PNL - Escrituras Presentes, Escrituras Emergentes

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presentes

emergentes

Antología de narrativa,
poesía, ilustración
e historieta sanjuaninas

Plan
nacional
de lecturas
Gobierno de la República Argentina
Presidente | Alberto Fernández
Ministro de Educación | Jaime Perczyk
Secretaria de Educación | Silvina Gvirtz

Gobierno de la Provincia de San Juan


Gobernador | Sergio Uñac
Ministra de Educación | Cecilia Trincado
Secretaria de Educación | Ana Cristina Sánchez
Subsecretaria de Planeamiento Educativo | Silvia Pelizzari

Plan Nacional de Lecturas


Coordinadora | Natalia Porta López
Referente Jurisdiccional San Juan | Reina Jimena Sosa
Especialistas pedagógicos | Glenys Pérez - Damián López

Escrituras emergentes : escrituras presentes : antología de narrativa, poesía, ilustración


e historieta sanjuaninas / Alessio Francisco Arredondo... [et al.] ; compilación de Reina
Jimena Sosa ; Damián César López ; ilustrado por Joel Salinas ... [et al.]. - 1a ed. - San
Juan : Gobierno de la Provincia de San Juan. Ministerio de Educación, 2023. Libro
digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4094-24-7
1. Literatura. 2. Historietas. 3. Ilustración. I. Arredondo, Alessio Francisco. II. Sosa,
Reina Jimena, comp. III. López, Damián César, comp. IV. Salinas, Joel, ilus.
CDD A860

Selección Reina Jimena Sosa


Damián López

Diseño Damián López

Material de distribución gratuita. Prohibida su venta.


Todos los derechos de las obras corresponden a sus autores o herederos.
Prólogo 7

Índice
Hacerse necesario - Textos Narrativos
Alessio Arredondo 11
Ana Laura Garcés 12
Analía Sánchez 14
Carlos Zalazar 18
Cristian Marín 20
Delia Beatriz González 23
Gisela Cardín 27
Jesús Tello 30
Leonardo García Pareja 32
Mario Aparici 40
Marisa Cangialosi 43
Marisa Molina 46

afuera, tanta luz esperando - textos poéticos


Adriana Luna 51
Alejandra Bondanza 54
Alfia Arredondo 55
Ana Laura Garcés 57
Carlos Zalazar 58
Delia Beatriz González 59
Denis Leal 60
Fabricio Montilla 61
Federico Araya 63
Gustavo Sánchez 71
Helena Escales Lonné 74
Hélida López 75
Iván Martínez 79
Lorenzo Gómez Oviedo 81
Luciana Solar Ale 83
Johanna Trigo 85
Marisa Molina 86
Paolo Muñoz 88
Valentina Flores 91
Rafaela Sánchez 92
Víctor Olivera 94
Mario Aparici 96
José Casas 98

Con un crujido en el alma - Homenajes


Lizzie Gallo 105
Ilda Urbieta 109
Reyna Domínguez 112
Ofelia Zúccoli Fidanza 117
Adrián Campillay 121
José Campus 124
Antonio de la Torre 128
Jorge Leonidas Escudero 132
Víctor Condat Nobre 137
Némer Ibn El Barud (Némer Barud) 140

Ilustraciones
Joel Salinas 145
Johanna Trigo 146
Gabi Gelvez 147
Brian Olivares 150

Historietas
Jorge Rodríguez 155
Pablo Zambrano - Jesica Godoy 163
Aylén Yacante 174
Juan Hausen 200
Este libro reúne textos narrativos y poéticos seleccio-

Prólogo
nados a partir de una convocatoria abierta realizada por
el Equipo Jurisdiccional San Juan del Plan Nacional de
Lecturas durante los meses de julio y agosto de 2022. De
esta convocatoria participaron también ilustradores e
historietistas: estamos convencidos de que las imágenes
(independientes o secuenciadas) son textos visuales que
también requieren una lectura (como se vuelve evidente
en el caso de la Literatura para las infancias). Se incorpo-
ran finalmente, una selección de textos de autores homenajeados
que por su relevancia en la historia y la actualidad culturales se
han ganado un espacio indiscutible en cualquier esfuerzo por
construir un mapa de la producción literaria local.
La publicación responde a una de las líneas de acción del Plan
(la publicación de material propio de cada región o provincia),
pero también a una necesidad fundamental del ámbito educativo
de la provincia de San Juan: disponer de material literario accesi-
ble para conocer y trabajar en el aula.
Sabemos que, por su propia definición, todas las antologías
son incompletas y se basan en decisiones: la decisión de las auto-
ras y los autores que participaron, la decisión de las autoras y los
autores que no participaron, la decisión de los antologadores de
no incluir sus propios textos y de incorporar a muchas autoras y
autores prácticamente desconocidos en la actualidad, la decisión
del Estado de destinar fondos a la edición y distribución gratuita
de libros como este.
Deseamos sinceramente, parafraseando la consigna propues-
ta por el Plan en su última colección, leer este libro abra mundos,
que cada estudiante de Nivel Medio (y cualquier otro lector que
se encuentre con estas páginas) pueda experimentar el goce de
leer obras literarias producidas en su propio territorio, por gente,
incluso, de su misma generación; y que a partir de esa experien-
cia, la literatura haga lo que mejor sabe hacer: construir puentes,
despertar inquietudes, acercarnos.

Reina Jimena Sosa | Glenys Pérez | Damián López


Hacerse necesario
Narrativa
Él luchó por encontrar el libro que le revelara lo que

Saberes
nadie sabía, lo que ningún ser mortal pudiera vislumbrar
jamás.
Logró obtenerlo -según dicen- luego de sortear obstá-
culos imposibles, como llegar hasta donde se posa el sol,
tomar parte de su fuego y con él abrirse camino en la selva
más oscura de donde nadie sale, o lograr vencer a la tor-
menta con el poder de una canción afinada en sol mayor.
Aunque hay otros que afirman que llegó a las obscuras páginas
sin esforzarse tanto, gastando sólo unas monedas que le pidió un
mendigo por un libro usado. La cuestión es que llegó a él, pero no
logró entenderlo. Hay ciertos estudiados en el tema quienes afir-
man severamente que a él le resultó muy aburrido y no leyó más
de la mitad del escrito. Agregan que inventó el resto e imaginó que
sabía el final.

Arredondo
Alessio

(San Juan, 1981). Nació en el denominado tradicionalmente como


Pueblo Viejo y ahora reside en la localidad de Santa Lucía. Es Licen-
ciado en Letras y se desempeña como docente en el nivel secundario, ter-
ciario y universitario. Recientemente participó de una antología poética
titulada Los días que fuimos editada en Río Cuarto (2022).

Hacerse necesario
Narrativa 11
Fue extraño ver mi cuerpo de esa forma. No pude evi-
Soledades tar sentir pena por mí y por mi familia. La vi a mi esposa
desgarrada llorando a los gritos mientras se abrazaba a mi
cuerpo vacío. Mis hijos eran muy pequeños para entender
qué pasaba, pero sabían que no volveríamos a correr por la
plaza o a comer copos de algodón.
Muchas veces fantaseé con ese momento. Cómo sería:
¿habría un túnel o estaría mi padre al otro lado de la luz?
Nada de eso ocurrió. No hubo nada. No tuve más opción
que asistir a mi propio funeral. Me miraba y no era yo. Pa-
recía un maniquí de papel. Vi conocidos que hacía años no
frecuentaba. Algunos estaban consternados con la noticia, no po-
dían creer que hubiera sido capaz de hacerlo. Otros estaban en una
reunión social más y aprovecharon el momento para ponerse al
día. Las únicas personas que estaban velando realmente mi cuer-
po eran mi esposa y mi madre. Ambas habían tomado mis manos
como si yo las sintiera y se miraban de frente sin decir nada.
Preferí no ir a mi entierro, nunca me gustaron. Empecé a ca-
minar hasta que algo ocurriera. Pero no ocurrió absolutamente
nada. Pasaron tantos años mientras yo recorría ese pequeño pue-
blo… Conocí a mis nietos y los vi crecer. Cuando falleció mi esposa
tuve la esperanza de que ella apareciera y nos fuéramos juntos a
alguna parte o simplemente vagáramos juntos. Pero no fue así.
Seguí solo, siempre solo. Vi morir a mis hijos, a los hijos de mis
hijos. Fue entonces que decidí alejarme. Me dolía verlos sufrir, me
sentía desgarrado en sus funerales y ni siquiera podía llorar.
De a poco empecé a ver que las ciudades eran más grandes, los
rascacielos más altos, las calles más largas. Pero paradójicamente
cada vez había menos gente. Primero dejé de ver niños, luego los
jóvenes, hasta que ya no vi un solo ser humano sobre la tierra. Fue
en ese momento en el que dejé de caminar. Me detuve en la puer-
ta de un enorme edificio espejado y me senté. Me imaginé que
ese sería el fin, pero no ocurrió nada. Estaba cansado de esperar
en vano, de buscar en vano, de creer en vano. Seguía solo en ese
mundo vacío.

12 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Sentado donde estaba, empecé a mirar a las hormigas que pa-
saban alrededor de mis pies. Las observé, las estudié, analicé sus
movimientos. Trabajaban cooperativamente, no había individua-
lidades, ni egoísmos, ni discusiones. Era una sociedad perfecta
hasta que advirtieron mi presencia. De vez en cuando, aplastaba
una o dos hormigas con la mano. Entonces todas corrían despa-
voridas pisándose unas a otras, olvidando todo tipo de considera-
ción y compañerismo. Otras veces arrojaba agua al hormiguero
para que corrieran como locas. Me temían. No sabían cuándo iba
a dar un nuevo golpe o por qué lo hacía. Se preguntaban por qué
ocurrían tantas desgracias. Era evidente que algunas sufrían con
mis repentinos ataques, no podían soportar mis impredecibles
juegos y se alejaban corriendo. Cuando esto ocurría, borraba sus
pasos para que no encontraran el camino de regreso y la soledad
las aturdiera. Comenzaron a hacer templos para venerarme y a
ofrecer sacrificios. Realmente, no me importaba nada de eso.
Lentamente, empezaron a desaparecer. Quedó una sola hor­
miga dando vueltas en el hormiguero. Después de un tiempo,
decidió detenerse. Se afirmó en un pequeño árbol y comenzó a
observar el extraño comportamiento de los ácaros que estaban
bajo sus pies.

Ana Laura
Garcés

(San Juan, 1980). Profesora en Letras ( UNSJ), Licenciada en Gestión


Educativa (UNSE), Especialista en Ciencias Sociales (mención en Lec-
tura, Escritura y Educación)(FLACSO). Trabaja en escuelas de nivel
secundario y superior. Ha sido premiada a nivel nacional y provincial.
Sus textos integran diferentes antologías.

Hacerse necesario
Narrativa 13
Día 1
Diario de otra gallina por escrito* Ahora que nuestro ciclo vital se ha extendido por de-
creto y que el cóctel de hormonas ya no forma parte de
nuestra dieta (gracias a la gripe aviar); ahora que - según
nos dicen - los nunca parpadean sus absolutos lejos del ga-
llinero, que el hacha carnicera gotea su lodo en otra parte,
me animo a escarbar el rocío aleteando por las mañanas
en busca de las lombrices multicolores.
Día 2
Últimamente el dueño sólo nos da fideos. Los mueve
como si fuesen nuestro alimento preferido. Cree que no ad-
vertimos el engaño y que sólo cacareamos de júbilo cuando
viene por nuestros huevos. Se acerca para mirarnos, nos
acaricia la cresta mientras le hacemos cosquillas en las ma-
nos con el pico y trata de reconfortarnos.
Pero en sus ojos hemos advertido que el decreto de
muerte inminente no ha cambiado, que la dieta de fideos
seguirá hasta debilitarnos porque piensa que ocupamos
su tierra, su agua, su aire e incluso sus reservas de lombri-
ces multicolores.

Día 3
Comenzamos a esconder nuestros huevos.

* Título extraído de La vuelta al día en ochenta mundos (J. Cortázar).

14 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Movió un codo buscando un punto de apoyo y esperó

El sabor de la sal
el impulso que llevaría su cuerpo unos centímetros hacia
adelante, pero fue en vano. Sólo sintió ceder el brazo que
lo sostenía, para luego derrumbarse contra la tierra húme-
da. Su otro brazo había quedado doblado con el puño ha-
cia arriba y por algunas horas permaneció en esa posición
para recobrar fuerzas, porque apenas era una masa visco-
sa de miembros entumecidos que se arrastraba sobre el
lodo oscuro del hueco en el que se ocultaban y ni siquiera
recordaba su nombre.
El otro soldado permanecía de espaldas con el fusil cru-
zado sobre el pecho y murmuraba. Después de varios días
de hambre en los que sólo habían podido masticar un pe-
dazo de cuero para calmar el dolor de estómago, la perte-
nencia a esa fría cámara de barro comenzaba a resultarles
definitiva.
Por la noche intentó sentarse. El viento helado de la isla le traía
quejidos de otros huecos similares en donde la defensa de la vida
cedía minuto a minuto ante la intemperie del clima y la falta de
provisiones. Estaban cercados. De vez en cuando algunos podían
cruzar de una trinchera a otra escapando de la ráfaga de balas y
de bombas que atravesaba la densidad de la niebla en busca de un
blanco.
Escuchó las explosiones de las minas y el aire rasgado por los
misiles que detonaban cerca. Muy cerca. Y nuevamente tuvo mie-
do. Escozores de crines heladas reptándole por la médula hasta
tomar su cuello, parpadeos forzosos lubricando las córneas secas
para recordarse despierto. Miedo.
—Estamos enterrados —dijo el otro.
Luego vino el silencio a ganarse los latidos y a pesar en los cuer-
pos inmóviles. Después una humedad distinta bajó por su rostro,
brotando incontenible desde el interior, sorteando las grietas de
piel y barro de su cara hasta perderse en las comisuras contraídas
y ganar su boca. Con cada estertor involuntario que le aflojaba el

Hacerse necesario
Narrativa 15
pecho sorbía más lágrimas. Las percibía primero con la punta de
la lengua, con los bordes, hasta que se agolpaban en su garganta y
realizaba el esfuerzo de pasarlas.
Al primer trago carraspeó. Sintió el líquido espesarse con el
polvo acumulado de días y caer hacia la tráquea como aguja. Con
los demás comenzó a percibir el sabor de las olas del mar que le
llenaron el horizonte cuando desembarcó y el aleteo de las gavio-
tas desplegando sus alas, bajando en picada, formando remolinos
blancos de plumas en los acantilados. Ahora tenía los maxilares
endurecidos, los dientes apretados, las cejas encontradas, pero
esa vez el dorso del sol le había sembrado las mejillas de rubor y
por algunos instantes había olvidado la guerra y las despedidas
en el continente. Tibieza de hogar, de salida de escuela abriendo
la puerta de la casa, envolviéndose con el aroma del almuerzo en
cada ambiente hasta sacarse el guardapolvo, lavarse las manos y
sentarse a la mesa. De regazo materno y lucha de almohadas con
los hermanos para encontrar el sueño. De vecinos esperando la
hora de jugar y de ver los dibujitos de la tarde.
“El sabor de la sal es mágico”, decía una de sus abuelas. “Siempre
que nos disolvemos en lágrimas nos encontramos”. Tendría unos diez
años y sería un chiquillo de rodillas raspadas y zapatillas desacor-
donadas gambeteando una pelota vieja en el potrero, cuando la
escuchaba mientras echaba un puñado a la comida familiar: “Ci-
catriza heridas, adormece, despierta, arde la sangre, conserva y porque
conserva, nos regresa nuestra esencia”.
Afuera llovía pólvora y humo. Adentro reconocía el sabor de
las lágrimas ardiéndole en el pecho, subiéndole el calor hasta las
sienes, apurando el pulso, haciéndole mover los pies bajo la escar-
cha negra de sus botas y arrojándole una frazada mullida sobre
los hombros rígidos. Rozó las yemas de sus dedos durante varios
minutos hasta que pudo frotarse las manos y masajearse los bra-
zos y las piernas.
Por eso las lágrimas son de agua, de agua y de sal. La abuela lo
repetía cada vez que nos acercábamos a la cocina y nos contaba

16 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
las anécdotas de la familia “para que nos acompañen cuando grandes,
para la vida”.
“Un puñado de sal, una cucharadita de azúcar, un diente de ajo y una
hojita de laurel para conservar la salsa casera dentro de la botella”, or-
denaba su abuela cuando preparaban los víveres para el invierno
en ronda de tíos y nietos antes de Semana Santa. “Porque la sal nos
preserva. Y por eso lloramos agua y sal cuando estamos tristes, agua y sal
cuando estamos felices. El mismo sabor para la felicidad y la tristeza. El
sabor de la vida”.
Se arrastró hacia el compañero dormido y lo sacudió hasta des-
pertarlo. Apenas respiraba. Su cabeza era una piedra pendiendo
de un tronco delgado y crujiente. Trató de sentarlo en la tierra y le
refregó la espalda y los brazos.
—¡Resiste! —suplicó.
Escuchó gemidos. Intentos de articular palabras que se desva-
necían en el frío y en el sueño. Le estiró las piernas, los brazos y le
palmeó el rostro hasta que obtuvo una mirada segura.
Más tranquilo, se arrastró sobre sus codos hasta la abertura de
la trinchera y observó el amanecer que se remontaba olas arriba.
A lo lejos escuchó al sargento mandándoles permanecer en sus si-
tios mientras pasaba revista. Llevó sus manos en forma de bocina
hacia los costados de su boca para proyectar mejor su voz y con
todas las fuerzas de las que fue capaz gritó su nombre junto con el
del otro sobreviviente.
Sánchez
Analía

(Villa Mercedes, San Luis, 1972). Reside en Rivadavia. Es Profesora


para la Enseñanza Primaria y Profesora de Letras. En la actualidad,
ejerce su profesión en escuelas de Nivel Secundario de nuestra provincia.
En los dos últimos años ha publicado las novelas Las estaciones de la
vigilia (2021) y La moneda de Elías (2022).

