Está en la página 1de 27
PETER SELG “Soy distinto que tu” Cémo se vivencia el nifio a si mismo y al mundo al promediar la infancia Slorothea editorial — Yo, yo soy yo mismo nadie en este gran mundo es como yo. Yo soy diferente que tu y que cualquier otro Yo solo soy el viejo yo. Yo, yo soy yo mismo nadie es como yo, y yo no soy como nadie yo solo soy yo mismo, el pequeno viejo yo. Todavia no estoy seguro qué es lo que me hace diferente, creo que es la forma en que me doy. Nadie es igual a otro, en especial, yo. Pat Kirk’ Introduccion En sus conferencias pedagégicas, en teiteradas Sporty. nidades Rudolf Steiner ha llamado la atencion Sobre el considerable cambio que se produce en el nifio “al pro. mediar la infancia”. Alrededor de los nueve 0 diez afiog de edad, cambia la vivencia de si mismo y del mundo: Rudolf Steiner dijo que por lo general se le presta muy poca atencion a esto. Steiner hablé de un transcenden. tal “cambio de la conciencia humana”’, una crisis, que a diferencia de‘los futuros aconteceres de la adolescen- cia casi no revela (al menos no es visible en lo externo) dramatismo alguno. “Llega una época en la que el nifio’ ~-por lo general no mediante la palabra sino en su com- portamiento— muestra que tiene una pregunta, o una serie de preguntas que revelan que en su interior esta aconteciendo una crisis vital. En el nifio es una vivencia muy sutil, y si uno quisiera notarla debe ser muy cuida- doso. Mas alli esta, y tiene que ser observada”’, Las descripciones de Rudolf Steiner sobre este tema ~en particular ante los maestros de la Escuela Libre Waldorf-— intentaron hacer posible que el educador res- ponsable se apercibiese del fenomenal acontecer. Ste ner apostaba a que los pedagogos en el futuro se dedice Tan al devenir de cada nifio en particular de forma mas, iteriorizada y de manera individualizada, y prestand? apoyo metédico. En este contexto Steiner tenia la & Peranza de que también los pasos evolutivos més bie? ocultos —como la uti] crisis interior del noveno / ae m0 afio de vida— alotin dia Weaieran a ser considerad? de la forma que lo merecen y necesitan Al ‘su infancia el nifio se halla en un ees Promediar bil”; a este “labil equilibrio”, segun Steiner muy la- también pertenece”* el maestro o educador. Vale deos “quien ensena o edu : ecir: el Ca, por la investidura de su tarea pedagogica, es llamado a asistir al nino en las crisis de cambio de su devenir y camino, también en el caso de que la naturaleza de los “sintomas” del cambio sean mas bien de tipo reprimido. De los nifios a la edad de nueve 0 diez afos, que se estén desarrollando de acuer- do a su edad y sin mayores inconvenientes 0 traumas, por lo general no parte un alarmante pedido de ayuda: /esa seria, segtn Steiner, la razon por la que habria que \dedicarle amorosa atencion y cuidado a esta etapa de la vida: la etapa de cambio (tanto en sentido psicoldégico como fisiolégico). Pero también a los propios nifios, que lo estan atravesando con su individualidad y dependen de quien tienen enfrente: “En la mayoria de los casos [...], el nifio no expresa lo que en su alma pesa, sino otra cosa. Uno tiene que saber que esto llega desde el fondo de su alma. Y es entonces cuando uno tiene que encon- jtrar la respuesta correcta, la actitud adecuada. De eso 'depende muchisimo para la persona en cuestién y para toda su vida”®. Lo que Rudolf Steiner describié en detalle como de- Safio evolutivo y caracterizé como etapa del desenvolvi- miento de esta manera, se refiere al cambio, 0 a la nueva Configuracién, de la relacién del nifio consigo mismo y con el mundo. El desprendimiento de las relaciones a hasta ahora. por todo el tiempo vivido, lo fueron llevando “como por si mismas” o "de manera natural”. Dentro de su fisiologia y psicologia del desarrollo antroposdfi- ca, Steiner en ninguna parte ha nivelado las cisuras y cambios radicales en la pubertad, que el joven, con mi- ras a encontrarse a si mismo, casi siempre expone y dis- cute de forma acalorada. A este conjunto tematico —el de la “gran metamorfosis” de la adolescencia— Steiner también le ha dedicado numerosas reflexiones, muy su- tiles y sumamente modernas®. Mas Steiner jamas dejé lugar a dudas en cuanto a que. distintos caminos de la adolescencia, su cohibicién y zozobra, el malogro en el resurgimiento, la incapacidad o incluso la enfermedad, no solo dependen de los dificiles desafios que presenta esa edad, sino ademas (si no, en primer lugar) de proce- sos mas “tacitos” al promediar el segundo septenio, a los cuales también corresponde una significancia enorme, también a nivel de profilaxis. Con qué fuerzas, cuanta auto-conciencia y conciencia universal, con