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América Latina
Agustín Martínez A.
Agradecimientos
Prólogo...................................................................
11
6................................................................................Bibliografía
143
conflicto
capitalis
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Esta úl
de
progresi
proletar
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principa
por lo
inmigran
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capitales
ntre Entre tanto, es indispensable hacer presente la interpretación delportuari
proce
económico general para dar cuenta del carácter global de las muy pro
desencadenó la modernización en todos los niveles de la sociedad latinoamericana
crecimie
particularmente en lo que respecta a sus sociedades urbanas, entendidas aquí
criolla.
com
sujetos principales de los reajustes en el plano del funcionamiento cultural
social
y deen
producción intelectual.
En efecto, bajo la noción de modernización se hace referencia a los
cambios profundos en el funcionamiento y composición de las sociedades
del siglo XIX. Entre otros, al surgimiento de nuevos sectores sociales impulsados
1
por el nuevo carácter de la actividad económica y la intensidad de la misma, su
3
transformación en grandes centros cosmopolitas que pronto pasaron a liderizar el
proceso modernizador, inéditos conflictos sociales en los que se verifica tanto el
grado de deterioro de la antigua estructura social como los avances en
el^bjjrguesanjiientojde la nueva sociedad, etc.
Estos cambios acarrearon mudanzas radicales en el campo cultural,
señalizadas principalmente por una intensa renovación de las ideas y
concepciones, donde encontró expresión privilegiada el enfriamiento entre
nuevos sectores sociales y la sociedad tradicional. El más notable entre ellos estuvo
representado por la recepción del positivismo y el cientificismo que actuaron como
ideologías de punta en el ascenso de las burguesías y en el proceso de suplantación
de los antiguos valores. Tuvo lugar también el ingreso de nuevas doctrinas políticas
y filosóficas que desempeñarán un papel fundamental en el presente siglo. El
anarquismo, el socialismo, el marxismo, pero también el fascismo y una variada
gama de ideologías derechistas compitieron en la interpretación de las
sociedades Mnoamericanas y en la resolución política de sus conflictos
fundamentales. Su asimilación es indicativa del desarrollo alcanzado por los
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en las nuevas doctrinas una justificación a su resistencia brá
y rebeldía; actitud a la que no tardarían en adherirse los su
sectores medios radicalizados. per
En ese ámbito se sitúa el notable desarrollo ad
o
en dinamismo y significación, desde el punto de vista del
'
proceso en curso, a las culturas tradicionalistas de
rasgos predominantemente rurales que habían
permanecido sin contestación hasta ese momento,
afianzada en el poder de la Iglesia y en el rígido
funcionamiento jerárquico de la sociedad tradicional. En
el nuevo marco proporcionado por la cultura urbana se
inscribió la renovación ideológica antes aludida. Y
desde el punto de vista del desarrollo de la literatura,
será en su seno donde se produzcan, como una
genuina expresión suya, las renovaciones de la
consciencia estética que la van a caracterizar en el
período. En aglomerada sucesión y como si fuesen un
signo del barroquismo que no erradicó totalmente la
modernización en marcharla consciencia artística
latinoamericana pasó del realismo y el naturalismo al
parnasianismo y el simbolismo y, de estos últimos, a la
renovación vanguardista de la década de 1920 en su
doble vertiente, regionalista y cosmopolita?Y en la
misma esfera artístico-literaria, será también
acompañando al proceso modernizador que tendrá
lugar el surgimiento de la moderna crítica literaria en el
continente, primero vinculada estrechamente al
periodismo que la acogió como parte del noticiario
social, adquiriendo luego la autonomía y
representatividad de que gozó durante toda la primera
mitad del presente siglo, diversificando sus vías de
desarrollo a través de las revistas que procuraban un
mayor grado de especialización o bien, en sus
expresiones de mayor aliento, a través del libro.
