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Un Largo Camino A Casa
Un Largo Camino A Casa
Museo de la Memoria
2010
...Un largo camino a casa...
Darío Ares
museo de la memoria
“La esquina de Moreno y Córdoba, donde funcionara la sede del Comando del II Cuerpo de
Ejército durante la última dictadura militar, estuvo en el centro de las polémicas en torno al
lugar que deben ocupar los sitios de memoria.
Este lugar fue elegido como sede del Museo de la Memoria, dedicado a recordar las víctimas del
terrorismo de Estado y la resistencia a la dictadura.
Debió pasar más de una década para que este emblemático edificio dejara de estar ocupado por
un bar temático y pasara a formar parte del patrimonio de todos los rosarinos.
Esta muestra habla de ese largo camino recorrido por los organismos de Derechos Humanos,
familiares, sobrevivientes y demás ciudadanos en pos de rescatar este sitio de la banalización y el
olvido”.
Acerca de la muestra
“Un largo camino a casa” nos habla de las distintas historias que alberga la casona ubicada entre
las calles Moreno y Córdoba, a través de un recorrido por diferentes momentos históricos, sociales,
culturales.
La casa está ubicada en esta esquina con frente al norte y al este tiene una posición privilegiada ya
que se enfrenta al ex Palacio de Tribunales.
En 1928 el arquitecto Ermette De Lorenzi, recién egresado, proyectó esta obra para su padre
Victorio.
En los años de la última dictadura militar (1976-1983), el Comando del II Cuerpo de Ejército,
ocupó sus instalaciones. Desde ese sitio, base operativa del poder militar sobre siete provincias,
incluida Santa Fe, se diseñó el plan de persecución y exterminio. A sólo 200 metros del lugar, en la
esquina de Dorrego y San Lorenzo, se encontraba el Centro Clandestino de Detención que
funcionaba en el ex Servicio de Informaciones.
El edificio del Comando fue utilizado por las fuerzas militares para la realización de los Consejos
de Guerra.
También fue el sitio obligado de peregrinación de familiares que llegaban hasta allí con la
esperanza de conocer la suerte corrida por sus seres queridos.
Finalizada la dictadura en 1983, el inmueble fue desocupado, pasando de estar abandonado en
algunos períodos, hasta ser utilizado para el desarrollo de actividades municipales.
En 1999 el bar Rock'n Fellers comenzó a desarrollar sus actividades, las que se prolongaron hasta
marzo de 2010 fecha en que definitivamente, y luego de años de reclamos y presentaciones
judiciales el inmueble es recuperado para convertirse en sede definitiva del Museo de la Memoria
gracias al impulso de una Ordenanza municipal, a una Ley de expropiación de carácter provincial y
al firme reclamo de Organizaciones de Derechos Humanos de la ciudad de Rosario.
Museo de la Memoria
El origen del Museo de la Memoria está estrechamente ligado al reclamo que durante muchos años
impulsaron los distintos Organismos de Derechos Humanos de la ciudad de Rosario en pos de
lograr un lugar donde recuperar la memoria de los años de la última dictadura. Para llevar adelante
dicho fin, en 1996, representantes de diferentes organismos de Derechos Humanos y algunos grupos
vinculados por sus experiencias vividas durante la dictadura, conformaron la primer Comisión Pro
Museo creada a instancias del Concejo Municipal.
Dos años más tarde, un 26 de febrero de 1998, el mismo Concejo Municipal, argumentando, entre
otras cosas, que “es ampliamente conocido el rol que juega la Memoria para el impedimento de la
repetición de acontecimientos de estas características” y que “los ejemplos de otras sociedades que
han atravesado circunstancias parecidas nos indican la necesidad de conocer y honrar el dolor de las
víctimas como emblema de reconocimiento inquebrantable de la condición humana”, dicta la
Ordenanza Nº 6506 a través de la cual crea el Museo de la Memoria en la órbita de la Secretaría de
Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, con la conformación de una Comisión
Directiva y la asignación de un lugar provisorio de funcionamiento. La misma también establece los
preceptos generales para el funcionamiento de dicha institución, dejando por sentado que estará
destinada a “reconstruir, proteger y cultivar la memoria colectiva sobre las violaciones a los
derechos humanos sufridas en nuestro país a lo largo de las distintas etapas históricas, haciendo
especial referencia a los horrores del terrorismo de Estado que asoló a la República Argentina entre
1976 y 1983, reivindicando la identidad cultural de los detenidos-desaparecidos”. En el artículo 4 de
la misma se indica además que el Departamento Ejecutivo deberá llevar adelante todas las gestiones
necesarias para lograr que el museo tenga su sede definitiva en un lugar significativo para el
objetivo del mismo.