qué habili- dad social y 4nimo vital llega un nifio, es decir un joven, ala edad de la libertad condicionada de la pubertad y la adolescencia, en lo esencial depende de lo que acontecié en su vida interior en la mitad de su infancia. En la psi- cologia y psiquiatria infantil se sabe muy bien que a esa edad comienzan a desarrollarse los miedos y el temor a fracasar. Las debilidades en la vivencia de si mismo yla consumacidén de la vida, muchas veces se manifiestan después con el aumento de los requerimientos externos y recién entonces son percibidos por el entorno. Mas lo que acontece justo en la mitad de la infancia en relacién a lo fisico, animico y espiritual, se sustrae ie considerablemente de una Psicologia que investiga des- de un punto de vista positivista o reduccionista’. Aqui comienza el aporte fundamental de Rudolf Steiner que no solo es uno de los pilares de la antropologia verda- dera, sino que inaugura perspectivas pedagégicas con- cretas. Al igual que en todos sus escritos y conferencias sobre cuestiones educativas, Steiner dirige su mirada de forma consecuente a la situacién del nifo. Las for- mas apropiadas que hacen posible un trato adecuado ‘que ayuda y favorece, resultan de una comprensién pro- funda de la situacién que corresponde a su edad: “la palabra exacta, la conducta apropiada hacia y para con el nino”®. Steiner de ningun modo opinaba que las exi- gencias —para nada irrelevantes— en el desarrollo dela mitad de la infancia en un futuro serian depuestas en manos de psicoterapeutas; antes bien él apostaba a que tanto padres como maestros intuitivos lograran hacer lo correcto en el momento adecuado. Desde un profundo conocimiento de la situacién, es decir, del ser esencial del nifio en una etapa especifica de su desarrollo, desde las fuerzas que obran, los desafios y preguntas, puede y tiene que surgir una disposicién y actitud pedagégica que crea las condiciones vinculares y de contacto ade- cuadas a la edad. En ninguna parte Rudolf Steiner ha animado a padres 0 maestros a avasallar alos nifos con preguntas y a obligarlos a verbalizar lo ae sucede —de : a i — en su interior. “La palabra jus- modo casi inconsciente— en Or 7 i on el nino”, deberia surgir ta, el trato adecuado para co del vinculo, que des- del trato con él, desde la — i en primer lugar de el educador no deberia ser busca 19° ivamente en el dialogo ~principal instruments o exclust jlizacién orientada hacia lo verbal-cognitiy, de una ae “comprension altruista”, en la atencign x sino en al ser en el otro, al que tengo enfrente: el Nitin Pee is de la mitad de la infancia Sucede en ¢} cam bio = Ja relacién del nifio de nueve o diez afios con af mundo y consigo mismo, y la respuesta en primera ing. tancia se halla en el encuentro que la pedagogia Posibj. lita y sostiene. “Lo que uno [...] en este Momento hace en relacion al nino con el nino, es dé gran relevancia Dara Ja vida del nifio”"®. En cuanto a situaciones malogradas en la relacién con el nifio de esta edad, queen definitivg tiene que seguir con su vida sin el sentimiento de un vinculo con una figura estable o capaz de Sostenerlo, Rudolf Steiner una vez dijo: De tener que cruzar el Rubic6én entre los nueve y diez anos de edad sin este sentimiento, el nifo tendra una de- ficiencia durante toda su vida y en un futuro a lo sumo podré, haciendo un gran esfuerzo, conquistar para si de la vida, lo que en esta etapa deberia haberle sido entre- gado de forma natural". Por supuesto es legitimo que, comenzando la segun da década del siglo xx1, se cuestione si las ensefanzas °volutivas de Rudolf Steiner —formuladas hace casi a eo Puedan seguir siendo tomadas como ener &n las tan Cambiadas circunstancias de la ene #0 Jos Ultimos tiempos se ha publicado mucho sobr cambios generacionales de los nifios y sobre las parti- culares condiciones de su devenir y maduracién en el actual mundo de la alta tecnologia. Los datos de la épo- ca en los que acontecen los cambios en el nifio en de- sarrollo, Rudolf Steiner nunca los tomé como absolutos; él sabfa de la “aceleracién” de muchas consumaciones y en una conferencia sobre los sintomas de la crisis al promediar la infancia dijo: “En la época actual, puede suceder que el nifio nos muestre tales movimientos de ajuste con relativa prontitud”’*. A Rudolf Steiner no le preocupaba tanto la edad exacta, sino la cualidad del cambio en si mismo — su percepcién, el reconocerlos y el apoyo pedagégico. En cuanto a que en el siglo Xx haya cambiado algo fundamental al respecto, no hay nada que decir, pues las fuerzas del ser humano en desarrollo que busca lograr su equilibrio individual siguen sien- do una constante en su