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El mito de Medusa

En la mitología griega, Medusa es descrita como


una hermosa doncella y sacerdotisa del templo de
Atenea, cuya belleza le ganó numerosos
pretendientes. Entre ellos estaba el terrible dios de los
mares, Poseidón, quien la raptó y violó, y la dejó
embarazada.

Despojada así de su pureza, Medusa fue entonces


castigada por Atenea, furiosa por la profanación de su
templo. La diosa le transformó los cabellos en
serpientes e hizo que se convirtieran en piedra
quienes la miraran al rostro.

Medusa y Perseo

Medusa habitaba junto a sus hermanas en una cueva en el último lugar al que se dirigía
la noche. Allí la fue a buscar el héroe Perseo, nieto de Zeus e hijo de Dánae, por orden del rey
Polidectes. Este último pretendía a la madre de Perseo como esposa, pero el héroe no
aprobaba la unión, así que el rey lo envió a traerle la cabeza de la Medusa como obsequio de
bodas, con el fin de sacárselo de encima.

Perseo, sin embargo, recibió la ayuda de distintos dioses. Entre ellos, Atenea le
entregó un espejo de bronce tan perfectamente pulido que servía como espejo, para que
pudiera observar el reflejo de Medusa y así no convertirse
en piedra; y también el famoso casco de invisibilidad de
Hades, con el que luego podría escapar.

De esta manera, el héroe se infiltró en la cueva del


monstruo y de un tajo certero le cortó a Medusa la
cabeza, la guardó en un saco y tornándose invisible,
escapó a toda prisa de la venganza de las gorgonas. De la
sangre derramada por Medusa nacieron el gigante
Crisaor y el caballo alado, Pegaso.

Armado con la cabeza del monstruo, Perseo


emprendió distintas aventuras: tornó en piedra al titán
Atlas, quien sostenía la bóveda celeste, rescató a la princesa Andrómeda del monstruo marino
Cetis, y finalmente se vengó del rey Polidectes. Finalmente, el héroe entregó a la propia
Atenea la cabeza cercenada de Medusa, quien la puso a partir de entonces en su escudo,
como un emblema protector.

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