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Senado de la Nación

Secretaría Parlamentaria
Dirección Publicaciones

(S-0034/08)

PROYECTO DE LEY

El Senado y Cámara de Diputados,...

LENGUAJE NO SEXISTA

Artículo 1º.– El Estado Argentino, como garante de la igualdad de


derechos, oportunidades y trato entre varones y mujeres, promoverá la
utilización de un lenguaje no sexista que tenga en cuenta la presencia,
la situación y el papel de las mujeres en la sociedad, tal como ocurre
con los varones en la práctica lingüística actual.

Artículo 2º.– Se entiende por sexismo el establecimiento de un deber


ser para cada sexo y consiste en comprender que existen conductas
o características humanas más apropiadas para cada sexo. Por
sexismo lingüístico se entiende el empleo de vocablos (sexismo léxico)
o la construcción de oraciones (sexismo sintáctico) que, debido a la
forma escogida por el/la hablante y/o escritor/a, y por ninguna otra
razón, resulta discriminatoria por razón de sexo.

Artículo 3º.- Con el objeto de hacer efectivo el principio de igualdad de


derechos, oportunidades y trato y la promoción de la utilización de
lenguaje no sexista, el Poder Ejecutivo Nacional se compromete a:
a) Armonizar la terminología empleada en la administración pública
nacional con el principio de igualdad entre los sexos eliminando todo
tratamiento sexista en su producción escrita;
b) Revisar la normativa que instala prácticas sexistas en el tratamiento
de las personas que ocupan cargos en la administración pública
nacional e instar a su modificación;
c) Impulsar, a través del Ministerio de Educación de la Nación, la
enseñanza y utilización de un lenguaje no sexista, que tenga en
cuenta la presencia, la situación y el papel de la mujer en la sociedad,
en todos los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y
privada;
d) Invitar al Poder Judicial a reveer los tratamientos sexistas dados a
sus integrantes, así como sus actuaciones escritas, y a adherir al
Manual de Estilo a elaborarse según el artículo 4° de la presente Ley;
e) Fomentar la utilización de un lenguaje libre de sexismo en los
medios de comunicación, siendo obligatorio para los medios de
comunicación públicos nacionales la adopción de los criterios
establecidos en el Manual de Estilo.
Artículo 4°.- Será autoridad de aplicación de la presente ley el Consejo
Nacional de la Mujer (CNM). Contará con la asistencia técnica de un
Consejo Asesor integrado por organizaciones de mujeres de
reconocida trayectoria en la defensa de los derechos de las mujeres y
por académicas/os. El CNM deberá elaborar un Manual de Estilo del
Leguaje Administrativo con perspectiva de género, a ser utilizado en
los documentos de la administración pública nacional.

Artículo 5º.- Invítase a las provincias y a la Ciudad Autónoma de


Buenos Aires a adherir a las disposiciones de la presente ley y a
adherir al Manual de Estilo del Lenguaje Administrativo.

Artículo 6º.- Comuníquese al Poder Ejecutivo.

María C. Perceval.

FUNDAMENTOS

Señor Presidente:

El lenguaje no sólo refleja sino también influye de múltiples y variadas


maneras sobre los roles y status de las mujeres y los varones en
nuestra sociedad.

Partiendo de la afirmación de la centralidad del lenguaje en la cultura


humana, el proyecto de ley que se pone a consideración tiene la
intención de visibilizar la manera en que se utiliza el lenguaje para
favorecer un sexo sobre el otro, y revelar la pervivencia de un dispar
tratamiento de varones y mujeres.

El lenguaje es un elemento crucial en una multiplicidad de aspectos de


la vida humana y, concretamente, la característica singular más
importante de los seres humanos. El lenguaje es universal para la
humanidad en dos sentidos. En primer lugar, porque todas las culturas
humanas han tenido y tienen un lenguaje que es igualmente útil en la
formulación de sus ideas. En segundo término, porque el lenguaje es
usado por todos los miembros de una sociedad.

