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HEGEMONÍA Y PANHELENISMO: CONCEPTOS POLÍTICOS EN

TIEMPOS DE FILIPO Y ALEJANDRO

Borja Antela-Bernárdez

Presses Univ. de Franche-Comté | Dialogues d'histoire ancienne

2007/2 - 33/2
pages 69 à 89

ISSN 0755-7256

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Pour citer cet article :


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Antela-Bernárdez Borja, « Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro »,
Dialogues d'histoire ancienne, 2007/2 33/2, p. 69-89.
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Dialogues d’histoire ancienne 33/2, 2007, 69-89

Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos


en tiempos de Filipo y Alejandro
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Borja Antela-Bernárdez*

Nuestro objetivo en este artículo es examinar las relaciones políticas a nivel


intergubernamental del mundo helénico, centrándonos especialmente en el siglo IV a. C.,
por ser el momento en que los conceptos de Hegemonía y Panhelenismo adquirieron
mayor trascendencia.
I
La victoria sobre el invasor persa durante las Guerras Médicas causó un
importante impacto en la conciencia de los griegos como congregación cultural, pero
su influencia en el plano del pensamiento político fue enorme, pues fue a raíz de la
reorganización de la Hélade como respuesta al ataque persa que se definieron de modo
inconsciente los parámetros básicos de las relaciones intergubernamentales griegas.
Reconstruyendo muy brevemente los sucesos posteriores a la victoria, encontramos en
las polis de Atenas y Esparta a las grandes triunfadoras. Sin embargo, fue Atenas quien
obtuvo el mayor beneficio de la victoria1, pues al plantear al mundo griego la necesidad
de una fuerza de acción constante para contener las fuerzas del Gran Rey, sentó las bases
para forjar su Liga Ático–Délica, todo ello bajo el eslogan de la lucha por la libertad de

* Universitat Autònoma de Barcelona. borja.antela@uab.cat - Miembro del Grupo de Investigación


Consolidado AREA – SGR2005-00991, y del Grupo de Investigación MEC-DGI HUM2004-04213/HIST,
Guerra y paz: paisajes y orden social en la Hispania romana y del Proyecto Horrors of War During the Roman
Expansion to the Hellenistic World: the Impact of War Economy on Civilians (88-63 BC) financiado con una
beca de la Harry Frank Guggenheim Foundation (New York, USA) y dirigido por Dr. T. Ñaco. Quisiera
agradecer aquí las correcciones señaladas al original por Dr. Alberto Prieto y Dr. Jordi Cortadella, así como el
apoyo incondicional de mi gran amigo Dr. Toni Ñaco y la ayuda y constante soporte de Mireia Bosch Mateu.
Quiero dedicar estas líneas a mi padre, Ignacio Antela, por sus pinturas, nuestra música y sus cuentos sobre
los griegos.
1 Hdt. VIII. 39 comprende a los atenienses como los únicos y verdaderos salvadores de Grecia, coincidiendo
también en ello A. Pers. 231ss.

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los griegos2. La realidad de esta alianza fue la instauración del imperio ateniense. Para
este tipo de dominio establecido por Atenas sobre buena parte de los griegos, Tucídides
emplea la palabra hegemonía (ηjγεmονία3; por ejemplo, Thuc. I, 96.1). Ya en el siglo IV
Isócrates empleará el mismo término, hegemonía4, aunque el sentido de este concepto
no queda completamente claro en el uso que ambos autores hacen del mismo, por lo
que trataremos de esclarecer su significado dentro del lenguaje político de la Hélade,
aunque pospondremos por un momento dicho análisis para terminar nuestro repaso de
los acontecimientos. Así, Atenas, según Tucídides, recibe la hegemonía de manos de los
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griegos5, pero a través del ejercicio de la misma establecieron un imperio en benéfico de
la ciudad ateniense, lo que derivó en descontento6. Entre las consecuencias de esta actitud
destaca indiscutiblemente el inicio de la Guerra del Peloponeso. Este conflicto produjo
un cambio político en Grecia, pasando Esparta con su Confederación Peloponesia
a desempeñar la hegemonía sobre los griegos, con un control sobre Grecia basado
esencialmente en su irreductible poderío militar, y con el apoyo inestimable del oro persa
para asegurar su control sobre los griegos, tal y como atestigua la Paz de Antálcidas7.
Curiosamente, el argumento esgrimido por Esparta como justificante propagandístico
para llevar a cabo la guerra contra Atenas y sus aliados fue, nuevamente, el de la lucha
por la libertad de los griegos8, el mismo que anteriormente había enarbolado Atenas

2 Sobre esta cuestión, vid. P. A. Brunt, “The Hellenic League Against Persia”, Historia, nº 3 (1953), 134-163.
3 Término cuya acepción de diccionario es primeramente “marchar a la cabeza, guiar, conducir”, y por
ello, su significado más amplio implicaría también dirección, autoridad, preeminencia. Vid. A. Bailly,
Dictionnaire Grec-Français, Paris (1950), 890.
4 Existen multitud de referencias en los discursos de Isócrates en relación con esta cuestión. A modo de
ejemplo citaremos aquí Isoc. IV, 37, 57, 100, 166; VIII, 30, 42, 135; VI, 110.
5 Esta idea también aparece reflejada en Isoc. VIII, 30. Nótese también en las palabras de Isócrates la
importancia de la idea de justicia, pues sobre ello volveremos más adelante (infra).
6 Thuc. II, 8.5. Aunque en el texto griego no aparece el vocablo hegemonía, el sentido de la oración remite
al mismo significado contenido en éste.
7 Xen. Hell. V.1.31 Vid. A. Momigliano, “La koinh eiphnh dal 386 al 338 a. C.” in A. Momigliano, Terzo
Contributo alla storia degli studi classici, Roma (1966), vol. I, 393-419.
8 O mejo dicho, la “autonomía para todos los griegos”, tal y como señala Thuc, I. 139.2 y II. 8.4 Sobre esta
cuestión, vid. también R. Meiggs, The Atenían Empire, Oxford (1972), 397, que establece que Atenas explotó
su poder imperial de un modo más moderado de cómo lo habían hecho otros en el pasado y como lo harían
algunos en el futuro, refiriéndose con ello claramente a la férrea dominación impuesta por Esparta tras
su victoria sobre Atenas. El tema de la libertad de los griegos sería esgrimido constantemente en las luchas
interhelénicas, como queda demostrado en el relato de la confrontación de Alejandro con Tebas durante
la segunda revuelta helena al poder macedonio, en la que, siguiendo el relato de D.S. XVII, 9.5 los tebanos
habrían hecho un llamamiento a todos los que quisieran defender la libertad de los griegos debían unirse a
Tebas en la lucha contra Alejandro y Macedonia. A su vez, topamos otro destacado ejemplo de este tema en la
revuelta de Agis III, cuyo origen D.S. XVII, 62.1 comprende como la lucha de los sublevados por su libertad.
Vid. E. Badian, “Agis III” Hermes 95 (1967), 170-192, I. Worthington, “Demosthenes’ (in)activity during the
reign of Alexander” in I. Worthington (ed.), Demosthenes. Statesman and Orator, Londres (2000), 90-113, esp.
94-100.

