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Pablo Neruda Araucaria

TODO el invierno, toda la batalla, todos los nidos del mojado hierro, en tu firmeza atravesada de aire, en tu ciudad silvestre se levantan. La crcel renegada de las piedras, los hilos sumergidos de la espina, hacen de tu alambrada cabellera un pabelln de sombras minerales. Llanto erizado, eternidad del agua, monte de escamas, rayo de herraduras, tu atormentada casa se construye con ptalos de pura geologa. El alto invierno besa tu armadura y te cubre de labios destruidos: la primavera de violento aroma rompe su sed en tu implacable estatua: y el grave otoo espera intilmente derramar oro en tu estatura verde.

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