existencia, a pesar de que las condiciones externas sean distintas. Sin lugar a dudas, la antropologia antroposéfica de Rudolf Steiner cuenta con la gran y fundamental ventaja, de haber sefializado estas fuerzas mediante un trabajo de conocimiento in- dividual y haber basado en ellas una nueva pedagogia, una nueva pedagogia curativa y una nueva medicina. En lo que sigue se expondran de forma concentra- da sus puntos de vista para “la mitad de la infancia”. Mi agradecimiento personal por haber posibilitado la edicién de este pequefno escrito, en primer lugar se lo debo al médico y pedagogo curativo Hans Miiller-Wie- demann, quien en el afio 1973 explicé en detalle las co- nexiones investigadas por Rudolf Steiner y su relevancia € $ tanto para el desarrollo psicolégico como fisiolégico” en un amplio trabajo cientifico. Mi pequeno estudio que ha sido editado™ por el Instituto Ita Wegman en el marco de una serie de monografias sobre Psicologia Cientifi- co Espiritual Evolutiva y Pedagogfa, parte del trabajo de Muller-Wiedemann e intenta profundizarlo desde el punto de vista de la antropologia antroposéfica. A dife- rencia de Hans Miiller-Wiedemann, no intenta discutir los diferentes puntos de vista, sino antes bien quiere ayudar a precisar mejor y, de ese modo, poder acom- pafiar el momento evolutivo en cuestién. Las muy dife- yenciadas descripciones originales de Steiner, a saber, el camino metédico que en ellas sale a la luz, son un aporte asombroso. “Es necesario aprender a observar al nino. Uno tiene que crecer dentro del nino desde el sen- tir [...]” (Rudolf Steiner’). Mayo 2011, Peter Selg Instituto Ita Wegman, Arlesheim Al repentino cambio a la mitad de la infancia, Rudolf Steiner en reiteradas oportunidades lo ha caracteri- zado como un momento abrupto, un punto definitorio que, aunque se venia preparando desde hacia tiempo, sucede en un momento circunscripto, siendo un hecho consciente 0 semi-consciente en la vivencia y la auto- percepcién del nifio: “El nifio entonces de repente se ubica frente al mundo de un modo por completo diferen- te. Es como si el nifio despertara, como si empezara a encontrar una relacién muy particular con su yo”"”. En cuanto al “momento” de este “alborear”, en dis- tintas exposiciones pedagégicas Rudolf Steiner ha se- falado que ese cambio radical de la vida animica del nifo en la mayoria de los casos sucede enseguida des- pués de haber cumplido los nueve afios. “Alrededor del noveno afio”’®, “mas o menos cuando esta por culminar nueve afios de vida”’®, con “mas o menos nueve afios y medio””° acontece, segtin Steiner, un giro; éste tam- bién puede suceder un poco antes o un poco después, incluso puede suceder antes del noveno ajio de vida?', o entre los nueve y diez afios y medio”, si no a los once”. “Alrededor del noveno afio, puede durar hasta el déci- mo, incluso onceavo afio...”**. Uno tiene que [...] estar muy atento a lo individual que surge de cada nifio...”*. El hecho en si mismo, sucede en cada nifio, aunque al" . gunas veces sea oculto y hasta cierto punto podria ser) impedido o imposibilitado por acciones civilizadoras®*.“” “Hay una pequenia etapa entre el 9° y el 10° afio en la que el nifio se va diferenciando cada vez mas de su entor- no’?’. Fl nifio empieza a vivir dentro de su propia viven- cia interior y “empieza a desprender su yo del entorno”” en su objetiva relacién con el mundo, es decir, aprende a diferenciarse de su entorno, con el que hasta aqui habia estado entretejido, a saber, al que estaba abierto: Hay que tener muy en claro que antes del noveno o del décimo afio de vida, el nifo no sabe diferenciar su yo del entorno. Que el nifio hace tiempo hable de si mismo como yo, es un acto instintivo. Dice yo aunque en reali- dad el nifo se siente dentro de todo el mundo. El nino se siente emparentado con todo el mundo. [...] El nifio ve todo como una unidad y también a si mismo con el entor- no. Recién entre el noveno y del décimo afio de vida, el nifio aprende a diferenciarse del.entorno”?. Rudolf Steiner hablé de un “percatarse de que se es un yo y de que el mundo esta afuera”™ y posibilité ver el acontecimiento como un proceso del despertar al yo que sucede a modo de fendmeno de asombro — tanto en el instante. del percatarse como en las semanas y los meses que siguen: “Como el nifio, de una manera muy sutil y tenue vive una especie de asombro sobre todo aquelle que acontece en el mundo, pues empieza a ver- se a si mismo en el mundo...”