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13. LA DESIGNANCION DE CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS: LA ULTIMOGENITURA FEMENINA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALAJARA! Leticia Robles Silva «Una de esas tardes, antes de que Mamé Elena dijera que ya se podian levantar de la mesa, Tita, que entonces contaba con quince affos, le anuncié con voz temblorosa que Pédro Miizquiz queria venir a hablar con ella —Y de qué me tiene que venir a hablar ese sefior? Dijo Mamé Elena luego de un silencio interminable que encogié el alma de Tita. Con voz apenas perceptible respondi6: —Yo no sé. Mamé Elena le lanzé una mirada que para Tita encerraba todos los afios de represién que habfan flotado sobre la familia y dijo: —Pues mas vale que le informes que si es para pedir tu mano, nolo haga. Perderfa su tiempo y me harfa perder el mio. Sabes muy bien que por ser la més chica de las mujeres a ti te corresponde cuidarme hasta el dia de mi muerte. Dicho esto, Mamé Elena se puso lentamente de pie, guards sus lentes dentro del delantal y a manera de orden final repitio. —jPor hoy, hemos terminado con esto! Tita sabia que dentro de las normas de comunicacién de la casa no estaba incluido el didlogo, pero aun asi, por primera vez en su vida intenté protestar a un mandato de su madre. —Pero es que yo opino que... —{Tti no opinas nada y se acabé! Nunca, por generaciones, nadie en mi familia ha protestado ante esta costumbre y no va.a ser una de mis hijas quien lo haga». (Laura Esquivel 1989:17) Introducci6n. El pasaje anterior de la novela Como agua para chocolate hace alusi6n a una norma cultural por la cual a la hija menor se le asignaba la funcién familiar de cuidar de los padres ancianos. Dicha norma remite a una forma de organizacién familiar y de parentesco que es parte de los mecanismos de reproduccién social de los grupos domésticos en el érea rural en México. A través de la ultimogenitura masculina y femenina, las familias indigenas, campesinas y rancheras han asegurado que los ancianos sean cuidados por algtin miembro de la familia. De acuerdo con Robichaux (1997a, 1997b, 2002 y 2005), entre la poblacién mexicana y centroamericana de la tradicién cultural mesoamericana, cuando los padres arriban a la ancianidad su cuidado es una responsabilidad que corresponde al ultimogénito var6n. Los hijos varones mayores, cuando se casan, viven tempo- ralmente en la casa paterna y después se separan para formar su propia unidad doméstica en parte del terreno paterno que les fue otorgado. En cambio, las hijas se van a residir a la casa del esposo. Salvo el ultimogénito varén, “quién permanece en la casa paterna, cuida a sus padres ancianos y, en compensacién, hereda la casa” (Robichaux 1997b:201). Por esta via los padres ancianos aseguran su supervivencia, pero también la del ultimogénito, quien, en vez de ser dotado sdlo con una parte del terreno como sus hermanos, recibe también como herencia la casa paterna. Arias (2005) reporta un patr6n cultural diferente en las socieda- des rancheras del Occidente de México. Entre estas familias, lanorma es que sea la hija menor quien se responsabiliza del cuidado de los padres y hereda la casa paterna y sus negocios en el pueblo, pero a cambio de quedarse soltera. Sus hermanos varones reciben en herencia las propiedades rurales; siendo atin solteros, se les asigna una porcién del rancho para que aprendan el negocio in situ y con eso generen recursos para construir su propia casa para desposarse. Las mujeres se mudaban con sus maridos a la casa que ellos erigieron antes del matrimonio. La hija menor, en cambio, debfa permanecer soltera para encargarse del cuidado de los padres y manejar sus ne- gocios en el pueblo, para después heredarlos junto con la casa. En la novela de Laura Esquivel a Tita le toc cuidar de su madre hasta su muerte. Fue ella quien hered6 la casa y el rancho y permanecié soltera toda su vida. Dicho patrén cultural hace referencia a una situacién totalmen- te diferente de los ancianos en las ciudades de hoy dia. Dos cambios enmarcan ahora el cuidado de estos ancianos: el epidemiolégico y la urbanizacién. Antafio se cuidaba a unos padres cuya dependencia provenja casi tinicamente del envejecimiento; la muerte sobrevenia en la mayor parte de los casos a causa de alguna infeccién. Hoy es Ia enfermedad crénica la que define casi siempre la dependencia de los padres ancianos, es decir, al envejecimiento se le agregan y sobre- wo Lena Ronis Siva 354 ponen las secuelas de ese tipo de padecimientos. Este ha sido uno de los costos de la transicién epidemiolégica. Ahora no morimos de enfermedades infecciosas sino de padecimientos crénicos: diabetes, hipertensi6n, mal de Alzheimer, infartos cerebrales 0 cardfacos que aparecen en la edad adulta, se perpettian en la ancianidad y nos convierten en dependientes de la ayuda y el cuidado de las genera- ciones més jévenes. De ahé que el cuidado no se genere como una respuesta al envejecimiento sino