El Viejo de las palomas
Crónica interpretativa.
El señor Aarón es un viejo que todas las
mañanas se pasea por la iglesia de San
Fernando, cerca del metro hidalgo,
mientras camina va soltando pequeños
puñados de trigo que sirven de alimento a
las palomas que ahí habitan y que parecen
ya reconocerlo. Su paso es tan lento que
cualquier niño lo rebasaría sin dificultad
alguna.
Con tropiezos, apenas y logra acercarse a
una banca que ya esta bastante
deteriorada, pero a esto no le importa y se
sienta mientras sonríe a todo aquel con
quien cruza su mirada.
Sin importarle los mirones plática con las
palomas que ya se han reunido en su
entorno, les narra sus hazañas mientras
las alimenta y aunque su sonrisa
demuestra cierta tranquilidad, su mirada
es ahora tan opaca que su semblante se
balancea, un momento en la alegría y otro
en la tristeza.
Don Aarón aún recuerda que de pequeño
su padre le enseño como atraer a las
palomas y que juntos pasaban horas
correteándolas sin poder jamás atraparlas.
Julio Bautista
Justo ahí, en esa misma iglesia Aarón
conoció a su difunta esposa Doña Leticia,
cuando ella formaba parte del coro de la
iglesia. Él asistía con frecuencia porque
ese era el sitio donde su papá paseaba con
su madre. Don Ramiro, su progenitor era
fiel católico y asistía todas las mañanas a
misa llevando consigo a su familia, para
lo que la iglesia representa un paisaje
común para este abuelo.
Aunque la juventud se le ha ido, el viejo
no se deja vencer tan fácilmente y
aferrándose a la idea de que esas palomas
llevan consigo parte importante de sus
recuerdos las retiene con una buena parte
del alimento que carga en la bolsita de
plástico que sujeta entre sus piernas.
En cada desbandada las palomas levantan
una pequeña corriente de aire que hacen
que el viejo cierre los ojos quizás
mientras se imagina de nuevo las tardes
en que jugaba con su padre entre las
palomas o su salida de la iglesia el día de
su boda mientras repicaban las campanas
que también lo acompañarán el día de su
muerte.