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Serie: El Mesías

Mesías en el Antiguo Testamento

¿Por qué Los Judíos


Rechazaron a Jesús
Como Mesías?
(Lamentaciones 4:20)
En el post pasado donde hablamos sobre la
etimología de la Palabra Mesías ya habíamos dicho
que su significado era “Ungido”, en el Antiguo
Testamento esta Palabra adquiere varios
significados, uno es cuando se pone como Mesías a
un Sacerdote (Éxodo 28:41) y otro cuando se pone
como Mesías a un Rey (2 Reyes 9:3)
independientemente cuál fuera el cargo o la persona,
el Ungido era alguien que se proclamaba como
Mesías por el respaldo de Dios, incluso podemos ver
que Dios en sus Propósitos puso a un Rey Pagano
como Mesías:
Así dice Jehová a su ungido, a Ciro, al cual tomé yo
por su mano derecha, para sujetar naciones delante
de él y desatar lomos de reyes; para abrir delante de
él puertas, y las puertas no se cerrarán: (Isaías
45:1)

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El ungido en el Antiguo Testamento era una
persona que tenía un cargo como embajador de
Dios dentro del pueblo de Israel como el caso de
Eliseo “[…] y a Eliseo hijo de Safat, de Abel-
mehola, ungirás para que sea profeta en tu
lugar.” (1 Reyes 19:16) y digo embajador porque la
Palabra Profeta en esta caso atribuida a Eliseo
viene del Hebreo Naví que significa “Aquel que
es llamado a hablar por parte de Dios”. Se
cree que los ungidos como profetas (Como
Eliseo) tenían un privilegio que nadie tenían en
los tiempos Bíblicos de Israel, ese privilegio era
el tener el espíritu de Dios morando activamente
en ellos (1 Reyes 19:16)

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Reyes de Israel como Saúl, David y Salomón fueron
ovacionados por el pueblo como Mesías de Jehová (1
Samuel 9:1617; 10:1; 1 Samuel 16:6;13; 1 Reyes 1:39)
Genealógicamente y por el pacto que Dios hizo con
su siervo David, toda descendencia que proviniera de
él, sería reconocida por el pueblo como ungido por
parte del Señor (2 Samuel 22:51; 2 Reyes 11:12; Salmos
84:9). Al ser puesto como Mesías en el cargo de rey,
todo el pueblo tenía que jurar lealtad y respeto por el
ungido de Dios, y hacer algo en contra del Mesías
como lo hizo aquel Amalecita que mato al rey Saúl
tendría consecuencias muy graves (2 Samuel 1:10-15)
porque al ungido independientemente como hubiese
sido (Malo o Bueno) no se le podía hacer daño. “No
toquéis, dijo, a mis ungidos, Ni hagáis mal a mis
profetas” (Salmos 105:15)

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Los Mesías en el cargo de Rey eran considerados
un hijo divino de Dios, representante del Señor
en la tierra y si confabulaban contra él, estarían
entonces también confabulando contra Dios
(Salmos 2:2-7) el favor de Dios y su protección
hacían parte de los privilegios que tenía el Rey
Ungido (Salmos 18:50) pero también tendría sus
reprensiones (2 Samuel 7:14). El pueblo entero
estaba obligado a orar por él “Mira, oh Dios,
escudo nuestro, Y pon los ojos en el rostro de tu
ungido.” (Salmos 84:9)
Sin duda alguna el Rey ungido por Jehová era un
hombre con grandes privilegios y con una
autoridad tremenda delante del pueblo de Dios.

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Pero toda esa autoridad, reverencia y respeto por el
Ungido como rey se vio manchada en una época
muy oscura del pueblo de Israel, hablo de la época
cuando cayó Jerusalén en el 586 a.C. El profeta
Jeremías escribe lo siguiente cuando el rey ungido
fue llevado como prisionero: “Atraparon a nuestro
rey, el consagrado por el SEÑOR y que era para
nosotros como el aire que respiramos. Nosotros
creíamos que nuestro rey nos protegería de todas
las naciones.” (Lamentaciones 4:20 PDT) Luego de la
caída de Jerusalén y al ver la humillación que había
sufrido su rey no creerían más en él como Ungido,
porque el pueblo sentía que Dios lo había
despreciado y por consiguiente todo el pueblo
tendría que depreciarlo también
(Salmos 89:38;51)

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Después de la humillación de su rey y la liberación
por parte de Ciro, el pueblo Judío citaba mucho Los
Salmos 17 y 18 (más el 18) donde se hablaba del
ungido de David, el Mesías esperado, este ungido
más que un rey para el pueblo tendría que ser un
guerrero de Dios, un guerrero que fuera su escudo,
un guerrero que fuera su salvación (Salmos 17:2) Un
guerrero que bajara del cielo cabalgando sobre
querubines (Salmos 18:10) y que hiriera a los
enemigos del pueblo de Israel con flechas y los
ahuyentara con truenos escandalosos (Salmos 18:14),
ese era el Mesías que el pueblo de Israel estaba
esperando por mucho tiempo, un Mesías que los
librara del yugo romano y que los llevaría a ser la
nación más poderoso del mundo.

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Esta visión del Mesías que tenían tantos Judíos en
la época de Jesucristo fue uno de los tantos
motivos por el cual Jesús fue rechazo por el
pueblo, porque Jesús no entraría a Jerusalén
montado en un Caballo semental rodeado de
ángeles Querubines No!, Él entraría
humildemente montando en un pequeño asno
(Mateo 21:5-7) Él no vendría a matar a los romanos,
Él vino a hablar de amor y en muchos casos
poner la otra mejilla cuando fuera agredido (Mateo
5:39), Él no vino a darnos protección terrenal (2
Timoteo 3:12) Él vino a darnos protección espiritual
(Juan 10:28), Él no vino a salvarnos de nuestros
enemigos, Él vino a salvarnos de nuestros
pecados y de la condenación eterna. (Juan 5:24)

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Ver al Rey ungido de Dios colgado en una Cruz y
humillado de una forma vil, hizo que más Judíos
sintieran repudio por él, pues como este iba a ser el
ungido de Dios si el mismo Dios lo había
abandonado (Mateo 27:46) como este que
supuestamente liberaría al pueblo de Israel del
yugo romano estaba siendo traspasado con una
lanza por uno de sus soldados (Juan 19:34). El
problema del pueblo Judío de ese tiempo y de los
actuales que hoy siguen rechazando a Jesús como
el Cristo es que nunca entendieron aquellas
Palabras de Él cuando dijo: Mi reino no es de este
mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis
servidores pelearían para que yo no fuera
entregado a los judíos; pero mi reino no es de
aquí. (Juan 18:36)

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Los judíos querían y hoy siguen queriendo un
rey y un reino terrenal, pero con Jesús
nosotros tenemos mucho más, tenemos un
Rey y un Reino eternal
• En la casa de mi Padre muchas moradas
hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
(Juan 14:2)
• El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo
grandes voces en el cielo, que decían: Los
reinos del mundo han venido a ser de
nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará
por los siglos de los siglos. ( Apocalipsis
11:15)

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