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Artemisia Gentileschi

Cartas
precedidas de las

Actas del proceso


por estupro
Edición de Eva Menzio
Artemisia Gentileschi

Cartas
precedidas de las
Actas del proceso
por estupro

Prólogo de Estrella de Diego

Edición de Eva Menzio


con un estudio de Annemarie Sauzeau Boetti
y un escrito de Roland Barthes

Traducción de María de las Nieves Muñiz Muñiz

CÁTEDRA
índice

P rólogo . Artemisia Gentileschi: la pintora y sus leyendas (Estrella de Diego)

S obre esta traducción

S obre esta edición

N ota sobre un fresco (Annemarie Sauzeau Boetti)

A utorretrato como alegoría de la pintura (Eva Menzio)

N ota sobre «J udith y H olofernes » (Roland Barthes)

A ctas de un proceso por estupro


Súplica de Horatio Gentileschi
Narragión de los hechos
Interrogatorio de Artemisia
Declaración de Diambra y Caterina
Interrogatorio de Tuzia
Interrogatorio de Giovan Battista Stiattesi
Carta de Giovan Battista Stiattesi
Interrogatorio de Agostino Tassi
Interrogatorio de Antonio Mazzantino
Interrogatorio de Agostino Tassi
Careo entre Agostino y Artemisia
Interrogatorio de Agostino Tassi y de Giovanni Battista Stiattesi
Careo entre Agostino Tassi y Giovan Battista Stiattesi
Interrogatorio de Porzia Stiattesi
Declaración de Francesco Bulgarello
Cartas de Agostino Tassi a Giovanni Battista Stiattesi
Interrogatorio de Niccoló Bedino
C artas de A rtemisia G entileschi

A péndice iconográfico

Créditos
Prólogo

E strella de D iego

A rtemisia G entileschl la pintora y sus leyendas

En 1971 la historiadora del arte estadounidense Linda Nochlin planteaba una


de las cuestiones más radicales, aquella que iba transformar para siempre el
edificio de la Historia del Arte tradicional, tal vez poco proclive a revisarse
desde dentro, a proponer preguntas incómodas, preguntas capaces de potenciar el
inevitable cambio de paradigma que animó el texto de Nochlin. El
revolucionario título del artículo —«¿Por qué no ha habido grandes mujeres
artistas?»—, citado y revisado sin tregua desde entonces, formulaba una
pregunta que por obvia debería habérsele ocurrido a cualquiera. Solo Nochlin se
atrevió a verbalizarla, dejando claro que ser mujer es un parámetro tan
importante como haber nacido en un determinado momento histórico o en un
determinado país, aunque no porque haya una «esencia femenina», sino porque
nacer mujer —y convertirse en mujer artista— implica restricciones,
exclusiones, vetos..., esos obstáculos de los cuales hablaría Germaine Greer
ocho años después, en 1979, en otro conocido libro: T he O b s ta c le R a ce . Era el
de Nochlin un planteamiento próximo a cierta noción de clase que, de alguna
manera, alineaba a las mujeres con los aristócratas: tampoco entre la aristocracia
había habido grandes artistas a lo largo de la historia.
Por si esa pregunta incómoda no fuera suficiente, en 1976 —años antes de la
aparición del libro de Greer— y en un juego casi de paradojas, la propia Nochlin
junto con Ann Sutherland Harris trataba de ir un paso más allá a la hora de
buscar una respuesta a la duda planteada: ¿y si fuera necesario rescatar esos
nombres de artistas, incluso aceptando que no habían sido artistas de primera fila
—«grandes» mujeres artistas—, debido a los condicionamientos de clase que
apuntaba el artículo de 1971?
De este modo nacía la que puede considerarse la primera gran exposición
«solo de mujeres», en la cual se rescataban numerosas artistas desde el siglo xvi
a mediados del siglo xx. La tarea fue, desde luego, extraordinaria por lo que tuvo
de pionera, dejando claro además cómo muchas de estas artistas podían
confrontarse sin problema con sus coetáneos hombres. ¿Y si al final hubiera
habido «grandes» mujeres artistas?
Las cosas han cambiado desde entonces, aunque no lo suficiente si se tiene en
cuenta que la primera discusión tuvo lugar hace casi cincuenta años. A nadie se
le ocurriría hoy —al menos en público— poner en entredicho el valor artístico
de pintoras como la propia Artemisia Gentileschi y los museos han rescatado a
las mujeres de sus almacenes, las han expuesto entre «los grandes maestros». No
solo. Si es cierto que queda un enorme camino por recorrer, la discusión
alrededor del hecho de las «grandes» mujeres artistas de Nochlin ha
evolucionado hacia la revisión del «canon» —uno de los protocolos más
arraigados en la disciplina—, desde donde se potencia lo que se podrían llamar
las «excepciones positivas» —Leonardo, Miguel Ángel, Rafael—, sobre las
cuales se sustenta la Historia del Arte más clásica, menos crítica sobre todo.
¿Y si la pregunta fuera otra? ¿Y si lo importante no fuera la falta de
«grandes» mujeres artistas, sino desde dónde se ha dictado el criterio de
«calidad» que a lo largo de la historia ha excluido a esas mujeres y a otros
artistas «secundarios», países, periodos..., que poco a poco se rescatan para
conformar un modo diferente de contar las historias? Son esas exclusiones y esa
ignorancia las que, como rutina, han atribuido las obras de las artistas a los
padres, maridos, amantes, maestros..., poniendo en entredicho la imposibilidad
de una producción no solo de calidad sino «canónica» ejecutada por una mujer.
Es más, cuando no ha habido lugar a dudas respecto a la autoría y la calidad en
la obra de una mujer, el problema se ha solucionado recurriendo a la absurda
conclusión de que esa determinada artista, canónica y excelente, poseía
«cualidades masculinas» en su excepcionalidad. Dicho de otro modo, tenía algo
de «genio», categoría caduca a partir de la cual se ha definido a los creadores y
de la cual históricamente hemos estado excluidas las mujeres como colectivo al
negársenos hasta el alma (o, lo que es igual, la autoconciencia).
También, en medio de estas contradicciones y paradojas, se instala la figura y
la leyenda de Artemisia Gentileschi, una de las más brillantes creadoras del xvii,
hija de Orazio Gentileschi, del que aprende el oficio como tantas de las pintoras
del momento, dado que las artistas no podían entrar en los talleres por motivos
de moral pública —compartir el espacio con hombres— y prácticos —al
terminar la formación hubieran sido demasiado mayores para casarse. La joven
Gentileschi aprende pronto y rápido, como muestran sus obras, caravaggescas en
esencia, que superan en dominio de la luz y el color a las del padre, proponiendo
a menudo un despliegue portentoso de texturas, tonos y maneras muy diferentes
de enfrentar el relato, los cuerpos y el propio canon.
Desdichadamente, no es este sin embargo el único o primer motivo para
explicar la popularidad de la pintora, uno de los más notables referentes, entre
las artistas mujeres. Violada por el colaborador del padre y su maestro, Agostino
Tassi, pendenciero y mentiroso —como le describe ya Greer— y al cual el
propio Orazio denuncia por la violación mucho después y tras una serie de
desavenencias económicas entre ambos —eso parece—, Artemisia se convierte
en su propia leyenda. En 1947 Anna Banti escribe A r te m is ia , una biografía
novelada donde explora el esfuerzo de la mujer por sobreponerse a su destino y
seguir adelante con la propia carrera. De hecho, incluso desde esa primera vida
novelada de la pintora, la violencia sufrida por la joven acaba por ser uno de los
hechos más recordados y hasta punto de partida perverso y absurdo a la hora de
justificar la fuerza innegable de sus obras.
Artemisia se convierte en una especie de heroína maldita, cuya vida
tormentosa, unida a la belleza que siempre se le atribuye y que certifica su
autorretrato representando a la Pintura, acapara buena parte de unos focos que
deslumbran la mirada última sobre la artista más allá del personaje. Es hasta
cierto punto semejante al destino trágico de Frida Kahlo, cuyas cualidades
artísticas han sido con frecuencia empañadas por sus andanzas con y sin Diego
Rivera, siempre infiel; por el hijo que no logra tener; y hasta por una fama que la
presenta como producto de consumo cliché desmentida por U n o s c u a n to s
p iq u e tito s —reflexión sobre la violencia de género— o M i n a c im ie n to —cuadro
que muestra el parto como dolor, sangre y hasta muerte. Desde luego, no todas
las obras de Kahlo son amables.
Pero ¿no es injusto que un acontecimiento traumático acabe por dibujar la
biografía de las mujeres y, más aún, las lecturas de sus obras? ¿Por qué no se
otorga el mismo peso a las biografías masculinas? ¿No somos acaso capaces de
obviar el comportamiento mezquino de Picasso con las mujeres —entre ellas la
fotógrafa Dora Maar, a la cual hace sufrir de un modo terrible— para apreciar la
calidad de su pintura?
Sea como fuere y debido a algunas de estas cuestiones y otras más —desde
las citadas fascinaciones populares hacia las heroínas malditas; el deseo de
buscar referentes indiscutibles para narrar la historia de las mujeres artistas; el
privilegio de unos documentos que reproducen el proceso por estupro en el cual
la pintora fue vilipendiada y torturada, convertida la víctima en culpable, como
sigue ocurriendo hoy en día; hasta el esfuerzo de investigadoras como Mary
Garrard, quien ha dedicado buena parte de su trabajo a rescatar y resituar a
Artemisia Gentileschi...—, la fama de la pintora se consolida llamativamente las
dos últimas décadas del pasado siglo, como apunta Mieke Bal en un libro de
subtítulo elocuente, donde se recogen algunos testimonios esenciales para
repensar a Gentileschi: T he A r te m is ia F ile s . A r te m is ia G e n tile s c h i f o r F e m in is ts
a n d O th e r T h in k in g P e o p le (2005).
Se podría decir incluso, siguiendo a Bal, que en ese momento «se fabrica» a
Artemisia, a veces de un modo peligroso, teniendo en cuenta la contaminación
que su historia de vida acaba por tener sobre las aproximaciones a su arte, tal y
como se anunciaba. Artemisia Gentileshi es la heroína necesaria, el referente
ejemplar que el discurso feminista anda buscando en los años 80 del xx. Lo es
por el valor para reconstruir su vida, pese a todo, y seguir pintando después del
terrible trauma y en especial del escándalo, aunque hoy en día sepamos que ser
heroína no es garantía de nada. ¿Por qué no ser ni más ni menos que una
excelente artista?
Y, no obstante, el hecho de regresar a su violación como parte básica de las
construcciones del relato parece inevitable, en primer lugar porque se trata —
siempre ocurre— de un acontecimiento decisivo en la vida de una joven que
quiere ser artista, tener una vida diferente a la gran mayoría de las mujeres de su
época. Se trataba en su caso de un acto de poder y no de deseo —siempre ocurre
—, acto que reduce a las mujeres a mercancía, la que ejemplifica la Artemisa
violada por el amigo del padre, quien no denuncia el hecho de forma inmediata,
sino cuando surge un problema con el socio y que luego, acallado el escándalo
por el matrimonio de conveniencia de la hija, reanuda la amistad de Tassi con un
cinismo vergonzoso, como si nada hubiera ocurrido.
Después, alejada Artemisia de Roma para evitar las habladurías, todos miran
hacia otro lado: no ha ocurrido nada. Sin embargo, en las actas del citado
proceso por violación —que aquí se presentan— queda clara la posición de la
sociedad biempensante ante el abuso. Tal vez la culpa no es toda del agresor:
algo habría hecho la mujer. Aquí radica el interés de las actas del proceso: parece
oportuno volver a leerlas en su crudeza y revisar las reflexiones que ha ido
provocando en las diferentes lecturas que se han construido alrededor de la
pintora en estos últimos cuarenta años.
De hecho, las actas, que se presentan por primera vez en castellano, fueron
publicadas en 1981 por la editorial milanesa Edizioni delle donne y traducidas al
francés un año después como A c te s d ’un p ro c é s p o u r v io l en 1 6 1 2 en Éditions
des Femmes de París. Esta edición ha mantenido los textos originales de 1981 —
tal y como han sido reeditados por Abscondita Editore en 2004—, incluido el
extracto clásico de Roland Barthes, si bien algunas de las opiniones expresadas
deberían ser matizadas desde la óptica actual —hoy, por ejemplo, aceptamos que
la violación sigue siendo tal haya sido perpetrada por alguien del círculo familiar
o por un completo extraño. Es interesante tener acceso también a las lecturas de
la vida y obra de Gentileschi en aquellos primeros años 80 del siglo xx con el fin
de constatar las posteriores transformaciones. Las actas, a las cuales acompañan
algunas cartas de la pintora, son además un testimonio valiosísimo para
contextualizar a la artista en su momento y para familiarizarse con algunas
visiones generales de la sociedad del siglo xvii respecto a las mujeres.
En aquel año de 1981 —en pleno auge de los estudios de género a través de
los cuales se trataba de construir una génesis para la historia de las artistas y, más
aún, una aproximación crítica de la propia Historia del Arte— las actas de la
violación de Artemisia Gentileschi se convertían en una especie de bandera
política, que trascendía su caso particular y apelaba a todos los abusos —de
diversa especie— sufridos por las artistas a lo largo de la historia: maestros y
maridos que les robaban las obras o el corazón; sociedades incapaces de
trascender sus convencionalismos; exclusiones en la formación por no poder
estudiar en los talleres primero y en clases en las Academias como la del
desnudo; olvidos reiterados y expulsiones de la Historia; falta de respeto y de un
estudio propio, en palabras de Virginia Woolf. La violación de Artemisia acaba,
así, por ser el más salvaje de los abusos de poder, el que los terminaba por
resumir todos, y, al tiempo, ejemplificaba esa fuerza que siempre se atribuye al
«genio»: seguir trabajando contra viento y marea, no abandonar jamás la
«misión». Ni el abuso salvaje consiguió que la gran artista dejara de crear obras
excepcionales, unas más que otras —argumentan algunos—, pero ¿no ocurre lo
mismo con cada artista?
Hubo en aquella década de 1980 también, a partir de las actas y de la realidad
histórica, discusiones sobre si fue una violación de orden más «social», si en el
1600 se trató de una especie de abuso de poder con promesa de matrimonio no
cumplida... La brutalidad y el lenguaje directo que se desprende del texto no
dejan muchas dudas a propósito de la violencia ejercida sobre la joven, por su
maestro además. Se trataba de un daño personal que el matrimonio no pudo
seguramente reparar y el hecho condicionó el futuro de Artemisia Gentileschi.
Dicho esto, su fuerza pictórica no es producto —o no solo— de aquella
violencia. ¿Qué pasaría si Gentileschi fuera una «gran» artista sin más?
Se hizo patente en la exposición de 1985 P in tu r a n a p o lita n a . D e C a ra v a g g io
a G io rd a n o , comisariada en el Museo del Prado por Alfonso Pérez Sánchez. En
la muestra, que reunió obras de la generación influida por el maestro —entre las
cuales estaba la propia Artemisia— junto con Ribera, pudo comprobarse el
enorme ímpetu de esta mujer que sostenía las comparación con los mejores.
La pregunta surge insidiosa en el citado texto de Bal: ¿es acaso necesario
comparar? ¿Por qué son tan obstinadas las comparaciones en la Historia del
Arte? ¿No es un modo de perpetuar el «canon» que debe ser puesto en
entredicho si se quiere revisar el discurso? Además, si es tan necesario comparar,
como exige la etiqueta de la Historia del Arte y como se puso de manifiesto en la
exposición que reunía al padre y a la hija en el Palazzo di Venezia en Roma y
luego en el Metropolitan en el año 2002, quizás es Orazio quien sale peor
parado.
Incluso Caravaggio, al comparar la versión de J u d ith y H o lo fe rn e s del
maestro —más estática, de una exploración más tímida de la tridimensionalidad
— con la discípula, queda patente el talento inusitado de la segunda, más allá de
las lecturas feministas que puedan hacerse de esta obra que Artemisia versiona
en numerosas ocasiones. Frente a la tradición clásica en la cual una vieja
acompaña a la joven Judith, Artemisia muestra a dos mujeres jóvenes,
cómplices; una forma de romper con la tradición que tal vez solo desde el
margen se puede ofrecer como alternativa, en parte porque las restricciones y
exclusiones a veces juegan a favor del arte: es posible ser más libres.
Son estas versiones de J u d ith y H o lo fe rn e s , junto con S u sa n a y ¡os v ie jo s , las
que han despertado más perplejidades entre los historiadores. En su fuerza y, por
qué no, en su violencia, parecen inclasificables incluso como «iconografía desde
la masculinidad». En el caso concreto de Artemisia, las cosas se complican más
si cabe: ¿cómo pueden ser obra de una mujer? Es esta pregunta cliché,
convencional, la que anima a veces a la antipática explicación de la violencia en
su vida como clave de análisis. Si dejamos a un lado la fascinación hacia la vida
de Artemisia —reflexionaban Pollock y Parker en O ld M is tre s s e s de 1981—,
empezaremos a leer su obra de una manera menos cargada de
convencionalismos. Quizás Artemisia se vio obligada a diseñar sus propias
estrategias a la hora de pintar —ocurre con los que están apartados de los
círculos de poder, del «canon» que gobierna en cada momento histórico. Sucede
con las mujeres por motivos obvios, y no solo. El propio Jonathan Brown se
refiere a las formas de enfrentar el espacio en Velázquez —espectacular e
inclasificable en P a b lo s de V a lla d o lid o L a s M e n in a s — como un acercamiento
personal que a lo largo de su carrera trata de subsanar: los escasos conocimientos
de perspectiva que desde Sevilla se podían adquirir entonces, alejada como
estaba la ciudad del «canon»: Italia. Quién sabe si estar lejos o al margen del
«canon» no es, al fin, tan negativo cuando el talento idea formas alternativas de
representar el mundo.
Un año después de la publicación del libro de Parker y Pollock, aparecía el
texto «Artemisia and Susanna» de Mary Garrard, quien, como se decía, es la
investigadora que con más constancia ha dedicado su trabajo a la pintora del
xvn. En dicho texto, partiendo una vez más de una iconografía «anómala»
respecto a las versiones tradicionales de Susana y los viejos, la historiadora
utilizaba la aproximación de género para atribuir y datar la obra: la Susana de
Artemisia no podía ser de Orazio. Era de una mujer porque no se muestra
complaciente con la mirada de los espectadores: no hay un ápice de placer
voyerista en ella, solo desolación. Los viejos desean, pero también se dejan
llevar por las habladurías y el cuerpo de la mujer se revuelve, muestra un
disgusto que no busca la mirada de los espectadores para pedir socorro, tal y
como ocurre con la Susana niña de Rembrandt. Pese a todo, tampoco en este
caso se puede explicar la ruptura con el «canon» a través del hecho violento en
su vida: ¿qué ocurriría si las pinturas de Artemisia hubieran sido imaginadas por
una mujer que ha decidido romper con el «canon» y contar las historias de un
modo diferente, quizás porque las mujeres son diferentes no debido a
predisposiciones biológicas, sino a causa de una educación restrictiva?
Años más tarde, en 1989, Garrard publicaba la primera biografía académica
sobre la pintora, cuyo título volvía a desvelar las fascinaciones que años más
tarde, en el libro editado por Bal, habían desaparecido por completo —en el
siglo xxi era hora de mirar a Gentileschi artista, libre de las odiosas
comparaciones, libre del peso de su historia de vida. A r te m is ia G e n tile s c h i. The
Im a g e o f the F e m a le H e r o in Ita lia n B a ro q u e A r t , publicado por Princeton
University Press, es un trabajo riguroso y brillante que nadie hasta ese momento
había decidido dedicar a la gran maestra. A la propia Artemisia estaba dedicado
el libro, una confesión de afecto que pocas veces los biógrafos expresan hacia
los biografiados: «Este libro está dedicado al tema tratado en él, Artemisia
Gentileschi, artista p r im a in te r p a re s , con admiración, gratitud y afecto».
Poco a poco, la pintora romana dejaba de estar sometida a las comparaciones
y empezaba a brillar con ese brillo propio que descubrieron en el Museo del
Prado quienes vieron sus cuadros entre los mejores napolitanos, con el brillo que
deslumbró en su exposición en solitario en Milán en el Palazzo Reale en 2011 y
en París, en el Museo Maillol. En ambas propuestas, sin embargo, volvían a
aparecer ciertos apelativos antipáticos: mito, pasión... En el siglo xxi, las
mujeres, condenadas a lo largo de la historia a compartir salas y comparación
con padres y maridos —ocurría con Sophie Taeuber-Arp, Sonia Delaunay y
muchas más—, empezaban a desligarse de sus parejas: quedaba liberarse de su
fama de heroínas o excepciones.
En el caso de Gentileschi, la tarea ha sido más ardua si cabe, porque incluso a
finales de los 90 del xx la figura de la pintora seguía estando sometida a
narrativizaciones distorsionadas, las que a partir de la violencia de su vida —
dibujada a menudo con ciertas ambigüedades que dejan entrever, o hasta
determinado punto, una relación consentida, traicionada por la falsa promesa de
matrimonio— la presentaban como una heroína feminista, dueña de su vida o, al
menos, que era capaz de sobreponerse a los reveses. Eso es lo que ocurrió con la
película A r te m is ia , de la directora francesa Agnés Merlet, estrenada en Francia
en 1997 y en el resto del mundo, incluido Nueva York, en 1998. En ella, la
directora, reflexiona Griselda Pollock en su texto sobre la cuestión aparecido en
el libro coordinado por Mieke Bal, distorsiona un hecho real y probado, la
violación de la pintora —de ahí las críticas de ciertos sectores feministas—, para
presentar a Gentileschi como una mujer dueña de su deseo —algo de lo que
tradicionalmente han sido excluidas las mujeres. Verdades y mentiras se
mezclan, pues, en las narraciones de Artemisia, en las interpretaciones de sus
obras, en los modos de leer su producción desde la perspectiva actual o
ajustándose al mundo romano del 1600.
Por todos estos motivos, incluso por la paradoja implícita a la hora de no
borrar esa violencia trascendental en la vida de Artemisia Gentileschi —que, una
vez más, habla de poder y no de deseo, del abuso por parte del padre y del
maestro— y al tiempo ser capaces de mirar su obra como pintura o no
únicamente como trauma, la lectura de estas actas del proceso sigue resultando
extraordinariamente clarificadora para entender mejor la sociedad del 1600 y la
historia de vida de esta pintora que, por el hecho de ser mujer, sirve como punto
de partida para hablar de las vidas de otras mujeres. Porque sus declaraciones —
sus reproches— son también un grito de rebeldía contra las normas impuestas, el
grito que en ese mismo año 1998 —y acabamos con otras comparaciones—, el
mismo año en el cual la cineasta francesa convertía —o casi— la historia de
violencia en una historia de deseo, Kathleen Gilje presentaba una recreación de
Susana y los viejos en la cual imaginaba unos significativos supuestos
p e n tim e n ti en la obra, lo que en realidad deberían haber mostrado los rayos X en
su construcción de Gentileschi. En la versión de Gilje los viejos están atacando a
Susana mientras ella grita. En una mano tiene un cuchillo. Va a defenderse.

B ibliografía

A r te m is ia G e n tile s c h i. S to r ia d i u n a p a s s io n e (cat. exp.), Milán, Palazzo Reale,


2011.
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Londres y Chicago, The University of Chicago Press, 2005.
B anti, Anna, A r te m is ia [1947], Londres, Serpent’s Tail, 1995.
G arrard , Mary, «Artemisia and Susanna», en Norma Broude y Mary Garrard
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Princeton (New Jersey), Princeton University Press, 1989.
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C a r re r a de o b s tá c u lo s , Madrid, Bercimuel, 2005).
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P ollock , Griselda, «Feminist Dilemmas with Art/Life Problem», en Mieke Bal
(ed.), T he A r te m is ia F ile s . A r te m is ia G e n tile s c h i f o r F e m in is ts a n d O th e r
T h in k in g P e o p le , Londres y Chicago, The University of Chicago Press, 2005.
Sobre esta traducción

Traducir las Actas del proceso, así como las cartas que las integran y
acompañan, ha obligado a una operación compleja, no solo por la pertenencia de
los textos al siglo xvii, sino también por la hibridación propia de un discurso a la
vez coloquial y estereotipado, donde la semioralidad convive con el rígido corsé
de fórmulas protocolarias.
Las actas procesales eran entonces obra de escribanos que reservaban el latín
para las preguntas de los jueces y el vulgar para las respuestas de los
comparecientes, estas últimas adaptadas en buena medida al lenguaje de la
burocracia judicial (obligatorio, por ejemplo, el sintagma «el dicho/la dicha/los
dichos» ante cualquier nombre ya mencionado). De ahí un texto bilingüe y
asimétrico, donde los personajes llamados a declarar (pintores, parteras, amas de
casa, criados) mezclan anacolutos, giros idiomáticos y hasta palabrotas con las
fórmulas rituales de la pregunta correspondiente. Entre ese zigzagueo discurren
retazos de la vida cotidiana: desde el interior de las casas y el precio de los
alquileres, hasta los usos y costumbres de pintores y aprendices, o el descarnado
vocabulario del estupro: un léxico cuya acepción contextual a duras penas
ofrecen los diccionarios. En la vertiente opuesta, los tecnicismos procesales
(incluidos los referentes a la práctica de la tortura), se expresan en un latín para
el que poca ayuda presta la lengua de Cicerón.
Ante este doble obstáculo, se planteó primero la posibilidad de mantener las
tiradas latinas en lengua original añadiendo su traslado en nota o a renglón
seguido, pero al fin se consideró preferible ofrecer el conjunto en castellano de la
época por dos razones de peso: garantizar la lectura continua del proceso y
reflejar mejor el acto comunicativo real, que sin duda hubo de realizarse en
vulgar —tal vez con traducción consecutiva de las preguntas— siendo como era
el latín una lengua inaccesible a los iletrados.
Por lo que respecta a las veintiséis cartas de Artemisia Gentileschi, la
ausencia de soporte contextual para la información implícita y una sintaxis
cojeante por defecto o por exceso (ora enrevesada, ora lagunosa), han planteado
no pocas veces la necesidad de descifrar además de la de traducir. Aquí el
empeño ha consistido también en hacer inteligible el texto sin alterar la mezcla
originaria de rebuscamiento y espontaneidad.
En la obra global de reconversión, se ha seguido, pues, un criterio parecido al
de quien restaura piezas antiguas, es decir se han buscado las equivalencias más
exactas en la lengua, las costumbres y la ortografía castellanas del tiempo
poniendo el mayor cuidado en soslayar anacronismos y en distinguir la lengua
culta de la vulgar (de ahí, por ej., el empleo de e ffe to en las declaraciones de
testigos iletrados, frente a e ffe c to en las preguntas del juez). Para ello se han
consultado actas de procesos, epistolarios y escritos de la más variada índole,
aunque evitando un exceso imitativo que hubiera ostaculizado la inmediata
comprensión del texto o desvirtuado las características propiamente italianas del
mundo representado.
En el caso de arcaísmos o fórmulas que podían resultar herméticos, su sentido
se ha aclarado en nota al aparecer por primera vez. En el caso de los nombres
propios de persona, se han mantenido los originales, incluidas ciertas
oscilaciones (p. ej., Agostino Tasso / Agostino Tassi), mientras que se ha
recurrido a los equivalentes españoles para los edificios, los personajes bíblicos
y mitológicos o la toponomástica arraigada en nuestro idioma.
La traductora confía así haber logrado su propósito de sumergir al lector en el
pasado ofreciéndole un duplicado viviente de los documentos.
Un atestado de gratitud, en fin, a Adriano Prosperi y a Guido Cappelli por la
ayuda prestada a la hora de resolver algunos puntos particularmente crípticos del
latín judicial.

M.N. M.M.
Sobre esta edición

El primer lugar en las Actas del proceso lo ocupa una carta de súplica de
Orazio Gentileschi dirigida al papa (Paolo V) para que se forme proceso a
Agostino Tassi.
Sigue una «Narración de los hechos» que resume a p o s te r io r i el proceso y de
la cual se recaba implícitamente la condena de Agostino. No ha sido posible
consultar la sentencia propiamente dicha, que, según costumbre del Tribunal, era
depositada de forma independiente en los Archivos Vaticanos.
Aquí reproducimos solo la primera parte de las Actas del proceso, consistente
en los interrogatorios y en las declaraciones de la acusación, del imputado y de
los distintos testigos sobre el tema concreto del estupro. Concluimos, por tanto,
con el primer interrogatorio de Niccoló Bedino. Hemos omitido la parte del
proceso que contiene exclusivamente los interrogatorios y testimonios
requeridos por los jueces para comprobar la buena fe de algunos testigos.
Los otros testigos que desfilarán ante los jueces son: Giuliano Formicino,
compañero de celda de Agostino; Aloisio Penti, sastre; Fausta, lavandera; Mario
Trotta, pintor «principiante»; Marco Antonio Coppino, encargado de poner el
azul marino en las pinturas; fray Pietro Giordano; el propio Orazio Gentileschi;
Pietro Molli, modelo para un San Jerónimo pintado por Orazio; Margherita,
lavandera; Bernardino, barbero de Orazio y a veces también su modelo; Pietro
Hernandes, vecino de Orazio; Caterina di Jacopo Beccarini, vecina de Orazio;
Cario Saraceni, pintor veneciano; Marta de Rubertis, vecina de Agostino;
Antinoro Bertucci, vendedor de pinturas en el Corso; Olimpia, hermana de
Agostino; Niccoló Lúea Finicoli, posadero; Valerio Orsino, pintor.
El proceso termina con el interrogatorio de Nicoló Bedino, que niega
pertinazmente haber sido comprado por Agostino. Solo cuando Nicoló es
torturado se decide a confesar.
La transcripción de las Actas ha sido realizada en colaboración con Stefano
Marconi. Para facilitar su lectura, hemos añadido la puntuación, inexistente en el
manuscrito original, y, donde ha sido necesario, hemos unificado las distintas
escrituras de una misma palabra, diferencias debidas tanto al uso oscilante de la
lengua como a los escribanos que se iban turnando para redactar las Actas.
Hemos subdividido también en capítulos las distintas declaraciones,
encabezando cada uno con una nota-resumen.

E. M.
Detalle (probablemente representando a Artemisia Gentileschi) del Concierto musical con Apolo y la
Musas, fresco de Orazio Gentileschi y Agostino Tassi para el Palacio Pallavicini-Rospigliosi en Roma
Nota sobre un fresco

A nnemarie Sauzeau B oetti

A comienzos de 1611, en los jardines del palacio Scipione Borghese en


Monte Cavallo, dos amigos pintores realizan el fresco para el cardenal mecenas
en el interior de una pequeña lonja (llamada tras su trabajo Casino de las Musas).
Uno de ellos, Orazio Gentileschi, de cuarenta años, ha sido gran amigo de
Caravaggio. De la misma escuela artística, Gentileschi lleva una vida distinta,
más ordenada que sus amigos. Ha tenido que criar a tres hijos él solo; es un
hombre serio, colérico y hosco. El otro es Agostino Tassi, llamado el Smargiasso
(Fanfarrón), de treinta años, establecido en Roma desde hace poco, tras algunas
estancias de trabajo (hay quien dice también de galeras) en Génova y en
Florencia al servicio del Gran Duque. Artista de talento contradictorio, Tassi es,
por un lado, tradicional —manierista, virtuoso de perspectivas en tro m p e l ’o e u il
—, pero por el otro, innovador: él inaugura, con sus escenas marinas, un
realismo paisajista ágil y esencial (que enseñará a Claudio el Lorenés). Agostino
ha conseguido adoptar el apellido de un mecenas, el conde Tassi, y deshacerse
así del suyo plebeyo, Buonamici.
Buenos amigos son él y Gentileschi. Trabajan juntos en Monte Cavallo. El
proyecto general de la lonja es de Tassi: estructura ilusionista que «traspasa» el
techo con airosas bóvedas y balcones en tono g r is a ille levemente rosado como
un amanecer. Con la paleta de colores interviene Orazio. A él le corresponden las
figuras, el «concierto» de la vida: las bellas que tocan los instrumentos se
asoman a los balcones riendo, las arpas vibran. Nuestros pintores trabajan toda la
primavera y todo el verano. Sus respectivos aprendices les llevan de cuando en
cuando mudas y algo de comer (criado de Tassi es el pintoresco Salvatore
Moro). A menudo, después del trabajo, Orazio y Agostino se reúnen en casa de
Gentileschi, siempre abierta para los amigos pintores. Los dos cuentan los
escudos enviados por el cardenal. Además Tassi da clases de perspectiva —
vertiginosa, engañosa ilusión— a la hija de dieciocho años de Orazio: Artemisia,
ya una mujer bellísima, ya una brillante discípula de su padre, ya para siempre
una mujer pintora.

Terminado el fresco un año después, estalla el escándalo. Desde la calle


Margutta hasta la Lungara, todos saben que aquel mes de mayo, exactamente el
día de la Santa Cruz, el Fanfarrón «forzó» a la orgullosa Artemisia. Ha sido
Orazio el que lo denunció. Llega el proceso, celebrado por el tribunal de Roma
entre marzo y octubre de 1612. ¿Por qué proponer hoy su lectura? ¿Por qué
desenterrar tantas violencias, tanto lenocinio que instrucción y sentencia no han
juzgado, sino exhibido, puesto en escena, duplicado? A casi cuatrocientos años
de distancia, ¿queremos acaso demostrar que los fanfarrones son de todos los
tiempos? ¿Que el estupro puede revelar grandes vocaciones femeninas? ¿Que el
arte viene a la zaga de la vida y la ilustra? ¿Qué otra relación buscar entre el arte
y la vida? ¿Por qué no contentarse con leer la obra que se ha salvado de los
desastres de la vida, leerla en relación con otros proyectos, no de vida, como
hace magistralmente Roland Barthes?
Tratándose de un brutal melodrama estallado entre gente del mundo del arte,
en tiempos truculentos en los que la bohemia artística no se andaba con
chiquitas, es preciso leer este drama desde el lugar vital y violento del arte de
entonces (a rte , no sociedad) y no desde el lugar garantista y asistencial de la
conciencia cívica de hoy.
Toda la dinámica del caso Gentileschi/Tassi, hecha de deseo, crueldad y
bajezas, ha tenido un lugar de premonición, de germinación, tal vez de conjura:
la pequeña lonja de las musas, oasis de una morada cardenalicia, donde se urdió,
en sentido mágico y desde el principio, aquel nudo.
Orazio Gentileschi y Agostino Tassi, Concierto musical con Apolo y las Musas, fresco para el Palacio
Pallavicini-Rospigliosi en Roma, 1611-1612.

En los andamios hace calor. Las perspectivas acrobáticas de Tassi dan


vértigo. Entre las figuras femeninas que Orazio pinta, por dos veces aparecen de
forma inequívoca los rasgos de su amada hija, su confidente, su compañera
pintora. La bella boca carnosa de labios curvos, la mirada altiva y solitaria.
Mientras la acaricia con el cepillo, la declara suya ofreciéndosela también a la
mirada y al deseo del «amigo». Y si Agostino dice: «Es hermosa», ¿es hermosa
la mujer nacida de su sangre, la que lo espera en casa en la calle Margutta? ¿O
acaso no es más bien bella la criatura que ha hecho nacer ahora de la pared
desnuda? Comoquiera que sea, el pintor le ofrece su criatura al otro, con el que
está montando el perfecto teatro que ha de sobrevivir a todos. ¿La sinopia del
fresco, sobre el yeso, es sinopia de la traición?
Orazio conoce, no hay duda, el deseo que discurre, y de vez en cuando es
satisfecho, entre Agostino y Artemisia. Entre los dos hombres circula la
complicidad: estímulos artísticos, contrastantes y complementarios; dinero,
repartido con frecuentes peleas; rivalidad en torno a Artemisia, el bien más
custodiado por uno, más envidiado por el otro. En la pequeña logia de Monte
Cavallo ahora h a y tres todo el día. ¿Quién podría decir cuál es la presencia más
intensa? ¿El donjuán fanfarrón? ¿El introvertido padre-patrón-maestro? ¿O bien
el s im u la c ro de Artemisia que domina a ambos, musa figurada y musa real, antes
pintora y mujer robusta, robusta como las grandes protagonistas bíblicas? La
representación festiva que aquí en la logia une para siempre a los tres artistas
anuncia el drama prosaico —desastroso, ruidoso, «caravaggesco»— que va a
desarrollarse dentro de poco en el aula del tribunal o en los escenarios anejos
recordados por los testigos (por ejemplo la cárcel de Corte Savella, donde, entre
antorchas ennegrecidas y guardias mirones, irá Artemisia en la noche del 1 de
mayo a «entrevistarse» con Tassi, y donde ambos se dieron también «fe» de
matrimonio).
El proceso celebrado en junio de 1612 es una obra caravaggesca, llena de
rojos y claroscuros, de fuertes olores de mentiras y vino. Se esparcen
desordenadamente todas las mercancías: escudos de oro, telas firmadas («una
Judith de gran tamaño»), cuerpo y méritos de Artemisia; todo intercambiado,
robado, jugado, pisoteado, en la metamorfosis de una sola mercancía, de una
única pulsión: la codicia.
Por otra parte la «revolución caravaggesca», el primer gran realismo
pictórico, ha devuelto sus rostros populares al viejo Loth, a María Magdalena y a
los ladrones, y el ángel Gabriel se pasea a menudo, un poco descuidado, por el
puente Sixto. De la Biblia toman, Gentileschi y sus amigos, retratos de asesinos
y muertos; la sangre se desparrama en sus telas, ruedan las cabezas —de Gilio,
de Holofernes, de Juan Bautista. En las obras de su padre, la pequeña Artemisia
ha encontrado a Abraham dispuesto a sacrificar a Isaac, y las figuras femeninas
que le han hecho de madre y hermanas son las hijas de Loth o Susana, las
víctimas, o bien las vengadoras Judith y Salomé. ¿Qué hace Artemisia cuando es
violada por Tassi, traicionada en su pacto de amor? Coge el cuchillo de cocina y
se abalanza sobre el canalla, como declarará en el proceso.

