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Alejandra García Vargas

Melina Gaona
(Compiladoras y Editoras)

Figuras y
metáforas
del NOA
Intersecciones, dinámicas y fragmentos

Colección
Comunicación/Cultura/Sociedad

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Alejandra García Vargas y Melina Gaona
(Editoras)

Figuras y
metáforas
del NOA
Intersecciones, dinámicas y fragmentos

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Figuras y metáforas del NOA. Intersecciones, dinámicas y fragmentos / Andrea
Noelia López... [et al.]; compilado y editado por Alejandra García Vargas y Melina
Gaona. - 1a ed. - San Salvador de Jujuy: AveSol Ediciones, 2017.

260 p.; 24 x 17 cm. - (Comunicación/Cultura/Sociedad / García Vargas, Alejandra;


Gaona, Melina; 1)

ISBN 978-987-42-6746-7

1. Medios de Comunicación. 2. Política de Ordenamiento Del Territorio. 3. Identi-


dad Cultural. I. García Vargas, Alejandra, ed. II. Gaona, Melina, ed.

CDD 302.23

© Alejandra García Vargas, 2017


© Melina Gaona, 2017
© AveSol Ediciones, 2017

Liniers Nº 1865, CP 4600, San Salvador de Jujuy, Jujuy – Argentina


Tel.: 0388-4243849
avesolediciones@gmail.com

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Índice
Pág.
INTRODUCCIÓN: Intersecciones, dinámicas y fragmentos: figuras y
metáforas del mapa, el camino y el recorrido
Alejandra García Vargas y Melina Gaona 7

Identificaciones e interpelaciones espaciales


(en torno a las figuras del lugar común)

La ruta del líquido ámbar: bio-extractivismo y redes de tráfico orgánico en la región


Gonzalo Federico Zubia 21

Los modos de narrarse y de mirarse. Ficciones televisivas del NOA: producir


en clave identitaria
Víctor Arancibia 41

Fotogramas de la patria audiovisual: Traducción y movimiento en dos cortos


conmemorativos del bicentenario argentino
Alejandra García Vargas 65

“Es la única virgen que podés cambiar”. Memoria de la producción de un ensayo


fotográfico sobre el culto a la Virgen de Urkupiña en la ciudad de Salta.
Beatriz Juárez 79

Identidades y territorios en disputa. El caso del Milagro y Urkupiña en la


ciudad de Salta
Daniela Nava Le Favi 89

Impresiones de una viajera


Elena Bossi 111

Arquitecturas fantásticas y pánicos morales


(en torno a la producción de la ciudad popular)

Arquitecturas Fantásticas
Melina Gaona 115

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Invasiones en tierras de nadie. Metáforas sobre la producción del hábitat
popular en la prensa gráfica de Salta
Ana Laura Elbirt 131

Ilegales, intrusos, ocupas, violentos. La representación de los reclamos por


el acceso a la tierra (2011) en El Tribuno de Jujuy
Lucas Perassi 151

Géneros, violencias y metáforas


(en torno a las intersecciones hegemónicas)

La “Yolanda” de Seggiaro
Ana Inés Echenique 165

Apariciones y (des)apariciones mediáticas. Violencia contra la mujer en


Salta ‘la linda’
Alejandra Cebrelli 177

(Re)presentar las ciudades fronterizas desde otras escrituras. La crónica


como estrategias de narración
Andrea Noelia López 191

Encierros, tránsitos y redes


(en torno a las juventudes)

“Que se pudra Tucumán”. La representación de la ciudad en el rock tucumano


Pedro Arturo Gómez 207

¿Qué jóvenes construyen los diarios? Las representaciones mediáticas de las


y los jóvenes en el espacio público jujeño
Juan Guzmán 221

Escribir la movilidad de las mujeres en la ciudad


Cinthia Natalia Gonza 233

“Porque todos no podemos comprarla, sólo soñarla”. Netbooks, jóvenes y


docentes en el campo y la ciudad
María Rosa Chachagua 245
INTRODUCCIÓN
Intersecciones, dinámicas y fragmentos:
figuras y metáforas del mapa, el camino y el recorrido
Alejandra García Vargas
Melina Gaona

La Puna enseña una lección de modestia


Elena Bossi, en este libro

Este libro presenta reflexiones y debates emergentes de un proyecto en co-


mún, financiado por la Secretaría de Ciencia, Técnica y Estudios Regionales de
la Universidad Nacional de Jujuy. Dicho proyecto, denominado Intersecciones, di-
námicas y fragmentos. Figuras del espacio provincial jujeño, propuso recorrer enfoques
que retoman la dimensión espacial como elemento trascendente de la investiga-
ción en Ciencias Sociales, y vincularlos con el campo de la Comunicación/Cul-
tura (Schmucler, 1997).
Inicialmente, nos ocupamos de imágenes, relatos y perspectivas situados en
la provincia de Jujuy, buscando someter a crítica relatos hegemónicos acerca de
los espacios que ofrecían. Para ello, se plantearon determinadas instancias que
revelan algunos marcadores destacados del espacio provincial jujeño: las dispu-
tas por visibilidad y accesibilidad en el ámbito urbano capitalino (Gaona, 2017;
García Vargas, 2017; Gaona y Ficoseco, 2015; García Vargas, Gaona y López,
2016;); la producción social de la naturaleza y el ambiente como relato de la Puna
y la Quebrada (Zubia, 2017); la construcción geográfica desde la palabra coti-
diana (Bossi, 2012); la espacialización diferencial de actores en la construcción
discursiva hegemónica de las mujeres de la frontera jujeña (López, 2017) y de las
juventudes en el espacio urbano (Guzmán, González Krinner y Mendoza Neu-
meyer, 2015; Guzmán y Velázquez, 2016); y las traducciones de imaginarios es-
paciales en relatos mediáticos o artísticos (Accame, 2008; Burgos, López y Vi-
llagra, 2015; García Vargas, 2004, 2006, 2010; Perassi, 2017; Zubia, 2017).
Como principal actividad de comunicación pública de la ciencia, desde el
proyecto organizamos dos Itinerancias de la Muestra Internacional de Cine
“Ciudades reveladas” (http://www.ciudadesreveladas.com.ar/). A partir de una

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primera experiencia localizada en nuestra ciudad capital en 2014, la segunda se
consolidó y expandió hacia las ciudades del Noroeste Argentino. En ese camino,
la itinerancia de 2016 nos permitió trasladar hasta San Salvador de Jujuy películas
y debates, figuras y metáforas, investigadores e investigadoras, realizadoras y rea-
lizadores audiovisuales noroestinos. Efectivamente, las actividades de la itine-
rancia que organizamos como complementarias a la muestra nos permitieron
exhibir localmente una serie de películas y compartir colectivamente las discu-
siones abiertas con colegas de otras universidades de la región sobre los espacios
de nuestras provincias y ciudades. Así como las metáforas “estiran” el lenguaje,
estos encuentros permitieron expandir el mapa de las dinámicas territoriales ob-
servadas desde Jujuy hacia las figuras que abarcan al NOA y encontrarnos en
una serie de coincidencias que enmarcan la diversidad de aportes que alimentan
este libro. Aquel encuentro expandió nuestras discusiones a la luz de la proyec-
ción cinematográfica. En la sala, esas imágenes disparadoras de problematiza-
ciones sobre lo urbano y lo cultural se tejieron con otras, y con propuestas ana-
líticas situadas sobre el territorio en común, y también sobre sus especificidades.
En esta introducción, planteamos brevemente algunas de las claves del juego
entre ese aire de familia compartido, que es regionalizado y regionalizante, y la
diversidad de ejes y enfoques que cada una de las ciudades, los ensayos y los
autores y autoras han propuesto a lectores y lectoras en las páginas que siguen.
La heterogeneidad de las producciones mencionadas comparte -como
punto de partida, pero también como horizonte- una serie de consideraciones
teóricas, metodológicas y políticas en común, que coincide con el planteo gene-
ral del proyecto mencionado y del equipo de trabajo que lo lleva adelante.
Efectivamente, este libro presenta una perspectiva teórica que se basa en la
literatura que enfatiza el carácter de producción social del espacio, resalta el ca-
rácter constituyente de la cultura en ese proceso y vincula a ambos con específi-
cas geografías del poder (Lefebvre, 2013; Williams, 1997; Massey,1995). Meto-
dológicamente, todos los aportes ofrecen ejercicios interpretativos que reúnen
diversas estrategias en el marco del análisis cultural (Caggiano, 2012; Delfino,
1997; Papalini, 2010; Sautu, 2005), para dar cuenta de las articulaciones entre
espacios, temporalidades y ejes de identificación de actores/actrices sociales, a
partir de materiales concretos provenientes de producciones regionales (litera-
rias, científicas, artísticas, mediáticas y virtuales) y de trabajo de campo.
Los ensayos aquí reunidos analizan diferentes vinculaciones entre las terri-
torialidades locales, el espectro radioeléctrico, los medios tradicionales y las re-
des digitales desplegadas en un abanico de experiencias situadas en el Noroeste

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Argentino (García Vargas, Ficoseco, Gaona, López y Zubia, 2014; García Var-
gas, 2016). Se trata de la combinación de experiencias digitales, analógicas y te-
rritoriales de los trajines y la economía popular, de las manifestaciones de pro-
testa, de las apropiaciones de diversos espacios y de la comunicación “indepen-
diente”, popular o alternativa (García Vargas, Barranquero y Retis, 2015). Polí-
ticamente, la mayoría de estos trabajos refieren a la reivindicación del derecho a
la ciudad y a las demandas de equidad asociadas a los comunes urbanos en co-
yunturas precisas (An Architektur, 2010). En ese marco, el conjunto de produc-
ciones aquí reunidas busca describir “de adentro y de cerca” las territorialidades
noroestinas, combinando a la virtualidad las lógicas coexistentes de emplaza-
mientos y desplazamientos en las experiencias discrepantes y desigualadas de
quienes las habitan (Ficoseco, 2017; Massey, 2005; Segura, 2015).
Para ello, nos adentramos en la dimensión estética del territorio, una
aprehensión ligada a un proyecto crítico que repasa la(s) ciudad(es) a contrapelo
de lo cotidiano. En este sentido, lo aparentemente común y ordinario procura
desprenderse del tránsito recorrido para extrañarse frente a lo observado. La
producción del paisaje cultural no puede volverse sino una escena fértil para
reconstruir los factores históricos y las condiciones del presente sobre los que
se asienta la experiencia contemporánea, las formaciones discursivas, las sedi-
mentaciones férreas del sentido común, las rearticulaciones que reordenan una
y otra vez el reparto de lo sensible y la corporización de las valoraciones y, con
ello, las vulneraciones en esos repartos.
La crítica cultural permite ciertas desafiliaciones en el trazado diagonal en
las lecturas territoriales. La propuesta de encontrar nuestra escritura a través de
los motores productivos de sentido que implican las figuras y las metáforas tiene
que ver con la intención de explorar e indagar en esa amplitud visual y sensitiva
que parecen ofrecer ambas nociones, aquello que parece englobar sentidos com-
partidos pero no enunciados de manera absoluta. La posibilidad de exploración
del paisaje sin la intención de definiciones conclusivas. Aquello a mitad de ca-
mino entre la ubicuidad de la metáfora en nuestro lenguaje y la amplitud de los
márgenes ofrecida a través de las figuras, entre la percepción directa, la reme-
moración y las cargas valorativas contextuales.
Este recorrido noroestino nos encuentra frente a un lugar común (Silvestri,
2011), y frente a figuras y metáforas compartidas y disputadas: lo andino, lo
fronterizo, las interpretaciones sobre el pasado nacional y las demandas de per-
tenencia, el trazo colonial cristiano (predominantemente, católico), la mirada de
y hacia Buenos Aires y la región metropolitana, la desregulación material y las
desigualdades frente a otras regiones del país, ciertas nociones vinculadas a la

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idea recurrente de la postergación en los discursos cotidianos. Todos estos pro-
cesos, construidos en la ambivalencia y la ambigüedad inherente a la producción
sociocultural local, son expandidos por la imagen y procuran ser captados, ilus-
trados y evocados a través de ciertas metáforas recurrentes.
La tarea de edición del libro operó sobre los mismos supuestos de la arqui-
tectura teórico-metodológica recién esbozada: el conjunto de materiales se leyó
para establecer ejes en común. En tanto hipótesis de comprensión de ciertas
regularidades en la dispersión, como editoras de este libro y participantes de
todo el proceso, sabemos que, al mismo tiempo, dichos ejes participan del diá-
logo y las lecturas compartidas en el proceso que antecedió o acompañó la es-
critura de cada ensayo. Las partes de este libro corresponden a cada uno de los
ejes propuestos.
Las figuras que se imbrican en el primer apartado sobre identificaciones e
interpelaciones espaciales atañen a la discusión sobre lo común y lo público en
contextos de profunda desigualdad. De ese modo, se recorren analíticamente
imágenes, discursos y situaciones que implican a actores y actrices diversas, en
cuyos cuerpos y relaciones se delinean las intersecciones espaciales que los y las
ubican en los paisajes sociales e ideológicos de la desigualdad noroestina.
La sección se abre con el ensayo en el que Gonzalo Zubia propone “el cir-
cuito del líquido ámbar” como eficaz metáfora para plantear la relación de las
ciudades del Noroeste Argentino con otras ciudades y en las geometrías del po-
der de la globalización. En un contexto académico posfordista, Zubia construye
un análisis indiciario y artesanal de seguimiento del bioelemento que, desde Salta,
integra los circuitos farmacológicos transnacionalizados. De esta manera, mate-
rializa en la escritura el potencial interpretativo del paradigma indiciario en una
pieza que denuncia el bio-extractivismo y la desigualdad transnacional como
parte de la experiencia cotidiana de nuestras “ciudades ordinarias” (Robinson,
en García Vargas y Román Velázquez, 2006).
El artículo de Víctor Arancibia, por su parte, se detiene en el marco nacional
como intersección espacial principal en la configuraciòn regional. Para ello,
aborda la producción audiovisual del NOA, ingresando a la potencialidad histó-
rica de su desarrollo a partir de las producciones vinculadas a políticas públicas
amparadas en la Ley de Servicios de Comunicaciòn Audiovisual. El autor pro-
pone un entramado de tiempos e historias heterogéneas para el análisis interpre-
tativo de una serie de nodos que constituyen una red identitaria regional en co-
mún basada en diferentes experiencias de exacción y desigualdad en el Noroeste
argentino.

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Alejandra García Vargas explora dos cortos conmemorativos del Bicente-
nario Argentino que forman parte del proyecto “25 miradas - 200 minutos”.1
Elige, entonces, como punto de partida, a “Nómade”, dirigido por Pablo Tra-
pero, y a “Nueva Argirópolis”, de Lucrecia Martel. Ambas producciones pro-
blematizan la “etnicidad-no-dominante” y a través de ella, cuestionan el mito del
“crisol de razas (europeas)” en la constitución de la nación argentina, a través de
las figuras que componen interpretaciones disidentes o alternativas sobre lo in-
dígena. Desde esas producciones, la autora observa a la traducción y al movi-
miento como principales estrategias problematizadoras de las miradas hegemó-
nicas vinculadas a las formaciones nacionales y provinciales de alteridad (Brio-
nes, 2005).
El trabajo de Beatriz Juárez Bravo presenta el fotolibro que forma parte,
desde un enlace alojado en https://issuu.com/pastoec/docs/tesis, de Figuras y
metáforas del Noroeste Argentino. El libro de fotos es el trabajo final de grado para
la Licenciatura en Comunicación de la Universidad Nacional de Salta de la au-
tora. La autora señala que para analizar la construcción visual de los fenómenos
sociales es necesario pensar a la fotografía como acción. Relata, entonces, que la
producción de este ensayo fotográfico le permitió comprender que la fotografía
había dejado de ser sólo un medio de captación de imágenes para convertirse en
una forma específica de acceso a la práctica de la intervención de la imagen de
la Virgen de Urkupiña por parte de sus devotos, que no era sustituible ni equi-
valente a ninguna otra. En conjunto, el ensayo y el libro de fotos componen un
camino de exploración metodológica de la fotografía para el análisis social y, al
mismo tiempo, muestra en qué medida tal posibilidad se vincula con la estética
y alimenta la cultura visual desde una práctica académica que plantea homologías
y distancias con las estrategias de uso extendido de imágenes en la investigación.
La contribución de Daniela Nava Le Favi contrasta el culto popular y mi-
grante de la Virgen de Urkupiña con el del Señor y la Virgen del Milagro, histó-
ricamente consolidado en Salta. A partir de una serie de textualidades y de tra-
bajo de campo, la autora cartografía las territorialidades involucradas en esos
cultos y las sistematiza a partir de dos sistemas de metáforas espaciales. El juego
interpretativo combina los contrastes entre el espacio público y el espacio pri-
vado, por un lado, y la Argentina y Bolivia, por el otro, para establecer las ten-
siones que se presentan en la idea de una Salta “invadida”, como registro que

1 El artículo fue publicado originalmente en portugués (García Vargas, 2017), y se incorpora aquí para
ofrecerlo en español y por la relación productiva en el diálogo con las demás contribuciones. Agradecemos
a los editores de la versión inicial su autorización para que sea incluido en este libro.

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jerarquiza un culto sobre otro valiéndose fundamentalmente de estos juegos es-
pacializantes y espacializados en torno a quienes los profesan.
La primera parte del libro cierra con “Impresiones de una viajera”, el ensayo
de Elena Bossi construido sobre el relato de Valentina Ceppetelli, que introduce
dos temas de importancia: la oralidad, en el testimonio de la relatora que la au-
tora retoma para su ensayo, y la figura del viaje, como experiencia compleja de
acercamiento y distanciamiento para la comprensión del espacio y del paisaje.
Los relatos de viajeros y viajeras tienen larga historia en Latinoamérica, y este
fragmento de Puna ofrece toda la riqueza de esa tradición al describir la geografía
particular de la altiplanicie jujeña desde el punto de vista de una visitante.2 La
frase final del ensayo se ha elegido como epígrafe para esta introducción, bus-
cando que esa consideración sobre la modestia como lección frente al paisaje
andino pueda extenderse a la experiencia de la escritura y el diálogo sobre el
espacio como tema vasto e impactante que puede ser comprendido desde múl-
tiples miradas.
Los problemas sociales, habitacionales y de planificación urbana activan per-
manentemente los sentidos de ciudad que comúnmente ponen en conflicto idea-
lizaciones excluyentes enfrentadas a un despliegue de estrategias populares en
busca del hábitat, la supervivencia y la pertenencia urbana. Estas escenas han
sido retomadas en el eje “Arquitecturas fantásticas y pánicos morales” sobre todo a
partir de la producción de la ciudad popular, como acción colectiva y como as-
piración deseante. Sin embargo, la demanda popular trae aparejada siempre una
reacción de agresiva resistencia frente a lo diferente (Hall, 2010), traducida en
estos tiempos como afección pública y como espirales febriles de significación
negativa frente a esa diferencia (Thompson, 2014).
En el capítulo que da inicio a este eje, Melina Gaona retoma al parque acuá-
tico y temático construido por la organización Tupac Amaru en Alto Comedero
(Jujuy) para pensarlo como metonimia de los deseos multitudinarios populares
que ponen en tensión sentidos acerca del consumo, la pertenencia y la ciudada-
nía. Esta interpretación reconoce la posibilidad de una intención alternativa en
toda la obra construida y, a partir de ello, ensaya distintas lecturas estéticas acerca
de la apropiación y difracción simbólica, la reconstrucción de los símbolos de
acceso y de detentación.
En su contribución, Ana Laura Elbirt indaga en el modo en el que un actor
central del entramado político e ideológico local salteño, el diario El Tribuno,

2El texto de Bossi es una reescritura de una parte de Puna, editado por la autora en 2012 (Bossi, 2012).
Agradecemos su autorización para incluirlo en este libro, ya que enriquece la comprensión del conjunto
de artículos que lo conforman.

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dicta los modos de percibir un modelo de ciudad ideal frente a esa ‘otra ciudad’
interna no deseada. Para su lectura crítica pone en juego el abanico de metáforas
desde las que los discursos del medio codifican los acontecimientos de 2014
durante una toma de tierras en la ciudad de Salta y, con ello, el modo en el que
la experiencia popular conmueve e inquieta los sentidos sociales urbanos vigen-
tes mientras va conjugándolos con narrativas de otro tipo, como los mitos fun-
dacionales.
Las disputas por la tierra se extienden como parte de la conflictividad de la
trama regional. Esta trama es reconstruida a partir de la tríada analítica de dis-
curso, poder y representaciones sociales en el capítulo en el que Lucas Perassi
se aboca a la cobertura mediática de los reclamos por la tierra en la provincia de
Jujuy. El análisis sigue al discurso que va asociando institucionalidad, legalidad y
normalización como parte de la construcción que visibiliza, categoriza y valora
a los diferentes actores en pugna en y por el territorio local.
El apartado “Géneros, violencias y metáforas (en torno a las intersecciones hegemónicas)”
incorpora lecturas situadas sobre el acontecer regional de la experiencia de gé-
nero, una experiencia que a cada imagen hace evidente la interseccionalidad de
la diferencia en los cruces entre etnia, racialización, nacionalidad y clase como
trazos que delimitan el desenvolvimiento de los cuerpos en estos territorios. La
escritura de estos capítulos deja de manifiesto que la lucha frente a los patriar-
cados es necesariamente una lucha descolonizadora, que cale en las hendiduras
del Estado y la Nación, la cultura criolla y las prácticas saturadas de colonialismo
como rasgo ideológico que continúa naturalizando todo tipo de violencias.
El trabajo de Ana Echenique reflota para el análisis al acontecimiento au-
diovisual que supuso la película Nosilatiaj/La Belleza en razón de considerar los
cruces interseccionales de la experiencia generizada en el norte salteño. Los vi-
sibles/invisibles, decibles/indecibles que propone el film son una vía para “abrir
las jaulas” del lenguaje y la imagen, al decir de la autora. Cierta compunción
manifiesta de la obra audiovisual es deconstruida en el texto como continuidad
crítica de las representaciones de lo cotidiano.
‘Salta, la linda’ aparece como escena del segundo capítulo y como epíteto
que resuena cual eco del reconocimiento común nacional sobre lo que supone
el territorio provincial para el resto del país. Alejandra Cebrelli nos hace notar
desde su aguda lectura el tejido que van urdiendo las tramas más arraigadas de
la violencia contra los cuerpos de las mujeres -sobre todo de las mujeres indíge-
nas-, a la vez que interpreta a esos cuerpos como territorio vejado por el colo-
nialismo y la cultura local. De acuerdo con la autora, el tratamiento mediático

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hace parte de esta urdimbre de sentidos locales y de la escritura sobre esos cuer-
pos, desde la invisibilización de casos vinculados a lógicas enraizadas del domi-
nio criollo a la hipervisibilización de las víctimas.
Las fronteras pueden permitir también fugas, disrupciones y figuras esquivas
como forma estratégica de negociación frente a la autoridad –sea ésta estatal,
familiar, cultural; en cualquiera de sus formas, patriarcal. Andrea López elige a
la crónica como método narrativo para poder presentarnos el espectro de esce-
nas e imágenes que se despliegan en la experiencia de las bagayeras en la frontera
jujeña. Las lógicas y las características de una construcción de espacialidad ‘otra’
se muestran en detalle en una escritura minuciosa para captar un fragmento de
la vida de estas mujeres fronterizas.
La sección “Encierros, paredes, tránsitos y redes” presenta un conjunto de traba-
jos que observan las intersecciones, dinámicas y fragmentos entre virtualidad,
movilidad y emplazamiento como lógicas coexistentes que dan forma a –y al
mismo tiempo son conformadas por– las figuras y experiencias asociadas a la
producción social del espacio en procesos comunicacionales situados en el No-
roeste argentino. La producción de espacios alternativos y de disputas específi-
cas por parte del rock, de las juventudes y de las mujeres señalan desde especifi-
cidades locales tucumanas, jujeñas y salteñas, en qué medida las formaciones
provinciales de alteridad (Briones, 2005) se solapan en aquellos elementos que
la herencia colonial, patricia, adultocéntrica y patriarcal distribuye uniforme-
mente en el Noroeste argentino.
Pedro Arturo Gómez sostiene que “las ciudades son un mapa humano ha-
bitado por la música y en esa banda de sonido el rock es una presencia funda-
mental, el aire del movimiento, la piel del flâneurismo actual”. A partir de la vin-
culación radical del rock y las ciudades, el autor despliega su análisis crítico de
una serie de figuras que construyen a San Miguel de Tucumán, ordenándolas en
una cronología que da cuenta de capas de sentido en la historia reciente de la
ciudad. Este artículo nos permite pensar que la capital provincial, para el rock
tucumano, ha sido y es escenario, personaje, estado de ánimo, utopía florida o
distopía pestilente en la que emerge repetidamente el trauma de la represión du-
rante la última dictadura militar y el presente continuo de la desigualdad social.
Topografías abiertas y cerradas van sucediéndose en esta particular y aguda his-
toria cultural de “Truculandia” que propone el autor.
El artículo de Juan Guzmán parte del tratamiento periodístico gráfico de las
juventudes en dos diarios de referencia dominante locales para dar cuenta de la
construcción hegemónica de las juventudes en la provincia de Jujuy. En esa ta-
rea, el autor contrapone la construcción de los y las jóvenes en noticias policiales

14
y la que se realiza cuando se los y las asocia a la Fiesta Nacional de los Estudian-
tes. El contrapunto entre las principales áreas de aparición de las juventudes le
permite observar las representaciones hegemónicas sobre ellas, señalando la ac-
tividad de los medios como espacio de categorización y clasificación de jóvenes
“buenos” y jóvenes “malos” en el mundo social.
El trabajo de Natalia Gonza, en cambio, elige contraponer espacios me-
diante los emplazamientos de graffitis para leer, a través de las inscripciones que
realizan las mujeres en las paredes, su “potencial de desplazamiento” en la ciu-
dad de Salta. La búsqueda de Gonza sigue los trazos de los graffitis en las calles
y en los baños públicos, para dar cuenta de un dispositivo que se asienta en la
consolidación histórica de una “ciudad reservada” que sostiene la dominación
patriarcal. La autora ofrece un trabajo metodológico que se compone del regis-
tro y análisis de esas marcas sobre las paredes y las puertas, sumando a su valioso
aporte la constitución de un repertorio de imágenes que señalan los caminos de
resistencia trazados por estas grafiteras y los contrastes evidentes, pero no siem-
pre visibilizados, entre espacios públicos y privados como eje de diferenciación
de género de persistente potencia aún en nuestros días.
Finalmente, María Rosa Chachagua observa el tránsito de un dispositivo
tecnológico, la netbook del Programa Conectar Igualdad, en escuelas urbanas y
rurales de la provincia de Salta. A partir de entrevistas con docentes, directivos
y estudiantes de escuelas salteñas, la autora explica cuáles son las similitudes
(fundamentalmente, de clase) y las diferencias en la experiencia de contar con
una primera computadora propia en el campo y la ciudad. De ese modo, una
política pública nacional reciente es el punto de ingreso a una trama territorial
específica que ubica a los y las jóvenes en la heterogeneidad de sus experiencias
de estar ubicados/as en lugares particulares, pero que al mismo tiempo habla de
las dinámicas espaciales y espacializantes de la diseminación tecnológica basada
en el sistema escolar público como configuración común.
Cada uno de los capítulos escritos y seleccionados para este libro tiene una
razón de ser vinculada a la puesta en discusión de los temas que se tensan alre-
dedor de los ejes ordenadores y de los problemas que atraviesan la vida social
contemporánea en nuestros territorios. En conjunto, pretenden ser aportes crí-
ticos y estéticos a las contiendas libradas de forma permanente frente a la cimen-
tación del orden existente y para la reconstrucción emancipatoria del universo
compartido. Entre la producción sistemática, la revisión y reelaboración de es-
cenas, la confirmación de supuestos iniciales y los atisbos de caminos que co-
mienzan a explorarse, entendemos a este libro como una contribución desde la
Universidad pública, estatal y laica para seguir pensando cómo leemos nuestro(s)
entorno(s), qué posición tomamos frente a las operaciones de poder en todas

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sus formas, y de qué manera formamos parte de la vida social frente a las escan-
dalosas desigualdades del presente.

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18
Identificaciones e interpelaciones espaciales
(en torno a las figuras del lugar común)

19
La ruta del líquido ámbar: bio-extractivismo
y redes de tráfico orgánico en la región
Gonzalo Federico Zubia
UNQ - CONICET / UBA

¿Es verdad que el ámbar contiene


las lágrimas de las sirenas?
Pablo Neruda

1. Circuitos integrados globales


El convite a participar de esta publicación en torno a metáforas regionales
en el NOA actualiza una serie de interrogantes sobre los que venimos reflexio-
nando y trabajando en el último período: ¿cómo se configura esa región? ¿cuál
es su extensión y, si corresponde, cuáles sus particularidades? Y también ¿cómo
la región se conecta con otros lugares más? ¿En qué condiciones pasa a integrar
una trama de mayor extensión? En torno a estas preguntas podríamos jugar tam-
bién con las preposiciones posibles en torno a la regionalidad: ¿pensar
en/desde/a través de la región? Las inquietudes no son menos tampoco cuando
se refieren a las metáforas y su eficacia para introducirse en el mundo y ante ellas
el acecho de su dimensión estética producto de la devaluación del lenguaje por
la pretendida objetividad de los enunciados. Interrogantes éstos posibles de ser
articulados en torno a la idea de globalización, concepto agotado pero en cierta
medida aún eficaz para comprender algunos procesos que conectan lugares re-
gionales con otros y éstos con otros más conformando una red. Lo global es una
metáfora que denota y connota la conexión de distintos puntos geográficos equi-
distantes.
Repasando, sabemos que la llamada globalización designa una fase del desa-
rrollo capitalista en el que la integración de las economías nacionales, la interac-
ción de flujos de capital financiero, la articulación de los circuitos de producción
y ensamble de manufacturas y el desarrollo de los medios de comunicación, en-
tre otras grandes tendencias, se integraron saturadamente desde las últimas dé-
cadas del siglo XX en adelante. Del proverbio chino que reza “el aleteo de las alas
de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo” a las metáforas de la teoría del

21
caos, en el último tiempo el mundo es consignado como un circuito global inte-
grado de múltiples flujos de conexiones. No resulta sorprendente, entonces, que
la próstata asimétrica de un multimillonario tenga incidencia en los mercados
financieros internacionales tal cual es sugerido en la brillante Cosmopolis (2012)
de David Cronenberg. Pero mientras las nociones de la globalización han desig-
nado principalmente –como metáforas en sí mismas, que se introducen en el
mundo– a los grandes circuitos de capital financiero entre las urbes cosmopoli-
tas, otras metáforas han enunciado flujos y procesos que también participan en
la configuración de tal conexión. Las contra-geografías de la globalización de Sassen
(2003) relevan el tránsito laboral de mujeres que migran a las grandes ciudades
y cómo su envío de remesas a sus familias contribuyen a las economías de sus
países de origen. Estos otros procesos también participan de esa interacción en
el circuito integrado global y sus modos de enunciarlo intervienen en la dimen-
sión política de los procesos globales que conocemos.
Ahora bien, ¿cómo es posible formular una reflexión sobre tales circuitos
de integración en/desde/a través de la región NOA? O también: ¿qué lugar les
cabe a las ciudades latinoamericanas al interior de los circuitos globales? (García
Vargas, 2010). Son varios los modelos analíticos de interpretación que se podrían
establecer al respecto: desde la explotación minera y el arribo del turismo a cada
poblado norteño hasta la difusión de las tecnologías de comunicación y la ex-
tensión masiva de los consumos culturales. Todos estos contienen ramificacio-
nes de integración de lo regional con lo global y denotan y connotan las múltiples
transformaciones que se producen. El desarrollo tecnológico de baterías de litio
a nivel internacional, por ejemplo, impacta en la cosecha de sal en la puna de
atacama entre Salta y Jujuy: la variación del precio del mineral incide en la coti-
dianidad de las comunidades de los salares puneños cada vez que usamos nues-
tros celulares (Göbel, 2014). Sin embargo, para responder a estas preguntas he-
mos optado, en cambio, en ocuparnos del tráfico de bio-materiales que integra
ciudades del NOA y otras regiones del país con un circuito farmacológico global.
Este circuito, que consignamos aquí como la “ruta del ámbar” –esta es nuestra
metáfora–, conecta ciudades como Salta, Misiones, Mendoza con regiones del
conurbano bonaerense y con el mercado y global. Y, como los otros circuitos
de la globalización, modula las prácticas cotidianas, proceso a través del cual las
lágrimas de las sirenas –siguiendo la cita de Neruda– también participan de la
economía transnacional. Seguir este circuito nos permitirá analizar cómo y en
qué condiciones las ciudades argentinas participan del proceso de globalización,
una respuesta factible sobre el lugar que les cabe a éstas en el panorama interna-
cional, y que compete también a las inquietudes que activa la convocatoria de
participación en este libro sobre metáforas y región en el contexto global.

22
2. El líquido ámbar, las primeras pistas
El 13 de marzo de 2015 en su edición diaria El Tribuno de Salta titula: “Un
laboratorio recolecta orina de mujeres con menopausia” y en el subtítulo agrega que el fin
de tal recolección era la extracción de una hormona utilizada en la producción
de drogas para la fertilidad. La bajada de la nota amplía la información:
En los próximos días un laboratorio privado comenzará en Salta la
recolección de orina para poder obtener de allí la gonadotrofina me-
nopausia humana que es una hormona que se encuentra en la orina
de la mujer con menopausia y que sirve para elaborar medicamentos
para tratamientos de fertilidad tanto para hombres como para muje-
res. También en el líquido excremento de mujeres embarazadas de
hasta cuatro meses de gestación se encuentra la gonadotrofina co-
leónica humana.
Estas son la materia prima para producir tres tipos de medicamen-
tos. En el mundo hay solo dos laboratorios que utilizan este sistema,
uno está en Buenos Aires y el otro en Suiza, el resto lo hace de ma-
nera sintética.1

La misma nota informa detalladamente todo el procedimiento de recolec-


ción y organización del circuito de trabajo local. En una primera etapa, un es-
cuadrón de jóvenes visitadoras se encarga del barrido territorial censando a mu-
jeres candidatas a participar del encadenamiento productivo en calidad de do-
nantes de la materia prima: su orina. Las visitadoras relevan que las postulantes
–quienes acceden a participar bajo consentimiento informado sobre el destino
de sus desechos líquidos en la producción de drogas de fertilidad contribuyendo
así al mejoramiento de la calidad de vida de otra mujer infértil– reúnan los re-
quisitos necesarios, a saber: mayor de 48 años y un año desde su última mens-
truación o mujeres embarazadas de hasta 4 meses. Sobre este registro censal del
ejido urbano se arma, en una segunda etapa, el circuito de recolección: a cada
domicilio que participa del encadenamiento se le concesionan dos bidones blan-
cos de 20 litros cada uno (aprox.) –conteniendo pastillas que inhiben los olores–
, más una pelela/chata2 que se ubica sobre el inodoro facilitando el acopio del
líquido y su posterior depósito en los bidones. La recolección de la materia prima

1 S/N (13 de marzo de 2015). “Un laboratorio recolecta orina de mujeres con menopausia”. El Tribuno de
Salta. Recuperado de: http://www.eltribuno.info/salta/nota/2015-3-13-0-30-0-un-laboratorio-recolecta-
orina-de-mujeres-con-menopausia
2 RAE. Pelela: 1. f. infant. Arg., Chile y Ur. orinal. Chata: 8. f. Bacín plano, con borde entrante y mango

hueco, por donde se vacía, que se usa como orinal de cama para los enfermos que no pueden incorpo-
rarse.

23
de base se organiza por barrios/zonas: dos veces a la semana las donantes de-
positan los bidones en las veredas de sus casas para que sean levantados por un
camión recolector que, además, les deja depositado dos envases nuevos y lim-
pios para el siguiente acopio. Es de este modo que se arma el circuito territorial
de recolección del líquido excremento ámbar.
Un año más tarde, el 18 de octubre de 2016 el diario digital Informe Salta
también se hacía eco de la novedad del proceso en la ciudad. En tal fecha el
medio tituló: “La recolección de orina crece cada vez en Salta ¿está autori-
zada?”3. La nota registra con fotografías la etapa primera del relevamiento del
proceso e informa que todo estaba a cargo de la empresa BIOMAS S.A.

3S/N (18 de octubre de 2016). La recolección de orina crece cada vez en Salta ¿está autorizada?. Informe
Salta. Recuperado de: http://informatesalta.com.ar/noticia/110169/la-recoleccion-de-orina-crece-cada-
vez-en-salta-estara-autorizada

24
Fuente: Diario Digital Informe Salta (18/10/2016)

Ambas notas, entre otras producidas por medios locales, registran un pro-
cedimiento de cambio en el paisaje cotidiano por los barrios populares de la
ciudad de Salta: Luján, 20 de Febrero, Islas Malvinas, Roberto Romero, entre
otros; al recorrer sus calles, en determinados días de la semana, es posible ver
depositados en las veredas los bidones conteniendo el líquido excremento ámbar
y con ellos el proceso de recolección y reemplazo por nuevos vacíos. Los ca-
miones dedicados a las tareas, en sus circuitos semanales, trazan un itinerario
que se ramifica y expande territorializando una región de extracción biomaterial.
La ciudad de Salta se incorpora a través de este circuito ámbar a un conjunto de
ciudades argentinas que también participan de la producción en serie del recicla-
miento de orina: Formosa, Mendoza, Santiago del Estero, Posadas y varios par-
tidos y localidades del conurbano bonaerense –San Miguel, Tres de Febrero,
Esteban Echeverría, Temperley, Adrogué, Rafael Calzada, Florencio Varela y
Avellaneda, entre otros4–. La incorporación de Salta al circuito nacional de re-
colección de orina transforma el paisaje cotidiano de las calles de los barrios
populares y con ellas algunas prácticas escatológicas que sólo adquieren valor en
función de una bio-economía de los excrementos. Seguir estas primeras pistas,

4 Himitian, E. (11 de octubre de 2004). “El mercado de la orina, del conurbano a la exportación”.
La Nación.
Recuperado de: http://www.lanacion.com.ar/ 643982-el-mercado-de-la-orina-del-conurbano-a-la-expor-
tacion

25
las que rastreamos paseando por los diarios y por las calles salteñas, nos condu-
cen a considerar en detalle el nodo epicentro de este circuito que se territorializa
en distintas ciudades extendiendo el tráfico y apropiación de la orina.

3. Seguir el cauce de la corriente


¿Dónde desembocan los circuitos ámbares de recolección de orina de tantas
ciudades del país? Seguir la corriente en su fluir nos conduce hacia su desembo-
cadura en el partido de San Martín, conurbano bonaerense. La empresa BIO-
MAS S.A. es la receptora final de tantas partidas de bidones que contienen el
insumo de base para la producción de drogas de fertilidad. El circuito de reco-
lección, tercerizado en diferentes empresas intermediarias subcontratadas en
cada localidad, tiene como epicentro final esta planta cuya minimalista página
web informa lo siguiente:
Estimada Señora:
Usted desecha algo que otras mujeres necesitan para ser madres.
Puede brindarle a otra mujer la posibilidad de tener un hijo, simple-
mente donando su ORINA.
A partir de ella es posible obtener una hormona y producir un me-
dicamento, que ayuda en muchos casos a que parejas con problemas
de fertilidad puedan tener un hijo.
Si usted se encuentra en el periodo de la menopausia y quiere donar
su orina, por favor comuníquese gratuitamente con nosotros al
0800-777-BIOMAS (2466) o complete sus datos, lo contactaremos
a la brevedad.
Le agradecemos en nombre de futuras madres.
Biomas S.A.5

Como epicentro nodal de esta red de tráfico biológico, es en la planta de


BIOMAS donde se realiza la purificación de la orina que luego se convertirá en
drogas de fertilidad que circulará por mercados nacionales e internacionales. En
una entrevista concedida a un medio digital de Gualeguaychú, por la reciente
incorporación de esta ciudad al circuito extractivo nacional Juan Esteban Bo-
nora, Gerente de Logística del Laboratorio, explica: “Este trabajo lo hacemos
desde hace cuarenta años en el Conurbano del Gran Buenos Aires. Hace poco
más de dos años, salimos del Gran Buenos Aires (segundo y tercer cordón) y
ahora estamos trabajando en 50 ciudades diferentes de la Provincia de Buenos
Aires. También estamos trabajando en 13 provincias distintas, una de ellas es

5 http://biomas.net/donacion.html

26
Entre Ríos”6. Este crecimiento y expansión nacional que alcanza con su red a
Salta y otras ciudades más sugiere la ganancia que se obtiene de la recolección y
el procesamiento de la orina a nivel federal. En la misma entrevista Bonora
afirma que “Biomas es un laboratorio argentino. Sus dueños son argentinos y
los capitales son argentinos. Nuestro país es el primer productor mundial de la
hormona gonadotrofina”7. Gran mérito éste para una empresa argentina. Ahora
bien, ¿qué sabemos de BIOMAS? A grandes rasgos, muy poco: las distintas no-
tas en medios provinciales sólo informan el arribo del circuito de recolección a
las ciudades, pero no brindan mayor detalle acerca de la empresa. Resulta im-
prescindible, entonces, conocer más sobre su desarrollo para comprender el ar-
mado y expansión del circuito de recolección federal.
Orientada exclusivamente a la recolección del líquido ámbar, BIOMAS de-
pende del Instituto Massone S.A. con sede en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires. Según la breve historia publicada en su web oficial, el instituto fue fun-
dado en 1930 por Arnaldo y Atilio Massone, hijos del periodista e importador
farmacéutico italiano Atilio Massone. Desde los inicios de su actividad, los her-
manos Massone estuvieron vinculados con el negocio farmacéutico, primero
como importadores y más adelante como productores y principales exportado-
res internacionales de la droga extraída de la orina: “En 1968 Instituto Massone
inaugura una nueva plan industrial dedicada a la producción de Gonadotrofinas
y otras especialidades farmacéuticas. Massone produce Gonadotrofinas de ori-
gen natural. Estas hormonas son utilizadas en el tratamiento terapéutico de la
infertilidad masculina y femenina”8. Es entonces hacia la década del ’60 donde
hemos de ubicar el inicio de esta actividad en el país.
Estudiando el desarrollo de la trama productivo-exportadora de la empresa,
Ana Pfeiffer y Mónica Campins (2006) historizan con mucho detalle el creci-
miento del Instituto Massone a lo largo del siglo XX y principios del XXI en
correlato con los principales acontecimientos socio-políticos por los que atra-
vesó el país durante ese período de análisis. Sintéticamente, las autoras periodi-
zan el análisis en cuatro etapas, a saber: entre 1958-1969 los hermanos Massone
retoman el trabajo de importación farmacológica iniciado por su padre; entre
1969-1980 el Instituto se incorpora a la red internacional de infertilidad; entre
1980-1991 inicia el desarrollo de capacidades de innovación tecnológica y co-

6 Farabello, M. (14 de mayo de 2015). “Mujeres de la ciudad donarán su orina para tratamientos contra
la infertilidad”. El Día OnLine.com. Recuperado de: http://www.eldiaonline.com/mujeres-de-la-ciudad-
donaran-su-orina-para-tratamientos-contra-la-infertilidad/
7 Ibídem.
8 http://www.massone.com/index.html

27
mercial; entre 1991-2005 amplía la trama productivo-exportadora, hasta la ac-
tualidad. En la segunda etapa, el Instituto Massone comienza a trabajar como
proveedor del laboratorio italiano Serono (el padre de los hermanos Massone ya
había sido importador nacional de esta empresa), como parte de su red interna-
cional de fertilidad que incluía también a otros países: España, Italia, India y
China. En cada uno de estos lugares había una planta de procesamiento de orina
con su respectivos circuitos integrados de recolección. Serono consolida esta red
internacional de bio-recolección de orina hacia 1965.
En 1968/69 Fabio Bertarelli [de Serone] indujo a la familia Massone
a participar de un nuevo emprendimiento en Argentina: la recolec-
ción de orina para la obtención de la hormona gonadotrofina con la
que se elaboraba el Pergonal. De este modo el laboratorio italiano
incorporaba un nuevo proveedor de insumos básicos en su red in-
ternacional y el IM [Instituto Massone] retomaba dos aspectos de la
tradición empresarial: la elaboración de productos biológicos y la
práctica de la exportación que constituían posiblemente parte del
mandato de los fundadores” (Op.Cit.: 8).

De este modo, el Instituto Massone diversificó sus actividades: por un lado,


distribuidor y comercializador nacional del Pergonal (gonadotrofina); y por otro,
proveedor del insumo básico para la producción de esta hormona: la orina. En
el período 1969-1980, la segunda etapa consignada, el Instituto configura su red
local de recolección con el modelo básico que arribó a Salta en los últimos años:
cuadrilla de entrevistadoras, selección de donantes y funcionamiento de circuito
de recolección. “En esa época en la planta de Arias se recolectaba orina de 2000
mujeres posmenopáusicas a la que se realizaba una primera purificación para
obtener un producto sólido y estable” (Op.Cit.: 10). En su tercera etapa de desa-
rrollo, el Instituto se independiza de su vínculo comercial con Serono y desarro-
lla sus propias capacidades científico-técnicas para producir y comercializar la
gonadotrofina en el mercado internacional. Tal independencia no sólo provino
del trabajo de investigación y perfeccionamiento de las técnicas de laboratorio
para el diseño de la droga base sino también del crecimiento de su red de reco-
lección y de la cantidad de mujeres que participan en ésta. El crecimiento tanto
de las capacidades productivas como de la red continuó en expansión hasta la
actualidad.
Simultáneamente se amplió, perfeccionó y consolidó la trama pro-
ductiva de hormonas reconfigurando una vez más la red territorial
de recolección de orina que hoy se despliega en un radio de 30 Km
alrededor de la planta de BIOMAS en la localidad de San Martín

28
(Prov. BA). Esta red que comenzó en 1969, se fue conformando con
un número cada vez mayor de donantes posmenopáusicas hasta al-
canzar en 2005 la cantidad de 180.000 mujeres que producen
260.000 litros de orina diarios. La red se completa con 50 visitadoras
empleadas de BIOMAS que realizan la selección y control de las do-
nantes; además 50 camioneros independientes transportan la orina
que recolectan más de 150 jóvenes contratados.

En el panorama trazado por Pfeiffer y Campins, Massone tuvo un creci-


miento notable en las últimas décadas a partir de comercializar gonadotrofina
en los mercados internacionales, principalmente en EE.UU. y Europa. Del es-
tudio y análisis de los balances y memorias de la empresa, las autoras elaboran
el siguiente cuadro de crecimiento.

Evolución de las ventas del Instituto Massone


(en millones de u$s 1992-2005)

Fuente: Pfeiffer y Campins 2006.

Tal panorama de crecimiento continuó desde el 2005 a la fecha: Massone y


BIOMAS extendieron el radio de extracción territorial alcanzado ciudades como
Salta, Mendoza, Misiones y otras. En 2016 en los Premios a la Exportación Ar-
gentina, organizado por la Revista Prensa Económica, obtuvieron la distinción
al laboratorio argentino de mayor nivel de exportación9. Esto confirma que la
tendencia de ganancia continuó su curva de crecimiento en los últimos años.

9Prensa Económica (s/f). “Lo Mejor de 2016: Los Premios a la Exportación Argentina”. http://www.pren-
saeconomica.com.ar/?p=4759

29
Seguir el cauce de recolección y tráfico del líquido ámbar nos ha conducido
hacia su epicentro nacional en San Martín, en el conurbano bonaerense, y desde
allí al mercado mundial de gonadotrofina por la serie de conexiones que se es-
tablecen a través de la comercialización. Una red que, como se vio, comenzó a
gestarse hacia mediados del siglo pasado e incorporó la participación de los ac-
tores locales, primero como proveedores y más adelante como productores en
vías de crecimiento y consolidación. Esta red conecta la micción individual de
cada una de las salteñas que participan de la recolección con un circuito farma-
cológico global. Una red que, como se verá más adelante, concentra nodos y
jerarquías. Pero antes de analizar las posiciones y lugares que les cabe a las mu-
jeres y ciudades argentinas en este circuito global de tráfico ámbar conviene rea-
lizar algunas presiones acerca de las condiciones de intercambio de la materia
prima en el panorama local, información que contribuirá a precisar el diagrama
biopolítico de este modo de producción farmacológico.

4. Trocar bio-bienes
La expansión federal del circuito de recolección de orina que despliega BIO-
MAS en el país fue registrada por distintos diarios digitales de las ciudades en
donde se produjo el desembarco. La novedad del arribo, junto con la particula-
ridad de la tarea y su objetivo, patrocinó el deleite por los titulares locales al estilo
“Chiche” Gelblung: “Pis de pobres para mujeres ricas: el negocio de la orina en
elementos de belleza” (DiarioVeloz.com, CABA, 23/6/2017), “Entre la legali-
dad y la polémica: un laboratorio recolecta orina de mujeres” (Informe Salta,
Salta, 24/08/2015), “El mercado de la orina, del conurbano a la exportación”
(La Nación, CABA, 11/10/2004), “Negocio de la orina: venden hormonas de
las misioneras al extranjero” (El Territorio, Misiones, 22/4/2016), “La trama
detrás de los bidones con orina que aparecen en Luján” (MedozaPost, Mendoza,
22/03/2016). En cada una de las coberturas locales subyace la sospecha acerca
de la distribución desigual de los beneficios en toda la cadena productiva bioló-
gica. Mientras, como se ha visto, el Instituto Massone ha tenido un crecimiento
considerable en las últimas décadas, las mujeres que participan de la cadena de
recolección reciben a cambio de la donación de su orina un “presente”, general-
mente utensilios para el hogar (compoteras, platos, vasos, generalmente de plás-
tico). Más bien convencidas de que su micción reciclada puede convertirse en
una contribución a la fertilidad de otra mujer –tarea que bien realizan las visita-
doras domiciliarias encargadas del barrido territorial en la primera parte del ar-
mado del circuito–, su colaboración es considerada una “donación” de material
biológico. Este “trueque”, intercambio de orina por compoteras, no implica una
actividad comercial formalmente en tanto ésta sería ilegal según la jurisprudencia
argentina.

30
En nuestro país, la Ley Nacional 24.193 de Trasplante de Órganos y Tejidos
de 1993 (Actualizada por la Ley 26.066 de 2005) regula “La ablación de órganos
y tejidos para su implantación de cadáveres humanos a seres humanos y entre
seres humanos” (Art. 1). A propósito de la comercialización, el cuerpo del texto
ley señala: “quedan prohibidos: f) Toda contraprestación u otro beneficio por la
donación de órganos o tejidos, en vida o para después de la muerte, y la inter-
mediación con fines de lucro” (Art. 27, capítulo VII: De las prohibiciones). Pero
esta prohibición no compete exactamente al tráfico de orina: “Exceptúase de lo
previsto por la presente, los tejidos naturalmente renovables o separables del
cuerpo humano con salvedad de la obtención y preservación de células proge-
nitoras hematopoyéticas y su posterior implante a seres humanos, que quedará
regida por esta ley” (segundo párrafo del Art. 1). Tal excepción es la grieta sobre
la que se sustenta el trueque de las micciones de las mujeres y otros fluidos, por
ejemplo la donación de esperma: ambos son materiales genético renovables y
separables del cuerpo humano. Al respecto, resulta al menos sintomático que
ambas prácticas de recolección cuenten con muy poca información sobre el con-
junto del procedimiento y la productividad tanto genética como comercial de
los fluidos en cuestión; y también el que ambas prácticas de recolección hagan
hincapié en la “solidaridad de la donación”. Por ejemplo, Cryobank es un banco
de esperma con décadas de experiencia en la reproducción asistida a nivel mun-
dial y en la web de su sede local en Argentina recluta candidatos a donantes a
través del siguiente texto informativo:

Si tenés entre 18 y 35 años y vivís en Buenos Aires o alrededores


podés postularte como donante de semen. Es un acto solidario y
serás compensado por tu tiempo y molestias de traslado. Es impor-
tante saber que en Cryobank somos muy estrictos y que sólo un pe-
queño porcentaje de los postulantes se convierten en donantes.
Si te interesa completá el siguiente formulario y nuestro coordinador
te contactará en breve. Muchas gracias por participar10.

Al mensaje le sigue un cuestionario que requiere de información antropo-


métrica y social (Estado Civil y Nivel de Educación alcanzado) –genotipo y fe-
notipo respectivamente–, como primera elaboración de perfil para ser contac-
tado para una entrevista. En Cryobank el trueque es “compensativo” por el
tiempo dedicado a la donación y no por el material biológico en sí mismo. Lo
mismo parecería corresponder a la recolección de orina aunque, a diferencia de

10 http://cryobank.com.ar/quiero-ser-donante/

31
ésta, en la donación de esperma la colaboración no es retribuida con compoteras
de plástico.
La expansión de las redes de tráfico ámbar, su arribo programático a distin-
tas ciudades provinciales en las últimas décadas, en correlato con la escasa infor-
mación disponible acerca del procedimiento y su productividad biológica y co-
mercial conducen, como han señalado distintos medios locales en varias ciuda-
des, a la sospecha generalizada sobre la rentabilidad y la donación de la orina en
este circuito global. Ya en 2006 Pfeiffer y Campins señalaban:

En la actualidad el mercado mundial de gonadotrofinas, tanto natu-


rales como recombinantes, representa u$s 1.000 millones anuales so-
bre u$s 600.000 millones del mercado farmacéutico total. En 2005
IM [Instituto Massone] vendió u$s 65 millones en hormonas para la
fertilidad concentrando el 85% de la producción mundial de gona-
dotrofinas naturales (Op.Cit.: 25).

Tales cifras confirman las sospechas de los titulares acerca del éxito y la ganancia
del material biológico que es donado por mujeres de distintas ciudades del país
a cambios de utensilios plásticos para la cocina. Esto, que parece ser el clisé de
la dinámica colonial de expropiación, es sólo la superficie de un problema de
mayores dimensiones. Es decir, hasta aquí el desarrollo del trabajo ha seguido
más bien el ritmo de la investigación descriptiva que analiza una práctica especí-
fica, pero la indagación analítica requiere conectar tales procesos con configura-
ciones socio-históricas mayores que permitan la inteligibilidad a ese conjunto de
prácticas consideradas. Al seguir el rastro ámbar y considerar la organización
global de su circuito nos conduce, entonces, a reflexionar sobre las dimensiones
biopolíticas que conectan una micción individual en Salta con un circuito global
farmacológico. De eso nos ocuparemos en el apartado siguiente.

5. Bio-extractivismo y desigualdad transnacional


Las redes de tráfico de bio-materiales que han arribado a Salta en los últimos
años gestionadas por BIOMAS y el Instituto Massone atañen directamente a
una gestión biopolítica global que regionaliza una forma de extractivismo bioló-
gico de circuito farmacológico transnacional. La producción en serie de las hor-
monas de fertilidad, tanto en su dimensión histórica como en su extensión ac-
tual, se engarzan en un modo específico de producción de lo viviente en el que
las ciudades argentinas se constituyen como enclaves de extracción bio-material.
Ubicar la ruta del líquido ámbar en tales coordenadas analíticas resitúa el pro-

32
blema del desequilibrio ganancial de réditos monetarios en torno a la produc-
ción, tratamiento y comercialización de la bio-materia prima producida en cada
micción, en tanto esta organización comercial del circuito global acentúa y ac-
tualiza tramas históricas de desequilibrios en torno a las formas de producción
de lo viviente. Es decir: el problema no es sólo comercial, inherente a la distri-
bución ganancial de los réditos, sino más bien biopolítico: la organización tras-
nacional de circuito global que promueve determinados modos de vida susten-
tado en el tráfico de lo producido por otros modos de vida. Comprender de este
modo la ruta del líquido ámbar requiere repasar la emergencia de la biopolítica
en la modernidad, su vigencia actual y anclar su territorialización en nuestras
ciudades ordinarias (García Vargas, Op.Cit.); a la vez que situar en tal proceso
socio-histórico la particular focalización en la gestión del conocimiento hormo-
nal y sus intersecciones con dimensiones de género y clase cotejando el tráfico
de lo producido en las micciones con otras formas de extractivismo bio-mineral
en la región. Recorrer estos módulos analíticos nos permitirá, tal como nos lo
hemos propuesto, redimensionar los alcances de este circuito internacional ám-
bar que se inicia en el baño de cada una de las mujeres que participa de la reco-
lección y encontrar en él las tramas globales que engarzan ciudades provinciales
como Salta en un encadenamiento desequilibrado de modos de producción de
lo viviente. Esta será la tarea del siguiente apartado.

a. Biopolítica
Piedra fundamental de la filosofía contemporánea, la noción de biopolítica
es el aglutinante de un conjunto de análisis que intersectan la preocupación por
la vida y la política. Esto es: los modos políticos de producción de la vida a través
de un conjunto de tecnologías que configuraron el desarrollo moderno pero que
ya se encontraban presentes en siglos anteriores. En su desarrollo conceptual la
noción de biopolítica en Foucault ha tenido diferentes matices, por cuanto es
considerado un concepto polimorfo (Castro, 2011) que va, primero, desde el
pasaje del dejar vivir y hacer morir al hacer vivir y dejar morir como una mutación en
la administración de la vida y la muerte en la transición del gobierno feudal-
monárquico al incipiente desarrollo del capitalismo (Foucault, 2002a); luego, con
la estatización de lo biológico a través del desarrollo de las técnicas de adminis-
tración de la vida en sociedad con el higienismo, el sanitarismo y la estadística
poblacional en el proceso de consolidación del Estado moderno (Foucault,
2002b); hasta alcanzar, en un tercer momento, la gubernamentalización de la
vida como forma de gobierno que tiene por foco la administración de la pobla-
ción y la gestión eficaz de dispositivos de seguridad y control (Foucault, 2006).
A su vez, los matices se incrementan con las derivas que germinaron a partir de

33
este desarrollo: el pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de con-
trol (Deleuze, 1999); la relectura de que toda soberanía es en sí misma biopolítica
y por tanto no es exclusiva del desarrollo moderno sino que incluso está presente
en la antigüedad (Agamben, 1998); hasta las formas paradigmáticas del poder a
través del imperio como regulación de toda la naturaleza humana (Hard y Negri,
2002). Este conjunto de debates, que excede por demás la síntesis aquí desarro-
llada, intersecta la política y la administración de los modos de vida que resitúan
el problema del poder y del gobierno más allá de la ideología (de corte althusse-
riano). Entre todos estos matices –fundamentalmente de orden filológico y filo-
sófico– hay un zócalo común a ellos: la politicidad de la administración de los
cuerpos, su estructura y sus fluidos en las sociedades contemporáneas. Politici-
dad que se territorializa en nuestro país y en sus ciudades, primero a través de
las tecnologías que hacen de las nacionalidades artefactos culturales (Anderson,
1993); luego, con la importación de los diferentes dispositivos de tecnología so-
cial del viejo continente (higienismo, sanidad, etc.).
En ese zócalo común, el pensamiento foucaultiano auguró una lectura crí-
tica sobre determinadas formas de organización de la racionalidad moderna a
través de la administración de lo viviente y en ello auspició la pregunta por aque-
llo que tal organización obliteraba. A lo largo de su obra, Foucault se esforzó
por detenerse en los puntos ciegos, en las zonas de silencio que la administración
biopolítica dejaba en su organización y, en ello, la sospecha sobre la colaboración
del aparato científico en el desenvolvimiento del instrumental de las tecnologías
de poder. Este itinerario intelectual auspició el desarrollo crítico de los estudios
sobre la diferencia sexual que, en la segunda mitad del siglo XX, desplegaron un
intenso desmontaje del régimen político de la heterosexualidad y el modo en que
esta es constituida como norma.
Al analizar las prácticas del conocimiento moderno en términos de
estrategias de poder que son inmanentes a ellas y al estudiar la “se-
xualidad” no como una cosa determinada sino como una positividad
producida por esas prácticas y situada por sus operaciones epistémi-
cas en el lugar de lo real, Foucault politiza la verdad y el cuerpo:
reconstituye el conocimiento y la sexualidad como espacios de con-
troversia, abriendo así nuevas oportunidades para la intervención
teórica y política. (Halperin, 1997: 62. Resaltado del autor)

Desmontaje que comenzó primero con las prácticas sexuales y que conti-
nuó, avanzado el siglo XX, con el análisis micropolítico en el que las ciencias
médico-sociales configuraron cuerpos y sexualidades normadas. La saga eman-
cipatoria emprendida por Foucault acerca de los mecanismos de regulación de

34
la sexualidad continuó más allá de él hasta dimensiones cada vez más reticulares:
podría decirse que hasta el átomo mismo fue sometido a la sospecha. De tal
forma, no hay materia biológica desnuda que sea imparcial de su referencia ge-
nérica (Butler, 2002). La crítica sobre las tecnologías de género (Lauretis, 1989)
va más allá de las sexualidades y extiende la sospecha sobre los dominios de la
biología, la anatomía, la fisiología, la composición hormonal y química. Ya no
hay materia pura que no sea sometida a la sospecha crítica de la biopolítica.

b. Hormonas
En todo este proceso de desarrollo de la biopolítica, la investigación sobre
las hormonas –como las que se extraen de la orina de las salteñas–, y su confi-
guración en la política sexo-genérica, constituye un capítulo imprescindible para
analizar los tráficos biológicos que alcanzan a las ciudades argentinas. En un
relevo preciso acerca de cómo la química y la endocrinología no están exentas
de una configuración genérica, Anne Fausto-Sterling analizó el desarrollo de la
investigación sobre las hormonas en tanto microregulaciones sobre el género
desde los procesos químicos y en el laboratorio. Su análisis comprende los avan-
ces científicos del siglo XX en materia de investigación que “descubre” la regu-
lación sexo-genérica desde su unidad biológica más pequeña a la vez que elabora
la biodeterminación de la materia viviente como destino ineludible: según el con-
teo endocrinológico, se nace varón, se nace mujer.
Las primeras décadas del siglo XX fueron un tiempo de profunda
intersección entre el conocimiento social y el científico, entre la in-
vestigación y la aplicación. La nueva clase empresarial quería servirse
del saber científico para hacer que tanto sus obreros como sus pro-
cesos de producción industrial fuesen más eficientes; los reformado-
res acudían a los estudios científicos para orientarse sobre cómo ma-
nejar una hueste de problemas sociales. De hecho, fue en esta época
cuando las ciencias sociales –psicología, sociología y economía– co-
menzaron a aplicar técnicas científicas a la condición humana. Mien-
tras tanto, los practicantes de las llamadas ciencias duras también
comenzaron a verse a sí mismos como expertos que tenían algo que
decir en materia de problemas sociales, desde la prostitución, el di-
vorcio y la homosexualidad hasta la pobreza, la desigualdad y la cri-
minalidad. (Fausto-Sterling, 2006: 209)

A la vez, la organización de todo este aparato de investigación endocrinoló-


gica se sustenta, señala Fausto-Sterling, sobre anteriores dispositivos de clasifi-
cación y normalización social: la materia prima para el desarrollo experimental

35
proviene de los cuerpos desviados institucionalizados para su normalización;
por ejemplo, los primeros 50 miligramos de hormona masculina resultaron del
procesamiento de 25.000 litros de orina procedentes de los cuarteles de la policía
en Berlín. La ciencia médica continúa entonces una genealogía de administración
de la vida sustentada en la normalización de lo desviado y encadena uno a uno
los diferentes dispositivos de control. En la misma línea, Preciado sostiene que
los laboratorios farmacéuticos se ubicaron en las cercanías de cárceles, fábricas,
colegios, las instituciones normalizadoras de la modernidad por excelencia, para
la obtención de la materia prima de la investigación y desarrollo hormonal: la
orina.
El proceso de aislamiento y de producción técnica de las hormonas
permite dibujar una cartografía de los espacios sexopolíticos disci-
plinarios y localizar las diferentes instituciones de encierro y de con-
trol de la feminidad y de la masculinidad como enclaves técnicos de
producción del género. […] Los cuerpos racializados, en las rutas
del esclavismo o de la exterminación racial, los cuerpos marcados
como «discapacitados» o sexualmente anormales se insertan con ra-
pidez en esta capitalización del cuerpo del viviente que trabaja en la
producción del animal y del hombre, de lo normal y lo desviado, del
humano civilizado y del humano civilizable. (Preciado, 2008: 124)

Esta genealogía de la producción de la hormona a partir de la orina sugiere


que un modo de vida se sustenta de lo producido por otros modos de vida: los
cuerpos racializados, desviados, pasibles de normalización, producen la materia
de base para una economía biopolítica más amplia.

c. Nuevos enclaves
En esta secuencia, el despliegue transnacional de las redes de tráfico de orina
que alcanza a ciudades como Salta, Mendoza y Misiones producido en las últi-
mas décadas sugiere la transformación de esas economías de enclave surgidas a
principio del siglo XX con la investigación hormonal y luego, a mediados del
siglo, con la incorporación de Argentina a la red internacional de tráfico de orina.
Con el desarrollo de los medios de transporte esos enclaves de materias primas,
que antes fueron las cárceles y las fábricas, parecen haber sido trasladados hacia
otros países, lugares diferentes de donde se produce el consumo final. Como
aconteció con algunas manufacturas y los servicios de call center, por poner ejem-
plos, la producción de base se trasladó desde los epicentros del circuito de con-
sumo global hacia los países periferizados. Esta ha sido la secuencia del desarro-
llo del Instituto Massone en Argentina: primero su incorporación a la red de

36
tráfico biológico sostenida internacionalmente por el laboratorio italiano Serone
a través de la recolección de orina y más tarde, cuando alcanza su independencia
como laboratorio con desarrollo propio, como productor de la gonadotrofina y
su comercialización como droga de fertilidad para la exportación del mercado
global. Si el desarrollo y producción en serie de la hormona a partir de la síntesis
de la orina estuvo ligada a los dispositivos de disciplinamiento a lo largo del siglo
XX, tal formato parece haberse amplificado en las últimas décadas anexando
nuevos territorios como enclaves productivos que se engarzan en un circuito
global. Estos nuevos enclaves ocupan en la bio-economía mundial el lugar que
antes les correspondía a las instituciones disciplinares que normalizaban los
cuerpos desviados y su materia prima constituye no sólo la base de toda la orga-
nización sino también su ubicación geopolítica en toda la cadena de producción.
Y como los/as esclavos/as, los/as presos/as, los/as locos/as, las mujeres que
miccionan en las ciudades argentinas no participan de las ganancias económicas
de todo el proceso de comercialización sino sólo y tristemente como receptoras
de compoteras de plástico. He ahí su estatus y el lugar al que se las circunscribe
en el sostén de otros modos de vida global.

