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Capitulo tres

El verano incendiado me acoge bestia azuzando a


el sol furioso que se perpetúa sulfurante sobre el adoquín de
esta callejuela que llaman paseo, lleno de transeúntes
apurados mirando como me retuerzo en el piso despertando
de algún sueño cataclismico, retorciéndome como un gusano
en una sartén hirviente, buscando algún arbusto que me cobije
con su sombra casual, una especie de cordel frena mi
arremeter taciturno.

Siento el húmedo escupir que rechina en mi


espalda maltratada, trato de enfocar mas mi visión de este
confundido momento, tirado entre el peatonal , curioseando,
entre este anestesiado despertar, viendo los gordos traseros
desnudos que desfilan prosaicos ante mis ojos, como
rimbombantes carnes, redondas suplicas de algún encuentro
sexualmente desgarrador, encandilados por la parafernalia
diurna que arremete entre aquella moda de mostrar glúteos
que exceden aquel apretuje de pantalones que moldean
aquellas irascibles carnes para atraer al macho distraído. La
muchedumbre se alborota alrededor de las vitrinas
curioseando los escaparates embaucados por el último grito de
la moda. Entre medio el reflejo virulento del vidrial arroja a
un animal amarrado a una especie de poste casual,
desorientado animal con sus brazos amordazados en su
espalda, con sus pies llagados por heridas que asoman como
minúsculas laceraciones que reciben la visita de minúsculos
mosquitos que depredan en aquellas heridas que se arquean al
sol . La cosa esta vestido apenas por una especie de pañal para
adultos, previendo algún cataclismo estomacal que arruine los

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adoquines lustrosos que se aletargan a través de aquel
corredor impersonal. Trato de levantarme pero un manotazo
me tira al suelo y esta vez veo a aquel animal de costado, con
una leyenda en el pecho, escrita con tinta roja, tirada como
una especie de graffiti, chorreada al fin para que se vea como
un desordenado epígrafe, como una insinuación insolente,
para los que allí transitan, intranquilos con aquellos individuos
molestosos que estorban el ancho pasillo que se atesta de
centollas caminantes.

El mensaje se asoma furibundo de entre medio del


gentío.
“Pico para el Pueblo”.

Los pies transeúntes lanzan insultos y a veces


detienen su caminar para lanzar patadas en mi torso desnudo,
trato de girar para ver hacia lo que siento es la bocacalle, a
cien metros veo a otro animal que yace aun mas herido, tirado
desnudo achicharrándose, tratando de llegar a una especie de
recipiente que recibe su moreno semblante tratando de beber
algo parecido al agua, sospecho que es el negro Cardemia, y
siento cierto regocijo pues pienso que unos metros mas allá
están los otros (deduzco que somos parte de un montaje para
distraer la mente de los ciudadanos aburridos). Sus
movimientos son lentos e igual de confundidos, su moreno
rostro bebe de aquel liquido clariturbio, igual como lo haría un
perro herido , amarrado con sus manos detrás de la espalda,
con aquella fatal soga que se incrusta en sus tobillos .
Cierro los ojos y el transitar centolla me recuerda
como el río se hace sonido en aquel traquetear citadino con
sus pasos apurados, cierro los ojos y el río me recibe en su
fresco clarinete asociando su música a pajarillos que corretean
su plumar por aquel caudal fresco e inturbiable, acogiéndome
sereno y entregado a esa satisfacción natural que roza mi