Hacerse necesario
Narrativa 17
Rómulo y otros paisanos, en una época joven, lejana,
La tumba de Sematos que nunca envejece; se juntaron a tomar unos vinos en el
único bar de aquel rancherío llamado Sematos, cuyos hor-
cones desvencijados aún permanecen silenciosos porque
ya nadie vive allí. Era una noche más de alcohol, entre tan-
tas otras iguales; pero esta era oscura y lluviosa.
Bebieron tanto, como siempre, que no paraban de reír.
La lluvia les recordaba, entre carcajadas; aquella creencia
hecha verdad en sus mentes ebrias de que la misma era se-
ñal de bonanza los días de casamiento. Nada más irónico
para aquellos seres solitarios.
Uno de ellos desafió a Rómulo, a modo de apuesta: ir
hasta el cementerio y clavar un puñal en la tierra que cu-
bría la tumba de un antiguo baqueano. Hacerlo sería señal
de valentía. El hombre, sin reparar en la distancia ni en la
lluvia, con el pecho henchido de borrachera, aceptó.
Se encaminó emponchado ya que la lluvia no cedía,
sino que caía y caía en una cortina espesa de agua. Som-
noliento y en silencio pudo cruzar con su caballo el rio que
empezaba a crecer.
A medio camino la lluvia paró, aliviando la tensión de Rómulo
ya que no había reparo posible ante semejante tormenta. Miró a
su alrededor; distinguiendo en tan profunda oscuridad, figuras
estáticas, los contornos de esqueletos de árboles sin hojas como
si fueran una turba enfurecida al acecho de la mentalidad distor-
sionada de aquel hombre. Raíces de jarillas como si fueran sirenas
retorciéndose o gusanos gigantes inmersos en una escalofriante
quietud. Atinó a cerrar los ojos y empuñar su cuchillo; incluso in-
tentó lanzar un grito y rezar un padre nuestro. No tuvo tiempo ya
que estaba llegando. Ni siquiera ató al mancarrón.
Rómulo supo que estaba en la entrada del cementerio al distin-
guir su puerta carcomida por el tiempo y el abandono. De nuevo
llovía ferozmente. Avanzó lento, resoplando, jadeante y tembloro-
so en busca del destino final de su amigo baqueano. Las pisadas

18 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
se hundían en el lodazal inhóspito que alimentaba el agua de llu-
via; resbaló más de una vez, cayó más de una vez entre las pocas
tumbas desvencijadas. Finalmente, después de tantos manoteos,
a puro tacto encontró aquella madera podrida que recién coloca-
da, hace ya mucho, había formado la cruz que señalaba el lugar
buscado.
Puso una rodilla en tierra, clavó el puñal en la tumba y sintió
un gran alivio al cumplir el desafío aceptado. Se persignó, pero
cuando quiso levantarse y buscar el camino hacia la entrada para
volver al caserío de Sematos, sintió un tirón brusco de su poncho.
Desde la vieja tumba algo lo jalaba hacia atrás como si de una pre-
sencia terrorífica se tratara, no podía salir, no podía huir. Ahora,
la tormenta era un vendaval de miedo. Su mente personificaba
los monstruos y demonios que habitaban su imaginación desde
siempre, inexorablemente presentía su final, pero se aferraba a la
idea de escapar. Lo intento desesperadamente, hasta que por fin
pudo. Ya sin fuerzas, agotado, Rómulo dio un grito y cayó muerto
de un infarto.
A la tarde siguiente, después que pasó la creciente, que el río
volvió a su caudal normal y los hombres de Sematos pudieron cru-
zarlo para llegar al cementerio, encontraron a Rómulo cubierto de
barro con su poncho clavado a la tumba por su mismo puñal.

Carlos Zalazar

(San Juan, 1978). Profesor en Letras y docente en el departamento Valle


Fértil. Publicó, como guionista, la historieta Astilla, incluida en la anto-
logía Historietas argentinas en la biblioteca nacional (2012). Partici-
pó como Jurado, entre otros certámenes, de Los Juegos Evita Culturales
Departamentales y como Guionista del Carrusel del Departamento Valle
Fértil en la Fiesta Nacional del Sol.

Hacerse necesario
Narrativa 19
72 fue mi respuesta; no sé bien por qué. Tampoco sé si
Setenta y dos fue un sueño. Pasó hace tanto que ya ni sé si es un recuer-
do o tan sólo un producto de mi imaginación. Yo estaba
acostado cuando apareció sentado en la cama, al lado
de mis pies -habré tenido treinta y pico, se leía mucho a
Freire y a Sousa Santos por esa época-. Noté su presen-
cia, después lo vi. El susto me ahogó con una bocanada
de aire seco, de inmediato intenté gritar e hizo un gesto,
un leve roce con dos dedos. Instantáneamente mi boca
se cerró.
—Primero escuchá —dijo. No vengo a hacerte daño.
Tomá esta visita como un trámite.
Me senté en la cama asintiendo con la cabeza, casi por una vo-
luntad ajena.
—Esto es simple, querido Cristian. En el Más Allá hay de todo
¿Viste todas las películas del Más Allá? Bueno, hay eso y mucho
más, lo que ninguna película te muestra es la montaña de papele-
río que existe. Pensá que toda la gente que pasa del Más Acá al Más
Allá es un trámite, un formulario, casilleros por llenar, foto carnet,
alergias, grupo sanguíneo, motivo por el cual llega, etc, etc, etc. Y a
todo eso multiplicalo por cada ser vivo. La burocracia, Cristian, es
el verdadero infierno, y está acá y allá, de eso no se salva nadie. Sin
embargo, mis superiores tuvieron una brillante idea: como para
ir agilizando la cosa nos han pedido que vengamos a hacer una
breve pregunta.
—¡Mmmj! —contesté.
—Cristian, ¿a qué edad te gustaría morir?
Abrí más los ojos. Hizo un movimiento de muñeca seguido de
una coordinación de apertura con los dedos y mi boca se abrió.
Tomé aire, traté de respirar de manera pausada y le dije.
—¿Qué tipo de pregunta es esa?

20 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
—Es simple, elegí una edad para morir. Con ese dato adelanta-
mos más del 50 % del papeleo.
—Y, pasa que así como “gustar” no sé bien si me gustaría, o sea,
a morir me refiero. Es difícil elegir eso.
—Mirá, no le busqués tanta vuelta a la cuestión, decime ya una
edad o morís en los próximos días.
—¡Bueno, pará! El nervioso debería ser yo. Está bien, a los 72
años.
— ¡Viste! Fue más fácil de lo que creías.
— Mmm, ponele. Y ahora ¿qué pasa?
— Nada, yo me voy a mi oficina, sigo con la burocracia y vos
seguís viviendo como si nada de esto hubiera pasado. Un gusto,
Cristian Fabian, nos vemos en cuarenta años.
Tendió la mano —o una especie de extremidad huesuda con
un velo que parecia piel—, le acerqué la mía, cuando apretamos
el saludo un destello nubló mi vista, al reabrir los ojos volvió la
oscuridad de mi habitación.
Me quedé con mil preguntas, no entendía muy bien cómo era
que las mañas del capitalismo habían llegado tan lejos, inevitable-
mente tuve que releer las epistemologías del sur.
¿Y cómo sigue esto?, me preguntaba ¿Se imaginan vivir sabien-
do la edad en que van a partir de este mundo? Mi concepto de vida
cambió, también el de libertad, de placer y un montón de palabras
que antes no las percibía como ejes fundamentales.
Al tiempo decidí hacer un viaje -el viaje de mi vida-. Llegué a es-
tas tierras de pesca y mucho frío. Acá, en Yukón, Canadá, aprendí
a contemplar el hielo, la nieve, a entender la lógica cromática de
los atardeceres en las montañas. Las personas me cuentan, con
mucho orgullo, las leyendas de estas tierras, las mismas desde
hace años: La leyenda de los tres osos azules, La quebrada escondida,
La leyenda de la protectora de los peces, la leyenda del indio que se hizo

Hacerse necesario
Narrativa 21
vertiente, entre otras. Muchas me recuerdan a San Juan. A veces
creo que por más que intente, por más lejos que vaya, no me voy a
salvar de aquel apretón de manos. Mañana cumplo 73 años -de a
poco siento que se intensifica el mismo aroma húmedo de aquella
vez-, no sé bien dónde despierte, de todos modos, no voy a dejar
de acostarme sin decir buenas noches.

Cristian
Marin

(San Juan, 1988). Es Diseñador Gráfico, recibido en la Universidad


Nacional de San Juan. Actualmente ejerce la docencia universitaria,
trabaja en el campo del diseño, el arte, la gestión cultural y la extensión
crítica.

22 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Las caras de los muertos no son todas iguales. Lo sé

Los muertos de mi mamá


porque a mamá le encantaba ir a los velorios. Ya en la
puerta me tomaba de la mano y me llevaba a saludar a la
gente que lloraba a moco tendido, pasándose por los ojos
unos pañuelitos llenos de puntillas, igual que mis soque-
tes, los de ir a los velorios o al doctor. Los demás estaban
llenos de agujeros y eran para corretear todos los días y
enchastrarme. Mi mamá clasificaba en ropa de salir y ropa
de diario. Aunque la que yo tenía era toda de tela. Otro
diario era el de papá, que yo le iba a comprar a lo de doña
Amelia, mi almacenera preferida, con esos ojos azules que
Dios le dio. Por un peso, me vendía cinco galletitas. Era
más buena que una medialuna.
Me decía: -Ahí viene mi niña poeta-. Yo le recitaba co-
sas que no entendía, pero a ella le gustaban tanto que llo-
raba porque le hacía ilusión, me decía. Eso sí, no le fiaba
ni a mongo, protestaba mi papá. Y tenía un cartel en los
estantes: Hoy no se fía, mañana sí. Cuando yo iba y ya era
mañana, resultaba que nunca nunca llegaba a ser maña-
na. Por más que fuera bien tempranito, siempre era hoy.
Medio avivada, doña Amelia.
Mi mamá me vestía de punta en blanco, con el tapadito
negro, porque para ir a los velorios ese era su color preferido. Des-
pués de los saludos a la gente grande, yo quedaba toda pegoteada,
con un poco de lágrimas y con otro poco de babas de esas perso-
nas, que, allá arriba, tenían la cabeza.
A mamá le gustaba ponerse bien pegadita al cajón, sin soltar-
me de la mano. Y ahí, paradas las dos, yo tenía que ponerme en
puntas de pie para poder mirar adentro del féretro, como decían
los mayores; mientras mamá comenzaba su conversación con el
muerto. Nunca le contestaban. Muy maleducados. Y eso que mi
mamá había hecho todo el sacrificio de tomarse el colectivo con-
migo, porque a papá no lo convencía ni a palos para que nos lleva-
ra en el auto. Y el señor o la señora muertos, mu-di-tos.

Hacerse necesario
Narrativa 23
—Tomá —, me parecía escuchar a papá.
Cuando lograba soltarme de la mano de mamá, en eso que ella
gritaba y lloraba a mares y se abrazaba con otra señora de tapado
azul oscuro, yo aprovechaba y daba la vuelta hasta el otro lado. Sin
que nadie me viera, le pasaba el dedo por la frente al difunto. Así
le decían: difunto. O difunta. Mi papá les decía fiambre o finado.
Es que a él, por las tardes, le daba por el vermut con mortadela y
aceitunas.
—Andá a comprarme fiambre — me decía. La piel del finado
se le arrugaba con mi dedito y se quedaba quieta en la otra punta.
Después se la acomodaba rapidito para que nadie se diera cuenta.
Algunos muertos tenían la boca abierta, y se les veían los dien-
tes. Amarillos. Seguro que no se lavaban con dentífrico. Asque-
rosos. Yo les empujaba la pera para que cerraran la boca, aunque
estaban duros y helados y se ve que les encantaba hacer como que
estaban por decir algo.
En la nariz, a veces, les asomaban unos algodones. Me encan-
taba sacárselos y pintarles las mejillas con el labial de mamá, que
más coqueta no podía ser. Siempre salía con su espejito y un fras-
co de loción, que me ponía atrás de las orejas. Así, cuando alguien
me daba un beso, yo olía a limpita.
—Y muy honrada —como decía mi abuela.
Con el colorete quedaban un poquito mejor, pobres. Para mí
que ya no tenían arreglo. Cuando les abría un ojo, el ojo no me mi-
raba. Apuntaba al techo nomás. Eran muy antipáticos los muertos
de mi mamá. Nunca ninguno me dijo ni media palabra.
Una vez me animé y abrí esa tela suavecita y blanca para ver
si no les habían cortado las manos. Las personas grandes hacen
cosas raras muchas veces. Descubrí que las tenían igual que mi
nona, cuando miraba la novela de las cinco, y las apoyaba sobre su
panza, cruzaditas. También, como mi nona, llevaban un rosario.
Un rosario es como un collar de perlas que en una parte tiene una
cruz donde está Jesucristo Santo, que más bueno y sufrido no po-

24 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
día ser. La nona quiere que yo rece el rosario para cuando vaya a
los velorios, pero yo no salgo del dios te salve maría, porque rezar
en los velorios no es lo que más me gusta hacer. Los muertos de-
ben ser rezadores de rosarios, por eso los tienen como incrustados
entre las manos. Algunos están hechos con pétalos de rosa. Los
mejores son los importados de Madrid, como el que le trajo la tía
Dionisia, cuando volvió de la madre patria y mi nona no paraba de
llorar de la alegría.
Por suerte, en los velorios, la gente está muy entretenida. Con-
versan, toman café, comen masitas y se abrazan a cada rato. Y van
todos los de la familia, hasta los que se habían enojado por siempre
jamás.
Mamá a veces decía: “Cómo se le ocurre venir a esa. Vergüenza de-
bería darle”.
Esa era la tía Chola, la más hermosa de todas porque me dejaba
que le pintara las uñas y la peinara. Se daba el lujo de no vestirse
de negro, oía que cuchicheaban cuando entraba. Papá le decía a
mamá: “Si va la Chola, voy”.
Mi mamá le contestaba que qué iba a ir a los velorios esa sin-
vergüenza.
En fin, a mí me encantaba jugar con los muertos. Aunque lo
más lindo era cuando al final de todo, llegábamos al cementerio,
y me dejaban echar una palita de tierra, con tierra, sobre el cajón,
y decir unas palabras. Yo era la recitadora en todas las fiestas y en
los velorios, por supuesto. Cuando ya todos habían tirado flores,
pañuelos y rosarios, mi mamá me ponía en el medio de los deu-
dos, como se llamaba a los que iban, para que dijera mi poema de
creación propia, decía ella, y todos cuchicheaban.
Yo ponía los pies en V, y mi cara de muerta doliente.
—Empezá cuando se haga un silencio de sepulcro —me susu-
rra la tía Chola.
Hasta los señores de las palas grandes se quedaban quietos y se
sacaban las gorras.

Hacerse necesario
Narrativa 25
El poema decía así:

Te vas para siempre


Mi deudo querido
Me quedo con llanto
Con miedo y con frío…
Un ángel te espera
Mi deudo querido
Me quedo con llanto
Con miedo y con frío.

Fin.

Delia Beatriz
González

(San Juan, 1960). Profesora de Enseñanza Media y Superior en Letras


y Magister en Letras (UNSJ). Se desempeñó como docente en el Depar-
tamento de Letras (FFHA-UNSJ). Como investigadora, dirigió numero-
sos proyectos y creó el PILIJ, Programa de Investigación de la Literatura
para las Infancias y la Juventud.
Publicó Contra todo naufragio o terremoto (FFHA) y ¿A que no saben
quién es la bruja? (Ed. UNSJ). Coordina actualmente el Taller Litera-
rio Haz de Trama (virtual y presencial).

26 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Vivimos en Abraham Tapia donde topa la 12 de Octu-
bre. Algunos vecinos le dicen la Gran Tapia -me parece

- -
mejor-. Saqué el boleto escolar universitario en la Empre-
sa Mayo, eso significa que debo caminar hasta General
Acha, ahí pasan todos estos colectivos. Vos me bancás. Así
que a las siete y cuarto de la mañana caminamos por la 12
de octubre las cinco cuadras hasta la parada. Ubicamos a todos los
chocos, vamos seguros. Es invierno y no podemos comprenderlo.
Las doñas están pasando el lampazo con cera a las veredas marro-
nes -San Juan es así-. Nos miramos revoleando los ojos y te digo
que pase lo que pase, no lo digas. Te reís con los ojos bien pícaros.
Tenés sesenta y cinco y, sin embargo, mirando a las viejas me de-
cís abrieron las puertas del museo y se escaparon.
Seguimos caminando y otra y otra mujer limpiando cada una
su vereda, sin pasarse un solo zócalo, no sea limpiarle a la vecina
gratis. Y volvés a reír, te vuelvo a decir que no y decís cantando
bajito señora, la gata le llora y el perro mueve la cola.

Conseguimos una casa para alquilar. Nos donan dos


camas y frazadas. Compramos mesa y cuatro sillas. Pasa-
mos el verano con una radio de plástico que cabe en tus
dos manos juntas. Nos dedicamos a tomar jugo Vergel sa-
- -

bor ananá y mate con mucho palo. Charlamos: sobre cómo


llegó cada uno a San Juan. Sobre la familia. Sobre los fan-
tasmas. No tenemos ni heladera ni ventilador. Cuarenta y
cinco grados de calor seco. Sin embargo, esta casa de pa-
redes blancas oye.

Hacerse necesario
Narrativa 27
Vuelvo de caminar de la ciclovía y pienso qué voy a
( ) comer. Cero ganas de ir hasta el súper, pinta fideos con
manteca y queso. Aunque puedo ir a la Ivana a comprar
una crema. Y pienso en vos. Piso con mis sandalias nue-
vas rosas como huevona, piso nubes de mierda, de día con
zonda, calor y nublado. Piso el presente.
Hoy encontraron a Olivera, el genocida prófugo. Alguna re-
vancha para que lloremos juntos. Vos allá, deíctico al cual no le
encuentro el referente.
Habito este nuevo espacio tan sin historia. Seis por cuatro, co-
cina separada por durlock. Este lugar no los nombra. Es mío.
Nos recuerdo incontables veces en la cocina. Yo, picando ce-
bolla, ajo y pimiento. Ustedes, frente a la tele, mirando seis, siete,
ocho, puteando a los derechosos de turno. Dicen la palabra gorila:
ya no me quejo. Se sienten fuertes y posicionados. Soy tibia frente
a las palabras: eso argumentan ustedes.
Comemos a veces solo dos. Vos y yo o vos y yo.

Vos, oreru, oremboé katu, Arandu.


Y cae la tarde, la luz invade mis narinas, esta luz amari-
lla. Porque sé, en este momento sé, que en el futuro me voy
/

a acordar. Sé que sos la bisagra de mi vida, Arandu.


Tus manos, tristes, rasposas, a la vez alegres, sobre
mi mano pequeñita. Entonces mis ojos te guiñan sin cerrar los
párpados. Te extraño, Oreru. Entonces, Malabia y Corrientes, ¿te
acordás? Tanto te cuesta acordarte. Yo, cinco años. Me subís al ga-
binete verde agua de la luz y me atás los cordones. Entonces miro:
toda la Avenida Corrientes del barrio, un mar de gente gritando
Maradona, Maradona. Los veo y te veo. Tus lágrimas, la gente. Y lo
entiendo todo. Para siempre.

28 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Vos, tan medialuna con dulce de leche en el desayuno que se
convierte, al final, en bollito doble salvado sin sal.
Vos, tan Maradona en el tren blanco yendo a Mar del Plata para
escupirle a Bush un no ALCAsino de las Américas.
Vos, tan mi maraé´y, tan esa tierra mezcla de asfalto y lluvia en
primavera.
Oreru, oremboé katu, Arandu.

De pibe, muy pibe, en el potrero de Sarandí, te decían


Tarugo. Eras chiquito y flaco, te colabas entre pierna y
/ /

pierna de los jugadores. Siempre fuiste así, de gambetear,


encontrar el intersticio.
Tarugo, amurarse.
Tarugo, hacerse necesario.
Insistir.

