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La modernización intelectual en

América Latina
Agustín Martínez A.

Agustín Martínez A., realizó estudios en la' Universidad de Sao


Fondo Editorial Tropykos
Comisión de Estudios de Postgrado
FACES-UCV
Paulo, Brasil, donde obtuvo el título de Doctor en Letras en 1987. Es egresado
de la Escuela de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, efí 1975. Ha
dictado los cursos de "Estética" y de "Ideas Estéticas er América Latina", en la
Escuela de Arte de la UCV, desde su fundación. Ha sido profesor de la Escuela de
Filosofía y luego Director de la misma, Director de Estudios de Postgrado de
la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV. Actualmente es miembro
del Comité Académico del Centro de Investigaciones Postdoctorales (CIPOST) de
FACES-UCV y Coordinador del Área de Estudios Culturales de dicho Centro.
Ha publicado Crítica y Cultura en América Latina, (Tropykos, 1991),
Metacrítica (Universidad de los Andes, 1994), Ruido de Fondo (Tropykos,
1995).
El presente libro, Figuras, es una contribución al estudio de la
modernización intelectual de América Latina durante el período comprendido
entre 1867 y 1918. Está enfocado desde el punto de vista de lo que la
modernización socio-económica aportó a la consolidación de una
infraestructura de producción intelectual en América Latina.

Agradecimientos

Durante la realización de este libro, recibí el H


apoyo y los oportunos isp
comentarios de varios amigos y colegas, con an
quienes conversó distintos oa
aspectos del mismo. No podré, sin embargo, me
mencionarlos a todos. ric
an
A Irlemar Chlampi, Profesora del
a
Departamento de Literatura
de
la Universidad de SSo Paulo, debo la lectura de la
primera versión y valiosísimas indicaciones
críticas durante los años en
que cursé con ella mi doctorado en esa
Universidad. Héctor Silva
Michelena hizo una lectura meticulosa de una
versión más avanzada del
trabajo y estoy en deuda con él por su modo
amable y agudo de indicar
los puntos débiles de mis formulaciones.
Debo también comentarios
valiosos a mis colegas y amigos Rigoberto
Lanz y Miguel Ron Pedríque.

Agradezco a la Dirección Investigaciones del


Centro de Estudios Latinoamericanos "Rómulo
Gallegos" (CELARG) que me brindó apoyo
institucional durante el período 1991-1993.

Quiero dejar constancia de mi especial


reconocimiento a Héctor
Malavé Mata, Director de Investigaciones del
CELARG hasta 1993singular calidad humana y rigor
intelectual lo hacen merecedor de mi
más especial estima. Este libro es parte del
diálogo que ha nutrido
nuestra amistad en los últimos años.

Marga está en el inicio y el fin de todos mis


proyectos.
expansión económica europea en el siglo XIX, que su
constituye el referente principal del concepto de per
modernización, lo hemos asumido como un punto de iod
partida de nuestra reflexión; lo que no quiere decir iza
que lo hayamos incorporado de una manera ció
dogmática. Particularmente, no hemos pretendido n
convertirlo en principio explicativo de la dinámica del tor
proceso intelectual. En otras palabras, no na
pretendimos que una fase del desenvolvimiento su
intelectual correspondiese a una singularidad de tipo es
socio-económico que la explique causalmente. Ya se qu
ha señalado suficientemente que ese puntual em
mecanismo de relojería, fuera de serian arbitrario como a
cualquier otro, en poco contribuye al avance del co
conocimiento de la historia y la sociedad m
latinoamericana. En este sentido, nos apresuramos a ple
señalar el carácter decididamente descriptivo de ta
nuestro trabajo. Y desde este punto de vista, entonces, me
sí es posible destacar la relevancia del contexto nte
socio-económico en que se produce la ine
modernización cultural e intelectual del continente. Sin fic
entrar a discutir sus méritos intrínsecos, la az
reconstrucción de la historia contemporánea de pa
América Latina que se elaboró a la sombra de las ra
interpretaciones de la teoría de la dependencia en los da
años 60 y 70, proporciona un marco de referencia r
histórico-social adecuado a nuestra lectura del proceso cu
intelectual y, en general, de la formación de la cultura ent
moderna del continente. a
de
C. El empleo, pues, del término
fe
"modernización" referido tanto al proceso socio-

