Estando alicaído, te he visto siempre, el aciago de tu soledad me vuelve doliente o como tu contorno se difumina en manta negra. Me devuelves la mirada en la cima con apabullante zozobra, pero no sientas pena porque me hago cargo de tu compañía.
Entiendo que contritos estamos esta velada
pero no evitaré sentirme arropado por tu mirada.
Mis mejores sueños provienen de tu fulgor,
me transportan a la sincronía con la tierra. Confidente circundada de luz, libras mi estupor mientras limpio el alero de mis ojos de seda, solo tu comprendes los sentires de miseria de dirigir palabras a mi atorado estertor.
Me dirijo hacía ti de nuevo gigante de alabastro.
¿Por qué me has estado cuidando tanto?
Mientras veo tu cuerpo henchido de luz
e impasible, pero te siento de luto, ser testigo de enfermos debe ser duro. Excelsa de la noche eres por ello confidente y tu brillo idílico, acompañando nuestro ensueño se acaba en voluntad a nuestro recipiente.