Gisela Cardin

(Buenos Aires). Hace 15 años eligió vivir en San Juan. Se dedica a pensar
con otras y otros el mundo a través de sus trabajos ejerciendo la docencia
secundaria, coordinando talleres literarios y militando las prácticas socioe-
ductivas en el ámbito universitario. Tiene el privilegio de haber editado su
libro Tarugo con la Editorial sanjuanina Panlengua, de la que también
es parte.

Hacerse necesario
Narrativa 29
La abuela había diseccionado la panza de la gallina y
La Madretodos con el cuchillo de su propiedad llamaba a los niños al me-
són. Pinchaba los pedacitos con la punta de su entrañable
instrumento y los repartía en las bocas temblorosas. Ese
era el ritual. Ellos hacían la fila para recibir el alimento y
sabían que no debían mostrar ninguna señal de miedo.
Nadie quedaba sin comer su pedazo de panza.
El día en que Juan fue el primero en la fila hubo olor
a sopa de gallina por toda la casa. Su cabeza daba a la al-
tura de los bolsillos del delantal de la abuela. En ellos vio
plumas coloradas, picos de otras gallinas y unos espolones
de gallos patriarcas colgando como trenzas. Juan, tan pe-
queño y tan al borde del filo, comenzó a transpirar cuando
escuchó que limpiaban la hoja del cuchillo contra la tela
espesa del mandil. Era cuestión de un suspiro y ya estaría
mascando su pedacito de panza.
El golpe de la punta contra la mesa hizo caer tierra de las cañas
del techo. Juan no quiso sacudirse, o no pudo, porque en ese mo-
mento llegaba el Machoquinteros negro de tizne. Dejó el cabo de
su hacha junto a la pared y se sentó a vigilar la mesa. El rito prose-
guía de ese modo cuando peligraba su cumplimiento. Pero el niño,
a punto de probar el alimento, salió corriendo. La Madretodos no
dijo nada, siguió dándole esa extraña eucaristía al resto de la fila.
Casi llegando al final del caserío Juan decidió dejar de correr
y empezar a descansar sobre sus rodillas. Había transpirado mu-
cho y la piel lo presionaba por todas partes: se fue reduciendo más
hasta quedar en el piso, enroscado. Quizá me esté ahogando, pen-
só. Cerró los ojos para gritar algo pero no pudo. Y quiso respirar
profundo, volver a mirar, regresar y disculparse. Una pura necesi-
dad del hambre y la sed. Pero no pudo.
Lo agarraron de la cabeza y empezaron a tirarlo, a desembu-
tirlo. Una descompresión le desabrigó el cuerpo. Finalmente, el
agua lo dejó salir y le enjuagó los ojos para ver la hoja de un cuchi-
llo resbalando sobre la espesa tela de un delantal emplumado que
terminaba de cortar su cordón umbilical.

30 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Hablo y siento el eco en mi memoria. Es común que

Última historia
mis propias palabras vengan a hacerme compañía. Aun-
que mi difunto esposo no lo hubiese querido. Pero, ¿con
quién voy a hablar si a él se lo tragó el cerro?
Otras veces viene la oscuridad. Paso días sin poder jun-
tar las puntas de los tejidos ni los fuegos de mi cocina. An-
tes me sabía de memoria la historia del hilo enredado en
el aire nocturno, esa del cañaveral verde, donde se mecen
los rituales y arde el ojo rojo de la noche.
Mi último cuento dice que las palabras me rompen la
voz. Yo, la vieja madre de todos, ya entiendo que es tiempo
de guardar los cuchillos. Entregar mi cabello a la tierra y
mi piel, al viento.

Jesús Tello

(San Martín, 1987). Cursa la carrera de Letras en la FFHA. Actualmente


se desempeña en la educación desde diferentes funciones: Coordinador del
Taller Literario Palabras del Sol (Primaria) y Ciudad Ficción (Secunda-
ria) en la Escuela Ciudad del Sol, Presidente de la Cooperativa de Trabajo
Ciudad del Sol y Representante Legal de la Escuela Ciudad del Sol. Tam-
bién coordina proyectos culturales relacionados a la escritura y la lectura
en ámbitos no escolares.

Hacerse necesario
Narrativa 31
No podía identificar exactamente lo que sentía Un ma-
La última cena lestar descomunal daba botellazos en mi cabeza. Una mo-
lestia oscura que se podía leer en el contorno de mis ojos.
Había silencio. Un silencio que me asfixiaba como una
nube de cenizas. Entonces es así, me dije. De esta forma
es como se siente el dolor de la traición.
Es posible afirmar que no siempre hay sorpresa cuan-
do nos sentimos decepcionados. A veces hasta le permiti-
mos al tiempo que camine un trecho por los días y ponga
a prueba el puñal que, sabemos, nos va a llegar, un poco
antes o un poco después.
Algo como una muerte ácida maduraba entre los plie-
gues del mantel. La razón no había sabido clavar sus uñas
en el corazón de ese amor incipiente de oscura belleza.
¿Cómo es el sufrimiento que habría que hacerles sentir a los
traidores? La inmundicia que corría por el río de mi sangre her-
vía a borbotones. De algún modo podría decirse que festejaba la
celebración de la crueldad disfrazada de lógica. Una tormenta de
dolor era lo que imaginaba.
Ya casi no recuerdo como comenzó todo, creo que fue en aque-
lla ocasión en que tras mucha insistencia Judy aceptó mi invita-
ción a cenar.
En ella no había belleza y en mí tampoco. Al instante supimos
que nuestros corazones no estaban en la mesa sino en los platos.
Una sonrisa aprobatoria se derramó cuando ellos llegaron.
Entonces comimos. Una y otra vez. Desaforadamente. Comía-
mos cada vez alguien nacía, cada vez que alguien moría, cada vez
que alguien sonreía, cada vez que alguien lloraba, cada vez que
estábamos tristes, cada vez que no sabíamos qué hacer. Comía-
mos sin hambre o con hambre. Pero cuando sentíamos verdadera
hambre esta nos transformaba en monstruos hermosos.
Aquello no era la felicidad pero este dolor tampoco. Como si
estuviéramos expuestos a perder algo más importante que la vida

32 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
misma, un fervor compartido nos animaba. Prisioneros de una ve-
hemente ansiedad, aunque los restaurantes parecieran depósitos
de tragedias, no existían otros seres más que nosotros en el univer-
so, la dicha oculta detrás de cada bocado se nos revelaba desnuda.
Sin firmarlo y sin siquiera mencionarlo habíamos decidido se-
llar aquel pacto: Le entregaríamos nuestras vidas por completo a
la gula.
Habiendo perdido totalmente cualquier atisbo de voluntad,
el deseo de comer rebalsaba inundando por completo nuestra
existencia. Hasta aquel día, claro. El mozo se acercó con la car-
ta y cuando preguntó que íbamos a pedir le dije “todo”. El hom-
bre miró con cara de no entender, acurrucado en la sombra de su
desconcierto, como si aquello no fuera una respuesta posible sino
una trampa. Fue necesario entonces explicarle que queríamos que
trajera todo lo que estaba escrito en la carta. Creo que quiso ase-
gurarse de que no fuera una broma, pero no encontró modo de
atreverse a confirmarlo. Quizá por eso dio media vuelta y se fue
a hablar con alguien detrás del mostrador, en secreto. Ahí mismo
supongo, comenzó la traición. Con una sonrisa nerviosa y esqui-
vando la mirada, como si Judy intuyera que habíamos franqueado
un límite, quizá el límite entre lo posible y lo descabellado, y ella,
con todos sus silencios y sus rigideces, sólo hasta allí, hasta ese
punto, sería capaz de seguirme.
Cobarde, de alguna forma siempre supe que me acompañaría
hasta el borde del precipicio, pero no saltaría conmigo.
Nunca tuve intenciones premeditadas de que pasara lo que ter-
minó por suceder. En ese momento se me vino a la cabeza la idea
de que todavía podíamos irnos y recuperar algo de lo que habíamos
perdido. Podríamos atragantarnos por ahí con unos vermicellis sin
ningún obstáculo que nos detuviera para hacer lo que tuviéramos
ganas de hacer. Pensé en cosas en las que nunca había pensado.
Pensé en cómo siempre la vida me arrebataba la compañía de las
personas que yo quería tener a mi lado. Sin dudas era el momento
de vaciar en mi garganta una copa de vino, o unas cuantas.

Hacerse necesario
Narrativa 33
¿Cómo nace el deseo de dañar? ¿Cómo tratar dulcemente a
alguien a quien deseas destrozar? No creo que pueda existir una
manera. Menos cuando en el fondo de la mente cruje el deseo de
hacer algo justiciero y extraordinario. Sentía sobre mi piel el traje
de un Dios. Un Dios vengador y absoluto que funda sus leyes. Que
puede crear o destruir.
El hambre inunda la boca, pero la ansiedad corroe la razón.
Ella estiró su mano para tomar una servilleta, una mano blanca y
regordeta, como una manzana triste.
Tomé entonces sus dedos en el aire, con la delicadeza de los
desahuciados y clavé con furia mis dientes en su palma. Un grito
de dolor y sorpresa quebró la insoportable música funcional que
derramaban los parlantes.
Sólo había diez pasos hasta la puerta. La noche, como un oasis
miserable de los cobardes, me tragó con su enorme boca de sombra.

34 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Como cada viernes cuando llegaba a la puerta del al-

La batalla de Quilmes
macén, dejaba la moto en la vereda y tomaba el pedido
que al día siguiente el camión pasaría a descargar. Cuatro
cajones de Quilmes, dos de Coca, uno de Fanta. Pero en
ese atardecer había algo distinto en el aire, estaba pesado,
húmedo y costaba respirar aunque uno estuviera quieto.
Cuando escuché el sonido del motor de mi moto supe
que algo andaba mal. Decididamente mal.
Corrí hasta la puerta mientras recordaba la llave que
lamentablemente había dejado puesta. Desde el vano los
vi. Eran cuatro. No sé si tendrían veinte años y tenían
tantos tatuajes absurdos que hubiera sido imposible la
tarea de descifrar cada región de sus brazos.
Uno de ellos estaba sentado sobre mi moto y luego de
echarse un sorbo de cerveza sobre esa boca quemada por
el desprecio, miró hacia el manillar y aceleró a fondo. El
motor gritó una especie de aullido estremecedor y dolo-
roso. El joven y mi moto seguían allí estáticos pero una
sonrisa brutal ahora le dibujaba los labios. El resto de los
muchachones festejó con risotadas aquel bramido ensordecedor
que se repetía una y otra vez desatando nuevas carcajadas pero
que para mí eran como latigazos en el alma.
El almacenero me tomó del codo y dijo “No salgas ¿Es tuya la
moto?”
Asentí. “La necesito para laburar” -dije con un sonido casi
inaudible.
Puse mi pie en el umbral sin el propósito de atravesar la puerta
y di un paso hacia la vereda sin intención de salir y luego otro y
luego otro.
El más serio de ellos se limpiaba la uña del dedo meñique con
un puñal mientras otro se tocaba la cintura como buscando algo.
Pude escuchar detrás de mí la persiana del almacenero cayen-
do apresurada.

Hacerse necesario
Narrativa 35
“Y llegará ese momento en el que los hombres se sentirán pro-
fundamente solos” No recordaba dónde había leído la frase pero
ahora retumbaba en mi cabeza.
No tenía nada planeado ni sabía qué decir. Tampoco había
mucho lugar para las palabras. Solamente enfrentar a los cuatro y
recibir una golpiza, una bala o un puntazo. Ya el frio de las baldo-
sas caminaba piernas arriba hasta lamer mi columna y mis orejas
pero en ese instante y sorpresivamente un extraño alborozo me
encendió el pecho. Un descubrimiento asombroso se abrió paso
entre mis pensamientos. Así desearía morir, peleando. No como
un viejo enfermo, pobre, cobarde, como mi padre y como el padre
de mi padre y como el tío Eusebio arrastrando sus diminutas ago-
nías, abandonados en un hogar de ancianos.
No tendría que descomponerme lentamente ni amasar una
lástima nauseabunda hasta que el frio de la oscuridad eterna qui-
siera venir a abrazarme. No lo había pensado nunca y recién aho-
ra lo sabía. La muerte no era la que se acercaría a buscarme. En
esta rudimentaria y aleatoria ocasión era yo quien la desafiaba.
Una felicidad insospechada me daba coraje.
Pero entonces todos a un tiempo giraron la cabeza para ver
aquello que se aproximaba.
Lo primero que advertí fue su cabeza cubierta por una cabe-
llera salvaje y abrumadora, luego su prominente vientre pero sólo
cuando la distancia lo hizo posible pude percibir la ferocidad de
aquel rostro encendido que se acercaba corriendo y que con solo
mirarlo hacía entumecer el estómago. No era la muerte. O si era
la muerte no era tal como yo la había imaginado.
Un gesto de verdadero temor ahora abrazaba los flacos pómu-
los de los cuatro muchachones que quedaron inmóviles. La bestia
tomó a uno por uno del cuello y después de arrojarlos al piso les
dio de patadas mientras los cuerpos esmirriados solo atinaban a
protegerse en posición fetal.

36 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Cuando el energúmeno consideró que ya era suficiente les gritó:
Pendejos de mierda, antes mi hija tenía que caminar veinte
cuadras para comprarme una birra. Gracias a este pibe ahora pue-
de venir a este almacén.
A continuación de eso se dirigió a mí y aseguró:
Mirá, en este barrio mando yo. Y si tenés algún problema me lo
decís a mí. Ya sabés.
Después se fue en silencio. Llevándose así con él cada sonido
que había habitado la calle. Robándose también mi coraje, mi
batalla y aquel inasible y anhelado paisaje de mi muerte más
gloriosa.

Hacerse necesario
Narrativa 37
Como no sabía dónde ir porque las noches se habían
Noche de Aurelia encargado de apagarle la sonrisa y de ahogarle las espe-
ranzas, o porque el tiempo se había dormido en la alfom-
bra mustia del desánimo, Eusebio sintió la tentación de
conocer la casa de Aurelia. No era sencillo encontrarla.
Sabía que preguntando a los recolectores de pena y a los
fugados del manicomio, ellos podían dar las indicaciones
para llegar. Luego continuarían hablando o balbuceando
pero no debe creerse todo lo que digan. Es probable que
tantas palabras hagan sentir confundido a cualquiera que
pregunte. Seguramente esos deshechos humanos tam-
bién dirán que Aurelia es una mujer que se ha fugado de
un cuento o un ángel pervertido por pesadillas libidinosas.
Pero nadie ha sabido realmente su historia. Cuando su
tragedia comenzó todavía era una niña que no conocía los
sinsabores del deseo. Al llegar a su puerta Eusebio tuvo la
tentación de marcharse pero algo más fuerte que el miedo lo em-
pujó a sus abismos.
En la esquina siempre hay un hombre enorme que tiene un ojo
de vidrio y un diente de oro. Cuentan que el ojo se lo debe a la pu-
ñalada certera de una mujer y el diente de oro también se lo debe
a la misma mujer que con su sudor apiló cada miligramo en forma
de monedas ariscas que, al reunirse en una majestuosa montaña
de níquel pudieron parir esa muela relampagueante.
La función de este ogro llamado Simón es cobrar y también, si
es necesario, izar de una oreja a aquellos revoltosos que no cum-
plieran las reglas no escritas del lugar. Eusebio lo miró temeroso
después de pagar el pasaporte a los cielos. El monstruoso portero
sonrió su risa dorada y le señaló la entrada indecisa que estaba
a medio camino entre ser una puerta o una ventana. Después se
sacó el ojo y comenzó a lamerlo como un cachorro asustado.
La lengua de los estibadores es áspera y brutal. Quizá por eso
Aurelia tenía la piel en carne viva y los sollozos bajo la almohada.
Cuando Eusebio la vio no supo si besarla o curarle las heridas que
nacían en su alma y florecían en su piel.

38 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Se examinaron con descaro pero con una absoluta comprensión.
Aurelia era delgada, similar a una joven varilla de junco que
se izara desde la cama. Apenas podían verse sus ojos que al esti-
lo de dos renacuajos negros navegaban su rostro bajo una frente
despiadada aunque desde su mirada fría pero pura y tan intensa
como el dolor o el miedo nacían inapelables hechizos.
Se contoneaba en una patética y repetida danza de invitación
a su cuerpo. Eusebio sintió que su lujuria no cabía en el menú de
aquella hora. Aurelia se detuvo en seco, como si una serendipia
mútua los envolviera de repente. Solamente encontraron espacio
los abrazos. Eran la fortaleza y la locura de dos almas que se re-
conocían incrustadas en el dolor de una vida sin amor. En pocos
minutos la sinceridad se volvió tan brutal que amenazaba con
convertirse en ternura.
Cuando Eusebio salió de aquella habitación un destello de luz
nuevo y desconocido latía en su corazón. Su cuchillo atravesó la
garganta de Simón y el ojo rodó por la acera sin rumbo definido.
Aurelia sonrió por primera vez en su vida.

Leonardo
García Pareja

(San Juan Capital, 1966). Es Ingeniero Civil y Profesor en Ingeniería.


Se desempeña como docente en establecimientos educativos. Asistió a ta-
lleres literarios gran parte de su vida. Ha obtenido numerosos e impor-
tantes premios y distinciones a nivel provincial y nacional por lo que sus
textos figuran en diversas revistas, antologías y blogs. Ha publicado los
libros de cuentos La ira de los oficios (1999), El amor en esas formas
tempranas (2005) y Algo permanece indomable (2019) y la novela
Viaje a la Resurrección (2012).

