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Prédica sobre la fe
Tema: La fe es la fuerza vital del cristiano
Introducción
¿Qué mueve tu vida en este mundo? Muchos viven para una carrera, un sueño,
fama, amasar riquezas, etc. Sea lo que sea lo que impulse tu vida, se
convertirá en tu prioridad diaria moldeando tu voluntad y tu carácter.
Piénsalo: si tu "razón" de vivir es falible, tarde o temprano te sentirás
frustrado.
Vivir por la fe es tener confianza plena y constante en Dios como alguien sin
quien no podemos vivir. La Biblia da esta opción de vida totalmente contraria
a lo que normalmente ofrece el mundo. El mundo fomenta la autosuficiencia,
la dependencia de los recursos materiales y el apego a las garantías humanas.
Pero si tu vida depende de las cosas, de las personas, o incluso de tu fuerza,
inteligencia o salud, tarde o temprano te encontrarás sin nada de eso.
Vivir por la fe puede exigir que renunciemos a otros modos de vida que no
están basados en la confianza en Cristo. Creer en las garantías de este mundo
que transmiten una falsa sensación de seguridad, solo te causará frustración.
La fe es la fuerza que te impulsará a seguir adelante aun cuando parezca que
todo está por desmoronarse. A pesar de las adversidades que tengas que
enfrentar, cree que Jesús es el Redentor vivo que te ayuda en las aflicciones y
sostiene tu fe.
2. Prédica sobre la oración
Tema: Regalos de la oración
Jabes fue más ilustre que sus hermanos. Su madre le llamó Jabes, diciendo:
“Porque lo di a luz con dolor”. Y Jabes invocó al Dios de Israel diciendo: “¡Oh, si
realmente me dieras bendición y ensancharas mi territorio, y tu mano estuviera
conmigo y me libraras del mal, de modo que no tuviera dolor!”. Y Dios le concedió
lo que pidió.
(1 Crónicas 4:9-10)
Introducción
Hace algunos años salió un libro que analizaba este pasaje bíblico y que llegó
a ser un libro bastante conocido, «La oración de Jabes». Aunque sabemos
poco sobre la vida de este hombre, hay algunas verdades espirituales
interesantes en esos dos versículos. Esta oración nos recuerda que Dios
escucha las oraciones de sus hijos y le gusta darles regalos.
Jabes era descendiente de Judá (hijo de Israel). La breve nota sobre su vida
aparece dentro de la genealogía del patriarca de quien descendieron el rey
David y el Señor Jesús. Jabes, que significa «triste» o «el que causa dolor»,
recibió este nombre porque su madre lo tuvo en medio de mucho sufrimiento.
A pesar de su nombre, era un hombre honorable en su familia y temeroso del
Señor.
Un regalo en la oración
Los dones que se dan a través de la oración son una expresión del amor de
Dios por nosotros. Podemos reflejar ese amor amando a otras personas,
enriqueciendo sus vidas con los dones que hemos recibido. Podrás usar los
dones y talentos, los regalos que Dios te ha dado, para bendecir a tu familia,
conocidos y hasta a personas que no conoces. Así verás la multiplicación de
los dones de Dios sobre todo lo que puedes aportar.
Introducción
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que
ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su
vida por mí.
(Gálatas 2:20)
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
(Romanos 8:14)
Considerémonos los unos a los otros para estimularnos al amor y a las buenas
obras. No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre; más bien,
exhortémonos, y con mayor razón cuando vemos que el día se acerca.
- Hebreos 10:24-25
Realidades espirituales
Introducción
Pero Daniel se propuso no contaminarse con la comida y el vino del rey, así que le
pidió al jefe de oficiales que no lo obligara a contaminarse.
(Daniel 1:8)
Introducción
Este grupo de amigos fue tomado en cautividad cuando todavía eran muy
jóvenes y los llevaron a Babilonia. Lejos de su país, de la familia y de sus
líderes religiosos, ellos podrían haber asimilado fácilmente la cultura
impuesta por los babilonios, sobre todo en las prácticas comunes en la corte
real del nuevo país. Pero Daniel y sus amigos tenían cualidades dignas de
destacar para muchos jóvenes.
El pecado. Este es el peor de todos los virus que ha entrado en nuestras vidas y
nos corrompe por completo. Jesús explicó lo que contamina al hombre
(Mateo 15:18-20). ¡Mantente atento! Hay muchas formas de propagar este mal,
pero debes saber que hay una parte suya dentro de ti. Todos necesitamos la
sanidad ofrecida por Dios a través de Jesucristo.
Confiesa, arrepiéntete y apártate (Proverbios 28:13). José tuvo que huir para
no pecar contra Dios (Génesis 39:9-12). Tal vez tú necesitas huir, desligarte o
alejarte de lo que te hace pecar. Lucha con las armas que Dios te dio para
vencer el pecado (Efesios 6:11-17). Si hay algo en tu vida que te lleva a pecar,
arráncalo y aléjate hoy mismo (Mateo 5:29-30). No seas insensible, no ignores
las advertencias (Efesios 4:19-32). ¡Combate el virus del pecado! Esfuérzate en
parecerte más a Cristo. Cuando estés en medio de una situación difícil, intenta
imaginarte lo que haría Jesús si estuviera en tu lugar.
Les he escrito a ustedes, jóvenes,
porque son fuertes,
y la palabra de Dios permanece en ustedes,
y han vencido al maligno.