6. Cartografiar la ruta del líquido ámbar


A lo largo de este trabajo hemos seguimos minuciosamente las redes nacio-
nales de tráfico de orina que se inician en los baños de las mujeres salteñas,
primero describiendo la organización del circuito nacional y su vinculación con
el mercado internacional y luego estableciendo una conexión genealógica de
todo este proceso con el desarrollo de la bipolítica a lo largo del siglo XX, co-
rrespondiente al pasaje de las tecnologías de gobierno del cuerpo social hasta su
más específica capilaridad gubernamental con el desarrollo de la hormona y la
endocrinología como nuevas tecnologías. En este despliegue hemos trazado un
paralelismo entre los enclaves de producción hormonal sustentados en las insti-
tuciones normalizadoras señalados en la bibliografía y los nuevos enclaves a par-
tir de la incorporación de las ciudades argentinas al circuido farmacológico glo-
bal del Instituto Massone. Tal paralelismo se contextualiza en la inquietud a la
que adherimos al inicio: ¿qué lugar les cabe a las ciudades latinoamericanas al
interior de los circuitos globales? Es decir, cómo se engarzan las ciudades ordi-
narias como Salta con los procesos de transnacionalización de capitales y manu-
facturas, movimientos de personas y mercancías, y flujos financiero y biológico.
La ruta del líquido ámbar seguida a lo largo del trabajo suma condimentos para
reflexionar en torno a ese planteo, mas no agota su extensión. Como bien plan-
teamos al inicio, sería necesario complementar este circuito con otros más, por
ejemplo el desarrollo de la minería, el arribo del turismo, el aspecto reticular de

37
las tecnologías de comunicación, los consumos culturales, entre otros; y consi-
derar en el conjunto de procesos las tendencias y modulaciones que se producen
entre los procesos locales y la globalización y trazan la geografía del poder global
(Massey, 2012).
Seguir los rastros de los circuitos globales y sus dinámicas, tal cual ha sido
nuestra meta, emula el cometido de Sassen y sus contrageografías de la globali-
zación: registrar aquellos otros procesos no enunciados en la integración de los
flujos globales. Al itinerario de mujeres que abandonan sus familias para conse-
guir trabajo en las metrópolis cosmopolitas y las economías de países pequeños
sostenidas con el envío de sus remesas podría sumársele, ahora, la productividad
económica de cada micción de las mujeres salteñas y su impacto en la economía
farmacológica global. Este rastreo de aquello que queda opacado en la integra-
ción global constituye un modo cartográfico de indagación crítica que también
ancla su linaje teórico en Foucault –entre otros–. Para Deleuze, Foucault no es
un escritor sino un nuevo cartógrafo, en tanto en éste la escritura “nunca fun-
ciona para representar un mundo preexistente, produce un nuevo tipo de reali-
dad, un nuevo modelo de verdad” (1987: 62). De allí que la escritura se desen-
vuelve también como un modo de cartografiar.
Para Deleuze, la cartografía, relacionada al mismo tiempo con el
mapa y con el diagrama, dibuja la forma que toman los mecanismos
del poder cuando se espacializan (como en el caso del Panóptico de
Bentham y el poder disciplinario descrito por Foucault), pero puede
operar también como una “máquina abstracta que expone las rela-
ciones de fuerza que constituyen el poder” “dejándolas así al descu-
bierto y abriendo vías posibles de resistencia y transgresión”. (Pre-
ciado, 2008: s/p)

Nuestro seguir las pistas de la ruta del líquido ámbar se adscribe a ese arte
cartográfico en el que, a su vez, se actualizan las referencias a región y metáfora
convocadas para este libro: la región no como un espacio per se sino como un
artilugio de traza que establece conexiones viables y la metáfora como un modo
de producir enunciados que denotan y connotan las opacidades, interpelando
los regímenes de lo que conocemos. En este despliegue, cuyos efectos de vera-
cidad no pueden ser prescriptos de antemano, la ruta del líquido ámbar establece
vínculos entre la micción individual de cada mujer con los circuitos farmacoló-
gicos globales organizando el trazado de una regionalidad biopolítica que se te-
rritorializa y que, sin embargo, no es más que una metáfora factible para refle-
xionar en torno a las dimensiones espaciales del poder.

38
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39
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40
Los modos de narrarse y de mirarse.
Ficciones televisivas del NOA:
producir en clave identitaria
Víctor Arancibia
UNSA

En la televisión sucede algo extraño: mientras los noticieros se llenan de fantasía tecnológica
y se espectacularizan a sí mismos hasta volverse increíbles, es en las novelas y en los seriados
donde el país se relata y se deja ver. En los noticieros la modernización se agota en una
parafernalia electrónica y escenográfica mediante la cual el vedettismo político o farandulero
y la parroquialidad se hacen pasar por realidad o, peor aún, se transmutan en una hiper-
realidad que nos escamotea la empobrecida y dramática realidad que vivimos. Debe ser por
la dramaticidad de que se carga el vivir cotidiano (…) por lo que es en la telenovela, y en
los seriados semanales, donde se hace posible representar la historia (con minúsculas) de lo
que sucede; sus mezclas de pesadilla con milagros, las hibridaciones de su transformación y
sus anacronías, las ortodoxias de su modernización y las desviaciones de su modernidad.
Jesús Martín Barbero

Uno de los impulsos que produjo durante su vigencia plena la Ley de Servi-
cios de Comunicación Audiovisual en la República Argentina fue la de instalar y
reforzar las capacidades productivas de los realizadores y colectivos que ya ve-
nían operando en el mal llamado ‘interior’ del país. Nombres como los de
Wayruro comunicación popular, en Jujuy, o del grupo ARAS (Asociación de
realizadores audiovisuales de Salta) que se suman a nombres propios como los
de Julio Lencina, Alejandro Arroz, Ariel Ogando o Mariano Rosa, entre muchos
otros fueron los que produjeron y producen en el campo audiovisual en clave
local.
La mencionada ley había generado un espacio para reforzar y potenciar las
producciones locales y se generaron políticas de fomento para el desarrollo au-
diovisual en la región. Frente al espacio normatizado de la audiovisión hegemó-
nica (Arancibia: 2014) fuertemente centralista se abrieron puertas a la articula-
ción de propuestas que escenificaran diferencias específicas y la puesta en pan-
talla televisiva de la heterogeneidad de la sociedad argentina. Se produjo una

41
instancia de fuerte producción local que llegó incluso a las pantallas de los cana-
les de aire metropolitanos, pretenciosamente llamados ‘nacionales’. Las
producciones locales, resultantes de la apertura de la regulación en el periodo
2003-2015, pero que siguen teniendo cierta vigencia1, se asientan sobre las for-
mas existentes en la región a las cuales actualiza y renueva al articular memoria
e innovación en los diferentes niveles.
Producciones como Muñecos del destino realizado de la provincia de Tucumán,
Avelino de Jujuy, Blanco y Negro o El aparecido de Salta fueron horadando el espacio
televisivo con voces, modalidades, retóricas, rostros, corporalidades e historias
que dan cuenta de los modos diversos de habitar y construir el territorio. Se puso
en pantalla una producción que tiene un fuerte anclaje en las memorias colecti-
vas y en las tramas históricas recientes en la que los actores sociales diversos se
reconocen y se ven interpelados.
Se produce una operatoria compleja en la que la imagen televisiva da cuenta
de las modalidades diversas de las identidades en juego y, a la vez, se convierte
en vehículo de interpelación frente a las identidades pretendidamente monolíti-
cas y monológicas de las que circulan todavía en algunos medios mal llamados
nacionales. Estas marcas identitarias tienen que ver no sólo con formas simbó-
licas específicas sino también con índices diferenciadores de clases y de grupos
sociales, con marcas de racialidad y con prácticas específicas que forman parte
de los modos de producción y de subsistencia de los pobladores de la región.
Se trata de una reapropiación de las operatorias identitarias en función de
los intereses de los colectivos diversos. Desde esta perspectiva, entonces, la al-
teridad que antes funcionaba y, en muchos discursos, sigue funcionando como
principio explicativo no sólo de los males del país (como en el siglo XIX) sino
de las prácticas políticas, pasa de ser una categoría descriptiva a una categoría
jurídica con alcances importantes. Por ello, si se hiciera una lectura transversal
de las diferentes leyes que promueven la ampliación de derechos, se podría en-
contrar que en muchas de las normativas generadas en los últimos doce años se
encuentra explícitamente la presencia de otro no ya como pasivo receptor de
políticas públicas sino como activo constructor de sus derechos. En la misma

1 En los canales locales de las regiones del NOA y del NEA todavía pueden verse en pantalla algunas de las
producciones que acá se mencionan. Una posibilidad es la inercia del periodo productivo en la etapa men-
cionada, por un lado, y, por otro, la falta de producción local que supere los formatos tradicionales como
los informativos, periodísticos u ómnibus que son los más habituales, entre otros aspectos, por la econo-
mía de recursos que se necesitan. Este tipo de producciones son programas en vivo o en falso vivo, poco
mobiliario, una decoración estándar, un conductor y muchos invitados que circulan por el espacio tem-
poral que dura el programa.

42
Ley de SCA, no sólo se había producido un reconocimiento de que –por ejem-
plo- los pueblos originarios podrían tener voz y espacios en los medios de co-
municación sino que pueden (y deben) administrar medios, generar políticas de
comunicación, participar de las decisiones de los organismos del estado, etc. 2
incluso más allá de las modificaciones en las leyes producidas con los cambios
de gobierno.
La pregunta entonces es por las formas, estrategias y retóricas que las pro-
ducciones utilizaron en función de poder dar cuenta de las identidades y de las
alteridades existentes en los territorios. Se trata de preguntarse por algunas ope-
ratorias que resultan eficaces para el consumo televisivo de las ficciones que den
cuenta de las identidades. A la vez, indagar si esas estrategias pueden tener con-
tinuidad más allá de las políticas públicas y de los planes de fomento. La vitalidad
de la producción audiovisual de ficción en el NOA está vinculada a una poten-
cialidad histórica y a formas de organización colaborativa que se van recupe-
rando.

1. Las formas de dar cuenta de las identidades


En las ficciones producidas en el noroeste argentino aparecen una serie de
elementos que permiten ir mapeando las modalidades en que se visibilizan las
formas de construir identidades en el discurso audiovisual. Las estrategias que
se ponen en juego son múltiples y variadas a los efectos de que el discurso au-
diovisual se articule con las formas de decir y de poner en imágenes las identi-
dades locales. Una de estas, tal vez la más evidente, se da en el nivel de lo tópico.
Las temáticas abordadas tanto en los documentales como en las producciones
ficcionales hacen referencia a las mitologías locales, a las historias que ‘todos
conocen’ en un territorio determinado y que circulan de boca en boca pero que
no tuvieron antes la oportunidad de circular en las pantallas mediáticas, historias
de vida que dan cuenta de memorias familiares o de comunidades pequeñas.
Muchas de estas producciones se centran en la reconstrucción de la historia re-
ciente, sobre todo de la vinculada a las luchas y movimientos sociales, desta-
cando la acción de sus dirigentes y, con ello, posibilitando la recuperación de
trayectorias heroicas tanto individuales como colectivas.
Entre las series más significativas que se produjeron en la región se encuen-
tra El aparecido, dirigida por Mariano Rosa y realizada por Chulo Productora Audio-
visual con el apoyo del INCAA y de la Universidad Nacional de San Martín. Fue
2La ley 26522 tiene muchos artículos referidos a la participación de los pueblos originarios en la gestión
y administración de la comunicación. En al artículo 16, cuando se prescribe la composición del Consejo
Federal de Comunicación Audiovisual (CoFeCa) en el inciso I; en el artículo 89, donde se hacen reservas
de frecuencias, hay algunas para pueblos originarios.

43
ganadora del Concurso de Ficciones Federales del INCAA en el año 2010 y
recibió reconocimiento no sólo local sino internacional. Uno de los más impor-
tantes fue el haber sido invitada al Festival internacional de Cine Western de
Almería, España, en octubre del 2013. En esa ocasión, la producción de Rosa
cerró el festival que había sido inaugurado por Django, sin cadenas dirigida por
Quentin Tarantino3.
La serie fue filmada en la zona andina de Salta y tiene una interesante pro-
ximidad genérica con el western norteamericano y, más específicamente, con el
spaghetti western. Consta de ocho capítulos de veinticuatro minutos cada uno, ti-
tulados según el orden previsto para su emisión de la siguiente manera: ‘La mula
ánima’, ‘El hombre que volvió’, ‘Un niño especial’, ‘La historia de su amada’, ‘La
partida’, ‘El resucitado’, ‘El aparecido’ y ‘El cura sin rostro’.
La teleserie cuenta la historia de Bernabé Montellanos4, un joven originario
que se había enamorado de una criolla, también pretendida por el patrón del
Ingenio. A medida que avanzan los capítulos, la trama amorosa se complica y
muestra cómo el dueño del lugar mata a la amada del joven originario delante de
él y luego también lo asesina. Pero, por obra y gracia de la Pachamama, Bernabé
vuelve al pueblo para hacer justicia, transformado en una especie de vengador
fantasmático cuya imagen es la de un hombre mayor. Así el regreso de la muerte
ha dado a este miembro de la comunidad kolla la posibilidad de restituir el estado
de justicia, oportunidad que no podría haber tenido en la vida por su pertenencia
étnica y por el lugar social que ocupaba. En cada uno de los capítulos, el apare-
cido busca a cada uno de los que lo dañaron para darle un castigo mientras se
reconstruye la historia del protagonista.
Uno de los aspectos interesantes de la serie es que entrama la mitología local
a veces en forma citacional como en el Capítulo 1 (La mula ánima) o mediante
una referencia indirecta. Este es, por ejemplo, el caso de ‘el familiar’, ese animal
legendario relacionado con el demonio y que, según las creencias populares, se
llevaba como ofrenda uno o dos peones de los ingenios del noroeste (Capítulo

3 La noticia fue publicada por diferentes medios como el diario de referencia local, El Tribuno en una nota
del 30 de setiembre de 2013. http://www.eltribuno.info/festival-cine-almeria-abre-tarantino-y-cierra-
mariano-rosa-n327925 También se puede encontrar la información en www.almeriawestern.es
4 El nombre del personaje es un guiño interesante por cuanto el actor que encarna el personaje es Bernabé

Montellanos un líder comunitario Kolla de San Isidro de Iruya que además es músico y artista. También
fue el representante suplente de los pueblos originarios ante el Consejo Federal de Comunicación Audio-
visual. Entre otros antecedentes se puede mencionar el hecho de que fue uno de los fundadores de ‘Re-
digital’ una asociación de trabajadores vinculados del sector audiovisual (técnicos, guionistas, directores,
productores, actores, estudiosos, académicos, críticos, etc.) fundada en el marco de las acciones que ge-
neró la ley Nº 26522. Además de su actividad musical, trabajó en varios films dirigidos por Alejandro Arroz.

44
2, Capítulo 3 y Capítulo 4). Ya sea que el intertexto esté explícito o apenas refe-
rido, la trama da cuenta de un proceso de actualización del corpus legendario del
Noa en esta historia de pistoleros, aparecidos, animales mitológicos, persecucio-
nes y justicieros. Esta textualización opera como índice identitario fuerte que
vincula la producción audiovisual con su público local.

2. Géneros, tramas y urdimbres. Hacia la resignificación de las indus-


trias culturales
Desde el punto de vista del lenguaje audiovisual, la composición de la ficción
de la serie de Mariano Rosa tiene entre sus características importantes el hecho
de que intersecta en la superficie de la imagen diferentes tradiciones y géneros
provenientes del cine clásico.
Desde la misma presentación, por ejemplo, se entrama en una tradición vi-
sual que tiene que ver con la del Western. Para ello se ponen en pantalla algunos
de los elementos que hacen este tipo de films reconocibles y muy populares:
pistolas del tipo Smith & Wesson, carteles de delincuentes con la leyenda ‘Bus-
cado’, duelos de pistolas, posiciones corporales que denotan que están a punto
de disparar un arma, entre otros recursos que tienen que ver con la retórica del
género5. Sin embargo, junto con la presencia explícita de muchos de los elemen-
tos que definen lo genérico, se producen localizaciones a partir de ciertos com-
ponentes que funcionan como índices identitarios6.

5 La noción de género para Rick Altman en el cine se vincula a la que proviene de la literatura. Para él, el
género es una categoría que opera en varios niveles: es descriptiva porque brinda una serie de elementos
que permiten su identificación; es un esquema básico en tanto precede, prefigura y configura un modo
de la producción prevista por la industria; es una estructura que permite rellenar elementos para construir
un film; es una etiqueta comunicacional para la promoción y la identificación de los films; es un contrato
porque sienta las bases para la interacción con los espectadores (2008: 33-43). En este sentido, el western
además de evocar las historias acerca de los procesos de apropiación y conquista del territorio del oeste
norteamericano, respeta y evoca su propia historia (2008: 49). Este género nace como una forma teatral
que se representaba por actores itinerantes y que se remonta a fines del siglo XIX para luego adquirir un
formato más preciso en el momento de su paso a las pantallas cinematográficas.
6 Cfr. Arancibia: 2015, 184-185. Los índices identitarios son aquellos elementos que funcionan como una

marca reconocible para el destinatario de los mensajes y que permiten una localización geo-cultural de
los usuarios de dichos elementos. En ese sentido, este tipo de operadores se vinculan con otros que per-
miten, a su vez, reconocer otras formas de anclaje identitario, tales como las de clase, de procedencia, de
género, entre otras. Estos índices identitarios funcionan de una manera relacional generando focalizacio-
nes diversas de acuerdo a las representaciones en las que se entroncan y a la funcionalidad que cumplen
dentro de ellas. Precisamente Stuart Hall planteaba la ‘identidad’ como estratégica y posicional (2003, 17)
y por lo mismo se considera aquí que es fundamental reconocer e ir catalogando aquellos elementos que
funcionan como marcas utilizables y reconocibles de identidades determinadas. Los productos audiovi-
suales trabajados (Arancibia: 2013, 2014 y 2015) visibilizan algunos índices identitarios que tienen la ca-

45
El primero de los elementos que ancla localmente el género del western en la
producción del Noa es la referencia al espacio físico. En la trama de la teleserie,
todas las acciones se desarrollan en el ingenio y sus alrededores, representados
dentro de un paisaje claramente andino. Como resultado, el efecto de localiza-
ción es doble pues representa el mundo azucarero de la región con imágenes
que, además, remiten a las montañas del noroeste argentino mediante una esté-
tica pintoresquista propia de las postales y de los folletos de viajes.
Cabe mencionar que los ingenios han protagonizado en la historia argentina
del siglo XX y XXI la matanza de personas y de comunidades originarias en el
norte del país7. Esa localización de la trama indica, además, un posicionamiento
político –que se va confirmando a medida que la narración avanza- ya que se
focaliza en la visibilización de los diversos conflictos existentes en estos encla-
ves. En el nivel de lo tópico, aparecerán a lo largo de la serie las formas de es-
clavitud laboral, las formas de la colonialidad de los cuerpos, la discriminación
hacia las comunidades originarias, el patriarcado imperante en las prácticas coti-
dianas, entre otras temáticas.
El segundo de los elementos produce una inversión en las características
genéricas. En general, salvo contadas excepciones, los ‘indios’ en la matriz del
western tradicional formaban parte de los oponentes de los protagonistas -gene-
ralmente blancos- ya que cumplían el rol de obstaculizar las acciones del sujeto
que llevaba a cabo la acción8. En contraste, en la producción de Mariano Rosa,
el protagonista de la historia es un personaje que pertenece a las comunidades
originarias (el equivalente del indio norteamericano) y juega el rol del ‘bueno’,
actualizando y reacentuando el conflicto étnico de los western tradicionales. La
inversión tiene que ver, entre otros aspectos, con el umbral discursivo de una

pacidad de condensar elementos que disparan la asociación, por parte de los espectadores, con repre-
sentaciones sociales puntuales y concretas. Las imágenes van construyendo sus propios sistemas de refe-
rencialidad más allá de los que tienen en común con otros aspectos de la cultura.
7 Cfr. el trabajo posdoctoral y otras publicaciones de Alejandra Cebrelli (2011, 2015) en el que se repasan

algunos de los hitos importantes en la historia de los genocidios de las comunidades desde Rincón Bomba,
Napalpí o las que se produjeron en los ingenios de El Tabacal en la provincia de Salta. En muchos de sus
trabajos se analiza el rol que jugaron los ingenios en la exclusión y la muerte de comunidades originarias.
También se puede consultar el libro de Eduardo Rozenvaig acerca de la historia de los ingenios en la pro-
vincia de Tucumán y las formas en que se produjeron las diferentes crisis y las vinculaciones de los mismos
con los gobiernos dictatoriales del país.
8 Cabe mencionar que las series televisivas, que fueron muy populares en la historia de la televisión, es-

cenificaban en algún momento el conflicto racial que era una de las modalidades de la disputa por el
territorio. Las series como Bonanza, Cuero crudo, El hombre del rifle, entre otras, narraban los conflictos
con los pueblos de indios entre otros conflictos. En los casos en que aparecía un ‘indio bueno’, como en
el caso de El llanero solitario, era un personaje ‘blanqueado’. Toro era el indio que tenía los patrones
culturales de los blancos y por eso era aceptado por el resto de la comunidad.

46
Argentina que, en la década mencionada, ha transformado en audibles las voces
de los pueblos originarios, por siglos acalladas.
Otro aspecto importante de la hibridación genérica tiene que ver con la uti-
lización de una estética a nivel de imagen propia de los comics y de los dibujos
animados. Desde la presentación diseñada por Felipe ‘Lipe’ Mendoza, un cari-
caturista salteño, y Ángel Quipildor se pueden reconocer las huellas de historie-
tas muy populares entre los consumidores del género. Por una parte, hay alusio-
nes que vinculan las imágenes con la iconografía de los superhéroes diseñados
por la empresa Marvel y con los diseños del famoso comic Frank Miller’s sin city
–posteriormente llevado al cine por el director Robert Rodríguez- tanto en sus
formatos monocromos como en las versiones full color. Los músculos excesiva-
mente marcados, el escorzo como modo de mostrar ciertos detalles de los cuer-
pos y los paisajes sombríos, nocturnos y tétricos junto al predominio del color
del luto (el negro) y el del sufrimiento (rojo sangre) transforman la inclusión de
estas estéticas en estrategias que refuerzan el posible impacto de las imágenes.
A lo largo de la serie, en cada uno de los capítulos, también se utiliza la
animación de un modo que evoca series de producciones animadas reconocibles
por su nivel de popularidad. De este modo, se pasa de un estilo barroco al dibujo
de líneas más simples, contornos definidos, formas simples y colores plenos que
remiten a otro tipo de estética diferente a la anterior9. Esta especie de síntesis
entre la historia del comic y de los dibujos animados imprime mayor dramatici-
dad a los avatares del fantasmático protagonista.
La misma operatoria se realiza en la banda sonora de la teleserie. El tema
principal responde al formato y a las cadencias de las películas de westerns –como,
por ejemplo, las compuestas por Ennio Morricone, se interpreta con instrumen-
tos propios de la música andina: charangos, bombos, quenas, sikus, etc. A me-
dida que avanza la serie, la banda sonora de tipo norteamericana es ‘fagocitada’
por la música local y se convierte en una vidala. Adquiere así las características
de lamento que tiene este género musical en el Noa, reforzado por la letra de la
canción que también expresa una profunda pena, acorde con el tono de la na-
rración. Capítulo a capítulo, se incrementa el predominio de los sonidos andinos,
sobre todo de los instrumentos de viento de madera como la quena o el siku.

9 Cfr. las publicaciones de Roberto Von Sprecher (1986) acerca de los géneros de las historietas y la rela-
ción con la sociedad argentina. También puede consultarse el blog que administra el investigador, dedi-
cado exclusivamente al estudio de las historietas https://historietasargentinas.wordpress.com/cate-
gory/autores/von-sprecher-roberto/

47
Esta construcción permite que los sistemas culturales de referencia operen
como ‘llaves’ y anclajes de significación. Su análisis pone en evidencia el com-
plejo pacto de lectura que el film presenta a la audiencia: por una parte, la remite
al sistema del cine western, mediante el uso de elementos claramente reconocibles
pues constituyen formas muy cristalizadas del género pero, a la vez, la sitúa en
el marco de la cultura local, posibilitando una identificación patémica entre es-
pectador y mundo ficcional.
En muchas producciones realizadas para la Televisión Digital Abierta, se
puede observar un trabajo sobre y con la memoria de una comunidad. Memorias
de los relatos, memorias de las miradas, memorias de las formas de filmar, me-
morias de los consumos, memorias de las pasiones, memorias que a su vez in-
terpelan los saberes actuales de los espectadores de estas producciones en este
cambio de paradigma comunicacional. Esto requiere, en muchos casos, un tra-
bajo espectatorial que reconstruya el espesor histórico de las representaciones
sociales y que apela fundamentalmente a los saberes populares que se generaron
desde el consumo de bienes de las industrias culturales, desde los sistemas de
creencias y de ritualidades y desde las mismas prácticas cotidianas con las cuales
se entraman en los territorios particulares.
Una de las escenas finales del primer capítulo y con la que se abre el segundo
de la teleserie El aparecido es un duelo entre el protagonista y dos policías. La
escena mezcla la estética del spaghetti western que se popularizó en las décadas
de 1960 y de 1970 del siglo pasado. Los guiños a las producciones de Sergio
Leone protagonizadas por Clint Eastwood y musicalizadas por Ennio Morri-
cone son muy claros.
Por una parte, se puede relevar la utilización de una misma cadencia en la
estructura de la música que acompaña la escena con un in crescendo que acentúa
el clímax, sobre todo por la utilización de las trompetas como elemento tensivo.
Por otro lado, en una escena que se arma en un cementerio y la disposición de
los cuerpos formando un triángulo como una especie de ‘triángulo de la muerte’.
En ese mismo escenario, la presencia de las fosas que servirán de tumbas a los
que pierdan el enfrentamiento.
También se puede ver el vínculo en el uso de los primeros planos de los
rostros de los contrincantes en un juego de miradas que acentúa la tensión dra-
mática y los planos detalles sobre las armas que forman parte de los elementos
fundamentales de la escena generando una estética de los rostros torvos y con-
traídos esperando el desenlace fatal. Ambas escenas, la del film de Leone y la de

48
la serie de Rosa, apoyan toda la tensión en imágenes que ambos casos tiene una
duración extensa10 y se resuelven sin el uso del lenguaje verbal.
Este juego intertextual de citas, menciones y alusiones a uno de los clásicos
del western moderno no sólo se transforma en un homenaje a este tipo de cine
sino que provoca que la producción salteña se entronque en una tradición de las
más importantes de la producción audiovisual mundial. Otro de los elementos
es el uso de formatos de los carteles al uso del siglo XIX en el oeste norteame-
ricano imitando también las tipografías que se utilizan. En los fotogramas que
acá se utilizan como ejemplos se puede ver el afiche de los delincuentes buscados
y, en el caso del que se tomó del film de Leone, un típico cartel publicitario del
siglo XIX en Estados Unidos.
Es importante mencionar que este tipo de films, como los protagonizados
por Clint Eastwood, lejos de haber quedado olvidados en su momento de plena
circulación o que sean sólo un objeto arcaico como lo define Raymond Williams
(2000), se encuentran muy actuales y con mucha presencia en las pantallas ho-
gareñas. Por una parte, porque es uno de los clásicos más importantes del género
y, por lo tanto, forma parte de las programaciones de los canales de cable ‘retro’
que suelen dedicar su programación a repasar los clásicos del cine comercial. Por
otra parte, se encuentran en los circuitos comerciales alternativos que existen en
las ciudades argentinas y que son una parte de la llamada ‘industria cultural pa-
ralela’. Este es un concepto desarrollado por el teórico boliviano Marcelo Guar-
dia Crespo (2003) a partir del análisis de los sistemas productivos que se realizan
y que circulan en los mercados alternativos y populares de Bolivia.
La categoría de ‘industrias culturales paralelas’ permite analizar los consu-
mos culturales de los mercados que en Argentina se denominan ‘Truchos’, ‘Mer-
cados de pulgas’, ‘Mercados persas’, entre otras nominaciones. En esos merca-
dos paralelos, informales o alternativos se pueden adquirir films, música, pro-
gramas en copias de bajo costo (generalmente a un diez o cinco por ciento de
su valor en los mercados formales, incluso menos). Paralelamente a la venta de
copias de películas muy actuales y clásicos del cine, en estos sistemas comerciales
alternativos se encuentran producciones locales en los que se filman los carna-
vales, las fiestas religiosas o los relatos de creyentes que recibieron los ‘favores’
de alguna divinidad. Son espacios en el que se pueden relevar las imágenes que

10Cabe mencionar que en el film la escena tiene una duración de más de cinco minutos un tiempo muy
prolongado en términos cinematográficos mientras que en el capítulo de la teleserie la escena dura un
par de minutos que, en el contexto de la duración de la emisión, es casi el diez por ciento del tiempo
insumido.

49
siguen alimentando los consumos culturales y moldeando los gustos y las estéti-
cas de importantes sectores de la sociedad.
En estos mercados paralelos, la filmografía de Sergio Leone se encuentra
completa en casi todos los puestos y es uno de los productos con una venta
importante, según lo declaran los mismos vendedores. Esto indica claramente
que, en los consumos populares, los films del género de western, y dentro de él la
especificidad del Spaghetti western, siguen siendo una de las opciones de consumo
para el entretenimiento. A la vez, la realización por parte de la industria de Ho-
llywood de films vinculados a este género como la remake de Django realizada por
Quentin Tarantino o la del Llanero solitario dirigido por Gore Verbinski son in-
dicadores de la pervivencia del consumo de este tipo de producciones.
En ambos casos, lo que se puede leer en la persistencia del género en los
sistemas de venta callejeros es que es un índice de las preferencias de las audien-
cias que –más allá de las imposiciones de mercado o de los críticos culturales-
va generando su propio sistema de convalidación. En este sentido, como lo plan-
tea Guardia Crespo, lo que se puede ver en el desarrollo de estos mercados son
las formas de apropiación de los bienes culturales más allá de las disquisiciones
de los académicos o de las imposiciones de los mercados (2003: 141-142) porque
lo que aparece con claridad son sistemas de gustos diferenciados que todavía
deben ser estudios con metodologías diversas como etnografías, historias de
consumos, estrategias de venta, etc.
Estos elementos que vinculan los consumos con las formas de producción
de la nueva televisión y la incorporación de los corpus legendarios que circulan
en la memoria de la comunidad a las pantallas mediáticas indicaban la posibilidad
de cambios sustanciales no sólo en las políticas públicas sino en el modo de
concebir la noción de ‘Industria cultural’. A la vez, las políticas de estado en
Argentina del periodo 2003-2015 que impactaron en la producción audiovisual
tratan de modificar las formas y las finalidades de las industrias culturales. Esto
hace que también en esta instancia, se pueda reconocer algunas inversiones sig-
nificativas que reposicionan las producciones audiovisuales en el mercado de los
bienes culturales.
Lo que se intentaba superar en este nuevo esquema comunicacional argen-
tino es la visión planteada por Theodor Adorno y Marx Horkheimer (1988) so-
bre la industria cultural definida como uno de los instrumentos del capitalismo
para perpetuar sus principios manipulando las mentalidades de los espectadores.
Los pensadores de la Escuela de Frankfurt, además de señalar el empobreci-

50
miento de los productos generados por esta industria, caracterizan la funciona-
lidad de estos productos que fueron pensados como forma de entretenimiento
y para el consumo ‘distraído’ de los espectadores.
Esta concepción es lo que se puso en cuestión. Desde la misma letra de la
Ley de SCA que habla de las narraciones locales como centrales para la produc-
ción de contenidos cuando se refiere a la producción local hasta las convocato-
rias realizadas por el INCAA, el programa de Polos y Nodos tecnológicos au-
diovisuales del Ministerio de Planificación de la Nación o las que emite el CIN
para programas a ser emitidos en prime time se pone un acento muy importante
en que las producciones que se presenten a concurso tengan una fuerte impronta
local ya sea por su temática, por las historias que se narren, por el tipo de paisajes
que se muestren, entre otros aspectos. Por ello, también se pedía que cada uno
de los formatos sean innovadores, que estén destinadas a los públicos locales
pero que sean capaces de trascender a otros circuitos de difusión, que se priori-
cen las ficciones como modo de contar, que se fomente la experimentación au-
diovisual.
En estos contextos de posibilidades múltiples se visibilizan producciones
que recuperan versiones de la historia política pero que aparecen bajo el formato
del romance como Memorias de una muchacha peronista dirigida por Omar Quiroga
y Alejandro Robino del año 2011; narraciones que articulan el entretenimiento
con la aventura y los temas históricos como Las huellas del secretario dirigida por
Matías Bertilotti del año 2012; la trasposición de obras literarias al lenguaje au-
diovisual como Historias de las orillas sobre cuentos del escritor Carlos Hugo Apa-
ricio dirigida por Alejandro Arroz del año 2012, la historia de las luchas laborales
con formatos de melodrama y la historia de algunos géneros musicales como el
chamamé, tal es el caso de la serie misionera La riña dirigida por Maximiliano
González estrenada en el año 2012, por nombrar sólo algunos ejemplos.
Asimismo, hay una fuerte presencia y reconocimiento del significado que
tiene el melodrama como estructurante en los gustos de las audiencias latinoa-
mericanas y argentinas. Nora Maziotti (1995), Jesús Martín-Barbero (1983,
1992), Gustavo Aprea (1998), entre otros marcaron la funcionalidad y la impor-
tancia del discurso melodramático como estructurante de las memorias y de las
pasiones. La fuerza y el valor que tiene el melodrama permite, como en el caso
de las telenovelas brasileñas, reconstruir la historia del país y poder asumir una
conciencia de nación que fue difícil realizar por otras vías11.

11 Las telenovelas como La esclava, Los inmigrantes o Xica Da Silva por nombrar algunos ejemplos han
sido fundamentales para vincular a las audiencias con la historia del Brasil donde la tasa de analfabetismo
era muy alta.

51
En este marco, la teleserie salteña colabora con el proceso de reconfigura-
ción de la función de las industrias culturales como un modo de entramar las
memorias locales y reconfigurar la idea de la nación. En principio porque la his-
toria de aventura de este justiciero originario se apoya en las narraciones más
conocidas en la región como los de la mula ánima o la del familiar. También,
porque estas narraciones se cuentan con modalidades genéricas de probada efi-
cacia en la industria del entretenimiento como las del western. Finalmente, porque
la utilización de las estéticas y las imágenes de sistemas visuales provenientes de
tradiciones diversas permite que se incorporen temáticas, como las de la explo-
tación laboral, con un impacto mayor que la mera denuncia documental.

3. El corpus legendario
El primer capítulo de la serie se titula ‘La mula ánima’, en alusión a un mito
de alta circulación en la zona –conocido también como la leyenda del alma mula-
y que funciona como base de la trama ficcional. De acuerdo a los relatos popu-
lares de la zona, este personaje es una mula que transita por lugares solitarios del
norte pues, en realidad, es el alma en pena de una mujer que cometió un incesto
y, por ese pecado, ha sido condenada a vagar eternamente por este mundo12. La
leyenda dice, además, que sólo un hombre valiente puede quitarle el freno del
hocico al animal y salvar a la mujer de la condena, mediante rezos y oraciones.
Una de imágenes que abre la presentación del Capítulo I es la de un caballo
que recorre las afueras del pueblo, imagen que se reitera al final del mismo epi-
sodio. Se ve la figura solitaria del animal con montura completa y sin jinete;
también se enfocan las huellas que deja a su paso. La inversión del sentido de la
leyenda es clara: se ha alterado el género del/a protagonista de la historia y, ade-
más, el ánima es una víctima y no quien infringió una ley. La mula ánima, actua-
lizada en la teleserie, no cumple una condena eterna sino que viene a castigar a
los culpables de un crimen.
Al entramar una leyenda de larga tradición en la región andina (la de la mula
ánima) con otra relacionada con prácticas en los ingenios azucareros (la del fa-
miliar) y, por último, con la historia de una venganza ubicada en el presente de
la narración, la ficción adquiere una densidad propia de la sociedad local, en la
que conviven varios tiempos en sincronía, con esa complejidad que Partha Chat-
tarjee denominó ‘tiempos heterogéneos’. Ese mundo ficcional pero, a la vez,

12En el libro de Elena Bossi acerca de los seres mágicos en Argentina (2004), se narran las características
de los personajes mitológicos que son personajes de los cuentos populares como el duende, las brujas, el
ucumar, el familiar entre otros.

52
elaborado con una complejidad semejante a universo cultural representado pro-
duce un fuerte efecto de verosimilitud que profundiza los anclajes identitarios
ya mencionados.
Tal complejidad contrasta con el binarismo propio de las historias del wes-
tern: un sector social ‘blanco’, presentado como arbitrario, paternalista, explota-
dor y autoritario que contrasta con la comunidad originaria, mostrada como
subalternizada, sufriente pero justa y bondadosa. El binarismo aludido resulta
también el índice de la jerarquización casi estamentaria de la sociedad local y, a
la vez, la justificación ficcional del carácter fantasmal del justiciero: sólo el es-
pectro de un indio, una figura que viene de un mundo ‘otro’ (social y simbólico)
puede restituir un orden quebrado por la injusticia de los patrones.
De este modo, el Aparecido es un extranjero cuya diferencia raigal (fantasma
de un indio asesinado) pone en evidencia la arbitrariedad. Bernabé cumple con
el camino del héroe, al mejor estilo de la caracterización de Joseph Campbell 13;
una vez asesinado, se glorifica en el paso por el infierno y vuelve con poderes
sobrenaturales, los únicos que le posibilitan cumplir con la prueba final que, en
este caso particular, es la venganza y la restitución de un estado de justicia. De
hecho, una de las características que adquiere es la capacidad de no ser tocado
por las balas de sus enemigos. En ningún duelo Montellanos es el primero en
disparar y, por lo mismo, sus balazos resultan siempre defensivos y justicieros.
Estas características del protagonista se relacionan con otra leyenda
ya citada, la del familiar, cuyas alusiones se realizan desde el primer
capítulo, mostrando su importancia para el desarrollo de la trama. El
familiar era un personaje legendario creado por los patrones de los
ingenios para ejercer el control sobre los obreros. Entramado en re-
latos terroríficos, se lo describía como un perro gigante que se ‘co-
mía’ a uno o más obreros al inicio de la zafra, a modo de sacrificio,
para que la cosecha fuera óptima. Obviamente, los ‘sacrificados’ eran
los zafreros rebeldes que luchaban para defender sus derechos labo-
rales o los que se resistían al poder omnímodo de los capataces del
ingenio. (Bossi: 2004, 45)

En la trama de la serie, el padre de María, la muchacha de la que se enamora


Bernabé, lidera la movilización de sus pares y, por lo tanto, es ‘elegido’ por el
animal mitológico para ser devorado. De este modo, esta versión de la leyenda
13 Campbell plantea que el camino del héroe tiene una serie de pruebas que ver con la partida, la iniciación

y el regreso. En cada una de estas instancias va consiguiendo una serie de fortalezas para poder enfrentar
los nuevos desafíos (1972). Estas caracterizaciones de los héroes están vinculadas a la capacidad de trans-
formación de la sociedad a la que vuelve y tiene un fuerte componente simbólico.

53
que se cuenta en El aparecido se focaliza desde la perspectiva de los sometidos,
de los obreros de ingenio que eran víctimas de secuestro y asesinato a modo de
‘terror y escarmiento’ como decía la antigua fórmula de los juicios coloniales14.
La estrategia patronal de adjudicar el delito a ‘el familiar’ -animal mitológico y,
por lo mismo, inimputable para las leyes humanas- tiene su correlato en la fic-
ción en la figura de ‘el Aparecido’, cuyo carácter sobrenatural lo habilita para
aplicar un castigo que los hombres no pueden realizar.
De este modo, el espectador local puede relacionar la narración popular con
los modos de dominación laboral propia de los ingenios azucareros del Noa
(Rozenvaig: 1986), ya que la serie hace hincapié en su uso como método de
disciplinamiento brutal de cuerpos de los obreros, injustamente apropiados y
sometidos15.
En una escena, Bernabé está en el bar. Los parroquianos le dicen que huya
porque vienen a buscarlo el patrón y su familiar. Cuando Montellanos pregunta
quién es el familiar le dicen que es el hermano del patrón. El juego de palabras
explicita las equivalencias entre el sistema de dominación y la narración popular.
Al final del capítulo mencionado, se produce el segundo duelo de pistolas, mo-
mento en que el aparecido mata al hermano del patrón en venganza por la
muerte de su amada.
Cabe destacar que, lamentablemente, estas relaciones de dominación y de
explotación persisten hasta nuestros días. De hecho, el caso conocido como el
del ‘ladrón de naranjas’ da cuenta de tal persistencia. Se trata del feroz asesinato
de un joven guaraní que solía subir a los camiones de la Seabord Corporation (ad-
ministradora del ingenio ‘El Tabacal) y desde ahí arrojaba algunas naranjas para
luego recogerlas y venderlas por monedas en la plaza de la ciudad de Orán. El
17 de setiembre de 2006, Fabián fue descubierto por los guardias de la empresa
quienes lo golpearon con palos hasta matarlo para y, finalmente, dejarlo tirado
en un canal de riego. El caso tuvo poca repercusión mediática y sólo uno de la
decena de guardias implicados en el asesinato fue sentenciado a pocos años de
prisión16.

14 Cfr. Cebrelli: 2007.


15 Hay otras producciones audiovisuales que denuncian la función siniestra de esta narración popular.
Entre ellas se encuentra el documental de Fernando Kirchmar Diablo, Familia y Propiedad de 1992 que
relaciona la leyenda con la desaparición de obreros durante la última dictadura en la cual están involucra-
dos los propietarios de los ingenios de ‘El Tabacal’ y el de ‘Ledesma’. También se puede mencionar el
documental dirigido por el periodista Eduardo Anguita y Néstor Sánchez Sotelo, titulado El azúcar y la
sangre donde se devela el rol que jugaron los ingenios en las dictaduras militares.
16 Un análisis de este y otros casos junto con el rastreo del tratamiento en periódicos y documentales se

puede encontrar en Cebrelli y Arancibia: 2011. Allí se toman los casos de la expropiación de tierras a una

54
El entramado de los relatos que provienen del corpus legendario donde se
entraman los tiempos largos medios y cortos de la memoria popular junto con
la historia de la explotación laboral de los obreros de la zafra pone en pantalla
las formas de colonialidad persistentes en la región. A la vez, denuncia la fun-
cionalidad de los relatos tradicionales en la naturalización de esos esquemas de
sometimiento y de control.
Desde el punto de vista de los procesos de producción de sentido también
puede explicarse por qué esta serie puede desocultar prácticas de colonialidad
del poder muy naturalizadas en la sociedad local: la transposición de los relatos
populares a la imagen audiovisual implica el paso de una materialidad sígnica a
otra. Se produce así una operatoria ‘transgenérica’ en la que los relatos que cir-
cularon por un determinado ámbito pasan a formar parte de los medios masivos
de comunicación. Estas dos operatorias posibilitan que se produzca una altera-
ción semántica capaz de invertir los valores de los relatos originales para que los
valores instaurados sean develados por la recepción.
El proceso de transposición no significa un empobrecimiento de las poten-
cialidades de los relatos o de las historias que se cuentan; por el contrario, posi-
bilita el entramado de cadenas de equivalencias diferentes y, por lo tanto, pro-
duce modificaciones semánticas sustanciales a las narraciones traspuestas. El
caso de El aparecido pone en evidencia un proceso de interacción entre el formato
que circula en la memoria de la comunidad con las lógicas genéricas y retóricas
del medio televisivo en el que se incorpora. En este proceso, los materiales que
provienen del corpus legendario y de las memorias sociales se conectan con
otros tópicos, en este caso con la historia de las formas laborales en los ingenios,
relocalizando el sentido y haciendo visible la funcionalidad social que tienen en
la comunidad. Como resultado, produce un efecto de develamiento de los mitos,
lo que funciona como índice identitario y, a la vez, instala un mecanismo de
desmontaje de las estrategias de dominación del mundo rural del Noa.
En síntesis, esta nueva ficción televisiva es capaz de cumplir una función
como la de desmontar estos dispositivos de control que inhiben la movilización
y la lucha por la defensa de los derechos laborales y por la supervivencia de cada
uno, visibilizando y, a la vez, deslegitimando prácticas ancestrales de secuestro,
tortura y muerte de los trabajadores por parte de los patrones. Se trata de prác-
ticas inimaginables en este proceso de ampliación de derechos que se vive en el

comunidad, el caso de Fabián Pereyra quien fue el joven asesinado a palos y los documentales Yapoité
Ñandé Igüí y Diablo, familia y propiedad todos ellos en la zona de San Martín del Tabacal, al norte de la
provincia de Salta.

55
país y en la región y que, por lo mismo, se hace indispensable desterrar para
siempre de los imaginarios, de los haceres y de los cuerpos.

4. Entramando memorias y tiempos heterogéneos


Los tiempos que se activan en el momento de la recepción son múltiples y
heterogéneos porque se apelan a memorias y representaciones que provienen de
sistemas culturales y de momentos de la historia muy diversos. En ese sentido,
la operatoria de recepción que deben hacer los públicos es la de actualizar sabe-
res adquiridos y percepciones que muchas veces deben dialogar con el contexto
de la recepción. La apuesta de la nueva televisión, encarada desde esos princi-
pios, es que el diálogo producido en clave de entretenimiento funcione como
una forma de develamiento de las estrategias de la dominación. La recepción
que se busca es una recepción que permita volver la mirada hacia los procesos
sociales y no sólo quedarse con la recepción anestesiada que proponían los pro-
ductos analizados por la Escuela de Frankfurt.
En cada una de las producciones que van apareciendo en las pantallas, el eje
que los atraviesa es una mirada comprometida con los procesos socio-históricos
sin renunciar a los principios básicos del lenguaje televisivo más exitoso. Tal
como lo plantea Guillermo Orozco Gómez (2011) la recepción es en primer
lugar una práctica situada ya que no puede abstraerse de las condiciones socio-
históricas y los enclaves culturales que posibilitan la construcción de sentido.
Por ello, el anclaje cultural que significa retomar las mitologías y las narra-
ciones locales no sólo posibilitan apelar a las memorias de los relatos que circu-
lan en las familias, en las rondas de amigos, en las instituciones escolares sino
también apelar a una memoria de los consumos en los que los productos televi-
sivos son fundamentales. Esa memoria de la recepción hace que se produzca
una vinculación entre lo que se ve y la historia de la recepción televisiva que
tiene que ver con una de las formas de la memoria individual (Hallbwachs: 2004).
En el mismo sentido, Orozco Gómez plantea que la recepción de las pro-
ducciones televisivas no culmina cuando finaliza la transmisión sino que conti-
núa en un proceso en el que los contenidos asimilados y las significaciones cons-
truidas interactúan con el mundo que rodea a los espectadores. Es así que, al
plantear las formas de construcción y las lógicas de sostenimiento y pervivencia
de las colonialidades, puede permitir que las mismas se lean en la vida cotidiana.
Actualizar los padecimientos y las explotaciones de los obreros de los inge-
nios, de sus familias y de los habitantes de la localidad circundante al mismo, es
un posicionamiento político que no queda difuminado por las estrategias de la
espectacularización televisiva. La narración puede ser la historia de múltiples

56
obreros asesinados y desaparecidos en la lógica de la colonialidad de los cuerpos.
Por ejemplo, la historia de María que trata de ser poseída sexualmente contra su
voluntad por el patrón de la estancia es la puesta en pantalla del ‘derecho de
pernada’ que sigue existiendo en las fincas del noroeste17.
En este sentido, este tipo de producción televisiva es una propuesta que
trabaja en clave de derechos. Si bien no se plantea con la finalidad explícita de
hablar de los mismos como sí fue el caso de Televisión por la identidad (2007), las
historias planteadas en cada una de las ficciones analizadas tematizan el tópico
de los derechos diversos y lo entraman en las acciones cotidianas que se narran:
23 pares (2012) la serie de Albertina Carri y Marta Dilon narra la historia de los
estudios genéticos pero a la vez la historia de una lesbiana en un mundo hetero-
normativo; Memorias de una muchacha peronista (2012) es una historia de amor en
un momento de lucha por el derecho de las mujeres y culmina con la proscrip-
ción del peronismo; La riña (2013) la serie de Maximiliano González sobre las
huelgas y el derecho a la protesta en la primera mitad del siglo XX, Muñecos del
destino (2010) dirigida por Patricio García y que narra las penurias de las mucha-
chas que trabajan en una tienda de telas en San Miguel de Tucumán; Blanco y
Negro documental de Alejandro Arroz (2010) que reflota la importancia de la
cultura afro en la composición nacional y de la región pero que fue silenciada
por las historias oficiales, entre otras.
La perspectiva de derecho es también la base para proponer la recepción de
las ficciones y de los documentales. Hay una concepción en cada una de estas
producciones de que la recepción es activa, localizada y realiza un sistema de
apropiación de sentidos que luego pone en diálogo con su propia realidad. En
cada una de las producciones hay una apuesta a que los tiempos diversos y he-
terogéneos resuenen en el presente de la proyección. Una puesta en escena que
requiere, en muchos casos, un trabajo espectatorial que reconstruya los espeso-
res históricos de las representaciones sociales que se visibilizan en las ficciones
y en los documentales. Una reconstrucción que apela fundamentalmente a los
saberes populares que se generaron desde el consumo de bienes de las industrias
culturales, desde los sistemas de creencias y de ritualidades, desde las mismas
prácticas cotidianas con las cuales se entraman en los territorios particulares. Un
trabajo que consiste en que se pongan en diálogo las imágenes que se perciben

17 Casos como los de Simón Hoyos en Salta, condenado porque se lo encontró en un hotel transitorio con
una niña de trece años, hija de una de las empleadas de la finca que en su juventud había sido sometida
al mismo vejamen son lamentablemente comunes en el Noa como se mencionó en notas anteriores. Las
estadísticas del 2004 en el que hubieron 21 femicidios en la provincia que tiene un millón de habitantes
hace que la actualidad de este planteo sea fundamental.

57
en cada una de las producciones con lo que se encuentra en la memoria indivi-
dual y social generándose un complejo sistema de significaciones desde donde
se llenan de sentido las propuestas televisivas.
Los recursos utilizados, de los cuales acá se mencionan sólo algunos, permi-
ten hacer un primer mapeo de las formas en que las memorias locales se entra-
man en las producciones televisivas. Una a una, las estrategias mencionadas in-
terpelan las memorias y sus procesos constructivos, apelando al espesor tempo-
ral de las representaciones (Cebrelli-Arancibia: 2005), ya sea porque se incite a
la relocalización de la mirada, ya sea porque se busque reconfigurar las cadenas
equivalenciales en las que las representaciones se entraman y se significan
(Laclau-Mouffe: 2002; Cebrelli-Arancibia: 2012 y 2013).

5. La articulación de las identidades


Revisadas algunas estrategias de composición de las producciones audiovi-
suales es importante preguntarse acerca de qué tipo de identidades se construyen
y cómo las identidades locales dialogan o se articulan con las nacionales porque
hay problemas que se vinculan a los imaginarios nacionales. En este sentido, tal
como lo planea Stuart Hall, el concepto de identidad no es esencialista sino es-
tratégico y posicional (2003:17). La identidad, como las representaciones que la
hacen visibles, están entonces localizadas en múltiples sentidos e históricamente.
Estas son fragmentadas y fracturadas; nunca singulares, sino construidas de múl-
tiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo
cruzadas y antagónicas, como lo sostiene Hall.
En ese marco, cada una de las producciones ingresa en un diálogo rico en
varios niveles de sistemas culturales complejos en los que las identidades se
construyen y se significan pero a la vez se relocalizan y se vuelven móviles y
cambiantes. Por una parte, se entraman en una política audiovisual que ha sido
diseñada y que quiere modificar el mapa productivo de la televisión argentina
devolviendo y fomentando la capacidad de hacer a los actores locales; una capa-
cidad que además debe ser creativa para no reproducir los modelos, las estéticas
y los cánones generados por las productoras y la televisión centralista.
Por la otra, interactúan con los sistemas culturales locales porque cada una
de las regiones estas series brindan la materia prima para la construcción de los
nuevos relatos. El estatuto de novedoso corre para los sistemas televisivos pero,
en realidad, se trata de narraciones y representaciones que forman parte de las
experiencias cotidianas de los habitantes de esos territorios y, por lo mismo,
constitutivas de las construcciones identitarias locales. Las imágenes van dando

58
cuenta de los saberes, de las creencias y de los consumos de los actores concretos
que se ven interpelados por las producciones.
A la vez, se trabaja con una noción de identidad que se articula con una idea
de lo nacional que, a su vez, es novedosa para la historia argentina. Hasta ahora,
la identidad nacional se construyó mediante la estrategia de la borradura, de la
tachadura, la invisibilización llegando al extremo de la desaparición simbólica y
física de diversos actores de la sociedad. Este tipo de producciones propone la
construcción de las representaciones nodales que construyen una idea de la na-
ción, se articula desde la diversidad. El mecanismo de la construcción de la na-
ción se da a partir del reconocimiento de que las identidades son diversas, disí-
miles y fragmentadas, se han desarrollado en tiempos diferenciados y provienen
de herencias múltiples18. Por lo tanto, las producciones locales tienen la misión
de superar el regionalismo al que las culturas locales habían sido condenadas por
el imaginario centralista en el que debían colaborar aportando la cuota del exo-
tismo pintoresco necesario para el país. Su tarea es aportar a una diversidad en
un pie de igualdad de derechos.
Cada una de las producciones visionadas aporta política y estéticamente a la
construcción de una idea de nacionalidad que se reconstruye desde diferencias
articuladas. Muestran intereses locales y luchas olvidadas, historias silenciadas y
miradas ocultadas, ponen en pantalla las pasiones y los saberes localizados en
los que la misma idea de nación se inscribe. Asimismo, se ‘hacen cargo’ de frag-
mentos de las historias y de las memorias del noroeste que están activas y vigen-
tes testimoniando pervivencias, resignificaciones y alteraciones de las represen-
taciones sociales que aparecen visibilizadas mediante un trabajo articulador en
sentido múltiple.
Las producciones del NOA dan cuenta, a la vez, de una multiplicidad de
territorios solapados, superpuestos, interactuando en conflicto. Esto se produce
porque aparecen representaciones de la propia región y de la nación junto con
las territorialidades locales marcadas por los recorridos de los habitantes del lu-

18 Las representaciones nodales se fijan a partir de un punto nodal, es decir, son macrorepresentaciones.
Cabe mencionar que la idea de representación nodal viene, además, de la geometría y se usa en las cien-
cias duras para referirse al punto de una malla conceptual o geométrica donde se cruzan por lo menos
dos líneas en el espacio y determinan un quiebre en la línea, un cambio de orientación del trazo o una
curva o dos o más variables, objetos, representaciones. Lo que se construye con las prácticas discursivas
son condiciones para generar esos puntos nodales, para que ese sentido se ancle. Las representaciones
nodales son fundamentales porque posibilitan los procesos de adscripción identitaria. Vehiculizan senti-
dos políticos fundamentales para la sociabilidad: democracia, ciudadanía, violencia, diferencia (de género,
etnia, clase, grupo, etárea, entre otras) como lo sostiene Rossana Reguillo (Cebrelli/Arancibia: 2013).

59
gar. Por lo tanto, mientras los personajes de la ficción o los actores sociales re-
presentados en los documentales van mapeando los propios lugares y sus siste-
mas de pertenencia, en el mismo proceso, se van haciendo referencias a las te-
rritorialidades hegemónicas de lo local registradas en los mapas que organizan el
espacio en ciudades y provincias. Se construye una versión de la nacionalidad
que está vinculada a una visión fragmentada y jerarquizada del país.
En todas las producciones del NOA para la Televisión Digital Abierta ope-
ran las múltiples identidades tanto las que se refieren a la nación a través de
referencias verbales, de los símbolos de la presencia del estado, a través de refe-
rencias indirectas como a las locales mediante la materialización de índices de
identidad como las tonadas, las historias, las vestimentas, las referencias a gustos
y a estéticas como ya se ha mencionado, entre otros aspectos. Se produce una
construcción identitaria que va mapeando desde el interior las memorias, los
saberes, las creencias y las pasiones de sus habitantes.

6. Cierre provisorio
Lo que claramente está pasando, más allá de los retrocesos políticos en Ar-
gentina, es que aquella condena representacional de los sujetos colonizados y
subalternizados, a los que hizo referencia Spivak (2011), se está fisurando. Esta
situación se modifica porque se supera la instancia de estar condenados a tener
una palabra devaluada por ser del ‘interior’ del país, porque las historias sólo
serían válidas para su propio territorio. Los mercados audiovisuales comienzan
a abrirse a la imagen y a las palabras de las provincias y de los sectores que antes
no tenían protagonismos en las pantallas.
El paso de la espectacularización de la diferencia social que aparecía como
objeto de los discursos comunicacionales y que sólo consistían en el uso de me-
canismos para hablar por los otros a las estrategias de las visibilidades localizadas
que asumen sus voces, sus corporalidades, sus formas de decir y de hacer, sus
identidades y las formas de expresarlas como valiosas para los espacios televisi-
vos es un paso fundamental en la puja distributiva cultural. El hecho de haber
llegado a algunos de los horarios centrales de los canales porteños ha sido uno
de esos logros más importantes que deberá complementarse con una circulación
transversal que atraviese el país de norte a sur y de este a oeste.
Hoy se viven tiempos de misiones urgentes, como lo planteaba Franz Fan-
non, pero que no obturan la percepción de las tareas fundamentales. Hay un
reposicionamiento productivo que va de la mano con la instalación de sistemas
representacionales alternativos a los que circulaban tradicionalmente en las imá-

60
genes televisivas. Con esto, se crean condiciones de posibilidad para que los có-
modos lugares de las miradas reduccionistas y colonizadora de las centralidades
hegemónicas se quiebren, para que la multiplicidad de miradas y la diversidad de
las imágenes puedan, al fin, ser constitutivas de los sistemas televisivos.

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63
Fotogramas de la patria audiovisual:
Traducción y movimiento en dos cortos
conmemorativos del bicentenario argentino1
Alejandra García Vargas
UNJu - UNSa

Vos sos tonto, sos un indio vago, sos un indio ignorante. ¿Qué habrá pasado? Todos
los que hablamos en wichi, mocoví, pilagá, todos, guaraní, todos pobres. ¿Qué? ¿Seremos
todos tontos, ignorantes?
Fragmento del guion de Nueva Argirópolis (Martel, 2010)

En su trabajo acerca de tópicos recurrentes en el debate público argentino,


basado en la recolección de “mitomanías” cotidianas en el país, Grimson (2013:
23) indica que concibe a los mitos simultáneamente “como una explicación de
la realidad (una suerte de teoría popular), como una incitación a la acción y como
una falsificación”, por lo que analizarlos permite explorar el sentido común, y
construir argumentos que enriquezcan el diálogo y las políticas que involucran a
la identidad.
25 miradas – 200 minutos constituye una serie de veinticinco películas de ocho
minutos de duración cada una, que forman parte de una construcción colectiva
de doscientos minutos finales destinada a la conmemoración del Bicentenario
Nacional Argentino, celebrado en 2010, impulsado por la Secretaría de Cultura
de la Nación junto a la Universidad Nacional de Tres de Febrero. En el corto de
presentación de la obra colectiva, la directora Sabrina Farji sostiene que “el cine
construye la memoria”. La frase es aplicable a cualquier película pero, en este
caso, esa voluntad constructiva es explícita. Por ello, proponemos analizar dos
cortos de este proyecto, que resultan un espacio interpretativo relevante y dis-
ponible de figuras que circulan socialmente sobre la nación argentina, y como
tal nos permitirá analizar las relaciones, conflictos y caracteres definitorios de los
1 Este ensayo se ha publicado originalmente en Portugués (García Vargas, 2017), y se incorpora a este
proyecto para volverlo accesible a lectores y lectoras en nuestro idioma. La versión inicial forma parte del
libro “Mitos, media y religiao” editado por Alberto Klein y Hertz Wendel de Camargo (2017).

65
repertorios que ofrece para la celebración y para (re)interpretar los mitos nacio-
nales.
En línea con el epígrafe de este ensayo, consideramos que las conmemora-
ciones nacionales producen un despliegue celebratorio en el cual puede obser-
varse la articulación de los complejos mítico-simbólicos que constituyen el
“mapa cognitivo” de la nación para una generación determinada (Máiz, 2003),
pues los trabajos de la memoria en estas instancias in-forman su dimensión de
“comunidad imaginada” (Anderson, 2000). Entendemos que la conmemoración
del bicentenario de la nación argentina ha resultado especialmente fértil para
observar modificaciones y continuidades en las estrategias enmarcadoras de las
identidades etnonacionales, y que esa riqueza puede observarse especialmente
en las narrativas cinematográficas.
La ligazón, observada por Anderson (2000), entre el nacionalismo y los gran-
des sistemas culturales que lo precedieron (la comunidad religiosa y el reino di-
nástico) se establece a partir de que, en su apogeo, esos sistemas constituyeron
“marcos de referencia que se daban por sentados, como ocurre ahora con la
nacionalidad” (Anderson, 2000: 30). Esos marcos interpretativos son instrumen-
tos en la construcción de la diferencia étnica nacional. Ramón Máiz (2003) indica
que cada narrativa nacionalista se teje mediante la articulación simbólica de di-
versos marcos interpretativos específicos y es el resultado político de una estra-
tegia enmarcadora determinada. El autor considera que el nacionalismo implica
la superposición de distintos dispositivos de enmarcamiento en un proceso de
sobresignificación mítico-simbólica que permitirá observar a una comunidad de
origen como natural y autoevidente. Esta estrategia incluye, entre otros elemen-
tos, un repertorio estratégico vinculado a los integrantes “auténticos” de la na-
ción y quienes no lo son, o le resultan ajenos. En el caso argentino, el estado
nacional funcionó como una “aplanadora homogeneizante” (Segato, 1997,
2007) que operó, entre otros recursos, a través del mito del “crisol de razas”. La
idea del crisol que reúne a lo diverso en la nación no es excluyente de Argentina,
pero sí lo es el proceso de “blanqueamiento” (Rotker, 1999); o europeización
(Adamovsky, 2009) de los componentes de ese crisol, agudamente descripto por
Caggiano (2005) en relación a la inmigración de países limítrofes, y por Briones
(2008) en relación a las poblaciones indígenas.