económico como el cultural e intelectual no indica la
me
postulación de algún tipo de determinismo causal entre
no
ambas esferas>Para volver sobre la historiografía
s
dependentista, señalaremos que en ella la correlación
pu
entre ambas esferas no se establece sino en términos
nt
genéricos en la periodización de la historia
ual
latinoamericana contemporánea que propone, por
es
ejemplo, Tulio Halperin Donghi1. La dimensión macro de
como, por ejemplo, la significación que tuvo la llamada
Escuela de Recife para la cultura brasileña de la
segunda mitad del XIX; o el peso que adquirió el
desarrollo del periodismo en la vida cultural en todo
el continente en ese mismo final de siglo; o el
surgimiento y significación de los vanguardismos de
los años veinte y las singularidades que adoptan en cada
región.
índice

Prólogo...................................................................
11

1................................................................................El modernismo como épo


15
2...............................................................................Fin de Siglo: cultura y soc
47
3. La ciudad como sujeto de la modernización
cultural

1................................................................................La modernización y el fun


intelectual................................................................................77
4.1. Figuras de la modernización intelectual...........................
78
4.1.1. La tardía ilustración latinoamericana...........
81
4.1.2. Masas urbanas de fin de siglo.......................
95
4.1.3. Politización del substrato cultural................
106

5. Epílogo "Situación de la pregunta por


América Latina" 127

6................................................................................Bibliografía
143
conflicto
capitalis
la mo
Esta úl
de
progresi
proletar
bien i
principa
por lo
inmigran
radicaro
capitales
ntre Entre tanto, es indispensable hacer presente la interpretación delportuari
proce
económico general para dar cuenta del carácter global de las muy pro
desencadenó la modernización en todos los niveles de la sociedad latinoamericana
crecimie
particularmente en lo que respecta a sus sociedades urbanas, entendidas aquí
criolla.
com
sujetos principales de los reajustes en el plano del funcionamiento cultural
social
y deen
producción intelectual.
En efecto, bajo la noción de modernización se hace referencia a los
cambios profundos en el funcionamiento y composición de las sociedades
del siglo XIX. Entre otros, al surgimiento de nuevos sectores sociales impulsados
1
por el nuevo carácter de la actividad económica y la intensidad de la misma, su
3
transformación en grandes centros cosmopolitas que pronto pasaron a liderizar el
proceso modernizador, inéditos conflictos sociales en los que se verifica tanto el
grado de deterioro de la antigua estructura social como los avances en
el^bjjrguesanjiientojde la nueva sociedad, etc.
Estos cambios acarrearon mudanzas radicales en el campo cultural,
señalizadas principalmente por una intensa renovación de las ideas y
concepciones, donde encontró expresión privilegiada el enfriamiento entre
nuevos sectores sociales y la sociedad tradicional. El más notable entre ellos estuvo
representado por la recepción del positivismo y el cientificismo que actuaron como
ideologías de punta en el ascenso de las burguesías y en el proceso de suplantación
de los antiguos valores. Tuvo lugar también el ingreso de nuevas doctrinas políticas
y filosóficas que desempeñarán un papel fundamental en el presente siglo. El
anarquismo, el socialismo, el marxismo, pero también el fascismo y una variada
gama de ideologías derechistas compitieron en la interpretación de las
sociedades Mnoamericanas y en la resolución política de sus conflictos
fundamentales. Su asimilación es indicativa del desarrollo alcanzado por los
alc
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cul
tur
a
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na,
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el
fin
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del
sig
lo
ha
en las nuevas doctrinas una justificación a su resistencia brá
y rebeldía; actitud a la que no tardarían en adherirse los su
sectores medios radicalizados. per
En ese ámbito se sitúa el notable desarrollo ad
o
en dinamismo y significación, desde el punto de vista del
'
proceso en curso, a las culturas tradicionalistas de
rasgos predominantemente rurales que habían
permanecido sin contestación hasta ese momento,
afianzada en el poder de la Iglesia y en el rígido
funcionamiento jerárquico de la sociedad tradicional. En
el nuevo marco proporcionado por la cultura urbana se
inscribió la renovación ideológica antes aludida. Y
desde el punto de vista del desarrollo de la literatura,
será en su seno donde se produzcan, como una
genuina expresión suya, las renovaciones de la
consciencia estética que la van a caracterizar en el
período. En aglomerada sucesión y como si fuesen un
signo del barroquismo que no erradicó totalmente la
modernización en marcharla consciencia artística
latinoamericana pasó del realismo y el naturalismo al
parnasianismo y el simbolismo y, de estos últimos, a la
renovación vanguardista de la década de 1920 en su
doble vertiente, regionalista y cosmopolita?Y en la
misma esfera artístico-literaria, será también
acompañando al proceso modernizador que tendrá
lugar el surgimiento de la moderna crítica literaria en el
continente, primero vinculada estrechamente al
periodismo que la acogió como parte del noticiario
social, adquiriendo luego la autonomía y
representatividad de que gozó durante toda la primera
mitad del presente siglo, diversificando sus vías de
desarrollo a través de las revistas que procuraban un
mayor grado de especialización o bien, en sus
expresiones de mayor aliento, a través del libro.

