo. En Tiempos
modernos, Charlie Chaplin había mostrado en imágenes la teoría
completa del movimiento obrero en la época del primer industrialismo:
el proletario había sido transformado en un apéndice de las máquinas
en las grandes cadenas de montaje e industrias anteriores. Los obreros,
obreras, niños, no eran (son, allí donde se mantiene esa forma de
industrialización) sino puros dispositivos mecánicos consumibles y
prescindibles. El tren de montaje automatizado separaba al obrero de la
máquina y, como señala Sismondon, lo convertía en técnico. El nuevo
obrero no necesitaba ya “conocimiento práctico”, ni mucho menos el
patrón ciego y automático de los movimientos compulsivos que
desarrollaba Charlot en su papel de obrero industrial. El técnico
abandonaba definitivamente su estadio de artesano o, peor aún, de
obrero montador para ocuparse de controlador de los controles
automáticos, de vigilante, supervisor y, ocasionalmente, del
mantenimiento de la máquina automática. Dos décadas más tarde,
ordenador y las llamadas nuevas tecnologías han sustituido a los
automatismos en su papel icónico. Han añadido, ciertamente, nuevos
elementos en la escalada del control y autonomía (sistemas expertos,
inteligencia artificial, …) pero han perdido ya ese elemento de
corporeidad que ilustraba la automática y que es un elemento central en
nuestro examen de la naturaleza de la máquina y de sus relaciones con
los humanos. Pues una máquina se diferencia de un útil en que aquélla
adquiere y desarrolla su propio significado independientemente de la
mano humana que la guía. La máquina no necesita al humano más que
en la periferia de su existencia: antes, después, como un adminículo más
de la relación con el entorno. Pero ya no puede ser definida por su
relación a un movimiento corporal, como lo es un martillo, una espada o
un arado. Una turbina, un motor de explosión o la primitiva máquina de
vapor, son sistemas autocontenidos, que podrían ser operados por otras
máquinas sin necesidad de exigir el cuidado humano.
139
El antropólogo André Leroi-Gourhan fue el pionero de los
estudios sobre los útiles 113 en las diversas culturas. Estudió cómo los
instrumentos crecen adaptando sus formas a los movimientos que los
convierten en útiles. Su corporeidad es un epifenómeno de la
corporeidad humana, se adapta al cuerpo como coraza, como extensión
de los miembros, como ampliación de sus funciones biológicas. La
máquina se enajena del cuerpo humano: existe como oposición a lo
corpóreo. Una máquina es un complejo de funciones autosostenido y
autosignificante. Se diferencia de un útil en que adquiere su propio
significado como efecto de la complejidad de materiales, formas y
funciones de sus componentes. El martillo sólo es martillo en la mano
que golpea, pero la aeronave mantiene su esencia sin el piloto. Cuando
despega, el piloto automático, un componente de la máquina, toma el
mando y lleva a la aeronave a su destino y sólo en los últimos momentos
vuelve a ser pilotada.
140
reflexión únicamente en la acción humana mediada por instrumentos y
útiles, y no reparan en la importante transformación que significan los
nuevos entornos tecnológicos poblados de estas entidades fronterizas de
lo vivo que son las máquinas. La actitud pesimista es también una
actitud hacia la frontera entre humanos, seres vivos y máquinas. Los
humanos, desde esta perspectiva, se habrían alzado ilegítimamente al
nivel de los dioses creadores de vida, y su propia estupidez les habría
hecho fabricar monstruos. Es este un patrón del imaginario colectivo
que coincide con la visión romántica de la nueva técnica y que persevera
en las tesis de la tecnología autónoma fuera de control.
141
que no nos está permitido acceder. La experiencia primera con las
máquinas automáticas es una experiencia de enajenación y
vulnerabilidad, como la que sentimos en nuestros comienzos
titubeantes en la conducción de un automóvil, una experiencia que
aparece como tensión corporal agotadora. Cuando más tarde el
automóvil se convierte en una extensión del cuerpo, la experiencia de
fragilidad se transmutará a veces por desgracia en una engañosa
experiencia de dominio y habilidad que amenaza gravemente vidas
humanas, pero en cualquier caso, el complejo del automóvil se habrá
convertido en un útil, en una parte del mundo-a-mano. Sin embargo,
muchos otros componentes del entorno maquinístico, la mayoría de
hecho, permanecerán en esta forma amenazadora de fragilidad,
distancia y riesgo.
142
Control y preservación de propiedades.
