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RUSSELL, en 1953:
La ciencia ha entrado ahora en un nuevo
reino de destrucción
Una carta:
2 de agosto de 1939
Señor;
Algunos recientes trabajos de E. Fermi y L. Szilard, quienes me
han sido comunicados mediante manuscritos, me llevan a
esperar, que en el futuro inmediato, el elemento uranio puede ser
convertido en una nueva e importante fuente de energía. Algunos
aspectos de la situación que se han producido parecen requerir
mucha atención y, si fuera necesario, inmediata acción de parte
de la Administración. Por ello creo que es mi deber llevar a su
atención los siguientes hechos y recomendaciones.
En el curso de los últimos cuatro meses se ha hecho probable -a
través del trabajo de Loiot en Francia así como también de Fermi
y Szilard en Estados Unidos- que podría ser posible el iniciar una
reacción nuclear en cadena en una gran masa de uranio, por
medio de la cual se generarían enormes cantidades de potencia y
grandes cantidades de nuevos elementos parecidos al uranio.
Ahora parece casi seguro que esto podría ser logrado en el futuro
inmediato.
Este nuevo fenómeno podría utilizado para la construcción de
bombas, y es concebible -pienso que inevitable- que pueden ser
construidas bombas de un nuevo tipo extremadamente
poderosas. Una sola bomba de ese tipo, llevada por un barco y
explotada en un puerto, podría muy bien destruir el puerto por
completo, conjuntamente con el territorio que lo rodea. Sin
embargo, tales bombas podrían ser demasiado pesadas para ser
transportadas por aire.(…)
25 de Julio de 1945
Para: General Carl Spaatz. Comandante General. Fuerzas Aéreas Estratégicas de Estados Unidos
1. El Grupo Mixto 509 de la 20 Fuerza Aérea lanzará la primera bomba especial, después del 3 de
agosto de 1945, tan pronto como el clima permita el bombardeo visual, en uno de los siguientes
blancos: Hiroshima, Kokura, Nugata y Nagasaki. Acompañarán al avión de bombardeo otros
aviones que llevarán personal científico civil y militar del Departamento de Guerra, para observar y
registrar los efectos de la explosión de la bomba. Los aviones de observación se mantendrán a
varias millas de distancia del punto de impacto de la bomba.
Unas horas antes, a la 1:45, desde una base militar de las Islas Marianas, en el sur del
Océano Pacífico, un avión B-29, la superfortaleza volante del ejército
estadounidense, despegó rumbo a Japón. Su misión, en esta ocasión, no era el
bombardeo de ciudades enemigas, sino la observación, la meteorología. Justo una
hora después, y desde esa misma base, despegaron otros tres B- 29 tomando la
misma dirección que el anterior. Sólo uno de ellos, el Enola Gay, al mando del
coronel Paul Tibbets, máximo responsable, además de la misión, llevaba en sus
bodegas carga explosiva.
En realidad esa carga consistía en una bomba, una sola bomba pero tan enorme
que había obligado a modificar la estructura interna del aparato para que fuera
posible instalarla en él, y tan pesada (4000 kilos) que obligó al avión a usar la plena
potencia de sus motores en el momento del despegue. Y en su carcasa exterior, se
había grabado un nombre, Little Boy.
La escuadrilla realizaba su vuelo sin novedad sobre la capa de nubes por encima
de la zona de turbulencia. Poco a poco se iban percibiendo las tenues luces del
amanecer. Se acercaba la hora del alba.
A las 7.09 se recibió en el Enola Gay un esperado mensaje. Era del comandante
Claude EatherIy del Straight Flush, el avión meteorológico que les había precedido
en el despegue y que en aquellos momentos volaba a 10.000 metros sobre
Hiroshima. En él se confirmaba que la ciudad, en medio de un profundo anillo de
nubes, aparecía completamente despejada y con visibilidad perfecta. Ese mensaje
selló el destino de la ciudad pues entonces y sólo entonces quedó marcado y
definido el objetivo de esa bomba.
El Enola Gay, superada la prueba de la onda de choque, viró hacia el sur y voló
sobre las afueras de Hiroshima, a fin de fotografiar los resultados del histórico
bombardeo. Y entonces fue cuando la tripulación pudo comprobar la espantosa
destrucción que habían sembrado. Iniciado el vuelo de regreso, a 600 km de
distancia todavía era visible el hongo que abría una nueva y dramática era en la
historia de la humanidad.
El fuego se apoderó de la
ciudad, formándose una
verdadera tormenta de
fuego con vientos de hasta
60 kilómetros por hora. Había
incendios por todos lados.
Miles de personas y animales
murieron quemados, o bien
sufrieron graves quemaduras
e incluso heridas por los
fragmentos de vidrio y otros
materiales que salieron
disparados por la explosión.
Las tejas de barro de las casas se derritieron y la gran mayoría de las residencias de
madera ardieron en llamas. Los sistemas telefónicos y eléctricos quedaron
prácticamente arruinados. Cerca de veinte mil edificios desaparecieron.
De los 300.000 habitantes de Hiroshima, se calcula de 70. 000 murieron ese mismo
día, en el mismo instante de la explosión de la bomba, y otros 70.000 en la semana
posterior.
Las víctimas supervivientes de las explosiones atómicas son llamadas HIBAKUSHA (en
japonés, literalmente, persona bombardeada)
Éramos cuatro o cinco trabajadores en cada excavación. “Terminemos este antes de ir a almorzar,
nos queda poco”, dijo uno de mis compañeros, cantamos una canción y trabajábamos a su ritmo.
De pronto un fogonazo azulado-blanco apareció en mis ojos. No sé cuánto tiempo estuve
inconsciente pero cuando me desperté estaba dentro del refugio que excavábamos y todavía tenía la
pala entre mis manos. Permanecí allí por unos minutos hasta que me di cuenta que mis compañeros
habían desaparecido, arrojé la pala y al levantarme me encontré con una tierra desconocida. Los
alrededores habían cambiado, había gente toda quemada, ennegrecida, boca arriba, otros
permanecían hacia abajo, como si estuvieran durmiendo. Miré hacia la fábrica y pude apreciar
grandes columnas de fuego. Salí del agujero y ante mi pasó un calidoscopio de personas que corrían.
Muchos se dirigían hacia el río Urakami y otros iban en otras direcciones con sus ropas en llamas.
Al llegar a una colina comencé a trepar, las plantas eran como látigos que golpeaban mis heridas y
hacían que el dolor aumentara. Me uní a un grupo de gente que clamaba por agua, lo que me
provocó sed. Estaba descalzo y sólo tenía como ropa mis calzoncillos rasgados. Muchas personas
tenían sus rostros inflamados, era imposible distinguir hombres de mujeres. Enseguida me di cuenta
de mi propia realidad. Mis manos, pecho y abdomen estaban totalmente quemados y muy
inflamados. Tenía grandes ampollas en las manos.
Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos
devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba hemos añadido un nuevo y revolucionario
incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas.
En su forma actual, estas bombas se están produciendo. Incluso están en desarrollo otras
más potentes. [...] Ahora estamos preparados para arrasar más rápida y completamente toda
la fuerza productiva japonesa que se encuentre en cualquier ciudad. Vamos a destruir sus
muelles, sus fábricas y sus comunicaciones. No nos engañemos, vamos a destruir
completamente el poder de Japón para hacer la guerra. [...] El 26 de julio publicamos en
Potsdam un ultimátum para evitar la destrucción total del pueblo japonés. Sus dirigentes
rechazaron el ultimátum inmediatamente. Si no aceptan nuestras condiciones pueden esperar
una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra.