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Nació con las piernas muy cortas y la cabeza enorme, de modo

que los vecinos de Natuba pensaron que sería mejor para él y


para sus padres que el Buen Jesús se lo llevara pronto ya que
de sobrevivir sería tullido y tarado. Sólo lo primero resultó
cierto. Porque, aunque el hijo menor del amansador de potros
Celestino Pardinas nunca pudo andar a la manera de los otros
hombres, tuvo una inteligencia penetrante, una mente ávida de
saberlo todo y capaz, cuando un conocimiento había entrado a
esa cabezota que hacía reír a las gentes, de conservarlo para
siempre. (…) Pero lo que dio pie para que los vecinos de Natuba
comenzaran a murmurar que no había sido engendrado por el
amansador de potros sino por el Diablo, fue que aprendiera a
leer y a escribir sin que nadie se lo enseñara. (…) Se convirtió
en la persona que, con una pluma de ave tajada por él mismo y
una tintura de cochinilla y vegetales, redactaba en letras
grandes y armoniosas las felicitaciones de cumpleaños,
anuncios de decesos, bodas, nacimientos, enfermedades o
simples chismes que los vecinos de Natuba comunicaban a los
de otros pueblos y que una vez por semana venía a llevarse el
jinete del correo. (…) Pese a que les redactaba la
correspondencia, los vecinos no acabaron nunca de aceptar al
León

En la hermosa Verona, donde colocamos nuestra escena, dos familias


de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a
nuevas turbulencias, en que la sangre patricia mancha las patricias
manos. De la raza fatal de estos dos enemigos vino al mundo, con
hado funesto, una pareja amante, cuya infeliz, lastimosa ruina llevara
también a la tumba las disensiones de sus parientes. El terrible
episodio de su fatídico amor, la persistencia del encono de sus
allegados al que sólo es capaz de poner término la extinción de su
descendencia, va a ser durante las siguientes dos horas el asunto de
nuestra representación. Si nos prestáis atento oído, lo que falte aquí
tratará de suplirlo nuestro esfuerzo.

(Verona. Una plaza pública) (Entran SANSÓN y GREGORIO, armados


de espadas y broqueles) SANSÓN Bajo mi palabra, Gregorio, no
sufriremos que nos carguen. GREGORIO No, porque entonces
seríamos cargadores. SANSÓN Quiero decir que si nos molestan
echaremos fuera la tizona. GREGORIO Sí, mientras viváis echad el
pescuezo fuera de la collera. SANSÓN Yo soy ligero de manos cuando
se me provoca. GREGORIO Pero no se te provoca fácilmente a sentar
la mano.

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