143
está determinada por la metáfora del reloj y el relojero, la metáfora de
una máquina y del fantasma que habita en ella. Una máquina regida
únicamente por la geometría, la causalidad, la pasividad, frente al
fantasma que es pura actividad, pura voluntad espontánea. Pero en
realidad un sistema de control es otra cosa, en una suerte de función
cuasibiológica, es una forma de re-acción al estímulo de forma
automática, cibernética. La vieja idea de sujeto/objeto nos refiere a la
experiencia práctica de los filósofos modernos de las máquinas
primitivas, los autómatas: relojes, juguetes ornamentales, etc. Es una
realidad tan primitiva como torpe. Como ha escrito Javier Aracil:
INSERTAR FIGURA 1
INSERTAR FIGURA 2
144
cibernética al tiempo que Lewis Mumford, Ellul y Heidegger
desarrollaban sus profecías sobre el destino de la civilización técnica. Es
cierto que en esos años, la posguerra de la segunda guerra, el
maquinismo, la mecanización, comenzaba a extenderse en la vida
contidiana, como señalaba con escándalo S. Giedion. Uno de los puntos
nucleares de los sistemas de control es que pueden componerse en
estratos progresivamente crecientes de complejidad. Es el mensaje más
importante del bestseller de hace unos años de Douglas Hoftasdter 115
sobre la iteración de los sistemas de control y autorreferencia como
origen último de la informática. Es precisamente la complejidad la que
trasciende desde la máquina cibernética al computador: primero de
válvulas, más tarde de circuitos integrados,más tarde programable, es
decir, automodificable (relativamente al programador). La complejidad
de automatismos cibernéticos es, más que la telemática, el componente
principal del tercer entorno, como ha sido calificado por Javier
Echeverría 116 . El tercer entorno es, más que un sistema de información,
sobre todo un paisaje de sistemas autorregulados que ofrece ese aspecto
de selva incontrolada de seres que desarrollan funciones que escapan al
control de los usuarios y que sin embargo se convierten en los
mediadores de toda acción.
115 Hoftasdter, (1982) Gödel, Echer Bach. Un eterno bucle dorado. Barcelona:
Tusquets
116 Echeverría, J. (1999) Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno.
Barcelona: Destino.
145
comunicativa genuina?, ¿alcanzarían a desarrollar aspectos de la
fenomenología de la conciencia como los colores o las emociones?
(Recordemos a Hal, el ordenador de Ray Bradbury inmortalizado por
Kubrick en 2001. Una odisea en el espacio) ¿llegarían a sentir
compasión por los humanos, como los robots de Asimov?. La cultura se
había instalado, sin embargo, en un dualismo metodológico entre
fenomenología y teoría de sistemas (más tarde ciencia cognitiva) que ha
tenido unas consecuencias desastrosas para la ontología. Muchos
autores pusieron el límite a priori de todo lo artificial en la barrera de
los componentes fenomenológicos del organismo o del sistema
cibernético. Nunca un ordenador sentiría pánico humano por más que
desarrollase algún análogo del miedo con los mismos componentes
artificiales. La fenomenología de la acción comunicativa, en un contexto
más amplio, nunca puede ser contaminada por la teoría de sistemas, no
viceversa.
146
propiedad a un valor. El termostato no controla la habitación, controla
la temperatura, el governor de Watt controla la velocidad, el control de
calidad, la calidad de las piezas o de las acciones, etc... La idea de
control deviene ahora en una característica central de los sistemas
adaptativos: un sistema de control es un portador de identidad del
sistema. Determina lo que importa, de lo que debe cuidarse el sistema.
Así, al final, si eliminamos de la idea de control la ontología dualista, lo
que queda es algo muy parecido a una noción de control como “cura” o
cuidado de lo que importa. Se convierte así una dimensión esencial de la
calidad de la agencia y, para lo que a nosotros nos interesa, en una
condición de satisfacción de lo que podríamos denominar éxito
tecnológico. Controlar una acción es preservar la intención: conseguir lo
que se busca y sólo lo que se busca, hacer que la interacción con el
medio preserve un cierto estado, un diseño, un plan. El sistema
emocional humano, otrora pensado como una parte de lo pasivo de la
mente, “pasiones” en la terminología barroca, tiende a ser entendido
ahora como un sistema de alerta y control sobre el desarrollo adecuado
de nuestros planes de vida.
147
148
CAPÍTULO 5
149
La narración de Protágoras es una de las primeras formulaciones
de la idea de contrato social que conformará toda la filosofía política
moderna. Podríamos traducirlo a los términos del republicanismo
contemporáneo sin que perdiese su fuerza metafórica: los individuos se
convierten en ciudadanos al adquirir este saber que llamamos el juicio
de lo justo y lo injusto, y este saber les iguala a todos por encima o por
debajo de sus diferencias sociales o culturales y, en lo que a nosotros
nos importa, de sus diferencias en el conocimiento experto de la ciencia
y la técnica. La posición de Protágoras no sería pues distinta a la de
muchos defensores radicales de la democracia que consideran, y
consideraban ya en Atenas, la asamblea de ciudadanos como el órgano
máximo que determina el orden de la ciudad, que ocasionalmente
consulta a los expertos sobre algunas cuestiones particulares de su
ámbito de conocimiento, pero que es y se siente soberano en la
deliberación y en la posterior determinación de sus decisiones. Así que
parecería que el olvido de Epimeteo habría quedado reparado por la
primera intervención heroica de Prometeo y la posterior de Júpiter.
Según este mito, el conocimiento experto es necesario para la
supervivencia y la satisfacción de necesidades, pero es insuficiente y
deficitario para un ordenamiento justo de la sociedad, que solamente
puede ser resuelto en una instancia superior como son el ágora y las
instituciones deliberativas y ejecutivas de la República.
150
que la distribución de poder de la asamblea sea por sí mismo una
distribución de la justicia, ni que todo individuo conozca
espontáneamente lo justo y lo injusto: en ambos casos debe haber
constricciones que están determinadas por una cierta distribución del
poder que obedece, para decirlo rápidamente, al rol funcional de los
ciudadanos que se cumple a la vez en cada persona, en el rol y orden de
sus facultades, y en los papeles sustanciales que articulan la ciudad
como son la producción técnica, la defensa y la educación. No nos
interesan aquí ni la filosofía política de Platón ni su concepto de justicia,
sino la particular cuestión de las constricciones que debe tener una
sociedad bien ordenada y, en particular, las constricciones de orden
epistémico y técnico. Pues nos preocupa en qué modo una distribución
justa del poder y la autoridad y de los bienes públicos es fruto de una
adecuada y eficiente distribución del trabajo epistémico y técnico; y, en
la dirección inversa, en qué modo una adecuada división del trabajo
epistémico es también una ordenación justa de la comunidad de seres
cognitivos.
