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(400. UN_SUCESO LITERARTO: BAJO BL SOL DE SATAN, DE GEORGES BERNANOS Andan por ahi, en unos volimenes de cubierta azul, las entre- vistas literarias de Frederic lefevre, bajo el titulo comin de "Una hora con ..." Parece que éste sea, por el momento, el maestro del género. La seleccién rigurosa de sus entrevistados, unida a la flexi- bilidad del @iélogo, ha dedo a estas conversaciones cierta notorie- dad. Por otra parte, edita las entrevistas coleccionadas, la "Nou- velle Revue Francaise", cuyo crédito es bien conocido. Lefevre es, adem&s, el director de "Les Nouvelles Litteraires", semanario de bi- bliografia que es una publicacién ejemplar en su clase. El erftico es, generalmente, sobrio en el elogio. Le ha llegado, sin embargo, el @fa de la abundancia, y entre el elogio de los cir- culos, acaba de publicar una entrevista a diez columas, toda elle sacudida de un fervor desconocido en la critica francesa. -zQuién es el escritor favorecido con este inmenso mané de ale- banza? - Un hombre de la provincia cuyo nombre no ha andado nunca en las bibliografias, perfectamente desconocido del observador cotidia~ no de las vitrinas: Georges Bernenos. Ia novela que ha hecho su fama se llama "Sous le Soleil de Satan". Lefevre abre su entrevista con un llamado a sus amigos de le- tras. El los invita a un banquete de admiracién como no lo hen te~ nido en los <imos cinco afios y, recordando, seguramente, a algunos de coraz6n seco, les dice que es "“salubre” admirer, que se respira y se camina mejor cuando se edmira. Da més preoio a la dilatada conversacién el hecho de que Berna— nos ignoré, durente toda ella, que se trataba de Lefevre, el dispen- sador de reputaciones. Bernanos comienza diciendo que Balzac fue su culto de la adoles— cencia. Si no lo hubiese dicho, el lector lo habria adivinado. La ma- nera de hacer del discipulo recuerda, por 1a solidez, y también, a veces, por la lentitud, a aquel que podriamos llamar el gran cantero de le catedral de la novela. Después de 61 vinieron algunos - un Flaubert, un Romain Rolland, un Hourget, que todavia trabajaron con 14 0b -2 K brazo robusto. Después ... aparecen esos como kioscos chinos del cuento, y de la novela débil que s6lo es ampliacién de un cuento. Bernanos habla del hombre "que ha sido més sensible a los mo- vimientos de la pasién y a su ritmo elemental” -Belzac-. Después alude burlonamente “a les almas femeninas que se tienen por capaces de todos los excesos, cuando, en verdad, necesitan ser excitadas para sentir"... Es ésta, en cuatro lineas, 1a definicién de tanto espiritu febril, pero no fuerte; cinico, pero no ricamente sensual, que camina por la literature contemporénea. Con Bernanos resucita la que pudiera llemarse la novela masculina, bien musculada, toda ella vigorosa como 1a ramazén de un buen castafio de Europa. Bernanos declara que su libro, y 1a misma alma suya dramftice, son uno de los mil hechos nacidos de 1a guerra: Comenzé la novela poco después del armisticio, cuando-dice-, "la fisonomfa del mundo era feroz. La merte misma habia perdido su sentido sagrado: era un impuesto votado por las Cémaras. El dolor y la muerte se haben vuel- to una especie de monopolio del Estado. Ere necesario trae, noun héroe, sino un santo, al campo del espiritu". El se hallaba enfermo y no querfa “irse" sin dar su testimonio de la hora nauseabunda de 1a cual habsa sido testigo. Su procedimien- to ha sido indirecto: 61 no menciona siquiera la hecatombe; pero hace sentir a cada pégina el aire pesado y eléctrico que ella he dejado por mucho tiempo como la atmésfera de Europa. Se puso a escribir "déndose totalmente", es decir, a una gran distancia de esa literatura que entrega s6lo el cosquilleo de la piel de un hombre. Nunca se da en vano en arte la hondura de les en- trafies y este trabajedor honredo ha recibido su recompensa. Lefevre, después de 1a declaracién de catolicismo que le hace Bernanos, dicéesu desdén del novelista cat6lico corriente, de aquél cuyo personaje eterno es el "hombre honrado" o sea, una especie de reloj suizo de buen andar y sin golpes de sangre. Bernanos no le de~ fiende, por cierto, a sus colegas. in esta parte, muy enjundiosa, de la entrevista, Bernanos habla largamente de esa especie de raciona~ lismo catélico que ha earrancado al hombre de la idea de la Gracia y 14006. ha eliminado de la literatura, con el 4ngel y con el Demonio, el bien y el mal sobrenaturales. Esteblece que de 1a novela moderna