por enfermedad crénica. Hace medio siglo la poblacién se encontraba dispersa por todo el pais, habitando miltiples poblados y rancherias del espacio rural. Pero con el éxodo del campo hacia las ciudades, los migrantes y sus descendientes contribuyeron al crecimiento de las reas urba- nas. Aquellos migrantes y las generaciones posteriores constituyen, ahora, parte de la poblacién los ancianos que viven en las medianas y grandes ciudades del pais y que, con mucho, rebasan a la escasa proporcién de viejos que habitan el campo. La literatura anglosajona ha documentado ampliamente que son las hijas quienes asumen la responsabilidad de los padres an- cianos en paises como Estados Unidos y Canada (Stone, Cafferata y Sang] 1987; Lee, Dwyer y Coward 1993 y Allen, Goldscheider y ‘Ciambrone 1999). Sin embargo, el papel que juega el orden de los hijos en la asignacién de una hija cuidadora es una cuestién poco explorada. Algunos estudios apoyan la existencia de un patrén de =pultimogenitura femenina en hijas cuidadoras nacidas en el primer tercio del siglo XX en Estados Unidos. Por ejemplo, Allen y Pickett (1987) estudiaron mujeres solteras de la cohorte 1910-1930 nacidas en Nueva York, y reportan que las hijas menores fueron quienes se hicieron cargo del cuidado de los padres ancianos. Hareven y de Gruyere (1999) reportan, igualmente, que fueron las hijas menores quienes cuidaron de sus padres ancianos en una cohorte nacida en Manchester, en Nueva Inglaterra. Pero a diferencia del estudio an- terior, estas hijas no eran tnicamente solteras, pues también habfa mujeres casadas y viudas. Este patron de ultimogenitura parece desvanecerse en cohortes més recientes, donde ya no son exclusivamente las hijas menores de la familia las que se responsabilizan de dicho cuidado sino también las primogénitas y las de edades intermedias. Es decir, a partir de la década de! 50/el patrén de ultimogenitura se pierde como meca- nismo de seléécién de hijas cuidadoras. Los estudios actuales asf lo sugieren. Hay quienes sostienen que no existe relacidn alguna entre el orden de los hermanos y la seleccién del cuidador (Matthews y 355. La vesicnancion DE CUIDADORAS DE PAORES ENFERMCS. LA ULTMOGENITURA, FEMENIA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALATARA, Rosner 1989); en cambio, otros autores, reportan que son las hijas mayores las cuidadoras (Robinson, Moen y Dempster-McClain 1995, Briggs 1998, Merrill 1997 y Brody 1990). Para otros, los resultados disponibles no son concluyentes respecto a la influencia del orden entre los hermanos en la asignacién de los cuidadores (Horowitz 1985 y Guberman, Mahere y Maillé 1992). Aunado a este debate, pareciera que el tema también pasé a ser secundario. En estudios de la década de 1990 acerca de hijas cuidadoras en Estados Unidos la primogenitura emergié en los relatos de los informantes, pero no constituy6 un tema central de la discusién en los procesos de de- signaci6n, Se le dedica unas cuantas Iineas y desaparece cualquier alusion posterior al tema, es decir, el papel que juega el orden entre los hermanos en la designacién de hijas cuidadoras suele despertar poco interés. Frente a estos cambios uno se pregunta si hoy en dfa la ulti- mogenitura contintia siendo una norma vigente en la designacién de cuidadores para padres ancianos, padres que no sélo son ancianos sino también enfermos cr6nicos que viven en las ciudades. De ahi el interés de este trabajo por analizar el papel de la ultimogenitura en la designaci6n de una cuidadora para padres ancianos enfermos en un sector popular de una gran ciudad como Guadalajara. El estudio etnogrdfico del cuidado. Los datos provienen de un estudio etnografico de trece unidades domésticas del barrio de Oblatos en la ciudad de Guadalajara, México. El objetivo de la investigacién global es indagar sobre la experiencia de cuidar a un enfermo adulto 0 an- ciano con diabetes. La estrategia fue seleccionar, primero, a enfermos con diabetes y, posteriormente, a sus cuidadores. A los enfermos se les localizé mediante un estudio de tamizaje en el barrio, 0 sea, se visitaron las 6,325 viviendas del barrio y se pregunté por enfermos con diabetes que vivieran en cada hogar. Asf se localizaron 788 en- fermos en 756 hogares. De esa lista de enfermos se seleccioné a 29. A esos enfermos se les entrevisté en tres ocasiones en sus hogares. Un anilisis preliminar de esas entrevistas permitié identificar a 23 cuidadores. El trabajo de campo se dividié en seis fases entre octubre de 1997 y febrero del 2000. A los cuidadores se les entrevisté entre dos y cuatro ocasiones. De las 97 entrevistas, 31 fueron grabadas y el resto se registraron en notas de campo. Todo el material fue procesado en el programa Ethnograph. Las entrevistas fueron ini- cialmente organizadas por temas. Posteriormente, se procedié a un ‘Lemcta Roses Siva 356 andlisis de contenido cuyo fin era analizar las argumentaciones de los propios sujetos (Kuhn 1991) acerca de sus conductas 0 acciones y las