151
Guerra Mundial y en la secuencia de aquélla que llamamos Guerra Fría.
Allí se conformaron las bases de una forma de organizar la interacción
entre la innovación y el crecimiento económico que hoy se caracteriza
como la triple hélice, en un remedo metafórico de la doble hélice del
genoma. Se refiere este término a la interacción dinámica entre un
sistema académico superior orientado a la eficiencia investigadora, un
sistema gubernamental que dedica una parte sustancial de su
presupuesto a la financiación estratégica de la investigación y un
sistema empresarial que se embarca en trayectorias tecnológicas
arriesgadas. Manuel Castells 117 ha estudiado con detalle y extensión esta
triple hélice en el caso de la revolución de la microinformática, aunque
los historiadores de la técnica detectan ya fenómenos similares en el
caso de la industria aeronáutica en los albores de la Segunda Guerra
Mundial y en campos como las comunicaciones y la electrónica. El
punto de inflexión se produjo en los años sesenta, cuando este sistema
se convirtió en un núcleo esencial de las sociedades desarrolladas en lo
que respecta no ya tanto al gobierno y la administración diaria como a
su propia configuración estratégica en la historia. En las carreras por el
poder mundial que han caracterizado la política desde la Segunda
Guerra, la estructura de la triple hélice de cada una de las formaciones
sociales confiere o inhibe ventajas comparativas de orden económico,
político o militar. La división actual del mundo en grandes áreas
geoestratégicas de poder económico y político no es ajena a las formas
particulares que adoptan las trayectorias de cambio inducidas por
formas distintas de esta triple estructura, como tampoco lo son las
dinámicas de interdependencia que denominamos “globalización”.
152
Estos y otros rasgos que sería tan largo como inútil detallar en este texto
conforman un desapacible trasfondo contra el que el sistema de
investigación se ilumina con luces oscuras y lejanas de los brillos de la
idea de progreso ilimitado y uniforme. Este trasfondo nos habla de una
creciente probabilidad de desaparición de la democracia, que en
algunos momentos y por parte de algunos ilusos se pensó como estado
estacionario después del “fin de la historia”. La democracia, nos avisa
Rawls, es un sistema tan frágil como históricamente contingente; del
mismo modo que tuvo un origen histórico tan particular como reciente
puede tener un final previsible, dadas las tensiones acumuladas en el
tiempo presente. Y en este contexto no es menos previsible el final del
entrelazamiento que llamamos triple hélice e incluso, y tal vez, del
sistema científico y tecnológico que hemos conocido en los últimos
doscientos años. Y, por último, y en lo que a nosotros importa, de la
relación compleja entre el sistema de innovación y el sistema
democrático de ordenar una sociedad justa.
153
Los dos aspectos de epistemología política y política
epistemológica resultan al final estar estrechamente relacionadas, como
lo están también en el caso de la salud, pero lo están de una forma
contingente, en la medida en que las políticas públicas se orienten por
una cierta epistemología política y en la medida que quienes practican el
conocimiento en contextos sociales apoyen o se enfrenten a ciertas
formas de epistemología política. Históricamente las relaciones entre
epistemología política y política han sido cambiantes dentro de un
esquema que podemos calificar como “moderno”: el programa
baconiano-cartesiano de convencer a la sociedad de la importancia del
conocimiento como fuente de poder y de beneficio social. Este marco,
sin embargo, admite considerables variaciones en su conversión en
formas particulares de política del conocimiento y de epistemología
social. En el intervalo de los años treinta y setenta, se desarrollaron
varias alternativas en medio de polémicas filosóficas y políticas que
contribuyeron a configurar el sistema de la triple hélice contemporáneo.
Vamos a examinar tres aproximaciones a la intersección de
epistemología política y política epistemológica que fueron
históricamente muy relevantes en la configuración de las varias políticas
contemporáneas respecto a la ciencia, y lo que me parece más relevante,
siguen siendo aún modelos de referencia en lo que respecta al problema
de cómo es posible una ciencia bien ordenada en una sociedad bien
ordenada. La razón de escoger modelos que se retrasan tanto en el
tiempo histórico es saltar a los momentos primigenios en los que las
políticas fueron expresadas con toda claridad y los argumentos con la
mayor contundencia. Los herederos de aquellas propuestas aún siguen
activos y las propias políticas pueden ser reconocidas en los varios
estilos de los diversos estados.