Notas H
i
1. Halperin Doneghi, Julio:
s
toria Contemporánea de cultu
América Latina. Madrid, Alianza ra;
1971. sus
pará

14 metr
os
son
los
de la
Mod
ernid
ad
occi
dent
al en
la
que
se
inscr
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natur
alme
nte,
con
rasgo
1. EL MODERNISMO COMO s
ÉPOCA CULTURAL propi

El modernismo no constituye un episodio os.

meramente literario de la historia intelectual de E

Hispanoamérica. Así como tampoco es un episodio l

meramente americano -e incluso hispánico- de la estud

occidentalidad decimonónica. Esto significa que su ámbito, io

por una parte, trasciende los del

•r.ítes específicos de las manifestaciones poéticas y mod

narrativas en general para penetrar en los niveles más hondos ernis

de la vida espiritual de su época 'a religión, las ciencias, las mo

costumbres, la vida social y política, pero también las hispa

expectativas y la autoconsciencia de los hombres) y, por otra noa

parte, su escenario es global y relativo al tiempo de una meri


cano, consecuentemente, no puede realizarse hoy al margen
de la idea de Modernidad ni del debate contemporáneo en
torno a ella. Ese debate, tal vez convenga señalarlo desde
ahora, ha arrojado como una de sus consecuencias más
notorias una generalizada sensación de ¡ncertidumbre
originada en el hecho de que aquellos rasgos que hasta ahora
habían permitido definir la modernidad y manejar su
concepto, dan fundamento ahora a la idea de su superación. El
resultado de ese debate en términos culturales ha consistido en
una aguda conciencia de la crisis de la epísteme y tos valores
modernos que, tal vez, a la larga, no exprese otra cosa que
una crisis universal del espíritu con n'tidas manifestaciones
en el arte, la ciencia, la religión, la política, que
gradualmente invade todos tos demás aspectos de la vida de
la cultura,