1. “Nómade” y “Nueva Argirópolis”: dos piezas


del mosaico conmemorativo
Los organizadores de “25 miradas – 200 minutos” presentan esta acción con-
memorativa audiovisual con el término “mosaico”, imagen que remite tanto a la
posibilidad de construcción de una imagen mediante la reunión de fragmentos,

66
como a la completud de cada uno de las piezas que lo constituyen. La manera
de rememorar elegida (el mosaico) toma la forma de la pluralidad enunciativa.
Esa aspiración a una construcción expresiva de “notorias diferencias y delgadas
continuidades”, propia del movimiento conocido como Nuevo Cine Argentino,
puede resumirse en el carácter de ruptura vinculado al sentido de “suma de in-
dividualidades” (Ricagno citado por Paulinelli, 2005: 20), y encuentra una genea-
logía posible en “Historias breves” (1995), la obra colectiva que Paulinelli (2005:
15) propone como “manifiesto” de este movimiento.
Para este ensayo, como dijimos, proponemos trabajar sobre dos cortos del
proyecto: “Nómade”, dirigido por Pablo Trapero, y “Nueva Argirópolis”, de
Lucrecia Martel. Ambos problematizan la “etnicidad-no-dominante” y a través de
ella, cuestionan el mito del “crisol de razas (europeas)” en la constitución de la
nación argentina, a través de la figura del indio.
Los dos directores de los cortos elegidos comparten el “aire de familia” co-
rrespondiente al “Nuevo cine argentino”, tanto en su voluntad inicial de ruptura
con formas narrativas previas, como en la consciente diversidad de sus miradas.
Ese “parentesco” está parcialmente vinculado a coincidencias y distancias bio-
gráficas, ya que ambos estudiaron cine, pero Trapero es un director nacido en
San Justo, provincia de Buenos Aires, en 1971; y Martel una directora salteña
nacida en 1966. Dentro de la heterogeneidad del amplio movimiento mencio-
nado, la filmografía de ambos puede encuadrarse en las referencias a mundos y
seres marginales o periféricos, aunque con una importante distancia entre sus
opciones poéticas y elecciones formales. En el caso de Martel, el tema de las
relaciones interétnicas en el contexto periférico del Noroeste argentino (es decir,
en un ámbito no metropolitano ni rioplatense de este país) son una referencia
permanente de su filmografía. En cambio, las obras de Trapero bucean en las
formas de la marginalidad urbana (o conurbana) y rioplatense.
Nómade muestra un solo plano secuencia que dura un poco más de ocho
minutos. Esa decisión estética y técnica busca y logra el efecto narrativo del
“tiempo real” de la historia de parte de un día de trabajo como extra en una
película de Tonolec, indio toba que habita en la periferia capitalina (o el conur-
bano, el corto no lo señala explícitamente). La película está hablada en castellano,
salvo el inicio de la toma y una escena breve en el interior de la casa de Tonolec,
cuando se habla en idioma toba o qom. Se marca la etnicidad “indígena” frente
a la “nacional”.
Nueva Argirópolis, por su parte, está compuesta por diversas secuencias fil-
madas en exteriores de las provincias argentinas de Salta y Corrientes; a orillas

67
de un río de montañas y uno de llanura; en interiores de una vivienda con corti-
nas, de una oficina de la Prefectura y de un hospital; a las que se suman frag-
mentos de un video del sitio de internet Youtube. Esa serie de secuencias hete-
rogéneas y fragmentarias reúne una multiplicidad de actores en distintas relacio-
nes de poder, en torno a la metáfora de los ríos que dan al mar (más precisa-
mente, al Río de la Plata), por un lado, y a la figura de la Argirópolis sarmientina,
por el otro. El trabajo con el sonido, y especialmente el sonido del agua -que
conforma un sello de autoría del cine de Martel- es permanente. Algunos frag-
mentos son en castellano y otros en “idioma”2. Las diferentes lenguas y el correr
del agua conforman fragmentos sonoros que en ocasiones coinciden con la ima-
gen, y en otras no, aumentando la complejidad de la composición audiovisual
construida completamente a partir del montaje de numerosos fragmentos. En
este corto también se marca la etnicidad “indígena” frente a la “nacional”.

2. Figuras y metáforas sobre la nacionalidad


Nómade trabaja explícitamente con una escena de recreación histórica, mos-
trando imágenes tipificadas de indios y soldados en la apertura de la obra. Nos
referimos a una escenificación estereotipada, que expresaría las imágenes crista-
lizadas de los relatos hegemónicos de la historia nacional (Caggiano, 2012), aque-
llos que Smith (2003) describe como instrumentos simbólicos de manipulación
de los que se vale una elite dominante para representar una versión del naciona-
lismo conveniente a sus intereses. En el caso de la presentación de la escena de
“reconstrucción histórica” del diálogo entre un indígena ranquel con un militar
representante del Estado – nación, la forma de presentación de los indígenas
asando el resultado de su caza al aire libre, descalzos y con ropas de cuero pre-
cariamente elaboradas, frente al oficial del ejército montado a caballo, vestido a
la usanza europea y con botas, se encuadra en la tendencia político-ideológica
que Miller (1997: 154) denomina “nacionalismo conservador”, en la que la iden-
tidad nacional implica de forma integral lealtad a la autoridad (militar y étnica).
Como veremos en el próximo apartado, esa escena es una cita que juega inter-
textualmente con la posición que ofrece el director.
Al final de la película, para cerrarla, la cámara se detiene en el cielo celeste y
blanco, en una imagen que recuerda la bandera argentina.

2 “Idioma” es la categoría que los wichi salteños utilizan para referirse a su propia lengua mediante una
palabra en castellano (por ejemplo, indican “la abuela habla en idioma”), y la uso aquí para referirme a
las lenguas minoritarias de Argentina: qom, quechua, pilagá, guaraní, etc., que se usan en la película
“Nueva Argirópolis”. Agradezco el término a Fernando Bustamante (comunicación personal sobre su in-
vestigación en curso).

68
Nueva Argirópolis, por su parte, toma su nombre de “Argirópolis” (la obra de
Domingo Faustino Sarmiento) en el título, para utilizarla específicamente como
elemento de su propia reflexión.
En ambos cortos, las partes habladas en “idioma” no se traducen con sub-
títulos. Por defecto, esa ausencia de traducción apela a la lengua castellana como
idioma nacional único, pero interpela al público cinematográfico mayoritario
desde la puesta en acto de la diversidad lingüística del territorio argentino, y lo
expone a las formas históricas estatales-nacionales de gestión de la heterogenei-
dad humana constituyente de nuestra nación.

3. Llamá a Salta, a Formosa, que se hagan cargo de ellos


(o, ¿a qué lugar pertenece esta gente?)
Como se dijo en el apartado anterior, Nueva Argirópolis retoma Argirópolis de
Domingo Faustino Sarmiento en el título y en la historia que cuenta. Sarmiento
publicó Argirópolis en Chile por primera vez (y sin su nombre como autor) en
1850. En ese documento, propuso crear una capital en la isla Martín García para
una confederación que reuniese a Argentina, Paraguay y Uruguay. La elección
del lugar obedecía a la importancia que el intelectual argentino otorgaba a la libre
navegación de los ríos, y la voluntad de separar la capital de Buenos Aires (como
lo hiciera Estados Unidos en relación a Nueva York). Argirópolis es además un
documento sobre la forma federal de gobierno, y sobre el orden constitucional
como remedio para terminar con el largo proceso de lucha previo a la institu-
cionalización del Estado nación argentino. Con esa figura, Martel retoma la di-
cotomía interior/Buenos Aires para la conmemoración, aunque en el corto se
añaden otros rasgos que la complejizan: indio/criollo; civil/militar;
“idioma”/lengua oficial.
Entre los conflictos inherentes a la construcción de la nación en la demar-
cación de las distintas legitimidades políticas y estéticas, además de las antino-
mias presentes en el contenido que se trabajan en los diálogos explicativos sobre
la diversidad de pueblos originarios que Tonolec ofrece al actor Mike Amigo-
rena, en Nómade observamos también la dicotomía entre clases medias urbanas
(los realizadores) y los indígenas que viven en barriadas populares y que son los
mirados y nombrados (construidos por la mirada de los realizadores).
Otra práctica ideológica de interés es el aplanamiento de las diferencias y
desigualdades internas de los indígenas argentinos. Aparece especialmente en la
dificultad del personaje del actor en la película, Mike Amigorena, para percibir el
mundo indígena que expone Tonolec más allá de una suerte de “alteridad com-

69
pleta” hecha de una sola pieza, sin divergencias ni diferencias internas entre gru-
pos, y que figura como “exterior constitutivo” de la etnicidad dominante que
estructura el etnonacionalismo.
En Nueva Argirópolis, por su lado, aparece la diversidad lingüística (los idio-
mas incomprensibles) asociada tanto al temor de la imposibilidad de traducir y,
con ello, comprender (pero también controlar), como a cierto desconocimiento
sobre los territorios provinciales de los que pueden provenir los viajeros de las
balsas de botellas plásticas que han sido detenidos. Es así que uno de los oficiales
de prefectura, en la oficina, dice “llamá a Salta, a Formosa, que se hagan cargo
de ellos”. ¿A qué lugar pertenece esta gente? La radical otredad de los viajeros
frente a la imagen de la nación Argentina de la prefectura, como órgano militar,
hace difícil para los oficiales ubicarlos en el espacio nacional.
Es así que, en el corto de Martel, se destaca el poder militar como poder
efectivo del presente, que junto con la institución médica (el hospital) busca
controlar y disciplinar al “otro” indígena. Tanto los oficiales de prefectura como
los médicos llevan uniformes específicos. En el diálogo, un oficial le indica a
otro de menor rango: “Preguntá de dónde vienen, qué es lo que hacen, qué es
lo que tienen. Porque esta gente también puede estar transportando droga”. La
posición de los oficiales de prefectura y de los médicos implica la necesidad de
clasificar y ordenar esta otredad que no coincide con el relato del nacionalismo
conservador. En el mismo sentido, se libera a los indígenas de las esposas sola-
mente cuando los rayos X indican que están sanos. Hasta entonces, encarnaron
la figura mítica de una subalternidad peligrosa, desconocida e incomprensible
para el encuadre interpretativo de etnicidad única vinculada al relato fundacional
de la nación argentina.
También resulta de suma importancia en este corto la institución escolar.
Tanto en Iruya (Salta) donde a la orilla de un río de montaña, una maestra explica
a los niños de la escuela las cuencas hídricas argentinas (desde el río Iruya hasta
su desembocadura en el Paraná, y luego en el Atlántico), como en la oficina de
la Prefectura correntina, donde una mujer adulta (probablemente, una maestra)
acompaña a tres niñas para traducir un video del sitio de internet YouTube.
La educación informal, a su vez, proviene de un video de YouTube, en la
voz y la imagen de otra mujer. Si bien esa mujer explica desde un lugar no-
formal, también se presume docente, ya que tiene como fondo una gran biblio-
teca, aunque habla en “idioma”, y en una lengua desconocida para los traducto-
res jóvenes o adultos que antecedieron a las niñas en el infructuoso intento de
traducir su discurso (específicamente, precedieron a la más pequeña de las tres

70
hermanas, quien se crió con la abuela y puede comprender la lengua e interpretar
el mensaje).

4. Confrontaciones con el sentido común (audio)visual


La traducción y la tensión entre la patria y la matria muestra de qué manera
el lenguaje se vuelve un criterio de control sobre quién pertenece y quién no
(Butler, 2009: 66). En ese sentido, en ambos cortos se suma el “idioma” a la
lengua oficial. En el caso de Nómade, la adición es pública, pues forma parte del
guión, pero en la película se la ubica en el ámbito privado de lo doméstico (To-
nolec con su hermano, o su padre, en la cocina de su precaria vivienda) o bien
en el pasado (la escena de la recreación histórica del encuentro del indio con los
militares de la “conquista del desierto”), reservándose el presente, y el espacio
público y de relaciones interétnicas para la lengua oficial. En el caso de Nueva
Argirópolis, por su parte, ambas lenguas (minoritaria y mayoritaria) forman parte
de los fragmentos de texto que componen el guión, casi con igual peso, y quedan
fuera de la posibilidad de comprensión del público mayoritario.
La mostración del artificio de la recreación histórica del “sentido común
visual” (Caggiano, 2012) al inicio de Nómade permite a Trapero y su equipo con-
frontar esas imágenes míticas cristalizadas y homogeneizantes, revelarlas como
opresivas en su interpretación de la diversidad constitutiva de la nación, y pro-
poner otros significados.
También se muestra el disciplinamiento sanitario y policial del otro-étnica-
mente subalterno. En ese sentido, el tratamiento del indígena en términos de
población y no de ciudadanía implica medidas particulares de tratamiento diferen-
cial para lidiar con problemas que no refieren a la ciudadanía sino a acuerdos
inestables que rigen en condiciones de excepción (Chatarjee, 2008). Esa división
se muestra tanto en Nueva Argirópolis, con el control sanitario y policial del otro-
indígena, como en Nómade, con la comida del catering de la película que los rea-
lizadores donan a Tonolec. Entendemos que las diferencias en el tratamiento del
indígena como población representan la antinomia entre lo nacional homogéneo
frente a lo social heterogéneo, confrontación que pone en crisis tanto a la pers-
pectiva etnonacionalista como la versión discursiva formal del “patriotismo
constitucional” que describe Máiz (2003) como base para la comprensión de la
nación, en el primer caso, y como posibilidad formal de garantías jurídicas al
pluralismo, en el segundo.
Como contracara del gesto opresivo de disciplinamiento o de la estrategia
biopolítica, la educación resulta una práctica socializadora, de transmisión y

71
reunión intergeneracional e interétnica, tanto en su aspecto formal como infor-
mal, en Nueva Argirópolis.

5. El cine dentro del cine en Nómade


Consideramos que la intertextualidad (Navarrete Cardero, 2008) de Nómade
es un elemento posmoderno en el distanciamiento crítico que habilita para con-
memorar el bicentenario (tanto en relación a la recreación histórica como en el
propio lugar de quien representa y conmemora, al mostrar el artificio volviendo
la cámara hacia el director y su equipo). La figura de Tonolec, que acompaña
casi completamente la única toma de la película, eslabona con su presencia un
recorrido que parte de la escena de recreación o reconstrucción histórica deci-
monónica en la que asume el rol indígena en la relación con la elite criolla repre-
sentada en el ejército “conquistador” del territorio nacional; pasa por la recorrida
desde el emplazamiento y el entorno de realización de la película dentro de la
película y por sus efectivas y “reales” condiciones de vida en el barrio popular
que habita; y llega hasta las imágenes de su figura perdiéndose en el horizonte.
Luego, se sumará en esa misma y única toma la reflexión sobre la posibilidad de
representar audiovisualmente su recorrido (su nomadismo) por parte del direc-
tor y su equipo. Los últimos cuarenta y ocho segundos de la película (minutos
8.07 a 8.55) la cámara gira y enfoca al director y el equipo técnico y se eleva,
finalmente, hacia el cielo celeste y blanco (los colores de la bandera argentina).
Estos últimos segundos de la única toma de Nómade muestra al cine como re-
curso constructivo de su propia capacidad de representar.
A su vez, los diálogos revelan la relación interétnica subalternizadora del
proyecto nacional, tanto directamente en la estampa inicial de reconstrucción de
la historia decimonónica; como indirectamente en el diálogo entre un indio toba
conocedor de su lengua, costumbres e historia que cobra un bolo por participar
de un día de filmación y un actor de clase media algo confundido (que materializa
en su interacción una serie de confusiones de todo el equipo técnico sobre “el”
mítico indígena argentino) en el presente. Diego Battle (s/d) considera que este
corto es una reflexión sobre el no-lugar que siguen teniendo aún hoy los indios
en la sociedad argentina. Al contrario, creemos que el trabajo de oposiciones
está fuertemente territorializado e indica un lugar específico (el lugar del subal-
terno) para la población indígena. Esa posición se solapa y sostiene en el espesor
histórico de la dicotomía civilización / barbarie (ya presente en el Facundo de
Sarmiento).

72
6. El movimiento y la traducción en la (re)construcción de encua-
dres interpretativos para otras imágenes de la Nación
Como se desprende del análisis precedente, consideramos que los cortos
analizados cuestionan el mito del “crisol de razas” europeizado (Rotker, 1999;
Adamovsky, 2009), pero además pensamos que proponen otras formas de ima-
ginar la nación a partir de dos rasgos principales: el movimiento en Nómade y la
traducción en Nueva Argirópolis.
El desplazamiento en Nómade. La capacidad de mostrar el movimiento en el
espacio (en el espacio físico, pero entendemos que esa tarea nos permite trasla-
darnos también en el espacio social, y en la elección de titular al corto con la
palabra “nómade”3) a través de la técnica del único plano secuencia en Nómade,
prácticamente nos hace desplazarnos junto a Tonolec en la imaginación y en la
sensación de movimiento que provoca. Ese movimiento incluye el giro final de
la cámara sobre el equipo que produce, y de allí hacia el cielo con los colores de
la bandera. Interpretamos que se trata de un doble movimiento que remite a la
libertad: la acción política de caminar (resaltada en Latinoamérica por el subco-
mandante Marcos, entre otros, y cara a las reivindicaciones indígenas), y la liber-
tad de reflexionar críticamente sobre el propio derecho a la mirada de la “patria
audiovisual” representada en el movimiento del audiovisualismo argentino, y en
su apuesta a renovar las prácticas estéticas y políticas en un sentido emancipato-
rio. Es así que cuando la cámara mira y muestra al indio del presente en la villa
no lo deja fijo en el pasado, no lo “congela”, y abre la posibilidad de buscar la
construcción de imágenes nacionales que se desarrollen de otra manera, y en
múltiples clivajes. En el mismo sentido, cuando la cámara gira y se vuelve hacia
el equipo de producción es posible preguntarnos cómo y por qué se construye
este relato nacional conmemorativo como práctica representativa. Entonces, el
movimiento en el espacio físico, en el espacio social y en el espacio interpretativo
de Nómade ofrece la posibilidad de preguntarnos quiénes somos en distintos re-
gistros, con conciencia tanto de la multiplicidad y la heterogeneidad como de la
importancia de un proyecto nacional que asegure condiciones de igualdad y li-
bertad para ejercer nuestro derecho a las miradas.
El tratamiento de la traducción en Nueva Argirópolis, y la libertad del murmullo. En
el prólogo a la edición argentina del célebre diálogo entre Butler y Spivak sobre
la posibilidad de hablar del subalterno, Eduardo Grüner (2009) describe una si-
tuación posible de tensión entre patria y matria. Es así que reconoce la posición

3En el mismo sentido, parece interesante recordar las condiciones de producción del otro corto, e indicar
que Martel rodó Nueva Argirópolis en Salta y en Corrientes. En total, la preproducción, producción y pos-
producción la llevó a recorrer 4.000 km durante la realización.

73
de aquellos para quienes “la lengua de su patria no es la lengua materna” (Grüner 2009:
28). El corto de Martel expone el problema de la “lengua oficial” (compartida)
y las otras lenguas que coexisten en un territorio a través de la (im)posibilidad
de traducción.
Para Butler,
si el estado es lo que vincula, también es claramente lo que puede
desvincular. Y si el estado vincula en nombre de la nación, conju-
rando forzosa si es que no poderosamente cierta versión de la na-
ción, entonces también desvincula, suelta, expulsa, destierra. Y esto
no siempre ocurre por medios emancipatorios, es decir, dejando ir o
liberando; el estado expulsa, precisamente, a través de un ejercicio del
poder que depende de barreras y prisiones, y de este modo, supone
cierta forma de reclusión. (Butler y Spivak, 2009: 45)

Es así que en una casa precaria, en una escena que se adivina como prepa-
ratoria de la partida en los camalotes de botellas, un hombre dice a una mujer,
como quien recuerda algo mil veces escuchado: “Vos sos tonto, sos un indio
vago, sos un indio ignorante. ¿Qué habrá pasado? Todos los que hablamos en
wichi, mocoví, pilagá, todos, guaraní, todos pobres. ¿Qué? ¿seremos todos ton-
tos, ignorantes?”. Y la mujer responde: “Vos sos un tonto, ¿cómo vas a llegar si
no sabés nadar?”. El siguiente fragmento muestra el aprovechamiento de
desechos plásticos para construir las balsas-camalotes en las que se desplazan los
indígenas por los ríos que recorren el territorio nacional desde la andina Iruya,
pasando por el Gran Chaco, y hasta el Paraná.
Sin embargo, más allá de la opresión estatal y la negación de la diferencia
étnica y de clase en el discurso nacionalista conservador de la Argentina que
retoma el hombre en el fragmento que reponemos en el párrafo anterior (y que
la niña pequeña también menciona cuando traduce al oído a su hermana: “indí-
genas e indigentes, no tengan miedo de moverse, somos invisibles”, nuestro én-
fasis), consideramos que el hecho mismo de la traducción realizada por la niña
más pequeña que aparece en la película, implica “ejercer la libertad y afirmar la
igualdad para ir más allá de las articulaciones existentes” (Butler, 2009: 89). Nueva
Argirópolis, de ese modo, si bien desnuda una historia de opresión, abre una pre-
gunta en torno a nuevos proyectos colectivos posibles, dentro del marco del
regionalismo crítico, y teje con hilos antiguos una nueva versión de la comunidad
imaginada. La niña pequeña entiende el discurso del video que llama al despla-
zamiento hasta una nueva capital, y dice a quienes esperan sus palabras: “Subamos
a las balsas, llevemos al trono a la nueva igualdad” (palabras que toma del Himno

74
Nacional Argentino, rearticulando la noción de igualdad con la acción subver-
siva del desplazamiento por el río, y apartándola de las interpretaciones liberales
de la generación del 80, que consideraban discursivamente la igualdad dentro de
un proyecto nacional basado en la invisibilización de la heterogeneidad nacio-
nal). Consideramos que este corto ofrece una posible utopía emancipatoria y de
mejoría de las condiciones de existencia a través de la educación como diálogo
intergeneracional e intercultural, de la capitalización social de la herencia dife-
rencial, y del proyecto de ordenamiento político que implica recorrer, a través
de los ríos, el territorio nacional para buscar una isla “que no es de nadie” y puede
ser de todos y todas.
En conclusión, los cortos analizados parten de una estrategia enmarcadora
populista (Máiz 2003: 92), pues exhiben con especial agudeza los conflictos de
poder asociados a la invisibilización de la subalternidad política (étnicamente
marcada) en el mito del crisol de razas europeizado de Argentina. Al hacerlo,
develan la falacia del etnonacionalismo pues dejan en evidencia la heterogenei-
dad constitutiva de la nación argentina.
Sin embargo, vistos en conjunto y como proyecto estético, Nómade y Nueva
Argirópolis se pueden pensar en el ámbito de la alternativa que Spivak denomina
“regionalismo crítico” (Butler y Spivak, 2009: 96), como una innovación mito-
poiética, ya que como proyecto intelectual estas películas -a través del movi-
miento y la traducción- deshacen la división entre lo filosófico y lo práctico al
construir una representación del presente nacional que puede crear solidaridad
a partir de una historia (violenta) y un análisis (de esa historia y de lo que se tiene
en común) con potencial emancipatorio.

Bibliografía
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Briones, Claudia (compiladora) (2008): Cartografías argentinas. Políticas indigenistas y formaciones
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75
Butler, Judith y Spivak, Gayatri (2009): ¿Quién le canta al Estado-Nación? Lenguaje, política, per-
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Paidós.
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http://fama2.us.es/fco/frame/frame2/estudios/1.11.pdf.
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Segato, Rita (entrevistada por Cristina Mateu y Claudio Spiguel) (1997): “Una aplanadora
homogeneizante”, en Revista La Marea N° 9, otoño. Dossier “La sombra de los
argentinos”.
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ticas de la Identidad, Buenos Aires, Prometeo.
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construcción de las naciones”, en Smith, Anthony y Ramón Máiz: Nacionalismo y
movilización política. Buenos Aires, Prometeo.

76
Anexo:
Cortos que componen 25 miradas, 200 minutos

“Nómade” (Pablo Trapero) y “Nueva Argirópolis” (Lucrecia Martel) forman parte


de 25 miradas 200 minutos. Los cortos del bicentenario (Argentina, 2010). Disponible
en: http://www.25miradas.gob.ar/.

Tópico con el que explora la celebración de la nacio-


Nombre del corto Director/a
nalidad
Autobiografía del director, relatada en primera per-
(mi) Historia Argentina Gustavo Postiglione sona, editada junto a fragmentos de la historia argen-
tina durante su período de vida
Argentina del Bicente- Entrevista a dos intelectuales argentinos sobre los
nario: Las voces y los si- Carlos Sorín desencuentros nacionales, e imágenes de niños y ni-
lencios ñas indigentes
Sátira en la que un chasqui (mensajero) gaucho
Chasqui Néstor Montalbano alienta a San Martín para que concrete el cruce de los
Andes
Reportaje de un movilero televisivo a un hombre ma-
El abuelo Alberto Lecchi yor en un bar, que mira por televisión la asunción del
presidente Alfonsín
Un militar llega a Buenos Aires en marzo de 1812, y
Juan Bautista Stag-
El espía recorre la ciudad convulsionada, despertando curiosi-
naro
dad entre quienes hablan con él
El héroe al que nadie
Los héroes nacionales desde el punto de vista de dos
quiso Adrián Israel Caetano
niños que elaboran un proyecto escolar
Dos desertores durante la Guerra de la Triple Alianza
En la Trinchera Mausi Martínez
se encuentran atrapados en un estero
Policial montado sobre la edición de imágenes de no-
Fallas de origen Juan Taratuto ticieros argentinos antiguos, y un off que explica una
trama de confabulaciones para evitar la grandeza ar-
gentina
Recopilación de imágenes de películas del director,
Gente querible Leonardo Favio acompañadas por un audio compuesto frases céle-
bres de héroes nacionales leídas por el director
La permanencia de la humillación: falta de empleo en
Inés de Oliveira Cé-
Guillermina P. el presente y mirada del proceso emancipatorio
zar
desde la subalternidad en el pasado
Hija del sol Policial de un robo perpetrado por una joven embara-
Pablo Fendrik
zada que da a luz en un remis
Conflicto entre familias que participan de un acto es-
Intolerancia Juan José Jusid
colar representando escenas del 25 de mayo de 1810
Compilación de fragmentos de discursos relevantes
La voz Sabrina Farji de la historia argentina, en el audio, con la imagen de
Elena Roger

77
Repone mediante una leyenda indígena de la flor na-
Leyenda de ceibo Paula de Luque
cional (ceibo) la historia del país
Una empleada de limpieza recorre un set de televi-
Malasangre Paula Hernández sión, limpiando la sangre asociada a varios eventos de
la historia argentina
Sátira sobre pasado y presente, en la que dos cineas-
Lucía y Esteban tas del primer bicentenario imaginan la Argentina de
Más adelante
Puenzo 2010 y realizan un corto por encargo de las autorida-
des
Un realizador entrevista a una anciana heroína nacio-
Mercedes Marcos Carnevale
nal
Cine dentro del cine, encuentro intercultural durante
Nómade Pablo Trapero un día de rodaje de una película sobre la historia ar-
gentina
Un proyecto indígena de desplazamiento a través de
ríos y la reacción de las autoridades de prefectura: la
Nueva Argirópolis Lucrecia Martel
desigualdad en el encuentro interétnico dentro de la
nación
Para todos los Hombres El Himno Nacional Argentino interpretado por diver-
y Mujeres de Buena Vo- Ricardo Wullicher sas comunidades étnicas que componen la nación, en
luntad sus lenguas de origen
Trama policial para rastrear los sucesos de la batalla
Pavón Celina Murga
de Pavón desde el presente
Historia de la huida de Buenos Aires de una militante
Posadas Sandra Gugliotta
y su hija durante la última dictadura
Mirada crítica sobre el estado del archivo fílmico del
Restos Albertina Carri
cine político de las décadas de 1960 y 1970
Cámara subjetiva recorre vías férreas con audio de
fragmentos de discursos históricos relevantes, desde
Ser útil hoy Víctor Laplace
el presente hacia el pasado, y desde la ciudad hacia el
campo
Una vez más Gustavo Taretto La repetición continua del desencuentro y las disputas

78
“Es la única virgen que podés cambiar”.
Memoria de la producción de un ensayo fotográfico
sobre el culto a la Virgen de Urkupiña
en la ciudad de Salta
Beatriz Juárez
CIUNSa

LINK AL ENSAYO FOTOGRÁFICO

https://issuu.com/pastoec/docs/tesis

Este trabajo reflexiona sobre la producción de un ensayo fotográfico del


culto a la Virgen de Urkupiña en la ciudad de Salta en mi tesis de grado. “Que
me guíe, que me empuje, que me lleve”, muestra, entre otras, una práctica que
distingue a este culto mariano de otras devociones de la región: la posibilidad de
intervenir y transformar la apariencia de la Virgen. La intervención de la imagen
sagrada modifica la función de la misma al interior del culto y resignifica el
vínculo que el devoto establece con ella. Partiendo de la idea de que los sentidos
que los devotos asignan a esta práctica trascienden la estetización y dan cuenta
de un complejo entramado geográfico, cultural y socio-económico, analizaremos
el rol de la fotografía y del retrato, específicamente, en el proceso de construc-
ción y producción de una pieza comunicacional visual. En un aspecto más ge-
neral este trabajo reflexiona sobre la necesidad de fomentar formas de investi-
gación social que no disocien la representación lingüística de la representación
visual y que sean capaces no sólo de producir conocimiento sobre imágenes sino
con imágenes.

79
“Dicen que la original es la paisana, de Bolivia,
pero cada uno la viste como quiere”

El culto de la Virgen de Urkupiña llegó con las primeras afluencias de mi-


grantes bolivianos al noroeste de Argentina1 que arribaron en busca de nuevas
oportunidades laborales. Aunque inicialmente la devoción a la ‘Mamita’ de Ur-
kupiña reunía a familias bolivianas que cada Agosto salían a las calles a homena-
jearla al ritmo de caporales, tinkus y morenadas, muy pronto el culto se expandió
entre los salteños. Actualmente la devoción se encuentra ampliamente difundida
y reúne a devotos y devotas de diferentes localidades, barrios, edades y sectores
socio-económicos. Sin embargo, la comunidad de devotos se enfrenta a la resis-
tencia por parte de los sectores más conservadores de la iglesia a aceptar algunas
prácticas más andinas.
Aunque el culto despertó el interés de investigadores con enfoques predo-
minantemente económicos (Giorgis, 2004, Barelli, 2011, Guzmán, 2009) y so-
ciológicos (Nava Le Favi, 2014, Hernández, 2012), de género (Derks, 2009, Ba-
relli, 2012), la cuestión de la preeminencia visual del culto y el análisis e interpre-
tación de la función de las imágenes en las prácticas que lo conforman aún no
ha sido tenida en cuenta.

1. Mi interés y encuentro con el culto


“Ojalá tenga un día una Virgen así
para poder cambiarla”

Mi interés por el culto se conecta con dos aspectos centrales de mi vida.


Recibí una educación religiosa tradicional impulsada por mi familia pero al
mismo tiempo, estaba en contacto con otras creencias y prácticas populares
como el ritual de la Pachamama, visitas a curanderos y sanadores y, en ocasiones,
participaba del carnaval. Por otra parte, siempre me interesó lo artístico y fue a
los 16 años, cuando realicé mi primer taller de fotografía, que producir imágenes
se convirtió en un aspecto central de mi vida.
Mi encuentro con el culto a la Virgen de Urkupiña significó la conjunción
de elementos que me interpelaban, que me empujaban y me llevaban a una bús-
queda. Por un lado mi interés por las texturas, los colores, lo táctil, por otro lado,
la fiesta, la religión, lo femenino. El primer registro tuvo lugar en julio de 2014
cuando realicé una cobertura fotoperodística de la visita de la imagen original de
la Virgen de Urkupiña a la Catedral Basílica de Salta. Cámara en mano, me abrí

1 La primera en la década de los 60’ y la segunda en los 90’.

80
paso entre los cientos de devotos y devotas que, con sus Vírgenes en brazos,
agitaban sus pañuelos para saludar a la imagen de la Virgen que ingresaba, en
andas, al interior de la Catedral. Mientras en vano intentaba obtener una toma
nítida de la imagen original, advertí que ninguna de las Vírgenes de los devotos
se parecía a la Virgen llegada de Quillacollo. Esta llevaba un vestido de terciopelo
rojo con bordes de encaje blanco en las mangas y el cuello, el pelo castaño os-
curo, rizado, corona y joyas de oro. Las imágenes de los devotos, en cambio,
llevaban el pelo lacio, con rizos, castaño claro, oscuro, vestidos de aguayo, de
raso, de pana, algunas estaban maquilladas y otras no. Me dispuse entonces a
fotografiar a los devotos junto a sus Vírgenes que, ante la presencia de la cámara,
posaban y exhibían sus imágenes.
Cuando regresé a mi casa le mostré las fotografías a Guadalupe2, quien me
contó en qué consistía la práctica de intervenir la imagen de la Virgen. Atraída
por esta particularidad del culto, inicié una búsqueda bibliográfica sobre el
mismo y realicé las primeras entrevistas a devotos, entre ellas, dos restauradoras
y diseñadoras de vestidos de la Virgen de Urkupiña. Mi interés rápidamente se
orientó a la práctica de la intervención y cuidado de la imagen de la Virgen y me
planteé algunas preguntas que orientaron mi trabajo: ¿por qué los devotos visten
así a sus Vírgenes?, ¿qué hay detrás de la elección de un determinado vestido,
tela, peinado, maquillaje?, ¿qué particularidades locales adquiere en nuestra ciu-
dad el culto en las prácticas y rituales en el espacio público y privado?, ¿el
atuendo de ‘gaucha’ es una forma de apropiación a nivel local del culto a la Vir-
gen de Urkupiña?, ¿existen conflictos al interior de la comunidad de devotos
sobre cómo se debe o no vestir a la Virgen?.
Entendemos intervención como la posibilidad por parte de los devotos de
transformar la apariencia de la Virgen a través del maquillaje, la confección y
diseño de vestidos, zapatos, pelucas, joyas, y la inclusión de efectos personales
(cadenitas, relicarios, fotografías de parientes difuntos o enfermos), entre otros
elementos de su ajuar. Un aspecto que no abordaré en este trabajo pero que sin
embargo está ligado al ejercicio de esta práctica tiene que ver con el surgimiento
de numerosos oficios vinculados al cuidado de la apariencia de la Virgen, tales
como diseñadores de vestidos, peluqueros, restauradores y fabricantes de andas
y estandartes. La imagen de la Virgen de Urkupiña, llamada también la Virgen

2Guadalupe es devota de la Virgen de Urkupiña y realiza trabajo doméstico en mi casa desde principios
de 2014. Mi interés por el culto fue un aspecto que nos acercó mucho, Guadalupe me brindó información
sobre aspectos centrales de la devoción y medió en el contacto con otros devotos. En 2015 me regaló una
imagen de la Virgen de Urkupiña y me acompañó en el proceso de transformarla y contruirle un altar en
mi casa.

81
de la abundancia, contiene y condensa toda una serie de intercambios económi-
cos, y muestra la transversalidad del trabajo al interior del culto (Giorgis, 2004).

2. Investigar con imágenes


Yo pensé que la foto era así nomás, con el celular.

i. Trabajo de campo con fotografías


El trabajo de campo consistió en el registro fotográfico, observación y rea-
lización de entrevistas a devotos desde julio de 2014 hasta agosto de 2016. El
acto fotográfico (Dubois, 2008), noción desde la que partimos para comprender
las imágenes, implica concebir su producción “como un verdadero acto icónico,
una imagen, si se quiere, pero como trabajo en acción, algo que no es posible
concebir fuera de sus circunstancias (…), algo que es consubstancialmente una
imagen-acto, habida cuenta de que este ‘acto’ trivialmente, no se limita al solo
gesto de la producción propiamente dicha de la imagen (el gesto de la ‘toma’)
sino que además incluye el acto de su recepción y de su contemplación” (Dubois,
2008: 36). En este sentido, el uso de la cámara fotográfica no sólo permitió la
construcción de un registro visual del culto sino también la posibilidad de mirar
desde adentro las múltiples subjetividades, temporalidades y espacialidades que
lo componen.
Durante los dos años de trabajo de campo asistía periódicamente a las misas
y procesiones en honor a la Virgen de Urkupiña. Antes y después de cada misa
retrataba a devotos junto a su Virgen, les pedía un contacto y les preguntaba si
estarían dispuestos a ser retratados en sus casas y la mayoría se mostraban dis-
puestos. Además del registro fotográfico, tomaba nota de todas las impresiones
y sensaciones en un diario de campo (Denscombe, 1999). Este ejercicio me per-
mitió captar aspectos no verbales, emocionales y contextuales de la interacción
con los devotos:
La misa empieza a las 7. En los laterales de la iglesia hay mesas donde
los devotos dejan a sus Vírgenes para luego ubicarse en los bancos.
A medida que ingresan otros devotos cargando sus Vírgenes se es-
cuchan algunos murmullos: “Mirá esa Virgen, qué grande”, “Qué
precioso vestido, para el año quiero hacerle uno así a la mía”. Al final
de la misa me acerco a los devotos cuyas Vírgenes me llaman más la
atención por sus atuendos, pelo o tamaño. Les muestro algunas fo-
tos, les ofrezco hacerles una con sus Vírgenes y luego les pido un
contacto para hacer las fotos en sus casas. La mayoría accede.

82
Aunque inicialmente realicé la selección de devotos al azar, luego opté por
un criterio de selección por redes (Sirvent, 1996), es decir, seleccionaba a cada
devoto por el precedente, y existía entre ellos un vínculo familiar, amistoso o
geográfico. Finalmente, el “mapa” de devotos entrevistados y retratados junto a
sus Vírgenes estaba compuesto por devotos y devotas de 25 a 60 años, de dife-
rentes barrios de la ciudad y una devota del municipio de La Caldera, donde el
culto concentra uno de las fiestas a la Virgen de Urkupiña de mayor convocato-
ria en la ciudad. El rol de las redes sociales (facebook, whatsapp) fue central
tanto para sostener el contacto con los devotos como para completar algunas de
las entrevistas realizadas.

ii. Del registro al retrato


Durante el segundo semestre de 2015 realicé tres retratos y profundicé en la
búsqueda de antecedentes sobre el culto. Recibí de regalo por parte de Guada-
lupe una imagen de la Virgen de Urkupiña y, orientada por ella, la llevé a las
misas, le compré un vestido y le organicé una fiesta a la que asistieron familiares
y amigas devotas. Vivenciar las prácticas devocionales y especialmente las que
comprendían el cuidado de la imagen de la Virgen me permitió comprender al-
gunos aspectos de la devoción y de la trama compleja de intercambios econó-
micos, reciprocidad y obligaciones que atraviesan el vínculo que los devotos es-
tablecen con su imagen de la Virgen.
El tercer retrato de la primera serie marcó un punto de inflexión en la cons-
trucción del ensayo fotográfico. Tenía dificultades técnicas y metodológicas. En-
tre ellas, la elección de planos muy abiertos restaba protagonismo al sujeto y a
su virgen. Tampoco había logrado una homogeneidad estética por la variedad
de planos, encuadres y tipos de iluminación que utilizaba debido, por un lado, a
mi falta de experiencia haciendo retratos en interiores y, por otro lado, a que
subordinaba los retratos a las entrevistas. Para la siguiente serie de retratos, que
conformarían el ensayo fotográfico, establecí algunos criterios, entre ellos: opté
por una iluminación natural, le di centralidad al sujeto y a la mirada a cámara y
comprendí la importancia de la puesta en escena y de establecer un vínculo,
aunque breve, con el retratado en el “mientras tanto” de la toma fotográfica.
Asimismo, reduje el tiempo de las entrevistas para luego completarlas vía
whatsapp o en otro encuentro con el devoto. Al final de cada retrato, me com-
prometía a enviarles los retratos con sus Vírgenes por whatsapp.

83
iii. Algunas implicaciones del retrato: negociación,
aceptación, cooperación
M. Bruno (2012: 206) plantea en su trabajo etnográfico visual sobre las ló-
gicas de cuidado en la infancia una serie de etapas que todo investigador atraviesa
durante la producción de imágenes en campo: negociación, aceptación, vigilan-
cia, cooperación. A excepción de la vigilancia, retomaré este análisis para com-
prender los procesos de disputa y negociación que tienen lugar durante el trabajo
de campo.
La negociación consistió en la explicitación de mi objetivo a los devotos:
hacerles un retrato junto a sus Vírgenes en sus casas y realizarles una entrevista.
En la mayor parte de los casos se mostraron bien dispuestos aunque al momento
de realizar el retrato manifestaban algunas dudas o pequeñas resistencias y ne-
gociaciones, entre ellas, me planteaban realizar la foto en un espacio abierto o
me pedían que luego les entregara una copia impresa del retrato.
La aceptación, que ocurría el día en que realizábamos las fotos y la entrevista,
se producía luego de conversar, compartir una merienda, y de que me contaran
anécdotas de su devoción en fiestas, procesiones, viajes a Bolivia a visitar la ima-
gen original o de su vínculo con la Virgen de Urkupiña, sobre cómo la conocie-
ron, cómo eligieron su primer vestido, etc. Luego de la entrevista, armaba la
puesta de luces y elegíamos el lugar donde serían retratados. En algunas oportu-
nidades, al ver el despliegue del equipo fotográfico, mostraban cierta resistencia
con algún comentario: “Ahh, cuánto despliegue”, “¿Puede ser una foto sin mí,
de mi Virgen solita?”. En todos los casos, luego de conversar un poco y explici-
tarles los objetivos del trabajo o mostrarles el retrato de otro devoto finalmente
accedían a ser retratados junto a su Virgen.
La cooperación se producía durante la acción fotográfica, es decir, en el
“mientras tanto” de la toma fotográfica. Muchas veces el armado de la puesta
en escena era conjunta, incluían o quitaban algunos elementos del cuadro. Du-
rante las tomas si se encontraban nerviosos les proponía una estrategia que con-
sistía en pedirles que cierren los ojos unos segundos y luego los abran mirando
a cámara. El objetivo era que por un momento se olvidaran de las presencia de
la máquina. Para generar mayor confianza, les hacía comentarios positivos sobre
ellos, su casa o su Virgen, y de esa manera lográbamos progresivamente retratos
íntimos y cálidos. Al final de cada encuentro me comprometía a enviarles dos
fotos: su retrato y una foto de su Virgen.
Una vez impreso el ensayo fotográfico, visité a algunos de los devotos que
había retratado y se los mostré. Miraban con detenimiento cada imagen y testi-

84
monio, hacían comentarios en acuerdo o desacuerdo con algunos de los testi-
monios de otros devotos. Cuando se encontraban con su propio retrato, son-
reían y hacían algún comentario al respecto. Esta instancia, constituyente del
acto fotográfico (Dubois, 2008) permitió revisionar el ensayo, reconocer los
aciertos y reflexionar sobre las implicaciones de abordar el campo visual de un
fenómeno social, sobre las que profundizaremos en las reflexiones de este tra-
bajo.

iv. Construcción del ensayo fotográfico


Entre Enero y Marzo de 2016 llevé a cabo diez retratos de devotos y devotas
en sus casas posando junto a su Virgen de Urkupiña. En ese momento suspendí
el registro de fotografías del culto y emprendí el último tramo de edición de un
corpus de más de 500 fotografías sobre el culto. Para ello establecí una serie de
criterios para determinar qué imágenes formarían parte del ensayo final, el orden
en que estarían y cuáles quedarían afuera. Entre ellos: la homogeneidad de for-
mato (sólo retratos apaisados); la mirada a cámara (excepto casos en los que
tienen una función narrativa); una composición correcta y capacidad de conden-
sar uno o algunos aspectos del vínculo del devoto con su Virgen. Otro criterio,
a nivel de la experiencia subjetiva del registro visual del culto, fue dejar de lado
la anécdota, es decir, no incluir aquellos retratos que tuvieran un valor afectivo
asociado al momento en que los había producido pero no aportaban narrativa-
mente al ensayo.
El diseño del fotolibro estuvo a cargo de una diseñadora gráfica con quien
trabajé en 2016, los últimos seis meses de la investigación. La primera versión
del fotolibro tenía una estética andina, abundaban los colores flúor y diferentes
texturas. El ensayo, se llamó en primera instancia, “Urkupiños” porque así llama
el párroco de la Iglesia del Pilar a los devotos y devotas de la Virgen de Urkupiña
que asisten a las misas los 15 de cada mes. Sin embargo, cada vez que les pre-
guntaba si se sentían identificados con ese término o si era común su uso entre
los devotos, la mayoría me decía que desconocía tal término y que sólo lo habían
escuchado en las misas del Pilar. Decidí, entonces, descartar la primera versión
cargada de texturas y colores sin que perdiera la centralidad de los colores y
cambiar el título a: “Que me guíe, que me empuje, que me lleve”. Aquella frase,
enunciada por Guadalupe en una de las entrevistas que le realicé sintetizaba la
función orientadora y espiritual que muchos devotos le asignan a la Virgen de
Urkupiña en sus vidas. Es ella quien los orienta, los guía y los empuja para lograr
aquello que desean. El detalle del rostro de la Virgen en la tapa y, especialmente
la máscara en sus pestañas, condensa la centralidad de la intervención y del tacto
en el culto.

85
3. Reflexiones finales
Yo siempre le pido que me guíe, que me empuje, que me lleve.

El proceso de producción del ensayo fotográfico sobre la Virgen de Ur-


kupiña me permitió explorar y experimentar las posibilidades del uso de la foto-
grafía, específicamente del retrato, como herramienta capaz de comunicar los
resultados de una investigación social, sentando así las bases para el ejercicio de
una sociología visual (Alastuey, 2011). Sobre la práctica de la intervención, es
posible decir que ésta constituye no sólo una forma de “hacer lo sagrado” (Mar-
tín, 2007) sino que también visibiliza experiencias de fe, historias de vida, ideas
sobre la feminidad y la belleza, y muestra la relevancia de la imagen para com-
prender la especificidad del culto a la Virgen de Urkupiña.
Para pensar en una construcción visual de los fenómenos sociales es preciso
entender a la fotografía como acción. La experiencia del acto fotográfico nos
invita a reflexionar si alcanza con producir fotografías aisladas y paradigmáticas
o si, en cambio, es necesario establecer conexiones entre las imágenes, sus pro-
tagonistas y las circunstancias en que se producen. En este sentido, las entrevis-
tas y retratos a los devotos habilitaron un acercamiento a los sentidos más ínti-
mos que estos le asignan a su vínculo con la Virgen. El “mientras tanto” del
retrato me permitió comprender que la producción de las imágenes no se agota
en el disparo, sino que se construye en acciones previas y se proyecta en acciones
futuras. Los devotos y devotas retratados fueron sujetos activos y constitutivos
del acto fotográfico, en tanto pusieron de manifiesto un ‘yo cultural’ (Buxo i
Rey, 1998) expresado en las de predisposición del cuerpo, en las negociaciones
que me proponían y en las intervenciones que realizaban para lograr una co-
producción de la imagen que deseaban mostrar de sí mismos.
La experiencia de la producción del ensayo fotográfico me permitió com-
prender que la intervención de la imagen de la Virgen no sólo se inserta en la
dinámica de la devoción a cambio de la gracia de la Virgen, sino que, al colocar
al devoto en una posición más activa e inventiva, expresa el vínculo específico
que cada uno de ellos establece con la imagen, marcado por convicciones, el
gusto estético, experiencias de fe y espiritualidad, lugares de procedencia social
y culturales, ideas sobre la feminidad y la belleza, la cercanía o distancia respecto
del culto católico, entre otros. En un sentido más personal, la fotografía me per-
mitió no sólo aprender sobre el culto sino también conocer las historias detrás
de la devoción, a los protagonistas de los bailes, de las fiestas, de las misas y
procesiones. Sus miradas y testimonios, que tan amablemente me brindaron,
transformaron el registro en historia, la mirada tímida en mirada cómplice. De

86
esta forma la fotografía dejó de ser para mi un mero medio de captación de
imágenes y se convirtió en una forma específica de acceso a la práctica de la
intervención de la imagen de la Virgen de Urkupiña por parte de sus devotos,
que no era sustituible ni equivalente a ninguna otra.

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88
Identidades y territorios en disputa.
El caso del Milagro y Urkupiña
en la ciudad de Salta
Daniela Nava Le Favi
ICSOH-CONICET/UNSa

Miles de personas comienzan a colmar las calles de la ciudad de Salta 1 du-


rante el mes de agosto: sucede que durante este periodo se realizan procesiones
en el espacio público en honor a la Virgen de Urkupiña. Los fieles2 llevan en sus
brazos o por encima de los autos las imágenes vestidas especialmente para la
ocasión, en medio de danzas, música y papel picado. El Arzobispo de Salta, Ma-
rio Antonio Cargnello, ha dispuesto que se concentren las celebraciones en la
Iglesia del Pilar3, lugar donde se encuentra la réplica exacta del bulto de Urkupiña
que fue llevada a Salta desde Cochabamba-Bolivia, ciudad de origen del culto.
Sin embargo, las novenas y procesiones se realizan en diferentes parroquias ba-
rriales dependiendo del lugar donde viven los devotos. Con respecto a la
“fiesta”- ritual de relevancia- se realiza el 15 de agosto, día de la “Mamita4“.
Otros lo hacen a lo largo del año y a través de diversas modalidades: con sistemas
de padrinazgos5, cobrando la entrada en los salones que alquilan o simplemente

1 La ciudad de Salta es la capital de la provincia de homónimo nombre, ubicada al noroeste de la Argentina

y tiene a una población de 554 125 habitantes (INDEC, 2010)


2 El trabajo utiliza de manera indistinta las categorías de devotos, fieles, peregrinos, promesantes para

designar al grupo de personas que participan/veneran los cultos. Las diferenciaciones sí se hacen rigurosas
y se mantienen los lexemas de los enunciados al momento del análisis de las textualidades, es decir, aque-
llas que Bourdieu (2013) denominaría “las categorías de la práctica”.
3 El trabajo usa indistintamente la nominación “Iglesia Nuestra Señora del Pilar” e “Iglesia del Pilar” para

referirse al mismo templo. La segunda hace referencia a una designación más breve del lugar que circula
tanto en la esfera de la institución, en medios de la prensa gráfica y en el discurso de los devotos.
4 La nominación es una forma común (una categoría nativa) de nombrar a la Virgen. El apelativo contri-

buye a solidificar el discurso devocional asociado a la representación de una posición de “hijos” en rela-
ción a la divinidad y de “hermandad” al interior de los contactos interpersonales que se establecen entre
los creyentes durante las prácticas rituales que se realizan en honor a la Virgen (Nava Le Favi, 2017)
5 Forma de interacción entre los devotos mediante lo cual algunos asumen la responsabilidad y el deber

de colaborar con algún elemento material en la fiesta. De esta manera, hay padrinos/madrinas de la torta,
de la música, entre otros (Guzmán, 2009)

89
mediante la colaboración de los fieles sin que medie compromiso alguno. El
cumpleaños a la Virgen se efectúa con tortas, juegos, se venden/adquieren ala-
citas6, se contratan música y bailes de caporales, waca- waca, pujillay, suri-sicuri,
morenadas7, entre otros.
Las múltiples demostraciones de fe hacia la Virgen muestran que el culto
está atravesando un proceso de territorialización (Deleuze y Guatari: 1997) en la
ciudad: cada vez son más los comercios que tienen un altar en honor a la devo-
ción e incluso llevan el nombre de la misma. Numerosos taxis, remises y auto-
móviles particulares son “chayados” por sus dueños para el día de Urkupiña,
muchos de los cuales llevan estampas, pequeños bultos e inscripciones que rezan
palabras de agradecimiento a la advocación. Hay una marcada apropiación del
espacio público por parte del culto que se irrumpe con bailes y prácticas cuyo
espesor temporal remiten a lo andino8.
Las procesiones y bendiciones a Urkupiña tendrán una interrupción durante
la primera quincena de septiembre, dado que ninguna Iglesia permite la celebra-
ción de la devoción durante esos días dado que se realiza la festividad al Señor y
la Virgen del Milagro, la cual tiene más de trescientos años en la historia local.
Desde el mes de julio, las escuelas, colegios, 9 terciarios, universidades y organi-
zaciones no gubernamentales de la provincia de Salta, realizan visitas programa-
das a las imágenes en la Iglesia Matriz. Además, cabe destacar que las estampas
o las imágenes en pequeños altares están emplazados en lugares estratégicos de
la ciudad durante todo el año: el Banco Nación, los hospitales públicos y clínicas

6 Las alacitas son elementos materiales que remiten a la reproducción en miniatura de bienes inmuebles:
casas, autos y otros. En los festejos, las personas compran las alacitas como un acto simbólico de adquisi-
ción que le brindará la Virgen.
7 Los caporales al igual que los tinkus, las morenadas y las diabladas son grupos de bailes que se diferen-

cian entre sí por la vestimenta colorida de los bailarines y los sombreros de las bailarinas. Los mismos
conforman la fachada étnica de la festividad (Rivero Sierra, 2008)
8 Hay diferentes discusiones respecto a “lo andino”. Kaliman sostiene que “lo andino” pensado como un

“insconsciente colectivo” es más una dimensión política que intenta generar una imagen totalizante y está
vinculada a una especie de restauración panandina. Otros autores, desde una perspectiva geográfica y
que recuperan aportes de la arqueología piensan que existen países Andinos, los cuales serían “Venezuela,
Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile y Argentina. Entre estos países se pueden diferenciar los plena-
mente andinos como Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú, de aquellos que poseen un ámbito andino más
marginal, tal el caso de Venezuela, Chile y Argentina” (Guerrero, et al 2011)
9 En el caso de las escuelas y colegios, los estudiantes tienen la asistencia obligatoria a las misas. De hecho,

en el año 2012 hubo un fallo a favor de una madre que demandó a la provincia por imposición de creencia.
El fallo del Juez Domínguez fue a favor de la mujer. Esto provocó que incluso el gobernador de Salta, Juan
Manuel Urtubey, saliera en los medios en defensa de la educación religiosa católica. La provincia apeló el
fallo y aún tiene carácter de obligatoriedad la asistencia a las misas en Honor al Señor y Virgen del Milagro.
El caso puso en debate no sólo la educación laica como derecho humano, sino, la importancia de la Iglesia
Católica en la provincia de Salta (Nava Le Favi, 2013).

90
privadas, librerías, el Instituto Provincial de la Salud, la Ciudad Judicial, escuelas
públicas y privadas, colectivos urbanos e interurbanos y algunos negocios del
casco céntrico. Los espacios que habita la devoción son lugares institucionaliza-
dos y/o legitimados como importantes para la sociedad, lo que muestra la hege-
monía del culto que rebalsa a la institución católica y se visibiliza e instaura or-
ganizaciones de la sociedad civil (Nava Le Favi, 2013). Desde el 13 al 15 de
septiembre, días que se conmemora el Milagro, los sucesivos gobiernos destinan
fuerzas de seguridad, ambulancias, médicos y enfermeros para que brinden
ayuda – y disciplinen el tránsito- a los miles de peregrinos que vienen caminando
desde el interior para participar de la procesión por las principales calles del ma-
cro-centro salteño. Cada septiembre, el Arzobispo pronunciará el Pacto de Fi-
delidad: un compromiso de los fieles con los Santos a cambio de protección
contra los movimientos telúricos que azotan a la provincia por pertenecer a una
región geográficamente sísmica. Luego, miles de peregrinos despedirán a la dis-
tancia a las imágenes entre lágrimas, pañuelos blancos, claveles rojos para el Se-
ñor del Milagro y blancos para la Virgen, mientras suenan las campanas de la
Catedral y la sirena del Diario El Tribuno, cuyos sonidos marcan el final de un
culto que tiene vigencia en la memoria local desde hace centurias.

1. Perspectivas teóricas-metodológicas
El trabajo pretende abordar contrastivamente el culto del Milagro y Ur-
kupiña en la ciudad de Salta. Interesa mirar cómo se tejen representaciones sobre
el territorio y las territorialidades a través de la imagen de los cuerpos devotos
de los cultos en la prensa local, los cuales se entraman -al mismo tiempo- en
identificaciones referidas a la salteñidad y la bolivianidad. Allí, es importante la
manera en la que se visibiliza la narrativa de la “invasión”, una forma en que los
medios piensan el espacio público, los rituales y los actores que están legitimados
para “habitar” la ciudad.
La indagación se inscribe en la línea de los estudios latinoamericanos que
piensan la relación entre comunicación-cultura (Martín Barbero: 2003; Ford:
1985; Reguillo: 2007 y 2008; Grimson: 2012), en tanto se retoman abordajes de
la socio-semiótica discursiva (Verón: 1987, 1996; Angenot: 1998), la teoría de las
representaciones sociales (Cebrelli y Arancibia: 2005; Rodríguez: 2008 y 2011),
de las identidades (Brubaker y Cooper: 2002; Hall:2003) enfoques que piensan
el territorio (Foucault: 1983 y 2004; Segato: 2008 y 2007, Arancibia:2009, De-
leuze y Guatari: 1997), aportes de estudios andinos (Cánepa Koch: 2005; Gis-
bert:2010; Pimentel: 2009; Irarrázaval: 1994), de la historia cultural en relación a
devociones marianas (Chaile, 2010 y Fogelman, 2005) y conceptualizaciones en-
torno a la religiosidad popular (Semán, 2004).

91
El trabajo analiza un conjunto de textualidades que refieren a los cultos:
fragmentos de noticias y notas del Diario El Tribuno de Salta y El Intransigente en
relación a las devociones durante el periodo 2010-2015. Al mismo tiempo, se
realiza un acercamiento a los cultos por la incorporación de información obte-
nida a través de una estrategia de tipo etnográfica: se retoman algunas notas de
campo recolectadas de observaciones directas y participantes, las cuales permi-
ten el encuentro entre dos mundos, el de la vida cotidiana de los sujetos obser-
vados y el del observador (Callejo Gallego, 2002). La técnica de recolección de
información se efectuó en los ámbitos de realización de las devociones: los días
de la peregrinación y la procesión durante septiembre en la Plaza 9 de Julio (y
alrededores) para el Milagro. En el caso de la Virgen de Urkupiña, se tomó como
referencia el día 15 de agosto y las procesiones realizadas en algunos barrios de
la ciudad.10 El análisis se realiza bajo una mirada socio-semiótica que se comple-
menta con un abordaje que parte del contextualismo radical (Hall, 2010) para
pensar los contextos de producción de los discursos (y de las prácticas) en pos
de reflexionar la complejidad y la contingencia para evitar los reduccionismos y
esencialismos.
El análisis parte de pensar a las representaciones como mecanismos traduc-
tores que tienen “una facilidad para archivar y hacer circular con fluidez concep-
tos complejos cuya acentuación remite a un sistema de valores y a ciertos mo-
delos de mundo de naturaleza ideológica” (Cebrelli y Arancibia: 2005:38). Las
representaciones posibilitan reflexionar sobre la relación del sujeto, las adscrip-
ciones identitarias y las formaciones discursivas como correspondencias no ne-
cesarias, como contingencias que reactivan los procesos históricos (Laclau y
Mouffe, 2005).
Desde los estudios culturales se toma el concepto de identificación como
un proceso que es condicional pues sus condiciones de existencia están deter-
minadas por los recursos materiales y simbólicos en los que se sostiene (Hall,
2010). El proceso constitutivo de las identidades es un trabajo de la diferencia
desde lo discursivo y desde los sistemas representacionales en lucha y/o con-
flicto, legibles según los regímenes de visibilidad imperantes en un estado de
sociedad (Hall y Du Gay, 2003). En este sentido, las identidades se constituyen
dentro de la representación y no fuera de ella (Cebrelli y Arancibia, 2010). El
concepto de territorio, transversal a la presente indagación, se piensa como un
constructo atravesado por representaciones sociales e identidades que albergan

10Se han considerado los barrios del norte de la ciudad como Scalabrini Ortiz y de la zona sudoeste como
Villa Soledad. Ambos fueron considerados por ser los que mayor cantidad de habitantes de nacionalidad
boliviana poseen, de acuerdo a los datos proporcionados por la Dirección de Estadística de la Provincia en
base al censo 2010.

92
preguntas como quién soy, dónde estoy, a qué nosotros pertenezco, dónde me
localizo y qué lugar ocupo, cómo me relaciono con él y qué historias me entra-
man a él (Arancibia, 2009). La territorialidad es una experiencia particular, his-
tórica y culturalmente definida de ese territorio (Foucault: 1983 y 2004), una
representación que implica a diversos actores sociales que entraman en él sus
relatos, construyen los múltiples rostros de las identidades individuales y colec-
tivas (Segato: 2007 y Arancibia: 2009). Los cultos implican una territorialidad
atravesada por rituales, es decir, artefactos comunicativos que inscriben ese es-
pacio, lo consagran y lo sacralizan (Segato, 2008). Los rituales, además, como
conductas que están relacionadas con las creencias (Turner, 1980) poseen diver-
sos espesores temporales, concepto que refiere a la forma en la que a una deter-
minada representación social se le van adosando modos de significar, de hacer,
de percibir y de decir complejizando la estructuración de dichas representacio-
nes. Este proceso es propio de las formaciones discursivas y de los modos de
circulación que tienen (Cebrelli y Arancibia, 2005). Las prácticas que implican
estos rituales están inscriptos en una territorialidad que tensiona lo público/ lo
privado donde se activan diversos espesores temporales -como lo “andino”- que
posibilita pensar, también, un espacio material y simbólico con múltiples identi-
ficaciones (Brubaker y Cooper, 2002). Las representaciones están entramadas,
además, en narrativas donde los actores se empoderan o establecen luchas por
el poder de significación (Cebrelli y Arancibia, 2010). El poder orientador de las
narrativas –fragmentadas, desiguales y dispersas– legitiman identidades, proyec-
tos y/o prácticas, resignificando y reacentuando el orden y las jerarquías sociales.
Se considera que las narrativas son saberes que producen sus propios programas
de acción, con capacidad para reconfigurar viejas subjetividades y proponer
otras (ibídem, 2010).
La indagación piensa que los cuerpos llevan a cuestas inscripciones territo-
riales (Segato, 2008) y en el plano discursivo son expuestos, además, a múltiples
enunciados que hablan de identificaciones. El cuerpo discursivo es el resultado
de un acontecimiento construido que instaura un sentido particular y específico,
su materialidad es “comprendida” y “sentida” relacionalmente desde el discurso
que la sustente (Varela, 2002). Los cuerpos discursivos en torno al “boliviano”
y al “salteño” se constituyen en un punto de partida que permiten indagar cómo
se representan los rituales que practican, los espacios que transitan, las narrativas
que los atraviesan y las clasificaciones en los que son moldeados/sometidos.
Interesa mirar la forma en la que se construyen las identidades referidas a la
salteñidad y la bolivianidad desde identificaciones que despliegan ciertas moda-
lidades para mirar la otredad en tanto otras quedan obturadas (Grimson, 2012).
Esas modalidades se entraman simbólicamente a partir de narrativas totalizantes

93
(Pratt, 2010): en el caso de Urkupiña se construye una representación implícita
(y algunas veces explícitas) de la “invasión” mientras que en el culto del Milagro
la narrativa es aquella que se legitima desde el canon católico y reproduce imá-
genes de mundo de la institución. Éstas narrativas permiten pensar cómo se
conciben los sentidos de ciudad (Alejandra García Vargas, 2006), cómo se clasi-
fican y ordenan los espacios urbanos, sus actores, sus relaciones (ibídem, 2015)
y en este caso, en estrecha relación con procesos religiosos locales.
La reflexión se estructura en dos partes: en un primer momento se pretende
realizar un breve recorrido sobre el origen de los cultos, los rituales que com-
prenden y las formas de apropiación de los mismos en relación a cómo se ins-
criben en el espacio público/privado-doméstico. Luego, se indagará la manera
en la que los medios construyen las representaciones de las devociones en rela-
ción a los promesantes “salteños”/ “bolivianos”. En este punto, el trabajo ana-
liza las identidades, los territorios, las narrativas y representaciones porque po-
sibilitan indagar paralelamente cómo se vive, se piensa y se transita la ciudad de
Salta. En este sentido, el análisis constituye una primera aproximación a una
contrastación entre dos devociones e intenta aportar a los estudios comunica-
cionales en relación a formas de religiosidad en el NOA.