154
entre la ciencia y la política volvieron a ser en la mayoría de los países –
al menos hasta la década de 1930 – las que habían sido en la segunda
mitad del siglo XIX: en resumen, relaciones de buena vecindad en las
que el Estado sostenía la investigación como si se tratase de algo
superfluo y la ciencia, por su parte, no se hallaba en condiciones de
exigir lo necesario” 119 . Pero la situación volvió a cambiar, en primer
lugar por el ascenso del fascismo en Alemania y la rápida militarización
de su economía, y en segundo lugar por la visibilidad que comenzó a
tener fuera de la República Soviética el primer plan quinquenal de 1927,
que incorporaba la doctrina oficial de que la investigación científica ha
estado siempre, y siempre debe estarlo, dirigida a la satisfacción de las
necesidades sociales, y estigmatizaba la búsqueda del conocimiento por
el conocimiento. Roosevelt creó en Estados Unidos un consejo asesor
para la ciencia y la tecnología que tenía como función asesorar al
Presidente en la política de la ciencia que debía acompañar a su nueva
política económica de bienestar y en el que participaron personajes que
habrían de ser tan relevantes en la política de la ciencia posterior como
J. K. Galbraith, Vannevar Bush y James B. Conant, el futuro mentor de
Kuhn. En muchos otros países se produjeron movilizaciones de
científicos con una nueva conciencia política y social, y especialmente
en Inglaterra, donde se creo una tradición sociológica, histórica y
filosófica que va a ser el centro de nuestro primer modelo de
epistemología política.
155
la necesidad (1949) 120 , más tarde en su monumental Historia Social de
la Ciencia (1954) y, sobre todo, en The Social Function of Science
(1939) 121 (SFC).
MIT Press
122 Sorprende a nuestros ojos la candidez con la que Bernal, Needham y
156
Este modelo se basa en algunas premisas sobre la naturaleza de
la ciencia, sobre la filosofía de la ciencia y sobre las relaciones con la
sociedad que son tan claras como discutibles: fueron entendidas muy
bien y fueron discutidas con pasión y siguen siendo premisas en las que
se basan las políticas de la ciencia que enlazan con el modelo de Bernal.
157
otra que la búsqueda del conocimiento por el conocimiento, o, en su
lectura de Platón, por el valor intrínseco del conocimiento, o, expresado
en otros términos, del conocimiento como valor no condicional, como
fin en sí. La legitimación de la ciencia por sí misma era la posición
contraria a la suya en el marco de una controversia que se estaba
desarrollando a lo largo de toda la década en toda Europa y, con
especial virulencia, en la British Association for the Advancement of
Science. Bernal opone un argumento ideológico y un argumento
histórico: el proyecto del conocimiento puro, aduce, tiene la
sorprendente consecuencia de que alimenta una concepción religiosa
del universo puesto que convierte en milagro todo lo que desconoce,
dado que la pasión por el conocimiento es el único motor del
conocimiento, y es fácilmente compartida con otros sentimientos que se
ocupan de las lagunas de lo conocido. La ciencia adquiere así una
función social apologética de las religiones “modernistas”, sostiene. El
argumento es un poco chusco, pero no debemos olvidar, primero, que
en Inglaterra la relación entre ciencia y teología fue siempre muy
estrecha desde la época newtoniana, y que por otra parte, era el
argumento básico de sus oponentes, Michael Polanyi a la cabeza. El
segundo argumento es de orden histórico, y fue una de las conclusiones
que extrajo de la conferencia sobre historia de la ciencia de 1931. La
ciencia, sostiene, no hubiera sido posible sin la tecnología. Desde
Galileo a nuestros días, la presencia de las técnicas en la investigación es
fundamental, pero, además, la ciencia siempre tuvo en último extremo,
una relación muy estrecha con las necesidades sociales de cada época. Si
hubiera predominado el proyecto de la investigación pura, se atreve a
decir, nunca hubiera existido la ciencia en Occidente.
158
que posterior y contemporáneamente se divulgará una extraña mezcla
de Marx y Manheim.
159
sociedad justa, regida por gobernantes justos, tiene el derecho y la
obligación de planificar la ciencia para financiar aquéllas
investigaciones que se dirijan a los objetivos y necesidades decididas
como prioritarios por la sociedad. Las cosas en realidad no son tan
sencillas ni en el marxismo, ni en la realización soviética del momento,
ni tampoco en la cabeza de Bernal. Pues la ciencia se concibe en esta
existencia doble en la infraestructura y la superestructura. Ejerce un
doble papel a la vez justificador y transformador de la sociedad. Pues la
sociedad capitalista está condenada a transformar sus bases y fuerzas de
producción más allá de lo que es capaz de soportar su estructura
ideológica de legitimación y su aparato de poder. Traducida a otros
términos, esta idea implica que la búsqueda de una sociedad más justa
depende en cierto modo también del desarrollo de la ciencia. En una
sociedad capitalista la ciencia debe ser promocionada hasta donde se
pueda, pues es uno de los factores necesarios de la transición a una
sociedad más justa, que, a su vez, es la que permitirá una expansión
adecuada y legítima de la ciencia. De manera que la política científica es
simultáneamente un instrumento de mejora de la ciencia y un medio
estratégico de cambio social 123 .
160
sistema, no importa que sea básico o aplicado, es automáticamente un
motor del progreso social. Varias décadas de pesimismo tecnológico
reiterado nos hacen levantar la ceja ante una tal creencia.
161
campos de la investigación; los planes gubernamentales de crear nuevas
universidades e instituciones tecnológicas; los planes gubernamentales y
políticas de atraer a los más talentosos a las carreras en ciencia y
académicas; el fomento gubernamental de la utilización económica de los
resultados de la investigación; la dirección real de los laboratorios
gubernamentales; la incorporación de la consultoría técnica y científica
en el proceso normal de gobierno; la búsqueda de modos de apoyar la
ciencia y la enseñanza que respete la autonomía de las instituciones
intelectuales mientras obtiene ciertos servicios deseados” 124
162
científicos como Robert Oppenheimer 126 , Abdus Salam o Sir John
Eccles, aparece un grupo de historiadores y filósofos que no resisto
relatar: Gerald Holton,Thomas S. Kuhn, Charles Snow, John M. Ziman,
y, claro, el inspirador de la revista, Michael Polany. Es en ese número
precisamente en el que aparece el artículo que resume la posición que
representa paradigmáticamente el segundo modelo de ciencia ordenada
en una sociedad ordenada, “The Republic of Science: Its Political and
Economic Theory” 127 .
