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Había una vez un niño llamado Lucas, un pequeño de seis años lleno de energía y curiosidad.

Lucas
era muy activo y siempre estaba ansioso por jugar y explorar el mundo que lo rodeaba. Sin
embargo, tenía un problema: sus padres y su maestra no le permitían jugar tanto como él
deseaba.

Sus padres, preocupados por su seguridad, siempre lo mantenían dentro de casa después de la
escuela. No le permitían correr y jugar al aire libre con otros niños, temiendo que se lastimara o se
metiera en problemas. Lucas se sentía triste y frustrado, pues veía a otros niños disfrutando en los
parques y deseaba ser parte de su diversión.

La situación empeoraba cuando llegaba la hora del recreo en la escuela. La maestra de Lucas, la
señorita Ana, era muy estricta y no dejaba que los niños salieran al patio a jugar. Ella pensaba que
era una pérdida de tiempo y prefería que los niños se concentraran en los estudios. Lucas se
sentaba en su pupitre, mirando por la ventana cómo los demás niños reían y jugaban afuera.
Sentía una profunda tristeza y soledad al ver que no podía unirse a ellos.

Un día, Lucas decidió que tenía que encontrar una solución a su problema. No podía seguir
sintiéndose excluido y privado de la diversión que anhelaba.

¿Qué derecho ayudaría a Lucas?

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