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para conformar su dominio, aunque en este caso el agente subyugador contra el que
luchar no era ya el bárbaro, sino los atenienses. Con las derrotas en Leuctra y Mantinea,
Esparta perdió su estatus preponderante en favor de Tebas. Tras Queronea, la hegemonía
cambiaría nuevamente de manos a favor del reino de Macedonia, que materializó su
dominio sobre la Hélade a través de la constitución de la Liga de Corinto.
II
Posicionémonos ahora en el siglo IV a. C. donde nos propondremos, a través de
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los discursos de Isócrates, advertir cómo el término hegemonía contiene un significado
esencial dentro de los valores de la política griega. Tomando la obra isocrática como
punto de referencia para la correcta interpretación de este vocablo9, podemos comenzar
primeramente por el pasaje citado supra, donde se dice que “cuando [los atenienses]
ofrecimos la ciudad como garantía de justicia, socorrimos a los agraviados y no deseamos
lo ajeno, recibimos la hegemonía de los griegos que nos la dieron de buen grado”10.
Evidentemente, gran parte de este extracto cumple una clara función propagandística
sobre la causa ateniense11, pero también incluye cierta información de interés. En otro
lugar, Isócrates vuelve a decirnos que “ellos solos [los atenienses de tiempos de la batalla
de Maratón] vencieron en la lucha a los bárbaros que venían contra toda Grecia, y
adquirieron tal renombre de justicia que espontáneamente los griegos les ofrecieron el
dominio del mar”12. Por lo tanto la hegemonía, según el anciano maestro de retórica, es
concedida, al menos en cierto modo, por la comunidad helena, y asimismo, en ambas
citas viene indicado el hecho de que existe, o debe existir, una relación directa entre
hegemonía y justicia, de tal modo que no pueden disociarse como conceptos, sino que
para que sea otorgado el dominio sobre los griegos debe garantizarse un estatuto de

9 Si bien somos conscientes de que los valores ideológicos aportados por la obra de este autor no son
extrapolables a otros momentos de la Historia de Grecia, sino que deben asociarse al período en el que fueron
gestados, esto es, la primera mitad del s. IV a. C., consideramos que su estudio nos permitirá comprender el
valor del término hegemonía en la segunda mitad del s. IV a. C. Además este interés se ve reforzado por el
papel de Isócrates como educador de Atenas, rivalizando su escuela en popularidad e importancia con la del
mismo Platón (vid. G. Mathieu, Les idées politiques d’Isocrate, Paris (1966), 31); asimismo, también partimos
de la idea de que, aunque el sentido otorgado por Isócrates a este término debe entenderse dentro del contexto
de su tiempo, y especialmente, de su filosofía política, dicho significado es, a su vez, producto de reflexiones
anteriores al momento de Isócrates, y por ello, en el valor con que esta idea es empleada por el discurso
isocrático se mantienen elementos del significado de dicho concepto en momentos anteriores. No obstante,
para los escépticos, trataremos de demostrar, más adelante, cómo el sentido de hegemonía contenido en las
reflexiones isocráticas es el mismo que le otorgan otros autores, anteriores y posteriores, tal como Tucídides,
Demóstenes o Diodoro Sículo (vid. infra).
10 Isoc. VIII, 30.
11 Lo cuál, debe advertirse, será una de las constantes básicas de los textos isocráticos.
12 Isoc. XVI, 27.

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justicia. Todos estos elementos son demasiado ambiguos, por lo que habremos de volver
nuevamente a los textos. Así, en cierto punto escribe a los atenienses que “es más bonito
luchar contra aquél [el Gran Rey] por la soberanía que entre nosotros [los griegos] por la
hegemonía”13. La hegemonía, por tanto, no es lo mismo que la soberanía, y aunque es un
sinónimo de dominio, éste parece ser de un tipo específico, pues, como hemos apreciado
en todos los textos isocráticos citados, siempre parece asociado, aparte de con la justicia,
con un papel de carácter militar. Por tanto, la hegemonía supondría la aceptación, por
parte de un gobierno heleno, de la concesión de un dominio de carácter practico sobre la
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Hélade asentado en un poder militar y vinculado ideológicamente (es decir, justificado,
por tradición y como mecanismo de propaganda) a la libertad de los griegos, que por
extensión debe entenderse también como lucha contra los bárbaros. Este dominio se
presenta también como justo, y yo lo entiendo aquí como justo en ambos sentidos del
término, es decir, por una parte recto, y por otra merecido. Efectivamente, no podemos
medir aquí este parámetro, no es posible entrar a considerar quién es más justo para
ejercer la hegemonía sobre los griegos, sino que cada gobierno intentará probar cómo sus
credenciales son las mejores para alcanzar la supremacía.
Es aquí donde entramos en contacto directo con el vínculo de la Hegemonía con
la justicia. Hemos visto ya a través de los testimonios de Isócrates cómo la justicia y lo
justo son elementos que acompañan, de modo indisociable, al estatus hegemónico. El
concepto de justicia que Isócrates describe se expresa a través del término griego eunoia,
que podríamos traducir como aprobación, simpatía y buena voluntad14, y el cuál Isócrates
comprende que debería ser el elemento regulador de las relaciones intergubernamentales
en materia de política exterior en Grecia15. Eunoia aparece, entonces, en Isócrates como
el sentimiento contrario, en el ámbito político, al miedo de la concepción tucididea, de
tal modo que las relaciones intergubernamentales deberían regirse por la buena voluntad
y el bien común, afirmación que debe interpretarse como el medio que Isócrates tiene
para advertir que el sometimiento por la fuerza de gobiernos helenos sólo conlleva a
un aumento de poder temporal y, en cierta medida, efímero, pues este tipo de ataque
contra la libertad de otras poleis sólo lleva al desastre, puesto que por muy fuerte que sea
una sola polis en comparación con las otras, esta ciudad siempre será más débil que la

13 Isoc. IV, 166.


14 J. de Romilly, “Eunoia in Isócrates or the Political Importance of Creating Good Will”, Journal of Hellenic
Studies, nº 78 (1958), 92.
15 Lo cuál contrasta, además, con la opinión de Tucídides, quien comprende el miedo como el baremo por
el que se rigen las relaciones entre las poleis (vid. J. de Romilly 1958, 92). R. Meiggs, op. cit., 43 y 397 aduce
como causa de la conformación del imperio marítimo de Atenas el miedo a posibles represalias por parte de
los persas, y por otra parte, el miedo al crecimiento del poder ateniense es una de las motivaciones de Esparta
para declarar la guerra a Atenas.

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coalición de aquellas a las que intenta someter bajo su autoridad16. Con esto, cualquier
liderazgo, ejercido por la fuerza, tendrá como consecuencia el levantamiento de los
sometidos contra aquél que intenta subyugarlos. Por ello la justicia debe ser la base de las
relaciones intergubernamentales17, de tal modo que el auge o caída de las hegemonías,
en el pensamiento isocrático, puede ser explicado siempre en función del respeto y/o
ignorancia de la justicia, del trato justo y bueno otorgado a las demás ciudades. De este
modo, Isócrates entiende que los griegos entregarán espontáneamente el liderazgo a
aquella ciudad que más se lo merezca. Evidentemente en esta concepción política de
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Isócrates, entran en juego otros elementos, como son el particularismo derivado del
sistema de organización de las comunidades helenas en polis y el exacerbado amor de
estas por el mantenimiento de su autonomía18. Por lo tanto, en cualquier intento de
obtención del dominio por parte de una polis sobre el resto de los griegos entrañará el
inconveniente de si tal estatus vulnera o no la autonomía de los gobiernos sometidos
bajo su mando19. El problema, reside en que este enfervorecido planteamiento de la
autonomía de cada polis choca notablemente con el marcado carácter militar que va de
forma inherente unido al concepto de hegemonía. Lo que el llamamiento a la eunoia de
Isócrates pone de manifiesto es, precisamente, por una parte, el deseo existente a lo largo
de todo el siglo IV a. C. de obtener una situación estable a nivel intergubernamental en
la Hélade a través de la redefinición de la hegemonía para los griegos por medios que no
comporten descontento ni pérdida de autonomía para los gobiernos vinculados a la polis
dominadora, y por otra parte, la fragilidad de cualquier sistema hegemónico, pues este
planteamiento utópico de Isócrates encierra, en si mismo, su imposibilidad. Así pues, las
palabras de Isócrates han desvelado que el problema de las hegemonías es la sumisión a la

16 J. de Romilly, “Eunoia...”, pág. 93.


17 Isoc. VIII, 134. Como ya indicamos para el texto de Thuc. II, 8.5, aunque en esta coacción tampoco
aparece empleado en el texto griego el vocablo hegemonía, el significado del contexto es el mismo que hemos
atribuido a dicho término. Una idea muy próxima a esta concepción parece reflejarse en Dem. Or. X, 3,
aunque tampoco aparece empleado directamente el término hegemonía..
18 Tanto T. A. Sinclair, Histoire de la Pensée Politique Grecque, Paris (1953), 10 como R. H. Simpson,
“Antigonus the One-Eyed and the Greeks” en Historia 8 (1959), 385s. establecen la independencia política
(αυjτονοmία) como signo definidor esencial de la polis, de tal forma que la pérdida de la autonomía es sentida
de un modo tan intenso como si se tratase de la propia libertad individual. Esta expresión tiene un buen
ejemplo en Hyp. Epit. IX.25: “Nada importa una felicidad completa sin la autonomía”. Vid. A. B. Bosworth,
“Autonomia: Use and Abuse of Political Terminology” Studi Italiani di Filologia Classica, nº 85 (1989), 122-
152.
19 J. A. O. Larsen, “Freedom and its obstacles in Ancient Greece” en CP 57 (1962), 230-234 ha estudiado
cómo en el concepto de libertad propia que poseía una comunidad gubernamental griega estaba implícito,
como componente de esa libertad, su derecho para dominar a otros. Con esta opinión coinciden también
M. V. Escribano Paño, “El Vituperio del Tirano: Historia de un Modelo Ideológico”, en E. Falque y F. Gascó
(eds), Modelos Ideales y Prácticas de Vida en la Antigüedad Clásica, Sevilla (1993), 13.

