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CIENCIA POLÍTICA: Primer apunte

CFT-IP UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS (SEDE COYHAIQUE)


DOCENTE: CHRISTIAN VÁSQUEZ TRONCOSO, ABOGADO
Contacto: abogado.crisvastron@gmail.com
Apunte basado en el Manual de Derecho Político: Instituciones Políticas de Mario Verdugo Marinkovic y
Ana María García Barzelatto

EL CONTROL DEL PODER EN LA SOCIEDAD


En cada sociedad es posible encontrar personas que detentan poder, algunas más que otras, y con
mayor alcance o menor según el caso. Lo relevante acá es saber que quien controle una gran cantidad
de poder podría abusar de este fácilmente, perjudicando de manera injusta a quienes no estén de
acuerdo en algún asunto con quien detente ese poder. La historia enseña la importancia de limitar el
poder si se quiere una sociedad civilizada.
El modo más palmario para limitar el poder es controlarlo y para hacerlo el ejercicio de este debe ser
público, de modo transparente. La transparencia permite el control del poder. Poder y justicia
desde un comienzo pugnan entre sí. El derecho constitucional idea los mecanismos eficientes para
evitar la injusticia, controlando el poder, limitándolo, y a su vez, dividiéndolo. Así, el poder ha de
controlar el poder, ya que todo poder corrompe, arriesgando en última instancia, las mismas bases
de la vida civilizada.
El derecho constitucional pretende controlar el poder limitándolo, y limita al poder de dos
maneras:
i. Repartiendo el poder entre varias instituciones
ii. Establecimiento de derechos fundamentales: asegura límites al poder mediante la indicación de
que habrá una cierta esfera de la vida de cada uno que es inviolable.
Hoy, la autoridad política se ejerce mediante un modo que se llama Estado Moderno. Esto implica
que antes del siglo XIX se estaba recién formando de lo que conocemos del Estado contemporáneo.
Es más, la palabra Estado solo se usa en este sentido por primera vez en el año 1517. Existen
elementos del Estado en los cuales existe discrepancia. Existen dos clases de modelos de estado: el
modelo unitario y federal (se verán con más detalle posteriormente)

TEORÍA DEL ESTADO


A. Justificación de la autoridad política
El hecho que todos podemos constatar es el hecho de la autoridad, vale decir: hoy todos los Estados
son diversas formas de autoridad. Donde hay un grupo humano hay autoridad. Dado que constatamos
que hay autoridad política, esta autoridad política -que es un hecho- que unos hombres ejercen sobre
otros ¿está justificada? Si somos todos iguales ¿por qué entonces unos tienen pretensión de gobernar
por sobre otros? ¿está legitimado? o, será en cambio, que iguales no somos, y la autoridad se justifica.
¿Se justifica la división en toda sociedad de gobernantes y gobernados? Ante esto hay múltiples
doctrinas.