Luego de sancionada la ordenanza se comienza a discutir sobre cuál debería ser la sede definitiva
del museo. Un nuevo proyecto de ordenanza, presentada conjuntamente por los ediles Iris Pérez,
Arturo Gandolla, Meyer Krupick, Roberto Bereciartúa y Blanca Cánepa, plasma la iniciativa inicial
de Rafael Ielpi, quien bregaba por instalar el museo en la ex sede del Comando del II Cuerpo de
1
Testimonio de Lelia Ferrarese, ex-detenida.
Ejército.
La iniciativa tenía en cuenta, tanto la significación histórica del inmueble, como su valor
arquitectónico.
Con la sanción de la ordenanza Nº 6790 (20 de mayo de 1999), se dispone: “Desígnese como sede
definitiva del Museo de la Memoria el inmueble ubicado en calle Córdoba Nº2019/2025”.
Aproximadamente un semestre antes de que se sancione la ordenanza que daría el puntapié inicial
para llevar adelante la expropiación, el propietario del inmueble, lo otorga en alquiler a la firma
“Food Corner S.A”. Habiendo tomado posesión del mismo con inmediatez, la empresa se dispuso a
inaugurar, una vez concluidas las tareas de refacción, un eslabón de la cadena cordobesa de comida
rápida estilo norteamericana, Rock and Feller's, mediante un contrato de franchising. Bajo la
propuesta de generar 100 puestos de trabajo directos y con la idea de recuperar la casona de De
Lorenzi “para la ciudad” se llevaron las tareas de reacondicionamiento del local comercial para que,
arribando al mes de agosto quedase inaugurado el bar temático. De este modo toma asidero el
Artículo Nº3 de la ordenanza de designación, el cual indica: “si hubiere contrato de locación
celebrado en fecha cierta y demás recaudos legales, cuyo objeto fuese el inmueble en cuestión, el
plazo de diferimento de la expropiación será hasta que termine dicho contrato”.
El contrato finalizaba el 31 de mayo de 2003. Pero para mediados del año anterior, 2002, ambas
cámaras de la legislatura provincial aprobaron la expropiación del edificio y se procedió a la firma
de un convenio entre el Ejecutivo municipal y el propietario, en donde se comprometían a avanzar
en las negociaciones, para finalmente lograr el cometido de la expropiación. Pero, aún con la ley
provincial vigente desde el 13 de julio de 2002, el particular procedió a la renovación del contrato
de locación para con la misma firma comercial, alegando la existencia de una cláusula específica en
el contrato anterior que facultaba para ello.
Los recortes periodísticos de la época dejan ver que la cuestión de la expropiación se había
convertido en un problema para el Ejecutivo municipal, porque carecía de fondos para llevar
adelante la negociación y se sumaba la cercana caducidad de la ley emitida por el Legislativo
provincial, problema que se subsana mediante la prorrogación de la misma con la plena adhesión de
los legisladores.
Existía desde unos años un fondo especial, creado mediante ordenanza municipal, para la compra
del inmueble, de $50.000, donado por el Concejo Municipal. Con ese dinero se comenzaron, a partir
de junio de 2003, las negociaciones definitivas para la adquisición del edificio.
Luego de transcurrido casi un año, el 13 de mayo de 2004 se firma el acuerdo, en donde se
establece el monto de transacción en $2.480.000 pagadero en 24 cuotas mensuales.
Luego de una serie de intentos fallidos, sucesivas prórrogas, litigios judiciales, acuerdos, finalmente
el 1ro de marzo de 2010, el Museo de la Memoria recibió las llaves de la casa para hacerse cargo
del inmueble y comenzar a concretar su traslado.
El 23 de marzo de este mismo año en conmemoración del 34 aniversario del golpe de Estado
perpetrado en 1976, se realizó el acto en la sede del museo, a modo de toma de posesión oficial del
inmueble.
Se espera que el 10 de diciembre quede ianugurado el museo en su sede definitiva y poder así
continuar trabajando como lo hace desde hace ya 9 años, pero en Su Casa.
“...En esa casa operaba un fenómeno sin par. Tal vez fuera por la duplicidad y la simetría de su
diseño o por algún defecto óptico. Cuando entramos en ella lo comprobamos, era disímil el
interior del exterior. Afuera parecía que hubiera aire. Adentro, en cambio, la casa giraba. Se
deformaba a medida que se la recorría. Era como esas galeras llenas de conejos cuyo fondo
parecía interminable.
