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El Sábado y El Sello de Dios
El Sábado y El Sello de Dios
Dios
El Sábado y el Sello de Dios
“Es como si Dios razonase así de los otros nueve mandamientos: Les he dado mi ley.
La he escrito en sus corazones; está grabada en toda fibra de su ser. Conocen
instintivamente lo que es bueno y lo que es malo. Su propia conciencia les atestigua la
veracidad de mi ley. Sin embargo, falta una cosa. La ley es tan clara, y es tan evidente
para todos que estos mandamientos básicos son necesarios para la existencia, la paz y
la vida, que los hombres podrían no aceptarlos como de origen divino (Andreasen,
1942).
El Sábado y el Sello de Dios
Algunos contenderán que los nueve mandamientos son tan vitales y evidentes que sin
ayuda de ninguna dirección divina, el pueblo, de por sí, habría de poder hacer una ley
comparable a la mía. Se jactarán de que, con el transcurso de los siglos, los hombres
han llegado por la experiencia a la conclusión de que no es bueno robar ni mentir ni
matar, y han desarrollado leyes apropiadas acerca de estos asuntos, y que estas leyes
no son de origen divino, sino el resultado del experimento humano y que están
definidamente entretejidas con la vida de la especie humana. Mostrarán con aplomo las
tribus y razas que durante siglos han estado separadas de la civilización, y que sin
embargo tienen reglas que cubren muchos puntos de la ley. Sostendrán que esta es una
prueba de que el hombre, sin ayuda de poder alguno, puede duplicar mi ley.
Asegurarán que la ley no es de origen divino, que los hombres están simplemente
siguiendo una ley que su propia experiencia les enseña que es buena para beneficio de
la humanidad (Andreasen, 1942).
El Sábado y el Sello de Dios
“Dios continúa: Haré una provisión en mi ley que no esté basada en la
ley elemental o natural; que no tenga correspondencia en la naturaleza.
Será una orden definida, y de ella no podrán hallar razón alguna fuera de
mi orden. El hombre puede hallar una razón que justifique los demás
mandamientos. Apelan a su buen sentido. Pero este mandamiento no
tendrá otra razón que mi palabra. Si lo obedecen, me obedecen a mí. Si
lo rechazan, me rechazan a mí. Haré de este mandamiento una prueba,
una señal. Haré de él una prueba de si quieren guardar mi ley o no. Haré
de él una señal de que yo soy Dios (Andreasen, 1942).
El Sábado y el Sello de Dios