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El baño esta hecho un desastre, el suelo está cubierto de pedazos de espejo roto, las paredes

están salpicadas con sangre en todas partes, están todas las cosas desparramadas por el
suelo, La sangre corre por mis brazos, con cada nuevo corte que realizo sobre mis muñecas
me siento un poco más cerca a sentirme viva; y no es que intente suicidarme simplemente me
corto para no sentir el dolor de mi corazón. La puerta del baño se abrió y mi madre entró su
rostro se descompuso y algunas lagrimas brotaron de sus ojos.

— ¿Por qué te haces esto Anne? —preguntó ella con un tono de melancolía mientras
intentaba secarse las lagrimas para verse menos impotente.

—Lárgate, quiero estar sola— le dije mientras cerraba los ojos y pensaba en cómo había sido
toda mi vida.

Mis primeros años fueron muy felices, y claro para quien no lo es, el centro de atención era yo.
Después llegaron los primeros días de escuela que, resultaron ser asombrosos todos éramos
amigos y a nadie le importaba nada del otro, jugábamos y peleábamos para después pedirnos
perdón, la vida era más sencilla. Luego llegó la preparatoria el primer día estaba muy ansiosa,
el sol brillaba en lo alto, era uno de los momentos más felices de mi vida, había escogido
durante la noche lo que iba a usar; me decidí por unos vaqueros no tan ajustados y una blusa
azul claro también decidí recogerme el cabello dejándome una cola de caballo. Mi madre me
llevó a mi primer día. Las clases fueron muy normales y conocí a mucha gente. Para el segundo
tiempo iba hablando con Tina, la que hasta hoy es mi mejor amiga, y sin fijarme demasiado
empujé a una chica que llevaba un refresco en sus manos, el refresco le cayó en toda su ropa,
ese fue el inicio del fin.

—¿Por qué no te fijas? Que tarada—dijo esta chica que parecía ser una princesa salida de un
cuento de hadas.

—discúlpame no fue mi intención— dije tratando de no empeorar la situación.

—Mira perdedora no te vuelvas a acercar a mi o te juro que desearas no haber nacido—dijo la


chica con ira y con odio mientras intentaba limpiarse—. Lárgate gorda.

Sentí un vacio en mi estomago y realmente quería llorar pero me aguante las ganas, y Salí de
allí rápidamente, dirigiéndome al baño para llorar allí mas tranquilamente.

—Cuéntame Anne que es lo que pasa— dijo mi madre mientras se acercaba con una toalla, me
levantó de donde estaba y cubrió mis heridas. Todo a mí alrededor empezó a verse oscuro y la
luz abandonó mi cuerpo.

Semanas después de dañarle el vestido a la princesa de cuento de hadas, que se llamaba


Samantha, sus ataques aumentaron. Empezó a burlarse con sus amigas, me llamaban gorda,
willie, y me hicieron la vida imposible con insultos por mi cuerpo, mi ropa y poco a poco la luz
se fue apagando en mi, cada mañana me miraba al espejo y veía como mi cuerpo parecía un
enorme globo, decidí dejar de comer, pero aun así me sentía fea, gorda y sin ganas de nada.
Vomitaba todo lo que comía y empecé a ejercitarme muy fuerte hasta que un día me desmaye
y mi madre se entero.

—Puede que muera si continua así— escuche decir a una voz seria y confiada, abrí un poco los
ojos y me encontré en un cuarto totalmente y con un olor a limpio.

—Aunque me duela, lo hare— dijo mi madre. Y sabia de que se trataba, me iban a internar en
un centro de trastornos mentales y alimenticios.

—No mamá, por favor no lo hagas— le dije desesperada mientras lloraba y la agarraba de la
ropa, las enfermeras tuvieron que darme un somnífero.

El baile de graduación era la época más esperada por todos, pero después de escuchar por
parte de Samantha , mas de sus insultos contra mí, decidí como un acto de amor propio, asistir
al baile. Algunos días antes del baile, fui a comprar mi vestido en una de las pocas tiendas de la
ciudad que valían la pena, al entrar pude ver maravillada los diferentes vestidos, sus colores y
formas, me probé algunos. Al salir de uno de los vestidores de la tienda, me encontré con la
no tan grata sorpresa de que Samantha y su amigas estaban allí, samantha se estaba
probando un vestido azul, y sin pensarlo dos veces lo metí a mi bolsa, al salir de la tienda uno
de los guardias me revisó y encontró el vestido, Samantha y sus amigas empezaron a reír; me
sentí humillada.

—Esta es tu habitación— me dijo una de las enfermeras.

—Gracias—respondí con un tono de sarcasmo. Aunque el centro me parecía una de las peores
cosas, descubrí en el arte el medio por el cual expresarme y sentirme viva, disfrute a cada
momento estar en ese sitio de pesadilla.

Tras meses de salir del centro de rehabilitación me siento perfecta, porque sé que soy como
quiero ser y no como quiero que me vean los demás, aprendí a ser luz para todas las chicas
que sufren y sé que nadie va a poder hacer sentirme como algo que no soy. El tiempo me
demostró que el amor vence el odio y la envidia.

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