*!. A partir del momento de la abertura-del-yo el nifo pierde el ingenuo candor de su anterior encuentro con el mundo que habia esta- do signado por un natural existir en el entorno —habia estado auto-encubierto—, y un espontaneo convivir con todos los acontecimientos. El auto-denominarse yo, ya habia sucedido mu- cho antes, desde la primera vez en que dijo yo alrede- dor de los tres anos, otro acontecimiento del desary, en la temprana infancia: “Cuando, en cierto modo, de una capa inferior, se asoma desde el habla: tt eres un yo”, A pesar del gesto que Pee este paso evoly. tivo y dialéctico de la conciencia™, la autoconciencia”, el] mismo de ninguna manera estuvo conectado a ung verdadera salida de la esencia universal. El nifio antes pien siguid viviendo con sus padres y referentes, con jog seres de la naturaleza y con las cosas, en no-quebradg unidad, sintiendo un profundo parentesco-esencial con el mundo que lo rodeaba. (“El nifio [en esta épocal] ha- bla de si mismo en la forma de yo, partiendo de cierto instinto. Aunque en realidad el nifo se siente inmerso en todo el universo. Se siente emparentado con todo el mundo”). Mas, sin embargo, alrededor del noveno aiio, comienza el proceso de la “diferenciacién del entorno” mediante una “desagregacién” del sentir-“mundo’” y del sentir-“yo"*. Este proceso, segtn Steiner, comienza en un instante de modo discontinuo, inesperado, emergen- te, se presenta como un fenédmeno por completo nuevo. E] desarrollo que en ese momento se inicia, contintia pot afios; el proceso inicial de “diferenciarse-del-mundo" !& cién alcanza su meta en la juventud y con ella la image” de s{ mismo, en el sentido de independencia interior. Olio El cambio aqui bosquejado se refiere al estado de . Ciencia del nifio, a su trato con el mundo y consig? cae mo; no obstante, en la vivencia del nifio, este cambie ™ surc lugs sen con birl ese te les es ni surge en forma de un proceso reflexivo, sino en primer lugar en la esfera del sentir: “Todo es sentimiento; y el sentimiento surge con mas fuerza, el sentir quiere ser considerado con mayor intensidad"®®. Sin poder descri- pirlo, segun Steiner, el nifio vivencia, un “refuerzo de su esencia, uno diria una densificacién del sentir-el-yo”””, una intensificacién y profundizacién de la vivencia de si mismo en la esfera de su alma sensiente*’. Steiner dijo que en la historia evolutiva del nifio® hay una transicién de la conciencia hacia la auto-conciencia, del insipiente asumir su relacién —desde el sentir— con el propio yo, ala conformacién de la propia individualidad. El nifio halla “gna relacién muy particular con su yo"*° y —partiendo de la esfera del sentir— comienza a crear un verdadero con- cepto-yo*!. En el tercer afio de vida, cuando comienza la etapa del “decir-yo”, el yo ingresa de modo animico al | interior humano, ahora sin embargo la conciencia-del-yo “empieza a ser espiritual’”, con lo cual se inicia una cre- ciente emancipacion de la vida animica. Las vivencias concomitantes pueden ser de una in- tensidad y disponer de una precisién que en un futuro les permitiré surgir en el recuerdo auto-biografico. Esto es lo que escribié el compositor Bruno Walter sobre el nino que él alguna vez fue: [...] en el joven que se estaba desarrollando muchas ve- ces aparecia un estado singular de “ensonacién”, por lo general sin contenido alguno, un estar sumergido o des- plazado, en un instante en el que todas las ruedas que el flujo de la corriente de las vivencias externas © internas de otro modo solian hacer girar con vehemencia, para- * 22 ban como desconectadas y no se movian. — Aun recuer- do cémo tal silencio se manifesté por primera vez en mi como una melancélica emoci6n, atin siento lo que enton- ces percibi y atin veo el lugar ante mi en el que a los diez u once afnios vivencié este estremecimiento interior. No puedo recordar porqué estaba solo en el patio de la es- cuela —tal vez salia de una hora de penitencia-, entré en ese gran patio, que hasta entonces habia conocido como un lugar leno de bullicio y de nifos corriendo, y que por eso me parecié doblemente abandonado. Alli me veo, so- brecogido por ese silencio tan profundo, y, escuchandolo y también a la brisa suave, siento cérmo desde la soledad, algo poderoso y desconocido, se apodera de mi corazon. Fue el primer presentimiento de que yo era un yo, empe- zaba a alborear en mi el sentir de que yo tenia un alma y que ella —desde algun lugar- estaba siendo llamada”. El {ntimo apercibirse del yo en medio de la infancia, segun Walter, acontecié en “profundo silencio” y en “soledad” — y condujo hacia un primer encuentro cons- ciente o semi-consciente con la propia existencia y sus particulares circunstancias, tanto internas como exter- nas. En su auto-biografia “Mi pie izquierdo”, Christie Brown, que habia nacido con una discapacidad severa como décimo hijo de