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El Don de Temor de Dios1
El Don de Temor de Dios1
y quiere nuestra
salvación y siempre
perdona: ¡siempre! ¡Así
que no hay razón para
tener miedo de Él!
El temor de Dios, es el don del Espíritu
que nos recuerda lo pequeños que
somos delante de Dios y de su amor, y
que nuestro bien consiste en
abandonarnos con humildad, respeto y
confianza en sus manos.
• El don de temor es un hábito
sobrenatural por el que el
cristiano, por obra del Espíritu
Santo, teme sobre todas las
cosas ofender a Dios,
separarse de Él, aunque sólo
sea un poco, y desea
someterse absolutamente a la
voluntad divina.
• Para que el temor de Dios sea
• Dios es a un tiempo Amor don del Espíritu Santo ha de
absoluto y Señor total; debe, ser un temor filial, que,
pues, ser al mismo tiempo principalmente al principio o
amado y reverenciado. únicamente al final, se inspira
en el amor a Dios, es decir, en
el horror a ofenderle.
Sin el temor de Dios no
hay justificación.
En este temor hay
"confianza y fortaleza" y
es "la fuente de vida"
(Prov, 14:26, 27)
"Y si llamáis Padre a quien, sin
excepción de personas, juzga a
cada cual según sus obras,
conducíos con temor durante el
tiempo de vuestro destierro“
Pedro 1,17
EN EL EVANGELIO
Sermón 347
PRIMERA BIENAVENTURANZA
Comenzamos a
Menospreciamos su
dudar de la Palabra
nombre
de Dios
No tenemos una
firme determinación Nos apartamos del
en el corazón de buen camino
obedecer a Dios
Ven, oh bendito Espíritu del Santo Temor, penetra en mi corazón más profundo,
para ponerte a ti, mi Señor y Dios, delante de mi rostro para siempre
Ayúdame a evitar todas las cosas que puedan ofenderte; y hazme digno de
aparecer ante los puros ojos de Tu Divina Majestad en el cielo, donde vives y
reinas en la unidad de la siempre bendita Trinidad, Dios, en el mundo sin fin.
Voz serena que aplacas la inquietud
Susurro invisible que inspiras a las almas,
Arrullo de ternura que consuela el corazón afligido,
a ti acudo a mostrarte mi alma.
Ved que en mi interior me vanaglorio fútilmente
ensalzo mis buenas obras
desprecio mis defectos,
Me veo a mí mismo según el prisma que más me conviene
y me conformo en mi vana autoestima…
¡edifico sobre arena!
Mas mi corazón carece de humildad
y en esto sé que os desagrado,
por ello os suplico vuestro último don,
aquel que ilumina mi alma, mis obras, mi vida