Mientras diseñar proyectos, redactar leyes, llevar adelante oficios


religiosos o programas de computadoras implica poner en juego
habilidades que sólo posee un pequeño grupo dentro de cualquiera de
las sociedades dadas, casi la inmensa mayoría de las personas que
han superado los tres años de edad hablan. Si un niño o niña no
cumple con este estándar de comportamiento, esta conducta,
indudablemente, será motivo de consulta médica. Debe destacarse
que muchas personas que no pueden hablar u oír como consecuencia
de discapacidades físicas, no están privadas del lenguaje. Por
ejemplo, en la comunidad sorda, la lengua de señas argentina cumple
la misma función que el español del Río de la Plata entre quienes
somos oyentes, lo cual demuestra la universalidad del lenguaje entre
los seres humanos.

Es menester señalar que se entenderá por sexismo al establecimiento


de un deber ser para cada sexo y consiste comprender que existen
conductas o características humanas más apropiadas para cada sexo.
Y, por sexismo lingüístico, al empleo de vocablos (sexismo léxico) o la
construcción de oraciones (sexismo sintáctico) que, debido a la forma
escogida por el hablante y/o escritor/a, y por ninguna otra razón,
resulta discriminatoria por razón de sexo.

En la actualidad, la sociedad sería imposible sin el lenguaje. Mediante


el lenguaje, los seres humanos cooperan entre sí en gran escala y en
complejos modelos y es, justamente, el lenguaje el que permite que
dichos modelos sean modificados. De esta manera, tanto los modelos
como sus modificaciones se transmiten a las generaciones futuras en
el entramado básico de las culturas. La tecnología, la arquitectura, la
ley, las matemáticas, y la religión sin la existencia del lenguaje no
serían sino unas pocas y rudimentarias estructuras humanas. En este
proceso, la escritura -invención relativamente reciente de la raza
humana- multiplicó la capacidad para preservar y transmitir
conocimientos y experiencias y se convirtió en un instrumento tan
importante como el habla en las modernas sociedades
contemporáneas.

La importancia del lenguaje es reconocida en todas las sociedades


humanas. En la cultura occidental, el relato bíblico de la creación
equivale a un acto lingüístico: el poner nombre a los animales es la
primera actuación llevada a acabo por un humano. El episodio de la
Torre de Babel plantea un acto lingüístico de retroceso: la mezcla de
las lenguas es un evento decisivo, planteado como un castigo a la
humanidad presuntuosa y como una ampliación de la brecha entre los
seres humanos y Dios. A otro nivel, las fórmulas mágicas y las
palabras obscenas o soeces demuestran que se considera que el
lenguaje puede afectar directamente el mundo físico. El poder está en
las palabras mismas, no en sus referentes; las palabras de una
fórmula deben ser repetidas exactamente, los sinónimos no tienen el
mismo efecto, no están permitidos.

La importancia atribuida al lenguaje por las sociedades


contemporáneas puede deducirse, también, del sistema educativo. Si
bien se invierte una gran cantidad de tiempo y esfuerzo en enseñar a
niñas, niños y adolescentes un correcto uso del idioma materno, la
promoción de la enseñanza y utilización de un lenguaje no sexista,
que tenga en cuenta la presencia, la situación y el papel de la mujer en
la sociedad, en todos los establecimientos educativos públicos, de
gestión estatal y privada, constituye aún una cuenta pendiente.
Por otra parte, cabe destacar que los seres humanos aprenden a
juzgar a las personas por la manera en que se expresan y a desconfiar
de quienes no usan la lengua de acuerdo a las modalidades
prescriptas: miembros de grupos minoritarios deben aprender a imitar
el lenguaje de quienes detentan el poder, mientras que quienes
pertenecen a un grupo dominante aprenden a descartar y hasta
despreciar el lenguaje de ciertas minorías. Aunque la enseñanza de
dichas actitudes es implícita, los efectos no son menos reales.

Comúnmente, los individuos no suelen tener en cuenta lo que el


lenguaje revela sobre las costumbres de un grupo social y sus
creencias sobre el mundo. En muchos casos, la posibilidad de
aprender una lengua extranjera permite contar con una primera
constatación de las posibles miradas diferenciadas que los pueblos
tienen sobre la realidad, lo que implica construir diversas
categorizaciones y hablar sobre la experiencia también en forma
diferenciada.