126 Quien, dicho sea de paso, tenía razones sobradas para oponerse a la
ideologización de la ciencia. Había sido, como todos sabemos, una de las
víctimas del macartismo por su oposición a la construcción de la bomba de
hidrógeno, y, aunque no llegó a ser acusado de traición, se le prohibió acceder
a los institutos militares y tuvo que dejar su puesto de asesor científico.
127 Polanyi, M. (1962) “The Republic of Science: Its Political and Economic
163
La ciencia es, así, en términos de Polanyi, una particular mezcla
de tradición y novedad ordenada en torno a relaciones de autoridad que
tienen su base en el reconocimiento de las destrezas, así como en las
pasiones internas en la búsqueda de hechos de “interés” científico
relevante, algo que no podría ser determinado sin la emoción que
despiertan ciertas informaciones en el seno de una comunidad, o en la
prosecución de ciertos patrones heurísticos, o, finalmente, en la
evaluación de teorías atendiendo a sentimientos de elegancia y belleza
solamente comprensibles en el marco de una comunidad particular. Las
pasiones tendrían tres funciones en la dinámica de las teorías: una
función selectiva de los hechos, una función heurística en la
determinación de su significación y, por último, una función persuasiva
en la elección de teorías. Los investigadores se reconocen entre sí
mediante una forma de socialidad que Polanyi llama “convivencialidad”,
que involucra lazos cognitivos y no cognitivos, un sentimiento de
encontrarse en casa cuando un investigador se encuentra en el marco de
un evento científico, que es paralelo al sentimiento de extrañeza que
tiene cuando se encuentra en ambientes políticos, ideológicos o
funcionariales.
164
financiar la república de algunos. Polanyi, en este sentido propone lo
que parece tener toda apariencia de un grupo de presión social:
165
dominio estalinista de la cultura por las bajas pasiones del poder del
grupo dominante.
166
No es casualidad que Polanyi desarrollase cada vez más sus ideas como
una forma de sustentar la religión en una sociedad científica, pues se
deduce inmediatamente de sus postulados la autonomía igual de la
república de la iglesia.
167
acierto por Steve Fuller en su reciente Thomas S. Kuhn 136 y no tiene
sentido recordarlo aquí. Lo que sí fue importante es el surgimiento de
una cultura activista y contestataria respecto a las dos políticas de la
ciencia universalistas que hemos descrito con anterioridad. Por su
contundencia, popularidad y consistencia, el mejor representante de
este momento es, sin duda, Paul K. Feyerabend. Situado entre
Wittgenstein y Popper, heredero de la tradición más genuina de filosofía
de la ciencia por su formación inicial alemana, en 1975 publicó un
panfleto provocativo que tenía como intención tal vez poco más que
molestar a los ortodoxos popperianos. Se trataba, claro, de Contra el
método, un libro que alcanzó tan rápida popularidad como airadas
respuestas, tan airadas que sorprendieron al propio Feyerabend, hasta
ese momento más bien ortodoxo aunque con una cierta vocación de
enfant terrible que nunca abandonaría ya. Fueron reacciones que le
confirmaron en unas ideas cada vez más asentadas en su crítica al
stablishment académico en filosofía de la ciencia (menos respecto a
otros no menos poderosos clanes académicos). Science in a Free Society
y Farewell to Reason 137 fueron manifiestos de esa actitud que
proponemos como un modelo que cabe calificar como la voz de
Protágoras, en el marco de las varias voces del diálogo platónico.
168
desempeñar un papel, pero son usados (y, todavía con mayor frecuencia
abusados) de acuerdo con la situación concreta de la investigación” 140 .
No sabía entonces Feyerabend hasta qué punto ese argumento reiterado
una y otra vez se emplearía en una política neoempirista de estudios de
caso, tan académica como la que había venido a sustituir, con la
diferencia de nuevas listas e interminables listas de referencias
bibliográficas en cada nuevo estudio de caso. Hasta aquí podría tratarse
solamente de una nueva versión de las controversias entre historicistas
y universalistas que habían recorrido la historia de la filosofía de la
historia desde el siglo XIX. Pero el mordiente de la posición de
Feyerabend llegaba desde los ecos del malestar cultural contra la ciencia
y la tecnología que Feyerabend recogía con atención.
169
importancia está en haber formulado con toda radicalidad el programa
de política epistemológica que se deriva de su concepción de la ciencia, y
que resumió en el eslogan de la revolución cultural maoísta: “florezcan
cien flores de loto y cien escuelas de pensamiento”. En lo que a nosotros
nos importa, implica una cierta forma de concebir las decisiones
estratégicas de la ciencia. El imaginario ilustrado que estaba en la base
de las dos posiciones anteriores queda ahora convertido en un mito o
gran relato de los abuelos:
170
la página de la OEI dedicada a CTS (http://www.campus-
oei.org/salactsi/), observará múltiples versiones de esta forma de
plantear la solución al problema de Epimeteo: la participación a través
de foros, mecanismos de evaluación, etc. que impliquen la voz de los
afectados en las decisiones de los programas de investigación: disolver
la barrera entre expertos y legos, hacer de los expertos en la justicia,
todos, en el discurso de Protágoras también expertos en la dirección de
la investigación. Recientemente Latour y Fuller han propuesto una
solución similar.