Así pues, en la vida, Artemisia es una heroína caravaggesca antes incluso de


unir sus obras a las de su padre. Porque ya es una pintora y remite la vida al arte.
Por lo menos, que «pintura», «pasión» y «padre» sean términos sinónimos. De
todas formas el arte respecto a la vida no es ni venganza ni evasión ni
sublimación, sino un espacio primordial de nacimiento y muerte. La vida de los
Gentileschi es la pintura, sus relaciones humanas se inscriben en el espacio de la
pintura. Orazio es un san José burlón, un san Antonio atormentado; Tassi es un
brillante rufián de taberna en un cuadro de Valentin; Artemisia es una Judith ya
antes de conocer a su seductor. He aquí, tal vez, para estas personas, el nudo de
arte y vida.
Su terrible padre sabe que su hija está a la altura del pacto. Por eso no la
resguarda. Más aún, la coloca, espléndida, inmortal, en medio de las engañosas
perspectivas de Agostino. Distante, sin una sonrisa, Artemisia pasa entre las
jóvenes que tocan los instrumentos musicales, adeptas a una musa que no es la
suya; fija su mirada en un punto lejano mientras, con el abanico abierto y
ondeando provocativa las caderas, desafía al «hombre negro» que la persigue (tal
vez Salvatore Moro, sustituto —como en los sueños— del verdadero peligro, su
patrón Tassi). Misteriosamente, en otra zona del fresco, la vemos pasar de nuevo:
solo el rostro, capturado en el triángulo mágico de un arpa. La misma expresión
de reserva, o de acusación, en los ojos, la misma boca. Una extraña premonición
ha «tatuado» el rostro con las cuerdas del instrumento: ¿son las marcas de las
horribles cuerdas de la verdad que durante el proceso torturarán sus dedos? ¿Los
barrotes de la cárcel de Tassi, que será un poco también la suya? ¿Las lágrimas
que surcarán su rostro por la amargura de la doble traición? ¿O el peso de un
secreto nunca desvelado? (Insinuará Tassi: «Los méritos de la señora Artemisia
son tales y tantos que indignamente lo llama padre. Mas haga lo que quiera
Gentileschi, que vendrá día que tendrá carestía de vella y ella lo mirará con
compassion, esto permitirá Dios por las continas impiedades de que contino él
comete»). Todo estaba «escrito» en el fresco. La obra se engendra a sí misma y
la vida se parece al arte. En otros términos, la vida le indica poco o nada al arte
que el arte no haya producido ya.

(1981)
Autorretrato como alegoría de la pintura

E va M enzio

¡Virginidad, virginidad! Huyes de mí, ¿y a dónde, a dónde?


Ya no vendré a ti, no volveré a ti jamás.
S afo , V ir g in id a d
Yo digo que alguien tendrá de ti memoria.
Safo , C e rte z a

El nombre y la obra de Artemisia Gentileschi han vuelto recientemente a la


luz con fuerza. Bajo el nombre de Artemisia han surgido numerosas, y un poco
por doquier, asociaciones y cooperativas feministas, y el cuadro J u d ith
d e g o lla n d o a H o lo fe rn e s , ya celebérrimo, ha aparecido reproducido en
publicaciones y revistas femeninas en apoyo a la tesis, incluso demasiado obvia,
de que, pintándolo, la artista había revivido la terrible experiencia de una
violencia carnal sufrida en su adolescencia.
Fue una mujer, durante la Segunda Guerra Mundial, la escritora Anna Band,
la primera en interesarse por la figura de la pintora del siglo xvii, y en una
famosa novela suya, sumamente sugestiva, A r te m is ia - , recorrió su vida sobre la
base de los documentos entonces conocidos. Partiendo de una atenta lectura de
las actas del «proceso por estupro» promovido por el padre de Artemisia, Orazio,
contra el pintor Agostino Tassi, Band indagó durante largo tiempo sobre la
posible relación entre la violencia sufrida por la joven y el singular desarrollo
posterior de su obra pictórica. Extraordinaria, tanto desde el punto de vista de la
reconstrucción histórica como de la introspección poética, la novela de Anna
Band incurre, sin embargo, en un error de datación que induce hoy a valorar de
forma distinta precisamente el episodio decisivo para la vida de Artemisia: hoy
se sabe, gracias a las recientes y profundas investigaciones del estudioso
americano R. W. Bissel-, que, cuando fue violada, Artemisia tenía dieciocho
años y no quince, como había supuesto su biógrafa basándose en un «erróneo»
testimonio de Orazio. Es preciso, pues, modificar algunos juicios que se habían
emitido sobre los protagonistas del proceso. En efecto, no podemos no pensar
que en el siglo xvii una joven de dieciocho años era ya una mujer consciente y
dotada de madurez. E incluso, no excluyendo la hipótesis de la violencia casi
con toda certeza sufrida por Artemisia, querríamos invitar a verla con nuevos
ojos.
Por lo que se refiere, en cambio, a la revalorización de su obra pictórica, le
corresponde a Roberto Longhi el mérito de haber sido el primero en ocuparse
con detenimiento de Orazio y Artemisia en un artículo de 1916, titulado
«Gentileschi padre e figlia»-, que cabe encuadrar en su sensacional
«descubrimiento» de Caravaggio y los caravaggescos. Aunque medio siglo
después Roberto Longhi revisó su escrito juvenil modificando algunas
atribuciones y dataciones a la luz de nuevos documentos, aquel estudio sigue
siendo fundamental para quien se interese por la pintora romana, «la única
muger en Italia que haya sabido lo que es la pintura».
Pese a los cambios sufridos por juicios e interpretaciones de la crítica, la
figura de Artemisia sigue siendo un símbolo de enorme fascinación tanto por las
vicisitudes de su vida como por el desarrollo de su obra.
Artemisia Gentileschi nació en Roma el 8 de julio de 1593: su padre Orazio
era pintor, su madre, una tal Prudencia Montone, de quien se sabe poco o nada y
que probablemente murió cuando Artemisia era una niña. Su padre, que más
tarde sería considerado uno de los mejores pintores del círculo próximo a
Caravaggio, había nacido en Pisa y había empezado a pintar en la escuela de su
hermanastro Aurelio Lomi, alumno de Cigoli y pintor de cierta fama. Se trasladó
pronto a Roma, atraído como muchos otros por las grandes posibilidades de
trabajo y por la fascinación de la ciudad pontificia, y se alojó en el barrio
predilecto de los artistas de la época, que se extiende entre Puerta del Popolo y
Trinitá dei Monti. Eran calles abarrotadas de talleres de artesanos y estudios de
pintores; baste recordar al joven Adam Elsheimer, llegado de la lejana Alemania,
que vivó en la calle Paolina y pintó allí sus paisajes más bellos; Valentin, émulo
de Caravaggio, que vivió largo tiempo en la calle del Corso; el veneciano Cario
Saraceni, amigo de Orazio, que tuvo su estudio en la calle Ripetta, y Agostino
Tassi, paisajista y pintor de marinas, amigo y compañero del Lorenés y de
Filippo Napoletano.
Fue en aquel barrio y en aquel ambiente de férvidas investigaciones artísticas
donde creció la pequeña Artemisia. Sin duda pasó largas horas en el estudio de
su padre mirando empastar los colores que luego con gran habilidad extendería
sobre la tela. ¿Y cómo no sentirse fascinada por las bellas naturalezas muertas
con relucientes instrumentos musicales o por modelos envueltos en sedas de
bellos y vistosos colores que posaban representando a personajes bíblicos de
difíciles nombres orientales? La podemos imaginar como una niña intrigada por
las cortinas negras y grises que dividían el estudio creando curiosos efectos de
luz, posar vestida de ángel o desnuda haciendo de p u tto , y luego por juego,
tomar prestados los instrumentos que Orazio manejaba con tanta maestría y
ponerse a dibujar.
Se sabe que Artemisia comenzó jovencísima a hacer sus primeros ensayos de
pintura, animada y guiada por su padre, que fue su primer y más amado maestro.
Orazio tuvo otros tres hijos varones más jóvenes que Artemisia, y también a
ellos les enseñó a pintar. Pero ninguno de sus hijos, a excepción de Francesco,
que llegó a ser ayudante y secretario de su más dotada hermana, siguió la
profesión paterna: solo Artemisia tuvo éxito en un camino tan insólito para una
mujer. Su precoz disposición para la pintura empujó a Orazio a animarla aún
más, como demuestra una carta de 1612 escrita por él a la gran duquesa de
Lorena:

Tengo una hija hembra con otros tres varones, como quiso Dios,
haviéndola encaminado a la profession de la pintura, en tres años ha
adquirido tal práctica, que me atrevo a dezir que hoy día no tiene par,
haviendo ya ahora hecho obras que quizás ni los principales maestros del
ofigio alcanzan a su saber, como en su tiempo y lugar haré ver a vuestra
altega sereníssima-.

Y para un gruñón intratable como fue siempre recordado, no es poco elogio.


Fue precisamente él, deseoso de perfeccionar la educación artística de su hija,
quien pidió a su amigo Agostino Tassi, con el que estaba trabajando en Monte
Cavallo en la lonja del cardenal Borghese, que la introdujese en la perspectiva de
la que él era maestro. De este modo entró en la tranquila aunque singular vida de
Artemisia el hombre que más o menos directamente contribuyó a modificar su
destino. Agostino empezó a frecuentar la casa de Gentileschi en la calle de la
Cruz y no tardó en sentirse atraído por las gracias de su joven alumna, por lo
demás, recordada por todos los biógrafos como una mujer de particular belleza.
Tassi, con un pasado borrascoso de «artista maldito» y protagonista ya de más de
un proceso, ardió de amor por Artemisia y declarándosele antes, intentó luego, y
logró, poseerla por la fuerza.
Este es el relato hecho por Artemisia a los jueces durante el proceso5 que
siguió:

Quando llegamos a la puerta de mi aposento, él me empujó y la gerró


con llave y después de gerrar me arrojó al borde del lecho dándome con
una mano en el pecho, y me puso una rodilla entre los muslos para que
no pudiera juntarlos y levantándome el halda, que gran pena le costó
levantármela, me puso una mano con un pañuelo en la garganta y en la
boca para que no gritasse, y las manos, como antes me las tenía cogidas,
me las sujetó con la otra, haviendo puesto antes las dos rodillas entre mis
piernas, y enderezando su miembro contra mis partes empegó a empujar
y lo metió dentro, que sentía que me rasgava y me hazía gran daño y
aunque por el estorbo que me tenía en la boca no podía gritar, con todo
yo intentava dar vozes lo más possible llamando a Tuzia. Y le arañé la
cara y le arranqué el pelo, y antes de que lo metiesse dentro, le di una
arremetida furiosa al miembro que hasta le arranqué un trago de carne,
pero no se le dio un ardite y siguió su faena, tanto que estuvo engima de
mí una buena piega teniendo su miembro dentro de mis partes, y después
que huvo su contento se quitó de engima y yo, viéndome libre, fui al
cajón de la mesa y cogí un cuchillo y me llegué a Agostino diziendo: «Te
voy a matar con este cuchillo porque me has infamado».

Sin embargo, Agostino negará siempre durante todo el proceso haberla


violado, y solo la prueba de un falso testimonio prestado a su favor por parte de
un joven aprendiz indujo a los jueces a condenarlo a unos meses de reclusión en
Corte Savella. Todo el caso resulta muy complejo para quien lea las actas de
proceso. Muy compleja fue, en efecto, la relación entre Artemisia y Agostino.
Muchos elementos llevarían a pensar que la joven discípula había sido en cierto
modo, también ella, cómplice de ese hombre sin escrúpulos, de más edad y fama
que ella, porque, si bien hubo realmente violencia, poco después ella no rehusó
tener relaciones con su seductor: se sabe que la relación carnal o la violencia
(¿pero puede seguir llamándosela así?) fue repetida «una y más vezes». Sin duda
Artemisia fue engañada por Agostino, que, para seducirla, prometió casarse con
ella ocultándole su matrimonio con otra mujer en Livorno. De hecho, Artemisia
aludió a estos engaños solo al ser torturada por orden de los jueces, que querían
saber si había dicho la verdad: «Este es el anillo que me das y estas son las
promessas» repetirá varias veces, postrada por el dolor de los «sibilos»- que le
apretaban los dedos.
Imposible saber qué ocurrió realmente, entre otras cosas porque los testigos
que desfilaron durante las audiencias —artesanos, lavanderas, pintores (entre
ellos Cario Saraceni), modelos y otras gentes— dan la impresión de competir en
no decir la verdad, de modo que el proceso parece una cábala de mentiras y
acusaciones recíprocas. Durante todo el tiempo que duró, desde marzo hasta el
otoño de 1612, solo Artemisia y Agostino siguieron sosteniendo los mismos
argumentos: ella, que había sido violada, él que ella mentía y que todos sabían
que era una mujer de mala fe.
Pero, si es difícil pensar que la dramática narración del estupro y la violencia
fueran fruto de la fantasía de una muchacha determinada a que se casasen con
ella, es preciso distinguir entre la seducción seguida de violencia, y la violencia
brutal empleada por un desconocido.
Con todo, puede imaginarse el papel que en el asunto desempeñó Orazio
Gentileschi. Fue efectivamente Orazio quien inició el proceso para que Agostino
fuera inculpado. Pero lo extraño es que su denuncia llegó un año después de la
violación. ¿Por qué? Es cierto que su hija, como resulta de las Actas, le confesó
lo ocurrido solo al cabo de unos días, pero no parece verosímil que el padre
hubiese esperado un año para pedir justicia ante lo que, repetidas veces, llamó un
«asesinamiento cometido contra mí»- (nótese, contra él y no contra Artemisia).
Nos sentimos, pues, inclinados a creer que Orazio conocía la existencia de lo
que ya era una relación entre Agostino y su hija, y que la consentía. Entonces,
¿qué ocurrió para que cambiase radicalmente de idea? En distintos momentos
del proceso se habla de un cuadro, de una «Judith de gran tamaño» que había
sido robada del estudio de Gentileschi por Agostino y por un cierto Cosimo el
furriel, muerto poco antes del proceso y probablemente un bribón. De ese robo
habla también Orazio en una carta de súplica al Santo Padre-.
Robo de cuadros, pues, antagonismo con Antonio, su colaborador en Monte
Cavallo, historias de préstamos de dinero, quizá también unos celos incestuosos
por la hija demasiado diestra y demasiado bella, fue lo que llevó a Orazio a dar
ese paso, poniendo bajo los ojos de todo el mundo un hecho que pertenecía ya al
pasado. Orazio pensó probablemente en todo antes de decidirse a denunciar a
Agostino: en sus celos profesionales, en algún deseo suyo de venganza, en todo
salvo en su hija Artemisia. En efecto, no tuvo en cuenta que, solicitando el
proceso, ponía escandalosamente a la joven pintora en boca de todos, y le
ocasionaba una violencia sin duda más grave que la padecida un año antes.
Artemisia, ya mirada como un ser raro por dedicarse al «ejercicio de la pintura»,
tan insólito en una mujer, se vio convertida en centro de un asunto cuyo eco
recorrió toda la península. Desde entonces se la acusó de tener demasiados
amantes y de llevar una vida deshonesta, como, por otra parte, seguirán haciendo
algunos biógrafos del siglo siguiente. No olvidemos el agravante que constituía a
los ojos de sus contemporáneos el hecho de haber osado desempeñar un oficio
reservado a los hombres.
De todos modos, debió de ser una experiencia terrible para Artemisia, víctima
en cualquier caso, porque nunca se dio crédito a su versión de los hechos: le
fueron impuestas visitas ginecológicas en presencia de los jueces, fue torturada,
se la obligó a mantener careos con personajes abyectos pagados para mentir.
Cerca de un mes después del fin del proceso, Artemisia contrajo matrimonio
con un cierto Pietro Antonio Stiattesi, tal vez pariente de aquel Giovan Battista
que había sido testigo clave durante los interrogatorios. Aquella boda tan
precipitada se celebró en la iglesia del Santo Espíritu en Sassia- y parece haber
sido hecha expresamente para borrar el recuerdo del escándalo.
Orazio, cosa curiosa, nada más salir Agostino de la cárcel, reanudó la amistad
con él pese a haberlo tachado de traidor tan a menudo, demostrando así, una vez
más, que anteponía los intereses del oficio a la reputación de su hija. Artemisia,
recién casada, se trasladó con su marido a Florencia, sin duda para huir de la
expectación que se había creado en torno a su persona.
Se conocen pocas obras juveniles de Artemisia, aunque de algunas cartas de
Orazio se deduce que había trabajado asiduamente muy pronto y con excelentes
resultados. Noticias más precisas sobre su pintura se tienen justamente a partir
de su estancia en Florencia, donde Artemisia trabajó para el gran duque Cosimo
II y fue tenida en gran consideración gracias a su indiscutible talento. No se sabe
con qué credenciales llegó al gran ducado, pero probablemente en aquella
ocasión se sirvió más de la ayuda de su tío pintor Aurelio Lomi, famoso en
Toscana, que de la de su padre. Ello se deduce de una carta— del secretario de
Cosimo II; Orazio, de hecho, no era especialmente conocido en aquella ciudad.
Esta hipótesis parece tener algún fundamento, dado que Artemisia firmó los
cuadros del periodo florentino precisamente con el nombre de Lomi.
Así pues, en Florencia, Artemisia, rotos los lazos que aún la unían a su padre,
emprendió sola su carrera, bien acogida y considerada por la calidad de su vena
pictórica, particularmente feliz en aquel momento, y tal vez también gracias a ser
mujer, cosa que por entonces pudo concitarle la simpatía de muchos.
Su pintura adolecía aún del influjo de Orazio, pero no tardó en hallar un sello
personal. En efecto, aunque partícipe de aquella corriente del caravaggismo que
tuvo precisamente en Orazio a uno de sus mayores representantes, Artemisia
experimentó buscando un camino propio. Como la mayor parte de los pintores
caravaggescos, eligió heroínas tomadas de la Biblia o del Nuevo Testamento,
pero consiguió penetrar de forma original en su psicología, casi como si dejase
salir libremente de sus Betsabés, Judiths, Susanas y Lucrecias posibles maneras
de ser aún inexploradas. Y en esta clave se podrían leer las bellas pinturas de este
periodo. En la M a g d a le n a del Palacio Pitti, la protagonista vestida con una tela
de seda de color oro que tanto gustaría a Orazio, parece pedir que la dejen
tranquila, interesada solo en la calma de su estancia y en el contacto con sus
objetos.
Con toda probabilidad en Florencia pintó lo que se considera como su obra
maestra, la J u d ith d e g o lla n d o a H o lo fe rn e s , cuadro ambicioso en sus intenciones
y sin duda plenamente logrado. En el interior de una tienda aparece el general
asirio, tendido en el lecho y sorprendido en el instante en el que Judith le corta el
cuello, mientras con extremo esfuerzo dirige una súplica a imaginarios
espectadores. En un espasmo de dolor que retuerce su cuerpo musculoso, alarga
el brazo casi como para golpear a la sierva que, inclinada sobre él, ayuda a su
señora a perpetrar el horrible crimen. Judith, aferrando con una mano los
cabellos del hombre, blande con la otra la espada que asesta el golpe mortal.
Desde el punto de vista pictórico el cuadro es de óptima calidad; basta
observar con qué habilidad están pintados los tejidos: los hermosos paños
blancos del lecho, el suave terciopelo rojo que cubre el cuerpo de Holofernes y
el brocado amarillo oro del vestido de Judith. Pero el cuadro no ha despertado
tanto la curiosidad por su belleza, cuanto por la extraordinaria violencia de la
escena representada, impregnada de la sangre que brota copiosamente de la
cabeza cortada y se derrama sobre las sábanas blancas, hasta salpicar los
vestidos de las dos mujeres.
Sobre estos detalles Longhi escribió:

¿Quién podría pensar que en una sábana estudiada con candores y


sombras heladas dignas de un Vermeer de tamaño natural, iba a ocurrir
una carnicería tan brutal y feroz que pareciera hecha por mano del
verdugo Lang?—. Pero —uno tiene casi ganas de decir— ¡esta mujer es
terrible! ¿Ha pintado todo esto una mujer? Imploramos gracia,

y también:

aquí no hay nada sádico, es más, lo que sorprende es la impasibilidad


ferina de quien ha pintado todo esto y ¡ha conseguido incluso percatarse
de que la sangre, brotando con violencia, puede salpicar con dos orlas de
gotas el chorro central! ¡Os digo que es increíble! ¡Y luego, dad, por
favor, a la señora Stiattesi —tal es el nombre de casada de Artemisia—
tiempo para elegir el puño de la espada que debe servir para la ocasión!
Por último, ¿no os parece que el único gesto de Judith es el de apartarse
lo más posible para que la sangre no manche su traje recién estrenado de
seda amarilla? Pensamos en todo caso que se trata de un vestido de la
casa Gentileschi, el más refinado guardarropa de sedas del siglo xvii
europeo después de Van Dyck—.

Ciertamente Longhi acierta una vez más cuando habla de la impasibilidad y


distanciamiento de quien ha pintado el cuadro poniendo en dificultades a quien
quisiera ver en él un evidente nexo con la violencia sufrida por la joven
Artemisia. Pero también Judith parece distante, y trata de apartarse del atroz
delito que sus manos, guiadas por un inexorable destino, están cometiendo, y no
solo para que «la sangre no manche su traje recién estrenado», sino también para
salir lo antes posible de aquella especie de pesadilla.
Sorprende la figura de la criada, que, contrariamente a cualquier referencia
bíblica, aparece como parte activa en este asesinato. No es el odio por
Holofernes lo que la empuja, sino la devoción por su señora. ¿Cuál es, pues, el
mensaje que Artemisia quiere transmitir poniendo en el centro del cuadro a una
joven cómplice? ¿Quiso evidenciar la importancia de una complicidad, de una
solidaridad femenina que a ella, «distinta» en cuanto pintora, sin duda le faltó?
La vida de Artemisia se vio continuamente turbada por preocupaciones
familiares: disgustos con su marido, que pronto la dejará, afanes por sus
hermanos más jóvenes y nostalgia de su padre lejano. Fue precisamente por este
tipo de motivos por lo que hacia 1620 decidió regresar a Roma, que siempre
llamó su patria querida. Esta nueva estancia se prolongó durante algunos años—.
Artemisia era una mujer distinta de la que había huido tras el demasiado célebre
proceso, era ya una artista seria, protegida por el gran duque de Toscana,
estimada y admirada por los muchos señores y mecenas romanos. Su fama,
unida a la curiosidad que debía nacer en tomo a una mujer dedicada a la
profesión de la pintura, circuló rápidamente también por el ambiente de los
pintores italianos y extranjeros: el pintor francés Dumonstier quiso inmortalizar
su mano en el acto de pintar. Romanelli, según narra Baldinucci—, quiso
retratarla, fascinado, además de por su belleza, por su habilidad pictórica.
En Roma Artemisia reanudó la relación con su padre, en compañía del cual
emprendió con toda seguridad un viaje por la Italia del norte. En Génova, donde
debió de pasar algún tiempo con su padre, se han hallado dos pinturas suyas
representando a una Cleopatra y a una Lucrecia. En esa ciudad pintó tal vez el
bellísimo cuadro de Susana co n lo s v ie jo s , hoy en la colección Schónborn de
Pommersfelden. La renovada colaboración con su padre fue sumamente
provechosa para Artemisia. Orazio, en efecto, atravesaba una fase muy creativa
y fue precisamente en Génova donde pintó uno de sus mejores cuadros: L a
A n u n c ia c ió n , que se encuentra en la Galería Sabauda de Turin. Artemisia, que
había experimentado en soledad todas sus capacidades, y Orazio, en la plenitud
de su madurez, debieron de estimularse recíprocamente, y podemos imaginar
interminables conversaciones entre ellos sobre las cualidades de los colores,
sobre los matices que convenía usar, sobre los temas que podían representarse.
En Génova, en suma, padre e hija debieron de mantener por fin un diálogo de
igual a igual, donde ya no había maestro ni discípula.
Puede que en la capital de la Liguria se separasen los caminos: que Orazio
prosiguiera su viaje hacia la corte de Inglaterra, adonde había sido enviado, y
Artemisia se dirigiera a la Italia del norte. De ella poco se sabe en los años que
van de 1625 a 1630. Casi seguramente estuvo en Venecia, como atestiguaría una
serie de poesías en su honor recientemente descubiertas—, en las que se habla de
una señora Artemisia Gentilesca, pintora romana en Venecia, y se citan y
describen diversas obras suyas.
En 1630 Artemisia se hallaba ciertamente en Nápoles, desde donde escribió
varias cartas al famoso mecenas y amigo de artistas Cassiano del Pozzo. Las
cartas de Artemisia son un documento precioso para sus biógrafos porque en
ellas se habla ampliamente y con detalle tanto de los cuadros en los que estaba
trabajando o que proyectaba como de su vida en Nápoles, dividida entre trabajo,
satisfacciones y ganancias, pero también inevitables dificultades cotidianas.
Artemisia llegó a Nápoles en plena madurez, precedida por la fama que la
acompañaba ya por doquier, y su pintura debió de representar una novedad en la
ciudad partenopea, dado que varios artistas napolitanos, entre ellos Massimo
Stanzione, no desdeñaron visitar el estudio de la «Maestra Artemisia»,
fascinados por el esplendor de su paleta de colores. Con toda probabilidad
también Artemisia sintió curiosidad por un modo de pintar distinto del suyo y
recibió, por tanto, estímulos para renovar su búsqueda pictórica. L a A n u n c ia c ió n
de Capodimonte es el primer cuadro que atestigua esta nueva orientación: se
advierte en él un alejamiento del estilo de Orazio y de la nitidez de un cierto
Caravaggio. Parece como si quisiera dejar a un lado el efecto un poco teatral del
cuadro para abandonarse al puro placer de pintar.
En Nápoles Artemisia vivió junto con su hermano Francesco, que le hizo de
secretario, y con sus dos hijas habidas de un marido desaparecido demasiado
pronto con el que no volvió a tener ningún contacto, tanto que en una carta a
Cassiano del Pozzo se lee esta apostilla: «Servios darme nuevas de la vida o
muerte de mi marido»—.
Tenaz e infatigable trabajadora, no descuidó nunca las relaciones con los
personajes que podían serle de alguna utilidad: mantuvo contactos con el gran
duque de Toscana, su primer protector, con el duque Francesco I de Este,
apasionado de su pintura, con el ya citado comendador Del Pozzo; estableció,
además, contactos con Carlos I de Inglaterra, que a instancias de Orazio la invitó
a trabajar para aquella corte.
Madre solícita, se ocupó mucho de sus hijas: «Yo, para colocar a una hija
mía, iré a Pisa este mes de mayo a vender unos bienes míos...»12, «la ocassión
urgente que ahora se me presenta de colocar a mi hija en matrimonio, me empuja
a recurrir a vuestra benignidad para ayuda y consejo, segura de ser atendida,
como otras vezes. Sr. mío, para concluir y gerrar este matrimonio, me falta una
pequeña suma de d in e ro » .
En Nápoles trabajó con todos los artistas más estimados y, junto con
Lanfranco, Stanzione, Beltrano y Fracanzano, fue invitada a pintar tres telas para
la catedral de Pozzuoli. Tuvo además muchos encargos de retratos, tanto en la
ciudad como en provincias. Pero si se da crédito a sus declaraciones, Nápoles
nunca le gustó y pensó a menudo en volver a Roma: «no tengo voluntad de
quedarme en Nápoles, assí por los tumultos de las guerras como por la mala
vida»13. En cambio vivió en Nápoles, salvo alguna interrupción, hasta el final de
sus días.
Realizó algún viaje a Roma para «gogar de la patria, y servir a los amigos y
patronos» y luego, hacia 1637, hizo un viaje a través de Europa que concluyó en
Inglaterra, en la corte de Carlos I, quien la había llamado para que trabajase
como pintora oficial junto a su padre.
Los Gentileschi, padre e hija, trabajaron juntos durante cerca de un año en la
corte inglesa. Aquella nueva colaboración artística se vio trágicamente
interrumpida el 7 de febrero de 1639 por la muerte de Orazio.
Se cree que pertenece al periodo inglés el A u to r re tr a to co m o a le g o ría de la
p in tu r a 23, cuadro de grandes cualidades. Representa a una hermosa mujer
morena mientras está pintando; la mano derecha tendida hacia la tela, en la
izquierda la paleta con los colores; la mujer, ataviada con esmero, aparece
levemente despeinada, como si no se hubiese cuidado de apartar el mechón que
le cae sobre la cara. Esa bella mujer tan concentrada en la pintura es Artemisia.
Al encontrarse sola en Inglaterra, abandonada esta vez para siempre por su
padre, se preguntó qué razones tenía para seguir alejada de su tan amado país, y
en una bella carta dirigida al duque Francesco I de Este— explicaba los motivos
que la indujeron a rogar a los monarcas ingleses que la dejasen volver a su
patria. La carta está fechada «en Londres, el día 16 xbre de 1639 años»: no se
tienen más noticias de Artemisia hasta 1648. Diez años sobre los cuales puede
hacerse toda clase de suposiciones. ¿Volvió enseguida a Roma, o a Nápoles, o
bien se detuvo antes en otras capitales europeas? Aunque no se conocen sus
desplazamientos, se puede suponer que durante aquellos años oscuros para
nosotros, la pintora continuara trabajando con la acostumbrada intensidad para
servir a los nobles señores que la protegieron toda su vida. En aquellos años
pintó quizás el gran cuadro de E s th e r y A s u e ro , hoy en el Metropolitan Museum
de Nueva York, y el N a c im ie n to de San J u a n B a u tis ta , conservado en el Prado
en Madrid. Cuadros que dan testimonio de su superior estatura artística.
De vuelta a Nápoles, donde había conservado muchas relaciones, Artemisia
empezó a trabajar para don Antonio Ruffo de Messina, que, habiendo conocido
la habilidad y la fama de la pintora romana, le encargó diversas e importantes
telas, como se deduce de la correspondencia entre ambos. A través de las cartas
es posible trazar un nuevo retrato de la pintora ya con más de cincuenta años de
edad. Artemisia parece haber dejado atrás los sueños de grandeza ligados a su
juventud para contentarse con mantener decorosamente su oficio. En sus últimas
cartas ya no se jacta de haber servido a los mayores príncipes de Europa, sino
que se detiene a menudo en problemas contingentes, como demuestra el
requerimiento para que Ruffo le pague mejor cierto cuadro «pues el dispendio es
mucho a causa de tener estas mugeres desnudas»— o la apostilla en la que añade:
«Advierta V.S. Illma. que quando yo pido un precio no lo hago al uso de
Nápoles, que piden treynta y luego dan por quatro, yo soy Romana y por tanto
quiero conducirme siempre como Romana»—. Alude también a sus muchas
enfermedades y a esa incapacidad suya de soportar el calor sofocante de los
estíos napolitanos.
Se tiene la sensación de que el último periodo de su existencia fue menos
espléndido que los anteriores. Puede que su vena creativa se hubiera ido
agotando o que, sintiéndose limitada por las imposiciones de sus clientes, no
pudiera experimentar nuevos caminos. Cansada de una existencia vivida tan
intensamente, es probable que aceptara con facilidad su confinamiento en un
artesanado de gran clase. Por lo demás, otras escuelas pictóricas empezaban a
ejercer su influencia en el arte italiano, y la de Caravaggio, aun siendo muy
popular todavía, perdía actualidad. El estilo pictórico de Artemisia envejeció sin
renovarse. Encerrada en su estudio napolitano, vivió ocupada en pintar con mano
experta una G a la te a para don Antonio o estudiándose una vez más en el espejo,
ya tantas veces consultado, para un último autorretrato.
De muy distinta forma, en cambio, la recuerdan dos contemporáneos suyos.
Giovan Francesco Loredano y Pietro Michele, no perdonándole el haber sido
admirada protagonista en un mundo considerado desde siempre masculino, le
dedicaron dos ultrajosos epitafios que tienen, sin embargo, el mérito de dar a
conocer la fecha aproximada de su muerte, ocurrida antes de 1653—:
Epitaffio XXXIX d ’Artemisia Gentilesca

Co ’1dipinger la faccia a questo, e a quello


Nel mondo m’acquistai merto infinito;
Ne l’intagliar le coma a mio marito
Lasciai il pennello e presi lo scalpello.

E p ita ffio X L d e llo stesso soggetto


Gentil’esca de cori a chi vedermi
Poteva sempre fui nel cieco Mondo;
Hor, che tra questi marmi mi nascondo,
Sono fatta Gentil’esca de vermi—.

En Roma, en las salas de la galería Corsini se encuentra el autorretrato de


Artemisia recientemente reintegrado por R. W. Bissel: la representa en edad
madura con la paleta en la mano mientras está pintando el retrato de un hombre,
de modo que la cabeza del hombre está a la altura de la suya. El cuadro,
probablemente del último periodo napolitano, resulta emblemático. En efecto, no
se puede evitar pensar que los dos personajes correspondan a dos distintos
aspectos de la personalidad de Artemisia, su indiscutible femineidad unida a un
carácter fuerte y viril.
Así, gusta recordar a la maestra Artemisia como una mujer capaz de una
fuerza y una voluntad poco comunes en su sexo, que le permitieron atravesar con
la cabeza alta y con éxito las muchas dificultades de su vida.

( 1981)

1 A. Banti, A rte m is ia , Milán, Mondadori, 1947.

2 R. W. Bissel, «Artemisia Gentileschi. A new documented chronology», en The A r t B u lle tin , núm. 50,
págs. 153-168.

3 R. Longhi, «Gentileschi padre e figlia», en L ’A rte , núm. 19, 1916.

4 L. Tanfani-Centofanti, N o tiz ie d i a rtis ti tra tte d a i docum enti p is a n i, Pisa, E. Spoerri, 1896, págs. 221-223.

5 Archivo de Estado, Roma: Archivo del Tribunal Criminal del Gobernador de Roma, proceso 7 (S tu p ri et
— P ro c u ria et F is c o en. e A u g u s tin u n Tassum P icto re m ), sobre 104, año 1612, fols. 270-448.
L e n o c in ij

6 Véase la nota 53 a las Actas del proceso.

7 Cfr. Tanfani-Centofanti, op. c it.

8 La carta que abre el proceso, aquí publicada en la pág. 77.

9 Cfr. R.W. Bissel, op. c it.

10 A. M. Crinó, «More letters from Orazio and Artemisia Gentileschi», en B u rlin g to n M ag a zin e , núm. 102,
1960, págs. 264-265.

11 Josef Lang, sórdido verdugo austríaco, que el 10 de julio de 1916 (año del artículo de Roberto Longhi)
había ejecutado públicamente al patriota trentino Cesare Battisti en un macabro espectáculo mediático
inmortalizado por los fotógrafos [Nota del T.j.

12 Cfr. Longhi, art. cit.

13 Cfr. R.W. Bissel, o p . c it.

14 F. Baldinucci, N o tiz ie d e i p ro fe s s o ri d e l d is e g n o , Florencia, Santi Franchi, 1681, págs. 290-293.

15 I. Toesca, «Versi in lode di Artemisia Gentileschi», en P a ra g o n e , núm. 22 (251), 1971, págs. 89-93.

16 G. Bottari, R a c c o lta d i le tte re s u lla p ittu r a , Roma, Herederos de Barbiellini, 1754, tomo I, págs. 348-
354, aquí en la pág. 242.

17 Carta a Andrea Cioli, véase pág. 241.

18 Carta a Cassiano del Pozzo, cfr. G. Bottari, o p . c it., aquí en la pág. 242.

19 Crinó, o p . c it.

20 Hampton Court Palace, Colecciones Reales.

21 F. Imparato, «Documenti relativi ad Artemisia Gentileschi pittrice», en A r c h iv io S to ric o d e l l ’A r te , II,


1889, págs. 423-425, aquí en la pág. 245.

22 V. Ruffo, «La Galleria Ruffo nel sec. XVII in Messina», en B o lle ttin o d ’A r te , X, enero-febrero de 1916,
págs. 46-54, y aquí en pág. 247.