Doctrinas contractualistas
Justifican la autoridad política sobre la base de un contrato o pacto social. La primera noción clave
es el estado de naturaleza que es el opuesto al estado civil.
Todo esto está envuelto en una tesis de carácter psicológico, vale decir, la filosofía política de los
contractualistas se construye sobre la base de una psicología y responde a la pregunta de “¿por qué
los seres humanos se comportan como se comportan?”.
Se basan en la siguiente interrogante: ¿qué sería de la sociedad humana si no existiera autoridad
política? Si no hubiera autoridad política las condiciones del ser humano serían peores o
deplorables; esa es la conclusión de todos los contractualistas. Por ende, la autoridad política es el
núcleo del pacto social. Pasar del estado de naturaleza al estado civil se hace a través del acto del
contrato o pacto social. El estado de naturaleza no es una categoría histórica (o sea que haya tenido
una existencia real), sino que lógica, a través núcleo del pacto social.
Hay numerosas teorías contractualistas, se verá en orden cronológico:
1. Thomas Hobbes (1588-1679):
Vivió en un siglo caracterizado por la revolución inglesa, de mucho desorden interno y falta de
autoridad. También Hobbes vivió en un tiempo en que la ciencia, la física y la mecánica se habrían
beneficiado exponencialmente de las investigaciones. Antes de Hobbes existían teorías
contractualistas, pero estas resultan tener una base teológica, en cambio, la teoría hobbesiana es
puramente filosófica y no teológica. Su obra más célebre es el Leviatán que representa al Estado como
una bestia que tiene la característica de ser un monstruo formado por millones de seres humanos, una
especie de humanoide hecho de células de seres humanos. Para Hobbes los seres humanos son
cuerpos -entendido este como lo hace la física, por ende, este cuerpo tiende a estar en movimiento y
la fuente de este movimiento es perseguir la felicidad, que es la realización de deseos; sin embargo,
los seres humanos persiguen bienes que son escasos y, en consecuencia, la persecución de la felicidad
está siempre frustrada por la competencia. La escasez no solo afecta a los bienes que se quieren
obtener, sino también la escasez está en los medios que nos permiten alcanzar estos bienes.
Para Hobbes todos los seres humanos somos iguales, hasta intelectualmente, y, lo que nos hace
fundamentalmente iguales, es la capacidad de matarnos entre nosotros mismos.
Al estado de naturaleza Hobbes lo describe como un escenario en que el hombre es el lobo del hombre,
ya que es un estado de permanente disposición a luchar por los medios y bienes escasos.
Para Hobbes el poder es la posesión de medios actuales para disponer bienes (tangibles o
intangibles) futuros y este poder tiende a incrementarse para tener seguridad. El poder entrega
reputación (medio intangible), que consiste en la fama de ser poderoso y tiendo a matar a otro para
tener seguridad; pero esta reputación tiene un reverso, porque si yo soy el más poderoso sería el
candidato número uno en morir porque quien lo hace gana todo el poder. El hombre tiende a
asegurarse incrementando su poder, atacando las amenazas y las no amenazas, porque una de las
características en el estado de naturaleza es la continua desconfianza e inseguridad
Hobbes admite la existencia de lo que él llama derecho natural o derecho de naturaleza siendo,
para él, el derecho que cada uno tiene a la autopreservación incluso tomando la vida del otro para
asegurar el poder. Este derecho autoriza a hacerlo todo, sin limitación alguna, matando a quien se
estime conveniente o necesario.
En el estado de naturaleza existe lo que se llama derecho natural de libertad. Si el objetivo es
mantenerse vivo, es licito realizar todo cuanto sea necesario para mantenerse vivo; ya que en el estado
de naturaleza no hay ninguno que sea más poderoso que otro, no hay ninguno que pueda imponer su
voluntad sobre otro, por lo tanto, nadie puede imponer una ley y como no hay ley, no hay lo que se
denomina justo ni lo injusto porque estos consisten en respetar o violar la ley. En síntesis, en el
derecho natural de libertad no hay distinción alguna entre injusto y justo porque se requiere ley, y
en el estado de naturaleza no hay ley porque todos somos iguales, y como somos iguales no hay
ninguno más poderoso para que imponga esa ley.
Una característica fundamental del hombre para Hobbes es la de autopreservación individual, en
consecuencia, el hombre es sumamente individualista. Sin embargo, puede cooperar para asegurar
la supervivencia, tanto propia como del grupo, lo que eventualmente desemboca en que en el estado
de naturaleza uno de los sujetos se hace del poder absoluto e instaura el orden y la paz; las condiciones
que impedían la cooperación se hacen ahora posibles. Erigida la autoridad, los sujetos renuncian a
sus derechos de autorregulación, procurarán la paz y respetaran el pacto, porque lo mismo que los
movía a estar en estado de permanente guerra, los mueve ahora a obedecer a la autoridad, esto es, la
supervivencia.
Hobbes plantea que, después del contrato social, la autoridad política está depositada en un solo
hombre, por ende, defiende el absolutismo (poder absoluto). El individualismo lleva al poder
absoluto, que es una especie de humanoide que contiene todos los derechos de los individuos.
Protección total a cambio de obediencia absoluta. No es que alguien tenga un derecho de gobernar
a los demás; lo que ocurre es que un sujeto gobierna de hecho a los demás procurando el orden,
