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Make Me Sin - J. T. Geissinger
Make Me Sin - J. T. Geissinger
Geissinger
MAKE ME SIN
Sinopsis:
Chloe Carmichael está viviendo un gran momento… es tanto la dama de
honor como la florista de la boda de alta sociedad de su mejor amiga, las cosas
se están poniendo serias con su novio y su floristería está a punto de aparecer en
una revista nacional. Pero todo se vuelve agrio rápidamente cuando el padrino, el
baterista de Bad Habit A.J. Edwards, muestra su rostro... su bello e inolvidable
rostro. AJ es todo lo que Chloe no quiere: tatuado, egoísta y malas noticias.
Entonces, ¿por qué no puede dejar de pensar en él?
La mojigata Chloe tampoco es exactamente del tipo de A.J., pero la química
entre ellos es innegable. AJ será el primero en decir que no es un santo, pero hay
algo que no está diciendo… algo que devastaría a Chloe. La única forma en que
puede protegerla es alejarla de él, pero el baterista descubre que la necesita ahora
más que nunca. Cuando un enfrentamiento el día de la boda revela secretos que
ambos ocultan, ¿volverán Chloe y A.J. alguna vez a encontrar su conexión?
Para Jay, siempre.
En el momento en que escuché amor por primera vez,
entregué mi alma, mi corazón y mis ojos.
—Rumi
Prólogo
La última vez que vi a Chloe Carmichael, me tiró una copa de champán a la
cara y me llamó idiota.
Me lo merecía, por supuesto. Soy un idiota. Con ella más que con nadie.
Diecisiete días después y aquí estoy, de pie frente a la floristería de moda que
tiene en West Hollywood; el letrero sobre el toldo verde dice: Fleuret, una
boutique de flores a medida, lo que sea que esa mierda signifique, y me pregunto
porque nombre haré que me llame hoy.
Me pregunto si me destripará como la última vez.
—¡AJ! ¿Vas a entrar o simplemente te quedarás ahí parado con la polla en la
mano?
De pie bajo el elegante toldo verde en la puerta de entrada de vidrio de
Fleuret, Nico me mira con impaciencia, donde estoy detenido en la acera.
Barney, el conductor / guardaespaldas de Nico, acaba de dejarnos y su
prometida, Kat, ya ha entrado para hablar sobre las flores de la boda con su
amiga. Por qué diablos estoy aquí es una incógnita.
Oh, sí. Soy el padrino. Una palabra que nadie, nunca, en ninguna otra
situación, usaría para describirme.
Doy una última calada al cigarrillo y lanzo la colilla a la calle, lo que hace
que una MILF1 en un BMW que pasa me grite desde su ventanilla abierta. Le
muestro el dedo y me abro paso lentamente por la acera, hacia la entrada de mi
propio infierno personal.
Empiezo a sudar.
—Si tuviera mi polla en la mano, Nico, el tráfico se detendría en ambas
direcciones para que todos pudieran presenciar el milagro de mi enorme paquete.
Nico ni siquiera pestañea.
—Si tu paquete es la mitad de grande que tu ego, hermano, eso es un
milagro. Ahora mete tu culo hosco dentro de esta tienda. Y recuerda de lo que
hablamos.
Cierto. Ya había recibido “la charla” varias veces. Perlas de sabiduría en la
línea de “No tiene que agradarte Chloe, solo tienen que llevarse bien por el bien
de la boda”.
Qué gilipollez. No me “llevo bien” con nadie, con quien no quiera llevarme
bien. Las opiniones de otras personas sobre mí importan una mierda en la escala
de AJ Edwards. Lo que Nico, que me conoce desde hace años, sabe
perfectamente.
Otra joya: “Kat realmente se molesta cuando eres cruel con Chloe”.
Traducción: “Mi mujer tiene mis bolas en un apretón de muerte, está
constantemente taladrándome el cerebro sobre cómo tratas a su amiga, y he
perdido todo el control sobre esta situación. Por favor, ayuda a un hermano”.
Mierda dura, Nico. Eres el que tiene tus pelotas en un frasco en el
congelador de tu novia, no yo.
¿Pero el mejor consejo que había recibido de Nico hasta ahora sobre la
situación de Chloe Carmichael? El atemporal: “Si no puedes decir nada bueno de
ella, no digas nada en absoluto”.
Si siguiera ese consejo, estaría mudo por el resto de mi vida.
Porque no puedo decir nada bueno de ella. No puedo decirle nada bueno.
Apenas puedo mirar a la mujer a los ojos.
Cuando lo hago, me cuesta respirar. Hace calor, incluso si hace mucho frío. Y
de repente, me siento como si tuviera diez años otra vez, en el último buen día de
mi vida, desenvolviendo el último regalo de Navidad que recibiría de mi madre
antes de que muriera por la última dosis de heroína que la mató, y me quedé solo
en un burdel del gueto en el sureste de San Petersburgo, sin nada más que un
tambor de juguete nuevo y la ropa que llevaba puesta.
Esperanza. Vete a la mierda, esperanza. Y que te jodan también, felicidad.
Las dos son perras mentirosas y falsas.
Paso junto a Nico, abro la puerta del Hades disfrazado de floristería y entro.
Lo siento, Chloe, pero estoy a punto de arruinarte el día de nuevo.
Es la única forma en que puedo estar cerca de ti sin querer hacer sangrar
algo.
Capítulo 1
Lo veo a través de los escaparates de mi tienda, y la ansiedad me retuerce el
estómago como un pretzel.
Caminando hacia la puerta principal, AJ Edwards, baterista2 de la infame
banda de rock Bad Habit, es todo fanfarronería descuidada y sonrisas arrogantes,
pero de alguna manera se las arregla para irradiar una intensidad peligrosa, como
si estuviera a punto de estallar por dentro, blandir un rifle de asalto y robar el
lugar.
No lo dejaría pasar.
Cuando aprieto los dientes y miro los álbumes de diseño esparcidos sobre la
mesa entre nosotros, mi mejor amiga, Kat, mira por encima del hombro y
suspira. Cuando se vuelve, sus ojos verdes son comprensivos. Ella sabe cuánto
he estado temiendo esto.
—Solo ignóralo, Lo.
—¿Ignóralo?—mascullo, arqueando las cejas—. ¿Al dragón que escupe
fuego y me mira como si quisiera arrancarme la cabeza? Servirá. No hay
problema. ¿No está todo el mundo acostumbrado a que estrellas de rock odien
sus tripas sin razón aparente?
Ella se acerca y aprieta mi mano.
—Vamos, él no te odia. Eres demasiado dulce para que alguien te odie.
—Te apuesto diez dólares a que demuestra que estás equivocada antes de que
terminemos aquí hoy.
—Todo estará bien, ya verás.
Lo que veo es que Kat está viviendo en una tierra de fantasía donde AJ
Edwards es un caballero, y no Lord Voldemort disfrazado de un enorme músico
tatuado.
Cuando digo enorme, no es una exageración. Está construido como una
montaña. Una montaña que me encantaría llenar con dinamita y volarla.
La campana de la puerta principal suena cuando la puerta se abre y se cierra.
El idiota está adentro. La última vez que estuvo aquí, cuando Nico compró flores
para Kat por primera vez hacía siete meses al comienzo de su relación, se sintió
como si todo el aire hubiera sido aspirado en el momento en que entró. AJ tiene
una forma de invalidar todo el espacio que lo rodea. Es un agujero negro que
devora toda la luz.
Ya me siento devorada y ni siquiera ha estado aquí durante diez segundos.
Pero él no puede saber eso. Estoy decidida a que nunca más me cabree, sin
importar lo que diga o haga. Así que sigo el consejo de Kat, adopto un tono
informal y digo:
—Estaba pensando que podríamos usar peonías blancas como flor principal
para los centros de mesa, los ramos de novia y la glorieta, e incorporar rosas
lavanda para darle un toque de color contrastante. Eso le dará al diseño más
dimensión que una paleta completamente blanca.
Distraída de la charla de AJ, Kat pregunta esperanzada:
—¿Podemos conseguir peonías en agosto?
—Serán importadas de Holanda y, por lo tanto, muy caras, pero teniendo en
cuenta lo mucho que significan para ti y Nico… sí. Me aseguraré de
conseguirlas.
Ella sonríe. Entonces Nico camina hacia ella, se inclina y la besa en la sien, y
Kat brilla tanto que es incandescente.
Ahora tengo dos miembros de la banda de rock más famosa del mundo en mi
tienda, y todo en lo que puedo pensar es qué tan rápido puedo sacarlos.
No es que tenga nada en contra de Nico. Todo lo contrario. Hace a Kat tan
feliz que ella flota, lo cual se debe a que la trata como a una reina. Lo que ella se
merece totalmente. Hemos sido mejores amigas desde la escuela secundaria, y es
la chica más divertida, honesta y leal que conozco. Pero Nico viene con AJ, y AJ
viene con nubes de tormenta en ebullición sobre su cabeza, y ahora está de pie
junto a mi enfriador de flores mirando un cubo de felices gerberas amarillas
como si quisiera matarlas. Siento que se acerca una migraña.
Sesenta segundos y el hombre ya está causando estragos en mi sistema
nervioso.
Ésta fue una mala idea. Estúpida planificadora de bodas y su estúpida
insistencia en la “cohesión de la fiesta de bodas” e “incluir a los hombres en el
proceso” y bla, bla, bla. No me importa que yo sea la dama de honor y AJ el
padrino y que los dos seamos adultos y deberíamos actuar como tal. ¡No soporto
al tipo! Él es solo… malo. Es desconcertante lo fácil que se mete debajo de mi
piel con nada más que una mirada.
Una mirada ártica y fulminante como la que acaba de darme.
Finjo que no la veo, ni a él, y le sonrío a Nico.
—Hola, Nico. Que bueno verte. Solo le estaba diciendo a tu novia que las
peonías están aprobadas.
Nico sonríe. Es como ver el sol atravesar la niebla. No fue nombrado el
hombre vivo más sexy de la revista People durante tres años seguidos por nada.
Cabello azabache, ojos azules y una serie de hoyuelos que pueden matar a una
mujer en el acto… De vez en cuando, tengo que recordarme que no debo mirar.
No es que me interese, él y Kat están locamente enamorados, y yo estoy
perfectamente feliz con mi novio, Eric, pero no apreciar la apariencia de Nico
sería tan criminal como estar de pie frente al David en la Galleria
dell'Accademia en Florencia y pasar todo el tiempo enviando mensajes de texto
en tu teléfono.
En este momento estoy demasiado ocupada no mirando a AJ para apreciar el
efecto completo de la belleza de Nico.
—Es bueno oírlo, cariño. A menos que haya alguna otra flor que puedas
recomendar que sea un símbolo de un matrimonio feliz, definitivamente lo que
queremos son peonías. —Nico se sienta junto a Kat, estira sus largas piernas
debajo de la mesa, toma su mano y la besa. Dirigiéndole una mirada de
adoración, murmura—. Asegúrate de que también tengamos muchas rosas
lavanda.
Las rosas lavanda simbolizan el amor a primera vista. En pocas palabras,
Nico me interrogó una vez sobre los diferentes significados de los colores de las
rosas antes de elegir el lavanda para una escandalosa sorpresa de cumpleaños
para Kat. Si tan solo el padrino de Nico pudiera canalizar una pizca de esa
dulzura, no estaría sentada aquí actuando indiferente ante la tercera mueca
desagradable que me envió.
No es que las esté contando.
Solo lo hago, porque la experiencia de ser aborrecida por un completo
extraño es nueva para mí. Si soy perfectamente honesta, me asusta un poco. Está
bien, realmente me asusta. Casi tanto como cuando el abuelo Walt metió la
dentadura postiza en la boca del cerdo que mi padre asó a la parrilla para la fiesta
de cumpleaños con temática hawaiana que mis padres me dieron cuando tenía
catorce años.
Tuve pesadillas de chuletas de cerdo sonrientes durante meses. Hasta el día
de hoy, todavía no puedo comer carne.
—¿Qué tal si agregamos un poco de Stephanotis al ramo de Kat? Huelen
increíble y también simbolizan la felicidad conyugal—digo continuando con mi
farsa de indiferencia. Les muestro a Kat y Nico una foto de la pequeña
Stephanotis blanca en forma de estrella. Ambos asienten con la cabeza.
Mientras Kat, Nico y yo continuamos nuestra conversación, AJ comienza a
deambular por la tienda como un tigre inquieto en una jaula, olfateando cosas.
Encuentro eso incluso más desconcertante que su mala actitud. Se supone que
debe estar participando en esta reunión, o al menos fingiendo interés en apoyar
al novio, pero en cambio él está… ¿Qué? ¿Comiéndose la mercancía con los
ojos? ¿Buscando algo para romper?
Lo miro con el rabillo del ojo mientras rebusca impaciente en el estante
Lucite de tarjetas de felicitación junto a la caja registradora, moviendo los dedos
sobre ellas con desprecio. Abandona bruscamente las tarjetas para pavonearse
más allá de la exhibición escalonada de cubos de aluminio llenos de orquídeas
recién cortadas porque ha visto a la morena con pantalones cortos y tacones de
aguja mirando los estantes de velas perfumadas cerca de la parte de atrás.
Por supuesto que vería a la morena. Este es un hombre que recluta mujeres
como si fueran selecciones de fútbol de fantasía. La mayoría de las cuales son de
la variedad pagada. Por lo que he leído, visto y oído, AJ hace que Charlie Sheen
parezca un niño de coro.
—¿Chloe?
La voz de Kat me devuelve la atención. Ella y Nico me miran expectantes.
Me doy cuenta de que uno de ellos ha dicho algo que no he oído.
—Lo siento. ¿Qué dijisteis?
Una comisura de la boca de Nico se curva hacia arriba. Sospecho que sabe
exactamente dónde se ha desviado mi atención. Lo mataré con mis propias
manos si le menciona algo a AJ.
—Nico habló ayer con su publicista sobre la boda. La prensa y todo eso—
dice Kat.
Parece que los dos comparten un delicioso secreto. No tengo ni idea de
porqué.
—Um. ¿Ok?
—Hemos vendido los derechos de las fotografías a la revista People.
—Oh. Guau. ¡Eso es increíble! Espero que os paguen un montón de dinero...
—No, cariño, eso no es lo que estoy tratando de decirte. —Kat se inclina
hacia delante sobre la mesa. Ella sonríe como el gato de Cheshire.
Miro de un lado a otro entre ella y Nico.
—¿Entonces qué es?
Kat espera un momento antes de hablar. Cuando lo hace, no estoy segura de
haberla escuchado bien.
—¡Junto con la cobertura de la boda, van a hacer un reportaje sobre Fleuret!
Detrás de nosotros, la morena se ríe de algo que AJ ha murmurado. Están
demasiado lejos para que pueda entender lo que ha dicho, pero su risa suena
claramente sensual. Resisto la tentación de dar la vuelta y averiguar si el dinero
está cambiando de manos.
—¿Qué quieres decir con un reportaje? ¿Mencionarán mi tienda?
Nico se ríe. Es su risa ronca característica, diseñada genéticamente para hacer
que los ovarios de una mujer se pongan en alerta y rueguen. Soy inmune a eso
ahora, habiéndola escuchado tantas veces; sin embargo, a juzgar por la expresión
del rostro de Kat, ella es todo lo contrario.
Me encanta lo completamente enamorados que están. Es hermoso. Incluso si
verlos juntos a veces me hace sentir como si me estuviera perdiendo la mejor
broma privada del mundo. Lo cual es una tontería, porque, como dije antes,
estoy perfectamente feliz con mi novio.
Pero.
Como la muerte, el concepto de amor verdadero es una de esas cosas
realmente difícil de comprender hasta que lo ves. Una vez que lo haces, no hay
vuelta atrás.
—No, cariño. No mencionarán tu tienda. Van a hacer un reportaje sobre tu
tienda y sobre ti. Como en un artículo completo sobre la floristería que usamos
para acompañar la historia de la boda—dice Nico cálidamente.
Las palabras se arremolinan en mi boca, pero ninguna de ellas decide
aterrizar en mi lengua. Con el corazón acelerado, miro a Nico y Kat con total
incredulidad.
Encantada por mi evidente asombro, Kat se ríe y aplaude.
—Lo convertimos en una condición del trato. Si querían una cobertura
exclusiva de la 'boda del año', tenían que hacer un artículo especial sobre la
floristería de nuestra boda. ¡Fleuret va a ser famosa, Lo! ¡Vas a ser famosa!
En realidad, lo que creo que voy a hacer es enfermarme.
—Tía—susurro.
Kat se ríe más fuerte.
—Te mereces el reconocimiento, Chloe. Tus arreglos son jodidamente
asombrosos—dice Nico.
El acento sureño a lo Matthew McConaughey de Nico hace que todo suene
sexy, incluso cuando está maldiciendo. Lo que es con frecuencia. En este
momento, podría estar recitando cada maldición conocida por el hombre y no me
importaría.
—Amigos. —Es todo lo que puedo decir porque mi garganta se aprieta y mis
ojos se llenan de agua.
Todo lo que he querido desde que le compré la tienda al señor y a la señora
Feldman cuando se jubilaron hacía tres años, era convertirla en el mejor estudio
de diseño floral de Los Ángeles. Mis padres pensaron que estaba loca por tratar
de rescatar una floristería que fracasaba, considerando la matrícula que gastaron
en mí en la USC mientras estudiaba ese título de Literatura Inglesa que nunca
usaré, difícilmente pueda culparlos, pero siempre me han encantado las flores, y
aproveché la oportunidad de comprar Fleuret y darle la vuelta. Comencé a
trabajar en la tienda a tiempo parcial en la escuela secundaria y ha sido mi
primer amor desde entonces. Puse cada centavo de mi fondo fiduciario en ella.
He reinvertido cada dólar que he ganado. He puesto innumerables horas de
sudor.
Y ahora mi mejor amiga y su prometido superestrella me dicen que han
hecho arreglos para que consiga prensa para la tienda. No cualquier prensa. La
revista People. Y no solo una pequeña mención. Un reportaje.
Éste es posiblemente el mejor día de mi vida.
Conteniendo un sollozo, salto de la silla y aplasto a Kat en un abrazo.
Después aplasto a Nico. Entonces empiezo a reír locamente como el siciliano de
La Princesa Prometida justo antes de que se desplome por beber el vino
mezclado con iocano.
Creo que podría estar perdiendo la cabeza.
Precisamente en el colmo de mi alegría, una voz sarcástica habla por encima
de mi hombro.
—Déjame adivinar. ¿Oferta de bragas de abuela en Neiman Marcus?
En una escala del uno al diez, mi disgusto por AJ se dispara de alrededor de
un nueve a un sólido y abrasador veinte. Me endurezco, soltando a Nico. Con la
cara en llamas, recuerdo que la última vez que vi a AJ, me llamó “chica rica,
frígida y engreída”. Que, además, “no reconocería una polla si la golpeara en la
cara”.
Quien aparentemente también usa bragas de abuela.
Y así es como me ve. No me importa. ¡NO ME IMPORTA!
Sin perder el ritmo, Nico dice arrastrando las palabras:
—Probablemente tendrás que correr y abastecerte para que tu vagina
masculina no se enfríe debajo de esos vaqueros, AJ.
—No—dice AJ, respondiendo de inmediato—nunca uso ropa interior.
Demasiado restrictiva. Mi vagina masculina es enorme, hermano. Necesita
espacio para respirar.
Una nueva información sobre AJ Edwards que podría haber pasado toda mi
vida sin saber… va tipo comando. No me permito pensar en la otra parte. La
parte “enorme”. Aunque a juzgar por el tamaño de sus botas…
Sin darme la vuelta, o sin reconocer su existencia, les digo a Nico y Kat:
—En serio, gracias. Y ahora no estoy haciendo los arreglos florales por el
precio; lo estoy haciendo gratis.
Kat agita su mano.
—Fuera de la cuestión. Y tampoco los estás haciendo por el precio. Ya
hablamos de eso, tonta.
—Pero es mi regalo de bodas para vosotros, chicos.
—El solo hecho de que hagas los arreglos florales es un regalo suficiente.
—Kat, no hay forma de que gane dinero contigo…
—¿Porque diablos no? Si no lo estuvieras haciendo, ¡tendríamos que pagarle
a otra floristería! Prefiero darte el dinero.
—Y yo prefiero ser Beyoncé, pero eso tampoco está sucediendo.
—Chloe…
—Kat…
—Callaos, chicas—dice Nico con cariño, terminando efectivamente la
discusión.
Excepto que no es así, porque nunca les enviaré una factura. Incluso si Kat
no fuera mi mejor amiga, el tipo de publicidad que ella y Nico me están dando
no tiene precio.
AJ se ha movido a mi lado derecho y está mirando las carpetas de mi trabajo
con una expresión que interpreto como náuseas. Él levanta la vista y me
encuentra mirándolo. Sus ojos ambarinos, ojos que en realidad podrían ser
hermosos si no fueran tan fríos, se entrecierran.
—Sí. Cállate—dice rotundamente.
—AJ—advierte Nico, pero levanto una mano.
Sin apartar la mirada de AJ, les digo a Nico y Kat:
—¿Podrían disculparnos un segundo?
Hay un silencio largo e incómodo. Me niego a romper el contacto visual con
AJ. Desde debajo del cuello de su camiseta negra, un rubor sube por su cuello.
Bien. Está enojado. He tenido suficiente.
—Estaremos en tu oficina. —Kat toma la mano de Nico, y entonces AJ y yo
estamos solos.
Se incorpora en toda su estatura, cruza los brazos sobre el pecho y me mira
con desprecio. Lo que significa que tengo que mirar hacia arriba, dado que mido
un metro setenta y cinco, ésta es una experiencia inusual para mí. Y hoy llevo
tacones bajos, por lo que mi altura supera fácilmente el metro ochenta y cinco…
y sigo mirando hacia arriba. Muy arriba.
Nunca podré usar tacones con Eric. Destierro ese pensamiento tan rápido
como llega.
—¿Cuál es tu problema conmigo?—exijo.
Le concederé esto: el tipo tiene una cara de póquer increíble. No hay un solo
cambio revelador en su expresión. Ni siquiera parpadea.
Tampoco me responde.
Le frunzo el ceño.
—Bien. Supongo que realmente no importa. Pero Kat y Nico son
importantes. Y su boda importa. Y cualquiera que sea la razón por la que me
odies tanto, no es que crea que he hecho algo para merecerlo, pero lo que sea, no
dejaré que arruines lo que se supone que es el momento más feliz de sus vidas
siendo tan… tan…
—¿Malvado?—suministra con una sonrisa, pareciendo casi satisfecho.
—Egoísta—corrijo con tranquila vehemencia.
Ahora parpadea. Luego bajó las cejas. Un crujido de algo pasa entre
nosotros, brillante como el peligro.
—Egoísta—repite. Su mirada, electrizante, me recorre. Da un paso adelante,
mirándome a los ojos. Tan cerca puedo ver las motas marrones y verdes en sus
iris dorados. Sus pestañas son increíblemente largas, de color marrón dorado y
espesas. Se inclina y dice en voz baja—. Princesa, no tienes ni puta idea de lo
que estás hablando.
Mi corazón late salvajemente. Es grande y probablemente peligroso, ¿leí en
algún lugar que pasó un tiempo en prisión por agresión? Pero no le tengo miedo.
Lo que siento no es tan claro como el miedo. Tengo que tomar una respiración
lenta y firme antes de hablar.
—La boda está a solo a unos meses de distancia. Después de eso, no
tendremos que volver a vernos nunca más. Intentemos ignorarnos hasta
entonces. Por el bien de Kat y Nico. ¿Ok?
Hay otro silencio largo e incómodo. La mirada de AJ sobre mí está ardiendo.
Capto una bocanada de él, una cálida fragancia masculina de piel y almizcle y tal
vez humo de cigarrillo. Noto detalles sobre él que nunca había notado antes,
como la forma en que su cabello es de todos los tonos de rubio, desde el cobre
más oscuro hasta el trigo más claro. Necesita ser cortado. El rastro de barba
brilla con reflejos dorados a lo largo de su mandíbula. Hay una pequeña cicatriz
blanca sobre su ceja izquierda. En su cuello, hay un tatuaje que desaparece en su
camiseta. Puedo distinguir la forma de una cruz.