171
El laberinto de las relaciones entre expertos y
democracia.
172
demandas de autonomía parecen razonables, en un segundo momento
nos encontramos ante una situación mucho menos idílica que la
presentada por Polanyi cuando habla de la república de la ciencia. Pues
si es una república, que no lo es, al contrario, es una metáfora ella
misma sumamente peligrosa, es una república con todas sus glorias y
miserias. Aún sentimos frío al pensar en el proyecto Mannhattan: los
físicos se embarcaron en fabricar una bomba porque así creían que
favorecían los intereses de la república, pero sobre todo porque así
pensaban que su ciencia sería favorecida cuando los poderes vieran su
utilidad. Cuando quisieron hacer protestas de pacifismo era tarde y su
situación lamentable. Fausto había vendido su alma y los demonios le
habían concedido sus deseos. Me parece ilustrativa la historia que narra
C.P. Snow en una joyita no tan conocida como sus famosas conferencias
sobre las dos culturas y que apenas es leída ya. Se trata de Science and
Government 147 , un libro en el que narra el comportamiento de dos
asesores científicos del gobierno inglés: sir Henry Tizard, presidente del
comité de investigación aeronáutica desde 1933 a 1943 y de otros
comités de defensa aérea durante la guerra mundial y F. A. Lindemann,
lord Cherwell, asistente personal y amigo de Churchill para la
investigación y las políticas de defensa. Ambos tomaron parte como
científicos en la decisión de los bombardeos estratégicos de las ciudades
de Alemania. El argumento de Lindemann, que prevaleció, era que
debía de quebrarse la potencia alemana bombardeando no las fábricas,
que estarían bien defendidas o podrían ocultarse, sino la población, y no
los barrios de clases media y alta, que al tener muchos jardines harían
inefectivas buena parte de las bombas, sino los apiñados barrios
obreros, en los que las bombas serían sumamente efectivas y destruirían
la “capacidad productiva” alemana. Tizard se opuso alegando que las
estadísticas estaban sesgadas, y que el efecto prometido sería mucho
menor. Sus argumentos no hicieron efecto en Churchill, que ya había
decidido los bombardeos, pero tampoco lo hacen en nosotros, que
observamos horrorizados esa capacidad para banalizar el mal bajo
pretexto de cálculo científico. No son casos aislados: los expertos
pueden ser tan ciegos y peligrosos como los tiranos incultos. Y las
comunidades científicas han mostrado suficiente ceguera moral y
política como para haberse ganado la desconfianza de muchas personas
y grupos.
173
grupos de referencia cuyos intereses dicen defender. Pero además no
resuelven el problema principal de cómo sostener una investigación que
es interdependiente y costosa, independientemente de que sea aplicable
o no a los intereses particulares.
174
Entre ellos destaca, me parece, John Rawls. Leamos este texto suyo a la
luz del problema de cómo construir una política pública para el sistema
de ciencia y tecnología.
175
regla debería aplicarse a cada una de las instituciones sometidas al
escrutinio público.
176
extremos no son, no pueden ser, pensados independientemente. Como
recordamos, el escándalo y la controversia nacen de la condena de
Sócrates como corruptor de la juventud. Sócrates acepta las reglas de la
democracia, promueve positivamente su aceptación, pero sostiene que
el juicio de los acusadores está equivocado. Por su parte, los acusadores
sostienen que en el fondo de su prédica hay un elitismo oculto y un
apoyo a la tiranía. La controversia alcanza los pilares de la democracia
ateniense y, como mucho más tarde hará el juicio de Galileo por parte
de la Iglesia, alcanza a los propios pilares sobre los que construimos
nuestros conceptos básicos sociales.
177
necesitamos, más allá, un sistema de protección de las capacidades
personales y sociales. Pues es en el funcionamiento de estas capacidades
en el que encontramos un fundamento sustantivo para la libertad de las
personas, que en el desarrollo de sus capacidades alcanzan grados de
agencia en su mejor expresión humana (o de florecimiento humano,
como expresaría cierta corriente neoaristotélica). Si aceptamos la
argumentación de autores como Amartya Sen o Martha Nussbaum,
llegaríamos a una conclusión, nada sorprendente por lo demás, de que
las esferas de la justicia y las de la libertad no están desconectadas sino
que, por el contrario son interdependientes.
178
fuera más allá de un mero modus vivendi, en el que tanto los grupos
sociales como las comunidades científicas simplemente se aguanten
unos a otros. En este caso nos encontraríamos con la necesidad de un
uso explícito de conceptos deferenciales, conceptos cuya existencia está
distribuida en red, conceptos que solamente se pueden poseer en la
medida en que se concede al conocimiento de los otros una forma fuerte
de autoridad y comprensión. Las varias contrapartes en la discusión
deberían conceder legítimamente que la conversación debe hacer uso de
tales conceptos, y que por consiguiente ha de llevarse a cabo bajo las
constricciones de una comprensión limitada, sin que por ello quede
afectado el núcleo principal de las intenciones comunicativas. Se trata
de encontrar una forma de discusión que en su propio desarrollo
entrecruce el conocimiento experto con la discusión abierta de los
valores compartidos por todos, de un lado, en tanto que ciudadanos, de
otro, en tanto que una comunidad epistémica que es capaz de asumir
colectivamente sus proyectos y compromisos.
