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Orfandad:Síntomas

Un cuento de Mauricio Restrepo R.

Porque la verdad, aunque implacable como


el amor, debe también ser un tesoro.

Laurence Durrell. El Cuarteto de Alejandría.

Conversaban en el parque; Él y Ella, viejos amigos.


El año naliza, y mientras todos hacen de las suyas en alguna playa colombiana,
sus destinos quedan tallados en una ciudad de la que por ahora no pueden escapar
(esto por una mera imposibilidad económica), y que además no puede no está en
su naturaleza dar rienda suelta a los sueños más elaborados y vagamente simulados
en cada almohada y espejos. Conversación sin grandes sobresaltos en la vos; Águila y
Águila bien fría en mano; de pie a lado y lado de la puerta de aquella tienda maltrecha
llena de viejos y chanceras casquilleras.
Estando ambas partes totalmente de acuerdo y notándose un gran conocimiento de
causa, así como una sutil melancolía y un profundo deseo de no abandonar creencias
que saben son obsoletas, concluyen con gran convicción, aunque no sin lamentarlo, que
las actuales formas del amor son bastante desoladoras, y que el acceso a tales formas,
en el mejor de los casos, conduce de manera mucho más probable a una existencia a
modo de falacia.

Luego solo se escuchan vestigios de conversaciones ajenas, uno que otro brindis
(con algún vino de poca factura, eso es seguro) por un año que viene otro que se va, y
automóviles que pasan con rapidez sobre el asfalto. Sus miradas ahora son panorámicas,
y cada uno quien ahora se halla, en lo esencial , solo sólo queda registrado en la
periferia de algún ojo de su acompañante.
Al nal, la conversación retorna de forma súbita y extraña. La conclusión se torna
relevada por los temas de siempre: música, el último episodio del programa de las 10,
el librito tal, la compra más reciente...
En la despedida, igualmente súbita pero que ambos no pretenderán diseccionar y
explicar luego, se escapan algunas miradas de complicidad.
½Cuídese, amiga! Usted sabe que se le quiere...
Nos vemos luego, querido. Cuídate tú.
∗∗∗

Conversaban en el parque, días después. Él y Ella.


Ahora parece no importar la basura que han dejado frente a la tienda los desvergon-
zados de la parranda de la noche anterior. De hecho, es poco lo que Él y Ella hablan.
Están hartos de criticar sobre las bondades e infamias de esta pobre ciudad: ciudad
pura y borracha. Del amor que aquí se conjura sin remedio. Eso sí: necesitan de vez en
cuando hacer una pausa y tomar un poco de aire, ya que la taquicardia, parece, demora
en desaparecer. Besos que imperan, compulsivos, en la mañana de un nuevo año. Año
de promesas, pero también de renuncias.

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