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CONOCER MADRID
Los Jardines del Buen Retiro acumulan cinco siglos
de historia.
Nos resultarían irreconocibles los jardines
originales, que han sufrido innumerables cambios a
lo largo de los siglos.
Cada monarca fue introduciendo el estilo artístico y
decorativo que más conveniente le parecía y hubo
periodos tensos y conflictivos en los que el Buen
Retiro se llevó grandes golpes que lo dejaron hecho
trizas, necesitado de reformas urgentes.
Con 118 hectáreas y más de 19.000 árboles,
El Parque del Retiro es hoy una de las zonas verdes
más populares de Madrid y candidata junto al Museo
del Prado a Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Objeto de profundas transformaciones a lo largo de sus
casi cuatro siglos historia, el Retiro actual es un
ecléctico mundo de jardines de gran valor paisajístico y
monumental.
Lo que probablemente no conozca la mayoría de
runners, turistas o paseantes que a diario recorren el
parque es la historia que pudo cambiar radicalmente su
fisonomía.
Su origen se remonta por tanto al siglo XVII.
A finales de 1633 se inaugura el Real Sitio del Buen Retiro.
Tres años antes, Gaspar de Guzmán y Pimentel Ribera y
Velasco de Tovar, mejor conocido como conde-duque de
Olivares, valido de Felipe IV, había comenzado a comprar
grandes extensiones de tierras comprendidas en el extremo
oriental de la villa y colindantes con el Monasterio de los
Jerónimos para plantar allí hermosos y reales jardines y
un suntuoso palacio.
El pueblo se mostró receloso ante el proyecto, no solo por
las grandes sumas de dinero que iba a consumir, sino por la
deshonesta motivación que movía al conde-duque de
Olivares.
Este personaje ha pasado a la historia como uno de
los individuos que pretendió controlar el poder de
España desde las sombras.
Por ello, se pensó que el Buen Retiro era un plan del
malvado conde-duque para mantener al rey ocupado
y distraído en la serenidad mientras él se hacía cargo
del devenir del imperio.
Pero lo cierto es que Felipe IV no estuvo ajeno a las
obras.
Por el contrario, estuvo pendiente de las mismas e
interesado en que se ejecutaran, pues deseaba tener
una residencia de descanso y retiro en la que olvidarse
momentáneamente de sus quehaceres políticos.
Aunque hoy cueste imaginarlo, el Buen Retiro constaba de un soberbio
palacio, el Real Sitio, diseñado por Alonso Carbonel.
Su semilla la encontramos en el Cuarto Real, una estancia anexa al
Monasterio de los Jerónimos en la que el rey se hospedaba frecuentemente.
A partir de este enclave se desarrollará el Palacio del Buen Retiro, unas
estancias mucho más acordes con los gustos y las necesidades del monarca.
El edificio era en sí un contraste: la arquitectura externa, sobria y austera,
decepcionante para algunos y típica de los Austrias españoles, difería del
interior, compuesto por una sobrecogedora cantidad de obras de arte,
esculturas y mobiliario.
En suma, un gran exponente del Barroco español.
En 1633 fue inaugurado, pero durante los años siguientes continuó sufriendo
ampliaciones para albergar a más invitados de la corte.
Llegó a constar de salas de baile, dos grandes plazas en las que se celebraba
todo tipo de acontecimientos, el salón de reinos, un teatro, leoneras, multitud
de aposentos para los invitados…
Y posteriormente llegarían los jardines que harían inmortal al Buen Retiro..
No debemos olvidar que en un principio, el Buen
Retiro, al igual que cualquier propiedad real, estaba
destinada exclusivamente para la familia real y sus
invitados, la gente de a pie tenía vedado el acceso a
la mayor parte del enclave.
Como mucho, un número limitado de ciudadanos
podía acceder al Patio de Fiestas para disfrutar de
algún evento
Recién estrenado el siglo XVIII, Philippe d’Anjou,
nieto de Luis XIV de Francia e hijo del Gran Delfín, se
convertía con 17 años en Felipe V de España, primer
rey Borbón en sentarse en el trono español.
Poco tiempo necesitó desde que hiciera su entrada
triunfal en Madrid en febrero de 1701 para comprobar
qué distinta era la capital a su Versalles natal.
Desde el sobrio protocolo heredado de los Austria, a
las oscuras vestimentas de la corte, "al nuevo rey no le
gustó nada de lo que vio. Educado en París y Versalles,
para él Madrid era como un pueblo",
Pese a no ser de su agrado, Felipe V no tuvo más remedio por
tradición que fijar su residencia en el Alcázar, un austero castillo
medieval de la época de Felipe II. La fortaleza "estaba pensada de
muros hacia adentro, para ocultar al rey, mientras que Versalles
era la máxima representación del esplendor de la monarquía".
