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La racionalidad liberal proviene en gran medida de la compleja filosofía moral de Adam Smith,
economista y filósofo escocés. Revela las claves teóricas fundamentales y la orientación idealista,
teológica, positivista y anti-socialista de uno de los pioneros del liberalismo.
Las ideas medulares de la filosofía liberal giran en torno al orden natural, al hombre
económico, al egoísmo humano, a la comunidad comercial y a la competencia
perfecta, sustento de los siguientes principios básicos del liberalismo económico:
El liberalismo clásico entró en decadencia hacia fines del siglo XIX, dando paso
Efectivamente el keynesianismo había desafiado y reemplazado al liberalismo
ortodoxo en el curso de la Gran Depresión de los años 30, como la mejor política para
los capitalistas.
Keynes postulaba que el pleno empleo era necesario para el crecimiento del
capitalismo, y que sólo podía lograrse con la intervención de los Estados y los bancos
centrales.
Sin embargo, después de la II Guerra Mundial entran en crisis las ideas de Keynes
entran y caen en bancarrota franqueando la entronización del neoliberalismo.
"Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades
Escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. […]. La burguesía ha despojado de
su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto.
Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores
asalariados. La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones
familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero."
En el ámbito económico, el racionalismo liberal descansa en la libertad de empresa, de
comercio y de propiedad; libertad que sólo es posible supuestamente en un mercado
libre, sin fronteras y sin regulación por parte del Estado o de cualquier otra fuerza
pública.