Hacerse necesario
Narrativa 39
Un golpe de calor [...] porque de eso
están hechas las grandes catástrofes: de días
amontonándose sin que pase nada.
Gustavo Sánchez, Falla

Un mal presentimiento le hostigaba ya desde tempra-


no y el recuerdo del abuelo se le presentaba con una in-
sistencia tenaz. El padre de Elena era uno de esos viejos
de antes: reservado, capaz de darle al pico y a la pala sin
parar durante diez o doce horas seguidas y, no obstante,
resolver a su regreso -con singular lucidez y sin necesi-
dad de levantar la voz- toda clase de disputas domésti-
cas. No tenía miedo de la muerte pero, ahora que había
sobrevivido a la jornada laboral sin sobresaltos, lo que le
horrorizaba en realidad era la idea de pedalear para siem-
pre en aquella bicicleta infernal. Durante su infancia había oído
toda clase de leyendas acerca de hombres que morían haciendo
una determinada cosa y, frente a la absoluta indiferencia del res-
to, continuaban haciéndola por toda la eternidad. “El abuelo, en
todo caso -pensó- había tenido la suerte de irse mientras dormía”.
Con el manubrio hirviendo, la bicicleta se le volvía casi inma-
niobrable; varias veces había estado a punto de caer y, otras tan-
tas, efectivamente había caído. Un reguero de sudor iba señalan-
do el recorrido, a la vez que el sol, lascivo, entreabría la camisa
mugrienta de albañil y abrasaba el pecho justo allí, donde colgaba
la Cruz de Caravaca, la misma que el abuelo le había legado an-
tes de morir y en la que ahora buscaba desesperadamente auxilio.
“Hacían unos calores tan atroces como este o peor -recordó- pero
en su pieza siempre estaba fresco”. Aquella cruz y el oficio habían
sido, según él, las únicas herencias que había recibido en la vida, las
dos de parte del abuelo.
No sin gran pesar iba descubriendo -primero- las calles vacías,
y luego los andurriales desolados. En todo el camino no halló ni un

40 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
alma con la cual cerciorarse de que aún seguía con vida; ni siquie-
ra su vecino, el soldado de plomo, había permanecido en su puesto
habitual, sino que continuaba su aciago destino de alcohólico tras
los resquebrajados adobes del rancho.
Ni bien alcanzó la casa, largó al diablo la bicicleta y siguió a pie
a través del patio. La respiración dificultosa, las pupilas dilatadas
y el involuntario temblor de los miembros hacían pensar que es-
capaba de la escena del crimen o se apresuraba a impedir otra ca-
tástrofe. Cuando fue a abrir la puerta, el picaporte también estaba
hirviendo; se acordó del manubrio, sin duda algo le hizo suponer
que había sido él mismo quien había conducido el calor hasta allí.
Entró, se llenó del frescor que los adobes le ofrecían y -de alegría
nomás- a punto estuvo de romper en llanto, le parecía que al fin
estaba a salvo, que el hogar lo reconocía y lo aceptaba en su seno
una vez más. Solo se oía el zumbido del ventilador, que había con-
gregado a toda la familia a sus pies, al amparo de sus aletas: es-
posa, hijos y nietos del viejo dormían la siesta en paz. Agarró una
botella de agua de la heladera, la destapó y se prendió del pico con
todas sus fuerzas, de haber podido, la habría vaciado de un solo
trago. Una vez que terminó con ella, la dejó abajo del surtidor; iba
a rellenarla cuando de repente no fue capaz de hallarle una forma
razonable, o mejor dicho, no fue capaz de hallarle forma alguna,
como si de ella hubiese chupado algo que no era del todo humano.
Levantó los ojos hacia la pared, renegrida hasta lo absurdo de gra-
sa y, apoyado en la pileta, se quedó esperando a que todo volviera a
la normalidad, pero no. Aquella grasa también había perdido todo
detalle de identidad.
Quizá el acceso a una educación formal le habría proporciona-
do las herramientas necesarias para comprender que las mismas
cosas pueden percibirse de manera distinta -al menos- una vez en
la vida, que cada apreciación es a priori una equivocación y que el co-
nocimiento de la realidad no es más que una quimera. Pero lo único
en lo que era capaz de pensar en aquel momento, era que hacía más
de cincuenta años que todo le parecía igual y ¿por qué hoy -precisa-
mente hoy- iba a figurársele del todo distinto? Era indignante. Ni

Hacerse necesario
Narrativa 41
siquiera el ventilador, impasible a sus razonamientos, emitía ya el
mismo zumbido de hacía unos instantes, sino una vibración inso-
portable que amenazaba con hacer estallar su cabeza. Cada cosa
en la que reparaba se le antojaba ahora espantosa e insultante y fue
entonces cuando, por toda respuesta, le pegó una piña a la pared.
Fue un golpe seco, tan fuerte que, según los testimonios, se oyó
incluso a varias cuadras a la redonda. La pared cayó y aplastó a la
familia entera. De repente y sin mediar palabra, todos pasaron del
ligero reposo cotidiano al inescrutable sueño eterno.

Lo último que supe de él es que durante las jornadas siguientes


al golpe -así lo bautizó la prensa- las autoridades lo sometieron a
los interrogatorios más crueles: que qué era eso de trabajar de sol
a sol a los sesenta y pico años de edad; que cómo había hecho para
derribar una pared que él mismo -siguiendo las indicaciones del
abuelo- había construido a conciencia cincuenta años antes; que
de dónde esa reacción en él, un hombre que toda la vida había sido
tan manso. Y a cada rato y sin que viniera a cuento, como a modo
de tortura insistían: “¿Y la botella?” “¿Qué fue lo que pasó con la
botella?”
Mario Aparici

(San Juan, Argentina. 1992). Profesor de Letras. Bajo el pseudónimo


Mario Anselmi publicó el poemario Merecería que lo llamen hombre (El
antro de Trofonio, 2016 y Poderosa Lectura, 2018) y el libro de relatos Un
golpe de calor (Abdulah, 2021). Obtuvo el Primer Premio de narrativa en
el Concurso Literario de San Juan Jorge Leónidas Escudero (2012). Desde
2019 participa en la antología virtual Tierra quemada, donde han sido
publicados algunos de sus poemas.

42 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Lo sentí cerca de mi espalda. El ir y venir de mis ma-

Pompa fúnebre
nos en la tabla se aceleró, la espuma crecía. Esperaba el
zarpazo. El jabón ya tenía forma de hueso, lo pasé cuida-
dosamente por la camisa, podía romperse y partirse en
dos, o peor, astillarse como leña. Seguía ahí, mirándo-
me sin descanso, cada cicatriz de mi piel lo presentía. El
fuentón crujía cada vez más, se podía abrir abruptamen-
te en su presencia y desbordar la mugre.
Los surcos de la tabla se doblan como costillas, crecen
hacia mi pecho, se enroscan en mi cintura, abrazan mi
espalda y se cierran como coraza.
Friego y friego. Pero no se va, permanece expectante.
La hojalata se eleva, mis manos descansan en la ta-
bla. El fuentón crece hasta sumergirme en un baño que
limpia todos mis despojos. El frenesí del jabón dibuja burbujas en
ramilletes. Me encierro en una, parece frágil pero resiste, es her-
mosa, tornasolada y me lleva hacia el azul del jacarandá, donde él
no puede llegar.

Hacerse necesario
Narrativa 43
Era un pasillo de tierra angosto e irregular que orillaba
El aroma verde una sucesión de piezas a medio construir, típico de esas
casas que se van armando durante años, según las posi-
bilidades, y no se terminan nunca. Lo caminamos en fila
india. Íbamos hacia la cocina detrás de la tía Josefina, que
nos recibió en la puerta con sus ojos tiernos y nos abra-
zó con el regazo, con ese calor que repartió por años y sin
retaceos a todo sobrino que cuidó. Ella parecía estar dis-
ponible y no tener vida, por el solo hecho de no estar casa-
da como sus hermanas, ése era su estigma familiar. Ya de
grande pudo concretar el sueño de vivir con el único hom-
bre que amó, pero recién cuando sus padres murieron.
En el trayecto del pasillo ya se percibía el olor a pere-
jil y en la cocina estaba la mesa preparada con todos los
detalles de la tía que la hacían única. Su compañero, sentado en
una silla de totora, un poco alejado de la mesa, saludó sin pararse
mientras nos miraba con recelo: éramos portadores de un apelli-
do que él odiaba. Esperamos paraditas un gesto de mamá para
sentarnos y ella, a su vez, buscaba una señal de su hermana, que
miraba a su marido buscando aprobación para cada cosa que ha-
cía y conversaba cuidando cada palabra supervisada por el hom-
bre que las observaba callado como nosotras. De vez en cuando
emitía una opinión que terminaba en una crítica hacia su familia
política, que la tía intentaba suavizar a nuestros oídos.
Almorzamos el delicioso arroz de la tía con deleite. Ella sope-
saba cualquier hostilidad con su natural actitud de anfitriona y
desprendimiento para hacernos sentir cómodas. En medio de la
comida, se me cayó un bocado entero al piso. No dije nada, nadie
pareció verme, rápidamente, intenté esconder la evidencia como
pude, presintiendo que eso podría alterar la armonía precaria de
nuestra estadía. Pese a mis esfuerzos, algunos granos quedaron
pegados a mi zapato. Después de una corta sobremesa, nos mar-
chamos hasta una próxima vez, donde ya sabíamos, repetiríamos
ese mismo ritual de visita.

44 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Hoy me pregunto, mientras te veo llegar, el costo real que ha-
brá tenido en aquellos años, esa modesta comida para mi tía Jo-
sefina. Retumban tus pasos en el pasillo, hostiles. Regresas apre-
surado, dispuesto a almorzar y el olor a perejil invade la cocina.
Como siempre, entras sin saludarme, dejas el casco en la mesita
del teléfono que se tambalea y las huellas de barro de tus botas no
quedan en el trapo de piso que puse en la puerta por la lluvia, sino
en todo el trayecto de la casa que recorres. Miras con desprecio la
mesa servida, buscando quién sabe qué y yo ya sé que es hora de
replegarme. Me refugio en el acto de servir la comida hasta que
por fin te sientes.
Unos instantes después, como frente a vos, callada, y te escu-
cho decir las acostumbradas palabras, las frases hirientes que te
empoderan ante mí. El aroma verde me envuelve. Repiquetean las
gotas que caen en el vidrio, cada vez más fuertes, y mi cuerpo es
una inmensa caja de resonancia. Entonces, como la lluvia de afue-
ra, veo caer gotas de arroz verde por tu cara, lentamente, y tus bra-
zos bien extendidos, como crucificado en el aire, con la boca bien
abierta y siento que por fin te has callado. Camino el pasillo, abro
y cierro la puerta de calle. Sólo tres granos, pegados a mi zapato,
me acompañan hasta la próxima estación.

Marisa Cangialosi
(Jáchal, 1961). Es Profesora de Enseñanza Primaria y Licenciada en Ges-
tión de Instituciones Educativas. Ejerció la docencia en el Nivel Primario y
Secundario. Publicó Marenal (poesía) y participó en antologías de origen
provincial, nacional e internacional. Como escritora recibió premios, dis-
tinciones y menciones en diversos concursos de poesía, presentó libros de
reconocidos poetas y participó en numerosos eventos culturales en distintos
lugares del país. Formó parte de algunos grupos de Integración Artística
como ExpresArte y La Guanaca. Actualmente interactúa en El Café de
los escritores.

Hacerse necesario
Narrativa 45
Tuvo que pasar bastante tiempo para que entendiera el
Verbena porqué de su nombre: a las otras niñas las llamaban Catali-
na, Juana, Francisca, Ysabel; tal vez Águeda o Sancha, pero
ella era la única “Verbena” en la ciudad.
Momentos antes de que naciera, su madre estaba bai-
lando alrededor de una fogata y la comadrona ayudó en
el alumbramiento entre música de juglares, olor a incien-
so, especias y embutidos, rezos de fraile, vendedores vo-
ciferantes y titiriteros improvisados: la noche de San Juan había
convocado al pueblo entero en la plaza del mercado. Para poder
engendrarla, la madre había tomado litros de tisana de verbena,
ocultado una ramita de esa hierba mágica bajo su vestido de no-
via, se había bañado en agua perfumada con sus flores y untado el
cuerpo con aceite de la misma planta sagrada.
Cuando descubrieron que Verbena al bailar ahuyentaba a los
malos espíritus, todos la reclamaron: cantaba para purificar el
cuerpo; sonreía y conjuraba hechizos; contra la melancolía, suspi-
raba; aplaudía para calmar almas inquietas; soplando garantizaba
fertilidad. Pero sin lugar a duda, su hechizo más requerido era el
que avivaba fuegos de amor: durante el solsticio de verano, Verbe-
na lloraba sus lágrimas en pequeñas vasijas y los enamorados sal-
picaban el elixir sobre la persona amada en un apasionado ritual.
Sin embargo, a ella no se le conoció pretendiente alguno.
Magos y adivinos se la disputaban en embrujos y encanta-
mientos y los monjes demandaban su presencia para alejar el mal
de las iglesias.
La fama de Verbena traspasó las murallas de la ciudad y cuen-
tan que hasta fue convocada por reyes y nobles de otras comarcas
para ganar guerras y librarse de genios maléficos.
Algunos refieren que aún suele verse su sombra girando junto
al fuego purificador, cada noche de San Juan: seguramente debe
ser para cargarse de magia y poder.

46 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
El angelito de la fuente sostiene un paraguas; la hiedra

Lila
trepa por las paredes y una madreselva cubre la glorieta.
La brisa entra por la ventana semiabierta moviendo el vi-
sillo de plumetí: Lila se asoma y el perfume de las glicinas
la abraza con delicadeza. La luz del día es sólo un destello;
Lila enciende las lámparas y el brillo de los caireles en los espejos
biselados envuelve la sala; descorre el tapete de terciopelo que cu-
bre el piano; se sienta en el taburete y sus manos tenues desgarran
las teclas en un ritual diario y acompasado. La melodía vuela por la
casa: su casa, la casa de sus padres y la de los padres de sus padres;
Lila vive allí desde siempre y para siempre.
Como todas las tardes se vistió con raso y cloqué; el camafeo
en la blusa de encaje es un recuerdo de la abuela y Lila sabe que
también adornará su ramo de novia, siguiendo la tradición fami-
liar. Desde el portarretrato la madre mira la hebilla de nácar que
sujeta el cabello de su única hija: “El jardín desborda primavera”,
le cuenta Lila mientras su voz se superpone con las notas.
El perfume de los lirios que su padre cultivaba satura la sala;
“tengo que cambiarles el agua”, piensa Lila mientras empieza con
la ceremonia de poner la mesa: mantel de hilo que bordó en tardes
de invierno; vajilla de porcelana heredada de la tía Francisca; cu-
biertos de plata, en la familia desde que ella recuerda; cristalería
de Bohemia. “Todo listo y a tiempo”, dice Lila mientras espera que
el llamador suene y, como todas las noches, llegue Manuel, que se
fue a la guerra y nunca volvió. Marisa Molina

(San Luis). El desierto sanjuanino tiene sus encantos, por eso se acostum-
bró a convivir con el zonda, los temblores y el calor. Profesora y licenciada
en Educación Inicial, ejerció como maestra, directora y supervisora.
Ha participado en diversas actividades literarias (talleres, lecturas, revis-
tas literarias, maratones de lectura en Institutos de Formación Docente) y
recibido premios y menciones.
La reciente etapa de jubileo facilitó su reencuentro con un disfrute pendien-
te: el juego con el lenguaje y sus misterios.

Hacerse necesario
Narrativa 47
afuera, tanta luz esperando
Poesía
Detrás

Renglones
de cada renglón
un garabato, un rezongo, un suspiro.
Debajo
de cada renglón
resoplido, hombros arriba, labios fruncidos.
Adentro
de cada renglón,
las voces que te hierven, tu cuerpo que me grita.

Y afuera, ahí nomás, tan abismalmente cerca


el Ruido
de quien no quiere, no sabe
de aquel que elige
la pared de tu espalda
sus renglones derechos,
el pizarrón inofensivo, obediente.

Mientras tanto
Vos
detrás, debajo y adentro.
Hacia todos los nortes.
Tanto que escribís, de tantas maneras.
Tanto que sos
que, aunque lo escondas,
se levanta, gigantesco,
tu nombre.
Sos la elocuencia viva
en renglones que te respiran.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 51
Va la huella sola.
Va la huella sola… Detrás va tu nombre.
La noche con vos, la que te grita adentro.

Y afuera, tanta luz esperando


que abras los ojos.

De nuevo.

Llorar
En cinco

de un solo lado
de un solo ojo
en un solo párpado:
el sensible

El otro,
el acostumbrado,
sigue incrédulo.
Resiste
y espera:

en cinco segundos
la pantalla
cambiará de color.

52 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Los nombres

Los nombres del miedo


Los quinientos cuarenta y dos nombres
del mismo miedo
Su descendencia
La genealogía
El contagio
Multiplicarse es el truco.
Así conquista. O sobrevive
No hay magia. Pura estrategia.
Escondida, eso sí. Siempre.
De lo contrario, alguien podría entender
que sus nombres son la llave
para sacudirlos.
Que la risa de pronunciarlos con otros
es su propio espanto.
Y su destierro.

Adriana Luna

(San Juan, 1977) Profesora en Letras, Maestra de Música, Especialista en Alfabeti-


zación Inicial y en Pedagogía de la Lectura Literaria.
Publicó Fantasmas en el espejo (2007) y Grietas Vivas (2º premio “San Juan es-
cribe”). Su obra circula por diferentes antologías provinciales y nacionales. Partici-
pó de grupos literarios y poético-musicales. Coordinó talleres de escritura creativa
para docentes, alumnos y público en general. Ha participado de Talleres Literarios a
cargo de los escritores Fabián Torres, Pablo Ramos y María Luz Malamud. Actual-
mente (2021-2022) participa del Taller Literario Ruedamares, coordinado por Ma-
ría Cristina Ramos y Griselda Martínez. Parte de sus textos pueden encontrarse en
https://druvaluna.blogspot.com

afuera, tanta luz esperando


Poesía 53
—Señor ¿no tiene una palabrita que me dé?
Siglo XXI —Señorita: ¿no tiene una palabrita que le sobre?
—Doña... ¿No me convida una palabra de esas que no usa?
Hace mucho silencio
en esta calle
en este mundo.

Dicen que Dios proveerá.


Fe

Por eso… quizás …


hay una lluvia de meteoritos
jugando a hacer puntería
sobre mi casa.

Alejandra Bondanza

(San Juan). Técnica en Admistración de Empresas, editora y gestora cul-


tural. Ejerció 10 años la docencia en Nivel Medio. Publicó Conversacio-
nes con Insomnia (Fondo Editorial de la Cámara de Diputados), Libro
D (El Momo Editor). Editora en El Momo Editor. Tallerista (Fábrica de
Escritores, Escritores&Lectores, Escritura en Espejo), creadora de Sen-
tipensares : Literatura y Emociones, gestora del Primer Encuentro de
literatura Joven de San Juan (2017), conferencista de CONABIP. Desa-
rrolló el Proyecto de Arte Postal con Museos y Colegios de Arte. Primer
encuentro Binacional de Artistas Sentipensantes (intercambio cultural
con alumnos chilenos). Jurado de CFI, Premios Culturales Evita, Premio
Internacional Pablo Neruda.

54 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Helena

Helena
no fue de Troya
no fue de Esparta
ni de Menelao
tampoco de Paris

Helena fue
de su propio delirio
arrancándole las ropas
fue de la tormenta
en medio del mar
fue del jadeo
y la espesura de la noche
fue de las dudas
y el arrepentimiento
de su propia saliva
crujiéndole en los labios
del beso en el que decidió
morir y amanecer para siempre

Helena fue de su destino


del breve sol
y su inevitable guerra

afuera, tanta luz esperando


Poesía 55
Los Paraísos en septiembre
Los Paraísos en septiembre... me recuerdan a mi abuela

Flores dulces
ramilletes balanceándose
como cascabeles
rodeando la casa

Los árboles ya no están

Yo aún camino veredas


donde los Paraísos
mecen un perfume
que ya nunca será el mismo

Arredondo
Alfia

(Buenos Aires, 1976). Profesora en Letras (UNSJ). Coordinadora de


Talleres Literarios para niños, adolescentes y adultos. Publicó La lógica
del jazmín (poemas, 2013) y Burla del tiempo (poemas, 2022). Integró
el Colectivo de Arte La Guanaca. Participó de diversos Encuentros de
Escritores Nacionales e Internacionales. Aprendiz de flamenco.