23 Ib id e m , y aquí en pág. 262.

24 E. Battisti, «La data di morte di Artemisia Gentileschi», en M itte ilu n g e n des K u n s t-H is to ris c h e n
Florencia, X, 1962-1963.
In s titu te s ,

25 « E p ita fio X X X IX de A r te m is ia C e n tile s c a / Pintando el rostro deste y de aquel otro / Me ha dado el


mundo un mérito infinito; / Y por tallar los cuernos al marido / los pinceles dejé y el cincel quise»;
« E p ita fio X L s o b re e l m is m o te m a / De corazones Gentil-cebo siempre / fui del que en ciego Mundo pudo
verme; / Hoy que entre mármoles me escondo, / me he vuelto Gentil-cebo de gusanos».
Nota sobre «Judith y Holofernes»

R oland B arthes1

[...] En la tragedia de Hebbel, Judith, virgen a pesar de su matrimonio, se


dispone a matar a Holofernes por razones patrióticas, pero debido a su debilidad
sensual se deja poseer por él, luego se recupera y lo mata para vengarse. En la
J u d ith de Henry Berstein (dramaturgo francés de comienzos de siglo, hoy pasado
de moda), Judith, muchacha frígida, quiere ante todo darse a «conocer»,
inmortalizar su nombre. Enamorado de ella, Holofernes la comprende y se
ofrece a sus golpes por amor; desorientada, Judith cede, luego retoma ánimos y
degüella al amante demasiado generoso. También Giradaux ha escrito una J u d ith
(en 1931); paradójicamente, esta mata a Holofernes por amor, de ahí la ironía de
la acogida gloriosa que el pueblo hebreo le reserva.
Estas diferentes transformaciones tienen un punto en común: la ambivalencia
de la relación, a la vez erótica y fúnebre, que une a Judith y a Holofernes.
Si hablo de estas historias diferentes es porque la pintura, contrariamente a las
representaciones escritas, no puede influir directamente en el sentido del
episodio.
La historia no puede ser realmente transformada porque la pintura (salvo en
el caso excepcional de secuencias, como la de la profanación de la hostia o la de
santa Úrsula) puede representar solo un momento de la anécdota. No
representándose el «antes» y el «después» de ese momento, el significado queda
suspendido entre varias posibilidades; se puede interpretar el momento hasta el
infinito, pero también no interpretarlo en absoluto: este es, contradictoriamente,
literal y polisémico. A este momento pintado lo he llamado en otro lugar
«numen», porque es como el gesto silencioso de un dios que da existencia a un
destino con una simple inflexión de su voluntad, sin tan siquiera comentar o
explicar ese destino. En la historia de Judith, el nu m e n , por exigencias patéticas,
puede ser solo la mutilación de Holofernes, tanto si, como en Artemisia
Gentileschi, se representa literalmente la decapitación y, por mayor exactitud, el
momento en el que, hallándose la espada al final de su movimiento, la cabeza
está a punto de separarse del tronco; como —caso de Botticelli— se representa
el cuerpo decapitado, sin cabeza, acabado ridiculamente en el cuello, al modo de
una gallina a punto de ser metida en la olla.
El num en de la pintura es un tipo de acontecimiento absoluto que de algún
modo «obliga» a la interpretación. Sin embargo, el decoro permite producir una
especie de vibraciones semánticas. Artemisia ha pintado con especial esmero el
lecho sobre el cual Judith mata a Holofernes (embrutecido por el vino).
En la versión latina de la Biblia, esta cama es llamada «lectulus»; el le c tu lu s
puede ser un triclinio, un lecho fúnebre o un lecho nupcial, de modo que el
pintor, simplemente a través del lecho, se mide con la profunda ambivalencia de
la historia; que vista un poco de lejos (y es eso lo que exige la sabia arquitectura
del cuadro), la escena es, por así decirlo, una exhibición de miembros
entrelazados y compuestos de tal modo que pueda ser «leída» indistintamente
como una carnicería amontonada o como una composición de posturas
amorosas; si las dos mujeres hubieran querido abusar del general, no se habrían
portado de otra forma.
Y aquí reside la fuerza del cuadro: en la brusca inversión de papeles.
Clásicamente, el patetismo de la escena debería ser religioso y patriótico; lo es
sin duda, pero se le superpone otra ideología que nosotros los modernos leemos
claramente: la reivindicación femenina. La primera genialidad consiste en haber
puesto en el cuadro a dos mujeres y no solo una, mientras que en la versión
bíblica la sierva espera fuera; dos mujeres asociadas para un mismo trabajo, con
los brazos interpuestos, que reúnen sus esfuerzos musculares con un mismo fin:
vencer una masa enorme cuyo peso supera la fuerza de una sola mujer. ¿No
parecen dos trabajadoras a punto de degollar a un cerdo? Todo esto se asemeja a
una operación de cirugía veterinaria. Mientras tanto (segunda genialidad), la
diferencia social de las dos compañeras es puesta en evidencia con agudeza: la
señora tiene a distancia la carne, ofrece un aspecto disgustado aunque resuelto;
su ocupación habitual no es matar animales; la criada, en cambio, conserva un
rostro tranquilo, inexpresivo; sujetar al animal es para ella un trabajo como
cualquier otro: mil veces al día ayuda en tareas igualmente triviales. En fin,
invertid la imagen y observad detenidamente la fisonomía de Holofernes: es un
rostro muy personalizado, y de manera sorprendente: porque en su posición (en
su función) ¿necesitaba acaso parecerse a alguien? Y por tanto, con la boca
abierta, este «individuo» (y no solo personaje) mira: ¿qué mira?
Este cuadro, tan claro, tan fuerte, encierra, pues, todos los ingredientes de una
novela; su belleza reside en que contiene una energía «literaria».1

1 R. Barthes, «Deux Femmes. Sur le tableau d’Artemisia Gentileschi “Judith et Holopherne”», en


número monográfico de Mot pour Mot/Word for Word, núm. 2, París, Yvon Lambert, 1979, págs.
Artemisia,
8-13.
ACTAS DE UN PROCESO POR ESTUPRO

Estupros y Lenocinios
Pro Curia et Fisco
Contra Agostino Tasso Pintor
Súplica de Horatio Gentileschi

Beatíssimo Padre-, Horatio Gentileschi Pintor-, humildíssimo siervo de


Vuestra Santidad, manifiesta con toda reverenda que, por mediación y a
instancias de su inquilina Tuzia, una hija del declarante^ fue desflorada por la
fuerga y carnalmente conogida una y más vezes por Agostino Tasso1234, pintor y
amigo intrínseco y compañero- del declarante. Haviéndose entremetido también
en este osceno negogio Cosimo Quorli, furriel de V.S.-; considerando que,
allende la desfloragión, este mismo Cosimo furriel quitó con un embelego a esta
misma donzella algunos quadros de pintura de su padre y por más señas una
Judith de gran tamaño-; y siendo, Beatíssimo Padre, un hecho tan feo y
cometido con tan grave y enorme lesión y daño del pobre declarante,
mayormente baxo fe de amistad, que lo convierte en assesinamiento cometido
contra mí, mayormente por una persona hecha a delitos peores teniendo como
colaborador dél al dicho Cosimo Quorli. Por lo qual, hincado de rodillas a
vuestros Santos pies, os suplica in visceribus Christi que proveáis ante tan feo
esgesso en los términos devidos de justigia contra quien corresponda, porque,
allende de hazer una gragia señaladíssima, será causa de que el pobre suplicante
no lleve a la ruina a sus otros pobres hijos- y pida siempre a Dios justíssima
recompensa para V.S. Nos... a la Santidad de Nuestro Señor... por Horatio
Gentileschi Pintor.

1 El pontífice Pablo V (Cantillo Borghese), papa entre 1605 y 1621.


2 Orazio Gentileschi nació en Pisa en 1563, en el seno de una familia florentina; trabajó primero en
Toscana con su hermanastro Aurelio Lomi. Se trasladó a Roma hacia 1585, donde trabajó asiduamente. En
los años 1621-1623 residió en Genova y luego en Francia, donde vivió dos años. En 1626 se trasladó a
Inglaterra, donde llegó a ser pintor de corte. Murió en Londres en 1639.
3 Se refiere a Artemisia.
4 Agostino Tassi, nacido hacia 1580 en Ponzano Romano, hijo de Domenico Buonamici; se trasladó a
Roma, donde tomó el apellido del marqués Tassi, su protector. Trabajó en Florencia en la corte de Cosimo
de’ Medici. De regreso a Roma trabajó con Genüleschi en el palacio pontificio de Monte Cavallo (hoy
palacio del Quirinal) y en el Casino de las Musas del Palacio de Scipione Borghese (hoy palacio
Rospigliosi) justo en los años en los que tuvo lugar el proceso. Acusado de haber violado a Artemisia,
sufrió un año de detención en la cárcel de Corte Savella. Estimado como pintor de paisajes siguió
trabajando asiduamente en Roma hasta su muerte, ocurrida en 1644. Para una cronología más detallada,
véase la monografía de Teresa Pugliatti, A g o s tin o Tassi, tr a c o n fo rm is m o e lib e r ta , Roma, De Lúea, 1977.

5 Compañero de profesión, es decir, pintor [Nota del T.j.

6 Despensero papal; Cosimo Quorli murió antes de celebrarse el proceso.

7 El cuadro de la Judith al que se refiere Gentileschi no ha sido identificado con precisión.

8 Los otros hijos de Orazio Gentileschi: Giovanni Battista, Francesco, Giulio, otro Giovanni Battista (como
el primero, murió también siendo de corta edad) y Marco. En el proceso se nombra solo a tres hijos:
Francesco, Giulio y Marco. Para noticias más precisas, cfr. R. W. Bissel, «Artemisia Gentileschi. A new
documented chronology», en A r t B u lle tin , núm. 50, 1968, pág. 154, nota 9.
Narración de los hechos

Narración del hecho acaecido entre Agostino Tasso, Artemisia Gentileschi- y


Cosimo Quorli furriel con la mediación de Tuzia de Stefano Medaglia.

El día de la Santa Cruz de Mayo, hará ahora un año, Agostino Tasso fue
introducido en la casa por consejo de Tuzia y assí como llegó, al punto contengo
con buenas palabras a persuadir a Artemisia de que obrasse con su padre para
echar a Francesco Scarpellino, que estava como aprendiz del señor Orazio, y
esto hazla Agostino porque el dicho Francesco Scarpellino no havía querido
hazer de rufián y dalle entrada en casa de Artemisia.
Al cabo de pocos días Cosimo el furriel fue con su muger y con la cuñada de
Agostino- en coche a casa de Orazio Gentileschi y se llevaron a passear a
Artemisia yendo en compañía dellos su padre Orazio, y todos se llegaron a la
casa de Cosimo, hombres y mugeres, y en la casa comieron todos juntos.
Algunos días después deste almuerzo, Agostino, haviendo hallado la puerta
de casa de Artemisia abierta, como huésped no invitado, entró en casa y se llegó
a Artemisia y la halló pintando, y con ella a Tuzia que assistía sentada con su
hijo entre las piernas, y acercándose a Artemisia, ordenó a Tuzia que subiesse
arriba porque quería hablar a solas con Artemisia, y Tuzia, se levantó al punto y
se fue arriba, y ese mismo día Agostino forgo a Artemisia y se marchó, y aquella
misma noche volvió a casa de Artemisia con el señor Orazio; y el señor Orazio
halló a Artemisia en cama enferma. Tras esto, Cosimo el furriel fue también una
mañana a solas a casa de Artemisia, y llegándose a ella, le buscó el honor y con
Tuzia presente le higo fuerga y quiso conogella carnalmente, mas no pudo
porque Artemisia no quiso y Tuzia no salió nunca de la sala y lo vio todo; y
Artemisia se lo contó todo a Agostino apenas lo vio.
Luego Agostino siguió siempre en tratos con Artemisia gozando della como
de cosa suya al havelle dado fe de casamiento quando la forgó, aunque tenía
muger, y después se lo confirmó otras dos vezes, y por más señas quando
Agostino tuvo el aviso por carta de que havían matado a su muger, que por
mayor prueva puso las cartas del aviso en manos de Artemisia y se las leyó-, y
demás destas le mostró cantidad de otras cartas del Gran Duque de Florencia- y
de otros cavalleros, y assí siguió siempre en tratos con Artemisia entrando por la
casa de Tuzia con toda comodidad y llevando consigo a su aprendiz Giovan
Lúea de Benevento, alias el Nápoles, a Salvatore Indiano y a otros.
Cosimo no solo intentó perder a Artemisia, sino que también intentó repetidas
vezes conocella carnalmente en la calle de la Cruz, en la casa del Santo Espíritu-
y en su propia casa, haviéndola hecho ir allí y mandando a su muger a recogella
con el coche muchas vezes; y por más señas, estos Carnavales, un día Cosimo y
su muger llevaron a Artemisia a los aposentos de abaxo y la dexaron en poder de
Agostino por espacio de una hora larga; y luego les dixo Cosimo a los dos: «Si
no havéis hecho vuestro gusto, peor para vosotros». Esto lo podrán declarar los
hijos de Cosimo, su carretero, el criado, la muger de Stiattese y los hijos de
Stiattese, y Stiattese con los otros hijos de Orazio Gentileschi.
Que Agostino forgó a Artemisia e higo lo referido arriba se podrá comprovar
con Stiattese en todos los particulares porque conoce la quintaesencia del asunto.
Que Agostino higo matar a su primera muger es cosa clara pues se hallarán
las cartas del aviso, y Stiattese lo sabe todo y también tienen notigia dello los
mismos Giovan Lúea su aprendiz y Salvatore Moro su criado.
Que Agostino intervino en estos negogios para alcangar su intento y para
someter a Artemisia a su plazer lo ha declarado Costanza, su cuñada, y lo sabrá
también el mismo Giovan Lúea, y Stiattese ha tenido indigios dello más de una
vez y la vieja que tuvo mano en la cosa se llama Vicenzia; y Laura Toscanella,
meretriz pública, lo sabe también porque ayudó.
Que Agostino estava amangebado con su cuñada es público y savido-, y de la
declaragión de Filippo, marido de Costanza, se sacará la verdad, y tuvo hijos con
ella y la forgó y por tal desfloramiento su muger, haviendo sido también forgada
por Agostino, cayó en la desesperación y entregó su alma a Dios, y luego
Agostino vino a Roma con su cuñada y aquí en Roma urdió hazella matar, como
higo, y a Roma llegaron los malhechores de Toscana y recivieron la pecunia por
matar a su muger y se encontrarán las cartas escritas por Giovanni Mercante de
Lucca.
Que Agostino echó a perder todos los tratos de matrimonio que se hazían para
Artemisia es público y savido, y Tuzia conoce por menudo cada particular igual
que Stiattese, que sabe lo del Modana como cosa segura.
Que Agostino tuvo mil reyertas con sus amigos por martel2 es público y
savido en toda Roma.
Que Agostino intentó muchas vezes llevarse a Artemisia fuera de Roma,
pregúntesele a Artemisia.
Y en último lugar véase que Agostino no quiso casarse con Artemisia
conforme a la promessa, y se verá que Cosimo Quorli es la causa dello porque
últimamente en esta casa del Santo Espíritu, en los aposentos de Tuzia, quiso
forgar a Artemisia y la maltrató gravemente y no la pudo tener haviendo hecho
lo que por Artemisia se sabrá; y assí mesmo por envidia y martel persuadió a
Agostino en secreto para que no se casasse con ella, según declarará
cumplidamente Stiattese8.
Que Cosimo le quitó a Artemisia un quadro de una Judith se verá por una
póliga escrita de mano de Cosimo en la qual se ordena a Agostino que se lo dé,
mas la póliga es falsa y no está escrita ni firmada por Artemisia, sino escrita en
casa de Cosimo en la mesilla de mármol durante los Carnavales: y el quadro fue
sequestrado por el señor Bulgherello en casa de Agostino, y ello no obstante,
este Filippo cuñado suyo lo sacó de casa por la noche para llevarlo a casa de
Cosimo y lo llevava el criado de Cosimo, y el señor Orazio, queriendo
recuperallo, lo denungió a la Guardia de Borgo- y el quadro quedó en poder del
notario de Borgo.
Cosimo ha hecho pregonar siempre por Roma que Artemisia era hija suya
preguntando a la gente si Artemisia se le parescía, y por más señas a su criada
Dianora, a Matteo su carretero, a Stiattese, a la muger de Stiattese, y con
Stiattese se ha jactado infinitas vezes assí de que era su hija como de havella
posseído—.
Agostino no puede dezir que Artemisia haya andado en tratos deshonestos
con otros porque será mentir por la barba, que desde el día que la forgó hasta hoy
siempre puso la guardia en torno a la casa de Artemisia para ver quién entrava y
salía della de día y de noche, y mediante las relaciones que le hizieron estos
guardianes suyos supo que havía sido una joven honestíssima y que no se
entregó a nadie sino a él y desto tuvo infinitas pláticas con Stiattese y le confesó
de su propia voluntad que está obligado a casarse con Artemisia como quiera
que sea pero que no se casa porque Cosimo el furriel se lo ha desaconsejado en
secreto, y que estándole muy obligado a Cosimo por havello librado de la
horca—, no puede resolverse sin el beneplágito de Cosimo, y aquesta es la
verdad de todos los hechos.
1 Artemisia Gentileschi nació el 8 de julio de 1593, cfr. R. W. Bissel, o p . c it., pág. 153, nota 8, «Líber
Baptizatorum: 1590-1603», iglesia de San Lorenzo in Lucina, VII, 10 de julio de 1593, fol. 78, núm. 157:
«Die dicta Artemisia filia di Horatii Gentileschi fiorentini, ed. d. Prudentis Montone Romanae eius uxoris
degens in n.ra Par. a ad Ripettam prope d. Jacobi Incurabilium nata die 8 Huius baptizata fuit suscepta and
Offrendo de offrendis Cremonem (sis) et ad Artemitia Capizachia Rom». Murió antes de 1653, cfr. E.
Battisti, «La data di morte di Artemisia Gentileschi», en M itte ilu n g e n des K u n s t- H is to ris c h e n In s titu te s in
F lo re n z , núm. 10, 1962-1963. Así pues, en la época del proceso Artemisia tenía 19 años y no 15, como
sostiene Orazio.

2 Costanza, llamada la «Fritterella», hermana de la mujer de Agostino.

3 En la época de los hechos Artemisia no sabía leer.

4 Cosimo II de’ Medici (1590-1621), gran duque de Toscana desde 1609 hasta su muerte.

5 Domicilio de Orazio Gentileschi.

£ En 1611 Agostino había sido acusado por su hermana Olimpia de adulterio e incesto con su cuñada
Costanza, mujer de Filippo Francini de Florencia, cfr. A. Bertolotti en G io r n a le d i E r u d iz io n e A r tís tic a ,
1876, núm. VII-VIII, pág. 194.

7 Por celos.

8 Giovan Battista Stiattesi, primo carnal de Cosimo Quorli, en la época del proceso vivía en la misma casa
de Horacio Gentileschi en Santo Spirito.

9 Distrito de Roma, llamado también Rione IV.

10 El 29 de noviembre de 1612 y, por tanto, un mes después de concluirse el proceso, Artemisia se casó
con Pietro Antonio di Vicenzo Stiattesi, florentino (cfr. «Libro dei Matrimoni II: 1607-1630», Santo Spirito
in Sassia, XVII, pal. 17, y R. W. Bissel, o p . c it., pág. 154, nota 9); quizá existía una relación de parentesco
entre los dos Stiattesi: Giovan Battista y Pietro Antonio, cfr. A. Moir, The I t a lia n F o llo w e r s o f C a ra v a g g io ,
Cambridge, Massachussetts, Harvard University Press, 1967, pág. 99, nota 101.1

11 No se sabe a qué suceso se refiere el notario; véase también el interrogatorio de Giovan Battista Stiattesi
(págs. 115 y ss.).
Interrogatorio de Artemisia

28 de marzo. Artemisia es interrogada por primera vez en el domicilio de su


padre, en la calle del Santo Spirito en Sassia, por el señor Francesco Bulgarello,
sobre sus relaciones con Agostino y sobre las circunstancias del estupro.

18 de enero de 1612 años

Fue interrogada en su domicilio habitual^, sito frente al Hospital del Santo


Espíritu al pie del Monte, por el magnífico y excelentíssimo señor Francesco
Bulgarello etc. y por mí etc. la señora Artemisia, hija del señor Orazio
Gentileschi, pintor, haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad y por
ella reiterado poniendo la mano- etc. fue por su Señoría.

Interrogada si sabe la causa por la que se la examina ahora.


me imagino la causa por la que Vuestra Señoría me quiere
R e s p o n d ió : Y o
examinar, porque ha días que he visto algunos comportamientos de mi padre,
que higo apresar a una inquilina que vivía en los aposentos de arriba llamada
Tuzia la qual urdió contra mí una traigión dando mano para que me infamassen.

Preguntándole que declare qué causa es esta que ella se imagina y que
manifieste y refiera de qué modo fue engañada por la dicha Tuzia y por qué ella
ha maquinado contra su fama.
R e s p o n d ió : Por la infamia y traigión de Tuzia que dixe antes, pienso que ella
fue la alcahueta que me higo forgar de gierto Agostino Tassi pintor, y para que
vuestra merced esté informada de todo, contaré cómo passó. Viviendo mi padre
el año passado en la calle de la Cruz, tenía en los aposentos de arriba a la dicha
Tuzia, que podían ser dos meses que havía venido a estar allí. Teniendo mi padre
amistad muy estrecha con el dicho Agostino Tassi, el qual, por ser amigo de mi
padre, empegó a venir por nuestra casa y a trabar amistad con la dicha Tuzia, y
entre otras vezes vino el día de la Santa Cruz de Mayo próximo passado y
empegó la dicha Tuzia a persuadirme de que el dicho Agostino era un joven
cortés y galante y que estaríamos bien juntos, y tanto higo que me induxo a
hablar con el dicho Agostino, haviéndome advertido la dicha Tuzia que un
criado que havía estado con nosotros andava hablando mal de mí y que el dicho
Agostino me informaría de lo que iva diziendo; que, por eso, desseando yo
enterarme de lo que ese criado llamado Francesco iva diziendo, tomé la
resolución el dicho día de la Santa Cruz de hablar con el dicho Agostino,
haviendo sido introduzido por Tuzia y acudiendo yo a la cita con el dicho
Agostino, él me dixo que el dicho Francesco se jactava de que yo le havía dado
lo que él havía querido. Yo le respondí que a mí poco me importava lo que
Francesco dixera porque savia cómo estava yo, que era donzella3, y él entonces
me dixo que le dava congoxa que el dicho Francesco fuesse diziendo aquello
contra mí por la amistad que tenía con mi padre porque él tenía en mucho mi
honra, y sin entrar en otros particulares se marchó. A la mañana siguiente
estando yo en la cama, que mi padre havía salido de casa, volvió a presentarse el
dicho Agostino en compañía de Cosimo el furriel de Nuestro Señor y Tuzia les
abrió, y oyendo yo gente subir por la escalera, me eché un sayo encima y fui a su
casa y, viendo que los que havían llegado eran Cosimo y Agostino, los saludé y
luego, volviéndome a Agostino, le dixe: «Por qué habéis traído aquí a este»,
refiriéndome a Cosimo; y Agostino me dixo que no huviesse cuidado y,
haviéndome sossegado yo, Cosimo se me agercó y empegó a persuadirme de que
le hiziesse buena cara a Agostino porque era un joven cortés que se lo merescía
todo, y rehusando yo hazer tal cosa y mostrando desagradarme ser tratada desta
manera, él añadió: «Si se lo havéis dado a tantos, bien podéis dárselo a él». Yo
entonces respondí a Cosimo llena de cólera que no hazía caso alguno de palabras
de bribones como él, y que se me quitasse de delante y le volví la espalda;
entonces él empegó a dezir que era todo una burla y al final se fueron Cosimo y
Agostino; pero yo me quedé turbada unos días por aquellas palabras, tanto que
mi padre se quexaba no haviéndole querido yo descubrir la causa de mi
turbagión y Tuzia con este pretexto le dixo a mi padre que devía hazerme
caminar un poco y que me perjudicava estar siempre en casa: luego, por la tarde,
Agostino me mandó un mochacho de Tuzia a dezirme que quería hablar comigo
un poco aquella noche y con dicho recado mandó a Tuzia un paño para hazelle
una zamarrilla a un niño que tenía, y oyendo yo este recado, me volví y dixe:
«Dezille que de noche no se habla con las donzellas». A la mañana siguiente mi
padre le dixo a Tuzia que creía conveniente hazerme salir un poco, y que me
llevasse a la iglesia de San Juan, creyendo que ella era persona de bien; y
mientras estávamos pensando salir por la mañana, avisados acaso la noche antes
por la Tuzia de que ívamos a ir a San Juan, aparescieron Cosimo y Agostino y se
pussieron a hablar con Tuzia de que me llevara a una viña, y al oír esto, yo me
alteré y dixe que no quería ir a ninguna viña y que se me quitaran de delante, assí
que se marcharon y nosotras fuimos a San Juan, donde me topé con Cosimo y
Agostino. Quando salí de la iglesia, Cosimo se quedó y Agostino me siguió y
quería ponérseme al costado, pero como me quexé dello, me siguió más de lexos
y me acompañó assí hasta casa. Estando en casa, en esto se presentaron los
Padres de Parroquia a buscar las cédulas de la Comunión y dexaron la puerta
abierta; Agostino subió, y al ver a estos Padres, empezó a bravear que les iva a
dar de palos diziendo esto a solas sin que los Padres lo oyeran, y se marchó; y
quando se fueron los Padres, volvió y empegó a quexarse de que yo me portava
mal con él y no le quería bien y que me arrepentiría dello, y yo le contesté: «Qué
arrepentir ni arrepentir; el que me quiera tendrá que ponerme esto», queriendo
dezir desposarme y ponerme el anillo, y le volví la espalda y me fui a mi
aposento y él se marchó. Aquel mismo día, después de comer, que el tiempo
estava lluvioso, mientras yo pintava por gusto un retrato de un niño de Tuzia-,
vino Agostino a dezir que tenía que entrar porque estava haziendo obra en su
casa y los albañiles havían dexado la puerta abierta, y viéndome pintar, me dixo:
«Menos pintar, menos pintar», y me quitó la paleta y los pinzeles de las manos,
los despartió por el suelo y le dixo a Tuzia: «Vete de aquí», y diziendo yo a
Tuzia que no se fuesse y no me dexasse, que ya se lo havía avisado antes, ella
dixo: «No quiero riñas, me voy en buenhora», y antes de irse ella, Agostino me
apoyó la cabega en el pecho, y quando ella se marchó, me cogió la mano y me
dixo: «Passeemos un poco juntos, que estar sentados enoja», y assí, después de
dar dos o tres vueltas por la sala, le dixe que me sentía mal y que creía que tenía
fiebre, y él contestó: «La fiebre la tengo yo por vos», y después de dos o tres
vueltas más, como al pasear nos agercávamos a mi aposento, quando llegamos a
la puerta de mi aposento, él me empujó y la gerró con llave y después de gerrar
me arrojó al borde del lecho dándome con una mano en el pecho, y me puso una
rodilla entre los muslos para que no pudiera juntarlos y levantándome el halda,
que gran pena le costó levantármela, me puso una mano con un pañuelo en la
garganta y en la boca para que no gritasse, y las manos, como antes me las tenía
cogidas, me las sujetó con la otra, haviendo puesto antes las dos rodillas entre
mis piernas, y enderezando su miembro contra mis partes empegó a empujar y lo
metió dentro, que sentía que me rasgava y me hazía gran daño y aunque por el
estorbo que me tenía en la boca no podía gritar, con todo yo intentava dar vozes
lo más possible llamando a Tuzia. Y le arañé la cara y le arranqué el pelo, y antes
de que lo metiesse dentro, le di una arremetida furiosa al miembro que hasta le
arranqué un trogo de carne, pero no se le dio un ardite y siguió su faena, tanto
que estuvo encima de mí una buena piega teniendo su miembro dentro de mis
partes, y después que huvo su contento se quitó de engima y yo, viéndome libre,
fui al cajón de la mesa y cogí un cuchillo y me llegué a Agostino diziendo: «Te
voy a matar con este cuchillo porque me has infamado». Y él abriéndose el
jubón dixo: «Aquí me tienes», y yo le ataqué con el cuchillo, mas se apartó, que
de otro modo le habría dado y fácilmente lo habría matado; pese a todo, lo herí
un poco en el pecho y le manó sangre, que era poca porque apenas lo havía
tocado con la punta del cuchillo. Entonces el dicho Agostino se abrochó el jubón
y yo estava llorando y doliéndome de la afrenta que me havía hecho, y él, para
acallarme, me dixo: «Dadme la mano, que os prometo casarme con vos en
quando salga del laberinto en que me hallo» y me dixo también: «Sabed que si
os tomo por muger no quiero vanidades», y yo le contesté: «Ya veis qué
vanidades hay aquí». Y con esta buena promessa me sossegué, y con esta
promessa me induxo luego a consentir amorosamente en satisfacer sus desseos
más vezes, porque me volvió a confirmar varias vezes esta promessa; y como
después vine a saber que tenía muger, me quexé a él desta traigión y él siempre
me lo negó diziéndome que no tenía muger y siempre me ha confirmado que
sabía que ningún otro sino él me havía tenido. Y esto es quanto ha passado entre
el dicho Agostino y yo.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Y tanto más segura estuve yo de la
promessa de que el dicho Agostino se casaría comigo porque cada vez que se
hazía algún trato para darme marido, él lo desbaratava para que no se llevasse a
effeto.

Preguntándole si quando fue desflorada por la fuerga, como dize, por el dicho
Agostino, tras consumarse el acto, advirtió sangre en sus partes pudendas.
R e s p o n d ió : Quando el dicho Agostino me forgó, como dixe, tenía yo mis días
y por eso no puedo dezir a buen seguro a Vuestra Señoría si mis partes echaron
sangre a causa de lo que higo Agostino, porque yo no savia entonces cómo eran
estas cosas; verdad es que noté que la sangre era más roxa que de ordinario.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Qerto es que, después de la primera vez,
otras vezes que el dicho Agostino me conosció camalmente eché sangre y,
preguntándole yo a Agostino qué quería dezir aquella sangre, él me dezía que era
por ser yo de complexión débil.
A ñ a d ie n d o , in te rro g a d a : Todas las vezes que Agostino me conosció
carnalmente lo higo en mi casa, assí en esta como en la de la calle de la Cruz, y
quando estuvo aquí, las más de las vezes entró por casa de Tuzia mientras estava
abierta una puerta que da passo entre las dos casas y después que la puerta fue
gerrada, pese a ello, venía a casa de Tuzia para ver lo que yo hazía: y comigo no
ha estado en ningún otro sitio sino un día que, yendo yo este agosto a San Juan,
el dicho Agostino me salió al passo en la Lungara, y con gran insolengia abrió la
puerta del coche y se metió dentro con otro que se llamava maese Antonio, y
mandó al cochero que fuesse a San Pablo para no ser visto; y quando llegamos a
San Pablo baxamos él y yo del coche y nos fuimos andando por aquellos prados
y luego suvimos otra vez al coche y nos volvimos a casa, que él se baxó en el
Puente Sixto y con nosotros venían Tuzia, una tía suya llamada Virginia y los
hijos de Tuzia.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Me acuerdo también de haver hablado con
el dicho Agostino estos Carnavales en casa de Cosimo el furriel, que me llevó la
cuñada de Agostino, la qual vino a recogerme con el coche por mandado de
Cosimo, y Agostino vino después de llegar yo y allí en la casa hablé con el dicho
Agostino, porque la muger de Cosimo me acompañó al aposento de abaxo y
luego se fue al de arriba y Cosimo se quedó haziendo guardia en la puerta por si
venía mi padre, y al cabo de un rato volvió a entrar y dixo: «Peor para vosotros
si no havéis hecho vuestro gusto».

Preguntándole si la comparegiente havía tenido trato camal con algún otro


además de con Agostino.
R e s p o n d ió : No señor, yo no he tenido trato carnal con nadie sino con el dicho
Agostino. Es gierto que Cosimo higo quanto pudo por tenerme antes y después
de tenerme Agostino, mas nunca quise yo, y una vez, por más señas, vino a mi
casa después de estar yo con Agostino y usó toda su fuerga para forgarme, pero
no lo consiguió, y como yo no quise geder, dixo que se jactaría dello igualmente
y se lo diría a todo el mundo, como en effeto higo con infinitas personas y por
más señas con su hermano- llamado Giovan Battista y con su cuñada y con el
mismo Agostino, que por esta afrenta me retiró la promessa de matrimonio.
Preguntándole si a la declarante el dicho Agostino le dio algo alguna vez, y
qué.
R e s p o n d ió : El dicho Agostino nunca me ha dado cosa alguna porque yo no
quise, pues lo que hazía con él lo hazía solo para que se casasse comigo
viéndome infamada por él, sino que estas Navidades me dio unos pendientes de
barato1234567y yo le di a él doze pañuelos.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Quiero avisaros de otra cosa, que la noche
antes que prendiessen a Agostino-, él vino con Cosimo a casa de Tuzia y los tres
juntos se pussieron de acuerdo y se instruyeron sobre lo que devían dezir si los
apressavan, que eso me dixo un compañero8 mío llamado Pietro Rinaldi, pintor.

1 En la casa donde Horacio Gentileschi residía en la época del proceso, cerca del Hospital del Santo Spirito.
2 Poniendo la mano sobre el Evangelio [Nota del TJ.
3 Aquí y en lo sucesivo, «donzella» corresponde a ‘muchacha virgen’ [Nota del T.].
4 Retrato hoy desaparecido.
5 Primo carnal: Stiattesi.
6 De regalo [Nota del T.].
7 En la época del proceso, Agostino estuvo preso, primero en la cárcel de Corte Savella, luego en la de Tor
di Nona. El edificio de la calle Monserrato era una cárcel desde 1430.
8 Compañero de profesión, véase la nota S [Nota del T.].
Declaración de Diambra y Caterina

Las parteras Diambra y Caterina, a instancias del juez, llevan a cabo una
exploración ginecológica a Artemisia y confirman que ha sido desvirgada.

Entonces su Señoría al effecto de comprovar si la testigo havía sido


desflorada como havía dicho, manda llamar y traher a dos parteras y que las
llamadas y traídas sean Diambra Blasi de Capodimonte, con domicilio en la
Plaga de San Pedro en Vaticano y Doña Caterina Menico Mordichi, con
domigilio en el patio... Su Señoría manda que examinen las dichas parteras las
partes pudendas de la interrogada, luego en el dicho edificio, separadamente,
assistiendo su Señoría y yo notario, la inspecgionaron, y después Doña Diambra
ante mí, etc. prestado juramento poniendo la mano etc. declaró lo que abaxo se
dice:
Yo he tocado y visto en sus partes pudendas a Doña Artemisia de Orazio
Gentileschi, que está aquí presente, tal como Vuestra Señoría me ordenó que
hiziesse, y digo que ella no es virgen y esto lo sé yo porque, haviéndole metido
el dedo en sus partes, he hallado roto el velo y tela virginal, y esto digo por la
experiengia que tengo en esta materia, porque ha diez o onze años que soy
partera.
Sucesivamente la dicha Caterina a mí etc. poniendo la mano etc. dixo y
declaró lo que consta más abaxo:
Yo he visto y examinado a esta joven que Vuestra Señoría me ha ordenado
que viera, llamada, según dize, Artemisia, y haviendo tocado sus partes
pudendas, y digo más, metido un dedo dentro, hallo que está desflorada porque
el velo y tela virginal está roto, y esto ha tiempo y no de ahora, porque si fuesse
de ahora, se notaría, y esto digo y refiero por la experiengia que tengo, porque ha
gerca de quince años que soy partera, y esta es la verdad.
Interrogatorio de Tuzia

El 2 y el 23 de marzo, Tuzia, inquilina de los Gentileschi, es interrogada en la


cárcel de Tor di Nona por Francesco Bulgarello y Porzio Carnerario sobre la
relación entre Agostino y Artemisia. Tuzia confirma la declaración de Artemisia
y sostiene que Agostino era el único hombre con el que Artemisia se veía a
solas.

Día 2 de marzo de 1612 años.

Compareciendo en Roma en la cárcel de Tor di Nona1 ante el magnífico y


excelentíssimo señor Francesco Bulgarello etc. y ante mí etc. assistiendo el
magnífico y excelentíssimo señor Porzio Carnerario etc. la señora Tuzia, muger
de Stefano Medaglie, Romana etc. a la que se higo prestar juramento de dezir
verdad y por ella reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogada de qué modo y quándo fue llevada a prisión y si sabe o al menos


presume la causa de su apressamiento y del presente examen.
R e s p o n d ió : Y o fui prendida este viernes passado por la noche, en mi casa,
donde vivo engima del portal del Santo Espíritu, que serían gerca de las 23 horas,
y no sé ni me puedo imaginar la causa deste apressamiento mío y del presente
examen.

Preguntándole si la compareciente ha sido presa, examinada y processada por


otra causa y ante qué juez.
R e s p o n d ió : Yo nunca havía sido presa, ni examinada ni procesada.

Preguntándole desde quándo vive en el lugar en el que vive actualmente y


quánto paga de alquiler.
R e s p o n d ió : El diez y seys del mes de margo presente higo un año que vivo en
la dicha casa y yo y mi marido pagamos 18 escudos al año por dos aposentos de
arriba en la casa donde vivimos.
Preguntándole si alguna otra persona vive en la dicha casa además de la
compareciente y su marido.
R e s p o n d ió : En los aposentos de abaxo de la dicha casa viven otras personas,
vive el dicho Orazio Gentileschi.
A ñ a d ie n d o p o r su v o lu n ta d : Con él vine a vivir a esa casa, quiero dezir que
vinimos a vivir los dos al mismo tiempo, y yo estava enferma y ellos me llevaron
en coche.