Su mirada cae a mi boca. Cuando me mira a los ojos de nuevo, su voz es
ronca.
—Estabas equivocada, antes.
Confundida, frunzo el ceño.
—¿Acerca de?
Su mandíbula funciona. Por primera vez, hay un destello de emoción en sus
ojos, algo más que desprecio.
—Sobre no hacer nada que me haga odiarte. Has hecho mucho.
Gira sobre sus talones y se aleja, saliendo de la tienda. Me quedo paralizada,
mirándolo irse, viendo cómo un Audi convertible blanco se detiene junto a la
acera y una mujer saluda desde allí.
La morena.
AJ se mete en el asiento del pasajero, cierra la puerta de golpe, me lanza una
sonrisa y se van. Dejo escapar el aliento que no sabía que había estado
conteniendo. Demasiado para intentar llegar a un acuerdo de paz con el dragón
que escupe fuego.
No volveré a cometer el mismo error.
Y Kat me debe diez dólares.
Capítulo 2
Cuando llego a casa del trabajo, está oscuro, no hay estacionamiento
disponible en la calle y la migraña que me había estado amenazando antes ha
descendido con toda su fuerza. Mi cabeza se siente como si fuera a estallar.
Ojalá lo hiciera. Entonces, al menos, no tendría que lidiar con las
repeticiones en cámara lenta, jugada por jugada, con las que mi cerebro me está
torturando de la reunión con el idiota de hoy. Al menos Kat y Nico estaban
contentos con la forma en que transcurrió la reunión. Les mentí y les dije que AJ
y yo hicimos una tregua para que no se preocuparan de que mis sentimientos
hubieran sido heridos. Tienen cosas más importantes en las que pensar. Después
dije la verdad y que se había ido para pasar un tiempo con su nueva amiga
especial que había conocido en el pasillo de las velas. Kat resopló. Nico puso los
ojos en blanco, tratando de ocultar una sonrisa, y dijo:
—Me imagino.
Se “imagina” que se escapó con una mujer que acababa de conocer para tener
relaciones sexuales. Probablemente asombroso sexo animal. En su convertible.
En mi próxima vida, me quiero reencarnar en una estrella de rock.
Doy la vuelta a la manzana cuatro veces, arrastrándome a través del tráfico,
hasta que finalmente alguien sale de la acera justo enfrente de mí y me meto en
su lugar antes de que lo roben todos los demás habitantes de los apartamentos.
Cuando me mudé el año pasado, la vendedora de la compañía administradora
que mantiene el edificio no me dijo que encontrar un lugar para estacionar en
este vecindario después de las cinco es tan probable como encontrar un billete de
lotería ganador en la acera. Tampoco mencionó otras cosas importantes, como
cuando describió el edificio como “lleno de carácter”, en realidad se refería a
“decrépito”. Los grifos gotean, las tuberías traquetean, las paredes son tan
delgadas que me he familiarizado incómodamente con la intimidad nocturna de
mis vecinos. Pero como invertí todo mi dinero en Fleuret, no puedo permitirme
mudarme. Y no hay forma de que tome dinero de mis padres. Voy a hacer que
esto funcione de una forma u otra, sin su ayuda.
Saco a rastras del coche a mi lamentable yo, suspiro al ver la puerta de
seguridad abierta porque la cerradura aún está rota, subo tres tramos de escaleras
(el ascensor está estropeado de nuevo) y entro en mi apartamento justo a tiempo
para oír el ruido del teléfono sonando. Cuando contesto, es mi madre.
—¡Gracias a Dios! Estaba a punto de llamar a la policía para denunciar la
desaparición de una persona.
Viví en casa hasta los veinticuatro años. A mi madre le está costando dejarme
ir. También está convencida de que, al vivir en esta parte de la ciudad, me
violarán y matarán mientras duermo. Le recordé que, si un intruso me violara en
medio de la noche, probablemente me despertaría antes de que me mataran
mientras dormía. Ella no encontró mi lógica divertida.
Cansada, dejo caer el bolso al suelo, me hundo en el sofá y cierro los ojos.
—Deberías probar con mi móvil, mamá. Casi nunca estoy aquí.
—Bien. No quiero molestarte en el trabajo.
Hay un ligero énfasis en “trabajo”. Esta es un vieja discusión. No estoy de
humor para repetirla una vez más.
—¿Cómo estás? ¿Cómo está papá?
—Estoy bien, querida, gracias. Tu padre es… —Un leve suspiro femenino
llega a la línea—. Bueno, ha tomado otro caso sin cobrar.
Lo dice como si apenas pudiera soportar la vergüenza. Para mi madre, solo
hay una cosa peor que trabajar, y es trabajar gratis. No importa que mi padre
gane una cifra de ocho dígitos al año en su bufete de abogados, un solo caso
gratis le pondrá los dientes de punta durante meses. Me mantengo alejada de esa
mina terrestre y me dirijo a aguas más seguras.
—¿Y Gigi?
Su voz se calienta.
—Mi bebé es tan dulce. Hoy fuimos a la peluquería a darnos un baño.
Sonrío al pensar en mi madre y su mimada cachorra Bichón Frisé 3bañándose
juntas en la peluquería de perros. Cuando habla de la perra, siempre es
“nosotras”, como si fueran una sola entidad. Compró a Gigi como parte de su
adaptación al nido vacío, y juro que ama a ese animal más que a cualquier otra
cosa en su vida. Probablemente porque el perro es tan snob como ella.
—Te llamo porque tu hermano vendrá a la ciudad este fin de semana,
querida. ¿Vendrán tú y Eric a cenar el domingo?
Mi sonrisa se ensancha.
—¿Jamie va a venir? ¡Impresionante! ¿Viaje de negocios?
—Creo que es una conferencia de reforma migratoria o algo terrible como
eso. Conoces a tu hermano. Campeón de los oprimidos.
Mi hermano es un abogado que trabaja para el bufete de abogados de
inmigración más grande de Manhattan. La forma en que ella descarta su trabajo
siempre me pone de los nervios.
—Está haciendo un buen trabajo, mamá.
—Claro que lo hace. Pero debe haber muchas personas en este mundo mejor
preparadas para ayudar a los pobres. —Ella se lanza a una perorata que he
escuchado una docena de veces antes—. James se graduó summa cum laude en
Princeton. Es brillante, guapo y proviene de una buena familia. Su abuela es
condesa, ¡por el amor de Dios! Debería estar en política, o casarse con alguna
heredera, pero en cambio está ganando el salario de un asociado y codeándose
con la plebe. —Ella suspira—. Honestamente, no sé dónde me equivoqué.
Tengo que morderme la lengua para no recitar una lista.
—¿A las siete el domingo?
—Como siempre.
—De acuerdo, mamá. Estoy agotada, así que voy a colgar ahora. Te veré el
domingo.
—Con Eric—me recuerda con firmeza. Él es la única cosa en mi vida que
aprueba, incluso si él tiene que trabajar para ganarse la vida. No puedo culparla.
Comparado con la mayoría de mis ex, Eric es prácticamente un santo.
Nos despedimos y colgamos. Inmediatamente llaman a mi puerta.
Probablemente sea otro abogado que vende suscripciones a revistas. ¡Maldita sea
esa puerta de seguridad rota!
—¿Quién es?—grito sin moverme del sofá.
—¡Soy yo, nena!—viene la respuesta ahogada—. ¡Sorpresa!
Eric. No me sorprende. Le gusta presentarse sin previo aviso. A veces me
pregunto si está tratando de atraparme con otro tipo. Eso nunca sucedería porque
no soy ese tipo de chica, pero su tendencia a pasar sin llamar es un poco irritante.
Me froto las sienes, respiro profundamente y me levanto del sofá.
Cuando abro la puerta, inmediatamente me envuelve un entusiasta abrazo de
oso. El beso que me da Eric es húmedo y un poco descuidado. Todavía lleva su
uniforme de policía. Huele a cerveza.
—Hola. ¿Acabas de salir del trabajo?
Él asiente, sonriendo. Todavía no me he quitado los tacones, así que lo miro
ligeramente hacia abajo. Esto me deprime más allá de lo razonable. Debe ser el
dolor de cabeza.
—Pensé que podríamos cenar juntos. ¿Estás preparada?
Me alegro momentáneamente con la idea de que me inviten a cenar fuera,
pero Eric disipa esa idea diciendo:
—He estado soñando con tu lasaña todo el día.
Me da otro beso descuidado y pasa a mi lado hacia el apartamento, sin notar
que he cerrado los ojos y estoy contando hasta diez.
Esto es algo que mi madre hizo bien. Ella nunca cocinaba, ni limpiaba, por lo
que nadie lo esperaba de ella. Y si alguna vez se le metía un pelo en el culo y
cocinaba algo para nosotros, incluso algo tan simple como una tostada, toda la
familia actuaba como si fuera un milagro navideño.
Puede que sea una snob consentida, pero no es tonta. Si no mal acostumbras
a las otras personas, nunca te darán por sentado.
Cierro la puerta y me uno a Eric en la cocina, donde está rebuscando en mi
nevera. Sale con una cerveza, la destapa, traga la botella y se quita los zapatos,
todo sin cerrar la puerta del frigorífico.
—¿Cómo estuvo tu día, bebé?
Suspiro.
—Largo.
No pide detalles.
—El mío también. Estoy exhausto. Y hambriento—añade con énfasis,
cerrando finalmente la puerta. Desabrochándose el cinturón de herramientas
negro alrededor de su cintura, deposita su arma, bastón, radio y todos los otros
accesorios en la encimera de mi cocina. Hace un lío de aspecto extrañamente
siniestro. Deja su sombrero y su placa junto al desorden, se quita la camisa azul
marino de manga corta y los pantalones reglamentarios, los arroja a la pila y se
vuelve hacia mí, vestido solo con un par de calcetines negros, su camiseta,
calzoncillos blancos, y una gran sonrisa.
Abre las piernas, apoya las manos en las caderas y declara:
—¡Oficial Eric Cox presentándose al servicio, señora! ¿Cuál es la lección de
hoy para este novato?
Reprimo otro suspiro.
Érase una vez, el talento de Eric para besar era tan malo como las bromas
pesadas de mi abuelo Walt. Me sorprendió cuando empezamos a salir, porque es
un tipo muy guapo con mucha confianza en sí mismo y, supuse, mucha
experiencia con las mujeres. Aparentemente, esa experiencia no incluyó
aprender a controlar una lengua violentamente entusiasta mientras te besa. Juro
que el hombre metía la lengua tanto en mi garganta que podría saborear mis
pulmones. Cuando me quejé del problema con Kat, ella sugirió que tomara el
asunto en mis manos y le mostrara lo que me gustaba.
Así que inventé un juego llamado “Al novato se le enseñan como son las
cosas”. Lejos de sentirse insultado, Eric tomó nuestro pequeño juego como un
pato en el agua.
Y ahora tengo un monstruo en mis manos.
Cruzo los brazos sobre mi pecho con calma y me apoyo en la nevera.
—Bueno, oficial Cox, la lección de hoy es muy importante. Se llama 'Cómo
pedir comida para llevar cuando su novia ha trabajado doce horas y tiene una
migraña que podría obligarla a reorganizar ciertas partes de su cara con los
puños.
Se ríe a carcajadas. Cree que estoy bromeando.
—¡Cariño, eres tan linda cuando intentas actuar como Grace! ¡Me encanta!
¡Haz más!
Grace es mi otra mejor amiga. Es una consejera matrimonial y familiar, muy
lista, mayor que yo y que Kat por cinco años, y una auténtica ruda. Si Eric fuera
su novio y hubiera exigido lasaña casera dentro de los primeros cinco segundos
de entrar por la puerta al final del día, le faltarían algunas partes importantes del
cuerpo en este momento.
—Seguro. Nuestra segunda lección de hoy será, “Cómo sobrevivir a una
paliza con una espátula con su dignidad intacta”. —Sin apartar la mirada de su
rostro sonriente, saco una espátula de madera del frasco en la encimera junto a la
estufa. Lo golpeo contra mi muslo—. Y nuestra última lección se llama
simplemente “Prestar atención a las señales de advertencia de un brote psicótico
en una mujer cansada e irritada”.
Le sonrío dulcemente, golpeando mi pierna con la espátula. Su sonrisa se
desvanece.
—Oh. Ups. Lo siento, nena.
Puede que sea un poco inconsciente, pero le daré puntos por la disculpa, la
que sé que es auténtica.
Rindiéndome, arrojo la espátula a la encimera. Le doy un abrazo.
—No es tu culpa. Acabo de tener un día terrible y me duele la cabeza.
Lamento haberte gritado.
Él me devuelve el abrazo, riendo.
—Ni siquiera levantaste la voz, tonta. Y lo dije en serio cuando dije que eras
linda. Si eres tú la que está gritando, lo aceptaré en cualquier momento. Mi
última novia solía romper cosas cuando estaba enojada. Era italiana—agrega,
como si su nacionalidad explicara su deseo de destruir cosas.
Descanso mi cabeza en su hombro, lo que me da tensión en el cuello. Sin sus
zapatos de trabajo, ha perdido dos centímetros más.
—¿Te importa si pedimos una pizza esta noche? Realmente no tengo ganas
de cocinar.
Su voz refleja preocupación.
—Seguro. ¿Por qué no vas a tomar algo de Advil y te pones ropa más
cómoda? Me ocuparé de eso. Y después de la cena te daré un masaje. ¿Qué tal
eso?
Gimo con anticipación.
—Suena asombroso. Gracias.
Él acaricia mi cuello. Su voz cae.
—Después de tu masaje, obtendrás algo que te relajará aún más.
Sé que está tratando de ser sexy, pero la imagen extraña e indeseada de él
deslizando flunitrazepam en mi bebida me hace preguntarme qué me pasa. Eric
nunca haría algo así. Nunca tendría que hacerlo; a pesar de lo que pueda pensar
AJ Edwards, tengo un apetito saludable por el sexo, muchas gracias.
AJ ¿Por qué me mira así? ¿Por qué me trata como si fuera una leprosa?
¿Qué es esa cicatriz sobre su ceja? Y esos tatuajes en su cuello y el dorso de sus
dedos, ¿de qué se tratan? ¿Tiene más tatuajes? ¿Dónde?
¿Por qué estoy pensando en AJ cuando mi novio me besa el cuello?
Me aparto de Eric tan abruptamente que me mira con extrañeza.
—¿Estás bien? —Me toca la mejilla—. Tu cara está toda roja.
Puedo sentir que tiene razón. Mis mejillas están de repente tan calientes que
arden.
—Solo necesito esos Advil, eso es todo. Y algo de comida.
—No digas más. Estoy en ello. —Se vuelve hacia el cajón donde guardo los
menús de comida para llevar y los revisa. Me doy la vuelta y me dirijo al
dormitorio.
—¿Lenzini?—grita desde la cocina. Me quito la camisa y la tiro a la cama.
—Suena bien—le grito. Me quito el resto de la ropa de trabajo, me pongo
unos pantalones negros de yoga y una sudadera, y saco el Advil del botiquín del
baño. Me trago dos cápsulas de gel con un sorbo de agua del fregadero y veo mi
cara en el espejo.
Me veo como el infierno.
Mi maquillaje desapareció hace horas. Mi tez está manchada y hay manchas
negras debajo de mis ojos donde el rímel se ha corrido de mis pestañas. Mi
cabello parece como si una familia de roedores hubiera construido un nido en él.
Mis ojos están rojos y vidriosos, y hay una mirada en ellos que rara vez veo:
Furia.
La ira me hace hervir la sangre, me tiemblan las manos y el corazón me
palpita como si hubiera subido un tramo de escaleras a toda velocidad. Conozco
la causa de esta rabia y estoy decepcionada de mí misma por permitirle, una vez
más, meterse debajo de mi piel.
En el poco tiempo que lo conozco, AJ Edwards ha logrado hacerme perder la
calma más de lo que he perdido la calma a lo largo de toda mi vida. Soy
conocida por mi temperamento tranquilo, por ser capaz de llevarme bien con la
mayoría de las personas, por mis modales y formas femeninas. Ni siquiera
maldigo.
Bueno, casi nunca; he llamado a AJ por algunos insultos selectos.
Es en parte la forma en que me criaron, pero también es mi naturaleza. Soy
una persona feliz por naturaleza. Soy fácil de tratar. Fui elegida como la más
popular en mi último año de secundaria, ¡por el amor de Dios! ¡Soy simpática!
¡Soy agradable!
Eres una chica rica frígida y engreída que no reconocería a una polla si la
golpeara en la cara.
Tengo que estar de pie frente al espejo y respirar profundamente durante
varios minutos antes de finalmente comenzar a calmarme. Una vez que lo hago,
me doy cuenta de que la furia no es lo peor de lo que estoy sintiendo.
El dolor es lo peor. Por razones desconocidas, AJ odia mis tripas y eso me
duele más de lo que me gustaría admitir.
Me miro al espejo por última vez y niego con la cabeza.
—Haz de tripas corazón, Chloe—le digo a mi reflejo—. No tienes que
agradarle a todo el mundo. Déjalo estar.
No es la primera vez que me propongo dejar atrás el misterio de por qué este
extraño parece desear mi muerte. Incluso si supiera la razón, sé que no podría
hacerle cambiar de opinión. No es el tipo de hombre que escucha lo que no
quiere escuchar.
Cuando finalmente salgo del dormitorio, encuentro a Eric tirado en el sofá de
la sala de estar con la televisión sintonizada en un partido de fútbol. Su teléfono
está agarrado con una mano y el mando a distancia con la otra.
Está roncando suavemente, profundamente dormido.
No lo despierto. Para cuando llega la pizza, los ronquidos de Eric han
alcanzado niveles de motosierra. Lo cubro con una manta, le pago al repartidor,
me siento sola en la mesa de la cocina y como una rebanada de pizza tibia,
quitando el pepperoni, porque Eric se olvidó de nuevo de que no como carne,
todo el tiempo tratando de no volverme loca por la vocecita dentro de mi cabeza
que susurra una cosa una y otra vez.
AJ.
AJ.
AJ.
Dejo el pedazo de pizza a medio comer en la mesa, apago todas las luces y
me voy a la cama, donde me quedo mirando al techo en la oscuridad.
Debería pensar en el futuro, en la increíble oportunidad que me han dado Kat
y Nico; cómo las flores de su boda serán admiradas, cómo mi vida cambiará para
mejor en todas las formas que he soñado; o incluso sobre por qué Eric olía a
cerveza cuando llegó, cuando dijo que acababa de salir del trabajo.
Pero no pienso en nada de eso. Pienso en los fríos ojos ámbar, el cabello
dorado desordenado y una mirada que me atraviesa, hasta que finalmente,
afortunadamente, el sueño se apodera de mí y me desmayo.
Incluso en mis sueños, no puedo escapar de él.
Capítulo 3
Es domingo por la tarde a las cuatro en punto. Estoy hablando por teléfono
con un cliente, tomando un pedido para un arreglo floral para un funeral, cuando
me agarran por detrás y me empujan contra un pecho sólido.
—Hola, hermosa—ronronea una educada voz en mi oído—. ¿Vienes aquí a
menudo?
Me doy la vuelta. Cuando veo quién es, grito de alegría.
—¡Jamie! ¡Estás aquí! —Lanzo los brazos alrededor de los hombros de mi
hermano.
Se ríe, apretándome.
—Estoy aquí, bichito. Tu existencia monótona e incolora comenzará a ser
extremadamente fabulosa ahora mismo. —Me da otro apretón para enfatizar sus
palabras y se aparta para examinarme con los brazos extendidos. Se vuelve
instantáneamente serio—. Querido Dios. Estás incluso más guapa que la última
vez que te vi. ¿Estás enamorada?
Una de las muchas razones por las que adoro a mi hermano mayor, hace
cumplidos como si no fuera una gran cosa.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Acabas de llegar? ¡Pensé que te veríamos más
tarde en casa de mamá para cenar!
Me guiña un ojo. Veo exactamente por qué cada hombre gay en un radio de
ochenta kilómetros acaba de lograr una erección, incluso si no sabe por qué. Mi
hermano es hermoso, si lo digo yo mismo. Lleva un traje gris paloma, sin
corbata y una camisa de vestir blanca abierta en el cuello. Su cabello oscuro es
perfecto, al igual que sus dientes, su piel y todos los accesorios, hasta el pañuelo
de bolsillo de seda que asoma de su chaqueta. Es alto y delgado como un
modelo, y también tiene los pómulos de uno, pero sin la timidez. Está
completamente a gusto en su piel, a pesar de haber crecido con padres que se
niegan a reconocer que es gay.
Todavía no los he perdonado por eso. Milagrosamente, a James no le molesta
ni un poco. Acepta las deficiencias de las personas sin juzgarlas, incluso cuando
esas personas lo juzgan con saña.
Me sonríe cálidamente, sus ojos color avellana se arrugan en los rabillos.
—Tenía que ver cómo le iba a la infame “boutique personalizada”. No podía
perder la oportunidad de restregar tu éxito en la cara de Mami Querida, ¿verdad?
Pongo los ojos en blanco.
—Como si a Mami Querida le importara.
Frunce los labios y se encoge de hombros.
—Mmm. Puede que a ella le importe. Si alguna vez aterriza en la portada de
Vanity Fair. Hasta entonces, si no puede presumir de eso ante su entorno social,
simplemente no vale la pena el esfuerzo. No te lo tomes como algo personal, no
puede evitarlo. Su madre es de la aristocracia británica. Si eso no te arruina, no
sé qué lo haría.
Compartimos sonrisas irónicas, entonces un pequeño graznido metálico me
distrae. Me doy cuenta de que todavía tengo a mi cliente en la línea. Mantengo
un dedo en el aire para avisarle a Jamie y me llevo el teléfono a la oreja.
—¡Señor Thornton! Lo siento mucho, discúlpeme. —Continúo con la orden
mientras observo con el rabillo del ojo mientras James comienza a husmear
cortésmente en mi negocio.
Camina con indiferencia alrededor del mostrador, levanta un bloc de notas
aquí, abre una carpeta de archivo allí, evaluando rápida y eficientemente todo lo
que está a la vista. Lo veo catalogar mentalmente toda la operación de un
vistazo, asintiendo con satisfacción de vez en cuando. Frunce el ceño
brevemente ante el estado de confusión alrededor de la caja registradora, donde
el hijo pequeño de mi último cliente manipuló un expositor de tarjetas. Jamie
endereza rápida y silenciosamente la pantalla, dejándola con mejor aspecto que
antes.
Siempre ha sido así. Inquisitivo. Preciso. Infundiendo elegancia
discretamente en todo lo que toca. No puedo creer que algún afortunado aún no
le haya puesto un anillo en el dedo.
Justo cuando termino la llamada con el señor Thornton, Jamie se queda
quieto. Sus labios se abren. Sus ojos se ensanchan. Mira fascinado algo detrás de
mí, como si un unicornio acabara de entrar en la habitación.
Miro en la dirección en la que está mirando, esperando ver algún modelo de
ropa interior joven y sexy o algo por el estilo. Oh, qué equivocada estoy.
AJ Edwards se para frente a mi mostrador, tan amplio e imponente como
Thor. Hoy lleva vaqueros descoloridos metidos en botas de combate sin
cordones, una chaqueta bomber de cuero marrón maltratada y un par de gafas de
aviador que oscurecen sus ojos. Su largo cabello está atado en un nudo
descuidado en la nuca. Está sin afeitar, como de costumbre. Le da a mi hermano
un gesto amistoso con la barbilla en reconocimiento.
—Hola.
Jamie hace un sonido débil, no exactamente un hola. Puedo decir que quiere
abanicarse.
AJ vuelve su atención hacia mí. No puedo ver sus ojos a causa de las gafas,
pero imagino que siento su intensidad traspasándolas.
—Necesito hacer un pedido—dice con un poco menos de acidez de la que
normalmente me habla..
Mi sistema nervioso central decide que es un circo. Los acróbatas se
catapultan a través de mis intestinos. Payasos con saltadores rebotan en mi
cerebro. Un chimpancé hace girar una batuta y monta un monociclo de un lado a
otro dentro de mi corazón, y un hombre forzudo aprieta un par de bíceps
abultados alrededor de mi garganta, exprimiendo todo mi aire. Estoy paralizada
por el clamor de la actividad y miro estúpidamente a AJ como si acabara de
llegar del espacio exterior.