veintidés en una familia irlandesa y quien, a causa de su patologia (athetose) solo podia mover su pie izquierdo de manera controlada, cuenta que en realidad recién se apercibié a los diez afios de edad de lo particular que era su situacién en la vida: Ahora yo tenia diez afios, un joven que no pod{fa caminar, no podia hablar, no podia comer y tampoco se podia ves- 23 tir solo. Yo estaba desvalido, pero recién ahora comenza- | ba a darme cuenta de cudn desvalido estaba en realidad Todavia no sabia nada sobre mf; no sabia nada, solo una cosa era precisa: yo era “diferente” que los otros. Hasta ahora nunca hab{a pensado sobre mi... Habia estado ju- gando con mis hermanos; yo, disfrutaba del pequefio am- bito vital que tenfa ante mi vista, durante todo ese tiempo no habia sido consciente de mi mismo”. Algunos nifios pueden describir para si mismos en pa- labras, en su particular forma de “percibir a través del habla”, las vivencias de esta época. Rudolf Steiner tam- bién ha llamado la atencién sobre esto en la mitad de la infancia®. La incipiente toma de conciencia que exis- te entre yo y mundo, primera linea acontece, como lo acentta Steiner, en el Ambito del habla y por medio de la palabra. “Mediante su lucha con el habla”, dice Stei- ner®, el nifio avanza y modifica su relacién con él, cuyas palabras pueden ser vivenciadas y aplicadas de una for- ma mucho mas internalizada. El nifio toma conciencia de que las palabras surgen o resurgen”’ en su interior, en una notable conexién entre el sentir y lamemoria. Hans Miuller-Wiedemann coleccioné testimonios representa- tivos del habla y poemas de nifios de esta edad (Ich bin ein lebendiges Gedicht / Ich schreibe keine Worte"® Yo soy un poema viviente / yo no escribo palabras), notas autenticas, notables autoretratos: Yo, yo soy yO mismo nadie en este gran mundo es como yo. . Yo soy diferente que tu y que cualquier otro Yo solo soy el viejo yo. Yo, yo soy yo mismo nadie es como yo, y yo no soy como nadie yo solo soy yO mismo, el pequeno viejo yo Todavia no estoy seguro qué es lo que me hace diferente, creo que es la forma en que me doy. Nadie es igual a otro, en especial, yo*’. Por lo general este tipo de notas —escritos sobre la prote- gida verbalizacién lirica, privada y escrita— son poco fre- cuentes. Sin lugar a dudas, los procesos descriptos por Steiner mayormente suceden en lo oculto, en el interior del nifio no tematizado y no articulado, en su “sentir im- preciso”®°. Mas esto significa que las modificaciones &? el ser yen el comportamiento del nifio de nueve afios. en muy contados casos pueden ser recogidos de 10 que el nifo expresa al hablar —de lo que puede y quiere ex presar-. En la mayoria de los casos, primero suzgen 01145 cosas: “Al nifio se lo ve un tanto inquieto. No puede vale se por si mismo en el mundo externo. Siente algo co™? si se hubiese tornado un tanto timido. Se aisla uP poco del mundo que lo rodea. Todo esto sucede de modo sutll e intimo en casi todos los nifios”, expresaba Steiner en una conferencia de un curso pedagégico ante maestros*!. ; | * Entre las condiciones de la civilizacién del siglo xx1, en | un tiempo en que la tecnologia de la comunicacién esta en expansion y siendo que la oferta para el esparcimien- to y la evasion es excesiva, estas modificaciones sutiles al promediar la infancia, muchas veces quedan solapa- das, casi no se distinguen y ~al no llegar la calma y el sosiego al alma— casi no se notan, ni por el nifio, ni por sus padres o educadores. De todos modos, la persistente materializacién y exteriorizacién del estilo de vida —in- cluida la desvalorizacién y nivelacién de toda sensibi- lidad animica— no puede evitar del todo que el cambio radical de una u otra forma se produzca. Entre otros se podria dar en un instante de una repentina suspensién y silencio, como ha sido bosquejado por Bruno Walter (“en el que todas las ruedas que el flujo de la corriente de las vivencias externas o internas de otro modo solian hacer girar con vehemencia, paraban como desconec- tadas y no se movian..."). Las tendencias de los nifios a replegarse descriptas por Rudolf Steiner en los dos primeros decenios del siglo xx, en la actualidad siguen siendo acusadas por ellos — al igual que formas (reacti- vas) de acercamiento y apoyo en los padres (0 incluso el deseo de “aferrarse” a ellos), que Steiner también ha se- falado™. Aparecen sentimientos de soledad, despliegue de miedos y de vivencias de abandono (o eventualmen- - CG te comportamiento de rechazo) y pueden determinar el futuro desarrollo -en muchos casos queda claro cémo e] fundamento de la existencia— que hasta el momento habia sido natural, se quiebra y