Lo cierto es que, al usar el lenguaje, se reflejan los prejuicios de una


sociedad de manera subterránea. Resulta imprescindible tener en
cuenta que los seres humanos, en ocasiones, no toman conciencia de
dicho proceso y hablan “naturalmente”, hasta tanto alguien les llame la
atención sobre ese particular. Cabe recordar que, en el último siglo,
los nacientes movimientos sociales fueron los que pusieron al
descubierto los estereotipos negativos que encerraban “inocentes”
palabras. En lo que hace al movimiento de mujeres, su atención se
focalizó en los elementos sexistas presentes en el lenguaje, y, a través
de numerosas investigaciones, estableció que las distintas lenguas de
la moderna cultura occidental reflejaron, única y continuamente, los
valores de los varones blancos de clase media.

En la medida en que surge la conciencia lingüística y se toma


conciencia de la existencia y utilización de numerosas palabras
negativas para las mujeres -lo que también ocurre con los miembros
de diferentes grupos étnicos-, resulta imprescindible comenzar a evitar
dichos términos, haciéndose necesario plantear políticas públicas que
tiendan a eliminar el uso sexista del lenguaje. Como denunció Toni
Morrison (1993), escritora afroamericana y Premio Nóbel de Literatura,
en su discurso ante la Academia de Suecia: “El idioma del opresor
representa no sólo la violencia sino que es violencia”.

Vale observar, a modo de ejemplo, la manera en que los medios de


comunicación transmiten noticias políticas: mientras que a las mujeres
las mencionan con sus nombres de pila, a los varones se refieren con
sus apellidos precedidos, la mayoría de las veces, de los títulos
académicos o cargos que ocupan. Con dichas prácticas, los medios de
comunicación marcan estatus relativos y el poder que tiene un
colectivo social -en este caso, la totalidad de los hombres que se
desempeñan en el ámbito político- de cara a otro -claramente, las
mujeres-.

Asimismo, debe cuestionarse la utilización de la palabra “hombre”


como sinónimo de “humanidad”, puesto que se las usa
indistintamente, y en el mismo discurso, para referirse a los varones o
para incluir, sólo en ocasiones, a las mujeres. En el contexto de la
sociedad actual, cabe destacar que el empleo del género masculino
para designar a las personas de ambos sexos provoca incertidumbre
respecto a las personas -sean varones o mujeres- a las cuales se
hace referencia. Vale la pena no perder de vista que el lenguaje no es
inocente ni neutro. Por el contrario, transmite ideología, interpreta,
reproduce culturas, refuerza los valores imperantes en la sociedad y
hasta llega a condicionar, en diversas oportunidades, la visión de la
realidad. Tal como expresa Yadira Calvo (1990): “El lenguaje garantiza
el orden patriarcal; heredero y generador a la vez de una vasta
tradición sexista, impide percibir lo femenino, lo desvirtúa, lo ignora y lo
descalifica”.

En este sentido, cabe señalar que las recomendaciones acerca de un


uso no sexista de la lengua son moneda corriente, en particular, en
aquellas revistas científicas, que no aceptan artículos que establezcan
diferencias en el trato de varones y mujeres a nivel lingüístico. Al
mismo tiempo, numerosas organizaciones cuentan con procedimientos
que evitan la discriminación en el lenguaje, como la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) y los organismos multilaterales de crédito,
como el Banco Mundial (BM) o el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), entre otros.

Como antecedente de las exigencias de eliminación del sexismo


lingüístico, cabe mencionar la Resolución 14.1 -aprobada por la
Conferencia General de la UNESCO en su 24ª Reunión, apartado 1),
segundo párrafo, de 1987- en la que se recomienda evitar el empleo
de términos que se refieren a un solo sexo, salvo si se trata de
medidas positivas a favor de la mujer; la Resolución 109 -aprobada
por la Conferencia General de la UNESCO en su 25ª Reunión, parte
dispositiva, tercer párrafo, de 1989- en la que se recomienda, a su vez,
promover la utilización del lenguaje no sexista por los Estados
miembros; las Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje
del Servicio de Lenguas y Documentos de la UNESCO, de 1990; y la
Guía para el uso no sexista del lenguaje del Centro de Investigación
para la Acción Feminista (CIPAF, República Dominicana); entre otros.