interpretaciones que hacen de ellas. Para efectos del presente trabajo, los resultados incluyen los concernientes al grupo de los trece ancianos. El barrio de Oblatos. Oblatos es un barrio del sector popular urbano que se localiza en el nor-oriente de Guadalajara, México. La pobla- cidn total era de 33,519 habitantes en 1997, de los cuales un 5 por ciento consistfa en mayores de 65 afios. El barrio cuenta con todos los servicios (agua potable, drenaje, alumbrado ptiblico, calles pavimentadas, vigilancia policial). Sus habitantes estan insertos en el mercado laboral del sector informal y formal de la ciudad. Las viviendas albergan en promedio 5.1 habitantes. Los servicios de salud se distribuyen en 78 espacios tanto del modelo médico hegeménico como de la medicina alternativa. Es decir, dichos espacios estén ocupados por consultorios de médicos generales y especialistas, pero también por otro tipo de terapeutas como sobadores, yerberos y homeépatas. Ademis se localiza en el barrio una clinica de medicina familiar y un hospital de zona del Instituto Mexicano del Seguro Social, asf como dos sanatorios par- ticulares que ofrecen atencién del segundo nivel. Los ancianos enfermos fueron cinco mujeres y ocho hombres, cuya edad oscilaba entre 60 y 92 afios, con un promedio de 68.5 afios. Todos los hombres estaban casados a excepcién de uno que era viu- do; en cambio, las mujeres eran todas viudas, a excepcién de una que estaba casada. Las mujeres no trabajaban y el 44 por ciento de los hombres continuaba trabajando todavia cuando eran pensiona- dos. Su descendencia estaba formada por 7.9 hijos vivos y 9 nietos en promedio. Los ancianos eran de origen rural; todos migraron a Guadalajara de poblaciones del interior del estado de Jalisco y es- tados circunvecinos. Ninguno terminé la primaria. El 15 por ciento de los ancianos padecia una enfermedad crénica, el 39 por ciento sufria de dos y un 46 por ciento tenfa tres o mas padecimientos cré- nicos. Ademds de la diabetes, las otras enfermedades crénicas eran hipertensién arterial, artritis y accidente vascular cerebral. Habian padecido en promedio 12 afios de diabetes y 9 aftos de sus otros padecimientos crénicos. Los cuidadores de estos ancianos-enfermos fueron 18: catorce mujeres y cuatro hombres. De las mujeres cuidadoras, ocho eran las esposas y seis las hijas del enfermo. En cambio, sdlo encontré a un 357 La DESGNANCION DE CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS. LA ULTIMOGENTTURA FEMENINA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALAJARA esposo cuidador varén, el resto eran hijos varones. Los ancianos eran cuidados por sus esposas; en cambio, las ancianas, al ser viudas, eran cttidadas por sus hijas. La edad de estos cutidadores era de 61 afios en promedio para las esposas, las hijas tenfan 47 afios en promedio y los hijos varones 46.5 afios. De las ocho esposas-cuidadoras, tres estaban insertas en el mercado laboral; tres de las seis hijas trabaja- ban y todos los hombres cuidadores eran trabajadores. De las hijas solamente una era soltera, el resto estaban casadas y tenfan cuatro hijos en promedio. Las hijas cuidadoras tenfan una escolaridad de 11.3 Afios en promedio y en las esposas fue de 5.1 afios. En adelante, me centraré s6lo en las cuidadoras, tanto esposas como hijas. La ultimogenitura urbana, En una ocasién que platicaba con Margari- ta, le comenté que ahora que las familias tienen menos hijos es més dificil cuidar de los padres. Ella respondio a mi comentario que “en. la antigiiedad, siempre al mas chico de la familia, hombre o mujer, le tocaba cuidar a los padres hasta la muerte; no se casaba hasta que no faltaran ellos, pero ahora ya no”. Margarita cuida actualmente a su madre octogenaria enferma de Parkinson y antes cuidé a su padre quien murié a causa de la diabetes. Ella sabe que en el pasado ésa era la forma de seleccionar a un cuidador entre los miembros de la familia. A Margarita le pregunté si asi fue designada. Su respuesta inmediata fue que no. Tal vez se referfa al hecho de que ella sf se casé y tenia dos “hermanos” menores que ella. Por lo tanto, en su caso, la regia no se aplicaba. Pero, en realidad, sf es la ultimogénita porque los otros dos “hermanos” son en verdad sus sobrinos, hijos de su hermana mayor. Al no responsabilizarse su hermana de ellos, los abuelos los criaron y los consideran como sus hijos. Asf que lo Unico cierto en su negativa fue que ella si se casd. Al igual que con Margarita, la tendencia en Oblatos es que sean las hijas menores las cuidadoras. De las seis hijas cuidadoras, cuatro son las ultimogénitas. Las otras dos son una primogénita y una de en medio. Fenémeno similar se da con las esposas-cuidado- ras. Actualmente cuidan a sus esposos con diabetes, pero la mitad de ellas posee una historia previa como cuidadora de alguno de sus padres ancianos y eran las menores de sus familias. Ambos grupos de mujeres pertenecen a dos cohortes diferentes. Las esposas nacieron entre 1930 y 1940, mientras las