Se quita las gafas de sol. Me mira fijamente. No sonríe.
Jamie me empuja con el codo y salgo de mi estupor.
—Puedes ordenar en línea—le espeto, sin una pizca de calidez. Jamie me
lanza una mirada de sorpresa. Nunca estoy tan malhumorada con las personas,
pero él no conoce la historia entre el oso grizzly que está al otro lado de mi
mostrador y yo.
—No tengo una computadora—dice AJ.
Lo asimilo, preguntándome si no sabe cómo usar una, o si solo es una de esas
personas antisociales que odian la tecnología. Me decido por lo último.
—También puedes llamar para hacer un pedido. No tenías que entrar.
—No tengo teléfono.
Me lleva más tiempo procesar eso.
—¿Qué tipo de persona no tiene una computadora o un teléfono?
AJ se humedece los labios. Pasa una mano por su rebelde cabello. A mi lado,
Jamie observa con descarada fascinación. Aunque odio admitirlo, no puedo decir
que lo culpo. Los simples gestos de alguna manera se ven increíblemente
eróticos.
—¿Me vas a ayudar con las flores o no? —La voz de AJ es ronca ahora. Su
nueva y extraña paciencia conmigo ya se ha agotado.
Mis oídos arden de ira. Mi voz, aunque tranquila, destila desprecio.
—Hay muchas otras floristerías en esta ciudad con propietarios a los que no
desprecias. ¿Por qué no pruebas en una de ellas?
Eso trae un atisbo de sonrisa a su boca, que rápidamente se desvanece, como
si sus labios no estuvieran acostumbrados a curvarse en ninguna dirección que
no fuera hacia abajo.
—Nico dijo que tu tienda es la mejor. Necesito lo mejor. —Se encoge de
hombros, la imagen de la indiferencia—. Puedo aguantar algunas molestias para
conseguirlo.
Se me salen los ojos de las órbitas. ¿Molestias? ¿Soy una molestia? Qué cara
tiene…
—¡Por supuesto que podemos ayudarle! Permítame obtener un formulario de
pedido, señor, y me encargaré de todo.
Mi diseñadora principal, Trina, se acerca sigilosamente a mi lado, dominando
la discusión que puede ver que acaba de descarrilarse. Me di cuenta de que
estaba mirando el ir y venir desde su posición a mi derecha, donde ha estado
arreglando ramos de rosas, pero ahora ha decidido que no se puede confiar en mí
para tratar con AJ por más tiempo. Ha tomado el asunto de mis manos antes de
que pierda los estribos por completo.
Si tuviera que adivinar cómo supo que estaba a punto de perder el control,
diría que mi cara roja, la espalda rígida y los puños cerrados son indicadores
bastante sólidos.
Me doy la vuelta y me alejo del mostrador. Me destierro a la habitación
trasera, que está convenientemente fuera de la vista de AJ y sus ojos burlones.
Jamie está pisándome los talones.
—No puedo decidir qué es más interesante—dice arrastrando las palabras,
sentándose frente a mí en la mesa redonda donde suelo comer mi almuerzo. Se
inclina hacia atrás y cruza las piernas—. Big Daddy con el moño de hombre más
sexy desde Jared Leto, o tu reacción hacia él. ¿De qué se trata todo esto, bichito?
—No tienes idea de lo idiota que es ese tipo. —Intento mantener la voz baja
para que no llegue al frente de la tienda—. Siempre me trata como si fuera un
pedazo de basura pegada a la suela del zapato. —Hago un sonido de frustración
—. ¡No puedo soportarlo!
Jamie me mira atentamente durante lo que parece mucho tiempo.
—Mmm.
—En serio, esto es lo más agradable que ha sido conmigo. Fue casi
civilizado. Me lo encontré como media docena de veces antes, y me odió a
primera vista. Una vez me ladró por ser una invitada en la casa de otra persona,
¡como si hubiera hecho algo malo al ser invitada! Y ni siquiera te diré por los
nombres que me ha llamado.
Al instante, Jamie está en modo protector de hermano mayor. Se endereza y
su rostro normalmente sonriente se oscurece.
—¿Te ha insultado?
—¡Sí!
La expresión de Jamie da un poco de miedo. Puede que no sea el tipo más
fornido de los alrededores, pero es alto y no le teme a nada.
—¿Cómo qué?
—Me llama Princesa. Y no de una manera agradable. ¡Es como si me
estuviera llamando snob!
Él espera por más. No creo que lo haya impresionado hasta ahora.
—¡Y dijo que yo era una chica rica frígida y engreída!
Una vez más, espera en silencio a que le dé más ejemplos.
—¡Que usa bragas de abuela!
Sus labios se contraen. ¿Está tratando de no sonreír? Empiezo a sentirme
desesperada.
—¡Que no reconocería una polla si la golpeara en la cara!
Lamentablemente, grito esta última frase. Hay un silencio repentino desde el
frente, donde Trina ha estado tomando la orden de AJ. Apoyo los codos sobre la
mesa y dejo caer la cara entre las manos.
—Puedo ver por qué estás tan molesta—dice Jamie—. Eso es terrible.
—Cállate.
—Quiero decir, una princesa que no reconoce una polla si la golpeara en la
cara, bueno… eso es trágico. ¿Qué pensaría ella que es, qué crees? ¿Una
salchicha voladora fortuita?
Levanto la cabeza y lo miro. Él se disuelve en carcajadas.
Cuando se calma, se inclina y me despeina el cabello como si tuviera doce
años.
—Bichito, no puedes tomarte todo tan personalmente. Es un baterista. Son
iniciadores del fuego. Les gusta golpear fuerte.
—¿Sabes quién es?
Jamie asiente, sonriendo.
—He salido con muchos músicos. Y los bateristas son siempre los más
problemáticos. Ese en particular.
De repente, soy toda oídos.
—¿Qué quieres decir?
Levanta un hombro.
—Salí con un baterista por un tiempo que estaba en Juilliard. Tenía un talento
increíble, pero su ídolo era tu amigo de allí. —Inclina la cabeza, señalando hacia
AJ—. Pensó que el hombre podía caminar sobre el agua. Tenía pósteres de él por
toda su habitación.
—¿Qué edad tenía ese tipo? ¿Diecisiete?
Jamie suspira de manera alarmante.
—Ojalá.
Le hago una mueca.
—Guácala.
—En cualquier caso, Big Daddy aparentemente tiene una rara condición
neurológica llamada sinestesia que le permite ver las notas musicales y ciertos
otros sonidos como colores. No… cromestesia, lo que sea. Probablemente eso lo
vuelva un poco loco.
Cuando lo miro sin comprender, Jamie me da más explicaciones.
—Así que no solo puede memorizar una canción de una pasada porque usa
más de un sentido para experimentar la música, también tiene un tono perfecto.
Hago un sonido que indica que no lo entiendo.
—Bien, imagina un espectáculo de fuegos artificiales. Tienes amarillos,
verdes, blancos, rojos, azules, todos los colores del arco iris estallando en el aire
sobre tu cabeza.
Asiento, hasta ahora siguiéndolo.
—Así es para las personas con este tipo particular de sinestesia. Cada
canción que escuchan es una sinfonía de colores tridimensionales que pueden
ver, no solo notas musicales que escuchan. Ven la canción. Cuelga en el aire a su
alrededor, como un arco iris viviente.
Aturdida, me dejo caer en mi silla. Trato de imaginarlo y fallo. ¿Cómo debe
ser eso, vivir con un caleidoscopio de color a tu alrededor, revoloteando como
mariposas en el aire?
Me asalta un pensamiento terrible: ¿AJ me odia por la forma en que sueno?
¿Ve el color de mi voz como amarillo vómito pútrido?
Jamie ladea la cabeza.
—¿Qué?
—¿Mi voz es fea?—susurro con horror.
Como me conoce tan bien, comprende lo que quiero decir sin más
explicaciones. Él pone los ojos en blanco.
—No, bichito, tu voz no es fea.
Sin estar convencida, me tapo la boca con las manos. De repente tiene mucho
sentido. La forma en que AJ se burla de mí. La forma en que parece encogerse
en mi presencia. Su inexplicable aversión.
Lo estoy matando con mi espantosa voz. Cuando hablo, ve diarrea volando
por el aire.
—Oh, por el amor de Dios, Chloe, deja de ser tan dramática. —Jamie se
pone de pie y me ayuda a ponerme de pie—. Honestamente, si entendieras a los
hombres, tu vida se volvería mucho más fácil.
Estoy ofendida.
—¡Entiendo a los hombres!
Sus cejas levantadas refutan mi declaración.
—¿Y qué se supone que significa eso, de todos modos? ¿Cómo se aplica al
Príncipe Azul allá afuera?
La mirada que me lanza mi hermano es casi tan penetrante como la de AJ.
—¿Llamas al hombre que dices que no puedes soportar Príncipe Azul?
Produzco un suspiro extravagante.
—Estoy siendo sarcástica, obviamente.
—Obviamente. Exactamente de la misma manera que él te llama princesa.
Lo que te irrita mucho.
Su lógica también es irritante.
—¡No es lo mismo! ¡Y él lo inició!
La expresión de Jamie se vuelve severa.
—Voy a fingir que no dijiste eso, porque eres mejor que eso, Chloe Anne. Y
eres demasiado mayor para tener rabietas. Si no te agrada él, o cualquier otra
persona, solo sé cortés y sigue adelante con tu vida. Muestra algo de clase.
Inmediatamente, me avergüenzo de mí misma. Si fuera mi madre la que me
diera este sermón, podría ignorarla sin ningún problema. Viniendo de Jamie, me
hace sentir como de medio metro de altura.
—Está bien, vamos—dice Jamie, dándome un abrazo. Me suelta y me pasa
una mano por el pelo—. Salgamos y demostrémosle a Big Daddy que tienes
modales, ¿de acuerdo?
Hago una mueca.
—¿Podrías dejar de llamarlo así? Es tan…
—¿Caliente? ¿Como él? —Jamie sonríe.
—Extraño.
Mueve las cejas de manera sugerente.
—¿Sexy? ¿Como él?
—Uf.
—Deliciosamente sucio, ¿Como él?
—¡Suficiente!—grito tapándome los oídos—. ¡No quiero escuchar lo sexy
que crees que es él!
Me lleva hacia la puerta con un brazo alrededor de mis hombros.
—¿Eso significa que no vamos a hablar sobre el tamaño de sus botas?
Porque, honestamente, bichito, he visto elefantes con patas más pequeñas. ¿Te
imaginas lo que está cargando…?
—James Augustus Carmichael, te mataré donde estás si dices una palabra
más.
Su sonrisa de respuesta es una cómplice.
—Por favor. No es que no hayas pensado exactamente lo mismo.
Me hace salir por la puerta hacia la sala principal, y me alivia no tener que
mentir para negarlo.
Capítulo 4
Cuando llego a la caja registradora, Trina acaba de terminar con AJ. Ella
cuenta su cambio y le entrega un recibo.
Él paga en efectivo, observo, preguntándome si tiene el mismo sesgo contra
las tarjetas de crédito que contra los teléfonos y las computadoras.
—Probablemente se tarden cuatro o cinco días antes de que las entreguen.
Los pedidos internacionales tardan un poco más—dice Trina.
AJ asiente.
—No es un problema. Estaba esperando eso. Siempre y cuando estén allí
para el veinticinco. —Me ve saliendo por la parte de atrás con Jamie. Su rostro
no delata nada, pero imagino que está conteniendo la respiración.
Por primera vez desde que lo conocí, siento lástima por este hombre hostil y
exasperante. Me mira en un tenso silencio, esperando a que el monstruo de
Quasimodo y Frankenstein salga de mi boca y le arroje heces.
Estoy tan deprimida por este pensamiento que quiero darme la vuelta y
esconderme en la parte de atrás de nuevo.
—¡Todo listo! ¡Gracias por su orden!—chirría Trina alegremente,
despidiendo a AJ.
Él no se mueve. Su mirada sobre mí es tan ardiente que siento que podría
quemarme. Me sorprende con lo siguiente que sale de su boca.
—¿Podemos hablar? —Señala con la cabeza hacia un lado de la tienda sin
clientes dando vueltas.
Me congelo.
Jamie se inclina para besar mi mejilla.
—Nos vemos a las siete, bichito. —Más suave y solo para mí, agrega—.
Quiero cada detalle. —Se endereza, asiente con la cabeza a Trina, le sonríe a AJ,
quien le devuelve un gesto amistoso de la barbilla y se aleja, dejándome varada
con el corazón latiendo acelerado y un par de manos húmedas y temblorosas.
¿Qué demonios podría tener que decirme? ¿Cómo voy a responder sin
hablar y darle ganas de vomitar en mis zapatos?
AJ se da la vuelta y se aleja. Ahora tengo que decidir si seguirlo o retirarme
como una cobarde a la trastienda. Tomo una respiración reconfortante, me doy
una rápida charla de ánimo y lo sigo. Mi pulso late en mis sienes con un sonido
como el de las olas rompiendo.
Nos detenemos junto a la nevera portátil, donde me gruñó como un animal la
primera vez que nos conocimos. Ahora que entiendo la razón, estoy mortificada.
Mi cara se pone roja.
Nos quedamos en silencio hasta que me siento tan incómoda que
prácticamente vibro de miseria. Mientras AJ me estudia como si fuera un insecto
bajo un microscopio, miro con tristeza un ramo de rosas blancas y rosas que hice
esta mañana.
—Le dijiste a Nico y a Kat que acordamos una tregua. ¿Por qué?—dice
finalmente.
Su tono no es hostil ni acusador, solo inquisitivo. Me toma por sorpresa. Lo
miro parpadeando, no acostumbrada a escuchar nada más que desprecio.
—Yo… Oh… —¿Está haciendo una mueca? ¿Mi voz lo está enfermando?
Bajo mi voz a un susurro y me miro los pies—. Para que no se preocupen.
Espera más, así que estoy obligada a proporcionárselo.
—Te lo dije. Tienen muchas otras cosas de las que preocuparse. Lo último
que necesitan es jugar como árbitros para nosotros.
Él analiza eso por un momento, mientras sigo mirándome los pies como si el
significado de la vida se pudiera encontrar en mis Prada.
—Bien. Dijiste que yo estaba siendo egoísta—me dice.
Murmuro algo ininteligible. Lo siguiente que sé es que una mano grande me
está levantando la barbilla para que ya no pueda mirar al suelo. Olvidé cómo
respirar.
—¿Por qué estás murmurando?—exige él.
No quita la mano de debajo de mi barbilla. El calor de mis mejillas se
extiende a mis oídos y baja por mi cuello. Trago, desesperada por huir, y cierro
los ojos.
—Oye, Ricitos de Oro. ¿Sigues conmigo?
Humillada, abro los ojos y lo miro.
—No tienes que ser amable conmigo. Lo entiendo. Sé por qué no te agrado.
Su reacción es tan extraña. Sus ojos se abren de par en par, sus fosas nasales
se dilatan y sus labios se entreabren, exactamente como si lo hubiera
sorprendido. Y ahora me siento aún más miserable, sabiendo que acerté.
Con toda la dignidad que puedo reunir, aparto la barbilla de su mano y me
tapo la boca.
—Solo… prometo que no volveré a hablar contigo. No quiero empeorarlo.
Es realmente vergonzoso, pero lo siento. No puedo evitarlo.
Mientras miro, su expresión cambia de sorpresa a confusión.
—¿No puedes evitar qué?
Quiero gemir. ¿Está disfrutando torturándome? Esto es espantoso.
—Sé de tu… —Hago un inútil gesto con la mano—. Cosa.
Con esa única palabra, una pared de hielo se derrumba entre nosotros. Se
inclina más hacia mí, grande, masculino y amenazante.
—¿Y qué maldita cosa sería esa?—gruñe.
Quizás debería tener miedo. O tal vez debería sentirme insultada. Lo que
realmente siento es una ira ardiente mezclada con un dulce alivio, porque ahora
podemos volver a odiarnos y no tengo que estar tan confundida.
Me levanto en toda mi estatura, lo miro a los ojos y digo:
—Tu cosa de oír el color. Sé al respecto. ¡Y espero que cada palabra que
estoy diciendo en este momento te dé ganas de vomitar tu desayuno,
malhumorado, arrogante, matón antisocial!
El silencio se traga la tienda. Incluso el ruido del compresor de la nevera
parece encogerse a raíz de mi arrebato. Miro a AJ, respirando con dificultad,
tratando de apuñalarlo con los ojos.
La comprensión amanece en su rostro. Curiosamente, esto hace que su
hostilidad mordaz desaparezca en un puf, como si nunca hubiese estado allí en
primer lugar.
—Crees que mi cromestesia es la razón por la que no me gustas.
Es una declaración, no una pregunta. El humor lo subraya. Mi ira flaquea,
después se apaga y me deja sintiéndome aún más miserable que antes.
Claramente, estaba equivocada acerca de que mi voz era la fuente de su
disgusto. Me parece casi ingenuo ahora, esperar una explicación tan simple e
inocente.
Pero no. El odio de AJ hacia mí es mucho más personal que el mero sonido
de mi voz. Regresé al punto de partida.
Y ahora está sonriendo. Sonriendo.
—Eres un verdadero trabajo, ¿no es así, princesa?
Me niego a responderle. No le daré la satisfacción. No puedo dejar que me
provoque. Como dijo Jamie, tengo que mostrar algo de clase y dejarlo pasar.
Desafortunadamente, parece que no puedo hacer que mis pies estén de acuerdo
con la orden de mi cerebro de darme la vuelta y alejarme. Nos miramos en
silencio.
Se acerca a mí, su mirada nunca deja la mía. Su voz cae tan baja que es casi
íntima.
—¿Quieres saber lo que veo cuando abres la boca?
Él huele a algo que me gustaría comer. Algo tibio y azucarado, como una
galleta recién horneada. Se me hace la boca agua, pero estoy demasiado aturdida
por lo que está sucediendo como para examinar mi reacción física hacia él. Los
latidos de mi corazón se disparan.
Se inclina más cerca. Él inhala, como si me estuviera oliendo a mí también.
Pone sus labios junto a mi oreja, tan cerca que siento su cálido aliento deslizarse
por mi cuello. Me hace temblar.
—Pregúntame qué veo, Chloe.
Es la primera vez que pronuncia mi nombre. La electricidad corre a través de
mi cuerpo, prendiendo fuego a cada nervio. Mis pezones se endurecen. Me falla
la respiración. Incluso si quisiera, no puedo hablar.
Lentamente gira su rostro, rozando con la punta de su nariz la piel de mi
mandíbula. Cuando estamos cara a cara y nariz con nariz, susurra:
—Pregúntame.
La tienda desaparece. Estamos suspendidos en el espacio, solos en un
interminable mar negro. Todo lo que veo son sus ojos, dorados, hermosos e
inquietantes.
—¿Q-qué ves?
Casi en silencio, sin apenas respirar, AJ murmura:
—Fantasmas.
Todos los pequeños pelos de mi nuca se erizan. Se me pone la piel de gallina
en los brazos.
Y lo hago.
Me despierto sobresaltada por el sonido de un camión de basura que avanza
pesadamente por el callejón fuera de una ventana cercana. Me enderezo. Mi
corazón martillea. Confundida, miro salvajemente alrededor de la habitación en
penumbra por unos momentos antes de darme cuenta de que estoy en mi cama,
en casa.
Todavía estoy completamente vestida. Mi cabeza palpita. Mis ojos están
arenosos. Mi boca es un desierto.
Voy al baño, uso el inodoro y trago dos Advil con un poco de agua del grifo.
Por casualidad, mi mirada se posa en el reloj digital de la encimera. Sufro un
ataque al corazón cuando me doy cuenta de que se suponía que debía estar en el
mercado de flores del centro hace tres horas para recoger flores frescas. Es lunes,
el día más activo de la semana de Fleuret, cuando es necesario encargarse de la
mayoría de nuestras cuentas corporativas. Antes del almuerzo.
Hay dos docenas de dueños de negocios locales que van a estar furiosos
conmigo hoy.
Sin siquiera molestarme en cepillarme los dientes, peinarme o ponerme
presentable de otra manera, corro hacia el dormitorio y meto los pies en un par
de zapatillas de deporte, dejando los cordones desatados. Agarro una chaqueta
del armario y me la pongo mientras corro hacia la sala de estar, buscando
frenéticamente el bolso. Está en la mesa de café. Salgo volando por la puerta,
corro escaleras abajo, salgo del edificio y cruzo la acera. Caigo jadeando sobre
mi coche.
Son las 5:50 am. En diez minutos, el personal de mi tienda llegará y no habrá
flores frescas con las que trabajar.
Desesperada por encontrar una solución, comienzo una serie de cálculos
disparatados. Me tomará veinte minutos llegar al centro, al menos una o dos
horas para comprar las flores, si soy rápida, otros veinte para volver a Fleuret.
En el mejor de los casos, estoy viendo una hora de llegada de aproximadamente
las ocho en punto.
Justo cuando llega el conductor para comenzar a cargar la camioneta de
reparto con todos los arreglos que no se habrán hecho.
Golpeo el volante. Me hace sentir un poco mejor, pero no mejora la
situación. Saco el móvil del bolso, presiono Contactos y selecciono el nombre de
Trina. Necesito enviarle un mensaje de texto para hacerle saber que necesita
estar lista para comenzar a apagar incendios hoy.
Pero ya le envié un mensaje de texto a Trina, esta mañana a la una y media.
Está ahí en blanco y negro. Me quedo mirando el mensaje, aturdida.
¿Puedes ir al mercado esta mañana? Me siento enferma. Lo siento mucho.
Llegaré tan pronto como pueda.
No recuerdo haberlo enviado.
Me siento en mi coche, mirando el texto, hasta que un bocinazo me hace
mirar hacia arriba. Una mujer mayor en un Volvo estropeado me hace señas.
Quiere saber si me voy. Incluso a esta hora, los lugares de estacionamiento son
un bien escaso.
La saludo con la mano, enciendo el coche y me dirijo al trabajo.
Cuando llego, me alivia ver que Trina definitivamente recibió mi mensaje de
texto, porque la tienda está repleta de actividad.
—Buenos días, Carlos—le digo al joven latino que acondiciona las flores.
Hay un lío de hojas y tallos alrededor de sus pies del cortador de tallos. Está
empezando a barrer.
Él sonríe, asintiendo con la cabeza.
—Buenos días, señorita C.
Más adentro de la tienda, escondidas del piso de ventas principal detrás de
una pared, están las largas mesas de diseño de acero inoxidable, donde Trina y
Renee, mi diseñadora junior, están charlando mientras hacen los arreglos. Cubos
de plástico blanco con flores las rodean. Trina está trabajando en una pieza
moderna y extravagante para el consultorio de un cirujano plástico de Beverly
Hills; puedo decir de quién es porque gastan más, y está compuesta casi en su
totalidad de orquídeas phalaenopsis, una de las flores más caras disponibles.
Renee deja caer tríos de rosas blancas envueltas con alambre en pequeños
floreros azules para los escritorios de los abogados de un bufete de abogados.
Estoy impresionada; obviamente comenzaron temprano.
—¡Sois increíbles!
—¡Estás aquí! ¡Pensé que estabas enferma! ¿Cómo te sientes? —dice Trina.
—Estoy bien. Mejor ahora. Gracias por manejar el mercado, Trin, me
salvaste el culo.
Ella rechaza mi agradecimiento.
—No hay problema. Cuando recibí tu mensaje de texto, le envié un mensaje
a Renee para ver si podía venir un poco antes, ya que estaríamos con un hombre
menos. Aunque estoy feliz de que estés aquí. La señora Goldman dejó un
mensaje de que está almorzando en Spago y que necesita flores.
—¿Otro almuerzo en Spago? ¿La mujer no come en ningún otro lugar? ¿O
cocina?
—Aparentemente no. Quince invitados hoy. Necesita que se la entreguen a
las once.
—Por supuesto que sí. —Dejo mi bolso sobre el escritorio, me preparo un
café y me pongo a trabajar. Dos horas después, llega Jeff, nuestro conductor, y
comienza a cargar. Finalmente puedo tomarme un descanso.