El monarca pronto fijó su mirada en El Buen Retiro, que por
aquel entonces era una villa suburbana a las afueras de Madrid,
mandada construir por el conde-duque de Olivares en 1630 para
disfrute de Felipe IV.
El nuevo rey lo eligió como segunda residencia junto a su primera
esposa, María Luisa de Saboya, por sus extensas zonas verdes y la
abundante caza.
Este real sitio se convertiría así en el lugar favorito del monarca,
que desde un principio mostró sus interés por convertirlo en un
auténtico chateau a la francesa.
Animado por la influyente Princesa de los Ursinos,
encargada de acompañarle a su nueva corte en Madrid,
el monarca pidió ayuda a su abuelo Luis XIV, que le
encomendó el proyecto a Robert de Cotte.
El arquitecto, autor de la capilla de Versalles, nunca
pisó Madrid pero envió a su discípulo René Carlier,
quien años después trazaría los jardines de la Granja de
San Ildefonso.
Ambos diseñaron varios proyectos, de los cuales dos se
conservan la Biblioteca Nacional de Francia.
El objetivo era la reorganización y ampliación del
palacio y los jardines para dotar al Buen Retiro de la
grandiosidad y el esplendor que debía tener la
residencia del monarca absolutista.
De este modo, las propuestas de De Cotte y Carlier,
supervisadas por el mismísimo Luis XIV, tratarían de
acabar con la anárquica y tan española organización del
complejo, en la que tanto edificios como jardines se
yuxtaponían sin un orden determinado.
Plano general del primer
proyecto de Robert de Cotte
para el palacio y los jardines
del Buen Retiro. 1714-1715.
Biblioteca Nacional de
Francia.
El primer proyecto dejaba intacta la austera y desordenada
arquitectura del palacio existente, que se destinaría a
dependencias del servicio.
Junto al edificio se superponía un gran eje norte-sur que partía
de un nuevo palacio adyacente en forma de U, de enormes
dimensiones y alzados versallescos.
Continuando este eje a través de los jardines, planteaba primero
un gran parterre de broderie, flanqueado por bosquetes, desde el
que partían varias calles paralelas, adornadas con fuentes.
El jardín se prolongaba a través de grandes perspectivas hasta
un inmenso estanque circular con surtidor, situado en el Cerrillo
de San Blas, lugar que ocupa actualmente el Real Observatorio
Astronómico.
Hacia el extremo oriental y en correspondencia con la fachada
lateral del palacio, se situaba un parterre de menores
dimensiones, rodeado también de bosquetes.
Esta estructura palacio-parterre-parque de caza,
marcaba la geometría del espacio a través de líneas
rectas y junto a la decoración típica del barroco, con
elementos acuáticos y dibujos realizados con setos de
boj, formaban un conjunto que "representaba
perfectamente un real sitio a la francesa en
contraposición a la caótica organización del recinto con
Felipe IV"
El segundo proyecto mantiene prácticamente el diseño
anterior para los jardines pero propone un edificio
totalmente distinto, de planta cuadrada y disposición
interior en forma de cruz, muy similar a la del palacio de
Marly en Francia.
Alzado de la fachada principal del palacio del segundo proyecto
de Robert de Cotte, 1714-1715. Biblioteca Nacional de Francia.
Finalmente, el sueño de Felipe V de revivir su añorado
Versalles en el Retiro se fue a pique.
El motivo parece que fue el elevado coste del proyecto
que incluía profundos movimientos de tierra para la
nivelación de los terrenos, en unos tiempos poco
boyantes para las arcas regias tras el deterioro causado
por la guerra de Sucesión.
Además, la muerte de Maria Luisa Gabriela de Saboya
trajo la llegada en 1715 de la segunda esposa de Felipe
V, Isabel de Farnesio, quien además de desterrar a la
princesa de los Ursinos, reorientó el gusto de la corte
hacia su Italia natal, eclipsando la influencia francesa.
Aunque el gran proyecto de reforma del Buen Retiro no
llegara a ver a luz, sí se llevaron a cabo intervenciones de
carácter parcial que aún hoy se conservan, como el jardín
del parterre frente al Casón, cuyo trazado, a pesar de
haber sido muy alterado en tiempos de Isabel II, es muy
similar al diseñado por Carlier en una de sus propuestas.