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que someten a sus miembros, a través de una subyugación forzosa, y es esta formulación
la que pretende reformar nuestro autor, sin éxito.
Hasta ahora hemos utilizado ambos términos, hegemonía y dominio, como
sinónimos, siguiendo las referencias isocráticas, pero no hemos definido este tipo de
dominio20. En teoría, el liderazgo enunciado nominalmente con el vocablo hegemonía no
presupone el derecho a una ingerencia en materia de política interior sobre los gobiernos
de Grecia, aunque aquellos que ejercieron este poder violaron esta condición, a veces
incluso mediante la fuerza21. Por otra parte, este tipo de supremacía suele aparecer
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subordinado a una congregación de gobiernos, una liga o una alianza, tal y como sucedió
con Atenas y su Liga marítima, Esparta y su Liga Peloponesia, Tebas y su Confederación
Beocia, y por último Macedonia y su Liga de Corinto, lo que nos remite de nuevo al aspecto
defensivo, y de nuevo militar, del esquema definidor de este esquema de organización del
liderazgo que es la hegemonía.
Para el siglo IV, hasta ahora hemos centrado nuestra atención en los textos
isocráticos, por lo que presentaremos a continuación otros testimonios que corroboren
esta definición conceptual. El primero de ellos será Esquines, quien en su discurso Contra
Ctesifonte habla así: “¿Y no vemos que resultaron merecedores de esta estimación y de la
hegemonía contra los persas los mismos que también liberaron el santuario de Delfos?”22.
El inconveniente de estas palabras radica en que Esquines puede comprenderse como
próximo a los preceptos políticos isocráticos, debido a su posición política frecuentemente
favorable a Macedonia. Sin embargo, el mismo valor que hemos estado apuntando
aparece en múltiples ocasiones en los textos demosténicos, cuyas perspectivas de acción
política son, ciertamente, divergentes y distantes con respecto tanto de Isócrates como
de Esquines, por lo que se nos muestran como una buena prueba del valor general del
significado que hemos atribuido al concepto de hegemonía23. No obstante, el punto
en el que mejor se comprende este concepto es, precisamente, en una referencia de
Demóstenes donde no se menciona el término, aunque su contenido, que sí está presente,
nos remite de nuevo a todo lo explicado: “otro, adelantándose al puesto que a vosotros

20 Plb. IV, 84.4-5 menciona los dos factores básicos que componen la autonomía en la Hélade, “la libertad sin
tropas de ocupación, y el poder usar sus constituciones respectivas”. Resulta significativo apuntar el hecho de
que esta concepción siga viva en tiempos de Polibio, a mediados del s. II a. C., mucho después del s. IV.
21 Isoc. XII, 97, demostrando con sus palabras la hostilidad generada por las dos ciudades, Esparta y Atenas.
a causa de sus acciones contra la autonomía gubernamental de los gobiernos del resto de las poleis griegas. En
otro lugar (VIII, 134) anima a los atenienses a tratar a los aliados como tales, y no despóticamente.
22 Aesch. III, 132. No es la única utilización de este término (y con ello, del valor que le hemos asignado en
nuestra explicación del mismo) por parte de este orador: III, 58 y 134.
23 Los más claros ejemplos los hemos encontrado en Dem. Or. IX, 24 y Or. X, 52, aunque una vez más, sin
empleo del vocablo hegemonía, pero sí con el mismo sentido de significación.

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os correspondía ocupar, se ha hecho próspero, grande, señor de un vasto territorio. (...)


Al estar los lacedemonios desvalidos de la fortuna, los tebanos ocupados por causa de
la guerra focídia y nosotros despreocupados, Filipo la encontró y la tomo. Y así como
resultado le ha correspondido infundir miedo a los demás, contar con muchos aliados
y un gran ejército”24. De este modo, curiosamente, la mención que Demóstenes hace de
Esparta, Tebas y Atenas, por ser estas las tres potencias que han ejercido la hegemonía,
no puede hacernos pensar en otra cosa. Asimismo, podemos señalar otras referencias
como éstas en múltiples autores25, confirmando así la validez de nuestras afirmaciones
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más allá de Isócrates. En cuanto a la vigencia de conceptos reguladores de las relaciones
intergubernamentales en la Hélade, podríamos fechar los últimos momentos de validez
de este esquema, tal y como nosotros lo hemos expuesto aquí, en tiempos de Alejandro,
aunque durante el reinado del macedonio se empiezan a modificar las relaciones de
poder, dando lugar a parámetros políticos definidores del mundo helenístico26.
La siguiente cuestión es la razón de la existencia de este sistema de regulación
de las relaciones internacionales entre la comunidad helena. Creo que, aunque este
tema es merecedor de un espacio propio que estudie sus pormenores, y asimismo, no
parece posible una solución unicausal, podemos señalar el factor de la fragmentación de
poder en la Hélade, de modo que este tipo de comportamiento político de los gobiernos
griegos trataría de ser la respuesta a esa debilidad individual de la mayoría de las polis,
a la defensa de su particularismo político, y a su vez, con ello, también una forma de
protección del sistema de organización político de la polis. Podríamos ver las más
antiguas representaciones de este esquema de organización intergubernamental en el
mundo homérico, con aquella Micenas de Agamenón en el papel hegemónico.

24 Dem. Or. X, 47-48. Como podemos ver, todos los componentes expuestos anteriormente, es decir, el
miedo, el gran ejercito (base militar de la hegemonía) y el buen número de aliados (base estructural para la
obtención de la hegemonía) aparecen reflejados en este texto, por lo que la no mención directa del término
hegemonía no hace sino reforzar el valor de estas palabras en referencia a la hegemonía misma.
25 Lycurg. I, 108; Din. I, 76; Demad. I, 11, 50, etc. Sin embargo, la más interesante referencia, para nuestros
intereses, es la contenida en Arist. Pol. 1333b.21: “La práctica de los ejercicios militares no debe hacerse por esto,
para someter a esclavitud a pueblos que no lo merecen, sino, primero, para evitar ellos mismos ser esclavos
de otros, luego para buscar la hegemonía en interés de los gobernados, y no por dominar a todos; y en tercer
lugar, para gobernar despóticamente a los que merecen ser esclavos”. Para su empleo en épocas posteriores
con el mismo sentido, citaremos aquí, como ejemplo, el texto de D.S. XV, 60.1 y XV, 78.9 . Estos ejemplos,
además, vuelven a remitirnos al siglo IV a. C. como momento de luchas generalizadas por la hegemonía.
26 No obstante, hemos de aclarar que, aunque el esquema político de la hegemonía que hemos definido,
como decimos, no funcione, al menos en el modo en que lo hemos expuesto aquí, más allá de Alejandro, la
idea del respeto de la autonomía por parte del gobernante sigue vigente mucho tiempo después del momento
que ahora nos ocupa: Plb. IV, 84.4-5.