estén eusentes a la vez Dios y el Demonio y se explica que un mate- rialista no quiera oir hablar de Setenés, puesto que en su vida in- terior 3610 ve el combate de los instintos; pero le asombra lo con- trario, o sea que al creyehte le disguste el aparecimiento del Ene- nigo en la literatura. Después Bernanos contesta al erftico sobre la acusacién de ma- nigueismo que se le ha hecho, por heber puesto como columna vertebral de su novela al Demonio més dotado de potencias que Héreules. En verdad se justifica un poco el asombro que casi es estupor, levantado por la novela en este aspecto. El Demonio ha sido arrojado como un cachivache cémico, al cobertizo de nuestro tiempo. tio habla valiente que se atreviera con el ridfculo, para confesar su creencia en 61, desde una época en que la electricidad parece rebajar sus po- deres. El mismo Bernanos pone en boca de un personaje esta frase, que est& siéndole aplicada por algunos lectores: -"yQué 1éstima tan grande que este hombre inteligente crea en el Diablo!" El novelista establece que 1a negacién del Oscuro significa, sencillamente, la negacién de la caida original, lo cual es la que- bradura entera del concepto cristiano. A deslizarse por esta seria pendiente, 61 ha preferido ser sospechoso de maniqueismo, como San Agustin. Aunque diremos varias excelencies de 1a novela, es necesario esteblecer que la dificultad magna vencida por Bernanos nos ha sido la de presentar al Denonio sin caer en ningin momento en lo infantil, ni en lo ridiculo. Es toda una creacién del tipo formidable, tan ale- jada del Mefistéfeles de Fausto como del coco ingenuo que aparece en ciertos manuales catélicos. Como un dinamo espantoso, pero lleno de sencillez, este Oscuro sacude la vigorosa m4quina de 1a obra. El lector ateo, pero inteligente, agradeceré a Bernanos 1a in- corporacién de una potencia nueva a la novela. Ya se siente un verda- dero empalago de los temas socorrides por los novelistas: 1a sensuali- 1006.4 dad, tratadg como un cuerpo en quimica, de un illén de maneras, no entrega una reaccién nueva; el mal, en general, punzado por los ar- tistas, ha manado desde la sangre hasta el pus verde, y el dltimo c4- nico que lo explota en la literatura, no consigue extraerle un jugo nuevo. Con Bernanos, acaso, se abra la era del demonismo que asomé con Baudelaire, pero que no ha tenido sostenedores dotados del genio baudelairiano. Ia eritica catélica ha recibido la obra con pequefias reservas y grandes elogios. En la "Vie Catolique" se seflala al autor amistosa— mente el manejo peligroso de Satanés en el arte. No se le hace un ata- que formal sino esa advertencia que en todos los tiempos la Iglesia ha dirigido a todos los misticos, lo mismo respecto del arrobemiento "te- resiano" que del concepto de lo demoniaco. Sin embargo, hay una pagina magna que salva a Bernanos de esos ataques y que sube limpidamente a la memoria cuando se lee: el Abate Donissan, o sea el personaje, es una elma entregada al Demonio para la prueba tremenda, lo mismo que lo fue el alma del santo Job. Dios no la abandona: la pone, durante un tiempo, en las manos del Oscuro para que éste conozea le fuerza de la criatura humana cuando est& traspasada de excelencia divina. Bs verdad que, para el lector superficial, el Abate Donissan apa- rece abandonado de Dios y batido como un metal por un Satanés omnipo- tente. Hs el caso de Job. Le6én Daudet, en medio de su alabanza resonante, reclema para el santo un poco de respiro en el dolor. Le segunda y le tercera parte del libro mantienen una tensién constante y angustiosa. A ratos se siente, leyendo, el ahogo, y se dice: -;is demasiado! Pero zno se gri- ta lo mismo escuchando el relato de la Pasién? Para Bernanos cada alma verdaderamente religiosa debe vivir la Pasién dentro de si. Hey dos corrientes entre los comentadores del Svangelio: la que desea hacer del gozo el ritmo general de esta fe y 1a que le da el dolor como ambiente natural. Hay también peligro en ese concepto blan- do y facil del criatianismo que est en algunas sectas norteamericanas. Un eritico ha tenido el acierto de recordar, a propésito de esta novela, el concepto cristiano de nuestro doloroso Unamuno, para quien E a tha 14006 .5 , la vida interior es una desgarradura cotidiana, en vez del lago suizo de 1a paz. Cuando Lefevre habla a Bernanos del gura de Ars, como del modelo que se habria propuesto, éste no niega el punto de apoyo que en esa vida ejempler he tomado para su personaje, sin pretender, naturalmente, haberla