El incendio del Alcázar en la Navidad de 1734 dio una
segunda oportunidad al real sitio al convertirse en
residencia oficial de los reyes durante las obras del nuevo
palacio.
Para adaptarlo a sus gustos y necesidades, Felipe V e
Isabel de Farnesio hicieron pequeñas reformas y
redecoraron algunas estancias en estilo rococó.
No sería hasta la llegada de Fernando VI que el Retiro
volvería a cobrar vida.
Otro cambio sustancial ocurrió con la llegada de Carlos III
en el siglo XVIII, apodado el mejor alcalde de Madrid por
todas las innovaciones que introdujo en la capital del reino.
Con Carlos llegó el aperturismo del Buen Retiro, pues ahora
los ciudadanos también podían acceder a los jardines,
aunque siguiendo unas estrictas normas de vestimenta.
Es durante su reinado cuando hace acto de presencia la
Fábrica de Porcelana o de la China del Retiro, pues el rey
era muy aficionado a la misma, no en vano la porcelana era
de los materiales más caros y su fórmula era en diversos
países un auténtico secreto de estado.
Estuvo situada donde hoy se encuentra la Fuente del Ángel
Caído y algunas de sus piezas sobreviven actualmente
dispersas en los diversos museos de la ciudad.
Fábrica de Porcelana del
Retiro [Apolo y
Marsias]. Museo Nacional
del Prado
Los inicios del siglo XIX fueron claves para el Buen Retiro.
El 23 de marzo de 1908 llegan las tropas francesas a Madrid al mando de Joaquín
Murat, cuñado de Napoleón Bonaparte.
La 5ª División del ejército francés formada por 2000 hombres y 200 piezas de
artillería se atrinchera en el Retiro y Murat transforma el palacio en su base de
operaciones.
El 2 de mayo de 1808 se rebelan en armas los madrileños y comienza la Guerra de
Independencia española (1808-1814).
En julio de ese año se marca un hito: las tropas de Napoleón son derrotadas por
primera vez en campo abierto, concretamente en el marco de la batalla de Bailén, en
Jaén, que obliga al ejército francés a replegarse momentáneamente.
Esto es aprovechado en Madrid para llevar a cabo el contraataque y los madrileños
reconquistan la villa, ocupando el Retiro e instalando una humilde muestra de piezas
de artillería.
Sin embargo, en diciembre el ejército napoleónico vuelve a la carga y supera sin
demasiados problemas a la resistencia de Madrid, conquistándola definitivamente
hasta 1812.
Durante este periodo, el Retiro sufre una metamorfosis catastrófica, convirtiéndose
en una ciudadela fuertemente fortificada.
Para ello, se talan masivamente los jardines y se desalojan o destruyen diversas
propiedades y monumentos.
El parque se transformó en una colección de murallones, fosos y contrafosos.
El 12 de agosto de 1812 llegan las tropas inglesas de Wellington,
aliadas de España, y atacan la guarnición francesa del Retiro.
El General ordena la quema y destrucción del Retiro en caso de
evacuación, y así ocurre en octubre de ese año.
La Fábrica de Porcelana queda totalmente en ruinas, hasta el
punto de que la única solución plausible es su completa
eliminación, dando por terminada la historia de este edificio.
El palacio queda en muy mal estado y, tras la expulsión de los
franceses y con Fernando VII entronizado, los arquitectos
recomiendan la demolición de las partes más afectadas,
sobreviviendo tan sólo dos elementos que luego visitaremos.
Aun así, afortunadamente muchos de los cuadros que colgaban
de sus paredes se salvaron y actualmente están expuestos en
museos como el del Prado (las salas 2 y 9a poseen una
importante muestra).
Franceses e ingleses convirtieron el Retiro en una
ruina irreconocible.
Recayó en manos de Fernando VII y sus sucesores
reconstruir y recomponer este enclave, y así lo
hicieron, dándole un aspecto muy similar al que
vemos hoy.
En tiempos de Isabel II se tuvo que proceder a la
subasta en el contexto de la desamortización de
Madoz de la tercera parte de los terrenos situados al
oeste de los jardines del Parterre, donde estaba
situado el palacio, debido a problemas económicos,
dejando al Retiro con sus actuales 120 hectáreas
aproximadamente.
Plano de las fortificaciones francesas del Retiro durante la Guerra de Independencia.
La muralla estrellada protege a la guarnición asentada en la Fábrica de Porcelana.
Abajo a la izquierda está dibujado el palacio y según vamos ascendiendo se ven los
jardines del Parterre, el Estanque Ochavado y con forma rectangular el Estanque
Grande.