179
control sobre la propia existencia establecen también la calidad de la
libertad de esa persona o grupo, y en esa misma medida se relacionan
estrechamente con el grado de justicia que existe en ese particular
contexto social. Ya nos hemos referido en lo que respecta a la conexión
de la justicia y el conocimiento experto, al concepto de justicia como
libertad, y ésta como capacitación. No es la única dimensión de la
justicia, claro, pues sería una locura dejar al lado los derechos. Pero sí
podemos aceptar, sin calar demasiado profundo en la discusión política,
que no hay libertad ni justicia sin un ámbito de control sobre la realidad
(el propio cuerpo, la propia existencia, etc.) Los derechos presuponen
ontológicamente las capacidades en algún grado importante.
180
proceso es un diseño, que es el enunciado de un plan, una aserción
práctica que determina un curso de acción posible. El salto que existe
entre la mera información y la actividad, de un lado, y el conocimiento y
la técnica, del otro, se establece por estos pasos que llamamos
afirmación o proyecto. Obsérvese que no se trata solamente de una
consideración puramente filosófica sino de una práctica sancionada
socialmente en la ciencia y la tecnología: no hay un acto comunicativo
en ciencia y tecnología sin la firma a pie de página o proyecto de los
autores respectivos.
Los sociólogos pueden creen que la firma es algo así como los
signos que hacían los canteros en las catedrales medievales, una
convención para recibir luego la recompensa en función del trabajo
realizado. Pero sería una actitud menguada el pensar que esa es la única
función. Por el contrario, el papel esencial de la firma es la asunción de
la responsabilidad de la afirmación. Quien firma el trabajo se hace
responsable de los contenidos: es el momento en el que una
información pasa a ser una afirmación que tiene pretensiones de verdad
(o de eficiencia en el caso de un diseño técnico). Por eso los artículos
científicos y los proyectos tienen una sección final importantísima de
deliberación o discusión en la que se hace un balance de las
pretensiones de verdad del trabajo. Ningún científico afirmará de modo
irrestricto una hipótesis. Si se observa el estilo científico, siempre se
parte de una literatura existente que delimita el estatus de un problema
y se avanza una conclusión sobre lo conseguido. Otros, los pares y
jueces, examinan estas pretensiones y le dan paso como una afirmación
plausible y dan un certificado de confianza al artículo. En la tecnología
es más complicado, puesto que el diseño pasa a estadios nuevos de
simulación y prototipo para comprobar las propiedades y, en último
caso, a la fase pública de patente, que ejerce un control similar al de los
pares.
181
Lo que importa aquí de este proceso es el tipo de lazo social que
crean las afirmaciones y proyectos en ciencia y tecnología: crean
responsabilidades en los autores y derechos de réplica y petición en los
lectores y oyentes. No se ha notado esta función social, política y
jurídica de la ciencia y la tecnología por los sesgos de muchos de los
estudios culturales hacia la crítica del sistema sin explicar su
funcionamiento. Pero en las sociedades democráticas, el sistema de
responsabilidades es, o debería ser, el sistema fundamental que
articulase el buen gobierno republicano. La responsabilidad del juicio
en la teoría y en el diseño es una responsabilidad que alcanza a aquello
de lo que el autor se hace responsable, a aquello que afirma o proyecta.
Con eso no quedan cubiertas todas las esferas de responsabilidad (y de
racionalidad) puesto que los seres humanos son frágiles en sus
capacidades cognitivas y prácticas y no alcanzan a derivar todas las
consecuencias posibles de una afirmación teórica y práctica y mucho
menos de un proyecto práctico (por eso la ciencia no termina en el acto
de la publicación: si el artículo es considerado relevante se somete al
escrutinio de la discusión y elaboración de nuevas consecuencias más
allá de las afirmadas por el autor. Por eso la tecnología implica además
una secuencia de controles, prototipos, lentos pasos de ensayo y error
hasta que el producto se considera kosher para el consumo). El
resultado, como sabemos, es la formación de consensos acerca de los
límites de validez de una afirmación o de los límites de aplicabilidad de
un artefacto. Lo que comenzó siendo una afirmación de un autor o
grupo de autores se convierte al final del proceso en una aceptación
colectiva, en la que la comunidad se hace cargo, se compromete y hace
responsable de la afirmación, y, en el caso de la tecnología acepta la
responsabilidad de las consecuencias de su puesta en práctica.
182
cumplir un cierre adecuado de la controversia a través de la generación
de un consenso, una línea de investigación nueva, etc. 150 En estos
procesos, sin embargo, una parte de la responsabilidad de las
afirmaciones está en la credibilidad de quienes poseen la autoridad
epistémica que deriva de sus respectivas habilidades. El que sus
afirmaciones y proyectos estén respaldados socialmente por estas
habilidades y capacidades plantea unas especiales demandas de
responsabilidad a las partes implicadas.