2. El Milagro y Urkupiña: entre lo público y lo privado


Las devociones forman parte del catolicismo popular local y tienen similitu-
des en cuanto a la etapa de surgimiento: corresponden al periodo colonial sal-
teño y boliviano respectivamente. En el caso del Milagro, debería pensarse que
Salta en la etapa colonial formaba parte de la Gobernación de Tucumán y se
encontraba en plena etapa de organización política y económica, de integración
progresiva con el centro minero de Potosí a través de las demandas ganaderas y
textiles y con una dinámica de interrelación con las sociedades indígenas (Yudi,
2015). En este contexto surge la devoción, cuando en 1692 un terremoto co-
menzó a sacudir la ciudad capital. La catástrofe natural devino en un “proceso
de construcción progresiva del relato que contribuyó a dar sustento al culto tri-
butado en la Iglesia Matriz” (Chaile, 2010:50). De esta manera, los hechos ini-
ciales fueron moldeándose a partir de interpretaciones que dieron origen al re-
lato que se conoce y se difunde actualmente11: la imagen de Jesús crucificado
llega al puerto de Callao en Perú, flotando en medio del mar. Cuando arriba a la
Iglesia Matriz de Salta es olvidado por más de cien años provocando la furia de
la divinidad a través de los temblores que destruyeron la ciudad de Esteco y
provocaron numerosos daños en la Capital. Posteriormente, y ante la súplica
11La historia oficial puede leerse en: Enciclopedia Digital de La Provincia de Salta: http://www.portal-
desalta.gov.ar.

94
salteña, se manifiesta la intervención “maternal y divina” de la Virgen para que
cesen los mismos. Es la intervención divina de María lo que habilita a que la
furia del Cristo finalice y con ello los temblores. Sin embargo, la condición mítica
es que el castigo no se repetiría en tanto el pueblo de Salta no olvide a las imá-
genes que los salvaron. El relato se construye alrededor del castigo y perdón del
Cristo, pero el acontecimiento “milagroso” estaba anclado en la imagen de la
Virgen, que luego de numerosos temblores cayó de un atrio de más de tres me-
tros y no tuvo ningún daño. Dado que los jesuitas no vieron con buenos ojos
sólo la veneración a la imagen de María, el relato se arma, además, alrededor del
Señor del Milagro (ibídem, 2010).
Por otra parte, el origen del culto de Urkupiña también está signado en la
etapa colonial boliviana y se remonta a fines del siglo XVII momento en que se
presenta la aparición de la Virgen en la comarca de Cota (hacia el sudoeste de
Quillacollo- Cochabamba). Cuenta la historia oficial12 que a la hija menor de una
humilde familia de campesinos se le aparece una señora con un niño en sus bra-
zos y con la cual sostenía largas conversaciones en quechua. Después de reitera-
das visitas, la niña pastora le cuenta a sus padres y éstos al sacerdote doctrinero
del lugar. La virgen “sube” a una de las cimas del Cerro, mientras la niña gritaba
“Jaqaypiñaorqopiña, orqopiña”, que significa “ya está en el cerro”(orqo=cerro,
piña=ya está), de ahí el nombre castellanizado de Urkupiña. Este origen mítico,
no se aparta de las narrativas marianas en la cual la persona que en principio
entra en contacto con la Virgen proviene de sectores no privilegiados (Chaile:
2010 y Fogelman: 2005). Esta narrativa mariana se cumple, también, en el caso
de la Virgen del Milagro, ya que quienes encuentran la imagen caída del atrio
fueron dos hombres ayudantes de la sacristía (Chaile, 2011).
El culto del Milagro tiene más de trescientos años y ha perdurado a lo largo
de la etapa colonial, ha traspasado el proceso de constitución de los Estados
Nacionales y aún perdura en la actualidad. Allí, es interesante pensar cómo la
festividad tuvo la ductilidad de erguirse como parte de la identidad provincial,
un proceso donde no sólo intervino la Iglesia, sino la elite local (Flores Klarik,
2010). Dos actos rituales son de suma importancia en el culto: las peregrinacio-
nes de miles de fieles del interior de la provincia que se dirigen a la ciudad Capital
caminando por varios días y noches, los cuales comienzan a llegar a partir del 9
de septiembre, donde el gobierno destina grandes operativos de seguridad para
garantizar la seguridad y el orden de los espacios que transitan los devotos. Las

12 Hay diferentes páginas dedicadas a la Virgen de Urkupiña, las cuales remarcan este origen mítico. Véase:

http://www.urcupina.com/

95
peregrinaciones están encabezadas por párrocos o personas vinculadas a la Ins-
titución Católica y deben tener horarios de llegada previamente estipulados por
la Iglesia Matriz, lo que da cuenta del disciplinamiento del tiempo que implica el
ritual (Nava Le Favi, 2013). La fiesta del Milagro es una forma de religiosidad
que atraviesa la memoria local y como proceso social permite vislumbrar una
práctica jerarquizada (ibídem, 2015) visible en el segundo ritual de importancia
como lo es la procesión, donde los peregrinos tienen una inclusión subordinada
(Elías, 2000), mientras los representantes del gobierno y la Iglesia ocupan un
lugar de preferencia y cercanía respecto a las imágenes.
En el caso de Urkupiña, se hace necesario marcar diferentes tiempos/espa-
cios que hacen a sus condiciones de producción: el culto no sólo tiene un origen
boliviano, sino que presenta ciertas características distintivas en la manera en
que se vive y apropia en el noroeste argentino13. En esa línea, se encuentran dos
procesos: por un lado, un origen institucionalizado (que marcan los medios en
relación a la institución católica) y un origen que podría denominarse “alterna-
tivo” y que está signado por un grupo de familias que se adjudican el ingreso del
culto a la ciudad cuya imagen tiene más de 36 años 14, un tiempo superior al
declarado por el Arzobispado de Salta como el inicio de la devoción. En este
sentido, la Iglesia ha sostenido en algunos de sus comunicados que hace “dos
décadas se ha extendido y arraigado entre numerosos fieles de nuestra arquidió-
cesis la devoción a Nuestra Señora de Urkupiña venerada en el santuario de
Quillacollo, arquidiócesis de Cochabamba, en Bolivia” (Arzobispado de Salta,
2013) y que debido a ello, el Pbtro. Lamas pide la confección de la imagen de la
Virgen. Por otra parte, los medios de comunicación se han encargado de legiti-
mar un inicio diferencial en cuanto a temporalidad pero anclado en la institución
Católica: diversos diarios han afirmado que fue el padre Emilio Lamas, el diá-
cono Justo Ciares y un grupo de laicos son los que desde hace catorce años
trajeron de Quillacollo la primera imagen de la Virgen15 (Diario El Tribuno, 16
de agosto de 2015). La advocación de Urkupiña tiene la particularidad de ser un

13 Cabe destacar que el culto en Cochabamba – Bolivia implica una exhibición de las jerarquías eclesiásticas

y políticas durante la procesión que se efectúa en el centro de la cuidad, en tanto la celebración de rituales
se realiza durante la mayor parte del mes de agosto (Giorgis, 2000). En el caso de Salta, las ritualidades se
practican por familias devotas y la presencia eclesiástica se reduce a los curas de parroquias barriales
donde son llevadas las imágenes para la bendición, procesión o misas (Nava Le Favi, 2017)
14 No es objeto de este trabajo analizar la experiencia de este grupo de familias. Sin embargo, el caso se

constituye como paradigmático no sólo por la cantidad de años que tiene la imagen, sino por la forma de
festejo y la visibilidad de este grupo de familias en los medios locales. Además, la cantidad de años que
lleva la imagen tiene correspondencias con los periodos de mayor afluencia boliviana a la provincia de
Salta (Nava Le Favi, 2017).
15 La nota completa se encuentra disponible en: http://www.eltribuno.info/devocion-urkupina-salta-

n600627

96
culto asimilado por familias salteñas (Nava Le Favi, 2017), lo cual se constituye
como una característica distintiva de otras experiencias analizadas en el país
donde se configura más como un culto migrante16. Las formas de festejo forman
parte de la heterogeneidad de la práctica de Urkupiña en Salta, dado que depen-
den de los diversos grupos de familias dueñas de las imágenes, lo que habilita a
las múltiples variaciones en la realización del culto, incluso en términos tempo-
rales: hay devotos que desde agosto hasta diciembre siguen festejando la devo-
ción. Además de las novenas y las procesiones, es de suma importancia el ritual
de la fiesta a la imagen: hay quienes contratan personas para que bailen caporales,
tinkus, suri sicuri, morenadas, se comparten comidas (almuerzos o cenas, de-
pendiendo el momento del día) y se hacen juegos con alacitas, las cuales indican
al devoto las bendiciones que les traerá la Virgen17.
En el año 2013, el Arzobispo de Salta anuncia la llegada de la imagen original
de Bolivia a la ciudad para el siguiente año y dispone que la réplica exacta que se
traería fuera puesta en la Iglesia del Pilar, legitimando con ello que el culto se
realice en ese espacio. A pesar de esto, son numerosas las familias que deciden
llevar sus vírgenes a parroquias barriales. A principios del año 2015, la Institu-
ción Católica emite un comunicado18 invitando a los devotos a hacer sus dona-
ciones para construir un santuario en la zona sudeste cerca de uno de los cerros
que rodea la ciudad y con ello, establecer una territorialidad “legítima” para rea-
lizar el culto por parte de la Institución19 e, implícitamente, controlar la creciente

16 A nivel nacional, se han realizado trabajos que dan cuenta de las particularidades que adquiere el culto
en diferentes ciudades, como es el caso de Marta Giorgis (2000) que indaga la festividad en una colectivi-
dad boliviana del gran Córdoba, o Barelli (2011) quien también problematiza la construcción de identida-
des en migrantes bolivianos en relación al culto. Ambas propuestas, no sólo dan cuenta de las múltiples
re-apropiaciones que se hacen del culto y son un antecedente para pensar particularmente esta advoca-
ción en otros contextos en Argentina, sino que tienen la especificidad de marcar que aún esta devoción
es una práctica que se festeja entre “bolivianos”. En Jujuy como lo han dado cuenta trabajos de Guzmán
(2014) hay ciertas similitudes con el caso salteño, sin embargo la festividad es más prolongada en la ciudad
de Salta. Como se ha aclarado anteriormente, para algunas familias que viven en Salta, el culto sigue
siendo migrante. Las distinciones son necesarias para un proceso mariano complejo y dinámico como lo
es el culto de Urkupiña y, más aún, cuando hay una territorialización del culto a nivel nacional y local que
impide realizar afirmaciones cerradas por las múltiples variaciones y apropiaciones de la advocación. Al
respecto, una trabajo de producción fotográfica mapea las múltiples apropiaciones que se realizan de la
advocación en la ciudad de Salta poniendo énfasis en el modo en que los creyentes visten de múltiples
formas ( y significancia) al bulto de la “Mamita” ( Juárez, 2015)
17 La diversidad de la práctica hace que el orden de las acciones dentro de la fiesta a la Virgen se haga de

acuerdo al criterio de los devotos. Además, algunos realizan otros “juegos” que están determinados por
la creatividad de los fieles.
18 El comunicado se encuentra disponible en: http://www.arquidiocesissalta.org.ar/documentos_des-

carga.php
19 Este dato es producto de observaciones participantes que se realizan desde el año 2013 en diversos

barrios de la capital salteña. Hasta mediados del 2013 y principios del 2014 podría pensarse que el culto

97
expansión y “territorialización” de Urkupiña en la capital. En el año 2017 se
sanciona una ordenanza municipal prohibiendo el uso de pirotecnia (rasgo dis-
tintivo de las fiestas) en el espacio público y con ello – de algún modo- se pre-
tende disciplinar el culto al canon católico20.
Las advocaciones tienen diversos espesores temporales que se activan en la
práctica y en los simbolismos21 que la constituyen, más si se piensa el arquetipo
Madre (Virgen del Milagro) - hijo (Señor del Milagro) lo cual era fundamental
en la cultura andina y que se observa en otros rituales que se instituyen en el
dogma católico: “la práctica de peregrinaciones a divinidades andinas y su su-
pervivencia hasta la fecha, bajo la advocación de vírgenes o de Cristo, fue la
única medida que permitía a los naturales conservar sus creencias ancestrales
durante el virreinato, y quedar protegidos de las campañas de extirpación de la
idolatría llevada a cabo en el siglo XVII” (Rostworowski, 2003: 98). Esto es una
muestra de la sobreimpresión de significados (Cebrelli y Arancibia, 2005) entre
la cultura andina y el canon católico. En el culto de Urkupiña, lo andino está
latente como en el acto de “chayar” con papel picado, cerveza, hojas de coca, lo
cual encuentra similitudes en la manera en que se celebra la Pachamama: allí, se
encuentra lo andino como un espesor temporal que resuena y se imprime en la
práctica de los devotos (Nava Le Favi, 2017).
En ambas devociones se presentan procesos de heterogeneidad cultural,
concepción trabajada por Cornejo Polar (2005) para dar razón de los procesos

de Urkupiña es “disperso” en cuanto espacio legitimado para realizar la devoción, ya que dependía del
lugar donde residían o querían festejar el culto sus promesantes. A partir de la disposición de la Iglesia,
hay una mayor centralización de las procesiones en la Iglesia del Pilar, aunque todavía perviven casos de
parroquias barriales que siguen recibiendo imágenes para las procesiones, como es el caso de la Iglesia
Santa Cruz, situada en Villa Soledad al sudeste de la capital.
20 La noticia puede consultarse en el siguiente link: http://www.eltribuno.info/salta/nota/2017-6-20-0-0-

0-aprobaron-la-norma-que-prohibe-toda-la-pirotecnia-con-ruido. Consultada el día: 14 de agosto de


2017.
21 Algunos trabajos han indagado la forma triangular de las advocaciones marianas y las concepciones
andinas. Gisbert (2010) tiene un trabajo interesante que piensa la relación entre la Imagen de la Virgen
María, el cerro Potosí y el apu Pachamac, donde por ejemplo, en una pintura de “la Virgen- Cerro” en el
museo de La Moneda en Potosí se da cuenta de este proceso: “En tiempos virreinales fue representada
la Virgen María como “madre tierra” en forma explícita; el ejemplo más importante es el cuadro existente
en el museo de la Moneda (Potosí) donde María y el Cerro de Potosí son un todo. En el lienzo se muestra
la montaña con rostro femenino y un par de manos con las palmas abiertas. Es la imagen de María inserta
en el cerro y coronada por la Trinidad. Al pie pueden verse el papa Pablo III, un Cardenal y un Obispo; al
lado opuesto, Carlos V y un indígena cuya capa ostenta la cruz de Alcántara, seguramente se trata de un
cacique donante. Todos están de hinojos y ante ellos el mundo. En la falda del cerro está el Inca Maita
Cápac, el cual según algunos historiadores, es quien conquistó el Collasuyo” (Gisbert, 2010:177). Esto po-
sibilitaría pensar, cómo la imagen triangular de la Virgen encuentra conexiones con la forma de los cerros
(ibídem).

98
de producción de literatura pero que posibilita comprender aspectos socio-cul-
turales diversos que implica la traducción (heteroclítica, quebradiza, múltiple) de
un universo cultural a otros. Esa no coincidencia necesaria entre la producción
y recepción del enunciado en diversos universos es lo que definiría la heteroge-
neidad (Cebrelli, 2008) que está presente en ciertas prácticas rituales que se re-
producen en el culto, que se hacen más codificadas en el Milagro por su alto
proceso de institucionalización católica (como la peregrinación) y que pervive
de manera más explícita en Urkupiña, una advocación mariana boliviana apro-
piada por el noroeste argentino y otros lugares de la Argentina donde las formas
de festejo de una forma de religiosidad mariana católica se hacen más cercanos
no sólo a modalidades andinas sino, también, al carnaval bajtiniano: todos los
devotos “viven” la fiesta y no son simples espectadores, hay un contacto libre y
familiar entre los presentes y ese espacio habitado, lo que no sucede en el culto
del Milagro donde los espacios y tiempos están disciplinados. Pero, especial-
mente, se presenta el principio corporal y material en las múltiples fiestas que
realizan los devotos: el banquete, la alegría en los cantos y los bailes, las risas, los
brindis que van construyendo una territorialidad simbólica donde perviven di-
versos espesores temporales.
La inscripción de los cultos en la ciudad implica una intersección de espacios
y de actores donde se construyen territorialidades diferenciales atravesadas por
cuerpos, creencias y múltiples identificaciones.

3. De “salteños” y “bolivianos”: los cuerpos discursivos (y me-


diatizados) de los devotos.
La prensa gráfica en Salta se encarga de “legitimar” la importancia del culto
del Milagro en la opinión pública. Esta legitimación (Reyes, 2009) se estructura
en el discurso a partir de un continuum de significaciones que se manifiestan en
la repetición de un conjunto de categorías (tradición/pueblo/historia) dentro de
las producciones periodísticas (Nava Le Favi, 2013). En las representaciones de
los medios, también se presentan apelativos que marcan/delimitan una territo-
rialidad interna, como es el caso de la nota del Tribuno de Salta titulada “Los
peregrinos coparon la plaza para honrar a los Santos Patronos”:

Las miles de personas que se agolparon ayer en los alrededores de la


Catedral vivieron una mañana teñida de fe. Chicos y grandes saluda-
ban emocionados a los peregrinos que ingresaban hasta el altar para
culminar la bienvenida. Eran las 10.30 y los salteños aguardaban ayer
en la plaza 9 de Julio la llegada de los peregrinos de Cachi, Seclantás,
La Poma, Molinos, Payogasta, San Antonio de los Cobres y otras

99
localidades del interior. Aplausos y lágrimas expresaban el reconoci-
miento de los fieles que ingresaron por la calle Zuviría cantando,
rezando y cargando sobre los hombros las imágenes de sus santos
patronos. Era visible la imposibilidad de contener el llanto por parte
de aquellos que caminaron días para llegar y ayer se encontraban a
solo metros del Señor y la Virgen del Milagro. Abrazos y palabras de
aliento iban y venían entre los peregrinos que unidos por la fe cum-
plieron sus promesas. Desde Brealito, departamento de Molinos lle-
garon 300 peregrinos. De Seclantás, unos 3 llegaron a caballo, mien-
tras que a pie fueron 380 fieles. Tras caminar durante 3 días y reco-
rrer 280 kilómetros llegaron los de Apolinario Saravia que ingresa-
ron con una emoción que emanaba fe y alegría después de tanto
sacrificio realizado. (Fuente: Diario El Tribuno de Salta, 14 de sep-
tiembre de 2011)

El lexema “peregrinos” es un concepto que refiere a “persona que por de-


voción o por voto va a visitar un santuario” (RAE, 2001). En la frase, responde
a un territorio provincial, es la imagen de aquellos que vienen desde “Brealito”,
“Seclantás”, es decir, se va marcando una diferencia: un culto de la ciudad que
incide en la práctica de la periferia salteña, de los municipios de distintos puntos
de la provincia. Además, se piensa el espacio de la institución Católica a través
de subjetivemas como “miles” o “agaloparon” lexemas que van marcando la
masividad del culto y fomentan la representación de una totalidad: todos los
salteños (de la capital y la provincia) son peregrinos, creyentes y católicos. Sin
embargo, esa totalidad tiene una escisión: a través de los apelativos como “chicos
y grandes” se marca en los cuerpos una territorialidad simbólica y material que
remite a las personas que viven en capital y “reconocen” a los peregrinos, una
otredad marcada por el territorio provincial. Hay una frontera identitaria
(Grimson, 2011) implícita en el discurso: los peregrinos son- no salteños (de la
Capital) y sumisos ya que “cargan” las imágenes de los “Santos Patronos”. Hay
un juego de identificaciones contextuales que marcan centros-periferias en tanto
hablan de la manera en la que se incluye subordinadamente a esos peregrinos.
En el caso de los cuerpos discursivos de los devotos de Urkupiña hay clara-
mente una connotación negativa, dado que se los trata de “invasores” de diver-
sas territorialidades: no sólo del espacio religioso, sino en lo no dicho, de ese
espacio público que se apropia sin regulación. Una nota publicada el 3 de di-
ciembre del 2010 titulada “Con la Virgen de Urkupiña todo el año es carnaval”
firmada por José de Álzaga, el enunciador construye la imagen del devoto de
Urkupiña como boliviano- invasor:

100
Pero donde más se nota el impacto de esta invasión cultural es en
dos de las más sentidas celebraciones salteñas: las religiosas y el car-
naval. En lo religioso, las honras a la Virgen de Urkupiña, fueron de
a poco haciéndose un lugar hasta dentro de los propios templos, en
algunos de los cuales ya posee un altar y misas propias. En el carna-
val, la tradicional comparsa ha sido casi desplazada por el Caporal y
ahora en avance el Tinku.
Lo curioso de todo esto es que hace diez años, más o menos, las
celebraciones a las devociones bolivianas eran patrimonio solamente
de esa colectividad. Se los veía preparar las fiestas con arcos adorna-
dos con flores, vehículos decorados y las familias llegaban al hogar
del encargado y prendían en el manto de la Virgen un billete, una
contribución para una algaraza que se extendía por dos o tres días,
en los cuales se bebía y comía copiosamente al son de sayas y cohe-
tes. (Diario El Intransigente, 3 de diciembre de 2010)

Aquí, se observa un tipo de construcción sobre una territorialidad material


y simbólica marcada en el relato por la enumeración de prácticas religiosas per-
tenecientes a los “salteños” e “invadidos” por los bolivianos, marcando fronte-
ras de identificaciones: invadir es “entrar por la fuerza” “ocupar anormal o irre-
gularmente un lugar” (RAE, 2001), es decir, se ha ocupado lo religioso como
templos y misas, territorialidades católicas que se asocian directamente a la sal-
teñidad. Esa “invasión” de la otredad, de los outsiders se expande y es marcado
en la nota bajo el lexema de lo “curioso”, como si no se pudiera comprender y,
en lo no dicho, tampoco “controlar” el proceso de territorialización del culto en
la ciudad. Lo molesto, parece estar en ese espacio público que ocupa la festivi-
dad, que antes era sólo en el ámbito de “los hogares” de las colectividades. Esta
tracción entre lo público y lo privado que subyace implícitamente en los discur-
sos, permite mostrar la legitimación de las devociones analizadas: mientras más
cercas están del canon católico, su visibilidad es positiva, mientras que si están
cerca de lo disruptivo del dogma son consideradas “invasivas”.
En los anteriores parágrafos se fue dando cuenta la manera en la que el Mi-
lagro se sedimentaba dentro de las representaciones que referían a la salteñidad,
mientras que el culto de Urkupiña era construido desde miradas xenofóbicas.
Una nota publicada en el Diario El Tribuno titulada “Virgen de Urkupiña: crece
la polémica por el uso de pirotecnia” publicada el 20 de Agosto del 2015 con-
densa y termina de realizar una comparación entre las devociones y escenifica
las disputas identitarias:

101
Ciertos sectores de la sociedad salteña advierten una menor toleran-
cia a las manifestaciones religiosas de origen altiplánico, que a las de
cabotaje o llegadas desde Europa. En los últimos años, con el creci-
miento de la veneración a la Virgen de Urkupiña en la provincia,
advocación originaria de Quillacollo, departamento de Cocha-
bamba, Bolivia, no son pocas las voces que se alzaron en contra del
“bochinche” que genera la gente que participa de esta festividad, que
desembarcó con fuerza a fines de los 90 en el norte, de la mano de
las comunidades bolivianas. En ellas se entremezclan rituales cristia-
nos e indígenas, caracterizados por los ritmos festivos, coloridas ves-
timentas, bailes tradicionales y un gran despliegue de fuegos artifi-
ciales. Esta última expresión es una de las causas de la crispación de
muchos vecinos, que hasta llegaron a colocar el mote de los “tira-
cohetes” a quienes participan de las procesiones (Diario El Tribuno,
20 de agosto de 2015)

El párrafo va dando cuenta de una frontera: “la sociedad salteña” frente a la


“comunidad boliviana”, colectivos de identificación que marcan cuerpos atrave-
sados por territorialidades. El culto de Urkupiña genera “bochinche” en el es-
pacio público, subjetivema con connotación negativa que refiere en la nota a los
festejos que están en el cruce de “rituales cristianos e indígenas”. El ruido y en
lo no dicho, la heterogeneidad cultural que implica la práctica, “crispa” a “mu-
chos” vecinos que son “salteños”, dando cuenta de las identificaciones relacio-
nales y contextuales que subyacen en la imagen del promesante del culto: son
bolivianos, hacen ruidos, son no-vecinos de la ciudad. La disputa religiosa se
termina de edificar en la nota con cultos que son “tradicionales”:
Salta es una provincia que se caracteriza por su religiosidad. Para
tener en cuenta la magnitud de gente que movilizan sus festividades,
solo basta mencionar la del Perpetuo Socorro, organizada por la igle-
sia San Alfonso en pleno macrocentro capitalino, a la que se suman
decenas de agrupaciones gauchas con sus equinos. Ni hablar del Mi-
lagro, la manifestación de fe más importante de la región, que movi-
liza cientos de miles de personas en el microcentro no solo el día de
la fiesta central, sino prácticamente durante todo el período que va
desde mediados de agosto hasta el 15 de septiembre.
Sumalao es otra tradición religiosa que impulsa a decenas de miles
de cristianos a peregrinar más de 25 km desde Salta capital hasta el
paraje mercedeño, atravesando toda la ciudad y dos municipios, para
honrar a Cristo. Sin embargo, ninguna de ellas genera quejas como

102
la fiesta de Urkupiña en la provincia, por lo que surge un interro-
gante: ¿existe en Salta cierta intolerancia a ciertos rituales típicos de
la veneración a la advocación boliviana? (Diario El Tribuno, 20 de
Agosto de 2015)

El territorio “Salta” se impregna de una significación: la religiosidad. El pá-


rrafo enumera todas celebraciones del canon católico, siempre utilizando colec-
tivos de identificación como “cristianos” “personas” acompañados de subjeti-
vemas como “miles” “cientos” que dan cuenta de la masividad y al mismo
tiempo, de la importancia de la Iglesia en el territorio salteño, en la “ciudad”. Al
Milagro, se representa como “la “fe más importante de la región” que va en
concordancia con las imágenes de mundo que se fueron mapeando en los otros
párrafos. El Sumalao, el Milagro, el Perpetuo Socorro son fiestas ancladas en la
“tradición”, lo hegemónico, lo legítimo y en espacios de la ciudad dominantes:
el macro centro salteño. Además, allí se dan las exhibiciones de las jerarquías, de
los gauchos como íconos de la salteñidad (Cebrelli y Arancibia, 2010). Del otro
lado de la frontera simbólica están las “quejas”, los “ruidos” de la otredad “bo-
liviana”, negando que la advocación se festeja tanto por “salteños” como por
“bolivianos”, in-visibilizando las múltiples apropiaciones del culto, porque im-
plícitamente no se puede aceptar que el culto exhiba aquello que no se acepta
como parte de lo “salteño”: prácticas altiplánicas, indígenas, andinas enumeradas
en la nota. Esas identificaciones no pueden aceptarse como propias, hay “into-
lerancia” una no-aceptación que por momentos necesitan negarse y por otros,
se los condena a la exclusión porque implican un peligro, una amenaza y no se
adaptan a lo que el canon católico dispone históricamente como prácticas de los
cultos.22

22 La necesidad de disciplinar y/o suprimir ciertos elementos de las fiestas no sólo debe comprenderse
cómo un índice de la forma en la que se puede habitar el espacio de la ciudad sino que hace pensar en la
concordancia de representaciones entre la ideología católica y las disposiciones del municipio con la san-
ción de la prohibición del uso de pirotecnia. Así, desde la edad media el dogma ha buscado suprimir y,
posteriormente, “purificar” las fiestas populares por una cuestión teológica asociada a pensar las prácticas
como vestigios paganos y, por el otro, una moral al considerar que son momentos propicios para el pecado
(Burke, 1978). El pensamiento racionalista separó la experiencia cuerpo/mente y homologó esa separa-
ción entre lo civilizado y primitivo (Miguez, 2002), cavilaciones que perpetúan en la visión católica y en la
concepción de cómo se pueden habitar y decir desde los lugares de poder ésos espacios públicos/priva-
dos. La cuestión moral y teológica que impone la Iglesia local y que ha llegado a sancionar el municipio a
partir de esta prohibición/censura del uso de pirotécnica hace reflexionar sobre la necesidad de disciplinar
una devoción que implica una experiencia que pasa necesariamente por el cuerpo de los devotos y en
espacios que se construyen por las agencias como desjerarquizados (Nava Le Favi, 2017)

103
4. Salta, “la invadida”: algunas apreciaciones finales
A lo largo del trabajo se ha intentado contextualizar los cultos en relación a
la manera en la que se construye la imagen del promesante/peregrino/devoto.
El concepto de cuerpo discursivo posibilitó un anclaje para mirar los rituales, las
identidades/identificaciones, las narrativas y las territorialidades en las que se
van inscribiendo cada culto y cómo se tensionan con los sentidos de ciudad.
Este mapeo comenzó con una breve contextualización del contexto de pro-
ducción de las devociones. La tracción de las múltiples prácticas que enmarcan
a los cultos se inscriben diferencialmente en la ciudad y van dando cuenta, tam-
bién, del espesor temporal de los rituales donde se observan procesos de hete-
rogeneidad cultural en términos de lo “andino”, aspecto denostado en los enun-
ciados mediáticos analizados.
La relación entre los cuerpos discursivos de los devotos y los rituales tam-
bién marcan distinciones en las textualidades: mientras el promesante de Ur-
kupiña tiene identificaciones que lo anclan como un “boliviano”, “invasor”, “in-
disciplinado” que necesita ser excluido/expulsado por sus prácticas ruidosas,
andinas e indígenas que habitan el espacio público; el peregrino del Milagro es
el “salteño”, “silente”, “respetuoso”, “heroico” que debe ser admirado por el
acto de reconocimiento que le brinda al culto y, además, porque es un cuerpo
dócil a los múltiples disciplinamientos a los que son sometidos. Las identifica-
ciones nombradas anteriormente no sólo establecen una construcción del otro
y los posicionan en lugares diferenciales en los discursos, sino que también son
estratégicas y relacionales: en la medida que se construye un boliviano-devoto-
invasor se sedimenta un peregrino/salteño-tradicional y desde allí se establecen
miradas dicotómicas del mundo homogeneizando la diferencia (Said, 2004) y
estableciendo identidades cristalizadas respecto a la “salteñidad” y la “boliviani-
dad” y, principalmente, legitimando qué cuerpos tienen el acceso y reconoci-
miento a los espacios. Allí, hay un juego de miradas: aquello que se quiere mos-
trar, lo “permitido”, es un cuerpo disciplinado que se adapta a las normas del
canon. Del otro lado, se encuentra lo que se quiere restringir a lo privado para
in-visibilizarlo, “lo prohibido”, constituido por esos cuerpos practicantes de fies-
tas andinas con clara marcación bajtiniana que van dibujando otros sentidos de
ciudad.
Las localizaciones de las devociones en el territorio local permiten leer una
apropiación y expansión de Urkupiña en el espacio público que traspasó el es-
pacio doméstico/privado, el cual disputa territorialidades ya habitadas por cultos
considerados tradicionales como el Milagro. Los medios representan este pro-
ceso categorizando quiénes y de qué modo deben (y pueden) vivir y transitar la

104
ciudad a partir de estas figuras religiosas y las prácticas que las constituyen. Esa
trama de sentidos da cuenta -en algún punto- sobre cómo se dice y se piensa la
“salteñidad”.

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109
Impresiones de una viajera1
Elena Bossi
UNJu

Informante: Valentina Ceppetelli

Perturba la falta de límites. Todo tiene un límite, una frontera; la Puna, no.
El cielo tan cerca, con esos azules que no existen en ninguna otra parte del
mundo. Y sobre todo, el vacío, vacío de todo lo conocido. No hay en la Puna
nada que el viajero pueda asimilar al propio horizonte de referencia, algo pró-
ximo que le permita colmar ese vacío.
Sorprenden los inmensos huancares, porque uno, desde el horizonte cultural
del turista, suele asociar la arena a las playas; ver esa cantidad de arena en la
altura, tan colosales montañas de arena a casi 4000 metros en plena puna, hace
que nos preguntemos ¿de dónde salió esto? De vez en cuando, asoman los ar-
bolitos de churqui. Se recorren diez, veinte kilómetros sin ver un árbol y cada
tanto, aparece uno, ahí solo, aislado, como un prodigio. Como si alguien lo hu-
biera puesto ahí al modo de una escenografía. El pasto llorón fustigado por el
viento. Los animales, en una libertad que es casi desamparo por la inmensidad
del espacio: zorros, vicuñas, guanacos, suris, burritos. Impacta ver tantos anima-
les en libertad. Es un espectáculo privilegiado que se ve en muy pocos lugares.
La sensación mística y profunda al advertir los campanarios de las pequeñas
iglesias en la Puna. Todo en la Puna es insondable, ancestral. Hasta las viviendas
recientes parecen antiguas. Uno se reencuentra con los orígenes.
Subir la cuesta de Lipán y luego dar la vuelta y que de pronto aparezca el
brillo enceguecedor de las Salinas Grandes es una experiencia única. Quienes
conocieron otros paisajes andinos, en Perú, por ejemplo, encontrarán un espacio
diferente: una puna más árida y más abierta que culmina en esta inmensa salina
donde solo se ve el blanco de la sal –un mar de sal–y el azul del cielo. La salina,
llana, a lo lejos, y su corola de montañas. No vi jamás matices como estos. Miles
de colores detrás de El Carrizal antes de retomar la ruta 52. Azules, violetas,
rojos, amarillos, verdes en las montañas. Arcillas de colores imposibles. Después

1Este texto forma parte de Puna, editado por Elena Bossi en 2012. Lo incluimos en este libro, con autori-
zación de la editora, porque enriquece el diálogo con los demás ensayos que lo integran.

111
de las cuatro o cinco de la tarde, es el momento en el que las tonalidades brillan,
las diferencias resaltan.
Nos introducimos en un mundo ancestral, originario, atávico donde la gente
vive como hace doscientos años. Aunque exista internet, las casas se construyen
con las mismas técnicas; aunque las abuelas se quejen de los nuevos tiempos y
renieguen de los cambios, la Puna parece aplazarlos. Es parte importante del
atractivo, de la fascinación que ejerce sobre el viajero: encontrarse de pronto en
un espacio primigenio, incontaminado, sin edificios, sin luces estridentes que
apaguen las estrellas.
Es que la misma geografía hace difícil que el hombre la recorra. La Puna se
gana, demanda un esfuerzo, algún cansancio para ser alcanzada. Como su gente,
se merece el trabajo para llegar a conocerla. Fuerte, grande, impresionante, car-
gada de sentido, de historia, de cultura, de mitos, de vida. La Puna es Puna a
pesar de. A pesar del terrible intento de erradicación de lo previo, a pesar del
intento de borrarla. Es un territorio cercado por el prejuicio y el miedo de las
ciudades. Es una comarca que resiste y atrapa. Muchas son las amenazas que los
habitantes de las ciudades descargan sobre el viajero para advertirle; previenen
en exceso. Suelen asustarlo con los efectos de la altura. Muchos habitantes de la
región, jamás se acercan, no la recorren, transmiten un miedo cargado de sentido
casi supersticioso. Viven cerca del milagro, pero no se atreven a atravesarlo y
prefieren suponer que no hay nada allí. Existe en algunos ambientes un descrei-
miento por la cultura andina del país; es un rechazo que significa rechazarse a sí
mismo. Es comprensible. No es un territorio que todos puedan soportar. En-
frenta con uno mismo, con los propios orígenes, con los propios miedos. Miedo
de no ser el que domina, vergüenza de asumir la identidad humilde de la propia
pequeñez frente a la tierra. La Puna enseña una lección de modestia.

112
Arquitecturas fantásticas y pánicos morales
(en torno a la producción de la ciudad popular)

113
114
Arquitecturas Fantásticas
Melina Gaona
CONICET /CEHCME-UNQ

Existe únicamente un ver perspectivista; y cuanto mayor sea el número de afectos a


los que permitamos decir su palabra sobre una cosa, cuanto mayor sea el número
de ojos, de ojos distintos que sepamos emplear para ver una misma cosa, tanto
más completa será nuestro “concepto” de ella, tanto más completa será nues-
tra “objetividad”.
Friedrich Nietzsche, La genealogía de la moral.

La interpretación da por supuesta la experiencia sensorial de la obra de arte,


y toma a ésta como punto de partida. (…) La nuestra es una cultura basada
en el exceso, en la superproducción; el resultado es la constante declinación
de la agudeza de nuestra experiencia sensorial. Todas las condiciones de la
vida moderna —su abundancia material, su exagerado abigarramiento— se
conjugan para embotar nuestras facultades sensoriales. (…) Nuestra misión
no consiste en percibir en una obra de arte la mayor cantidad posible de con-
tenido, y menos aún en exprimir de la obra de arte un contenido mayor que
el ya existente. Nuestra misión consiste en reducir el contenido de modo de
poder ver en detalle el objeto. La finalidad de todo comentario sobre el arte
debiera ser hoy el hacer que las obras de arte —y, por analogía, nuestra expe-
riencia personal— fueran para nosotros más, y no menos, reales.
Susan Sontag, Contra la interpretación.

Como punto de partida presentamos un par de fragmentos que, como pala-


bras de antesala, juegan a contradecirse o se alejan el uno del otro. Los retoma-
mos asumiendo la distancia sensorial, perceptiva y emotiva que parecen oponer
a un objeto cualquiera y a una obra de arte. Apuestan y se comprometen con lo
que significa mirar y sentir. Con ello, interpretar, tratar de dar sentido a algo que,
ambos asumen, se escapará de todas formas a cualquier concreción sintética al-
canzable. Podríamos dejar abiertas de antemano, también a modo de premisas,
las preguntas que se hace Grüner al respecto de lo planteado por Sontag:

115
¿no se ve que la interpretación no es un mero intento de 'domesti-
cación' de los textos, sino toda una estrategia de producción de nue-
vas simbolicidades, de creación de nuevos imaginarios que constru-
yen sentidos determinados para las prácticas sociales? ¿No se ve que
la interpretación es, en este registro, un campo de batalla? (1995: 11-12
– cursivas en el original).

Esta es la intención con la que interrumpimos una escena de todos los días
para atravesarla de lecturas, discutiendo así también su estatuto artístico y pro-
ductivo social.
El escenario elegido dialoga con la ciudad de San Salvador de Jujuy en su
conjunto. La ciudad opera como marca fuerte que cimienta de manera condi-
cionante las razones y contradicciones que se desarrollan como parte de la con-
formación de un colectivo multitudinario en términos de organización barrial –
la Tupac Amaru–, en general, y con la obra en cuestión, un lugar en particular.
Someramente, podemos caracterizar a la Tupac Amaru como un movimiento
colectivo de proyección comunitaria y asamblearia, articulador de demandas de
clase, indígenas, de ciudadanía y de género y sexualidades, que durante lo que va
de este siglo ha convocado a decenas de miles de personas sólo en la provincia
de Jujuy (con alcance y posicionamiento a nivel federal), convirtiéndose en uno
de los empleadores más relevantes de la época; más aún, se ubicó como interlo-
cutor político de trascendencia histórica sobre el cual ha pivoteado la política
local. A partir de esta envergadura, la organización construyó miles de viviendas,
media decena de fábricas, centros educativos primarios, secundarios y terciarios,
centros de atención a la salud y a la rehabilitación integral de las personas, cen-
tros integrales comunitarios, polideportivos, un centro cultural, y decenas de pi-
letas. Toda esta obra se encuentra distribuida en la provincia de Jujuy, y de ma-
nera más acabada generando un entorno íntegro para el desenvolvimiento de la
vida cotidiana de sus habitantes en el ‘cantri’ construido en Alto Comedero.
Habiendo sorteado un detenimiento más profundo en otras imágenes des-
tacadas de este colectivo, para esta lectura nos movemos puntualmente entre la
ciudad en su conjunto y un fragmento del barrio construido por la organización
elegida, en razón de comprender los flujos, articulaciones y reubicaciones de un
orden sociocultural en la ciudad, cómo las expresiones han reactivado deseos y
activado otros sentidos locales en torno a la ciudadanía, el capital, el mercado y
el consumo, y los modos de pertenencia más tradicionales.
El territorio elegido para el análisis consiste en un parque temático, un par-
que acuático y una construcción réplica del templo de Kalasasaya y las Puertas
del Sol y La Luna. Tomamos al parque del barrio como imagen central, como

116
materialización máxima de conscientes e inconscientes deseos colectivos. Lo
consideramos una probable brújula de las pretensiones multitudinarias y un des-
pliegue de espejismos que nos convocan a imaginar sentidos inconclusos en ra-
zón de la búsqueda metonímica de este deseo.
Generamos una serie de miradas múltiples a expensas de una misma escena,
sin pretensión resolutiva. El ejercicio pretende abrir distintas vías críticas que no
son ni contradictorias, ni coherentes. Al sustraer de una imagen su ambigüedad
podemos intentar profundizarla y complejizarla indiciariamente; observar y es-
timar un abanico de sentidos apelables, sin por ello asumir que es viable expli-
carla o traducirla. Así, a sabiendas que un ejercicio de este tipo parece “violentar,
reajustar, recortar, omitir, rellenar, imaginar, falsear, y todo lo demás que perte-
nece a la esencia del interpretar” (Nietzsche, 2011: 179), lo hacemos sin inten-
ción de reducirlo o alterarlo de manera última.
Este parque y el cantri de la Tupac –como fue nombrado desde un principio–
fueron construidos en la zona sur de San Salvador de Jujuy por cientos de mili-
tantes de la organización en un territorio topográficamente complejo, de desni-
veles, de suelo árido y seco; en realidad, a contrapelo de su desarrollo, poco apto
para la edificación y la vivienda. Este territorio se configura como el sector más
populoso y popular de la ciudad, un fenómeno de explosión demográfico de
magnitud sin antecedentes en la provincia, Alto Comedero.
Sin embargo, por momentos en el texto parece un espacio vacío el que re-
latamos. Viene a la par de los embates más actuales contra el conjunto de la
organización, como sobre sus estandartes simbólicos, procurando que a partir
de la descripción fragmentaria de la obra se puedan ver las numerosas volunta-
des, pretensiones y apuestas que lo alzaron, territorializándolo de cuerpos que
en definitiva lo hicieron, lo habitaron, y aún lo usan y lo viven día a día frente a
las estocadas certeras.
Estas lecturas sobre el parque están motivadas en razón de diferenciarnos
de otras maneras de abordar la situación de esta organización multitudinaria. El
sentido común –tanto político como analítico– ha dictado sopesar su rol histó-
rico ya sea en términos productivos economicistas, o a partir de las inclinaciones
políticas partidarias, o en base a las relaciones y el ejercicio de poder internas, a
modo de vara que busca ubicar su interpretación en afecciones positivas o ne-
gativas. La posición aquí planteada es que este fenómeno multitudinario muchas
veces ha practicado acciones dispuestas para la afección, pero que lo puesto en
juego no necesariamente va por los carriles de lo útil y/o lo favorable, y de sus
contrarios para el ojo denunciante. Y que son esas otras afecciones las que aquí
rastreamos.

117
1. La experiencia del panorama público1 en escena
El parque, dividido entre el espacio temático, el acuático, y el del templo, se
encuentra emplazado en un sector central del barrio en relación con las cuatro
mil viviendas (aproximadamente) construidas por la organización Tupac Amaru
en un poco más de diez años.
De frente a la entrada del parque temático se presentan dos figuras de lobxs
sentadxs con las camisetas de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, celestes y blancas
(cada uno de ellxs, en una androginia que escapa de cualquier evidencia generi-
zante a priori). Los juegos del parque –toboganes y hamacas– son figuras de ce-
mento de dinosaurios, retomados de la película estadounidense ‘La Era de
Hielo’, y duendes, del dibujo animado argentino ‘Los peques’. Además hay es-
parcido por el lugar pequeños autos antiguos de cemento y varios puentes de
madera. Rodean el parque unos quinchos con techo de paja, mesas y algunos
asadores. Se construyeron también en este predio dos canchas de básquet y fút-
bol cinco en cemento, que han sido utilizadas como espacio de reunión asam-
blearia.
Detrás del parque temático se encuentra el parque acuático. Éste, que es el
complejo de piletas más grande de la ciudad, está conformado por varias piscinas
encadenadas que dan forma a la imagen del mapa de la provincia de Jujuy. De
un lado, se construyó una cascada con esculturas de pingüinos; del otro, dos
lobos marinos de grandes dimensiones al borde de la pileta –réplica de los lobos
de Playa Franca en Mar del Plata–. Además, sobre la pileta se han dispuesto
barcos, toboganes y puentes. Esta pileta es la postal más recurrente para evocar
la obra de la organización, postal que dispone de fondo centenares de viviendas
coloridas en hilera.
Quizás, la imagen más imponente de todo el parque es la obra de aproxima-
damente 8.000 mts², réplica del templo de Kalasasaya de Tiwanaku, Bolivia. Este
templo consiste en una pirámide escalonada de cemento, en cuya base superior
se albergan las réplicas de los monolitos del Fraile y el Ponce, además de los
rostros esculpidos en piedra a lo largo de muchas de las paredes de la obra; cada
uno de estos elementos acorde con los del templo original. También en la cima
del templo, se centraliza la Puerta del Sol con vista de frente a gran parte del
barrio. Esta puerta apunta al Este, calculando el alba en dirección a las serranías

1Aquí se utiliza panorama como concepto al que aluden Benjamin (2005) y Buck-Morss (1995) acerca del
artefacto artístico del siglo XIX que artificialmente le permitía a un espectador observar a través de gigan-
tescas obras circulares distintas escenas naturales, históricas, de ciudades, etc. El espectáculo era, aunque
público, de experiencia individual. Y le permitía al sujetx trasladarse visualmente entre escenario y esce-
nario de manera no secuencial.

118
de Zapla. A cada lado de esta puerta sobrevienen las figuras de Tupac Amaru y
Micaela Bastidas, cada una de ellas esculpida mirando de frente a la parte más
extensa del barrio.
Toda la obra se emplaza entre los primeros sectores del territorio cons-
truido. Limita con el estadio de fútbol José Gabriel, con la tercera etapa de vi-
viendas, de alrededor de veinte construidas, con el Centro Cultural del barrio,
con el colegio secundario y, de espaldas, con un barrio ajeno a la organización,
construido por el Instituto de Vivienda y Urbanismo de Jujuy, sobre el que se
levanta un paredón a modo de barrera directa.
El conjunto de la obra no ha sido construido como una escena para una
experiencia meramente contemplativa, sino que su cotidiana habitabilidad ha
modificado de pleno su modo de ser, su forma y su incorporación a un régimen
valorativo y de pertenencia con el entorno. Las consideraciones acerca de su
condición actual y de la escena como parte de un paisaje corroído son presenta-
das al final del capítulo.

2. Observaciones previas
El exceso, la artificialidad y las ironías percibidas se presentan como terreno
para recorrer de manera crítica la seriedad y la teatralidad satírica de un deseo
común. La intensidad del parque puede hablarnos del deseo como voluntad am-
biciosa y re-inventiva; atravesador de la formación colectiva, ni secreto, ni
oculto, sin auras de vergüenza; un axioma radical reformulante (Guattari y Rol-
nik, 2006). Puede interpretarse como un deseo violento en tanto parece forzar a
su medio.
Que cada parte parezca tanto premeditada como azarosa es coherente con
un proyecto de prácticas resbaladizas, el cual, sin embargo, puede llegar a reve-
larse de manera más nítida en este tipo de expresiones visibles.
Cabe aludir a la experimentación fáustica presente en esta y en muchas ins-
tancias movilizadoras de la organización, como imagen ambigua y movediza,
deseante, a expensas de más, siempre desarrollista.
La presencia ubicua de la comunidad2 en el desarrollo de la experiencia del
individuo es parte de una fórmula de existencia que ha predominado en la orga-
nización y en cierta medida se ve consagrada en esta obra. Tiene la intención de

2 Cuando hacemos alusión a la comunidad referimos, más que a las formas clásicas en la que se presenta
en la modernidad, como dispositivo disciplinante, presencia multiforme, anónima, de concebible peligro-
sidad; al esfuerzo de búsqueda de completitud como principio inmanente, interpretado a veces como
reciprocidad; de cierta inaccesibilidad racionalista (Blanchot, 2002).

119
abarcar –sin separar, ni fisurar– como un todo coherente el ocio, el trabajo, la
espiritualidad y la política.
El estímulo por considerar cómo es lo que es3 esta obra genera preguntas que
guiarán el resto del capítulo: ¿Qué se cuestiona de la ciudad trazada al construir
un templo indígena como epicentro barrial? ¿De qué manera y qué demandan
en esta concatenación simbólica? ¿La Tupac se ha corrido así del debate por la
producción y la utilidad, por lo bueno y lo malo del hacer, creando materialida-
des espaciales en un registro diferente de la moral de las necesidades o de las
rendiciones? ¿Nos habla de otra racionalidad económica en lo que ha decidido
hacerse? ¿A qué se apela con esta materialidad si se la interpreta como una obra
con excesos? ¿Y en cuál de estas cuestiones abiertas se pueden rastrear motivos
para la fijación de la obra tanto para la ponderación como para su destrucción?4

3. La réplica, la copia y la fantasmagoría5


La mostración de los objetos en el parque se presenta al juego en términos
de valor exhibible. Más que su uso o su posibilidad de cambio, se reactiva el
placer desde un lugar diferente, espectacular, que no tiene que ver con la pose-
sión, aunque sí con la experiencia de consumo.
La dislocación entre clase, posesión y consumo, quizás sea de los elementos
más gravitantes para el análisis de la Tupac en su conjunto. La exhortación al
consumo es convocada tanto como mito del progreso social más moderno;
como haciendo de vía alternativa (o desviada) de los parámetros de pertenencia
capitalista más recientes.
Este parque parece hacer culto a un tipo de consumo, al fetiche espiritual y
a la promesa del acceso, traducidos todos en embellecimiento urbanístico y mo-
numentalidad, como fórmula del mejoramiento social.
Lo colosal de la obra se vale de las decenas de réplicas que en términos de
signos encierran, además de los vastos sentidos previos (y debido a las circuns-
tancias en las que se hunden), indicios de transformaciones simbólicas para los
elementos allí presentes. Parece mostrarse como esa necesaria restauración de

3 Esta pregunta alude, casi a modo de cita textual, a un pasaje tan relevante como conocido del final del
ensayo “Contra la interpretación” de Susan Sontag (2008).
4 Estas preguntas no guardan ninguna afirmación de antemano, sino que se entablan como incitaciones

reflexivas que no concretarán respuesta resolutiva en este capítulo.


5 Este punto está movilizado por lecturas acerca del carácter preeminente de la modernidad, como Ber-

man (2011), Benjamin (2005) y Buck-Morss (1995).

120
una promesa histórica, a partir de una expresión de la espiritualidad y el capita-
lismo que en la relación sujeto-objeto equipara y profana símbolos de la más
diversa índole (Berman, 2011; Buck-Morss, 1995).
Es la melancolía que provocan algunos de estos símbolos la que los hace
emerger de manera más visible en su actual acontecer como huella de la fragili-
dad de la cultura (Benjamin, 2005). Esta fragilidad se ve también expresada en
la parodia que supone cada elemento imitado, al derivar sobre un nuevo sentido
(disidente) del que hacía parte en un procedimiento original. Quien lo enuncia,
el contexto y el uso los refuncionalizan en un valor tangencialmente paródico.

4. La ciudad indígena6
La réplica del templo indígena descripto podría reconocerse a prima facie
como un desgaste ornamental de los signos (Rivera Cusicanqui, 2012), un for-
zado emblema a modo de alegato para la cohesión comunal, en razón de una
complicidad inadvertida con cierta ‘nostalgia imperialista’ de época (Rosaldo,
1989), de lo que debió haber sido la historia del pueblo.
Sin embargo, se reconoce que los sentidos normalizados de la ciudad de San
Salvador de Jujuy se construyen aun narrados en términos de una figura de lo-
calidad ideal abonada y restituida por los elementos más visibles a partir de los
cuales se caratula el delineamiento de identificación univoca pretendido por los
sectores hegemónicos7. Esta configuración ideal se presenta fenotípicamente
blanca (de ascendencia europea o, en menor medida, árabe8), argentina (en con-
flicto y negación con la proximidad boliviana), católica, gaucha heroica (cohe-
rente con el nacionalismo criollo del siglo XX) y con necesidad de lo urbano
como contrapartida de aquel territorio/paisaje etnificado, patrimonializado y
fronterizo, que suponen la puna y quebrada provinciales (Gaona, 2017)9.
Así, la espectacularización de lo indígena en la ciudad puede percibirse, en
cambio, como signo eficaz, ante una operación urbana por desindigenizar la ciu-
dad y por etnificar el interior provincial. La presencia de este símbolo indígena

6En este punto señalamos algunos argumentos contrastando perspectivas poscoloniales.


7Con la intención de delinear grosso modo estas articulaciones hegemónicas locales podemos recuperar
como parte de las escenas visibles que aportan a su constitución, entre otras, a la Fiesta Nacional de los
Estudiantes (desfiles de carrozas, elecciones de reinas), las conmemoraciones anuales del Éxodo Jujeño,
el símbolo deportivo del Gimnasia y Esgrima de Jujuy (el lobo jujeño), las celebraciones y peregrinaciones
populares cristianas de la Virgen de Río Blanco y Paypaya. Además del Carnaval, en el que los sectores
hegemónicos –rotulados como experiencia popular anual– se permiten hablar y habitar jolgoriosamente
el interior no urbano.
8 Lo blanco, como se percibe, se presenta como marca geopolítica.
9 Esta conceptualización se hace basándonos sobre todo en lo ya trabajado por Burgos, 2014; García Var-

gas, 2010a; Ficoseco, 2007; Caggiano, 2005; Karasik, 1994; Belli y Slavutsky, 1994; entre otros.

121
no es ni ornamental, ni pintoresco, sino que puede trascender como elemento
crítico interno, como presencia incómoda que habla a partir de elementos cons-
truidos concatenadamente en comunidad10. Lo que se dice, lejos del ventrilo-
quismo global (y local) que intenta insatisfactoriamente representar a lo dife-
rente, es voz y performación de aquellos que habitan la ciudad y que habitan este
barrio. Y esa voz es un llamado a la imaginación, concretado en el paisaje ch’ixi
(Rivera Cusicanqui, 2010).
Lo ch’ixi como metáfora qhichwa habla de la conjugación de elementos di-
ferentes sin subsumir uno a otro, tejido de materiales opuestos que no se dan
como fusión desproblematizada, sino como trama heterogénea, filigrana en la
que coexisten tanto antagónica como complementariamente texturas diversas.
Esta trama cheje nos permite considerar un tipo de territorialidad en la que se
reconozcan figuras renovadas del hacer colectivo y un territorio resultado del
proceso permanente de las formas organizacionales de regionalidad actual.

5. Dinosaurios jujeñxs11
En parte Disney, en parte Fox, hechos en chapa y cemento, los juegos y las
figuras prehistóricas podrían presentarse como tácticas de apropiación irreve-
rente de símbolos de consumo y de prestigio.
Incluso parecieran haberlos burlado al emplazarlos como uno más de los
pliegues especialmente materiales de la comunidad y la reciprocidad. De alguna
manera parecen actuar y narrar los imaginarios globalizados neoliberales en una
inteligibilidad otra, que podría no traducirse de entrada como fetiche mercantil,
sino ejercer una producción ingeniosa por la cual en la misma operatoria por
hacer propios símbolos formulados específicamente como emblemas eyectores
del mercado se hayan materializado condiciones para vivir mediante una econo-
mía comunitaria del espacio. Los imaginarios de consumo parecen ser desafia-
dos de lleno al hacerse acreedores de sus signos, performándolos propios en la

10 En este punto, al hablar de comunidad lo hacemos configurando un sector de la población que en gran
medida se ve conformada por sectores migrantes que, por un lado, se vieron forzados a 'drenar' las regio-
nes de puna y quebrada como elementos ya fragmentados a partir de la operación crónica de confina-
miento excluyente que marginalizó a los habitantes de esta región, tanto del proyecto político nacional,
como del provincial; y, por otro lado, por procesos más recientes de vaciamiento de polos productivos
empresariales en la zona de las yungas y los valles más próximos.
11 La intención en este punto es tratar de percibir distintos modos de comprender la experiencia del capi-

talismo contemporáneo.

122
copia12. Esta materialidad parece deslumbrar cierta potencia para exceder los
imaginarios más simplistas de dominación cultural.
Esta escena no es armoniosa, ni complementaria con el capital, sino que
pudo abrir un camino aparentemente disfuncional (Segato, 2012). Aunque, bien,
podría interpretarse como coherente con el carácter de la modernidad occiden-
tal, desde este occidente, al ser la ironía la que moviliza la obra, dado que la
profanación de las imágenes sagradas del mercado resulta parte de los movi-
mientos dialécticos inherentes a la readecuación permanente de la modernidad.
En definitiva, como repite Berman “todo está preñado de su contrario” (2011:
8).

6. ‘Veranee con la Tupac’13


La plaza está rodeada de calles de tierra, por supuesto. La aridez y la dureza
del suelo en Alto Comedero hacen que cada vehículo que circule deje un tendal
de polvo que se cuela por las orejas y las narices. El gris de las escalinatas del
templo indígena y el beige de los techos de paja en los quinchos, contrastan con
los cuerpos de los duendes y los dinosaurios, en amarillo, rojo y naranja, pero
sobre todo con el cemento pintado de celeste, con forma de bota que hace a la
vez de pileta y de provincia.
‘Veranee con la Tupac’ manifiesta la pintada en los perímetros del predio
del parque acuático. Esta leyenda no pretende ser conciliatoria. Si bien concede
el terreno, invitando a compartir, lo hace sobre todo para sentar la evidencia de
una actitud históricamente negada. Esto no es tanto el llamado a la caída de la
breva para el que no recibía, sino el sojuzgamiento del que no compartía.
Es que esta pileta apunta a ser el pivote más revelador de una serie de ima-
ginarios colectivos locales. Al menos dos reguladores de status de la región y la
ciudad se pondrían en juego porque ir a la pileta y vacacionar en Mar del Plata 14
(adonde nos trasladan esos lobos marinos) no son actividades para cualquiera.

12 Dos interpretaciones al respecto. Primeramente, que la copia no puede reconocerse linealmente como
parte del hiperproductivismo mercantil de época, sino que más bien es acción que difracta transformando
(Haraway, 1999). Por otra parte, que la copia se corresponde con la pérdida de la singularidad de por sí
dada en las condiciones artísticas contemporáneas y que el valor político de esta experiencia de exhibición
es su modo de habitabilidad (Benjamin, 2003).
13 En una misma línea con los puntos anteriores, este apartado se pregunta por la convivencia en el capi-

talismo, pero desde las tonalidades más específicamente locales.


14 La ciudad costera se encuentra ubicada a dos mil kilómetros de San Salvador de Jujuy.

123
Pero además se apela a la pertenencia: a la argentinidad15 del lobo marino
como imagen de la playa nacional y a la irreductible condición peronista que
tienen los gordos símbolos del veraneo popular-obrero. Principio identificador
nacional, los lobos marinos son también aspiraciones hasta ahora negadas: el
ocio permitido para quien trabaja, veranear y vacacionar. Se denuncia al símbolo,
pero, nuevamente, se lo hace propio. Se invita al veraneo pero se remarca a
quiénes debería pertenecerles.
Junto a los lobos se conforma una tríada simbólica en el parque acuático que
hace imaginar un país y una época: toda la provincia de Jujuy, como forma puesta
en mapa para ser observada desde el templo; los lobos marinos que retrotraen a
la costa rioplatense y al horizonte utópico obrero mencionado; y la última arista,
que alberga a la aún más artificiosa presencia de los pingüinos patagónicos, cuya
puesta al sol en los márgenes de la pileta y en este barrio es sólo interpretable en
base a la apariencia monolíticamente alineada con un proyecto político con ori-
gen en esos confines.
Toda esta exhortación al ocio zigzaguea permanentemente con las aspira-
ciones de pertenencia y los símbolos del auto-desarrollo individual y, en clave
histórica nacional, con el desarrollo económico de las clases populares trabaja-
doras.

7. El derroche como exhibición16


Cuál parece ser la cualidad más reconocida y valorada de este proyecto or-
ganizacional para sus adeptos, sino la masividad de la obra en general, la gestio-
naria y la necesaria: la que ha ‘otorgado’ condiciones de bienestar, fácilmente
aprehensibles –el techo, la salud, la educación.
Sí, tanta imperiosa necesidad habitacional, aquí truncada por el gasto “im-
productivo”. Decenas de miles de ladrillos apilados, consumidos, gastados. Des-
gaste ornamental. Incoherencia por el derroche de la producción. Sin embargo,
posible potlatch alternativo local.
Entre el número, el gasto, la masa, la obra desmedida, no se percibe un aura
de racionalismo envilecedor del esfuerzo, del desgaste o de la pérdida. Aunque

15 Esta proposición de identidad homogénea nacional se utiliza de manera crítica, asumiendo la exteriori-
dad obligatoria que requiere una conformación colectiva de este tipo. Advertimos que recurrimos a una
articulación de la identidad en estos términos y a una expresión de este tipo, como muchas de las expre-
siones vertidas sobre este apartado, solo a nivel de movilización deconstructiva de dicha sentencia.
16 En este apartado oponemos el contraste entre una lectura más “inmediata” y cotidiana local y una

delirante exposición foránea para pensar en lo sacrificial como competencia hacia el prestigio y la imagen
pública.

124
existe un comportamiento agonístico, no parece ser el principal movilizador del
derroche de materia. Existe una promesa de concreción de algo inconmensura-
ble y ella parece ser la que ha movilizado la acción (Bataille, 1987).
Estos excesos son una afrenta a la moral de la necesidad por la que transita
la experiencia comunitaria de estos sectores. Porque si como colectivo surgieron
de la necesidad urgente, lo generado requeriría servir. A qué servirán entonces.
Es que la moral cristiana moderna no adscribe al gasto fastuoso público, no
concibe el derroche como función social positiva. Quizás por eso no se cons-
truyó una iglesia frente a esta plaza, como sí se hizo en el resto de las localidades
aledañas. Quizás porque estos excesos tienen otras razones y sentidos regiona-
les, planteados desde una racionalidad económica diferente, mas no incoherente.
Así como quien hace la invitación abierta para la fiesta de carnaval, o para la
pachamama en su casa; o aquel que vuelve al pueblo y ostenta los frutos de lo
conseguido. Como quien invita a lo suyo demostrando no sólo que puede, sino
que tiene de sobra. La ‘propiedad positiva de la pérdida’ (Ibíd.) tiene valor de
reubicación jerárquica en el alarde de quien puede gastar. Y este es así un gasto
logrado.

8. Lobxs y cuerpos visibles17


Pareciera no haber margen para la duda. La identificación por medio del
fútbol echa mano al repositorio más clásico de los símbolos de adecuación al
ideal y a la norma. En el caso local: el lobo es jujeño, el lobo representa y es
todos los jujeños18 y el lobo es masculino.
Y así, la presencia de los dos lobos en réplica, parece un reaseguro de la
estabilización de las figuras y los roles en y a través del fútbol. Aunque como se
mencionó en un primer momento, a primera vista se hace difícil una distinción
evidente del género de cada unx de ellxs. Hasta parece inquietante notar la pre-
sencia de una figura de apariencia femenina en torno al deporte, aunque ya de
antemano en este contexto se acople al subgrupo futbolero de integrantes de la
organización llamado ‘La banda de la flaca’ (en alusión al liderazgo de Milagro
Sala). Cabría pensar en lo que fue la posibilidad de una rearticulación de género

17 Este punto se presenta a las claras con una intención interpretativa post-feminista, desde autorxs clá-
sicxs en esta línea como Butler (2008, 2005), Preciado (2007) o Platero (2009).
18 Burgos (2014) presenta críticamente la manera en la que en las últimas décadas y hasta la actualidad,

el club Gimnasia y Esgrima se erige como estandarte identificatorio clave de lxs jujeñxs y la manera prác-
ticamente catacrética en la que Gimnasia se hace Jujuy.