En 1868, un Decreto da el gobierno del Buen Retiro
al ayuntamiento de Madrid, convirtiéndose ahora sí
en un parque público a la moda de los movimientos
urbanísticos de la época, que veían en estos enclaves
una terapia para los malos hábitos y
comportamientos inmorales frecuentes de los centros
urbanos.
El Ayuntamiento subastó diversos establecimientos y
atracciones del Retiro a particulares (de esta forma,
muchas de sus edificaciones se convirtieron en
restaurantes, kioscos o salas de fiestas) para
conseguir apoyo económico para su mantenimiento y
llevó a cabo diversas reformas para transformar el
parque en el lugar.
Algunos ven en los Jardines del Retiro, no sólo un
lugar de recogimiento, sino un enclave de poder
repleto de símbolos alquímicos y talismánicos. La
disposición de los jardines, de los estanques, de las
estatuas y de los monumentos no sería casual, sino
que estarían de tal manera que sólo el iniciado en
los misterios esotéricos y alquímicos sabría
interpretar.
Quizás estas opiniones no estén demasiado erradas,
pues Felipe IV y otros monarcas eran aficionados a
la astrología y a la simbología, un interés que tenía
que ser ocultado ante los ojos de la Inquisición.
El Ángel Caído
¿Si dijéramos que en el Retiro hubo un castillo? Pues debería hacerlo porque, en
efecto, lo hubo…
Se levantaba sobre la cima de esa colina que lleva vallada desde hace muchos años en
la esquina noreste del Retiro, frente a la Puerta de O’Donnell, constituyéndose como
una excelente atalaya de la villa.
Se le conocía como el “Tintero” o la “Escribanía” por su forma tan curiosa, parecida
al tintero de los escribanos.
Constaba de torres laterales circulares y un cuerpo central.
Funcionaba como casa reservada de la familia real.
Este es el otro capricho que podría estar relacionado con ese símbolo oculto del
Retiro, porque desde sus balconadas el rey podía contemplar la rueda formada por el
crismón y quién sabe si recibir algún mensaje de esas criaturas dadoras de inventiva.
Sea como fuere, el tintero era el capricho definitivo de Fernando VII y el más
admirado por los madrileños.
Actualmente solo podemos imaginar cómo fue a partir del basamento pintarrajeado
con grafitis y cubierto con un casquete de hormigón.
La colina irregularmente escalonada en la que se asentaba el
tintero se conoce como Montaña Artificial, Montaña de los Gatos,
Montaña Rusa o Montaña de los osos.
Si uno no da la vuelta completa a la elevación o no lee el cartel
informativo, quizás no conozca el motivo por el que se la llama así.
En uno de sus lados se encuentra una puerta de acceso al interior
de la Montaña, lo cual ya nos da detalles de cómo es.
Por un lado está hueca por dentro, de hecho en el cartel de la
entrada nos indica que aquello llegó a utilizarse como sala de
exposiciones.
Por otro, toda la colina es artificial, erigida sobre bóvedas de
ladrillo y mampostería
El agua que una vez corría por las diferentes cascadas lograba
ascender gracias a la noria construida en el interior de la gruta.
Originalmente, una de las cascadas estaba custodiada por sendas
estatuas de leonas, como las que vemos actualmente.
Las denominaciones alternativas que se le han dado
se deben a que, por un lado, los gatos han hecho de la
colina sus dominios y la frecuentan en gran número.
Se parece a una montaña rusa en cuanto a que el
escalonado es irregular.
Por último, cabe destacar que esta parte del Retiro
sirvió como refugio temporal a algunos de los
animales procedentes del parque de animales
inaugurado por Carlos III cerca del Jardín Botánico
durante la Guerra de la Independencia.
Posteriormente, los cuadrúpedos refugiados serían
llevados a su destino final: la Casa de Fieras.
Por tanto porque se la llama también la Montaña de
los osos. También aquí se instaló la Leonera.
La función del tintero ya está especificada, ¿pero y
la de la cueva? ¿Para qué querría la familia real
una gruta debajo de su castillo?
No se sabe demasiado bien para que la habría
utilizado antes de que hubiera servido como sala de
exposiciones.
¿Quizá como lugar de recogimiento y meditación en
el que atraer la creatividad después de haber
contemplado el crismón? Quién sabe… Sea como
fuere, es posible que su cierre llegue a su fin muy
pronto, pues el Ayuntamiento está interesado en
reabrir y restaurar la mítica Montaña Artificial.
Casa de Vacas