Preguntándole que diga quánto tiempo ha que conoce al dicho Orazio


Gentileschi y por qué causa.
R e s p o n d ió : Hará acaso un año que conosco al señor Orazio por causa de que
yo vivía en la calle Margutta y él vivía en una casa por frente de la mía, y como
el dicho señor Orazio tiene una hija llamada Artemisia, que yo entonces nunca la
havía visto y no savia nada della; la dicha Artemisia, viéndose sola-, llamó a una
niña mía, la qual, viniendo a mí, me pidió licencia para poder ir a verla, y yo,
haviéndoseme dicho que la dicha Artemisia era donzella, le di licencia a esta hija
mía para que fuesse, y después empecó a ir por allí también mi hija mayor,
donzella, que tiene diez y seys años y empecé a tener trato también yo; y
empecamos a cogernos cariño, tanto que el dicho Orazio, su padre, haviéndome
encontrado allí en su casa, mostró tener gusto y agrado de que su hija huviera
hecho amistad comigo, y me hico muchos halagos diziendo que le parescía bien
que su hija huviera hecho amistad comigo para distraerse un poco porque estava
siempre sola y no tenía a nadie. Y unos días después me dixo si queríamos tomar
casa en compañía y estar juntos, y yo dixe que daría cuenta de todo a mi marido
y procuraría que estuviesse conforme, porque por el cariño que le havía tomado
a su hija también yo lo desseava. Quando mi marido volvió, el sábado santo se
vio el señor Orazio con mi marido y encontraron una casa en la calle de Santa
Cruz, pero, como el señor Orazio quería que mi marido pagasse 25 escudos por
su parte, mi marido se resistía y rehusava pagar un alquiler tan alto, finalmente
se concluyó el trato pagando doze escudos en total y yendo todos a vivir a la
casa de la Cruz, donde vivimos en compañía. Y allí hemos vivido por espacio de
dos o tres meses, es a saber desde el diez de abril hasta el 16 de julio, que desde
entonces para acá hemos vivido en la casa que está engima del portal del Santo
Espíritu, donde presentemente vivimos.

Preguntándole si assí en la casa de la calle de la Cruz como en la casa donde


presentemente vivía podía la compareciente, y viceversa la dicha Artemisia, ir de
la una a la otra casa destinada para habitation de cada una.
R e s p o n d ió : Sí señor, mientras yo viví en compañía de la dicha Artemisia y
del señor Orazio, su padre, yo iva a sus aposentos y también ella acostumbrava a
venir a los míos quando le plazía, y en esta casa donde estávamos ahora, el dicho
señor Orazio mandó abrir la puerta a posta y hazer una escalera para poder baxar
a sus aposentos.

Preguntándole quántos eran en familia en la casa del dicho Orazio quando


empegó a cohabitar en la casa del dicho Orazio con su hija.
R e s p o n d ió : Quando yo fui a estar y a vivir junto con el dicho señor Orazio,
eran quatro de familia, a saber el dicho señor Orazio, la señora Artemisia y tres
hermanos suyos, que uno se llamaba Francesco, otro Giulio y el otro Marco, y
antes que yo fuesse a vivir allí havía uno llamado Francesco de mala traga, con
el pelo largo y negro, que ellos dezían que les servía para ponello en algún
quadro que pintavan quando se tergiava, pero mientras yo estuve con ellos,
nunca vino.

Preguntándole si en la casa del dicho Orazio alguna vez la compareciente oyó


hablar del dicho Francesco y por qué causa.
R e s p o n d ió : Yo le oí dezir a Artemisia y al señor Orazio que tenían por
enemigo suyo al dicho Francesco y que no querían que pussiera los pies en casa
porque andava hablando mal dellos, pero lo que dezía de malo yo no lo sé,
porque no se lo pregunté teniendo otras cosas en qué pensar con mi familia.

Preguntándole si el dicho Orazio tenía amigos que solían ir por la casa a


conversar con él y quiénes.
R e s p o n d ió : El dicho señor Orazio tenía muchos amigos, pero de dos en
especial era compadre, y les quería bien, de los quales uno se llamava el señor
Agostino, que dezían que era pintor y que el señor Orazio y él hazían y pintavan
juntos la sala del palagio3, y el otro era el señor Cosimo el furriel.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : El dicho señor Agostino y Cosimo venían
siempre a buscar al señor Orazio y lo llevavan con ellos, que a vezes teníamos
que esperar hasta las ginco horas de la noche a que el señor Orazio volviesse.

Preguntándole si alguna vez, que ella supiera, havía ido a la casa de Orazio
alguno de los dos arriba dichos, hallándose él ausente.
R e s p o n d ió : Sí señor, los dichos dos Cosimo y Agostino muchas vezes venían
a casa del señor Orazio mientras él estava fuera, y a vezes estuvieron los dos
juntos y a vezes uno y a vezes otro.
A ñ a d ie n d o p o r su v o lu n ta d : Quando salía el señor Orazio siempre me
encomendava a su hija, que cuidasse della y le dixera a él qué personas venían
por casa, y también me dixo quando fui a vivir allí que tuviesse cuidado y que no
dixesse ni hablasse a su hija de maridos, sino que la persuadiesse de meterse
monja, y yo lo hize varias vezes, pero ella me dezía siempre que su padre no
devía perder el tiempo, porque cada vez que le hablava de meterse monja, se
hazía enemigo suyo.

Preguntándole que diga si quando los susodichos dos u otros además dellos,
ausente el dicho Orazio, entravan en la casa, se havían demorado algún tiempo
en el dicho lugar.
R e s p o n d ió : Sí señor; a vezes, quando los dichos Agostino y Cosimo o uno
dellos venían a casa del señor Orazio estando él fuera, se quedavan allí y se
demoravan en la casa como si dixéramos entre media hora o una hora, y subían a
mi aposento: «Señora Tuzia, podéis estar contenta, que queremos encontralle
empleo a vuestro marido y que viva en Roma».

Preguntándole si quando los susodichos dos u otros además dellos, ausente el


dicho Orazio, entravan en la casa y se demoravan en ella, la dicha Artemisia
estava presente y hablava con ellos.
R e s p o n d ió : Sí señor, que muchas vezes quando los dichos Agostino y Cosimo
han venido a casa de Orazio y se han quedado un rato, la señora Artemisia habló
con ellos y los vio.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Venía más a menudo Agostino, porque
Cosimo venía poco, digo más, de algunos meses a aquella parte solo el dicho
Agostino suvía a mi aposento y mostrava tener sospechas, y por las palabras que
dezía, tenellas propiamente de si por casa de Artemisia venía alguien, y llamava
a la puerta con arrogancia y braveava diciendo: «¿Quién ha venido aquí? Vos
hazéis y dezís y dejáis entrar a gente a ver a Artemisia»; y como Artemisia
estava abaxo en su casa, él baxava a la puerta que dava a sus aposentos por ver
lo que hazían ella y su padre, y mostrava querer mucho a Artemisia... La quería
mucho y por ella y su padre habría dado la vida.
Y diziendo su Señoría que declarasse por qué el dicho Agostino sentía amor
por la persona de la dicha Artemisia y si tal amor proseguía y de dónde venía
tanto affecto, si sabía si conversava en la misma casa y si mirava por las rendijas
de la puerta como el padre le encomendara y si la declarante havía permitido que
el dicho Agostino entrasse por la noche en aquella casa a hazer lo mismo.
R e s p o n d ió : El dicho Agostino dezía que assí cuidava de Artemisia y que la
quería tanto porque quería mucho a su padre, y era muy amigo suyo, y yo le
abría quando venía para que no sospechasse que Artemisia estava arriba comigo.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio y ordenó que la


compareciente fuesse devuelta por ahora a su celda etc.

Día 23 del mes de marzo de 1612 años.

Compareciendo en el lugar antedicho etc. assistiendo como arriba Doña


Tuzia, muger del dicho Stefano Medaglie, haviéndole hecho prestar juramento
de dezir verdad y por ella reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogada que diga quándo salía de casa y adonde iva quando salía de su
casa.
R e s p o n d ió : De las vezes que la dicha Artemisia salía de casa, mientras estuve
yo en su casa, yo siempre acostumbrava a acompañalla, y a vezes la acompañé a
San Lorenzo de Lucina para oír misa quando estávamos en la calle de la Cruz, y
desque vinimos aquí la llevé a misa al Santo Espíritu; y mientras estuvimos en la
calle de la Cruz la llevé una mañana a San Juan porque ella estava algo
indispuesta y su padre me dixo que la sacasse un poco de passeo, y quando la
llevé a San Juan era de madrugada porque su padre era celoso desta hija y no
quería que la viessen. Y mientras estuvimos en el Santo Espíritu, en aquella casa,
la llevé una vez a San Pablo y a vezes a oír misa a San Honofrio.
Preguntándole si quando la compareciente, assí para oír misa, como quando,
para sossegar el ánimo de Artemisia, fueron a la iglesia de San Juan y San Pablo,
las acompañaron otras personas y quiénes.
R e s p o n d ió : Quando fui con Artemisia a San Juan, de camino para allí, fuimos
solas, es a saber Artemisia, yo, Virginia, mi tía, y el hijo mayor del señor Orazio,
llamado Francesco, y mientras estávamos en San Juan ante los Apóstoles,
Artemisia me dixo: «Mirad allá, ahí están Agostino y Cosimo, vámonos en
buenhora» y yo le dixe: «Vámonos» y nos marchamos sin oír misa y Artemisia
empegó a caminar muy apriessa porque Agostino y Cosimo no nos alcangassen;
y el mochacho se quedó regagado porque el dicho Agostino y Cosimo le hizieron
halagos y le compraron rosquillas. Luego el mochacho nos alcangó y Agostino
lo seguía mientras hablava, pero yo no oía lo que le dezía, y Artemisia apretava
el paso que parescía talmente que quería huir; de manera que el mochacho y yo y
mi tía le rogávamos que no corriesse tanto, que fuéramos nosotras delante, y
Agostino se quedó atrás y no vi qué camino tomava. Nos fuimos derechas a casa.
Y la vez que fuimos a San Pablo, fuimos en coche; salimos de casa para ir a San
Juan y a Santa María la Mayor, es a saber la dicha Artemisia, mi dicha tía, los
hermanos pequeños de Artemisia, es a saber Francesco, Marco y Giulio, mi hija
donzella llamada Faustina, Lucrezia y Diego; y mientras ívamos baxando por la
Lungara, nos salió al passo el dicho Agostino en compañía de algunos más, y
mandando yo parar el coche, le dixe al cochero que no se moviesse, que él
quería entrar, y como Artemisia se resistía a que entrara por miedo de que su
padre lo supiera, Agostino respondió: «Quiero entrar como sea y no se me da un
ardite si tu padre se entera, digo más, tendría gusto que me encontrasse aquí»;
por su propia potestad entró en el coche en compañía de otro que no sé quién
era, y quiso que el cochero, en vez de ir a San Juan y a Santa María la Mayor,
como havíamos determinado al salir, fuesse a San Pablo. Y quando estuvimos
fuera de la puerta, después de passar la Trinidad, Artemisia dixo que quería
andar un poco y salió del coche, y detrás della baxó también Agostino y algunos
de los hermanos de Artemisia. Agostino y Artemisia ivan juntos y los
mochachos ivan jugando por el camino, y quando llegamos al arco de San
Pablo-, Agostino tomó el camino que va a la Puerta Santa en compañía de
Artemisia, y nosotros con el coche nos encaminamos por el que va a la puerta de
delante y luego nos encontramos todos dentro de la iglesia; allí juntos recivimos
el perdón y, después de tomallo, volvimos al coche y suvimos a él todos juntos y
nos fuimos para casa, y Agostino se baxó luego en una plazuela gerca del Puente
Sixto junto con el otro hombre.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : En resolugión, señor, no se podía dar un
passo en compañía de Artemisia sin que Agostino se le arrimasse siempre, assí
quando ívamos a misa como quando ívamos a otros sitios; puede dezirse que
Agostino bevía los vientos por Artemisia y me atribulava a mí quando no podía
tener fagilidad de entrar a hablar con Artemisia y llamava a mi puerta, tanto que
a vezes yo rehusava abrille, y entonces Agostino dezía que yo havía dexado
entrar a otro para estar con Artemisia y amenagava con hazer y dezir, y yo, por
miedo, finalmente le abría, y también para que comprovasse la verdad de que allí
no havía nadie.
D ic ie n d o ta m b ié n lu e g o p o r su v o lu n ta d : Ahora me acuerdo, señor, que en
compañía de la dicha Artemisia, a instancias de su padre, quando vivíamos en la
calle de la Cruz, fui un día a Monte Cavallo para ver la sala y el Palacio, que
vinieron a recogernos en coche Cosimo el furriel y su muger, y una joven que
dezían que era cuñada de miger Agostino; assí que, después de recogernos con el
coche, el dicho señor Cosimo nos llevó a Monte Cavado y allí encontramos al
señor Orazio y nos enseñaron la sala del palagio mientras ivan siempre cogidas
de la mano Artemisia y la cuñada de Agostino, y después de ver el palagio,
volvimos a subir al coche todos sino los hombres, y fuimos a casa del señor
Cosimo a comer, que estavan también el señor Orazio y Agostino, y allí
passamos todo el día. La señora Artemisia se puso a jugar a los tejos con unas
mugeres del señor Cosimo en un huerto pequeño y el señor Orazio, Cosimo y
Agostino se quedaron mirándolas, y a la noche nos volvimos para casa.

Preguntándole que diga si el día que la comparegiente y la dicha Artemisia


fueron a la iglesia de San Juan, como havía referido, después de volver a su casa
vieron otra vez a Agostino y si hablaron con él y en qué lugar.
R e s p o n d ió : El día que fui a San Juan con Artemisia, después de volver a casa,
no me paresce que viéssemos ya más a Agostino, porque quando volvimos a
casa el señor Orazio comió allí y después de comer no recuerdo que volviesse
por allí.

Preguntándole que diga si alguna vez el dicho Agostino fue a casa de Orazio,
estando este ausente, mientras Artemisia estava pintando.
R e s p o n d ió : Sí señor, Agostino se presentó a vezes en casa mientras estava
fuera el señor Orazio, y una vez en espegial vino mientras Artemisia estava
pintando un retrato de mi hijo; al punto de aparescer él, Artemisia dexó de pintar
y yo me marché y subí a mis aposentos y dexé al dicho Agostino con Artemisia,
que estavan también sus hermanos pequeños.

Preguntándole si alguna vez vio o tuvo modo de saber que el dicho Agostino
tenía algunos arañazos y escoriagiones en la cara y quándo fue.
R e s p o n d ió : Sí señor, no sé quántas vezes vi al señor Agostino con los
mostachos arrancados y a vezes con los ojos morados, y no me acuerdo de
quándo fue.

Preguntándole que diga si alguna vez el dicho Agostino estuvo a solas con la
dicha Artemisia y quántas vezes y dónde.
R e s p o n d ió : Varias vezes vi estar a solas al dicho Agostino con la dicha
Artemisia en el aposento della, que ella estava desnuda en la cama y él vestido;
yo los encontrava assí quando baxava, y estavan burlando y dicho Agostino a
vezes estava echado en la cama vestido. Yo la reprendí a menudo también en
presencia del mismo Agostino, y ella me dezía: «¡Qué queréis! ¡Ocupáos de
vuestras cosas y no os metáis en lo que no os importa!».

Preguntándole si sabe si huvo cópula carnal entre el dicho Agostino y


Artemisia.
R e s p o n d ió : No señor, yo no sé que entre el dicho Agostino y la dicha
Artemisia haya havido cópula carnal, porque el uno y la otra me lo han negado.

Preguntándole si alguna vez vio con la dicha Artemisia a alguna otra persona
a solas con ella y hablar con la dicha Artemisia en su casa o en otra parte,
estando ausente Orazio.
R e s p o n d ió : Yo no he visto ni sé que la dicha Artemisia estuviera nunca a
solas con otros sino con Agostino.

Preguntándole si alguna vez vio que alguna otra persona, quando ivan a oír
misa, havía seguido a la dicha Artemisia además del dicho Agostino.
R e s p o n d ió : Yo no vi nunca, ni noté que ninguna persona siguiera a la dicha
Artemisia quando salía de casa sino el dicho Agostino.
A ñ a d ie n d o p o r su v o lu n ta d : Porque a vezes yo hablé con Artemisia de que no
me agradava tanto seguimiento que le hazía Agostino, y la dicha Artemisia me
contestó que hazía aquello porque le havía prometido casarse con ella.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio y ordenó que la


compareciente fuesse devuelta por ahora a su celda etc.1

1 Esta torre, ya desaparecida, funcionaba como prisión desde 1410; estaba situada en la calle que aún hoy
se llama Tor di Nona, cfr. I. B. Scanaroli, D e V is ita z io n e c a rc e r a tio ru m , libri tres, 1675, págs. 15 y ss.

2 La madre de Artemisia, Prudencia, murió a la edad de 30 años el 26 de diciembre de 1605 («Libro dei
Moni IV», fol. 140), cfr. R. W. Bissel, o p . c it., pág. 154, nota 9.

3 La sala del Consistorio del Palacio del Quirinal, cfr. O. Panciroli y F. Pasterla, R o m a s a c ra e m o d e rn a ,
Roma, Tip. Mainardi, 1725, pág. 216.

4 La Puerta de San Pabo, llamada hoy Puerta Ostiense.


Interrogatorio de Giovan Battista Stiattesi

El 24 de marzo, en las salas de la Curia, es interrogado Giovan Battista Stiattesi,


testigo por parte de la Curia. Testifica que Tassi admitió muchas veces en su
presencia haber tenido relaciones carnales con Artemisia y haberle prometido
casarse con ella.

Día 24 del mes de marzo de 1612 años.

Fue interrogado en Roma etc. y por quien más arriba etc. assistiendo como
arriba su Señoría, Giovanni Battista Stiattesi, florentino, testigo de parte de la
Corte, a quien haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad y por él
reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre cómo se havía presentado al examen, si voluntariamente o


citado o requerido por alguien.
R e s p o n d ió : Vine a este examen porque Vuestra Señoría me higo saber que mi
testimonio havía sido requerido por el Señor Orazio Gentileschi.

Preguntándole si sabe o puede imaginar gerca de qué es interrogado el


declarante.
R e s p o n d ió : Me imagino que Vuestra Señoría me quiere examinar por causa
deso que se pretende que passó entre Artemisia Gentileschi y Agostino Tasso
con alguna partigipación de Cosimo el furriel; y me inclino a creer esto porque
sé que Agostino fue preso y también la señora Tuzia, cohabitante de la dicha
Artemisia, y porque Vuestra Señoría también vino a examinar a esa casa a la
dicha joven.

Preguntándole que declare qué es lo que se afirma que ocurrió entre la dicha
Artemisia y el dicho Agostino por mediagión de Cosimo el furriel y para qué
cree que ha sido llamado a declarar en el presente examen.
R e s p o n d ió : Diré con verdad todo lo que sé de lo ocurrido entre Artemisia y
Agostino Tasso y por qué yo pretendo que Cosimo el furriel tuvo parte en este
negocio; porque haviendo tenido continuamente trato con Agostino Tassi, con
Cosimo y con Orazio Gentileschi, he assistido a lo que ellos dezían en secreto y
en público sobre el interés de Artemisia por Agostino, y les he oído dezir
muchas vezes que desque vino Agostino aquí a Roma, Cosimo havía empleado
diversos medios para que Cosimo conogiesse a Artemisia, y la primera vez que
se la higo conocer fue un día que dicho Cosimo mandó a su muger en coche a
casa de Artemisia para llevarla a passear, y él con su muger y también con sus
hijos y con la cuñada de Agostino se llegaron a casa de Artemisia en la calle de
la Cruz, y baxando del coche Cosimo con su muger y sus hijos, entraron en casa
y encontraron a Artemisia con un hermano suyo llamado Giulio y con Tuzia y
sus hijos, y no quiso ir si antes no se lo hazían saber a su padre en Monte
Cavallo. Y haviéndole dado recado, el padre mandó dezir que entraran todos en
el coche, que también él iría con ellos, y assí hizieron; passaron por Monte
Cavado y recogieron al señor Orazio, y todos juntos fueron a Monte Cavado y
allí creo que se entretuvieron un rato por passatiempo para ver el palagio. Luego
todas las mugeres subieron al coche y Cosimo llamó a Agostino allí a un
aposento del palagio, y junto con Orazio, con los dichos Cosimo y Agostino se
fueron a pie siguiendo el coche hasta San Pedro a casa de Cosimo. Donde,
quando llegaron, comieron y merendaron, si no me engaño, todos en compañía,
y allí, en casa de Cosimo, se demoraron todos una buena piega después de
comer, y luego las mugeres subieron al coche y se fueron a ver San Pedro y
después se volvieron a casa. Y el dicho Agostino, haviendo empegado en esa
occasion a conoscer a la dicha Artemisia por mediación de Cosimo, desde
entonces el dicho Agostino empegó a ir por casa de la dicha Artemisia a la hora
que le plazía y quando veía la comodidad de que el padre no estuviesse en casa,
y a fuer de esa costumbre Agostino acabó por conoscer carnalmente a Artemisia
y la desfloró tal como varias vezes me dixo Agostino en confianga. Y también al
propio Cosimo muchas vezes le oí que era verdad que el dicho Agostino la havía
desflorado, y sobre este particular Cosimo me dio a entender también muchas
vezes que haviéndola desflorado Agostino, ella quería que se casara con ella. Y
Agostino, hablando infinidad de vezes comigo deste negogio, me dixo que
estava obligado a casarse con ella como quiera que fuesse, pero que Cosimo le
desbaratava esta ressolución, y me dezía: «Aunque el señor Cosimo muestra
querer que yo me case con ella, tengo ragones tan grandes, que me hallo en la
necessidad de no poder hacello». Y quando yo una y muchas vezes le hize fuerga
al dicho Agostino y lo insté a dezirme la verdad de por qué no devía ni podía
casarse con ella, últimamente, durmiendo yo con él en su casa en la cuesta de
San Honofrio, por la noche, después de discurrir una buena pieza, haviéndole yo
apretado mucho para que me dixera el porqué, el dicho Agostino se resolvió y
dixo: «Stiattese, yo os estoy tan obligado que no puedo rehusar deziros todo lo
que me ha passado, pero dadme palabra de hombre de bien que no le diréis nada
a Cosimo». Y assí, tomándonos las manos, le prometí que no hablaría dello a
Cosimo a ningún precio, y hecha la promessa, el dicho Agostino empegó a
hablar diziendo: «Sabed, Stiattese, que el señor Cosimo fue el origen y el
inventor de hazerme conoger a Artemisia, y por medio dél entré en este laberinto
y ahora estoy tan enredado que fuerga es que me resuelva a irme a Toscana
porque tengo por seguro que entre el señor Cosimo y yo ha de nager un disgusto
grave; pero estándole tan obligado como sabéis, quiero quitalle la occasion,
porque saviendo él quánto quiero yo a Artemisia y lo que ha havido entre ella y
yo y la promessa que le hize a Dios y a la dicha Artemisia, él no huviera devido
atreverse a entrar con Artemisia para querer conogella carnalmente como higo.
Que además de hazelle fuerga dos vezes, una en la calle de la Cruz y otra en la
calle del Santo Espíritu, también le dixo de mí lo que quiso; y no contento con
ello, trata de ir a esa casa para hazerme caer en desgragia y ha metido mil
habladurías entre nosotros, y luego, después que yo me afané con el señor
Cosimo para hablar un día deste negogio y resolverme sin más a casarme con
ella según mi dever, el señor Cosimo me dixo con toda determinagión que no me
metiera en ello porque era muger de muchos recovecos que me haría penar toda
la vida; y en resolugión, por lo obligado que le estoy al señor Cosimo,
deviéndole yo la vida como sabéis, no puedo hazer nada sin su beneplágito. Ved,
pues, en qué trange me hallo». Y assí, suspirando toda la noche, el dicho
Agostino me contó que estava enamorado de Artemisia y lo que havía passado
entre ellos hasta por lo más menudo. Luego hablamos el señor Cosimo y yo
sobre este particular de Artemisia y Agostino; y Cosimo unas vezes me ha
hablado bien y otras mal, pero mayormente me mostrava sobre todo que
Agostino no devía tomalla por muger; y yo, paresciéndome conoger que también
Cosimo estava enamorado de Artemisia, lo apreté tanto que de su propia
voluntad me dixo: «Stiattese, no te metas más en este negogio porque Agostino
es al cabo hombre de mucha valía, que quando quissiera buscar muger no le han
de faltar otras, que esta es una holgagana desvergongada y sin celebro y sería una
muger que lo haría acabar mal»; y diziéndole yo que hablava assí por martel,
Cosimo me respondió: «Ya passó ese tiempo, que un día quise forgalla y huve de
emplear las fuerzas de Hércules y no me quiso dar ni una migaja; déxala que se
vaya al infierno y tú, si quieres hazerme una gragia, dexa esta casa y que se
entiendan entre ellos». Y estos razonamientos, tanto con Cosimo como con
Agostino, los he tenido infinitas vezes en distintos lugares, y por más señas en el
palagio de Monte Cavallo, en los jardines del cardenal Borghese1, en casa de
Agostino, en casa de Cosimo, en la Basílica de San Pedro, en la iglesia, en las
tavernas, en todas partes. No se hablava de otra cosa sino desto de ocho o diez
meses para acá. Este Carnaval, Cosimo higo en su casa la Comedia y las vigilias
a las que assistieron siempre Artemisia, Agostino y la cuñada de Agostino; y el
penúltimo día de Carnaval, Cosimo, por contentar del todo a Agostino, él y su
muger llevaron a Artemisia a la sala de la comedia y quando los pussieron
juntos, los dexaron a su plazer, y después de estar una buena piega juntos,
Cosimo le dixo a Agostino y a Artemisia: «Si no havéis hecho vuestro gusto,
peor para vosotros». Que en esto estuve yo presente con su muger, y estavan
todos los hijos de Orazio y los míos, y allí también estava Matteo el carretero y
Enrique el francés, criado de Cosimo.

Preguntándole si sabe si el dicho Agostino tenía o tiene otra muger, dónde y


desde quándo y cómo se llamava.
R e s p o n d ió : Yo sé que Agostino tenía muger y se llamava María y la conogí a
ella y a él en Liorna bastantes años ha quando yo vivía en Liorna; y sé que ella
se marchó de casa con un enamorado suyo, que Agostino higo mucho ruido y
alboroto para encontralla, mas no pudiendo dar con ella, desesperado y
deshonrado por esta fuga, según oí después, se vino para acá por mar en
compañía de la hermana de su muger y con su marido, trayendo consigo todos
sus enseres y arneses, y tomaron casa aquí en Roma viviendo juntos como en
familia. A causa de cuya cohabitagión el año pasado una hermana lo acusó de
ingesto con su cuñada-, tal como consta en las actas de la justigia de Borgo.
Supe luego por el mismo Agostino que él mandó matar a su muger y vi las cartas
de respuesta de unos mercaderes lucanos, písanos y liorneses en las quales toqué
con mano que su muger havía sido muerta. Y primero, algunos meses antes le
havían dado no sé quántas puñaladas, pero no pudo acabarse el homicidio. Y
todas estas cosas me las contó a mí su confidente y amigo, y, demás desto, yo
contesté a algunas de aquellas cartas en su nombre.
Preguntándole quándo, dónde y por quién, o quiénes, fue muerta la dicha
María, muger del dicho Agostino, y dónde vio las dichas cartas y qué es ahora
dellas.
R e s p o n d ió : Yo no sé quién mató a la dicha María, pero, por lo que me dixo
Agostino, la mataron en Mantua o en el estado de Mantua hará cosa de tres
meses y me dixo también que los que havían hecho el trabaxo havían venido a
Roma para recevir la paga de manos de Agostino, pero se havían marchado
enseguida; y el dicho Agostino me dixo que les dio dineros pero no me dixo la
cantidad. Y las dichas cartas el dicho Agostino me las enseñó en su casa, y
también creo que en Roma se supo por él. Las quales cartas sé también que se
las mostró a Artemisia y assí me lo dixo ella.

Preguntándole si sabe si se trató con alguna otra persona para casar a la dicha
Artemisia y con quién o quiénes y por qué no se concluyó nada.
R e s p o n d ió : Yo le oí dezir más de una vez a Agostino y a Cosimo que el señor
Orazio tratava de casar a Artemisia y por más señas con un joven llamado el
Módena y que este casamiento, como todos los otros que se trataron, se malogró
por obra del mismo Agostino, el qual me confessó varias vezes en confianza y
fuera de burla que era verdad que él no havía querido que nadie pretendiera en
aquella casa, por entender que Artemisia era suya y no de otro; y el mismo
Cosimo me dixo muchas vezes que fue Agostino quien echó a perder todos los
casamientos porque no quería que Artemisia pudiera estar con otro sino con él.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Sobre este particular yo sé que Agostino
ha tenido muchas reyertas por martel y por gelos, concretamente con este
Módena dos vezes.

Si sabe o ha oído al dicho Cosimo difamar a la dicha Artemisia afirmando


que era hija suya y cómo.
R e s p o n d ió : Sobre este particular puedo deziros que muchas vezes Cosimo me
preguntó en confianza si Artemisia se le parescía en algo; y preguntándole yo
por qué, él siempre respondió que Artemisia era hija suya como cosa segura, y
que otras personas le havían dicho que se le parescía en algunas partes del rostro
y particularmente en los ojos y las gejas. Y estrañándome que se jactasse de
tamaña cosa le respondí: «¿Es possible que os jactéis de que ella sea vuestra hija
y que hayáis querido fornicar con ella?», y él me respondió: «Cállate, mentecato,
que assí cregen las familias». Y yo callava por no andar en disputas con él y, si
queréis conocer la verdad, interrogad a su criada Dianora, muger de Francesco
Lucano el albañil, que vive en Camposanto, y a Porzia mi muger y a la misma
Artemisia, que por ellos sabréis la verdad.
A ñ a d ie n d o , in te rr o g a d o : Yo sé que Artemisia tenía un quadro de una Judith
sin acabar que pocos días antes lo mandó llevar a casa de Agostino, y sé que
Cosimo, con una treta suya, en los últimos días de Carnaval mientras Artemisia
estava en su casa, le higo una póliga falsa para quitalle este quadro a Agostino
por orden della; y en esto yo estuve presente, que Cosimo la escrivió de su mano
en nombre de Artemisia y sobre este particular yo reprendí a Cosimo diziéndole
que no devía quitalle a una donzella un quadro como aquel.
Y a o tr a p re g u n ta re s p o n d ió : Más de una vez Agostino me dixo que quería
casarse con Artemisia y era tan geloso, que de día y de noche tenía siempre a
mucha gente haziendo guardia donde ella estava por ver si algún otro iva a verla;
y al cabo concluía que la encontrava honesta, sino que sospechava de aquella
Tuzia coinquilina suya, y por esta sospecha le havía hecho gerrar no sé qué
puerta. Y que esto es verdad lo podéis ver y saber por otros; aún digo más, que él
higo muchos sonetos y cartas dirigidos a mí por los quales se conoge claramente
que está enamorado hasta los huessos de Artemisia y que Cosimo es quien le
higo de rufián, como se ve en un soneto que empiega C a m b ia c a m b ia , los quales
sonetos y cartas por prueva dello muestro a Vuestra Señoría con ánimo de que
me sean devueltos quando sea hora...

Me muestra y me entrega a mí, notario, algunas hojas con unas pinturas y


palabras que dizen verbigragia D e m í m a l m in is tro fu i, sigue otra hoja que
empiega C a m b ia c a m b ia , sigue otra hoja que empiega A l e xc e le n te e x p íritu
S tia tte s i h i de p u ta ... sigue una carta dirigida a este mismo que empiega M u y
m a g n ífic o s e ñ o r... con otra hoja que empiega A l m ás q u e e x c e le n te s e ñ o r Tasso
fa n fa r r ó n d e l C ie lo , cuyas escripturas yo notario recivo y retengo etc.
A ñ a d ie n d o , in te rr o g a d o : Todos los escritos que he mostrado son de mano del
dicho Agostino sino la hoja que empiega A I m ás q u e e x c e le n te s e ñ o r Tasso
fa n fa r r ó n d e l C ie lo . . . , la qual es de mi mano y la hize en respuesta a la que
empiega h i de p u ta , etc...
A ñ a d ie n d o p o r su v o lu n ta d : Y si queréis comprovar que todo lo que he dicho
es cierto, ved esta carta que escriví yo el primer día de quadragésima, dirigida a
Cosimo, que por ella podréis entender en concreto cómo passó este negogio.
1 Véase la nota 4.
2 Véase la nota 10.
Carta de Giovan Battista Stiattesi

Al magnífico señor Cosimo Quorli furriel de nuestro señor. En casa.


Magnífico y honorable, no sé a qué he de atribuir esta última vuestra
sublevación comigo, no pudiendo imaginarme la causa della y el porqué havéis
revuelto nuevamente vuestro celebro y no solo os havéis puesto de acuerdo con
el Sr. Agostino, sino que aún metéis en ello a vuestra muger para que haga lo que
no haría el Diablo.
[...] A vuestra muger no solo no le ha bastado lo que dixo de palabra a la
señora Artemisia muchas vezes, sino que también hoy, ingitada por el Diablo, no
bastándole con escrivir una carta, ha escrito tres de la traga y forma que veréis
por las mesmas cartas de las quales os mando dos porque la otra se guarda por
ser la más infame y para servirme della en su tiempo y lugar.
Yo nunca dixe contra esta casa y máxime contra esta pobre mochacha nada
que le quitasse la honra como havéis hecho vos, y si alguien la infamó de obra y
de palabra havéis sido vos; vuestra muger tiene poco celebro, tenello vos por ella
y poned remedio a los inconvenientes porque me daréis causa de cometer alguna
diabólica bestialidad y si no queréis hazerme bien o cosa útil, no me hagáis mal
o cosa dañina, que si estoy aquí sin pagar posada y con otras mercedes, no
deveríais enoxaros; digo más, deveríais, por esto y por la amistad que hay entre
vos y el señor Orazio, remunerado con otras mercedes y no con estos oprobios.
Y también deveríais avergongaros de quitalle a esta mochacha un quadro como
aqueste, como si ella estuviesse obligada a pagaros por haveros dado copia de su
natural y, sin embargo, no veo que os remuerda la congiengia.
[...] Giovan Battista Stiattesi vuestro primo carnal.
Interrogatorio de Agostino Tassi

Tassi es interrogado en la cárcel de Corte Savella los días 26 de marzo, 6, 8, 12 y


14 de abril. Narra la historia de su vida, sus relaciones con Giovan Battista
Stiattesi, con Orazio y Artemisia Gentileschi, y niega haber mantenido nunca
relaciones carnales con Artemisia.

Día 26 del mes de marzo de 1612 años.

Compareciendo en la cárcel Savella de Roma ante el mismo de arriba y ante


mí etc. assistiendo el mismo de arriba.
Agostino Tassi romano etc. a quien haviéndole hecho prestar juramento de
dezir verdad y reiterado por él poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre quándo fue llevado a la cárcel, en qué lugar fue preso y si
sabe o imagina la causa de su apresamiento y del presente examen.
R e s p o n d ió : Yo me hallo en prisión desde el viernes ahora son ocho días,
quando me prendieron en la calle de la Lungara hagia las 22 horas y me
prendieron solo y no sé ni me puedo imaginar la causa por la que estoy preso y
por la que Vuestra Señoría me quiere examinar.

Preguntándole si alguna vez el compareciente havía sido encarcelado,


examinado o processado por otra causa, por quál y por qué juez y si havía sido
absuelto o condenado y con qué pena.
R e s p o n d ió : Yo he estado en prisión dos o tres vezes, que una vez me
prendieron en Borgo so pretexto de que havía tenido trato carnal con una cuñada
mía llamada Costanza y estuve preso dos días y luego me pussieron en libertad
por orden de Nuestro Señor, assuelto sin pagar costa alguna, y Violano fue mi
juez, y otra vez estuve preso en Tor di Nona por una bagatela, que fue juez
Vuestra Señoría y me dexó libre al punto, y fui indagado también y processado
en Liorna por haver apaleado a uno y fui assuelto y no he sido examinado otras
vezes, ni processado ni encarcelado.
Preguntándole de dónde es natural el compareciente, y quál es su ofigio y
profession.
R e s p o n d ió : Yo nagí en Roma-, y creo que nagí en Borgo, y mi profession es
pintor.

Preguntándole si ha vivido siempre en la urbe, o si por algún tiempo se


ausentó, y adonde se fue y en qué lugar o lugares residió y por quánto tiempo y
por qué causa.
R e s p o n d ió : Yo me fui de Roma quando era mochacho, que podía tener 12
años, y fui a Florengia, a la Toscana, y allí, teniendo ya experiengia y práctica en
mi profession, entré al servigio de su Altega de Florengia por medio de la qual
alcangé a perficgionarme un tanto en mi profession, y hize muchas obras
siguiendo a su servigio hasta que murió el Gran Duque el viejo2, y después de
ocurrir su muerte seguí hasta acabar unas obras que ya havía empegado, y luego
me vine a Roma, y mientras estava al servigio del Gran Duque, por ver mundo,
también navegué en las galeras de orden suya3, luego volví a Florengia y seguí
sirviéndole en mi profession de pintor como dixe.