15

p
ara
decir
lo en
los términos con que Federico de Onís trató, en 1935, de dentr
caracterizar el advenimiento de la Modernidad o de
hispanoamericana de fines del XIX. la
Por otra parte, la emergencia de la modernidad conti
tampoco fue global y -unitaria; vale decir, abstracta y nuid
homogénea. Fue, más bien, tanto relativa al estado y la ad
peculiaridad de los distintos campos de la actividad intelectual, del
como a la situación histórica de las configuraciones socio- proc
culturales sobre las que se expandió su influencia. Por eso es eso
legítimo hablar de una modernidad de la consciencia artística intel
y literaria del XIX europeo (sin que ello signifique dividir la ectua
actividad espiritual en compartimientos estancos) tanto l,
como preguntarnos por su manifestación concreta en el puest
ámbito de la cultura hispánica y aún por su cristalización o
latinoamericana en la periferia del capitalismo en expansión. que
Cierto que la situación periférica del continente respecto a los las
países centrales europeos donde la Modernidad cristalizó ruptu
con mayor intensidad (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia), ras
sin duda introduce variaciones significativas originadas en el son
entronque del movimiento con la dinámica de la tradición tamb
cultural propia (como, por lo demás, también ocurrió en el ién
resto de los países europeos). Pero sería absurdo concluir de super
esa eventual particularidad la exclusión del continente del vive
movimiento general de renovación de la cultura occidental. ncias
También lo sería disolverlos en ese movimiento, anular sus y
diferencias y desvirtuar su naturaleza como configuraciones asimi
históricas autónomas. lació
Si la modernidad no fue un evento único que se n
irradió desde un centro sobre un ámbito geo-político selec
determinado; si no fue un mero fenómeno de contaminación, sino tiva
un movimiento generalizado y desigual de renovación e, incluso, del
homogeneización de la cultura que no es independiente, antes pasa
al contrario, de la intensidad alcanzada por los procesos do;
económicos y sociales en el sentido de su incorporación a la exam
racionalidad capitalista desde donde accedió a las esferas inar
más elevadas del espíritu para manifestarse como crisis, su
ruptura y definición de nuevos horizontes, entonces es posible y entro
necesario hablar de una Modernidad Latinoamericana y nque
acometer su descripción. Establecer sus núcleos de ruptura con
el proyecto de incorporación a la cultura urbana en todo el
continente
16

com
o
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socie
dad
tradi
cion
al
que
esa
cons
olida
ción
acarreó y con los conflictos de valores que ella colocó en com
elcentro de las preocupaciones de artistas y escritores, que o
hacia de ellos "habitantes de dos mundos", condición, por const
así decirlo, ontológica de pertenencia y exclusión que es atar
misamente lo que los define como modernos o modernistas. hasta
En efecto, la modernidad entre nosotros fue esencialmente qué
consciencia dilascerada de la propia situación espiritual, punt
crecimiento dentro de la escisión, como lo testiguan o la
sobradamente la obra y la vida de Darío, Martí, Rodó, alta
Gutiérrez Nájera, Asunción Silva, Blanco Fombona, José cultu
Antonio Ramos Sucre, Díaz Rodríguez, Horacio Quiroga. ra
conti
La producción teórica sobre el Modernismo
nent
Hispanoamericano tiende a ser ilimitada. Y, en gran parte,
al
repetitiva. Con esta observación no se pretende emitir un
habí
juicio negativo (que será injusto con la riqueza de tos
a
análisis y el esfuerzo teórico que el tema ha deparado) sino
avan
hacer una constatación de carácter general. En efecto, los
zado
estudios más recientes sobre el tema, y aún varios entre los
en el
más lúcidos que se ocuparon de él ya en la primera mitad del
cami
presente siglo -Federico de Onís o Pedro Henríquez Urena, para
no
mencionar sólo dos de los más sobresalientes-, han destacado
de la
insistentemente esa reiteración de los enfoques, la tenaz
insistencia en ciertos puntos de vista, el carácter
"competitivo" de gran número de trabajos eruditos
destinados a establecer antecedencias o primacías en el uso de
tal o cual tipo de verso entre los poetas (que en la práctica
no intentan sino alentar glorias literarias nacionales) cuando
no fijar cadenas de influencias con la intención de "explicar"
por esa vía peculiaridades estilísticas o tornar transparentes
pasajes oscuros de las obras. Por cierto que el saldo final que
arroja esa masa de estudios está lejos de ser negativo; antes
al contrario, ellos son responsables por haber establecido los
fundamentos de una minuciosa indagación filológica de la
producción literaria del período que, en primera instancia,
17
ha permitido corroborar irrefutablemente -si es que eso
continúa siendo necesario- la complejidad de tos canales de
aprovechamiento y asimilación transformadora de los
cánones de la producción literaria europea a través de la cual
tuvo lugar la renovación de las letras hispanoamericanas, así
liter
arios
la
hipó
tesis
de la
unid
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incl
uso,
indi
spe
nsa
ble
para
el
estu
dio
de
la
fase
mod
erni
sta
occidentalización de sus referencias literarias y definido su hisp
sentido como cultura moderna en relación al destino de la anoa
cultura europea. Esa constatación es importante, porque meri
ella permitió justificar con base en argumentos crítico-
cana y, en general, del fin-de-síécle latinoamericano.
Ese aprovechamiento residual de los estudios sobre el
Modernismo que llamaremos convencionales, posee,
entonces, una doble dirección. Por una parte, ellos tienden
un puente entre el Modernismo Hispánico (Hispanoamérica
y España) y la situación espiritual europea que caracteriza la
segunda mitad del siglo XIX, enfocándolo desde una
perspectiva unitaria y como manifestación particular de un
proceso más amplio de maduración y crisis de la cultura
moderna en occidente a la que se estaba incorporando la
América Latina. Y, por otra parte, permite constatar en el plano
literario la unidad del proceso de modernización a nivel
continental, así como detectar la peculiaridad de sus respuestas
a las transformaciones socio-económicas, políticas y culturales
que constituyen el entorno de la producción literaria en ese
período.
Este punto de vista, como se ve, presupone una
definición del ámbito de lo literario, la cual ha tenido como
escenario dentro de la crítica hispanoamericana la
renovación de los estudios sobre el Modernismo. En efecto,
si en términos generales -salvo algunas excepciones que no
por minoritarias son menos significativas- la crítica en
Hispanoamérica tendió a ver en el Modernismo la
cristalización de una estética e, incluso, una estricta escuela
literaria cuyo aporte más sobresaliente habría consistido en
la renovación del lenguaje literario (tanto en la prosa como en
el verso) a través de la asimilación de las poéticas europeas
del momento, para la comprobación de lo cual se valió (la
crítica) de los recursos teóricos que le proporcionó la vigorosa
tradición hispanogermánica de estudios filológicos (Marcelino
Menóndez y Pelayo, Dámaso Alonso y Amado Alonso desde
la Dirección del Centro de Estudios Filológicos de la
Universidad de Buenos Aires fueron, tal vez, los más
renombrados), concentrada en los aspectos restrictamente
textuales de las obras literarias, las nuevas perspectivas de
abordaje crítico coinciden en comprender el Modernismo en
términos que