56 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
No sé qué rostro

Rostros
vestir hoy.
Debería combinar
sonrisa
mirada
y polera
el tapado amarillo
que encarcela la voluntad
no quiere dialogar
con la desidia.
Quiero sacarme
las botas
asesinas de ficciones
encerrar esos guantes
que cubren finales
y los destierran a un espejo.
Pero un edecán ciego
me prohíbe
vestir verdades.

Ana Laura
Garcés

(San Juan, 1980). Profesora en Letras ( UNSJ), Licenciada en Gestión


Educativa (UNSE), Especialista en Ciencias Sociales (mención en Lec-
tura, Escritura y Educación)(FLACSO). Trabaja en escuelas de nivel
secundario y superior. Ha sido premiada a nivel nacional y provincial.
Sus textos integran diferentes antologías.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 57
Las heladas castigan cerros y llanos
El duraznillo con la impetuosidad propia de esta época.
Los pastos exhiben una coloración pálida
como si fueran una enferma piel.
El duraznillo ha dejado su existencia inerme
para ser un arbusto seco y desintegrado,
hecho jirones,
víctima de una ablación practicada por el viento.
El duraznillo se ha ligado al herbaje
en un baile letal.
Camaleónico se esparce entre pasturas sin vida,
ante la connivencia del céfiro.
Impertérrito, espera la llegada de las vacas
que vendrán a pacer
frente a la atónita mirada de los claveles del aire,
que se aferrarán con sus tentáculos
a los brazos de un solitario tala.
Las astas del diablo crujen bajo pisadas,
anunciando la venida.
Pronto alguna res lo comerá
producto de un yerro mortal.
Mientras tanto,
cerca,
en un lugar indecible,
entre los cerros,
en un soplo;
las brujas emitirán su carcajada fúnebre.
Carlos
Zalazar

(San Juan, 1978). Profesor en Letras y docente en el departamento


Valle Fértil. Publicó, como guionista, la historieta Astilla, incluida
en la antología Historietas argentinas en la biblioteca nacional
(2012). Participó como Jurado, entre otros certámenes, de Los Juegos
Evita Culturales Departamentales y como Guionista del Carrusel del
Departamento Valle Fértil en la Fiesta Nacional del Sol.

58 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
VISTO:

Resoluciones
Que cada noche llega como acuden los ríos hacia el mar,
Desenroscando sus cabellos,
Que el mar está discrepantemente ausente de mis
vértebras,
Que a mis vértebras las ha roído la sal de tu mutismo,
Que tu mutismo horada puntualmente la arena del deseo,
Y
CONSIDERANDO:
Que mi deseo está crucificado en tu perfil.
Que tu perfil es humareda y espejismo.
Que de espejismos no sólo vive el hombre,
POR ELLO,
RESUELVO:
Artículo 1º: LEVANTAR mi bandera de quererte.
Artículo 2º: METERLA en lavarropas a que exhale su
sangre y sus miserias.
Artículo 3º: TENDERLA al sol de octubre, previo apresto
con aroma a madreselva.
Artículo 4º: IZARLA en luna de cuarto creciente, cuando
los gatos la custodian, a fin de que ninguno la enajene
de estrellas al galope.
Artículo 5º: PUBLICAR el nuevo estado civil de mi bandera.
Hacer millón de copias en papel barrilete y echarla al
viento y nuevo y para siempre.
Delia Beatriz
González

(San Juan, 1960). Profesora y Magister en Letras (UNSJ). Fue docente


en el Departamento de Letras (FFHA-UNSJ). Dirigió numerosos pro-
yectos de investigación y creó el PILIJ, Programa de Investigación de
la Literatura para las Infancias y la Juventud. Publicó Contra todo
naufragio o terremoto y ¿A que no saben quién es la bruja?. Coordi-
na actualmente el Taller Literario Haz de Trama.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 59
La medianoche del mundo hilvana estrellas
Los condenados balbucea

el sabor de la medianoche
preludio de la inquietud
escarba en la orilla
en el fondo
los árboles lloran la última hoja

cae

el mundo otoña
su medianoche
los condenados mantenemos
a raya
nuestras pequeñas catástrofes
cotidianas

La luna brilla
Luna

una mujer sonríe

la luna mira hacia abajo


una mujer mira hacia arriba

la luna sueña despierta


una mujer desea imposibles

la luna duerme
una mujer canta
Denis Leal

(San Juan, 1974). Profesor de Letras (UNSJ), Licenciado en Gestión Edu-


cativa (UNSE), Especialista en Ciencias Sociales (mención en Lectura, Es-
critura y Educación)(FLACSO), Especialista en Educación Docente y TIC.
Docente de nivel Secundario y Superior. Ha sido premiado a nivel nacional
y provincial por sus cuentos y poemas. Varios de sus textos integran antolo-
gías nacionales y provinciales.

60 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
1

Desembarco
El dia que Ulises llegó a Malvinas
nevaba
La tripulación estaba compuesta por
100 soldados y una enfermera
El bote de emergencia era para el Comandante
¿Al final nos rendimos para evitarles los gastos
[al enemigo?
No peleamos por las medallas
La artillería era de cotillón

2
Cuando regresábamos
a casa
casa ya no era casa
por que una casa es un abrazo que se habita
no un cuartel frio donde esconder el rosto de la derrota
El último día
Izamos la bandera sobre los cuerpos apilados
Cada cuerpo nuevo que apilabamos
levantaba mas alta nuestra bandera

3
El cantante de protesta, protesta y protesta en un
[hermoso teatro de la capital
Una bomba atraviesa el cielo en la oscura noche de la isla
Otra!Otra!Otra!
Al cantante de protesta le piden un bis y lo hace,
[se debe a su público
Canta una canción de amor adolescente
El publico se emciona, aplaude con rabia y se apagan
[las luces del teatro
Cae la bomba en la isla, sobre la tierra helada
Todo se ilumina.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 61
coser la herida
Hilo bordar tu nombre en letra cursiva

El lenguaje opera sobre mí


El almacén

me saca el corazón y en su lugar pone una máquina de


[cortar fiambre

Es Trabajo
1 de mayo

Trabajo Sucio
No Dignifica
No Significa
Pero no quiero escribir sobre el trabajo
Quiero escribir
Sobre como nos quedan los ojos después de mucho llorar
En el portón de la fabrica.
Fabricio
Montilla

(San Juan, 1978).Es musicoterapeuta, músico y teatrista.Como escritor


ha publicado Escritos sin tinta y Babas, junto a Rocío Bergé.

62 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
rebotando la pelota contra la pared

1981
contra los silencios
la sobriedad
la prudencia del barrio
crecía yo
en el patio
al margen de las casas
donde mis vecinos ataban sus lamentos
en el alambrado del día

así fue
cómo
me hice fanático del fútbol
pegándole a la pelota
clavándola en ángulos inventados
gambeteando el futuro
gritando goles
que eran victorias ante el miedo
que corría detrás
poniéndole púas
al cielo.

La Navidad
Postal

es un ejército
de familias cargando
bolsas de supermercado.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 63
avanza el agua
avanza el agua... brillando a mi lado
mientras llego al final
de la zanja
sacando bolsas y cajas de vino

que si no
se atascará el agua

le digo que me pase un palo más largo


ese que está ahí

pero no escucha

está metido en su teléfono


parado en medio del parral
buscando señal
buscando que llegue algún mensaje

así que voy


y busco el palo
paso
por su lado

¿qué me dijiste?

llego hasta el otro lado


y vuelvo

¿has visto el duraznero


florecido?

levanta los ojos


lo mira
pero vuelve al teléfono

64 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
desde que ha sido abandonado
se pasa mirando
la pantalla
inmóvil

su teléfono no va a sonar ni aquí ni allá


ni ahora ni nunca
porque del otro lado las cosas están destruidas

como esas cajas


al costado del agua

que avanza
inundando todo

yo le digo que salgamos


porque la corriente avanza

y quedará encerrado

embarrado
hasta el cuello.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 65
Soñé que por la puerta entraba mi viejo
Soñé que por la puerta entraba mi viejo... y me decía
seguí adelante
dejá de fumar
dónde carajo metiste tu sonrisa

Y desperté
en la mitad de la noche
bajo el pulso del calor

Me paré y fui hasta la ventana


por donde entraba un aire fresco

prendí un pucho
y largué el humo hacia las estrellas

Lejanos refucilos se hinchaban


en el borde del viento
que llegaba

Las hojas de la parra empezaron a moverse

¿escuchás esa música?


me preguntaría mirando las parras

Y después se iría penando


porque yo no podía hablarle nunca

De eso se trata el ahogo

No puedo sonreír
No puedo dejar este cigarro
No puedo seguir adelante

le dije a mi viejo
que me tocaba el hombro
con el viento.

66 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Vengo con un reguero de gritos

Vengo con un reguero de gritos...


persiguiéndome a esta hora
de la noche

La culpa trabaja en mi corazón


con su martillo de tolueno
Y tal vez florezca
una bomba entre mis manos

Entonces el hongo iluminará mi alma


mientras se abre la puerta
de la primavera negra

Y por supuesto
ya casi
no estaré
en ninguna parte.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 67
Cavé una fosa para enterrar
La importancia de los muertos a mi perro
en el fondo de casa

y después
planté un árbol que
atravesó
con sus raíces
los restos de mi perro

El árbol se erigió
al igual que todos los seres vivos

sobre un planeta fecundado


por criaturas muertas
que conceden
la sangre al humus
la vitalidad a la flor

la rotación al mundo.

68 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Seis palos bastan

Eterno polvo
para quebrar la monotonía árida
del paisaje
bastan para cortar
el viento febril y aullante
del desierto

Tres palos de un lado


Tres más allá
del otro lado

En el centro de la cancha
los remolinos tumban a la soledad
y al silencio

Un puñado de niños
revolcándose en el eterno polvo
gambetea la última vuelta que da el mundo
en sus vidas

hambre y gloria patean la pelota


hecha de cuero gastado y de aire veterano

que gira como viento encerrado


y se pierde en los ranchos
de caña lata y barro

detrás del arco más lejano.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 69
ahora tomamos cerveza
Océano buscando en el diario
qué se puede hacer
para ganar algo de guita

te quedaste sin laburo


y yo no sé hasta cuándo tendré
lo que gané

miramos la calle y la densa marea de gente


mientras tomamos esta cerveza fría

y no sabemos qué nos pasará mañana

estamos unidos
como dos peces dentro de una red
que pescadores levantan con hambre y furia.

Federico Araya

(Caucete, 1977). Ha publicado los libros de poesía Todos estamos solos


(2002), Las Paredes y el Vacío (2005), Los Decepcionados (2012), Vengo
de donde lloran las rocas (2018) y Desarmadero (2018). Tallerista de lec-
toescritura en los Centros de Actividades Juveniles (2006-2010). Mediador
del proyecto educativo Bibliorodante (Ministerio de Educación de San Juan,
2015). Miembro del Equipo Técnico Jurisdiccional del Programa CAJ, Mi-
nisterio de Educación de San Juan (2016 - 2019). Mediador de lectura y
escritura en el Proyecto Identidades Fiesta Nacional del Sol (Dirección
de Acción Territorial, Ministerio de Turismo y Cultura de San Juan, 2022)

70 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
La ciudad donde vivo está construida sobre una falla,

Falla
una que atraviesa todo el continente y llega
incluso hasta San Francisco.
En otras partes optaron por vivir
en construcciones livianas; acá
por estructuras pesadas
y resistentes.
En cualquier caso
los geólogos coinciden
en que hay que preocuparse
cuando no tiembla, porque de eso
están hechas las grandes catástrofes: de días
amontonándose sin que pase nada.

A veces me da miedo tener su misma altura,


Espejos

sacarnos de una cierta manera los zapatos


sentados a los pies de nuestras camas;
hasta poner los codos sobre la mesa
después de comer,
con la mirada perdida de la misma forma,
me da miedo.
Cuando esto me pasa,
me tranquiliza
subirme a su auto, acomodar el asiento
y los espejos retrovisores;
saber que avanzamos, efectivamente,
con miradas diferentes sobre lo que nos viene de atrás.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 71
Un apagón general dejó a oscuras la ciudad.
Tiempo oscuro Los que caminábamos por las veredas
nos detuvimos.
De vez en cuando un auto pasaba
alumbraba las calles
y avanzábamos un poco
hasta que pasara el próximo.
Nada especial.
Un tiempo oscuro como cualquier otro:
unos pocos en movimiento
alumbrando los caminos al resto.

El arqueólogo mirará los círculos de café


Pequeñas piedras

en el mantel, el pasto abandonado del jardín;


la tapa del inodoro levantada
el pis aún ahí, el timbre que no suena
el foco quemado de la entrada
y dirá: la pequeña piedra
que una mañana no sacaron de sus zapatos
al llegar la noche
los aplastó.

72 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Un gran vaso de jugo de limón

Preguntándose
aplaca la acidez;
miles de marineros
siguieron fosforescentes cadáveres
para salvarse de la muerte;
y sentados a una mesa
al costado de la Avenida
-clavándoles los codos
en las costillas-
el silencio de la ciencia
se instala entre la pareja
preguntándose
por qué muere de sed lo nuestro
si más de la mitad de lo que somos
es agua.

Gustavo
Sánchez

(San Juan). Profesor de Historia. Publicó los poemarios humo (edito-


rial fundación unsj, 2010), asuntos internos (poderosa lectura, 2013),
nada que hacer (neutrinos, 2015), pedregal (emr, 2018), manual del
dueño: biografía de una máquina (caborca, 2019) y suelo nocturno
(elandamio, 2022). En 2017 recibió una mención en el Primer Concurso
Nacional de la Editorial Municipal de Rosario y participó como invi-
tado del Festival Internacional De Poesía De Rosario. Trabaja como
cajero en la oficina de notificaciones del Poder Judicial de su provincia.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 73
A veces busco
A veces busco herir la hondura del tiempo
posar manos en el fondo
del sigiloso camino
como beduino extasiado
ante el desierto de aguas
que reseca comisuras
y saborea nostalgias
de lenguas húmedas

A veces
miro lo que he muerto
Estatua de sal
Sola
ante el mundo ciego

Sin embargo
el aleteo de pájaros azules
persiste
Indiferente
Y la búsqueda quiebra
el coraje del silencio
Escales Lonné
Helena

Mendocina de nacimiento, sanjuanina por elección desde sus nueve


años. Integró el grupo expresArte, confluencia de distintas expresiones
artísticas y fue editora de la plaqueta que lo representaba. Introdujo
un espacio cultural con entrevistas a diferentes cultores de las artes en
la revista sanjuanina Primera Fila. Participó en múltiples encuentros
nacionales. Premiada en concursos de poesía y narrativa. Publicó De
palabras somos (junto a Adela Rolón) e Historias Recetadas (como
parte del grupo Café de los Escritores) además de participar en varias
antologías provinciales y nacionales. Alma libre, amante de la justicia,
la amistad y el arte.

74 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Parece interminable...
Y un vuelo de pájaro
salió de mi boca.
Marcelo Pichón Riviere

Parece interminable
el hilo de la vida
todo sueño improbable.

De pronto algo cruje


estalla y despereza
en bullicio de trinos.

Hacia allí me interno


sin gozo ni dolor
la bandada cierra filas
conmigo.

Lo mismo sigo
con los asuntos de siempre
el pico abierto
las alas tercas
ajena al candor o al rencor.

Desconozco el desenlace de mi empeño


acepto mi ración, me nutro
y sigo, sigo
hacia mis nuevos rumbos.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 75
Esperando a un amigo
Sobrevida cambio el viejo encordado,
lustro el diapasón, la caja…

Gastada la madera
emana generosa
su fragancia,

afino el tono
y me refugio en una canción.

Le cambio una palabra


y un par de acordes,
dispersando la idea primera,
que otra me está invocando
aunque no haya nacido, todavía.

Presiento que
que este sábado de espera
no es en vano,
transcurre ganancioso
haciendo lo que tanto
alimenta mi vida.

76 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Correr
A la clara luz del universo.
Federico Bianchini

Me lanzo.

Pero mi cuerpo
hoy se resiste,
será un calambre,
no lo sé, pero no pude correr.

Es otro lanzamiento
invisible indoblegable.

Busco
en medio de destellos
comprender
la polifonía desnuda
del Universo
sus reglas, sus dobleces,
los simulados pliegues.

Y gritarlo, susurrarlo
contarlo o por qué no
cantándolo con todos los detalles,
a quienes pueran oir
y quieran desvertebrar de una vez
el catálogo de amenazas veladas
que nos acobardan
sin tiempo ni espacio,
y lanzarnos, serenamente
en chispas de lucidez
conociendo las consecuencias.
Y así, correr, caminar, volar
como nos plazca.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 77
El silencio ha plantado su bandera
El silencio... la soledad va mintiendo su sonrisa
y la miseria crece en las ciudades.

La encrucijada sabe de horizonte


y como buen equilibrista
hay que jugarse en la cornisa.

Y ya no es tiempo de disculpas,
las respuestas surgen del camino
dejaré de chapalear en este ruido.

Gira el cristal y el sol travieso


pinta un arco iris que susurra:

No hay laberinto sin final.

Helida López

(San Juan). Cantautora y Licenciada en Servicio Social (UNSJ). Integró


en Córdoba El Caldero de los Cuenteros y sus antologías en 1994, 1995 y
1996. Incluida en el DVD La Huella del Unicornio (2004). Creadora con
Silvina Martínez y Juan Pujovich de CreArtEspacio, y con Helena Escales
y Marisa Cangialosi de ExpresArte. Integra la Antología de Narradores y
Poetas editado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos (2001).
Participó en el libro Historias Recetadas (2016).

78 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Si correr sobre la greda de preguntas fuera salvación…

Pájaros
Estaríamos con vida.
Pero no,
las alas se nos rompen,
los huesos huecos silban viento Zonda,
piden fríos perdidos o por venir.

Nos transitamos como abrazando tunas.


besando espinas.
Sangrando de afuera hacia adentro.
cuereando pencosidad con cuero tenue.

Nos pedí vibrar o titilar, algún movimiento.

Pero el cuerpo nos avisó que no hay ninguna sutileza:


Ni en encallar
Ni en la quebrazón,
Ni en los crepitares
Ni en los corcoveos, blancos,
debajo de los pies.

Somos pájaros pidiendo volar,


con cuerpos rotos.

Y sin cantos…

afuera, tanta luz esperando


Poesía 79
Cuando llovizna en las tardes
Semillante Siento debajo del cuero tu caricia como una contractura.

Entremedio de los músculos,


como placa corcoveando ciudades habitadas.
Quiero ser blando, aceptar el cimbronazo
pero soy tapia que se parte.

Una grieta metástasis.

Aun así, en el templequeo de huesos


corre una savia boba, que no reconoce fertilidades,
pero es terca como las espinas.