Preguntándole que diga quándo volvió a la urbe y por qué causa.


Serán unos 18 meses que volví a Roma para ver de nuevo la
R e s p o n d ió :
patria y también para exergitarme en mi profession de pintor, tal como hize
sirviendo siempre a Nuestro Señor- pintando los aposentos de Monte Cavallo.

Preguntándole si el compareciente tiene en la urbe afines y consanguíneos y


quiénes son y que distinga el grado de afinidad y consanguineidad que tiene con
ellos.
R e s p o n d ió : Aquí en Roma tengo dos hermanas uterinas, una llamada Olimpia
casada con un curtidor, y otra llamada Clelia casada con un albañil, y tengo
también una cuñada y un cuñado, que ella se llama Costanza y el marido se
llama Filippo.

Preguntándole a qué deve su parentesco con la dicha Costanza y su marido.


La dicha Costanza es cuñada mía porque es hermana de mi
R e s p o n d ió :
muger, que murió.

Preguntándole quándo murió su difunta muger, en qué lugar y si de muerte


natural o de qué modo.
R e s p o n d ió : No sé dezir a Vuestra Señoría quánto tiempo ha que murió porque
quando yo me marché la dexé allí y, estando en Roma, no pude saber de qué
havía muerto ni quánto tiempo hazía dello.

Preguntándole que diga en qué pre^isso lugar dexó a la dicha muger suya
quando él se marchó de Toscana.
R e s p o n d ió : Quando me marché de Toscana yo dexé a mi muger en Lúea.

Preguntándole que diga si residía con su muger en la ciudad de Lúea y


durante quánto tiempo antes de baxar a Roma.
R e s p o n d ió : No señor, yo no vivía en Lúea quando me fui de Toscana para
venir a Roma y tampoco estava con mi muger.

Preguntándole quánto tiempo antes de irse de Toscana para ir a Roma havía


contraído matrimonio el compareciente.
R e s p o n d ió : Y o me havía casado unos ocho años antes de irme de Toscana.

Preguntándole quánto tiempo antes de irse de Toscana el compareciente havía


dexado de hazer vida en común con su muger.
R e s p o n d ió : Quinze días antes de irme de Toscana me separé de mi muger.

Preguntándole que diga en qué lugar precisso se separó de su muger quando


vino a Roma.
R e s p o n d ió : Quinze días antes de irme de Toscana, como dixe, yo estava en
Lúea con mi muger, y ella, sin advertido yo, me robó siete o ocho y cientos
escudos, cosas de valor, oro y plata, y huyó, y yo dexé que se fuera al infierno y
me vine a Roma y después oí dezir que havía muerto.

Preguntándole cómo tuvo noticia el compareciente de la muerte su muger y


quánto tiempo havía passado desde aquello.
R e s p o n d ió : Me escrivieron varios amigos que se havían alegrado por mí de
que huviesse muerto y me dieron la nueva de que havía muerto, pero no me
acuerdo quánto tiempo ha passado desde aquello.

Preguntándole que declare y precisse quiénes fueron los dichos amigos que le
avisaron de la muerte de su dicha muger.
R e s p o n d ió : Los que me dieron aviso desde Lúea de la muerte de mi muger
fueron uno el señor Bonaventura Mattia, otro Giovanni Segni y otros que ahora
no me acuerdo, y me lo escrivieron desde Lúea.

Preguntándole si, junto con la noticia de la muerte de su muger, el


compareciente fue informado por los dichos amigos de cómo havía muerto.
R e s p o n d ió : No señor, los dichos amigos no me avisaron de cómo murió mi
muger, solo me escrivieron que havía muerto, pero yo no pregunté nada.

Preguntándole y conminándole a que piense y mire bien que ha de dezir


verdad y de no incurrir en mendacidad sobre aquello de lo que se trata... siendo
inverosímil que no indagara para saber el modo en el que su dicha muger havía
muerto y si le havía dexado algún bien, a lo menos por recuperar algunos bienes
que le huviere dexado.
R e s p o n d ió : Yo no indagué ni me cuidé de saber cómo murió mi muger
porque no me importava nada della y no devía buscar si havía dexado algo
después de su muerte porque ya havía recuperado lo que me quitó hasta el último
ochavo por medio de una carta que escrivió su Alteca, y si ella dexó alguna otra
cosa de lo suyo no me cuidé de reclamado porque yo no soy esclavo del dinero
y, aunque no tenga ni un real-, he ganado más dinero yo de lo que peso.

Preguntándole que diga en qué lugar tuvo el compareciente domicilio aquí en


la urbe y si vivió en alguna otra casa o cohabitó con otros y quiénes son.
R e s p o n d ió : Desque llegué a Roma, he vivido siempre en la viña del
Pandolfino en la cuesta de San Honofrio, del último día de Carnaval hasta hoy
he vivido siempre en la casa donde vivo ahora en la Lungara, y en mi compañía,
donde ahora vivo, han vivido siempre mi cuñado y su muger llamada Costanza,
que en la otra casa no los tenía comigo por no haver comodidad de aposentos
para tanta gente.

Preguntándole si quando el compareciente vino de Roma a Toscana, lo hico


solo o en compañía.
R e s p o n d ió : Quando vine de Toscana no vine con nadie, vine solo.

Preguntándole si su cuñado y cuñada estavan ya en la urbe quando vino a


vivir aquí.
R e s p o n d ió : Quando vine a Roma ya estavan en Roma mi cuñado y mi
cuñada, que vinieron a Roma cerca de 20 días antes de llegar yo, y pararon en
casa de mi hermana en Imagine di Ponte- y allí se quedaron hasta que tomaron
casa en San Honofrio, que estuvimos juntos algún tiempo, y luego, quando yo
fui preso, se marcharon, y haviendo tenido la assolu^ión, volví a vivir con ellos,
que me dio licencia el señor Violano, juez de la causa.

Preguntándole que diga si por mandado dellos y con participación de los


dichos cuñada y cuñado suyos cohabitaron en Roma.
R e s p o n d ió : Deviendo yo irme de Toscana, el marido de la dicha Costanza no
veía con buenos ojos que quedasse desocupada mi sala por no estar acabado aún
su estudio, y desseando conocer mi parescer sobre este punto, yo le dixe que si
quería estar comigo se viniera a Roma, que siempre lo ayudaría como havía
hecho en el passado.

Preguntándole al compareciente si en esta ciudad tiene o tuvo en el passado


compañeros y amigos con quienes acostumbrava conversar, y quiénes.
R e s p o n d ió : Sí señor, aquí en Roma tengo amigos con los que acostumbro
conversar y tratar, y en particular ha hablado y tenido trato comigo Cosimo
Quorli, furriel de palacio, Francesco... su compañero, Orazio Gentileschi, y no
he tenido trato íntimo con nadie más.
A c o n tin u a c ió n d ic e : He tenido trato también con Giovan Battista Stiattesi, y
con el señor Orazio Borgiani-, que han sido amigos estrechos, pero ahora no sé
cómo están ni si son amigos o no.
A ñ a d ie n d o después p o r su v o lu n ta d : Sepa Vuestra Señoría que quiero
declarar quáles destos no son amigos míos ahora, y son Orazio Gentileschi y
Giovan Battista Stiattesi, que a estos dos los declaro enemigos míos.

Preguntándole que diga qué lo mueve y por qué causa el compareciente


declara que tiene al dicho Orazio y a Giovanni Battista por enemigos si eran
antes amigos intrínsecos, y diga en qué momento apartó al dicho Giovanni
Battista y a Orazio del número de sus amigos.
R e s p o n d ió : La causa por la que me muevo a declarar enemigos a los dichos
Orazio y Giovan Battista es porque, haviendo prestado yo al uno y al otro
dineros gratis et amore, quando intenté que me los volvieran, ellos se me
mostraron enemigos capitales diziendo que hallarían el modo de no pagarme, y
esto habrá passado unos quince días antes que me prendiessen, quando yo les
puse en el aprieto de que me devolvieran mi dinero.

Preguntándole que diga durante quánto tiempo tuvo amistad con los dichos
Giovanni Battista y Orazio y por qué causa trabó amistad con ellos.
R e s p o n d ió : A Gentileschi lo conosco por causa de que él es pintor, que haze
tiempo que lo conosco, y también ha pintado comigo en Monte Cavallo y de este
modo ha tenido trato comigo, y a Giovan Battista lo conosco por causa de que él
es pariente de Cosimo Quorli, y mientras estava pintando en Monte Cavado él
subía allí a mirar, y empegó a comer y a beber con nosotros y no tenía un real.
A ñ a d ie n d o después p o r su v o lu n ta d : El jueves santo ese traidor me suplicó
por el amor de Dios que le era fuerga mandar a sus hijos a las escaleras de San
Pedro-, y yo por compassion le di dos tostones- y hasta le mandé a casa un plato
de confituras.

Entonges su Señoría etc. interrumpió el examen y ordenó que el


comparegiente fuesse devuelto por ahora a su celda etc. conminándole a que
firmasse. Agostino Tasso.

Día 6 del mes de abril de 1612 años.

Comparegiendo personalmente ante mí como más arriba assistiendo como


arriba Agostino Tasso, al qual, haviéndole hecho prestar juramento de dezir
verdad y reiterado por él poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre si además de lo ya depuesto por el comparegiente, tiene


otra cosa que dezir y qué es.
R e s p o n d ió : No tengo otra cosa que dezir más que lo que dixe en los otros
interrogatorios.

Preguntándole que declare por qué al final de su deposición en último lugar,


baxo nombre de traidor, nombró a Giovanni Battista Stiattesi.
R e s p o n d ió : La causa por la que al final de mi examen passado llamé traidor a
Giovanni Battista Stiattesi es porque, haviéndole prestado yo dineros a él y a
Orazio Gentileschi, unos días antes de que me prendieran, encontrándolos a los
dos en el portal del Santo Espíritu, les insté a que me los volviessen, y ellos, en
vez de volvérmelos, me dixeron que me ivan a perseguir y difamar... por eso lo
llamé traidor como lo llamé.

Preguntándole si entre el dicho imputado y el dicho Giovanni Battista han


corrido alguna vez cartas misivas entre ellos, quáles y de qué tenor.
R e s p o n d ió : Puede ser, señor, que entre Giovan Battista Stiattesi y yo hayan
corrido algunas cartas misivas pero yo no me acuerdo.

Y diziendo su Señoría que responda con precissión a la pregunta, no con


palabras ambiguas, y especifique ulteriormente si las cartas misivas que
corrieron entre el imputado y el dicho Giovanni Battista estavan escritas en verso
o en prosa.
R e s p o n d ió : Ahora recuerdo que escriví una vez un soneto o una octava para
el dicho Giovan Battista por causa de que él me havía dado palabra o promessa
de hazerme de rufián y hazerme gogar y entrar en casa de una muger llamada por
sobrenombre Bernascona, que estava en la casa donde él vivía gerca de la puerta
Angélica—, y dándome largas de día en día con palabras, me sacava tostones y
de la dicha Bernascona nada se sabía, que por haver passado esto tiempo atrás no
me acordaría ahora tampoco de qué tenor eran las dichas cartas.

Preguntándole si mostrándole al imputado las dichas cartas, las reconocería, y


si havía regivido respuesta del dicho Giovanni Battista.
R e s p o n d ió : Sí señor, si viesse las cartas que mandé a Giovan Battista sobre
este particular las reconoscería, y del dicho Giovan Battista tuve también
respuesta [...].

Preguntándole que diga y declare de qué asuntos discurrían el compareciente


y el dicho Giovan Battista en la cama.
R e s p o n d ió : Discurríamos el dicho Giovanni Battista y yo por exemplo de que
él dezía que se vería en el trance de pedir limosna con sus hijos y se perdería; y
me dixo también que se havía enamorado de la hija de Gentileschi y ella dél, y
que fornicavan juntos, y también me contava otras cosas de amor, que por todas
partes donde havía trabaxado havía forgado donzellas y preñado mugeres, que
preñó inclusive a una muger de casi 50 años y havía havido un hijo della.

Preguntándole que diga por qué ragón entraron en particulares sobre la hija de
Orazio y quál fue la causa del coloquio.
R e s p o n d ió : Llegamos al particular de la persona de la hija del dicho Orazio
Gentileschi porque él suspirava y se dolía de tener una gran pena y de estar
enamorado, y preguntándole yo la causa de que se quexasse, él me dixo que
estava enamorado hasta los huessos de la hija del dicho Orazio llamada
Artemisia, y reconviniéndole yo que, haziendo tal, dañava la amistad y a sí
mismo por las mercedes que el dicho Orazio le hazía, contestó: «Qué queréis que
os diga, yo puedo fornicar y comer en casa de Gentileschi».

Preguntándole que diga quándo y desde quándo huvieron lugar las


conversaciones entre el compareciente y el dicho Giovanni Battista.
R e s p o n d ió : Haga cuenta Vuestra Señoría que al cabo de 25 días de llegar a
Roma, el dicho Giovan Battista empegó a tener trato con la dicha Artemisia, que
empegó a ir por casa del dicho Orazio junto con él y luego empegó a ir él solo y
a tener relagiones con la dicha joven.

Preguntándole que refiera la causa por la que declara tan positivamente lo


antedicho y cómo lo supo.
R e s p o n d ió : Yo afirmo positivamente todo lo que digo porque Stiattese me lo
confessó en mi propia casa.

Preguntándole que diga si el imputado solía ir por la casa del dicho Orazio y
quándo empegó a ir por la dicha casa.
R e s p o n d ió : Sí señor, yo acostumbrava a ir por la casa de Orazio, que he ido
allí desque estoy en Roma por causa de que él me llevó a ver unas pinturas.

Preguntándole si alguna vez el compareciente fue a la casa del dicho Orazio


estando él ausente y quántas vezes.
R e s p o n d ió : Sí señor, he estado algunas vezes en casa del dicho Orazio
quándo él no estava, quántas no recuerdo.

Preguntándole que diga con qué fin entró en la casa estando ausente el dicho
Orazio.
R e s p o n d ió : Yo iva a casa de Orazio en su ausengia porque me mandó él, que
quería que le enseñasse a su hija la perspectiva—, y fui algunas vezes y luego no
quise ir más.

Preguntándole si por aquel tiempo, quándo el compareciente iva por la casa


precissión a Vuestra Señoría sobre lo que me ha preguntado de si, además de los
hermanos de Artemisia, estuvieron presentes otras personas quando yo le hablé
en ausengia de su padre, son las ocupaciones de mi profession y la carga de
trabaxo que tengo para servir a Nuestro Señor y al illustríssimo cardenal
Borghese—.

Preguntándole que diga si, que sepa el compareciente, el dicho Orazio


cohabitava con alguien en la casa donde vivía y quién era.
R e s p o n d ió : Sí señor, en la misma casa donde estava Orazio, vivía también en
compañía dél una tal señora Tuzia.

Preguntándole si la dicha Tuzia vivía junto con el dicho Orazio o


separadamente en otra parte de la casa y en quál.
R e s p o n d ió : El señor Orazio me dixo que le havía alquilado unos aposentos de
arriba a la dicha Tuzia.

Preguntándole por qué causa le comunicó aquello el dicho Orazio, en qué


momento y con qué motivo.
R e s p o n d ió : El dicho Orazio me dixo que havía llevado a estar a la dicha
Tuzia en su compañía en la misma casa en la que vivía, con ánimo y segura
intención de poner remedio a los muchos disgustos que la dicha hija suya le dava
por ser desenfrenada y llevar mala vida, que a causa dello estava desesperado y
havía llevado a la dicha muger a su casa para poner reparo a todo, y todo esto me
lo dixo en Monte Cavallo en la sala Regia, y empegó a quexarse comigo destos
afanes suyos.

Preguntándole que diga si el dicho Orazio havía declarado y explicado al


compareciente qué quería dar a entender con aquellas palabras de que su hija
llevava mala vida.
R e s p o n d ió : Señor, yo diré a vuestra merced cómo passaron las cosas. Ya por
el tiempo en el que Orazio estava allá en los Griegos, una noche me vino a
llamar y me rogó que fuesse con él a guardalle las espaldas, porque havía visto
entrar en su casa a uno llamado Gerónimo Modenese, pintor, y yo fui con el
dicho Orazio, y, guardándole yo las espaldas, apaleó al dicho Gerónimo, que
recivió dos o tres golpes y luego huyó.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d , c o rr ig ié n d o s e : Yo me puse en medio como
escudo entre los dos para que no se hiziessen daño, y este Gerónimo tuvo trato
con la hija de Orazio hasta dos años y gogó della antes del apaleamiento, y con
esta occasion el dicho Orazio desahogava comigo estas angustias y me declaró
que al dezir que su hija llevava mala vida quería significar que era una puta y
que no sabía qué hacer para ponelle remedio.

Preguntándole que diga de dónde tomó el dicho Orazio el bastón para apalear
al dicho Gerónimo, y si era de día o de noche quando el dicho Orazio higo el
apaleamiento y en qué lugar.
R e s p o n d ió : El palo con el que Orazio lo apaleó lo tomó de su casa según se
entra por la puerta, que servía como mango para la escoba, y lo apaleó allí
mismo en la casa, que era de noche y serían las doze y media horas.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Os contaré cómo passó. Aquella noche
Artemisia, la hija de Orazio, creyendo que Orazio iva a ir a genar a casa de
Cosimo Quorli y se quedaría allí hasta las quatro o las cinco horas antes de
volver, metió en su casa a este Gerónimo, pero, como Orazio se entretuvo
hablando con no sé quién, vio que este Gerónimo entrava en su casa, y por eso
vino al punto a buscarme a la tienda del que vende las pinturas en el Corso,
donde yo lo estava esperando, y me lo contó todo y luego me rogó que fuesse
con él y fuimos juntos, y yo fui de buena gana para que no ocurriera una
desgragia. Pero este Gerónimo me echó a mí toda la culpa, y me la tuvo
guardada seys meses, y una mañana el verano passado, yendo con priessa para
llegarme a la viña del cardenal Nazaret, el dicho Gerónimo, en compañía de
otros dos armados, me rodeó con las espadas desnudas para atacarme, y me valió
el saberme defender, que si no me supiera defender, me mataban.

Preguntándole que diga en qué mes ocurrió la dicha reyerta entre el


comparegiente y el dicho Gerónimo, y si alguien quedó herido y quién.
R e s p o n d ió : Yo creo que esta reyerta que tuve con el dicho Gerónimo ocurrió
en el mes de abril y nadie quedó herido ni sufrió daño en parte alguna.

Preguntándole si antes o después otras vezes havía tenido alguna riña con
Gerónimo, quántas vezes y dónde.
R e s p o n d ió : No señor, entre Gerónimo y yo no huvo ninguna otra riña ni
malas palabras, que la que dije ahora la huvo quando él me atacó.
del dicho Orazio, habló con su hija Artemisia y si havía alguien presente o
estavan solos.
R esp o n d ió : Sí señor, quando iva por casa de Orazio mientras él no estava,
hablava con su hija y estavan presentes los hermanos pequeños de la dicha
Artemisia, y a solas no hablé nunca con ella.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el examen y ordenó que el


compareciente fuesse devuelto a su celda etc. y conminándolo a firmar. Agostino
Tassi.

Día 8 del mes de abril de 16 12 años.

Compareciendo ante mí como más arriba etc. y assistiendo como arriba


Agostino Tassi, al qual, haviéndole sido hecho prestar juramento de dezir verdad
y por él reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado si además de lo que el imputado depuso tiene otra cosa que dezir
por su voluntad y quiere añadir o quitar algo y qué es.
R espondió: No tengo otra cosa que dezir más que lo que dixe en los otros
interrogatorios, ni tengo cosa que añadir, ni que quitar.

Preguntándole si en el tiempo en el que el compareciente iva por la casa del


dicho Orazio y hablava con su hija Artemisia havía otras personas además de los
hermanos de la dicha Artemisia y quiénes eran.
R espondió: No paré mientes en ello, señor.

Y diziendo su Señoría que responda con prensión y no con palabras


ambiguas.
R espondió: No me acuerdo, señor.
Y como varias vezes fuera instado por su Señoría a responder con prensión,
siguió diziendo: No me acuerdo, no tengo memoria dello, señor, porque tengo
otros pensamientos en la cabeca.

Preguntándole y conminándole a que declare qué pensamientos son los que el


imputado dize tener en la cabeca, que le impiden responder con prensión a las
preguntas que se le han hecho más arriba.
R esp o n d ió : Los cuidados que son causa de que no sepa responder con
Preguntándole si entre el compareciente y el dicho Gerónimo siguió alguna
paz o reconciliación y por medio de quién.
R esp o n d ió : Entre el dicho Gerónimo y yo, algunos días después desta reyerta,
se hizieron las paces, que se hizieron por medio del Abate Bandino en casa del
mismo Cardenal y por orden suya, y intervinieron también los otros dos que
estavan con el dicho Gerónimo, que dixeron que eran hermanos y primos
carnales suyos, y no sé cómo se llaman.

Preguntándole si desde el año antes, verbigracia desde el mes de abril hasta el


presente día, el compareciente havía tenido alguna riña o controversia con
alguna otra persona además de con el dicho Gerónimo assí con armas como sin
armas, y si alguien en la dicha reyerta havía quedado herido.
R esp o n d ió : No señor, que allende de aquesta riña que huvo entre mí y el
dicho Gerónimo no he tenido riña alguna con ninguna persona ni con armas ni
con manos.

Y como durante largo espacio de tiempo se transcriviera la respuesta


antedicha a lo que se havía preguntado más arriba, dixo: Que yo recuerde.

E instándolo su Señoría a que aclare y piense bien si con alguna otra persona
tuvo riñas durante el dicho tiempo y recuerde bien y se abstenga de responder
del mismo modo.
R esp o n d ió : No recuerdo nada, señor.
E instado numerosas vezes por su Señoría a dar cumplida respuesta a lo
antedicho, siempre dixo: No me acuerdo.
Entonces, viendo su Señoría que no havía respondido con prensión a lo
requerido y reservándose recabar según derecho precissa respuesta sobre lo
antedicho en su tiempo y lugar, prosiguiendo adelante, el compareciente fue por
su Señoría.

Interrogado, y antes de preguntarle, el compareciente prorrumpió: Oxalá


maten a ese maldito bellaco, que me llevó diez vezes a acompañarle a esperar
que aquella gente saliera de su casa, y ahora me haze esto por no querer
volverme los dineros y por robarme mi parte de los trabaxos en la lonja de
Monte Cavallo, pero puede que no se salga con la suya y no se va a salir con la
suya de ninguna manera porque yo soy hombre de bien y estoy aquí, y vernos
hemos.

Preguntándole con qué fin el compareciente por diez vezes o más, como
arriba dixo, fue llevado por el dicho Orazio a esperar a personas que devían salir
de la casa del dicho Orazio, y que especifique los nombres de las dichas
personas junto con todo lo ocurrido luego.
R e s p o n d ió : Me llevava con él porque quería dar un escarmiento a las dichas
personas quando salieran de su casa, pero yo nunca lo aprové porque no quería
que naciesse ningún escándalo, y quiénes eran esas personas yo no lo sé, pero las
vi salir todas las vezes que con ese fin estuve allí con él, y nunca passó nada ni el
dicho Orazio hico nunca escarmiento alguno a esas personas.

Preguntándole si sabía si en aquel momento havía otros presentes o si el


compareciente sabía si alguien havía sido informado dello y quién.
R e s p o n d ió : ¡Qué dezís! ¡Iva Orazio a llamar a todo el mundo a ver esas
cosas! Orazio no tiene otro amigo— ni otro refrigerio que yo en este mundo, y
por eso no habló con ningún otro destas cosas y no estuvo con él nadie sino yo,
tal como dixe.

Preguntándole que diga si la dicha Tuzia, que vivía en la casa del dicho
Orazio, acostumbrava conversar, que él supiera, con la dicha Artemisia.
R e s p o n d ió : Alguna vez que fui a su casa con el señor Orazio, vi a la dicha
Tuzia estar en compañía de la dicha Artemisia.

Preguntándole que diga si la dicha Tuzia está casada o soltera y si tiene hijos
o hijas y quáles.
R e s p o n d ió : La dicha Tuzia está casada con un cierto micer Stefano, y tiene
algunas hijas hembras, pero no sé quáles.

Preguntándole si el compareciente sabe quál es la profession del dicho


Stefano, y cómo se llaman las hijas de la dicha Tuzia.
R e s p o n d ió : Yo no sé señor qué oficio tiene el marido de la dicha Tuzia ni
tampoco cómo se llaman sus hijas.

Preguntándole si la dicha Tuzia estuvo alguna vez presente quando el


compareciente, en ausencia del padre de la dicha Artemisia, fue a verla a ella.
R e s p o n d ió : Me paresce que sí, que algunas vezes estuvo Tuzia presente
mientras yo hablava con Artemisia en ausencia de su padre.

E instándole su Señoría a dar respuesta afirmativa o negativa a lo preguntado.


No me acuerdo, señor, porque, como dixe, tengo otras cosas en la
R e s p o n d ió :
cabega y no puedo ocupar mi celebro en estas bagatelas.

Preguntándole que diga si, quando el comparegiente estuvo con la dicha


Artemisia en ausengia de su padre, havía alguien con el comparegiente y quién.
R e s p o n d ió : No señor, como ya dixe, no me acompañó nadie las vezes que fui
a casa de Orazio y hablé con su hija Artemisia estando él ausente.

Preguntando si el comparegiente subió alguna vez a los aposentos de arriba


donde vivía la dicha Tuzia en la casa del dicho Orazio.
R e s p o n d ió : Sí señor, he estado en los aposentos de la dicha Tuzia, donde
vivía en casa del dicho Orazio, en la parte de arriba.

Preguntándole en qué occasion subió a los dichos aposentos y cuántas vezes,


y si fue en la casa donde actualmente viven o en otra y en quál de las otras en las
que vivían.
R e s p o n d ió : En la casa donde vivían antes, en la calle de la Cruz, yo no subí
nunca a los aposentos en los que vivía la dicha Tuzia; en la casa donde viven
ahora, habré ido tres o quatro vezes por causa de que havía visto a alguien salir
de casa de Orazio Gentileschi— y su hija andava en galanteos a escondidas, y yo
subía allí a sus aposentos y le dezía: «Señora Tuzia, sabéis muy bien que Orazio
Gentileschi, el padre de Artemisia, os ha traído aquí a vivir juntos para que
cuidéis della, y vos permitís que entre gente en su casa», y ella me respondió que
no sabía qué hazer y que la havía reprendido muchas vezes, pero que Artemisia
quería obrar a su antojo.

Preguntándole que diga quál era su interés y cuidado en sospechar y prevenir


que entrassen hombres en la casa del dicho Orazio.
R e s p o n d ió : A mí me parescía que, siendo amigo de Orazio y haviéndome él
confiado sus afanes, la amistad exigía usar dese título para defender la limpiega
de su honra y por eso hize aquello con la dicha Tuzia y no por otra cosa.

Preguntándole que diga y espegifique quiénes eran estos hombres que


salieron de la casa del dicho Orazio las dichas vezes, y aunque no conosca sus
nombres, descriva sus personas y vestimenta.
R e s p o n d ió : Las personas que vi salir de la casa del dicho Orazio, por cuya
causa fui yo a casa de Tuzia, como dixe, las vi salir de día y no las conosco de
nombre, pero si las viesse las reconoscería, que uno dellos era un joven alto
vestido de largo— con ropas de seda y una barbilla corta roxa; los otros llevavan
traje seglar, pero no reparé apenas en la calidad de sus personas.

Preguntándole que diga si sabe con qué fin y a qué effecto los dichos hombres
entravan en el domicilio del dicho Orazio.
R e s p o n d ió : Yo tengo para mí que ivan por Artemisia y para fornicar con ella,
porque una vez que passava yo por allí, al levantar los ojos a la ventana, vi que
Artemisia le tenía puesto un brago en los hombros al que iva vestido de largo y
quando me vieron se apartaron, y ella luego a la noche me llamó mientras
passava yo por debaxo de su ventana y me dixo que le hiziera la gracia de no
dezir nada de aquello a su padre.

Preguntándole que diga si alguna vez fue a la casa de la dicha Tuzia por la
noche y quántas vezes, quándo y para qué.
R e s p o n d ió : Sí señor, yo fui a casa de la dicha Tuzia por la noche y habrán
sido ginco o seys vezes desque fueron a vivir a la casa del Santo Espíritu, por
causa de que Orazio Gentileschi me mandava allí para que descubriesse si
alguien iva a visitar a Artemisia por medio de la señora Tuzia, y que me llegasse
allí so pretexto de alguna otra cosa como por exemplo que tenía intención de
descubrir estos manejos fingiendo sentir inclination por la persona de Artemisia,
y también a vezes de ir a preguntar por el señor Stefano y saber quándo volvía.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Y todo esto lo hazía por mandado del
dicho Orazio Gentileschi.

Entonges su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio, y ordenó que el


comparegiente fuesse devuelto por ahora a su celda etc. conminándole a que
firmasse. Agostino Tassi.

Día 12 del mes de abril de 1612 años.

Comparegiendo personalmente ante mí como más arriba etc. y assistiendo


Agostino Tassi como arriba, el qual haviéndole hecho prestar juramento de dezir
verdad y por él reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre si además de lo ya declarado en los otros interrogatorios


tenía otra cosa que dezir, añadir o quitar y qué.
R e s p o n d ió : Yo no tengo otra cosa que dezir más que lo que he dicho en los
otros tres interrogatorios ni sé qué añadir ni qué quitar en cosa alguna.

Preguntándole si quando el imputado iva de noche a la casa de Tuzia, iva solo


o acompañado por algún otro y por quién.
R e s p o n d ió : No señor, las noches que yo fui allí para hablar con Tuzia, tal
como dixe en los otros interrogatorios, no fui nunca en compañía de nadie.

Preguntándole que diga si quando Artemisia salía de casa o para ir a misa o


para algún otro fin, la dicha Tuzia solía acompañarla.
R e s p o n d ió : Quando Artemisia salía de casa para ir a misa o a otra parte,
según fuera su gusto, a vezes Tuzia acostumbrava a ir y otras no.

Preguntándole que diga si alguna destas vezes que la dicha Tuzia acompañó a
la dicha Artemisia, el compareciente las vio, quántas vezes y en qué lugares.
R e s p o n d ió : Dos vezes me aconteció ver que la dicha Tuzia iva en compañía
de Artemisia, que una vez la vi allá en el Corso, y no sé dónde ivan, y otra vez
las vi passar por delante de mi casa quando vivía en la cuesta de San Honofrio,
que ivan a la iglesia de San Honofrio.

Preguntándole si alguna destas vezes el imputado estuvo en alguna iglesia al


mismo tiempo que estavan allí las dichas Tuzia y Artemisia.
R e s p o n d ió : Yo no me acuerdo de haverme encontrado nunca en la iglesia con
la dicha Tuzia y con Artemisia.

Y su Señoría diziendo que responda con precissión y piense bien en dezir la


verdad.
R e s p o n d ió : Y o estuve en varias iglesias y puede ser que ellas estuvieran
también al mismo tiempo, pero yo nunca las vi.

Preguntándole si sabe si alguna vez la dicha Artemisia fue en compañía de la


dicha Tuzia a la iglesia de San Juan, quántas vezes, quándo y para qué.
R e s p o n d ió : Sí señor, sé que Artemisia fue una vez a San Juan, que hará ahora
un año, pero no recuerdo con pregissión el día y esto lo sé porque,
encontrándome yo en Monte Cavallo, una mañana de buenhora subió
Gentileschi y me dixo que Tuzia y su hija havían ido a San Juan y havían
mostrado tener gran desseo dello y que por eso sospechava algo y que él iría de
buena gana a ver qué passava, pero que como tenía fresca la pared y yo havía
acabado la mía, a la noche me rogó que le hiziera la gragia de ir yo, y fui por
servillo y la vi en San Juan en compañía de Tuzia, que ella después de tomar el
perdón se marchó y yo la seguí hasta Santa María la Mayor, y después la dexé y
me fui a Monte Cavallo y se lo conté todo a su padre y él me dio las gracias.

Preguntándole si en el dicho tiempo el imputado fue solo o en compañía y si


en la calle o en algún otro lugar vio a la dicha Artemisia y si habló con ella y de
qué.
R e s p o n d ió : La dicha mañana que fui a San Juan me encontré con Cosimo, el
qual me acompañó y se vino comigo a San Juan, adonde iva por devoción, y me
parege que por el camino me agerqué a ella y le dixe que qué capricho era aquel
de salir de mañana tan a deshora y que su padre me havía mandado allí viendo
que la rondavan giertos hombres que la querían llevar a una viña y se passeavan
por su puerta y le hablavan, y le dixe que si no se volvía al punto a casa, se lo
diría todo a su padre.

Preguntándole que diga quiénes eran aquellos que assegurava que aquella
mañana seguían a la dicha Artemisia y la querían llevar a una viña y cómo lo
sabía el comparegiente.
R e s p o n d ió : No los conosco, señor, y no sé quiénes son los que aquella
mañana seguían a la dicha Artemisia y la querían llevar a una viña, pero eran
dos, uno vestido de largo y el otro de corto, que el de largo era el que havía visto
yo allá en el Santo Espíritu, en la casa donde ella vivía, como dixe en los otros
interrogatorios, pero el de la ropa corta no reparé quién era.

Preguntándole cómo sabe el imputado que los dichos hombres querían llevar
a la dicha Artemisia a una viña, según afirma.
R e s p o n d ió : Yo sé que los dichos hombres querían llevar a Artemisia a una
viña porque me lo dixo su hermano, llamado Francesco.

Preguntándole si sabe si el dicho día el dicho Francesco hermano de la dicha


Artemisia fue seguido por alguien y por quién.
R e s p o n d ió : Yo vi que los dichos hombres que seguían a Artemisia, y, como
dixe, querían llevarla a una viña, le compraron no sé qué rosquillas al dicho
Francesco su hermano a un barquillero que passava por la calle.

Preguntándole que diga si otras vezes el imputado fue a algún lugar y vio a la
dicha Tuzia y a Artemisia juntas.
R e s p o n d ió : Recuerdo que fui a San Pablo una vez este verano passado y vi
allí a la dicha Artemisia y a Tuzia, que era un día de fiesta y ellas ivan en coche
y su padre me rogó que las acompañasse y estuviesse con ellas porque de la
dicha Tuzia no se fiava mucho y él tenía que ir a buscar no sé qué dineros, que
no lograva que le pagaran, y yo por serville fui y me acompañó también maese
Antonio el albañil, el que me hazía la pared—, y fuimos todos juntos a San Pablo
y luego nos volvimos.

Preguntándole que diga en qué lugar le rogó el dicho Orazio que el


compareciente fuesse a acompañar a la dicha Artemisia a la iglesia de San Pablo,
según afirmava, y si huvo alguien más presente y quién.
R e s p o n d ió : Orazio vino a mi casa a posta a pedirme que fuesse a acompañar
a Artemisia, como dixe, a San Pablo y no estava presente nadie para oíllo,
porque quando me encomendava estas cosas cuidava que no huviesse nadie
presente.

Preguntándole que diga en qué lugar el compareciente subió al coche y hasta


dónde estuvo en compañía de la dicha Artemisia al volver.
R e s p o n d ió : Quando acompañé a Artemisia por desseo de su padre, como
dixe, yo subí al coche cerca de su casa quando todavía no havían passado el
portal del Santo Espíritu; y al volver la acompañé hasta su casa, o por más
verdad, me baxé allá en la Lungara cerca de la puerta Settimiana—, que ya no
me acuerdo muy bien.

Preguntándole que diga dónde iva sentado en el coche el imputado quando


entró en él con la dicha Artemisia y dónde Artemisia.
R e s p o n d ió : Y o en el coche iva sentado frente a la dicha Artemisia, y no me
acuerdo si era en la cabecera o en la trasera del coche.
Preguntándole si durante el camino la dicha Artemisia baxó del coche y
dónde y por qué causa.
R e s p o n d ió : Sí señor, por el camino la dicha Artemisia se baxó del coche
gerca de San Pablo para andar un poco.

Preguntándole si algún otro de los acompañantes havía salido del coche y


quién.
R e s p o n d ió : Yo salí del coche junto con Artemisia y también con sus
hermanos y con maese Antonio.

Preguntándole si echaron a andar por otro camino o por el mismo que llevava
el coche.
R e s p o n d ió : No señor, no ivan por el mismo camino que el que llevava el
coche porque, como Vuestra Señoría sabe, los coches van por un lado y las
gentes de a pie van por el camino que va a la puerta Santa.

Preguntándole si por el camino el comparegiente y la dicha Artemisia


hablaron de algo y de qué.
R e s p o n d ió : La dicha Artemisia y yo hablávamos por el camino de que yo le
dezía que tenía que ser una buena hija y no avergonzar a su padre entregándose
como havía hecho y contagiándose del mal francés, y ella dixo: «Qué queréis
que haga, fue mi padre el que me llevó a esto, primero porque una vez estuvo
veinte días en prisión y me dexó en la negessidad de buscarme el pan, y luego
porque quiere tener trato comigo como si fuesse su muger», y yo la reprendí y le
dixe que no dixesse esas cosas porque no le dava fe y tenía al dicho Orazio por
hombre de bien y no tuvimos más conversación que esa durante todo el tiempo.
A ñ a d ie n d o lu e g o p o r su v o lu n ta d : Le dixe también: «Os creéis que no veo
vuestras artes; nada bueno trae esto en lo que andáis metida», y ella me dixo y
confessó que aquel día se havía congertado para ir a no sé qué lugar, pero no me
aclaró dónde ni en compañía de quién quería ir.