18

trasci
ende
n
(sin
exclu
irlos)
las
pecul
iaridades textuales y los elementos de individuación
idiosincrática de los artistas, para aprender en las obras, no las
singularidades, sino las marcas que las vinculan al momento
general de la cultura moderna, a sus gestos de ruptura con el
pasado, y, en general, de crisis de los valores espirituales
occidentales tal como se manifestó en el abrumador fin de
siglo. Perspectiva, por to demás, tempranamente entrevista
por Juan Ramón Jiménez quien consideró el Modernismo
como un movimiento del espíritu y una configuración de la
cultura con el mismo rango y complejidad del Barroco o el
Romanticismo.
Visto desde este ángulo, si bien es cierto que los "rasgos
de estilo" y las peculiaridades formales de las obras siguen
teniendo un peso y una importancia insoslayables como
elementos de caracterización artística del período, salta a la
vista que en los nuevos enfoques esos rasgos son evaluados
en función de determinaciones más amplias de la vida del
espíritu, de trazos de cultura y de movimientos socio-culturales
más vastos. Y sobre todo resulta notoria la perspectiva de
unidad del período considerado, la cual no se compagina
enteramente con el anhelo exclusivista y diferenciadorque había
predominado hasta ya entrada la segunda mitad del siglo en
la producción crítica sobre el Modernismo. Lo que no quiere
decir que las diferencias carecerán en lo sucesivo de
importancia. Estas se conservan, y en medida y significación
tal vez más elevada; sólo que ahora con el contrapeso de una
consciencia más abarcante y en concordancia con el
movimiento general de la cultura latinoamericana del XIX (que
fue de apropiación e integración a la cultura occidental como
respuesta al asfixiante exclusivismo en que la mantuvieron las
metrópolis ibéricas). Particularidad que registrara el mismo
Rubén Darío al caracterizar el movimiento del cual fue
símbolo y síntesis: "Nuestro modernismo, si es que así puede
llamarse, nos va dando un puesto aparte, independiente de la
literatura castellana": lo que no opacó ni por un momento su
admiración por la cultura española y por la riqueza y libertad
de la poesía francesa.
A determinar los rasgos más marcantes y decisivos de
ese "puesto aparte" que dio a las letras continentales el
Modernismo, se ha consagrado gran parte de la importante
obra crítica del uruguayo Ángel Rama, quien, por otra parte,
no se encontró sólo en la tarea de definición del Modernismo
como "época cultural", con lo que supera, consecuentemente,
el restricto

