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PSICOESTIMULACIÓN COGNITIVA

Carolina Torres Machuca


Fonoaudióloga
Docente U.P.V
• El avance de la medicina y el
estilo de vida actual ha
permitido que la esperanza
de vida de las personas sea
mayor. Efectivamente, es
muy importante que las
personas cada vez vivan más
tiempo y mejor. No obstante,
el aumento de la longevidad
también puede tener una
cara amarga: la aparición
cada vez más frecuente de
problemas relacionados con
el deterioro cognitivo y la
demencia.
• Sea cual sea el tipo de demencia, la realidad es que
tiene consecuencias muy negativas para la persona, los
familiares y la sociedad, puesto que supone una
reducción de la calidad de vida tanto para el enfermo
como para los familiares, peor salud, y, en general, un
aumento de la dependencia y del gasto sociosanitario,
debido a una mayor probabilidad de institucionalización,
así como de tratamiento farmacológico.
• Sin embargo, como bien se
sabe, la demencia en sí misma
no es curable y los esfuerzos
han de ir dirigidos a la
potenciación de las capacidades
que la persona con deterioro
cognitivo aún posee, a la mejora
de su funcionamiento cognitivo
y al enlentecimiento del proceso
de deterioro cognitivo. Todo ello
con el objetivo general de
fomentar la calidad de vida, la
autonomía personal y el estado
de ánimo en general de la
persona con deterioro cognitivo.
• Para el logro de dichos objetivos, cada vez está
teniendo un mayor desarrollo la estimulación
cognitiva o psicoestimulación, especialmente
en el ámbito aplicado, pero fundamentada en
los avances científicos de la neuropsicología, la
Psicología cognitiva, y los principios básicos
del aprendizaje y la motivación.
• La estimulación cognitiva comprende un conjunto
de técnicas de intervención neuropsicológica para
potenciar la plasticidad de las personas con
deterioro cognitivo y, así, preservar y mejorar su
funcionamiento cognitivo, enlenteciéndose el
proceso de deterioro.
¿Sabías que el deterioro cognitivo no es
irreversible?
• Una revisión reciente publicada en el
APA Monitor, revista de la American
Psychological Association (APA),
recoge las formas en que las
personas pueden proteger su cerebro
del paso de los años.
• Un amplio cuerpo de investigaciones
sugiere que se puede prevenir el
deterioro cognitivo producido por el
envejecimiento a través del
aprendizaje a lo largo de la vida y de
la realización de ejercicio físico
moderado.
• Un estudio de la Universidad del Estado de Pensilvania (EEUU),
dirigido por los investigadores Willis y Schaie, ha evaluado el
rendimiento cognitivo de una muestra de adultos saludables a lo
largo del tiempo. Sus resultados muestran que, si bien la mayoría de
los adultos presentaron un rendimiento cognitivo estable, entre un
10-15% de los participantes obtuvieron, por el contrario, mejoras
significativas en su rendimiento cognitivo a partir de los 50 años.
• En esta investigación se ha analizado también el tamaño de la masa
cerebral observando diferencias entre ambos grupos de individuos
al alcanzar la vejez, en concreto, los individuos que mostraron un
deterioro cognitivo temprano presentaron una disminución de su
tamaño cerebral. 
• Mientras tanto, un estudio dirigido por Lachman de la Universidad
de Brandeis (Massachussets, EEUU), ha demostrado que el deterioro
en la memoria y otras capacidades cognitivas no es inevitable o
irreversible y que hay un rango de variación en la magnitud de los
patrones de cambio. Su estudio, basado en resultados de una
amplia muestra de personas de mediana edad, sugiere que aquéllos
que creen que tienen un gran control sobre sus vidas y sobre sus
funciones físicas y mentales son más propensos a sentirse felices y a
ser más saludables. Este sentimiento de control está relacionado
con una mejora en memoria y rendimiento intelectual-
especialmente en adultos mayores.
• Pero, ¿cómo puede el locus de control afectar al
deterioro cognitivo? Según este equipo de
investigación, los adultos mayores que
experimentan pérdidas de memoria o deterioro
físico pueden creer que ya no tienen control sobre
estos procesos. Este sentimiento de pérdida de
control va acompañado, a menudo, de estrés y
ansiedad, lo que interfiere con su rendimiento y les
dificulta para buscar y usar estrategias alternativas
que puedan ayudarles a compensar estas pérdidas
• En esta línea, la evidencia existente sobre los factores
protectores frente al envejecimiento muestra una clara relación
entre un mayor rendimiento cognitivo y un alto nivel educativo y
actividad física. Las personas con un nivel educativo superior son
más propensas a usar estrategias alternativas para compensar el
deterioro. Por otro lado, algunas investigaciones previas con
animales han mostrado que el ejercicio físico puede producir
nuevas conexiones neuronales
• estudios preliminares sugieren que las personas con un bajo
nivel educativo pueden ser capaces de mejorar su
funcionamiento cognitivo a través del ejercicio físico y a través
de la participación en actividades de estimulación mental.
Reserva cognitiva

