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La sociedad del

sistema postotalitario
y La confrontación
“prepolítica”. (Havel,
2013, pp. 59-65)

Fotografías: Misha Gordin (1946)


La sociedad del sistema postotalitario
Se caracteriza por la
tensión constante “entre
La enajenación de la vida las pretensiones
La vida en la mentira
política totalitarias del sistema y
las intenciones de la
vida” (Havel, 2013, p. 62)

“cuanto menos parte una política


de la concreción humana del «aquí
y ahora», cuanto más apunta a un
«allá» y a «un día» abstractos,
tanto más fácilmente puede
“no hay la posibilidad de
¿Qué no se corresponde, acaso, quedarse sólo en una nueva
expresarse políticamente, y mucho
con enajenar al hombre de su variante del sometimiento del
menos de organizarse
condición de animal político, con hombre. Los que viven en un
políticamente: el ritual ideológico
apartar al hombre de su actividad sistema postotalitario saben
llena el vacío que llega a crearse”
política? demasiado bien que lo que cuenta
(Havel, 2013, p. 59)
no es si en el poder hay un partido
o más partidos y el nombre que
tienen, sino si se puede o no se
puede vivir humanamente” (Havel,
2013, pp. 62-63)
Reparos a la primavera de
Praga o la incapacidad de ir
más allá de la política
La corta inteligencia de
la peculiaridad histórica La corta inteligencia del
del sistema carácter específico del
postotalitario como poder en este sistema.
realidad sociopolítica.

La supravaloración de La infravaloración de la
la importancia de un importancia política de
trabajo directamente los acontecimientos y
político en el sentido los procesos
tradicional del término. «prepolíticos».
“La marginación de todas las estructuras del poder y la
imposibilidad de actuar directamente en estas estructuras,
combinada con la fidelidad a los conceptos tradicionales sobre
la política, tal como más o menos se han venido formando en
las sociedades democráticas (o incluso en las dictaduras
«clásicas»), les lleva a menudo a apartarse en cierto modo de
la realidad (¿para qué hacer compromisos con la realidad si en
cualquier caso no van a aceptar ningún compromiso que
propongamos?) y a caer en un mundo de especulaciones
realmente utópicas” (Havel, 2013, p. 61)
La confrontación “prepolítica”.
“Librarse del lastre de las costumbres y de las categorías políticas tradicionales, abrirse
totalmente al mundo de la existencia humana y sacar sin más las conclusiones políticas de su
análisis no sólo es políticamente más realista, sino que es también —desde el punto de vista de
la «condición ideal»— políticamente más rico de perspectivas” (Havel, 2013, p. 63)

“Un cambio a mejor de las estructuras, que sea real, profundo y estable [...] hoy no puede partir
[...] de la afirmación de esta o de aquella mala copia de un proyecto político tradicional y en
definitiva sólo externo (es decir, inherente a las estructuras, al sistema), sino que tiene que partir
—más que nunca y más que en otras partes— del hombre, de la existencia del hombre, de la
reconstrucción sustancial de su posición en el mundo, de su relación consigo mismo, con los
otros hombres y con el universo” (Havel, 2013, p. 63)

“El nacimiento de un modelo económico y político mejor debe —hoy más que nunca— partir de
un cambio existencial y moral más profundo de la sociedad: no es algo para lo que baste con
pensar y actuar, como para comprarse un coche nuevo; se trata de algo que sólo puede ocurrir
—si es que no se trata sólo de una nueva variante de la antigua confusión— como expresión de
una vida que cambia. No se afirma, pues, que la introducción de un sistema mejor garantice
automáticamente una vida mejor, sino que a veces sucede precisamente lo contrario; sólo con
una vida mejor se puede construir también un sistema mejor” (Havel, 2013, pp. 63-64)
“Cuando en nuestro país tratamos de replantear las
discusiones que agitan la vida política de una sociedad
democrática, creo que en muchos casos se llega al absurdo;
¿cómo se puede, por ejemplo, discutir seriamente sobre si
queremos cambiar el sistema o sólo reformarlo? En nuestra
situación una cosa de este tipo es un típico
pseudoproblema: no tenemos la posibilidad ni de reformar
ni de cambiar el sistema, en general no tenemos claro
dónde acaba la reforma y dónde comienza el cambio,
sabemos por una serie de experiencias que tanto la
«reforma» como el «cambio» no garantizan por sí mismos
nada y al final nos da igual si el sistema en que vivimos «se
cambia» o «se reforma» desde el punto de vista de esta o
de aquella doctrina. Para nosotros lo que cuenta es lograr
vivir dignamente, que el sistema esté al servicio del hombre
y no el hombre al servicio del sistema” (Havel, 2013, pp. 64-
65)

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