Nos quedamos un tiempo. Después, anocheció. Vimos entrar un grupo de cinco o seis
adolescentes. ¿A quién buscaban? Bajaron corriendo. Hicieron mucho ruido, hablaban en voz
alta, decían que no querían quedarse mucho más. Corrieron por las escaleras hacia abajo.
Demoraron. Al cabo de unos minutos, empezamos a escuchar de nuevo sus voces. Nos aliviamos
sólo en parte. Todo parecía como en el mar. Los vimos entrar y salir como si los miráramos
hundirse en el agua y volver desde algún lugar de la costa...”
Lugares de memoria
Desde hace unos años como sociedad, sentimos la imperiosa necesidad de recordar, de utilizar la
“memoria” como herramienta, como reaseguro para cumplir con el mandato “recordar para no
repetir”, particularmente aquello referido a lo acaecido durante la última dictadura militar.
Para tal fin nos valemos de lugares, sitios o espacios, hasta de las paredes o muros de las ciudades
que habitamos.
Como dice Federico Lorenz, “El pasado es un instrumento en la lucha, y las disputas por su
sentido son un hecho eminentemente político, que ancla en fechas, en personajes, en lugares, en
prácticas y objetos”.
El trabajo de memoria, es arduo y cotidiano y para ésto hacemos hablar a los lugares de memoria,
a través de su materialidad, para que quede registro de lo que nos pasó y nos pasa, para que “los
nuevos” lo sientan como propio, se lo apropien y lo resignifiquen cada uno para sus vidas.
Al respecto, Silvia Nardi, afirma: “Hay marcas culturales que nos son propias como pueblo, como
Nación, y que reconocemos como símbolos; que nos unen o nos dividen, pero que rara vez nos son
indiferentes. Esos símbolos identitarios son, según algunos autores, “lugares de memoria”. Es
decir, sitios, fechas, objetos, personas, que tienen un alto valor simbólico para una comunidad
determinada. Estamos hablando de edificios, plazas, aniversarios, libros, películas, consignas,
personalidades. Fue el historiador francés Pierre Nora, quien gestó este concepto de “lugares de la
memoria” bajo la idea de que no hay memoria espontánea, por lo cual se hace necesario crear
archivos, mantener aniversarios, organizar celebraciones, levantar actas. Esas operaciones no son
naturales; por lo tanto, se requiere un mantenimiento y cuidado constante de la memoria. Esta
vigilancia conmemorativa se realiza, dice Pierre Nora, con la ayuda de los “lugares de la memoria”.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace que un espacio se convierta en un lugar, cargado de sentidos y de
significados particulares? Como dicen Elizabeth Jelin y Victoria Langland, construir monumentos,
marcar espacios, respetar y conservar ruinas, son procesos que se desarrollan en el tiempo. Que
implican luchas sociales, y que producen (o fracasan en producir) esta semantización de los
espacios materiales. Coinciden con Pierre Nora en que el otorgamiento o transformación de sentido
no es automático, o producto del azar, sino que depende de la voluntad humana. (Pág 11-12 “Los
lugares de la memoria” Ver bibliografía consultada).
Las paredes, como espacio en el cual se realizan pintadas, graffitis, arte mural, etc. Entendemos
que las paredes son sitios en los que se refleja y se registra la memoria de una sociedad. Nos
valemos de la metáfora del reflejo, considerando a las paredes como un espejo en el que nos
podemos ver en conjunto. Si prestamos atención al contenido de las pintadas en los distintos
momentos de la historia argentina, tal vez podamos inferir el estado de ánimo colectivo, en un
momento histórico determinado. Por otro lado, junto con la idea de reflejo, también hablamos de
registro. En este caso imaginamos que esas mismas paredes permiten a una comunidad, así como el
pizarrón de un aula permite, escribir en ellas sus enseñanzas o sus impresiones, para darlas a
conocer a otros; a otros contemporáneos. Y a otros que vendrán después, a las generaciones más
jóvenes, a los nuevos.
“Las paredes pueden ser consideradas como uno de estos espacios en el cual se dejan marcas
culturales, en este caso, a través de la técnica de pintadas. Técnica que, si bien a primera vista
parece efímera, resulta ser capaz de perpetuarse a lo largo del tiempo. Aunque no de una manera
inviolable, y mucho menos, eterna; prueba de ello son las tachaduras, las contestaciones, las sobre
escrituras que contienen en algunos casos. A su vez, las inscripciones no son leídas de manera
homogénea.