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Espalda, como una pequeña mano, suave mano que se desliza
cariñosa por mi anatomía reencontrada con el sosiego de
algún atardecer complaciente, calmo, dulce.
Satian y sus juegos. Satian y lo subjetivo , como una
pandemia lúgubre que se incrusta pegajosa e infame, rayando
con su caligrafía mortal, lo subjetivo que tuerce la historia,
acalambrando la mano de aquellos mentirosos escribanos,
vendidos a los mas oscuros propósitos de interminables
cadenas de favores y traiciones, manejando al pueblo hacia al
abismo de un mundo que nunca tuvo una explicación clara y
consistente, un mundo que siguió los hilos de las cofradías
que vaciaron todo su vomitivo prejuicio en aquellos libros
para alimentar la intriga de una chusma ansiosa de historias
que plasmaran el sentido de tener aquello que llaman patria,
aquello que tiene una bandera, un destino, un poema
lacrimógeno, lanzando al barranco que llaman
institucionalidad, a infantiles suicidas que vacían sus entrañas
en aquel genero que llaman bandera, pintarrajeado, listo para
suavizar las lagrimas de aquellas madres que creyeron todo lo
que les decía la historia, la patria, el fundamento, los dueños
del negocio de matar, siempre lo mismo, siempre silenciando,
siempre lanzando la verdad por el acantilado miserable e
infinito , que traga todo como un monstruo hambriento de las
entrañas de aquellos niños que se jugaron por la causa total,
aquellos inventos de los poderosos que arrastran desde
tiempos inmemorables, la mismas farsas de siempre, a los
mismos inocentes de siempre.
Trato de atrapar en mi memoria todo lo que pueda
para encontrar la salida de este problema casual, rebobino en
mi mente mientras fijo mi mirada como una especie de terapia
en aquel animal que observa casi confundido con su rostro
amoratado, de repente se atraviesa una especie de caza-
noticias que me tira su gran lente en mi cara, en una acción
espontánea, le escupo aquel traga imágenes, el tipo reacciona

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deja la cámara a un costado y me agarra a patadas, el muy hijo
de puta, luego limpia el lente de la cámara de aquella saliva
roja, y se va no sin antes gritarme sandeces y tirar aquel paño
manchado por la afrenta, de repente asoma una sonrisa en
aquel amoratado rostro que fija la mirada en los recuerdos.

El animal vuelve a aparecer en aquel lustrado ventanal


resplandeciente, levanta su rostro y muestra la insignificancia
de aquella maltratada figura con ciertos rasgos humanos,
morado rostro vendado a la altura de la frente. Trato de
sentarme, estoy aun anestesiado por las patadas que me
hicieron revolcar en el cuartel, donde los delegados
ministeriales para el orden y la paz, metieron sus nudillos
entre mis costillas, acogotándome con sus frases pendencieras
e irónicamente superlativas. Arrastrándome del pelo por toda
la dependencia gritando a los cuatro vientos que éramos
culpable de la muerte de la democracia, que los anarquistas
eran unos hijos de puta inservibles y para lo único que servían
era para alimentar ideas huevonas y para andar destruyendo y
saqueando y que mejor nos colgaban de los testículos mientras
se nos pasaba la loquera. El hierro al rojo vivo anunciaba con
su chirriar su incursión en la entrepierna, lacerando.
Vomitábamos lágrimas de sufrimiento inconsolables
apretujando nuestros estómagos ulcerados y vacíos, que
lanzaban furiosos gemidos animales, aun sabiendo que a esas
alturas, solo percibíamos un porcentaje mínimo de conciencia
total, transformándonos en seres afiebrados y entregados
como suculento sacrificio de la causa fatal. El sufrimiento
daba paso a cierta anestesia casual, a cierto control mental,
parecidos a los que usan en el Himalaya los budistas para
contrarrestar el dolor y el sufrimiento. Dejando chispazos de
conciencia solo para abrir los ojos de vez en cuando, y mirar
aquellos rostros alocados, babosos rostros enturbiados por la
perversidad que aplasta el sentido común, solo para ver el