no sigue estando a dis- posicién. Si a la “crisis” se la comprende como lo des- criben Jacob y Wilhelm Grimm: “decisién en un estado en el que lo viejo y lo nuevo [...] pelean entre 2.5 entonces la crisis de la mitad de la infancia es un esta- do critico sui generis; también en cuanto a la vida vivi- da, que por primera vez cae en el Ambito del recuerdo consciente o del recuerdo semi-consciente. Rudolf Stei- ner ha dicho que alrededor del noveno ano de vida “se forja un vinculo especial [...] entre la vida senescente y la vida de la memoria”. El nifio al principio nota (de forma pre-consciente, semi-consciente o parcialmente consciente), que posee una biografia propia, una histo- ria de vida propia; y a su vez, que comienza a caer fuera del Ambito dela infancia hasta ese momento vivida. Co- mienza una nueva relacion para con el tiempo, para con el tiempo vivido, es como el cambio en la orientacién es- pacial, que ha sido un componente integral del desper- tar-del-yo en el tercer ano de vida®®. Con la experiencia del tiempo, del vivir y vivenciar la existencia en tiempo presente, mas la incipiente percepcién de aquello que pertenece al pasado, lo ya vivido y (hasta cierto punto) la existencia concluida, el nino ingresa al 4mbito de la experiencia piografica®, del cual también forma parte la conciencia de Jo perecedero. El psiquiatra y filésofo Karl Jaspers, recuerda y escribe lo siguiente sobre la viven- cia de si mismo enla mitad de la infancia: 27 Yo tenfa diez afios, [...] cuando al leer un poema de Rtic- kert en el libro de lectura, conoci el doloroso y a su vez completo recuerdo del insondable haber vivido: “De la época de la juventud, de la época de la juventud, sue- ma una cancion sin cesar, oh cuan lejos quedd, oh cuén lejos qued6, lo que antafio mio ha sido”. Era como un haber-perdido, al mismo tiempo un sospechar de una infinita abundancia de lo que alguna vez me habia sido dado. Sensacién de lejanfa, junto con la dicha de lo in- alcanzable, pero que de todos modos forma parte de mi, ampliaba el alma al tiempo que parecia querer partir el coraz6n’”. El “cabal recuerdo del insondable haber vivido” sobre el que escribid Jaspers, se refiere al propio porvenir, el mundo de la infancia como historia previa al presente. No son pocos los nifios que en la época de los nueve anos se cuestionan la autenticidad de los propios pa- dres, les preocupa el posible destino de haber sido adop- tados, estan inquietos y asustados. Su alma senescente mira —al menos de manera semi-consciente— insegura hacia atras y tiende a la melancolia (“era como un haber perdido”). La experiencia de actualidad, presente, ahora y de pasado (irrevocable), es decir, la temporalidad por primera vez sentida en la propia historia, que es muy distinta a la pura presencia, al “agui y ahora”, del nifo pequenio, incluye la vivencia de continuidad y disconti- nuidad; y, como toma de conciencia de lo transcurrido y perdido, esta vinculado con una primera aproximacién al fenémeno del morir y de la muerte. El nifio, al pro- mediar la infancia, no mira —como el adolescente— con if j } desde su voluntad Proyectiva : pe eae de la finitud de la existencia weet fy. ae pia- antes bien resulta del encuentro qe] Pres ten la e ) pasado y lo perecedero. El filésofo Ernst Bloch of ae sobre la mitad de su propia infancia de una forme, | muy significativa: Llegé estando en un banco en el bosque, y me Percib g mi como aquél que se percibia, que miraba hacia afuerg de quien uno jamas se libera, tan terrible como maravi. lloso, el que esta eternamente en el propio cuarto con el globo terraqueo. A quien uno siempre tiene a Mano, in- cluso cuando esta entre amigos, y quien al final muere en soledad®®. El pintor Oskar Kokoschka recuerda haber tenido la vi- vencia de una muerte en esta etapa de la infancia: fue la despedida de la Tierra de una narradora de cuentos que vivia en el vecindario de la casa paterna, y de cuya muerte él se habia enterado: Yo no pude entender muy bien qué significa haber mue!- to. Sdlo me llamé la atencién que desaparecié... Yo nun- ca puedo desaparecer, pensé. Naturalmente no esta, sit embargo, en alguna parte estar Dos dias mas tarde, el nifio ve el coche ftinebre con é! atatd blanco: Aquél dia me quedé mirando detr4s de ese extrafio coch® por un largo rato. [...] De un modo raro empecé a sospech# que el mundo exterior, s{ tiene limites. Fue una experienc! 