hijas nacieron en las décadas de 1950 y 1960. A pesar de sus diferencias en términos hist6ricos, ambas co- hortes comparten el patron cultural de ser las menores y habfan sido designadas como cuidadoras de sus padres ancianos y enfermos. Lencia Rootes Siva 358. Lineas arriba mencioné que Robichaux se refiere al patron de la ultimogenitura masculina para ser designado como cuidador, pero permitiendo el casamiento del hijo. En cambio, Arias (2005) Gita la solterfa femenina como condicién necesaria para asignar a la ultimogénita como cuidadora. A diferencia del ambito tural, en este gtupo popular urbano no se aplica ni un patrén ni otro sino lo que parecerfa ser una combinacién de ambos: la ultimogénita casada se convierte en cuidadora de los padres ancianos enfermos. Maria de Jestis, Nicolasa, Angeles y Refugio cuidan actual- mente a sus esposos, algunos de ellos ya ancianos, otros acercéndose ala vejez, Pero antes cuidaron a sus padres estando ya casadas. Con excepci6n de Nicolasa, todas eran las ultimogénitas. No fue ella quien cuid6 a su madre y padre, sino su hermana, la menor. Pero Nicolasa iba todos los dias a la casa paterna a ayudar a su hermana con algu- nas obligaciones domésticas, Fue as{ porque su hermana decidié no casarse para quedarse a cuidar de ambos padres. Nicolasa platicé al respecto: [mi hermana dijo] “yo no me voy a casar, yo voy a darles el fin a mis padres... y se quedé ella a darles el fin a mis padres”, También las hijas-cuidadoras eran las menores y estaban casadas. La excepcién es Concepcién, quien a sus 57 afios permanece soltera y seha dedicado a cuidar a sus progenitores: primero a su padte y asu madre en la actualidad. Ambas cohortes reproducen un patrén cultural por el cual se asigna a las hijas casadas ultimogénitas la responsabilidad del cuidado de los padres ancianos. En este grupo popular urbano se recupera la ultimogenitura femenina pero no la solteria de la socie- dad ranchera, sino el de estar casado como en los grupos indfgenas y campesinos. No obstante, cierto vestigio del patrén de la socie- dad ranchera permea la norma urbana; la solterfa femenina como. requisito indispensable para ser cuidadora. El permanecer soltera estaba presente en la primera cohorte, la de las. esposas; no asien la de las hijas. La hermana de Nicolasa acaté la norma de permanecer soltera. ¥ Concepcién, quien también permanece soltera, es mds de esa cohorte que la de las hijas cuidadoras: ella nacié en 1942, Recordemos que Tita encarna en la novela Como agua para chocolate este patrén cultural de principios del siglo XX. Las tres situaciones remiten a un patrén rural mexicano que operaba para las mujeres nacidas antes de la década de 1950, pero ya no para las que nacieron posteriormente. Tal vez por esa raz6n Margarita afirmaba queen “la antigiiedad” esa era la norma, pero ya no hoy en dia. Con el paso de una cohorte a otra, ese vestigio rural de solterfa femenina se perdié 359 La pesicaNCiON DE CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS, LA ULTIMOGENITURA FEMENINA EN UN SECTOR POPULAR URBANO OF GUADALAJARA y dio paso a la hija cuidadora casada, convirtiéndose en un patron urbano, por lo menos para este grupo. La permanencia de un remanente rural en la cohorte de las es- posas podria explicarse a partir de sus orfgenes. Todas ellas nacieron enalgtin poblado del interior de Jalisco 0 estados circunvecinos, pero ninguna es ind{gena. La migracién no implicé dejar atras las normas y las costumbres que regian los arreglos familiares tradicionales y garantizaban el cuidado de los padres ancianos. Aunque la norma las acompaiié a la ciudad, perdié su fuerza normativa en algunos de sus componentes y con ello se transformé. Varias circunstancias propiciaron el cambio. Alejadas del ambiente comunitario que con- trolaba Ja solterfa femenina y socializadas total 0 parcialmente en un contexto urbano, por el hecho de haber llegado durante su nifiez tardia o adolescencia a Guadalajara, los controles se flexibilizaron © resquebrajaron en un ambiente de normas culturales, morales y sociales heterogéneas, donde ellas se encontraron e interrelacionaron en condiciones distintas a las de sus lugares de origen. En los ambitos rurales el cuidado de los padres ancianos se compensaba con la herencia de tierras, negocios y casa. Era parte de los mecanismos de reproduccién social de los grupos de parentesco para evitar la atomizacién de los bienes a través de las generaciones y garantizar la supervivencia posterior de la cuidadora. Con ello se normaba, simultdéneamente, la existencia del heredero tinico de la casa a pesar de haber varios hermanos y la designacién no conflic- tiva del mismo. Pero en el drea urbana no existe una herencia que compense la solteria femenina. Los padres de las esposas cuidadoras del presente estudio no posefan ni negocios ni casa que heredar. Su incorporacién al mercado laboral en calidad de fuerza de trabajo en la industria o los servicios no les permiti6 crear un patrimonio y generar