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Consideremos, por un momento, el tipo de objetivo que debería fijarse el urbanismo si su fin fuera
urbanizar para la vitalidad urbana.
EL URBANIZAR PARA LA VITALIDAD debe estimular y catalizar la mayor gama y cantidad posible de
diversidad entre los usos y entre las personas a lo largo de cada uno de los distritos de una gran ciudad;
ésta es la base subyacente de la fuerza económica, la vitalidad social y el magnetismo de una ciudad.
Para conseguir esto, los urbanistas deben diagnosticar qué falta en cada lugar para generar la
diversidad, y buscar después como ayudar a cubrir la falta.
EL URBANIZAR PARA LA VITALIDAD debe promover redes continuas de barrios, donde usuarios y
propietarios informales cumplen un gran papel en mantener seguros los espacios públicos de la ciudad y
en el manejo de los desconocidos para que éstos sean un activo y no una amenaza, y en controlar como
casualmente a los niños en los lugares públicos.
EL URBANIZAR PARA LA VITALIDAD debe combatir la destructiva presencia de los vacíos limítrofes y
ayudar a promover la identificación de la gente con los distritos urbanos lo suficientemente grandes,
variados y ricos en contactos interiores y exteriores como para tratar los duros e ineludibles problemas
prácticos de la vida de una gran ciudad.
EL URBANIZAR PARA LA VITALIDAD debe buscar el rehabilitar los barrios bajos, mediante la creación de
condiciones que persuadan a una alta proporción de sus residentes originales, sean éstos quien sean, a
permanecer por elección, para que haya una diversidad vigorosa y creciente entre su gente y una
continuidad de comunidad entre los residentes antiguos y los recién llegados.
EL URBANIZAR PARA LA VITALIDAD debe buscar clarificar el orden visual de las ciudades, y debe hacerlo
promoviendo e iluminando el orden funcional y no obstruyéndolo o negándolo.