70 de lo-que-no-regresa y yo la senti como una transforma- cién de Ja luz diurna hacia la noche que infunde temor y lo frugal del destino®, Quien escribié el poema que sigue, no ha sido un adulto auto-reflexivo que recorre su biografia, sino un nifo que atravesaba la mitad de la infancia: El pobre arbol languidece. Languidece y muere. Nadie de él se ocupa. Todos siguen de largo. Una vez fue un arbol bonito, tan alto, : casi tocaba el cielo. Como todo, también él muere: el pobre Arbol™. En la nueva conciencia-del-yo que amanece, la percep- cién —sentida— del ser; de la separacién del entorno y del mundo contemporaneo, también surge otra relacién para con el ti. A quien tiéne en frente —como diferente y pro- pio— para el nifio pasa a ser tema. Rudolf Steiner reite- radas veces sefialé que hasta la mitad de la infancia la telacién del nifio para con sus primeros allegados, pero también para con otras personas importantes en su vida, lleva la marca de la conexion y la relacién elemental. La madte y el padre no sdlo pertenecen al Ambito vital del nifio sino casi a su cuerpo™. La relacion desde el nifio se an define por la confianza y el amor, en el gesto de la imita- cién y de la admiracion, pero no de la toma de conciencia de la interioridad y la autonomia del otro, como persona- lidad independiente. La comprensién de esto, empieza en la mitad de la infancia y se inicia en el propio ser. Al tiempo que el nifio desarrolla un verdadero sentir-del-yo, va llegando al tu, ya no en el sentido de la unidad dual, sino en direccién a un otro que esta en frente, que cuenta con su propio espacio-sentimiento-interior. “Yo soy dife- rente que tu / y que cada uno de los demas”. Las relaciones sociales del nifio se van transformando en combinaci6n con el desarrollo de estos procesos, es un proceso lento, va paso a paso, también durante el juego con otros, En general, entre los nifios van surgiendo mas y mas vinculos cuyo carActer es solidario y se ba- san en lealtad y reconocimiento mutuo, como ha sido descripto por Hans Miller-Wiedemann®. Las amistades que resultan, tanto las buscadas como las encontradas (‘Aqui el nifio sale del ambito de las costumbres fami- liares e ingresa en un presente individual y propio"®*) no son en primer lugar por interés, ni se refieren a un aspecto intelectivo ni sociabilizado, sino se imponen por su caracter de mutua aceptacion y reconocimiento, sin otras pretensiones. Siempre y cuando las amistades a esta edad no estén deformadas y distorsionadas por influencias sociabilizadoras, se definen por el despertar interior a ese ser diferentes que el otro y el significado de la amistad como tal: una atmésfera de igualdad de derechos y del estar juntos, lo cual ayuda a cada uno a encontrarse y a no perder la confianza en si mismo. 31 “El misterio y la tranquilidad de estas amistades obran desde lo profundo como aquella apacible reciprocidad del simple estar juntos, que confirma la propia existen- cia por si misma” (Miiller-Wiedemann®). El otro, el se la amiga o el amigo, pasa a ser espejo y apoyo de la propia existencia, de la propia individualidad, en el pre- sente dado y en el proceso del devenir®, mas en esto, no es utilizado o instrumentalizado, sino que es indis- pensable como tal. Su participacién y su estar son lo que importa en la amistad y en la vida, un agravlo O contravencién por parte del amigo, su discriminacion ° un mal trato de su parte en la escuela, son vivenciados con gran enojo y narrados como haber sido victima de una injusticia. “El ser se expande mas alla de los limites propios. El bienestar del otro pasa a ser tan importante como el propio bienestar”, escribié Theodor Lidz®’. En este contexto Hans Miiller-Wiedemann cité al tedlogo Schleiermacher: como si “el amor estuviese destinado para hacer de dos uno, mas la amistad a hacer de cada uno dos”®. En este sentido, las camaraderias de la mi- tad de la infancia de hecho son amistades, y deben ser claramente diferenciadas de las relaciones amorosas de la adolescencia y de la juventud. Ellas contienen un ele- mento especial de lo social, en el humilde y tranquilo respeto ante el otro como otro, como amigo, que nunca mas Tegresa de esta forma tan pura, pero que es im- portancia indispensable para cualquier futura configu- racién vital y vincular. (“La capacidad y la voluntad imistad dependen en lo es = encial de su practica e ap nh nila je la infancia”®). Lag amistades de esta época fan set reconocidas como tales por su valor peda. i perian ser apoyadas y fomentadas; al nig, g09 slacion a su experiencia biografica y a su mae en os dan més de otras cualidades que aquello que Glarereda y auspiciado por la civilizacién. “En mice ae e] nifio en edad escolar se encuentra en una i a constante por la legitima forma de superacién de la soledad en la amistad, frente a las ofertas educativas y de entretenimientos de tipo consumista que cunden como epidemias””’, escribié