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http://wwwdiagonalperiodico.net/spip.php?article6793
En los últimos años han ido apareciendo distintos grupos de hombres al calor de algunos
expertos que han ido planteando temas en torno a las nuevas masculinidades, la manera de
afrontar el machismo desde el punto de vista del hombre, las agresiones hacia las mujeres,
el erotismo masculino y algunos temas más que han ido aglutinando a ciertos sectores de
población urbana, de clase media, funcionarial y universitaria, principalmente. Han hecho
llamamientos públicos a raíz de algún asesinato patriarcal más o menos mediatizado y a
partir de ahí han ido creando pequeños grupos con la intención de ir configurando un
discurso que, en teoría, puede servir para ir eliminando las actitudes sexistas y patriarcales
de los hombres.
Estos grupos surgen por la imperiosa necesidad que, dicen, tienen los hombres de juntarse
para hablar de sus problemas, sus debilidades. Y en ellos dan rienda suelta a sus
experiencias traumáticas pero... sobre todo, ponen de manifiesto algo que nos han enseñado
desde pequeños a todos los hombres: la notoriedad del espacio público.
Para ejemplificar mi tesis quiero incluir una anécdota real que le ocurrió a un grupo
feminista tras la visita de un hombre a su local. El susodicho decía que estaba muy
comprometido y sensibilizado con la lucha de las mujeres y que quería colaborar con ese
grupo. Algunas mujeres se reunieron con él, más que nada para explicarle por qué las
mujeres quieren participar en grupos sólo constituidos por mujeres, pero antes le vacilaron
un poco y le preguntaron, irónicamente, de qué manera podría él participar en ese grupo de
mujeres... El caso es que este hombre respondió que a él le gustaría dar charlas sobre
feminismo.
El hombre copa, con su dominio del espacio público, todos los lugares y espacios menos
uno: los grupos feministas. El hombre, educado en y para el espacio público ha mantenido
una actitud entre recelosa y frontalmente opuesta a que algunas mujeres quisiesen juntarse
para hacer política. Incluso la izquierda ha mantenido una actitud ambigua ante el discurso
autónomo feminista que en los últimos años se ha ido apaciguando con la creación de las
áreas de la mujer en sindicatos y partidos políticos. Estas áreas han sido el paso intermedio
para el gran salto que algunos hombres buenos estaban esperando desde hace tiempo; la
creación de grupos de hombres, antes llamados profeministas y ahora simplemente
igualitarios.
Espacios públicos
Los hombres tenemos el 99% de los espacios públicos para hacer política masculinista y es
ahí donde tenemos que actuar de hombres buenos. Si las mujeres optaron en su momento
por la creación de espacios autónomos fue por la imperiosa necesidad de dotarse de un
discurso de lo público que nosotros, por suerte o por desgracia, no creo que necesitemos.
Los grupos de hombres están copando tal cantidad de páginas y minutos en los medios que,
incluso en Euskal Herria, tienen más apoyo mediático los congresos de masculinidad que
organiza Emakunde (instituto vasco de la mujer) que el propio congreso feminista de abril
pasado que reunió a más de mil mujeres. Todo un síntoma de unos grupos que se muestran
más digeribles para las propias instituciones que las 'intocables' feministas, incluso para los
institutos de la mujer.
Los grupos de hombres lo que aportan al cambio de sociedad es dar cobertura a personajes
como Ibarretxe, que se presentó en el congreso, en Donostia, de masculinidad, hace unos
años, con su consejero de Interior Balza, hablando de la violencia que ejercemos los
hombres contra las mujeres, cuando a su consejero no le tiembla el pulso en lanzarnos sus
soldados a la mínima. O el programa Gizonduz, donde había codazos de los pro-hombres
de la cultura vasca por aparecer en esa foto, como si eso fuera importante para dejar de
estar bajo sospecha, presentándose en sociedad como hombres buenos.
Los hombres que hemos tenido algún contacto con los feminismos sabemos que nos han
marcado para poder vivir mejor y más cómodamente, nos han posibilitado conocer, o al
menos dejar de desconocer, al 50% de la población y todo eso debemos expandirlo en los
espacios donde podamos. No en grupos de autoescucha o grupos de paracaidistas sino en el
puesto de trabajo, el ocio y la política que hacemos en espacios mixtos, además de en las
reivindicaciones que tienen que seguir protagonizando las mujeres. Eso es lo importante.