bienes. Dos excepciones: Refugio, quien heredé la casa materna y Marfa de Jestis, cuya madre le compré en vida el terreno donde construyé la casa conyugal. De ahf en més, no ha habido ni negocios ni otras propiedades que heredar. Recordemos que la hija soltera recibfa en herencia la casa, pero también el negocio paterno, alguin rancho 0 ganado. Estos bienes permitfan a las hijas solteras sobrevivir después de la muerte de los padres. Cuando sdlo existe la herencia de una casa, no es suficiente. Mas cuando la misma es de reducidas proporciones y tinicamente puede ser habitada, a di- ferencia de las casonas de los pueblos que permitfan, por ejemplo, obtener ingresos al rentar sus multiples cuartos vacios (Arias 2005). Hoy se requiere tener un empleo 0 un esposo con empleo, o ambos Lencta Roses Siva 360 para poder sobrevivir en la ciudad. El matrimonio es entonces un estado habitual. El patron de residencia en la antigiiedad también se modificé. Ninguna de las cuidadoras continué viviendo en la casa paterna, tal y como prescribia la norma. Por el contrario, una “vez casadas todas formaron hogares independientes fuera del barrio donde vivian sus padres. En general, ellas vivian en Oblatos y los padres en algiin otro barrio de Guadalajara. En la generacién de las hijas-cuidadoras los recursos asocia- dos a la solterfa femenina han desaparecido por completo. A las circunstancias anteriores se le afiaden otras. Las hijas-cuidadoras han tenido una vida eminentemente urbana. Atn cuando algunas de ellas han migrado temporalmente a otros lugares, siempre ha sido a ciudades. Pero también el contacto y el alejamiento con ciertas insti- tuciones sociales han jugado un papel decisivo, Las hijas cuidadoras estuvieron en contacto més tiempo con la escuela que las esposas cuidadoras; recordemos que ellas tienen una mayor escolaridad que sus madres. Pero ademas, se incorporaron al mercado de trabajo formal como obreras 0 empleadas, a diferencia de las esposas que Jo hicieron como trabajadoras por cuenta propia, como vendedoras en tianguis 0 en las puertas de sus casas. Por otra parte, las espo- sas cuidadoras mantuvieron una estrecha relacién con la Iglesia « catélica como feligresas activas de varios servicios a la comunidad, como integrantes del coro o de las actividades de apoyo a los més pobres, experiencias desconocidas para las hijas cuidadoras. Estas circunstancias las alejaron de las formas de vida rural que sus padres conservaron como migrantes de primera generacién. La herencia de la casa como mecanismo compensatorio por el cuidado de los padres se ha ido perdiendo, aunque no por comple- to. Dos de las hijas han heredado la casa paterna. Pero su funcién es otra. Ahora se ha convertido en una forma de presién para que Ia hija no abandone su papel dé cuidadora. Margarita estd en esta situacién. Su madre ha testado la casa a su nombre como una forma de presionarla para que continue cuidéndola hasta su muerte, como lo hizo con su padre, y no abandone su rol de cuidadora, como en varias ocasiones ha externado querer hacerlo. La herencia la retiene parcialmente en su rol de cuidadora. Al diluirse la funcién de la herencia como mecanismo com- pensatorio se hizo necesario construir otra forma de recompensa. Esta fue mas simbélica que material. En Oblatos circula una serie de historias de hijos, especialmente hijas, que no quisieron cuidar de sus padres ancianos y enfermos, a quienes se cataloga como 361. La oisicnaNci6N be CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS. LA ULIHOGENITURA FFEMENINA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALAJARA “malos nijos’. Las cuidadoras argumentaron en varias ocasiones que cuidaban o cuidaron a sus padres porque era su “obligacién” como hijas. Martha me explicaba por qué tanto afén en el cuidado cuando su madre les decfa ”,cusindo les iré a pagar todo eso que estén haciendo ustedes por mi?”, alo cual, Martha respondié: “si no es un Pago, no es un favor que estamos haciendo. Es nuestra obligacién como hijas, asf como tti nos cuidastes alguna vez, bien o mal, asf también nosotros tenemos que cuidar[te] bien o mal, pero tenemos que estar al pendiente tuyo, gc6mo dejarte asi, y decir no, pos ya, y, no?”. Tres meses después de la muerte de su madre, contestaba a mi pregunta de qué habia ganado con haber cuidado de su madre en esos términos: “Bueno, queda uno satisfecha de haberla cuidado”. La recompensa fue cumplit con la obligacién filial y no haber pasado a formar parte de las historias que circulan en el barrio de los “malos hijos” que abandonan a sus padres cuando ms los necesitan. Una compensacién moral ha substituido a la material. Pon) C10 Lo que sf se presenta es una ambivalencia en los arreglos de residencia posterior al matrimonio de las hijas. Una parte de estas mujeres establecié su residencia en un hogar separado de la casa paterna, pero en el mismo barrio o en sus cercanfas. En cambio, otras, después de casadas, permanecieron en el hogar paterno. Pero