125
en los liderazgos clásicos en las hinchadas, aunque esta experiencia haya ads-
cripto sin búsquedas de mayores fisuras al ejercicio más tradicional y virulento
del aguante deportivo.
Podríamos imaginar que estxs lobxs se desdoblan haciendo gráficas las con-
tradicciones permanentes entre las que se desarrolla todo el movimiento, entre
la norma y la adecuación más jerárquica y los devenires más fronterizos. Si es un
lobo varón contentaría a cualquier ojo heteromasculino: musculoso, de pectorales
marcados y piernas fibrosas, atlético, de mirada feroz. Y si es un lobo mujer, qué
hacer al respecto de la contextura física que presenta, considerando además que
despliega pechos y cabellera larga, consiguiendo feminizar esa figura tan cara a
uno de los elementos más eficaces del repertorio de sostenimiento identitario
hetero-patriarcal-masculino, tan férreo en la provincia.
Puede que esta mirada peque de universal: el ojo asume primero a un mas-
culino y da por sentado de que la diferencia se establece en la operación femini-
zante del cuerpo. Parece construir una versión fantasmática de la mujer a partir
de la imagen del varón.
La elaboración paródica también puede imaginarse mediante la construcción
de una feminidad con evidente potencia física, todo eso que no debe ser frente
al canon estético y a las prácticas que se le requieren; virilidad y fortaleza en
contra de la modelación cultural del género.
Podríamos también sugerir que la actitud de distorsión del femenino y el
masculino en ambxs lobxs manifiesta que la forma extravagante se impone rede-
finiendo el contenido original; es decir, que en la enunciación masculina de la per-
tenencia futbolera, puede existir un guiño, una ruptura inadvertida de las fron-
teras hegemónicas del género, por la cual la paradoja se expresa en que la mate-
rialización más evidentemente masculinizante del parque (ese lobo jujeño), se
estetice en una categoría de género aparentemente inválida: representacional-
mente ¿lobx andróginx? ¿lobx trans? ¿lobx drag?

9. Reapropiación simbólica y apuesta camp


Se puede pensar otro tipo de desbordes sensoriales y significantes trastro-
cando sentidos previos, convirtiendo una cosa en otra distinta. La conjugación
espectacular que han conseguido con el conjunto del parque transita tanto la
ironía y la seriedad, como lo sombrío y lo festivo.
Se aprecia cuando se han incorporado al privilegio del ocio moderno y lo
han satirizado en la marcha; en la ritualidad esotérica del templo indio hecho
para lxs coyas de la ciudad; en la androginia estilizante (y feminizante) del lobo,

126
bastión del aguante masculino futbolero; al montar lo prehistórico, lo mitoló-
gico, lo mítico y lo peronista como parte de una misma esencia común.
El travestismo más elegante de los símbolos ciertamente ha permitido co-
rromperlos cuando, ya siendo propios, la ironía de que lo sean logró hacer ve-
rosímil la sátira. Y ahí, en la seriedad que comporta la ironía, yace la reescritura
más crítica como forma de cuestionamiento social. Planteamos, un paso detrás
de la institucionalización del devenir multitudinario, la búsqueda más delirante
de los sentidos porque así parecen darse, a modo de expresión crítica cuando se
manifiestan primariamente.
La valoración en estos términos, en este registro está dada por proponer
otra lectura de los posibles, por no apegarse ni creerse de lleno ninguno de los
bordes identificantes extremos de cada elemento, pero también porque cuando
teatralizan al ideal, reconstituyen la demanda en deseo y en placer adquiridos.
La alusión a lo camp como parte de las reflexiones viene directamente ins-
pirada de lo planteado por Sontag hace medio siglo, no como cese en la proble-
matización de lo planteado en este apartado o de las estructuras fundamentales
que definen a la Tupac, sino como otra vía de apertura crítica necesaria. El plan-
teo de la autora refiere a un tipo particular de percepción del mundo y a una
autoría provocativa. El parque aparenta ser un lugar que evidencia las posibili-
dades de un programa que promueve la explotación política de la alteridad como
vía para la crítica y el empoderamiento político colectivo.

10. Postdata. La postal corroída


“Es de todxs y es de nadie” es la justificación para que ambas acciones, la
destrucción y la desidia, dejen en evidencia lo inhóspito de Alto Comedero, lo
relevante del afanoso cuidado día a día, y -más polemizado aún- lo trascendental
de la áspera intervención protectora del terreno. Aquel episodio lanatesco es la
prueba de la imperiosa necesidad de la salvaguarda sobre el parque y sobre la
comuna.
El parate abrupto en la existencia de este parque en su forma hasta aquí
descripta tiene la función de la sustracción de su razón de ser cotidiana y simbó-
lica para quienes lo hicieron. Pero además, y con mayor contundencia, procura
como consecuencia una transformación sociopolítica basada en la experiencia
de la discontinuidad, en el reconocimiento de la precaridad, en hacer saber de la
fragilidad de la cosa, del terreno, de los cuerpos y de lxs sujetxs.

127
Es claro que no se escuchan explícitos consentimientos de la profanación
de lo profanado por estos días; sí, en cambio, inadvertencias de catástrofe ines-
perada.
Hacia el futuro el legado probablemente no sean (solo) las imágenes recu-
rrentes solidarias como parte del repertorio a posteriori de los Derechos Huma-
nos; sino, de manera más directa con sus productorxs la experiencia de sustrac-
ción continua de lo que les fue propio, y la actualización en sus trayectorias del
no merecimiento de lo que, una vez más, les es ajeno.

Bibliografía
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129
Invasiones en tierras de nadie.
Metáforas sobre la producción del hábitat popular
en la prensa gráfica de Salta
Ana Laura Elbirt
UNSa/UNJu

Nadie sabe mejor que tú, sabio Kublai, que no se debe confundir nunca la
ciudad con el discurso que la describe. Y sin embargo, entre la una y el otro
hay una relación.
Ítalo Calvino, “Las ciudades y los signos. 5”

En las primeras semanas de enero de 2014 se produjo una movilización co-


lectiva que derivó en la toma de terrenos en distintos lugares de la ciudad de
Salta y municipios cercanos. Estos acontecimientos se instalaron en la agenda
de los medios de mayor circulación de la provincia. En este trabajo nos aboca-
mos al tratamiento periodístico de estos acontecimientos en el diario El Tribuno,
empresa periodística que ocupa un lugar fundamental en el esquema político-
ideológico y en la conformación del imaginario urbano local: el modelo de ciu-
dadanía ideal y los actores sociales legitimados para el ejercicio del gobierno so-
bre la ciudad.
Este artículo se inscribe en un proyecto más amplio1, cuyo propósito es in-
dagar en la producción de identidades urbanas en la zona norte de la ciudad de
Salta, área conformada por dos modalidades de producción del hábitat diferen-
ciables: barrios planificados desde políticas estatales de vivienda y barrios popu-
lares iniciados por acciones colectivas alrededor de la ocupación de terrenos fis-
cales, conocidos localmente como “asentamientos”.

1 Se trata del proyecto de investigación en el Doctorado en Comunicación (UNLP), con una beca CONICET.
Específicamente, este trabajo es producto del Seminario “Aproximaciones al Campo Comunicacional: Sub-
jetividad, Cultura Masiva y Configuraciones Sociales Contemporáneas” dictado por Vanina Papalini en
2013.

131
La lectura sobre el corpus pone énfasis en las metáforas que nombran a quie-
nes participan de la acción colectiva y al proceso de constitución de los “asenta-
mientos”. Estas metáforas codifican “el mundo” y tienen una incidencia concreta
sobre lo que pensamos, experimentamos y sobre nuestras prácticas.
En la primera parte del artículo exponemos brevemente algunos conceptos
vinculados a las construcciones metafóricas en los medios de comunicación,
para abordar, en la segunda parte, el análisis de las producciones periodísticas
sobre los acontecimientos de enero. Asimismo, como puede verse en el tercer
apartado, incorporamos como “fondo de contraste” los elementos narrativos
identificados durante el trabajo de campo previo en barrios populares de la ciu-
dad de Salta, realizado en el marco de la tesis de grado (Elbirt, 2013).

1. Apuntes sobre las construcciones metafóricas, los medios de comu-


nicación y sus “efectos ideológicos”
Las metáforas impregnan nuestra vida cotidiana (Lakoff y Johnson, 2001).
Estas figuras “ponen en relieve modos de captar y clasificar el mundo”, organi-
zando “la percepción y la comprensión del entorno” (Papalini, 2012:4). Al
mismo tiempo, estos modos de decir se cristalizan en la cultura y conforman un
reservorio de maneras de “pensar” sobre determinados actores y prácticas so-
ciales, y de “actuar en consecuencia” (loc.cit.).
Las metáforas se incorporan al lenguaje en tanto sistema de conceptualiza-
ción y simbolización, convirtiéndose en un mediador de la comunicación del
pensamiento en la sociedad. El lenguaje produce diversos tipos de conocimien-
tos que organizan nuestra relación e interacción con el entorno. En este sentido,
consideramos que la palabra (el lenguaje, el discurso) es un medio de comunica-
ción social que acompaña a toda creación ideológica en cualquiera de sus for-
mas/presentaciones, desde un film de ficción hasta una noticia en un periódico
local (García, 2002: 55).
De esta manera, estimamos relevante el lenguaje y la metáfora para los estu-
dios de la cultura (Hall, 2010: 59). En esta línea teórica, consideramos que es
posible ubicar este trabajo bajo “el paraguas” de los estudios culturales, entendidos
como un “conjunto de objetos, metodologías y problemas teóricos que navegan
entre disciplinas diversas” (Alabarces, 2008: 85), interrogando la cultura en su
relación tensa con la política y la economía. La cultura es leída en su politicidad:
las relaciones de poder están presentes en las maneras con las que los sujetos
sociales simbolizan el mundo y la experiencia. La heterogeneidad es parte de la
naturaleza misma de los estudios culturales, porque surgen de disciplinas, intere-
ses y tradiciones epistemológicas diversas (Hall, 2011:14). Lo que unifica a estas

132
investigaciones es “la conexión y la interacción entre cultura y poder” (Hall,
2011:15)
Sin embargo, los estudios culturales constituyen una reflexión y crítica al
marxismo ortodoxo que postula la superestructura como un “reflejo” de las re-
laciones de producción. La incorporación de las lecturas de Gramsci son funda-
mentales para estos análisis, porque introducen la diversidad de la superestruc-
tura y “las modalidades o mediaciones a través de las cuales la infraestructura
económica puede tropezar con la inercia o con la resistencia de creencias o de
comportamientos” (Mattelart y Neveu, 2004:65).
La cultura es un sistema significante que se construye y re-construye perma-
nentemente porque implica una lucha por la conquista del sentido común: por las
formas de clasificación e interpretación del mundo, formas que le dan contenido
a la experiencia, a la vez que organizan la práctica de los actores sociales. La
“hegemonía” es, entonces, el resultado de una lucha económica, pero también
político-ideológico-cultural que representan las relaciones de producción, con-
tribuyendo a reproducirlas o transformarlas.
En las sociedades contemporáneas los medios de comunicación se ubican
en un lugar central porque “han colonizado progresivamente la esfera cultural e
ideológica” (Hall, 2010:246), es decir, son espacios de producción simbólica que
actúan en las disputas por la hegemonía. Al respecto, Raymond Williams sugiere
una definición de “lo hegemónico” que no se limita a los “asuntos de control
político directo, sino que procura designar una dominación más general entre
cuyos rasgos claves se cuenta una manera particular de ver el mundo y la natu-
raleza y las relaciones humanas” (2003: 160). La hegemonía se diferencia de la
ideología, por cuanto no es la expresión de los intereses de una clase dominante,
sino más bien la construcción de un “sentido común”, es decir de una “realidad
normal” aceptada “por quienes en la práctica se subordinan a ella” (loc.cit).
Stuart Hall señala que el campo de acción principal de los medios de comu-
nicación masiva es la “producción y transformación de las ideologías”
(2010:299), entendiéndolas como el conjunto de imágenes y conceptos que pro-
porcionan el marco a partir del cual interpretamos y le otorgamos significado a
algún aspecto de la vida social2. Este autor, referente de los estudios culturales,
concibe lo ideológico como la esfera de lo vivido/experimentado y no como
una dimensión del pensamiento (ibid.: 231).

2 Sobre la cuestión de “las ideologías”, Stuart Hall considera que los medios son una de las instancias
institucionales a través de las cuales se diversifica el poder, pero esta expansión tiene sus restricciones y
resistencias. Es decir, los medios no son pasivos difusores de las ideas de la burguesía o de las clases
dominantes (2011:68).

133
Consideramos que, por los conceptos desarrollados en este apartado, los me-
dios modernos de comunicación producen y reproducen significaciones sociales acerca de la po-
breza y la desigualdad, y que éstas inciden en la conformación del imaginario urbano, en el
establecimiento de límites/fronteras espaciales y en la producción de identidades
sociales3. En este sentido, los medios de comunicación son una fuente funda-
mental (o principal) de la investigación social, en tanto en las sociedades con-
temporáneas éstos “han provisto formas de imaginación sin las cuales muchos
de los constructos que sostienen la vida en sociedad no hubiesen prosperado”
(García Vargas, 2008:1).

2. La “otra ciudad”: procesos de producción del hábitat popular


en Salta
El 11 de enero de 2014 se produjo una movilización colectiva que resultó
en la toma de terrenos fiscales en la zona sur de la ciudad de Salta, en las cerca-
nías de los barrios Parque La Vega y San Remo. Esta acción tuvo por objetivo
el reclamo de viviendas y una ampliación/democratización de las políticas habi-
tacionales. Luego de distintas instancias judiciales, el 17 de enero fueron desalo-
jados los predios, modalidad que tuvo un antecedente en agosto de 2012, en el
Asentamiento Ex Balneario (zona norte) y Asentamiento en Finca Valdivia
(zona sur).
La “toma” de tierras de principio de 2014 se inscribe en un proceso de
producción y gestión del hábitat popular en la ciudad de Salta que ha sido siste-
matizado por María Eugenia Sbrocco (1999). La autora menciona que existen
diversas categorías de barrios; en un primer grupo se refiere a la zona que con-
forma el casco fundacional, cuyo crecimiento se dio hasta fines de los años 1940.
En un segundo momento, destaca el rol central del sector inmobiliario en la urba-
nización de miles de hectáreas entre las décadas de 1950 y 1970. Como tercer
período establece la aparición de núcleos poblacionales ocupando tierras fiscales y priva-
das. En esta última etapa realiza una clasificación, por un lado, las tomas de tie-
rras conocidas como “Villas de Emergencia” que consistieron en pequeñas ocu-
paciones de los alrededores de áreas urbanas consolidadas (hasta la década de

3 En ciencias sociales existen dos grandes maneras de pensar la identidad. Por un lado, la esencialista que
sostiene que la identidad se conforma por rasgos “naturales” compartidos y, por el otro, la construccio-
nista que interpreta las identidades como configuraciones artificiales y dinámicas que surgen en la inter-
acción social. Nos posicionamos en la segunda línea, puesto que entendemos que las identidades son
construcciones inacabadas y sujetas a la contingencia. La identificación, como práctica de los procesos
identitarios, se configura a través de la diferencia porque “obedece a la lógica del más de uno” (Hall,
2003:16): no existe un “nosotros” sin un “otro” (su “exterior constitutivo”) y es en esa relación dialógica
que las identidades se consolidan.

134
1980) y, por el otro, la aparición hacia fines de 1980 de tierras de mayor exten-
sión reconocidas como “asentamientos”.
Por su parte, Sonia Álvarez Leguizamón (2010) explica que durante las dé-
cadas de 1960 y 1970 predominó el uso de la categoría “villa” y que la solución
desde el Estado durante la última dictadura cívico-militar fue emprender violen-
tamente la erradicación de estos núcleos poblacionales, negando toda posibili-
dad de compra de los lotes o de su legalización.
María Ángela Aguilar y María Eugenia Sbrocco (2009) señalan que como
parte del proceso de reestructuración del Estado a partir de la década de 1990,
la ciudad de Salta se expandió por medio de dos formas de urbanización. Por un
lado, “los asentamientos” que surgieron en diferentes zonas de la capital y, por
el otro, un tipo de urbanización más vinculada a un segmento de la población
de alto poder adquisitivo: los “barrios cerrados” y las casas de fin de semana.
En cuanto al uso local de la categoría “asentamiento”, esta se inició con el
proyecto neoliberal4 para hacer referencia a “la modalidad de ocupación organi-
zada de tierras fiscales o privadas por ciertos sectores de población, jóvenes en
general; excluidos del mercado de trabajo o insertos de forma muy inestable que
luego reclaman al Estado el derecho a la compra a precios accesibles. Por lo
tanto, está asociado a la idea de precariedad tanto en las condiciones habitacio-
nales y de servicios urbanos como del título dominial” (Aguilar y Costilla,
2009:62).

3. Disputas por el espacio urbano en la prensa gráfica


El análisis se realiza sobre 21 notas periodísticas publicadas en el diario El
Tribuno del 11 al 17 de enero de 2014. El trabajo se centra en este medio gráfico
por ser el de mayor circulación y consumo de la provincia, por un lado, y porque
lo consideramos como un actor central en el entramado político-ideológico lo-
cal.
El rol central de este medio como actor político, y su capacidad para instalar
temas en la agenda pública local, implica pensar en clave de construcción de la
hegemonía. En este sentido, creemos que El Tribuno5 es una de las instituciones
4 Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Salta sobre la pobreza en la pro-
vincia de Salta durante la década de 1990, indica que un 40% de la población provincial se agrupa en la
capital, ciudad que presenta el mayor grado de urbanización, constituyéndose junto con los departamen-
tos de San Martín y Orán en las regiones con mayor crecimiento demográfico y dinamismo económico.
Sin embargo, la pobreza en estos espacios se expande “en términos absolutos, lo que estaría demostrando
una mayor concentración de las riquezas” (Aguilar et. Al, 2002:16).
5 En este trabajo abordamos especialmente las metáforas del diario El Tribuno, reservando el material

periodístico de otros medios gráficos como El Nuevo Diario para futuros análisis.

135
sociales a través de las cuales se (re)configura una imagen de Salta y de la salte-
ñidad (Álvarez Leguizamón y Villagrán, 2010), que caracterizamos más adelante
en diálogo con los materiales periodísticos. De esta manera, ubicamos nuestras
indagaciones sobre la prensa dentro del paradigma interpretativo, puesto que pen-
samos “al lenguaje como un recurso y como una creación, como una forma de
reproducción y producción del mundo social” (Vasilachis de Gialdino, 2012:20)
A los fines del análisis, presentamos tres características alrededor de las orien-
taciones predominantes de las metáforas con las que se nombra los procesos de pro-
ducción del hábitat popular en la ciudad.

a) Batallas urbanas
Georges Lakoff y Mark Johnson (2001) analizan una serie de producciones
metafóricas que ordenan los esquemas conceptuales e inciden en nuestras per-
cepciones y relaciones sociales. Proponen especialmente las metáforas de “una
discusión como una guerra”; así por ejemplo, en un debate “atacamos”, “ame-
nazamos”, “advertimos”, “ganamos terreno”, etc.
De esta manera se construyen las noticias sobre la constitución de asenta-
mientos en la ciudad de Salta. Las crónicas, las columnas de opinión y los infor-
mes periodísticos6 codifican el acontecimiento como un “campo de batalla”,
donde se produce una “oleada de usurpaciones desatadas en la ciudad” (T14)7, “bloqueos
en el acceso” (T15) a determinados espacios e “invasión en terrenos”. Para hacer alu-
sión al accionar del gobierno y la policía, en la noticia se habla de “poner fin al
avance de las usurpaciones” (T10), “frenar las ocupaciones” y “liberar el terreno” (T12).
Cuando introduce las voces de los actores involucrados (en cita directa o
indirecta), se utilizan los verbos “advertir” y “amenazar”, acciones que son atri-
buidas a “los okupas” o “usurpadores”. Del otro lado, se hace referencia a “los veci-
nos” de los barrios cercanos a los terrenos fiscales donde se produjo la moviliza-
ción colectiva: en una misma nota se menciona la “presión” de los “ocupantes” por
el uso de los baños en un centro de salud; mientras que “del otro lado de la vereda

6 Si bien en este trabajo realizamos un análisis breve de las metáforas que sirven para nombrar al proceso
de conformación de los asentamientos en Salta, dejamos abierta la posibilidad de ampliar este estudio
atendiendo a los géneros discursivos, es decir, a las formas que asume un enunciado y que median nuestro
pensamiento y la comprensión de la realidad. Un mismo hecho puede “codificarse” de diferentes mane-
ras: una crónica periodística policial, un informe documental o un editorial; cada género implica un “modo
de contar” que apela (e interpela) a diferentes perfiles de lectores y que pueden producir distintas per-
cepciones/emociones en la recepción. La elección de un género discursivo en el periodismo debe leerse
en clave de producción ideológica.
7 Véase Anexo I.

136
vecinos de San Remos, San Nicolás y Scalabrini Ortiz [están] con miedo y preocupación por
su seguridad” (T7).
En las notas periodísticas se conforma una suerte de guerra construida en
torno a una “invasión incontrolable”. Hay “caos” (T15, T17, T19), “momentos de ten-
sión” (T7, T14), “temor a los usurpadores” (T9), “medidas de fuerza” (T7), entre otras
figuras metafóricas: “el caos social que arrancó con las sucesivas ocupaciones registradas en
la última semana, no tiene freno” (T19).
Otra metáfora utilizada en las notas periodísticas es la de “tierra de nadie”
(T20). Esta figura describe una zona peligrosa en donde pareciera no haber có-
digos ni “reglas mínimas de convivencia”. En este punto podríamos retomar una me-
táfora central (y fundacional) para la conformación del Estado-nacional: “el de-
sierto”. En este sentido, es posible establecer una conexión entre la violencia
ejercida por los militares durante la llamada Conquista del Desierto, la “erradi-
cación de villas” en la dictadura y los desalojos compulsivos (muchas veces en-
cubiertos bajo el título de “relocalizaciones” o “urbanización de villas y asenta-
mientos”) en la actualidad.
Si hay “tierras de nadie”, sobre ellas “hay que avanzar” para “civilizarlas” e
inscribir un modelo de ciudadanía y urbanidad: “Vecinos de barrio Pilar están preo-
cupados porque en la noche grupos de jóvenes se juntan a tomar y a drogarse (…) Además
contaron [a El Tribuno] que ellos realizan la denuncia al 911 para que retiren, pero siempre
regresan” (T20).
La Generación de 1880 justificó las políticas de promoción de la inmigración
ultramarina con el binomio - heredado de Domingo Faustino Sarmiento - “civi-
lización o barbarie”, donde la “barbarie” era atribuida a la población indígena y
a los “caudillos del interior”. El proceso de modernización configuró un país
cuyo eje central es Buenos Aires como capital, ciudad que se exhibe como blanca
y europea (no latinoamericana), y a la que se le oponen los territorios y las po-
blaciones que no viven en ella. La inmigración del “interior” a la capital, a lo
largo de la primera mitad del siglo XX, actualizó los modos de nombrar la otre-
dad e inferiorizarla, sintetizada en la figura del “cabecita negra”, luego conver-
tido en el “villero” (Álvarez Leguizamón et.al., 2013:202).
Como parte del proyecto neoliberal en Salta, durante la década de 1990, se
configuró a través de distintos espacios de producción simbólica (como los me-
dios de comunicación) una imagen de la provincia y de lo “típicamente” salteño
asentada sobre dos ejes: lo moderno y lo tradicional. Por un lado, se presentó a
Salta como una “provincia pujante y moderna”, de mayor “crecimiento del
norte”, abierta al mundo a través del turismo, pero que sin embargo “no pierde
sus valores y costumbres” (Álvarez Leguizamón y Villagrán, 2010:18). El pasado

137
colonial fue traído permanentemente al presente a partir de obras de patrimo-
nialización y conservación del casco histórico capitalino, estética que se combina
con obras de gran envergadura como autopistas e infraestructura hotelera.
De esta manera, se originó un proceso de racialización de la pobreza y la
construcción de un régimen de representación que conforma el imaginario so-
cial. Sonia Álvarez Leguizamón identifica que el discurso higienista de principios
del siglo XX permitió nombrar a la provincia como “un lugar civilizado, que
exoneraba aquel que le cabría como bárbara, por su localización periférica y
marginal en el incipiente Estado-Nación” (2008:51). En este sentido, a nivel lo-
cal se reproduce el modelo de sociedad urbana excluyente construido desde Bue-
nos Aires.
La centralidad de la ciudad blanca se opone al interior bárbaro, nomi-
nación que hace mención, en su sentido amplio, a todo lo que es
exterior a Buenos Aires […] El interior más profundo es aquel de
las provincias del noroeste (Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, San-
tiago del Estero, La Rioja) vinculado con poblaciones originarias ge-
neralmente de tez morena. Población de la que la ciudad blanca, euro-
pea y moderna se corre y a la que le otorga un lugar subordinado y
lejano, desde su imaginario fundacional. Estas clasificaciones se des-
lizan de lo bárbaro, al interior, a lo boliviano, lo arcaico, lo subdesa-
rrollado, dependiendo de los momentos históricos y de la correla-
ción de fuerzas de los distintos sectores involucrados. La cadena de
significantes se repite también de las ciudades capitales de provincias
a su interior y las elites locales desarrollan dispositivos hacia las po-
blaciones que consideran una amenaza para el habitus civilizatorio o
desarrollado que ellas dicen practicar. (Álvarez Leguizamón et.al.,
2013:202)

En la secciones destinadas a publicar las “opiniones de los lectores”, encon-


tramos tres “comentarios” de un párrafo cada uno en el segmento “Línea directa”
(T22), textos que hacen alusión a la nota La toma de tierras en San Remo se tornó
incontrolable (T7). También relevamos en la “Carta de Lector” la opinión de un
“vecino de Scalabrini Ortíz” (T23), cercano al predio de terrenos “usurpados” en zona
sur. Y por último tres comentarios en la Sección “Facebook” (T24), en donde se
reproduce en una imagen captada del sitio web los comentarios de los lectores
sobre la nota “La justicia intimó a los okupas de San Remo para que desalojen el predio”.
Las opiniones van en la misma dirección ideológica que las notas del diario:
“los lectores” hablan de “inseguridad”, “usurpación”, “audacia” y “trampa” de “los oku-
pas” quienes “quieren tener todo de arriba”. En los comentarios en “Línea directa”

138
(T22), un lector sugiere que uno de los requisitos para acceder a un lote debería
ser la nacionalidad argentina y la residencia en la provincia, “sugerencia” en la
que se activa la discriminación hacia los inmigrantes de los países latinoamerica-
nos, específicamente con “los bolivianos” en la región noroeste del país8.
Las formas de construcción de identificaciones -y particularmente
de adscripciones nacionales- en situación de frontera -y de frontera
alejada de la capital nacional- brindan especificidad tanto a las expe-
riencias cotidianas de permanente interacción con Bolivia y los boli-
vianos, como a las configuraciones culturales que tejen una relación
de articulación tensa con la Nación, tensión que alimentan las ver-
siones dominantes proponiendo a Bolivia y lo boliviano como el ‘ex-
terior constitutivo’ más recurrente. (García Vargas y Burgos,
2014:61)

La publicación de estos comentarios de los lectores, en conformidad con las


notas de El Tribuno, generan una ilusión de consenso entre el medio y “la sociedad
salteña”, en un proceso de editorialización permanente (Chachagua, 2014).

b) Morfología del cuento de “la toma”. Dueños vs. Invasores


La orientación predominante de las metáforas con las que se nombra a los
participantes de los acontecimientos de enero de 2014 refiere a la “tensión” entre
los habitantes de los asentamientos (“okupas”) y “los vecinos”, disputa a la que
podemos sumarle otros actores presentados bajo la categoría de “beneficiarios”.
En una nota publicada durante los días de “la toma” (T21), se menciona “la im-
posibilidad para acceder a un lote” por parte de “los beneficiarios del Programa de Crédito
Argentino para la Vivienda Única Familiar (Procrear)”, debido a “los altos precios que
dominan el mercado”. En esta nota “los beneficiarios” se “reúnen” con las autoridades,
a quienes les “solicitan” “intervención del Estado para regular los precios y que de ese modo
se ponga freno a la especulación” (T21).
La construcción de estos actores es similar a la de “los vecinos”, en contrapo-
sición a los “okupas” que “amenazan”, “advierten”, “invaden”, “usurpan” y generan
“miedo”. Esta nota periodística que aborda el Procrear se titula “Los otros perjudi-
cados”; en cuyo encabezado se construye como afectados por la “crisis habitacional”
a quienes “salieron sorteados” en este Programa; como los afligidos por su seguri-
dad a “los vecinos” de los barrios cercanos y, finalmente, como los “usurpadores”

8“La migración de los países limítrofes ha sido muy relevante y continua desde los propios orígenes de
nuestro país. Su rechazo se construye sobre la base del ideario racista afirmando que dichos migrantes
son los responsables de nuestras privaciones, desestimando las consecuencias de un modelo distributivo
que concentra la riqueza en un sector minoritario de la población” (INADI, 2005:175).

139
“ilegales” en la zona sur a “los ocupantes” movilizados por “punteros políticos y barria-
les” (T10).
Otra figura metafórica es la de “los olvidados” (T9), con la que se hace refe-
rencia a quienes “acampan” en terrenos ubicados en la localidad de Atocha. El
Tribuno aclara que “no son usurpadores”, sino familias que integran una agrupación
de artesanos “con personería jurídica” y que “vienen realizando los trámites” en Secreta-
ría de Tierra y Hábitat, por lo que son “dueños de los lotes”; sin embargo, “temen”
que sus terrenos sean “ocupados”. En la nota titulada “Reclaman sus tierras por miedo
a los asentamientos” (T9), el periodista del diario9, critica el accionar de los policías
en Atocha, porque “actuaron desde el primer momento como si los miembros de la asociación
de artesanos fueran usurpadores”. En este caso, la maniobra policial es deslegitimada,
mientras que cuando se trata de los “okupas”, los efectivos policiales aparecen
como actores subordinados a una “masiva usurpación de terrenos” que “inútilmente
intentaron frenar”, e incluso “son amenazados” (T3).
Podríamos establecer un mapa de actores y asignarles un lugar en el desigual
esquema de la “ciudadanía ideal” que subyace en el diario. Estos son:
I. Los “vecinos del otro lado de la vereda”, “legítimos” propietarios de sus viviendas
que se ven amenazados por las “invasiones desatadas en la ciudad”.
II. Los “beneficiarios de Procrear” quienes “salieron sorteados”, pero no pueden acce-
der a la compra de terrenos por la especulación financiera.
III. Los “olvidados”, “dueños” de sus lotes, que están “preocupados” por “el rumor de
nuevas usurpaciones”.
IV. Los “okupas”, ubicados en la “zona usurpada ilegalmente”, quienes “advierten” que
no desalojarán los terrenos porque “dicen” haber realizado los trámites para
acceder a sus viviendas.
A estos actores en la Sección “Cartas de Lectores” se los caracteriza como “esa
gente”, los “audaces”, que “usurpan” en “lotes que tienen dueño” porque “quieren tener
todo de arriba”.
La construcción discursiva de estos actores visibiliza las luchas y disputas
por el espacio público y quiénes son los habitantes que se encuentran en mejor
posición para merecer la ciudad. Tanto los “beneficiarios” de Procrear como los
“okupas” reclaman al Estado una intervención que pueda garantizar el acceso a
la tierra y la vivienda, sin embargo, quienes participan de la acción colectiva en

9 La mayoría de las notas periodísticas llevan la firma de los periodistas.

140
zona sur no ingresan en el modelo de ciudadano ideal, y sus “características in-
deseables” son el argumento que justifica su expulsión de la ciudad (Carman,
2012).
En cuanto a la recurrencia del medio por remarcar la situación de “ilegali-
dad” de la toma de terrenos, también se produce otra disputa de sentidos que se
vincula estrechamente con la cuestión de la “informalidad” con la que se carac-
teriza a los barrios populares (ej. Asentamientos informales). La acción de “ocu-
par terrenos” como estrategia para acceder a una vivienda digna es calificada
como “ilegal”, sin embargo, se naturaliza, por ejemplo, que la seguridad privada
de los barrios cerrados solicite – en tiempos democráticos - información e in-
cluso documentos a quienes ingresan al country: ¿de qué hablamos cuando ha-
blamos de “ilegalidad”?, ¿a quién le sirve “informalidad”?, ¿quiénes tienen el po-
der para nombrar?
Para Doreen Massey el espacio es la esfera “que hace posible la existencia
de más de una voz” (2005:105). Podríamos agregar que estas voces no resuenan
con la misma intensidad en el concierto de la ciudad 10: hay actores y grupos
sociales legitimados para producir imágenes sobre la ciudad y los sentidos de
ciudadanía y urbanidad en función del mantenimiento de una tradición histórica
(García Vargas, 2006:6).
Una digresión: con este mapa de actores y sus acciones en “la toma”, podría-
mos analizar las notas periodísticas utilizando las funciones y componentes na-
rrativos que propone Vladímir Propp (1972) para el estudio morfológico de los
cuentos populares rusos. Por ejemplo, tenemos a los héroes (los “vecinos”) y a los
agresores/antagonistas (los “okupas”); y algunos elementos expresivos comunes:
I) combate (enfrentamientos entre el héroe y el antagonista), II) persecución (el
antagonista persigue al héroe), III) socorro (el héroe pide ayuda) y IV) castigo al
antagonista (los “usurpadores” son desalojados), entre otras acciones que se repi-
ten en la narración periodística.
La conexión entre la estructura del cuento ruso con las notas analizadas en
el diario no resulta imposible si pensamos en la compleja idea de “ficción” como
parte de los procesos de construcción de “lo real”: no existe “la realidad” y por
oposición “lo imaginario”. Cuando en la primera parte hablamos de la centrali-
dad de los medios de comunicación en la producción y reproducción de signifi-
caciones sociales, y que esos significados nos proveen de las categorías a través

10Para la geografía feminista, por ejemplo, pensar el espacio contribuye a los análisis sobre la producción
general de la sociedad. En este sentido, el estudio sobre las disputas por el espacio urbano lleva a proble-
matizaciones más amplias que tienen que ver con la producción de las desigualdades sociales a escala
global.

141
de las cuales percibimos y experimentamos el mundo, nos estamos refiriendo a
esta capacidad de generar ficciones11.

c) Del centro a los bordes (¿de los bordes al centro?).


Geografías de la desigualdad
Durante el trabajo de campo12 previo identificamos en el discurso de los
habitantes de barrios populares una serie de “metáforas orientacionales” (Lakoff
y Johnson, 2001:50) como “entrar -salir” y “centro-periferia”: “no hay que entrar
a los asentamientos porque es peligroso, hay muchos robos”, “en los barrios
periféricos siempre hay conflictos”, “acá es tranquilo, más adentro es peligroso”.
Como explica Ramiro Segura (2009) en su investigación sobre “segregación so-
cio-espacial” en “villas” del conurbano bonaerense, es muy frecuente el uso de
los verbos “entrar” y “salir” para representar a las villas, mientras que para el
barrio se reservan los vocablos “ir” y “venir”13.
Estas metáforas espaciales construyen fronteras físicas y una percepción de
quienes viven de uno y del otro lado, teniendo un efecto concreto sobre nuestras
prácticas en la ciudad: evitamos pasar por determinadas calles, sostenemos con
firmeza nuestras mochilas cuando caminamos por alguna zona o alentamos el
recrudecimiento del control policial en algunos barrios, por considerarlos peli-
grosos. Pierre Mayol explica que la organización de la vida cotidiana se articula
en dos registros: 1) los comportamientos que se hacen “visibles en el espacio social
de la calle” (1999:6), aquí podemos referirnos a la ropa que utilizamos en deter-
minados lugares, por dónde circulamos, etc., y 2) los beneficios simbólicos esperados
que da cuenta de cómo nos relacionamos con los interlocutores, como los veci-
nos, y el sentido que le damos a nuestro “estar” en el barrio.

11 En un análisis de las retóricas empleadas en los artículos periodísticos sobre las elecciones provinciales
de 2009 publicadas en semanarios salteños, Mabel Parra concluye que “los periodistas se valen de diver-
sos tropos o figuras, entre ellas la metáfora, cuya función consiste en trasponer elementos de la ficción a
la realidad y viceversa” y advierte “en la lectura de los discursos el quiebre del sentido, la intención enga-
ñosa, la insinuación de significados” (2010: 59). En disconformidad con la autora, sostenemos que los
medios de comunicación de referencia dominante, como el caso del diario El Tribuno, tienen un lugar
central en la construcción del imaginario urbano local a la vez que se nutren de éste. Creer que los perio-
distas o los medios “nos engañan” equivale a pensar en ciertos mecanismos conspirativos que nos alejan
de la idea de hegemonía, es decir, de las disputas de sentidos que nos ayudan a clasificar el mundo y la
experiencia social (Hall, 2010).
12 Ponemos en relación este análisis del material periodístico con el trabajo de campo realizado durante

el año 2012 en asentamientos de zona norte de la ciudad de Salta, con motivo de la realización de la Tesis
de Licenciatura en Ciencias de la Comunicación (Elbirt, 2013).
13 “Así, mientras el ir y el venir remiten a un espacio abierto, el entrar y el salir aluden a un espacio cerrado

sobre sí mismo: hay una entrada y a medida que nos introducimos hacia el fondo las condiciones se tornan
desfavorables” (Segura, 2009:56).

142
Para el autor caminar por el barrio es “un acto cultural”, porque “inscribe al
habitante en una red de signos sociales cuya existencia es anterior a él (vecindad,
configuración de lugares, etcétera). La relación entrada/salida, dentro/fuera,
configura otras relaciones (domicilio/trabajo, conocido/desconocido […]);
siempre se trata de una relación entre sí mismo y el mundo físico y social”
(ibid.:11).
Consideramos que los medios de comunicación son fundamentales en la
construcción de esta red de signos que se materializan en los modos de relacionar-
nos con el espacio urbano y de configurar el territorio. En las noticias relevadas
se produce una asociación naturalizada (cadena de significados14) entre quienes ha-
bitan los asentamientos con el peligro, la inseguridad, el caos y la ilegalidad,
constructo que es alimentado por –a la vez que alimenta– nuestras percepciones
sobre los barrios populares y las maneras de establecer relaciones sociales en la
ciudad.
Concebimos el espacio como producto de interrelaciones y del encuentro
entre agencias disímiles. Por esta razón, el espacio está en permanente proceso
de formación, porque implica una disputa abierta de sentidos y significados, que
permiten la apertura hacia “lo múltiple” (Massey, 2005). De esta manera, Ed-
ward Soja sostiene que el espacio se produce socialmente en un proceso contra-
dictorio y conflictivo, donde hay resistencias y restricciones. Si el espacio es pro-
ducido por la interacción entre los actores sociales, el resultado (la espacialidad),
es, a la vez, productor de nuevas relaciones y prácticas sociales: “La espacialidad
concreta constituye entonces la arena competitiva tanto para la producción y la
reproducción sociales como para las prácticas sociales dirigidas o bien al mante-
nimiento y refuerzo de la espacialidad existente o bien a su reestructuración sig-
nificativa y posible transformación” (Soja, 1985:8).
Si la ciudad es un escenario de lucha por su apropiación y significación, en-
tonces resulta necesario incorporar en el estudio sobre el material periodístico
las vinculaciones, dinámicas y tensiones que se construyen entre las estructuras
del espacio social y las del espacio físico: “las oposiciones sociales objetivadas en el
espacio físico” (Bourdieu, 1999:120) tienden a reproducirse en las mentes y en
los cuerpos como categorías de evaluación de “lo real”, esta traducción de las

14Desde la lingüística saussuriana el signo es una entidad integrada por dos planos: significado y signifi-
cante, unidos por una relación arbitraria, es decir, no natural e inmotivada. Si esta relación es convencio-
nal, entonces la “asociación” entre determinado significante con una cadena de significados es de carácter
ideológico. En este sentido, creemos que los medios de comunicación en tanto “sitios de especial impor-
tancia para la producción, reproducción y transformación de las ideologías” (Hall, 2010:300), actúan en la
construcción de conexiones “lógicas” entre pobreza y delincuencia. La “ruptura de esa cadena” se produce
mediante la lucha política, de ahí la importancia de pensar la cultura en su politicidad.

143
categorías espaciales a principios sociales se realiza mediante un complejo siste-
mas de esquemas básicos de percepción, pensamiento y acción, incorporadas
por el individuo a lo largo de su historia, lo que Bourdieu denomina habitus15.
Nos interesa este posicionamiento porque nos ayuda a pensar la ciudad como
escenario “donde se afirma y se ejerce el poder” (Bourdieu, 1999:122), entendido
en las formas más sutiles, la violencia simbólica como violencia “inadvertida”.
Anteriormente expresamos que las metáforas empleadas en los artículos pe-
riodísticos sobre la toma de terrenos de enero de 2014, se asientan en la confor-
mación del imaginario urbano que remite al binomio fundacional del Estado
nacional, “civilización o barbarie”, donde “la barbarie” se localiza en las perife-
rias (“el interior”, “las villas”). En este caso, se produce una “organización del
espacio en términos temporales” (Massey, 2005:115): hay sociedades (ubicadas
en una geografía determinada) que son “atrasadas” (“tierras de nadie”) sobre las
que hay que “avanzar” o “modernizar”.
Las notas de prensa analizadas contribuyen a la tarea de representación de
límites territoriales, sugiriendo una relación determinada entre el espacio físico
y espacio social, en función de un “sentido de ciudad” hegemónico (García Var-
gas, 2006: 12).

4. La ciudad in[di]visible. Consideraciones finales


Cómo es verdaderamente la ciudad bajo esta apretada envoltura de signos, qué contiene
o esconde…
Ítalo Calvino, “Las ciudades y los signos.1.”
Las acciones colectivas que resultaron en la toma de terrenos en la ciudad
de Salta se constituyeron rápidamente en un acontecimiento central para la
agenda mediática provincial. Estos hechos fueron codificados por los medios
bajo los géneros discursivos de crónicas, editoriales y columnas de opinión. Para
ello, se utilizaron una serie de metáforas que refieren a quienes participaron en
estas acciones como “los usurpadores” y a la acción en concreto como “oleada de
ocupaciones” e “invasión en la ciudad”.
Estas metáforas que circulan por los medios masivos de comunicación no
sólo construyen conocimiento sobre el mundo, sino que inciden sobre nuestras
experiencias, interacciones y prácticas sociales. La estigmatización discursiva ha-
cia los habitantes de los asentamientos (“okupas”) configura el modo de inter-
pretar la producción del hábitat popular y la ciudad en general: qué zonas son

15 El habitus que uno lleva internalizado ha sido estructurado desde la sociedad a partir del lenguaje pero,
a su vez, estas estructuras estructuradas están predispuestas a funcionar como estructuras estructuran-
tes, es decir, como organizadoras de las prácticas y de nuestros actos en la sociedad.

144
“peligrosas”, quiénes son “vecinos” – ciudadanos- y quiénes son “villeros”, con
quiénes entablar una conversación, etc.
Las figuras narrativas utilizadas en las notas del diario El Tribuno nutren un
modelo de urbanidad y de ciudadanía ideal que se asienta en el imaginario social,
régimen de representación que tiene sus orígenes en los violentos procesos de
constitución del Estado-nación.
La inquietante presencia en el espacio público de quienes se encontraron en
“la toma” de terrenos, desafía a ese modélico orden urbano. Los “okupas” y sus
estrategias para acceder a una vivienda digna no responden al esquema de la
modernidad al que se apunta, pero tampoco a las prácticas sociales que confor-
man las costumbres “típicamente salteñas”. Si en nuestra ciudad -parafraseando
a Carlos Monsiváis - encontramos aprecio por lo moderno y una “metamorfosis
de lo tradicional en lo bellamente decorativo” (2012: 71), los “usurpadores” no
ingresan ni en el ideario citadino, ni como piezas en los museos del casco cén-
trico: son “invasores” porque se hacen presentes con características de un “pasado
bárbaro”.
En distintos momentos históricos se actualizaron las categorías bajo las cua-
les se nombra a las poblaciones “peligrosas” para la ciudad, desde un sentido
común que inferioriza la pobreza y la desigualdad social, con argumentos cultu-
ralistas. Las producciones metafóricas identificadas son parte de la configuración
de estas categorizaciones hegemónicas que nos permiten conocer, sentir y vivir
“la otra ciudad”, como reza el título de una de las notas periodísticas.
Estas figuras narrativas admiten el establecimiento de un vínculo estrecho
con algunos relatos literarios, para poner en discusión la idea de “ficción”. En
base al estudio de Vladimír Propp sobre el cuento popular ruso, construimos la
“tensa” similitud que éstos guardan con las estructuras expresivas en los artícu-
los estudiados.
Los relatos de Marco Polo al rey mongol Kublai Kan en la extraordinaria
narrativa de Ítalo Calvino, hablan de ciudades en permanente lucha contra los
invasores, ciudades nuevas e “invisibles” que se alzan sobre las ruinas de otras,
ciudades justas en las que viven los injustos… Las notas periodísticas acerca de
las “oleadas de ocupaciones desatadas en la ciudad” emplean similares metáforas y es-
tructuras literarias, pero en el marco de un discurso mediático que es legitimado
socialmente como objetivo.
El análisis de las producciones metafóricas sobre la ciudad resulta ineludible
para entender el funcionamiento de la política y el poder. Si entre la ciudad y el
discurso que la describe hay una relación, la construcción de metáforas otras se

145
vuelve una tarea urgente para dar existencia a ciudades imaginadas desde nuevos
horizontes.

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148
Anexo:
Tabla de referencia.
Notas periodísticas analizadas en el diario El Tribuno de Salta

Ref. Título Fecha Página

Más de 300 familias


T1 de asentaron en la 11/01/2014 31
zona sur

La falta de viviendas
T2 fomenta las usurpacio- 12/01/2014 30
nes de terrenos

Terrenos usurpados:
T3 el PO le marca la 12/01/2014 42
cancha a Urtubey

Tapa, recuadro
Aumenta la usurpa-
T6 12/01/2014 superior dere-
ción en tierras del sur
cho

La toma de tierras en
T7 San Remo se tornó 13/01/2014 23
incontrolable
Es incontrolable la Tapa, recuadro
T8 usurpación de tierras 13/01/2014 inferior iz-
en el sur de la ciudad quierdo
Reclaman sus tierras
T9 por miedo a los asen- 13/01/2014 22
tamientos
Pidieron el desalojo en
T10 14/01/2014 24-25
San Remo
Un fiscal pidió el
T11 desalojo de las fami- 14/01/2014 Tapa, superior
liar okupas
En 48 horas los
T12 usurpadores deben 15/01/2014 19, superior
desalojar San Remo
Intimaron a los oku-
T13 15/01/2014 Tapa, superior
pas de B° San Remo
Los vecinos de Ato-
T14 cha esperarán una res- 15/01/2014 19, inferior
puesta

149
Por el auge de las to-
T15 mas, el Gobierno sor- 15/01/2014 18
teará los lotes
El Gobierno, sin
T16 reacción y sin res- 16/01/2014 20, superior
puesta
La zona sur fue otra
T17 16/01/2014 19, superior
vez un caos vial
Tapa, recuadro
Hoy es un día clave
T18 16/01/2014 inferior dere-
por la ocupación
cho
Se profundiza el caos:
T19 en los asentamientos 16/01/2014 18
piden servicios
Una calle olvidada en
T20 09/01/2013 23, superior
la ciudad
T21 Los otros perjudicados 12/01/2013 31, superior
22, superior (re-
Línea directa. Asen-
T22 14/01/2013 cuadro sección
tamientos
línea directa)
28, inferior de-
recho (sección
T23 Asentamiento 12/01/2013
“Las opiniones,
las cartas”
22, supe-
rior izquierdo
T24 Facebook 15/01/2013
(sección “face-
book”)

150
Ilegales, intrusos, ocupas, violentos.
La representación de los reclamos por el acceso
a la tierra (2011) en El Tribuno de Jujuy
Lucas Perassi
UNJu

A lo largo de todo el territorio de la provincia de Jujuy, en julio y agosto de


2011 se produjeron numerosos movimientos que reclamaban por su derecho al
acceso a un terreno para la construcción de viviendas. La visibilización mediática
de este fenómeno social se profundizó con la muerte de dos personas, el 28 de
julio, en el desalojo de terrenos en la ciudad de Libertador General San Martín.
A partir de entonces, los reclamos por tierra en toda la provincia fueron
objeto de cuantiosas notas en los medios locales, especialmente en El Tribuno de
Jujuy, que dedicó más de veinte textos al tema a los largo de todo el mes de
agosto, interés que se mantuvo como materia noticiable, aunque de manera me-
nos numerosa, hasta fines de ese año (ya dando cuenta de las “soluciones” pro-
puestas por los organismos estatales) y principios de 2012 (con los últimos desa-
lojos producidos en barrio Los Huaicos de San Salvador de Jujuy).
Si bien a lo largo de todo este periodo de siete meses, el diario parece ir
modificando su focalización de los hechos, consideramos de interés analizar las
noticias publicadas por El Tribuno sobre los sucesos en el instante mismo en que
éstos emergían, sobre todo porque en esa simultaneidad se pone en evidencia
conflictos sociales antes latentes o invisibilizados.
En este trabajo, nos centraremos en el análisis de los mecanismos semio-
discursivos concretos que emplean las noticias publicadas en el diario El Tribuno
de Jujuy para representar a los actores sociales que ocupaban tierras reclamando
su derecho a la tenencia de la misma.
A partir del análisis discursivo de la noticia, con especial atención a la
relación entre discurso-poder-representaciones sociales, este trabajo pretende
mostrar que dicho medio conceptualizó la problemática desde una mirada cues-

151
tionadora de los reclamos, de su legitimidad y de sus agentes. Para ello, se anali-
zan las estrategias discursivas utilizadas para la representación del conflicto so-
cial, que principalmente fueron tres: el silenciamiento, la categorización peyora-
tiva, y la exaltación de valores supuestamente contrarios a la acción social llevada
a cabo por los reclamantes.
Mediante este análisis, nuestra intención es acceder a la imagen, la cognición
social, que promovió este medio escrito en el momento de emergencia de los
movimientos por la tierra en Jujuy, mediante la recuperación de las representa-
ciones/interpretaciones que se hacen presentes en su discurso.

1. Prensa, discurso y representación


Sin pretender ahondar en cuestiones teóricas, vale aquí sintetizar nuestra
postura respecto del discurso y del valor de su análisis. Entendemos al discurso
como una manifestación (junto con la acción) de las representaciones, es el escena-
rio en que se traduce cómo interpreta lo real quien enuncia. Por lo tanto, las
noticias que conforman el corpus, en tanto discursos, pueden considerarse como
una representación de la realidad en cuya producción se “ponen en escena” vo-
ces y puntos de vista.
Siguiendo esta línea, concebimos el discurso, por un lado, como un producto
que revela las categorías subyacentes (visiones del mundo, opiniones, ideologías)
con las que se intenta analizar el propio saber práctico, y, por el otro, como un
instrumento capaz de proyectar esas categorías en las representaciones sociales
o individuales de las personas. Analizar los discursos de las noticias periodísticas
consiste, entonces, en reconstruir, a partir de las marcas presentes en los textos,
las operaciones y las estrategias mediante las que esa práctica discursiva confiere
sentido a un fenómeno o problema social, en este caso, los asentamientos y to-
mas de tierras públicas y privadas con fines de reclamar por el derecho a acceder
a ella.
Es necesario aclarar que esto no significa de ningún modo adherir a las pos-
turas que reducen lo real y el sujeto social al plano del discurso. Antes bien,
pretendemos analizar las representaciones discursivas de la prensa escrita y sus
regularidades considerando que puede servir para el desarrollo de una investiga-
ción más amplia que profundice en las dinámicas sociales de los saberes prácti-
cos que explican la producción y reproducción de estas representaciones discur-
sivas en tanto acciones sociales concretas.
Entendemos, también, que el discurso de la prensa es, al mismo tiempo,
receptor y constructor de la cognición social. Es decir, sin caer en conclusiones
mecanicistas en cuanto a la vinculación entre los discursos que circulan en una

152
sociedad y el análisis de esa sociedad, creemos que las formaciones discursivas
propias de un entorno social y un momento determinado aportan una serie de
datos no despreciables que permiten sondear las visiones del mundo y las valo-
raciones que atraviesan el imaginario colectivo. En la práctica, esto significa que
a partir de las noticias relevadas es posible indagar en el universo discursivo ju-
jeño. Desde este punto de vista, el análisis de las noticias nos mostrará algunas
de las configuraciones ideológicas que circulan o circularon en 2011 en la socie-
dad jujeña respecto de la toma de tierras, los reclamos y sus agentes.
Las noticias que conforman el corpus son sesenta y nueve publicadas entre
julio y agosto de 2011.

2. Quién tiene la palabra


En las notas publicadas, la primera característica visible es que abundan en
citas de fuentes a las que se entrevista para dar opinión sobre la toma de tierras.
Sin embargo, en muy pocos casos se trata de entrevistas realizadas a los recla-
mantes; en cambio, las noticias reproducen las voces contrarias a las tomas de
tierras, puesto que se focaliza desde la visión y la voz de los perjudicados. Entre
ellos, destacan los siguientes:
• Los vecinos de barrios “tradicionales” de Jujuy, cuyos perjuicios y “prejui-
cios” son diversos, como se analizará más adelante.
• Adjudicatarios del Instituto de Viviendas y Urbanismo de Jujuy (IVUJ), que
sienten vulnerado su “legal” derecho a la vivienda que ya les estaba asignada
y que ven ocupadas.
• Directivos de Instituciones Educativas cuyas tierras, legadas por el Estado
Provincial, son ocupadas por los reclamantes.
• El administrador y arrendatarios de la Finca El Pongo, que reclaman la me-
nor disponibilidad de tierras productivas.
Como es ya sabido, la cuestión de qué fuentes se citan en una nota es central
en el proceso de construcción de la noticia y de representación de la “realidad”:
El nexo entre acontecimiento-fuente-noticia es central en la cons-
trucción de la realidad periodística (…) Esto, inevitablemente, va a
determinar el sesgo de la noticia. (Alsina, 1993: 89)

Así, al dar voz sólo a los perjudicados, el medio representa una realidad par-
cial, sesgada, desde una sola mirada, que silencia la voz de quienes reclaman
tierras acentuando los perjuicios que éstos ocasionan. Las noticias publicadas

153
simultáneamente con las manifestaciones van generando una imagen negativa
de las ocupaciones de tierras, poniendo énfasis en los grupos sociales que se ven
afectados por la misma en distintos niveles.
Además de darles la voz, las noticias acentúan el carácter global de los daños.
Es decir, no sólo enfocan éstos desde un plano (el económico, por ejemplo),
sino que mencionan una serie de esferas diferentes:
• Económicos:
• las propiedades de “los vecinos” pierden valor de venta
• las fincas producirán menos
• En la vida cotidiana:
• pérdida de la privacidad
• sensación de inseguridad
• Paisajísticos:
• detrimento de la “fisonomía natural” del barrio
• plazas y capillas que no podrán ser construidas por estar ocupados
los espacios destinados a tal fin
• Educativos:
• la toma de tierras destinadas a una escuela agrotécnica se percibe
como un “atentado contra la educación de calidad”.
• Emocionales:
• todos los anteriores desembocan en un estado “justificado” de im-
potencia e indignación por parte de vecinos, arrendatarios y directi-
vos escolares.
En fin, la cesión de la palabra es, desde ya, una toma de posición, porque se
determina quién está autorizado por el medio a expresarse y quién no. El hecho
de que El Tribuno haya privilegiado la voz de los perjudicados por sobre la de
los reclamantes, termina por darle prioridad a los derechos de aquellos por sobre
el derecho a la vivienda de los asentados.

3. Qué valores se defienden


En consonancia con esta postura que prescinde de la otra mirada, cargando
por lo tanto a un grupo social con las valoraciones de aquellos a quienes su

154
accionar perjudica, las noticias publicadas en El Tribuno entre julio y agosto de
2012 muestran una realidad dicotómicamente representada.
En esta representación de polos opuestos, los “bandos” encarnados se car-
gan de valoraciones, positivas unos y negativas los otros, siempre con el eje po-
sitivo puesto sobre los perjudicados.
Por ejemplo, se oponen como valores la “Paciencia” de los adjudicatarios
de viviendas, quienes “han esperado años para ser propietarios”, frente al
“Aprovechamiento” de quienes han ocupado las casas sin pasar por los caminos
administrativos correspondientes frente al IVUJ.
Esta oposición tiene como sostén, valorativamente hablando, una concep-
ción de mundo que privilegia la “Legalidad” como valor supremo, incluso frente
a la “Legitimidad” de los reclamos. De acuerdo con esta posición ideológica,
todo reclamo debe canalizarse por los medios administrativos correspondientes,
de lo contrario, es considerado “Ilegal”. Así, hay una fuerte desvaloración de los
reclamantes puesto que la resolución de conflictos sociales debe encaminarse a
través de las autoridades e instituciones de gobierno y justicia.
Hay que observar, sin embargo, que la “institucionalidad” está compuesta
en gran medida por las normas que gran parte de los individuos de una sociedad
reconocen como “normalidad”. De modo que la apelación a la institucionalidad
es, muchas veces, un llamado a la perpetuación de las reglas aún contra los re-
clamos legítimos: significa confiar en las “instituciones” como ámbito de reso-
lución único y “natural” de los conflictos sociales, por contraposición a la acción
directa que pueda ejercerse desde grupos excluidos o marginados, muchas veces
sin acceso a las formas institucionales de obtención de un derecho.
Con esta propuesta, el discurso esgrimido por El Tribuno tiende a mantener
el satus quo. Por ello, la argumentación respecto de los perjuicios se hace en base
a la apelación a una tradición barrial (“vecinos de años” frente a los “invasores”)
y a lo instituido (“la donación de tierras de Zabala para la producción”, y no para
la vivienda).
Esta apelación a la institucionalización de los procesos es, al decir de Alva-
rado, un discurso repetido cada vez que se presenta un reclamo por tierras en
Latinoamérica, puesto que el reclamo pone en tela de juicio la validez de las
instituciones como formas democráticas de representación de todos los sectores
sociales.
Acompañando este fuerte apoyo de los caminos institucionales para la ex-
presión de reclamos, hay implícita en los textos una fuerte defensa de la propie-
dad privada, aunque ésta sea improductiva o terreno baldío. Incluso, se defiende

155
la propiedad del Estado como una clase de propiedad privada de “los ciudada-
nos” (sin considerar a los asentados como parte de este grupo), como veremos
en el siguiente apartado.
En ese sentido, Luciano Gruppi, en su libro sobre El concepto de Hegemonía en
Gramsci (1978), asocia tanto el valor de la “institucionalidad” como de la “pro-
piedad privada” al pensamiento hegemónico de la burguesía que controla el apa-
rato estatal.
Sin embargo, hay en El Tribuno de Jujuy una estrategia más: plantear la duda
sobre la legitimidad del reclamo. Es decir, aun sosteniendo la dicotomía Legali-
dad-Legitimidad, el diario profundiza su discurso de exclusión poniendo en
duda la real necesidad de los reclamantes, siempre utilizando la voz de los veci-
nos y arrendatarios para tal fin.
En definitiva, construye una perspectiva polarizada según la cual, entonces,
se categorizará a los distintos agentes sociales.

4. Las categorizaciones
Sosteniendo la línea editorial que hemos presentado, las categorías mediante
las cuales el medio representa a unos y otros son diversas. Ya hemos mencio-
nado algunas, pero podemos resumir que el grupo de “afectados” o “perjudica-
dos” son designados mediante categorías como “ciudadanos”, “trabajadores”,
“vecinos”1. Todas ellas se construyen por oposición a los sujetos sociales emer-
gentes, quienes no participan de ninguna.
Así concebidos, excluidos de la ciudadanía y de la pertenencia espacial ba-
rrial, presentados como “aprovechadores” frente a los esforzados “trabajado-
res”, los reclamantes de tierras son categorizados de acuerdo al eje valorativo
antes trazado. Son “Ilegales”, “Intrusos”, “Ocupas”.
La categoría “ilegales” tiene naturaleza jurídica, y conlleva una carga de juicio
social que recae sobre el propio sujeto. Es decir, adjudicar la categoría de “ilega-
les” a aquellos individuos oculta la responsabilidad de las instituciones adminis-
trativas, del Estado, donde la víctima de la mala política de vivienda (aquel que
no puede acceder a ella) aparece como responsable de su propia situación. O

1 Para un desarrollo del análisis de la categoría “vecino” ver: Laura Kropff (2002) “Indios, chilotes y vecinos

en una ciudad patagónica” en Cuadernos de Antropología Social N° 16, Buenos Aires, ago./dic. 2002; y
para el análisis de su relación con la categoría “ciudadano” ver Libertad Fructuoso (2010) “Selección léxica
y referentes en disputa. ¿Quiénes son los vecinos?” en Víctor M. Castel y Liliana Cubo de Severino (Ed.) La
renovación de la palabra en el bicentenario de la Argentina. Los colores de la mirada lingüística. Mendoza:
Editorial FFyL, UNCuyo.

156
sea, la falta de políticas de viviendas es la causa de la “ilegalidad”, pero la culpa
y la sanción recaen sobre las víctimas.
La categoría “intrusos”, por su parte, es también una categoría jurídica. Los
terrenos ocupados eran de propiedad fiscal o privada, por lo que la utilización
de esta categoría pretende anular el derecho de sus ocupantes que deslegitima
cualquier política de urbanización, de tierras o de viviendas que los legitimara
como sujetos con derecho.

En fin, todas estas categorías con que se los excluye como sujetos legítimos
del reclamo, en función de una separación social que construye la idea de un
“extranjero”, un “otro” invasor que viene a desestabilizar y alterar el status quo,
la “normalidad”:
En años recientes se vienen produciendo campañas periodísticas y
gubernamentales alrededor de la ocupación de predios y edificios
con hincapié en la defensa del derecho de propiedad, apelando a la
Constitución y creando un sentido de “ciudad invadida”: los intrusos
en la ciudad. Hoy, ser “intruso” e “ilegal” aparecen como nuevas
categorías asociadas a viejas patologías sociales. Se opera un cambio
de sentidos y “usos” diferenciales de la legislación y los derechos:
también en la Constitución se consagra el derecho a la vivienda
digna. (Montesinos y Palma, 1997)

157
Esta exclusión de los actores sociales que reclaman por el acceso a la tierra
se complementa con la atribución de dos calificativos que terminan por poner
en duda la legalidad de los reclamos.
Por un lado, la violencia ejercida por parte de los “usurpadores” sobre los
“vecinos”, que se ha manifestado sobre todo en robos y amenazas. De modo
que se acentúa su carácter marginal respecto de la ley.
Finalmente, la puesta en duda de la nacionalidad de los reclamantes, pues
gran parte “serían procedentes de Bolivia”. Con ello, se une las líneas semánticas
entre aprovechadores-ilegales-intrusos-extranjeros. Además, por supuesto, de la
apelación a un discurso aún vigente de exclusión, marginación y persecución de
lo boliviano en Jujuy (Karasik, 2010 y 2012; Caggiano, 2001ª y b).

5. Concluyendo
Este trabajo se ha centrado en el análisis de la representación de tomas de
tierras por parte de El Tribuno de Jujuy, considerando las noticias simultáneas a
los reclamos y los conflictos. En resumen, se ha mostrado cómo en la confor-
mación de la imagen de los grupos reclamantes el medio gráfico cita como fuen-
tes a los perjudicados, a través de cuyas manifestaciones se construye un imagi-
nario alrededor de aquellos sujetos sociales que los asocia a la ilegalidad. En ese
sentido, el proceso discursivo es similar al que se refiere a los inmigrantes limí-
trofes o a los pobladores de villas, como lo demuestran distintas investigaciones.