19
se
incl
uye
en
un
senti
do
prec
iso:
"Yo
enfoque que lo reduce a una escuela literaria cuando no a una
soy
de las tantas olas contestatarias e irreverentes que proliferaron
un
en el continente en el fin del XIX. En efecto, como señala el
Mod
mismo Rama refiriéndose a los antecedentes de este nuevo
erni
enfoque, "esta ampliación del período modernista ha sido
sta
en buena parte la victoriosa campaña desarrollada por
tam
Manuel Pedro González (Nota en torno al modernismo,
bién
México, 1958; José Martí en el octogésimo aniversario
; yo
de la Iniciación modernista, 1962) e Iván Schulman
(Génesis del Modernismo: Martí Gutiérrez Nájera, Silva, pert
Casal, México, 1966). Esta revisión prácticamente no admite enez
discusión actualmente (a pesar de las objeciones de Juan co
Marinello, Ensayos Maníanos, La Habana, 1961) y se con
enmarca en la traslación de! concepto de Modernismo de toda
movimiento literario en época cultural que fue auspiciada por mi
Federico de Onís desde su Antología de la poesía española e alm
hispanoamericana, 1882-1931 (Madrid, 1934), por Juan a a
Ramón Jiménez en sus cursos y Ricardo Guitón en su estudio la
Direcciones del Modernismo, Madrid, 1963 y 1971". gran
reac
___^La forma como la época cultural modernista cristalizó
ción
en el seno de
que
las pseudo-rurales ciudades latinoamericanas de la segunda
da
mitad del XIX, alterando su dinámica y sumándose, al
cará
mismo tiempo, a los factores que aceleraban su
cter
transformación burguesa, pero también la forma como su
y
advenimiento alteró el plano de la producción simbólica y
sent
artístico-literaria en general, ha sido una de las constantes
ido
del nuevo enfoque teórico, que, más que en el terreno de la
a la
crítica literaria, se coloca en el de la crítica de la cultura
evol
latinoamericana.
ució
Ahora bien si ha de ser posible enfocar el estudio del n
Modernismo como una época cultural en el sentido en que del
la pensó originariamente Juan Ramón Jiménez, análoga al
Barroco o al Romanticismo por la intensidad y profundidad
de las transformaciones que tienen lugar con su 20
advenimiento, será indispensable explorar otras coordenadas
que expliciten y consoliden sus vínculos con "la crisis"
espiritual europea del XIX. En esa dirección se orienta el
siguiente texto de Rodó sobre Rubén Darío en el que intenta
una amplia caracterización de la transformación espiritual
que significó el movimiento Modernista en que él también
pens
amie
nto
en
las
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de
este
siglo
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o,
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cond
uce,
sin
desv
irtua
rlos
en lo
que
tiene
n de
fecu
ndos, a disolverse en concepciones más altas". Ser
"modernista" vendría a ser, pues, según esto, comprender el
mundo en sintonía con el "carácter y sentido" del pensamiento
del fin de siglo, acogerse a la sensibilidad del período y a la
experiencia del mundo que en él se gesta. A esas
intensidades, también estaría profundamente asociada la
poesía de Rubén Darío, hasta el punto de no ser, por ello
mismo, según el famoso dictamen de Rodó, "el poeta de
América" o soto serlo de una manera ambigua y
problemática según argumentos que colocarían a la América
Hispánica, con su carga de contradicciones, en una relación
contraria o bien al margen de la "gran reacción modernista".
Temores que no existían para el propio Darío, quien
desde las formas de la poesía y del idioma pensaba el
continente en perspectiva de ruptura con el pasado y de
renovación de su consciencia estética. El momento de ruptura
se cifraba para él en el "espíritu nuevo que hoy anima a un
pequeño pero triunfante grupo de escritores y poetas de la
América Española: el modernismo, (...) la libertad y el
vuelo, y el triunfo de lo bello sobre lo perceptivo en la prosa;
y la novedad en la poesía: dar color y vida, y aire y
flexibilidad al antiguo verso que sufría onquilosis entre
moldes de hierro". Libertad que Martí pensó desde el ángulo
de la crisis espiritual de los tiempos, a la que no escapó el
mundo americano con amplias implicaciones que afectaban no
sólo la sensibilidad y el abandono de tos cánones poéticos
tradicionales, sino el sentido todo de la tarea Intelectual y de
los parámetros del pensamiento en las condiciones de la
modernidad, como lo expuso lúcidamente en su prólogo al
Poema al Niágara, del venezolano Antonio Pérez Bonalde;
"ni líricos ni épicos pueden ser hoy con naturalidad y sosiego
los poetas; ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí
propio, como si fuera su propio ser el asunto único de cuya
existencia no tuviera dudas, o como si el problema de la vida
humana hubiera sido con tal valentía acometido y con tal ansia
investigado, que no cabe motivo mejor ni más estimulante, ni
más ocasionado a profundidad y grandeza que el estudio de
sí mismo". Lo que confirma una vez más el mismo Darío
cuando declara enfático: "mi poesía es mía en mí". Crisis de los
tiempos que Ángel Rama indagó bajo la perspectiva del
individualismo y el liberalismo propio