Como dicen algunos filósofos, Ludwing Wittgenstein entre ellos, el significado de una palabra
está en su uso, mucho más que en lo que dice el diccionario. Las paredes demuestran así, con
elocuencia, su importancia social en las diferentes etapas del desarrollo cultural de una sociedad.”
(Idem Pág 13-14).
Ahora bien, estos “lugares de la memoria” no hablan por sí solos, en su sola presencia no
encontraríamos qué pasó allí; qué es lo que no queremos que se olvide. Al respecto Héctor
Schmucler plantea: “¿Qué son los sitios históricos? ¿Cuándo un sitio se vuelve histórico? ¿Y qué
queremos decir con “histórico”? ¿Porque ahí ocurrió algo que puede ser reconocido en el estudio de
la historia?
La consagración de algo como histórico, impregna o trasunta o es atravesada por cierta idea de lo
verificable. Lo histórico pareciera ser lo verificable. ¿Qué cosas son las verificables? Casas, lugares,
espacios, una especie de materialidad que allí está. La materialidad está. La historicidad se la
ponemos nosotros. Es decir, no hay, como tampoco en la memoria, otra verdad que aquella que
nosotros mismos construimos.
Seguramente cada uno podría reconocer algún lugar histórico para su vida. Histórico en este
sentido, de verificable, allí está. Podemos reconocerlos, aunque sea como el espacio que ocupaba
algo que estaba allí. Sin embargo, ésto sería el espacio histórico. La memoria que surge de este
espacio, tiene que ver con el acto voluntario de recordar algo, de una reminiscencia. O sea, de un
trabajo, no la pura presencia, quien quiera que pase por estos lugares, no sabría decir absolutamente
nada si no hubiera en él, en los otros, alguna información que fuera reminiscente. Es decir, que
tratara de extraer de un espacio olvidado desde el punto de vista histórico, porque por sí mismo no
es histórico, de traer a la mente reminiscencias.
Eso, traer a la mente, a la conciencia algo que se escapa en la visión inmediata. La memoria trabaja
así, la memoria trabaja en este esfuerzo incesante por traer algo.
Lo recordado sobrepasa al lugar. Lo recordado es mucho más que el lugar. No hay un lugar que
de por sí recuerde algo. No hay prospectivamente un lugar que por su sola presencia evoque o traiga
algo a la memoria.
Los espacios son derivados de la memoria y no ocasión de la memoria. Cuando se habla de
recuperar espacios y, en este sentido, historizarlos, darles un lugar en la historia, en realidad lo que
estamos poniendo en función es una memoria previa. Si no hay esa memoria previa, por la cual
señalamos al espacio como digno o necesario para que se funde una memoria, si no hay esa
memoria previa, el espacio se borra. Es decir, en la sucesión de hechos, auténticamnente no es el
espacio que produce memoria, sino la memoria que produce el espacio.
Al espacio nosotros, quiero decir, los seres humanos que lo instalan como ocasión de la memoria
le hacen decir algo. Repito: los espacios por sí no dicen nada.
Cada uno de nosotros tiene la experiencia, seguro, de pasar por alguna esquina, de mirar alguna
vidriera, de reconocer algún color donde se instala su propia memoria. Cada uno recuerda la casa de
la infancia, la casa de la novia, la casa del amigo, la casa del que murió antes, pero es como un
secreto. Un secreto hondo, profundo, que tal vez, movilice nuestra propia existencia. Pero la casa no
dice nada. Nosotros le damos sentido, nosotros hacemos hablar al lugar. ¿Y qué le hacemos hablar?
¿Todos le hacemos hablar lo mismo a los lugares? Cada grupo, cada individuo, le quiere hacer decir
algo. Y así como decimos que nosotros le hacemos hablar a los lugares, también le hacemos hablar
de acuerdo a la manera que consideramos más oportuna. Porque la pura experiencia del lugar, el
puro reconocimiento de lo que aconteció en ese lugar, no impone un recordar común para todos. Y
así es la memoria.” (“La inquietante relación entre lugares y memorias. Héctor Schmucler. Ver
Bibliografía consultada).
Las paredes urbanas, espacios a cielo abierto, calles, plazas; casas de familias, edificios públicos,
bares, hablan a través de nuestras voces.
¿Qué queremos que digan, a quiénes, para qué?