mientras pierda este orden va perdiendo su legitimidad como gobernante.
2. John Locke (1632-1704):
También en John Locke encontramos un estado de naturaleza.
Para él, en el estado de naturaleza se reúnen las siguientes condiciones: todos los seres humanos son
iguales; hay leyes de naturaleza; y un derecho natural a la libertad.
La igualdad en Hobbes se identificaba con la idéntica capacidad para matar; en cambio, para Locke
la igualdad es un valor de todos (igual valor de cada uno), por ende, cada individuo tiene el mismo
valor que cualquier otro individuo. Dado que todos somos iguales en el estado de naturaleza,
ninguno tiene asignado un derecho a gobernar a otros. Nadie puede sostener que tiene un derecho
natural a gobernar y que ese derecho natural le ha sido otorgado por Dios. En el estado de naturaleza
los hombres son libres e iguales y está regido por una ley de la naturaleza o ley moral.
La igualdad, para Locke a diferencia de Hobbes, no es un hecho sino un valor: todos valen lo mismo
en el estado de naturaleza porque todos han sido creados iguales por Dios.
En el estado de naturaleza se vive mucho mejor que en el estado social. Se vive en paz, porque
Locke afirma que los bienes no son tan escasos como Hobbes cree. Ahora ¿entonces por que se
legitima la autoridad si en el estado de naturaleza no se vive mal? Locke afirma que, si cada uno en
el estado de naturaleza posee derechos innatos, entonces posee también el derecho para defender
sus derechos (derecho de la legítima defensa, o de recuperar el derecho violado como la propiedad
de un objeto), que puede derivar al derecho a castigar al otro8 (ojo por ojo) que le pertenece a cada
uno por igual. La determinación del castigo será realizada por la propia víctima, o por los propios
titulares de los derechos y eso, en suma, es la justicia por mano propia e implica un riesgo de
parcialidad (seríamos juez y parte del conflicto). Ahora bien, Locke también reconoce el derecho
colectivo a la defensa en el caso de que alguien me quite el derecho a la vida, y por consecuencia
obvio de estar muerta no puedo usar mi derecho a defender mi derecho, sino que lo hace mi familia
aplicando el derecho al castigo.
Por lo tanto, para Locke lo que justifica la legitimidad de la autoridad es precisamente para
controlar y administrar este derecho a castigar, necesitamos un poder imparcial que se
caracterice en la administración del castigo, debe existir un tercero imparcial que ejerza el natural
derecho al castigo que todos poseemos, pero sin ser él la víctima, de modo de evitar ser al mismo
tiempo juez y parte.
Habrían tres estados diferente: el primero, el que vivimos aisladamente sin sociedad; el segundo,
desde el minuto en que se decide vivir socialmente (individuos que se agrupan) pero sin gobierno
alguno.
Y el tercer estadio existe una vez que se erige un gobierno, conservándose los derechos innatos, y el
gobierno que se erige es por definición limitado (no absoluto) y limitado por los derechos naturales
innatos. Esto hace entonces que, en el estado cuando ya hay un gobierno por definición limitado y
que tenga la obligación de respetar los derechos naturales y no lo haga, surja el derecho de rebelión.
Cuando un gobierno traspasa los límites y empieza a lesionar la vida, la salud, la libertad o la
propiedad, se vuelve ilegítimo y surge el derecho del pueblo a rebelarse y, surge también el derecho
a matar al titular de ese poder (tiranicidio).
Cuando se depone al gobierno porque no respetó los derechos naturales que son previos, se vuelve
al estado de naturaleza, pero ese volver no supone volver a una vida aislada, sino que se supone volver
a una vida social que fue producto del primer contrato (el que decidimos vivir juntos), o sea, volver
al segundo estadio.
3. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778):
Él examina la teoría de Hobbes y las que se le parecen, y se da cuenta que en ellas hay un problema
lógico o de incoherencia. El método que sigue Hobbes y Locke consiste en la supresión mental
hipotética por el cual se describe el estado de naturaleza admitiendo que no existe autoridad política.
Piensa Rousseau que a Hobbes le falta un paso, y es el siguiente: en el estado social o de civilización
post contrato social hay autoridad política y hay Estado, los seres humanos tienen ciertos móviles
para su conducta (se comportan de cierta manera como consecuencia de ciertas motivaciones).
Si bien es cierto los seres humanos tienden a la autopreservación, sin embargo, hay otras
características del ser humano que Hobbes no identificó: Hay un sentido innato de sentir compasión
por los demás, o sea, a todo ser humano le repugna el sufrimiento.
En el estado de naturaleza, el ser humano sería un ser solitario (no es que se sienta solo,
sino que tiende a estar solo). Las capacidades o facultades propias del ser humano y que le sirven para
sociabilizar con los demás no estarán desarrolladas en el estado de naturaleza, incluso Rousseau
sostiene que las personas en el estado de naturaleza utilizan un lenguaje rudimentario.
Con todas las características mencionadas anteriormente del hombre en el estado de naturaleza,
Rousseau emplea una etiqueta que es la del “buen salvaje”. El buen salvaje es relativamente
compasivo con los demás, desinteresado, vivir aisladamente, subsistir en el sentido mínimo (caza y
pesca), vivir el día a día. Incluso Rousseau agrega un ejemplo que el cree ver en los indios caribes,