183
No es una locura pensar que el sistema de tres poderes que
configuró las democracias se haya convertido ya en un sistema
diferente. Ya hablamos de cuarto poder refiriéndonos a los medios de
comunicación. Lo mismo ocurre con el sistema público y privado de
investigación: constituye una suerte de quinto poder que aún está a la
espera de ser objeto de examen en la esfera pública. A cambio, la
sociedad ordenada puede reconocer el sistema de expertos porque ella
misma se ha ofrecido como garante de que es el mejor sistema que es
capaz de articular. El sistema de legitimación de autoridades
epistémicas es, pues, parte de un sistema general de asunción de
responsabilidades que, al final, nos lleva a los estratos más profundos de
la génesis de un contrato social como mecanismo legitimador.
184
Bibliografía
Bell, D. (1973) The Coming of Post-Industrial Society. Nueva York: Harper &
Row
Bernal, J.D. (1967) The Social Function of Science, 2ª ed. Cambridge, Ma: MIT
Press.
185
Bijker, W.E. (1995) Of Bicycles, Bakelites and Bulbs. Towards a Theory of
Sociotechnical Change, Cambridge,Mass. MIT Press.
Bijker, Wiebe E., Law, J. (eds.) (1991), Shaping Technology, Building Society:
Studies in Sociotechnical Change. Cambridge, Mass, MIT Press.
Boden, Margaret (1992) The Creative Mind: Myths and Mechanisms, Londres,
Basic Books (hay versión española en Gedisa)
Brooks, R. (2001) Robot. The future of Flesh and Machines. Londres: Penguin.
Bürdek, Bernard E. (1994) Diseño. Historia, teoría y práctica del diseño industrial,
Barcelona, Gustavo Gili ed.
Calvo, M. (2002) Útiles líticos prehistóricos. Forma, función y uso. Barcelona, Ariel.
186
Cross, N. ; Christian, H. Dorst, (eds) (1999) Analysing Design Activity,
Chichester, John Wiley and Sons.
Damasio, A. (2002) The Feeling of What Happens: Body, Emotion and the Making
of Consciousness. Nueva York: Harcourt Brace.
Davidson, D. (1974) “On the very idea of a conceptual scheme” v.esp. “De
la idea misma de un esquema conceptual”, en De la verdad y de la
interpretación, Barcelona, Gekdisa,1990.
Dhillon, B.S. (1998) Advanced Design Concepts for Engineers, Lancaster, Penn,
Technomic Publising Company.
Donald, M. (1991) The origins of modern mind. Three Stages in the Evolution of
Culture and Cognition. Cambridge (MA): Harvard University Press.
Echeverría, J. (1999) Los Señores del aire: Telépolis y el Tercer Entorno. Barcelona:
Destino.
Feyerabend, P.K. (1978) Science in a Free Society, Londres: New Left Books.
187
Fuller, S. (2003) Thomas Kuhn: A Philosophical History of Our Times. Chicago:
The University of Chicago Press
Gross P., Levitt, N. (1994) Higher Superstition. The Academia Left and Its
Quarrels with Science. Baltimore: John Hopkins University Press
188
Haraway D. (1995) Ciencia, Cyborgs y mujeres. Madrid: Tecnos/Instituto de la
Mujer
Haraway,D.(1997)Modest_Witnesss@Second_Millenium_FemaleMan©
_Meets_OncoMouse™. Londres: Routledge
Holland, John (1975) Adaptation in Natural and Artificial Systems Ann Arbor,
University of Michigan Press.
Koen, B.W. (2003) Discussion on the method. Conducting the Engineer’s Approach
to Solving Problems, Oxford, Oxford University Press.
189
Koza, John (1992) Genetic Programming: On the Programming by Computers by
Means of Natural Selection, Cambridge MA, MIT Press.
Langton Chris (1995) Artificial Life: an Overview, Cambridge MA, MIT Press.
Martín Juez, Fernando (2002) Contribuciones para una antropología del diseño,
Barcelona, Gedisa.
190
Millikan, R.G. (1984) Language and other biological categories, Cambridge, MA,
MIT Press.
Misa, Th. J., Brey, Ph., Feenberg, A. (eds.) (2003) Modernity and Technology.
Cambridge, MA. : MIT Press
Mokyr, J. (2002) The Gifts of Athena. Historical Origins of the Knowledge Economy.
Princeton, University of Princeton Press.
Mumford, L (1970) The Myth of the Machine. The Pentagon of Power. Nueva
York: Harcourt
Norman D. (1999) The Invisible Computer. Why Good Products Can Fail, the
Personal Computer is so Complex, and Information Appliances are the Solution.
Cambridge, MA: MIT Press.
Norman, D. (1999) The invisible computer. Why Good Products ccan Fail, the
Personal Computer is so Complex and Information Appliances are the Solution.
Cambridge MA: MIT Press
191
Pérez-Gómez, A. (1999) Architectural Representation and the Perspective Hinge,
Cambridge, MA, MIT Press.
Philip K. Dick, (1991) ¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas. Barcelona:
Edhasa.
Segerstrale, U. (2000) Defenders of the Truth. The Battle for Science in the
Sociobiology Debate and Beyond. Oxford: Oxford University Press
192
Taylor Ch. (1995) Philosophical Arguments. Cambridge (MA): Harvard
University Press.
Tiendl, R. (2002) “¿De dónde viene la fiebre japonesa?” Mundo científico (La
recherche) 233, abril pp 62-65.
Todd, S., Latham W. (1992) Evolutionary Art and Computers, Academic Press.
Warwick, K. (1997) March of the Machines. Why the New Race of Robots will
Rule the World. Londres: Century.
Word, G. (2001) Living Dolls: A History of the Quest for Mechanical Life.
Londres: Faber & Faber.
193