“Los espacios destinados a la memoria de lo ocurrido durante la última dictadura militar deben
crear la posibilidad de que quienes no lo vivieron incorporen lo sucedido, de forma tal que sea
significativo en sus presentes y para sus proyectos de futuro.” Federico Lorenz
Bibliografía sugerida
“Dossier secreto” El mito de la “guerra sucia” en la Argentina
Martin Edwin Andersen
Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2000
En Dossier secreto, Martin Andersen hace estallar el mito de la llamada “guerra sucia” en la
Argentina mediante sólidos argumentos que demuestran que la guerrilla de los años setenta nunca
representó una amenaza para la estabilidad del gobierno constitucional. Fueron los militares -que a
partir del golpe de 1976 inauguraron una de las más feroces dictaduras de América Latina- quienes
sitemáticamente tergirversaron la naturaleza y la magnitud de la guerrilla para justificar su propia
represión ilegal, así como el hecho de haber desalojado del poder a un gobierno civil inepto pero
legalmente constituido. Sus extraordinarios esfuerzos por convencer a la opinión pública, tanto
nacional como internacional, de que se trataba de una verdadera guerra tenían como fin enmascarar
el genocidio que perpetraron en nombre de la “civilización occidental y cristiana”. El secuestro, la
tortura, y la muerte alcanzaron no sólo a quienes ellos rotularon como enemigos sino también a
quienes cuestionaron el concepto militar de cómo debía ser la sociedad y quién debía estar al mando
de ella. (Contratapa)
“El Estado terrorista argentino” Quince años después, una mirada crítica
Eduardo Luis Duhalde
Eudeba, Buenos Aires, 1999
Análisis del modelo represivo que azotó a la Argentina a partir del 24 de marzo de 1976. Aborda
aspectos habitualmente no consideradas en torno a la filiación histórica del modelo represivo, sus
componentes perversos y el bloque civil que lo sustentó.
“Memoria debida”
José Luis D'Andrea Mohr
Colihue, Buenos Aires, Argentina
Recopilación de nombres, datos, documentos, testimonios y textos periodísticos sobre el accionar
de la última dictadura militar, como por ejemplo, la zonificación de la represión militar en la
Argentina del “Proceso”: comandantes de zonas, subzonas y áreas: jefes de Inteligencia. Sus
nombres, sus responsabilidades. (Contratapa)
“Arquitectura y memoria”
Memoria Abierta
Buenos Aires, 2009
Jornadas desarrolladas con el fin de discutir sobre los aportes y recursos de una disciplina como la
Arquitectura para intervenir en los espacios transformados por el terrorismo de Estado; contribuir al
trabajo de preservación de la memoria pensando desde una perspectiva interdisciplinaria; mostrar a
un público amplio los debates y dilemas que se plantean cuando se trata de pensar los usos posibles
de distintos espacios de memoria.
“Recuerdo de la muerte”
Miguel Bonasso
Planeta, Buenos Aires, 1994
Narra la increíble saga de Jaime Dri, el militante montonero que es secuestrado en Uruguay y
trasladado clandestinamente a la Argentina y a la ESMA, de la que se escapará en los días que
siguieron al Mundial de Fútbol de 1978, puede leerse como una apasionante novela de espionaje o
un thriller, pero sólo narra hechos reales y alucinantes. Como la trama secreta del Proyecto Massera,
que chantajeó con la vida a un grupo de prisioneros para tratar de sumarlos a su plan político, la
“orquesta roja” que inventó Galtieri en Funes, la “Operación México” para secuestrar a Mario
Firmenich en tierras aztecas y la silenciosa lucha de los que soportaron la tortura, resistieron la
presión psicológica y lograron escapar.
Videos sugeridos
“El rosario de Galtieri”
Octaedro Producciones, documental, 40', Rosario, Argentina
A través de documentos y testimonios de familiares y sobrevivientes, se logra reconstruir la historia
de desaparecidos y desaparecedores de la ciudad de Rosario y alrededores.
“Ilusión de movimiento”
Guión y dirección: Héctor Molina
Intérpretes: Carlos Resta, Matías Grappa, Darío Grandinetti
Rosario, 2001
Forma parte de la producción que vienen realizando desde hace 15 años un grupo de realizadores de
Rosario.
Centra la historia en la década del 70 al producirse el encuentro de un padre con su hijo de 7 años,
cuya existencia desconocía. Para recuperar el tiempo perdido, éste intentará por todos los medios
ganar su afecto y su confianza, el niño por su parte mantendrá al principio una prudente distancia,
que con el mutuo conocimiento se irá acortando. Padre e hijo se irán descubriendo y cada uno a su
modo buscará un acercamiento, la profundidad de los sentimientos deberá vencer la desconfianza y
el dolor provocado, por la madre y la esposa ausente.
Fuentes bibliográficas
“Arquitectura y derechos humanos”
Dirección y coordinación, Arq. Alejandra Buzaglo
Rosario, 2009