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CUENTOS

INFANTILES
EL PASTORCITO MENTIROSO
• Había una vez un pastorcito que
cuidaba su rebaño en la cima de la
colina. Él se encontraba muy
aburrido y para divertirse se le
ocurrió hacerles una broma a los
aldeanos.
• Luego de respirar profundo, el pastorcito gritó:
• —¡Lobo, lobo! Hay un lobo que persigue las ovejas.
• Los aldeanos llegaron corriendo para ayudar al pastorcito y ahuyentar
al lobo. Pero al llegar a la cima de la colina no encontraron ningún
lobo. El pastorcito se echó a reír al ver sus rostros enojados.
• —No grites lobo, cuando no hay ningún lobo —dijeron los aldeanos y
se fueron enojados colina abajo.
• Luego de unas pocas horas, el pastorcito gritó nuevamente:
• —¡Lobo, lobo! El lobo está persiguiendo las ovejas.
• Los aldeanos corrieron nuevamente a auxiliarlo, pero al ver que no
había ningún lobo le dijeron al pastorcito con severidad:
• —No grites lobo cuando no hay ningún lobo, hazlo cuando en realidad
un lobo esté persiguiendo las ovejas.
• Pero el pastorcito seguía revolcándose de la risa mientras veía a los
aldeanos bajar la colina una vez más.
• Más tarde, el pastorcito vio a un lobo
cerca de su rebaño. Asustado, gritó tan
fuerte como pudo:
• —¡Lobo, lobo! El lobo persigue las
ovejas.
• Pero los aldeanos pensaron que él
estaba tratando de engañarlos de
nuevo, y esta vez no acudieron en su
ayuda. El pastorcito lloró
inconsolablemente mientras veía al
lobo huir con todas sus ovejas.
•Al atardecer, el pastorcito regresó
a la aldea y les dijo a todos:
•—El lobo apareció en la colina y
ha escapado con todas mis ovejas.
¿Por qué no quisieron ayudarme?
•Entonces los aldeanos
respondieron:
•—Te hubiéramos ayudado, así
como lo hicimos antes; pero nadie
cree en un mentiroso incluso
cuando dice la verdad.

FIN
EL MOSQUITO Y EL TORO

• Un toro, enorme y robusto, que pastaba en la pradera chicoteando la cola por sobre su lomo, dijo, mirando
las cristalinas aguas de un riachuelo:
• —El día es caluroso. ¡Qué bien me caería un refrescante baño en la limpia corriente!
• Mientras estaba recostado en el remanso, un mosquito se posó en un cuerno y con su aguda trompeta le
dijo:
• —Perdona, caballero, si me coloco aquí para gozar de la fresca brisa; pero, si te causo molestia, avísame
para irme a aquel roble que tendrá más paciencia para soportarme.
• El toro, sin poder disimular su desprecio, contestó:
• —Igual me da que te vayas o te quedes; pues si no te sentí cuando llegaste, menos será cuando te vayas.
EL LEON Y EL MOSQUITO

• Un león descansaba bajo la sombra de un frondoso árbol cuando un mosquito pasó zumbando a su alrededor. Enfurecido,
el león le dijo al mosquito:
• —¿Cómo te atreves a acercarte tanto? Vete, o te destruiré con mis garras.
• Sin embargo, el mosquito era muy jactancioso y conocía bien sus propias habilidades y las ventajas de su diminuto tamaño.
• —¡No te tengo miedo! —exclamó el mosquito—. Puedes ser mucho más fuerte que yo, pero tus afilados dientes y garras no
me harán el menor daño. Para comprobarlo, te desafío a un combate.
• En ese momento, el mosquito atacó al león picándolo en la nariz, las orejas y la cola. El león, aún más enfurecido a causa del
dolor, intentó atrapar al mosquito, pero terminó lastimándose gravemente con sus garras.
• Lleno de orgullo, el mosquito comenzó a volar sin mirar hacia a donde iba. Fue de esta manera que tropezó con una
telaraña y quedó atrapado entre los hilos de seda. Entonces, se dijo entre lamentos:
• – Qué triste es mi final; vencer al rey de todas las bestias y acabar devorado por una insignificante araña.
EL LOBO
Y LA
GRULLA
• Un día como cualquier otro,
un joven y fornido lobo sintió
cómo su garganta se atoraba
con el pequeño hueso de una
de sus presas. Viéndose en la
más precaria situación,
comenzó a aullar con lo poco
que le quedaba de aliento:
• —¡Socorro, auxilio! Ayúdame
y serás recompensado.
• Los animales del bosque ignoraron
las palabras del lobo ya que todos
sabían que él no era de fiar. Sin
embargo, una grulla incauta que
caminaba por ahí escuchó sus
lamentos y decidió ayudarlo. Con su
largo y delgado pico, entró en la
garganta del lobo y luego de haber
extraído el hueso, exigió el pago
prometido. Sin embargo, el lobo
sonriendo y rechinando sus dientes,
exclamó:
• —¿Qué es lo que me pides? Te
aseguro que ya tienes la recompensa
que te mereces al haber metido tu
cabeza en la boca de un lobo y haber
seguido con vida.
FIN
NARRACIÓN: CUCHIMBO LAINES CAROLINA
ELIZABETH

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