158
Sin pretensión de ser exhaustivos, podemos señalar que el medio fue modi-
ficando esta representación a medida que el Estado provincial proponía salidas
al conflicto. Así, el uso de la palabra pasó a ser casi exclusivo de los funcionarios,
y las noticias giran alrededor de las soluciones propuestas. Continúa con su pri-
vilegio de la salida institucional, sin embargo, da legitimidad a los reclamantes,
siguiendo en este sentido el discurso oficial.
Así, podemos decir que ante la simultaneidad del conflicto estaría El Tribuno
expresando una posición menos reflexionada, apelando a un repertorio discur-
sivo cargado de prejuicios propios del discurso hegemónico respecto de la ley y
las instituciones como únicos modos de expresión y solución de conflictos.

Bibliografía
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159
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160
ANEXO:
Noticias Analizadas

5. Ya se definieron los terrenos destinados para los lotes | 12 Ago 2011


6. Sigue la ocupación ilegal de tierras y viviendas | 3 Ago 2011
7. Abandonan terrenos tomados | 4 Ago 2011
8. Destacan desmonte en terrenos de Monterrico | 12 Ago 2011
9. Loteo de terrenos en San Pedro | 24 Ago 2011
10. Iniciaron mediciones en lotes y terrenos de Perico | 16 Ago 2011
11. Tierras y dudas también en Maimará | 7 Ago 2011
12. Varios anotados para lotes fiscales, con casas y terrenos - 30 Ago 2011
13. El Ejecutivo envió un proyecto de expropiación de tierras - 29 Jul 2011
14. Futuros adjudicatarios y la transparencia para lograrlo | 23 Ago 2011
15. Cortan rutas y calles en reclamo de vivienda y tierras | 4 Ago 2011
16. Lanzaron ayer el plan de emergencia de lotes fiscales | 3 Ago 2011
17. Publicarán listado de aspirantes a un lote | 19 Ago 2011
18. Hoy vence el plazo para que los usurpadores se retiren | 6 Ago 2011
19. Masiva expectativa por el plan de loteos anunciados | 4 Ago 2011
20. Perico crece dentro de la Finca El Pongo | 29 Ago 2011
21. Toma y ocupación en Palpalá | 3 Ago 2011
22. Se descomprimen las tomas y van a recuperar las casas | 7 Ago 2011
23. Gobernador visitó Libertador para coordinar el loteo | 2 Ago 2011
24. El municipio ya diagrama los lotes | 10 Ago 2011
25. No quieren una expropiación | 17 Ago 2011
26. Las migraciones limítrofes han quedado ocultas | 14 Ago 2011
27. Balance de la organización “Tupac Amaru” respecto a los lotes | 25 Ago 2011
28. Fracciones definidas | 12 Ago 2011
29. Se formó una Unidad de Gestión para la entrega de lotes - 7 Ago 2011
30. Una sesión especial por la expropiación | 31 Jul 2011
31. Recepcionan formularios para lotes | 16 Ago 2011
32. Alto Comedero está sitiado por protestas | 12 Ago 2011
33. Crónica de un día de máxima tensión y dolor en Libertador | 28 Jul 2011
34. La gente desaloja en forma pacífica | 8 Ago 2011
35. Son 3 los muertos en los enfrentamiento por desalojo en Libertador ... 28 Jul 2011
36. Ledesma lamenta hechos | 28 Jul 2011
37. El lunes comenzará la inscripción en La Quiaca | 11 Ago 2011
38. Cortes en Perico | 9 Ago 2011
39. El plan de loteos se aplicará por decreto del Poder Ejecutivo | 6 Ago 2011
40. Contra usurpadores | 3 Ago 2011
41. Familias que pugnan por los formularios | 5 Ago 2011
42. Regularizaron la situación de 5 mil ciudadanos bolivianos - 5 Ago 2011
43. La migración boliviana es un fenómeno histórico | 21 Ago 2011
44. Toma de viviendas y más asentamientos | 31 Jul 2011

161
45. Homenajearon a las víctimas con una marcha pacífica | 29 Jul 2011
46. Los lotes tendrán los servicios básicos | 6 Ago 2011
47. Lucha entre periqueños | 12 Ago 2011
48. Círculo Policial cuestionó operativo | 29 Jul 2011
49. Panorama registrado en distintas localidades | 1 Ago 2011
50. La empresa Ledesma negó haber intervenido en el desalojo | 29 Jul 2011
51. Ledesma dijo que no participó en el operativo | 29 Jul 2011
52. Más expresiones de repudio y dolor local | 29 Jul 2011
53. Organizaciones sociales y gremios de la CTA movilizaron - 2 Ago 2011
54. El Ivuj garantizó los tramites ya realizados | 4 Ago 2011
55. Todo listo para construir el Colegio Secundario 36 | 19 Ago 2011
56. ¿Es posible conocer la realidad? | 9 Ago 2011
57. El estado de la causa por violento desalojo | 17 Ago 2011
58. Basta de violencia en Jujuy | 6 Ago 2011
59. “Un lote para cada familia que lo necesita” | 6 Ago 2011
60. Las propuestas para La Quiaca | 28 Jul 2011
61. Toma de espacios verdes | 4 Ago 2011
62. Autoconvocados reclaman casas en las afueras del Ivuj | 4 Ago 2011
63. La demanda del certificado de no propiedad hizo colapsar la ... 8 Ago 2011
64. Dolorosa marcha de familiares de policías | 30 Jul 2011
65. Reunión para dar rapidez y transparencia | 16 Ago 2011
66. “Quizá haya que plantear un jury al juez que ordenó el desalojo” | 31 Jul 2011
67. El Superior Tribunal de Justicia hizo un llamado a la reflexión | 1 Ago 2011
68. Implementarán sorteos públicos de las viviendas | 8 Ago 2011
69. Asumió el nuevo jefe de Policía | 1 Ago 2011
70. Recuperan viviendas para concluir obras | 16 Ago 2011
71. Hasta el 6 de septiembre podrán registrarse en el programa de lotes ... 30 Ago 2011
72. Desde hoy publican un listado provisorio de aspirantes a lotes | 22 Ago 2011

162
Géneros, violencias y metáforas
(en torno a las intersecciones hegemónicas)

163
164
La “Yolanda” de Seggiaro
Ana Inés Echenique
UNSa - CIUNSa

“Porque la imagen es otra cosa que un simple corte practi-


cado en el mundo de los aspectos visibles. Es una huella, un
rastro, una traza visual del tiempo que quiso tocar, pero tam-
bién de otros tiempos suplementarios –fatalmente anacróni-
cos, heterogéneos entre ellos– que no puede, como arte de
la memoria, no puede aglutinar”.
Didi Huberman

Olvido, silenciamiento, sometimiento y/o estigmatización son algunas de


las categorías que entran en juego a la hora de pensar a las mujeres indígenas.
Este trabajo busca indagar sobre las representaciones de estas mujeres en los
discursos, para este caso concreto, identificar la forma cómo operan los sistemas
de producción de sentido en los discursos fílmicos. Con esta finalidad, se hará
un recorte particular de la discursividad: el film de la salteña Daniela Seggiaro,
nosilatiaj/la belleza.
Desde las categorías propuestas por Angenot, se analizarán algunos compo-
nentes de la hegemonía discursiva, presente/ausente en nosilatiaj/la belleza. Es
decir: la lengua legítima; el saber común; de lo que se habla; el etnocentrismo a
partir del cual se construye el mundo; de lo que no se puede hablar; quiénes
dicen; desde qué posición discursiva.
Se indaga, desde esta perspectiva, qué imagen de mujer se cimienta por de-
bajo de este discurso cinematográfico, partiendo de la siguiente hipótesis: La
Yolanda de Seggiaro visibiliza y hace comprensible una realidad que sin este per-
sonaje no sería posible acceder. En este sentido, resulta interesante contemplar
cómo participa el lenguaje audiovisual en la creación de estos sentidos en torno
a las mujeres indígenas.
Uno de los textos claves para entender la representación de la mujer en el
cine es el texto de Mulvey (1975) Placer visual y cine narrativo. La pionera analizó
el género en el cine hollywoodense desde el psicoanálisis. A partir de este texto
surgen una serie de categorías claves para el estudio desde esta perspectiva: la

165
mirada masculina, en contraposición el ser mirada y la objetivación del cuerpo feme-
nino. Concretamente trabaja sobre la teoría falocéntrica, donde Mulvey subraya
la tesis de que el cine y la fotografía, sin darse cuenta están estructurados a partir
de las ideas y los valores del patriarcado.
En este sentido, Siles Ojeda (2000) sostiene que las representaciones narra-
tivas en el cine son cuestionadas en tanto plantean la organización de la división
binaria de los roles femeninos por oposición: madre/prostituta, la femme fa-
tale/la chica buena, malvada/inocente.
Cabe aquí entonces un interrogante frente a esta película que se intenta ana-
lizar: ¿Es posible encontrar en el cine una mirada de otros mundos alejado de
visiones unidimensionales y solemnes de los indígenas? En este sentido se pro-
pone analizar la película Nosilatiaj. La belleza (2012) para deconstruir la gramática
de la cultura dominante a través de su protagonista, Yolanda. Concretamente:
¿qué tipo de mundos construye el personaje de Yolanda?

1. Nosilatiaj
La historia comienza con un relato en off en lengua nativa (subtitulado en
español) en la que se transmite, a través del discurso, la vida generacional y ma-
trilinealmente: “Era una mujer fuerte muy valiente mi abuela. No tenía miedo
de caminar toda la noche. Para ayudar a mi mamá a tenerme a mí. Cuando llegó
ayudó a mi madre. Dicen que yo nací temprano a la mañana”. Este recurso es
utilizado por la realizadora para narrar en un lenguaje poético: hábitos, visiones
y creencias sobre la relación de la cultura wichí con el monte nativo.
Las primeras escenas están ancladas en un tiempo mítico, un espacio de me-
moria cultural, que como bien se dijo anteriormente, es transmitido matrilineal-
mente: abuela, madre e hija. No se trata de un matriarcado, entendiendo esta
categoría como un modelo de vínculo entre los géneros que concibe diferencias
entre ellos en términos jerárquicos. La cultura criolla patriarcal naturaliza que
ese escalón jerárquico más alto pertenece al hombre, en cambio no hay huellas
en esta voz en off que establezca una jerarquía entre los géneros. El relato cons-
truye a una mujer wichi valiente/solidaria que, con otros valores culturales, se
corresponde con la construcción de la mujer criolla batalladora/responsable.
En una secuencia posterior, un plano fijo escenifica, como si se tratara de
una pintura de Paul Gaugin, a Yolanda recostada sobre una cama con colores
intensos y contrastantes. El color adobe de las paredes tiene su continuidad en
la paleta de tonalidades tierra en la piel de la protagonista. Los volúmenes que la
rodean realzan la figura y solo una pequeña ventana que permite ver, como de-
trás de los telones, al monte chaqueño. Es cierto: en su época los habitantes de

166
Tahití pintados por Gaugin representaban el Edén, los hijos de la naturaleza. En
cambio, la Yolanda de Seggiaro va a contrapelo de esta producción de sentido:
Yolanda transita en esta imagen tiempo (Deleuze, 2004) el purgatorio cristiano oc-
cidental: es la hija del desmonte (pelo/monte) parada en su propia cosmovisión
donde no hay un fin, sino un continuo movimiento cíclico de la naturaleza y
cultura.
El film no da a conocer cuáles son las razones por las cuales Yolanda migra
de su propio universo al mundo criollo. Por corte directo se pasa de las imágenes
del monte a un primer plano de Yolanda sentada en una silla de hierro blanca
con una camisa del mismo color; enmarcando su rostro bloques de cemento y
una enredadera seca que se abraza a la pared.
Las mujeres criollas están ancladas en el espacio-tiempo de los preparativos
domésticos de un rito de pasaje: la fiesta de quince de Antonella que se va a
edificar sobre la ablación del símbolo de belleza de Yolanda: la larga cabellera.
Desde este espacio las mujeres criollas se instituyen en sujetos de habla en
relación a cuestiones femeninas tradicionales respecto a este tipo de eventos: los
vestidos, el peinado, el baile, la comida, etc. Cabe aclarar que, en ambos casos,
las mujeres son las que llevan a cabo las acciones en esta historia, mientras los
hombres pertenecen al “afuera” del mundo doméstico/privado, ausentes en las
acciones de ese “adentro”, cumpliendo roles de proveedores.
En el caso de los hombres wichis, figura el abuelo de Yolanda que “se fue a
pescar y nunca regresó, se murió”, mientras que al padre de Yolanda se lo men-
ciona con poderes chamánicos que le permiten hacer temblar la tierra. En el caso
de la familia criolla, el padre de Antonella y pareja de Sara, Armando hace visita
temporales, entra y sale del mundo doméstico. La preocupación de Sara es
cuánto tiempo se va a quedar. Pertenece a un afuera (Chaco salteño), al que la
amiga de Sara en una conversación casual después de la misa le sugiere que “hay
que enlazarlo mejor a ese hombre”. A pesar que se sugiere al final que Armando
tiene una familia paralela, éste cumple con el rol de proveedor: trae dinero, pes-
cados y chanchos para la fiesta de quince de su hija Antonella.
Clara Coria (2012) sostiene que el dinero sigue siendo masculino indepen-
dientemente de quién lo genere. En esta familia del norte salteño representada
por Seggiaro el dinero proviene de Armando, la pareja de Sara, pero éste com-
plementa su aporte para la fiesta de quince en especies (cerdos) que provienen del
monte. Armando trae los chanchos vivos y los lleva a la cocina y Sara le reclama
qué van hacer con eso. Armando: “¡Gorda no molestes más! ¡Tenemos comida
y listo! ¡Eso es lo importante¡ ¿Qué querés darle a la gente? (refiriéndose a los
invitados de la fiesta) ¿Los vas a llenar de pochoclo hasta que revienten?”. A los

167
chanchos que provee el hombre criollo le corresponden imágenes de los peces
que proveen los wichis del río a través de la pesca con redes y arpones de caña.
Hay aquí una transferencia de bienes de los aborígenes a los criollos en cuanto,
además de los chanchos, Armando trae peces para comer a la casa de Sara, que
Yolanda cocina a las brasas en el patio. Hasta aquí no circula dinero en ninguna
de las dos culturas. Principalmente dos asuntos son cancelados con dinero en la
película: la enfermedad de la indígena Eudocia (pariente de Yolanda) y la fiesta
de quince criolla.
La primera situación es representada por Seggiaro en la escena, cuando Gui-
llermina, la madre de Yolanda, pasa por la puerta de la casa de Sara para ver a su
hija. En ese contexto, Armando se preocupa por la situación de vulnerabilidad
de Eudocia y éste le recomienda que hable con el Mataco para que la ayude. Si
bien no se aclara quién es el Mataco, pareciera ser alguna figura política del pue-
blo, tipo intendente o puntero político. Este tipo de necesidades, como la salud,
debieran ser atendidas por el Estado, pero en estos pueblos donde aún rigen
prácticas coloniales en los vínculos o relaciones sociales, resulta usual que los
indígenas recurran a los patrones para cubrir estas necesidades. Es así que en la
intimidad, Armando y Sara dirimen sobre el tema. Armando: “Vamos a tener
que darle un poco de plata a la Guillermina”. Sara: “Justo ahora con todos los
preparativos de la fiesta”. Armando: “Tampoco es cuestión de estar gastándose
toda la plata en una fiesta”. Sara: “No es una fiesta Armando, es la fiesta, es la
mejor fiesta de este barrio”. Armando: “No te preocupes Gorda, acá está tu
marido”. Surge en este diálogo claramente la tensión de aquello que el dinero en
esta historia puede cancelar: la salud indígena y la fiesta criolla. La primera un
derecho y la segunda una representación social simbólica de un rito de pasaje
que ubica a la familia dentro de su comunidad.
Pero en los bienes de intercambio surge otra cuestión. Armando: “La Gui-
llermina preguntó si nos queremos quedar con la chiquita (la hija de Eudocia)”,
a lo que Sara responde que no pueden alimentar una boca más. La figura de la
criada la trataremos específicamente en otro apartado de este trabajo pero cabe
aquí detenerse en el ofrecimiento de la niña por parte de Guillermina. Clara-
mente no se trata de una venta ni de un robo de niños, es una entrega de una
niña indígena, práctica naturalizada en ambas culturas, para su crianza fuera del
seno de una familia criolla1.

1 Durante la producción de un documental “Las partes del todo Norte” que realicé en el 2006 en la locali-
dad de Embarcación, norte de la provincia de Salta, le pregunté a una de las mujeres cuántos hijos tenía:
Me contestó ocho: dos varones y seis mujeres. “El problema son los varones, porque hay que hacerlos
trabajar después. En cambio a las nenas las entregas a la casa de los patrones y tienen asegurado el techo

168
En este relato Armando prioriza la salud de Eudocia y le entrega, antes de
irse, un rollito de billetes en la puerta a Sara. “Dale a la Guillermina [este rollito
de plata]”. Y Sara reclama: “Yo también necesito”. A través de este diálogo y del
modo en el que lo representa Seggiaro, la cineasta acerca al público una realidad
haciéndola accesible y fundamentalmente desnaturaliza este tipo de vínculos y
relaciones. De este modo la realizadora salteña visibiliza problemáticas contem-
poráneas desde personajes ficticios que sirven de intermediarios entre la realidad
y la ficción.
El análisis de los binomios madre e hija criolla/patrona (Sara/Antonella) y
madre e hija wichí/criada (Guillermina/Yolanda) dejan de manifiesto quiénes
tiene derecho a la palabra y quiénes no, es decir, quiénes solo permanecen en el
silencio. Yolanda, la protagonista, dentro de la cultura criolla no es sujeto de
habla, ni su voz es escuchada. Esto se refleja en la escena en la que Sara está muy
ocupada en los preparativos de la fiesta de quince de Antonella y dialoga en la
cocina con Yolanda. Sara: “Nos tenemos que encargar del peinado de la Anto.
No sé realmente qué vamos hacer, ese flequillo que se ha hecho por demás yuto
le quedó. Así que mañana vamos a lo de Antonio… a la peluquería”. Yolanda:
“No puedo”. Sara hace un intercambio de palabras con su hijito varón que está
allí con ella y le repregunta: “¿Cómo? ¿Qué dijiste?” Yolanda: “Nada”. Sara:
“Vamos a ver qué nos dice, saber sabe…Lo que pasa es más carero… Mañana
sin falta vamos. ¿Sabés chiquita?”.
La cineasta Seggiaro, sin embargo, representa su punto de vista en el film a
través del diálogo de Yolanda con su madre Guillermina, en la que la protago-
nista reflota tímidamente su desagrado y enojo por lo sucedido, a través de la
evidencia del espesor del silencio y sometimiento cultural:
Guillermina: “¿Por qué está tan duro tu cabello?”.
Yolanda: “Porque Antonella me tiró limón”.
Guillermina: “¿Limón te tiró?”
Yolanda: “A mí no me gustó”.
Guillermina: “¿Y te has enojado con ella?”
Yolanda: “Sí, pero no dije nada”.

Esta escena focaliza la mirada sobre el objeto de deseo de Antonella: el pelo


de Yolanda. Es decir que existe una trasferencia en Yolanda que pasa de sujeto
a objeto de deseo de la madre e hija criolla, en cuanto es poseedora de su larga
cabellera, símbolo de la belleza que se busca ostentar para lucir como postizo en

y la comida”. Este testimonio, realizado en otro contexto, reafirma esta naturalización de la entrega de
los niños indígenas a los patrones como resabio de vínculos coloniales.

169
la fiesta de quince. Por ende, la cabellera de Yolanda es lo que se quiere poseer,
el objeto de mirada, el objeto de deseo femenino criollo.
Antonella vestida con el traje de flamenco hace la demostración del baile
frente a su madre y sus hermanos menores que la miran desde la cama. Sara:
“¡Qué delicadito que te quedó! y con el vestido vas a estar hermosa”. Antonella:
“No voy a tener lo que me hace falta” (se refiere a la trenza para el postizo) Sara:
“Paciencia hijita ya, ya. Vamos a ir a lo de Antonio (peluquero) y vamos a en-
contrar la solución. Pero ni me hables con lo que te has hecho en el flequillo”.
Cuando Guillermina (madre wichi) mira a Yolanda y advierte que le han cortado
el cabello, no hay cruce de palabras entre ellas, solo cruzan entre ellas espesos
paréntesis a través de las miradas. En la propuesta fílmica de Seggiaro las pala-
bras se desnudan y ese silencio tiene ahora voz propia en la gramática de la cul-
tura dominada, revirtiendo de este modo los silencios de género y culturales an-
tes mencionados.
De acuerdo a Angenot (1998) se pueden encontrar estos rasgos en los dis-
cursos sociales: la existencia de un todo orgánico (totalidad). El adentro y el
afuera de esa totalidad está delimitado por el espacio de lo pensable, excluyendo
todo aquello que no tiene posibilidad de existencia discursiva. Así aparece el
Chaco salteño como espacio de frontera entre lo urbano y lo rural, los criollos y
los indígenas y en esa misma frontera está una mujer wichi, Yolanda, portadora
del símbolo de la belleza en disputa. La criolla Sara estigmatiza increpando a
Yolanda cuando ésta se enferma producto de la amputación de la cabellera:
“Tanto lío por una simba mataca. Si hay algo que crece es el pelo. Vamos Yola,
vamos. Hay cosas que no nos gustan en la vida pero no se puede estar todo el
tiempo tirada en una cama”.
A través de la mutilación del pelo de Yolanda la realizadora salteña Seggiaro
escenifica la gramática de la cultura dominante y cuestiona los principios de do-
minación de la cultura aborigen. Este símbolo se erige como discurso sobre el
silenciamiento, negación, olvido y miseria a la que han sido y siguen siendo so-
metidas las mujeres de los pueblos originarios.

2. Lo “real”
Gonzalo Aguilar (2010) nos habla de la capacidad del cine en la producción
de lo real, dejando de lado su capacidad de representación. Si bien Nosilatiaj /
La Belleza se trata de una ficción (basada en una historia “real”) tiene una base
documental, ya sea en los registros de las personas, el territorio o los objetos.
Lía Gómez (2009) trabaja esta cuestión en profundidad a partir de la categoría
imagen/tiempo en el cine de Lucrecia Martel. Sostiene que la construcción de lo

170
cotidiano en el cine conlleva dos entradas diferentes: una la de su significación y
la otra el realismo de dicha construcción.
El tiempo de lo cotidiano remite a un ahora, se refiere a un presente
que es atravesado por el pasado y por el futuro. Hablar de lo coti-
diano es hablar de la construcción de un lugar y un tiempo del indi-
viduo en el mundo tanto como ser genérico o ser particular (Heller,
1992).Y referirnos a ello en el cine es delimitar cómo se genera la
imagen cinematográfica. (p.11)

Este pensamiento parece clave a la hora de plantear la relación existente


entre lo real y la intervención del lenguaje cinematográfico en la producción de
la película. En este punto, Seggiaro, nos propone en su film dos registros dife-
rentes y claramente diferenciales.
El registro onírico corresponde a un tiempo mítico, atravesado fuertemente
por un pasado y un futuro, narrado en voz en off en lengua nativa. Este universo
ajeno la directora no lo construye como real porque no le es propio. Utiliza imá-
genes captadas a través de un estenopo, desdibujando lo referencial y sobre todo
proponiendo la sonoridad y la musicalidad de la lengua como la ventana de ac-
ceso a ese mundo desconocido.
El lenguaje audiovisual abre aquí un pequeño visillo a través del cual se in-
gresa a ciertos registros pero estas representaciones no evocan imágenes con-
cretas en el sentido que no se apropian de quien las está observando. Generan
curiosidad por su escasa referencialidad, induciendo a una narrativa poética
donde el espectador se puede sumergir en la musicalidad de la lengua pero no
en sus imágenes. Se podría decir que, Seggiaro, a través de esta representación este-
nopeicas rompe con la sintaxis de la imagen, en tanto que este tipo de representa-
ciones no tienen imágenes referenciales ni memoria asociadas por lo cual no
remiten a conceptos reconocibles.
Didi Huberman (2006) sostiene que:
Si una “imagen” nos deja mudos por un momento, en ese momento
de mutismo está el deseo de renovar nuestro lenguaje para encontrar
una nueva sintaxis para esta cosa, esta nueva “imagen” que hemos
visto.

Continuando con esta lógica e invirtiendo imagen por lenguaje, se podría


decir que si una lengua nos deja sin imagen, debemos encontrar una nueva sin-
taxis para esto que hemos percibido, para esto que carecemos de imagen.

171
Por otra parte, el film tiene todas las características de una ficción donde hay
un guión previo, actores, locaciones, casting y estrategia de rodaje, entre otras
cuestiones propias de las producciones audiovisuales. Seggiaro aquí señala que
para construir el efecto de realidad echa mano a imágenes de su infancia, historia
personal y el territorio que le es propio poniéndolas en juego a la hora de narrar.
Utiliza planos generales para describir el territorio, el monte, el pueblo, la casa,
el patio, las calles del pueblo, etc. Por otra parte utiliza cámara estática y planos
fijos, casi fotográficos para trazar las coordenadas espacio/tiempo en la imagen.
En este montaje realizado, la cineasta rompe con el estilo soviético en su
forma de construcción. Como si se tratara de un rompecabezas minuciosamente
estudiado desarma las piezas y las pone en tensión. Por ejemplo, la narrativa del
film nos habla del desmonte desde el sonido de las motosierras que se escuchan
pero no se ven. De este modo, Seggiaro plantea las rupturas y quiebres en el
montaje para generar las relaciones entre las cosas.
En este sentido, Didi-Huberman (2006) explica el proceso del desmontaje y
la deconstrucción:
Se pueden separar las piezas de un reloj para aniquilar el insoportable
tic-tac del tiempo marcado, pero también para entender mejor cómo
funciona, incluso para arreglar el reloj que se rompió. Tal es el doble
régimen que describe el verbo desmontar: de un lado la caída turbu-
lenta, y de otro, el discernimiento, la deconstrucción estructural.
(p.173)

Se podría hacer un análisis profundo de cómo se construye las imáge-


nes/tiempo, el adentro y el afuera (casa criolla/monte) donde hay una clara corre-
lación y continuidad con el cine de Martel en la construcción de lo cotidiano. Lo
cotidiano está inmerso en el bullicio de los hijos de Sara en la cocina, la camioneta
que trae los chanchos, los peones tocando la guitarra en el patio, el sermón del
cura en la iglesia, la tienda de ropa, el modo cómo circula el dinero, etc.
Cabe aquí pensar en esta operación de bucear sobre las imágenes propias de
Seggiaro para construir las redes de sentido en torno a lo cotidiano. Concreta-
mente, esto de bucear en el interior para otorgar realismo en la construcción implica
volver a un registro de pasado para proyectarlo en un presente. Ese extracto de
imagen/tiempo tiene que ver con ciertos patrones que hacen reconocibles esa si-
tuación. Como plantea Lía Gomez (2009) cuando cita a de Certeau “un saber
no sabido”, que está ahí latente. A su vez para que estos sean identificables quien
construye lo cotidiano debe haber registrado eso que observa en reiteradas opor-
tunidades, seguramente no en forma idéntica, pero sí como parte de la cadena

172
de sentidos otorgados a esa situación. De allí que lo que se objetiva en la trama
de la imagen fílmica está investida de temporalidades pendulares con espaciali-
dades fluctuantes. De este modo, Huberman (2006) piensa el anacronismo de la
imagen, su vinculación con el lenguaje y su lógica de irrupción:
Lo que la imagen-síntoma interrumpe no es otra cosa que el curso
normal de la representación. Pero lo que ella contraría, en un sentido
lo sostiene: ella podría pensarse bajo el ángulo de un inconsciente de
la representación. En cuanto a la paradoja temporal, se habrá reco-
nocido la del anacronismo: un síntoma jamás sobreviene en el mo-
mento correcto, aparece siempre a destiempo, como una vieja en-
fermedad que vuelve a importunar nuestro presente. (p.64)

En esta instancia resulta operativo vincular esta categoría con la de represen-


tación social propuesta por Cebrelli y Arancibia (2005). Ellos sostienen que las
representaciones sociales funcionan como mecanismos traductores en tanto poseen
una facilidad notable para archivar y hacer circular con fluidez conceptos com-
plejos cuya acentuación remite a un sistema de valores y a ciertos modelos de
mundo de naturaleza ideológica.

3. Rosmeri / Yolanda
Rosmeri Segundo (16) es Yolanda en el film Nosilatiaj /La belleza. Y cabe
aquí separar claramente la persona del personaje. A partir de esta película que
protagoniza, Rosmeri, es una actriz wichi que trabajó de acuerdo a las escalas
salariales correspondientes al sindicato de actores, que acompañó a la directora
a cuando la película fue premiada y erigió su palabra frente a los medios y las
miradas tanto nacionales como internacionales. Parece redundante la aclaración,
pero en este tipo de ficciones que rozan lo documental, cabe subrayar que Ros-
meri no es Yolanda, la interpreta.
La Yolanda es una creación de Daniela Seggiaro que nos permite explorar
una historia de ficción verosímil. Hay un aspecto clave sobre el que gira y se
ancla Yolanda como personaje: Seggiaro la ubica como criada en una familia crio-
lla del Chaco salteño. Lejos de generar un estereotipo de mujer wichi folklori-
zante, la figura de criada de una familia criolla de clase media del norte salteño
permite analizar un tejido de relaciones y tensiones a desentrañar a partir de la
protagonista.
Una problemática similar es abordada en la película de Matías Herrera Cór-
doba, Criada, a través del personaje Hortensia (53) en un pequeño puesto cata-
marqueño. Ella es mapuche, nacida en el sur, pero desde niña fue entregada para

173
ser la criada. En la vida real Hortensia fue adoptada hace más de cuarenta años
por los abuelos del director y de allí surge el conocimiento y motivación de con-
tar esta historia tan real como familiar. Herrera Córdoba en contraposición a
Seggiaro, lleva a que Hortensia protagonice el personaje Hortensia. Esta decisión
del cineasta Herrera Córdoba, lleva a que la persona/personaje de Hortensia no
logre poner en tensión la historia con el personaje. En tanto que las representa-
ciones de vínculos sociales implican el diseño de los sujetos y las experiencias
que se expanden por encima de esas mismas construcciones.
Si bien Seggiaro se inspiró en una historia real, creó un personaje, Yolanda,
que permite distanciamiento reflexivo al estilo brechtiano para instrumentar
vínculos entre los personajes que problematicen desde otro lugar y visibilicen
realidades que sin este personaje serían difíciles de acceder.
Por ejemplo, volvamos a remarcar la elección de Seggiaro de ubicar como
personaje a una adolescente wichi como criada en una familia criolla del norte
salteño. Ser criada implica una subordinación, en este caso a una patrona (Sara),
a la que le sirve, ayuda en las tareas del hogar y hace posible los sueños. Se la
concibe como una auxiliar que no recibe pago por su trabajo, que permanece
como un resabio de las relaciones sociales coloniales que perpetúan la esclavitud.
La figura de criada se superpone a la de hija de crianza, donde el cariño implica
una obligación emocional y desdibuja la sumisión que este vínculo conlleva.
Esta relación patrona/criada jerarquiza una mujer sobre otra mujer subsu-
miéndola no solamente en un relación de trabajo sin remuneración sino a una
imposibilidad de negociar las distancias y las relaciones de poder que entre ellas
se establecen en las prácticas cotidianas que se gestan en la intimidad de un ho-
gar.
Yolanda también tiene a Amílcar, su enamorado criollo. Es más o menos de
la misma edad, hace changas para ganarse la vida. A través de la mirada de Amíl-
car, Yolanda se visibiliza positivamente desde una relación simétrica entre las
dos culturas y poniéndola en valor y equidad. Amílcar es la contracara de las
tramas edulcoradas del hombre que viene a salvar a la protagonista de su situa-
ción de explotación. Mencionemos, como ejemplo de este tipo d etramas, el film
de dibujos animados de Disney, Pocahontas: el cine convirtió a la princesa indí-
gena en un ícono de encuentro entre dos culturas consumado en el beso entre
Pocahontas y el inglés llegado a América.

174
4. A modo de cierre
Todas las apreciaciones aquí propuestas de la representación de Yolanda por
parte de la cineasta salteña Daniela Seggiaro forman parte de una tesis doctoral
que intenta indagar sobre las subjetividades, identidades y las representaciones
de la salteñidad en los films La Ciénaga de Lucrecia Martel, Deshora de Bárbara
Sarasola Day y Nosilatiaj/la belleza de Daniela Seggiaro.
Las tres películas narran historias a través de los cuales se problematizan las
relaciones sociales y el universo que las rodean. Si bien tanto Daniela Seggiaro
como Bárbara Sarasola Day tienen huellas particulares en las narrativas de sus
film ambas (óperas primas) están inscriptas en una tradición cinematográfica
posmartel.
En este sentido, la Yolanda de Seggiaro, permite explicar y desarmar episte-
mologías que tienen efectos concretos en la inequidad y crueldad del trato de los
pueblos originarios y en particular de las mujeres.
Además, esta ficción vincula el personaje con un territorio: Yolanda en el
Chaco salteño. Las elecciones de locaciones realizadas por la cineasta Seggiaro,
que están por fuera de los espacios asociados a la “Salta, la linda” que se ofrece
al turismo, rompen con las imágenes cristalizadas del paisaje de la provincia e
interpelan al espectador con otros mundos posibles.
Se podría señalar que Seggiaro propone un tipo de montaje que visibiliza, a
través de las rupturas, generando relaciones sobre los mismos quiebres.
Yolanda irrumpe a través de Nosilatiaj /La belleza abriendo las jaulas del len-
guaje y la imagen. Este personaje deconstruye relaciones y vínculos naturalizados
por la cultura patriarcal y colonial. Y al mismo tiempo construye otra cartografía
de la mirada: de Yolanda a Olhamel Ta Ohapehen wichi.

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FilmGroup
Herrera Córdoba M. (2009) Criada. Argentina: productora El Calefón Cine /Habitación
1520 Producciones.
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Wanda Visión S.A., Películas 4k, Code Red, Cuatro Cabezas, TS Producciones
Sarasola Day B. (2012) La Deshora. Argentina – Colombia - Pucará Cine, Antorcha Films,
Faction Film, Werner Cine.

176
Apariciones y (des)apariciones mediáticas.
Violencia contra la mujer en Salta ‘la linda’
Alejandra Cebrelli
U.N.Sa. / CIUNSa

[Las] “alteridades históricas” [son] formas nacionales y regionales de ser “otro” muy
diferentes a las identidades políticas globales en las que hay una manera estereotipada y
estabilizada de ser “negro”, “mujer”, “indio”, “gay”, etc., que acaban devorando, can-
celando y, al final, censurando otras posibilidades de esas diferencias y produciendo “he-
gemonías” que reproducen la colonialidad […].
Rita Segato, “Contrapedagogía de la crueldad” (2017)

Cuando pensamos en el género, más en particular, en la violencia contra la


mujer (VCM), se hace indispensable situar la reflexión en un territorio con una
historicidad y cultura particular. Pensar la VCM en Salta, provincia del Noroeste
Argentino, significa focalizar un problema complejo y, por lo tanto, operar con
más de una variable analítica: las particularidades de ser mujer en Salta en tanto
alteridad histórica, lo que lleva a poner en el tapete la situación de colonialidad
del ser, del saber y del poder (Quijano, 1992 y 1998 ; Lander: 1998 ) en un terri-
torio (Segato: ) que tiene características de frontera cultural ( Lotman, 1997; Ce-
brelli y Arancibia: 2011 y 2012) y geopolítica en tanto se trata de una provincia
que limita tanto con Chile y Paraguay como con Bolivia. En este caso –y en
atención al circuito productivo- es necesario considerar cómo se realiza el trata-
miento de estos temas en los diarios y portales sin perder de vista la especificidad
de las representaciones mediáticas (Cebrelli y Rodríguez: 2013), del discurso de
la información y la particular impronta que les dan a esta problemática.

1. Lo femenino como alteridad histórica y colonial


El Noroeste Argentino, en general, y la provincia de Salta, en particular, se
caracterizan por ser un territorio de frontera. Entendemos por territorio un es-
pacio recorrido, apropiado, delimitado, controlado por un sujeto colectivo y, por
lo mismo, indisociable de las categorías de dominio y poder (Segato: 2007). Y

177
este territorio se caracteriza por ser una frontera en más de un sentido, es decir,
un espacio donde habitan varias culturas –criolla, urbana, campesina, de varios
pueblos originarios, de otros que han migrado en oleadas a lo largo de la historia
y hasta nuestros días (en particular, comunidades sirio-libanesas, italianas, espa-
ñolas, orientales y, sobre todo, bolivianas, chilenas, paraguayas). Las fronteras
internas, propias del funcionamiento de la cultura entendida desde una perspec-
tiva semiótica (Lotman: 1996), son delimitaciones materiales y simbólicas –pro-
ducidas a veces por lenguas naturales pero también por usos, discursos, códigos,
costumbres y normas particulares que dan cuenta de la heterogeneidad de la
cultura, inclusive dentro de los límites de una unidad geopolítica –provincia, na-
ción. Cuando hay contacto entre actores y grupos diferentes, se producen ‘pasa-
jes’ de sentido entre una y otra pues resultan el índice de una ‘diferencia’ que
siempre obliga a realizar una ‘traducción’ en los procesos comunicacionales
(Lotman: 1996, Cebrelli y Arancibia: 2013, Camblong: 2014). Se trata de lugares
del tejido social y cultural donde los sentidos chocan, se desvanecen y ‘se fugan’,
impidiendo –en muchos casos- una comprensión plena.
Las representaciones de género y las formas de patriarcado son tan diversas
como las comunidades que constituyen la sociedad local; ello implica que no
siempre las situaciones de violencia contra la mujer se interpretan del mismo
modo y, por lo mismo, la distancia entre esas representaciones, los valores que
reciben e inclusive las posibilidades de visibilidad y audibilidad en el espacio pú-
blico difieren diametralmente de acuerdo al tipo de ‘pasaje’ al que es sometido
el caso. Un hecho conmocionante, tal como un femicidio o una violación en
banda, sufre una serie de transformaciones cuando se transforma noticia perio-
dística y recibe un tipo de tratamiento de acuerdo a la línea editorial del medio
en cuestión, más o menos comprometido con la mirada oficialista la cual, a su
vez, se hará cargo o no en el aparato estatal del problema de acuerdo con el tipo
de idología política dominante pero también de acuerdo con el funcionamiento
casi mecánico de la burocracia local. A lo largo de esta travesía, en un ir y volver
del suceso al hecho mediático, al caso estatal –sanitario, policial, judicial, etc.)
como así también en la opinión pública, se producen transformaciones de sen-
tido que inciden en forma directa en la posibilidad misma de que dicho suceso
sea visto, dicho, conocido, tratado e, inclusive, ‘reparado’ de algún modo en el
aparato estatal.
Al respecto se puede mencionar la invisibilidad del caso de la lucha judicial
en los tribunales de Tartagal de una joven de 15 años por la patria potestad de
su hijita, fruto del abuso de su padrastro y del hermano de éste, situación que ha

178
pasado casi totalmente desapercibida para los medios locales de referencia aun-
que no para organizaciones de mujeres tales como ‘Volviendo a casa’ 1.
Se puede apreciar, por tanto, un juego de visibilidad/invisibilidad mediá-
tica cuya lógica se ajusta a los criterios de noticiabilidad de los hechos, siempre
relacionados con el consumo de las audiencias por un lado y por otro, con el
sistema de representaciones más caro a la hegemonía de turno y a sus tradicio-
nes. De hecho, la historicidad de esos modos de representar a las mujeres y a la
violencia que sufren está sujeta a las memorias colectivas de las comunidades de
origen cuya visibilidad depende de su mayor o menor cercanía con una ‘salteñi-
dad’ notoriamente conservadora y colonizada. Este imaginario local se sostiene
en una matriz patriarcal proveniente de la época de la conquista y dominación
de España y reactualizado una y otra vez a lo largo de los siglos. De hecho, la
colonización americana instauró un patrón de dominación sostenido en la idea
de racialidad que significó una nueva manera de legitimar las relaciones de supe-
rioridad/inferioridad entre dominados y dominantes (Quijano: 1992 y 1998). De
él pasó a depender inclusive otro más antiguo, el inter-sexual o de género, donde
lo masculino, blanco y europeo estaba en situación de superioridad sobre lo fe-
menino, de color y originario o afro. En otros términos, la colonialidad se trans-
formó en el modo básico de clasificación social de la población, con diversos
matices a lo largo de la historia. Esto sucedió en toda América Latina. En Salta
adquirió particularidades definidas por los procesos históricos y geoculturales
que atravesó la actual provincia del Noroeste Argentino.
Hoy por hoy, esos matices –siempre relacionados con procesos de estigma-
tización- se han ido sumando a otros y se han transformado en variables de
alteridad histórica que en lo cotidiano, condena a muchas mujeres al abandono,
al maltrato e, inclusive, a la muerte a veces detrás de un manto de silencio.
Cuando en una persona coinciden varios –género, etnia, raza, clase, escolaridad,
edad, religión, entre otros- la alteridad y sus dificultades para hacerse visible o
audible en el espacio público- se acentúan, un fenómeno que se conoce como
interseccionalidad (Crenshaw, 1995).

1 El caso lo conocí entrevistando a la Presidenta de la citada fundación, Isabel Soria, el 20 de marzo de


2017. El caso de abuso de la niña que por entonces tenía 12 años y de su hermanita (hija de uno de los
violadores) de menos de tres, sí llegó al medio de mayor circulación de la provincia (http://www.eltri-
buno.info/salta/nota/2013-10-27-2-1-0-dio-a-luz-una-nina-de-13-anos-que-fue-abusada-sexualmente).
La imposibilidad de acceso al derecho al kid de violación y al derecho al aborto no punible de esta criatura
también puede considerarse otro caso de violencia de género, esta vez a manos del estado provincial
queda acallado. La lucha legal de la ahora joven mamá por quitarle la patria potestad de su hija al abusador
tampoco tiene repercusión en los medios.

179
En Salta, uno de los casos paradigmáticos más recientes lo constituye el de
Juana (nombre de fantasía). Se trata de una niña de doce años que fue violada
en banda por siete u ocho criollos a fines del año 2015 en la localidad de Alto
La Sierra, al norte de la provincia. Juana padece de un retraso madurativo, quedó
embarazada como producto del abuso, pero las autoridades no le informaron en
ningún momento ni a ella ni a su familia que tenía derecho a un kit de violación
y a un aborto legal si fuese necesario, por lo que la gestación avanzó hasta los
seis meses. Finalmente, luego de una larga lucha de sus padres asesorados por
organizaciones feministas y de defensa de derechos humanos, Juana fue some-
tida a una cesárea, después de que los médicos confirmaran que se trataba de un
caso de gestación de un feto anencefálico el cual no tenía posibilidades de so-
brevivir.
La lucha de la familia por el acceso al derecho de aborto, negado una y otra
vez por el sistema de salud y justicia de la provincia, puso en evidencia la inefi-
ciencia del estado como así también la vitalidad de los valores femeninos patriar-
cales entre los y las funcionarias implicadas.
El caso tuvo una fuerte repercusión en el espacio público. Al día siguiente
de la violación en banda, la comunidad de Alto La Sierra –formada por dos mil
habitantes, la mayoría pertenecientes a la etnia wichi y con un nivel de vida de-
bajo de la línea de la pobreza- se manifestó frente a la policía y a la intendencia
del lugar exigiendo justicia pues se trataba de un caso de chineo, práctica endé-
mica en la zona e históricamente silenciada por las autoridades y por los medios.
El chineo consiste que varios hombres criollos violen en banda a jóvenes de
pueblos originarios, considerándose una forma de ‘iniciación’ sexual o de inscri-
bir sobre cuerpos dóciles la impronta de la jerarquía de la cultura criolla y euro-
céntrica. Pese a su brutalidad, poco y nada se habla de esta práctica colonial y
colonizadora pues su larga vida en la memoria local la naturaliza por un lado y
por el otro, implica generalmente a los hombres relacionados con las familias
más poderosas que, a sabiendas que se trata de una práctica delictiva, silencian
los hechos para que no intervenga ni la policía ni la justicia.
Sin embargo, tanto la invisibilidad aludida como los ribetes amarillistas del
suceso posibilitaron que los medios lo consideraran como un hecho conmocio-
nante. De este modo, se convirtió en un caso de agenda surfing: se mantuvo tapas
de periódicos y portales, transitó por noticieros radiales y televisivos desde di-
ciembre de 2015 y casi todo el 2016. Como suele ser habitual, en ningún mo-

180
mento se le dio voz a la niña o a su madre aunque opinaron funcionarios, espe-
cialistas y representantes de varias fundaciones y ONG’s 2. En otras palabras, se
hipervisibilizó a la niña violada, espectacularizando su discapacidad, la situación
de pobreza e indifensión de ella, su familia y su comunidad –sin importar que se
la estaba revictimizando- pero se silenció su voz y la de su familia.
Por supuesto, Juana no es un caso aislado de VCM en Salta. Todo lo con-
trario. Hasta el 8 de marzo de 2017, se registró un femicidio cada diez días, en
total, siete muertes de mujeres en contexto de violencia de género, dos casos
muy sonados de abuso de niñas por parte de los varones de su familia3 y uno de
violencia contra su exmujer por parte de un intendente de Salvador Mazza 4. En
lo que va del año 2017, el Distrito Centro del Poder Judicial de Salta, a través de
los dos Juzgados de Violencia Familiar y de Género, registró el ingreso de 1.889
nuevos expedientes5. La provincia ocupa uno de los primeros lugares en el país
en número de femicidios y de violaciones. Estas terribles estadísticas se escon-
den detrás del eslogan de ‘Salta, la linda’, muy utilizado en publicidades oficiales
y también en los discursos mediáticos y cotidianos ya que el turismo constituye
uno de los motores económicos en la capital y en el interior.

2. Las paradojas de ‘Salta, la linda’


La ciudad de Salta y sus alrededores se caracterizan por su variada y notable
belleza, atributos que se destacan en el discurso publicitario orientado al turismo,
uno de los polos de desarrollo local. Llama la atención la insistencia en identificar

2 El caso llegó al diario El Tribuno de Salta en diciembre de 2015 y se mantuvo en agenda hasta agosto del
año siguiente. En tanto constituye un medio de referencia dominante, otros diarios como Nuevo Diario
de Salta, portales informativos (quepasasalta, informatesalta, elintransigente, iruya.com, entre otros) y
radios locales replicaron la noticia. Esto sucedió en medios capitalinos y del interior de la provincia pero
también en diarios y portales de circulación nacional como Página 12, enred.com, elpaisdigital, entre mu-
chos. También tuvo cobertura radial y televisiva.
3 Tres episodios tuvieron como escenarios las ciudades de Orán y Tartagal, y dos la localidad de Vaqueros.

Además de la capital salteña que contó con otras tres muertes. En 2016 fueron diez las víctimas fatales.
El 2011 y 2014 fueron los años en los que se perpetraron más femicidios, dieciocho en cada uno. En 2014
se aprueba el Decreto Ley de Emergencia contra la Violencia de Género en la Provincia que creó varios
juzgados especializados, el Observatorio de Violencia contra la Mujer e implementó diversas medidas de
prevención, tales como el uso de botones de pánico para las víctimas y tobilleras para los victimarios entre
otras, aunque ninguna ha logrado todavía bajar los indicadores de VCM, por lo que recibe fuertes críticas
de diversas organizaciones feministas y de DDHH.
4 El intendente de Salvador Mazza, Rubén Méndez, fue acusado de violencia de género contra su ex mujer

y será llevado a la fuerza ya que se negó dos veces a comparecer en el Juzgado (http://www.eltri-
buno.info/salta/nota/2017-3-7-0-0-0-el-intendente-falto-a-la-cita-judicial-y-seria-llevado-por-la-fuerza).
En este caso la visibildad se relaciona con la jerarquía política del acusado y que se trata de un año elec-
toral.
5 Son datos oficiales extraídos de la Secretaría de la Mujer de Nación.

181
la provincia y la ciudad con una de las cualidades atribuidas a las representacio-
nes femeninas del patriarcado local: el valor estético, el de adorno y objeto de
goce masculino.
La ´la linda’ es el epíteto celebrativo, sobre todo, de la capital. La arquitec-
tura citadina merece un poco de detenimiento pues en ella se hace visible una
vocación por la colonialidad –a la que ya hemos identificado con formas de par-
triarcado machista- que sigue vigente y se traduce en formas brutales de violencia
contra la mujer que no cesan pese a las marchas, al trabajo de organizaciones y
al paquete de políticas públicas orientadas a frenar los casos de femicidio y vio-
lación cuya eficacia es muy discutible.
Un paseo por la Plaza 9 de Julio de la Ciudad de Salta permite apreciar la
vocación colonial ya aludida; sin embargo, no se trata sólo de un esfuerzo de
conservación del patrimonio arquitectónico sino más bien de reinvención –y
reivindicación- de una tradición cara al imaginario hegemónico. Una compara-
ción con las fotografías de principios del siglo XX pone de manifiesto que la
capital era una ciudad semejante a casi todas las del país por aquellos años, con
estilo neoclásico con toques art nouveau y art decó en las fachadas y una Iglesia
Catedral estilo románico, todo muy alejado del neocolonial que hoy resulta tan
atractivo al turismo nacional e internacional y que constituye la parte más visible
de la ‘marca ciudad’. Resulta evidente que, no se trata sólo de un inocente estilo
citadino sino de una fuerte impronta de la colonialidad en las mentalidades lo
cual asegura que el patriarcado salteño y sus múltiples temporalidades sigan re-
sonando en las prácticas sociales. Ello está estrechamente relacionado con con-
diciones estructurales sostenidas en un poder (económico, político, simbólico)
reunido en pocas manos y donde la posibilidad de ascenso y de pertenencia y/o
visibilidad pasa, en la mayoría de los casos, por modalidades de inclusión subor-
dinada en la que no suelen ingresar las alteridades históricas muy afectadas por
la inteseccionalidad aludida (Alvarez Leguizmón: 1997, 2002), condenadas a vi-
vir con las necesidades básicas insatisfechas.
Cabe aclarar que la cultura patriarcal salteña actual está legitimada por la
tradición, por la religión católica que se enseña obligatoriamente en las escuelas
públicas, por los medios de referencia dominantes y por el mismo gobierno6 lo

6 Una de las características distintivas del discurso urtubeycista (del Dr. Juan Manuel Urtubey, Gobernador

de Salta desde 2007 a la fecha) es la fuerte inscripción del discurso católico. También es notorio el avance
del discurso religioso protestante en los funcionarios de la provincia. Se trata no sólo de gestos discursivos
sino de prácticas concretas como la Ley de Educación Provincial 7546 que vuelve obligatoria la enseñanza
religiosa en las escuelas públicas (2009) o el proyecto municipal destinar parte del Plan Belgrano en la
construcción, a iniciarse el 2017, de una ‘Avenida de la Fe’ en el microcentro capitalino, lo que implicará
una inversión de 17 millones por cuadra, entre muchos otros ejemplos.

182
que contrasta con la existencia de leyes orientadas a la equidad ciudadana y de
género aprobadas durante los últimos años a nivel nacional y, paradojalmente, a
nivel provincial también.
El eslogan turístico del gobierno provincial también da cuenta de esta para-
doja: Salta, tan linda que enamora alude al estereotipo de la mujer ángel, tan cara al
imaginario que formó la nación argentina, una mujer casta, con un aspecto cui-
dado para dar placer al marido y parir hijos dignos de heredar el patrimonio del
pater familiae, apenas ilustrada como para formar a los futuros ciudadanos hasta
ingresar a la escuela. Las versiones actuales de esta representación, la mujer tro-
feo, la mujer objeto, el ama de casa prolífica y dedicada ‘al hogar’, con profesio-
nes casi ‘de adorno’ y relacionadas con el estereotipo (la docencia, la enfermería,
la sicología/sicopedagogía, entre otras) o con educación universitaria pero sin
ejercerla para ‘dedicarse al cuidado de la casa y de los hijos’, sigue vigente en las
clases altas y de mayor poder adquisitivo de la provincia y, circula muy valorada
en los medio locales, lo que le asegura una vigencia permanente. En este punto,
es importante recordar que las representaciones mediáticas se caracterizan por
su potencia para espectacularizar los rasgos positivos y negativos y por su fuerte
impacto en los procesos de circulación, validación e impacto sobre las prácticas
sociales (Cebrelli y Rodríguez: 2013)
En síntesis, el epíteto femenino ‘La linda’, atribuido al territorio, esconde la
violencia brutal contra la mujer que se vive en toda la provincia (violaciones en
sus más variados formatos, mujeres quemadas, descuartizadas, dadas como ali-
mento a los perros vagabundos, niñas y ancianas abusadas por sus parientes di-
rectos masculinos) como así también que el 90 % de esa violencia se da en el
seno de la ‘santa’ familia. Las trampas siniestras del lenguaje verbal y arquitectó-
nico que no son nuevas. Y para muestra, basta un botón, como dice el dicho
popular.
Hay una zamba, ‘La López Pereyra’ que se considera el ‘Himno de Salta’. La
letra suena como una elegía a la enamorada muerta: Yo quisiera olvidarte, me es
imposible/ mi bien, mi bien / tu imagen me persigue, / tuya es mi vida y mi amor también /
y cuando pensativo yo solo estoy / deliro con la falsía con que ha pagado / tu amor, mi amor.
Es de un tal Artidorio Cresseni, un hombre que asesinó a su mujer a princi-
pios del siglo pasado y fue liberado luego de un juicio. Escribió la zamba y se la
dedicó a su abogado defensor, López Pereyra en agradecimiento por la libertad
mal habida. En otras palabras, el himno de la salteñidad está escrito por un fe-
micida que esconde su crimen detrás de una supuesta elegía a su amada. La oli-
garquía la cantó y la popularizó hasta hacerla famosa y borrar el brutal origen.
Otra vez la paradoja.

183
De este modo, la mencionada figura retórica se instituye como fundacional
y define el imaginario y la cultura local: la representación de un valor eufórico
(la belleza de la edificación y del paisaje) que se sostiene en la brutalidad de una
vocación por la colonialidad (Quijano: 1992 y 1998); vocación legible en la rein-
vención colonial de una ciudad que, a principios del siglo pasado, había ‘olvi-
dado’ su arquitectura de aldea colonial salvo por el Cabildo, un par de iglesias y
de casas solariegas.
Así reinventada y nominada, la ciudad se presenta en el espacio público con
los atributos femeninos lo que contrasta con lo que oculta: la ferocidad con que
las mujeres que la viven y transitan son tratadas: violentadas de todas las formas
posibles hasta llegar al femicidio.
Y, para que esto sea posible, siempre aparecen cosificadas y desjerarquizadas
por los medios locales: las muestran semidesnudas en la contratapa de los diarios
y en lugares destacados de los portales de mayor circulación; son espectaculari-
zadas como cuerpos sacrificiales cuando alguna es muerta a golpes, cuchillo o
asfixia por la mano patriarcal en sus múltiples modalidades; son ridiculizadas e
insultadas cuando se unen y organizan para reunirse y discutir como durante el
Encuentro Nacional de Mujeres (2014) o para manifestarse contra la violencia,
como en ocasión de las marchas de #Ni una menos o del Paro Internacional del
8 de marzo de 2017. Toda forma de empoderamiento femenino manifestada en
el espacio público, sobre todo si es multitudinaria, posibilita a los medios a cali-
ficarlas como ‘la nueva Gestapo’ o ‘las víboras del monte chaqueño’7 mientras
se opone esta representación estigmatizante a la de ´mujer-mujer´.
Los perpetradores suelen protagonizar también las noticias y se les da voz e
imagen. Sobre todo, si son personajes prominentes. En estos últimos años, el
Intendente de Salvador Mazza y un Diputado Nacional, Alfredo Olmedo, se
mantuvieron en agenda por protagonizar casos de violencia contra sus parejas;
por su parte, el Intendente de El Bordo, ‘Chicho’ Mazzone fue tapa de diarios
por haber realizado fiestas de sexo y alcohol con menores. También son foco
de los medios los hombres violentos cuando el caso alcanza ribetes amarillistas
y responde a los valores de lo escabroso y extraordinario, como el del hijo sexa-
genario que violaba a su madre de 94 años en la localidad de Rosario de la Fron-
tera8 o el de ‘El Chirete’ Herrera, doble femicida que perpetró los dos asesinatos

7 Estos epítetos provinen del Consejal de la Municipalidad de Salta,


Andrés Suriani quien dirige la Comisión
de DDHH de esa institución y no ahorra comentarios estigmatizantes a las mujeres emponderadas, co-
mentarios de los cuales se hacen eco los medios gráficos, radiales y televisivos de la ciudad.
8 El caso está en la Fiscalía Penal 1 de la Unidad de Delitos contra la Integridad Sexual. Se trata de un

hombre de 64 años imputado por el delito de abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo en
perjuicio de su progenitora de 95 años (La Otra Voz Digital, 23 de marzo de 2017).

184
en cárceles de Salta, lo que provocó un escándalo público, la suspensión de la
cúpula del penal y fuertes críticas de los organismos de mujeres y DDHH al
gobierno provincial9.
La matriz patriarcal y colonial a la que se aludió antes se cuela en el trata-
miento mediático de las fuentes oficiales. Un ejemplo interesante es el protago-
nismo que tuvieron las declaraciones de la misma Ministra de Justicia y DDHH,
única mujer en ocupar ese rango en el gobierno, quien no dudó en responsabi-
lizar de su propia muerte a Andrea Neri, la joven asesinada durante la visita ín-
tima al Penal y, durante una rueda de prensa sostuvo que “la víctima conoció al
asesino dentro de la unidad carcelaria mientras acudía a visitar a un familiar, y
pese a haber sido advertida sobre la peligrosidad del mismo, de igual manera
decidió comenzar una relación con él”10. A pesar de estas desafortunadas pala-
bras, Caletti insistió en participar de la Marcha del 8M, donde fue repudiada por
algunas organizaciones feministas. Tanto las polémicas declaraciones de la Mi-
nistra como el escrache posterior tuvieron alta repercusión en diarios, radios,
telediarios y portales informativos locales. Las críticas tuvieron un fuerte tenor
machista, centrando la crítica en disvalores que el patriarcado utiliza para estig-
matizar a las mujeres, en vez de hacer hincapié en aspectos negativos de su ges-
tión. Por ejemplo, Cuarto Poder –un semanario político ideológicamente progre-
sista– no dudó en tildarla de ‘caprichosa’ por haber decidido participar como
todos los años de las marchas organizadas por #NiUnaMenos pese al rechazo
de las organizaciones a la gestión gubernamental de la cual forma parte.

3. Sobre su cadáver: De fronteras, chineos y femicidios


La VCM en general, los abusos, las violaciones y los femicidios en particular
atraviesan las capas sociales, se hacen más cruentos en los puntos más frágiles
de ese tejido, allí donde inciden –de modo diferente, según los casos- las varia-
bles raciales, étnicos, de clase, de educación y hasta religiosos. De allí la produc-
tividad de la categoría de frontera cultural –tanto externa (suele coincidir con lo
geopolítico) como interna (resulta un índice de la diferencia y la alteridad) (Ce-
brelli: 2015)

9 Se trata del sonado femicidio de Andrea Neri, sucedido durante una visita íntima en el Penal de Villa Las
Rosas y con su hijito de dos meses presente en el lugar del hecho, el 5 de enero de 2017. El asesino ya
había matado a su exmujer en una cárcel de Metán en 2006. El caso se mantuvo semanas en la prensa
local y llegó a medios nacionales: http://www.lagaceta.com.ar/nota/ 714142/policiales/quien-chirete-he-
rrera-femicida-carcel-salta.html, http://www.infobae.com/ sociedad/2017/01/06/femicidio-en-el-penal-
de-salta-una-pesadilla-que-se-repitio-11-anos-despues/, entre muchos.
10 La cita circuló en medios y portales. Hoy se encuentra en FM Profesional y http://noti-

cias.iruya.com/a/sociedad/derechos-humanos/21444-calletti-culpa-a-la-fallecida-andrea-neri-de-su-pro-
pio-infortunio.html ).

185
La mujer violada, maltratada y muerta espectaculariza en su propio cuerpo
la ‘escritura’ del poder masculino, de la jerarquía de un género sobre el otro. El
hombre instaura un texto legible ‘para terror y escarmiento, una forma de peda-
gogía de la crueldad que es la estrategia de reproducción del sistema patriarcal.
Con la crueldad aplicada a cuerpos no guerreros, sobre todo, se aísla y potencia
la función propiamente expresiva de estos crímenes, función que es inherente
de la violencia de género. De este modo, la truculencia es una garantía del control
sobre territorios y cuerpos y de cuerpos como territorios (Segato: 2013 y 2017).
Esta escritura se hace sentir más cuando en un agente funciona la intersec-
cionalidad y en ella recaen varios índices de alteridad, más el impacto de prácticas
ancestrales, como el chineo, que se actúan en las fronteras de género, étnicas, de
clase y culturales que se dan entre criollos y pueblos originarios, sobre todo en
el norte de la provincia, donde viven más de doce etnias diferentes.
Pero no siempre las mujeres ‘aceptan’ estas situaciones de violencia e injus-
ticia ni aceptan pasivamente los lugares e imágenes atribuidas por el patriarcado.
La historia de Evelia Murillo marca un hito en esta rebeldía, en este ‘moverse’
de las representaciones estigmatizantes, saltando la distancia entre culturas y len-
guas, para dar cuenta de la solidaridad entre pares.
Evelia Murillo era una maestra rural que trabajaba con estudiantes wichis y
criollos en el paraje de El Bobadal, a 70 kilómetros de la ciudad de Tartagal,
departamento de San Martín. Tenía a su cargo una escuela albergue. Durante
una clase, una joven wichi le pidió refugiarse en el aula ya que un hombre ma-
duro, criollo y de 58 años, de nombre José Cortez, quería abusar sexualmente
de ella. Un caso entre muchos otros del ya citado chineo, sólo que esta vez era
protagonizado por un solo hombre alcoholizado.
La maestra lo recriminó duramente y siguió dando clases; pero el hombre
volvió y la mató de dos balazos en el pecho, delante de sus alumnos que huyeron
despavoridos a ocultarse en el monte. Esto sucedió el 3 de octubre de 2014 y
tuvo un fuerte impacto en la sociedad local que no dudaron en tildarla de ‘he-
roína’. Su caso llegó rápidamente a medios de referencia dominante a nivel na-
cional11.

11 Su caso se mantuvo en agenda en numerosos portales (www.elintransigente.com/.../femicidio-co-


menzo-juicio-crimen-evelia-murillo-376600; http://www.quepasasalta.com.ar/noticias/salta_ 26/home-
najearon-a-evelia-murillo-la-docente-asesinada-en-el-bobadal_126958; http://www.lagaceta-
salta.com.ar/nota/6606/policiales/crimen-evelia-murillo-cortez-tambien-fue-imputado-amenaza-
arma.htm), diarios locales (http://www.eltribuno.info/salta/ nota/2016-4-6-1-30-0-comienza-el-juicio-
por-el-femicidio-de-evelia-murillo) y también nacionales: www.clarin.com/crimenes/crimen-maestra-
salta_0_ry1f-net5wXx.html). Se citan algunos a modo de referencia.

186
La solidaridad de la maestra por sobre las diferencias sociales, étnicas y cul-
turales, la transforman en un ejemplo extremo de sororidad. Su sacrificio evoca
el de las mujeres canonizadas por la Iglesia Católica: su origen étnico (blanca) y
territorial (era citadina), su profesión (el magisterio), su gesto de heroicidad in-
dudable, todo ello acuerda absolutamente con la representación femenina del
ángel del hogar. Esto le aseguró instalarse en la agenda mediática y, de allí, pasar
a la agenda política y jurídica provincial ya que su asesino fue juzgado y conde-
nado, lo que no siempre suele suceder.
De este modo, el cuerpo muerto de dos balazos de Evelia se transformó en
otra forma de escritura capaz de invertir el sentido de la inscripción patriarcal y
de anotar en el imaginario colectivo un sentido liberador: la capacidad femenina
de dar la vida por sus pares, por sus ideales. La ambigüedad de este cuerpo ase-
sinado por la violencia machista pero transformado en bandera y signo de he-
roicidad femenina muestra un típico funcionamiento de frontera al que ya se
aludió: en esos espacios intersticiales los códigos vacilan, los mensajes se trans-
forman, se invierten, se fugan. Así las fronteras pueden ser también lugares de
resistencia al machismo y a su pedagogía de la crueldad. En este caso, a un costo
altísimo: sobre el cadáver de Evelia.