He estado distraída toda la mañana. En un segundo plano de mi mente hierve
a fuego lento todo lo que pasó ayer. Mis padres, Eric, AJ.
Especialmente AJ.
Recuerdo salir del bar con él y ponerme en su móvil de la muerte. Recuerdo
partes del viaje a casa. También hay un recuerdo borroso y desigual de ser
cargada, aunque tiene la calidad de un sueño, así que no estoy segura de si es
real o no. Eso es todo.
Claramente no recuerdo haberle dado la dirección de mi casa.
Reviso el teléfono. Hay seis llamadas telefónicas perdidas, todas de Eric. No
ha dejado ningún mensaje de voz. Me duele el estómago cuando me doy cuenta
de que voy a tener que decirle que salí de un bar con un tipo que él nunca
conoció. Que luego me llevó a casa en su moto. Que puede o no haberme metido
en la cama.
Idi spat, laskovaya moya.
Fantasmales y confusas, las extrañas palabras aparecen en mi mente como un
cálido aliento soplado en un frío cristal. No sé lo que quieren decir, pero sí sé
que el tono en el que fueron dichas era todo menos enojado.
El tono era tierno. Casi… amoroso.
Estoy tentada a pensar que mi mente me está engañando. Pero hay algo… no
sé. Hay algo que me dice que no fue un sueño de borrachera. Algo me dice que
realmente escuché esas palabras, en esos dulces tonos.
Estoy mirando a lo lejos, perdida en mis pensamientos, cuando Trina viene
detrás de mí y casi me asusta.
—Me olvidé de decirte… cielos, te sobresalté un poco, ¿verdad?
—Lo siento. —Puse una mano sobre mi corazón atronando—. Solo estaba
perdida en mi mente. Me sorprendiste.
Ella me mira.
—¿Estás bien? Has estado distraída toda la mañana.
Carraspeo.
—Sólo… sí. Todavía no me siento al cien por cien. Tengo… er, la gripe que
está dando vueltas.
La gripe del vino, la llama Kat.
—¿Qué sucede?
Ella extiende un formulario de pedido.
—Esa orden que envió Big Daddy…
—Oh no, tú también no—la interrumpo, haciendo una mueca.
Ella sonríe. Detrás de sus gafas de moda, sus grandes ojos marrones brillan.
—Sí. Escuché a tu hermano llamarlo así y pensé que era totalmente
apropiado. Ese tipo es solo un gran oso abrazador de hombres. ¡Grrrr! —Ella
hace un gruñido de oso y saca el trasero como si estuviera esperando una
bofetada—. ¡Oye, Big Daddy Bear, Little Baby Bear ha sido maaaala! ¡Necesita
unos azotes!
—Por favor, nunca vuelvas a hacer eso, o te degradaré a fregadora de cubos.
Trina se endereza y se ríe.
—No te preocupes, no es a mí a quien quiere azotar de todos modos. —Ella
me da su gesto característico de ya sabes lo que estoy diciendo, cara de novia,
que es una combinación extraña de labios fruncidos, cejas subiendo y bajando,
asentir con la cabeza y agitar el cabello que siempre logra hacerla parecer como
si un vaso sanguíneo en su cerebro acabara de estallar.
Estoy demasiado ocupada rebobinando lo que dijo para apreciarlo por
completo.
—¿Qué? ¿Quién? ¿Yo?
Trina pone los ojos en blanco y suspira.
—¿Asististe o no a la escuela primaria?
De hecho asistí a la escuela primaria. Era una escuela privada por la que mis
padres pagaban treinta mil dólares al año de matrícula, para que pudiera pintar
con los dedos y tocar la batería y aprender música, teatro, dramaturgia, atletismo
y conciencia ambiental, todo lo cual estimula los sentidos y permite diferentes
formas de aprendizaje. Trina fue a la escuela pública en Venice, donde estaba en
una pandilla de chicas.
—Sí—respondo simplemente.
—Ok. Entonces, ¿recuerdas a ese niño imbécil que se metía contigo, te tiraba
de la cola de caballo en clase y trataba de hacerte tropezar cuando pasabas junto
a él en el recreo?
Arrugo la frente.
—¿Cómo supiste acerca de Mikey Dolan?
—¡Porque todas las chicas tienen un Mikey Dolan, tonta!
Miro a Trina.
—¿Fumaste antes de ir a trabajar? Porque suenas un poco drogada
—Uff. No importa. —Ella extiende el formulario de pedido—. Lo que
necesitaba decirte era que esa orden de Big, perdón—se corrige cuando ve la
mirada de advertencia en mi rostro—, esa orden del señor Edwards no es válida.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo?
Ella se encoge de hombros.
—La dirección es incorrecta o está incompleta. Enviaron un correo
electrónico desde el servicio de mensajería para informarnos. Por lo tanto,
necesitan una dirección correcta o un número de teléfono para poder llamar al
destinatario. Lo retendrán hasta que nos comuniquemos con ellos.
Tomo el pedido de su mano y lo reviso. Es por cien rosas blancas de tallo
largo, por las que cobramos setecientos dólares. No es broma.
—No hay mensaje para la tarjeta.
—Él no quería uno.
Trina y yo compartimos una mirada. La única vez que los hombres no
quieren incluir un mensaje con un ramo de flores que están enviando es si la
mujer a la que se los envían está casada con otra persona o si él es un acosador.
—Está bien. Me encargaré, gracias.
Exactamente cómo voy a conseguirlo es un misterio, porque hay un pequeño
dispositivo divertido llamado teléfono que falta en la ecuación. No tengo forma
de contactar a AJ.
Directamente, de todos modos.
Al decidir que es demasiado pronto para llamar a Kat, busco la dirección en
Google Maps. Los nombres de calles y ciudades son una maraña de palabras
impronunciables. Escribo lentamente, mirando hacia adelante y hacia atrás desde
el pedido hasta la pantalla, asegurándome de que lo estoy ingresando
correctamente: 4, Prospekt Devyatogo Yanvarya / 66a, Prospekt Alexandrovskoy
Fermy.
Google produce el resultado. Estoy viendo un enlace al cementerio
Preobrazhenskoe en San Petersburgo, Rusia.
Mis manos siguen apoyadas sobre el teclado y un pequeño escalofrío recorre
mi espalda.
¿Quieres saber lo que veo cuando te miro? Fantasmas.
Miro el nombre del destinatario previsto. Aleksandra Zimnyokov. Murmuro
varias variaciones del apellido, tratando de pronunciar bien, pero me rindo
rápidamente. Quienquiera que sea esta mujer, estoy segura de que no apreciará
que destroce su nombre.
Miro hacia atrás en la computadora, pensando. En el cuadro de búsqueda,
escribo “AJ Edwards, Bad Habit”.
No hay broma, novecientos ochenta y tres mil resultados. Hago clic en el
enlace de Wikipedia cerca de la parte superior y empiezo a leer.
Alex James Edwards (nacido el 9 de julio de 1987), conocido
profesionalmente como AJ Edwards, es un músico y cantautor estadounidense,
más conocido como el baterista de la banda de rock Bad Habit.
Tiene veintiocho, tres años más que yo. Es curioso, pensé que era mayor. Tal
vez sea porque siempre parece que tiene el peso del mundo alrededor de su
cuello. Sigo leyendo y me entero de que nació en Las Vegas, Nevada, de un
pastor y su esposa ama de casa. Debido a sus creencias religiosas, fue
escolarizado en su casa durante toda su educación.
Me cuesta imaginarme a AJ, tatuado, hosco y antisistema, con un origen tan
estructurado.. Aunque si mi madre me hubiera educado en casa sin duda me
habría hecho saltar del abismo, así que me encojo de hombros y sigo leyendo.
Para uno de los miembros de una banda tan famosa, sorprendentemente hay
pocos detalles personales sobre él. No tiene hermanos. Sus padres murieron años
atrás. La mayor parte de la información involucra su carrera musical y las bandas
con las que tocaba antes de Bad Habit, a la que se unió hacía cinco años. El
baterista que Bad Habit tenía antes de AJ tenía una adicción severa a la cocaína
y murió de un ataque al corazón después de una maratón de drogas de tres días.
—Eso es horrible—murmuro.
Hay una sección considerable sobre cromestesia, la anomalía neurológica
que tiene.
Leí en voz alta:
—La cromestesia o sinestesia sonido-color es un tipo de sinestesia en la que
los sonidos que se escuchan evocan automática e involuntariamente una
experiencia de color. Al igual que con otras variaciones de sinestesia, los
individuos con sinestesia sonido-color perciben la experiencia sinestésica de
forma espontánea, sin esfuerzo y de una manera que el individuo aprende a
aceptar como normal. Aún no se ha identificado el mecanismo exacto por el cual
persiste la sinestesia. Dado que los sinestésicos y los no sinestésicos relacionan
los sonidos con los colores de una manera no arbitraria, y que la ingestión de
drogas alucinógenas puede inducir sinestesia en menos de una hora, algunos
investigadores afirman que es razonable suponer que la experiencia sinestésica
utiliza vías preexistentes que están presentes en un cerebro normal.
Me pregunto si puedo encontrar drogas alucinógenas para intentar recrear lo
que AJ ve cuando escucha música. Apuesto a que Trina podría encontrarme
algunas.
Cuando continúo con el artículo, noto que en casi todas las fotos que lo
acompañan, AJ usa gafas de sol y algo que le cubre la cabeza. Por lo general, es
una sudadera con capucha. A veces es un sombrero, que le cubre la frente.
Incluso en la rara imagen que lo captura sin gafas de sol, nunca mira
directamente a la cámara. Su rostro siempre está agachado, oculto o vuelto hacia
un lado. Incluso en las fotos promocionales de la banda, en las imágenes de los
CD y los sencillos, se eleva al fondo. Nico, el extrovertido cantante principal de
Bad Habit, siempre está al frente y al centro, flanqueado por los otros miembros
de la banda, pero AJ casi siempre está en las sombras.
Con solo mirar las fotos durante unos minutos, puedo decir que es
deliberado. Quiero saber por qué.
Doy golpecitos con las uñas en el escritorio, calculando cuánto tiempo tengo
que esperar antes de que Kat se levante, y pueda llamarla y hacer que le pregunte
a Nico por la dirección de la casa de AJ.
Capítulo 8
Cuando llego a casa esa noche, hay un equipo de hombres de una compañía
de gestión que se está yendo. La puerta de seguridad en la parte delantera del
edificio de apartamentos que ha estado rota desde que me mudé, milagrosamente
está arreglada.
En los estrechos escalones de cemento frente a la puerta se sienta Eric,
mirando abatido al suelo.
Me tenso. ¿Puedo hacer esto ahora? ¿Necesito más tiempo? ¿Qué le voy a
decir?
Pero es muy tarde. Me ha visto, parada inmóvil en la calle junto a mi coche,
y se pone de pie. Tengo que entrar. Me espera con las manos metidas en los
bolsillos, cambiando su peso de un pie a otro.
No hemos hablado desde que AJ le colgó anoche. Estoy llena de ansiedad
por lo que podría suceder a continuación.
Cuando estoy al alcance de sus brazos, extiende la mano y me envuelve en
un abrazo sin decir palabra. Entierra su rostro en mi cuello, inspirándome. Está
temblando. Su nariz está fría contra mi garganta. Me pregunto cuánto tiempo ha
estado sentado aquí, esperando a que apareciera.
—Lo siento, cariño. Fui un idiota. Nunca debí haberles dicho nada a tus
padres. La forma en que lo manejé… y luego no respondías a mis llamadas… —
Se echa hacia atrás, mirándome con ojos preocupados—. ¿Estás bien?
Asiento con la cabeza.
—¿Estamos bien?—pregunta con voz más baja.
La tensión desaparece de mis hombros. No será la Tercera Guerra Mundial.
Suspiro, asintiendo de nuevo.
Sin embargo, quise decir lo que dije en la cena. Tenemos algunas cosas de las
que necesitamos hablar.
—Por supuesto, por supuesto. —Él también se siente aliviado, me tranquiliza
y me abraza más fuerte. Puedo decir que sin importar lo que diga, estará de
acuerdo. No quiere perderme.
De lo que no estoy tan segura, es de si yo quiero perderlo o no.
En la caja de seguridad de la puerta, introduzco el código que nunca he
usado. Es el mismo número que mi apartamento y, por lo tanto, fácil de recordar.
La puerta se abre. Subimos penosamente las escaleras. Nos quedamos en
silencio todo el camino.
Una vez dentro, me dirijo directamente a la nevera. No queda cerveza, que sé
que Eric prefiere beber, pero necesitaremos algo para lubricar este irregular
encuentro, así que abro una botella de cabernet. Sirvo un vaso para cada uno de
nosotros. Nos sentamos en lados opuestos de la mesa de café en la sala de estar,
silenciosos y tensos, mirando todo menos el uno al otro.
Me pregunto si esto es lo que se siente al estar casado.
Eric carraspea.
—Quiero decir algo. —Deja la copa de vino en la mesa de café, apoya los
codos en las rodillas y junta los dedos debajo de la barbilla—. No sé quién era
ese tipo con el que estabas anoche en el bar, pero dijiste que era un amigo.
Nuestras miradas se encuentran. Está esperando una confirmación o una
confesión. Asiento con la cabeza, lo que significa que sí, que es solo un amigo.
Eric inhala profundamente, lo suelta bruscamente. Está aliviado.
—Ok. Te creo. Así que no volveré a mencionarlo. Nunca me has dado una
razón para no confiar en ti. Sé que tengo una tendencia a sospechar, lo que
probablemente proviene de mi oficio. No lo estoy usando como excusa, es solo
la realidad. Pero sé que no te lo mereces. —Hace una pausa—. Tampoco te
preguntaré cómo, ni cuándo, finalmente llegaste a casa. No vine aquí y te esperé
anoche, porque pensé… parecía que no querías verme. Dijiste que querías
espacio. Estaba tratando de respetar eso. Y no puedo culparte por necesitarlo,
después de lo desconsiderado que fui en la cena.
Su voz cae. Mira al suelo.
—Eso de casarse… simplemente salió. No quise ser condescendiente, o
hacer que pareciera que el permiso de tu padre importaba más que tus
sentimientos al respecto. Honestamente, me sorprendió que alguien como él
pensara que un policía es lo suficientemente bueno para ti. Dejé escapar lo
primero que me vino a la mente.
Mi garganta se contrae. Su confesión es tan inesperada que no sé qué hacer.
Si fuera al revés, y una chica misteriosa le quitara el teléfono a Eric en un bar y
me amenazara después de que él y yo tuvimos una pelea y él me abandonó, sé
que no le estaría dando esta mea culpa ahora mismo.
Abrumada, trago un poco de vino.
Eric levanta lentamente la cabeza. Nuestros ojos se cruzan. Recuerdo la
primera vez que lo vi, tenía tanta arrogancia, y un encanto tan adorable, que me
enamoré al verlo. Es una especie de mariscal de campo pulcro y totalmente
estadounidense con un lado vulnerable que es completamente desarmante, con
una barbilla hendida en la que una chica podría perderse.
Ahora no hay fanfarronería. No hay sonrisas de arrogancia. Solo un hombre
cuyos sentimientos por mí son tan grandes que ocupan la mayor parte del
espacio de la habitación.
—Sé que no soy lo suficientemente bueno para ti. —Su voz se quiebra—.
Pero te amo. Y haría cualquier cosa para hacerte feliz.
Me tapo la boca con la mano. Mis ojos se llenan de lágrimas. Aunque hemos
estado saliendo durante seis meses, Eric nunca antes había dicho que me amaba.
Susurro su nombre. Es como colocar una llave en una cerradura; libera toda
la emoción que ha estado reprimiendo.
Salta sobre la mesa de café y sobre mí, tirando la copa de vino de mi mano
mientras me aplasta contra su cuerpo, enviándonos a estrellarnos contra el sofá.
Nunca me habían besado tan desesperadamente, ni había necesitado tan
desesperadamente que me besaran. Cada duda y preocupación se va volando, y
me dejo llevar por un tsunami de emoción. Me siento más apasionada, eufórica y
hambrienta que nunca.
Entre besos voraces, se arranca la camisa y luego la mía. Me quito los
zapatos, los calcetines, los pantalones, mi ropa interior; estoy desnuda. Él se abre
los botones de la bragueta de sus vaqueros. Cae encima de mí, besando mis
pechos, colocándose entre mis muslos. De sus labios salen incoherentes palabras
de adoración. Gimo, arqueándome hacia él, deseando, ansiando, necesitando, y
él muerde mi pezón lo suficientemente fuerte que grito de placer y dolor.
Se congela.
Me estoy tambaleando, no estoy segura de por qué se ha detenido.
—¿Qué?—jadeo, parpadeando—. ¿Qué pasa, Eric?
Se aparta de mí como si fuera un montón de mierda gigante en el que acaba
de tener la desgracia de caer de bruces. Su expresión es de horror. También está
enfurecido.
—¿Cómo me llamaste?—sisea.
Es mi turno de congelarme. Intento pensar, pero mi mente está en blanco.
—Yo… ¿nada?
Parece como si estuviera enfermo.
—Me llamaste, 'AJ' ¡Me llamaste por el nombre de otro hombre!
Agua helada se inyecta instantáneamente en mis venas. Lo miro, todas las
células de mi cuerpo se cristalizan en copos de nieve. No puede ser. No dije
nada, solo hice un pequeño sonido…
Eric salta del sofá, gruñendo. Me incorporo y me tapo los pechos con las
manos.
—Eric, no sé qué decir… No creo que haya dicho nada...
Se da vuelta y grita:
—¡Oh, créeme, lo hiciste! ¿Es con quien estabas anoche? AJ? ¿El de la
maldita banda?
Oh, Dios. Por supuesto que sabe quién es AJ. Mi boca se abre, pero no sale
ningún sonido.
Está de pie junto a mí, lívido por la rabia y la traición, su rostro enrojecido,
las venas estallando en su cuello.
—¡Dime la maldita verdad, Chloe!
Y no puedo mentir. Quiero hacerlo. Con cada fibra de mi ser, quiero mentir.
Pero no lo hago.
—Sí—susurro pálida y temblorosa.
Con un gemido gutural, se da la vuelta. Agarra su camisa del suelo y se la
pasa por la cabeza. De camino a la puerta, agarra un jarrón del nicho del pasillo
y lo arroja al otro lado de la habitación. Golpea la pared opuesta y se rompe con
un sonido como de bomba.
Abre la puerta de un tirón, la golpea detrás de él con tanta fuerza que todo el
edificio tiembla.
Me quedo sentada desnuda en el sofá de mi sala de estar, con lágrimas
deslizándose silenciosamente por mis mejillas, mirando los fragmentos de un
millón de diminutos pedacitos de vidrio brillar como diamantes en el suelo.
Cuando suena el teléfono unas horas después, todavía estoy desnuda en la
sala de estar. Me tomé el tiempo para envolverme en una manta y cerrar la puerta
de entrada, pero volví al sofá donde estuve acostada desde que Eric se fue,
crucificándome.
Agarro el auricular de la mesa junto al sofá.
—Hola.
—¿Por qué suenas como si tu gato acabara de morir?
Es Grace.
—Sabes que no tengo un gato.
—Cierto. Dame una segunda oportunidad. ¿Por qué suenas como si acabaras
de regresar de un funeral?
—Soy una puta.
Hay una pausa. Finalmente, ella dice:
—¿En serio? ¿Qué acto desagradable hiciste? ¿Y cuánto te pagaron por ello?
Quiero todos los detalles, estoy pensando en escribir un libro.
—No me pagaron nada.
—Entonces no eres una puta—dice Grace en tono de broma.
—Bien, soy una puta.
—Es una de las cosas que más amo de ti, cariño—dice ella cálidamente.
Mirando las sombras que se arrastran por el techo de los faros que pasan,
lanzo un suspiro épico.
—Está bien, fuera con eso. ¿Qué ocurre?
Con Grace, es mejor que vayas directo al grano. Como terapeuta, siempre
tiene un ojo en el reloj mientras tú cuentas tu triste historia. Además, estuvo
involucrada en un accidente automovilístico cuando estaba en la escuela
secundaria que mató a sus padres y la dejó sin recuerdos de su vida antes del
accidente. Otras personas de voluntad más débil podrían haberlo hecho frente
recurriendo a las drogas o enloqueciendo, pero Grace decidió manejarlo
viviendo cada momento como si fuera el último. Para ella, no hay pasado ni
futuro, solo presente. Tiene tolerancia cero para cualquier cosa que la haga
perder el tiempo. Así que me lanzo de inmediato.
—Eric y yo estábamos liándonos y lo llamé por el nombre de otro hombre.
Risa estridente. Debería haber sabido que ella lo encontraría divertido.
Cuando los bufidos y las carcajadas finalmente se han calmado, ella dice:
—¿Y supongo que el señor Ley y Orden se opuso a tu pequeño paso en
falso?
—¡Es más que un pequeño paso en falso, Grace! ¡Es prácticamente adulterio!
—No es adulterio si no estás casada, Chloe.
Miro al techo. Ella no debería disculparme con semántica en este momento.
—Bien. Entonces es prácticamente un engaño.
—No seas tonta—dice alegremente—. Toda mujer piensa en otra persona
que no sea su pareja, de tanto en tanto, cuando tiene relaciones sexuales. Es
completamente normal. Tu único error fue abrir la boca.
—Sí, bueno, ahora mi pie está permanentemente insertado en esa boca. Eric
salió furioso de aquí como si se dirigiera hacia una ola de asesinatos.
—O a estrangular a alguna persona de color inocente—masculla Grace.
—¡Grace!
—Lo siento, cariño, pero él es un oficial de policía republicano blanco, que
creció en Alabama y todavía ve a sus hermanos de la fraternidad de la
universidad dos veces al año para excursiones de caza en el pantano. Sabes que
hay una capucha blanca puntiaguda en algún lugar de un baúl cerrado con llave
en su garaje.
—Te estoy colgando ahora.
—¡Está bien, me rindo! Es una persona encantadora que rescata gatos
atrapados en los árboles y ayuda a las ancianas a cruzar la calle cuando no está
demasiado ocupado enseñando a leer a los jóvenes desfavorecidos del centro de
la ciudad. ¿Satisfecha?
—A veces pienso que eres más snob que mi madre, Grace.
—¡Gracias!
—No fue un cumplido.
Ella resopla.
—Eso es lo que piensas.
Aprieto los dientes.
—Si realmente fueras mi mejor amiga, me estarías dando un sermón sobre lo
grosero e imperdonable que es llamar al hombre que se preocupa tanto por mí
por el nombre de otro hombre mientras se pone manos a la obra.
—Espera, ¿poner manos a la obra? ¿Quieres decir que ni siquiera estaba
dentro de ti todavía?
—Sabes, las cosas que consideras importantes son realmente desconcertantes
para mí. ¡Ese no es el punto!
—¿Estaba su polla, o no, dentro de ti en el momento del incidente en
cuestión?
No dignifico eso con una respuesta. Ella ya lo sabe de todos modos.
—¡Bueno, ahí lo tienes!—canturrea ella.
—Ahí lo tengo, ¿qué?
Ella exhala exasperada.
—¡Ni siquiera estabas teniendo sexo, Chloe! ¡No cuenta!
—¿En serio? Intenta decirle eso a mi novio, quien rompió mi jarrón favorito
cuando salía por la puerta para incendiar la casa de AJ.
Hay un silencio largo y cavernoso. Entonces Grace pregunta tentativamente:
—Me estás diciendo que llamaste a Eric… ¿AJ?
—Eso es lo que te estoy diciendo.
—¿El mismo AJ que detestas por completo?
Cierro los ojos. Esto es muy vergonzoso.
—El mismísimo.
—¿El mismo AJ en el que desperdiciaste una copa de champán
perfectamente bueno cuando se la arrojaste a la cara, no hace ni dos semanas,
después de llamarlo como una cierta parte del cuerpo maloliente?
—Grace.
—¿El mismo AJ que sale con putas llamadas Heavenly?
—En realidad es una prostituta—corrijo—. Él le paga. Y al resto de sus
novias, por lo que sé.
Grace comienza a reír. Es una risa baja y gutural que haría que un operador
de sexo telefónico se pusiera verde de envidia. Cuando ha terminado de disfrutar
de la profundidad de mi humillación, dice crípticamente:
—Chloe Anne Carmichael, todavía hay esperanza para ti.