Notas H
i
1. Halperin Doneghi, Julio:
s
toria Contemporánea de cultu
América Latina. Madrid, Alianza ra;
1971. sus
pará
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1. EL MODERNISMO COMO s
ÉPOCA CULTURAL propi
15
p
ara
decir
lo en
los términos con que Federico de Onís trató, en 1935, de dentr
caracterizar el advenimiento de la Modernidad o de
hispanoamericana de fines del XIX. la
Por otra parte, la emergencia de la modernidad conti
tampoco fue global y -unitaria; vale decir, abstracta y nuid
homogénea. Fue, más bien, tanto relativa al estado y la ad
peculiaridad de los distintos campos de la actividad intelectual, del
como a la situación histórica de las configuraciones socio- proc
culturales sobre las que se expandió su influencia. Por eso es eso
legítimo hablar de una modernidad de la consciencia artística intel
y literaria del XIX europeo (sin que ello signifique dividir la ectua
actividad espiritual en compartimientos estancos) tanto l,
como preguntarnos por su manifestación concreta en el puest
ámbito de la cultura hispánica y aún por su cristalización o
latinoamericana en la periferia del capitalismo en expansión. que
Cierto que la situación periférica del continente respecto a los las
países centrales europeos donde la Modernidad cristalizó ruptu
con mayor intensidad (Francia, Inglaterra, Alemania, Italia), ras
sin duda introduce variaciones significativas originadas en el son
entronque del movimiento con la dinámica de la tradición tamb
cultural propia (como, por lo demás, también ocurrió en el ién
resto de los países europeos). Pero sería absurdo concluir de super
esa eventual particularidad la exclusión del continente del vive
movimiento general de renovación de la cultura occidental. ncias
También lo sería disolverlos en ese movimiento, anular sus y
diferencias y desvirtuar su naturaleza como configuraciones asimi
históricas autónomas. lació
Si la modernidad no fue un evento único que se n
irradió desde un centro sobre un ámbito geo-político selec
determinado; si no fue un mero fenómeno de contaminación, sino tiva
un movimiento generalizado y desigual de renovación e, incluso, del
homogeneización de la cultura que no es independiente, antes pasa
al contrario, de la intensidad alcanzada por los procesos do;
económicos y sociales en el sentido de su incorporación a la exam
racionalidad capitalista desde donde accedió a las esferas inar
más elevadas del espíritu para manifestarse como crisis, su
ruptura y definición de nuevos horizontes, entonces es posible y entro
necesario hablar de una Modernidad Latinoamericana y nque
acometer su descripción. Establecer sus núcleos de ruptura con
el proyecto de incorporación a la cultura urbana en todo el
continente
16
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acarreó y con los conflictos de valores que ella colocó en com
elcentro de las preocupaciones de artistas y escritores, que o
hacia de ellos "habitantes de dos mundos", condición, por const
así decirlo, ontológica de pertenencia y exclusión que es atar
misamente lo que los define como modernos o modernistas. hasta
En efecto, la modernidad entre nosotros fue esencialmente qué
consciencia dilascerada de la propia situación espiritual, punt
crecimiento dentro de la escisión, como lo testiguan o la
sobradamente la obra y la vida de Darío, Martí, Rodó, alta
Gutiérrez Nájera, Asunción Silva, Blanco Fombona, José cultu
Antonio Ramos Sucre, Díaz Rodríguez, Horacio Quiroga. ra
conti
La producción teórica sobre el Modernismo
nent
Hispanoamericano tiende a ser ilimitada. Y, en gran parte,
al
repetitiva. Con esta observación no se pretende emitir un
habí
juicio negativo (que será injusto con la riqueza de tos
a
análisis y el esfuerzo teórico que el tema ha deparado) sino
avan
hacer una constatación de carácter general. En efecto, los
zado
estudios más recientes sobre el tema, y aún varios entre los
en el
más lúcidos que se ocuparon de él ya en la primera mitad del
cami
presente siglo -Federico de Onís o Pedro Henríquez Urena, para
no
mencionar sólo dos de los más sobresalientes-, han destacado
de la
insistentemente esa reiteración de los enfoques, la tenaz
insistencia en ciertos puntos de vista, el carácter
"competitivo" de gran número de trabajos eruditos
destinados a establecer antecedencias o primacías en el uso de
tal o cual tipo de verso entre los poetas (que en la práctica
no intentan sino alentar glorias literarias nacionales) cuando
no fijar cadenas de influencias con la intención de "explicar"
por esa vía peculiaridades estilísticas o tornar transparentes
pasajes oscuros de las obras. Por cierto que el saldo final que
arroja esa masa de estudios está lejos de ser negativo; antes
al contrario, ellos son responsables por haber establecido los
fundamentos de una minuciosa indagación filológica de la
producción literaria del período que, en primera instancia,
17
ha permitido corroborar irrefutablemente -si es que eso
continúa siendo necesario- la complejidad de tos canales de
aprovechamiento y asimilación transformadora de los
cánones de la producción literaria europea a través de la cual
tuvo lugar la renovación de las letras hispanoamericanas, así
liter
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occidentalización de sus referencias literarias y definido su hisp
sentido como cultura moderna en relación al destino de la anoa
cultura europea. Esa constatación es importante, porque meri
ella permitió justificar con base en argumentos crítico-
cana y, en general, del fin-de-síécle latinoamericano.