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III
Una vez expuesto este marco de relación en el que se desarrolla la vida política
externa de las polis helénicas, esto es, la hegemonía, hemos de encarar ahora un segundo
parámetro, más próximo a nivel directo, de nuestro objeto de estudio, como es la ideología
panhelénica, cuya explicación nos permitirá además terminar de componer la exposición
sobre la hegemonía, por estar ambos conceptos interrelacionados en los presupuestos
de ciertos parámetros de su formulación y en el producto final de su aplicación, como
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El término Panhelenismo es un vocablo propio del mundo griego, aunque no en el
sentido que el desarrollo de la investigación de la Antigüedad le ha otorgado, pues es durante
el período arcaico, en relación con los movimientos migratorios de las colonizaciones
cuando su empleo está documentado.27 Sin embargo, aunque su significado implica
la mención del conjunto de los griegos28, este término no es empelado por los mismos
griegos para autonombrarse. Si bien el término Helenos era empleado para nombrar a los
griegos, los nombres propios de las comunidades gubernamentales, tales como atenienses,
lacedemonios, beocios, tebanos, etc. se mantuvieron siempre con mucha fuerza puesto
que el factor del particularismo griego hace que el sentimiento de cada comunidad por
parte de los griegos se refleje tan sólo en relación con un grupo étnico externo, tales
como, por ejemplo, los bárbaros. De este modo, Helenos haría referencia a los griegos
sólo en un contexto de comparación, y por tanto de diferenciación, de la comunidad
griega con respecto a otra comunidad, y evidentemente la historia de la Hélade propicia
que el elemento comparativo sea, con mayor frecuencia que cualquier otro, los bárbaros,
los persas del Gran Rey. Éste es su significado más allá del ámbito de la política. Sin
embargo, el valor que la historiografía ha conferido al término panhelenismo es un poco
diferente a esto, ya que aunque engloba estas connotaciones, pretende señalar una idea
distinta. Denominamos Panhelenismo al programa político que pretende la unión de los
griegos en una causa común que lleve a cabo la conquista del Imperio Persa para, a través
de esta acción, resolver los problemas endémicos de la Hélade a nivel político, social y
económico29. Con esto, sin embargo, los defensores del panhelenismo no pretenden la
creación por parte del mundo griego de una nación unificada en el sentido que para la
época moderna y contemporánea adquiere el concepto de unidad nacional, ni pretenden
siquiera desarrollar un esquema político alternativo a la realidad gubernamental de las

27 S. Perlman, “Panhellenism, the Polis and Imperialsm”, Historia 25 (1976), 4.


28 A. Bailly, op. cit., 1450.
29 M. Flower, “Alexander the Great and Panhelenism”, en A. B. Bosworth & E. J. Baynham (eds), Alexander
the Great in Fact and Fiction, Oxford (2000), 97s.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 77

polis, pues el panhelenismo no entiende a la polis como un sistema obsoleto30, sino que
tan sólo pretende resolver los problemas de los griegos, pero manteniendo siempre el
esquema organizativo que les es propio.
IV
El gran teórico del Panhelenismo del siglo IV es Isócrates, quien dedicó una gran
parte de su vida y obra a la defensa de la idea de necesidad de la comunidad helena de
una situación de concordia (eunoia) para adquirir unos objetivos comunes, unificando
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las fuerzas contra el enemigo común bárbaro31, por lo que tratemos ahora de observar,
de forma general, sus postulados y proposiciones sobre la cuestión del Panhelenismo32.
El primer punto a tener en cuenta a la hora de hablar del pensamiento panhelénico
isocrático33, y en definitiva, un concepto fundamental de cualquier ideología panhelénica,
es que la pretensión final de cualquier proyecto debe ser el fin de los problemas de la
Hélade. Sin embargo, estas pretensiones del panhelenismo se centran esencialmente en
la obtención de una situación de paz duradera entre los griegos, con lo que nace así el
término jurídico de Koiné Eirene, que tendrá una gran expresión a lo largo del siglo IV
dentro de las alianzas y acuerdos establecidos por los diferentes gobiernos de la Hélade
y que podemos definir como el deseo de conformación de un sistema permanente de
paz entre los gobiernos griegos en el que se garanticen sanciones para aquél que viole
esta situación34. Así, la Koiné Eirene o “Paz Común” es la materialización en política
de las pretensiones de los defensores del panhelenismo, pero, más aún, es también una
condición sine qua non de cualquier ideología panhelénica, y aparece como el primer
paso para la aplicación de del panhelenismo.
En el pensamiento isocrático, la llamada a la paz entre los griegos, esa “Paz
Común”, es una constante de su obra35. En un plano jurídico, la primera Paz Común que
podemos señalar como tal en la Historia de Grecia es la Paz de Antálcidas del año 387/386
a. C., pues en ella encontramos los elementos constituyentes propios de una Koiné Eirene,

30 S. Perlman, “Panhelenism…”, 29.


31 Isoc. V, 130.
32 Para una comprensión de la influencia de los acontecimientos contemporáneos a Isócrates en sus
discursos, vid. P. Cloché, Isocrate et son temps, Paris (1963).
33 No se puede entender la obra isocrática a través de los esquemas empleados para los demás oradores,
condicionados por necesidades prácticas propias de la vida jurídica, ya que los discursos de nuestro autor
fueron elaborados, en principio, dentro del marco de su escuela, por lo que no estaban condicionados por la
necesidad de convencer a un jurado o asamblea, sino que deben analizarse como productos literarios. Sobre
este aspecto de la obra isocrática, vid. G. Kennedy, The art of Persuasion in Greece, Londres (1963), 175ss.
34 A. Momigliano, “Per la Storia della Pubblicistica sulla KOINH EIPHNH nel IV secolo a. C.” in
A. Momigliano, Terzo Contributo alla storia degli studi classici, Roma (1966), 458.
35 Isoc. XII, 13.

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78 Borja Antela-Bernárdez

presentes en los dos componentes esenciales de este tratado: de una parte, comprende
a la totalidad de los griegos, y de otra, comporta sanciones para cualquier gobierno
que obre en contra de lo estipulado por este acuerdo, instituyéndose un garante de su
cumplimiento, que este caso fue el Rey de Persia36. Mediante este tipo de condiciones se
pretendía salvaguardar el equilibrio entre las potencias griegas, con lo que podríamos
entenderla como una aplicación de las teorías panhelénicas. Sin embargo, para lo que
nos interesa en este momento, que es el pensamiento isocrático, la Paz de Antálcidas
tuvo otras consecuencias muy distintas ya que, a través de ésta, se delimitaba también el
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territorio que quedaba bajo dominio persa y aquél que pertenecía al mundo griego, de
tal modo que imponía en el tratado el reconocimiento de que el territorio del Asia era
propio del Rey persa, y por ello, quedaba contrapuesto a Europa, territorio reservado a los
griegos37. Con esto, la antítesis clásica griego-bárbaro es llevada a un plano geográfico,
reconfigurando así, además, la propia definición de “lo griego”, de la helenidad.
Todo ello tendrá consecuencias en la mente de Isócrates. Éste definía a los griegos
no como un grupo determinado étnicamente, sino como una unidad producto de una
cultura y de una educación (paideia), de tal modo que todos aquellos educados según
los parámetros culturales griegos deben ser, para él, entendidos como griegos de propio
derecho38. Pero, además, el reparto geográfico estipulado por la Paz de Antálcidas39,
en opinión de nuestro autor, deja a Grecia fuera del reparto, explotación y disfrute de
las vastas riquezas de Asia40, con lo que su llamamiento a la lucha contra el bárbaro es
también una reivindicación del derecho de Europa a participar de los recursos asiáticos41.
La finalidad de esta reivindicación, sin embargo, no es otra que la intención de Isócrates
de llamar la atención de los griegos sobre los beneficios de la conquista asiática, que

36 A. Momigliano, “La KOINH EIPHNH dal 386...”, 394.


37 A. Momigliano, “L’Europa come Concetto Político presso Isocrate e gli Isocratei” in Terzo Contributo…,
490. Existen antecedentes de este tipo de reparto en Thuc. VIII, 18; 37; 58. Por otra parte, esta contraposición
Griegos-Bárbaros, constante en la Historia de Grecia, ya aparece presente en Hdt. I. 4. Sobre la imagen del
bárbaro en la mentalidad griega, vid. P. Briant, “History and Ideology: The Greeks and Persian Decadence”
in T. Harrison (ed.), Greeks and Barbarians, Edinburgo (2002), 193-210 y J. Gallego, “En los Márgenes de la
Igualdad: Figuras del Bárbaro en la Atenas Democrática” en P. López Barja et al. (eds), Fronteras e Identidad
en el Mundo Griego Antiguo: III Reunión de Historiadores del Mundo Griego Antiguo, Santiago (2001),
157-177.
38 Isoc. IV 50. La misma idea aparece, de un modo más general, en Isoc. IX, 47ss. Esto tendrá una
importante repercusión en el momento en que Isócrates realice su llamamiento a Filipo para que encare la
unión y dirección de los griegos en la lucha contra los bárbaros, pues a través de esto, Isócrates presentará al
macedonio como un griego, frente a las acusaciones de Demóstenes al origen bárbaro de Filipo.
39 Que Isócrates considera invalidado desde un principio a causa de la existencia de poleis griegas en
territorio asiático.
40 Isoc. IV, 179.
41 A. Momigliano, “L’Europa…”, 492.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 79