que vivían el día a día sin prever necesidades futuras. Vive sin necesidades, más que las satisfacciones
que le son elementales como comer, dormir y aparearse. Hobbes tiene en mente un ambiente de paz
en armonía con la naturaleza, muy pastoril por así decirlo.
¿Las ciencias y las artes contribuyen al mejoramiento de la sociedad? Rousseau responde que en
realidad lo único que han provocado es la corrupción del ser humano, por lo tanto, el ser humano
en la civilización ya es un ser humano corrupto y esta es la principal crítica que dirige contra
Hobbes: el hombre en el estado de naturaleza hobbesiano n oes un hombre natural, sino un hombre
ya corrupto por el estado de civilización .
En el estado de naturaleza, sin embargo, ocurre algo que igual hay un potencial foco de conflicto:
los seres humanos son compasivos y, también, proclives a la autopreservación; entonces ¿qué
ocurre cuando, por circunstancias que quepa imaginar, un ciudadano tenga que decir en causar un
daño a otro o morir? Rousseau nunca lo resuelve, sino que intenta evitar entrar en este asunto.
Estos seres humanos compasivos e indiferentes entre sí, se van poco a poco viendo en la necesidad
de ir satisfaciendo de mejor manera sus necesidades, de allí entonces que este ser humano
originalmente solitario, va agrupándose con propósitos prácticos en pequeñas comunidades. La
primera comunidad que identifica es la banda (por la caza de animales); luego sucede que la técnica
fue sofisticándose hasta llegar a las máquinas que requirieron más necesidades y más máquinas y así
sucesivamente, hasta crear necesidades artificiales creando una artificial escasez.
Difiere de los contractualistas anteriores en muchos aspectos Rousseau. El punto en común es que
también propone la división entre el estado social y de naturaleza. El punto en común con Locke es
que también defiende una tesis con dos contratos sociales.
Para Rousseau en el estado de naturaleza hay también un instinto natural a la autopreservación y la
repugnancia por hacer sufrir y ver sufrir a otro. ¿Es por lo tanto egoísta el ser humano en el estado de
naturaleza según Rousseau? La respuesta es no porque introduce una distinción clara: no es lo mismo
el amor de sí que el amor propio (amor de sí/amor propio). El hombre natural posee naturalmente un
amor de sí, o sea, el instinto de autopreservación, pero significa que no envuelve el deseo de eliminar
a otro, se trata por lo tanto de un amor natural liviano sano a sí mismo que, por ende, tiene que
distinguirse del egoísmo que sí es corrupto y que ha surgido precisamente cuando surge la
civilización. En la civilización el sano amor de sí se ha corrompido convirtiéndose en amor propio.
En síntesis, el amor propio contraviene al instinto natural (instinto natural/amor propio) y al amor de
sí (amor de sí/amor propio).
Los seres humanos que tienen este sano amor de sí tienen una característica de vivir en soledad.
Se trata un ser que natural y sanamente se ve inclinado a vivir solo y que tiene poco contacto con los
demás. Está naturalmente equipado para vivir solo y se basta con sus propias fuerzas.
Síntesis de las Hipótesis Contractualistas
La llamada doctrina “contractualista” o del “pacto social”, que logra su mejor expresión a partir
del siglo XVII en las obras de Hobbes y Locke, para proyectarse, más adelante, con Rousseau.
Al margen de las numerosas diferencias entre los autores citados, hay un punto común a todos ellos:
describen una etapa prepolítica de la sociedad.
• En efecto, mientras la corriente aristotélica sostiene que el nacimiento de la sociedad y la
organización política son simultáneos, los contractualistas afirman que habría existido una
etapa llamada “estado de naturaleza”, sin politicidad. Sólo posteriormente, por obra de la
voluntad y del acuerdo humano, se habría celebrado el “pacto” o “contrato social”, en virtud
del cual la convivencia social queda políticamente organizada.
• No todos los contractualistas conciben el “estado de naturaleza” en los mismos términos. Para
Hobbes, por ejemplo, el estado de naturaleza, previo a la constitución de la sociedad política,
sería un estado de lucha general, de “guerra de todos contra todos”.
• Locke, en cambio, no tiene una visión tan pesimista del estado prepolítico. El “sentido
común”, inherente a todo hombre, contribuye a que éste supere los conflictos de intereses que
se originan en la vida social.
• Finalmente, la visión de Rousseau es francamente optimista: “El hombre es bueno por
condición natural y solamente las circunstancias histórico-sociales inadecuadas a la exigencia
de su naturaleza le han viciado”.
La diferente concepción que tienen los contractualistas del “estado naturaleza” explica
consecuentemente el carácter que atribuyen al poder político emergido del “pacto social”. Hobbes –
el pesimista– postula por un gobierno autocrático; su doctrina sostiene con energía máxima el
principio de la monarquía absoluta. Su pensamiento se sintetiza en la máxima: “Gobierno absoluto o
caos”. Locke –el ecléctico– sostiene que en el “pacto” hay una reserva de derechos para los
particulares, de tal modo que solamente se delega en el poder político aquella parte de libertad que es
indispensable ceder para salvaguardar el resto. La monarquía constitucional constituye su fórmula
política.
La concepción idílica de Rousseau cierra el cuadro contractualista: del estado de naturaleza se pasa a
la sociedad, como si los hombres vivieran en el estado de naturaleza, a la erección de un poder que