Ese aprovechamiento residual de los estudios sobre el
Modernismo que llamaremos convencionales, posee,
entonces, una doble dirección. Por una parte, ellos tienden
un puente entre el Modernismo Hispánico (Hispanoamérica
y España) y la situación espiritual europea que caracteriza la
segunda mitad del siglo XIX, enfocándolo desde una
perspectiva unitaria y como manifestación particular de un
proceso más amplio de maduración y crisis de la cultura
moderna en occidente a la que se estaba incorporando la
América Latina. Y, por otra parte, permite constatar en el plano
literario la unidad del proceso de modernización a nivel
continental, así como detectar la peculiaridad de sus respuestas
a las transformaciones socio-económicas, políticas y culturales
que constituyen el entorno de la producción literaria en ese
período.
Este punto de vista, como se ve, presupone una
definición del ámbito de lo literario, la cual ha tenido como
escenario dentro de la crítica hispanoamericana la
renovación de los estudios sobre el Modernismo. En efecto,
si en términos generales -salvo algunas excepciones que no
por minoritarias son menos significativas- la crítica en
Hispanoamérica tendió a ver en el Modernismo la
cristalización de una estética e, incluso, una estricta escuela
literaria cuyo aporte más sobresaliente habría consistido en
la renovación del lenguaje literario (tanto en la prosa como en
el verso) a través de la asimilación de las poéticas europeas
del momento, para la comprobación de lo cual se valió (la
crítica) de los recursos teóricos que le proporcionó la vigorosa
tradición hispanogermánica de estudios filológicos (Marcelino
Menóndez y Pelayo, Dámaso Alonso y Amado Alonso desde
la Dirección del Centro de Estudios Filológicos de la
Universidad de Buenos Aires fueron, tal vez, los más
renombrados), concentrada en los aspectos restrictamente
textuales de las obras literarias, las nuevas perspectivas de
abordaje crítico coinciden en comprender el Modernismo en
términos que
18
trasci
ende
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(sin
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irlos)
las
pecul
iaridades textuales y los elementos de individuación
idiosincrática de los artistas, para aprender en las obras, no las
singularidades, sino las marcas que las vinculan al momento
general de la cultura moderna, a sus gestos de ruptura con el
pasado, y, en general, de crisis de los valores espirituales
occidentales tal como se manifestó en el abrumador fin de
siglo. Perspectiva, por to demás, tempranamente entrevista
por Juan Ramón Jiménez quien consideró el Modernismo
como un movimiento del espíritu y una configuración de la
cultura con el mismo rango y complejidad del Barroco o el
Romanticismo.
Visto desde este ángulo, si bien es cierto que los "rasgos
de estilo" y las peculiaridades formales de las obras siguen
teniendo un peso y una importancia insoslayables como
elementos de caracterización artística del período, salta a la
vista que en los nuevos enfoques esos rasgos son evaluados
en función de determinaciones más amplias de la vida del
espíritu, de trazos de cultura y de movimientos socio-culturales
más vastos. Y sobre todo resulta notoria la perspectiva de
unidad del período considerado, la cual no se compagina
enteramente con el anhelo exclusivista y diferenciadorque había
predominado hasta ya entrada la segunda mitad del siglo en
la producción crítica sobre el Modernismo. Lo que no quiere
decir que las diferencias carecerán en lo sucesivo de
importancia. Estas se conservan, y en medida y significación
tal vez más elevada; sólo que ahora con el contrapeso de una
consciencia más abarcante y en concordancia con el
movimiento general de la cultura latinoamericana del XIX (que
fue de apropiación e integración a la cultura occidental como
respuesta al asfixiante exclusivismo en que la mantuvieron las
metrópolis ibéricas). Particularidad que registrara el mismo
Rubén Darío al caracterizar el movimiento del cual fue
símbolo y síntesis: "Nuestro modernismo, si es que así puede
llamarse, nos va dando un puesto aparte, independiente de la
literatura castellana": lo que no opacó ni por un momento su
admiración por la cultura española y por la riqueza y libertad
de la poesía francesa.
