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Homo œconomicus

Hombre económico, en latín


Es el concepto utilizado en la escuela neoclásica
de economía para modelizar el comportamiento
humano.
Esta representación teórica se comportaría de
forma racional ante estímulos económicos siendo
capaz de procesar adecuadamente la información
que conoce, y actuar en consecuencia.
La economía política no trata la totalidad de la
naturaleza del hombre, modificada por el
estado social, ni toda la conducta del hombre
en sociedad. Se refiere a él sólo como un ser
que desea poseer riqueza, y que es capaz de
comparar la eficacia de los medios para la
obtención de ese fin.​Mill, John Stuart.
El término hombre económico fue utilizado por
primera vez en el siglo XIX por los críticos de la obra
de John Stuart Mill sobre economía política.
Mill escribe que lo que él propone es «una
definición arbitraria del hombre como un ser que,
inevitablemente, hace aquello con lo cual puede
obtener la mayor cantidad de cosas necesarias,
comodidades y lujos, con la menor cantidad de
trabajo y abnegación física con las que éstas se
pueden obtener».
• Aunque el término no se usó hasta el siglo XIX, se asocia a
menudo con las ideas de pensadores del siglo XVIII como Adam
Smith y David Ricardo. En La riqueza de las naciones, Smith
escribió:

No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del


panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de
su propio interés.
Esto sugiere el mismo tipo de individuo de
racionalidad interesada y reacio al trabajo que Mill
propone (aunque Smith afirmase que los individuos
tienen interés por el bienestar de los demás, en 
Teoría de los sentimientos morales).
Aristóteles discute sobre la naturaleza del interés
en Política (Libro II, Parte V):
Por lo demás, es poco cuanto se diga de lo gratos que son la idea
y el sentimiento de la propiedad. El amor propio, que todos
poseemos, no es un sentimiento reprensible; es un sentimiento
completamente natural, lo cual no impide que se combata con
razón el egoísmo, que no es ya este mismo sentimiento, sino un
exceso culpable; a la manera que se censura la avaricia, si bien es
cosa natural, si puede decirse así, que todos los hombres aprecien
el dinero. Es un verdadero encanto el favorecer y socorrer a los
amigos, a los huéspedes, a los compañeros, y esta satisfacción
sólo nos la puede proporcionar la propiedad individual.
Una ola de economistas a finales del siglo XIX (Francis
Edgeworth, William Stanley Jevons, Léon Walras y
Vilfredo Pareto) construyeron modelos matemáticos con
estos supuestos. En el siglo XX, la teoría de la elección
racional de Lionel Robbins llegó a dominar la teoría
económica y el término «hombre económico» adquirió
un significado más específico; el de una persona que
actúa racionalmente teniendo conocimiento completo
por su propio interés y deseo de riqueza.
El uso de la forma latina se remonta, según
Persky,1​ a Pareto (1906)3​ aunque Persky señala
que su uso puede ser anterior.
Homo economicus es un término que define una aproximación o 
modelo del Homo sapiens, como ente que actúa para alcanzar el
bienestar más alto posible dada la información disponible sobre
oportunidades y restricciones, tanto naturales como
institucionales, y teniendo en cuenta su capacidad para lograr
unos objetivos predeterminados.4​ Este enfoque se ha
formalizado en algunos modelos de las ciencias sociales,
particularmente en economía.
Homo economicus se considera racional en el sentido
que el bienestar, tal como se define en la función de
utilidad, es optimizado según las oportunidades
percibidas. Es decir, el individuo trata de alcanzar
objetivos muy específicos y predeterminados en la
mayor medida posible con el menor coste posible.
Sólo aplicaciones ingenuas del modelo homo
economicus suponen que esta persona hipotética
sabe lo que es mejor a largo plazo para su salud
mental y física y puede asegurarse que tomará
siempre la decisión más correcta para sí mismo.
Véase teoría de la elección racional y las 
expectativas racionales para una ampliación sobre el
tema.
CRÍTICAS
Ludwig von Mises de la Escuela Austríaca de Economía
 señala que el modelo Homo economicus es aplicable al
empresario, que busca obtener el mayor beneficio posible,
pero no al consumidor o al acto de gastar ya que no se
puede comprender siguiendo esos principios que los
consumidores elijan el mejor producto ante otro más
barato si los dos tienen la misma utilidad «objetiva» o que
gastemos más de lo mínimo necesario para la mera
subsistencia física.
Homo economicus basa sus decisiones
considerando su propia función de utilidad
personal.
Los supuestos del Homo economicus han sido criticados no solo por
economistas sobre la base de argumentos lógicos, sino también por razones
empíricas hechas en comparaciones interculturales. Antropólogos
economistas como Marshall Sahlins,5​ Karl Polanyi,6​ Marcel Mauss7​ o 
Maurice Godelier8​ han demostrado que en sociedades tradicionales, las
elecciones que la gente hace en materia de producción e intercambio de
bienes siguen patrones de reciprocidad que difieren considerablemente de lo
que el modelo del "homo economicus" postula. Estos sistemas se han
denominado economía del regalo en vez de economía de mercado.
Los economistas Thorstein Veblen, John Maynard Keynes, Herbert
Simon critican el concepto de Homo economicus por ser un actor
con demasiada comprensión de macroeconomía y previsión
económica a la hora de tomar decisiones. Hacen hincapié en la 
incertidumbre y la racionalidad limitada cuando se toman
decisiones económicas, en lugar de confiar en que el hombre
racional esté plenamente informado de todas las circunstancias
que afectan a sus decisiones. Argumentan que el conocimiento
perfecto no existe, lo que significa que toda actividad económica
implica riesgo.

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