Pongo un brazo sobre mi cara.
—Ni siquiera quiero saber qué significa eso.
—Significa que es hora de una reunión de la hermandad de las bragas
viajeras. En Lula, en media hora. Llamaré a Kat.
Ella cuelga. Sé, por experiencia pasada, qué si la llamo, no responderá. Y si
no me presento a la hora acordada, vendrán a buscarme.
Me arrastro del sofá para ir a vestirme.
Capítulo 9
—Oh, cariño, lo siento mucho. Eso debe haber sido terrible para ti. —Kat me
mira con ojos grandes y comprensivos y me aprieta la mano.
Estamos en Lula, un restaurante mexicano local en Venice Beach donde las
tres siempre nos reunimos, en una mesa cargada de margaritas, cestas de totopos
y una tina de salsa. Kat y Grace se sientan frente a mí. Mientras Kat escuchaba
atentamente mi relato de la historia sobre lo que sucedió con Eric, Grace se
inquietaba, ansiosa porque llegara a la parte buena.
En el momento justo, ella exige:
—Chloe, ya es suficiente. Ve a la parte buena.
Kat parece confundida.
—¿Cómo es posible que haya una parte buena?
Le envío a Grace una mirada malvada que aprendí al ver a AJ practicarla
conmigo. Totalmente imperturbable, dice:
—Eso es interesante. ¿Adoptaste esa pequeña mirada vudú de tu nuevo
novio?
Apesta cuando tus amigas son más inteligentes que tú. Levanto la barbilla y
actúo como si no hubiera hablado.
—Lo que Grace quiere decir con 'parte buena', Kat, es en realidad la peor
parte.
Los ojos de Kat se entrecierran. Me mira de arriba abajo, como si buscara
moretones.
Levanto los brazos.
—¿Qué pasa con todos asumiendo que como Eric es un policía me va a
golpear? —Miro a Grace—. ¡O quemar una cruz en el césped de alguien! En
nombre de nuestra fuerza policial, ¡me siento insultada! Además, lo conocéis
desde hace meses, es un amor.
Kat, en tono de disculpa, tengo que admitirlo, dice:
—También conocíamos a Jeremy durante meses antes de descubrir que era
quien robaba toda tu ropa interior. Y la usaba.
Grace señala con su habitual lógica vil:
—Y yo no llamaría 'amor a un hombre que destruye tu jarrón favorito en un
santiamén solo porque tuviste un pequeño desliz con tu lengua. Lo llamaría
desequilibrado, le llamaría un taxi y enviaría su lamentable culo a casa.
—Llamar a un hombre por el nombre de otro hombre en un momento de
pasión, sin importar si hubo penetración, no es un pequeño desliz con la lengua,
Grace. Es imperdonable.
—Oh, cariño, dame un pequeño descanso, ¿quieres? ¡He llamado a los
hombres por el nombre equivocado cuando hacían de todo, desde comerse mi
galleta hasta arar mi agujero de maíz! Ese tipo solo necesita tener una piel más
curtida.
Con un gemido, dejo caer la cabeza sobre la mesa y escondo el rostro entre
mis brazos cruzados.
Alguien dice un tentativo:
—Disculpen.
Miro hacia arriba y veo a una chica de unos diecisiete años de pie junto a la
mesa, con una revista enrollada y un bolígrafo en la mano. El estilo de su ropa y
la falta general de sofisticación sugieren que es una granjera del Medio Oeste.
Mira con adoración a Kat.
—¿E-eres Kat Reid? ¿La maquilladora? ¿La prometida de Nico Nyx?
Kat y yo nos miramos. Guau. Esto es raro. Nico y Kat ni siquiera están
casados todavía, y ella ya es una celebridad. Esta chica quiere su autógrafo.
Grace se hace cargo.
—Oh, a ella le sucede todo el tiempo, ¿no es así, Hortense? Escuché que el
parecido es asombroso.
La campesina no parece estar convencida.
—Honestamente, ¿estaría la prometida de Nico Nyx cenando en un
restaurante mexicano de mierda, sin guardaespaldas?—insiste Grace. Su risa es
indulgente—. No lo creo.
Sé a ciencia cierta que tiene un guardaespaldas, Barney, que nos observa
discretamente desde su posición cerca de la puerta de la cocina. Conociendo a
Nico, también hay media docena de ninjas apostados, acechando debajo de las
tapas de las alcantarillas o colgando boca abajo de las vigas como murciélagos.
Su protección hacia ella es legendaria.
La chica mira a Kat con los ojos entrecerrados y toma una decisión.
—Estás bien. ¡Soy un tonta! —Mueve la revista en la dirección general de
Kat—. Eres mucho más delgada que ella.
Ella se marcha al trote. Grace estalla en carcajadas.
—Oh, cállate, Grace. Sabes que la cámara agrega cinco kilos—le dice Kat,
disgustada.
Kat tiene la figura de un símbolo sexual de los años cincuenta, todo senos,
glúteos y cintura diminuta, y es un poco sensible al respecto. Personalmente,
creo que es hermosa. Los hombres chicos siempre se vuelven locos por sus
curvas. De pie junto a ella, me siento como una jirafa desnutrida.
—¡Ah, los peligros de la fama!—dice Grace entre risas.
—¿Podemos volver al tema importante aquí? Básicamente, ¿cuál fue la peor
parte de tu historia, Chloe?
Tengo que tomar varios largos tragos de mi margarita antes de reunir el valor
para hablar.
—La peor parte… fue el nombre por el que llamé a Eric. Que… fue…—
carraspeo—… AJ.
Kat frunce el ceño.
—Bueno, obviamente eso es un error. No podrías haber estado pensando en
AJ, ni siquiera te atrae .
Pongo mis labios entre mis dientes y la miro.
Su boca se abre.
—¡No!
Grace chilla y aplaude como una niña de diez años a la que le acaban de
regalar un poni en su fiesta de cumpleaños.
—¡Sí! ¡Ja, ja! ¿No es fantástico?
Kat me mira como si estuviera poseída por el mismísimo diablo.
—¡No! ¡Lo odias! ¡Te odia! ¡He visto todo esto de cerca y en persona! ¡No
podéis soportaros el uno al otro!
—Lo sé—digo miserablemente—. Solo que ahora… no lo hago.
Grace suspira. Es un suspiro de felicidad. Suena como si acabara de ganar
cien millones de dólares. Me irrita tanto que trago el resto de mi bebida.
—Se supone que eres mi amiga. Se supone que debes sentirte mal por mí.
¡Se supone que debes decirme qué hacer para reconciliarme con Eric! ¡En
cambio, estás actuando como si esto fuera lo mejor que te ha pasado desde que
tuviste ese romance con el agregado cultural italiano!
Grace se aparta su largo cabello rojo del cuello con un elegante movimiento
de la muñeca que es supremamente ella.
—No es tan bueno. Pero en serio, Chloe, por lo que puedo decir, y por favor
perdóname, porque digo esto con total amor, nunca te han follado como es
debido.
—Vaya, no te reprimas, Grace. Dinos cómo te sientes. —Me lanzo una patata
frita en mi boca, masticando violentamente, deseando que fuera la cabeza de
Grace.
—Todo lo que digo es que una vez que pruebes a un hombre de verdad, nada
más en el mundo tendrá el mismo sabor. Si vas a tener una aventura, AJ Edwards
es El. Hombre. Perfecto por eso.
Kat hace una mueca.
—También es el hombre perfecto si está interesada en contraer una
enfermedad venérea potencialmente mortal. Salí de gira con esos tipos. Deberías
ver algunas de las prostitutas con las que sale.
—Literalmente—mascullo.
Grace no se lo cree.
—Es demasiado inteligente para tener una enfermedad venérea, Kat.
Probablemente posea acciones en una empresa que produce condones de titanio
o algo así. Es imposible que un jugador así no tome todas las precauciones.
Además, las prostitutas de alto nivel están certificadas como limpias. Quiero
decir, en serio, tienen papeles para probarlo. Los clientes lo esperan. No puedes
cobrar cinco mil dólares por follar y tener la peste. O peor.
Se me cae un totopo de la boca. Aterriza sobre la mesa. ¿Cinco mil dólares?
Cuando AJ me dijo que pagaba “miles” por sus putas de alto nivel, pensé que era
una exageración.
—Dios mío—dice Kat—. ¿Qué tipo de habilidades necesitas tener para
cobrar esa cantidad de dinero por sexo?
Puedo decir que Grace está a punto de proporcionar una lista por la expresión
de su rostro. Levanto una mano para detenerla.
—¡No! ¡No quiero saber!
Ella me mira fijamente. Sus ojos de color gris acerado se ven aún más
acerados de lo habitual, lo que significa que estoy a punto de recibir un sermón.
—Chloe, si vas a acostarte con un hombre cuyas preferencias van hacia las
mujeres que saben cómo masajear la próstata de manera experta con bolas anales
mientras le hacen una mamada, es posible que desees repasar tus habilidades en
el dormitorio.
—¡Asqueroso!
Reivindicada, se recuesta y niega con la cabeza.
—Es como disparar a cachorros en un barril.
Me vuelvo hacia Kat.
—Ayúdame con esto.
—Oye, tú eres la que está caliente con él.
—¡Nunca dije que estaba caliente con él! Simplemente que ya no lo odio
tanto… eso es todo.
—Ciiiiiiierto. Simplemente no lo odias tanto. Por eso gritas su nombre
durante el sexo—dice Grace arrastrando las palabras.
Necesito hacer nuevas amigas. Estas dos son las peores.
Se me ocurre algo terrible. Me incorporo de golpe en el asiento y agarro la
mano de Kat justo cuando se lleva un totopo cargado de salsa a la boca. La salsa
vuela por todos lados.
—¡Oye! ¡Me iba a comer eso!
—No puedes decirle una palabra a Nico sobre esto. Prométeme que no lo
harás.
—Chloe, incluso si lo hiciera, él se reiría. Os ha visto a los dos juntos. Nunca
lo creería, ni en un millón de años. Cuando le dije que necesitabas la dirección
de AJ, lo primero que salió de la boca de Nico fue, '¿Por qué, va a colocar una
bomba debajo de su porche?'
Eso me hace sentir un poco mejor. Le suelto la muñeca y me recuesto en mi
silla.
—¿Necesitabas su dirección?—repite Grace, creo que con un poco de
malicia.
—No es como piensas. Hizo un pedido de flores para una chica en Rusia y la
dirección no era correcta. Trina probablemente la escribió incorrectamente.
Terminó siendo un cementerio. De todos modos, el tipo no tiene teléfono, ni
computadora, lo que significa que no tiene correo electrónico, así que no tengo
otra forma de contactarlo. —Añado una pequeñísima mentira—. Voy a enviar a
Jeff a buscarlo.
Kat y Grace me miran fijamente.
—¿Qué?
Kat dice:—¿Rusia?—dice Kat.
—¿Cementerio?—dice Grace.
Me encojo de hombros y meto en la salsa con dos totopos. Estoy intentando
hacer un sándwich de totopos y salsa.
—Sí. Lo sé. Lo que es aún más extraño es que me dijo que cuando me mira,
ve fantasmas.
Grace comienza a reír de nuevo.
—¿Ve gente muerta? ¿Como el niño de esa película de Bruce Willis? ¡Esta
mierda es oro sólido!
Kat no se ríe. Ella solo me está observando con una mirada realmente
extraña, como si no pudiera decidir si quiere decir algo o no. Por supuesto que
tengo que saberlo.
—Dímelo ahora mismo o te arrojaré mi sándwich de totopos en la cara,
amiga.
Se limpia el polvo de las manos, toma un trago y se limpia la boca con la
servilleta. Parece que se está estancando.
—¿Habéis notado alguna vez el acento de AJ? —pregunta finalmente.
Grace y yo repetimos al unísono:
—¿Acento?
—Sí. Su acento. Su acento europeo, oh, es muy sutil, pero definitivamente,
está ahí.
—Estás drogada—dice Grace.
Kat se encoge de hombros.
—Esa fue casi exactamente la respuesta de Nico cuando le pregunté al
respecto.
Yo no lo descarto tan a la ligera. Kat es muy intuitiva sobre ciertas cosas.
Como, intuitivamente aterradora. Ella es quien me dijo que debería revisar el
armario de mi ex novio Jeremy para ver si estaba mi ropa interior faltante.
—Creció en Las Vegas. ¿Cómo podría tener acento europeo?
Al instante, Grace me tiene enganchada.
—Lo buscaste en Google, ¿no?
Mierda. Le hago un gesto al camarero para que me traiga otro margarita.
—Sin embargo, sus tatuajes parecen de una pequeña prisión rusa—añade
pensativa.
—¿Prisión? ¿Qué? —Estoy totalmente confundida, pero Kat capta el hilo de
los pensamientos de Grace de inmediato.
—¡Eso es lo que pensé! ¡Esos tatuajes en el dorso de sus manos son
totalmente de Viggo Mortensen en Eastern Promises!
Grace se lame los labios.
—Dios, estaba tan caliente en esa película.
—Y cuando estábamos de gira, una vez lo vi sin camisa. Fue un accidente.
Entré al camerino equivocado. Sin embargo, nunca has visto a un tipo salirse de
control tan rápido. Estaba tan enojado que pensé que iba a explotar. Actuó como
si lo hubiera descubriendo follando una gallina o algo así.
¿Una gallina? Miro a Grace, la experta.
—Eso no es algo real, ¿verdad? Por favor, dime que la gente no tiene sexo
con aves de corral —.
Me sonríe como si fuera la idiota del pueblo y me da una palmadita en la
mano.
—Si crees que follar gallinas es extraño, deberías haber visto algunas de las
cosas que vimos en el barrio rojo de Ámsterdam cuando estábamos de gira—
dice Kat. Ella se estremece—. Nunca volveré a ver los plátanos de la misma
manera.
—Realmente estáis empezando a asustarme.
—Continuando, ¿su pecho es tan fácil de lamer como parece debajo de todas
esas estúpidas sudaderas con capucha que suele usar?
Grace está más interesada en escuchar sobre el torso desnudo de AJ de lo que
me siento cómoda.
—Estaba demasiado ocupada con los ojos fuera de las órbitas con todos los
tatuajes como para darme cuenta. Nunca lo sabrías, pero tiene mangas completas
de muñeca a hombro, además de cosas en todas partes, por delante y por detrás.
Nico tiene muchos tatuajes, pero estoy hablando de un duro. Estoy hablando de
un duro completo.
Recuerdo su cara cuando me dijo que pusiera mi culo en la parte trasera de su
moto. Recuerdo la mirada en sus ojos. Ahora me imagino que está desnudo,
cubierto de tatuajes y, con la misma mirada en sus ojos, ordenándome
desnudarme y meter el culo en su cama.
Dejo caer el rostro entre mis manos. ¿Qué me está pasando? ¡Soy una buena
chica!
—Mira. —Kat saca el teléfono de su bolso, escribe algo, espera y luego me
lo entrega. Es un sitio web que muestra varios tipos de tatuajes, en particular los
tipos que se sabe que tienen los delincuentes en el sistema penal ruso.
—Bien, entonces los tatuajes en las manos de AJ pueden parecerse a algunos
tatuajes de prisiones rusas. ¡Eso no es evidencia de nada! ¡Quizás simplemente
le gusta la cultura!
—Quizás. —Kat vuelve a guardar el teléfono en su bolso. Luego me lanza
una mirada que dice o quizás no.
—De todos modos, no es como si alguna vez me fuese a enterar. —Grace
juega con indiferencia con un mechón de pelo—. Ya que estás tan llena de culpa
por tu episodio 'imperdonable' de confusión de nombres con Eric que le vas a
suplicar que te acepte de regreso y se olvide del loco y sexy espía ruso secreto
con el que te muere por hacer la cosa sucia.
Pongo los ojos en blanco.
—¡No es un espía ruso secreto!
Ella se abalanza.
—¡Ajá! ¿Así que no niegas que te estás muriendo por cometer el crimen con
él?
—Estás obsesionado con el sexo, ¿lo sabías?
—¿Por qué crees que me convertí en terapeuta matrimonial? No solo puedo
disfrutar de mi propia vida sexual, ¡puedo escuchar todo sobre la de los demás!
—Entonces, ¿por qué no te convertiste en terapeuta sexual?
Ella arruga la nariz.
—Demasiado grosero. También podría ser dueña de una sala de masajes que
ofrezca finales felices.
Parpadeo.
—Eso tampoco es algo real, ¿verdad? Los finales felices en los salones de
masajes son solo leyendas urbanas. —Miro a Kat—. ¿Correcto?
Kat y Grace se miran, toman sus vasos y hacen un brindis con ellos.
—Oh, idos a la mierda, chicas—murmuro.
Kat sorbe la sal del borde de su vaso de margarita.
—Bueno, si alguna vez averiguas algo… extraño… sobre AJ, mi consejo es
que no se lo digas. En mi experiencia, es mejor dejarlo estar—dice casualmente.
Con la misma naturalidad, Grace pregunta:
—Eso suena interesante, Katherine. ¿Te importaría compartir más?
El rostro de Kat se pone serio. Deja su bebida y encuentra mi mirada. De
repente, en lugar de mi amiga normalmente alegre, hay una extraña mirándome.
Una extraña que es mayor y más sabia, y tiene infinitas sombras oscuras en sus
ojos.
—Sabes por lo que pasé—dice con voz tranquila—. Y aprendí que la gente
guarda secretos por todo tipo de razones. A veces son razones tristes. A veces
son razones egoístas. Y a veces… son razones peligrosas. Si, y solo digo si, AJ
tiene secretos, le pertenecen. Y es mejor dejarlos en paz.
Kat está hablando del hermano loco de Nico, Michael, que está en prisión por
intentar matarla, entre otras cosas, y de la hermana loca de Nico, Avery, que
sufrió una sobredosis debido a la completa locura de su vida… una de las más
importantes era la aventura incestuosa que tenía con Michael desde que era niña.
Todo fue un completo desastre. Kat por el otro lado salió bien, pero hay
momentos ocasionales, como éste, en el que parece que su mundo se ha vuelto
loco y todavía no ha encontrado el camino de regreso a la cordura.
En el silencio que sigue, pienso en cómo AJ nunca mira a la lente de una
cámara. Cómo se sienta solo en un rincón oscuro de un bar gay un domingo por
la noche, cuando el resto del mundo está en casa con sus familias. Cómo cuando
me mira, todo lo que ve son fantasmas.
Suspiro y lleno otro totopo con salsa.
—Creo que este podría ser un buen momento para contaros lo que pasó
anoche. Entonces decidme si creéis que debería dejarlo estar o enfrentarlo—digo
mientras mastico.
Capítulo 10
Cuatro días después, a las tres y media de una tarde soleada de viernes, estoy
parada fuera de mi coche al final de un largo camino de tierra en Hollywood
Hills, protegiéndome los ojos con la mano mientras observo una valla de
alambre oxidada que divide el camino.
Está cerrada con candado. Un cartel advierte: “Propiedad privada. A los
intrusos se les disparará”.
Estoy muy confundida.
El lunes en lo de Lula, finalmente admití a las chicas que estaba teniendo
pensamientos bastante conflictivos sobre AJ. Después de escuchar el resto de la
historia sobre mi noche con él en el bar gay, la opinión de Grace fue que, en
última instancia, no importaba qué secretos AJ podría estar escondiendo, porque
realmente solo lo necesitaba por lo que estaba entre sus piernas. (Ella es así de
sentimental). Dijo: hazlo, ten una aventura loca, aprende algunos trucos nuevos,
después cásate con Eric o alguna otra persona normal, ten tus dos punto tres
bebés y vive la vida por la que fuiste criada.
Eso me deprimió vagamente.
La opinión de Kat era muy ambivalente. Ella no quiere que me lastime.
También sabe que nunca se puede juzgar un libro por su portada, por lo qué,
aunque la portada particular de AJ es loca y mala, lo que hay en el interior
podría ser cualquier cosa menos eso.
—Primero, tienes que arreglar las cosas con Eric—me advirtió.
Lo he intentado repetidamente, pero él no coopera. No consigo que me
devuelva las llamadas. Cuando le mencioné eso a Grace, ella dijo:
—Entonces ahí lo tienes—como si ahora estuviera libre para vender mi
vagina por toda la ciudad.
Le dejé a Eric otro mensaje de disculpa, pidiéndole que llamara. Esperé otro
día completo para recibir noticias. Cuando los grillos se pusieron demasiado
ruidosos, decidí que no iba a esperar más. Aquí estoy ahora, aturdida.
Según mi GPS, se supone que esta carretera conduce a la dirección que me
dio Kat donde vive AJ, pero no puedo sortear la maldita puerta cerrada. Que por
lo que parece, tampoco nadie más lo ha hecho en mucho tiempo. Excepto…
En el lado izquierdo de la carretera, donde la tierra da paso al pasto y árboles
silvestres, hay un agujero ovalado en la cerca de la altura de un hombre. Está
casi escondido detrás de una pared de arbustos, pero lo veo y voy a echar un
vistazo. La hierba debajo de este está aplastada y rala en algunos parches. Hay
delgadas huellas de neumáticos en el polvo.
Es una forma de entrar. Una forma que alguien con un vehículo de dos ruedas
utiliza habitualmente.
Oh, bueno. Encontré la entrada a la Baticueva. Me pregunto si Bruce Wayne
estará en casa.
Maniobro el coche para que quede estacionado fuera de la parte principal de
la carretera, lo cierro y continúo a pie. Es una pendiente bastante buena y pronto
estoy sudando. Normalmente no me importa un buen sudor, me encanta correr y
hacer caminatas regulares por Runyon Canyon, pero realmente no quiero ver a
AJ cuando me veo como si acabara de saltar de una cinta de correr.
Después de otros diez minutos de caminata, me doy cuenta de que dejé mi
teléfono, junto con el formulario de pedido de flores de AJ con la dirección
incorrecta, en el coche.
Me detengo en medio de la carretera y miro a mi alrededor. Solo veo colinas
suavemente onduladas cubiertas de árboles y arbustos bajos a cada lado de mí.
Donde quizás, mi mente sugiere de manera inconveniente, se esconden asesinos
y violadores. Me muerdo el labio, indecisa. ¿Regreso? ¿Sigo adelante?
Entonces un perro ladra en la distancia y creo que, después de todo, podría
estar acercándome.
Sigo adelante. Después de otros ochocientos metros más o menos, llego a la
cima de la colina baja y me detengo en seco.
—Oookay—digo en voz alta, mirando—. Eso no es espeluznante.
El sendero termina en un ancho camino circular, quizás a unos trescientos
metros más adelante. En el centro del círculo hay una fuente de mármol seca y
agrietada llena de maleza. Más allá hay un hotel abandonado, en ruinas. Parece
sacado de esa película de terror donde Jack Nicholson interpreta al escritor que
se vuelve loco e intenta asesinar a su familia.
Estacionada frente al hotel, brillando bajo el sol de la tarde, está el móvil de
la muerte de AJ.
Me quedo boquiabierta hasta que el perro que escuché antes trota alrededor
del casco oxidado de un contenedor de basura en el costado del edificio. Es de
color caramelo pálido, delgado y pequeño. Tiene solo tres piernas.
Me ve y se congela. Sus orejas se aplanan. Parece encogerse más cerca del
suelo.
—Hola, amigo. Está bien, no te voy a hacer daño. —Me arrodillo y extiendo
la mano.
Empieza a temblar. Salta un paso hacia atrás. Pobrecito, me tiene terror.
Entonces en algún lugar dentro del hotel, comienza a sonar música. El perro gira
la cabeza, levanta las orejas y sale disparado en la dirección en que vino, más
rápido de lo que pensaría que podría hacerlo un perro al que le falta una pata.
Me quedo de pie, escuchando por un momento, tratando de identificar la
música. Hay una flauta o clarinete solitario y penetrante, acompañado de una
soprano, que está cantando… en italiano, decido.
Dentro del hotel abandonado, con un perro de tres patas como compañía,
alguien toca una ópera italiana. Esto se está volviendo cada vez más extraño.
Me muevo hacia las enormes puertas dobles en la parte delantera del edificio.
