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1. LA VIDA. El hombre es una creación de Dios “a Su imagen y semejanza”, y por eso la vida
humana es sagrada desde su concepción misma. El ser humano embrionario es una persona
entera, con toda su inherente dignidad. Y es por tanto sujeto del acto médico, y titular de
derechos naturales, inviolables e inalienables, entre ellos el derecho a la vida misma. Por dicha
razón su eliminación física es un asesinato, y como tal es penalizado en todo el mundo
civilizado. Porque favorecemos la vida, y desde su génesis, rechazamos el aborto.
Por eso nos oponemos a las leyes que arbitrariamente cercenan o suprimen los derechos al
trabajo y al ejercicio del comercio, industria y actividades productivas. Tal legislación atenta
contra la vida misma, porque limita severamente niveles y condiciones de vida al crear pobreza
y miseria, generando sufrimiento y muerte. Y nosotros estamos a favor de la vida: por eso
favorecemos la creación de riqueza.
La familia tiene que ser fuerte y sólida para que la nación progrese y sus gentes prosperen; por
tanto es deber de los legisladores remover todos los obstáculos que atentan contra la salud y
el vigor de la familia y sus medios de vida. Comenzando por las leyes cuyos resultados
prácticos son lesivos y destructivos del orden familiar, y muchas veces económico también, no
coincidiendo con sus buenos propósitos declarados en sus textos, y aparentemente
perseguidos por sus redactores.
Nos oponemos a que las leyes les declaren “matrimonios” y les equiparen jurídicamente a los
matrimonios verdaderos, y asimismo rechazamos que se permita a los homosexuales la
adopción de niños, con grave y cierto peligro para la formación y normal desarrollo ulterior de
las personas adoptadas.
Nos oponemos a toda forma de violencia, incluso a todo tipo de violencia doméstica y contra
las mujeres o los niños. Por eso cuidaremos que tras esa noble causa no se oculte el propósito
de socavar la legítima autoridad de los maridos y padres en el orden doméstico, y reemplazarla
por la de los funcionarios y agentes estatales, desvirtuando o destruyendo el carácter privado
de la institución familiar, y vulnerando la integridad de las familias.
3. LOS VALORES. Queremos una sociedad donde sean respetados y por todos compartidos los
principios y valores de amor, dignidad, verdad, honestidad, integridad, fidelidad, justicia y
equidad, orden, disciplina, respeto, el principio de autoridad, la generosidad. Y también
diligencia, eficacia y lealtad en el cumplimiento de los compromisos y la palabra empeñada, no
exentas de cordialidad y buen trato en todas las relaciones humanas: afectivas, amistosas,
familiares, comerciales y aún políticas.
Una sociedad de orden y respeto a estos valores básicos permite asimismo el acceso a otros
valores de jerarquía superior, entre ellos el servicio y el amor al prójimo como a uno mismo, la
generosidad y aún la entrega voluntaria a favor del más necesitado.
Para ello se requieren leyes que respeten un orden social democrático y no autoritario,
horizontal y descentralizado, donde cada una de las instituciones sociales básicas pueda
cumplir sus respectivas funciones en sus respectivas esferas: las familias, las empresas, los
centros educativos, los gremios y asociaciones privadas, y por su parte, los gobiernos
municipales y regionales, y el Gobierno nacional.
En este orden social, político y legal, los gobiernos, lejos de “enseñorearse” sobre las
instituciones privadas, les prestan a través de la legislación un marco jurídico donde pueden
desempeñarse con relativa autonomía y eficacia, por sus propios medios, sin dependencias
nocivas. Ese será nuestro papel, de ser elegidos congresistas y parlamentarios.
Firmaremos este documento de manera pública y ante la presa presente el día 29 marzo del
2011.
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