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El estudio de la estructura poblacional representa un pilar fundamental en la comprensión de la manera

en que la sociedad vive y se relaciona en el ámbito económico y laboral. Esta desglosa la población en
dos grupos esenciales que reflejan distintos niveles de participación en la fuerza laboral y, por ende, en
la economía.

El primer grupo, la población activa, abarca a aquellos individuos en edad laboral y con la capacidad
física y mental para desempeñar labores remuneradas, básicamente trabajos por los que se recibe pago.
Esta categoría se divide en dos subgrupos principales: la población ocupada y la población desempleada.
La población ocupada incluye a las personas actualmente empleadas en diversos sectores económicos,
aportando así al desarrollo productivo y al ingreso nacional. Por otro lado, la población desempleada
comprende a aquellos en búsqueda activa de empleo, pero que actualmente carecen de ocupación.

En contraparte, la población inactiva abarca a aquellos que, por diversas razones, no participan en la
fuerza laboral remunerada. Esta categoría incluye a individuos incapacitados para trabajar debido a
condiciones de salud o discapacidades, a dedicados principalmente a las labores domésticas, así como
también a jubilados que han superado la edad laboral y a estudiantes que aún no han ingresado al
mercado laboral.

Este estudio proporciona información valiosa para crear políticas públicas que promuevan el empleo,
mejoren las condiciones de trabajo y aumenten el bienestar social. Además, ayuda a identificar grupos
específicos que pueden necesitar atención especial, ya sea en términos de capacitación laboral, acceso a
oportunidades de trabajo o programas de apoyo social. Estudiar la población es clave para planificar el
desarrollo y crear una sociedad justa e inclusiva.

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