Es obvio que este lugar alguna vez fue hermoso. Ahora es una ruina. Las altas
ventanas de vidrio biselado están manchadas de suciedad. El dintel tallado de la
puerta está combado y deformado tanto por la humedad como por el tiempo. El
techo probablemente fue reparado por última vez en 1930. La pintura se
desprende de la fachada en láminas largas y onduladas. Pero queda un eco de su
majestuosidad. De cerca, es un poco menos espeluznante.
Un poquito.
Subo tres escalones de madera podrida, cruzo el porche que corre a lo largo
de la planta baja y pruebo el pomo de la puerta principal. Como he visto en las
películas, se rompe en mi mano. La puerta se abre lentamente, revelando una
tentadora visión del interior. Tiro el pomo y entro, sintiéndome como Nancy
Drew.
Si escucho una voz incorpórea susurrar ¡vete de aquuuiiiii!, estoy fuera de
aquí en un santiamén.
La habitación se abre a un gran vestíbulo flanqueado por escaleras gemelas
que suben hasta un segundo nivel. No hay muebles, ni nada en las paredes,
excepto papel tapiz floral descolorido, salpicado de cuadrados un poco más
brillantes donde alguna vez colgaron cuadros. Una enorme lámpara de cristal,
opaco por el polvo, cuelga precariamente de un cordón deshilachado en el techo
dos pisos más arriba.
La soprano sigue cantando.
Sé más de la ópera de lo que debería, ya que crecí con una madre que creía
que a los niños se les debía presentar esas cosas. Cultura y todo eso. Entonces
reconozco esta canción en particular. Es “Il Dolce Suono” o “The Sweet Sound”,
de la ópera Lucia di Lammermoor de Donizetti. Se trata de una mujer, Lucia,
que está enamorada de un hombre, Edgardo. Pero, por diversas razones que solo
tienen sentido en las óperas, se casa con otro hombre, Arturo. Hay mucha
angustia y amenazas de duelos, y Lucia finalmente se vuelve loca y apuñala a su
nuevo esposo hasta matarlo en su noche de bodas. Edgardo, desolado por el
rechazo de Lucia, se suicida.
En resumen, es una tragedia sobre los amantes desamparados. Es
básicamente la versión de ópera italiana de Romeo y Julieta.
Tratando de no tomarlo como una señal, enderezo los hombros,
recordándome para qué vine aquí. Lo cual, supuestamente, es para obtener una
dirección correcta para el pedido de flores de AJ.
Porque no podría haberle pedido a Kat que le pasara el mensaje a Nico,
¿verdad?
Siguiendo la música, subo la amplia escalera. El segundo piso se ramifica en
dos alas principales. Doy vuelta al este. La canción continúa. Ahora escucho otro
ruido, un ruido sordo y repetitivo, golpe, golpe, golpe. No tengo idea de lo que
podría ser, pero no se detiene.
Finalmente, al final del ala, me detengo frente a la habitación número
veintisiete. La música viene de adentro. Una ventana de vidrio pintado en lo alto
de la pared seduce a la luz de la tarde con brillantes rayos color azafrán,
esmeralda y oro, iluminando la alfombra raída bajo mis pies. Con el corazón
latiendo con fuerza, llamo a la puerta.
Nada. Ninguna respuesta. La música continúa. El extraño ruido sordo
continúa a intervalos erráticos.
Miro la manija de la puerta. ¿Me atrevo?
Llamo de nuevo, más fuerte, un poco desesperadamente. Cuando no produce
ningún resultado, giro tentativamente la manija, abro la puerta y miro adentro.
La habitación es cavernosa, con techos abovedados y ventanas
abuhardilladas que muestran vistas a las colinas circundantes. El único
mobiliario es un colchón en el suelo en un rincón, un sofá de cuero rajado y una
cómoda. Velas de pilar medio derretidas están esparcidas en grupos alrededor del
suelo y también se alinean en los alféizares de las ventanas. Una pared está
cubierta, del suelo al techo, con estanterías repletas de CD. Una pesada bolsa de
boxeo de un boxeador cuelga de una cadena de metal de las vigas.
Sudando, sin camisa y descalzo, AJ baila alrededor de la bolsa, castigándolo
brutalmente con los puños desnudos.
Estoy paralizada. Pegada al suelo. Siento calor, frío, excitación y miedo.
Creo que es la cosa más gloriosa y aterradora que he visto en mi vida.
Kat tenía razón sobre sus tatuajes. Son una legión, cubriendo la piel de sus
brazos, el pecho, el abdomen y la espalda, con diseños coloridos e intrincados.
Veo un dragón, el rostro de una mujer, un ángel arrodillado en el suelo, con las
alas rotas y negras. Veo cruces, calaveras y rosas y lo que parecen ser frases de
las Escrituras, todo tatuado con vívidos detalles.
Ninguno de los cuales se compara con lo que hay debajo de su piel.
Su cuerpo es una obra maestra de músculos. Endurecidos músculos gruesos y
abultados se contraen con cada movimiento. Sus hombros, brazos y espalda
están resbaladizos con un brillo de transpiración, que solo sirve para resaltar aún
más su increíble físico. Lleva el cabello recogido hacia atrás, pero algunos
mechones oro oscuro se han escapado y están pegados a su frente y cuello. No
usa nada más que un par de pantalones cortos de nailon negro y una mirada de
intensa concentración. Golpea la bolsa una y otra vez, gruñendo, con los puños
brillando, bailando y girando, hasta que finalmente me ve de pie en la puerta.
Se estremece y se tambalea hacia atrás como si lo hubieran electrocutado.
Con el pecho agitado, los ojos muy abiertos, me mira fijamente. Le tiemblan las
manos. Sus nudillos chorrean sangre al suelo.
—Yo… lo siento mucho. No quise entrometerme.
No sé si me ha escuchado por la música. Su expresión es en parte
conmoción, en parte confusión y en parte placer, si no me equivoco.
Eso me da un poco de valor. Entro unos pasos más en la habitación. Tan
pronto como lo hago, toda la emoción en su rostro se borra. Se convierte en una
máscara de piedra.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Me congelo.
—Yo-yo estoy…
Da un paso adelante, todavía respirando con dificultad. Sus ojos destellan
fuego. Una vena late en su cuello.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí, Chloe?
Trago. Claramente, ésta fue una idea terrible.
—Tu pedido… las flores…
Se acerca a la pared de CD. Hay un estéreo, delgado y moderno, escondido
entre dos estantes. Presiona un botón y la música se detiene. El silencio
repentino es discordante.
—Deberías irte—dice sin mirarme.
—No.
Él está tan sorprendido por eso como yo. Gira la cabeza y me mira por el
rabillo del ojo. Espera, inmóvil.
Me humedezco los labios.
—Vine por el pedido de flores que hiciste. La dirección es incorrecta. Traté
de comunicarme con tu gerente, pero él no me devolvió la llamada, así que le
pedí a Kat que me consiguiera tu dirección de Nico para poder venir… porque
no tienes teléfono.
Me mira fijamente. La sangre inunda mis mejillas.
—S-siento interrumpirte así. Si hubiera sabido… Yo pensé… No sé lo que
pensé. —Miro nerviosamente alrededor de la habitación—. Pero quería
asegurarme de que las flores fueran entregadas…
—La dirección es correcta. —Sus palabras son bajas y cortantes. Todavía no
se ha vuelto hacia mí. Es visible principalmente de perfil. Me pregunto si eso es
deliberado, si no quiere que mire más de cerca lo que tiene en el pecho y la
espalda.
—No, no puede ser. Es un cementerio.
Él asiente, una vez.
Un escalofrío me recorre. Algo frío se despliega en mi estómago.
—Oh. Bueno… todavía necesitarán un número de parcela, para ponerlo en la
lápida correcta.
Gira la cabeza. Sus manos se curvan en puños.
—La administración del cementerio sabe qué lápida. Sabrán que es de mi
parte. He estado enviando lo mismo todos los años desde… siempre. Solo
envíalo. Y vete.
Escucho angustia en el timbre ronco de su voz. Angustia y una soledad tan
vasta y profunda que me duele el corazón. Quienquiera que sea esta Aleksandra
muerta, claramente significaba mucho para él.
Digo su nombre. Apoya los brazos en la estantería, cierra los ojos y agacha la
cabeza.
—No deberías estar aquí—susurra.
Lucho contra el impulso violento de acercarme a él, rodearlo con los brazos y
susurrarle palabras de consuelo al oído. Casi me conmueve hasta las lágrimas
por esta habitación espartana, por la forma en que vive aquí, en una vieja ruina
que se derrumba en lo alto de las colinas, solo. Kat me dijo que ha vivido aquí
desde que Nico lo conoce. Él va a un teléfono público en una licorería cerca de
Sunset Boulevard una vez al día para hablar con el manager de la banda, quien
recibe todo su correo y mensajes telefónicos. Cualquiera que necesite ponerse en
contacto con AJ sabe que debe hablar con el gerente, y cualquiera que no lo
conozca lo pasaría muy mal para encontrarlo, si es que alguna vez puede
hacerlo.
Es como si se hubiera exiliado del mundo. Como si se hubiera alejado de la
raza humana, de cualquier posibilidad de un encuentro aleatorio.
Como si estuviera haciendo penitencia.
Si AJ tiene secretos, le pertenecen. Y es mejor dejarlos solos. Me pregunto si
Kat sabe más de lo que dice.
AJ rompe el tenso silencio diciendo, con fuerza y con sorprendente
amargura:
—Solo vete. Llama a tu novio para que venga a buscarte y vete.
—Terminamos.
Levanta la cabeza. Se vuelve hacia mí, intenso e intimidante, con los ojos
encendidos.
—¿Fue por lo que le dije la otra noche por teléfono? —Su mirada ardiente
me recorre—. ¿Qué pasó? ¿Te lastimó?—me pregunta.
Aquí vamos de nuevo.
—No, no me hizo daño.
Claramente, sin creerme, se acerca. Su energía es peligrosa, pero sé que no
está dirigida a mí. Su mirada recorre mi rostro, mi cuerpo. Busca cualquier signo
de lesión. Solo eso me da el valor para decir lo que digo a continuación.
—Y no fue por la noche que tú y yo estuvimos juntos.
Espera, mirándome en un silencio ardiente. Un músculo de su mandíbula se
contrae una y otra vez.
—Fue porque lo llamé por tu nombre—susurro.
Me arde la cara. También la suya. Nos quedamos mirándonos el uno al otro
sin decir palabra, hasta que escucho un suave gemido detrás de mí.
Temblando, el perro de tres patas se encoge de miedo en la esquina del
pasillo, su delgada cola entre las piernas. Me mira aterrorizado. Sus grandes ojos
marrones, que ocupan la mitad de su rostro, se lanzan hacia AJ. Levanta el
hocico y aúlla.
Él quiere entrar.
AJ se arrodilla y extiende sus manos ensangrentadas. El perro, mirándome
con cautela, salta lentamente hacia adelante en la habitación hasta que pasa junto
a mí, entonces echa a correr torpemente y salta a los brazos de AJ. AJ se pone de
pie, acunando su frágil cuerpo y acariciando sus oídos, murmurando suavemente
para él. El perro se acurruca más cerca de AJ, lamiendo la barbilla de AJ,
moviendo su pequeña cola escuálida.
Y me derrito en un charco, como una barra de mantequilla dejada al sol.
—¿Cuál es su nombre?
—Bella—dice AJ aún acariciando la cabeza del perro.
Entonces él es realmente una ella.
—¿Es tuya?
—Tanto como cualquier cosa puede serlo.
No sé qué hacer con eso. Pero el animal ha suavizado algo en AJ y quiero
que siga hablando. Me acerco un poco más, notando el tatuaje en el lado
izquierdo de su cuello. Son dos cruces negras, con una tercera, más grande, en el
medio.
—¿Fue rescatada?
Su mandíbula se aprieta. Creo que hice la pregunta incorrecta. Cuando
responde, me doy cuenta de que no es una molestia para mí, es un mal recuerdo
lo que lo hace fruncir el ceño.
—La encontré en el estacionamiento trasero de Flaming Saddles una noche el
año pasado. Un imbécil borracho la atropelló, la dejó allí para morir. La llevé al
veterinario de emergencia, pero no pudieron salvarle la pierna.
Así que Flaming Saddles es su lugar de reunión habitual. Obviamente,
tampoco ha hecho amigos allí.
—No parece que te moleste demasiado, ¿verdad, bebé?—le murmura
tiernamente AJ a la perra.
El animal se retuerce de alegría en los brazos de AJ, respondiendo a su suave
arrullo con un frenesí de lamidos en la cara, y creo que podría desmayarme por
la conmoción.
AJ ama a este animal.
AJ ama algo.
Entonces es posible. Mi corazón, que claramente no tiene inteligencia ni
sentido de autoconservación en absoluto, se salta un latido en un éxtasis
palpitante.
—¿Puedo… puedo acariciarla?
Me mira. Hay un momento terrible en el que creo que me va a decir que salte
de un puente, pero luego cede con un breve asentimiento. A juzgar por la
expresión de su rostro, Bella no está completamente convencida de que no la
vaya a asesinar. Pero, con una palabra tranquilizadora de AJ, me deja acercarme.
La acaricio entre las orejas. Ella es lisa y suave, como el terciopelo. Acaricia
su nariz mojada en mi mano, oliéndome. Cuando mueve la cola, sé que pasé el
examen.
—Buena niña. Eres una dulzura, ¿verdad?
Los nudillos de AJ están hinchados y partidos, coagulados con sangre. No se
da cuenta o no le importa. Está demasiado concentrado en ver mis dedos
acariciar la cabeza de Bella. El calor irradia de su cuerpo. El sudor corre en
serpenteantes riachuelos por su pecho. Estoy poseída por la necesidad de
lamerlo.
Para distraerme de la vívida imagen de mi lengua lamiendo la piel sudorosa y
tatuada de AJ, digo casualmente:
—Tremenda colección de CD que tienes.
No responde. En el incómodo silencio que sigue a mi aún más incómodo
intento de conversación, hago una lista mental de los pasatiempos de AJ: el
boxeo. La ópera. El rescate de perros. Beber solo en bares gay. Hacerme sentir
incómoda. Aparte de lo que leí en Internet, oh, y su afición por las prostitutas,
por supuesto, eso es todo lo que sé de él. Me pregunto si tal vez me abro y
comparto algo, él también lo hará. Respiro hondo.
—A mí también me gusta la ópera.
—Te habría catalogado más por una fanática de Britney Spears—gruñe.
—El pop y el Top 40 no son realmente mis géneros musicales favoritos.
Sobre todo escucho rock de los ochenta.
Sus cejas se elevan. Parpadeando lentamente, me desliza una mirada. Creo
qué, si tuviera pestañas tan largas y gruesas, me pasaría todo el día mirándome
en el espejo, practicando el pestañeo para desarmar a extraños desprevenidos.
Ahora estoy aún más nerviosa. Empiezo a balbucear.
—Los setenta también fueron buenos. Quiero decir, tienes que amar los
clásicos: AC / DC, Queen, Zeppelin, Aerosmith, los Rolling Stones, Black
Sabbath…
—¿Te gusta Black Sabbath?
Olvido mi intimidación e incomodidad por un momento, y simplemente
respondo como lo haría si estuviera hablando con alguien más.
—¡Amigo, son solo la mejor banda metal de todos los tiempos!
Me considera en silencio durante lo que parecen cuatro mil años. Mi cara se
pone cada vez más roja. Demasiado para olvidar el malestar.
Termino con un lamentable:
—Pero el rock de los ochenta es lo mío. Love and Rockets, ¿los conoces?
Esa es mi banda favorita.
Bella nos sonríe, la lengua colgando de alegría. Ha decidido que le gusta este
nuevo juego en el que su amo y la increíblemente estúpida chica de rostro
carmesí la acarician.
AJ, liberándome de la prisión de su mirada, mira a Bella. Frota su vientre
pensativo.
—Es la calidad de las voces—dice después de un momento.
Espero, luego murmuro un vacilante
—Um…
—En la ópera. Las voces son exquisitas. En el rock, el pop, el rap, el R&B y
casi todos los demás géneros musicales, la calidad de la voz del cantante no es
tan importante como su sonido. Es decir, su estilo vocal, no la pureza o el rango
de su voz. Eso se puede disfrazar de un millón de formas, especialmente hoy con
toda la mierda de sintonizadores. Pero cuando una cantante de ópera abre la
boca, estás escuchando a una artista que ha perfeccionado su talento natural
durante horas al día, todos los días, durante años. Como Inva Mula cantando 'Il
Dolce Suono'. Ella es una soprano lírica. Su voz es pura como un láser, precisa
como un láser. Y los colores…
Cierra los ojos.
Lo miro con franca fascinación. Estoy intoxicada por la forma en que se ve
en este momento, saboreando el recuerdo del color de la voz de una mujer. Lo
encuentro increíblemente hermoso, casi doloroso.
—¿Me la puedes describir?
Él inhala. Su exhalación es lenta, profunda y relajada. Sin abrir los ojos, dice:
—Solo con comparaciones. Una voz de bajo es como… un cielo tormentoso
de medianoche. Azul zafiro y violeta intenso, rico y opaco. Los barítonos son un
poco más claros, una noche tranquila, pero clara, resplandeciente de estrellas.
Los tenores son similares a las horas antes del amanecer, cuando aún no es de
día, pero ya no es de noche. Hay azules más atrevidos, cobalto, esmeraldas,
incluso golpes de lavanda en los rangos más altos.
—Después está la voz femenina más baja, la contralto. Eso es el amanecer.
Naranja, fucsia y rojo. Brillantes. El siguiente rango es el alto, luego la
mezzosoprano, ambos más claros y vibrantes, rosas brillantes y aguamarinas,
una media mañana despejada, camino al mediodía.
Hace una pausa. Estoy completamente cautivada. Inhala de nuevo y su voz
baja una octava.
—Finalmente está la soprano. Para mí, una voz lírica de soprano es el más
luminoso, el más brillante de todos los sonidos. Es como… mirar el sol del
mediodía, entrecerrando los ojos, con los ojos llorosos porque es tan
intensamente brillante. Es dorado, amarillo y blanco cristalino, reluciente e
ingrávido. Es como estar parado en la cima de una montaña en un día perfecto de
invierno, sintiendo la nevada en tu rostro vuelto hacia el cielo. Es como una
lluvia de diamantes.
Estoy tan conmovida por sus palabras que me olvido de dejar de mirar
fijamente cuando abre los ojos y me mira. Sus ojos ámbar son los más suaves
que jamás haya visto. Mi corazón se aprieta dentro de mi pecho.
—Sin embargo, hay una voz aún más hermosa que la de la soprano lírica—
dice en voz baja.
Apenas puedo encontrar las palabras, pero de alguna manera, más allá de la
repentina sensación de que el mundo ha dejado de girar, lo hago.
—¿Cuál es?
Su mirada cae a mi boca. El fantasma de una sonrisa levanta sus labios.
—La coloratura. Es una soprano muy rara y ágil.
Estoy sin aliento. Estoy ingrávida. Siento mi pulso en cada vena de mi
cuerpo.
—¿Cómo es?
Él levanta sus ojos hacia los míos y me mira durante un largo e insoportable
momento.
—No creo que pueda describirlo en colores. Es más grande que eso. Más
profunda. Es más como…
Por un momento, lucha por encontrar las palabras. Se vuelve para mirar por
las ventanas, perdido en sus pensamientos.
—Es como un sentimiento. Como esa sensación que tienes cuando has estado
fuera de casa por mucho tiempo, y estás cansado, hambriento, y jodidamente
agotado, y tu coche tiene poca gasolina y está oscureciendo, y estás harto de lo
barato, hoteles, cenas y cada canción de la radio, cada pensamiento en tu cabeza,
y todo lo que quieres hacer es meterte en tu cama y caer en un sueño profundo…
y entonces doblas la última esquina, y ahí está. Tu casa. Todos tus problemas se
desvanecen con un gran suspiro, y pisas fuerte el acelerador, porque
simplemente no puedes mantenerte alejado ni un segundo más.
Gira la cabeza y me mira tan profundamente a los ojos que me siento
desnuda.
—Es como volver a casa, a tu propia casa brillantemente iluminada después
de vagar solo durante años en la oscuridad no deseada.
Una vez más, me ha conmovido casi hasta las lágrimas. Nunca había oído a
un hombre hablar con tanta elocuencia, con tanta emoción, con tanta honestidad.
Es como si me hubiera dejado vislumbrar su alma.
Me pregunto si puede oír los latidos de mi corazón. Me pregunto qué haría si
tomara su rostro entre mis manos y lo besara, si siguiera adelante y lo hiciera
porque sé que nunca lo hará.
—AJ—susurro.
La emoción brota de sus ojos. Frunce el ceño. Traga saliva.
Sintiendo el repentino cambio de humor, Bella deja escapar un ladrido suave
y preocupado. Tan rápido como sucedió, nuestro pequeño y pacífico interludio se
evapora con un puf casi audible.
AJ se retira. Deja a la perra suavemente sobre el colchón, donde se acurruca
en una bolita junto a su almohada y se queda dormida de inmediato. Hay una
camiseta blanca cerca de la almohada, que AJ agarra y la pasa por su cabeza,
tirando de ella hacia abajo para cubrir su abdomen.
—Es hora de que te vayas—dice con frialdad.
—AJ…
—¡Vete!—grita, girando para mirarme—. ¿Cuántas veces tengo que
pedírtelo?
Salto hacia atrás con un grito. Avanza, obligándome a retroceder. Tropiezo
con mis pies en mi prisa y casi pierdo el equilibrio. Jadeando, abro los brazos,
pero, una vez más, AJ está ahí para estabilizarme antes de que caiga.
Me agarra por la parte superior de los brazos, mirándome con la cara roja y
me apoya contra la pared junto a la puerta. Él exige con dureza:
—¿Por qué viniste realmente? ¿Qué es lo que realmente quieres, Chloe?
¿Buscas una emoción barata, algo de lo que puedas presumir con tus amigas?
Oh, espera, es cierto, solo follas si es en el contexto del “amor”. ¿Es eso lo que
viniste a buscar, princesa? —dice con sorna—. ¿Amor? Bueno, estás buscando
en el maldito lugar equivocado.
Hace solo unos días, este discurso grosero y enojado me habría puesto lívida.
Pero ahora es demasiado tarde; he echado un vistazo detrás de la cortina dorada.
Sé el tipo de hombre que acecha en el interior, lo triste que está detrás de su
máscara. Lo estratificado y complejo detrás de la fachada de jactancias y burlas.
Que solitario.
—No me engañas—le digo en voz baja mirándolo a los ojos.
Todo su cuerpo se pone rígido. Sus labios se abren. En sus ojos aparece una
mirada de pura tortura.
—¿Q-qué?—susurra entrecortadamente.
—Te veo, AJ. Te veo. Más allá de tu gran aterrador exterior. No tienes que
dejarme entrar; no puedo obligarte, y es obvio que no quieres. Pero quiero que lo
hagas. —Mi voz se quiebra—. Piensa en eso mientras estás aquí arriba solo con
tus trágicas óperas italianas y tu única amiga, Bella.
Saco mis brazos de su agarre y me doy la vuelta para irme. Con un
movimiento rápido, cierra la puerta de un golpe, bloqueando mi camino, y me
empuja contra ella.
Él mira mi cara, mi boca, mis ojos, mi cabello. Respira irregularmente, su
mirada devoradora. Tiembla por el esfuerzo de contenerse. Está tan claro; lo que
desea es aplastar su boca contra la mía, tanto como yo.
Pelea. Lucha contra sí mismo con tanta fuerza que me hace sangrar el
corazón.
En un destello de comprensión, lo entiendo. Todo su extraño
comportamiento, toda su ira, todos los cambios de emociones por los que parece
pasar cada vez que estoy cerca.
Levanto la mano y toco su rostro.
—Te lastimé, de alguna manera, ¿verdad? Estar cerca de mí te lastima.
Sus pestañas revolotean. Con una voz baja y ahogada que suena como si se
elevara desde el pozo más profundo del infierno, AJ responde:
—Estar cerca de ti me da ganas de morir.
El dolor atraviesa mi corazón. Las lágrimas llenan mis ojos. Nadie me había
dicho nada ni remotamente parecido antes, y me duele tanto que estoy sin
aliento. Estoy siendo vaciada por cuchillos.