Miller-Wiedemann. * En los encuentros en la mitad de la infancia —con coeta- neos o adultos— también puede haber algo que es esen- cial para el destino. Hermann Koepke sefiala el encuen- tro imaginativo-real de Dante con “Beatriz” a los nueve afios, quien inspiré su poesia y llegd a ser requisito para su “nueva vida"”!. También lo han sido, entre otros, las experiencias infantiles del médico y poeta Hans Carossa, quien vivencié a “Eva”, su antigua compafiera de juegos, en ese tiempo y durante una época en la que estuvo muy enfermo”. Al estudiar muchas historias de vida, no ™° da lugar a dudas que en al proceso del despertar-al-y° va acompafiado por un presentir muy sentido de prof das conexiones que son propias del nifio y lo acompana” durante toda su vida; se trata de una “llamada” al a “desde algtin lugar" (Bruno Walter). Heinrich eral mann, a los nueve afios decidié que se casaria com ae na’ y que con ella desenterrarfa Troya y los sopulorre . Micenas ~a la mitad del perfodo del primer node june! 33 2 y percibié ansias anticipatorias de a’ le hablaba de su camino en la vida. El anhelo —por lo general— abstracto, en la Mitag de la infancia, suele ser un elemento animico frecuen. te (“estoy en casa, pero siempre aforo mi hogar siente un quiebre de la propia existencia, en lo m; fundo. Karl Jaspers escribié de la presentida “pl de “aquello que alguna vez me habia sido dado”, al igual que de un “estado an{imico de lontananza” que en esq época se unfa con lo que es “inalcanzable, pero de todos modos me pertenece”. Uno puede cuestionarse si algo de esto, que se hace valer en el alma del nino en esta época —por lo general en el encuentro con otras perso- nas—, no provendra de una muy profunda napa existen- cial que incluso llega hasta la época de la innatalidad y las decisiones tomadas antes del nacimiento”®, en una dimensién de la voluntad y para el destino de la propia encarnacién. Algo que resuena en el espacio animico del nifio en imagenes y que empieza a ser percibido, por ahora como un presentimiento. El anhelo-explorador de Schliemann de ninguna manera pertenece al Ambito de la voluntad de hacer y conquistar del joven, del bosquejo expansivo del futuro. Antes bien tenia el caracter recor- datorio del destino, de un palpar-para-encontrar o vol- ver-a-encontrar situaciones de la vida en el centro del propio ser. Sobre su encuentro con monjes en la cuenca vienesa en esta época de su vida, Rudolf Steiner escribis: Igo muy interior que 74); se aS pro- enitud” En la cuesta de la montafia habia un monasterio de la Misién Redentora. En mis caminatas muchas veces me cruzaba con los monjes. Recuerdo cémo me habria gus- 24 tado que me hablaran. Ellos nunca lo hicieron. De modo que de los encuentros yo siempre me he llevado una im- presién algo incierta pero solemne, que siempre perdu- raba. Era en mi noveno ano de vida, se me puso la idea: en relacién a la misién de estos monjes debe haber algo importante que tengo llegar a conocer’®. En esa época Rudolf Steiner no siguié con esta “idea” y con este anhelo; sin embargo, obré en él, pertenecia a su individualidad y su camino en la vida”. Aproxima- damente a la misma edad y mediante la ayuda de su amado maestro encontré la geometria, que significéd muchisimo para él: Que uno animicamente pueda vivir en la formacién de formas vistas en lo interior, sin impresiones de los senti- dos externos, eso me llevaba a la mas elevada satisfac- cidén. En ello encontraba consuelo por el 4nimo que me producfa la falta de respuestas. Poder comprender algo puramente en el espfritu, eso me dio felicidad interior. Yo sé que primero conoci la felicidad en la geometria [...] Yo me decia: las contradicciones y procesos que perciben los sentidos, estan en el espacio. Pero al igual que este espacio esta por fuera del ser humano, en su interior hay una especie de espacio animico que es el escenario de entidades y procesos espirituales”’. “Yo — yo soy yo mismo, / nadie en este gran mundo es como yo. / Yo soy diferente que ta / y que cualquier otro”. En medio de condiciones de ajuste, tanto internas como externas, el nifio a mediados de su infancia puede y tie- ne que tener una experiencia renovada de su yo, tal vez 35 incluso en el ambito de aquello que le ha sido encar- gado por el destino. Esto sucede en un “momento del desarrollo””® y en un “punto de inflexién de la vida"® que conlleva la profundizacién de la autoconciencia. No obstante, en’ la mayoria de los casos, todo queda en la esfera del presentimiento y de un estado animico — una nueva sensacion del alma y su sentir-la-vida en el pro- ceso de encarnacion, el verdadero camino de la vida. *

También podría gustarte