aquéllas que vivian aparte, una vez convertidas en cuidado- ras, regresaron al hogar paterno o se Ievaron a sus madres a sus hogares para cuidarlas. Es decir, a diferencia de lo que sucedia en el area rural, la residencia de ambas generaciones en la misma casa se da hasta el momento en que las hijas se conviertan en cuidadoras. Y ello debido a que ciertas acciones de cuidado en torno al padec miento y al trabajo biogréfico sélo son posibles en una residencia compartida por el cuidador y el anciano enfermo. Con ello se perdié una dimensién de la trayectoria de las cuidadoras en dreas rurales donde dificilmente podrfa diferenciarse la ayuda intergeneracional del cuidado, debido precisamente a la corresidencia de toda la vida de la hija con los padres. Ahora cuando se dan dichos arreglos de residencia es porque el cuidado se ha generado como una respuesta al interior de la familia, es decir, ya se ha dado el rol de cuidadora. Ademés de los cambios anteriores, se afiadié un nuevo cle- mento: una doble feminizacién del cuidado. O sea, son mujeres las que cuidan pero ellas también son objeto de cuidado. En los estudios sobre cuidadores de ancianos en pafses desarrollados es un paradig- ma la nocién clésica de “jerarquia de substituci6n”. El postulado es que la eleccién de un cuidador sigue un orden preferente de acuer- ‘Lencia Roses Siva 362 do con la relaci6n de parentesco entre el cuidador y el anciano, es decir, se favorece, en primer término, la ayuda del cényuge y, en su ausencia, la de los hijos u otros parientes y, en tiltimo término, la de amigos, vecinos y servicios formales (Messeri, Silverstein y Litwak 1993). De ahi que exista una especie de jerarquia en el momento de elegir a un miembro de la familia como cuidador. A partir de la aplicacién de esta jerarquia en Oblatos se evidencia que el cuidado se feminiza con referencia a las hijas cuidadoras. Las esposas son quienes cuidan a los enfermos varones. En cambio, son las hijas, las cuidadoras de las enfermas, de todas ellas. Y es aqui donde las mujeres se constituyen en las protagonistas centrales del cuidado. Ello significa que las hijas menores cuidan de sus madres ancianas y enfermas, pero no de sus padres, que los cuidan sus esposas. La norma cultural en las 4teas rurales prescribia en general “el cuidado de los padres”, es decit, no hacia diferencia entre madre y padre. Ambos debian ser cuidados por la hija 0 el hijo. En cambio, en ambas cohortes de cuidadoras de Oblatos la norma del modelo jerarquico operé para la seleccién de la mujer que debfa cuidar de los ancianos. Pocas fueron las esposas-cuidadoras que cuidaron de ambos padres, mas bien fue ala madre, ya que ella, en sumomento, cuid6 a su esposo, El mismo fenémeno se repite con la cohorte de las hijas-cuidadoras: es la madre el objeto de sus cuidados, no el padre. La excepcién es Estela quien cuida de su padre, pero es esa misma jerarqufa la que explica su participacién. El modelo establece que “cuando esta disponible, el cnyuge es el primero” y ésa es la situacién de Rafael su padre, un viudo. Pero Estela realmente se inicié como cuidadora de su madre, quién también padecia diabetes y muri6 a causa de sus complicaciones. Después, y debido precisa- mente a la ausencia de su madre, le ha tocado cuidar a su padre. En este sentido, la norma urbana prescribe el cuidado de las madres ancianas por parte de las hijas cuidadoras, ya que el cuidado del padre es una responsabilidad que corresponde a la esposa. La norma urbana: Algunas conclusiones. La norma cultural de la ultimo- genitura femenina o masculina en las sociedades rurales de México garantizaba el cuidado de los padres ancianos, pero también cumplia otras funciones como parte de la reproducci6n social de los grupos de parentesco. La primera era evitar la fragmentacién de los bienes a través de generaciones. La segunda era establecer claramente las reglas y las condiciones por las cuales se definfa quién heredaria y cules serian los bienes y, asi, resolver el conflicto entre los hijos por 363 La vesienaNciow De CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS. LA ULTIMOGENTURA FEMENIA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALATARA ) la herencia, sobre todo en familias tan numerosas como lo eran las. rurales en la primera mitad del siglo XX. La tercera era garantizar la sobrevivencia material de dos generaciones en momentos criticos de su ciclo de vida, la de los padres ancianos y la de los hijos jévenes 0 mujeres solteras mayores, al proporcionarles los recursos econémicos o materiales cuando més lo necesitaban. Es decir, cuando el hijo me- nor enfrentaba las mayores dificultades con el proceso de expansion de su familia, o la de la mujer soltera adulta o casi anciana que ya no podia trabajar, y, por supuesto, la de los ancianos, cuando éstas estaban en una etapa de la vida en la que son improductivos. La cuarta era cumplir con la regla de reciprocidad en los intercambios familiares, ya que la herencia constituia la compensacién