—¿Por qué?
Él ríe. De alguna manera es incluso peor de lo que me acaba de decir. El
sonido es cruel, despiadado, totalmente sin piedad.
—Porque tienes una sonrisa como un amanecer y ojos que podrían acabar
con todas las guerras, y no tienes ni idea, ni puta idea, de que cuando me miras,
estás mirando a un hombre muerto.
Su rostro se contrae de dolor. Tiene los ojos húmedos. Cuando habla, su voz
se quiebra.
—Pero sobre todo porque me das esperanza. Joder, me persigues con
esperanza. Y no puedo perdonarte por eso. ¡Ahora lárgate y no vuelvas nunca
más!
Me empuja a través de la puerta, hacia el pasillo. Me cierra la puerta en la
cara. Gira el cerrojo con un chasquido decidido y despectivo. Me quedo mirando
la puerta con la boca abierta. Los segundos se vuelven un minuto.
—¡VETE!—ruge AJ desde detrás de la puerta cerrada.
La furia de su grito me pone en movimiento de golpe. Doy media vuelta y
huyo, corriendo a toda velocidad. Mis pasos retumban por el pasillo vacío. Mi
visión vacila por toda el agua que se acumula en mis ojos. Bajo las escaleras de
tres en tres a la vez, tropezando y maldiciendo, agarrándome a la barandilla
arenosa y conteniendo los sollozos, hasta que salgo por la puerta principal. Me
detengo para recuperar el aliento en el porche, inclinándome con las manos en
las rodillas.
La música suena a todo volumen desde arriba.
Levanto la cabeza, escuchando. Esta vez no es ópera, sino una canción de
rock. Tan pronto como el bajo se une, lo reconozco y el cuchillo se hunde un
poco más en mis entrañas.
Es Love and Rockets, mi banda favorita. ¿La canción?
—Haunted (Perseguido).
Las lágrimas que he estado conteniendo finalmente lograron estallar y rodar
por mis mejillas. Me enderezo y regreso corriendo a mi coche.
No miro atrás ni una vez.
Capítulo 11
Me paro frente al lavabo del baño, mirando mi reflejo en el espejo. Mi rostro
está retorcido por la miseria. Mi labio tiembla. Mis ojos están rojos y salvajes.
La mano que sostiene la hoja en mi garganta tiembla tan fuerte que me corté.
Una sola gota de color carmesí cae de mi piel, se desliza por doce centímetros de
acero afilado y cae por el extremo. Aterriza en el lavabo con un suave toque
morado.
Puedo hacerlo. Necesito hacerlo. Necesito hacerlo ahora, mientras todavía
me quede algo de control.
Hace diez minutos que se ha ido, pero sus colores aún me ciegan. Sus colores
están por todas partes, saturando todo, hasta el aire. Aparece en mi puerta como
una aparición, como un demonio, prometiéndome todo con esos malditos ojos
azules de piscina, esos ojos hermosos e inocentes, y me dan ganas de suicidarme.
Peor aún, me hace querer caer de rodillas y suplicar un perdón que sé que
nunca llegará, porque no es merecido.
Listo ahora, inhalo. Presiono la hoja con más fuerza contra el pulso en mi
garganta. Solo un movimiento de mi muñeca. Una sola rebanada sin esfuerzo.
Bella entra al baño. Se sienta a mis pies. Me mira, mueve la cola y se queja.
Tiene hambre.
Temblando, bajo lentamente la hoja de mi piel. Mi risa es temblorosa y suena
a este lado de locura. Dejo caer la hoja ensangrentada en el lavabo y voy a
preparar la cena para mi perro.
Siempre hay un mañana.
Capítulo 12
Paso el fin de semana limpiando el apartamento y lamiéndome las heridas.
El encuentro con AJ me ha dejado tan en carne viva que no confío en mí
misma para hablar con nadie. Así que me escondo, ignorando las llamadas
telefónicas, fregando el suelo de la cocina, reorganizando el armario y quitando
el polvo de las cosas que no les he quitado el polvo desde que me mudé. Es
terapéutico. El domingo por la noche he recuperado algo parecido a mi antiguo
sentido del equilibrio. Me siento con una copa de chardonnay en la mesa de la
cocina a pensar.
He tenido una buena cantidad de novios, no tantos como Grace, Dios sabe,
pero sospecho que ese número es de tres dígitos, y, antes de AJ, pensé que tenía
lo de los hombres bastante resuelto. Pensé que la mayoría de los tipos eran
básicamente la versión más grande, ruidosa y olorosa de las chicas. Pero este
realmente me ha desconcertado. No puedo entender todo este lío. Tengo tantas
preguntas sin respuesta sobre AJ, tantas piezas del rompecabezas que no
encajan, y no sé cómo proceder.
Dos cosas: primero, no soy esa chica que persigue a los hombres.
Especialmente a los que han dicho claramente que no están interesados. O, más
galantemente, me haces querer morir. No creo que eso pueda interpretarse como
algo remotamente romántico. Aunque estoy segura de que hay chicas que
tomarían esa declaración como un desafío, no soy una de ellas. No quiero ser el
clavo en el ataúd de nadie, muchas gracias.
Segundo, no creo que sea justo ni realista, pedirle a otras personas que
cambien por ti. Si quieres cambiar por ellos, date el gusto. Pero si estás pensando
que tu relación sería perfecta si él hiciera (o no) esto o aquello, estás condenado
a la miseria. Déjalo ir y encuentra a alguien que se adapte mejor a ti. A nadie le
gusta un fastidio.
Lo que me lleva a la única conclusión lógica.
AJ es un fracaso.
Olvídate de la química termonuclear entre nosotros. Olvida que es quizás el
hombre más conmovedor, hermoso y, cuando quiere serlo, el más dulce que he
conocido; obviamente viene con tanto equipaje, que cualquier relación que
pudiéramos intentar se hundiría como un soplón de la mafia arrojado de los
muelles con los pies metidos en cemento.
Además, está el asunto de las prostitutas.
Sólo puedo verlo ahora.
—¡Mamá, papá, me gustaría presentaros a mi nuevo novio, AJ! Está súper
enojado y es muy inestable, un experto en enviar mensajes contradictorios y le
encantan las prostitutas. ¿verdad, cariño?
Suspiro y bebo mi vino.
El teléfono suena; es mi hermano. Ésta es una llamada que no evitaré.
—Hola, hermano mayor, ¿cómo estás?—contesto sonriendo.
—Me alegro de haberte atrapado, bichito—dice con voz cálida—. Estoy
genial, de vuelta en la Gran Manzana a la que pertenezco. Pero la verdadera
pregunta es: ¿cómo estás? Esa pequeña actuación tuya la otra noche en lo de
madre fue sacada directamente de un episodio de Downton Abbey.
Puedo decir que está impresionado. Jamie y yo siempre hemos tenido una
gran relación. Es siete años mayor que yo, pero no lo parece. Siempre hemos
sido cercanos, así que le digo la verdad.
—Estoy confundida, un poco deprimida y, según Grace, necesito un buen
revolcón.
Su respuesta es seca.
—¿No lo estamos todos?
—Estoy hablando en serio.
—¿Sobre qué parte? Porque podría ayudarte con los dos primeros problemas,
pero el último es un poco de demasiada información, incluso para mí.
Inflo mi labio inferior y me soplo el pelo de la frente.
—Es solo, ya sabes. Hombres.
Su risa es sabia.
—Hombres, ¿plural? ¿O estamos hablando de un hombre en particular?
Porque puedo ver cómo eso podría ser un problema, considerando el tamaño de
esos zapatos.
Me deslizo por el tema con el que está obsesionado y sigo adelante.
—¿Cómo sabías que no estaba hablando de Eric?
Hay un breve silencio.
—Porque te he visto con Eric. Y nunca has mirado a Eric de la forma en que
mirabas a ese desaliñado dios del sexo rubio que entró en tu tienda.
Soy así de obvia. Maravilloso. Descanso la frente en la mano.
—No te preocupes, no creo que nadie más pueda decirlo. Excepto tal vez el
hombre mismo. Honestamente, bichito, fue un poco extraño estar parado allí
mientras os follabais con los ojos en el mostrador.
Avergonzada, me erizo.
—¡Estábamos discutiendo, no follándonos!
Resopla.
—No te pongas irritable, hermana, solo lo llamo como lo veo. Y lo que vi fue
a dos personas que intentaban fingir que se desagradan enormemente cuando lo
que realmente quieren es meterse en los pantalones del otro.
Me desinflo tan rápido como me ericé.
—De todos modos, no va a suceder. Hay un número limitado de
declaraciones que matan el alma que una chica puede recibir antes de captar la
indirecta.
—¿Matan el alma? Eso es un poco dramático. ¿Te volvió a llamar princesa?
¿Quizás algo peor? ¿Duquesa, quizás?
—¿Estás listo para esto? —Hago una pausa para lograr un efecto dramático
—. Él dijo, y cito textual, 'Estar cerca de ti me da ganas de morir'. —Le doy una
palmada a la mesa para darle más énfasis y me incorporo en mi silla.
Jamie suena perturbado.
—Tengo que admitir que eso es un poco diferente a llamarte princesa. ¿Se
estaba riendo cuando lo dijo?
Mi voz se calma.
—En realidad, parecía que estaba a punto de llorar.
—¿Y qué le dijiste?
Para darle la perspectiva adecuada, retrocedo y le cuento la historia,
comenzando desde cuando me encontré con AJ en Flaming Saddles el pasado
domingo por la noche, y terminando en el viernes, cuando hice la genial
maniobra de aparecer sin previo aviso por su escondite embrujada. Cuando
termino, Jamie permanece en silencio durante tanto tiempo que tengo que
preguntarle si todavía está allí.
—Lo que estás describiendo es un hombre con mucho dolor. Te das cuenta de
eso, ¿verdad, Chloe?
Habla muy en serio. Incluso parece preocupado, como si me estuviera
advirtiendo.
—¿Por qué dices eso?
—Porque cuando tiene dolor, un animal se esconde. Y, si está acorralado y se
siente amenazado, arremete. Tu amigo está haciendo ambas cosas.
Mis pulmones se contraen, lo que dificulta la respiración.
—Lo sé.
—Así que aquí está mi consejo de hermano mayor. Haz con él lo que quieras.
Escucho con atención, mi corazón late un poco más rápido.
—Espera.
Frunzo el ceño ante el teléfono.
—¿Qué quieres decir con espera? Él no va a cambiar…
—No para que él cambie.
—¿Entonces para qué?
—Para que él decida qué quiere más… su dolor o tú.
Me bebo el vino, limpiándome con rabia la humedad del rabillo del ojo.
—Y mientras tanto, vive tu vida. No estoy diciendo que te sientes junto al
teléfono y mueras de hambre. Solo digo que podría tardar uno o dos minutos en
recuperarse. No puedes empujarlo. Pero la forma en que os mirasteis… no creo
que debas tirar la idea por la ventana todavía. Así que espera. Déjalo en paz.
Veamos qué hace si no se siente acorralado.
Debido a que esta pequeña charla de ánimo me está dando demasiadas
esperanzas, suelto:
—Le gustan las prostitutas. Le gustan mucho. Son las únicas con las que
sale.
—¿Hombre o mujer?—pregunta Jamie con calma.
—¡Mujer! ¡Dios!
—Solo estoy tratando de aclararme, no te alteres.
—Disculpa, pero ¿por qué no pareces más perturbado? Él paga por sexo.
—Porque ningún hombre en la historia del mundo ha hecho eso.
—¡Jamie, vamos!—digo exasperada.
—¿Te sorprendería saber que he hecho lo mismo?
Mis cejas se elevan tanto hacia mi frente que casi salen volando.
—Sí, de hecho lo haría. ¿Cuándo? Más importante aún, ¿por qué?
Hay un encogimiento de hombros en su voz.
—Porque estaba caliente y solo, y podía.
Decido no pedir detalles.
—Lo siento, no lo entiendo. Todo me parece tan cutre y patético.
—Bueno, no eres un hombre.
Gimo.
—Esa es una declaración muy sexista.
—¿Cuándo te volviste tan crítica, de todos modos?
—Hola, es ilegal. Peligroso. Totalmente asqueroso.
—¿Cómo sabrías que es asqueroso? Tal vez sea el sexo más caliente que
jamás tendrás, pero estás tan ocupada mirándolo con desprecio que nunca lo
sabrás.
Mis ojos se abren de par en par.
—Estás abogando por que tu hermana pequeña contrate a un gigoló para
tener una experiencia de primera mano en el área, ¿no es así?
Se pone muy práctico conmigo.
—Bueno, si lo haces, conozco a este tipo en Los Ángeles…
—Por favor, cállate ahora mismo.
—Mira, lo admito… no es convencional.
De repente, estoy enojada.
—No, Jamie, no es eso en absoluto. Esto no tiene nada que ver con que yo
sea estrecha de mente o crítica. Es incorrecto. Lo siento si me hace sonar como
una dama de la iglesia, pero follar con alguien por dinero está mal.
—Entonces, ¿por qué no estás enojada con las prostitutas? Ellas son las que
se llevan su dinero. Si no hubiera prostitutas, los hombres no podrían visitarlas.
Casi lo maldigo.
—Eres todo un abogado.
—Y eres demasiada rápida para señalar con el dedo. Nada en este mundo es
blanco o negro. Nada. No sé mucho sobre este AJ tuyo, pero si él solo puede
estar con una mujer a la que paga, hay algo en eso. Y además, si ese es realmente
el caso, toda esta conversación es irrelevante—responde de inmediato y agrega
—. A menos que esté dispuesta a enviarle una factura.
—Estoy segura de que les paga por adelantado. No quieres tanto dinero en
cuentas por cobrar—murmuro.
—¿En serio? —Suena interesado—. ¿De cuánto estamos hablando? ¿Dos,
tres grandes?
—Prueba con cinco.
Él silba.
—Maldita sea. Y pensé que papá cobraba mucho por su hora. Se asustaría si
supiera que una prostituta lo supera su tarifa en tres mil quinientos dólares por
hora.
Es mi turno de sorprenderme.
—¿Papá cobra a sus clientes mil quinientos dólares la hora?
Jamie se ríe.
—Solo a los clientes antiguos. A los nuevos les cobra dos mil quinientos.
Santo guacamole. Honestamente no tenía idea.
—¡Eso ni siquiera parece que deba ser legal!
Su voz se vuelve irónica.
—No te quejabas cuando pagaba para pasar por la USC. O rellenar tu fondo
fiduciario. O financiar ese viaje de graduación que hiciste a París con todas tus
amigas…
—Punto hecho. No es necesario frotarlo.
—Está bien. Sé que estoy siendo un poco duro contigo, pero solo quiero que
mantengas la mente abierta. Por lo menos… trata de tener compasión. Nunca
sabes lo que es ser otra persona hasta que no has vivido lo que él ha vivido.
—¿Caminar un kilómetro en sus zapatos y todo eso?
—Exactamente. Y no suenes tan sarcástica, es verdad.
Molesta con Jamie, con la conversación, con la vida en general, me paro y
me dirijo a la ventana de la sala. Afuera está oscureciendo. Los coches pasan
rápidamente con los faros encendidos, en el tráfico, incluso a esta hora, durante
el fin de semana. Las farolas parpadean.
—¿Cuándo volverás a Los Ángeles?
—No sé. Les estoy dando a mamá y papá un poco de espacio para respirar
después de tu dramático anuncio en la cena. Creo que finalmente se darán cuenta
de que su hijo nunca se casará con la muy hogareña y rica hija de Bunny
Anderson.
—¿Estás enojado conmigo por eso?
—Nunca. Nunca he ocultado quién o qué soy, simplemente han elegido no
verme. Pero siempre lo has hecho y siempre me has aceptado tal como soy. Te
amo por eso, bichito.
Estoy conmovida. No solemos decirnos éstas.
—También te amo, Jamie.
—Me tengo que ir. Llámame si necesitas más consejos masculinos.
—O si necesito el número de ese gigoló—digo con ironía.
Su risa es fuerte.
—Correcto. ¿Y bichito?
—¿Sí?
Hay una pausa.
—No siempre tiene que verse bien en el papel.
—¿Qué quieres decir?
Él suspira.
—Solo que no puedes encontrar el amor en una lista de cosas
imprescindibles. Ya sabes: una buena educación; una carrera estable y en
ascenso; un buen coche; un buen cabello. Nunca es tan fácil. A veces, lo que
parece la perfección no es más que excremento bañado en chocolate. Y a veces
lo que encuentras en la cuneta cubierto de barro que parece una mierda, es en
realidad un diamante. Un diamante grande y grueso que otro tonto tiró porque no
podía ver que todo lo que necesitaba era un poco de cariño para que brillara.
Con un clic suave, la línea se corta.
Dejo el teléfono a mi lado. Se me corta el aliento; al otro lado de la calle,
bajo el resplandor de una farola, un hombre está de pie mirando hacia mi
ventana.
Mientras se da la vuelta y se aleja con la cabeza gacha, aprieta el cordón de
su sudadera con capucha.
Capítulo 13
Por dos semanas, no escucho nada de AJ, ni de Eric. Trabajo, salgo con las
chicas, hago lo mío, tratando de no obsesionarme. Fallo espectacularmente en no
obsesionarme. Esas dos semanas contienen las noches más largas que he pasado.
Podía dibujar de memoria cada grieta y cada minúscula depresión en el techo de
mi habitación.
Entonces, una mañana fresca, me dirijo a mi coche para ir al trabajo y alguien
ha dejado algo en mi parabrisas, apoyado contra el limpiaparabrisas.
Es un pájaro de origami, elaborado con un fino papel de lino azul pálido.
Lo sostengo en mi mano, inspeccionándolo. Recuerdo hacer formas de
origami cuando era niña. Tuve un profesor, originario de Japón, que impartió una
clase sobre el antiguo arte de la escultura en papel. Solo pude hacer una grulla, el
más simple de los pliegues para principiantes, aparte de un avión de papel.
Este pájaro no es una simple grulla. Lo que tengo en la mano es una obra de
arte. Es tridimensional, con un cuerpo elegante, capas de plumas delicadas,
incluso pies diminutos. Quienquiera que lo haya hecho, tuvo mucho cuidado. No
veo pliegues erróneos, ni arrugas reveladoras donde se empezó una, para luego
ser abandonada por otra, ni imperfecciones en el papel.
Es perfecta.
Miro hacia arriba y a mi alrededor, con la esperanza de encontrar una pista de
quién podría haberlo dejado, pero no hay nadie mirándome, solo coches pasando
y un anciano caminando con su beagle regordete por la calle.
Abro el coche y dejo con cuidado el hermoso pájaro de papel en el asiento
del pasajero. De camino al trabajo, lo miro con frecuencia, medio esperando que
abra las alas y emprenda el vuelo.
La siguiente semana, hay otro pájaro en mi parabrisas.
Éste es incluso más elaborado que el primero. Está hecho de papel con
reverso de aluminio, violeta intenso en un lado y un rosa intenso reflectante en el
otro, por lo que los pliegues revelan una capa sobre otra de un color exuberante.
Lo miro embelesada. Ahora sé con certeza que la primera no fue una especie de
casualidad.
Estas hermosas aves están destinadas a mí.
Intento imaginarme las manos que hicieron cosas tan intrincadas y delicadas.
Solo puedo imaginarme las manos de una mujer, de huesos finos y elegantes,
hábiles y precisas. Sin embargo, no conozco a nadie, hombre o mujer, capaz de
un arte tan excéntrico y caprichoso.
Después de la tercera semana, y el tercer pájaro, éste de un increíble amarillo
canario con alas a rayas blancas y negras, limpio un estante en la estantería de mi
dormitorio y comienzo una colección.
También empiezo a intentar atrapar a quien me los deja.
Todos los días durante las próximas dos semanas, me levanto temprano, antes
del amanecer. Espero, mirando desde la ventana. Sé que los pájaros no pueden
haberse quedado afuera toda la noche, o el papel estaría húmedo con el aire
nocturno. Si no está empapado, al menos un poco flácido, las plumas y el pico se
hubieran marchitado. Todavía es primavera en Los Ángeles y las noches son
frías. Pero la nitidez del papel contradice la verdad del momento de su aparición:
al menos después del amanecer.
Mi vigilancia falla por completo. El cuarto pájaro aparece en el parabrisas de
mi coche cuando tomo un descanso de dos minutos para ir al baño. El quinto,
cuando voy a la cocina a prepararme una taza de té.
Lo que solo puede significar una cosa.
Me observan.
Sin embargo, no veo a nadie. No veo nada fuera de lo común. Veo la vida
normal sucediendo en la calle de abajo: coches, corredores, madres con carritos
de bebé, gente en bicicleta.
Sé quién quiero que sea. Pero quienquiera que sea no desea ser visto, así que
no lo es.
No le hablo a nadie de los pájaros, ni siquiera a Kat o Grace. Son mi pequeño
secreto, un cofre del tesoro escondido en mi cerebro que solo yo puedo abrir y
jugar. Kat había dicho que había aprendido que las personas guardan secretos
por todo tipo de razones: tristeza, egoísmo, peligro. No sé si estoy triste o soy
egoísta, pero este pequeño secreto mío definitivamente se siente peligroso, como
si por el mero hecho de no compartirlo con mis mejores amigas, hubiera dado el
primer paso en un camino oscuro e inexplorado.
No me importa. Ya no le tengo miedo a la oscuridad.
Descubrí una criatura extraordinaria viviendo allí.
—¿Qué será hoy?
—Necesito un espresso triple, un Venti chai latte, un Tall Americano y… —
Observo el display del refrigerador frente al mostrador—. ¡Oh! Una de esas
pequeñas barras de limón. La grande al final.
El barista me sonríe.
—Tú y tus barritas de limón. Deberías probar nuestro nuevo brownie con
trozos de chocolate doble, son muy populares.
Me encojo de hombros y le entrego un billete de veinte.
—Soy más una chica de amargo que de dulce.
—De ninguna manera, Chloe, eres totalmente dulce. —Él sonríe más
ampliamente, coqueteando.
Niego con la cabeza y camino hasta el final del mostrador para esperar mi
pedido.
He venido a este Starbucks casi todos los días desde que abrí Fleuret, y todos
los baristas me conocen por mi nombre. Patético, lo sé, pero las personas en el
negocio de las flores son adictas a la cafeína. Tú también lo serías si tuvieras que
ir a trabajar en la oscuridad todas las mañanas y estar de pie durante doce horas,
empuñando un cuchillo extremadamente afilado con el que te cortarías de vez en
cuando. Como cinco veces al día. Algunos de los diseñadores jóvenes usan
tijeras, pero un cuchillo es una herramienta mucho más rápida para arreglar, así
que eso es lo que uso.
De ahí el lamentable estado de mis manos. Hoy, por ejemplo, tengo una tirita
envuelta alrededor de la punta del pulgar izquierdo, un corte en el dedo medio de
mi mano derecha que no está sanando tan bien como debería debido a la
suciedad alojada en él, mellas en mis meñiques y los habituales y abundantes
callos en las palmas. Si hay algo de lo que estoy segura es que nunca seré
modelo de manos.
Agarro el Times y hojeo la primera página mientras espero, hasta que me doy
cuenta de que alguien está parado en silencio meditando a unos pocos metros a
mi izquierda. Reflexionando y mirándome fijamente.
Cuando levanto la cabeza, miro a Eric.
Está de uniforme. Tiene los ojos inyectados en sangre, la camisa arrugada y
está sin afeitar. Parece que acaba de despertar de una juerga de tres semanas.
Con el corazón latiendo con fuerza, volví a dejar el periódico en su estante.
—Eric… Hola.
Sin sonreír, asiente lentamente.
—Chloe.
—¿Cómo estás?
No responde de inmediato.
—He estado mejor—dice finalmente.
Puedo ver eso. Al mismo tiempo me doy cuenta de que no me gusta, que no
quiero que él sufra por ningún motivo, especialmente si es por mi culpa, cuando
dice en voz baja:
—No es que sea de tu incumbencia.
Eso apesta. De hecho, duele. Debe verlo en mi cara, porque se acerca,
levantando una mano como para tocarme. Se lo piensa mejor y la deja caer hasta
su cintura.