no es el de un hombre, que se impone a todos los demás con facultades soberanas derivadas del pacto,
sino que es el poder de la ley, expresión de la “voluntad general”.
Visión Marxista: un contractualismo tardío
Un enfoque, obviamente diferente, pero que tiene de común con el contractualismo el hecho de
concebir una etapa prepolítica, corresponde al marxismo. Así, para Marx y Engels, la organización
política sólo emerge cuando la sociedad se escinde en clases.
Expresa Engels que el Estado es un producto de las sociedades económicamente evolucionadas, en
las que la propiedad y los privilegios están distribuidos en forma desigual. Estas sociedades son
complejas, divididas en clases. La más elevada de ellas es la clase rectora, y se designa clase superior
en virtud de su posición social y política, que se basa en la propiedad y el control de los medios de
producción: tierras, fábricas, etc.
Aunque no gobiernan directamente sino a través de una institución social específica (el Estado), las
clases rectoras conservan su situación superior a todas las demás, y de manera indirecta unifican las
diferentes formas de poder bajo su mando.
En consecuencia, para el marxismo el Estado tiene un carácter de instrumento de dominación de una
clase por otra, en la sociedad burguesa o capitalista.
En la sociedad socialista –etapa de la dictadura del proletariado– el Estado, en cambio, sirve al
proletariado, la inmensa mayoría.
Finalmente, en la etapa comunista –sociedad sin clases– el Estado se extinguirá y al gobierno de las
personas sucederá la administración de las cosas.
LAS FORMAS POLÍTICAS EN EL DEVENIR HISTÓRICO
Las discrepancias entre racionalistas y empiristas acerca del origen simultáneo o sucesivo de la
organización política no impiden captar una verdad que se impone con caracteres de evidencia: el
hombre, para poder mantenerse en sociedad, para estar con su prójimo, requiere la organización
política.
La politicidad de la convivencia humana es una necesidad, y tan necesidad que representa un modo
de ser del hombre. Tal parece ser el real alcance de la sentencia aristotélica cuando se refería al
hombre como zoon politikon.
Aceptar esta premisa no conduce, obviamente, a desconocer las diferencias entre las organizaciones
políticas que han emergido en el devenir histórico. Identificar, pura y simplemente, la polis griega
con el Estado moderno –como suelen hacerlo algunos autores– constituye un grave error.
Los tiempos son otros, diferentes las condiciones, diversas las cantidades y las calidades.
Ahora bien, ¿cuál o cuáles son los rasgos distintivos de estas organizaciones políticas históricas,
cualquiera que haya sido el nombre que se les haya dado?
• En primer lugar, la sociedad política ha de ser comprendida como un sistema social
institucionalizado, esto es, como una institución.
• La segunda característica de las organizaciones políticas superiores, que viene a representar,
al mismo tiempo, su factor realmente cualificador, es la autarquía.
Esta superioridad institucional atribuida a 1ª sociedad política fue ya enfatizada por Aristóteles cuatro
siglos antes de Cristo y se proyecta al presente en forma casi invariable.
La autosuficiencia de la organización política engloba todos los órdenes de la vida social, pues la
sociedad política puede, en todo momento, asumir la realización de todas aquellas necesidades
sociales que se hacen imprescindibles.
Esta idea de autarquía lleva además aparejada una serie de características asociadas:
• supremacía (se considera la expresión superlativa de lo social);
• autonomía (monopolio legítimo de la fuerza física para el mantenimiento del orden vigente);
• coherencia (desarrolla una fuerza de cohesión unificadora sobre una pluralidad de
agrupaciones menores).
Las organizaciones políticas que en diversas épocas presentan estos caracteres han recibido diferentes
denominaciones: polis, civitas, imperium, estado.
A estos tipos de organización política suele denominárselos con la expresión genérica “formas
políticas”, comprensiva de los distintos sistemas políticos superiores que han tenido existencia
histórica.
ACERCA DEL CONCEPTO DE ESTADO
Como ya se ha puntualizado, se admite generalmente que el vocablo Estado es la denominación
adecuada para designar la forma moderna de organización política.
• Como concepto de Derecho, el Estado es “la corporación formada por un pueblo, dotada
de poder de mando originario y asentada en un territorio determinado; asentada en un
territorio determinado; o para aplicar un término muy en uso, es la corporación territorial
dotada de un poder de mando originario”
Concepción jurídica de Hans Kelsen
La concepción jurídica del Estado, en cambio, visualiza al Estado como un sujeto de Derecho, como
una persona jurídica. Aún más, Hans Kelsen, máximo exponente de esta concepción, estima que “la
esfera existencial del Estado, no radica en el reino de la realidad natural, sino en el de las normas o
valores.
El Estado es, por naturaleza, un sistema de normas o la expresión para designar la unidad de tal
sistema.
El Estado, como orden, no puede ser más que el orden jurídico o la expresión de su unidad”.
“Para Kelsen, el Estado es la totalidad del orden jurídico en cuanto constituye un sistema; una unidad
cuyas partes son interdependientes, que descansa en una norma hipotética fundamental”.
El Estado no es, en consecuencia, otra cosa que la personificación del orden jurídico que lo constituye
y con el cual se identifica.
El Estado se identifica con el Derecho y no es una entidad diferente ubicada tras él.

