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Hace miles de años había un hombre muy justo y bueno, descendiendo de Abraham, el cual se llamaba Jacob.

Él había llegado a tener trece hijos, a los cuales quería con toda su alma. Su favorito sin embargo era el menor de todos, llamado José. Él era un joven muy alegre y que tenía el don de los sueños. Cuando se padre se dio cuenta de ello, decidió hacerle un heinterpretar rmoso regalo. Hizo que le tejieran una bonita túnica que tenía
todos los colores del arcoiris. Al darse cuenta de esto, sus hermanos sintieron mucho remordimiento contra él y empezaron a odiarlo. Las cosas empeoraron cuando un día, José les contó dos sueños que había tenido. ----En ambos vi como todos ustedes se inclinaban ante mí —dijo, sin afán de molestarlos, pues él siempre hablaba con la verdad. No obstante, los muchachos se sintieron enfurecer con esta información y pensaron que
José se estaba volviendo muy arrogante. Como ya no soportaban ver todas las atenciones que su padre tenía con él, empezaron a buscar una manera de quitarlo del camino. Mientras todos se encontraban cuidando las ovejas de su padre, uno de ellos sugirió que lo mataran. —No, no podemos hacer eso —dijo Rubén, el mayor de los trece—, hay que arrojarlo en el pozo de agua, que está seco. Ya pensaremos que hacer con él. Y dicho y
hecho, José fue arrojado a lo más profundo del pozo hasta que la noche cayó. Por más que gritó y pidió ayuda para que los otros lo sacaran, todos sus lamentos fueron ignorados y pronto se cansó de llamarlos. Se sentó pues en un rincón del pozo.
Al rato regresaron sus hermanos con unos ismaelitas a los que se habían encontrado en el camino, los cuales habían aceptado darles veinte monedas de plata a cambio de su hermano, quien fue llevado como esclavo a Egipto. ¡Qué trato tan cruel por parte de su propia sangre!
Los hermanos de José tomaron la túnica de colores que se había quedado en el pozo. Mataron a un carnero y la rasgaron, empapándola en la sangre del animal para engañar a su padre.
—Cuando estábamos cuidando a las ovejas, una bestia apareció y embistió a José matándolo al instante —le contaron, mostrándole las vestiduras ensangrentadas—, no pudimos hacer nada para salvarlo. Lo único que nos quedó de él, fue la túnica que con tanto cariño mandaste hacer para él. Cuando Jacob vio la túnica de José, se puso a llorar amargamente, lamentándose por no haberlo protegido mejor. Al verlo tan mal, el resto de sus
hijos sintieron cierto remordimiento pero ya era demasiado tarde. José iba de camino a Egipto para servir a un hombre muy poderoso. Él aun no lo sabía, pero Dios tenía un plan para él y en esa tierra, encontraría el destino con el que tanto había estado soñando.

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