4. Violencia expresiva y pedagogía de la esperanza


Como sostiene Rita Segato (2013), el paradigma de explotación actual tardo
capitalista supone la existencia de una pedagogía de la crueldad, desde el estado,
desde la misma estructura social y desde los medios (y las mismas industrias
culturales) que nos acostumbran al espectáculo de la crueldad. Por lo mismo, es
necesario visibilizar la violencia contra las mujeres en los medios evitando todo
tipo de espectacularización, tratando de leer, interpretar y de entender cada caso
como un ejemplo de la ‘violencia expresiva’ con la que la estructura patriarcal
inscribe la brutalidad en los cuerpos femeninos, no guerreros, creados para la
vida y no para la muerte.
Por ello, interpretar cada violación, cada femicidio como violencia expresiva,
tratando de interpretar el mensaje en toda su barbarie y llevándolo a la historia
y a la tradición de las comunidades donde se producen es un primer paso para
la concientización y la creación de una pedagogía opuesta, la de la esperanza.
Paulo Freire sostenía que esperanza es una necesidad ontológica que nece-
sita anclarse en la práctica para volverse historia concreta. Por lo mismo, el es-
tado, la ciudadanía, los medios y las industrias culturales necesitan comenzar a
educar en una esperanza crítica, capaz de construir valores, sentidos y derechos
de equidad e inclusión. De este modo, se implantará en nuestra sociedad y en su

187
cultura una pedagogía de la esperanza, es decir, un ejercicio sustantivo y real de
una democracia liberadora y decolonial.

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189
(Re)presentar las ciudades fronterizas desde otras
escrituras. La crónica como estrategias de narración
Andrea Noelia López
CONICET-UNQ; UNJU

El puente
La mañana del martes no era de las mejores, aunque el día anterior el sol
pegó fuerte, ese día las nubes y un viento frío casi indomable quedaban como
resabio de la intensa lluvia caída la noche anterior. Aun así, desde muy temprano
las personas llegan hasta aquí, decenas de mochileros y mochileras dan forma a
la larga fila de migraciones. La Quiaca-Villazón es sin duda la frontera argentino-
boliviana más usada por hombres y mujeres que vacacionan, tren de por medio,
en las hermosas e históricas ciudades de Tupiza, Oruro, La Paz para continuar
viaje al lago Titicaca y la Isla del sol. Los más afortunados llegan hasta las impo-
nentes ciudad de Oruro y las espectaculares ruinas de Machu Pichu, en Perú. A
ellos se suman las y los compradores que a diario llegan a la zona para aprovechar
los precios al por mayor de miles de productos que luego venden en las ferias
de sus barrios. También están las y los viajantes bolivianos que intentan volver
a casa.
–¿Documento? ¿A qué se dedica? ¿Cuándo cruzó? ¿Para qué cruzó? ¿Sólo
ese bolso lleva? ¿Viene sola? ¿Tiene familiares en Argentina? –son sólo algunas
de las preguntas que el hombre de migraciones con un tono policial, pide res-
ponder a la mujer de trenzas largas, pollera ancha de color rosado brilloso, me-
dias azules de lana y sandalias abarcas, ubicada adelante mío. Revisa su docu-
mento una y otra vez mientras le ordena abrir su bolso para controlarlo. La ob-
serva de arriba abajo por más de veinte segundos con una mirada intimidatoria
y finalmente la deja pasar.
–¿Buenos días, señorita, documento por favor? –me pide segundos después
el mismo hombre–. Haga esa fila, llene los papeles y entregue su salida cuando
pase por enfrente. Que disfrute su día– dice con una amabilidad que sorprende.

191
En ventanilla la ficha a llenar es sencilla, preguntas similares a cualquier for-
mulario administrativo, lo más difícil sin dudas es conseguir una lapicera que
funcione para completar y firmar el papel. Y en menos de cinco minutos en
ventanilla el permiso para entrar y salir del país por el día está en mis manos.

Villazón
El puente sobre el río La Quiaca es la entrada a la ciudad boliviana de Villa-
zón, o la salida de ella, de acuerdo a cómo se transite. En las paredes que sirven
de apoyo, pinturas y murales retratan algunos de los hermosos paisajes puneños
de la zona. Los cien metros de puente son una hermosa mezcla de colores vivos
que dan forma a los grandes y coloridos cerros, el suelo árido cargado de llamas
y vicuñas y un cielo celeste embellecido con un sol radiante. Mujeres de trenzas
largas que finalizan con pompones de colores, sombrero bombín, mejillas rojas
y sus polleras coloridas también son parte de las imágenes pintadas.
Y a continuación un universo impotente. Avenida República Argentina es
el nombre de la calle que concentra la mayor parte de los negocios. “EX-
CHANGE: Peso Argentino 0,50 centavos – Dólar 6,45 bolivianos”, dicen los
carteles afuera de las primeras casas de cambio que cruzo. Y acto seguido dece-
nas de negocios levantan las persianas de sus vidrieras. En este laberinto de calles
angostas, los primeros locales están llenos de productos en tela de aguayo. Uno
junto a otro los y las vendedoras ofrecen desde lapiceras, remeras, bolsos, carte-
ras bordadas, manteles, hasta cubre-cama en la tela colorida que suben hasta lo
más alto de la pared. Mantas y telares hechos a mano con un estilo inconfundible
de las artesanías del altiplano se llevan la mirada y el asombro de miles de per-
sonas que transitan por aquí.
Las bolsas llenas de hojas de coca apiladas como pirámides verdes una en-
cima de la otra se venden por todas las calles. Ellas se cotizan no solo para los
pobladores del norte argentino, sino también para los foráneos que intentan sua-
vizar los malestares que implica caminar por 3442 metros sobre el nivel del mar.
– Entre, amiga, y vea los precios, no hay mejores. Le hacemos descuento –
grita un vendedor. Los compradores que llegan desde los valles de Jujuy en re-
mises o colectivos temprano dedican sus primeras horas a buscar precios, los
expertos en estas calles saben que la clave es el regateo. Ellos y ellas se dejan
tironear por las y los vendedores que los llaman agitando las manos y voceando
sus ofertas.

192
Los juguetes son sin duda la mayor atracción. Muñecas y princesas con sus
cuerpos esculturales, bebotes de ensueño como si fueran copiados de publicida-
des de Pampers o Huggies, autos, motos y camiones de tamaños y colores infi-
nitos, osos de peluche que expresan amor infinito en un corazón rojo, micrófo-
nos con sonidos que prometen reproducir una voz igual a la de Violetta y toda
una serie de productos que usan las imágenes de los programas infantiles de
moda. Algunos son imitación de los originales, pero la mayoría son inventos
cuyo único objetivo es aprovechar la furia de los dibujitos de las series televisi-
vas.
– Esto está a buen precio –dice el vendedor que intenta convencer a una
mujer para que compre una muñeca ‘Darbie doctora’. Aquí no hay engaño, el
que compra sabe que es un producto alternativo.
En Villazón se puede comprar todo en pesos argentinos, bolivianos o dólar.
Para los y las trabajadoras es un requisito fundamental conocer el cambio del
día. Son ellas y ellos los que realizan la convertibilidad de las monedas en el
instante de la compra.
Conjuntos deportivos para niños con estampados de Los Simpson, Ben 10
y la cerda Pepa Pi copan los tablones de muchos negocios. Otros exhiben col-
gadas en su entrada una a lado de la otra una variedad de camisetas de fútbol de
equipos argentinos, brasileros, españoles e italianos, así como indumentaria de
los seleccionados.
– La camiseta de Messi –con una sonrisa contesta el vendedor cuando le
pregunto qué camiseta vende más.
– Disculpe ¿sabe dónde puedo encontrar a las mujeres que pasan mercade-
ría? –pregunté a una mujer sentada en la vereda al lado de una canasta llena de
Mentisan, una pomada verde fabricada en las altas montañas de los Andes boli-
vianos que por acá, en el norte, utilizamos para aliviar los síntomas del resfrío,
la gripe, picaduras de insectos y/o quemaduras leves.
– Acá a la vueltita están, o si no en el río. Siempre hay, vos hablala y ellas te
pasan –respondió con una pequeña sonrisa que dejaba al descubierto el brillo de
sus dos dientes de oro.

El encuentro
Dos cuadras después, en el triángulo que forman las calles avenida República
Argentina, coronel Araya y Max Churaga encontré a las mujeres. Están sentadas
de a grupos, algunas tejiendo, algunas charlando, todas esperando recibir mer-
cadería de sus clientes, siempre con el teléfono en la mano.

193
– ¿Hola, cómo va? –pregunto a Justina.
– Bien, buscando mercadería para ir al río. Esperame un ratito –responde
mientras se levanta y sale al encuentro de una clienta perdiéndose entre el sonido
del folclore boliviano, los olores y colores culinarios, entre las risas y los gritos
de los vendedores.
Justina es una mujer nacida y criada en La Quiaca. Ha trabajado como em-
pleada doméstica en casas de familia muchos años de su vida, aguantando día
tras día los maltratos de su patrona
– “Boliviana”, me sabía decir cuando se enojaba –recuerda–. Su marido era
un gendarme que no estaba gran parte del día en la casa, esos gendarmes que
tienen altos cargos aquí, que traen a sus mujeres y sus hijos para que se aburran
porque acá no hay mucho para hacer. Además yo creo que la engañaba y ella lo
sabía por eso vivía enojada –sonríe como si esas palabras la ayudaran a exorcizar
algo de sus recuerdos. Así resistió hasta que conoció al padre de sus hijas, el
hombre con el que se juntó a los dieciocho años para formar la familia ideal.
Pero con el tiempo los maltratos y los golpes se hicieron cotidianos.
Cuando su hija menor comenzó la escuela primaria conoció a la mamá de
una de sus compañeritas, Elsa, que se convirtió en su mejor amiga. Ella ya tra-
bajaba cruzando mercadería por el río y convenció a Justina de unirse a la labor
para así poder dejar atrás la vida con su marido. Desde entonces se convirtió en
una refugiada en la casa de su madre, una mujer que le hace sentir su extranjería
en los objetos más cotidianos, por ejemplo un sillón en el que nadie más que ella
“pode sentarse”.
– ¿Saben dónde está Gladis? –pregunta una mujer que tiene en sus manos
bolsas negras repletas de juguetes que parecen rebalsar en cualquier momento.
– Recién se fue al río doñita, ¿necesita pasar esas cositas? –responde Rosario,
una de las compañeras del cruce.
– Sí, pero yo trabajo con ella. No me atiende el teléfono –dice la mujer
mientras guarda su celular en una riñonera negra que tiene en el frente el escudo
del club River Plate.
– No se preocupe doña, si está trabajando, ya viene. No quiere dejar sus
cositas aquí yo se las cuido y cuando venga la Gladis le aviso. Así usted puede
seguir con sus compras –dice Rosario.
– ¿Seguro? Mira que es mucha mercadería –advierte la compradora.
– Sí doña, déme que yo se lo guardo acá mire –mientras agarra las bolsas y
las coloca en el medio de un grupo de mujeres.

194
Temerosa, pero sabiendo que el tiempo es tirano aquí, la mujer se aleja para
seguir buscando y comprando los productos que el fin de semana venderá en la
Feria ‘del Bachi 6’, en el barrio San Pedrito de la capital jujeña.
– Hoy no hay mucha gente, pero a principio de mes se llena. Y más que los
gendarmes se han puesto más duros, dicen que han encontrado droga pero para
mí es mentira, así dicen para no dejarnos pasar –me cuenta Justina mientras
reacomoda algunos juguetes para generar más lugar.
Su celular suena y ella se pierde nuevamente entre los negocios de la ciudad.
Como en cada ciudad de Bolivia, aquí los vendedores ambulantes de comidas y
bebidas están presentes en casi todas las esquinas. Cada mañana Carmen instala
su carrito de comida: un cubo de alambre muy similar a los carros de cartonero.
Con solo dos ruedas, cargado de ollas de aluminio que en su interior tienen so-
pita de arroz, guisado y la famosa sopita de maní. La sopa que según dice la
leyenda popular fue lo último que comió el Che Guevara antes de que lo mata-
ran.
– Ya tengo mucho, yo voy para el río nomás –dice Justina a Rosario apenas
llega.
– Cuidá lo de la Gladis, Rosario. Mira que con ella no se jode –bromea bus-
cando complicidad en Carmen.
– Yo no le tengo miedo –grita Rosario mientras se acerca a Carmen para
tomar el plato de sopita que cada media mañana saborea antes de salir al cruce.
Rosario es sin duda la clienta más fiel y es también la que ayuda a Carmen cuando
el negocio se llena de clientes y faltan las manos para servir, cobrar, lavar los
platos en el balde rojo y volver a servir.
Justina sube con sus bolsas a un taxi. Son seis, tres llenas de juguetes, dos
rebalsando de ropa, una con sábanas de polar y toallas con dibujitos animados y
la última hinchada de ropa interior y medias. Además cruza dos acolchados de
dos plazas.
– Dicen que están los gendarmes en el río y que no dejan pasar, que hay que
esperar –cuenta el taxista mientras nos lleva al borde del río. Aquí al igual que
en la frontera de Aguas Blancas-Bermejo los taxistas se mantienen informados
sobre las condiciones diarias del cruce para ayudar a cumplir con su trabajo a las
mujeres de la mejor manera posible.
– Y vamos a ver, espero no estén pidiendo coca para dejar pasar porque no
traigo nada, nadita ahora –Justina sabe que cuando el control es arduo en el río
debe pagar un ‘derecho de paso’ materializado en hojas de coca. No le queda

195
otra opción, es una desgracia más o menos regular que cada tanto deja sus ga-
nancias por el piso.
– Andan diciendo que encontraron droga. Debe ser que como es fin de mes
necesitan quitar cosas para después vender ellos –sigue el taxista.
– ¡Es mentira! –afirma Justina con bronca– pero como salió en el diario de
ayer ahora se van a poner jodidos. Seguro alguno cobra acá.
Ella estaba tan confundida y preocupada como yo, aunque tenía muchos
motivos más. La preocupación la invade porque sabe que las condiciones de
paso van a cambiar por unos días. Los gritos, los insultos y las corridas con los
gendarmes volverán a verse y sentirse como consecuencia de los rumores de
droga. Cada tanto algún diario o programa que se dice periodístico revive ‘el
problema del narcotráfico en la frontera’ y los oficiales de Gendarmería toman
represalias con las trabajadoras, aun cuando ellos saben que muchas de ellas nada
tienen que ver.
– Bueno doña hasta acá llego, espero que tengan buena suerte –dice el taxista
mientras Justina paga y retira todas sus bolsas.

El río
En el borde el clima es el de una Terminal de micros en cambio de tempo-
rada. Decenas de hombres, mujeres y niños cruzan el río de un lado al otro,
algunos cargados de bolsas y productos, otros apenas con una mochila. El río es
angosto, con un caudal que apenas supera los tobillos pero que encuentra su
mayor dificultad en la baja temperatura que alcanza el agua. Siempre – dice Jus-
tina para tranquilizarme- hay chicos con sus carros listos para cruzar por tres
pesos a quienes quieren evitar cualquier posibilidad de contacto con el agua fría.
Los olores a empanadas, tortillas fritas con queso y las ollas rebalsando de
sopas se perciben apenas bajamos del taxi. Los improvisados negocios a la vera
del río, atendidos por mujeres de a poco se llenan de personas que buscan reno-
var sus fuerzas de trabajo mediante la comida.
Estos espacios crecieron con reglas propias lleno de un progreso que parece
desordenado, caótico. Pero aquí todos parecen conocerse, las risas, los gritos de
saludos y advertencias son parte cotidiana del espacio.
– Cuidado, vienen gendarmes –grita un hombre enfrente mientras baja co-
rriendo al río cargando en su espalda una lona llena de ropa. Y detrás de él nueve
mujeres corren desesperadas en la misma dirección.

196
Diez segundos de silencio invaden el borde del río, todos miran el frente,
sin emitir palabra, esperando que sólo haya sido una equivocación de quienes
gritaron el aviso. Hasta que estaciona una camioneta Cross Fox gris y baja un
gendarme. Desde acá parece un comisario canoso, un hombre gringo que flota
en su propio ego sin importarle nada más que su metro cuadrado. Camina a paso
lento con las manos sobre su cintura como sacando el pecho todo el tiempo y
una sonrisa sobradora adornada de un par de hoyuelos.
– ¿Que hacen todos aquí?, hoy no se puede pasar nada. Son órdenes de
arriba. Mejor vuelvan a sus casas y dejen de bagayear –dice en voz alta y luego
sonríe.
– No nos queda otra que esperar acá sentadas –me advierte Justina mientras
extiende en el piso su aguayo y acomoda las bolsas a trasportar. Antes de sentarse
ata con desgano su pelo y arriba coloca una gorra negra. Ahora sí puede sacarse
su saco de lana marrón, si bien es verano en las alturas el calor de sol se siente
recién en horas del mediodía.
– ¿Y qué parece? ¿Adónde te agarró? –pregunta Justina a su amiga Elsa que
salió veinte minutos antes.
– Ya había pasado el río, justo estaba por agarrar un taxi cuando lo vimos
venir y me vine corriendo. Es el gringo malo. Desde temprano está así, se va
unas horas y vuelve –responde la mujer agitada.
– Así es éste pero ya debe terminar su turno –susurra Justina como si alguien
más la pudiese escuchar.
Elsa se sienta al lado de Justina y comienza a hablar en quechua. Una clara
señal de que mi presencia no es de su agrado. Justina me mira, sonríe y responde
con las pocas palabras en esa lengua que aprendió. Su conversación sigue así
durante la gran espera; entre miradas cómplices y risas.
En la voz de Elsa, se oía más de lo que sus palabras formulaban, por años
ha sufrido en su cuerpo el maltrato de los gendarmes y por ello prefiere evitar
problemas:
– Una vez –recuerda Justina– corrimos tanto juntas que terminamos muy
lejos, allá donde no hay nada más que montes. El gendarme nos gritaba que
tarde o temprano íbamos a volver, tuvimos que esperar horas y horas bajo el sol.
Aquí mucha gente tiene miedo por eso ella no te quiere hablar –dice Justina un
poco nerviosa, inquieta, tal vez intentando encontrar las palabras justas para ex-
plicar por lo que les tocó pasar a ellas y a gran parte de los que hoy se encuentran
esperando.

197
En el río solo quedan tres niños que juegan entre ellos. Deben tener entre
nueve y diez años. El más alto sube a una piedra grande mientras su amigo se
ubica en el medio del agua y tira una chancleta hacia el cielo. El niño de la piedra
salta e intenta agarrar la chancleta en el aire, antes de sumergirse en el agua, pero
en el primer intento fracasa. Las risas de los niños se contagian a casi todos los
que esperamos aquí. Los tres corren de un lado al otro, saltan, ríen, juegan. Para
ellos en este momento el límite no es un límite.
Veinte minutos después, Justina comienza a impacientarse, el gendarme pa-
rece decidido a quedarse un rato más. El sol se siente arriba de las cabezas y las
gotas de transpiración que recorren los rostros son cada vez más grandes. Una
mujer se acerca a él y le pide que la deje pasar pero obtiene una respuesta nega-
tiva. En su rostro enrojecido por la labor del sol se puede ver el cansancio que
contrasta perfectamente con la frescura del gendarme. Esa frescura que mos-
traba como burla. En frente de ella el gendarme saca una botella traspirada de
frío, la lleva a su boca y ante la mirada de la mujer tira al suelo lo que sobra de
agua.
El gendarme uniformado de un verde oliva, siempre tiene su mano en la
cintura, al costado bien ajustada está la cartuchera de su pistola. Camina de un
lado al otro, recorriendo el borde del río, con gestos bruscos y autoritarios.
Hasta que por fin decide subir a la camioneta y salir rápido dejando nubes
de tierra a su paso.
– Vamos rápido, mirá que éste te manda a otro –dice Justina mientras se
levanta, alza su aguayo cargado y lo coloca en su espalda.
En el borde, desata las trenzas de sus zapatillas, las cuales como no puede
ser de otra manera compró en esta ciudad, las coloca en su mano izquierda y
arremanga sus pantalones arriba de los tobillos. Cruza el río como quien salta
charcos de agua, tratando de pisar las piedras más grandes que marcan el camino
hacia el frente. Son diez segundos de puro equilibrio con un peso superior a
treinta kilos sobre su espalda.
Ya del otro lado Justina seca sus pies con una pequeña toallita rosada que
tenía escondida en el bolsillo de su pantalón gris, se calza y sigue su camino a
paso de trote. En frente, en ambos costados y detrás de ellas decenas de mujeres
hacen lo mismo. Todos aquí corren como si jugaran carreras. Se esquivan unas
a otras, las que van y las que vienen, esquivan a los perros que huyen asustados
ante la situación y a los dos chanchos que se entierran en los charcos de barro al
costado del río.

198
En la primera calle después del río están los autos que funcionan como re-
mises para acercarlas hasta la terminal de la ciudad. Si bien el camino no es largo,
se debe estar atento durante el viaje porque periódicamente aparecen controles
de Gendarmería por estas calles y eso representa un peligro.
– ¿Alguien quiere agua? –pregunta el remisero y saca una botella de debajo
de su asiento.
– Sí. El gringo no se iba más. Espero ya no vuelva hasta mañana –dice Elsa
mientras seca su transpiración de la frente con el brazo.
– Es jodido ese, no deja trabajar a nadie –continúa el remisero mientras mira
atento por la ventanilla y el espejo retrovisor. Justina, Elsa y la mujer que está
sentada en el asiento de adelante hacen lo mismo. Miran cada una de las ventanas
rogando no encontrar a ningún gendarme.

La Terminal
Cuando la Terminal de la Quiaca aparece comienzan a sentirse los suspiros
de alivio: la mercadería está a salvo. Al bajarse del auto las mujeres se acomodan
en su lugar, al igual que en Villazón cada una de ellas tiene su espacio ganado.
Todas se ubican en algún rincón de la parte de atrás, cerca de las oficinas donde
las agencias venden los boletos de colectivos a ‘cualquier parte de la Argentina’,
o así dice un cartel.
Justina desata el nudo de su aguayo y ordena las bolsas a la espera de sus
dueñas.
– ¿Vos volvés al río? –pregunta Justina mientras se moja los labios para re-
frescarlos.
– Sí, vamos a ver si hacemos otra pasadita –responde Elsa.
– ¿Che, y vas a ir a la fiesta de la hija de la Lidia? –interrumpe Justina después
de cinco minutos de un silencio que incomoda.
– Si consigo qué ponerme –aclara y sonríe Elsa–. Si no hay trabajo vamos a
ese negocio bonito de la esquina –continúa.
El trabajo de ellas termina cuando hacen entrega de la mercadería y reciben
su pago. A sus clientas, en cambio, les queda cinco o seis horas de viaje por una
ruta que suele tener controles de Gendarmería, los cuales deberán sortear hasta
llegar a destino. En su mayoría, las compradoras viajan hasta aquí en remises
particulares desde los valles de la provincia: San Salvador de Jujuy, el Carmen,
Perico, donde los fines de semana venden los productos en las grandes y popu-
lares ferias de estas ciudades.

199
– Acá está todo, nos tardamos por los controles. Espero ustedes no tengan
problema –dice Justina mientras entrega las últimas bolsas.
– Gracias, está medio fea la cosa pero yo sí o sí tenía que venir. Capaz en
tres semanas esté de nuevo, cualquier cosa te llamo –responde la mujer mientras
sube a un auto junto a tres personas más que la esperan para retomar el camino
a casa.
Justina despide a la última de sus clientas y guarda su pago en el bolsillo
derecho de su pantalón gris. Aunque en este momento su cuerpo es puro dolor,
expresado en los constantes gemidos al levantarse, junto a Elsa deciden volver
a la ciudad de Villazón para seguir trabajando. Saben que deben apurarse porque
pasado el mediodía pocas personas quedan comprando, pero quizás alguna que
otra compradora despistada del tiempo necesita su servicio.
-Bueno nosotras volvemos. Mañana voy a estar ahí de nuevo– me despide
Justina y rápidamente comienza a caminar junto a Elsa hacia el camino que las
devuelve a la rutina laboral.
Se alejan de la Terminal a pasos acelerados, siempre sonriendo y hablando
en voz baja. Seguro hay mucho para contar, mucho más de lo que pudieron
hablar en mi presencia. Chismes nuevos, secretos a develar, preocupaciones que
compartir, porque no sólo son compañeras de trabajo, son vecinas, son amigas
y confidentes desde hace muchos años.

Contar desde otras geografías los mismos acontecimientos


Esta crónica fue una de las dos narraciones que escribimos como parte de
una tesis doctoral1 en la cual reflexionamos sobre las condiciones y los modos
en que se produce la experiencia de mujeres bagayeras2. Experiencias de mujeres
pertenecientes a sectores populares que se dedican a cruzar mercadería por cir-
cuitos que evitan el control Aduanero y de Gendarmería en dos fronteras argen-

1 La tesis tiene por nombre “Esto no es droga, ni coca es solo ropa”. Experiencias de mujeres bagayeras
en dos fronteras argentino bolivianas: La Quiaca-Villazón y Aguas Blancas-Bermejo. Configuraciones pro-
pias del Estado, espacialidades y corporalidades”, fue presentada en el doctorado en Comunicación de la
Universidad Nacional de La Plata.
2 El trabajo del bagayeo es una actividad realizada por hombres y mujeres. Por una decisión académica

pero sobre todo personal y política en la tesis, y por ende en las crónicas, los espacios y el trabajo solo
fueron narrados desde la participación de mujeres. Mujeres que han sido históricamente silenciadas y/o
segregadas política, económica y culturalmente en las representaciones dominantes del mundo social y
que a nuestro entender producen una cantidad significativa de testimonios, biografías, relatos de vida y
principalmente experiencias que desafían cotidianamente las previsiones hegemónicas con una fuerza
política no despreciable (Elizalde, 2008).

200
tino-bolivianas: La Quiaca-Villazón y Aguas Blancas-Bermejo, en relación a con-
figuraciones propias del Estado, las espacialidades y corporalidades. Con la in-
tención de responder algunas de las interpelaciones que nos aparecieron durante
las distintas etapas de los trabajos de campo, como también en los meses de
reflexión y escritura, y de apaciguar la angustia de sentir que en el armado y en
la redacción de la tesis nos quedaban escenas, personas y situaciones por fuera,
decidimos narrar crónicas con la intensión de profundizar algunos sentidos y
vivencias. Así, la crónica funcionó como otra fuente de interpretación, como
una forma más de abordar los materiales; como un complemento que nos per-
mitió dar cuenta de sentidos y vivencias que se nos escapaban.
Entendiendo lo importante de los testimonios en nuestra investigación, es-
cribimos la crónica a partir de un collage entre fragmentos de diálogos con las
mujeres -en los distintos momentos que requiere su trabajo- y con algunos co-
merciantes. A ellos sumamos la descripción de ambientes, escenas, personas a
partir de nuestras observaciones, de lo que significó para nosotros el estar allí.
Trabajamos con la experiencia directa, los órganos sensoriales y la afectividad
que, a nuestro entender, lejos estuvieron de empañar nuestra mirada. Pusimos
en el centro la vida cotidiana de personas que manejan con creatividad y en be-
neficio propio los espacios en los que se negocian las experiencias individuales
y colectivas de mujeres bagayeras, sin querer imponer un relato por arriba del
otro, resaltando las contradicciones que tienen lugar, en este caso, en la frontera
La Quiaca-Villazón.
Desde el principio de la investigación, los relatos de las experiencias de las
mujeres bagayeras dieron cuenta de que ningún punto de la superficie de la tierra
pueda ser mirado tal como lo determina el mapa, el arquetipo, porque la com-
prensión de los espacios fronterizos no puede ser abstracta, depende de las y los
actores que los viven, los experimentan. Son espacios de movimiento, donde
todo está sucediendo, todo está en proceso, donde el uso del gerundio es infal-
table. Las mujeres bagayeras trazan su propio límite y revelan la finitud de la
trama frente a la contigüidad del territorio habitado. Se trata entonces de lugares
fronterizos con otras palabras, otros enunciados, formas otras de transitar y habitar
la espacialidad. Recorridos otros que plantean habitabilidades e identidades pro-
pias. Las fronteras son tránsito, movimiento, pasaje, circulación. Ciudades abi-
garradas (Rivera Cusicanqui, 2010) que se habitan desde una relación particular
con el lugar. Espacios que se nos presentan como lugares bordes múltiples, no
solo por su ubicación física en la ficción estado-céntrica de la geografía clásica,
sino también bordes en la escritura, en la reflexión (Zubia y López 2014).
Desde esas convicciones apuntamos a (d)escribir buscando abrir la comple-
jidad. Nos concentramos en lo que políticamente es necesario escenificar en la

201
compleja urdimbre de sus paradojas y tensiones para, a través de nuestra escri-
tura, intentar restituirles el derecho a la visibilidad sin el efecto reedificador de
los estereotipos y prejuicios simplificadores (Montes, 2014). En la narración mi-
nuciosa, en el detalle, aspiramos a describir el movimiento, el flujo permanente
como una de las características principales de estos espacios. Así como detallar
a las y los actores sociales, sin caer en el identikit de un formulario policial (Mo-
reno, 2017) con la intención de escapar a los lugares tradicionales, fisurar las
narrativas legítimas (hegemónicas) que representan a las fronteras argentino-bo-
livianas cargadas de excentricidad y rarezas.
Así, en la crónica nos animamos a rastrear aquello que se mueve, que escapa,
que va más allá de los etiquetamientos, más allá del significado estable (Deleuze
y Guattari, 2002) y que en el análisis de una investigación que tiende a reproducir
la institucionalidad de la ciencia, los roles, objetivos y lenguajes puede perderse
(Haber, 2011). Con el objetivo de desnaturalizar universalizaciones y esenciali-
zaciones quisimos presentar una/nuestra manera de mirar estos espacios. No
pretendemos simplificar lo problemático ni cristalizar las historias en un sentido
único, ni reducirlas a meras noticias banalizándolas. Tampoco deseamos confi-
gurar un mundo completo, cerrado y organizado por un principio estructurante
de totalidad (Garramuño, 2009). No nos propusimos hacer un mecánico reflejo,
ni cristalizar en un sentido único y conciliador las historias que quisimos narrar.
Nuestra intención fue habilitar un espacio para que las y los lectores puedan salir
de los modelos que fijan un sentido reestablecido. Nuestra narración constituye
los sentidos plurales y polémicos de aquello que siempre se manifiesta como
heterogéneo e inasible.

Bibliografía
Deleuze, Pilles Y Guattari, Félix (2002). Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. España:
Pre-Textos.
Elizalde, Silvia. (2008). “Debates sobre la experiencia. Un recorrido por la teoría y la praxis
feminista”. En revista Oficios terrestre 23, Universidad Nacional de La Plata,
pp18-28.
Garramuño, Florencia (2009). La experiencia opaca. Literatura y desencanto. Buenos Aires:
Fondo de cultura económica.
Haber, Alejandro (2011). “Nometodología Payanesa: Notas de Metodología Indiscipli-
nada”. En Revista de Antropología N° 23, pp. 9-49.

202
López, Andrea (2016). “Esto no es droga, ni coca es solo ropa”. Experiencias de mujeres bagayeras en
dos fronteras argentino bolivianas: La Quiaca-Villazón y Aguas Blancas-Bermejo. Configura-
ciones propias del Estado, espacialidades y corporalidades. Tesis de Doctorado. Universidad
Nacional de La Plata. Mimeo.
López, Andrea y Zubia, Gonzalo (2014). “Lugares (in)propios. Más allá de la cartografía
estadocéntrica”. En revista Fronteras Volumen 1, número 1, pp 34-70.
Monsiváis, Carlos (1980). A ustedes les cuento. Historia de la crónica en México. México:
era.
Montes, Alicia (2014). Políticas y Estéticas de representación de la experiencia urbana en la
crónica contemporánea. Buenos Aires: Corregidor.
Moreno, María (2017). “Moria es una titana jefa de un cuerpo químico y siliconado”. En
Clarín viva 26/02/2017.
Rivera Cusicanqui, Silvia (2010). Ch’ixinakax utxiwa: una reflexión sobre prácticas y discur-
sos descolonizadores. Buenos Aires: Tinta Limón.

203
Encierros, paredes, tránsitos y redes

205
206
“Que se pudra Tucumán”.
La representación de la ciudad en el rock tucumano1
Pedro Arturo Gómez
UNT

(A Pablo Giori que me condujo hacia el under musical tucumano)

1. La ciudad del rock y del terror


Las ciudades, las culturas urbanas, los paisajes, situaciones, grupos y tipos
humanos citadinos están en íntima e intensa conexión con el universo polimorfo
de ese género musical denominado “rock” y sus alrededores. Del mismo modo,
las urbes son el territorio de enraizamiento del jazz, el rhythm and blues y de
otros géneros y subgéneros asociados con el rock, incluida la música electrónica,
toda esa red y amalgama de estilos y subestilos que ha venido entretejiéndose en
los maquínicos telares de las industrias culturales, a medida que eso que en inglés
se denomina “pop” se fue convirtiendo en la forma cultural contemporánea. Los
procesos sociopolíticos y las atmósferas culturales se entrelazan y confluyen
también en los escenarios de la geografía rock: clubes, bares, pubs, teatros, loca-
les bailables, estadios y demás espacios de la movida musical, penetrando a la
vez y ganando cada vez más terreno en las comarcas y templos del campo del
arte, tal como lo ponen en evidencia las muestras museísticas dedicadas a los
dioses del rock que pueblan y recorren el mundo. Por supuesto, las naciones
rock –con sus culturas e identidades- tienen sus propias coordenadas de centra-
lidades y periferias: por un lado el rock de los grandes estadios y festivales, el de
las empresas discográficas transnacionales, el de la gran maquinaria industrial;
por otro, el de los subsuelos, el rock de las escenas del “under”, un margen
siempre en tensión –como no podría ser de otra manera- con el omnívoro cen-
tro.

1En gran medida este trabajo se basa e inspira en un artículo de 2007 del historiador Amadeo Gandolfo
“Postales desde ciudad humedad. ¿Qué es ese sonido que escuchan los jóvenes tucumanos?”, publicado
originariamente en el sitio www.global-art.com: http://unaparte.blogspot.com.ar/2012/09/postales-
desde -ciudad-humedad-que-es.html

207
Decir rock y ciudades convoca de inmediato las imágenes de icónicos em-
plazamientos urbanos: Liverpool y los Beatles, Nashville cuna del country,
Chicago y Memphis epicentros del blues, New Orleans y el jazz, el blues o el
soul, Detroit y el sonido Motown, San Francisco y el movimiento hippie y la
psicodelia, Seattle y el grunge, New York y el hip hop, Bristol y el Trip Hop,
Manchester origen de bandas fundamentales como Joy Division, The Smiths,
Oasis o Happy Mondays, Londres, que ha visto nacer en sus calles el mod, el
glam rock, el punk o el britpop y artistas como David Bowie o Blur, en Argentina
la ciudad de La Plata y su fertilidad musical… Pero también las ciudades y sus
historias han sido y son materia prima para las letras de canciones emblemáticas
del rock: “New York, New York” en la voz de Frank Sinatra, “Viva Las Vegas”
cantada por Elvis Presley, “London calling” de los The Clash; “Berlín” de Lou
Reed, los temas que Bruce Springsteen y Neil Young dedican a Philadelphia,
“Vienna” de Ultravox, o “En la ciudad de la furia” de Soda Stereo, junto con
todas las comarcas porteñas que recorren las letras del rock argentino. A su vez,
las ciudades son un mapa humano habitado por la música y en esa banda de
sonido el rock es una presencia fundamental, el aire del movimiento, la piel del
flaneurismo actual.
Pero la ciudad es también, las más de las veces, foco de actitudes, sensacio-
nes y sentimientos contradictorios, de amor y odio, de plenitud y sofocación. La
ciudad puede aparecerse como solar de oportunidades, de embrujo sensorial, de
experiencias amplificadas; pero también de alienación, marginalidad y opresión,
cielo e infierno al ras de la tierra… o del pavimento. Como en la literatura, la
ciudad narrada y descripta en las letras de las canciones del rock no sólo es un
escenario sino también un personaje y un estado de ánimo, y hasta una bestia,
un monstruo feroz devorador de humanidades, esa “jungla de asfalto” donde la
ley es la violencia, la segregación y la explotación, el locus en el que se hace más
evidente que el hombre es el lobo del hombre. Esa imagen de la ciudad como
foco de mal, de gangrena social, es la que aflora en diversas tradiciones narrati-
vas, que van desde los relatos bíblicos hasta la novela policial negra norteameri-
cana, pasando por las narraciones del realismo literario de fines del siglo XIX.
La ciudad de San Miguel de Tucumán es la capital de esa provincia del NOA,
económica, social y políticamente devastada por el cierre de los ingenios azuca-
reros perpetrada por la dictadura del general Juan Carlos Onganía a partir de
1966, y arrasada diez años después por otra arremetida militar, la del Operativo
independencia, iniciada en 1975 durante el endeble gobierno constitucional de
María Estela Martínez de Perón y continuada hasta las últimas consecuencias del
terrorismo de Estado de la dictadura cívico militar puesta en marcha con el golpe
de marzo de 1976, que convirtió a las ruinas de la supuesta edad de oro de la

208
industria azucarera tucumana en centros clandestinos de detención, tortura y
exterminio. Pero Tucumán no sólo es esa provincia quebrada por los estragos
de las dictaduras, centro de notables insurgencias sociales entre 1969 y 1970
como el Tucumanazo, sino también ese tenebroso lugar en el mundo cuyos ha-
bitantes en 1987 –apenas cuatro años después de haber sido recuperada la de-
mocracia- habilitaron la carrera política del general Antonio Domingo Bussi, ex-
comandante del Operativo Independencia, interventor de facto en la provincia
durante los primeros años de la dictadura, hasta erigirlo a través de la votación
como gobernador desde 1995 hasta 1999, período tras el cual -aunque elegido
como diputado- fue detenido, juzgado y condenado por crímenes de lesa huma-
nidad. Esa misma legitimación de Bussi en democracia por parte de una sufi-
ciente mayoría de la sociedad tucumana habilitó la carrera política de su descen-
dencia sanguínea, hasta hacer de su partido Fuerza Republicana una formación
que se sostiene hasta la actualidad en el tercer lugar de los partidos políticos
locales.
Recortada dentro de este turbulento marco, en algún momento de los ’60 y
durante la primera mitad de los ’70, la ciudad de San Miguel de Tucumán –
tradicional y prestigioso centro de formación universitaria- supo ser también un
destacado enclave de irradiación cultural, con destacados hitos en teatro, artes
plásticas, literatura e, incluso, producción audiovisual de crítica sociopolítica en
la obra de Gerardo Vallejo. Pero los años del terror estatal, sus herencias y larvas,
sostenidas por las simpatías cuando no devociones reaccionarias de gran parte
de la sociedad tucumana, fueron amortiguando ese fuego hasta convertirlo en
un puñado de luces alojadas en la memoria de un pasado que quizá fue mejor,
objeto de una veneración difusa más cercana a la reminiscencia que a la concien-
cia de un acervo capaz de nutrir la praxis del presente. Al mismo tiempo, huér-
fana de cualquier planificación, la materialidad urbana de la capital de Tucumán,
su infraestructura, su perfil y su trazado, fueron atrofiándose en un deterioro
cristalizado, del que resulta una ciudad de abigarrada fealdad, sucia, rota y con-
gestionada, bajo el signo de la crónica incomodidad de sus pobladores, infectada
por el hedor de los desechos que las fábricas arrojan al río, fugazmente bende-
cida en primavera por el aroma de los azahares que apenas distraen a los malhu-
morados transeúntes de la lluvia negra del hollín producido por la quema de
cañaverales. Éste es el malestar, el hastío de un emplazamiento urbano vivido
como astilla encarnada, que se hace síntoma en la elaboración retórica con que
se forja la puesta en escena de la ciudad de San Miguel de Tucumán en las letras
del cancionero de rock del lugar, con mayor virulencia en las creaciones más
alejadas de los circuitos masivos y proyecciones tanto en el pop más experimen-
tal como en vertientes que se enlazan con géneros afroamericanos.

209
2. Rock, pop y malestar
Precedido por el reinado de la llamada “música beat” de los años ’60, eso
que podría denominarse “rock tucumano” nace oficialmente en 1977, con la
formación de una banda pionera y mítica, Redd, un trío que debutó en el esce-
nario como telonero de Invisible, el grupo liderado por Luis Alberto Spinetta.
Habiéndose inspirado para elegir su nombre en el álbum El asesino sentimental,
de Kim Crimson, Redd integraba en su estilo el rock progresivo, el jazz rock y
aires spinettianos, con letras compuestas por el destacado poeta e intelectual
tucumano Ricardo Gandolfo. En 1978 editan el que sería el primer disco de rock
tucumano: Tristes noticias del imperio. En ese álbum, el primer tema, “Reyes en
guerra” -una dosis de rock duro y sonidos sincopados en alternancia con mo-
mentos de calma y vocalizaciones melódicas- contiene una estrofa que evoca en
una engarce de opuestos antinómicos el violento contraste entre una visión de
luz y un ramalazo de oscuridad que la invade:
Sol en la playa, me verá pensar
Cuándo acabará la muerte

Una probable alusión, quizás, al régimen de terror de la dictadura militar en


la Argentina de esa época, que tuvo –como ya se señaló- una particular y marcada
incidencia en Tucumán: la estampa icónica –un lugar común- de la placidez del
sol en la playa corroída de pronto por la sombra de la muerte, una muerte que
no es la del ciclo natural de la vida –una muerte que nunca se acaba- sino otra
que proviene de un designio funesto. Tras una presentación en 1981, en el Es-
tadio Obras, en el Encuentro de Música Contemporánea, Redd se disuelve en
1982.
Algo más de una década después, la escena del rock tucumano aparece do-
minada por la figura de Karma Sudaca, banda de notoria proyección formada en
1997, que tras su primer disco publicado en 1998, El títere, hace su primera gran
presentación en el Festival Cosquín Rock de 2001, año en el que aparece su
segundo álbum, Sangrando sueños, seguido en 2009 por Quema. Uno de sus
temas, “Furia Calchaquí”, es ejemplo del afloramiento en el corpus del rock de
identificaciones con las culturas nativas precolombinas de la región, enérgica-
mente reivindicadas en una especie de canción de protesta contra su devastación,
manifestación que enlaza la cultura urbana con ese sustrato cultural de los pue-
blos originarios:
… La hicieron trizas, la regalaron
Cultura enferma, brillando sobre mí.
La hicieron trizas, la regalaron

210
Y un pueblo en llamas, hoy lucha por vivir.
Tanta miseria ya se ha humanizado
Tanto desastre no causa dolor,
Tanta impotencia ya se ha encarnizado
Y esta cultura hoy pide por vos…

Estrofas en las que después de imágenes de destrucción atribuida a una ter-


cera persona plural, aparece un remate de marcado tono interpelativo que a tra-
vés de la segunda persona singular habilita individualmente al público de la
banda como destinatario explícito del llamado.
La misma actitud aparece en “Pachamama (Le monde meur)” un reggae
mutante cantado en inglés, español y francés, de Rolo & Los Fuckin’ Adictos,
una banda que pertenece más bien al circuito under del rock tucumano y que
tuvo una encarnación anterior en un grupo emblemático de ese ámbito, la 448:
…Ay Pachamama, tierra querida,
Cómo te contaminan
Los mercaderes de la codicia.
Ríos, montañas y mares.
Llanuras, desiertos y lares.
La fauna, la flora, la vida peligra…
Aquí el alegato exhibe un tinte más ecologista vehiculizado por una invoca-
ción a la Pachamama, la madre tierra, diosa incaica muy presente en las tradicio-
nes todavía vigentes del NOA, aún en la atmósfera cultural urbana, tanto que
una banda de vigoroso rock apela a su figura.
El under tucumano es el reino del Punk y del Hard Core, géneros que aliados
en la simbiosis HCPUNK (Hard Core Punk) tuvieron en la escena local su época
de mayor relevancia desde fines de los ’90 hasta mediados de la primera década
del siglo XXI. A la ya mencionada banda 448 pertenece “Polución en Tucson”,
una canción icónica que expresa con rabioso énfasis y violenta explicitud el ma-
lestar del mundo de vida tucumano, haciendo uso de un juego de palabras habi-
tual en el habla coloquial local que se refiere a la ciudad como “Tucson” -el
nombre de una ciudad norteamericana de Arizona- utilizando la metáfora de la
polución para aludir a las fuentes de ese malestar, la sociedad y la fuerza pública:
… Puedo ver que todo lo que rodea
Puedo ver que todo esto es una mierda
Gente hueca, llena de frivolidad.
Puedo ver que cagan tu sueño ya.
Polución en Tucson.

211
Polución en Tucson.
Polución en Tucson.
Puedo ver que cagan tu cerebro.
Puedo ver que matan tu puta alma.
Esos policías hijos de puta.
No disparen más.
Polución en Tucson.
Polución en Tucson.
Polución en Tucson…

Con menos rabia, pero con idéntico sentimiento de áspera incomodidad, un


fragmento de “Todo pasa”, canción de Volstead, banda insignia del Punk tucu-
mano habla de un lugar identificable con la ciudad como un estado de ánimo
dominado por la opresión, por la percepción de un emplazamiento sin salida:
… Sé que me encuentro en un lugar
Donde nunca estaré mal, donde nunca estaré bien.
No me da tiempo ni a pensar.
Si otro mundo pasará, si a otro mundo pasaré.
Hoy no podré olvidar que no tengo a dónde ir…

Se destaca en el segundo de estos versos la manera en que el segundo enun-


ciado clausura la expectativa de sentido abierta por el primero que hace referen-
cia a un lugar “donde nunca estaré mal”, contenido que de inmediato es obtu-
rado por la afirmación de que ese mismo lugar es donde nunca se estará bien,
estructura contradictoria que expresa la hiriente ambigüedad de los sentimientos
y sensaciones que provoca este mundo urbano opresivo que no deja lugar para
el horizonte de una escapatoria.
La “movida” under de los ’90 fue también el contexto de surgimiento del
pop tucumano. Una de las bandas fundadoras de esta corriente -cuya trayectoria
se extiende hasta la actualidad destacándose por su fértil longevidad en una es-
cena marcada por la efímera vitalidad de los grupos- es Estación Experimental,
con un estilo de guitarras monolíticas y canciones eufóricas, sensibles y ruidosas.
No obstante, por entre esa euforia se cuelan ráfagas de melancolía y escalofrío,
como ocurre en este fragmento de la canción “El K”:
… El sol viene y se va indiferente.
El correo la hora siempre te miente.
La ciudad quema
Y todos se animan a mostrar
Un demonio guardado en un cajón…

212
En la referencia a una ciudad abrazada por el calor –postal característica de
los ardidos y tórridos veranos tucumanos- el recurso de la sinécdoque pinta un
paisaje de engaño a través de la referencia al reloj de la torre del edificio del
correo, siempre fuera de funcionamiento, símbolo de una ciudad que no anda o
anda mal, imagen de contrariedad seguida por la irrupción de lo siniestro a través
de la metáfora del demonio guardado en un cajón que en el ardor de una ciudad
disfuncional de pronto es sacado de su escondite por esos “todos” que se ani-
man ahora a mostrarlo, alusión a ese núcleo de oscuridad que anida en la idio-
sincrasia de una población conservadora y reaccionaria, simpatizante del autori-
tarismo, oscuridad que se manifiesta en los brotes de violencia cotidiana, verbal
y física, que no cesan de surgir en las calles y espacios públicos.
El pop tucumano más de vanguardia tiene su máximo exponente en Los
Chicles, una banda que es leyenda, también fundadora de esta escena, verdadera
máquina de hacer hits que sintetizan rock’n roll clásico con exploraciones en
diversos territorios musicales. Las letras de sus canciones son las que más níti-
damente reflejan el hastío de vivir en la ciudad de Tucumán, ese escenario de
malestar y sofocación. Una composición emblemática de esta visión es “Que se
pudra Tucumán”, donde el velo de reconcentrada melancolía del inicio de la
canción es desgarrado por la rabia de un dramático hartazgo:

Yo conozco un buen lugar


Donde nunca hay demasiada gente.
Yo conozco un buen lugar
Donde voy para pensar
No me gusta ir a bailar
Porque siempre hay demasiada gente.
Yo prefiero mi lugar,
Donde voy para pensar.
¡Que se pudra Tucumán!
¡Que se pudra Tucumán!
¡Que se pudra Tucumán!
Que el olor se vuelva insoportable
Y que quede ese lugar
Donde voy para pensar.
¡Que se pudra Tucumán!
¡Que se pudra Tucumán!

213
En este caso, la ciudad es escenificada como un estado de ánimo retratado
mediante el contraste violento entre dos lugares: un espacio de inmersión sub-
jetiva, ese refugio íntimo único bastión de pensamiento, y ese otro espacio ob-
jeto de apocalíptico repudio, foco de malestar llamado a la pudrición, invocado
sensorialmente a través de la mención de una pestilencia insoportable.
El hastío y la sofocación de apretados horizontes también pulsan en imáge-
nes de una anodina monotonía que se vuelve claustrofóbica, como ocurre en la
letra de “Tardes de té”:
Tardes de té
Viendo cable,
Nada antes,
Nada después.
Por hoy me voy a enloquecer,

Voy a tomar mi té,


Voy a tomar mi té.
Tardes de té,
Viendo cable,
Soy lo mejor
De CCC.
Después de ver atardecer,
Voy a tomar mi té,
Voy a tomar mi té.

La pintura minimalista de una escena cotidiana atrapada en sí misma elabora


una imagen de reclusión sin escapatoria, como si la tarde de té fuera una cárcel
por fuera de la cual no hay nada (“nada antes / nada después”) que no sea la
locura, encierro incrustado en la reducción de la acción al mirar televisión por
cable, donde la existencia se disuelve en la molicie del atardecer y en la meta-
morfosis de ser absorbida por el slogan de la compañía proveedora de cable
CCC, un elemento del ruido y la furia que compone la banda de sonido de la
ciudad de Tucumán.
En otras ocasiones, la neblina de malestar es surcada por ramalazos de vi-
siones del terror institucionalizado, espectros de la historia que toman por asalto
el yo del enunciador que reconoce en ese terror un origen, en este fragmento del
tema “The Bajóm”:

214
… Se me hace trivial rezar un rosario.
Se me hace terrible lo que dicen los diarios.
Yo soy de la tierra de los represores.
Yo soy de la iglesia de los inquisidores.
Mirá alrededor, la gente no es mala,
Mirá para adentro. Ahí está la llave que abre
Todos, todos, todos, todos, todos, todos,
todos los corazones.

Una vez más aparece la composición antinómica entre un espacio exterior


de trivialidad, banalización y aniquilamiento, y un espacio interior donde es po-
sible hallar la salida hacia un encuentro genuino con los otros.
En “Edificios”, una canción de 2004, el recurso para hablar de la ciudad
como una adversidad, algo que se interpone entre los sujetos y la vida, una pri-
sión que alimenta permanentes planes de fuga, es una vez más la sinécdoque,
donde son los edificios –amarillos como dientes sucios- representan la totalidad
de la ciudad:

¿Has visto, en la mañana,


despertar con la ciudad?
Edificios, edificios amarillos,
yo sé que estás en la misma ciudad
y, cuando salgas,
fijate en las ventanas
de edificios, edificios,
amarillos como dientes.
Y hasta que logremos escapar
van a ser las mañanas
fuego verdadero en
edificios amarillos.
Este año cuando caiga nieve
cerca en la montaña
voy a convertirme en un gran
chupetín con chicle adentro
y, ¿has mirado bien las caras?,
¿los que van a trabajar?
Ellos piensan, ellos sienten,
sienten cosas y son libres.
Y hasta que logremos escapar

215
van a ser las mañanas
fuego verdadero en
edificios amarillos.
Y hasta que volemos sobre el mar
van a ser las mañanas
fuego verdadero en
edificios amarillos.
Y esta noche, cuando salga el sol
como una araña blanca,
voy a verte y a buscarte
en calles y edificios.

A partir de ese mismo año, 2004, se pone en marcha la segunda generación


de este pop tucumano, etapa en la que sobresale el proyecto Monoambiente, un
colectivo de músicos y compositores reunidos en el departamento de un solo
ambiente donde uno de ellos vivía, para grabar compilados de bandas pop tucu-
manas de esa época, vinculados con bandas de Buenos Aires como la hoy con-
sagrada El mató a un policía motorizado y Mujercitas terror. Este colectivo dio
lugar a la formación de la banda Monoambiente, el grupo más importante en
esta escena, entre 2005 y 2010. En una de las canciones de esta banda, “Las cosas
se acomodan solas”, el mismo under musical tucumano parece volcar su mirada
sobre sí mismo para contemplar con infinita melancolía la clausura de una in-
cierta edad de oro, esplendor errático que se disuelve en interiores urbanos ce-
rrados donde todo está tirado y reina la resignación, un encierro apenas puesto
en pausa por la amistad:
¿Qué hacés?
Pasá.
No salgo hace unos días.
Ya sé,
Está todo tirado.
Dejá,
Las cosas de acomodan solas.
Ya ves,
Colgué
Lo que se había volado.
Las manchas no se van.
Me acuerdo del silencio, claro.
La fábrica de éxitos cerró.
Alguna sucursal abierta tiene
Lo que ahora buscás.

216
Será mejor dejar de cuestionar,
Poner la fe en lo que está claro,
Para poder seguir subiendo,
Si abajo está cerrado.
¿Qué hacés?
Pasá.
No salgo hace unos días.
Las manchas no se van.
Las cosas se acomodan solas.

La metáfora del espacio cerrado y la reclusión se presenta aquí como una


topografía crepuscular de la tristeza ante el final de una era, no sólo el tiempo
de una producción de la cual algún vestigio queda por ahí, sino también una
etapa de la vida sobre la que se cierne el advenimiento de otro momento donde
se vuelve inevitable abandonar los cuestionamientos para abrazar certidumbres,
esa fe que se pone en lo que se hace ver como claro y en esa inercia por la cual
todo termina de hallar su lugar. Es así que esta canción es la alegoría de un fin y
de un pasaje cuya agobiante inminencia incita a un encierro en eso que está de-
jando de ser, como forma de resistencia, porque después de todo “las cosas se
acomodan solas”.
Tras el apogeo del under musical tucumano con las movidas del hardcore
punk y el pop vanguardista, desde fines de la primera década del siglo XXI se
produjo –a medida que decaía la escena rock- un ascenso de géneros y estilos
que se nutren de elementos latinos y afrocaribeños. En esta vertiente, una de las
bandas de más extensa trayectoria, recientemente disuelta, es Civitas Dei, que
cuenta con dos álbumes publicados. En su repertorio, donde predominan las
composiciones bailables de clima relajado y festivo, “Cachito” es una canción
que retoma lúdicamente el esquema oposicional ciudad – campo, con referencia
a la explotación que sufren los trabajadores rurales y campesinos y a la ciudad
como foco de vida insana:
Cachito es un hombre de campo,
Toda su vida ha trabajado en un surco ajeno.
Unos trabajan de rayo y de trueno,
Mientras la lluvia sigue siendo para otros.
Cachito, volvete al pago,
Dejá los vicios de la ciudad,
Volvete a lo sano.

217
Si bien la letra se recorta sobre el molde estereotípico de la oposición vida
urbana – vida rural / campesina, con la caracterización negativa de la ciudad
(lugar de vicios), el ámbito campesino es también un espacio de injusticia social,
a pesar de que el llamado al retorno recurre al contraste entre lo insalubre de la
ciudad y lo sano del campo. En este estribillo, sobre todo en las actuaciones de
la banda en vivo, se utiliza un juego de palabras que apunta a ciertos espacios de
la iconografía urbana tucumana del pasado, alusiones que –por supuesto- de-
mandan una competencia comunicativa capaz de reconocer la referencia. La
operación retórica consiste en un calambur que juega con el significante de la
frase nominal “lo sano”, cuando el cantante durante la interpretación dice de
inmediato “o (volvete) a Limpito o a El hogar feliz”, que son los nombres de
emblemáticos supermercados del pasado de la ciudad, con lo cual –por absor-
ción al campo semántico que contiene a estas referencias- “lo sano” se trans-
forma en “Lozano”, el nombre de otro de esos supermercados, ahora todos ya
inexistentes, componentes de un nostálgico paisaje urbano.
En otra canción de esta misma banda, “Noche cerrada” vuelven a surgir las
referencias a la cultura ancestral de los pueblos originarios de la región, cuando
se invoca a la Pachamama en un contexto de alegato ambientalista, tal como
aparece en este fragmento y estribillo:
Ahí lejos canta un árbol,
Suena cansado,
Lo mueve el viento,
lo tira a un costado.
Crujen las ramas,
Tiembla la tierra,
Larga un suspiro la madre selva.
Pachamama ayúdame,
No me puedo defender
De quien me mata, de quien me hacha.

Aunque en la escena musical tucumana tiene una fuerte presencia el rock y


sus constelaciones, sin el peso determinante que en otros ámbitos provinciales
tiene el folklore, este tipo de identificaciones reivindicativas con la cultura nativa
no están ausentes del cancionero.

3. A modo de conclusión: “Truculandia” musical


Como el tango, el rock es un género musical con entrañas enlazadas a la
ciudad, aunque por supuesto hay excepciones, como aquella “Mañana campes-
tre” de Arco Iris. En las letras del cancionero rockero -y de todo aquello que

218
cabe en los centros y periferias de la elástica categoría “rock”- son constantes
los mapeos y estampas de las geografías urbanas, sus territorios y lugares, sus
climas y colores, sus personajes y situaciones. Al igual que en la literatura, las
artes visuales y el audiovisual, en las canciones de rock la ciudad a menudo
emerge no sólo como un escenario, sino también como un personaje en sí
misma y hasta un estado de ánimo, una atmósfera ambivalente de amor y odio,
de apologías y rechazos, de enraizamientos y planes de fuga. Ciudad de la furia,
ciudad de los encuentros y del desencuentro, ciudad de las promesas y de los
extravíos, ciudad de ángeles y demonios… La ciudad de la modernidad tardía y
de la crisis de la modernidad está marcada por el vértigo y la melancolía, por un
malestar existencial hecho de hastío, contrariedad y pasiones contradictorias.
Estas actitudes urbanas que pulsan y afloran en las canciones de rock no son
privativas de las producciones que provienen de las megalópolis, sino que tam-
bién se manifiestan en las escenas de ciudades más modestas, aunque con pre-
tensiones. Es el caso de San Miguel de Tucumán, ciudad de consolidada tradi-
ción rockera y ciudad cruel, uno de los principales centros neurálgicos de la dic-
tadura militar –tanto en sus albores como en sus legados- capital de esa provincia
que en la recuperada democracia hizo posible el ascenso político de un exgober-
nador de la dictadura y su progenie. Ciudad que en el cancionero del rock local,
al igual que en su día a día, está poblada de incomodidad, malhumor y fastidio.
“Tucson”, “Tuculandia” o “Truculandia”, los sobrenombres que hablan de un
distanciamiento desencantado, bromas que confirman una vez más que el hu-
mor es el penúltimo estado de la desesperación. La poesía del rock tucumano,
ese rock de la escena under en su apogeo de fines de los años ’90 y primera mitad
de los 2000, habla de esa ciudad pequeña y sofocante donde algo se ha roto,
donde algo ha caído, donde algo se ha perdido irremediablemente, algo cuya
huella se deja ver en las máscaras del malestar.

219
¿Qué jóvenes construyen los diarios?
Las representaciones mediáticas de las y los jóvenes
en el espacio público jujeño
Juan Guzmán
UNJu

Hablar de representaciones sociales y medios de comunicación contempo-


ráneos, permite pensar el encuentro de dos construcciones sociales diferentes:
por un lado, los medios de comunicación, en este caso los diarios y, por otro, el
sector social que es representado por el/los medio/s. Este encuentro nos plan-
tea una posición asimétrica en el proceso de la construcción de sentido en el
espacio social jujeño.
Los diarios desde sus orígenes, según Sergio Caletti (2007), se convirtieron
en intérpretes de la realidad, mediadores entre los ciudadanos y los asuntos de
la cosa pública. De esta manera los medios tuvieron y tienen la capacidad de fijar
los temas de interés social, de seleccionar en nombre de la opinión pública aque-
llas cuestiones, hechos, sujetos y sucesos que deberían estar en boca de todos.
Entonces ¿Qué sucede cuando los medios dan cuenta de un sector social
como lo es el mundo juvenil? ¿Qué estrategias utilizan para ponerlos en agenda?
Los diarios de referencia dominante poseen el poder simbólico de nominar y
ofrecer, parcializadas, representaciones sobre el mundo social. En nuestro caso
queremos dar cuenta de lo que sucede cuando dos de los diarios de referencia
dominante como los diarios El Tribuno y Pregón, representan a un sector como el
juvenil. En el artículo “Medios masivos: Tramas y complicidades en Jujuy. Una
mirada desde la década del 90”, se considera que la figura de estos diarios en el
mercado local resulta prácticamente hegemónica; consolidación que se realiza
durante la década de 90, mientras que otras iniciativas de periodismo gráfico
expiraron por falta de financiamiento. El Tribuno y Pregón excedieron la plata-
forma empresarial, pues como dicen los autores “los noventas representaron
también la reafirmación de ambos como actores políticos activos en el círculo
local” (Arrueta, Brunet, García Vargas 2009: 517).

221
1. La construcción periodística de la noticia
A la hora de proponernos trabajar en la forma que emergen los jóvenes en
el discurso periodístico, partimos de la idea que vivimos en sociedades mediati-
zadas. Entenderemos por sociedades mediatizadas a aquellas en la cuales sus
distintas esferas comienzan a estructurarse en relación directa con la presencia
de los medios de comunicación. En este sentido, es innegable la forma en que
los diarios a través de las noticias, no sólo nos cuentan lo que pasa, sino que
también establecen marcos de creencias y de representaciones sobre el mundo,
y de los sujetos que forman parte de él.
Indagar en los diarios jujeños para conocer la producción noticiosa en torno
al sector juvenil nos obliga a pensar en las noticias como géneros discursivos
que poseen, como asegura Gabriela Palazzo, una función dominante (informa-
tiva), un aspecto temático, una composición, una selección de recursos lingüís-
ticos y una expresividad típica (Palazzo, 2010). Podemos decir que la noticia es
un género que no sólo selecciona los hechos noticiables, es decir, a partir de
acontecimientos sucedidos, sino que uno de sus mayores poderes social consiste
en construir a nivel discursivo, los acontecimientos, o incluso producir discursi-
vamente hechos que todavía no han ocurrido.
Siguiendo estas líneas teóricas nos propusimos trabajar en la manera en que
la noticia construye/(re)presenta a los jóvenes en el espacio público jujeño. Para
este trabajo tomamos como punto de partida los diarios Pregón y El Tribuno
del año 2011, de esta manera indagaremos en el modo en que las noticias de los
periódicos propuestos, según variables discursivas, nombran a los y las jóvenes.
Metodológicamente realizamos una lectura general en búsqueda de noticias
en cuyo titular, volanta, bajada o encabezado de la nota se hiciera referencia a
jóvenes. Una vez realizada esta búsqueda y selección identificamos el contexto
dentro del diario en el que aparecen las noticias relacionadas al referente joven.
Dentro del marco de las primeras lecturas e interpretaciones, que podemos hacer
a los diarios del 2011, podemos afirmar la existencia cotidiana de noticias rela-
cionadas a los jóvenes, en las diferentes secciones que tienen ambos diarios.
De esta primera instancia de búsqueda y análisis de noticias en los diarios,
podemos afirmar que cotidianamente durante el periodo analizado encontra-
mos, por periódico, de 3 a 5 noticias por día referidas a los jóvenes. Éstas se
reparten, cuantitativamente, entre la sección policial (donde más noticias sobre
jóvenes encontramos), actualidad, espectáculo y durante el mes de septiembre
se agrega un suplemento dedicado a la fiesta de los estudiantes.