Cuando la noche se va y el sol vuelve a lamernos a latigazos


Me reconozco algún filo nuevo, y sonrío…

Puede que otro día, como esas veces


Vengas a romper el asfalto desde abajo.

Iván Martínez

(San Juan, 1978). Arquitecto (FAUD-UNSJ) (San Juan, Argentina) (2005), Ma-
gister en Diseño arquitectónico (UNAM) y en Morfología del hábitat (UNSJ). Doc-
torando en Filosofía (UNC). Docente en FAUD-UNSJ (2002-2022) y en Arquitec-
tura TEC (UNCA) (2019-2022).
Formó parte del Ballet Municipal de San Juan (2009-2012) y del Grupo Encuen-
tros de Danza Ciudadana (2015-2016).
Coautor de La magia y el laberinto (Radio Universidad, 2012 y 2016-2018). Como
dibujante participó de las muestras La línea piensa y Huellas Digitales. Recibió
el Primer premio “San Juan Escribe” en No ficción y Cuento con Forma desde co-
mienzos. Gestación, morfología y habitar humano y Cuerpear (2018) y con Ha-
bitar el Proyecto y Siestas (2021).

80 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Qué nos dicen las ramas mientras atan el silencio

Qué nos dicen...


qué raíces somos para ellas qué distancias
qué secreto escondido y abierto como la mirada
de un niño asustado por la vida que brilla arremetida
dándose en ataque
el milagro irremediable.

No somos capaces de respirar


la vida muerde a la vida en un rincón
donde lo que calla nos acerca a la respuesta
y el silencio se encuentra pronto a irse.

A la estampida de los ojos al abrirse


A la estampida...

al remolino del sol en nuestros secretos


al canto musgoso del arder a pleno cielo
un movimiento inundado por los rostros que nos duermen.

A la hora final del espejo a días de semana


al sitio que abrimos en un silencio santo, desértico
a los dientes del desierto
a tu voz.

A ese sector inconfundible de donde se alimenta


[tu liviandad
al brote del que tus alas se despiden
de donde nace la sombra que me muele las rodillas
mi última visita al arroyo de la gente.

Sin embargo y también


al empuje que me hace
todo inexplicable.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 81
Ahora nuestros ojos caen en mí
Ahora nuestros ojos caen... la mirada que fuimos, la certeza del milagro
la oscuridad que deja su paso.
Hacia dónde se fue el espejo de nuestros ojos
en qué otro paisaje se ha convertido
con qué lenguaje anda vestido ahora.

Ahora que mis pies están mojados y mis manos


son un puñado de sombras
ahora que lo cercano es mi mayor distancia
que todo abrigo no hace más que erizarme
que la tierra entera se abre detrás de mi cuello
y mis noches se desfondan
entre humo y un silencio agrietado.

Tal vez ahora me toca ser esa figura detenida


por penetrar en la boca del bosque
tal vez soy yo mi propio bosque en el que debo perderme
tal vez cuando llegue al centro de estar perdido
te reencuentre
y nuestros ojos se abran como ríos en éxtasis.

Tal vez deban ser mis manos las que corten


los ríos de mis últimos días
fuera del bosque.
Lorenzo
Gomez Oviedo

(Albardón, San Juan, 1987). Profesor de Grado Universitario en Mú-


sica. Compositor, artista sonoro y librero. Publicó La radio y la estática
(2015) y Un ojo aplastado (2018). Fue premiado en un concurso de epi-
tafios en Zaragoza.
Dirige el sello discográfico Adaptador Records, de música experimen-
tal, en el que ha editado su propia obra musical y la de diversos artistas
de todo el mundo.

82 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
lo que existe

Fragilidad inquebrantable
existe porque se rompe,
se triza,
se parte en mil pedazos,
en este,
en aquel,
o en cualquier otro tiempo

existe porque se vuelve objeto material frágil


que se desarma
inconsistente,
insostenible,
irrecuperable

como montaña desmoronándose,


como glaciar en deshielo,
como bosque en incendio.

lo que existe, existe porque se destruye


minuto a minuto
segundo a segundo
en este, en aquel o en cualquiera de los otros tiempos,
en el instante límite de las conciencias
se desvanece,
se desarma
parte por parte como una máquina
o como un cuerpo cuando cae

pasado, presente y futuro existen porque se rompen


se van de un momento a otro,
como el ahora
que no es ahora,
porque es otro que deja de ser instantáneamente cuando
lo pienso o lo pronuncio

como los sentimientos,


las palabras

afuera, tanta luz esperando


Poesía 83
o la risa
hasta el mismo llanto
la fe
o la cordura

Lo que existe, existe porque se rompe


como la muerte con los recuerdos
como el verano con el otoño
o los pájaros cuando se van

la calma después de la tormenta


o la tormenta que antecede y rompe la calma
como el silencio
o el sueño
o el atardecer

lo que existe existe porque se rompe


o se rompe porque existe
haciéndose tal vez, un poco más fuerte
porque lo que se rompe o se desarma se vuelve terreno y can-
ción
espacio habitable
como vos
o como yo

en este, en aquel o en cualquier otro tiempo.


Luciana
Solar Ale

(San Juan, 1996). Estudiante avanzada de la Licenciatura en Letras.


Actualmente sigue líneas de investigación que vinculan la crítica lite-
raria con los estudios de género. Coordina talleres de escritura creativa
en diversos ámbitos académicos y no académicos. Activista y militante
transfeminista. Algunos de sus textos han sido presentados en clave per-
formática en eventos culturales. Otros han sido publicados en sitios de
internet y revistas culturales independientes como Gatx Negrx.

84 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
El sol gira alrededor de mi casa,

Pequeña historia espacial


a su distancia perfecta y única.
Giran la noche y el día,
giran los astros,
(tan blancos y brillantes los imagino,
como piedritas de fantasía).
Sentada a la cabecera
de esta mesa rectangular
sé que afuera y por debajo de mis pies
todo es rotación y traslación,
temblar y cambiar;
afuera son todos y cada uno de los planetas
del sistema solar,
siempre esperando que la ciencia
descubra uno nuevo
hasta que un día perdamos la cuenta…
porque de estar, están,
solo que si no los vemos y nombramos, es como
[si no existieran…

Allá, alrededor, me parece que todo eso sucede velozmente,


mientras yo,
en esta silla que parece tan quieta,
descubro un lugar nuevo en mi interior.
Johanna
Trigo

(Buenos Aires, 1983). Estudiante de Letras. Escritora, dibujante, ar-


tesana textil. Residente en Marquesado, Rivadavia.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 85
Las palabras
Espinas son animales
peligrosos
pinchan
remueven
dudan
derrapan
clavan
trucan
tengan cuidado
con ellas
no sea cosa
que terminen
abrojados
al dobladillo
de alguna.

Cuando se despertó
Obstinación

el poema
estaba todavía allí
con sus alas
extendidas sobre el escritorio
como lo hacía invariablemente
cada mañana
desde el día
en que lo desechó
convertido
en una pajarita de origami.

86 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Las ramas de los cipreses

Desalojo
comenzaron a quebrarse
cuando llegaron
los vientos de la primavera:
con el sur
las que se apoyaban
en el edificio vecino
con el zonda
las más secas
por tanto desamor.
Hay que erradicarlas
dijeron algunos vecinos
sería un crimen
retrucaron otros:
la administración
del consorcio
decidió por todos
y en medio día
una sierra eléctrica
terminó
con cincuenta años
de savia añejada.
Los gorriones lloran
su vuelo circular
y no saben adónde
pasarán la noche:
nosotros también
nos quedamos sin nido.
Marisa
Molina

(San Luis). El desierto sanjuanino tiene sus encantos, por eso se acostumbró
a convivir con el zonda, los temblores y el calor. Profesora y licenciada en Edu-
cación Inicial, ejerció como maestra, directora y supervisora.
Ha participado en diversas actividades literarias (talleres, lecturas, revistas
literarias, maratones de lectura en Institutos de Formación Docente) y reci-
bido premios y menciones. La reciente etapa de jubileo facilitó su reencuentro
con un disfrute pendiente: el juego con el lenguaje y sus misterios.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 87
Los parientes de mis parientes saltan al abismo,
¿La muerte o el hombre? hay una fosa común en mi sangre y la sangre de mi sangre.
Y en la noche el vecino indomable
me despierta y me dice:
papá, -no quiero morirme-
Calma…
y le respondo
-no estamos solos-
-todos soñamos la misma muerte-.

El hombre o la mujer
En el inicio de todas las partes, en el punto cero,
empezó a hilar el tiempo su tiempo.
El necio vuelo calló y se rompió en primaveras,
en miles de flores cantadas en el rostro sucesor.
Hay que decirle una flor a la montaña, así obra en bocas
[y colores la mañana.
Hay que decirle una crisálida al gusano moribundo.
Y en la penumbra oscura donde se fecundan las arañas,
se desprenden universos diáfanos,
blancas memorias de un germen apócrifo.

88 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Elegí la noche por su parte blanca, mamá lo sabe,

Diálogos del nacimiento


[lo acordamos antes de nacer.
Lo sabe en su enojo de parir, en su tristeza de parir,
[en su caricia de parir.
Elegí la noche en su novicia bruma de atender
[el teléfono en la quimera desde otra noche.
La pena no habla mi nombre, me entiendes papá.
Conocer la noche, me hizo hablar la guerra que hay
[en el caracol transparente.
Me da miedo mamá, pero la noche y los caracoles son
[lo mismo. Están ahí, en cada jardín, justo atrás
[de tu flor favorita;
y no nos gusta la flor,
nos gusta el caracol que se esconde ahí detrás.
Me mintieron los biólogos, las enciclopedias: -el caracol
[no es hilo de baba en el jardín-,
la baba es sombra, sustancia, entretejida en luz,
el caracol teje en su caminar una huella feroz de muerte.
Era eso mamá, la saliva por la que besé y morí era
[de caracol.
El mar es un caracol infinito, el tiempo es de caracol.
Mamá; hoy entiendo, en esta noche transparente;
[sin piso, sin techo,
en esta noche ciega,
somos todos caracoles.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 89
Hay un explanado instante del silencio,
Perro donde augura la gloria de mi sombra;
y hay un parpadeo canino,
que nos sueña en gris, nos sueña hombres
fragmentados, delirantes, desnudos.

Al pie de las chimeneas y de los hospicios,


los perros sueñan en grises unas pesadillas
con hombres aullantes.
En la intermitencia implacable de la noche, recoge
cenizas el difunto
y juega armar castillos grises para el montaje, para el
sueño del perro.
El perro y el hombre se comparten la inocencia del olvido.
Hay un amor brutal, una lepra, donde se matiza una a
una la lágrima.
Hay un misterio revelado en el aullido nocturno que
hace al hombre gris en el sueño del perro dormido.

Paolo
Muñoz

( San Juan, 1985). Técnico Universitario en Biología, Docente de Nivel


Secundario en Química y Biología. Empezó a escribir poesía en su ado-
lescencia. Participa del grupo literario Cielo Raso' desde 2009. Inte-
grante del grupo literario Café de los Escritores desde 2021. Invitado a
leer poesía en diferentes actividades culturales provinciales.

90 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Tengo un grabado en la memoria. Una pequeña montaña

Tempo lento
dormida que se mueve al ritmo de una respiración lenta.
Pero hay un precio de amargura en la imagen y es que yo
no me muevo. Nunca pude llegar a tiempo.

Valentina
Flores

(Rivadavia, 1991). Estudiante de la Licenciatura en Letras, aunque


transita otros caminos, como la danza, el teatro y la música.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 91
Volvimos
De la misma manera al mismo bar
Nos sentamos
en la misma mesa
Nos atendió
el mismo mozo
que sonrió
de la misma manera
Respondimos
con las mismas palabras
Comimos
lo mismo de siempre
Tomamos
lo mismo de siempre
Hablamos
de las mismas cosas
pero no de cunas vacías
Reímos
con el mismo compromiso
Suspiramos
con el mismo cansancio
Nos miramos
con la misma tristeza
Morimos
de la misma manera
ella un 15 de marzo
yo un 10 de junio.
Ella llora beige
yo celeste clarito
Ella no es feliz
y yo tampoco.
Las dos morimos de la misma forma
por la misma guadaña
en el mismo hospital.

92 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Sanchez
Rafaela

(San Juan, 2002). Estudiante de Letras en la Facultad de Filosofía,


Humanidades y Arte. En marzo de 2021 participó como autora en el
proyecto Entramadas-Antología 8M con su poema titulado “Mons-
truo”. En 2022 forma parte de San Juan en Escena, uno de los proyec-
tos de formación anual para actores y actrices del Ministerio de Turis-
mo y Cultura de la provincia.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 93
Nada me duele más
Sin nombre VII que oír una palabra.
Nada me duele más
que decir una palabra.
Nada me duele más
que no hallar una palabra.
Nada me duele más
que el silencio.

Oír una palabra


como se oye al viento.
Decir una palabra
como se arcilla la tierra.
Buscar una palabra
como se aviva al fuego.
Nadar una palabra
como se musicaliza el agua.

¿Cómo entender estas palabras


si no es a través de la ausencia?
¿De una evocación hechicera,
de un llamado que ya no es carne,
sino hueso, hueco, eco?

Siento que hay una existencia previa


a este ejercicio articulado,
y que no es pensamiento.
Es otra cosa,
amorfa,
acuosa,
imposibilitada.
Sé que danza,
sé que es puro gesto,
que se gesta y nunca nace.

Ay, si tuviera palabras.


Pero palabras es lo que sobra y lo que falta.

94 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Mi identidad es huella de animal:

Sin nombre III


agua y tierra, límites imprecisos,
grietas impares, borrosas;
primogénito ilegítimo de los dioses:
figura prototípica de barro;
soy a quien la lluvia lo inunda
y sólo (solo) en la fe inhumana,
sin raciocinio, espera ser un cántaro,
un relato de esperanza
para otras orfandadas animalidades.

Víctor Olivera

(San Juan, 1988). Cursa la Licenciatura en Letras, enseña Lengua y Li-


teratura y este año comenzó a dictar talleres literarios, lo que lo hace muy
feliz. Le gusta experimentar, compartir y disfrutar todo lo relacionado a la
palabra poética y al arte en general. La escritura que menos disfruta y más
padece es la autobiográfica.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 95
El fantasma está armado A figure like your father,
Armed at point exactly, cap-a-pe,
Appears before them, and with solemn march.
W. Shakespeare, Hamlet I, 2.

Si por un momento me disuadiera


de que no soy un pequeño dios
al que te plegarías sin importar
que de su puño indiferente salieran las más devotas
[atrocidades;
sino más bien
un remoto trazo de vida
cautivo en el orden de todas las cosas
y por lo tanto
hijo
y cómplice del caos;
quizá,
ya no insistiría en que toques mis llagas
—las armas, los escudos, la piel—
veme así:
insurrecto, impotente
humano
incapaz de revelación alguna.

96 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
No sé cuánto sobreviva

Vacilación
a mí
a este otro
que avanza rendido hacia la tumba
sin fijarse por dónde va
sin hacer noche en ninguna parte
sin preguntar por nadie.

Mario
Aparici

(San Juan, 1992). Profesor de Letras. Bajo el pseudónimo Mario Ansel-


mi publicó el poemario Merecería que lo llamen hombre (El antro de
Trofonio, 2016 y Poderosa Lectura, 2018) y el libro de relatos Un golpe
de calor (Abdulah, 2021). Obtuvo el Primer Premio de narrativa en el
Concurso Literario de San Juan Jorge Leónidas Escudero (2012). Desde
2019 participa en la antología virtual Tierra quemada, donde han sido
publicados algunos de sus poemas.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 97
Trenes errantes pasajeros de la eternidad
Somos errantes pasajeros en trenes que avanzan
como animales aullantes hacia las líneas extremas
de la soledad extrema donde cesa todo horizonte.
Viajamos hacia la noche tras mundos perdidos
en trenes enloquecidos que huyen hacia vías muertas,
hacia las estaciones terminales del universo.
Toda la noche, toda la vida y sus puertos sin destino,
pasamos como tristes pasajeros de humo.
Cada cual prisionero de sí mismo.
Cada cual náufrago de su ninguna parte.

Leves viajeros como cuerpos sin historia, sin peso,


en los densos vehículos del viaje,
hemos ardido en el alma despiadada de la noche
y en el humo de las tiendas.
Quizás detrás de los andenes
los hombres griten heridas
aunque sus cuerpos estén orientándose
hacia las postrimerías del viaje.

Y ya se levantan del fondo de la oscuridad las ciudades


atravesadas por las luces y sus artefactos
mientras avanzan los trenes en la noche sin esperanza.

Nadie quiere partir. Pero el tren siempre parte.


Nadie quiere arder. Pero la ciudad siempre está ardiendo.

98 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Te habrás marchado con la noche,

Partidas
con un crujido en el alma,
con un ruido de baúles y pájaros desamparados.
En la hora de partir sin dolor ni poesía
amarás callada lo que no tuviste.

Tu silencio recorre la casa.


Estás allí, en la penumbra de los cuartos.
Estás en el vano de las puertas.
Estás en la luna de los roperos.
Algo permanece de tu tristeza.
Algo permanece de tu belleza.
Se arrastrarán las sombras
como dolientes vestidos de lamentos
que deambulan por algún cielo que los redima.
El amanecer disipará los últimos intentos.
Te habrás marchado como el viento.
Te habrás marchado a mares sin puertos.
Sin regreso tu amor se irá por las calles.
El fuego que ardió en tus pechos ya no arderá.
Encontrarás que la nostalgia tiene otros capítulos.
Que el olvido es fuego y es ceniza.

No es posible abandonar las horas


que señalan tu sangre.
Tu partida tiene pájaros que se suicidan.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 99
Comprended estos pájaros... Oh, vosotros, comprendedme.
Comprended esos pájaros que huyen en la tarde.
En sus ojos existe la angustia.
Si la sangre pudiese gritar,
si la sangre pudiese arder
comprenderíais esta angustia.

Ya no puedo sostener esta soledad ni estas penumbras.


Y mientras la arena cae sin cesar en la arena
y el día agoniza en silencio
yo no siento más que espanto,
porque estoy atrapado en estos huesos,
porque no puedo huir ni quedarme,
porque no puedo sucumbir ni salvarme.

Oh, vosotros, comprendedme.


Me desvelo en horarios y corredores
y la angustia ya no cabe en este cielo.

Estoy en el final de un tiempo que destituye.


Pasamos por la vida sólo para dejar huellas en la arena.
Esas huellas serán borradas, serán olvidadas.
Pasamos por la vida buscando alguna forma de la esperanza.
Tal vez por ello no permanecemos.
La lluvia tiene la clemencia de esos rostros tristes
que saludan en las esquinas.

100 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
La cita a la que nunca llegó.

Desapariciones
El pan que la esperó en la mesa.
Los mensajes que no llegaron a destino.
Las horas desoladas en los cuartos.
El amor que ella tuvo por todos.
La carta encontrada entre papeles olvidados.
El recuerdo de una tarde lejana de otoño.
Los libros guardados en un ropero.
La madre que la esperó por tantos años.

