Está en la página 1de 2

Israel y Arabia Saudí comparten el interés de frenar la hegemonía de Teherán en la región

El enemigo de mi enemigo es mi amigo”. Este mandamiento de la biblia diplomática es


compartido por Israel y Arabia Saudí que tienen claro quién es su enemigo. Separados por la
naturaleza de sus sistemas de Gobierno tan diferentes y por el conflicto israelopalestino,
saudíes e israelíes mantienen una alianza cada vez menos secreta frente a Irán.

La ejecución del jeque chií Nimr Baqir al Nimr ha quemado los cosméticos puentes que unían a
Teherán y Riad. Desde Jerusalén, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, observa la
ruptura buscando el ángulo que beneficie los intereses de su país en el convulso Oriente
Próximo.

Arabia Saudí e Israel no mantienen relaciones diplomáticas y muchas de las resoluciones


antiisraelíes más duras de la Liga Árabe tienen la firma de la dinastía Saud. Nada que evite su
matrimonio de conveniencia.

“Israel sabe que el enemigo es Irán. No tiene relaciones con Arabia Saudí aunque sí algún tipo
de diálogo. Israel está en el bando de los países suníes moderados contra Irán”, afirma a EL
MUNDO el profesor Eyal Zisser, director del Departamento de Historia de Oriente Medio y
África de la Universidad de Tel Aviv.

El efecto del plan unclear

Es un efecto del plan nuclear iraní. A medida que se multiplicaban sus centrifugadoras,
aumentaba el acercamiento entre los servicios secretos israelíes y saudíes. Riad teme que su
rival chií despliegue un paraguas no convencional que le haga invulnerable en las batallas de
Yemen, Siria o Irak. Israel se considera amenazado ante declaraciones iraníes prometiendo su
desaparición y lucha contra el fortalecimiento de Irán que da músculo a sus brazos como
Hizbulá que acumula más de 100.000 misiles en la vecina Líbano.

Saudíes e israelíes optaron tácticas diferentes para advertir del peligro de un Irán nuclear y
boicotear el pacto. Si Netanyahu gritó en público contra el presidente Barak Obama, el rey
Salman protestó susurrando en la Casa Blanca.

Washington fue escenario en junio de un encuentro académico con significado político. Antes
de ocupar la dirección de la cancillería israelí, Dore Gold coincidió con una delegación saudí
liderada por Anwar Ashki, cercano a la familia real. “El estar aquí juntos no significa que
hayamos resuelto nuestras diferencias de todos estos años”, señaló Gold, hombre de
confianza de Netanyahu. El experto israelí en Hizbulá, Simón Shapira hizo un guiño al país
árabe pensando en Teherán: “Tenemos los mismos problemas y mismos retos”.

Ashki pidió la creación de “una fuerza armada árabe contra los esfuerzos iraníes en diversas
zonas” y defendió la iniciativa saudí para la paz israelopalestina. Fórmula que aún espera la
respuesta de Bibi.

Lucha contra el IS

La alianza no declarada entre Irán y EE.UU contra el Estado Islámico (IS) les preocupa.
Netanyahu, catedrático en soundbites, compara las huestes suníes de Abu Bakr al Bagdadi con
las chiíes del ayatolá Ali Jamenei: “Afrontamos una agitación global liderada por el Islam más
radical que encabezan el radical suní Daesh (IS) y el radical chií Irán. Usan el terrorismo para
amenazar la región y el mundo”.
Jerarcas saudíes son descritos como “sirvientes” de Israel en caricaturas en Irán. Este país y
Arabia Saudí se quitan ahora los guantes diplomáticos en su combate por la hegemonía. “El
primer efecto de esta crisis es que será más difícil encontrar una solución del conflicto en
Siria”, opina Zisser.

La previsión no es una guerra directa sino mayores golpes a través de terceros. “Los iraníes
ayudarán con más ahínco a los enemigos de Arabia Saudí en Yemen mientras en Siria los
saudíes aumentarán apoyo a los enemigos del presidente Asad e Irán”.

¿Los palestinos?

El presidente Abu Mazen se alinea con el eje saudí-egipcio. Debido a la guerra siria, el islamista
Hamas se distanció de Teherán que le había mimado con dinero y armas. Su matrimonio de
convivencia antiisraelí aparcó el hecho que Hamas sea suní.

Si alguien en coma desde el 2011 se despertara hoy no reconocería el tablero regional. La


Primavera Árabe, fronteras borrosas y la pugna chíi-suní recolocan las principales piezas. Irán,
Hizbulá, Irak y Asad frente a Arabia Saudí y sus aliados del Golfo Pérsico, Jordania, Egipto y, en
la discreción, Israel. Qatar se debate entre su relación especial con Riad, sus intereses
económicos con Teherán y su vinculación con Los Hermanos Musulmanes.

El duelo entre el gigante persa y el árabe, IS, el cisma en el Islam, Yihad, terrorismo, la
renovada guerra fría EEUU-Rusia, el conflicto israelopalestino, el petróleo o la lucha entre
moderados y radicales convierten la zona en un polvorín.

También podría gustarte