A determinar los rasgos más marcantes y decisivos de
ese "puesto aparte" que dio a las letras continentales el
Modernismo, se ha consagrado gran parte de la importante
obra crítica del uruguayo Ángel Rama, quien, por otra parte,
no se encontró sólo en la tarea de definición del Modernismo
como "época cultural", con lo que supera, consecuentemente,
el restricto
19
se
incl
uye
en
un
senti
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iso:
"Yo
enfoque que lo reduce a una escuela literaria cuando no a una
soy
de las tantas olas contestatarias e irreverentes que proliferaron
un
en el continente en el fin del XIX. En efecto, como señala el
Mod
mismo Rama refiriéndose a los antecedentes de este nuevo
erni
enfoque, "esta ampliación del período modernista ha sido
sta
en buena parte la victoriosa campaña desarrollada por
tam
Manuel Pedro González (Nota en torno al modernismo,
bién
México, 1958; José Martí en el octogésimo aniversario
; yo
de la Iniciación modernista, 1962) e Iván Schulman
(Génesis del Modernismo: Martí Gutiérrez Nájera, Silva, pert
Casal, México, 1966). Esta revisión prácticamente no admite enez
discusión actualmente (a pesar de las objeciones de Juan co
Marinello, Ensayos Maníanos, La Habana, 1961) y se con
enmarca en la traslación de! concepto de Modernismo de toda
movimiento literario en época cultural que fue auspiciada por mi
Federico de Onís desde su Antología de la poesía española e alm
hispanoamericana, 1882-1931 (Madrid, 1934), por Juan a a
Ramón Jiménez en sus cursos y Ricardo Guitón en su estudio la
Direcciones del Modernismo, Madrid, 1963 y 1971". gran
reac
___^La forma como la época cultural modernista cristalizó
ción
en el seno de
que
las pseudo-rurales ciudades latinoamericanas de la segunda
da
mitad del XIX, alterando su dinámica y sumándose, al
cará
mismo tiempo, a los factores que aceleraban su
cter
transformación burguesa, pero también la forma como su
y
advenimiento alteró el plano de la producción simbólica y
sent
artístico-literaria en general, ha sido una de las constantes
ido
del nuevo enfoque teórico, que, más que en el terreno de la
a la
crítica literaria, se coloca en el de la crítica de la cultura
evol
latinoamericana.
ució
Ahora bien si ha de ser posible enfocar el estudio del n
Modernismo como una época cultural en el sentido en que del
la pensó originariamente Juan Ramón Jiménez, análoga al
Barroco o al Romanticismo por la intensidad y profundidad
de las transformaciones que tienen lugar con su 20
advenimiento, será indispensable explorar otras coordenadas
que expliciten y consoliden sus vínculos con "la crisis"
espiritual europea del XIX. En esa dirección se orienta el
siguiente texto de Rodó sobre Rubén Darío en el que intenta
una amplia caracterización de la transformación espiritual
que significó el movimiento Modernista en que él también
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ndos, a disolverse en concepciones más altas". Ser
"modernista" vendría a ser, pues, según esto, comprender el
mundo en sintonía con el "carácter y sentido" del pensamiento
del fin de siglo, acogerse a la sensibilidad del período y a la
experiencia del mundo que en él se gesta. A esas
intensidades, también estaría profundamente asociada la
poesía de Rubén Darío, hasta el punto de no ser, por ello
mismo, según el famoso dictamen de Rodó, "el poeta de
América" o soto serlo de una manera ambigua y
problemática según argumentos que colocarían a la América
Hispánica, con su carga de contradicciones, en una relación
contraria o bien al margen de la "gran reacción modernista".