por el cuidado de los padres ancianos. Las normas funcionaban en la medida en que resolvian situa- ciones concretas de las interacciones sociales. Pero por ello mismo se modifican con los cambios en la dinémica social, lo cual no significa que desaparezcan. El cuidado de los padres ancianos noes un evento reciente. La tradicién mesoamericana de la ultimogenitura patrili- neal asi lo demuestra (Robichaux 1997a). Pero las circunstancias y los motivos cambian a través del tiempo y el tipo de sociedades y las transformaciones de las normas se producen como parte de los cambios globales que afectan a la sociedad en su conjunto. Y la norma de la ultimogenitura para el cuidado de los padres ancianos no escapé a este proceso y, aunque se transformé en el contexto de la ciudad, atin mantiene continuidades con el 4mbito rural. ‘Tres fenémenos afectan sucesivamente la norma de la ulti- mogenitura. En primer lugar, la(migracidmes un fendmeno global cuyos efectos se sienten y expresan ent asi todos los niveles de la sociedad. Roberts (1980) afirmaba hace unas cuantas décadas que las tradiciones de los campesinos no desaparecian por completo cuando éstos migraban a la ciudad, sino que se recuperaban e integraban a una nueva dindmica social como forma de enfrentar la vida urbana. Cuando las familias 0 los individuos migran, ya sea a Ia ciudad 0 a Estados Unidos, se enfrentan a formas de vida que rompen los esquemas de interaccin y las circunstancias en que se daban los intercambios intergeneracionales en el campo. La modificacién de los patrones culturales en torno a las relaciones intergeneracionales es un fenémeno reportado en migrantes a Estados Unidos. Los an- cianos mexicanos, japoneses y chinos migrantes prefieren vivir con alguno de sus hijos adultos casados; en cambio, los ancianos del mismo origen étnico pero que nacieron en Estados Unidos tienden Lenicia Roses Siva 364 a vivir en hogares separados (Blank y Torrecilha 1998, Angel ef al. 1996 y Kamo y Zhou 1994). La vida en la ciudad influyé en los cambios registrados en la norma. Las cuidadoras en Oblatos se insertaron en formas de convi- vencia comunitaria y barriales mas heterogéneas que las del campo, con lo cual entraron en contacto con maneras de relacionarse entre los géneros y las generaciones en el trabajo y en la escuela, asf como con instituciones tales como las organizaciones sindicales o de b: trio que ofrecieron variadas perspectivas de normas de intercambio entre los sujetos. La vida y el hogar de los hijos, una vez casados, es independiente y auténomo de los padres, lo cual constituye un rasgo de la vida urbana, En el campo, la hija o el hijo que cuidarfa de los padres ancianos, se iniciaba en ese rol con mucha antelacién, es decir, cuando los padres eran atin adultos. En la ciudad, las hijas cuidadoras se inician en el momento en que el anciano es incapaz de sobrevivir por sf mismo debido a las incapacidades que sufre a causa de una enfermedad crénica. Ahora, la residencia de las hijas con sus padres es un evento clave que marca el inicio de una trayec- toria como cuidadora. Por otro lado, la organizacién del trabajo urbano impuso nuevas formas de riqueza a los trabajadores. La industria y los ser- vicios privilegian la fuerza de trabajo como el bien a intercambiar por dinero, y el salario y sus prestaciones posteriores a la jubilacién son las riquezas que los trabajadores acumulan. La propiedad de una casa o un terreno comprado con dicho salario es el tinico bien que se puede transferir a las generaciones mas jévenes; los otros bienes el salario y las prestaciones son inmanentes al trabajador. Nadie puede testar su salario o pensi6n a otro. De ahi la inviabilidad de la herencia como un mecanismo compensatorio entre familias trabajadoras. La herencia deja de ser un mecanismo compensatorio del cuidado y un medio para evitar la fision de los bienes a través de las genera- ciones. Cuando no existen bienes que transmitir, la reciprocidad se convierte en simbélica. Escapar al etiquetamiento social de ser una “mala hija” y el cumplimiento de la obligacién filial operan tanto como recompensa como mecanismo de permanencia y continuidad en el rol de cuidadora. La feminizaci6n del cuidado es una construccién social que también afecta a la norma de la ultimogenitura. El cuidado del anciano adquiere una dimensién cualitativamente diferente a la que tenfa anteriormente, ya que el cuidado de los enfermos y los discapacitados se ubican como parte de las funciones femeninas al 365. La DestaNANciOn DE CUIDADORAS DE PADRES ENFERMOS. LA ULTIMOGENITURA FEMENIVA EN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALATARA, interior de la unidad doméstica. Recordemos que hoy la ancianidad se ve acompatiada por la enfermedad cronica. Ser enfermo crénico conlleva un tipo de cuidado diferente al de un anciano sano. El cuidado de los padres ancianos y enfermos dejé de ser parte de la reproduccién social de los grupos de parentesco para convertirse en la reproduccidn