• Otro estudio de la Universidad de Columbia también proporciona


más evidencias sobre la forma en que el nivel educativo protege al
cerebro. Según Yaakov Stern, las personas con altos niveles de
Cociente Intelectual, mayor nivel educativo, que participan en
actividades que implican destrezas mentales complejas o en
actividades de ocio, tienen un riesgo menor de desarrollar Alzheimer.
En una revisión del 2006 en Alzheimer's Disease and Related
Disorders (Vol. 20, No. 2), Sterns sugiere que estos factores pueden
proporcionar una cantidad de "reserva" cognitiva, entendida como la
capacidad de adaptarse al daño cerebral mediante el uso de
mecanismos de afrontamiento que trabajen sobre el deterioro o,
incluso, implicando a distintas áreas del cerebro para realizar las
funciones que solían asociarse a las áreas cerebrales dañadas.
• Dicha reserva cognitiva puede provenir de una
diferencia en el tamaño cerebral o en el
número de neuronas, aportando una
capacidad extra al individuo para soportar un
mayor nivel de daño cerebral antes de
comenzar a mostrar signos de Alzheimer u
otras formas de demencia.
• Las demencias son un trastorno neurodegenerativo que
habitualmente comienza con pérdida de memoria, al que
se van asociando alteraciones de otras funciones
mentales, con una progresiva afectación de las
actividades diarias del sujeto conduciéndolo a una
situación de dependencia. Con frecuencia, estas
enfermedades cursan también con síntomas de la esfera
conductual y psicológica, síntomas que generan una
importante carga para los familiares y cuidadores, y para
la sociedad, por ser los determinantes de la
institucionalización en la mayoría de los casos
• En la última década, fármacos como los inhibidores de la
acetilcolinesterasa han demostrado eficacia en el control
temporal de los síntomas cognitivos, conductuales y
funcionales de la enfermedad de Alzheimer. Pero en
ausencia de un tratamiento curativo se hace necesario
un abordaje terapéutico multidimensional que incluya,
además de las intervenciones farmacológicas,
intervenciones no farmacológicas dirigidas a optimizar la
cognición, la conducta y la función de los sujetos con
demencia, y que además atienda las necesidades de los
cuidadores
• Este tipo de intervenciones se viene aplicando
desde hace décadas, aunque no siempre con una
base sólida. De hecho, la mayoría de las
intervenciones en el cuidado de los sujetos con
demencia no están basadas en una técnica
sistematizada o estructurada; la mayoría de los
trabajadores que cuidan de estos enfermos no
reconocen que los cuidados ambientales que ellos
proporcionan, así como sus interacciones
constituyan de hecho una intervención
• Son muchas las intervenciones psicosociales
propuestas para el tratamiento de los
pacientes con demencia: unas enfocadas al
entrenamiento de funciones cognitivas, otras
al tratamiento de los problemas de conducta,
otras dirigidas específicamente a disminuir la
dependencia del paciente a través de técnicas
de reestructuración ambiental y otras
enfocadas al núcleo familiar

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