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ímpetu alocado de aquellos hijo de puta, mientras apagaba sus
cigarrillos en nuestras carnes, lacerando cada escondrijo de
piel juvenil y lozana.
_ ¿Eso era lo que buscabas?
La cadenciosa voz de Santiana me arranca de aquel
“lugar apacible”. Abro los ojos y trato de encontrarlo entre el
gentío girando suavemente la cabeza. De repente lo veo unos
metros mas recargado hacia un banco que lo sostiene sombrío
e impertérrito, cubierto con una especie de boina.
_ Quien busca encuentra- balbuceo.
_ estás acusado de traición a la patria.
_ tu sabes que eso es mentira-_rezongo débilmente.
_ Lo que yo sepa vale un carajo, importa lo que la
gente sepa, lo que los medios le cuenten, tu sabes...
_ Ni hay con esos conchas de su madre… ¿tienes…
merca?_replico casi con el ultimo suspiro.
_ ¡huevon ni siquiera has comido! – santiana replica en
una actitud alharaca y lastimera, como si estuviesen
burlándose de algún buen propósito suyo.
_Pico….
Vuelvo a aquel lugar maravilloso en aquel río que
humedece, el aire fresco que se entremezcla con el verdor de
árboles suaves como una esponja.
Cuando abro los ojos el crepúsculo subyuga al día
empujándolo hacia el abismo del nocturno, hacia el lugar
donde Set, aquella deidad egipcia, se levanta de la muerte para
aparecer y preparar su cena de media noche. Las luces
comienzan a aparecer tímidas entre el gris anaranjado
infiltrándose tenues entre el gentío que no disminuye su
transitar.
El frescor se deja caer casi como una brisa desganada
que aun carga con el sopor tibio que se desparrama sobre el
pavimento lustrado por las gomas de los calzados transeúntes.
La inflexión de aquellas voces se dejan caer como todo el día,
lanzando insultos, desprendiéndose de palabras poco

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alentadoras para esta situación de perro atormentado,
bebiendo de aquella vasija plástica sorbeteando mi propia
saliva que se desprende de aquella posición infortunada, poco
propicia para beber en forma aun mas decorosa (por no decir
otra cosa). Los centollas mientras tanto casi no nos observan,
debe ser por cierto asqueamiento, no están para dar vuelta la
cabeza a situaciones que los enfrenten con sus propios
prejuicios, todo lo extraño choca por la convicción de la
belleza superlativa , de la felicidad como una cosa cavilando
en las mentes que se estremece con cosas mínimas,
agradables, o por la enseñanza del que es o que no es, de lo
que corresponde o no, porque lo cotidiano, el día a día se
convierte en una rutina demencial , aparcándolos en sitios
propicios para el convivir: si eres pobre no puedes tener mas
de lo que tienes pues serías infeliz , si tienes dinero no puedes
tener menos pues la miseria roería todo tu interior mal
acostumbrado a la confortable vida inútil que hace que todo te
llegue con solo levantar el dedo, convirtiéndote en un ser
despreciablemente indefenso.
El lugar de repente se trastorna con un acontecimiento
inusual la gente se desprende de su apatía para llevar los ojos
a los ventanales superiores desde donde salen hombrecillos
rapados enfundados en un disfraz, una especie de vestimenta
que los enfunda enteros en un color negro, con una mascara
parecidas a aquellas que usan en las guerras bacteriológicas,
bajando por cordeles al estilo ninja, cargando en sus espaldas
sendos sables, la policía se hace la desentendida y de repente
desaparece de aquel lugar. La gente se hace un lado mientras
los jóvenes desfilan en gran numero por aquel paseo, la
música incidental exclama un susurro calmo, mientras uno a
uno , los escupidos animales , van siendo subidos a una
especie de vehículo parecido a aquellos que usan en las
granjas para apilar heno, las naves policiales sobrevuelan los
techos de aquellos edificios lanzando sus colorinches luces
por el gris atardecer, y su bizarra forma ovalada, que se

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sustenta en el aire suspendida como una pluma inactiva,
cuidando a la ciudadanía que exuda cierta inquietud, el
transporte para animales se acerca lentamente, veo como el
que parece ser Cardemia lo tiran encima de aquel vehiculo en
un vuelo sin alas, aterrizando incomodo encima de los que allí
supuestamente, atiborran aquel tosco carromato.
El animal que antes se reflejaba en aquel vidrio
lustrado y brilloso, lo agarran de sus pies llagados y lo lanzan
entre al menos tres extrañas criaturas que babean mientras la
risa se les escapa como vómitos efusivos, que se escapan
infantilmente tenebrosos por sus raquíticas mandíbulas
malolientes.
El dolor es solo un estado que luego trato de sobornar
con una exhalación cuidadosamente trabajada, colando en mis
bronquios todo el hollín que se revuelca en el aire, para que
ingrese a mi mente algo filtrado que parece oxigeno y que me
recuerda que aun tengo defensas. En el carromato tratamos de
acomodar a los que están abajo, nadie puede sentir mas dolor
que otros y aunque la mayoría esta mal herida, el orgullo
sienta en ellos una especie de escudo, una coraza impenetrable
en que chocan todos los estamentos fraticidas que lograsen
embaucarnos en emociones mediocres, en sentimientos
arrancados de alguna producción medial lacrimógena y
estupida, no nacimos para aquello, no estamos en aquel
patético tranvía.
_ ¿alguien quiere merca?
Una voz chillonamente infantil escapa de los que
cuelgan del carromato, las risas escapan de las aun mas
pálidas fauces de aquellos hijos de perra.
El trayecto nos lleva como un desfile entre medio de
aquellas avenidas infectadas de vehículos albergando a
centollas que vuelven de algún lado, parece ser que de algún
lado no muy agradable pues los chillidos que mandan con
aquellos aparatos inútiles llamados bocinas irritan aun mas mi
exaltada postura, un chillido que rasga en mi interior como si