Isócrates entiende como la solución de todos los problemas de Grecia, pues permitiría
resolver los problemas económicos de la Hélade en todos los sentidos, al tiempo que
proporcionaría una salida al excedente de población. A su vez, la creación de una coalición
de los griegos42 que desafiase el poder del Gran Rey y llevase a cabo la lucha contra el
bárbaro pondría fin a las luchas internas que habían llevado a Grecia a la situación en que
se encontraba en estos momentos. De este modo, la conquista del Asia aparece como la
panacea de todas las dificultades que sufre la Hélade en tiempos de Isócrates, por lo que
toda la atención y esfuerzos de nuestro autor se centrarán en el llamamiento a la unión43
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de los griegos contra Persia.
Existen, no obstante, algunos problemas para la consecución por parte de Isócrates
de su proyecto panhelénico. En primer lugar, nuestro autor entiende que la primera
condición para la consecución de esta unión que él promulga, aparte de la paz, sería que
la justicia se convirtiese en el parámetro regulador de las relaciones entre los gobiernos
de la Hélade, por lo que condenará no sólo cualquier lucha o combate entre griegos, por
entenderlas fratricidas, sino además cualquier tipo de actitud o política con pretensiones
hegemónicas, en el sentido que este término tiene, como hemos visto ya, de subyugación
de los aliados y de imperio, puesto que, lógicamente, mientras se mantengan ese tipo
de políticas, responsables de la crisis de Grecia, la unión de objetivos e intereses en
conjunción mutua que Isócrates defiende44 no podría ser efectiva. Por ello, para Isócrates
la persuasión es la única arma de la que se deben servir los gobiernos de Grecia para
llevar a cabo las relaciones interhelénicas45. Asimismo, entonces, la concordia (eunoia) es
el sentimiento que debe imperar entre los griegos, y debemos entender concordia como
el rechazo de las guerras de expansión de la influencia de un gobierno heleno a expensas
de los intereses de otro u otros griegos, preservando un estado de paz duradero46.
En segundo lugar, su exhortación se verá revestida por una frecuente mención de
episodios mitológicos de lucha contra el bárbaro, tales como Heracles, Teseo, Agamenón
y otros, teniendo cada uno un significado propio dentro del valor que Isócrates les otorga
en su pensamiento47. El primer personaje mítico que debe ser destacado, por la reiterada
insistencia de su mención en los discursos de Isócrates, será Helena, a la que dedicará

42 Este es el tipo de unión al que se refiere Isócrates, en sentido militar, con una alianza, pero sin que ello
comprenda una asociación de carácter federal o similar, sino tan sólo la unión de fuerzas.
43 Con unión, volvemos a indicarlo, Isócrates no pretende derrocar el sistema de las polis (supra).
44 Isoc. IV 183-184.
45 G. Mathieu, op. cit., pág. 47.
46 S. Perlman, “Isocrates’ «Philippus» - a Reinterpretation” Historia 6 (1957), 310.
47 Sobre el uso de ejemplos históricos en la oratoria del s. IV, y especialmente en Isócrates, vid. D. H. Hamilton,
“Greek Rethoric and History: The Case of Isocrates” in G. W. Bowersock et al. (eds), Arktouros: Hellenic
Studies Presented to Bernard M. W. Knox, Berlin (1979), 290-298, esp. 294ss. para el mundo homérico.

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80 Borja Antela-Bernárdez

todo un discurso48 considerar a este personaje como la razón primigenia de la libertad


de los griegos: “Porque aparte de las artes, filosofías y otras ventajas que uno podría
referir a aquélla [Helena] o a la guerra de Troya, pensaríamos con justicia que Helena es
la causa de que no estemos esclavizados por los bárbaros. Descubriremos, en efecto, que
los griegos se pusieron de acuerdo por su causa e hicieron una expedición común contra
los bárbaros, y que entonces, por primera vez, Europa levantó un trofeo en Asia”49. De
este modo, Helena pasa a ser el motivo de la primera unión de la Hélade contra el Asia y
los bárbaros, pero el rapto de Helena le permite además atraer de nuevo la atención sobre
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los beneficios de una unión de todos los griegos para luchar contra el Gran Rey. No será
esta la única mención que encontremos en los textos isocráticos a la Guerra de Troya sino
más bien una constante de su llamamiento50, al entender este episodio mitológico como
un momento de importancia vital en la historia griega.
En cuanto a las referencias que realiza en sus discursos a las obras de los héroes,
de los que destacan Teseo, Heracles y Agamenón, hay que entender que, aunque cada
uno cumple un papel mismo que está en relación con la historia de su mito, existe
una concepción específica en el pensamiento isocrático sobre ellos, que influye en la
perspectiva de su reiterada utilización. Isócrates entiende, por una parte, que la divinidad
no se involucra personalmente en los acontecimientos de la Humanidad, pero no por
ello debe pensarse, según Isócrates, que se desligue de los eventos humanos, sino que
inspira a ciertos hombres para que guíen a los demás51. Estos hombres inspirados por la
divinidad son la explicación que Isócrates da a la existencia de los héroes, destacando a
los ya mencionados por ser los de mayor utilidad para su proyecto panhelénico. Teseo,
como héroe ático por excelencia, cumple un papel en el pensamiento isocráticos de
personificación de Atenas y con ello también simboliza los valores que el autor quiere
atribuir a su patria, tales como la defensa de los oprimidos y de la justicia52. El tratamiento
de Heracles es diferente, ya que a través de él, Isócrates a veces busca hacer referencia a

48 Vid. G. Kennedy, op. cit., 186.


49 Isoc. X, 67.
50 Isoc. X, 49 y 68; D. H. Hamilton, op. cit., 293.
51 Isoc. V, 150-152.
52 Isoc. X, 25 y 32-37.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 81

Esparta, cuyos reyes eran heraclidas53, al igual que sucedía con los macedonios54. De
este modo, en su mención de la unión de Heracles y Teseo en la lucha por la liberación de
Helena tenemos una clara alegoría de lo que Isócrates desea que suceda en la Hélade.
Sin embargo, Heracles tiene, en los discursos isocráticos, otros valores de nuestro
interés. En primer lugar, Isócrates contrapone las hazañas y la filantropía de este héroe
típicamente heleno con el personaje de Ciro, el fundador de la casa real aqueménide y
del Imperio Persa55. Esta referencia responde, por una parte, en su sentido más estricto,
a la voluntad de Isócrates de animar a Filipo II de Macedonia a repetir las gestas de su
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ancestro, y al comparar las de éste con las de Ciro, compara también a las dos casas
reales. Pero además, mediante esta idea, Isócrates convierte a Heracles en el héroe por
excelencia del mundo griego, al compararlo con el fundador del mundo persa, y le
atribuye el valor de reconciliador de los griegos56, de forma que alaba su philantropía,
eunoia, evergesía y praotes57, marcando así los parámetros que debe cumplir aquél que
dirija la expedición de los griegos contra el mundo bárbaro, ya sea esta una ciudad como
Atenas o un individuo, como en el caso de Filipo o Alejandro58.
Lo más importante de su mención es el concepto mismo de la utilización
de Heracles como ejemplo, al que él mismo señala por haber obtenido la divinidad a
través de sus méritos. De este modo se desliga un último punto del empleo isocrático de
Heracles, como es el hecho de que aquellos hombres que realicen grandes proezas por
el mundo griego obtendrán la gloria, es decir, el reconocimiento futuro y la pervivencia