21
reali
stas
y
natu
ralist
as.
Muc
hos
de la época, entre los cuales se enmarcó el proceso de
mez
modernización em todo el continente, en su conocido
clan
libro Rubén Darío y el Modernismo (1970).
en
La amplia significación del fenómeno modernista su
y lo que sea tal ver su característica más señalada, la obra
expresó Federico de Onís en el prólogo a su Antología , en
de la Poesía española e Hispanoamericana (1935): may
"E Modernismo -escribe- es la forma hispánica de la or o
crisis universal de las letras y del espíritu que inicia men
hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había de or
manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política prop
y. gradualmente, en los demás aspectos de la vida orció
entera, con todos los caracteres, por tanto, de un n,
hondo cambio histórico cuyo proceso continúa hoy..." toda
Más recientemente, en 1953, De Onis insistió sobre el s o
tema poniendo de relieve el carácter heterogéneo y varia
abarcante y aún contradictorio deJ Modernismo s de
hispanoamericano, así como la clave para esta
comprender su originalidad respecto a su realización s
en Europa: "La reacción contra el siglo XIX, que en escu
Europa fue el carácter negativo que unió a los elas,
escritores en América es más imitación que con
realidad. Los modernistas hispanoamericanos algu
combaten, es verdad, el verbalismo, los lugares nas
comunes, el anquilosamiento, todos los defectos de de
la literatura inmediatamente anterior; pero no niegan ellas
el romanticismo - 'románticos somos, ¿Quién que es no com
es romántico?' (Darío)- ni el realismo y naturalismo, que o
va a continuar y dar sus mejores frutos pred
hispanoamericanos durante el período modernista y omi
después. Es decir, -y éste es un carácter esencial y nant
constante de la literatura americana al que ésta debe e...",
mucho de su originalidad y valor- que en ella y
coexisten, aún en los mismos autores, tendencias conc
literarias que en Europa fueron fases sucesivas luye:
incompatibles las unas con las otras; que el escritor "No
americano al afirmar y realizar algo nuevo no niega lo es,
anterior ni renuncia a ello, sino que lo integra en una por
superposición de épocas y escuelas que conviven lo
armónicamente en una unidad donde están vivos y tant
presentes todos los valores humanos del pasado. Así o, la
ocurre que los modernistas hispanoamericanos son al escu
mismo tiempo clásicos, parnasianos, simbolistas,
ela, sino la diversidad de escuelas, lo que caracteriza al

22

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