Al adoptar dichas disposiciones, la UNESCO afirmó que “…habrá


quizá quienes piensen que intentar liberar el lenguaje de ciertos usos
lingüísticos sexistas equivale a poner la carreta delante de los bueyes,
ya que el lenguaje, que refleja los prejuicios sexistas acumulados
durante generaciones, no cambiará hasta que la igualdad de las
mujeres con los hombres no se sancione realmente en la práctica y,
consecuentemente, los prejuicios sexistas que el lenguaje transmite
vayan desapareciendo paulatinamente con el tiempo. Sin embargo,
pese a su dimensión conservadora y su carga tradicional, el lenguaje -
por su estrecha relación dialéctica con el pensamiento- puede cambiar
gracias a la acción educativa y cultural, e influir positivamente en el
comportamiento humano y en nuestra percepción de la realidad”.

Corresponde mencionar que, en 1993, la UNESCO revisó sus textos


fundamentales con miras a la eliminación de cualquier forma de
lenguaje sexista y a la utilización de fórmulas y términos neutros que
contribuyeran a modificar actitudes y expectativas que pudieran
constituir un obstáculo para alcanzar la igualdad entre hombres y
mujeres. Ese año, la Conferencia General determinó la necesidad de
formular propuestas de modificación de los textos fundamentales
teniendo en cuenta concretamente el principio de igualdad entre
hombres y mujeres y comunicar dichas propuestas de modificación a
los Estados miembros y miembros asociados, con el objetivo de
incentivar la adopción de tales medidas en cada país en particular.

En el ámbito legislativo, la Unión Europea -a través del Comité de


Ministros del Consejo de Europa- aprobó el 21 de febrero de 1990 una
recomendación sobre el sexismo en el lenguaje. Tal medida, promovió
en diversos países europeos, como España, la adopción de políticas
específicas vinculadas con la materia.

Por todo lo expuesto, resulta necesario introducir cambios en estas


prácticas discriminatorias consideradas como “naturales” por la gran
mayoría de los y las hablantes. La implementación de la igualdad
efectiva entre mujeres y varones se enfrenta aún hoy con grandes
obstáculos, especialmente los de tipo cultural y social que son los más
difíciles de erradicar. Y, como se expuso con anterioridad, el lenguaje
representa un papel fundamental en la formación de la identidad social
de los individuos por lo que la interacción existente entre el lenguaje y
las actitudes sociales no puede desconocerse.

Tal como expresó la escritora, ensayista y literata argentina, Lea


Fletcher (1992): “Las mujeres tienen que tomar conciencia de la
imprescindibilidad del poder y unirse a él para crear un lenguaje que
las exprese porque sino terminarán como la ninfa Eco: condenadas a
repetir un discurso ajeno que las llevará a su aniquilación”.

Esta iniciativa tiene su antecedente en un proyecto de ley de mi


autoría presentado en el año 2006 (S-4177/06) y que fuera
intensamente trabajado por la Comisión de Población y Desarrollo
Humano. Si bien se arribó a un dictamen, el mismo no pudo ser
tratado por el cambio en la composición de la Cámara. El texto que
hoy ponemos nuevamente a consideración se hace eco de dicho
tratamiento, recogiendo sus principales observaciones.

Con el convencimiento de que el sexismo que se refleja en el lenguaje


utilizado, a diario, en la administración pública -que hace predominar lo
masculino sobre lo femenino- constituye un escollo en el proceso de
instauración de la igualdad entre mujeres y varones, en la medida en
que oculta la existencia de las mujeres, o lo que es lo mismo, más de
la mitad de la población argentina, pongo a consideración de esta
Honorable Cámara el presente proyecto de ley.

María C. Perceval.

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