ELEMENTOS O CONDICIONES DE EXISTENCIA DEL ESTADO


Tradicionalmente se considera que el Estado tiene tres elementos: el grupo humano, el territorio y el
poder.
Algunos autores citan otros elementos: el fin del Estado; su justificación.
El Estado no debe ser considerado en ningún caso como simple adición aritmética de una pluralidad
de componentes. El Estado constituye una unidad, un status que engloba dirigentes y dirigidos y surge
de la conexión e interacción mutua entre ellos.
Representa igualmente un error confundir al Estado con uno solo de sus elementos o en subrayar la
primacía absoluta de cualquiera de los mismos, sea el pueblo, el territorio, el poder o el fin.
El grupo humano
Un Estado supone un grupo de hombres, pueblo o nación, que hacen historia, que luchan por
sobrevivir, por mejorar sus condiciones de existencia y que cooperan en la realización de los valores
humanos a los que hacen revivir en los momentos más cruentos de las grandes crisis.
Es así que el pueblo queda considerado como elemento esencial en la definición del Estado.
• “Por pueblo”, en la acepción que a nosotros nos interesa, se entiende la multitud de personas
que componen un Estado.
El Estado, como toda otra forma de sociedad, necesita ante todo cierto número de individuos. La vieja
discusión sobre el número de individuos necesarios como mínimo para formar un Estado, carece de
valor científico.
Científicamente sólo podemos decir que es necesario un número de humanos suficientemente grande
como para permitir a la multitud una organización completa y una vida autónoma, independiente de
los poderes externos; porque el Estado tiene esencialmente el carácter de la autarquía, esto es, debe
bastarse a sí mismo.
Un número restringido de individuos podrá formar una familia o a lo más un “clan” (grupo gentilicio),
pero el Estado supone una mayor diferenciación, una distribución orgánica de las funciones que
asegure de modo estable y definido el desenvolvimiento de la vida humana en todas sus formas y
garantice la autonomía de la misma.
La multitud de hombres que constituyen un Estado es variable, sin que por esto se altere su
personalidad; el Estado subsiste no obstante el alterarse y el sucederse de las generaciones y el
aumento o disminución de sus componentes. Esto comprueba que el Estado no es la simple suma de
individuos, sino un ente nuevo”.