Preguntándole que diga de quién era el coche donde fueron a la iglesia de San
Pablo y quién lo procuró.
R e s p o n d ió : Yo no sé de quién era el coche en el que fuimos a San Pablo ese
día y tampoco quién lo havía procurado, pero creo que lo havía encontrado su
padre.
Preguntándole si alguna vez en otro lugar el compareciente havía visto a la
dicha Artemisia fuera de la casa de Orazio y en qué lugar o lugares.
R e s p o n d ió : Además de en los lugares ya dichos, vi a Artemisia en casa de
Cosimo Quorli en varios momentos y también comí y gené allí porque su padre
me llevó.

Preguntándole si alguna vez el compareciente havía tenido trato carnal o


havía intentado tenello con la dicha Artemisia, quántas vezes y quándo y en qué
lugares.
R e s p o n d ió : Nunca tuve trato carnal ni intenté tenello con la dicha Artemisia.

Preguntándole si alguna vez el compareciente havía estado a solas con la


dicha Artemisia en algún lugar y especialmente en casa del dicho Orazio.
R e s p o n d ió : Quando yo enseñava la perspectiva a la dicha Artemisia me
paresce que estuve una vez a solas con la dicha Artemisia.
D e s p u é s d ic e : Estava a vezes su hermano pequeño.

Y diziendo su Señoría que responda con pregissión, afirmando o negando.


R e s p o n d ió : No señor, no estuve nunca a solas con ella en casa de Artemisia.

Preguntándole que diga si alguna vez fue al aposento donde la dicha


Artemisia acostumbrava a dormir en su casa.
R e s p o n d ió : Yo he estado en todos los aposentos de la casa de la dicha
Artemisia y de Orazio.

Preguntándole si alguna vez en el aposento en el que la dicha Artemisia


acostumbrava a dormir estuvo el compareciente a solas con ella mientras ella
estava en la cama.
R e s p o n d ió : Yo no he estado nunca a solas en el aposento donde dormía la
dicha Artemisia ni mientras estava en la cama ni de otro modo.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio y ordenó que el


compareciente fuesse devuelto a su celda etc. conminándole a que firmasse.
Agostino Tasso.

Día 14 del mes de abril de 1612 años.


Compareciendo personalmente ante mí como arriba etc. Agostino Tasso como
arriba, al que haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad y por él
reiterado poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre si además de lo dicho y depuesto tiene otra cosa que dezir y
qué.
R e s p o n d ió : No tengo otra cosa que dezir más que lo que he dicho en los otros
interrogatorios.

Preguntándole que diga si sabe si se higo algún trato de matrimonio entre la


dicha Artemisia y alguna otra persona y quién.
R e s p o n d ió : Sí señor, sé que una vez se hizieron tratos para un matrimonio
con Artemisia.

Preguntándole que declare con quién se trató el dicho matrimonio y quién fue
el mediador en ese trato y quién intervino en él.
R e s p o n d ió : Se hi^o trato para casar a la dicha Artemisia con ese Modenese
que andava con ella y yo fui el mediador deste negocio, y traté con una parte y
con la otra.

Preguntándole quién le pidió al compareciente que interviniera para tratar del


dicho matrimonio, y quál fue la causa de que no se llevara a effecto.
R e s p o n d ió : Yo traté del dicho casamiento con el dicho Modenese porque me
lo pidió Gentileschi, y la causa por la que no se concluyó el trato fue que el
dicho joven me dixo a mí que havía sido muy bien informado de que Artemisia
era una puta.
D e sp u é s d ic e : Quitad lo de informado porque él sabía sobradamente que era
una puta, porque no solo havía estado con ella, sino que también sabía que
havían estado otros muchos y por eso no quiso seguir adelante.

Preguntándole en qué lugar el susodicho Orazio Gentileschi le havía pedido


al compareciente que mediasse para llevar a effecto el dicho matrimonio y si
algún otro estuvo presente y quién.
R e s p o n d ió : Gentileschi me pidió que mediara para concertar el dicho
matrimonio, y no havía nadie presente, y fue en mi casa.

Preguntándole que diga en qué lugar el dicho Modenese havía assegurado al


compareciente que no llevaría a effecto el dicho matrimonio y que por la causa
susodicha no tenía intención de seguir adelante en el dicho negocio, y si havía
allí algún otro presente.
R e s p o n d ió : Os diré cómo passó todo, señor: haviendo oído yo dezir que
Gentileschi quería dar por muger a la dicha joven al dicho Modenese, teniendo
yo en mucho la reputación de mi amigo, y por llevar el negocio de la mejor
manera possible a fin de que no paresciesse que Gentileschi iva ofreciendo a su
hija a cualquiera, porque el dicho Modenese estava al servicio del señor cardenal
Bandino, fui a ver a un amigo mío llamado Alessandro, que está en casa del
dicho señor cardenal como guardarropa, y le dixe que Gentileschi me havía
rogado que hiziesse de mediador con el dicho Modenese, que dexasse estar y no
hablasse mal de su hija porque, si no se contenía, el dicho Orazio se habría visto
forcado de hazer algún desafío, y yo, como amigo común, si el dicho Modenese
quería concertar algo honrosamente, mediaría con el dicho Orazio para que se
resolviera a satisfacello. Que por esta causa el dicho Alessandro habló con el
dicho Modenese, y con este effecto los dos juntos una noche, sobre las dos o las
tres horas, vinieron a mi casa, y Alessandro me dixo que el dicho Modenese
havía venido a verme para tratar del negocio de Artemisia. Y por eso el dicho
Modenese y yo nos apartamos y yo le dixe que convenía que se resolviera a
concertar el dicho matrimonio con Artemisia porque sabía bien las satisfacciones
que havía tenido della, y él respondió que era verdad y que por eso, si Artemisia
se resolvía a ser una buena joven, él acetava casarse con ella y concertar el dicho
matrimonio. Y luego me fui a referille todo a Gentileschi. Y después fui a ver a
Monseñor Nappi y le dixe que sirviera a Gentileschi en todo lo tocante a la dote.
Y quando el negocio se tenía assí por concluido, al cabo de ocho días vino a
verme el dicho Modenese y me dixo que, haviendo puesto él a unos amigos a
hazer la guardia en la casa de Gentileschi, le havían referido que havían visto
entrar y salir a varias y diversas gentes, y aun a la dicha Artemisia en la ventana
burlando con varias suertes de gentes, que parescía una feria, y que por eso no
tenía intención de tomalla por muger y que me retomava su palabra; yo me
esforcé por apartallo de aquella opinión y le dezía que eso no podía ser y que
devía de estar mal informado. Me respondió: «Lo que yo y otros han visto con
sus ojos no se puede negar, conque no quiero saber nada más», y yo le dixe:
«Hazed lo que os plazga». Me fui a ver a Gentileschi y se lo conté todo y él
empecó a dar saltos y quiso que fuera con él a casa del dicho cardenal Bandino
para hablar con el Abate Bandino, y el Abate contestó que no quería entrar en
aquel enredo, y assí fue como acabó el dicho casamiento y eso es todo lo que en
él se trató.

Preguntándole si el compareciente sabe si con alguna otra persona se higo un


trato semejante en qualquier otra parte para casar a la dicha Artemisia y con
quién.
R e s p o n d ió : No señor, no sé que se haya tratado con otra persona para casar a
la dicha Artemisia.

Entonges su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio y ordenó que el


compareciente fuesse devuelto a su celda por ahora etc. conminándole a que
firmasse. Agostino Tasso.1

1 Cfr. Pugliatti, op. c it., véase la nota 4.

2 Ferdinando I de’ Medid (1549-1609), gran duque de Toscana.

3 Tal vez para descontar alguna condena.

4 El papa Pablo V.

5 Agostino Tassi moriría en la indigencia.

6 Lugar entre la calle de los Coronari y San Celso, cuyo nombre estaba tomado de una hornacina cuya
imagen, restaurada en el siglo XVI, aún se conserva.

7 Orazio Borgianni (Roma, 1578 aprox.-1616), pintor de la escuela de Caravaggio; trabajó en Italia y en
España.

8 Probablemente para pedir limosna.

9 En it. te s to n i, moneda de plata acuñada en Milán equivalente a 1/4 de escudo, que llevaba grabada la
cabeza (te s ta ) del rey; los «testones» españoles, de curso en las colonias americanas, la imitaron [Nota del
T.].

10 La Puerta Angélica, antiguamente Puerta de San Egidio, se llama también Puerta de San Pellegrino,
Viridaria, Aurea, Stercoraria, Merdaria y de San Pedro.

11 Tassi era pintor de paisajes y marinas, mientras que Gentileschi pintaba sobre todo figuras.

12 El cardenal Scipione Borghese.

13 Todos los biógrafos contemporáneos recuerdan a Orazio Gentileschi como hombre solitario y hosco.

14 Véase s u p ra la «Narración de los hechos».

15 Con hábito talar.


16 Ayudaba en la preparación de la pared para el fresco.

17 Puerta Settiminana, al final de la Lungara, toma su nombre de Settimio Severo. Fue reconstruida por
Alejandro VI.
Interrogatorio de Antonio Mazzantino

Testigo de la Curia, Antonio Mazzantino es interrogado en la cárcel de Corte


Savella el 8 y el 9 de junio sobre sus relaciones con Orazio Gentileschi y
Agostino Tassi. Pareciendo testigo falso, es sometido a tortura y aislamiento. En
el segundo interrogatorio su declaración es aceptada.

Día 8 del mes de mayo de 1612 años.

Fue interrogado en la cárcel Savella de Roma por el mismo de aquí arriba y


por mí etc. Antonio Mazzantino de Andrea Florentino, testigo de la Curia, quien,
haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad y por él reiterado poniendo
la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre quándo fue llevado a la cárcel y si sabe o imagina la causa


de su apresamiento y del presente examen.
R e s p o n d ió : Yo me encuentro aquí en la cárcel desde ayer noche, porque me
prendieron en mi casa junto a la Fuente de Trevi, y no sé por qué causa estoy
preso y por qué Vuestra Señoría me quiere examinar a no ser por la causa por la
que está preso Agostino, porque, quando vine anoche, Agostino me dixo que me
havían prendido por causa suya para ser examinado, y que a él lo havía hecho
apresar Gentileschi.

Preguntándole si el compareciente ha hablado con el dicho Agostino a


propósito del interrogatorio y de qué habló.
R e s p o n d ió : No señor, yo no he tenido conversación ninguna con el dicho
Agostino, solamente esta mañana quando ivan a trasladado, al verme, dixo que
devían de haverme prendido por causa suya, y aunque antes dixe que me havía
visto quando llegué a la cárcel, no me havía visto porque era muy tarde.

Pidiéndole que diga si el dicho Agostino ha sido amigo suyo en algún tiempo
y por qué causa.
R e s p o n d ió : Sí señor, Agostino es amigo mío y también es amigo Orazio
Gentileschi por causa que les hazía la pared para el jardín del señor cardenal
Borghese en Monte Cavallo, donde estavan pintando, que ha un año que empegó
la obra.

Preguntándole si alguna vez estuvo en la casa de los susodichos Agostino y


Orazio y para qué.
R e s p o n d ió : Estuve dos vezes en casa del dicho Agostino para visitado una
vez que se higo daño en un pie, y en casa de Orazio no he estado nunca.

Pregutándole si sabe si el dicho Orazio tiene otros hijos o hijas y quáles.


Sé que el dicho Orazio Gentileschi tiene dos hijos varones y una
R e s p o n d ió :
hembra ya muger, que uno de los hijos se llama Francesco, y del otro no sé el
nombre, assí como tampoco sé cómo se llama la hija.

Preguntándole que diga cómo sabe que el dicho señor Orazio tiene los dichos
hijos e hija.
R e s p o n d ió : Lo sé porque vi a los mochachos; y de la hija le oí dezir a
Gentileschi que la tenía.

Preguntándole si sabe cómo se llama la hija del dicho Orazio y si la vio


alguna vez.
R e s p o n d ió : No sé cómo se llama la hija del dicho señor Orazio y no la he
visto nunca.

Entonges su Señoría, viendo que el testigo ha tenido fagilidad de ponerse de


acuerdo con el dicho Agostino antes de trasladarlo a otra cárcel, como resulta de
la respuesta de más arriba, en lo depuesto sobre Agostino queda convicto de
mendagidad, ordena sometello a tormento, y con este fin, para que se disponga
aún más a dezir la verdad, determina que por ahora sea llevado a una cárgel
secreta.

Y antes de ser sacado de la sala, dice: Señor, de gragia, no me hagáis daño


porque quiero dezir la verdad, que vi a la hija del dicho Gentileschi un día en su
aposento donde havía otras mugeres.

Entonges, al effecto establecido, manda que el testigo sea llevado a una cárgel
secreta.

Día 9 del mes de mayo de 1612 años.

Fue interrogado en el mismo lugar y por el mismo de aquí arriba y por mí etc.
assistiendo el magnífico y excelentíssimo señor Porzio Carnerario etc. el arriba
dicho Antonio Mazzantino, el qual, haviéndole hecho prestar juramento de dezir
verdad, y por él reiterado poniendo la mano etc., fue por su Señoría.

Interrogado sobre si además de lo dicho en su otro interrogatorio, tenía otra


cosa que dezir y qué.
R e s p o n d ió : Ahora caigo que en verdad este verano passado, que no recuerdo
bien el día, después de comer, quando salía del castillo- de recoger unos dineros
que me havía dado el señor Americo Capponi, me encontré en el puente con
Agostino Tassi y me dixo: «Ven, que quiero ir en coche a San Pablo con la
familia de Gentileschi», conque me higo dar la vuelta y fuimos juntos a casa de
Gentileschi, al barrio del Santo Espíritu, y vimos que el coche ya se estava
marchando y Agostino lo mandó parar y subió a él en la Lungara, passado el
portal del Santo Espíritu, y me mandó subir a mí también, y dentro estavan los
hijos de Gentileschi y quatro mugeres que no se cómo se llaman, sino una que
vivía en casa de Gentileschi llamada Tuzia, y otra muger vieja y dos jóvenes, una
hija desta Tuzia y otra de más hedad, hija de Gentileschi, de nombre Solpizia o
Artemisia por lo que les oí dezir; assí que desta manera nos fuimos a San Pablo a
tomar el perdón y luego nos volvimos a casa, y nosotros, es a saber yo y
Agostino, nos baxamos del coche en Trastévere gerca del Puente Sixto, y las
mugeres que dixe se marcharon a su casa en el coche.

Preguntándole si el testigo conocía de antes a la dicha Artemisia, hija del


dicho Orazio.
R e s p o n d ió : Sí señor, yo conogía a la dicha Artemisia, hija de Gentileschi,
antes de ir esa vez en coche con ella y con los otros que dixe, porque la havía
visto en la ventana una vez que fui con el dicho señor Orazio a su casa,
volviendo de Monte Cavallo un día de fiesta, y no entré en su casa sino que lo
esperé en la puerta y nos fuimos luego juntos a beber, yo y el dicho señor Orazio,
a la Lungara en la Puerta Setimiana, y con nosotros iva también el dicho
Agostino.
Preguntándole si por el camino, mientras ivan a la iglesia de San Pablo como
havía dicho, alguien salió del coche y quiénes y por qué causa.
R e s p o n d ió : Señor, no salió nadie del coche hasta que llegamos a San Pablo,
donde baxamos todos juntos.

Y diziéndole que mire bien de dezir verdad y se abstenga de caer en


mendacidad porque de otro modo la Curia será informada.
R e s p o n d ió : Señor, ahora recuerdo que Agostino y la dicha Artemisia baxaron
del coche para ir a la posada que está antes de llegar a San Pablo, y se fueron
juntos a pie, y se encaminaron a la Puerta Santa y nosotros baxamos en la otra
puerta de delante de la Iglesia, y luego nos volvimos a juntar todos.
Preguntándole si sabe por qué causa los susodichos Artemisia y Agostino
baxaron del coche juntos.
R e s p o n d ió : Señor, no sé dezir por qué causa Agostino baxó del coche con la
dicha Artemisia, acaso fuera para passear un poco.

Preguntándole si sabe si el dicho Agostino havía ido a algún otro lugar con la
dicha Artemisia.
R e s p o n d ió : Y o no sé, señor, si el dicho Agostino havía estado en otra parte
con la dicha Artemisia, antes bien, aquella vez me dixo que se lo havía mandado
Gentileschi.

Preguntándole si mientras ivan en el coche havían hablado y de qué.


En el coche se hablava de que en San Pablo veríamos unas
R e s p o n d ió :
pinturas hechas por Gentileschi2 y la dicha Artemisia dezía que le parecía que
tardávamos mil años en llegar.

Preguntándole si alguna vez el dicho Agostino habló con el testigo de la dicha


Artemisia, y especialmente el dicho día después de baxar del coche en
Trastévere, como dixo.
R e s p o n d ió : No señor, el dicho Agostino no havía hablado nunca comigo de
Artemisia y tampoco me habló della quando baxamos del coche porque él se fue
conversando con unos amigos suyos que se encontró quando baxamos del coche
y ellos le acompañaron hasta su casa y yo no los conosco.

Preguntándole si sabe si el dicho Agostino tuvo alguna vez trato carnal con la
dicha Artemisia, o si al menos oyó dezir que estava enamorado della.
R e s p o n d ió : No señor, no sé ni he oído dezir que el dicho Agostino estuviesse
enamorado de la dicha Artemisia y tampoco que tuviesse trato carnal con ella.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio y ordenó que el testigo


fuesse devuelto a su lugar etc.12

1 Probablemente el Castillo de Sant’Angelo.


2 Pinturas hoy perdidas.
Interrogatorio de Agostino Tassi

11 de mayo. El interrogatorio tiene lugar en la cárcel de Tor di Nona. El juez


insiste en que Agostino diga la verdad, dado que por las declaraciones de los
otros testigos se infiere que su versión de los hechos es inaceptable.

Día 11 de mayo de 1612 años.

Compareciendo ante el arriba dicho y en la cárcel de Tor di Nona el mismo


Agostino Tassi de más arriba, quien, haviéndole hecho prestar juramento de
dezir verdad poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre si además de lo declarado en los otros interrogatorios el


compareciente tenía otra cosa que dezir o que añadir o quitar y qué.
R e s p o n d ió : No tengo otra cosa que dezir más que lo que dixe en los otros dos
interrogatorios.

Preguntándole si lo havía pensado mejor y finalmente se disponía a dezir la


verdad cerca lo que otras vezes havía sido interrogado y particularmente si el
compareciente tuvo trato camal alguna vez con Artemisia, la hija de Orazio
Gentileschi.
R e s p o n d ió : No tengo otra cosa que dezir y no he tenido trato carnal con la
dicha Artemisia y no puedo dezir nada más.

Preguntándole y amonestándole que mire bien el compareciente de dezir la


verdad sobre lo anterior porque la Curia será informada dello.
R e s p o n d ió : Y o ya dixe la verdad y no se provará nunca que haya tenido trato
carnal con la dicha Artemisia.

Y diziendo su Señoría que el dicho compareciente se atreve sostener tal


mendacidad quando a la Curia le consta no solo que tuvo trato carnal muchas
vezes con la dicha Artemisia, sino que también la violó y estupró usando la
fuerza, como resulta de la declaración de la propia Artemisia, y que diga
voluntariamente la verdad ante Dios sobre la Biblia.
R e s p o n d ió : Si la dicha Artemisia dize que yo tuve trato camal con ella
muchas vezes y que la estupré, no dize verdad y dize una gran mentira y
quissiera Dios que no le huviessen quitado otros la virginidad más que yo se la
quité.

Y añadiendo su Señoría que por la antedicha declaración de Artemisia en la


que el compareciente resulta culpable del dicho delito y estupro y comercio
carnal con la dicha Artemisia muchas y repetidas vezes, accediendo también con
frequencia y familiaridad quando el indagado estava en la casa del dicho Orazio
hallándose este ausente, haziendo seguimientos el compareciente muchas y
diversas vezes en varios lugares de la persona de la dicha Artemisia y otrosí
teniendo muchas reuniones y coloquios domésticos con ella apartados de los
otros, y guardias en torno a la casa de la dicha Artemisia assí de día como de
noche, numerosas confessiones extrajudiciales cerca del trato camal que tuvo
con ella, finalmente que fue visto yacer en el lecho estando a solas con ella en la
misma casa, verbigracia en el aposento de la dicha Artemisia, estando desnuda
ella en el dicho lecho; constando estos hechos y otros más resultantes del
processo, queda no solo indiciado de cometer estupro en la persona de la dicha
Artemisia, mas casi convicto, de tal modo que no puede tergiversar y evitar dezir
la antedicha verdad; dispóngase, pues, él mismo de forma voluntaria a ello y no
incurra ulteriormente en mendacidad ni espere que lo dicho por los testigos
persuada al tribunal de la mentira.
R e s p o n d ió : Yo digo esto: que no es verdad nada de lo que Artemisia dize
contra mí ni de lo que dizen otras personas y aunque fuera todo el mundo, no
puede hazer que sea lo que no ha sido, porque yo nunca tuve trato carnal con
ella.

Entonces su Señoría etc. hecha la diligencia para obtener testigos de lo que no


ha podido por ahora recabar, interrumpió el interrogatorio y ordenó que el
compareciente fuesse devuelto a su celda.
Careo entre Agostino y Artemisia

14 de mayo. Agostino es convocado nuevamente por los jueces, que no dan


crédito a su declaración. Artemisia confirma la suya pese a la tortura a la que es
sometida en presencia del propio Agostino.

Día lunes 14 de mayo de 1612 años.

Compareciendo ante el illustre y excelentíssimo señor Gerónimo Felici etc. y


el illustre y excelentíssimo Francesco Bulgarello etc. ante mí notario etc.
assistiendo el magnífico y excelentíssimo señor Porzio Carnerario etc. Agostino
Tassi de más arriba, al qual su Señoría higo prestar juramento de dezir verdad
poniendo la mano etc.

Preguntándole si el compareciente tiene otra cosa que dezir además de lo


declarado en los otros interrogatorios y si quiere añadir o quitar algo.
R e s p o n d ió : No tengo otra cosa que dezir más que lo que he declarado en los
otros interrogatorios, y no tengo nada que añadir ni que quitar.

Preguntándole si finalmente, depuesta su pertinacia, se dispone a dezir la


verdad de si estupró y tuvo trato camal con la dicha Artemisia de Orazio
Gentileschi como otras vezes se le havía preguntado.
R e s p o n d ió : No señor, la verdad ya la dixe, y os digo que no solo no forcé a la
dicha Artemisia, sino que no he tenido trato camal con ella.

Preguntándole qué dize el compareciente si la dicha Artemisia es llevada ante


él para dezir en su presencia todo lo dicho ante mí... y se comprueva que es
convicto de mendacidad.
R e s p o n d ió : Diré cada vez que Artemisia venga a dezirme a la cara que he
tenido trato camal con ella y que la forcé que no dice verdad.

Entonges su Señoría, para inculpar al compareciente de mendacidad sobre lo


dicho y para disponello más a la verdad y para todo otro buen fin y effecto,
manda que sea conducida ante el compareciente la arriba dicha doña Artemisia
de Orazio Gentileschi.

Condugida la qual y haviendo hecho prestar juramento a ambos de dezir


verdad poniendo la mano etc. y effectuado antes el mutuo reconocimiento de sus
personas y nombre, fue igualmente llevada ante su Señoría.

Preguntándole si lo que havía declarado días antes cerca la persona del


compareciente allí presente era y es verdad y si para que conste la verdad ahora
estava dispuesta a ratificado y confirmado ante el compareciente allí presente.
R e s p o n d ió : Sí señor, lo que dixe los días pasados en mi interrogatorio ante
Vuestra Señoría sobre la persona de Agostino Tasso, aquí presente, es la verdad,
y por verdad estoy dispuesta a ratificado y a confirmado aquí delante dél.

Preguntándole que relate de qué modo ocurrió sustancialmente el antedicho


hecho.
R e s p o n d ió : Ya he dicho otras vezes a Vuestra Señoría que el año pasado,
acostumbrando a venir por casa de mi padre, Agostino, aquí presente, este mes
de mayo, por ser amigo de mi padre y de su misma profession, entrava en casa
como amigo porque mi padre y yo nos fiábamos dél, y un día se presentó en casa
con unos pretextos que ya conté otras vezes en los interrogatorios, porque, como
dixe, me fiava dél y nunca habría creído que pudiera forcarme y traicionarme a
mí y a la amistad que tiene con mi padre, y no reparé en nada hasta que me cogió
de repente, me tiró encima de la cama, cerró la puerta del aposento y se puso a
trabaxar para forcarme y quitarme mi honra, y aunque yo luché un buen rato, que
vino a casa después de almorcar y la lucha duró hasta las 23 horas, y como dixe
en el otro interrogatorio al que me he referido, la coluna del lecho fue lo que me
protegió hasta esa hora, porque me sujeté a ella con la cara vuelta a ella.
Y m ie n tra s se e s c riv ía esto, e l in d a g a d o d ix o p o r su p ro p ia v o lu n ta d : Poned
por escrito todo lo que dize ella y notad que afirma que la lucha duró hasta las 23
horas.

Entonces su Señoría ordenó que, para inteligencia de ambos, fuesse leído por
mí, notario, todo el interrogatorio del processo de aquí arriba, hecho a la dicha
testigo el día 28 de marzo, leído el qual y por ambos bien oído, la testigo fue
llamada por su Señoría.

Preguntándole si lo que ha oído que le leyeron corresponde a lo declarado por


ella en su interrogatorio y si es todo conforme a verdad y está dispuesta a
confirmallo y a ratificado en presencia del compareciente.
R e s p o n d ió : He oído el interrogatorio que havéis hecho que me lea aquí el
notario y reconosco que en el interrogatorio que se me higo antes y en todo lo
que contiene declaré la verdad y por verdad ahora lo confirmo aquí en presencia
de Agostino.

Preguntándole al dicho compareciente y d iz ie n d o este: Yo afirmo que todo lo


que dixo la señora Artemisia y puso por escrito es mentira y no tiene punto de
verdad y no es verdad que yo la forcé y tampoco que tuve trato carnal con ella,
porque en su casa vivía un cantero llamado Francesco, que no se le podría
confiar ni una gata, y estava con ella a solas día y noche, Pasquino de Florencia,
que se jactava públicamente de haver posseído a la aquí presente señora
Artemisia. Y yo en su casa entré con la honra y el respeto con que se deve entrar
en casa de un amigo, y no engañé ni al amigo ni a ella, y siempre evitava ir allí
porque me metían de contino en riñas; y, en resumen, nada de lo que ella dice es
verdad.
R e p lic a n d o la te s tig o y d iz ie n d o : Yo afirmo que todo lo que dixe es verdad y
si no fuesse verdad no lo habría dicho.

Preguntándole a la dicha testigo si está dispuesta a ratificar baxo tormento lo


dicho en su interrogatorio y su declaración y todo lo allí contenido.
R e s p o n d ió : Sí señor, estoy dispuesta a confirmar baxo tormento mi
interrogatorio donde haga falta; y digo más, que quando fui a San Juan, aqueste
me dio un alfiler que yo no lo quería.

Entonces, para quitar toda mancha de infamia y toda duda que pudiere nacer
contra la persona de la dicha testigo o de lo declarado por ella, porque aparecía
como cómplice del crimen, y para mayor confirmación y reforcamiento de lo
dicho y para todo otro buen fin y effecto, y tanto más afectando a la dicha
persona de la testigo, decretó y ordenó que en presencia y ante el dicho
imputado, la testigo fuesse sometida al tormento de los sibilos1 considerando
que es muger y su hedad, que por el aspecto podría ser de diez y siete años; y
llamando al carcelero encargado de los instrumentos de los dichos tormentos
empleados para los sibilos, fue conducida.

Preguntándole y amonestándola que mire bien de no acusar de estupro al


dicho Agostino injustamente y sin apartarse de la verdad del hecho por ella
narrado, mas que si ocurrió del modo declarado por ella en su interrogatorio, no
tema confirmado todo en el dicho tormento de los sibilos.
R e s p o n d ió : Yo he dicho siempre la verdad y siempre la dirá porque es verdad
y estoy aquí para confirmado donde sea menester.

Entonces ordena al carcelero que coloque los sibdos y, juntas las manos ante
el pecho, y colocados los sibilos entre cada dedo como de costumbre... por el
carcelero, en presencia y ante la faz del compareciente... el carcelero aprieta los
sibilos en torno a los dedos, y la testigo empieca a dezir: «Es verdad es verdad es
verdad», repitiendo muchas y muchas vezes estas mismas palabras, y luego dixo:
«Este es el andlo que tú me das y estas son las promessas».

Preguntándole si ella confirmava que lo declarado en su interrogatorio era


verdad y quería confirmarlo y ratificado en el dicho tormento.
R e s p o n d ió : Es verdad es verdad es verdad todo lo que dixe.

Preguntándole al dicho compareciente y d iz ie n d o este: No es verdad, tú


mientes por la barba.
R e p lic a n d o la d ic h a te s tig o : Es verdad es verdad es verdad.

Su Señoría, haviéndose ratificado ambos en sus declaraciones, ordenó desatar


los sibilos y quitados de las manos. Quando estuvo acomodada por espacio de un
miserere, luego licenció a la dicha testigo.
Y mientras la licenciavan, e l im p u ta d o d ix o : No dexéis que se vaya, que
quiero hacelle algunas preguntas.

Y diziendo su Señoría que diga qué quiere preguntar.


Las preguntas que quiero hazer son estas.
R e s p o n d ió :

Muestra una hoja en la que están escritas las preguntas que ha de formular su
Señoría a la testigo.
In te rro g a d a s o b re la p rim e r a , re s p o n d ió : Es verdad que me pidió declarar
contra vos y contra ningún otro.
S o b re la s e g u n d a , re s p o n d ió : Ya dixe tantas cosas esta noche, que me parece
que es bastante lo que dixe gerca desto y del lugar y el momento en que passó.
S o b re la te rq e ra , re s p o n d ió : Ya dixe cómo es que tenía entrada en mi casa, y
por la casa de mi padre vienen muchos cavalleros y señores, pero por mi causa
no venía ninguno.
S o b re la q u a rta , re s p o n d ió : El dicho Artigenio es un procurador del cardenal
Tonti, que era compadre de Tuzia y tenía entrada en su casa, pero no venía por la
mía.

Y mientras se estava escriviendo esto, e l im p u ta d o d ix o : Preguntalde si


alguna vez le higo un retrato al dicho Artigenio.
Y la d ic h a te s tig o re s p o n d ió : Sí señor, me pidieron que le hiziesse un retrato
para una muger que dezía que era su enamorada y lo hize, no sé qué queréis
dezir con esto, y fue Tuzia la que me pidió hazer el retrato.
S o b re la q u in ta , d ix o c o m o a r r ib a .
S o b re la s e xta , re s p o n d ió : Quando Artigenio iva por casa de Tuzia, mi padre
lo vio un día mientras passava y al baxar, mi padre estava pintando y Tuzia dixo:
«Venid a ver, señor Artigenio», y él fue a ver a la sala donde estava dando la
última mano a las pinturas, y hablaron un rato; en quanto a Agostino, venía a
casa a vezes, pero quando venía por mí, él no lo veía.
S o b re la s é p tim a , re s p o n d ió : Sí señor, mi padre me dava lo que necessitava.
S o b re ¡a o c ta v a , re s p o n d ió : Mi padre nunca me ha dexado a solas con ningún
hombre.
S o b re la n o n a , re s p o n d ió : Yo no me quedé nunca a solas con Francesco el
cantero porque estavan también mis hermanos y uno tenía 16 años-.
S o b re la d é z im a , re s p o n d ió c o m o a r r ib a .
S o b re la u n d é z im a , d ix o : Quando este Pasquino vivía en mi casa, yo tenía
solo siete años y nunca dixe que me forgara.
S o b re la 12, d ix o q u e a lo p r ó x im o - .
Yo no sé escrivir, y leer poco.
S o b re la 13, d ix o :
Quise ser interrogada con la esperanga de que fuesseis
S o b re la 14, d ix o :
castigado por la falta cometida.
S o b re la 15, fu e o m itid a p o r im p e rtin e n te .
S o b re la 16, d ix o lo m is m o q u e en su in te r r o g a to r io : Porque él me tapava la
boca y no podía gritar.
S o b re la 1 7 , d ix o : Yo dixe en mi interrogatorio que quando me forgó la
primera vez, tenía mis días y vi que la menstruación era más roxa que la otra
vez.
S o b re la 1 8 , d ix o lo m is m o q u e en su in te rr o g a to r io .
S o b re la 1 9 , d ix o : A Schiattese y a su muger les dixe que me havíais forjado
y también vos se lo dixisteis a Schiattese.
S o b re la 2 0 , d ix o : Yo le dixe a Schiattese que me havíais forjado quando vino
a vivir a nuestra casa, que fue en diciembre y vos se lo havíais dicho antes y por
eso se lo dixe también yo, y no se denunció antes porque se havía concertado
hazer alguna otra cosa para que no se divulgasse esta infamia.
S o b re la 2 1 , d ix o : Fuisteis vos quien le confessó a Schiattese que yo havía
sido forcada.
S o b re la 2 2 , d ix o : Yo esperava teneros por marido pero ahora ya no lo espero
porque sé que tenéis muger; serán dos o tres días que supe que teníais muger.
S o b re la 2 3 , d ix o : Nadie me dixo eso, sino que yo lo dixe porque es verdad.

Y acabados los interrogatorios, su Señoría licenció a la dicha testigo y al


dicho compareciente y ordenó que fuessen devueltos a sus lugares.1

1 La tortura de los «sibilos» consistía en atar unas cuerdas delgadas alrededor de los dedos y apretarlas,
cortando así la circulación de la sangre.
2 Tal vez Francesco.
3 Probablemente se refiere a las respuestas 20 y 21 [Nota del T.].
Interrogatorio de Agostino Tassi y de Giovanni
Battista Stiattesi

15 de mayo. En la cárcel de Tor di Nona los jueces intentan una vez más
convencer a Agostino para que diga la verdad y lo ponen frente a Stiattesi, que
se ratifica en su anterior declaración.

Día 15 de mayo de 1612 años.

Compareciendo nuevamente ante el illustre y excelentíssimo señor Francesco


Bulgarello etc. y ante mí, notario que escrive, assistiendo el magnífico y
excelentíssimo señor Porzio Carnerario etc. en la cárcel de Tor di Nona el mismo
de arriba, Agostino Tasso, al que su Señoría, haviéndole hecho prestar juramento
de dezir verdad poniendo la mano etc. fue por su Señoría.

Interrogado sobre si finalmente, depuesta su pertinacia, se disponía a dezir la


verdad cerca de aquello sobre lo que se le examinava, y en especial cerca del
estupro que se pretendía havía sido cometido por el dicho compareciente en la
persona de Artemisia, de lo qual ya havía sido acusado por la declaración de la
dicha Artemisia.
R e s p o n d ió : No señor, yo dixe la verdad y no estupré nunca a la dicha
Artemisia ni nunca yací con ella.

Preguntándole qué dize el dicho compareciente si además de todo lo que la


dicha Artemisia havía confirmado ante él mismo, de modo semejante se
confirmava por la declaración de otros testigos a los que havía hecho partícipes
del dicho estupro por él cometido y con los que havía hablado de todo lo
antedicho.
R e s p o n d ió : Si alguien viene a dezirme en mi cara que yo dixe que cometí
estupro en la persona de Artemisia, serán enemigos míos y no dirán la verdad
porque ni lo hize ni pude dezillo.
Preguntándole y amonestándolo para que finalmente, depuesta su pertinacia,
diga la verdad sobre lo anterior y no espere a ser acusado de mendacidad por los
testigos y especialmente por Giovanni Battista Schiattesi, al qual confessó haver
cometido el estupro antedicho, como resulta de su declaración.
R e s p o n d ió : Giovan Battista Schiattese y cualquier otro que me venga a dezir
a la cara que yo cometí el dicho estupro en la persona de Artemisia dirá solo
mentira.

Entonces su Señoría, acusando al compareciente de mendacidad sobre lo


antedicho, y para disponello más a la verdad y a todo otro buen fin y effecto,
mandó traher ante el compareciente a Giovanni Battista Stiattesi.
El qual, traído y haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad
poniendo la mano etc., hecho el reconocimiento mutuo de sus personas... fue
llamado por su Señoría.

Preguntándole si lo que el compareciente depuso días atrás fue por verdad y


está dispuesto a confirmallo y ratificallo delante del allí presente.
R e s p o n d ió : Sí señor, lo que dixe días atrás sobre la persona de micer
Agostino Tasso, aquí presente, en el interrogatorio que se me hico ante Vuestra
Señoría, lo dixe y declaré por verdad y por verdad estoy dispuesto a ratificallo y
a hazer lo que sea menester.