seguido paso a paso, puesto que su libro es una novela y no una biografia novelesca del estilo de las de Meresjowski. Iuego comentan al personaje tiltimo que aparece en la obra, al ¢s- eritor Antoine Saint Marin, una especie de ironista profesional, de corazén podrido y boca de flor. Bernanos declara que en Saint Marin hay bastante de Anatole France, sin que el burl6n esté entero en la obra. Su juicio sobre 61 | quedar& como el m4s terrible que se haya emitido contra un hombre: "M&s le valiera no heber nacido"- dice Bernanos-. “Su obra es vil. Ju- g6 con la esperanza de los hombres, lo que es jugar con el hambre y la a sed del pobre . Sabia manejar su lengua, eso s1; pero su culpa es la que no se redime , el crimen esencial, absoluto. El odio que inspira se vuelve una especie de horror sagrado cuando se piensa que su labor de matar la esperanza s6lo sirvié al cruel viejo para darse las com- placencias de un profesor libertino". Este juicio que casi es un grito, me ha hecho recordar una excla- macién semejante que en mi viaje pasado, el dia de la merte de France, yo escuchaba cerca de mi, my cerca de mi: "Ha merto Anatole France Por qué tan tarde?" Como todo cristiano verdadero, Bernanos ama a Leén Bloy, un pro- feta del Antiguo Testamento del cual se alejaron tantos falsos cre- yentes como de un llagado. Como Papini, recuerda admirativamente a Barbey djAurevilly. Hay en 61 una memoria carifiosa de Hello y de Villiers y una comprensién generosa del espiritu centelleante de Baudelaire. De Proust dice, en una sintesis admirable, que su terri- ble introspeccién no va a ninguna parte. En verdad, Bernanos es el antipoda de este filtimo, ya que, segin su propia expresién "el estado de gracia intelectual seria para Proust un estado de indiferencia ha- cia el Bien y hacia el Mal", en tanto que en Bernanos esté siempre {4006.6 | erguida la vehemencia delante del Mal o del Bien para condenar o pere alabar. | ie entrevista de Lefevre, que en poco més ser4 clfsica, est& de tal modo cargada de ideologia y de estética, que yo he preferido | dar su sintesis a hablar de la novela. Se ha juzgado a "Sous de | Soleil" en todas las octavas de la alabanza, desde la estimacién mod | derada de Jaloux, hasta la exclamacién abierta de Leén Daudet, que concede al autor quilates de genio. Afiadiré solamente un p&rrafo so- bre el argumento, como invitacién a la lectura. Za obra est& dividida en tres partes: La "Historia de Nouchette", ia "fentacién de la Desesperacién" y "El Santo de Iumbres". En la primera, el mistico no aparece todavia y tampoco aparece e1 Demonio personal; la época entera ha sido puesta en una muchacha sin fe, carne évida de goce que nace y vive en una inmensa orfended moral. Se mueve entre un padre jacobino y amentes viles. Con todo su Pecado, su alma es mejor que la de sus amantes. Algo recuerda en Mouchette a algunas heroines de la: novele rusa. In la segunda parte se levantan, lado a lado, el futuro santo y su superior, el abate Menou Sagrais, tipo admirable de sacerdote francés. Estima éste el alma superior que est& luchendo cerca de 61; pero teme el extravio y vacila a cada momento entre darle 1a reprimenda o la veneracién. En Je tercera parte, la Gracia ha bajado a las obras del Cura Donissau y la aureole de la santidad se cuaja en torno de sus pobres sienes dolorosas. Esta debié haber sido, segin 1a opinién de algunos, la etapa de la serenidad; pero no hay paz sobre la tierra para el varén de dolor que, segtin la expresién bernanosiana, "siendo el genio de la consolacién no fue nunca consolado". Dos escenas de emocién tremenda son lo més alto en le obra y no se olvidarén mca: el encuentro del | mistico con el Demonio en una llanura y la semi resurreccién del nifio muerto. Bl escéptico afiadido al final me parece que est& de sobra. ‘al vez Bernanos se ha hecho, coloc&ndolo, una concesién a si mismo, a su inmensa néusea del intelectualismo vil, del cinismo que habla en le literatura con boca de rosa. 14006. 4 Es una satisfaccién anotar que este libro de entrafia religiosa haya sido estudiado por la critica mundana con tanto respeto, y ue esta alma, enemiga de su tiempo, sin una sola concesién hacia 61, sea recibido con semejantes honores. No se ha desconocido por ninguno su derecho @ ocupar de un golpe en la literatura frencesa el rango de un Barbey. Es el Espiritu que vuelve y que asombra a algunos como el ascenso del Lésaro resucitado. Peris, 1926.

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