El territorio
El grupo humano requiere un suelo donde desplazarse, del cual recibir los alimentos vitales, donde
edificar su albergue y, en fin, donde enterrar sus muertos. El territorio es para la nación o pueblo lo
que el hogar para la familia.
Sin una tierra que se sienta propia, que se defienda y cultive, no puede existir un Estado soberano.
Este es, pues, el segundo elemento esencial y de definición del Estado: el territorio.
“En tanto que la comunidad política puede concebirse sin la sedentariedad (tribus nómadas) y no es
incompatible con toda una trabazón de soberanías feudales (Europa Medieval), la forma particular de
la misma que constituye el Estado supone necesariamente un territorio estable (consecuencia de la
sedentariedad) y excluyente de cualquier otra soberanía lateral, y por tanto limitado de un modo
preciso por unas fronteras indiscutibles.
¿Cuál es el espacio geográfico a que se hace referencia al hablar de territorio? Comúnmente se admite
que el territorio del Estado comprende el suelo, el subsuelo, el espacio aéreo, y el espacio marítimo.
Al igual que acontece con la población, no es exigible una determinada extensión de territorio para
que un Estado pueda ser considerado tal. “De hecho, ocho Estados: Rusia, Canadá, China, Estados
Unidos de América, Brasil, Australia, India y Argentina, poseen más de la mitad de las tierras del
planeta, mientras los cien Estados más pequeños no alcanzan al 1% de la superficie del globo
terráqueo”.
• El suelo. Es el territorio firme del Estado y está encerrado dentro de líneas que se llaman
límites o fronteras. Las fronteras se determinan generalmente en tratados.
El subsuelo. Abarca una figura cónica que va desde el suelo hasta el centro de la Tierra.
• El espacio marítimo. La prolongación del territorio del Estado “hacia el mar” ha sido
admitida universalmente, ya que siempre se ha distinguido la alta mar del mar adyacente que
baña las costas de un país. Este mar llamado comúnmente “mar territorial” es parte del
espacio territorial del Estado.
Actualmente cabe distinguir los siguientes espacios marítimos, a partir de la costa: “a) Mar territorial;
b) Zona contigua; c) Zona económica exclusiva; d) Plataforma continental; y e) Fondos marinos y
oceánicos.
• El espacio aéreo: Todo Estado tiene sobre la parte del espacio aéreo que se extiende sobre
sus dominios terrestres pleno derecho de soberanía, que debe ejercer ajustándose, por cierto,
a la naturaleza y caracteres especiales de ese medio y del mismo derecho de soberanía.
El poder
En los humanos, toda unidad de fines necesita una voluntad. Esta voluntad que ha de cuidar de los
fines comunes de la asociación, que ha de ordenar y ha de dirigir la ejecución de sus ordenaciones, es
precisamente el poder de la asociación.
En su acepción más amplia, la palabra poder equivale a la “facultad de hacer”, “aptitud para ejecutar
algo”. Por lo mismo, la voz poder se asocia inevitablemente con la idea de energía, fuerza, pujanza.
• Ahora bien, como elemento o condición de existencia del Estado, el poder se nos presenta
como “la aptitud, capacidad, energía, fuerza o competencia de que él dispone para cumplir
su fin”.
De ahí que resulta comprensiva la definición del poder que ofrece Burdeau:
• “una fuerza al servicio de una idea. Una fuerza nacida de la voluntad social preponderante,
destinada a conducir al grupo hacia un orden social que estima benéfico y, llegado el caso,
capaz de imponer a los miembros los comportamientos que esta búsqueda impone”. El poder
estatal, por tanto, representa el factor permanente de cohesión de la sociedad política.
El Estado es el recinto del poder por antonomasia.

Características del poder estatal.