222
2. Los jóvenes en el escenario mediático jujeño
La contundente visibilización de los jóvenes se concentra en las páginas de
la sección policial de los diarios Pregón y El Tribuno. El delito y la “impruden-
cia” juvenil parecen ser los motivos temáticos sobre los cuales se publican. De
esta manera la juventud se erige como la figura victimaria, las fuerzas policiales
son las encargadas de dar respuesta y las víctimas representan el daño social
ejercido.
Siguiendo a Daniel Miguez y Alejandro Isla (2010) podemos ver cómo la
crónica policial se consolida como un género periodístico en el siglo XX y el
delito es interpretado como producto de la barbarie, como el lugar de anclaje de
los desvíos y enemigo del orden social. A lo largo de la historia distintos sujetos
han encarnado la figura de enemigos del orden social. Las distintas matrices de
pensamiento han intervenido en la conformación de las figuras del delincuente:
de los pobres y vagabundos del 1900 a los ladrones de guantes blancos, organi-
zados en bandas, de las sociedades modernas de la década de 40.
Según Agustín Martinuzzi (2011), en su trabajo para el observatorio de Jó-
venes Comunicación y medios (UNLP), lo policial se construye con noticias in-
formativas donde prima el modelo de la escuela norteamericana en la caracteri-
zación de las 5w2 y la afluencia de noticias breves producto de cables de agencia.
Este tipo de notas son las encontradas en los diarios jujeños; dichas notas pro-
yectan una supuesta objetividad en el relato de la noticia policial. Observamos
también que los diarios analizados se nutren de información de delitos de otras
provincias.
Los diarios a través de la sección de policiales tienden a (re) crear un deter-
minado mapa del delito, así a través de sujetos y escenarios las noticias nos darían
cuenta de las características de los jóvenes victimarios y de los lugares en donde
se produciría el delito. Las noticias que asocian el crimen con la juventud y la
pobreza (y en muchos casos a la inmigración), tienen como referencia el entra-
mado político/mediático, tejido y consolidado durante la década de 1990. El
neoliberalismo incluyó un tipo de política económica y una forma de gobierno
que necesitó una específica configuración cultural que procese las representacio-
nes e imágenes sociales.
La juventud aparece sujeta a un proceso de cronologización de la vida donde
la edad, la identidad de género y de clase confluyen en la construcción de sujetos
2Las cinco W se refieren a las cinco preguntas del periodismo a las que cualquier nota de carácter infor-
mativo debe responder. Las cinco preguntas básicas del periodismo son: ¿Qué? (what), ¿Quién? (who)
¿Cómo? (how) ¿Cuándo? (when) ¿Dónde? (where)

223
deseables o no. A esto se le añaden elementos que describen algunas condiciones
de vida de estos sujetos como: lugar de procedencia (nombre del barrio), la con-
formación familiar (presencia o no de algún miembro de la familia, familias mo-
noparentales, familia ampliada), el género (casi siempre jóvenes varones victi-
marios y jóvenes mujeres víctimas) y el aspecto de “sospechoso” (como están
vestidos, la vestimenta como conjunto de signos ayudarían a la clasificación mo-
ral)
Por ejemplo, en una nota del 8 de septiembre del 2011, en diario Pregón se
hace referencia a un joven de 21 años detenido por disturbios en la localidad de
San Pedro de Jujuy. Para referirse al joven la nota usa indistintamente el término
sujeto o malviviente (como si fuesen sinónimos para referirse al joven y al grupo de
amigos con los que se encontraba), cuando describen la situación por la cual es
detenido aseguran que un joven y su grupo de amigos se encontraban “causando
molestias” a vecino y transeúntes. La nota describe que el joven en cuestión se
encontraba con un garrote en la mano y sus amigos insultando y tirando piedras
a vecinos, transeúntes y policías. La descripción típica de un relato etnográfico
evolucionista del siglo XVIII pareciera describir a un grupo humano en estado
de salvajismo. Esta nota cierra con la narración de la detención de los mismos,
sin antes dejar en claro que estos jóvenes pertenecían a un asentamiento de la
ciudad. La nota termina identificando determinados tipos de comportamientos,
a un género y a una clase social. Todos los datos son proporcionados por la
policía local, no existen otras voces que relaten a estos jóvenes. De esta manera
el diario legitima una sola voz, la policial, que enuncia desde un lugar de poder
y control los hechos acontecidos, y la supuesta culpabilidad de los jóvenes.
Según Hall y Jefferson (2010: 167) en sus notas sobre los medios y la cultura
de control advierten una relación simbiótica entre medios de comunicación que
reproducen las definiciones de las agencias del orden y del control. Estas agen-
cias son las encargadas de crear las definiciones sobre los hechos, sus participan-
tes, sus contextos y los medios de su reproducción. De esta manera vemos cómo
las voces policiales en las noticias dan cuenta de una relación -casi natural- entre
juventud y delito. Este proceso, que lleva a naturalizar a partir de la continua
producción de noticias la relación entre comportamientos, género y clase social,
produce ciertos efectos y ejerce, en palabras de Pierre Bourdieu, violencia sim-
bólica. Y los periodistas juegan un rol central en la producción de la violencia
simbólica, ya que entre todos los productores de discursos son quienes disponen
de los medios más potentes para hacerlos circular e imponer principios y oposi-
ciones de visión y división del mundo social.
Siguiendo esta línea de análisis vemos en diario El Tribuno (31 de Julio de
2011) una nota cuya volanta hace referencia al lugar del hecho: Palpalá, el título

224
dice: “Ocho demorados en una pelea callejera” y la bajada dice: “La policía in-
tervino cuando los protagonistas que tienen entre 17 y 19 años, se daban golpes
en la cercanía de un boliche”. Los jóvenes relatados por la noticia aparecen en
relación a peleas callejeras y alcoholismo. La nota hace referencia a supuestos
disturbios que fueron causados a la salida de un boliche, por sujetos de entre 17
y 19 años, jóvenes varones descriptos como revoltosos, como sujetos que pre-
sentan ingesta de alcohol, son catalogados cómo “demorados” e “inculpados”
en proceso de averiguación de antecedentes. La información policial tomada
como la voz autorizada y replicada en la construcción de la noticia, habla de la
labor de la policía cuyo objetivo es “diagramar operativos de prevención y segu-
ridad” para evitar “el choque de estas barras y frenar la violencia juvenil”. Se da
como naturalizada, la existencia de un estado como lo es “la violencia juvenil”,
donde no se problematizan las causas, sólo se destaca la necesidad de erradicarla.
Pero no hay voces que den cuenta de cómo emerge esta violencia en una ciudad
como Palpalá que se vio fuertemente atravesada por la crisis de las privatizacio-
nes de la década neoliberal, que llevó a la ciudad y a sus ciudadanos a reestruc-
turar las condiciones laborales y sociales. La nota termina haciendo referencia al
lugar de procedencia de estos jóvenes, el “Barrio Sarmiento” que es un Barrio
de clase popular.
También observamos cómo con algunas estrategias discursivas en las noti-
cias el referente joven es reemplazado por un sustantivo peyorativo. Tal el caso
de la nota aparecida en el diario El Tribuno (el 1° de octubre de 2011). La volanta
dice: “Fueron demorados por la policía”; mientras el titular explica: “Motociclis-
tas realizaban picadas en la ruta 2”; en la bajada expone: “Las carreras se hacían
en el tramo que va camino a La Almona”. Llama la atención de esta nota que en
su cuerpo usa la palabra “ineptos” en relación a las personas que realizaban las
picadas. En el segundo párrafo de la nota se pasa de hablar de “ineptos” a hablar
de “jóvenes que fueron detenidos por la policía caminera”.
En la nota no se dan datos que nos permitan conocer a estos jóvenes, sólo
datos policiales, y un supuesto relato objetivo de los hechos, pero mechado con
adjetivaciones -como “ineptos”- hablando de los jóvenes y una fuerte entona-
ción moralizante, calificándolos de sujetos que no les importa su vida, ni respe-
tan la de terceros. Siguiendo a Pierre Bourdieu podemos ver cómo una gran
cantidad de palabras que empleamos casi sin pensar, en especial los adjetivos,
son categorías de percepción, principios de visión y división producidos y re-
producidos socialmente, principios de organización de nuestra percepción del
mundo social y en particular de los conflictos (Bourdieu, P. 2006). Entonces
describir comportamientos juveniles provenientes de informes policiales y no de
pautas de comportamiento ligadas a procesos sociales más amplios es lo que

225
hace que se catalogue a determinado colectivo de jóvenes como “ineptos” o
“irrespetuosos de la vida propia y ajena”. Pero para hablar de jóvenes y de sus
comportamientos debemos tener en cuenta que ellos y ellas son sujetos históri-
cos y que viven el presente en escenarios de fragilidad, donde las instituciones
tradicionales -como la escuela, la familia, el trabajo- han perdido la capacidad de
inclusión y contención que caracterizaba a generaciones anteriores a ellos.
Podemos afirmar que la sección policial de los diarios analizados construyen
noticias sobre jóvenes, casi siempre en referencia a robos, peleas, accidentes de
autos y motos y drogas. Las noticias que expusimos son ejemplos de las que
podemos encontrar habitualmente en los periódicos analizados. Las noticias pa-
recen seguir “un molde” donde los victimarios son siempre varones de las clases
populares. Las noticias que hacen referencia a mujeres jóvenes, en la sección
policial de los diarios, las relatan casi siempre como víctimas de violación, de
prostitución o como compañeras de algún varón involucrado en accidentes au-
tomovilísticos. Es de destacar que mientras a lo largo del 2011 las notas sobre
jóvenes en relación a delitos y accidentes en la ciudad de San Salvador de Jujuy
son cotidianas, durante el segundo semestre la cantidad de noticias policiales en
relación a los jóvenes disminuye, y aparecen nuevos escenarios geográficos del
delito; así localidad del interior de la provincia como San Pedro, Perico o La
Quiaca parecen configurar nuevos escenarios noticiosos en relación a los y las
jóvenes.

3. ¿Otros/as jóvenes? ¿Otras noticias?


Los diarios analizados, durante el mes de septiembre se hacen eco de la fiesta
de los estudiantes y presentan notas relacionas a cada una de sus instancias:
construcción y desfile de la carroza, elecciones de reinas, premiaciones, recitales
y toda actividad institucionalmente promovida en el marco de esta fiesta. Que si
bien sus momentos marcados como de mayor importancia, desfile de carrozas
y elecciones de reinas, se desarrollan en una semana, conlleva todo un mes de
preparación y difusión institucional; difusión que es canalizada por los medios
en general y los diarios en particular. Los diarios otorgan sus primeras planas
para elecciones de reinas y premiación de carrozas. Es de destacar que los diarios
ofrecen suplementos especiales sobre toda la actividad de la fiesta de los estu-
diantes.
Al tomar contacto con las primeras noticias relacionadas a los jóvenes en el
marco de la fiesta de los estudiante,s encontramos que el referente joven se en-
cuentra en relación a: fiesta, alegría, color, tradición, entusiasmo, talento, pre-
miación, coronación, empeño, arte, belleza. Es de destacar que en las noticias
los y las jóvenes parecen sólo preocupados y ocupados en divertirse y en realizar

226
sus carrozas (estructuras metálicas, cubiertas de flores de papel que hacen refe-
rencia a motivos primaverales). Una de las primeras notas en relación a la fiesta
la encontramos el viernes 25 de agosto en diario El tribuno, el titular dice: “iesta
de los Estudiantes: ¡60 veces primavera!”. En la nota se habla con el responsable
institucional de la fiesta, Santiago Sola, quien hace referencia a la importancia de
la misma ya que durante el año 2011 se celebraron los 60 años de la fiesta y
remarca la importancia de pensar en los jóvenes como aquellos a quien hay que
capacitar en el trabajo específico de la fiesta, haciendo referencia a convenios
firmados por él con diversas Instituciones privadas y públicas para que la cele-
bración estudiantil se desarrolle como todos los años. De esta manera vemos
cómo los festejos estudiantiles se constituyen en un entramado económico, po-
lítico y empresarial que convierte a esta festividad juvenil en una instancia cada
vez más importante para el Estado provincial.
El diario Pregón del domingo 18 de septiembre hace referencia en su titular
a la “Tradicional Pintada Estudiantil”. Con imágenes fotográficas de un día de
lluvia la nota presenta a jóvenes que responden alegremente a la convocatoria
para “colmar de colores primaverales” la Avenida Córdoba, donde se realizarán
los desfiles. Entre ésta y otras notas vemos cómo se valora favorablemente las
reuniones y los cortes de calles previamente organizado.
En general las notas sobre los jóvenes y la fiesta de los estudiantes se apoyan
en imágenes fotográficas, se presentan imágenes de jóvenes construyendo las
carrozas de sus respectivos colegios, se observan imágenes de chicas realizando
flores de papel y varones trabajando en la herrería y la soldadura de la carroza.
Las imágenes parecen confirmar roles de género tradicionales, que son valorados
y puestos como relevantes en las páginas de los diarios. Otras imágenes habitua-
les son las de las candidatas a reinas por colegios y por departamentos de la
provincia de Jujuy. Las jóvenes mujeres que llegan a ocupar el status de reinas
son las jóvenes que en general concurren a los colegios que las clases medias y
medias altas de la provincia eligen para educar a sus hijas e hijos. Es de destacar
cómo en una provincia donde perviven prejuicios étnicos en relación a migran-
tes de países limítrofes y habitantes de Quebrada y Puna las elecciones de reinas
confirmarían prejuicios étnicos y de clase; como afirma Gabriela Karasik (1994)
es frecuente que cada vez que se hace referencia al ordenamiento social jujeño
se habla de un ordenamiento étnico-culturales, que operaría como el principal
constituyente de la estructura social jujeña.
Mirta Lobato asegura que la belleza femenina corona el éxito productivo
(2005); siguiendo el razonamiento de la autora podemos afirmar que las jóvenes
jujeñas elegidas como reinas y más específicamente como reinas de la provincia

227
de Jujuy poseen apellidos que dan cuenta de la posición dominante de sus po-
seedores en el espacio social jujeño. Tradicionalmente los apellidos de las reinas
de la provincia de Jujuy las relacionan a las familias de terratenientes, o de co-
merciantes exitosos, o familias de tradición política en la provincia; de esta ma-
nera el capital social junto a las características europeas de belleza son marcadas
como relevantes por los diarios, los cuales ubican, a las candidatas a reinas –con
las características mencionadas- en fotos a color y en una ubicación destacada
dentro de las fotos. Al realizar esta estrategia de distinción las fotografías perio-
dísticas marginan al resto de las candidatas, las cuales poseen un fenotipo que
las relaciona con las poblaciones originarias de la provincia, estas jóvenes con-
curren, en general, a colegios públicos a los cuales asisten la mayor parte de los
miembros de los sectores populares de la ciudad capital y la provincia en general.
Podemos afirmar que estas elecciones de reinas vehiculizadas y promovida
por los diarios jujeños, imponen una representación de cómo debe ser la mujer
joven que compite por un título de belleza; proceso que se afianza y re-significa
en el espesor de la cultura donde niveles locales, nacionales, internaciones y ét-
nicos se vinculan con estructuras de poder (Lobato 2005). Los modelos de jó-
venes que ponen en escena los diarios son jóvenes que responden al llamado
institucionalizado a reunirse, a pintar las calles en determinados momentos con
alegorías primaverales, jóvenes que ponen su empeño y preocupación en la
construcción de las carrozas, mujeres jóvenes que se presentan para ser juzgadas
por su belleza. Este valorado modelo de jóvenes es entendido como el deposi-
tario de una tradición que debe recrearse año tras año, sin conflicto, bajo la mi-
rada y control adulto.

4. Hacia una lectura más global de las noticias


Ante estas construcciones nos interesó complejizar cómo a partir de una
forma de relato específico, como lo es la noticia, se habla y (re)presenta a los
jóvenes en el espacio social jujeño. Las ciencias sociales plantean que para hablar
de las y los jóvenes es necesario saltar de una mirada que se base únicamente en
la cuestión etaria hacia cómo es que el dato biológico se encuentra cargado social
y culturalmente, lo que permitiría pensar en la existencia de distintos jóvenes.
De esta manera la condición de juventud no se ofrece de igual forma al conjunto
de los integrantes de la categoría estadística joven. Entonces se plantean dife-
rentes y desiguales modos de ser joven, que, a partir de diferentes variables, mar-
carán distintas formas de percibir el mundo (Saintout, 2009).
Los diarios analizados no parecen reflejar la complejidad de los mundos ju-
veniles, por el contrario, la forma en que se presentan a los jóvenes, en la sección
policial y en el suplemento de la fiesta de los estudiantes, es bastante dicotómica.

228
Por un lado, la sección policial de los diarios relata y construye un mapa del
delito, donde los victimarios son principalmente jóvenes varones, de clases po-
pulares y en su mayoría habitantes de la zona sur de la ciudad. Estas noticias
presentan a jóvenes peligrosos construidos simbólica y materialmente como su-
jetos de los cuales ya no hay nada que esperar, pero a la vez su condición de
marginalidad haría peligrar un supuesto orden social que habla de la vida, la co-
existencia pacífica, el orden, la demarcación del territorio.
A través de mecanismos de simplificación extrema se presentan, en las pá-
ginas policiales, a sujetos deshistorizados; que en muchos casos deben ser temi-
dos ya que presentan características físicas y apariencias estéticas casi naturaliza-
das en jóvenes varones de las clases populares. Pero la construcción de jóvenes
violentos encubre la complejidad de la violencia urbana y les adjudica la respon-
sabilidad de la misma a ellos. Asegura Florencia Saintout que esta manera de
presentar a los jóvenes incentiva a pensar la existencia de la perversidad congé-
nita en ellos, lo que hace emerger la preocupación de una sociedad que parece
unificarse sólo en la demanda de represión (Saintout, 2009).
Por otro lado, leemos en los diarios –en la sección fiesta de los estudiantes-
relatos sobre jóvenes que son convocados, y que viven su juventud de acuerdo
a parámetros marcados por una adultocracia hegemónica, masculina y colonial.
Si bien la prensa es una de las voces que construyen el estatuto juvenil –también
lo hace, por ejemplo, la justicia, la política, la educación, etc.- la prensa tiende a
masificar y amplificar a través de las noticias sus representaciones sobre la(s)
juventud(es). Reflexionando sobre la biopolítica propuesta por Michel Foucault,
Rossana Reguillo (2000) sostiene que cada periodo y cultura han definido los
atributos de los cuerpos y los han modelado a través de determinados sistemas
de vigilancia y control (Reguillo Cruz,2000: 62). Vemos cómo a través del relato
periodístico se construye, legitimando parámetros tradicionales, los cuerpos
masculinos y femeninos que la mirada adultocrática considerará legítimos.
En la construcción de las carrozas son los y las jóvenes estudiantes quienes
participan, las noticias y las fotografías del año 2011 dan cuenta de mujeres jó-
venes realizando flores y jóvenes varones trabajando en la herrería y soldadura
de la estructura de la carroza. No hay evidencia fotográfica ni relatos que den
cuenta de mujeres trabajando en el armado estructural de las carrozas, como
tampoco hay referencia de hombres que realicen flores. Las matrices de una
sociedad patriarcal se evidencian en las fotografías, donde no aparece el conflicto
y parecería poner en evidencia que cada labor tiene un rol de género casi natu-
ralizado.

229
La participación de las jóvenes mujeres, en la fiesta de los estudiantes, como
reinas es una instancia valorada positivamente por los diarios, se les otorgan
páginas completas, muchas veces las primeras planas donde se fotografían a las
reinas y sus princesas, con notas de color que dan cuenta de cómo fueron elegi-
das. Palabras como emoción y belleza acompañan estas imágenes describiendo
a las jóvenes, de esta manera se legitiman instancias en la que los cuerpos feme-
ninos se vuelven objeto de mirada y evaluación. Se tiende a sacralizar una mirada
sobre la belleza femenina, mirada construida por las regulaciones hegemónicas
del poder económico y la pertenencia ética, en tanto proceso que regulan la par-
ticipación de hombres y mujeres en el espacio social jujeño.
Por otro lado, se apela a jóvenes que son convocados, a pintar calles y di-
vertirse, al parecer, sin preocupación evidente donde las referencias a pertenen-
cias sociales y políticas están absolutamente ausentes. El modo de nombrar la
condición juvenil constituye claramente un modelo que siguiendo a Margaret
Mead (2006) podemos denominar posfigurativo. Este modelo hace referencia al
lugar específico de los jóvenes, ese lugar es el de aprender de sus mayores, donde
el presente y el futuro están anclados en el pasado. A estas culturas Mead las
denomina como culturas de la tradición. Los diarios apelan constantemente a la
necesidad de conservar y preservar una fiesta que se realiza hace 60 años, donde
la labor, en la construcción de la carroza parece responder a una naturalización
por género. Donde las reinas desde el principio de la fiesta hasta hoy preserva-
rían una estética y una partencia étnico/social (descendencia europea y de clase
media alta y alta) muy específica.

5. A modo de conclusión
Los diarios analizados, diario Pregón y El Tribuno, fueron elegidos por ser
los medios de referencia dominante en la provincia, se constituyeron como em-
presas periodísticas a partir de procesos de negociaciones política/económica
que los consolidaron como actores relevantes dentro del espacio social jujeño.
Al ser ellos los encargados de establecer la agenda en la provincia nos interesó
conocer la forma en que presentan a los y las jóvenes, y qué jóvenes son repre-
sentados en sus páginas.
A través de este trabajo pudimos dar cuenta de cómo, los diarios analizados,
a través de estrategias en la construcción de la noticia y el uso de la fotografía,
relatan y construyen modelos de jóvenes. Dividen el mundo social y al dividirlo
lo simplifican en jóvenes buenos y malos, en jóvenes que respetan los modelos
tradicionales del mundo adulto y otros jóvenes que hacen peligrar ese mundo,
tradicional y (presuntamente) estable.

230
Pero las noticias no sólo nos presentan a jóvenes buenos y malos. También
los homogeniza y los deshistoriza; por un lado, los homogeniza sin presentar
diferencias, variaciones u oposiciones en los mundos juveniles. Por otro lado, se
los deshistoriza, es decir se los vacía de toda contextualización histórica/política
que dé cuenta de su posición en la jerarquía del mundo social jujeño. Estos pro-
cesos en la construcción de la noticia se ven atravesados por la capacidad que
tienen los diarios de nombrar y clasificar el mundo social de una manera legítima,
manera que marcará la agenda e incidirá en la construcción del sentido común
que relata a los y las jóvenes.
A la hora de redactar noticias que involucran a jóvenes los periódicos y
los/las periodistas, haciendo uso de estrategias discursivas dominantes, parecie-
ran apelar a un discurso aparentemente descriptivo, sin reglas claras en torno a
las imágenes, a los datos, a la información que va más allá de la reproducción
“natural de los hechos”, como si esto fuera posible. Pero antes estas formas de
relato, es posible preguntarse por las capacidades de desvío, de miradas contra-
hegemónicas que puedan relatar a los jóvenes más allá de las evidencias del sen-
tido común.

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232
Escribir la movilidad de las mujeres en la ciudad
Cinthia Natalia Gonza
UNSa/CONICET

La desigualdad se convirtió en una provocación que la gente podía percibir


cuando se desplazaba por la ciudad (Richard Sennet, 1997: 296)

El abajo (down) a partir del punto donde termina la visibilidad, donde viven
los practicantes ordinarios de la ciudad. Como forma elemental de esta expe-
riencia son caminantes cuyo cuerpo obedece a los trazos gruesos y a los más
finos de la caligrafía de un texto urbano que escriben sin poder leerlo. (De
Certeau, 2000:105)

Los aportes realizados por los estudios de género durante los últimos años,
proveen elementos valiosos para entender las dinámicas de la población y las
ciudades en su complejidad. Para mostrar cómo la movilidad diferenciada amplía
o restringe el acceso a la ciudad, este trabajo ensaya una propuesta de análisis
sobre la dinámica de la población en la ciudad de Salta, tomando como vestigio
material de esa movilidad, los graffitis inscriptos en algunos puntos del micro-
centro de la capital. Es a partir de estas inscripciones espaciales que pretendemos
leer la desigualdad de la distribución espacial entre hombres y mujeres. La escri-
tura de graffitis será pensada como un testimonio de la disparidad en el potencial
de movilidad de las mujeres en la ciudad que, al mismo tiempo, torna móvil la
inclusión y exclusión socioespacial y problematiza los límites entre vida pública
y privada.
La desigualdad, la fragmentación y la polarización de las ciudades en Amé-
rica Latina, han sido exhaustivamente documentadas por la demografía durante
las últimas décadas. Sin embargo la mayoría de estos estudios han sido reducidos
al análisis de la segregación residencial, adoptando una perspectiva netamente
cuantitativa que descuida las condiciones de desigualdad de las prácticas urbanas

233
cotidianas. Al parecer, estos posicionamientos parten de la idea de que las ciu-
dades son estáticas, ignorando la creciente y constante movilidad de éstas y de
sus habitantes (Jirón, 2007).
La movilidad es un movimiento social que caracteriza el modo de vida mo-
derno y que otorga sentido a la experiencia de desplazarse de un punto a otro.
Incluye a los viajes, el turismo, la migración, la movilidad residencial y la movi-
lidad cotidiana urbana. Al experimentarse de modo diferenciado según el gé-
nero, la edad, el origen socioeconómico, la etnia o la religión, la movilidad se
presenta como una clara manifestación de las desigualdades sociales y urbanas
(Jirón, 2007).
Los modelos ideológicos presentes en nuestra vida cotidiana, dificultan ha-
blar de prácticas y accesos igualitarios a la ciudad. Los espacios vividos son re-
sultado de relaciones de poder que establecen y definen los límites sociales y
espaciales que determinan quiénes pertenecen a un lugar y quiénes quedan ex-
cluidos (McDowell, 2000). Los estudios sobre movilidad poblacional y desigual-
dad necesitan entonces, además de proporcionar insumos numéricos, atender a
las experiencias de movilidad a partir de las formas en que las personas experi-
mentan, representan y dan significado a sus trayectorias y prácticas de desplaza-
miento, a cómo las incorporan y las construyen a diario.
Por ello el género, en tanto categoría de análisis social, resulta fundamental
para estudiar y comprender este tema.

1. La ciudad reservada
Aunque la ciudad se presenta como resultado de una sociedad sin diferen-
ciación entre hombres y mujeres (y otras categorías que piensan la realidad), los
modelos ideológicos presentes en la vida cotidiana, social e institucional dificul-
tan hablar de prácticas y accesos igualitarias entre estos (Colombara, 1993). En
esta dirección, divisiones espaciales tales como público-privado o dentro-fuera
guardan una estrecha relación con la construcción social de las diferencias y je-
rarquías de género (McDowell, 2000:29).
Al respecto Carole Pateman (1995) señala que la división entre espacio pú-
blico y privado es producto de un contrato sexual previo al establecimiento del
contrato social del cual las mujeres fuimos excluidas. Tras el contrato sexual, el
espacio público va a erigirse como el ámbito de la racionalidad, la universalidad,
la abstracción y la objetividad mientras que el espacio privado por el contrario,
será terreno de la emocionalidad, la narratividad, la particularidad y la subjetivi-
dad. La necesidad de sostener una idea de universalidad en torno a la ciudad

234
significa que idealmente el “ciudadano” será un hombre, dado los prejuicios per-
sistentes sobre la irracionalidad de las mujeres y su incapacidad para someter las
pasiones y los intereses individuales al gobierno de la razón. Sólo los cuerpos
masculinos reunían los requisitos ideales de este tipo de subjetividad (Sennett,
1997).
Cargadas de bolsas de compras y mochilas de escolares, paradas en los cen-
tro más transitados de la ciudad repartiendo folletería, cuidando los automóviles
en las calles, vendedoras en tiendas y ambulantes de comida, secretarias y recep-
cionistas en oficinas, las mujeres transitan y experimentan la ciudad según el rol
que se les reconoce en ellas y en los ámbitos domésticos, siempre por fuera de
los escalafones más altos de las actividades económicas y de la esfera política.
Son mayoritariamente mujeres quienes realizan las compras del hogar y de la
familia en la ciudad, quienes retiran a lxs niñxs de colegios y escuelas, quienes
acompañan a sus familiares a hospitales y consultorios médicos. Son entonces
los circuitos de la ciudad medicalizada, la ciudad del comercio y la ciudad esco-
larizada aquellos en los que la presencia de las mujeres se convierte en imagen
cotidiana.
En este sentido, en la segmentación ocupacional según el género, por ejem-
plo, las mujeres se concentran mayoritariamente en los sectores de servicios y
comercio y dentro de estos, desempeñan tareas “tradicionalmente femeninas”
es decir, aquellas que pueden entenderse como una extensión de la labor domés-
tica (Golovanesvsky 2000).
Por ello es que la movilidad poblacional no puede pensarse por fuera de las
estructuras políticas, económicas y sociales, y éstas a su vez no pueden mirarse
por fuera de una perspectiva de género. McDowells (1983) considera imprescin-
dible superar la dicotomía entre la concepción público y privado, calle-casa, po-
lítica y vida privada (los hombres y la masculinidad asociados al primer grupo y
las mujeres y la femineidad al segundo grupo), ya que las mujeres se encuentran
en ambos lados, negociando y modificando su presencia. La no superación de
esta discontinuidad y la persistente concepción de esferas separadas para hom-
bres y para mujeres han influido en la planificación urbanística hasta el punto de
provocar zonificación de las ciudades en zonas residenciales o suburbanas, áreas
de negocios, de entretenimiento.

2. Tangos y graffitis
Parte de la dificultad de pensar la movilidad cotidiana en la ciudad, radica en
la imposibilidad de aprehenderla por fuera de un seguimiento etnográfico y un
acompañamiento particular de las personas en sus andares. Aun así, es posible

235
captar parte de ella a partir de otro tipo de registros. El análisis que realiza Diego
Armus en torno a los poemas de Carriego y algunos tangos del siglo XX, nos
posibilita pensar algunos aspectos de las experiencias de movilidad de las muje-
res en la ciudad de Buenos Aires por aquel entonces. Así, el trabajo de Armus
rescata la figura de “La costurerita que dio el mal paso” o “la tísica”, como una
forma de referirse a la trayectoria de la joven que abandona la vida sencilla y de
trabajo en el barrio y se lanza a la vorágine de la ciudad, donde los placeres, las
tentaciones y riesgos, terminan condenándola a la prostitución, la miseria y la
tuberculosis (Armus, 2000).
Si bien Armus se concentra en las metáforas en torno a la tuberculosis pre-
sente en poemas y tangos de entre 1910 y 1940, nos interesa rescatar un ele-
mento latente durante el desarrollo de su investigación: la ciudad siempre apa-
rece en las letras analizadas como lugar de perdición, peligro y “mala vida” para
las mujeres. En esta dirección la salida del barrio es vista como traición al origen,
al hogar y al amor maternal y, la aventura en la ciudad, es asociada a la tubercu-
losis como una enfermedad de las pasiones mundanas, la degradación, la culpa
y la condena moral.
También los graffitis que miramos en el microcentro de Salta hoy nos per-
miten observar una suerte de valoración en torno a la movilidad y trayectoria de
las mujeres en la ciudad y no sólo desde su contenido sino también, desde su
distribución y dinámica en el espacio. Si decimos que los graffitis nos permiten
trazar parte de los recorridos que dibujan algunas mujeres en la ciudad, también
y fundamentalmente nos permiten observar qué lugares son apropiados y trans-
formados por las mujeres y cuáles no. La apropiación y transformación del es-
pacio es entendida como un registro importante de la movilidad cotidiana y su
acceso.
En esa dirección, en el microcentro de la ciudad de Salta observamos la pri-
macía del graffiti político, partidario y aquellos que hacen alusión a temáticas de
gran circulación mediática ante determinadas coyunturas políticas y económicas.
A medida que nos alejamos de la cuadrícula céntrica (identificada por la Plaza 9
de Julio, la Catedral, el Cabildo y el Banco Nación), estos graffitis se multiplican
y además, aparecen los graffitis de tipo amoroso y territorial. La particularidad
de estos escritos es que se enuncian referenciando un sujeto que, si bien es anó-
nimo, es colectivo no sólo por el hecho de señalar de forma directa a agrupacio-
nes partidarias, sino porque interpelan a partir de la legitimación de valores uni-
versales y racionales como la justicia-injusticia, la democracia, la revolución y los
derechos. La mayoría de estos graffitis ocupan un espacio visual significativo y
son escritos con letras de gran tamaño, pues su intención es irrumpir esos lugares
de flujo que atraviesan los transeúntes de forma diaria casi con indiferencia.

236
“Palestina resiste!”

“Con la democracia no se jode unidos y organizados con CFK Kolina”

“Romero narco B.N.C.”

237
“Capitalismo buitre”

“Fuera Austin”

“Educar es combatir”

238
“Aborto legal”

Allí donde la circulación se suspende, donde el andar se detiene y donde los


espacios resguardan momentáneamente a los cuerpos de las miradas extrañas,
allí en los baños públicos, aparecen una serie de graffitis que en contenido y
forma se distancian de los escritos abiertos a la mirada del transeúnte. Estos
espacios genitalizados, nos permiten mirar cómo las mujeres interactúan con
éste y con otras mujeres a través de una escritura que interviene el espacio y
diseña prácticas concretas que dan cuenta de cómo es ocupado y significado
(Massey, 2005).
Hoy cuando el deseo de moverse con libertad ha triunfado sobre los estí-
mulos sensoriales del espacio en el que se desplaza el cuerpo, el individuo móvil
contemporáneo ha sufrido una especie de crisis táctil: el movimiento ha contri-
buido a privar al cuerpo de sensibilidad. Este principio general se ha hecho reali-
dad en las ciudades sometidas a la necesidad del tráfico y del movimiento indi-
vidual rápido, ciudades llenas de espacios “neutrales”, ciudades que han sucum-
bido al valor dominante de la circulación (Sennett, 2000:274). Son entonces los
baños públicos, lugares donde el cuerpo no se priva de sensibilidad, donde ex-
presiones emotivas, pasionales y sexuales tensionan la dicotomía público-pri-
vado.

239
“Amigos para…que si no te puedo tener mejor
déjame besarte por última vez” (Terminal de
Ómnibus a diez cuadras de la Plaza 9 de
Julio)

“Deseo que me quieras y me ames


Alberto Ortiz” (Terminal de
ómnibus)

“Quiero un hombre bien hombre. Conocen a


alguien?” (Terminal de ómnibus).

240
“Tomás Dante Flores no fue el correcto por algo
no sirvió estar con él” (Terminal de ómnibus).

“Lucas Rodriguez hacete cargo de tu hijo”


(Catedral del Salta, al frente de la plaza 9
de Julio)

“Agu la posta te gustan las minas”


(Catedral de Salta).

241
“Siempre me haces lo mismo hijo de puta y yo
como una gila con vos! Te odio puto!” (Catedral
de Salta).

“Señor y virgen del milagro ilumina a mi familia juntos con mi hijo no has que se me valla el
padre de mis hijas no nos separes nunca que el amor que tenemos que sea para siempre ilu-
minanos para siempre gracias señor y virgen del milagro” (Catedral de Salta)

La movilidad en tanto apropiación se convierte entonces en un modo de


resistencia frente a aquellas estructuras que construyen y jerarquizan el espacio
(público-privado, ciudad-casa) y frente al mandato de la circulación permanente.
Los espacios tomados por las mujeres, dinamitan la ciudad neutral y objetiva
mediante una práctica que les restituye la posibilidad de expresión a partir de la
apropiación. La movilidad de la que dan cuenta los graffitis escritos por mujeres
derrumba en parte el discurso de la ciudad como señal totalizadora y casi mística
de las estrategias socioeconómicas y políticas programadas y controladas. Bajo
los discursos que la ideologizan, proliferan los ardides y las combinaciones de

242
poderes sin identidad legible, sin asideros, sin transparencia racional: imposibles
de manejar (De Certeau, 2000).

3. Mujeres públicas cerradas, mujeres públicas abiertas


Aunque sin llegar a elaborar una identidad colectiva explícita o a reconocer
un espacio de acción colectiva en común, las escritoras de graffitis en baños
públicos construyen mediante esta práctica, un campo de relaciones propio no
planificado en la ciudad (Jelin, 2010). Una ciudad que no incorpora en gran parte
de sus representaciones (plazas, monumentos, museos, etc.) referencias de acon-
tecimientos protagonizados por mujeres salvo, bajo la figura de “madre protec-
tora” introducida y reproducida por el campo religioso.
Los graffitis en baños públicos dan cuenta de un tipo de visibilidad subor-
dinada de las experiencias, expresiones y trayectorias de las mujeres en la ciudad.
Aun cuando podría sostenerse que estas expresiones no hacen más que reafirmar
y reproducir determinados mandatos y roles de las mujeres, como por ejemplo,
la de sujeto emocional-romántico o el de madre, estos relatos logran problema-
tizar la dinámica de las relaciones familiares, los afectos y la sexualidad, temas
tradicionalmente pertenecientes al “reino de la intimidad”, en el espacio público.
Durante los últimos años, muchas de estas temáticas lograron ser retraduci-
das a un lenguaje explícitamente político que se expresa en términos de legiti-
mación, demandas de derechos y crítica a partir de las sistemáticas movilizacio-
nes y manifestaciones públicas de las mujeres (marchas como “Ni una Menos”,
“El Encuentro Nacional de Mujeres”. “Libertad para Higui”, etc.). Estas nuevas
formas de reconocer y andar la ciudad dejan como vestigio graffitis inscriptos
en espacios públicos abiertos que, hasta hace algunos años no habían sido apro-
piados mediante la escritura, como por ejemplo la catedral, el Banco Nación o
la Plaza 9 de Julio. Estos graffitis provocaron y aun hoy provocan una fuerte
resistencia por parte de la policía, el municipio y algunos sectores de la sociedad
civil dejando ver aquella ciudad aun reservada para cierto tipo de feminidades y
discursos en torno a estas.
La movilidad cotidiana de las mujeres en la ciudad puede ser pensada y
aprendida a través de estas escrituras anónimas que la trazan y testifican sobre
ciertos modos de andarla, desplazarse y significarla.
La necesidad de pensar los estudios de movilidad, distribución espacial de la
población y desigualdad más allá de un análisis de la segregación residencial y
más allá de una perspectiva cuantitativa, supone reflexionar en torno a la de-

243
sigualdad presentes en las prácticas de desplazamiento urbanos y cotidianos. Ta-
les posicionamientos implican entender que las ciudades no son estáticas y re-
conocer la creciente y constante movilidad de éstas y de sus habitantes.
Cualquier propuesta que atienda a las prácticas de movilidad cotidianas en
la ciudad, afronta el reto de superar la clásica dicotomía entre las concepciones
público y privado, calle-casa, política y vida privada –donde los hombres y la
masculinidad van asociados al primer grupo y las mujeres y la femineidad al se-
gundo grupo- pues, como señalamos, las mujeres se encuentran en ambos lados,
negociando y modificando su presencia en los dos polos. La no superación de
esta discontinuidad y la persistente concepción de esferas separadas para hom-
bres y para mujeres seguirán influyendo en la planificación urbanística hasta el
punto de provocar zonificación de las ciudades en zonas residenciales o subur-
banas, áreas de negocios, de entretenimiento.

Bibliografía
Armus Diego (2005) El Viaje Al Centro. “Tísicas, Costureritas y Milonguitas en Buenos
Aires, 1910-1940”. Disponible en
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1851-
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Colombara, Mónica (1993): “¿Cómo las mujeres vivimos la ciudad?” en los Anales del 4º
Encuentro de Geógrafos de América Latina: “Ambiente y Sociedad. La Geografía
hacia el siglo XXI”. Tomo 2: Teoría y Métodos Geográficos. Pag. 217-222. Mérida.
De Certeau Michel (2000) La Invención de lo cotidiano. Instituto Tecnológico y Estudios Su-
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Patman Caroles (1995) El contrato sexual. Anthropos: Barcelona.
Sennett Richard (2007) Carne y piedra. Alianza: Barcelona.

244
“Porque todos no podemos comprarla, sólo soñarla”.
Netbooks, jóvenes y docentes
en el campo y la ciudad
María Rosa Chachagua
CONICET/CIITED/CESDE-UNJu

Somos tres hermanos y los tres tenemos las netbooks del Conectar Igualdad,
entonces ya no nos peleamos por usarla. Es nuestra, propia, sólo la com-
parto con mi mamá si lo necesita.
Claudia (14 años, estudiante)

Me gusta que todos podamos tener una netbook propia, porque todos no po-
demos comprarla, solo soñarla.
Eugenia (13 años, estudiante)

Las prácticas tecnológicas se van construyendo de acuerdo a las prácticas


sociales e históricas que los sujetos tejen articuladamente con los objetos (Feen-
berg, 1991, 2005). Entonces, los significados de la tecnología se pueden com-
prender sólo si tenemos en cuenta las interpretaciones que los sujetos hacen de
ella, en tanto es un producto social de las interrelaciones humanas. Los sentidos
en torno a esos dispositivos ponen en juego las propias concepciones en torno
a los procesos de comunicación intervenidos/ mediados/ atravesados por las
tecnologías.1
Si bien podemos diferenciar técnica de tecnología, en algún punto se super-
ponen: el marco de conocimientos, tanto teóricos como prácticos, de los que
provienen las habilidades y los inventos técnicos; y el marco de conocimientos

1Entendemos que la comunicación es un proceso social en el cual se constituyen los sentidos y los suje-
tos en el marco de relaciones dialógicas (Bajtin, 1987).

245
y condiciones a partir del cual se desarrollan, combinan y preparan para su uso.
“Lo que importa es que una tecnología siempre es social” (Williams, 1992: 185).
En ese marco, este artículo analiza los usos y las apropiaciones de las tecno-
logías digitales que realizan los jóvenes con las netbooks del Programa Conectar
Igualdad (PCI), a partir de la experiencia de aplicación del modelo 1 a 1 como
política de diseminación tecnológica implementada en dos escuelas de Salta (una
rural mediada por TIC y una de zona urbana periférica), que se ha observado a
partir de trabajo de campo y en términos de impacto en el aula y en los contextos
cotidianos de los jóvenes.2 Así, se desarrolla a partir de los casos de dos escuelas
secundarias públicas, la primera (urbana) ubicada en el barrio Palermo I, zona
oeste alta de la ciudad de Salta; y la segunda (rural) correspondiente a la modali-
dad de escuela rural mediada por TIC – Sede Santa Teresa, del Departamento
de Anta de la provincia de Salta.
Cuando nos referimos a “usos”, hacemos referencia a usos sociales y no
técnicos. La idea de uso hace referencia a la utilización, en términos de atribu-
ción de sentido, que los sujetos hacen de los productos de los medios y de los
propios medios en relación con sus prácticas cotidianas. Las personas, en una
situación sociocultural dada, reelaboran y resignifican los contenidos conforme
a su experiencia cultural (Cantu y Cimadevilla, 1998). También podemos decir
que los usos de las tecnologías implican una praxis operativa (Renaud, 1990) a
partir de la cual los usuarios pueden efectivamente reelaborar contenidos con-
forme a su experiencia cultural. Entonces, los usos de las tecnologías incluyen
también todas aquellas operaciones que refuerzan el lugar de la mediación de la
tecnología respecto del establecimiento de vínculos sociales y de la producción
colectiva de conocimiento.
Para Winocur (2007) la apropiación de una nueva tecnología es entendida
como el conjunto de procesos socioculturales que intervienen en el uso, la so-
cialización y la significación de las nuevas tecnologías en diversos grupos socio-
culturales, y se realiza desde un habitus determinado e involucra un capital sim-
bólico asociado al mismo. En esta configuración es central la experiencia ante-
rior de la relación con otras tecnologías, y también lo que se considera social-
mente relevante en términos de la dimensión tecnológica en la reproducción y
la movilidad social del grupo de referencia.
El concepto de apropiación resulta clave para comprender la dimensión del
sentido de las tecnologías porque se centra en la perspectiva de los actores. Por

2Es una sistematización de una investigación que se realizó desde el año 2015 al 2017 en escuelas salte-
ñas, en el marco de la tesis doctoral de la autora (Chachagua, 2018), en las que se indaga la ejecución del
PCI a nivel institucional en las escuelas, en los hogares y en relación con la comunidad.

246
lo tanto, la apropiación de las tecnologías se enfoca en el análisis de las necesi-
dades, propósitos, habilidades, logros, expectativas y ansiedades que, deposita-
das en las TIC, forman parte de las prácticas tecnológicas que aquellos desarro-
llan. De manera que con apropiación nos referimos a un proceso material y sim-
bólico de interpretación y dotación de sentido respecto a un determinado arte-
facto cultural por parte de un grupo social, enfatizando la capacidad de los suje-
tos para volverlas significativas de acuerdo a sus propios propósitos. Esta signi-
ficación no se produce en el vacío; los individuos parten de asunciones y expec-
tativas cuyo origen es social e histórico. Se trata de supuestos compartidos por
un grupo con trayectorias similares. Por lo tanto, la interpretación es siempre un
proceso hermenéutico relacional que implica una socialización con otros
(Thompson, 1998 citado en Benítez Larghi et al, 2013:2).
De esta manera entendemos que el proceso de apropiación de las TIC im-
plica mucho más que un simple acercamiento a los artefactos, ya que se extiende
a diversos factores que la trascienden, como el contexto donde se propicia dicho
acceso, los objetivos que lo impulsan y las prácticas de comunicación en la cual
se inscribe.

1. Un día de clase en las aulas de Barrio Palermo


La primera institución analizada fue inaugurada el 1 de Marzo de 2011, en
el marco del Programa Nacional “Más escuelas”. Durante el año 2015, la totali-
dad de estudiantes y docentes de este establecimiento recibieron la netbook del
PCI, logrando así ser la primera escuela en Salta que lo conseguía. En 2016 la
situación no se repitió ya que después del cambio de gobierno a nivel nacional,
numerosas políticas y programas educativos y sociales modificaron su rumbo. A
causa de esta situación, el director junto a los RTI (Referente Técnico Institu-
cional) tuvieron que gestionar otras formas para que los estudiantes que ingre-
saron al colegio durante 2016 y 2017 puedan acceder a una computadora. Des-
pués de muchos intentos, lograron concretar el “carrito informático” que es una
acción que implementaron en el colegio para “paliar” la falta de netbooks en el
primer año. Entonces con las computadoras del remanente anterior (2015) se
armó un carrito “como el de los supermercados”, en el que se trasladan las
computadoras al aula para su uso. Las mismas son utilizadas generalmente en
grupos y sólo en el horario de la materia que lo requirió, luego deben volver al
carrito y se quedan en la escuela3.

3 Se tomó como referencia el programa Laboratorio Móviles Computacionales desarrollado en Chile.

247
Actualmente el colegio cuenta con una matrícula de 760 estudiantes, que
cursan en el turno de mañana o tarde, el nivel secundario. La población se com-
pone por estudiantes de entre 13 y 18 años, residentes en los barrios aledaños:
Palermo I, Palermo II, Palermo III, Roberto Romero y Atocha. La zona Oeste
Alta se encuentra a unos 45 minutos (en transporte urbano) del centro de la
ciudad. El colegio está ubicado a la entrada de esta zona, al lado de un gran
descampado (donde los fines de semana realizan una feria de ropa y verduras a
precios a populares), del otro lado se ubica la comisaría del barrio y una cancha
de fútbol/básquet. En diagonal al colegio se encuentra la parada de la línea ur-
bana 4A de colectivos (que conecta el centro de la ciudad con el barrio).
Durante el trabajo de campo, en la clase de informática de 4º año, el profesor
anuncia a los y las estudiantes que ese día tomará un examen. “Saquen las
computadoras” dijo “porque lo harán a través de ellas”. El gran problema es que
no todos la tenían, entonces él llevó unas hojas impresas previendo la situación,
pero no se salvaron del reto por no haber llevado el equipo. A los 10 minutos
explica brevemente las consignas, los estudiantes un poco ronroneando le dicen
al profesor que no quieren hacer la prueba, que no pueden porque no están en
condiciones. Ese día el colegio no tenía agua y en el recreo se rumoreaba que se
podían suspender las clases. El profesor, como venía de otro colegio, no sabía
la situación, entonces no le dio importancia y empezó el examen. Ricardo (45
años, profesor de Escuela 1) dicta la materia “Programación informática de ba-
ses de datos” para 4º año, y sostiene
que Conectar Igualdad es una herramienta muy buena para aprove-
char, pero que los docentes no la implementamos bien. Es una cues-
tión generacional, estoy seguro de eso. Yo ando con mi compu-
tadora para todos lados, porque estoy acostumbrado. La netbook
para mi es todo.

Ricardo incorporó la tecnología a su vida a partir de su formación como


docente de informática, pero también se apropió de ella para su vida cotidiana.
Sin embargo el profesor sostiene que “cuesta correrse del modelo tradicional de
enseñanza, eso es lo que veo en mis colegas” haciendo referencia a la modifica-
ción de los roles cuando las TIC ingresan al aula “y aquí juega mucho la insegu-
ridad, muchas veces (en este sentido) el estudiante sabe más que el profesor. Y
esa situación no cualquiera la toma bien, no quieren arriesgarse”. El docente
apunta sobre todo a la formación de los futuros docentes, cree que la alfabeti-
zación digital debe apuntar a ellos para que desde el principio se vayan acostum-
brando a utilizar las TIC en el aula. Además, porque asegura que ese es el futuro
de la educación.

248
Marisa (17 años, estudiante de Escuela 1) se reconoce como una fanática de
esta materia. “Amo la informática por eso elegí este colegio y esta materia me
encanta”. A pesar de su gusto personal, la joven reflexiona sobre el uso de las
tecnologías y dice que “siempre nos quejamos de que no tenemos internet a
pleno, pero pensándolo bien creo que es mejor”. La joven comenta que viene
indagando sobre troyanos y virus informáticos, y que la netbook es de gran uti-
lidad porque “puedo leer desde la cama, en la mesa, en cualquier lado”. En esta
materia aprendió, entre otras cosas, sobre cómo enfrentar la problemáticas de
los virus informáticos y comenta que eso le permitió que pueda empezar a tra-
bajar. “Yo me ofrezco para limpiar computadoras, para agilizar el rendimiento y
para eliminar los virus. Casi siempre me tienen desconfianza, pero yo me pre-
paro para demostrarles que si puedo” sostiene Marisa. El profesor, sobre esta
experiencia, dice que no siempre es fácil trabajar con tecnologías, ya que hay
jóvenes que simplemente no les gusta, y por lo tanto también se presenta la
resistencia. Sin embargo “también tenemos algunos estudiantes como Marisa,
quienes nos motivan para seguir investigando y probando cosas nuevas”.
“Mientras charlamos, por fuera del aula (que es toda vidriada) él está atento
a lo que hacen los estudiantes. Entre una vuelta y otra, alrededor de 20 personas
trabajan con hojas de papeles, no sólo porque no todos no tenían la netbook,
sino porque costaba conectarse, o no tenían batería y era difícil recargar el dis-
positivo allí, entre otros obstáculos. Al respecto el profesor comenta que es com-
plejo, pero que hay que intentarlo. “Quizás era más fácil darle una hoja a cada
uno, pero si no lo intento nunca lo lograré”. A mitad de la prueba, llega la orde-
nanza con un cuaderno, con un acta que establece que la jornada escolar termina
en el momento que el docente se notifica, por falta de agua en el colegio, lo que
impide continuar con las actividades escolares. La ordenanza confirma justo lo
que los y las estudiantes le habían advertido al profesor, quien se descoloca con
la decisión y recoge las hojas. También les avisa que la próxima clase continuarán
con la prueba y que estudien más. Los estudiantes, felices, salen casi corriendo.
El profesor, un poco decepcionado, me comenta “tendré que cambiar todo, sino
no es válido como instrumento de evaluación”. La clase termina a las 18hs. Una
hora antes de lo previsto por el horario obligatorio. (Notas del diario de campo,
observación realizada en la escuela 1)

2. Los usos de las TIC en las aulas de Santa Teresa


En 2013 se celebra un convenio de cooperación entre las autoridades edu-
cativas de la provincia de Salta, UNICEF y Conectar Igualdad para concretar la
“Escuela Secundaria Mediada por TIC” (ESMT). Este nuevo formato de la es-
cuela media prevé aulas virtuales que fueron ubicadas en diferentes sedes (ver

249
mapa en anexos) de los trece parajes rurales participantes: La Bomba, Santa Te-
resa, Los Pozos, La Argentina, Campo Durán, Madrejones, Pozo la Piedra, El
mirador, Siervo Cansado, Pucará, Medialuna, Trementinal y Esquina de Guardia
(Provincia de Salta). Las aulas virtuales se instalaron en las instituciones prima-
rias de estos parajes (ya que son áreas que carecen de establecimientos secunda-
rios), donde los jóvenes asisten para tomar clases y cumplen el mismo horario
que una escuela tradicional. Los docentes se encuentran en la sede central de la
capital Salteña.

Escuelas rurales mediadas por TIC: ubicación de las trece sedes.


Mapa elaborado por las y los coordinadores de UNICEF en Salta

En este artículo focalizamos en la experiencia de la sede Santa Teresa, ubi-


cada sobre la ruta provincial 52, a 60 Km de la localidad de Las Lajitas (Provincia
de Salta). Para llegar es preciso contar con un vehículo propio, en lo preferible
una camioneta, ya que el camino no es asfaltado y es muy complicado mantener
el equilibrio por la cantidad de pozos existentes. Esto se complejiza aún más

250
cuando llueve, porque estos terrenos se inundan y es imposible llegar a la escuela.
En esta sede asisten 28 estudiantes de nivel secundario, de los cuales 18 se que-
dan en el albergue escolar durante toda la semana.
La ESMT es una institución en donde los docentes planifican sus clases y
luego las cargan en una plataforma virtual, a la cual pueden acceder tanto los
tutores como los estudiantes de las sedes. Los facilitadores son los encargados
de orientar a los estudiantes en el desarrollo de las actividades propuestas por
los docentes. Los estudiantes cuentan con netbooks propias y otras herramientas
digitales como celulares, pantalla, proyector, parlantes, pendrives, para acceder
a los entornos virtuales y poder comunicarse4. Los estudiantes comparten en un
salón grande el pluriaño, es decir que están en el mismo lugar los de primer año,
los de segundo, tercero, etc. La escuela primaria es similar, por la poca cantidad
de aulas y porque no son muchos estudiantes. Las aulas están equipadas con
mesones, que se dividen por año, con sillas que se ubican alrededor de esas me-
sas, varios enchufes en las paredes, zapatillas eléctricas para conectar y cables
por todos lados.
Luciana5 (47 años, profesora que está en la sede central de la ciudad Salta-
Escuela 2) cree que este modelo de escuela secundaria es una experiencia mara-
villosa, porque transforma la vida de los jóvenes en espacios alejados de lo ur-
bano, y también resalta que “es un desafío constante, diariamente”. Marian (14
años, estudiante que vive en el albergue estudiantil y cursa en la Escuela 2) piensa
que es una experiencia fantástica, pues “de otra manera no podríamos estudiar,
y nos tendríamos que dedicar a otra cosa”. Eugenia (13 años, estudiante de la
Escuela 2) por su parte dice que le gusta que todos puedan tener una netbook
propia, “porque todos no podemos comprarla, solo soñarla” haciendo referen-
cia a llegada de equipos del PCI, siendo en todos los casos de la escuela rural, la
primera computadora en el hogar, y el primer dispositivo digital propio (datos
obtenidos a partir de encuestas propias a los estudiantes de las sedes).
Un actor fundamental en esta modalidad es el facilitador, que es elegido en-
tre la comunidad, puede ser un docente o no. Lo fundamental en la elección de
este facilitador no es el título sino las capacidades que tenga para coordinar las
actividades de los estudiantes y para brindar conocimiento del contexto de las
sedes. El rol del facilitador es muy importante, ya que acompaña a los estudiantes

4 El problema de la conectividad se manifiesta de manera frecuente en estas zonas por lo que tuvieron
que buscar otras alternativas como el uso de pendrives, materiales multimediales y recursos digitales
fuera de línea. Esto permite un cursado virtual pero también presencial.
5 Todos los nombres de los entrevistados tanto estudiantes como docentes fueron modificados, para man-

tener el anonimato de los informantes. Solo se mantiene la edad, género y curso al que asisten/materia
que dictan.

251
diariamente, en cuestiones académicas pero también en la contención y apoyo
para la continuidad y la retención educativa. Además, debe articular la comuni-
cación con los profesores que están en la sede central. Cuando hay problemas
de conexión, el facilitador debe descargar las actividades que los profesores en-
vían, leerlas e implementarlas en las sedes, con los estudiantes, siguiendo las su-
gerencias o propuestas de los profesores. Sumado a esto, los facilitadores tam-
bién colaboran en otras tareas como el mantenimiento de la sede, la preparación
del desayuno/merienda, la articulación con las comunidades y el desarrollo de
intervenciones dirigidas a garantizar la continuidad de las trayectorias escolares.
Por la ubicación geográfica, las sedes no tienen acceso a luz eléctrica, sino
que cuentan con paneles solares6 y un generador eléctrico que produce luz y
agua para cada institución. El agua en estas zonas no es potable, por lo tanto es
una de las necesidades más importantes. Al no tener luz eléctrica se complica
aún más la conectividad. Todas las sedes cuentan con antenas propias de AR-
SAT7 mediante las cuales se conectan a internet, de esa manera pueden utilizar
la plataforma educativa, descargar tareas, comunicarse por whatsapp, entre otras
actividades. Este año, tuvieron que contratar además otra antena de un privado
para mejorar el servicio8.
Celeste (42 años, profesora de la Escuela 2) sostiene que este nuevo modelo
de escuela posibilita que los jóvenes estudien, pero encuentra como principal
desventaja los problemas de conexión. “Eso produce muchas fallas en la comu-
nicación entre alumnos, docentes y coordinadores”. Alicia (29 años, coordina-
dora de una de las sedes de la Escuela 2) cuenta que “la luz funciona durante el
día hasta las 22hs porque apagan el generador para reservar para el día siguiente,
eso en el mejor de los casos, ya que el problema de luz y conectividad es de
todos los días, en diferentes horarios”.
Durante el trabajo de campo, para la clase de Biología la profesora les pidió
que utilizaran el programa “Modellus” de simulación, para experimentar con la
energía a través del tiempo. “Primero no entendía nada, pero la coordinadora

6 Un panel solar es un dispositivo que capta la energía del sol para su aprovechamiento. En la escuela
cuentan con los colectores solares, utilizados para producir agua caliente y paneles fotovoltaicos, utiliza-
dos para generar electricidad mediante energía solar fotovoltaica.
7 ARSAT es la empresa nacional Argentina encargada de brindar servicios de telecomunicaciones a través

de una combinación de infraestructuras terrestres, aéreas y espaciales. ARSAT operaba como un distri-
buidor de capacidad satelital a terceros, y también como responsable del desarrollo de satélites y la infra-
estructura terrestre para el sistema de televisión digital en Argentina.
8 Esta situación se debió a la falta de inversión y cambio de rumbo de algunas políticas tecnológicas en

nuestro país que sostenían a ARSAT. Entonces antes esta situación compleja, UNICEF decidió contratar
por su parte otras antenas privadas como Claro o Telespazio, para continuar teniendo conectividad en las
sedes.

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me ayudó” dice Santiago (15 años, estudiante de la Escuela 2). “Me costó mucho
aprender a usarlo, pero al tener dibujos es muy dinámico, era sólo cuestión de
prestar atención y probar, porque sólo consiste en ir poniendo diferentes ele-
mentos y la simulación se produce”. Marian (14 años, estudiante de la Escuela
2) comenta que su programa favorito es el “Google Earth” ya que cuando hay
conectividad es “espectacular cómo se puede viajar por todo el mundo, las calles,
los lugares que imagines están ahí”. Comentó que lo descubrió “conociendo” la
netbook y de a poco fue aprendiendo todas las herramientas que tiene como
zooms y visiones 3D.
En matemáticas también utilizan programas específicos para hacer tareas de
geometría o de cálculos estadísticos, pero depende del año en que estén. “A mi
matemática no me gusta, y me cuesta mucho, más en la computadora” dice San-
tiago. En esos casos los estudiantes también se apoyan con el trabajo en hojas y
con libros en papel9. Si bien la enseñanza es mediada por tecnologías y tienen
mucho material digitalizado, también cuentan con una biblioteca muy completa
que les donó UNICEF, en la que pueden acceder a material para todas las áreas
de estudio. Este material de apoyo es fundamental para acompañar la enseñanza
digital, porque les propone el trabajo grupal y colaborativo entre ellos.
En la materia de “Sistema agroambiental” el trabajo es digital pero también
con experimentación presencial. Es decir que les proponen la realización de una
guía de preguntas mediante textos, luego la puesta en práctica en ciertos experi-
mentos con la tierra por ejemplo; al mismo tiene que tomarle fotografías, hacer
videos con las netbooks. Entonces la clase se constituye como un proceso y
muchas veces demanda una o dos jornadas completas, esto también se realiza
en grupos de a dos o tres, para facilitar el trabajo, planificación y diálogo entre
compañeros.
“Me costó mucho aprender a usar el movie maker, incluso ahora tampoco
se usarlo muy bien, Gonzalo es el que edita en el grupo” dice Cecilia que está en
el último año de la Escuela 2. En la escuela cuentan con tres celulares compar-
tidos que son para mantener el contacto con los profesores que están en la ciu-
dad, también son usados para grabar o sacar fotos, siempre “es de mejor calidad
sacar con el celu” cuenta Cecilia.

9 “Observo llegar a los estudiantes en bicicletas o a pie, con delantal blanco y bien abrigados, algunos con
mochilas, otros con la netbook bajo el brazo, pero también traen carpetas o cuadernos como en la escuela
tradicional” (Notas del diario de campo, observación realizada en la Escuela 2)

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3. Distancias y cercanías (no sólo) entre el campo y la ciudad
La Escuela urbana, por su orientación en informática, apuesta fuertemente
a la tecnología en las aulas. Por ese motivo se implementó el “carrito informá-
tico” como una acción para “paliar” la falta de netbooks en el primer año. Las
mismas son utilizadas por los estudiantes en grupos y sólo en el horario escolar,
luego deben volver al carrito y se quedan en la escuela. Sin embargo, no todos
los actores de la Escuela 1 sostienen esa mirada positiva de las TIC, en el trabajo
de campo se observó que tanto profesores como estudiantes tienen diferentes
miradas acerca de las experiencias con las TIC y ese panorama muestra los usos
y la disputa en torno a esos usos.
En el caso de la Escuela rural se presenta otra realidad, los docentes están
en la ciudad en una sede central, cada uno con su computadora manteniendo
contacto con sus estudiantes, quienes están en las diferentes sedes rurales. En
esa relación, la desigualdad tanto económica como social es el factor más fuerte
que se observa en esa “otra realidad” de la escuela. Aquí las necesidades son
infinitas, desde alimentos, ropa, útiles, hasta contención y cariño. Más allá de
todos los problemas de conexión ya señalados, tienen la oportunidad de estudiar
mediante una netbook. El uso de este dispositivo es fundamental, con o sin co-
nexión, ya que la netbook es la herramienta por la que acceden a la educación.
Por las variables ya desarrolladas, el problema de la conectividad aparece de ma-
nera recurrente en los discursos de los actores, pero esto no impide que el cole-
gio persiga su fin.
Ambos casos plantean una heterogeneidad que muestra interesantes líneas
que permiten profundizar la investigación y análisis. Se observan grietas entre lo
que los actores dicen que hacen, lo que realmente hacen y las normas que regulan
el proceso (PCI o escuela en sí); y esto nos permite afinar la indagación para
próximos trabajos en donde se continúe este análisis. Además el trabajo nos
indica que el PCI tuvo, en estas escuelas, un potencial transformador de las prác-
ticas del aula; y unas formas de apropiación múltiples y heterogéneas, entre los
diversos grupos ya previamente delineados (directivos y técnicos / docentes /es-
tudiantes) pero también al interior de estos grupos. En todos los casos, como
parte de matrices socioculturales que contienen pero al mismo tiempo exceden
el hecho de la netbook en sí.

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Bibliografía
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Benítez Larghi, S. (2013) “Los sentidos de las políticas públicas tendientes a la universali-
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Una propuesta de articulación conceptual” en Revista Brasileira de Ciencias da Comu-
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urbanos” en Revista Versión N° 19, México.

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Figuras y metáforas del NOA. Intersecciones, dinámicas y frag-
mentos, se terminó de imprimir en diciembre de 2017 en
Centro de Copiado Claudio. Cnel. Otero 261, San Salvador
de Jujuy, CP 4600, Jujuy, Argentina.

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