Nada explica las desapariciones.

José Casas

(Jáchal, 1951). Albañil, sociólogo, docente, investigador, Doctor en Ciencias


Sociales. Ha publicado una veintena de libros de investigaciones históricas
y sociológicas y seis de poesía. Ex preso político de la dictadura militar, mi-
litante de Derechos Humanos. Ha sido premiado en numerosos concursos
literarios y participado en encuentros nacionales e internacionales.

afuera, tanta luz esperando


Poesía 101
con un crujido en el alma
Homenajes
No más llover de ternuras

Sabia
sobre tierra impenetrable.
No más espíritu llama
que sin leña también arde.

Búscate un sendero solo,


al corazón no acompañes,
y, negando sus latidos,
vete, camino adelante...

Quítale al sol tu fobra,


a tu aliento y a tu carne;
que sean mármoles tus huesos,
nieve licuada tu sangre.

Y vete por esos mundos


donde se hace espanto el aire
y olvidando allí al asombro
gana a la muerte a ser grande.

No más piedad encendida


entre cierzos que la apaguen;
enciende fervor de audacia
y quema en él tus caudales.

Vuélvete rica de yermo,


despoja de sal tu instante
y en la mudez de la piedra
esculpe el trino del ave.

Si has aspirado violetas


exhala espinas de sangre...
¡Asalta y combate estrellas,
grita a la voz de los mares!

con un crujido en el alma


Homenajes 105
Entonces cuando la lucha
mezquina te haga gigante,
cuando te hayas hecho fuerte
con las espigas del hambre

piensa que el amor y el triunfo


prepáranse a coronarte,
y avanza hacia ellos, sabia
¡por el camino adelante!

He de acudir a las voces


Tristeza

con que me llama el camino:


corazón de viento errante,
como el mío, peregrino.

He de volar a las cumbres


solas de las cordilleras
que allí las nieves eternas
son eternas compañeras.

He de sentir cómo mi alma


gime con el llanto ajeno
mientras el suyo es rocío
de algún ocaso sereno.

He de dormirme en la noche...
A su misterio abrazada
quiero olvidarme que existo,
¡y recordar que soy nada!

106 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Y ser igual que el tiempo...

Y ser igual
así de inesperada.
Quizás brillar estrellas
cuando regresa el alba
o empinarse en ramaje
desde el seno sin lumbre
de la tierra angostada.
Igual, igual al tiempo...
así de eternizada,
renaciéndose en soles
que surgen de la nada,
siendo flor de cenizas
aliento y esperanza.
Y el corazón del viento,
sin rumbo en las alas,
palpitando inquietudes
de tormenta imprevista,
de primavera y savia.
Así, como hace el tiempo
cuando en los pétreos cauces
va madurando el agua
mientras cercena el monte
y pule la montaña
fructificar la angustia
y la dicha podada.
Y ser igual que el tiempo...
proyección infinita
de noches y mañanas.
Lizzie Gallo

(San Juan). Aunque la información disponible es muy poca, se sabe que


Lizzie Gallo fue una de las voces importantes de la literatura sanjuanina
de las décadas de 1960 y 1970, que publicó al menos dos libros de poesía (La
nada plena y Cántico Azul) y la novela La misión. Se sabe también que su
vida terminó de manera trágica (con su suicidio).

con un crujido en el alma


Homenajes 107
Como la estrella errante se perdió entre la noche
Errante Duele su fuga loca, como duelen los muertos.
Quedó un espeso caos, comiéndome la carne
como una nada andante, sigue a tientas mi cuerpo

(Oh, dolor siempre tuve tu dulzor en la boca)

No está a mi lado ahora, no lo estará ya nunca.


Aunque un día lo encuentre, ya no será lo mismo.

Habrá una roja espuma, imponiendo silencio


Una horrenda miseria, desviando nuestros ojos
un sollozar de manos distraídas de hastío
Un alarido de almas buscándose y huyendo.

(¡Son tremendos los días de recuerdos absurdos!)

Yo seguiré el camino, vacía como pájaro


esclava como luna, árida como cerro.

No sé dónde ni cuántos los pasos que me quedan


el final de la ruta puede ser pronto o lejos.
¿Dónde irá su mirada de pupilas de arena?
¿Dónde su paso ansioso, sus palabras de humo?

(¡Cuántas naves Dios mío, cuántas naves lo esperan!)

Yo seguiré el camino, vacía como pájaro,


Triste como una sombra, sola como misterio…

108 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Tendida sobre el césped mido la indolencia del aire.

Desoladora
De la hierba el aroma regalado retoza egoístamente.
Pez atrapado mis ojos no tienen párpados.
Raíz enloquecida me entrego ante esta greda.

Sola. Con una soledad que come mis pies desde las uñas.
Profunda, lentamente me consumo. Sola. Estoy sola.
En la playa morada todos los árboles de pie se ponen luto.
Hay ronquísimas nubes atravesando lo inmutable del cerro.

¡Búscame! Estoy aquí donde termina el engaño


del camino. Búscame.
Estoy donde la estrella me mira absurda y clara.
Voy rasgando la tierra para que me contenga siempre.
¡Ya no estaré en la ruta donde llegan los pájaros!

Estoy aquí y no quiero, porque no amo el olvido.


Quiero tu patria nueva plagada de misterios sonoros.
Quiero sentir la sangre inundando paredes y cerrojos.
Quiero enlazar tu viento para llegar al rio.

No sé si entre tus manos hay actividad de aceros.


No sé si sabes cantos que adornen el crepúsculo.
No sé si entre tus plantas llevas excursiones sombrías.
No sé si eres mi búsqueda, pero aquí estoy

¡Llamándote!

con un crujido en el alma


Homenajes 109
Dios escribió en la huella de mi pie,
Dios escribió en la huella de mi pie cosas raras.
Yo no tengo la culpa.

A veces sé que la anchura de la calle


es mía, que todo cuanto miro y toco
se somete a mi creer angustiado.
Eso, a veces.

Te cuento:

Rígido estaba el sol cuando te interpusiste


Rígido, triste, pálido.
Entonces, hubo un dudoso y alegre
renacer de todo.
Luego, el vacío de un espacio con tiempo
y finalmente, nada

Hubieron otros sucesos


atando manos y acorralando sueños.
Entre ellos, el adiós de mi madre.

Como había nacido


igual,
sin comprender nada
de lo terrible del mundo
Estaba yo
sin comprender
como una criatura que lanza su primer gemido

(¿Hay razón para que nuestra primera manifestación


de vivir, sea el llanto, verdad?)

110 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Continúo:

Pero ahora, fuerza de temporal,


tú vuelves a persistir alrededor de mis caminos
en la rectitud de mi espíritu, cálido y doliente

Como si todo este palpitar


me atrajera hacia un solo fin
que ignoro.

Te vuelvo a repetir
no tengo yo la culpa
Dios escribió en la huella
de mi pie, cosas raras.

Ilda Urbieta

Ilda Urbieta es, sin lugar a dudas, una de las figuras más misteriosas de la
literatura sanjuanina. Se sabe que fue parte del grupo Cielo Raso junto a
Carlos Quinteros, Guido Iribarren y David Temiño, que publicó, en 1964, el
cuaderno de poesía Luna del Nuevo Acero, del cual fueron extraídos estos
poemas. Sus fechas de nacimiento y muerte no han podido ser precisadas.
Los interesados en visibilizar su obra no han podido recabar otros datos ni
tomar contacto con sus herederos.

con un crujido en el alma


Homenajes 111
Quizá llueva en París
Colectivo y Vallejos sienta los huesos más helados
mientras el sol madura cerezas en Japón
un paraguayo o correntina come chipá
ya ando muros de la casa
murmurando años encima
fuera de bisagras
como puerta vieja
rompe el casco de madera
contra frío de intemperie
y azotes de verano seco

Años que chocan como la rompiente


lava antigua roca endurecida
Somos tan solamente solos
a mitad de cogote madrugada
desvelándonos
como novia tímida
desvistiéndose
en el umbral del lecho nupcial

¿Cuándo será el abrazo? ¿Cuándo Ítaca?


¿Cuándo los brazos de Penélope?
¿Cuándo, cuándo vivir?
Después, siempre después
palabra odiosa esa siempre
vidriosa esa después

Del trabajo a la casa, de la casa al trabajo


olor a ropa húmeda, a trajes humeados
a descomposición, patas detrás de los asientos
perfumes tristes a la hora del anochecer

112 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Nos brinca el colectivo arracimados casi
como si por pobres o pueblo
nos acariciáramos en silencio
después de ofertar el día a descenso de horas
en comunión con extraños a favor de un pan común
parecidas a moscas arruinando un asado a medio día
Un cierto placer ritma cabeceo de cabezas
contra vidrios las calles, alguna plaza
al fin el paradero, cima de la casa
donde el corazón se aquieta
junto a un leño ardiendo aunque ya no exista

Llegamos a zona segura


Está cerca la casa.

con un crujido en el alma


Homenajes 113
Palabra,
Palabra, por qué me has abandonado por qué me has abandonado

Estoy apoyada en una larga pared


una vieja disciplina de esperar misterioso
Palabra, me exceden la pared
y las palabras
me gritan a la cara lo inútil
del oscuro trabajo
de aguardar en vilo
el secreto de la Gran Significación

Palabra, por qué me has abandonado


justo hoy que soy constante
y dejo que sangren las heridas
la sabia mordedura
la quemazón
Palabra, palabra
He sido conforme a tu medida
Estoy sobre la explanada del viento peleador
[clavada en las altas ramas
sedienta me consumo a mí misma
a mi mundo
y me tragan los otros con sus mundos
El mundo me devora
son míos los dolores de todos
Mi casa es ancha
la habitan las voces de los hombres
la inundan gran número de ríos
espero tu fuerza conciliadora
Te busco
consuela nuestro sordo
silencio
solo

Palabra, reúnenos.

114 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Charqueada

Parto Natural
en piernas abiertas
Así se pare un hijo
-parto natural-
tiritando las carnes
en lucha con la muerte
entregada
aspirando dolor
que asquea y misteria
mirando a los ojos nos
realidad que es sueño
Charqueada
sin afeites, sin piedad de cosmético
desnuda
sin ni tanto de complacencia en gesto amable
con los dientes apretados
lastimados ya los labios
tragando empuñadura de espada
Así se pare
sola
como una perra
tirada a la boca de una noche oscura
profunda como la garganta de Dios
Dios es ahora la cadencia del gemir
la sobra del mundo
arrinconado, humillado a los pies de la piedra
que nos para la distracción del llanto
Así se da
respiración
a lo que desde la espesa bosquedad
desde el silencio polifónico
como las grandes obras inventadas
pedradas de la inmensidad
sideral cachetada
nos compensa
con el murmullo de existir.

con un crujido en el alma


Homenajes 115
Ella no tiene pan
La Batalla ni un centavo
para comprar no tiene
Ni harina

De amasar amasa
siempre que su corazón le late
saca un bocado bienhechor

Pero hoy pienso que ni Aquiles


hijo de los dioses
llamado el de los pies veloces
el que no venció ni una sola
batalla de estas podrá
ganar un día más a la vida

Aquiles, nunca conociste


la derrota de la gloria conquistada
día a día, la de Ramona
la de los pies cansados
la que ganó en cada uno de sus días
un día más y un bocado de eternidad.
Reyna Domínguez

(San Juan, 1950-2021). Estudió danza y recitación. Trabajó en teatro,


en periodismo escrito y televisivo y como conductora radial. Se graduó en
Filosofía y Pedagogía en la UNSJ. Fue docente, dictó clases de Epistemolo-
gía, Lengua y Literatura. Militó en política y en movimientos feministas.
Publicó los libros de poemas: En Nuestro Tiempo sin Tiempo (1976), cen-
surado por la Dictadura Militar y nunca distribuido y reeditado en 2016;
Lo Luz En La Pared (1997), Más Que Un Yo (2001), Envivir (2009) y Ro-
manza de lo Vivido (póstumo, 2022). Participó en 16 antologías, publicó
artículos de crítica literaria en diarios y revistas locales, nacionales e inter-
nacionales. Fue declarada Ciudadana Ilustre por la Cámara de Diputados.

116 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
El amor cantaba en los racimos

Buscaba prolongarme
sostenido por la luz de las colmenas
en verano.
Inmensos ojos de madera ardían
y en mi oído nacía
la calandria.

Debajo de la mañana
descubría mis huellas en la acequia,
los pies heridos por las aguas
respiraban a Dios.

La voz del pasado no existía,


yo crecía fuera del tiempo
y las manzanas caían
sin memoria.

Después llegó la noche con su cristal inmóvil.

con un crujido en el alma


Homenajes 117
Estoy con mis fantasmas
Libre como las nubes y es como si estuviera escuchando un ser desconocido
que soy yo.
Libre como las nubes, da lo mismo soñar que haberse muerto.

Mientras muevo mi mano


alguien mueve tu mano y no lo sabes.
Todo me está quemando,
un gemido de tren roe mi corazón con su nostalgia.

El alma salta de mi cuerpo al vacío,


construyo llamaradas con mi sangre,
y ya no puedo irme a cualquier parte.
En dónde está mi sitio?
qué golpe se prepara a cortar mis raíces?
Todo queda en olvido.
Somos alas quebradas encima de otros mundos.
Acaso sin memoria presentimos.

Para amara hay que morir primero.

118 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Ya todo quedó atrás,

Ya todo quedó atrás


hasta tu imagen se borra en el tiempo,
y aquél dolor de entonces
cuando andaba vacía
de llorar.

Quién me cambia de noche lo que sueño?


Qué manos arañaron mi contorno?
Tal vez vuelva en el eco de las hojas
cuando las mueva
el viento.

Recuerdo que temías a la lluvia,


llorabas junto al fuego en el invierno,
y hubo también
hechizos y fantasmas
creciendo en el silencio.

Donde la luz comienza a ser penumbra,


en la sal del olvido,
se abre un cielo
para las voces de los muertos.

con un crujido en el alma


Homenajes 119
Entonces siento A mis hijos
Claudia y Amílcar

La tierra va quedando
debajo de mis pies.
Detrás de las palabras
el tiempo se detiene
como una piedra
y el peso del mundo
se pierde.
Entonces siento
que nací muchas veces
y no camino sola.

Zúccoli Fidanza
Ofelia

(San Juan, 1913-2006). Vivió su infancia y adolescencia en Calingas-


ta, paisaje que marcaría toda su obra. A los 17 años partió a Buenos
Aires. Fue discípula de Alfonsina Storni y elogiada por personalidades
como Leopoldo Lugones, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Adolfo
Bioy Casares. Por su afinidad con el peronismo fue proscripta durante
la llamada “Revolución Libertadora”, durante la cual envió cartas al
gobierno solicitando información sobre los escritores desaparecidos. Fue
Secretaria General de la SADE y organizó los eventos culturales de las
primeras Ferias del Libro de Buenos Aires. Escribió en revistas y publicó
ocho libros de poesía. Fue la gestora del Jardín de los Poetas en la Que-
brada de Zonda.

120 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Entonces la patria

Patria
fue también la calle / donde estuviste solo
el aire de las guitarras / silbando despacito
un sonido que se arrastraba
la mujer /que iba a dar a luz
y sólo tenía dos manos negras de clausura /
[dos manos ciegas
con dedos y uñas y ningún color / ninguna voz amiga
porque la patria fue también los muertos /
[las tumbas sin nombres
los hijos inconclusos / de una mujer abandonada
los sueños fusilados / de una generación de pájaros

cuyo número no cabía en la combinación de los candados


ni en el dorso de los cheques
ni en las partidas de defunción
ni en un poema.

En el reverso de la luna escribe Campus


En el reverso...

luz sobre sin luz


le ha caído un niño en la mano vieja

de donde han salido a caminar


sin destino
sus versos
como quien busca en la casa vacía
el juguete escondido hace mucho tiempo.

con un crujido en el alma


Homenajes 121
Para tejer
Para tejer... en mi boca
tu nombre
las palabras
huyen de los besos
cruzan los puentes
mientras las hojas
adornan al morir los caminos
en donde después parecerá imposible el abismo
entre mi vida y tus pasos
más allá de los cuchillos
que vi en un sueño
en donde todavía
no has estado
alguien entre la alegría y la muerte
escribe dentro mío pero está cansado y se duerme

mi nombre como un plato sucio sobre la mesa


el sonido de un tren penetra en la noche
el silencio de un pozo
la soltura de un pez en el cielo
la larga contemplación de una espina
el acorde de huesos al caer
la soledad hecha telaraña

dios y un trozo de vidrio en la garganta.

122 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
La belleza ronda el ojo del muerto

Muerte de César Vallejo


mas el cadáver no descansa en la sala

ni llora
ni tiembla
ni desteje el color impreciso

la belleza
no hace más
que rondar
aquel agujero

por donde no pasa una paloma rota

ni baja un rayo hasta el corazón del espejo.

Adrián Campillay
(San Juan, 1969-2017). Poeta, editor y gestor cultural. Formó parte de las
revistas El Ojo del Sur, Luca y El Momo. Participó de numerosos colecti-
vos, produjo gráfica para discos, animación digital, páginas web y puestas
interdisciplinarias junto a otros escritores y artistas visuales.Desde 1995
publicó una obra poética cuantiosa que incluye los libros Poemas para des-
pués de un cigarro (1995), Las flores secretas (2001), Trovadores de pie-
dra (2012) y Cuadernos insensatos y algunos poemas (2015), con el que
resultó ganador de la Primera Edición del Premio “San Juan Escribe”. Sus
poemas forman parte de numerosas antologías y han sido musicalizados
por diversos cantautores y bandas sanjuaninas. El cortometraje Nocturno,
sobre su vida y obra

con un crujido en el alma


Homenajes 123
si quieres encontrarme
si quieres encontrarme... no me busques en casas nuevas.
búscame
en aquellas tejidas de adobes
donde vidrios rotos lastiman vientos.

raspando sombras
encontrarás sueños.
allí
donde los muros sangran
está la mano alisando esperanzas.

búscame donde el frío


donde la muerte
abriendo puertas del llanto
deja niños repasando platos.

ven a buscarme

estaremos en paz.

124 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
a veces

a veces...
por allí

anda campus
dando vueltas
mitad sol
mitad luna

transitando en soledad

demasiado pobre
demasiado poco
entre arañas
entre sombras
y todo lo demás.

por allí anda campus

entre cuatro paredes dando vueltas


de plaza en plaza

predicando.

con un crujido en el alma


Homenajes 125
Muerte
Muerte... no me asustas.

estás en mí
desde principio virginal.

cuando te decidas
quizás
me encuentres cruzado
de espaldas
frente al sol
con una estrella rota en cada mano.

me convertirás en astronauta
sin casco ni zapatos de plomo.
transitaré astros.
amaré los silencios de espacio.

muerte no me asustas.
muerte no te busco.
muerte cuando te decidas.