53 Isoc. X, 13: “Ellos [Teseo y Heracles] fueron los únicos de los antepasados que se hicieron campeones en
defensa de la vida humana”. La alegoría sobre la unión de Teseo y Heracles en la lucha por la liberación de
Helena es clara, señalando aquello que Isócrates desearía que sucediese en el panorama político griego, esto
es, la unión de las fuerzas atenienses y lacedemonias en provecho de toda Grecia. Sobre el papel jugado por
Heracles en Isócrates también como argumento favorable vinculado a Atenas, vid. S. Perlman, “Isocrates’
«Philippus» and Panhelenism” Historia 18 (1969), esp. 373ss.
54 Hdt. VIII, 137-138; Isoc. V, 32; D. S. I, 18; Paus. II, 6, 7; 11. 2: 12. 6: 13. 1: 18, 7; 19, 1; 21, 3; 26, 2; 28, 3s; 38,1; III,
1,5; IV, 3,3s. Vid. F. Edson, “Antigonids, Heracles and Beroea” HSCP 45 (1934), 213-246, esp. 219; A. Daskalakis,
The Hellenism of the Ancient Macedonians, Tesalónica (1965), 98-105; E. N. Borza, “Athenians, Macedonians,
and the Origins of the Macedonian Royal House” Hesperia Supplements 19 (1982), 7-13; W. Greenwalt,
“Herodotus and the Foundation of Argead Macedonia” Ancient World 13 (1986), 117-122; N. G. L. Hammond,
The Macedonian State, Oxford (2002) 2-3, 16-19.
55 Isoc. V, 132. Esta afirmación debe ponerse en relación con el enorme halago panegírico que Isócrates
dedica al rey macedonio tratando de convencerle de que sus consejos son lo mejor para Grecia y para el propio
Filipo.
56 Isócrates, Filipo, 111.
57 S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.»– a Reint…”, pág. 314. Estas consideraciones resultan de gran utilidad
para estudiar el imaginario propagandístico generado por Alejandro para su consumo entre los griegos: vid.
B. Antela-Bernárdez, Alexandre Magno e Atenas, Publicacións da Universidade de Santiago de Compostela
(2005), pp. 202ss.
58 Esta idea aparece expresada claramente en V, 114.

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82 Borja Antela-Bernárdez

en la memoria de los griegos59, y con ello, a través de la gloria obtenida, como el héroe
Heracles, incluso la inmortalidad, tal y como refleja cuando escribe que “todos tenemos
un cuerpo mortal, pero que por la alabanza, los elogios la fama y el recuerdo que nos
acompaña en el tiempo, participamos de una inmortalidad a la que debemos tender
aunque tengamos que sufrir cuanto podamos”60. Así, por ejemplo, en el caso concreto de
Filipo, si consigue realizar las empresas a las que le exhorta Isócrates, es decir, aquellas
que componen el programa panhelénico que hemos estado analizando, tales como el
establecimiento de la concordia y de la unión de los griegos en coalición contra Persia,
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sólo le faltaría ser un dios61.
Por último hemos indicado también las menciones de Isócrates a Agamenón. La
razón de ellas, parece evidente, debe relacionarse con el papel ejercido por el atrida como
dirigente y general en jefe de la primera y más grande expedición llevada a cabo por la
Hélade contra los bárbaros, como es la Guerra de Troya. Agamenón sería entonces el
referente al que Isócrates cita cuando quiera indicar la unión de los griegos en coalición
militar, y el papel del mítico Rey de Micenas como hegemón de los griegos. Con ello, este
personaje es configurado por Isócrates como el ejemplo del líder militar de la expedición
contra el mundo bárbaro. Hemos visto, por otra parte, el valor concedido a Helena y a
su liberación por parte de Isócrates, por lo que no resta ya mucho más que decir sobre
esto.
A través de estos referentes mitológicos, estos grandes hombres inspirados por la
divinidad, Isócrates proporciona ejemplos, modelos de comportamiento para los griegos
de su tiempo, para que, a través de la emulación de las gestas de éstos, sus contemporáneos
pongan en funcionamiento y lleven a cabo los consejos que componen el plan político
panhelénico isocrático.
A grandes rasgos, estos son los parámetros fundamentales del pensamiento de
Isócrates, y en cierto modo, podemos decir que, aunque con algunas variantes propias,
también son un buen ejemplo de los elementos que componen cualquier ideología
panhelénica. Así concebido, el término Panhelenismo puede verse, de forma clara,
vinculado irremisiblemente a la aventura alejandrina de modo que ésta pasaría a ser una

59 Isoc. V, 140. La misma idea, con un tono diferente, aparece también en 153, con lo que, si Filipo sigue
los consejos de Isócrates, habrá superado al propio Heracles: 143. Todo ello contrasta, no obstante, con la
afirmación de 114.
60 Isoc. V, 134. La misma concepción aparece en IX, 37 y VI, 109. Como puede percibirse, esta idea no es
propia de los últimos años de su pensamiento, ni exclusiva del Filipo, sino que esta presenta ya desde mucho
antes en sus escritos. Vid. S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.» - a Reint…”, 316 n65.
61 Isoc. Ep. III, 5. Aunque se ha discutido mucho sobre la autenticidad de esta carta, y la mayor parte de los
autores consultados expresan su rechazo hacia la autoría isocrática de ella, comprendemos, pese a ello, que
los argumentos expresados en ella sí concuerdan con el pensamiento isocrático.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 83

aplicación práctica de las teorías panhelénicas del siglo IV, y no una conquista personal del
rey de Macedonia. Sin embargo, los propios griegos no vieron en la acción de Alejandro
la consecución de este ideal de lucha común, tal y como demuestran las reacciones
antimacedónicas de los griegos (Tebas, Agis III,…). Por ello, buscaremos ahora exponer
otro pensamiento panhelénico, en este caso el de Demóstenes, para poder comparar las
conclusiones de su análisis con éstas de Isócrates, lo que si bien nos permitirá advertir
con mayor profundidad las teorías panhelénicas del s. IV a. C., también nos aproximará
a ciertos componentes incongruentes y paradójicos de este tipo de programas políticos.
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V
En efecto, las ideologías panhelénicas conllevan, en sí mismas, una serie de
contradicciones implícitas, que nacen del hecho de que la unión pacífica no es algo
inherente a los griegos. Todo esto lleva a los teóricos del Panhelenismo, destacando entre
éstos a Isócrates y Demóstenes, a establecer la necesidad de que una potencia conduzca a
los griegos a la unidad y regule la Paz Común. El primer problema reside en el modo de
conducir a los griegos a este estado, pues como hemos visto Isócrates indica que el único
modo de alcanzar este objetivo es a través de la concordia y de la práctica de la justicia
como máxima en lo referente a la política exterior, solicitando así el abandono por parte
de aquél que quiera dirigir a la Hélade en la lucha contra el bárbaro y la conquista del
Asia, de cualquier política de carácter imperialista62.
Si revisamos el pensamiento demosténico en relación con el panhelenismo,
veremos que de forma explícita su discurso sobre la necesidad de una unión de los
griegos para combatir al bárbaro es bien diferente del pronunciado por Isócrates, ya que
su perspectiva de la situación aparece en todo momento condicionada por la necesidad
de que un gobierno heleno dirija al conjunto de los griegos, pero con la diferencia de
que en todo momento Demóstenes lo que pretende es una defensa de la necesidad que
Grecia tiene de que Atenas se erija como directora de este proyecto, de tal modo que su
pensamiento panhelénico es, realmente un planteamiento proateniense. Revisemos esto
con más detalle.
A través de toda su obra apreciamos en Demóstenes un claro ánimo de
exhortación de sus conciudadanos atenienses, y a veces de la Grecia en general, ante

62 Que en el caso de la exhortación a Filipo, se convierte en un intento de defensa de la Hélade contra el


peligro que supone el aumento de poder del macedonio para la independencia y libertad de las polis griegas:
Vid. S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.» and Panhelenism”, 373; S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.»– a Reint…”, 317.
Asimismo, esta percepción del pensamiento isocrático viene reflejado también en su recomendación con
respecto a los griegos de Asia Menor de aplicación de una política de liberación, no de subyugación, tal y
como se recoge en Isoc. V, 104 (vid. ibidem., pág. 313).

