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te AMNESIA NOCTURNA Entre las calamidadcs que afligen a mi tio don Castulo Barrcnillo y de la Peonza, ocupa lugar promincnte la angustia de no poder re- cordar algo en un momento determinado. Es- te algo pucde ser una fecha, una palabra, un nombre, un acontecimiento cualquiera, la ma- yor parte dc las veces sin importancia, pero quc al escapar momentaneamente de su me- moria se convicrte cn obsesién y le ahuyenta cl suefio. Lo peor del caso es que también ahu- yenta cl reposo del resto de Ja familia, ya que don Castulo rccurre a ella —y a un circulo de amigos cada vez mas rcducido— para que lo ayuden a atrapar el vocablo. Los ataques de amnesia parcial de mi tio sue- len presentarse alrcdedor de la medianoche, cuando al resto de la humanidad le tiene muy ‘sin cuidado recordar el apodo del segundo Bor- bén que reinéd en Espafia. Don CaAstulo suele estar ya,a punto dé conciliar el suefio, cuando de repente cl demonio verde de la duda lc pre- gunta al ofdo cual es la capital de Nigeria. Don -CAstulo pretcnde no escucharlo, se arrebuja cn- tre las sbanas y procura pensar cn otro tema, digamos cn la posibilidad de que los norte- 17 cz americanos o los soviéticos encuentren en Ja Lu- na vestigios de una civilizacién ya extinguida. Aqui el remedio resulta peor que la enferme- dad, ya que el tema se le desliza sinuosamente por una serie de vericuetos hasta llegar al ca- Hején sin salida de tratar de recordar en qué siglo florecié la cultura sumeria, 0 cémo se lla- maba el explorador que descubrié las ruinas de Katako Kombe. Don Castulo enciende la luz y consulta uno de los cinco almanaques que guarda bajo la al- mohada para estas emergencias. Satisface su inquietud e intenta volver a dormirse. Pero ahora le hace cosquillas en el cerebro el ori- gen etimoldégico de la palabra “almanaque”. Evidentemente, viene del 4rabe: ¢ almanak?, ¢al-menek?, gal-minik? Alfanje, alférez, alca- zar, albéndiga, albérchigo. .. Albérchigo. ¢Qué demonios es albérchigo? Una fruta, recuerda vagamente don, Céstulo. ¢Pero qué clase de~ fruta? Esta vez tiene que bajar a su despacho para consultar el diccionario. En el camino se da un tropezén con una silla y pone en mo- vimiento a toda la casa. Mi tia Eduvigis, su mu- jer, asegura que en cuarenta afios de casada sdlo ha podido dormir una noche completa, cuando le dio el ataque de apendicitis y la Ie- varon al sanatorio para operarla. Todavia sobéndose la espinilla, don CAstulo recibe un disgusto adicional al enterarse de que su consorte le presté el diccionario a un sobrino que est4 en ex4menes. Don Castulo vocifera y 18 arma un escAndalo porque el sefior de la casa -no puede disponer de su propio diccionario pa- ra enterarse, a las dos de la mafana, qué fruta se conoce con el nombre de “albérchigo”. Do- fia Eduvigis ofrece revisar las latas que trajo del supermercado, pero, desgraciadamente, hay de todo menos albérchigos. Don Castulo consulta media docena de volt- menes, pero en ninguno de ellos se hace referen- cia a la maldita palabreja. Su hija mayor le sugiere contar los rios de Siberia, aprovechando que tiene un atlas en la mano, pero no. Al papa sélo le interesa saber qué es albérchigo. Cada vez se pone mas nervioso. A las tres y media de la madrugada surge el paroxismo, y don Castu- lo Hama por teléfono a sus veintisiete parientes, hasta que uno de ellos le informa entre pala-- brotas que “albérchigo” es una variedad de al- baricoque o melocotén, que en algunos paises de América también se conoce por el nombre de durazno o damasco. El sefior don CAstulo vuelve a la cama y se duerme placidamente, mientras su subconscien- te le prepara con toda perfidia un acertijo pa- ra mafiana en la noche: gen qué afio hizo su primera comunién Juan Ponce de Leén, el “jo- ven” descubridor de la Florida? 19

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