Está en la página 1de 1

Es evidente que el problema de la programación televisiva, sobre todo la estival, está rozando los

límites de lo imperdonable. Y también que la actitud que tomamos frente a él no es la más adecuada. Es
el verano una buena fecha -—ahora que el televisor, excesivamente recalentado con estas
temperaturas, comienza a oler a podrido— para reconsiderar algunas cosas que se nos están escapando.

La primera es la consideración de que la televisión pública es nuestra, de todos los españoles, que
somos los que la pagamos, y, por tanto, deberíamos ser capaces de gestionarla y de tener control sobre
la programación cuando los que son responsables de ello dejan de serlo.

La segunda cosa que se debe tener en cuenta es el importantísimo papel que cumple la televisión en la
educación, la visión del mundo y el desarrollo de la personalidad, sobre todo en la edad más tierna.
Como en este mundo quedan pocos ingenuos, me da por pensar que esa irresponsabilidad no es casual,
sino malintencionada.

No abogo por una televisión elitista ni excesivamente intelectual, porque soy consciente de que la
televisión es, por su naturaleza y características, más un medio de entretenimiento que formativo, pero
sí exijo que los contenidos de los programas, sean del género que sean, tengan calidad. Sobre todo
porque los hay, que es lo peor. Y si no los hay, se hacen. Es una verdadera pena que, por falta de
medios, jóvenes y brillantes creadores con mucho que decir se queden sin hacerlo, mientras se
financian concursos y programas basura con presupuestos desorbitados.
Alberto García Sánchez.
El País 29 – VIII -1998
CARTAS AL DIRECTOR

También podría gustarte