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84 Borja Antela-Bernárdez

la necesidad de combatir a los bárbaros, para lo que llamará a la unión de la Hélade


contra el inminente peligro bárbaro, al que considera la mayor amenaza a la que los
griegos se enfrentan, y contra la que, todos juntos, deben hacer frente. Visto así, parece
clara su adhesión al grupo de los pensadores panhelénicos y, se nos muestra evidente su
proximidad conceptual para con el pensamiento isocrático expuesto. Sin embargo, el
primer problema con el que topamos es que su invitación al combate contra el bárbaro es,
en realidad, un llamamiento contra un bárbaro concreto, Filipo II63. En segundo lugar,
toda su política de unión de los griegos tiene como objetivo la defensa de los objetivos
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e intereses de Atenas, los cuáles son entendidos en sus discursos como extrapolables a
toda la Hélade. De este modo, Filipo aparece, a través de los textos demosténicos, como la
gran amenaza a la que los griegos deben hacer frente64, lo que permite al orador presentar
ante la comunidad helena la guerra que Atenas mantuvo durante la década de 340 a. C.
como una guerra contra el bárbaro y por el beneficio de toda Grecia. Así, al solicitar
Atenas el apoyo de otros gobiernos, esta lucha entre Atenas y Filipo sea presentada
como un enfrentamiento panhelénico65. Lo que Demóstenes pretende hacer entender
como una guerra panhelénica, y como una amenaza para la comunidad helena, no es
ni más ni menos que un enfrentamiento directo entre Atenas y Macedonia66, esto es,
una lucha de poderes y pretensiones imperialistas, y lo que es referido por él como “gran
amenaza” para la Hélade no es otra cosa que un conflicto contra un competidor al poder
ateniense y un rival en sus zonas de influencia e intereses67. Con todo ello, el fin último
de Demóstenes, la razón de sus arengas y exhortaciones no es sino su deseo de devolver
a Atenas al lugar que le corresponde dentro del organigrama político del mundo griego,
de modo que su panhelenismo es, en realidad, patriotismo ateniense.
Antes de terminar con esto, queremos examinar, como ya hicimos con Isócrates,
el valor y sentido otorgado por Demóstenes al pasado. Para él, el pasado sólo es
interesante en la medida en que demuestra la grandeza de Atenas y de sus ciudadanos.
De este modo, por una parte, sus referencias al pasado glorioso serán, al igual que en
el panhelenismo isocrático, para recalcar la necesidad de los ciudadanos atenienses de

63 En varias ocasiones podemos señalar a Demóstenes designando la naturaleza bárbara de Filipo: Dem. Or.
III, 16 y 24; Or. XIX, 305; Or. IX, 31. Esta cuestión encuentra su contrapunto, en Aesch. III, 172, que insulta
a Demóstenes denominándolo de origen escita, y con ello bárbaro, lo que nos sirve para ver la popularidad
de este insulto en el panorama político ateniense. Para un análisis de estas referencias concretas, vid.
A. Daskalakis, op. cit., 256-269.
64 Dem. Or. VI, 2; Or. IX, 1 y 22s; Or. XVIII, 20. Vid. T. T. B. Ryder, “Demosthenes and Philip II” in
I. Worthington (ed), op. cit., 45-89.
65 Dem. Or. VI, 7ss.
66 Dem. Or. III, 27; VII, , 6.
67 J. Luccioni, Demosthène et le Panhellénisme, Paris (1961), 108 y 139s.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 85

su tiempo de comportarse tal y como lo habían hecho aquellos que habían adquirido la
gloria y el renombre para la ciudad68. Pero, por otra parte, el pasado demuestra además
que Atenas poseía un derecho ancestral69, a través de la tradición que la asocia con la
victoria contra los persas, para dirigir los asuntos de la Hélade y comandar a los griegos
contra la amenaza exterior70. De este modo, Filipo, el competidor, se convierte también,
en el pensamiento político de Demóstenes, en la solución para los problemas de Atenas71,
ya que si el orador logra aglutinar a los griegos bajo un mando ateniense para vencer al
macedonio, habría obtenido de nuevo la confianza de los helenos, y con ello, éstos le
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conferirían de nuevo el privilegio (y el poder) de comandarlos72. Este privilegio es, sin
duda, la hegemonía.
A través de Demóstenes hemos podido observar con claridad cómo la verdadera
naturaleza de la ideología panhelénica es la de su utilización como propaganda política al
servicio de intereses hegemónicos73. Asimismo, podemos comprender el panhelenismo
como el disfraz retórico de las pretensiones hegemónicas, y a la vez como un buen medio
de reforzar contra sus oponentes los argumentos de un pretendiente a la hegemonía.
VI
Aproximándonos, entonces, al momento de comprender en su totalidad el
significado de la ideología panhelénica y su indisociable vínculo con el esquema
hegemónico, podemos apreciar también a través de Demóstenes cómo los panhelenistas,
siempre de forma implícita, y algunas veces de forma explícita, como en el caso del
propio Demóstenes, consideran que uno de los gobiernos de Grecia debe erigirse en
comandante de los helenos contra Persia. El problema, y la primera paradoja con la que
nos encontramos, reside en la elección de la potencia que pueda desarrollar una política
de sometimiento de la política interna del mundo griego, de tal forma que instaure la
Paz Común y regule las divergencias entre los diversos gobiernos griegos, para evitar
los enfrentamientos interhelénicos, y por otra parte, comande bajo su tutela la guerra
contra los bárbaros. Tanto Gorgias como Lisias, cuando hablaban de la necesidad que el
mundo griego tenía de unificar fuerzas, evitando más luchas internas, para enfrentarse
a los bárbaros, realmente querían decir que los griegos debían unirse bajo el gobierno de
Atenas, la única polis de la Hélade capaz, a su juicio, de afrontar el control de los demás

68 Dem. Or. VI, 11; Or. X, 46; Or. XVIII, 200. Vid. Ibidem., 75.
69 Dem. Or. X, 50. También en Thuc. I, 70.
70 Dem. Or. VI, 10.
71 Y a su vez también, con ello, la solución también para los problemas de la Hélade (vid. ibidem., 115).
72 Ibidem., 87.
73 S. Perlman, “Panhellenism…” 30.

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gobiernos y dirigirlos en la campaña contra los bárbaros y los tiranos. Demóstenes era
de igual parecer, y en su llamamiento a la unificación de fuerzas y objetivos también
pondrá a Atenas como gobierno bajo cuya dirección debe actuar el mundo griego contra
el monarca macedonio.
Con todo esto, si los ideólogos del panhelenismo suelen tener, de forma
preconcebida e inherentemente a su discurso, un campeón panhelénico elegido de
antemano, de tal forma que sus reflexiones sobre la necesidad de unidad de los griegos se
basan realmente en su creencia de una necesidad de unidad helena bajo el mando de este
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campeón predeterminado, estamos ante la gran contradicción del panhelenismo, puesto
que elegir un agente que unifique las voluntades de los gobiernos y regule sus políticas a
nivel externo para garantizar una Paz Común y una acción conjunta supondría otorgar
a éste una serie de poderes de control y/o coerción para con el resto de los griegos, lo
que significaría, en sí, una violación del principio vital de la polis, como es la autonomía
(αὐτονομία). Realmente, la necesidad de que exista un gobierno que aplique cualquier
tipo de hegemonía sobre los otros gobiernos de Grecia que se hayan unido al proyecto
panhelénico implica, de facto, la negación del principio de libre adhesión e independencia
política (αὐτονομία) y la espontaneidad produce la gran paradoja existente en el
pensamiento de los ideólogos del panhelenismo, ya que la hegemonía de uno sobre un
grupo anula, de forma evidente, en todo o en parte el nivel de autonomía de aquellos
que se ven sometidos al poder hegemónico74. Siendo Atenas el origen de la mayor parte
de la producción literaria griega, parece evidente pensar que los autores atenienses o
filo-atenienses hayan sido también mayoría en el trato del tema panhelénico, con lo que,
siguiendo lo explicado sobre la idea preconcebida de quién debía ser imponerse como
hegemón de la Hélade, estos autores tratarán de defender la candidatura de Atenas como
única polis capaz de afrontar la misión de comandar al conjunto de los griegos.
Isócrates, tras esta explicación, se nos muestra como un pensador diferente.
Como panhelenista, también defiende la necesidad que Grecia tiene de un director para
la construcción y regulación de objetivos comunes, y su discurso también va dirigido a
favor de Atenas, aunque al percatarse de la imposibilidad de su ciudad para obtener por
si misma esa posición dominante, Isócrates, en función del momento del s. IV en el que
se encuentre, buscará a un gobierno o individuo a quien él considere con las capacidades