Pidiendo al testigo que ante el compareciente allí presente refiera en pocas


palabras lo más significativo y relevante de lo declarado por él.
R e s p o n d ió : Yo en sustancia dixe que por causa de que dormí varias vezes con
Agostino, aquí presente, una noche, mientras estava en el lecho con él, me
confessó que havía forcado a Artemisia, hija de Orazio Gentileschi, diziendo:
«Que Cosimo era el que me havía hecho cometer este error por hazerme creer
que no era virgen», y que haviéndola encontrado virgen se havía arrepentido, tal
como dixe en mi examen al que me remito en todo y por todo.

Entonces su Señoría ordenó que yo, notario, en voz alta e inteligible para la
clara inteligencia de ambos, lea la declaración del antedicho Giovan Battista
Schiattesi, hecha en el presente processo el día 24 de marzo de 1612 años.

Leída y bien oída la qual, y entendida por ambos, como afirmaron, fue
llamado por su Señoría.
Preguntándole si lo que havía oído leer era verdad y si era lo mismo que
havía declarado por verdad, e igualmente, si lo ratificava y confirmava ante el
compareciente allí presente y era lo mismo que lo que el testigo havía declarado
en el modo y la forma que consta.
R e s p o n d ió : Yo he entendido cumplidamente todo quanto Vuestra Señoría ha
hecho que me lean y reconosco que es lo mismo que dixe y declaré por verdad
los días passados ante Vuestra Señoría, y todo ha sido dicho y declarado por mí
en el modo y forma en que está escrito y ahora por verdad lo ratifico y confirmo
ante Agostino aquí presente, siendo todo verdad como el Evangelio.
Careo entre Agostino Tassi y Giovan Battista
Stiattesi

Tassi y Stiattesi, puestos frente a frente, se echan en cara y precisan algunos


detalles del caso y de las relaciones que mantienen.

Preguntado el dicho Agostino y diziendo: Yo afirmo que no es verdad nada de


lo que dize el aquí presente, que se llama Giovan Battista Schiattese, y todo es
mentira, y, en respuesta a muchos particulares que dize en su interrogatorio, me
remito a lo que dixe en mis interrogatorios.

Replicando el testigo y diziendo: Digo que es verdad todo lo que dixe y


quissiera Dios que no lo fuesse por bien de los dos, y él me lo confessó, y sabed
que yo medié para bien hasta el último momento, porque mientras estavais
dentro1 traté de mediar para sossegaros.

T e rm in ad a s estas d e c la ra c io n e s , e l in d a g a d o d ix o : No concluya Vuestra


Señoría el interrogatorio porque quiero preguntalle algo.

Entonces su Señoría permitió que preguntasse, salvo que fueren preguntas


agenas a la causa e impertinentes, tras lo qual el testigo fue por el compareciente.

Interrogado: Señor Giovanni Battista, dezime dónde vivís actualmente.


e l te s tig o : Lo sabéis mejor que yo dónde vivo, pero por
R e s p o n d ió
satisfazeros, vivo en las casas del Santo Espíritu en el monte por encima de las
grutas, en la mesma casa donde vive el señor Orazio Gentileschi.

Interrogado de nuevo el testigo por el compareciente: Dezime si pagáis


alquiler y a quién le pagáis el alquiler y si lo havéis pagado.
R e s p o n d ió : Yo no hize contrato alguno con nadie y nunca he pagado alquiler
a nadie porque no me lo han pedido, pero quando me lo pidan lo pagaré, y
fuisteis vos quien me metió en esa casa.
Y dirigiéndose de nuevo al testigo, el compareciente dixo: Dezime quién os
buscó y os induxo a declarar y quién os forcó dándoos la orden.
R e s p o n d ió e l te s tig o : La verdad fue la que me induxo a declarar y fui buscado
y forjado por la justicia y el recado me lo mandó Orazio Gentileschi de parte del
señor juez, que yo no habría querido verme metido en esto y vine de mala gana.

Interrogado: Dezime si alguien os prometió alguna cosa para que llevasseis a


buen fin el negocio entre Artemisia y yo.
R e s p o n d ió : Vos me prometisteis favorecerme en esa occasion con vuestra
amistad si yo acomodava este negocio de Artemisia para que acabasse en
buenhora esta historia y se hallasse forma de casalla, y si me huviesseis
confessado antes lo que me havéis confessado haze unos días en la cárcel, os
habríais desembaracado dello de otra manera.

Interrogado: Dezime si havéis declarado antes contra algún otro.


Yo declaré a instancias vuestras contra Valerio Ursino en una
R e s p o n d ió :
causa civil.
Y lu e g o e l c o m p a re c ie n te d ix o : No quiero dezir nada más por ahora, pero
dexad constancia de que quiero repetillo en los interrogatorios que hagan mi
procurador y mi abogado.
R e p lic a n d o e l te s tig o y d iz ie n d o : Señor, testis c o n fro n ta tu s n on d e b e t re p e tí-,
y no quiero ir ya más de acá para allá ni tener más enoxos a causa de vuestros
enredos, que ya he tenido tantos que resentido estoy; assí que reclamo que él me
interrogue ahora sobre todo lo que quiera, que estoy dispuesto a responder y la
verdad es solo una.
Y lu e g o e l te s tig o d ix o p o r su v o lu n ta d : Quiero dezir también otra cosa,
porque pensava que él me daría occasion de dezillo con sus preguntas, y pues no
ha querido traher acá el asunto, lo quiero traher yo. Ha de saber Vuestra Señoría
que, además de haverme empleado en todo lo que pude para llevar a buen fin
este negocio a satisfacción de una parte y de la otra, haviéndome mandado
llamar Agostino mientras estava preso estos días passados, hize todos los
esfuercos possibles por llevar a Orazio Gentileschi a verse con él en la cárcel tal
como él me pidió con gran instancia, y lo llevé effectivamente una mañana, y
como se dezía una misa allá, no se pudieron hablar, sino que Orazio habló con
un fraile llamado Fray Girolamo, que nos dixo que aquella mañana no era
momento para tratar de aquel negocio, conque nos marchamos Orazio y yo, y
nunca más lo pude volver a llevar; y por eso Agostino me rogó con grandíssima
instancia que, pues no era possible llevar a Orazio, le hiziera la gragia de llevar a
Artemisia para que pudieran verse un rato y que él encontraría la manera de
dalles satisfacción. Yo que, como dixe, desseava llevar a buen fin este negogio e
intentar todos los caminos possibles, le referí todo a Artemisia rogándola que me
hiziera la gragia de ir a verse con el dicho Agostino; y para que Orazio no
estorbasse este negogio prohibiendo que llevara a Artemisia, congertamos dezille
a Orazio que quería ir a San Carlos a los Catinarios por la noche, y al pasar por
Corte Savella, entrar en Corte Savella y dar esta satisfacgión a Agostino tal como
desseava. Y llevando a effeto lo que havíamos determinado, una noche, que no
me acuerdo bien de qué día, pero me parege que era la primera noche de mayo,
salimos de casa sobre las 24 horas Artemisia, mi muger Porzia, Giulio, el
hermano de Artemisia y mi hijo Luisio, y baxamos todo en derechura por la
Lungara, passamos el Puente Sixto y vimos que era tarde, conque sin ir a San
Cario nos fuimos a Corte Savella, y entrando todos en el locutorio, Agostino se
puso a hablar con Artemisia en presengia mía y de mi muger y dixo que él no era
hombre que huviera faltado nunca a su palabra y tampoco iva a faltar con ella y
estava dispuesto a tomalla por muger tal como le havía prometido y le dava de
nuevo su palabra, y le tomó la mano diziendo que le havía prometido casarse con
ella y conogía su obligagión y le renovava otra vez la promessa y no quería que
passaran quinze días sin que ella fuesse su muger, a lo qual la dicha Artemisia le
dixo: «Por caridad, Agostino, si tenéis muger, dezímelo, que se intentará algún
otro camino», y el dicho Agostino contestó: «Mi muger murió», y añadió: «Si
me queréis sacar deste aprieto, tenéis que desdeziros y luego haré lo que
queráis», y entonces Artemisia dixo: «No quiero hazello».

Y m ie n tra s e l te s tig o d e z ia esto, e l c o m p a re g ie n te d ix o : Mientes por la barba


y eres un cornudo cabrón.

Quando oyó su Señoría que el comparegiente tan irreverentemente, sin


respeto alguno por su Señoría, havía osado proferir tan infames palabras, ordenó
que los guardias le pussieran los hierros- en las manos y después... se
comprovasse lo dicho interrogando su Señoría a la hermana a effecto de
deliberar incontinente la pena... por tal irreverengia e injuria hecha por el
imputado contra el dicho testigo ante su Señoría, a este effecto se le pussieran los
hierros en las manos...
Y prosiguiendo, el dicho testigo dixo: Y quando oyó dezir a Artemisia que no
se quería retractar en modo alguno, el dicho Agostino añadió: «Al menos
echalde la culpa a otro y dezí que otro os forgó, dezí que fue Cosimo que de
todos modos está muerto»-. Artemisia respondió: «Tampoco quiero hazer eso»,
entonces Agostino dixo: «Dezí que fue Piero Nemi», y añadió: «Piero Nemi ha
mucho que murió y no puede ser tampoco». «Pensaré en ello y os mandaré
recado por Giovan Battista», y luego nos marchamos y esto es todo lo que quería
dezir.

Preguntando el comparegiente y diziendo: Ante todo, señor, os ruego que no


os indignéis comigo por el poco respeto que mostré al dezir las palabras
injuriosas que dixe contra Giovan Battista aquí presente, porque no las dixe ni
por offender ni por menospregio a Vuestra Señoría y al Tribunal, al qual yo
honro y tengo en lo más alto, y tampoco para hazelle afrenta a él porque en
quanto a la honra de su muger, yo la tengo por honrada y quissiera Dios que
fuesse él tan honrado que dixera la verdad de lo que cuenta, y aquellas palabras
se me escaparon por culpa de la cólera sin acordarme del lugar en el que estoy, y
en quanto a lo que él dize, no dize verdad porque a Artemisia la llevó él a Corte
Savella por su voluntad y no porque yo se lo pidiera, y nada de lo que dize es
verdad.

Y lu e g o v o lv ié n d o s e h a c ia e l te s tig o , d ix o : Tú sabes que dizes esas cosas a


causa del odio que me tienes porque somos enemigos por las palabras que huvo
entre nosotros.

R e p lic a n d o y re s p o n d ie n d o e l te s tig o , d ix o : No sé de qué palabras me hablas,


tú sueñas y soy hombre para responderte.

R e p lic a n d o y re s p o n d ie n d o e l c o m p a re g ie n te , d ix o : Sabes bien las palabras


que tuve contigo y lo que te dixe en la puerta de Gentileschi; y luego tú fuiste
apaleado también y estás aquí para hazer de espía.

P re g u n ta n d o e l te s tig o y d iz ie n d o : Señor, escrivid las palabras dize este, que


quiero que se le castigue conforme a la justigia por las injurias que me hace,
porque yo no he sido nunca espía ni he sido apaleado nunca y él no es enemigo
mío; aquí tenéis las cartas que me envió desde la cárcel.
Me entrega... a mí, notario, dos cartas, una que comienza «Muy magnífico
señor veo etc.» y termina: «Afmo. servidor Agostino Tasso», otra que comienza
«Muy magnífico señor he visto etc.» y termina «Servidor obligadíssimo
Agostino Tasso».
Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio, licenció al testigo y
ordenó que el compareciente fuesse devuelto a su celda etc.

Y antes de ser sacado de la sala del interrogatorio, e l co m p a re g ie n te d ix o :


Señor, escrivid que él vino a Corte Savella para pedirme que le diesse 15
escudos porque quería hazer retractarse a Artemisia y yo le contesté que no se
me dava nada de que se retractasse porque soy hombre de bien y havía dicho lo
que no havía hecho, y digo más, que es un falsario y un embustero.

In te rv in ie n d o e l te s tig o y d ic ie n d o : Afirmo que lo que dixe es la verdad y lo


que ahora dize de que yo le pedí dineros para hazer retractarse a Artemisia no es
verdad y tantas vezes miente por la barba quantas letras hay escritas en este
processo.

Entonces su Señoría etc. interrumpió el interrogatorio, licenció al testigo y


ordenó que el compareciente fuesse devuelto a su celda etc.1

1 En la cárcel.
2 «El testimonio prestado en un careo no se debe repetir».
3 Las esposas.
4 Véase la nota 6.
Interrogatorio de Porzia Stiattesi

16 de mayo. En la casa de Santo Espíritu en Sassia, Porzia Stiattesi testifica que


Agostino, ya en la cárcel de Corte Savella, había hecho nuevamente promesa de
matrimonio a Artemisia y había intentado luego convencerla para culpar del
estupro a algún otro.

Día 16 de mayo de 1612 años.

Fue interrogada por mí etc. por orden etc. en la casa donde tiene domicilio
habitual en la calle de Santo Espíritu, assistiendo el illustríssimo y
excelentíssimo señor Porzio Carnerario, Porzia, muger de Giovanni Battista
Schiattesi, la qual, haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad poniendo
la mano etc., fue interrogada por mí.

Preguntándole si sabe o al menos presume la causa del presente


interrogatorio.
R e s p o n d ió : No señor, no sé la causa por la que queréis interrogarme, pero me
imagino que es porque yo y mi marido fuimos con la señora Artemisia a Corte
Savella a hablar con el dicho Agostino, que de otro modo no se me ocurre por
qué he de ser interrogada, porque sé que por esta causa fue interrogado mi
marido.

Y díchole por mí, notario, que diga y refiera la causa antedicha aducida por
ella de cómo y por qué huvo de ir a hablar con el dicho Agostino a Corte Savella
y quién los requirió para hazello y diga exactamente lo que hablaron con el dicho
Agostino assí como lo que dixeron la dicha Artemisia y otros...
R e s p o n d ió : Ahora cuento a Vuestra Señoría cómo passó todo lo de nuestra
ida a Corte Savella en vísperas del mes de mayo: mientras Agostino Tasso estava
preso, varias vezes havía mandado recado a la señora Artemisia de que le
hiziesse la gracia de ir a vello y a hablar con él en Corte Savella y eso se lo
mandava dezir a través de Aloisio, mi hijo, que iva a visitar a menudo al dicho
Agostino por ser amigo de mi marido, y especialmente también lo mandó dezir
varias vezes por mediación de Giovan Battista, mi marido, el qual le dixo a la
señora Artemisia: «Quizá sea mejor que vayáis a oír a ver qué dice», porque ella
no quería ir, y, finalmente, persuadida por mi marido, se resolvió a ir, y el primer
día de mayo por la noche, a las 24 horas, haviendo dado a entender antes
nosotros al señor Orazio, padre de la dicha Artemisia, que queríamos ir a San
Carlos en los Catinarios, salimos de casa de Artemisia mi marido Giovan
Battista, mi hijo Aloisio y Giulio, hermano de la dicha Artemisia, y echamos a
andar hagia Corte Savella, conque tomamos el camino de la Lungara, passamos
el Puente Sixto y llegamos a Corte Savella que sería casi la una quando
llegamos; y, al llegar, vimos que Agostino estava en la reja que hay a mano
izquierda según se entra por la primera puerta, el qual Agostino, nada más
vernos, higo que nos abriessen y entramos en el locutorio donde nos sentamos, y
el dicho Agostino se agercó a nosotros que paregía medio muerto y como si casi
ni pudiera hablar, hasta que finalmente dixo estas palabras: «Mi señora
Artemisia, vos sabéis que tenéis que ser mía y no podéis ser de ningún otro, y
sabed que yo os hize una promesa y lo prometido lo quiero cumplir», repitiendo
estas pregissas palabras: «Si no os tomo por muger, que me entren tantos diablos
en el cuerpo como pelos tengo en la cabega y en la barba, y por toda la vida»,
diziendo: «Hagamos la promessa», y tendió la mano lo que igualmente higo
Artemisia, y se tomaron las manos los dos, y Artemisia dixo estas palabras o
paregidas: «Assí como vos me dais vuestra palabra, assí me la tomo y creo que la
cumpliréis», además desto la dicha Artemisia añadió: «Agostino, si vuestra
muger está viva, dezímelo», y el dicho Agostino respondió: «Señora Artemisia,
mi muger está muerta, yo sé lo que digo: está muerta», y se dio con la mano en
el pecho, diziendo: «Creedme que es verdad», y tras estas palabras, el dicho
Agostino le pidió a la dicha Artemisia que se retractasse, diziendo: «Dezí que no
fui yo el que os forgó, dezí que fue otro que ya está muerto», y me parege, si
recuerdo bien, que dixo: «Dezí que fue Pietro Neri», y Artemisia contestó que no
quería hazer tal cosa, diziéndole: «Sabéis bien que fuisteis vos y nadie más», y
no recuerdo si huvo más palabras entre ellos, sino solo que nos despedimos con
affecto, digo más, que el dicho Agostino dixo: «Me havéis hecho una gran
merced, os doy las gragias», y nos volvimos a casa.

Preguntándole si antes del apresamiento de Agostino la testigo havía savido o


tenido notigia de que Agostino hiziesse la dicha súplica a la persona de
Artemisia, cómo y quándo.
R e s p o n d ió : Al poco de venir a vivir yo a esta casa donde vive también la
dicha Artemisia, que vine por el mes de noviembre o diciembre si no miento, es
a saber ocho o diez días después de venir a estar en esta casa, hablando yo, como
se haze entre mugeres, con Artemisia, ella me confessó que este Agostino era
amigo suyo y que él le havía quitado la virginidad, y si mal no recuerdo me
parege que dixo que la forgó en el mes de mayo, diziendo que la havía forgado
en su casa, que entonces estava en la casa de la calle de la Cruz, y que ella,
Artemisia, al punto de haver sido forgada, le dixo: «Vos me havéis quitado lo
que no podéis volverme», y el dicho Agostino le respondió: «No dudéis, señora
Artemisia, de que yo desseo tomaros por muger y casarme con vos», según me
contó Artemisia, y esto es todo lo que puedo dezir sobre lo que Vuestra Señoría
me ha preguntado. In c a u s a s c ie n d i-. 1

1 Para que conste en la causa.


Declaración de Francesco Bulgarello

22 de mayo. Francesco Bulgarello concede el plazo de tres días a Agostino para


que provea a su propia defensa.

Día 22 de mayo de 1612 años.

El illustre y excelentíssimo señor Francisco Bulgarello etc., ha establecido el


término de tres días para que el susodicho Agostino Tasso provea a los
menesteres de su defensa y más o menos, no obstante, a arbitrio de su Señoría ...
junio para el alegato fiscal y ulteriores procesos... y mandó antes hazer copia del
processo y examinar devida y cumplidamente la declaración de los testigos etc.
Luego el susodicho Agostino... Compareciendo ante mí... por voluntad
propia... y prestado juramento... declaró querer interrogar a testigos en esta
causa devida y cumplidamente, y interrogados, excepción hecha de sus personas
y sus dichos, conforme y salvo derecho repitiendo si y como... omitiendo
ausentes y muertos.
Presentes en el locutorio de la cárcel de Tor Nona el magnífico y
excelentíssimo señor Niccola Claudio de Pérgula y el señor Francisco Gutierres
Romano, testigos... Calixto Pietro, notario, lo firmó.
Cartas de Agostino Tassi a Giovanni Battista
Stiattesi

Muy magnífico señor,


Veo, con quánta prontitud de ánimo y buena voluntad Vuestra Señoría me
expone muchas y diversas cosas por las que Gentileschi quiere verme sumido en
el colmo de la miseria, lo que os haze pensar que querría que Gentileschi supiera
que ni yo nací ayer ni tampoco él es dueño de la justigia, que comigo será buena
y justa; y sé que él hará lo que pueda, ni más ni menos, y en quanto a que yo
huviesse miedo de ser llevado por orden del fiscal a Tor di Nona o de otra cosa,
declaro que no tengo miedo porque sé que el señor fiscal es un cavallero que no
hará sino lo que sea justo y honesto.
Que Gentileschi no quiera que yo tenga los ginquenta escudos que me
corresponden por ragón y justigia, poco me importa, pues yo me asseguraré que
no usurpe lo mío, y assí mesmo parece que habrá quien se incline a mi favor y
mire por mis cosas. Conque es pretender lo injusto lo que pretende, porque si
huviesse coragón y recordasse las mergedes que le hize, no me haría lo que me
haze, que haviéndolo socorrido yo en sus mayores necessidades y dado durante
tres meses seguidos su parte de los dineros assignados por el señor cardenal, que
nunca aparescía por su puesto en la obra sino el sábado, y que nunca el interés
higo en mí el effeto que ha hecho en él; y quánto mejor haría en pagalle los
vestidos a esa pobre hija suya y dalle más gustos que los que le da: que él ha
echado a perder las carnes y los bienes, cosa por la que Dios lo castigará; porque
los méritos de la señora Artemisia son tales y tantos, que indinamente lo llama
padre. Mas haga lo que quiera Gentileschi, que vendrá día que tendrá carestía de
vella y ella lo mirará con compassion, esto permitirá Dios por las continas
impiedades que de contino él comete.
Respondo a Vuestra Señoría que declaro que digáis al señor fiscal y a
Bulgarello que aun si me diessen muerte mil vezes, quiero que ella esté viva, y
no quiero hazer cosa desta naturalega, sino que quiero justificarme por la vía de
la justigia; por eso Vuestra Señoría no tiene por qué escrivir a Toscana para
gergiorarse de nada; porque sé que Vuestra Señoría no tendrá gusto alguno en
ello, y dezille a Gentileschi de mi parte a ese pisano que dixo que ella está
muerta, que si él y Gentileschi huvieran la cabega donde ella ha los pies, no me
importunaría ni me afrentaría tan injustamente como hazen, y que venga con
processos ese tal, que serán bienvenidos porque harían saber en Roma que me
porté con honra en todas mis acgiones, y si, quando salga yo de aquí, ese pisano
quiere mantener en mi cara lo que de mí dixo, le enseñaré como está fuera de
justigia y ragón.
Os asseguro que estoy edificadíssimo de vuestro buen ánimo y veo que no
havéis dexado de servirme en lo possible, mas lo que no se puede es más duro
que las piedras: por lo qual Gentileschi pofiará en atacarme y yo me defenderé, y
me hallo en lugar donde si el posadero cueze habas, habrá para todos y no doy
un real por él y si piensa corromper a la justigia, como imagino, lo dexaré con el
culo al ayre... que su dever ellos lo hazen para todos, y con tal fin pido a
Nuestro Señor para vos la mayor felicidad.
En Corte Savella el día 22 de abril de 1612 años.
De Vuestra Señoría magnífica, obligadíssimo servidor Agostino Tasso.

Muy magnífico señor,


He visto quanto me dezís en la vuestra, y haré tesoro de lo dicho conforme al
buen criterio de la justigia; y le diréis a Orazio Gentileschi de mi parte que no se
me da un ardite dél y que tal fuerga tiene la verdad y la ragón que no le teme a él
ni aun si huviera mil como él juntos, porque, valiéndome yo de vuestro consejo
para tener a Dios de mi parte, quién podrá resistir contra el que yo espero me ha
de sacar deste y de mayor trabaxo. Assí pues, doy gragias a Vuestra Señoría de
toda vuestra buena voluntad, cosa por la que os quedaré obligadíssimo y, fuera
ya destas miserias, demostraré lo obligado que os estoy.
Si este tal habla inconvenientemente de mis asuntos mientras me hallo
engerrado aquí, ningún perjuigio me causa, por la seguridad que tengo de que
quando esté fuera le forgaré a dezir siempre la verdad y a confessar que mis
actos fueron honestíssimos.
Solo me pesa de una cosa que hasta ahora me ha impedido defenderme en el
processo, por lo qual en este punto la emprendo, pero con la condigión que os
prometí de que antes que hazer alguna afrenta a ese amigo mío prefiero morir, y
sabed que yo quando prometo algo, lo cumplo, y con tal fin rogaré a Nuestro
Señor que os ofresca la occasion de gercioraros de mi buena voluntad assí como
os asseguro que la hallaréis siempre prestíssima a serviros y con tal fin os beso
las manos.
En Corte Savella a día 27 de de abril de 1612 años.
De Vuestra Señoría magnífica, obligadíssimo servidor Agostino Tasso.

Al muy magnífico y honorable... Señor Giambattista Stiattesi1.

1. Quién os higo declarar contra mí, en qué lugar os lo pidió, con qué
palabras y quién estava presente.
2. Dezidme de qué forma y por qué causa dezís que yo tuve trato camal con
vos y en qué lugar la primera vez.
3. Dezidme de qué forma iva por la casa, dezidme si ivan otros además de mí
y quiénes eran.
4. Dezidme la verdad, Artigenio... N. y N. frequentavan la casa, y advertid
que si dezís que no, se provará...
5. Dezidme por qué causa ivan ellos a la casa.
6. Dezidme si vuestro padre sabía y veía a esos hombres y a mí quando
ívamos a vuestra casa.
7. Dezidme si vuestro padre os dava lo que necessitávais.
8. Si os privava de algo, si os dexava alguna vez a solas con hombres en casa.
9. Havéis estado a solas alguna vez en casa con hombres y, por más señas,
era uno de esos hombres Francesco Scarpellino.
10. Os quexasteis alguna vez de que vuestro padre os privava...
11. Havéis dicho alguna vez a alguien que Pasquino os havía forgado.
12. Dezid que no es verdad que os forgó ningún hombre.
13. Havéis escrito alguna vez cartas a alguien y qué dezían esas cartas.
14. Con qué fin y con qué esperanga havéis hecho que os interroguen.
15. Dezid por qué fuisteis forgada como dezís.
16. Cómo os resististeis, gritasteis, y por qué no hizisteis ruido.
17. Qué señales muestra una donzella quando la fuergan y dezid cómo son.
18. Quando os quitaron la virginidad cómo fue y qué señales aparescieron en
vos.
19. Le dixisteis a alguien que yo os havía forgado, y a quién y con quién os
havéis jactado dello y con qué fin.
20. Quánto tiempo después, y por qué no lo dixisteis enseguida, y si lo
dixisteis enseguida, por qué no se denungió.
Por qué lo havéis dicho ahora y cómo havéis sido inducida a dezillo.
21. Quién descubrió que fuisteis forgada, por qué y con qué occasion y en qué
momento.
22. Esperáis tenerme por marido.
23. Os dixo alguien que me casaría con vos si deziais que fuisteis forjada por
mí.
24. De qué manera fuisteis forgada.

Estas preguntas han de guardarse para el juicio en otros interrogatorios que se


hagan para mis pruevas ... que hayan de saberse de Artemisia.1

1 A continuación, las preguntas dirigidas a Artemisia a través de Stiattesi.


Interrogatorio de Niccoló Bedino

8 de junio. En la sala de la Curia comparece Niccoló Bedino, aprendiz de


Orazio, testigo a favor de Agostino. Sostiene la inocencia de Agostino y acusa a
Artemisia de tener relaciones con diversos hombres.

Día viernes 8 del mes de junio de 1612 años.

Interrogué al testigo p r o p a r te del compareciente Agostino Tassi en mi


juzgado de Roma... y por mí... convocado, assistiendo el magnífico y
excelentíssimo señor Porzio Carnerario etc.

Niccoló Bedini Felici Pisano testigo... de la defensa de la parte arriba dicha,


haviéndole hecho prestar juramento de dezir verdad, y por él reiterado poniendo
la mano... fue, antes de los interrogatorios p r o p a rte del señor Orazio
Gentileschi, interrogado y examinado por el fiscal y en primer lugar sobre su
nombre, apellido y patria como arriba:

Yo vivo en Leutari, mi profession es pintor.


A la 2 fu e c o n m in a d o a e llo y re s p o n d ió convenientemente.
A la 3 , in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo me confessé y comulgué este año en la
Pasqua de Ressurrección en San Pedro, con un penitenciario, y comulgué en la
misma iglesia, que havía mucha gente, entre la qual estava también mi padre, y
tengo el agua bendita en casa.
A la 4 re s p o n d ió negativamente.
A la 5, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Fui citado para ser interrogado a instancias de
micer Agostino Tasso, y él me lo pidió en Tor di Nona, que estava presente
micer Pasquale mi amo y me preguntó si yo sabía algo deste caso de Artemisia y
yo le dixe lo que sabía con verdad y él me dixo que me prestasse a declarar. Y
assí me truxo aquí esta mañana un hombre vestido de largo que yo no conosco y
me paró en el puente quando venía a Roma y me dixo: «Ven comigo», y assí me
truxo aquí diziéndome que declarasse para el dicho Agostino.
A la 6, in te rro g a d o , re s p o n d ió : A mí no me han dado nada y tampoco me han
hecho promessas ni espero recevir nada por esta causa ni de Agostino ni de
otros.
A la 7, in te rro g a d o , re s p o n d ió : El uno de setiembre serán tres años que estoy
en Roma y he vivido en casa del señor Orazio Gentileschi en la calle Margutta y
también con mi tío llamado Giulio de Felice en San Honofrio y ellos me
mantenían y no trabaxé nunca para nadie, es a saber a jornal.
A la 8 , in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo conosco a las partes que tienen pleito, es a
saber al señor Orazio Gentileschi y al señor Agostino Tasso y habrá hecho un
año esta Cuaresma passada que los conosco, a causa de que estuve como
aprendiz en casa del señor Orazio, y al dicho Agostino lo conogía de algo antes
quando vivía en la cuesta de San Honofrio, gerca de casa de mi tío, el qual me
mandava ir a su casa para aprender a dibuxar, y no tengo nada que dar ni que
recevir dellos; soy amigo de los dos, assí del uno como del otro.
A la 9, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Como dixe, conosco al señor Orazio a causa
de que estuve en su casa en la calle Margutta, que fui allí a principios de la
Quaresma y estuvimos dos meses en la dicha casa, y luego el señor Orazio se fue
a vivir a la calle de la Cruz, donde no me acuerdo quánto tiempo estuvo y de allí
vinimos al Santo Espíritu en la casa donde vive el señor Orazio, que estuve allí
hasta que huvo este escándalo, que el señor Orazio denungió a Agostino, y
estuve allí todavía un mes, y en la calle Margutta vivía con el señor Orazio la
señora Artemisia, su hija y sus hijos que eran tres, y en esas otras casas que
tiene, también vivía demás dellos una muger llamada Tuzia con sus hijas y un
varón.
A la 1 0 , in te rro g a d o , re s p o n d ió : Ser hombre de bien es no obrar mal sino
hazer cosas honestas y ser bien criado y por lo contrario quando uno es malo,
haze cosas deshonestas y malas.
A la 11, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Quando he oído hablar mal de alguna
persona o he oído dezir que se sospechava algo malo de alguien, no le di fe
porque todos pueden dezir mentira.
A la 12, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo sé que la fama quiere dezir quando uno
es bien criado o es hombre de valor, que es una cosa que todos dizen y nage de
las obras que uno haze y sé qué diferengia hay entre la fama y lo que se dize y
oye públicamente; porque la fama es quando se habla bien y lo que se dize
públicamente puede ser mentira.
A la 13, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo, mientras estuve con el señor Orazio, lo
vi tratar con el señor Agostino Tassi y con el señor Cosimo el furriel de Nuestro
Señor y con otros hombres y pintores que no sé el nombre, y nunca lo vi tratar
con gentes de mala condición y mala vida, que yo sepa.
A la 14, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Mientras he visto que el señor Orazio tenía
trato con los hombres que dixe antes y con otros que no conoscía, en quanto a mí
he visto que era tenido y reputado por hombre honrado y de buena condición y
fama.
A l a 1 5 , in te rro g a d o , re s p o n d ió : Como dixe, acostumbrava hablar y tratar con
el señor Orazio y en su casa porque estuve sirviendo en ella y he vivido en su
compañía tal como dixe antes y siempre lo he tenido por hombre de bien.
A la 16, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Sí señor, he visto gente que iva por casa del
señor Orazio, como acostumbra hazerse en casa de otros pintores..., personas
grandes y de calidad, y deste trato puede nacer o no nacer mala reputación, fama
y sospecha.

Después se procedió a preguntas detalladas sobre la persona del dicho testigo:

A l a 1, in te rro g a d o , re s p o n d ió : No señor, yo no serví nunca en casa del dicho


Agostino.
A la 2 , in te rro g a d o , re s p o n d ió : Como dixe, yo he servido como aprendiz en
casa del señor Orazio Gentileschi y me empleé yo mesmo sin otro medio, a
causa de que, yendo yo a llevar al señor Agostino Tassi a Monte Cavallo las
mudas que le mandava su cuñada, me vio el dicho señor Orazio y
preguntándome si quería estar con él como aprendiz, le dixe que sí y me empleé,
y no me ha dado otro salario sino el gasto de manteneme y vestime y estuve el
tiempo y en las casas que ya dixe antes.
A ¡a 3 , in te rr o g a d o , re s p o n d ió q u e se re m itía a lo d ic h o m ás a r r ib a .
A la 4 , in te rro g a d o , re s p o n d ió c o m o a n te s se d ix o .
A la 5 , in te rro g a d o , re s p o n d ió c o m o a n te s se d ix o .
A la 6, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Como dixe, estuve en la dicha casa del señor
Orazio en la calle Margutta porque servía allí como aprendiz, y esta casa tiene un
aposento abaxo a mano izquierda según se entra por la puerta, y están el patio y
las pilas de agua y el pozo, y arriba hay dos aposentos, que en uno pintava y en
otro cocinava y más arriba havía otros dos aposentos donde dormíamos y los dos
tienen las ventanas que dan a la calle. La señora Artemisia dormía en un
aposento de arriba, que es el primero subiendo por la escalera.
A la 7, in te rro g a d o , re s p o n d ió n e g a tiv a m e n te .
A la 8, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo he visto leer a la dicha señora Artemisia
cartas impressas y también escritas a mano pero ella no sabe escrivir.
A la 9, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Yo sé leer y escrivir y a Artemisia no la vi
escrivir porque no sabe escrivir.
A la 10, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Quando Artemisia me dio alguna carta para
que la llevasse, nunca me mandó otra embaxada para dezir de palabra, sino
solamente que diesse las cartas.
A l a 11, in te rro g a d o , re s p o n d ió : Y o me fui de casa del señor Orazio porque la
dicha Artemisia me hazla llevar cartas aquí y allá; y me fui por mi voluntad y me
empleé en casa del señor Pasquale, pintor.

Después fue interrogado por el fiscal preguntándole a quién havía llevado el


testigo las dichas cartas, quántas vezes, quándo y si sabe qué contenían.
R e s p o n d ió : Yo le llevé las dichas cartas a Gerónimo Modenese, pintor, y a
Artigenio que es un hombre vestido de largo que vive en Monte de Oro frente al
palagio Signori, y les llevé tres o quatro a cada uno y también se las llevavan los
hermanos de Artemisia, es a saber Giulio y Francesco, y yo se las llevava
quando estava en la calle Margutta y también en la calle de la Cruz y también en
el Santo Espíritu, y estavan selladas, por lo que no sé lo que contenían.

Preguntándole si sabe dónde está actualmente el dicho Agostino Tasso, y si lo


vio alguna vez en la casa del señor Orazio y quándo y en compañía de quién.
R e s p o n d ió : Agostino Tasso ahora está en prisión y yo lo he visto muchas
vezes en casa del señor Orazio en la calle de la Cruz y en Santo Espíritu y estava
con él también el señor Orazio.

Preguntándole si alguna vez vio al dicho Agostino en la dicha casa en


ausencia del señor Orazio y quántas vezes.
R e s p o n d ió : Sí señor, vi también que el dicho Agostino estava solo en las
dichas casas del señor Orazio muchas vezes que no estava el señor Orazio.

Preguntándole si sabe por qué medio el dicho Agostino accedió a solas a la


casa del dicho señor Orazio.
R e s p o n d ió : El dicho Agostino venía a solas a casa del señor Orazio porque le
enseñava la perspectiva a la dicha señora Artemisia, que tanto en la casa de la
Cruz como en la del Santo Espíritu se la enseñó.

Preguntándole si en ese tiempo alguien estuvo presente quando el dicho


Agostino enseñava la perspectiva a la dicha Artemisia y quién.
R e s p o n d ió : En casa estava yo y los hermanos de Artemisia y alguna vez
también Tuzia quando venía el dicho Agostino a enseñar a la dicha Artemisia.

Preguntándole en qué aposento el dicho Agostino enseñava a la dicha


Artemisia y si el testigo estava con ellos en aquel aposento.
R e s p o n d ió : Agostino dava liciones a la dicha Artemisia en la sala que está en
la antedicha vivienda y yo no estava siempre mirando sino que estava ocupado
en los menesteres de la casa.

Preguntándole si sabe o ha oído dezir qué fama tenía y tiene la dicha


Artemisia.
R e s p o n d ió : A la dicha Artemisia yo no la tenía por muger buena porque
venían hombres por casa, es a saber Gerónimo Modenese y Artigenio, que esos
dos siempre venían tanto a la casa de la calle Margutta como a la calle de la Cruz
y también a la de Santo Espíritu; y los dos han ido a las tres casas, y besavan y
tocavan a la dicha Artemisia en mi presencia.

Preguntándole si quando los dichos Artigenio y Gerónimo Modenese besavan


a la dicha Artemisia algún otro estava presente y quién.
R e s p o n d ió : Quando los dichos Artigenio y Gerónimo Modenese besavan y
tocavan a la dicha Artemisia estavan sus hermanos unas vezes uno y otras otro.