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pusieran brasas en mi cerebro, mas con mis manos atadas no
logro silenciar aquellos sonidos bobalicones esperpentos
citadinos, aunque aquellos cuellos raquíticos se levantan
desafiantes contra aquellos extraordinarios imbéciles y los
hacen callar solo con un movimiento de los sables desafiantes,
los bocinazos se acallan. Mejor llegar entero a casa; hay que
ser valiente y no huevon.
La avenida sulfurante nos deposita en algo que
parece ser una especie de pasaje, que presumo no es parte de
buena esperanza. Ya la noche cubre con su manto oscuro
nuestras pieles amoratadas, por aquellos pellejos quemados en
aquel día de sol, uno a uno vamos siendo arrastrados de los
pies, sonajeándonos en la reseca maleza que adorna el tierral
de aquella que parece ser la entrada a una especie de bodega,
un caserío impostado, algún resabio arquitectónico del año
del pico. Nuestros cuerpos rebotan en el ripio que hiere en
nuestro arrastre obligado, mientras dos perros hijos de puta
nos tiran mordiscones, tratando de engullirnos, tratando de
sacarnos algún pedazo para saciar el hambre que parecieran
tener, aunque salen dando alaridos cuando sienten una vara
romperles la espalda por que quisieron arrancar el pellejo de
alguna huesuda canilla de los mocosos que nos llevan
arrastrando, pareciera que al muy hijo de puta se le ocurrió
raer el hueso que no le correspondía. Luego somos
depositados en habitaciones separadas, habitaciones donde la
luz no existe, por que al muy hijo de puta que las construyo, lo
hizo al fin para relegar algún tipo de escoria al encierro eterno
en aquellas catacumbas con el humedal refugiándose
primitivo e imperecedero.
El humedal posa sus manos sobre mi quemada
Superficie estremecida en aquel cuartucho lúgubre, tan
oscuro que no veo ni la punta de la nariz de aquel animal
herido, el animal da un par de sorbetes del aire
enrarecido, de un millar de hongos de las mas diversas

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especies y cae en los brazos de Morfeo como una criatura
que lo único que quiere es dormir.
Y no puede dormir.
Las cuatro paredes se encienden en una luz de
interminables colores que se alternan con variadas voces que
escapan de algún parlante etéreo, las paredes se encienden en
su totalidad lanzando imágenes como en una especie de
zapping eterno, diversos canales que hablan en variados
idiomas me estremecen en un volumen envolvente que me
ahoga y me hace retorcer de ira , cualquier luz hace que la
oscuridad relegue su imperio sombrío huyendo desvirtuada
por la constelación etérea, pero esta luz es distinta, la locura
quiere hacerme parte de su juego pero la respiración sube a mi
cerebro alertando a los lóbulos para que ejerzan un equilibrio
sustentable, trato de respirar como en una sesión de yoga
asfixiada, pienso demasiado rápido , mientras el interminable
zapping lanza las imágenes como radiaciones eternas , las
imágenes se suceden y cambian al segundo, la tecnología me
enceguece, esto es la tortura verdadera , aquella que retuerce
la mente como una pantalón apretujado que cruje silencioso
entre aquellas manos nerviosas que tiritan por el esfuerzo, por
la teoría de la acción y la reacción, como un múltiplo infinito
que atormenta aquella especie de pizarra interconectada,
alaridos sexuales, caricaturas pintadas, caricaturas reales,
sobajeos , disparos, íntimos encuentros, disparos, amor ,
disparos, niños , disparos, cocinerías, animales jugando,
animales sobreviviendo, animales fornicando, disparos, el
intermitente alarido visual hace que rechinen mis dientes , y
que mis ojos quieran salir para cualquier lado.
De repente se apaga después de dos horas al menos.
El silencio se cuela como un antídoto total, estoy muy
confundido, ni siquiera escucho mi respiración ni menos
alguna especie de quejido, puede que este solo ,puede que a
los demás los maten en otros cuartos , presiento que debe ser
una especie de cité, una de aquellos antiguos palacetes que