74 Vid. A. Momigliano, Philippe de Macédoine, Combas (1992), 204. En ibidem., 129s. Momigliano convierte
esta contradicción del pensamiento panhelénico en la paradoja de toda una época, afirmación que corrobora
C. Nadon, Xenophon’s Prince: Republic and Empire in the Cyropaedia, Berkeley (2001), 161: “Xenophons shows
in the Hellenica that for both oligarchic and democratic regimes, the impulse towards imperialism remained a
prominet, and, on the whole, pathological, feature of greek political life in the aftermath of the Peloponnesian
War”.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 87

necesarias para dirigir a los griegos. De este modo, a partir de la década del 360 a. C.
en adelante, Isócrates se puso en contacto epistolar con muchos de los más importantes
reyes y dinastías del mundo griego exhortándoles a erigirse en campeones de la causa
panhelénica. De todas las relaciones entabladas por Isócrates, la que mayor productividad
generó fue, sin duda alguna, la que mantuvo con Filipo de Macedonia, pero la verdadera
finalidad de su correspondencia, y del interés que Isócrates presenta hacia el macedonio
no es otra que tratar de convencer al rey para que preserve la libertad y autonomía de
los griegos75, temiendo de él su posible intención imperialista76, y tratando de redirigir
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la atención, y con ella la ambición, de Filipo hacia Persia77. Fue, entonces, este temor
de Isócrates al enorme poder de Filipo la razón que le mueva a indicarle al macedonio
que “es preciso que seas el benefactor (evergetes) del los griegos, el rey (makedónon dè
basileúein) de los macedonios, y el amo del mayor número posible de bárbaros (barbaron
hos pleíston áexein). Si haces esto, todos te lo agradecerán, los griegos por los beneficios
que reciban, los macedonios porque los gobernarás como un rey, no como un tirano, y los
demás pueblos porque, libres de la dominación bárbara (barbarikes despoteías), tendrán
un gobierno griego”78. Así, el primer consejo que Isócrates da a Filipo es el de establecer
la concordia (eunoia) entre los griegos como paso previo a la expedición79, y con ello,
anima también a la colaboración de Macedonia con los griegos, aunque realmente lo que
más interesa a Isócrates es la colaboración con Atenas80.

75 Isoc. V, 127.
76 Isoc. V, 73-77. Reveladoras resultan, también, las referencias a Alcibiades y las “desgracias” que
sobrevinieron a la Hélade por sus acciones imperialistas en 58-61. Vid. S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.»– a
Reint…”, 316; S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.» Panh...”, 373s.
77 S. Perlman, “Panhellenism…”, pág. 28. Plb. III, 6.12 también coincide en que las razones de Filipo para la
campaña asiática se basan, como las de Alejandro, en la ambición. Asimismo, S. Perlman, “Isocrates, ‘patrίc’
and Philip II” Ancient Macedonia III, 211-227.
78 Isoc. V, 154. Nótese la diferencia marcada por el texto entre, por una parte, beneficiar a los griegos, pero
gobernar (sólo) sobre los macedonios, y por otra, entre rey y tirano, que demuestran el temor que siente el
autor a la instauración de una dictadura por parte de Filipo. Asimismo, la referencia final al gobierno obtenido
por las comunidades liberadas, señalado como griego, vuelve a ponernos en la senda de las recomendaciones
isocráticas sobre liberación, no subyugación, del Asia. En relación con este miedo isocrático, que representa
una sensación generalizada entre la comunidad helena, a la extensión por Filipo de su poder de carácter
monárquica sobre la Hélade, se ha interpretado la constitución de la Liga de Corinto por parte de Filipo, como
un medio de construir su dominio sobre los griegos a través de una estructura organizativa que, al contrario
de lo que sucedía con la monarquía, no provocase temor a los griegos, sino que estuviese enmarcada dentro de
la tradición diplomática de la Hélade del siglo IV: vid. S. Perlman, “Greek Diplomatic Tradition…”, pág. 173.
79 Isoc. V, 16, 86 y 95.
80 Isoc. V, 56. Sobre los parámetros de colaboración recomendados por Isócrates, en su Filipo, al rey
macedonio para con Atenas, vid. S. Perlman, “Isocrates’ «Phil.»– a Reint…”, pág. 312 y 316s.

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88 Borja Antela-Bernárdez

VII
Toda esta serie de problemas que hemos presentado son cuestiones que atañen
de forma directa al gobierno de Filipo, y especialmente, al de Alejandro, como hegemón
de los griegos, puesto que las diferencias existentes entre los griegos y los dos monarcas
macedonios nacen de esa paradójica disociación existente en las filosofías panhelénicas
entre teoría y práctica, ya que el mando que éstos ejercieron sobre los aliados griegos a
través de la Liga de Corinto, es, por una parte, una respuesta a los deseos de la comunidad
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griega de unidad y Paz Común, que, como hemos dicho, están en el corazón de la mayor

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parte de los griegos del siglo IV, aunque, por otra parte, como el único medio de imponer
y regular una Paz Común, así como de realizar cualquier tipo de proyecto conjunto por
la comunidad helena parte de la necesidad de que un gobierno, en este caso el macedonio,
imponga su voluntad sobre los otros para, bajo su tutela, poder afrontar la realización
de dicho proyecto, todo lo cual supondrá para los griegos no tanto la consecución del
anhelado sueño de unidad, sino la pesadilla de la tiranía81, ante la que reaccionarán con
violencia, como en el caso paradigmático de la revuelta tebana contra Alejandro, acto
que recibirá, a su vez, como respuesta la coerción por medio de la represión violenta,
como castigo a aquellos que no se someten a las regulaciones establecidas por el Consejo
de los aliados, por lo que cualquier rebeldía a esta institución convierte a los insurrectos,
a su vez, en enemigos de la Hélade82.
VIII
Con esta explicación, por consiguiente, hemos querido exponer el marco teórico
y filosófico en que se basa el pensamiento político de los griegos tanto en materia de
imperialismo en la Hélade, por una parte, y de la solución teórica (y sus deficiencias
prácticas) a la naturaleza individualista y fragmentaria del esquema de ordenación
territorial conformado por el mundo de las polis griegas. Con ello hemos tratado también
los problemas derivados del ánimo de unión de los griegos, tales como la necesidad de
un gobierno que ejerza el mando, y a través de esto podemos apreciar correctamente las
reacciones a la hegemonía macedonia establecida tras Queronea. La exposición de este
esquema de funcionamiento del poder a nivel interhelénico en Grecia nos ha servido
también para presentar las contradicciones estructurales de este sistema. Con todo

81 Vid. contra G. Cawkwell, “The End of Greek Liberty” in E. W. Wallace, E. M. Harris (eds), Transitions to
Empire: Essays in Greco-Roman History, 360-140 B.C. in honour of E. Badian, Norman (1996), 115: “Isocrates
had the foolish obsession that Greece could only unite in a crusade against Persia with Philip to lead; he
simply did not consider the political implications of such a military leader”.
82 Vid. B. Antela-Bernárdez, “IG II2 329: Another view” ZPE 160 (2007), 77-8.

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Hegemonía y Panhelenismo: Conceptos Políticos en tiempos de Filipo y Alejandro 89

esto no sólo completamos nuestro conocimiento de la situación del escenario político


ateniense, sino que encuadramos correctamente las críticas dirigidas a los macedonios
para percibir la pluralidad de opiniones con respecto a las actividades de estos al
comprender el contexto y la ideología que las compone.
Desde un punto de vista global, a modo de recapitulación, toda la explicación
expuesta hasta ahora tiene como objetivos presentar el marco conceptual de las
relaciones (y luchas) de poder de la política griega, ya sea a nivel interno de la polis o en
un grado externo, entre todas las polis, hasta la conquista persa de Alejandro. Asimismo,
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hemos intentado resolver también los problemas derivados de la filosofía panhelénica
con respecto a la aventura alejandrina y al dominio efectivo que Macedonia instauró
sobre la Hélade con la victoria lograda por Filipo en Queronea, y posteriormente, con la
eliminación por Alejandro de la amenaza persa.

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