Preguntándole quántas vezes vio a los dichos Artigenio y Gerónimo en las


dichas casas con la dicha Artemisia.
R e s p o n d ió : Los dichos Artigenio y Gerónimo estuvieron muchas vezes en
casa con la dicha Artemisia, que Artigenio habrá estado unas treinta vezes y el
dicho Gerónimo gerca de ocho vezes.

Preguntándole si sabe o ha oído dezir si la dicha Artemisia era virgen o havía


sido desflorada y por quién y quándo.
R e s p o n d ió : Yo oí dezir a diversas personas, que ahora no recuerdo, que la
dicha Artemisia no era donzella, y esto lo empezé a oír gerca de un mes antes de
marcharme de casa del señor Orazio, y no sé quién la forgó y tampoco lo oí
dezir.

Preguntándole si ha oído dezir quándo la dicha Artemisia fue desflorada y


dónde.
R e s p o n d ió : Yo no lo sé, ni tampoco he oído dezir dónde ni quándo la dicha
Artemisia fue desflorada.

Preguntándole si sabe o ha oído dezir por qué causa el dicho Agostino estava
actualmente en prisión.
R e s p o n d ió : El dicho Agostino está en prisión porque el señor Orazio lo
denunció por haver forgado a la dicha Artemisia, que lo he oído dezir por todas
partes.

Después se procedió con los artículos de parte del dicho señor Agostino,
producidos y omitidos con su consentimiento.

S o b re la 2 , d ix o : Yo vi en la calle Margutta que los dichos Artigenio y


Gerónimo besavan a la dicha Artemisia y también vi que la besavan en la mesma
casa de Francesco Scarpellino pintor, porque venía a menudo y se tomavan de la
mano y subían al aposento, pero no sé lo que ivan a hazer allí.
S o b re la 3 , d ix o re m itirs e a lo d ic h o m ás a rr ib a .

Entonges etc. fue interrumpido el interrogatorio y ligengiado el dicho testigo


baxo juramento de silencio e instado a firmar. Yo Niccoló de Bedino firmo lo
que consta más arriba.
CARTAS DE ARTEMISIA GENTILESCHI 1

1 Las cartas de Artemisia aquí recogidas constituyen la totalidad de las que se han publicado hasta ahora.
AL GRAN DUQUE COSIMO DE’ MEDICI

Sereníssimo Señor y Dueño Mío Colendíssimo:

A fin de que no dé sospecha a V.A.S.^ un viage que he resuelto hazer a Roma,


quiero hazello saber a V.A.S. por la presente, siendo motivo desta resolución mía
las muchas indisposiciones passadas a las quales hanse añadido también no
pocos trabaxos de mi casa y familia, con lo qual, para reponerme de uno y otro
daño, iré a estar allí entre amigos unos meses, en cuyo tiempo, y antes de dos
meses a lo más, doy fe a V.A.S. de quanto le devo por el pago y señal de
cinquenta escudos recividos por vuestra orden y mientras tanto quedo rogando a
Dios por la felicidad y salud de V.A.S. y humildíssimamente m’inclino y
m’encomiendo a vuestra gragia de todo coragón. En Florencia, 10 de febrero de
1619 años.
De V.A. Serma. humildíssima y devotíssima sierva vuestra Artemisia Lomi.1

1 Vuestra Alteza Serenísima [Nota del T.].


AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO2

He visto las medidas que V.S. Illustríssima me ha hecho la gragia de


mandarme; y os havría servido al punto, si no me viera forgada a hazer unos
quadros para la Emperatriz, y fuerga es que estén acabados a mediados de
septiembre, que hecho esto, lo primero será servir a V.S. Illustríssima, a quien
tanto devo. Os suplico os sirváis enviarme por el mensajero seys pares de
guantes de los mejores, pues he de regalarlos a algunas damas: y no siéndome
menester otra cosa, os reverencio y pido a Dios toda suerte de felicidades para
vos. En Nápoles, 24 de agosto de 1630 años.

2 Cassiano del Pozzo (Turin, 1589-1657). Caballero ligado a la familia Barberini, en particular al papa
Urbano VIII, y a los grandes duques de Toscana. Miembro de la Academia de la Crusca y de la Academia
dei Lincei, fue uno de los más conocidos mecenas de su tiempo. Su nombre está estrechamente vinculado al
de Nicolas Poussin, de quien fue protector y amigo.
AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO

He de suplicar a V.S. Ilustriss. se sirva escrivir a monseñor Herrera, Nuncio


aquí en Nápoles, mas con buena gragia, para la ligengia de portar armas para el
clérigo Diego Campanili, que, por estar en mi casa para mi proprio interés, os
quedaré obligadíssima desta merced; os suplico que no dexéis de hacello, y la
carta V.S. Illustríssima ha de enviármela a mí sin demora, que será esta una de
las mayores mercedes que me podáis hacer. Del retrato, quando haya acabado
unos quadros para la Emperatriz, seréis servido, y confío con el tiempo fresco
venir a serviros en persona. Mientras espero la respuesta y la merced, os
reverencio. En Nápoles, 31 de agosto de 1630 años.
AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO

A mi vuelta a Nápoles, de donde me ausenté para servir a una sra. duquesa de


su retrato, he recivido la cortesíssima de V.S., junto con la otra dirigida a
Monseñor Nunzio. Os doy ahora las gragias que devía daros antes si me huviesse
hallado aquí quando llegó, rogándoos acetéis mis escussas por legítimas. El buen
successo no lo comunico, porque el sr. Diego Campanile se encuentra enfermo
con grandíssimo peligro de su vida, y por esa ragón no ha sido presentada.
Para servir a V.S. he empleado toda la diligencia en hazeros el retrato, que os
enviaré con el siguiente mensajero. Dignáos acetar la pronta disposigión de
ánimo que tengo de serviros, y, si con todo ello no os sentís satisfecho, podréis
hacer escarnio de la imagen de la autora, la qual, aunque agitada por el frío
padescido en la operagión, estará esperando que la innata cortesía de V.S. la
alivie deste accidente con el envío de guantes y chinelas por que no sufra
mayores males.
Quán felices os desseo y auguro las fiestas de la santíssima Navidad, con
muchas que sigan, no puedo expresallo en esta hoja, mas bien puede ponderallo
el recto juyzio de V.S., a quien tanto respeto y a quien con vivo affecto beso
reverentemente las manos. Nápoles, 21 de diciembre de 1630 años.
AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO

Irá ahí el Sr. Francesco, mi hermano, para llevar un quadro mío y ofrecello en
mi nombre al eminentíssimo sr. cardenal D. Antonio, si lo halla de su gusto.
Siendo assí que en estas tierras no tengo otro protector que V.S., en quien he
confiado todos mis interesses, recurro a vos para que se emplee con toda su
fuerga en este negogio mío, suplicando fervientemente que V.S. introduzga a este
hermano mío ante la presengia de su eminencia y que procure otrosí que dél sea
prontamente atendido, pues me es de no ordinaria necessidad para el manexo de
todos mis negogios; por esa ragón me veo forgada de instaros a esta mensajería,
no permitiendo mi necessidad que su estangia en Roma se demore más de quatro
días. Sírvase, pues, V.S. emplearse en este negogio, y déle su protección como ha
hecho otras vezes siempre que me fue menester, a fin de que yo y mi hermano
consigamos por mediagión vuestra el fin desseado, que de todo entrambos
quedaremos obligadíssimos por siempre a vuestra cortesía, con quien tengo
deudas infinitas; y aquí, haziendo devida reverengia, beso afectuosamente las
manos de V.S. Nápoles, 21 de enero de 1635 años.
AL DUQUE FRANCESCO I DE ESTE

Sereníssimo Sr.:

Con occasion de enviar al Eminentíssimo Cardenal D. Antonio unas obras de


Pintura de mi mano, parecióme bien enviar assí mesmo a V.A.S. las que con
tanto gusto mío he hecho para V.A.S., las quales mando por el presente hermano
mío, enviado por su Majestad el Rey de Inglaterra para hazerme ese servicio. Por
tres rabones me ha parescido guardar para Vuestra Alteza alguna parte de mi
flaco Talento. La Primera por ser mi casa humildíssima sierva de la sereníssima
vuestra; la Segunda por haver servido a los mayores Potentados de Europa a los
quales ha agradado, como frutos de un árbol impotente para dallos a luz; la
Tercera, por haver depositado en ellas el cumplimiento de mis glorias; escusad,
pues, esta atrevida pero ambiciosamente honorable demostración, y dignaos
acetar estas obrillas que envío a V.A.S. por el presente hermano mío, enmendado
sus defetos al considerallas en proporción con el sujeto que las ha producido,
observando solo la devoción con que se las ofresco, suplicándoos que acetéis el
don que os hago, como obligado tributo que devo a V.A.S., y mientras satisfago
aquesta mi deuda, dígnese V.A. honrar mis desseos, mientras hago humilde
reverencia rogando a su Divina Majestad por la prosperidad de su sereníssima
casa. En Nápoles a 25 de enero de 1635 años.
De V. Alteza Sereníssima Humildíssima Sierva Artemisia Gentileschi.
AL DUQUE FRANCESCO I DE ESTE

Llama V. Alteza Sereníssima don de liberalidad lo que es tributo propio de mi


vasallaje; estima acto de sentimiento amoroso por término de cortesía lo que es
devido a su grandeza por obligación de obediencia. Este fin de devota
observancia que presentemente os manifiesto lo concebí en mi ánimo mucho
tiempo ha, antes de dar testimonio dello en cartas; no tanto por la obligada
servidumbre que yo professo a vuestra Sereníssima Casa, quanto por el feliz
recuerdo del Eminentíssimo Cardenal d’Este; de cuya munificencia me
reconosco no poco gratificada. Doy gragias a V.A.S., que engrandesce mis
pinturas acetándolas con agrado, mostrándose también generoso en recevir cosas
pequeñas.
He dubdado hasta ahora que mis telas no alcangaran tanta ventura, no
teniendo nuevas de mis hermanos a los quales encomendé el encargo de
offrecellas. Suplico entretanto a V.A.S. que, empleando su autoridad, tenga a
bien darme este aviso y prestarme materia para añadir al mérito de mi presteza el
de la obediengia. Desseosa sobremanera de vuestras órdenes, espero notificar un
día con mi presengia la devoción que de lexos manifiesto con mi pluma. En el
viage que haré a Florencia me llegaré a Módena y ante V. Alteza Sereníssima,
como mi numen particular, cumpliré este voto. Y aquí degendiendo a un
profundo grado de reverencia, ruego al cielo para vos toda Cumplida
prosperidad. En Nápoles, a 22 de mayo de 1635 años.
De V. Alteza Sereníssima Humildíssima Sierva Artemisia Gentileschi (foris)
Sereníssimo Duque de Módena.
A ANDREA CIOLI3

limo. Sr.:

De la amorosíssima Carta de V.A.S. que reciví el veinte y quatro de


setiembre, respondí que en la persona de V.S. Illma. estavan assaz bien puestas
mis esperanzas y que por ello devía yo fiar grandemente en vuestra persona, assí
porque la cortesía es la que por sí misma prevalece, como también por la buena
voluntad que el Smo. Gran Duque mi Sr. tiene de favorecerme. El desseo que yo
tengo es que sea servida V.A.S. de saber si mis fatigas han sido del agrado de
S.A.S., a fin de que, con la occasion que se me prestará con el tiempo, pueda
seguir mi desseo, y si fuere deste parescer V.S. Illma. me podrá avisar de todo
cumplidamente, augurando a S.A.S. mil años de salud. En Nápoles, 20 de
septiembre de 1635 años.
De V.S. Illustríssima Afma. Sierva Artemisia Gentileschi.

3 Andrea Cioli (Cortona, 1573 - Florencia, 1641). Diplomático, secretario de estado del gran duque de
Toscana Cosimo II de’ Medici. Traductor, en 1629, del De sapiencia veterum de Francis Bacon.
A ANDREA CIOLI

Siempre estuve segura de vuestras Cortesías, y hoy veo sus effetos, y porque
tengáis mayor memoria de vuestra Sierva, dessearía saber por qué medio
enviaros un quadro que tiempo ha acabé con la imagen de Santa Catalina,
dedicado a V.S. Illma., como os escriví en otra mía en los meses passados, y en
su compañía también una obrilla hecha por mi hija que, como niña, no se burlará
della, y estas cosas serán a modo de prenda si Dios permite que en marzo, como
se dice, marche el Conde y yo pueda ser dueña de servir a mi Príncipe natural,
que estaría segura con las mercedes de V.S. Illma. de haver llegado al más
seguro puerto. Ved también en qué puedo serviros, que estaré prestíssima
esperando vuestras órdenes. Os hago profunda reverencia. En Nápoles, a 11 de
diciembre de 1635 años.
De V.S. Illustríssima Afma. Sierva Artemisia Gentileschi.
A ANDREA CIOLI

limo. Sr.:

Al saber que V.S. Illma. ha caído enfermo, fue tanto mi Dolor, que desde
entonces no he dexado de hazer rezar a Dios a todas las personas en quienes fío;
merced al gran Dios me ha llegado aviso de que estáis algo mejor, con la ayuda
del Señor, aviso a V.S. Illma. que si me dura esta voluntad que tengo, espero que
mis cartas no os lleguen por otras manos, mas sea yo su mensajera, y el quadro,
si desseáis que lo envíe o que lo lleve yo, dadme aviso dello, porque desque os
escriví, sigue envuelto para partirse, y presentándose la occasion con S.A. Srma.
os ruego no olvidéis lo que en mi última os escriví, que dixe que, no teniendo yo
voluntad de quedarme en Nápoles, assí por los tumultos de las guerras como por
la mala vida y por las cosas caras. Hágame V.S. Illma. la gracia de vuestra
gratíssima respuesta, que no desseo otra cosa en esta vida, para quien ruego al
Cielo toda suerte de bienes. En Nápoles, a 11 de febrero de 1636 años.
De V.S. Illustríssima Afma. Sierva Artemisia Gentileschi.
A ANDREA CIOLI

Illustríssimo Señor y Dueño Colendíssimo. La indisposición de V.S. Illma.


fue conocida por mí con effetos extraordinarios de pesar, pero, quanto más me
dolí de vuestra enfermedad, tanto más me alegro en el presente de vuestra
recobrada salud, por ello no quiero dexar de suplicaros que me recomendéis a la
Alteza Sereníssima de Toscana y me introduzcáis ante ella llevando a effeto lo
que V.S. Illma. tantas vezes me ha significado con promessas. Yo, para colocar a
una hija mía, iré a Pisa este mes de mayo a vender unos bienes míos, y con esta
occasion vendré a Florencia. En esta venida desseo el favor de V.S. Illma. para
obtener del Gran Duque Sereníssimo el apoyo real de su protection por quatro
meses, y la tutela de su gracia, a quien, haciendo profundíssima reverencia, beso
amorosamente las manos. En Nápoles, 1 de abril de 1636 años.
De V.S. Illustríssima Afma. Sierva Artemisia Gentileschi.
AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO

La fe que siempre he tenido en la cortesía de V.S., y la occasion urgente que


ahora se me presenta de colocar a mi hija en matrimonio, me empujan a recurrir
a vuestra benignidad para ayuda y consejo, segura de ser atendida como otras
vezes. Sr. mío, para concluir y ferrar este matrimonio, me falta una pequeña
suma de dinero. Para este effeto dispongo, no teniendo otro capital o
assignation, de unos quadros grandes de onze o doze palmos cada uno. Tengo
intention de mostrados a los señores cardenales Francesco Padrone y D.
Antonio, mas no quiero poner en obra este pensamiento sin el óptimo consejo de
V.S., baxo cuyo auspitio pretendo condutirme y no de otra manera. Os suplico,
pues, con el mayor affecto, que os dignéis darme una respuesta con lo que os
paresca más a propósito, a fin de que, si es menester, pueda ponerme sin más
dilation en camino llevando personalmente los quadros, entre los quales habrá
uno para Monseñor Filomarino y otro para V.S. con mi retrato a parte, conforme
me havíais pedido una vez, para ponello entre los pintores illustres; y os
asseguro que quando me haya descargado del peso desta hija, quiero irme ahí
para gotar de mi patria y servir a mis amigos y dueños. Y en este término beso a
V.S. amorosamente las manos y ruego al cielo toda suerte de bienes para V.S.
Nápoles, 24 de octubre de 1637 años. Servios darme nuevas de la vida o muerte
de mi marido.
AL COMENDADOR CASSIANO DEL POZZO

Con la passada que escriví a V.S. dezía que los quadros que tenía dispuestos
para mandados eran de tamaño de doze palmos de altura y nueve de ancho, pero
no dezía el contenido. Ahora digo que el contenido es la Samaritana con el
Mesías y sus doze Apóstoles, con paisages de lexos y de gerca, etc. muy
bellamente adornados, y otro quadro con un San Juan Bautista en el desierto de
nueve palmos de altura y ancho en proporción.
Esto es todo quanto puedo dezir a V.S. en esta materia. Queda solo que os
empleéis, como os ruego, en favorescerme lo possible para que con vuestra
mediagión pueda yo sentir, como espero, el gran provecho y tranquilidad que es
colocar a mi hija quanto antes, y acomodado el matrimonio, venirme, como ya
dixe, a gogar de la patria y a servir a mis amigos y patronos. Y aquí, por último,
beso amorosamente las manos a V.S., y pido al cielo toda suerte de venturas.
Nápoles, 24 de noviembre de 1637 años.
AL DUQUE FRANCESCO I DE ESTE

Sereníssima Alteza:

Los grandes Príncipes, como Vuestra Alteza Sma. sirven de acicate a los que
ambicionan la gloria, para elevarse lo possible en su virtud a fin de consagralles
sus esfuerzos y alcanzar luego la honrosa meta que persiguen; lo qual me
succede a mí, que no satisfecha con haver llegado al servicio desta Corona de
Inglaterra, de la qual recivo honores y mercedes señaladíssimos, parésceme no
poder colmar este ambicioso desseo mío sino enviándoos por este mi hermano,
mandado por la Magestad de su Reina y mi Señora a Italia por sus interesses,
esta pequeña obra mía, aunque desnuda de perfición, rica en la profunda
reverencia que os professo: Os suplico, pues, con devota humildad, queráis
excusar la imperfición della, considerando mi natural torpeca. En consideración
de la qual siempre han sido bien recevidos mis sudores por todos los grandes
Príncipes d’Europa, y señaladamente por Vra. Alteza Sima., que con generosas
demostraciones los ha honrado otra vezes espléndidamente. Yo no he tomado
esta resolución sin el consentimiento de Su Magestad y de la Reina Madre mi
Sra., lo qual me dexa esperar que V.A. no la desdeñará, antes bien, me atrevo a
creer que la aprovará, y quando esto ocurra, estimo que habré alcancado el
colmo de mis desseos; y aquí con devoto zelo ruego para Vra. Alteza Srma. a
Dios Nuestro Señor que tengan feliz fin todos sus heroicos pensamientos. En
Londres, 16 de diciembre de 1639 años.
De Vra. Altza. Srma. Humildíssima y Devotíssima Sierva Artemisia
Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO-

Ilmo. Sr. mío:

La semana passada respondí a una de V.S. Illma. que receví de mano del sr.
D. Pietro; ahora dos ragones me fuergan, primero acabar presto vuestro quadro y
segundo no tener dineros para acaballo, a rogar a V.S. Illma., como sierva suya
que soy, se sirva enviarme una póliga de cinquenta ducados, que, vista la
presente, yo acabaré el quadro, pues el dispendio es mucho a causa de tener estas
mugeres desnudas; creedme, sr. D. Antonio, que, para que se desnuden
cinquenta, el dispendio es intolerable, y apenas una es buena; en este quadro no
puedo servirme de un modelo solamente, porque son ocho personages, y es
menester hazer venir varias bellezas; me atrevo a hazer esta súplica a mi patrono,
y pido perdón por el atrevimiento y beso a V.S. Illma. las manos con reverengia
hoy 12 de junio de 1648 años.
De V.S. Illma. Humildíssima y Obligadíssima Sierva Artemisia Gentileschi.
No os cause maravilla la differengia de manos en la escritura porque,
mientras pinto, dicto las cartas, y quando veáis mi firma de puño y letra... veréis
que es mía.

4 Antonio Ruffo perteneció a una de las grandes familias cálabro-sicilianas y fue uno de los mecenas más
importantes de la Italia meridional. La colección Ruffo de Messina, célebre por la riqueza y variedad de las
obras que la componían, quedó destruida tras el terremoto de 1908.
A DON ANTONIO RUFFO

limo. Sr. y Dueño mío:

Como plugo a Dios llegó el quadro a manos de V.S. Illma., que a estas horas
creo lo habrá visto ya, y pienso que mientras no lo vio, me havrá tenido por
arrogante e impertinente. Mas espero en Dios Nuestro Señor que, en viéndolo,
juzgará que no me engañava del todo, y en effeto, si no era por V.S. Illma., de
quien soy tan affecta sierva, no me havría inducido a dalle los ciento y sessenta
porque en cualquiera parte que yo he estado me han pagado cien escudos cada
figura, assí en Florencia como en Venecia, en Roma, y en Nápoles también,
quando havía más dineros, fuere ello mérito o fortuna de V.S. Illma., como
cavallero discreto y lleno de todas las virtudes del mundo que es, juzgará lo que
soy.
Mucho compadesco a V.S. porque el nombre de muger hace dubdar hasta que
no se ha visto la obra, y me perdonará por el amor de Dios si le he dado occasion
de creerme interessada, allende desto no causo a V.S. Illma. más enojo,
solamente diré que en otra occasion lo serviré con mayor perfición, y si V.S.
Illma. tiene gusto en recevir la obra, le mandaré también mi retrato para que lo
tenga en la galería como hazen todos los demás Príncipes, y con esto acabo y
hago humildíssima reverencia a V.S. Illma. dando fe que mientras viva estaré
presta a todas sus órdenes y, finalmente, beso a V.S. Illma. las manos. Nápoles, a
30 de enero de 1647 años.
De V.S. Illma. Humildíssima sierva Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. Mío:

Con la presente aviso a V.S. Illma. que receví la suya de 21 de febrero, llena
toda de esa gragia que suele prodigar V.S. Illma. a su sierva Artemisia, y, junto,
la póliga de cambio de cien ducados; veo luego lo que me ordena sobre la obra
que he de hazelle, la qual espero en Dios Nuestro Señor poder pintar, que será
muy de gusto de V.S. Illma. y por ella verá quánto vale la cortesía en un pecho
virtuoso; mucho me pesa que la Galatea haya padesgido en el mar, que si me
huviera sido dado executar las órdenes de V.S., ello no havría passado, porque la
havría acomodado yo con mis propias manos, pero a este otro no le passará lo
mismo, porque estará en mi arbitrio executar las órdenes de V.S. Illma.
Lo antes possible mandaré mi retrato junto con alguna otra obrezilla de mi
sra. hija a la qual he casado hoy con un Cavallero del Hábito de Santiago, y se ha
ido de casa, y por tanto ruego a V.S. Illma. que, si huviere occasion de obras en
ese país, con su acostumbrado favor, me favoresca y dé aviso, porque tengo
grandíssima necessidad, y asseguro a V.S. Illma. que estoy en la ruina; desseo
también que V.S. Illma. me prometa tener patrocinio sobre mi persona mientras
yo viva, y haga cuenta que he nagido criadilla en casa de V.S.; yo no he visto
nunca a V.S. Illma., mas es tanto el affecto y el desseo que tengo de serviros, que
no se puede imaginar; no enojaré más a V.S. con estas pláticas mugeriles, sino
que serán las obras las que hablen por mí, y con esto acabo y hago humildíssima
reverengia. Nápoles, hoy día 13 de marzo de 1649 años.
De V.S. Illma. Humildíssima Sierva Artemisia Gentileschi.
Las cartas que V.S. Illma se digne escrivirme, han de enviárseme a nombre
del Sr. Tomaso Guaragna.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. mío Colendissimo:

He recivido la humaníssima vuestra del 24 passado con el grado de


obediencia que requieren mis muchas obligaciones, que a diario se acrescientan
con el escesso de mercedes que recivo por la gentileza de V.S. Illma., la qual
hallará el quadro más que a medias con esperaba de poder acaballo con toda
satisfacción de V.S. Illma., y por indisposición de la persona que me sirve de
modelo no está acabado del todo a estas horas. En quanto a mi retrato, que
contra mi mérito dessea V.S. Illma., irá junto con el quadro, mientras me
professo obligadíssima por la incomodidad que se ha tomado de buscar algunos
encargos de obras, que en tiempos de escasez son assaz raros. El Sr. Prior me
honra cada día con singularíssimas mercedes, y yo le he hecho tres quadros muy
de su gusto, que es quanto por ahora tengo que dezir después de hazer a V.S.
Illma. profunda reverencia rogando a la Magestad Divina la prosperidad que
merece y dessea. Nápoles, 5 de junio de 1649 años.
De V.S. Illma. Devotma. y Oblma. Sierva Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr.:

He recivido la gratíssima de V.S. Illma. con la letra de cambio, lo qual


agradesco sumamente por la presteza con la que me favoresce. En quanto a que
yo pueda acabar el quadro para el diez deste mes entrante, es impossible porque
en estos quatro días he de hazer tres galateas más.
Yo no dexo de trabaxar continuamente y con toda presteza, pero no quiero
que sea tal que perjudique la perfigión del quadro, que durante todo el mes de
agosto espero acabar. Dessearía saber qué ha sido de Titta Colimodio, que ha
tanto tiempo que no he recivido respuesta a las cartas que le mandé; sea servida
V.S. Illma. de hazelle entender que me escriva, que he de dezille por carta cosa
de mucha importancia, y ruego a V.S. Illma. que lo haga sin dilagión, y con esto
pongo fin besando a V.S. Illma. las manos y desseándole todo bien, hoy a 24 de
julio de 1649 años.
Sierva Artemisia Gentileschi
El retrato irá junto con el quadro.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. y Dueño mío Colendíssimo:

Con la gratíssima de V.S. Illma. he recivido la póliga de los dineros que al


punto me fueron pagados, y os doy singularíssimas gragias; por ahora he de dezir
que el quadro se halla en buen punto y el último del mes corriente estará
acabado: ocho figuras y dos perros que tengo en más que las figuras, y mostraré
a V.S. Illma. lo que sabe hazer una muger, esperando dalle grandíssimo gusto;
fuera desto, estoy esperando buenas nuevas de la salud de V.S. Illma. junto con
el honor de sus encargos, mientras le beso amorosamente las manos y hago
reverengia junto con la Sra. de V.S. 111. Nápoles, 7 de agosto de 1649 años.
De V.S. Illma. devma. y Oblma. Sierva Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. Dueño Colendissimo:

Parescerá a V.S. Illma. estraña la tardanza del quadro, pero por serviros
mejor, como devo, al pintar el paisaje, tomando el punto de la perspectiva, fue
menester rehazer dos figuras, que estoy seguríssima de que serán de gusto y gran
satisfacción de V.S. Illma., y ruego me perdone, porque siendo el calor escessivo
y haviendo muchas enfermedades, yo procuro guardarme y trabaxar poco a
poco, assegurando que la tardanza será en grandíssimo provecho del quadro y
para gran contento de V.S. Illma., a quien hago reverencia y me encomiendo.
Nápoles, 4 de septiembre de 1649 años.
Devma. y Oblma. Sierva Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. mío:

He recivido la carta de V.S. Illma. del 12 del Corriente llena de las


acostumbradas gentilezas, mas mucho me ha dolido saber que me queréis
rebaxar el pregio que pedí, ya tan escaso, en un tergio de la suma. Lo qual digo a
V.S. Illma. que es impossible que yo prescinda dello, assí por el valor del quadro
como por la mucha necessidad en que me hallo, pues si no fuesse tal, haría uno
de barato para V.S. Illma., y pésame que también la segunda vez haya de hazer el
noviciado; fuerga es que V.S. Illma. conosca poco el mérito que hay
verdaderamente en mí, y que, haviendo visto V.S. Illma. que le hize de primeras
un pregio baxo, haya imaginado que el quadro no tenía mérito; parescíame a mí
que me havía portado como una buena sierva vuestra quitando 115 al que pedí al
Sr. Marqués del Guasto y añadiendo dos figuras más, para luego ganar una mala
opinión; parésceme a mí que será mejor que lo hagáis ver y estimar; en quanto a
que yo le hiziera una gran cortesía al sr. Prior quando le hize los quadros, hasta
hoy, de lo que le pedí, me ha dado algo, de los que han de venir, y ha de hazerse
nuevo pacto porque el que havíamos hecho era por una estrema necessidad que
requería un negogio mío de mucha importangia, y lo hize por tener el dinero
antigipado para remediar al dicho negogio; con la ayuda de Dios salí dello sin
dar enojo al Sr. Prior, conque V.S. Illma. no tendrá ragón de quexarse de mí y
dezir que tengo más gusto en servir a sus Sres. Sobrinos que a V.S. Illma.; en
quanto a mí, yo he hecho promessa de ser siempre vasalla y tributaria de V.S.
Illma. mientras viva, y veréis en effeto que el talento que me ha dado Dios con
esta poca virtud lo gastaré siempre en serviros, si luego V.S. Illma. no quiere
acetar este servigio mío tendré pagiengia y me doleré de mi mala fortuna, y con
esto pongo fin augurando del Cielo el colmo de felicidades para V.S. Illma.; hoy
en Casa en Nápoles, 23 de octubre de 1649 años.
De V.S. Illma. Humildíssima sierva perpetua Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. mío:

No me ha parescido oportuno discurrir en la presente carta de nuestros


interesses por si quissiera leella aqueste Cavallero; digo, pues, a V.S. Illma. sobre
los quadros que me propone, que puede ajustarse el precio que dixe, mas que no
han de ser menos de quatro y gientos ducados, y ha de mandárseme la prenda
como hazen todos los sres., digo no obstante que quanto más alto sea el precio,
más me esforzaré en hazer un quadro que agrade a V.S. Illma. conforme al gusto
mío y suyo. En quanto al quadro ya acabado de V.S. Illma., no os lo puedo dar
por menos de lo que pedí pues, hallándome en una gran penuria, os pedí el
último, y juro por esa sierva vuestra que soy, que el precio que pedí no lo havría
pedido menos para mi padre. Sr. Antonio mi Sr., ruego a V.S. Illma. por amor de
Dios que no me quite lo que le dixe, que estoy segura de que quando lo vea, dirá
que no fui impertinente, y el mesmo sr. Duque, su Sobrino, cree que yo le tengo
gran amor a V.S. Illma. por el precio que le puse; os recuerdo solo que son ocho
personages y dos perros y paisages y Aguas; que, como V.S. Illma. verá, hay un
gasto intolerable de Modelos. No diré sino lo que tengo en mi pensamiento, que
V.S. Illma. no saldrá perdiendo comigo, y encontrará un ánimo de César en el
alma de una muger, y con esto le hago Humildíssima Reverencia, en Nápoles, 13
de noviembre de 1649 años.
De V.S. Illma. Humildíssima sierva perpetua Artemisia Gentileschi.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. mío:

He recevido una carta de V.S. Illma. del 26 passado que me ha dado


grandíssimo contento al ver quán dispuesto a favorescerme está mi dueño y
Señor contra todo mi mérito, donde he visto lo que de mí dize al Cavallero, que
dessea tener quadros hechos por mi mano y quiere una Galatea y un Juygio de
Paris, y que la Galatea sea differente de la de V.S. Illma. no era menester
pedírmelo que por la gracia de Dios y de la Gloriosíssima virgen soy muger que
está llena de la querencia de variar temas en mi pintura; y nunca se ha hallado en
mis quadros correspondencia de invinción ni siquiera en una mano; en quanto a
lo que este Sr. quiere saber sobre el precio antes de que la obra se haga, creedme
como sierva vuestra que soy, que lo hago de malíssima gana, teniendo en mucho
no errar y dar peso a mi conciencia, que la estimo en más que todo el oro del
Mundo, y sé por mis errores las offensas que hago a Dios mi Señor, por eso
estimo y temo que no siempre está infusa la gracia del Señor y no pongo precio a
mis obras hasta que no están hechas, mas, pues plaze a V.S. Illma., hágase lo que
ordena, y diga V.S. Illma. a este señor que quiero quinientos ducados por los dos,
y que podrá mostrados a todo el mundo y si no halla que los quadros merescen y
valen un par de cien escudos más, no quiero que me pague lo acordado, y
asseguro a V.S. que en estos quadros van figuras desnudas y mugeres de
grandíssimo dispendio y grandes sinsabores, y a vezes, quando se encuentra algo
bueno, me sacan la piel, y a vezes conviene sufrir mezquindades con paciencia
de Job, en quanto a que quiera luego que yo haga el dibuxo y lo mande, yo hize
voto solenníssimo de no mandar nunca dibuxos míos, porque me han hecho
grandíssimos engaños y en particular hoy me ha acontecido haver hecho un
dibuxo de las ánimas del purgatorio para el Obispo de Santa Gata, cuyo dibuxo,
por gastar menos, se lo hazen hazer a otro pintor, y este pintor lo haze sobre mis
sudores, y si yo fuesse hombre no sé cómo acabaría ello, porque quando ha sido
hecha la invinción y establescidos sus claroscuros, fundado sobre su plan todo lo
demás, se haze engaño, y por eso parésceme que este Cavallero va mal
encaminado al querer dibuxos, ya que ve el diseño y la composición de la
Galatea, otra cosa no sé dezir sino que beso las manos a V.S. Illma. y le hago
humildíssima reverencia rogando al Cielo lo colme de felicidad, hoy en Nápoles,
13 de Noviembre de 1649 años.
De V.S. Illma. Humildíssima sierva Artemisia Gentileschi.
Advierta V.S. Illma. que quando yo pido un precio no lo hago al uso de
Nápoles que piden treynta y luego dan por quatro, yo soy Romana y por tanto
quiero conducirme siempre como Romana.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. y Dueño Colendissimo:

Desseo a V.S. Illma. buenas fiestas de la Santíssima Natividad de N.S. e


infinitas después, y si V.S. Illma. dessea tener el quadro, recurra a Dios y haga
exponer las 4 horas- en Messina, porque aquí se traxo la mano del Altísimo,
para aplacar la mala voluntad que me tiene el Sr. Prior, que luego de haverme
plegado a su voluntad de un vilíssimo precio, pensando recevir el dinero, vista la
presente, me vilipendia y paga de malíssima gana contándome mil embustes,
póngase, pues, entre las obras antiguas, que ya son 3 meses que está en la
Muralla, y con esto beso las manos de V.S. Illma. y auguro los mayores bienes
etc.
De V.S. Illma. Obligadíssima sierva Artemisia Gentileschi.

5 Rito penitencial de adoración al Santo Sacramento, que era expuesto durante cuatro horas en el interior de
las iglesias. La proclamación de las «Cuatro horas» se anunciaba mediante avisos pegados en las puertas de
las iglesias.
A DON ANTONIO RUFFO

Illmo. Sr. y Dueño Colendissimo:

El haver recevido cartas de V.S. Illma. que tanto desseava y el haverme


renovado en ellas los encargos, me da señal de que no me ha puesto del todo en
olvido, lo qual me da esperanza de que en el porvenir me hará la merced de
honrarme con sus encargos, y con tal occasion se esperimentará quán devota le
soy, cosa que espero mostrar quanto antes mediante la Madonnina chica
assegurando entretanto que si en el passado fueron de su agrado las pinturas
grandes, no menos le agradarán estas pequeñas, lo qual espero demostrar en
breve, esperando más frequentes encargos de V.S. Illma. y mientras me honra,
beso a V.S. Illma. con todo affecto las manos. Nápoles, 13 de agosto de 1650
años.
Sr. D. Antonio Ruffo
De V.S. Illma. Affma. sierva para servirle Artemisia Gentileschi.
APÉNDICE ICONOGRÁFICO
Artemisia Gentileschi, Autorretrato como alegoría de la pintura, 1638-1639.
Artemisia y Orazio Gentileschi (?), Susana y los viejos, 1610.
Artemisia Gentileschi, C le o p a tra , 1611-1612 aprox.
Artemisia Gentileschi, D anae, 1612 aprox.
Artemisia Gentileschi, Judith degollando a Holofernes, 1612-1613.
Artemisia Gentileschi, A u to r r e tr a to to c a n d o e l la ú d , 1615-1617 aprox.
Artemisia Gentileschi, J u d ith y su s ie rv a , 1618-1619 aprox.
Artemisia Gentileschi, Lucrecia, 1613-1625 aprox.
Artemisia Gentileschi, Judith degollando a Holofernes, 1620 aprox.
Artemisia Gentileschi, Judith y su siervo, 1625-1627 aprox.
Artemisia Gentileschi, E s th e r y A s s u e ro , 1628-1635 aprox.
Artemisia Gentileschi, L a A n u n c ia c ió n , 1630.
Artemisia Gentileschi, C o ris e a y e l s á tiro , 1630-1635.
Artemisia Gentileschi, Virgen y Niño con rosario, 1651.
Edición en formato digital: 2016

Ilustración de cubierta: Artemisia Gentileschi, A u to r r e tr a to c o m o a le g o ría de la p in tu r a (1638-1639).


HamptonCourt Palace, Colecciones Reales

© 2004 Abscondita srl


© De la traducción: María de las Nieves Muñiz Muñiz
© Ediciones Cátedra (Grupo Anaya, S. A.), 2016
Calle Juan Ignacio Lúea de Tena, 15
28027 Madrid
catedra@catedra.com

ISBN ebook: 978-84-376-3530-9

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