Fonoaudióloga Docente U.P.V • El avance de la medicina y el estilo de vida actual ha permitido que la esperanza de vida de las personas sea mayor. Efectivamente, es muy importante que las personas cada vez vivan más tiempo y mejor. No obstante, el aumento de la longevidad también puede tener una cara amarga: la aparición cada vez más frecuente de problemas relacionados con el deterioro cognitivo y la demencia. • Sea cual sea el tipo de demencia, la realidad es que tiene consecuencias muy negativas para la persona, los familiares y la sociedad, puesto que supone una reducción de la calidad de vida tanto para el enfermo como para los familiares, peor salud, y, en general, un aumento de la dependencia y del gasto sociosanitario, debido a una mayor probabilidad de institucionalización, así como de tratamiento farmacológico. • Sin embargo, como bien se sabe, la demencia en sí misma no es curable y los esfuerzos han de ir dirigidos a la potenciación de las capacidades que la persona con deterioro cognitivo aún posee, a la mejora de su funcionamiento cognitivo y al enlentecimiento del proceso de deterioro cognitivo. Todo ello con el objetivo general de fomentar la calidad de vida, la autonomía personal y el estado de ánimo en general de la persona con deterioro cognitivo. • Para el logro de dichos objetivos, cada vez está teniendo un mayor desarrollo la estimulación cognitiva o psicoestimulación, especialmente en el ámbito aplicado, pero fundamentada en los avances científicos de la neuropsicología, la Psicología cognitiva, y los principios básicos del aprendizaje y la motivación. • La estimulación cognitiva comprende un conjunto de técnicas de intervención neuropsicológica para potenciar la plasticidad de las personas con deterioro cognitivo y, así, preservar y mejorar su funcionamiento cognitivo, enlenteciéndose el proceso de deterioro. ¿Sabías que el deterioro cognitivo no es irreversible? • Una revisión reciente publicada en el APA Monitor, revista de la American Psychological Association (APA), recoge las formas en que las personas pueden proteger su cerebro del paso de los años. • Un amplio cuerpo de investigaciones sugiere que se puede prevenir el deterioro cognitivo producido por el envejecimiento a través del aprendizaje a lo largo de la vida y de la realización de ejercicio físico moderado. • Un estudio de la Universidad del Estado de Pensilvania (EEUU), dirigido por los investigadores Willis y Schaie, ha evaluado el rendimiento cognitivo de una muestra de adultos saludables a lo largo del tiempo. Sus resultados muestran que, si bien la mayoría de los adultos presentaron un rendimiento cognitivo estable, entre un 10-15% de los participantes obtuvieron, por el contrario, mejoras significativas en su rendimiento cognitivo a partir de los 50 años. • En esta investigación se ha analizado también el tamaño de la masa cerebral observando diferencias entre ambos grupos de individuos al alcanzar la vejez, en concreto, los individuos que mostraron un deterioro cognitivo temprano presentaron una disminución de su tamaño cerebral. • Mientras tanto, un estudio dirigido por Lachman de la Universidad de Brandeis (Massachussets, EEUU), ha demostrado que el deterioro en la memoria y otras capacidades cognitivas no es inevitable o irreversible y que hay un rango de variación en la magnitud de los patrones de cambio. Su estudio, basado en resultados de una amplia muestra de personas de mediana edad, sugiere que aquéllos que creen que tienen un gran control sobre sus vidas y sobre sus funciones físicas y mentales son más propensos a sentirse felices y a ser más saludables. Este sentimiento de control está relacionado con una mejora en memoria y rendimiento intelectual- especialmente en adultos mayores. • Pero, ¿cómo puede el locus de control afectar al deterioro cognitivo? Según este equipo de investigación, los adultos mayores que experimentan pérdidas de memoria o deterioro físico pueden creer que ya no tienen control sobre estos procesos. Este sentimiento de pérdida de control va acompañado, a menudo, de estrés y ansiedad, lo que interfiere con su rendimiento y les dificulta para buscar y usar estrategias alternativas que puedan ayudarles a compensar estas pérdidas • En esta línea, la evidencia existente sobre los factores protectores frente al envejecimiento muestra una clara relación entre un mayor rendimiento cognitivo y un alto nivel educativo y actividad física. Las personas con un nivel educativo superior son más propensas a usar estrategias alternativas para compensar el deterioro. Por otro lado, algunas investigaciones previas con animales han mostrado que el ejercicio físico puede producir nuevas conexiones neuronales • estudios preliminares sugieren que las personas con un bajo nivel educativo pueden ser capaces de mejorar su funcionamiento cognitivo a través del ejercicio físico y a través de la participación en actividades de estimulación mental. Reserva cognitiva
• Otro estudio de la Universidad de Columbia también proporciona
más evidencias sobre la forma en que el nivel educativo protege al cerebro. Según Yaakov Stern, las personas con altos niveles de Cociente Intelectual, mayor nivel educativo, que participan en actividades que implican destrezas mentales complejas o en actividades de ocio, tienen un riesgo menor de desarrollar Alzheimer. En una revisión del 2006 en Alzheimer's Disease and Related Disorders (Vol. 20, No. 2), Sterns sugiere que estos factores pueden proporcionar una cantidad de "reserva" cognitiva, entendida como la capacidad de adaptarse al daño cerebral mediante el uso de mecanismos de afrontamiento que trabajen sobre el deterioro o, incluso, implicando a distintas áreas del cerebro para realizar las funciones que solían asociarse a las áreas cerebrales dañadas. • Dicha reserva cognitiva puede provenir de una diferencia en el tamaño cerebral o en el número de neuronas, aportando una capacidad extra al individuo para soportar un mayor nivel de daño cerebral antes de comenzar a mostrar signos de Alzheimer u otras formas de demencia. • Las demencias son un trastorno neurodegenerativo que habitualmente comienza con pérdida de memoria, al que se van asociando alteraciones de otras funciones mentales, con una progresiva afectación de las actividades diarias del sujeto conduciéndolo a una situación de dependencia. Con frecuencia, estas enfermedades cursan también con síntomas de la esfera conductual y psicológica, síntomas que generan una importante carga para los familiares y cuidadores, y para la sociedad, por ser los determinantes de la institucionalización en la mayoría de los casos • En la última década, fármacos como los inhibidores de la acetilcolinesterasa han demostrado eficacia en el control temporal de los síntomas cognitivos, conductuales y funcionales de la enfermedad de Alzheimer. Pero en ausencia de un tratamiento curativo se hace necesario un abordaje terapéutico multidimensional que incluya, además de las intervenciones farmacológicas, intervenciones no farmacológicas dirigidas a optimizar la cognición, la conducta y la función de los sujetos con demencia, y que además atienda las necesidades de los cuidadores • Este tipo de intervenciones se viene aplicando desde hace décadas, aunque no siempre con una base sólida. De hecho, la mayoría de las intervenciones en el cuidado de los sujetos con demencia no están basadas en una técnica sistematizada o estructurada; la mayoría de los trabajadores que cuidan de estos enfermos no reconocen que los cuidados ambientales que ellos proporcionan, así como sus interacciones constituyan de hecho una intervención • Son muchas las intervenciones psicosociales propuestas para el tratamiento de los pacientes con demencia: unas enfocadas al entrenamiento de funciones cognitivas, otras al tratamiento de los problemas de conducta, otras dirigidas específicamente a disminuir la dependencia del paciente a través de técnicas de reestructuración ambiental y otras enfocadas al núcleo familiar