Temores que no existían para el propio Darío, quien
desde las formas de la poesía y del idioma pensaba el
continente en perspectiva de ruptura con el pasado y de
renovación de su consciencia estética. El momento de ruptura
se cifraba para él en el "espíritu nuevo que hoy anima a un
pequeño pero triunfante grupo de escritores y poetas de la
América Española: el modernismo, (...) la libertad y el
vuelo, y el triunfo de lo bello sobre lo perceptivo en la prosa;
y la novedad en la poesía: dar color y vida, y aire y
flexibilidad al antiguo verso que sufría onquilosis entre
moldes de hierro". Libertad que Martí pensó desde el ángulo
de la crisis espiritual de los tiempos, a la que no escapó el
mundo americano con amplias implicaciones que afectaban no
sólo la sensibilidad y el abandono de tos cánones poéticos
tradicionales, sino el sentido todo de la tarea Intelectual y de
los parámetros del pensamiento en las condiciones de la
modernidad, como lo expuso lúcidamente en su prólogo al
Poema al Niágara, del venezolano Antonio Pérez Bonalde;
"ni líricos ni épicos pueden ser hoy con naturalidad y sosiego
los poetas; ni cabe más lírica que la que saca cada uno de sí
propio, como si fuera su propio ser el asunto único de cuya
existencia no tuviera dudas, o como si el problema de la vida
humana hubiera sido con tal valentía acometido y con tal ansia
investigado, que no cabe motivo mejor ni más estimulante, ni
más ocasionado a profundidad y grandeza que el estudio de
sí mismo". Lo que confirma una vez más el mismo Darío
cuando declara enfático: "mi poesía es mía en mí". Crisis de los
tiempos que Ángel Rama indagó bajo la perspectiva del
individualismo y el liberalismo propio
21
reali
stas
y
natu
ralist
as.
Muc
hos
de la época, entre los cuales se enmarcó el proceso de
mez
modernización em todo el continente, en su conocido
clan
libro Rubén Darío y el Modernismo (1970).
en
La amplia significación del fenómeno modernista su
y lo que sea tal ver su característica más señalada, la obra
expresó Federico de Onís en el prólogo a su Antología , en
de la Poesía española e Hispanoamericana (1935): may
"E Modernismo -escribe- es la forma hispánica de la or o
crisis universal de las letras y del espíritu que inicia men
hacia 1885 la disolución del siglo XIX y que se había de or
manifestar en el arte, la ciencia, la religión, la política prop
y. gradualmente, en los demás aspectos de la vida orció
entera, con todos los caracteres, por tanto, de un n,
hondo cambio histórico cuyo proceso continúa hoy..." toda
Más recientemente, en 1953, De Onis insistió sobre el s o
tema poniendo de relieve el carácter heterogéneo y varia
abarcante y aún contradictorio deJ Modernismo s de
hispanoamericano, así como la clave para esta
comprender su originalidad respecto a su realización s
en Europa: "La reacción contra el siglo XIX, que en escu
Europa fue el carácter negativo que unió a los elas,
escritores en América es más imitación que con
realidad. Los modernistas hispanoamericanos algu
combaten, es verdad, el verbalismo, los lugares nas
comunes, el anquilosamiento, todos los defectos de de
la literatura inmediatamente anterior; pero no niegan ellas
el romanticismo - 'románticos somos, ¿Quién que es no com
es romántico?' (Darío)- ni el realismo y naturalismo, que o
va a continuar y dar sus mejores frutos pred
hispanoamericanos durante el período modernista y omi
después. Es decir, -y éste es un carácter esencial y nant
constante de la literatura americana al que ésta debe e...",
mucho de su originalidad y valor- que en ella y
coexisten, aún en los mismos autores, tendencias conc
literarias que en Europa fueron fases sucesivas luye:
incompatibles las unas con las otras; que el escritor "No
americano al afirmar y realizar algo nuevo no niega lo es,
anterior ni renuncia a ello, sino que lo integra en una por
superposición de épocas y escuelas que conviven lo
armónicamente en una unidad donde están vivos y tant
presentes todos los valores humanos del pasado. Así o, la
ocurre que los modernistas hispanoamericanos son al escu
mismo tiempo clásicos, parnasianos, simbolistas,
ela, sino la diversidad de escuelas, lo que caracteriza al
22