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1. Introducción
2. El tiempo del desarrollo
3. La idea del postdesarrollo
4. El desarrollo en América Latina
5. El desarrollo en el Ecuador
6. La pertinencia del Sumak Kawsay (Buen vivir)
Para él, el concepto de Sumak Kawsay viene desde las cosmovisiones de los
pueblos y culturas andinas, lo cual no discuto, discrepo cuando se quiere anclar
al concepto a su origen, ya que cuando se lo adopta en la Constitución de
Montecristi, queda atrás el origen idílico con los pueblos andinos y afro
descendientes, como pretende Bravo y pasa a ser una concepción producto del
mestizaje que también se da en el campo de las ideas. De hecho, somos un
pueblo mestizo con concepciones mestizas que provienen de diversos
orígenes, lo que da una riqueza inmensa a la cultura y al pueblo
ECUATORIANO, de manera que el Sumak Kawsay o buen vivir al que se
refiere nuestra Constitución, estaría abarcando una visión mucho más allá de la
visión que tenían o tienen los pueblos indígenas o afro descendientes. De ahí
que la definición que hace René Ramírez desde el SENPLADES nos ubica en
una concepción actual y ecuatoriana del Buen Vivir, la que la reproduzco para
ubicación del auditorio. René Ramírez dice sobre el Sumak Kawsay: “la
satisfacción de las necesidades, la consecución de una calidad de vida y
muerte digna, el amar y ser amado, y el florecimiento saludable de todos y
todas, en paz y armonía con la naturaleza y la prolongación indefinida de las
culturas humanas. El Buen Vivir presupone tener tiempo libre para la
contemplación, y que las libertades, oportunidades, capacidades y
potencialidades reales de los individuos se amplíen y florezcan de modo que
permitan lograr simultáneamente aquello que la sociedad, los territorios, las
diversas identidades colectivas y cada uno –visto como un ser humano
universal y particular a la vez- valora como objetivo de vida deseable (tanto
material como subjetivamente y sin producir ningún tipo de dominación a otro).
Nuestro concepto de Buen Vivir nos obliga a reconstruir lo público para
reconocernos, comprendernos y valorarnos uno a otros –entre diversos pero
iguales- a fin de que prospere la posibilidad de reciprocidad y mutuo
reconocimiento, y con ello posibilitar la autorealización y la construcción de un
poder social compartido” (Semplades, 2009:8-9).
Tampoco debemos idealizar el Buen Vivir, ya que este tiene que resistir un
análisis desde la realidad económica, política y cultural y la experiencia práctica
de pueblos como los andinos y afro descendientes, no es una experiencia que
pueda elevar a modelo probado esta concepción del Sumak Kawsay.
Bravo señala que Beltrán advertía ya que en los 60’s se levantaron voces
disonantes para cuestionar esta visión de desarrollo y que formularon “modelos
alternativos acordes a los procesos históricos y culturales de la región”. Claro
que en este caso ni Bravo ni Beltrán refieren la influencia que tuvo para la
construcción de estos “modelos alternativos” la revolución cubana, que también
generó una revolución del pensamiento latinoamericano. Tampoco refieren ni
Beltrán como autor citado, ni bravo como autor del documento, el papel que
jugaron los lineamientos ideológicos emanados desde el Departamento de
Estado norteamericano y desde las agencias europeas para generar esta visión
instrumental de la comunicación. Sin embargo, bien señala Bravo que el aporte
que se hace desde América Latina en este proceso, “es plantear que la
comunicación no es un instrumento para inducir una ideología como la del
desarrollo elaborada por el poder, sino entender que la comunicación es un
proceso inherente a la vida de los seres humanos y por lo tanto, proceso
histórico social y cultural de interacción en el cual se producen en común
sentidos para sostener la existencia y aumentar y potenciar la vida…”
Para Bravo, en Ecuador y América Latina, este cambio social tiene una clara
direccionalidad, y es que “los pueblos y comunidades se encaminen hacia la
equidad y justicia, la libertad, el respeto al otro, la interculturalidad, la ética,
etc…” En cuanto a la comunicación, Bravo sostiene que esa direccionalidad
está dada por la “democratización de la comunicación, el incremento de las
redes para generar diálogos y debates en donde se construyan nuevos
sentidos liberadores”. Bien vale la pena recordar que la comunicación vista
como un discurso para el cambio social no genera cambios sociales si no está
vinculada a la acción de los pueblos para construir su futuro a partir de la
redistribución de la riqueza y la configuración de nuevas formas de producir, en
armonía con la naturaleza y con el ser humano. Bravo termina este capítulo
refiriendo que la comunicación para el cambio social se empata con la visión
que propone Naciones Unidas definida en la Asamblea General de 1996 o en el
borrador final del Consenso de Roma. Mi comentario personal a esta
apreciación es que más allá del discurso y la proclama (que se expresa en las
posturas de la comunicación para el cambio social y en la visión de Naciones
Unidas), es indispensable que se aterrice en la formulación de mecanismos de
democratización de la comunicación (abandonados hace décadas en el
discurso de UNESCO y recompuestos por la Asamblea General y el Consenso
de Roma).
Creo que nadie podría negar que la presencia de medios como la televisión
pública, Ecuador TV y la Radio Pública del Estgado, son parte de una política
de comunicación del gobierno de la Revolución Ciudadana. Tampoco se puede
negar que al haber pasado a la administración del gobierno medios como
GAMATV, Radio Universal y Diario El Telégrafo, que fueron confiscados a los
banqueros que luego de la crisis del 99 y del 2000, huyeron a Miami, unos y
otros pasaron temporadas en cárceles del país, el desequilibrio que existía en
cuanto al manejo de información que antes era potestad de un grupo de
empresarios dueños de los medios privados, ahora ha cambiado con la
irrupción de los medios públicos y gubernamentales. Ahora, los ecuatorianos
nos reconocemos de diferente manera en la programación de Ecuador TV.
Somos testigos de la geografía, de la cultura y del sentir de muchos pueblos de
los que nunca supimos nada porque nunca estuvieron en las pantallas de
nuestros hogares.
Nada de esto recoge el documento, lo que me parece deja un gran vacío, dado
que toda discusión actual sobre comunicación y políticas públicas de
comunicación, debe considerar esto que ya se configura como una realidad
que merece el análisis y diversas lecturas para enriquecer la experiencia y
aportar desde la teoría a la construcción de una democracia mejor en el país.
CONCLUSIONES