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inventaron exclusivamente para asilar a las sombras. La calma
hace que me entre un extraordinario relajo , pero me es
imposible reanudar el letargo, las tripas empiezan a chillar, me
recuerdan que la ultima vez que comí fue un mendrugo que
sabía a naftalina, el insensato estomago me retuerce aun mas
del dolor, el dolor se acalla y empieza luego la otra sinfonía de
imágenes y sonidos envolventes que me vuelven a arrojar en
la incertidumbre del razonamiento puro, de la lógica como un
pensamiento a punto de explotar en aquel cerebro que se
expande como un músculo exaltado e irascible , aquel sustento
que deambula ahora en un zapping intermitente , en un
relampagueo cósmico , en una especie de constricción de
alguna galaxia que se apretuja en un montón de cuerpos que
rechinan con el apretuje estelar, parecido al sonido exaltado de
una frenada de algún antiguo tren que resbala en aquel reseco
fierro, aquel oxidado artefacto que lanza chispas por la
fricción de dos metales , abandonados en algún caliente
desierto, las imágenes mantienen su ritmo encolerizado, de
repente en la locura empiezo a gritar desaforado, mi voz
rebota entre aquella radiación sádica. Algo parecido a disparos
acallan mi acción por un momento, los disparos se multiplican
y comienza la loca correría suicida, pienso en mis
compañeros, debe de ser una especie de juego , si quieres vivir
corre, corre por lontananza como un bicharraco desbocado,
listo para caer despedazado por un fusil calibre mil, que te
despedace y se acabe por fin aquel infierno que conociste
como mundo. Las luces se confunden entre las imágenes,
destellos que aparecen de debajo de la puerta, gritos
desgarradores, siento un escalofrió que parte mi espalda , de
pronto explosiones lanzan chispas por debajo de la puerta, las
imágenes que se desvanecen y que vuelven a aparecer, como
en una especie de apagón casual, de repente la puerta se viene
abajo y soy aun mas desvalido, atrapado entre el fulgor

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radiactivo que destruye mi alocada mente con aquellas
intermitentes imágenes, con aquellos sonidos coléricos. Una
figura se acerca presurosa, embutida en aquel atuendo
negruzco, con aquella mascaras que parecen sacadas del
retrato de alguna mosca embutida en aquella vestidura
espacial, sus pasos los veo venir mirando de costado, echado
en el piso esperando mi suerte para huir cuando ellos decidan
que empiece mi carrera suicida, corriendo como un loco
desbocado y morir por fin para terminar con este asunto
infame, el personaje es escoltado por tres figuras que aparecen
detrás de la puerta envueltos en el mismo traje infame. El
personaje curiosamente acerca su cubierto rostro quizás para
cerciorarme que soy la otra victima, se queda quieto mirando
por al menos un par de segundos, la imagen se coloca difusa
pues mis cavilaciones mentales me quieren desmayar del
cansancio, aparece un rostro blanquecino, finamente dibujado,
cubierto por un pelirrojo rizado, el negro resalta su semblante
relucido y su rizado rojizo que resalta entre aquel azulino
iluminado e intermitente, es una deidad, es Cala, y me refugia
entre su pelo oloroso de humanidad, y su boca rosada apretuja
mis desorientados labios mientras una gota salada se escurre
por mi mejilla emocionada.
Cierro los ojos y estoy en aquel río junto a tu
dulzor infinito.

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Fin del tercer capitulo

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