126 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
pido

pido...
un poema de hierros y de filos
de gusanos y de espejos.

un poema sn manos.
un poema pardo.
un poema agrio
de azules que se volvieron negros.

de músculos quietos
de músculos duros
altos de sombra y miedo

estoy pidiendo un poema sin Dios


sin religión
sin canto.

de perros sin ojos


de hombres sin sueños...

un poema
que lo grite etodo para estar en el tiempo.

José Campus

(San Juan, 1930-2009). Poeta, narrador, dramaturgo, actor y director


teatral. Formó parte de distintas compañías circenses, recorriendo gran
parte del país. Como director teatral, dirigió varios grupos tanto en San
Juan como en Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz, donde también fue
funcionario de Cultura. Publicó libros de poesía, narrativa y dramaturgia,
y mucha de su obra permanece inédita. Fue distinguido por la UNSJ y el
Fondo Nacional de las Artes por su larga trayectoria y declarado Ciudada-
no Ilustre de la Ciudad de San Juan.

con un crujido en el alma


Homenajes 127
La vida está como paralizada. Todo
Momento se detiene en el aire neblinoso.
El viento se recuesta con desgano,
cansado de caminos, contra el muro.

Arrumbado en un codo del espacio,


con el verde ruinoso y desabrido,
un árbol se levanta con esfuerzo
sin un trino en las ramas.

Los pájaros son hojas claudicantes,


aventados por vientos del ocaso.
Toda la tierra es un otoño viejo,
deshilachado y triste.

La aurora, ya gastada de asomarse,


ha cumplido su rito esta mañana,
con los mismos cosméticos de siempre,
sin inspirar ni el canto de una alondra.

Una abulia tenaz, un desgano de siglos,


me detiene los pasos. Muere el sueño,
como si todo fuera en vano hoy,
como si todo fuera a derrumbarse
sobre la costra oscura de mi tiempo,
sobre el cansancio general del mundo.

¡La muerte es natural en este día!...

128 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Con morosa fatiga va escribiendo su historia

Poema del arado


por la página eterna, toda luz, de los campos.
Parece un San Francisco por lo pobre y prudente,
y va como hermano peregrino, descalzo.

Yo aprendí de pequeño sus rutas sementales


por las vegas de Cuyo vigiladas de álamos,
y hablé, tras la esteva, con Dios un claro día
en que se daban cita con el cielo los pájaros.

Su mancera nos tiende la mano esperanzada,


que estrecharon a un tiempo Virgilio y Cincinato.
Mi padre lo guiaba con la emoción despierta
y le hablaba lo mismo que si fuera un hermano.

Es lento y es seguro como el tiempo y el agua,


y como el tiempo deja su inexorable rastro.
Lleva una sombra: el surco. Y un solo amor: la tierra.
Él le hiende su carne y ella se da en milagro.

Dormitan las semillas en sus adentros tímidos


y se escuchan espigas en el aire templado.
Como lentas mareas, se presienten las viñas
y los árboles nuevos, con su collar de pájaros.

Al estallar la aurora, comenzó su camino;


aún sigue caviloso, con el surco, el arado.
Obstinado, discurre sobre las pardas glebas,
tras la yunta, a quien sigue como un perro a su amo.

La noche se derrama sobre la tierra oscura


-el horizonte estrecha su neblinoso abrazo-,
y el cansancio nocturno lo tiende en la besana.
La reja es una luna sobre la paz del campo.

con un crujido en el alma


Homenajes 129
¡Éste es mi hijo, árbol;
Presentación ésta es mi rama, estrella;
éste es mi vuelo, pájaro!

Este es ¡oh, parra hermana! mi racimo,


éste es mi rumbo, ¡oh, viento peregrino!

Esta es mi acequia jubilosa, ¡oh, cielo!,


ésta es mi dulcedumbre y mi desvelo.

Dame tu luz, estrella de mi rama,


¡oh, viento de mi norte, dame alas!

Dame mi vieja sed, acequia generosa,


que mi sangre dialoga con el grillo y la rosa.

¡Tengo un hijo, una voz, una raíz,


un camino de andar, un sueño de vivir!

Ya no muere mi duelo, mi ternura, mi dicha;


por los siglos me llevan dos manos de caricias.

Ya no puede apagarse mi nombre ni mi lumbre,


mis ojos se alimentan de una palabra dulce.

Tiene un nuevo sentido la senda de los días:


la muerte ya no puede segar mi pobre espiga.

Los dolores no saben, como hace tiempo, a lágrimas


¡hoy tengo entre los brazos la vida que me canta!

130 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
El viento, despeinando sauces,

Campo
enreda sus silbos por los alambrados.

El sensual perfume de los pastizales


me enciende la carne con sus finos dardos.

La viña, vencida, sus senos morenos


descubre con dedos de tremantes pámpanos.

El sol, desde Oriente,


-araña de oro-
cuelga hirientes hilos de plata en los álamos.

Los claros caminos invitan al viaje


con la paz de un simple verso virgiliano.

Antonio de la Torre
(Granada, 1904 - Mar del Plata, 1976). Poeta, narrador, cronista de viajes
y ensayista. Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo, Miembro Corres­
pondiente de la Academia Argentina de Letras, Subsecretario de Cultura de
la Nación, colaborador del diario "La Prensa", obtuvo importantes distin­
ciones como escritor a nivel nacional.
Publicó los libros de poesía Gleba (1935), La tierra encendida (1939), Co-
plas (1941), Mi padre labrador (1945), Rama Nueva (1953), La llama en el
tiempo (1975) y Los pasos de la tarde (1975), las crónicas de viaje España
Enigmática (1964), Del Zonda al Aconquija (1966) y El mundo mágico de
los Andes (1969), el ensayo Humanismo y Técnica (1958), los estudios lite-
rarios Alfredo Bufano (1963) e Itinerario poético cuyano (1976, póstumo) y
el libro de cuentos El Regalo (1976, póstumo).

con un crujido en el alma


Homenajes 131
Sos perros a la luna hablan excesos,
Perros laten relatan acontecimientos opuestos
a la felicidad, o mejor dicho
al oírlos se acurrucan
los viejos en sus camas
para que la guadaña no los encuentre.

Perros avanzan van sobre los pedregales


echando baba mientras uno se dedica
a extraer basura de recuerdos

Es que apuntan a la luna como guá o ú,


anuncian desgracias,
y si un hombre se aventura por caminos trasmano
encuentra fantasmas a granel.

Acállense,
les grito desde la ventana,
no insistan con tales asuntos,
dejen de avisarle a la muerte
que estoy econdido aquí.

132 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
El bar de La Alcaparrosa

Minero Riquelme
y un largo llanto en la puerta.
En estas piedras el río
¡qué va a decir otra cosa!

Vistas a la cordillera
el bar de La Alcaparrosa.

Riquelme entra.

Le dan un valle remoto


adentro de una botella,
la sombra de una mujer
copada por agrio tiempo.

Joven se hizo minero


y andando el mundo adelante
se vino como ha venido,
solo en caballos de piedra.

Metido en las alumbreras


se le rajaron las manos;
craneando volver al pago
se le hizo arrugas la frente.

Por tanto amor que le deben


trae unos vales ahí, para vino.
Con tanta dicha que espera
él sigue como dormido.

Él vive a cuerpo de sombra,


mientras arriba
el oro claveteado aflora en primavera
sobre los yuyos,
los arroyos dan vetas de alfalfa malaquita
y el cielo entre sulfuros atardece de cobre.

con un crujido en el alma


Homenajes 133
Y apura un vaso el minero.
Se estira como un gusano
para formar mariposa.
Pone los ojos en blanco
rumbo a la noche de adentro
y un golpe de tos lo encoge sobre la mesa.

Tanto golpear en la cuña


tendrá que abrirse la vida, Riquelme.
Hay un caballo blanco esperándote.
El agua subterránea sacará un espejo
donde tu cara charqui
reencontrará el asombro y la sonrisa.

En un profundo derrumbe
del bar de La Alcaparrosa
está Riquelme apretado
y afuera el río lo llora.

134 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Aquí estoy en la plaza después de haber perdido,

31
este sol en los pies es todo lo que hago,
la yeta se me vino a punta de cuchillo
y amén de algún gemido soy este resultado.

Mientras corre la gente para rumbo el trabajo


yo me hallo sentado y en de justificarme
digo que busco a Dios en cada arremetida
y que estoy esperándolo cuando orejeo el naipe.

Por el momento advierto que no habrá desayuno


y que esta tos perruna terminará llevándome.
Pienso también de donde sacar algunas rupias
porque esta noche se arma de nuevo la partida.

En de mientras estoy sin sangre de importancia


dejándome vivir y no quiero por nada
hacer una tragedia griega de mis pesares.

Adiós señores, chau, estoy de mala suerte,


sale recién el sol y ya se me ha hecho tarde.

con un crujido en el alma


Homenajes 135
Por ahí doy en la tecla
Hacer el no hacer pero no soy yo el que la pega,
es un ser escondido en mí que actúa
son que ese me ocurra mover un dedo.

Soy testigo y nada más que eso, o sea


estuve esperando sucediera
sin saber cuándo
y de repente la sorpresa me agarró de alivio.

El viejo Krishnamurti
creo que le llamó a eso “darse cuenta”
quedarse uno con la boca abierta
ante repentina claridá.

Claro qu’es lindo, y si te sucede a vos


no vayás a creerte que sos especial,
sos de aquí nomás, común,
pero viste una chispa en tu cielo oscuro.

Escudero
Jorge Leonidas

(San Juan, 1920-2016). Abandonó sus estudios de agronomía y se dedicó


a la minería. Obtuvo premios en concursos e importantes distinciones de
La Fundación Argentina para la Poesía y el Senado de la Nación, entre
otros. En 2007 se convirtió en el primer Doctor Honoris Causa sanjua-
nino de la UNSJ. En 2011 recibió una Mención del Premio Nacional de
Poesía. En 2015 recibió el Segundo Premio Nacional de Poesía, otorgado
por el Ministerio de Cultura de la Nación.
A pesar de haber empezado a editar a los 50 años, su obra es sumamente
prolífica: más de 25 libros, sin contar antologías. Su voz es una de las
más importantes y particulares de la poesía argentina del Siglo XX.

136 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Ahí está.

Paso a paso
Sutil, helado,
vacío por sí mismo.
Mira y espera.
Sabe que todo es cuestión de tiempo.

Entre tanto
tramamos el camino
envuelto en niebla.

Boca obscena
se relame.

Nos espera tras el tropezón.

Sonríe, se retuerce, gozoso,


el abismo.

A veces, cuando nos inunda


A veces

el espanto
la edad adulta,
nos volvemos lentamente de lado
y miramos hacia atrás.

Buscamos al niño de ojos asombrados,


al joven enamorado que fue,
allá, en el territorio perdido del antes.

A veces nos trae la lontananza


unos ojos, un fragmento de labio
o aquella caricia,
desde lo hondo.

A veces, cuando tenemos suerte


y el día es claro.

con un crujido en el alma


Homenajes 137
Un hombre y una mujer corren
Un hombre y una mujer... desesperados, en la noche,
colina abajo. Corren
con el alma pendiendo de un hilo,
de la mano de cada uno.
Sólo eso tienen en la noche cerrada.
Solos se tienen en la noche cerrada.
Corren, desesperanza y pánico.
Sin resuello, en cada piedra tropiezan.
No gritan. No se hablan.

Van tomados de la mano,


náufrago atado a la cuerda que los salva
sienten el calor del corazón del otro.
“Por ti vivo” dice el pichón en el nido
“y para ti” dice el pájaro que trae la oruga.
Una mano en la otra,
paso tras paso. No se sueltan en la caída.
Avanzan desesperados colina abajo.
Un hombre y una mujer corren.
No se ven en la oscuridad,
palpitante puente
las palmas de cada mano.

No se miran a los ojos.


No se miran de reojo.

Adelante miran, corriendo enloquecidos


las carnes desgarradas
el corazón saltando del pecho
en el ominoso silencio de la noche.
Corren colina abajo,
hacia donde no les alcance el viento.
Más tarde, si no les gana el espanto
más allá del horror,
adorarán, los hijos, dioses diferentes.

138 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
¿Qué piensa ese soldado cuando dispara,

El soldado y el traficante
sin saber a quién,
entre las bombas de la emboscada?

¿Recuerda a su madre en Luanda?


¿Recuerda a su hijo en Bogotá?
¿Recuerda a su amor en Tel Aviv?

¿Qué piensa ese soldado


no importa de qué bando,
en Kosovo devastado?

¿Recuerda cuando salía de pesca,


cuando miraba el fútbol?
¿Recuerda cuando se despedía de su vecino
para ir a su sinagoga, a su iglesia, a su mezquita?

¿Qué piensa ese soldado


cuando piensa
en el traficante de armas?

Victor
Condat Nobre

(Lisboa, 1950 - San Juan, 2016). Desde 1976 residió en san juan, don-
de desarrolló una amplia actividad cultural. Participó en encuentros de
escritores y antologías nacionales e internacionales y fue el organizador
durante 12 años del Encuentro de Escritores en el Oeste. Como orfe-
bre, realizó piezas que fueron obsequiadas a dignatarios por el gobierno
de san juan y participaron de importantes exposiciones y otros eventos
provinciales.

con un crujido en el alma


Homenajes 139
Creo
Credo del caminante (fragmentos) que el alma tiene
un texto
y que el cuerpo tiene
otro texto.
Creo
que cuando uno lee
el otro escucha.
Creo
que cuando leen
al mismo tiempo
el texto que leen
lo ha escrito Dios.

Creo
que soy rico
cuando soy dueño
de todo lo que me falta.
Creo
que soy indigente
cuando a todo
lo que me sobra
le falta un dueño.

Creo
preguntarme por qué
sólo lo visible
merece sepultura
y por qué lo invisible
tiene tantos
sepultureros.

140 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Creo
que lo que a mí
me falta
no es porque
me falte,
sino porque alguien
lo tiene.
Si nada me falta,
nadie lo tiene.

Creo
que la boca
es un instrumento
que aún no se deja ejecutar
por el alma
y que nada,
excepto el alma,
puede ponerle sonido
al alma.

Creo
en mis ojos
si reconocen
la realidad.
Creo
en el alma
si reconoce
que la realidad
es una ilusión
de la realidad.
Creo
que hasta develar

con un crujido en el alma


Homenajes 141
el misterio
que es el otro
vivimos con el otro.

Creo
que vivir con alguien
sin misterio
no borra al misterio:
borra al otro.

(Némer Barud)
Némer Ibn El Barud

(San Juan, 1925 - Buenos Aires, 2010). Poeta, dramaturgo, nove-


lista, periodista, docente e investigador universitario. Su obra poética
(que trascendió los límites nacionales) consta de 15 libros de poesía,
incluidos la Trilogía Monosílabos -La Mañana, La Tarde y La No-
che- y el Credo del Caminante. Fueron publicados entre 1950 y 2004
en importantes editoriales (Losada, Torres Agüero Editor y Planeta) y
reeditados numerosas veces. En 1966 fue presentada su primera obra de
teatro: Deolinda Correa (ganadora del Premio Nacional de Teatro). En
cuanto a su novela inédita Buenos días, Monseñor, fue finalista en el
concurso de novela Pío Baroja (Madrid, 1970). Además, escribió para
los periódicos Tribuna y Diario de Cuyo.

142 Escrituras emergentes, escrituras presentes


Antología de literatura sanjuanina
Ilustraciones
“El Archimago” (Joel Salinas)
“Sin Título” (Johanna Trigo)
“AutoLibro” (Gabi Gelvez)
“Biblioteca Humana” (Gabi Gelvez)
“La Paz” (Gabi Gelvez)
“Pequeños Astrónomos” (Brian Olivares)
“Niño Lector” (Brian Olivares)
Ilustradores
Joel Salinas
(San Juan). Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la UNSJ, participó de em-
prendimientos colectivos como La Trinchera y Nave de Piedra. Sus trabajos han
sido publicados en Revista VLOV, Editorial SM Puerto Rico y Editorial UNSJ.
Redes: www.instagram.com/joel_ilustrador | www.behance.net/Joelsalinas.

Johanna Trigo
(Buenos Aires, 1983). Estudiante de Letras. Escritora, dibujante, artesana tex-
til. Residente en Marquesado, Rivadavia.

Gabi Gelvez
(San Juan). Ilustradora.Instagram: @gabig__art

Brian Olivares
(San Juan). Ilustrador/retratista/muralista. Estudia el Profesorado y Licencia-
tura en Artes Visuales en la UNSJ. Realiza talleres sobre técnicas de acuarela y
otras mixtas. Participa de un emprendimiento de Comic Crónicas Sanjuaninas:
Huaziul. Realizó ilustraciones y diseños para diversas empresas y minipymes.
Trabaja actualmente como docente en la materia Diseño I de la carrera de Artes
Visuales. Ha participado de eventos de muralismo y ferias. Ha realizado porta-
das de revistas, cartelería, ilustraciones e identidad de imagen.
Redes: www.instagram.com/recuerdos_zro | www.instagram.com/yosoyminiban.
Historieta
Psicopollo
Juan Hausen
Historietistas
Jorge Rodríguez
(San Juan, 1952). Desde 1970 trabaja de forma profesional en medios gráficos
locales y nacionales. Fue ilustrador en la Editorial de la UNSJ, donde publicó la
biografía ilustrada Sarmiento y la novela gráfica El Regreso de los Patriotas.
De manera independiente, publicó la serie de episodios históricos La Tagua: la
historia en historieta (2000). Sus trabajos forman parte de libros y revistas re-
conocidos a nivel nacional, y han sido expuestos en espacios como el Museo His-
tórico Nacional, el Regimiento de Granaderos, el Congreso de la Nación, el Con-
vento San Carlos (San Lorenzo), la Casa de San Juan en Buenos Aires, el MPBA
Franklin Rawson y la Casa Natal de Sarmiento, entre otros.

Pablo Zambrano
(San Juan, 1984). Publicó el libro de tiras cómicas Orégano (2013). Actualmente
publica comics en el sitio Zinerama, donde también colabora ocasionalmente con
artículos y rescates de fanzines.

Jésica Godoy
(San Juan, 1986). Participó en las antologías Historietas del Sótano y Hoy:
Historieta Argentina Independiente. Ha dictado un curso de guion de comics en
la academia Hamster Boys y recibió una mención en el premio San Juan Escribe
2021 por el trabajo de investigación Historia del arte del Pequeño Bastardo, el
cual fue declarado de interés cultural por la Municipalidad de Capital.

Aylén Yacante
(San Juan, 1992). Ilustradora amateur enfocada en guion y dibujo de historietas.
Haki-Kuy es uno de sus primeros trabajos largos y ha sido publicada este año en
la página web Deviantart, para tener constancia del proceso creativo.

Juan Hausen
(San Juan, 1988). Licenciado en psicología con formación en psicoanálisis. Su
incursión en el mundo del humor gráfico comenzó en épocas de cursado de la ca-
rrera de psicología, de la mano de El psicopollo, difundiéndose por redes y medios
gráficos locales de tipo “under”, hasta que apareció en formato de libro en 2013
gracias a elandamio ediciones.

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