social de individuos particulares dependientes. Es decir, el cuidado ya no tiene el fin de conservar un cierto tipo de orga- nizacién de parentesco, sino de garantizar la supervivencia biolgica y social de ancianos enfermos que son dependientes del cuidado de otras generaciones. Asi que los ancianos de hoy en dia son objeto de cuidado, no a causa del envejecimiento sino principalmente por sus enfermedades crénicas. Y es precisamente el cuidado de los enfermos y los discapacitados lo que constituye una tarea femenina. La corriente feminista ha abundado en este fenémeno por el cual los hombres son marginados del cuidado de los enfermos y los incapacitados. La explicacién que ofrecen es que el cuidado se ha construido social y culturalmente en la sociedad occidental a partir del siglo XIX como una tarea femenina, y se espera que sean Jas mujeres quienes asuman esa responsabilidad (Kittay 1999 y Se- venhuijsen 1998). Ahora las mujeres asumen el cuidado de todos los familiares dependientes a lo largo del ciclo de vida de las familias: los nifios, los adultos y los ancianos. Las posibilidades culturales de participacién de los hombres se ven reducidas al minimo. El tiltimo fenémeno que incide en Ja norma de la ultimoge- nitura son los cambios demogréficos registrados a escala mundial con respecto al aumento de la esperanza de vida. Antes de 1950, la posibilidad de tener padres ancianos cuando se era una mujer adulta era remota; ahora cada vez es més frecuente contar con padres an- cianos cuando una mujer tiene 50 afios de edad (CONAPO 1999). Es particularmente ilustrativo el ensayo de Brody (1985). Esta autora sostiene que, con las transformaciones demograficas, el cuidado de los ancianos por parte de Jas mujeres se convirtié en un evento nor- mativo para ellas, ya que ninguna mujer se escapa de ser cuidadora (Brody 1985). Estos dos fenémenos los cambios demograficos y el cuidado como actividad femenina- dieron paso al doble proceso de feminizacién de las hijas ultimogénitas cuidadoras y de las hijas cuidadoras casadas. La mayor longevidad es también una cuestion de género: las mujeres tienen una mayor esperanza de vida que los hombres. De ahi que cuando los hombres son ancianos atin les sobreviven sus esposas para que los cuiden, pero no a la inversa. Las ancianas enfermas al ser mayoritariamente viudas sdlo cuentan Lenicia Roatss Siva 366 con la posibilidad de ser cuidadas por las hijas. La longevidad en las mujeres las despoja de la posibilidad de un esposo-cuidador. Bajo este proceso de doble feminizacién, las hijas son responsables del cuidado de sus madres, pero no de sus padres, la solterfa ya no es requisito para que una hija se dedique a cuidar a sus padres ancianos. Estar casada se ha convertido en parte del patron cultural urbano. Lo importante no era mantener soltera a la hija sino que cumplicra con la obligacién filial, aunque tuviera una vida independiente y propia como mujer casada. El alejamiento del patrén rural de Ja ultimogenitura se dio gtadualmente a través de dos cohortes de mujeres y, mas que des- aparecer, se modificé para permanecer. La ultimogenitura urbana permite elegir a una entre varias hijas, y no precisamente para re- cibir una herencia sino para asumir el papel de cuidadora. Ello es necesario en funcién de que contintian siendo familias numerosas donde todavia existe la posibilidad de seleccionar. Pero no sera igual cuando no haya dénde escoger. Hoy en da las familias tienen uno 0 dos hijos y, con mucha suerte, uno de ellos serd mujer. Entonces, decidir por la menor no sera posible. Escoger entre la primogénita o lamenor noes importante a menos que existan dos hijas. Amediano plazo, me parece, ser dificil que la norma cultural de que el cuidado ,¢8 una responsabilidad de la hija menor se mantenga debido a los cambios demograficos registrados en las generaciones nacidas des- pués de 1980. Pero continuard siendo una tarea femenina, es decir, lo menos probable es que se convierta en una normia valida tanto para hombres como para mujeres, para que la ultimogenitura mantenga su funcién como mecanismo de seleccién. Mas bien, los cambios apuntan al fenémeno inverso: la desaparicién de la ultimogenitura y la consolidacién de la feminizacién del cuidado. Noms. "Una versi6n preliminar fue presentada en el VI Congreso de Salud y Enfermedad de la Prehistoria al Siglo XX, septiembre del 2000. La investigacién conté con el apoyo del SiMorelos del Conacyt, Acuerdo 980302020. BistiocRarta, Allen, S. E, Goldscheider y D. Ciambrone. 1999 Gender roles, marital intimacy, and nomination of spouse as primary caregiver. The Gerontologist 39 (2): 150-158. Allen, K.y R. Pickett 1987 Forgotten streams in the family life course: Utilization of qualitative re- trospective interviews in the analysis of lifelong women’s family careers. 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LA ULTIMOGENTTURA FEMENIVA BN UN SECTOR POPULAR URBANO DE GUADALAJARA

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