¿Cuáles son las características del poder estatal en la sociedad contemporánea? Aun cuando la
terminología que emplean los autores suela diferir, en lo substancial se mencionan las siguientes:
Soberanía.
Es considerada como una característica del poder estatal.
Toda sociedad está compuesta por un conjunto complejo de relaciones de poder, de relaciones de
mando y obediencia. “Una persona es un ‘haz’ de relaciones de poder; con respecto a algunas
personas, será el origen de una relación de mando; con respecto a otras, deberá obedecer.
Pero hay un solo centro de poder que genera sólo relaciones de mando y no está sometido a
obediencia alguna: el poder supremo o poder del Estado.
• La Soberanía del Estado, es pues, el conjunto de relaciones de poder sometidas a un mando
supremo.
Allí donde haya un mando supremo, habrá un Estado y todo Estado supone la existencia de un mando
supremo”.
Esta característica del poder del Estado, en cuanto implica que no existe otro superior o concurrente
con él, se denomina soberanía. “La soberanía es el carácter supremo de un poder; supremo, en el
sentido de que dicho poder no admite a ningún otro, ni por encima de él, ni en concurrencia con él.
Por tanto, cuando se dice que el Estado es soberano, hay que entender por ello que, en la esfera en
que su autoridad es llamada a ejercerse, posee una potestad que no depende de ningún otro poder y
que no puede ser igualada por ningún otro poder”. Desde este punto de vista, la soberanía es una
cualidad del poder.
El Estado es una unidad decisoria suprema para un territorio determinado y, consecuentemente,
es soberano; de ahí deriva su peculiaridad. Es posible que dos ejércitos luchen por establecer sus
respectivas soberanías sobre un territorio determinado, en cuyo caso el jurista tendrá que aceptar la
existencia de una lucha por la soberanía, que durará hasta la terminación de la guerra. Es en cambio
imposible aceptar que sobre un mismo territorio existan dos unidades decisorias supremas; su
existencia significaría la destrucción de la unidad del Estado y su consecuencia sería el estallido de
la guerra civil”.
En síntesis, la “soberanía del Estado” presenta como elementos distintivos:
a) supremacía en tanto no hay otro grupo humano, entre la población del Estado, de mayor jerarquía,
o sea, que el Estado no debe obedecer a nadie ni a nadie rendir cuenta de las propias decisiones ni de
los propios actos;
b) dominación, en cuanto el Estado debe ser obedecido por toda la población que habita su territorio.
Este doble aspecto negativo, por una parte, y positivo, por la otra, y que se proyecta sobre el interior,
suele llamarse soberanía interna; y
c) calidad de independencia, en cuanto no hay otro grupo humano –Estado o no– entre los grupos
extraños a la población del Estado, al que este último deba obedecer o rendir cuentas.

Monopolio legítimo de la fuerza física:


Con singular explicitud, anota Max Weber: “En el pasado las más diversas asociaciones, comenzando
por la asociación familiar, han utilizado la violencia como un medio enteramente normal. Hoy, por
el contrario, tendremos que decir que Estado es:
• aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama (con éxito) para
sí el monopolio de la violencia física legítima.
Lo específico de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede
el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente
del ‘derecho’ a la violencia”.
La Constitución de 1980, en su artículo 101 inciso primero prescribe: “Las Fuerzas Armadas
dependientes del Ministerio encargado de la Defensa Nacional están constituidas única y
exclusivamente por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Existen para la defensa de la patria y
son esenciales para la seguridad nacional…”.
A su vez el artículo 103 inciso primero dice: “Ninguna persona, grupo u organización podrá poseer
o tener armas u otros elementos similares que señale una ley aprobada con quórum calificado, sin
autorización otorgada en conformidad a ésta”.

Poder institucionalizado:
El Estado es el titular del poder. De él se hace el soporte del poder, y los gobernantes no ejercen más
que por delegación las facultades que implica. El poder se divide entonces entre un titular que es el
Estado y agentes de ejercicio que son los gobernantes”. Es la concepción del poder institucionalizado.
De hecho, en la sociedad política contemporánea el poder estatal se ejerce bajo formas jurídicas y la
autoridad se vincula a una concepción del Derecho. “El orden político se institucionaliza en derecho.
El Derecho es la institucionalización del orden. La estructura de la comunidad política se formaliza
como orden mediante el Derecho y la acción organizadora del poder político se realiza también
mediante el Derecho. El Derecho legitima el poder en la medida en que el poder se transforma en una
institución jurídica”.

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