(1 Juan 2:14b)
A través del ejemplo de Daniel y sus amigos vemos el modo en el que el joven
puede mantenerse firme sin contaminarse. Según la Biblia hay solo una forma:
«¿Cómo puede el joven llevar una vida íntegra? Viviendo conforme a tu
palabra.» - Salmo 119:9).
Introducción
Hoy día se usa la palabra amor de una forma muy ligera. Podemos decir que
amamos a nuestra familia, a nuestro gato, ir de compras, estar solos... Sin
embargo, en la Biblia el amor es algo primordial que nace en el corazón de
Dios. El versículo de 1 Juan 4:8 dice que Dios es amor. Esto quiere decir que el
amor es la esencia de Dios y viene de él.
En el texto base de esta prédica, Jesús conversaba con unos fariseos. Los que
pertenecían a la secta religiosa de los fariseos intentaban tenderle una trampa
con la pregunta sobre el gran mandamiento de la ley. Al parecer, deseaban
entablar un debate con Jesús sobre la ley y su importancia.
Jesús no se dejó entretener por ellos. Él sabía que los fariseos daban especial
importancia al aspecto exterior, a la apariencia de la piedad. Jesús fue directo
al grano: lo que realmente le importa a Dios es la actitud del corazón. Si
hacemos o decimos las cosas para impresionar a los demás, para Dios no tiene
valor. Lo que vale es tener un corazón tan lleno de amor hacia él, que se vive el
día a día buscando agradarle y hacer su voluntad.
Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo
tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
(Deuteronomio 6:4-5)
Ahora bien, ¿qué significa amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y
con toda la mente? En realidad, es una decisión que se toma, no un
sentimiento que va y viene según las circunstancias. Es un amor que surge de
una experiencia real y transformadora con Dios que lleva a amar a Dios de
forma tan firme y fuerte que se busca hacer su voluntad y obedecerle en
todas las áreas de la vida.
Amar a Dios implica obedecer sus mandamientos, tal como leemos en Juan
14:21:
¿Quién es el que me ama? El que hace suyos mis mandamientos y los obedece. Y al
que me ama, mi Padre lo amará, y yo también lo amaré y me manifestaré a él
(Juan 14:21)
Quien ama a Dios vive una vida de obediencia porque Dios es su tesoro
más grande, la persona más importante, aquel por el cual se vive. Como todas
las relaciones, el amor a Dios se debe cultivar. ¿Por qué? Porque el amor crece
según conocemos mejor a Dios y pasamos tiempo con él. Claro que quien ama
a Dios de esa forma tan real y profunda, anhela pasar tiempo con su Padre
celestial.
Es un tipo de amor que se nota, pues nos lleva a estar vigilantes en cuanto a
nuestras elecciones cotidianas. No nos dejamos llevar por la emoción del
momento o la presión de los demás. La meta es parecernos más a Jesús y
vivir una vida que alegra el corazón de Dios.
Ahora bien, ¿cómo se refleja ese amor a Dios en nuestro día a día? Algunas
formas prácticas en las que podemos mostrar nuestro amor por Dios son:
1. La toma de decisiones
Una persona que ama a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con toda
la mente, toma sus decisiones conforme a lo que agrada a Dios. Su motivación
no es complacer a los demás, sino obedecer a Dios de todo corazón y hacer las
cosas que le agradan a él. Las decisiones que toma reflejan quién es el Rey de
su corazón.
Pasa tiempo con Dios cada día en alabanza, oración y leyendo la Palabra para
fortalecer su fe. También administra su tiempo de forma sabia, pues sabe que
es un regalo de Dios. Se enfoca en cosas que fortalecen su fe o que le ayudan a
desarrollarse y crecer como ser humano. Toma tiempo para Dios, para su
familia, para sus amigos, para trabajar, para estar a solas, para disfrutar de la
naturaleza y para jugar o tener tiempo de ocio.
Todo lo que tiene lo ve como provisión de Dios y usa cada uno de esos
recursos para la gloria de Dios. Por ejemplo, abre su hogar a otras personas
para que vengan a estudiar la Palabra o simplemente para tomar un café y
pasar un ratito agradable. Da de su dinero para el establecimiento de la iglesia
en su país y alrededor del mundo.
Quien ama a Dios con todo su ser, sabe que todo lo bueno viene de Dios y que
la provisión de Dios debe ser usada para su gloria. Por eso, busca bendecir a
otras personas, sin acaparar todo para sí mismo. Según recibe bendiciones de
Dios, las administra de forma sabia y usa una buena porción para bendecir a
otros.
Conclusión
Estos son solo unos pocos ejemplos de cómo el amar a Dios con el corazón, el
alma y la mente influye en nuestro diario vivir. ¿Por qué? Porque amar a Dios
de esa forma es decidir que él reine sobre cada una de nuestras elecciones.
En lugar de buscar lo que deseamos nosotros mismos, nos enfocamos en lo
que agrada a Dios.
¿Cómo te ves? ¿Cuán profundo es tu amor por Dios? ¿Qué áreas de tu vida has
rendido a Dios? ¿En cuáles te estás resistiendo? Decide hoy amar a Dios con
todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Permite que él sea el
Rey de tu vida en su totalidad y verás cómo tu vida se llenará de más paz al
saber que vives cada día de la mano del Señor.