—No estoy tratando de ser un idiota.
Aparto la mirada.
—Ok. —¿Qué quieres que diga?
Después de un momento, sin decir palabra, toma mi brazo. Gentilmente me
conduce a través de la multitud matutina hacia el pasillo trasero cerca de los
baños. Lo dejé, preguntándome si había descartado a un hombre perfectamente
bueno por una apuesta arriesgada en un caballo oscuro que probablemente no
valdrá la pena de todos modos.
Paramos junto al teléfono público. Mantiene su mano en mi brazo.
—Mírame.
Lo hago. Es solemne, pero no está enojado. Tengo que contenerme de
quitarle el pelo de la frente que está a punto de caer sobre sus ojos.
—Lo digo en serio, no estoy tratando de ser un idiota. Yo solo… no puedes
saber cómo se sintió eso para mí.
Pero me lo puedo imaginar. No es una imagen bonita.
—Lo siento. No sé qué más puedo decir. Fue un error terrible, uno que
desearía poder deshacer. Nunca tuve la intención de hacer eso. Nunca quise
hacerte daño. Realmente, realmente me disculpo—digo con voz muy baja..
Busco algo más que decir. Me deja retorcerme en un silencio agonizante
durante un rato, observándome. Quita su mano de mi brazo y la baja para
descansar casualmente en la culata de su arma. Encuentro el simple movimiento
increíblemente amenazador.
—¿Te acostaste con él mientras estábamos juntos?—me pregunta
abruptamente.
Mi cabeza se inclina hacia atrás.
—¡No!
Puedo decir que me cree. Sus ojos brillan con intensidad. Se acerca.
—¿Entonces estuviste jugueteando con él?
Mi cara se enrojece de calor. Tengo que trabajar para bajar la voz.
—No, Eric. No jugueteé con él. Nunca te engañé. Ni siquiera lo he besado.
La sorpresa se registra en su rostro.
—¿No estás con él ahora?
Niego con la cabeza.
Me mira fijamente.
—Déjame asegurarme de que estoy haciendo esto bien. No estás con él,
nunca me engañaste con él mientras estabas conmigo, y ni siquiera lo besaste.
—Así es.
Su mandíbula funciona.
—Así que solo querías follarlo.
El ácido en su voz me hace sentir como si me hubieran abofeteado.
—¡Eric!
—Estabas pensando en follar con él, mientras mis manos y mi boca estaban
sobre ti.
Creyendo que merezco soportar esto, al menos por un tiempo más, me quedo
mirándolo en silencio, mis mejillas tan rojas como la letra escarlata que imagino
cosida a mi camisa.
—Creo que merezco una respuesta honesta, Chloe.
¿Ah, en serio? Porque creo que te mereces una patada en la espinilla.
—La respuesta es no. No estaba pensando en él esa noche. No sé qué pasó.
—Parece aliviado, durante dos segundos, hasta que hablo de nuevo—. Pero si
quieres una honestidad total, que es lo que siempre te he dado, entonces sí. Me
atrae.
Palidece, luego se enrojece. Sus labios se aprietan hasta formar una línea.
—Pero nunca hubiera actuado en consecuencia. Cometí un error estúpido esa
noche, y créeme, lo lamento. Me he estado pateando por eso durante un mes.
Pero no me diste la oportunidad de explicarlo, o compensarlo, lo cual creo que al
menos me lo merecía, ya que estuvimos juntos durante seis meses antes de que
eso sucediera. Sinceramente me congelaste por completo. Y si la situación fuera
al revés, tal vez habría hecho lo mismo que tú y me habría ido, pero al menos te
habría dejado decir tu parte antes que yo lo hiciera.
Cruzo los brazos protectoramente sobre mi pecho y miro mis pies con
tristeza. Debería alejarme. Parte de mí quiere. Otra parte de mí se alegra de que
finalmente pueda disculparme, porque lo que le hice a Eric es una de las peores
cosas que he hecho en mi vida.
No importa lo que diga Grace.
—Oye.
La suavidad en la voz de Eric me hace mirar hacia arriba. Parece más alto de
lo que recuerdo. Tal vez sea porque estoy hundida por la vergüenza.
Él mira hacia otro lado, luego vuelve a mirarme, y puedo decir que está
teniendo dificultades para decidir qué decir. No dejo que se salga del anzuelo.
Solo lo miro, esperando, tratando de ignorar a la anciana vietnamita sentada en
una mesa cerca del final del pasillo, escuchando abiertamente.
Él exhala un breve suspiro.
—Yo, eh… está bien. Me asusté un poco.
Cuando lo miro mal, cede.
—Está bien, realmente me asusté. Nunca me había sentido así antes. Perdí mi
mente. Solo quería romper algo.
Me abstengo de recordarle que rompió algo… mi jarrón favorito. También
hizo mella en mi autoestima, sin mencionar la pared de la sala. Sé que fue una
situación horrible, pero en retrospectiva, creo que podría haberlo manejado con
un poco más de madurez. O al menos un poco menos Toro Salvaje.
Su voz se vuelve aún más suave.
—Especialmente después de lo que te dije, ni siquiera dos minutos antes.
Yo te amo. Es asombroso cómo tres palabras tan pequeñas, cuando se
pronuncian juntas, pueden llevarte al cielo o dispararte en el culo con un rifle de
alto calibre.
—Lo sé—susurro—. Si pudiera retirarlo, lo haría.
Al ver su reacción a mis palabras, la forma en que su rostro se suaviza, la
vulnerabilidad en sus ojos, tengo un montón de locas emociones encontradas.
Todavía tengo sentimientos por él, la mayoría de los cuales, si hicieras una lista,
caerían en la columna de los pros. Es (por lo general) considerado, amable y
educado. Es (por lo general) dulce, responsable y divertido. Siempre es
encantador. Hasta ahora, siempre ha sido optimista. Es el tipo de hombre que
aman los padres, porque es tolerante, educado y exitoso. Ama a los niños. Tiene
una gran relación con sus padres y un grupo de amigos agradables y estables.
En resumen, es un buen material para el matrimonio.
En la columna de los contras, subrayada en rojo, estarían sus celos. Si fuera
más como Grace, lo entendería, pero no lo soy. Antes del incidente de AJ, nunca
le había dado ninguna razón para desconfiar de mí, sin embargo, a menudo
actuaba como si yo tuviera una fila de escolta masculina en la marcación rápida.
Justo debajo de los celos marcados en rojo habría un gran signo de
interrogación después de la palabra “cerveza”.
Porque estoy bastante segura de que huelo cerveza en él ahora mismo, a las
ocho de la mañana, y no sé qué hacer con ese hecho perturbador.
—¡Chloe!
El barista me llama por mi nombre; mi pedido está listo. Estoy tan aliviada
que quiero estallar en una risa histérica. No creo que pueda soportar esta tensión
ni un segundo más.
Enciendo una cerilla con el desagradable pensamiento de que, si estuviera
cara a cara con AJ con este tipo de tensión, no querría que se acabara nunca.
—Esa soy yo.
Eric asiente, mirando al barista como si quisiera quitarle el bazo al pobre
tipo. Su voz cae.
—Escucha... ¿puedo llamarte? ¿Quizás podríamos hablar un poco más?
Cuando me mira, sus ojos están oscuros.
Aunque estoy usando un suéter, froto mis brazos para calentarme contra un
escalofrío repentino.
—Claro—digo, asintiendo—. Ok.
Coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja como solía hacer, uno de
esos gestos íntimos que hacen los amantes cuando están en público. Mientras su
pulgar roza mi mejilla, noto al hombre de pie al otro lado de la calle junto a la
parada del autobús, mirando a través de las ventanas de la cafetería.
Las gafas de sol oscurecen sus ojos. Tiene las manos metidas en los bolsillos.
Es alto y ancho, está inmóvil como una estatua, hasta que una mano se levanta
para tirar de la sudadera con capucha que lleva más abajo sobre la frente.
Para cuando Eric se vuelve para seguir mi mirada, AJ se ha ido.
Capítulo 14
Sudando y jadeando, me despierto a la una de la madrugada del día siguiente
de un sueño intensamente erótico en el que me estaba violando un hombre con
una sudadera con capucha que había irrumpido en mi habitación en medio de la
noche.
Si mi madre supiera que estaba teniendo fantasías sobre exactamente lo que
ella me advirtió, me eliminarían del testamento.
Con unos pantalones cortos de niño y la andrajosa camiseta sin mangas de
ZZ Top que me puse para ir a la cama, camino descalza hasta la cocina, sin
encender ninguna luz, y me paro frente a la puerta abierta del refrigerador,
bebiendo jugo de naranja de la gran jarra de plástico. Sé que nunca podré volver
a dormirme.
Ese maldito sueño fue lo más sexy que me ha pasado desde entonces...
bueno, desde siempre.
Gimo suavemente, tratando de olvidar la forma en que el extraño inmovilizó
mis brazos en la almohada sobre mi cabeza. Cómo ató mis muñecas a la
cabecera con un par de mis pantimedias. Cómo se sentía su boca en mi piel.
Cómo su voz áspera murmuraba todo tipo de cosas sucias en mi oído mientras
sus grandes manos me tocaban, acariciando mis pechos, pellizcando mis
pezones, deslizándose contra la humedad entre mis piernas...
¡Dios! Realmente necesito echar un polvo.
Frustrada, arrojo el jugo a la nevera y cierro la puerta. Bostezando, me froto
la cara con las manos. Miro el reloj; tengo tres horas para matar antes de que
suene la alarma.
Podría vestirme e ir al mercado de las flores ahora. Abre a las once de la
noche, por lo que entrar no sería un problema. Además, todas las mejores cosas
salen temprano. En cambio, me encuentro deambulando inquieta por el
apartamento en la oscuridad, mis pensamientos vagando.
Hasta que me detengo en seco frente a la ventana de la sala. Me pica la piel.
—Esto está llegando a ser una cosa—murmuro con incredulidad, mirando al
hombre que camina de un lado a otro bajo la farola al otro lado de la calle.
Siempre pensé que tener un acosador sería una experiencia increíblemente
espeluznante, pero, de nuevo, nunca pensé que sabría exactamente quién sería mi
acosador. Eso reduce un poco el factor espeluznante, dejándome más fascinada
que asustada por este nuevo desarrollo en mi vida.
Incluso a distancia, la agitación de AJ es clara.
Camina a zancadas largas y uniformes. Flexiona las manos para abrirlas y
luego las cierra en puños. Parece que está mascullando para sí mismo. Cada
pocos metros gira bruscamente y retrocede en la dirección opuesta, comenzando
todo el proceso de nuevo.
Sin pensar en lo que estoy haciendo, enciendo la lámpara junto a la ventana,
inundando la habitación de luz.
AJ deja de caminar. Mira hacia mi ventana. Lo miro, esperando, con las
manos temblorosas, el corazón acelerado, preguntándome si acabo de cometer
un terrible error, mientras que al mismo tiempo no me importa si lo he hecho.
Después de toda una vida conteniendo la respiración, lo veo mientras se baja
lentamente de la acera y cruza la calle.
Cuando está fuera de la vista en la esquina delantera de mi edificio, corro
hacia la puerta principal. Presiono mi oído contra ésta, esforzándome por
escuchar algún sonido. El ascensor fue reparado hace unas semanas, así que
ahora no puedo escuchar los pasos en las escaleras, pero escucho el sonido
alegre cuando el ascensor se detiene en mi piso y las puertas se abren.
Son unos momentos insoportables antes de que unos pasos pesados
comiencen a moverse hacia mi puerta.
Se detienen justo afuera. Mi corazón se siente como un trampolín con una
docena de gordas saltando sobre él. Después de un momento, AJ dice mi
nombre. Su voz es apenas audible. Él sabe que estoy parada aquí.
Respiro hondo y abro la puerta.
Empequeñece la entrada. Lleva vaqueros desteñidos, botas, la característica
sudadera con capucha negra que ensombrece su rostro. Sus manos, temblorosas,
cuelgan a sus costados. Sus ojos me perforan.
—Dime que me vaya. Dime que me vaya y ciérrame la puerta en la cara—
dice con voz grave.
Antes de que pueda cambiar de opinión, extiendo la mano, agarro la parte
delantera de su sudadera y lo arrastro suavemente hacia mi apartamento.
Me mira con esos ojos ardientes, su rostro duro.
—Una ultima oportunidad. Dime que me vaya.
—No quiero que te vayas.
Sin apartar la mirada de mí, cierra la puerta detrás de él con un movimiento
rápido de la mano. Nos quedamos de pie por un momento, la tensión espesa
entre nosotros, hasta que él dice:
—Dormitorio.
Esa sola palabra ronca causa estragos en todo mi cuerpo. Trago y me lamo
los labios, dudando, pero AJ niega con la cabeza.
—Demasiado tarde, princesa. —Él se inclina y me levanta en sus brazos.
Este es un movimiento que yo, que alcancé mi altura máxima en la escuela
secundaria, nunca hubiera creído posible. Se necesita un hombre tan grande y
fuerte como AJ para que levantarme parezca tan fácil como levantar un trozo de
papel del suelo. Además de estar sorprendida y emocionada, estoy
profundamente impresionada.
También son impresionantes sus hombros, a los que ahora me aferro como a
un salvavidas, porque está cruzando la sala de estar.
No necesita volver a preguntar dónde está el dormitorio; es bastante obvio.
Soy muy consciente de cada movimiento de su cuerpo, del sonido de su
respiración, de mis nervios chillones. Hace una pausa justo afuera de la puerta
abierta de mi dormitorio y me pone de pie suavemente.
—Invítame a tu habitación, Chloe.
Tratar de no desmayarme se convierte en mi máxima prioridad.
—Yo… um…
Toma mi barbilla en su mano, obligándome a mirarlo a los ojos.
—Invítame a entrar.
Dios, está caliente. Humeando, chisporroteante y también es increíblemente
intimidante. No puedo decir qué expresión está usando. Fluctúa en algún lugar
entre la ola de asesinatos y el niño en la mañana de Navidad. Cuando me vuelvo
a lamer los labios, observa el movimiento de mi boca y lengua con una mirada
casi depredadora, sus ojos destellando en las sombras.
—Adelante—susurro.
Sus párpados se cierran brevemente, después sus ojos vuelven a asarme viva.
Satisfecho, asiente, pasa a mi lado y se dirige directamente a mi cama, donde se
queda mirando las sábanas arrugadas. Con un movimiento rápido, se quita la
sudadera por encima de la cabeza y la deja caer al suelo.
No lleva camisa debajo.
Ahora estoy boquiabierta ante su torso desnudo, tatuado y desgarrado.
Alguien encendió la calefacción, porque el sudor destella sobre mí como si
acabara de salir de una habitación con aire acondicionado hacia una selva
tropical. Me mira.
—Métete en la cama.
Normalmente no soy de las que reciben órdenes de los hombres. O de
cualquier otra persona, para el caso. Pero la voz de AJ teje un hechizo perverso
sobre mí, uno al que me siento impotente para resistir. Curiosa e irracionalmente,
confío en él. Entonces eso ocupa mi cerebro. En cuanto a mis ovarios, están de
fiesta como si fuera 1999. Partes de mí que ni siquiera sabía que tenía se
aprietan, duelen, se contraen nerviosamente con anticipación.
Nunca antes un hombre había tenido tal efecto en mi cuerpo. Si me dijera que
saltara por la ventana en este momento, lo consideraría seriamente.
Me meto en la cama, me siento contra la cabecera con las rodillas dobladas y
tiro de las sábanas hasta la barbilla. Con los ojos muy abiertos y sin aliento, lo
miro. Mi mente va a un millón de kilómetros por hora. La luz de las estrellas y
los rayos vuelan por mis venas.
Quitándose las botas, sostiene mi mirada. Sin quitarse los vaqueros,
lentamente retira las sábanas. Se desliza en la cama a mi lado y, con un brazo
envuelto alrededor de mi cintura, me saca de mi posición sentada hasta que estoy
acostada boca arriba junto a él.
—Rueda sobre tu lado derecho—susurra.
Lo hago. Desliza un brazo debajo de mi cabeza, aprieta el otro alrededor de
mi cuerpo, levanta sus rodillas detrás de las mías, pone su rostro en mi cabello e
inhala. Un delicado estremecimiento recorre su pecho.
Estamos cuchareando. Santo Dios, AJ está haciendo cucharita conmigo.
No puedo respirar. Estoy teniendo algún tipo de evento cardíaco.
—Respira—murmura contra mi nuca. Mis pulmones le obedecen. Después
de uno o dos minutos, puedo volver a sentir los dedos de los pies.
Estoy demasiado desconectada para decir algo. Mis pensamientos están
demasiado dispersos. Todo lo que puedo hacer es acostarme en mi cama con sus
brazos alrededor de mí y sentir.
Y señor, lo siento.
Soy consciente de todo, desde la forma en que la tela de sus vaqueros se
siente contra la parte posterior de mis piernas desnudas, hasta la forma en que su
cálido aliento agita el pelo de mi nuca. Siento mi pulso en la garganta. Siento su
respiración, su pecho subiendo y bajando contra mis omóplatos, el calor y la
solidez de su cuerpo, pegado contra el mío.
Siento su erección, presionando contra su cremallera, clavándose con fuerza
en mi trasero.
Pero él no hace nada más que acostarse conmigo y olerme. Después de un
tiempo, dejo atrás la conmoción de la situación y comienzo a relajarme.
—Bien—dice Aj y sus labios se mueven contra mi piel.
Quiero hacer preguntas. Quiero interrogarlo sobre por qué está aquí, qué
quiere de mí y qué diablos pasó entre nosotros en su casa, pero no lo hago.
Entiendo instintivamente que estamos en su agenda. Éste es su juego y, si quiero
que llegue más lejos, tengo que seguir sus reglas.
La Inquisición Española no está en esas reglas.
El brazo que ha puesto sobre mi cuerpo es pesado, pero el peso es agradable.
Aunque la luz del dormitorio no está encendida, hay un poco de iluminación en
la sala de estar y puedo ver los tatuajes en su antebrazo y nudillos. Con
vacilación, toco su mano. Cuando no reacciona, trazo lentamente el contorno de
un pequeño tatuaje con la punta de mi dedo.
Es una flor. En uno de los pétalos está la letra A.
—¿Cómo se llama tu madre?
Mi dedo se congela. ¿Está preguntando por mi madre?
—Elizabeth.
No espera ni un nanosegundo para hacer su siguiente pregunta.
—¿Tu padre?
—Thomas.
—¿Tienes un segundo nombre?
—Anne. Con una e.
—Y tu hermano es Jamie.
—Sí. Jaime. —Sé que AJ lo vio en mi tienda, pero nunca lo presentaron
como mi hermano. O presentaron en absoluto, para el caso.
—¿Algún otro hermano?
—No.
—¿Abuelos vivos?
—Dos. La madre de mi madre. Es una condesa británica. La condesa Chloe
Harris de Wakefield, West Yorkshire. Me pusieron su nombre.
Hace una pausa.
—Eso explica muchas cosas, princesa. ¿El otro?
—El padre de mi padre, Walter. —Le cuento la historia del cerdo hawaiano
sobre por qué no como carne. Hay una pausa aún más larga.
—Yo también soy vegetariano.
No hay palabras para expresar mi asombro. Mientras estoy ocupada poniendo
mis ojos de nuevo en mi cabeza, agrega pensativo:
—Leí Dieta para una Nueva América del heredero de los helados Baskin-
Robbins cuando tenía diecisiete años. Nunca olvidaré las historias sobre cómo
los mataderos tratan a los animales. Cómo mueren. Nunca volví a tocar la carne.
No podría soportar pensar en ser parte de todo ese sufrimiento.
Mi corazón se disuelve por los bordes. Pero AJ no ha terminado de
interrogarme.
—¿Cuánto tiempo hace que tienes la tienda de flores?
Carraspeo, todavía recuperándome de lo que acaba de decirme.
—Tres años.
—¿Quieres ser florista desde que eras pequeña?
—Siempre quise hacer algo creativo. Y supe que quería trabajar
independiente. Empecé a trabajar en Fleuret durante la secundaria y me
enamoré. Cuando me gradué de la universidad, compré la tienda. Es un trabajo
muy duro, pero no lo dejaría por nada del mundo. Es solo… mía. Es todo mía. Y
nadie me la puede quitar. Si falla, es porque no trabajé lo suficientemente duro o
no fui lo suficientemente inteligente. Nunca me podrán despedir. Eso es
importante para mí: estar por mi propia cuenta. Labrarme mi propio camino.
Nunca estar a merced de otra persona.
Mi confesión no planeada parece satisfacerlo de alguna manera profunda,
porque asiente y hace un sonido masculino profundo en su garganta. Después de
un momento de silencio, se reanudan las preguntas.
—¿Cuanto tiempo has vivido aquí?
—Poco menos de un año.
Sigue así. Me pregunta dónde fui a la escuela, cuánto tiempo he sido amiga
de Kat y Grace, cuál es mi comida favorita, mi color favorito, mi lugar favorito
para vacacionar. Me pregunta qué programas de televisión veo, y si soy una
lectora, y qué tipo de música me gusta además del rock de los ochenta, bla, bla,
bla. Es como si estuviera tratando de empacar un año de conocimientos en una
noche, como si no pudiera existir ni un momento más en la tierra sin descubrir
todo lo que pueda sobre la mujer con la que está envuelto.
Y me encanta.
La única línea de preguntas que llama la atención es sobre Eric. Sé que nos
vio juntos en Starbucks, pero nunca lo menciona.
Cuando, después de lo que parece una hora de interrogarme en cualquier otro
tema, trato de cambiar los lugares y preguntarle por qué se mudó a ese hotel
abandonado, me interrumpe con un seco:
—No.
Giro la cabeza.
—¿No?
Su exhalación es baja. Suena agotado.
—No estoy aquí para hablar de mí.
Trago. Sé valiente, Chloe. Pregúntale. Hazlo.
—¿Por qué estás aquí?—susurro.
Aquí es cuando siento, de hecho, siento físicamente, que su erección se
contrae. ¡La maldita cosa está ansiosa! Los latidos de mi corazón se disparan.
—Porque no he dormido en seis semanas—dice él.
Algunas cosas suceden a cámara rápida después de esa declaración. Primero,
estoy empapada en una fría decepción. ¿Está aquí para dormir? ¿Del tipo de
sueño de dormir profundamente, dormir toda la noche, ten dulces sueños, te veo
por la mañana? Eh. No es lo que hubiera adivinado. Especialmente por ese
cohete listo para hacer un agujero en sus pantalones.
Lo cual, señala mi zorra interior con un guiño, no se ha desinflado ni un
centímetro desde que llegó aquí.
En segundo lugar, mi cerebro se fija en el hecho de que hace seis semanas fui
a su casa. ¿Soy la razón por la que no ha dormido en todo ese tiempo?
Leyendo inquietantemente mis pensamientos, dice:
—Sí. Desde ese día.
Me quedo sin palabras. Estoy emocionada, confundida, excitada, preocupada
y un poco extraña. Esto va mucho más allá de mi experiencia normal con los
hombres, simplemente no tengo idea de cuál es el mejor curso de acción.
Pero mi corazón lo sabe. Instintivamente, mi corazón adivina lo que necesita
de mí. Entiendo por qué vino, y no es solo porque necesita dormir. Necesita
escapar. Y la única forma en que puede escapar de lo que le roe es rindiéndose a
ello.
Respiro hondo, lo dejo salir. No entiendo lo que lo impulsa, las razones por
las que se siente tan repelido y atraído por mí. Quizás nunca lo haré. No parece
dispuesto a compartir.
Lo que sí sé es que me gusta tenerlo aquí. Me gusta su calor. Me gusta su
olor. Me gusta el sonido de su voz y la forma en que se mueve, la forma en que
me mira como si se estuviera muriendo de hambre. Me gusta su tamaño,
acunándome en sus fuertes brazos para que me sienta completamente segura y
protegida. Me gustan sus tatuajes. Me gusta su risa ronca. Me gusta su forma de
ver el mundo, con aceptación y perdón, sin juzgar, ni temer.
Me gusta la forma en que protege y cuida a Bella. La forma en que se
preocupa por un grupo de animales sin rostro que nunca conocerá, lo suficiente
como para cambiar sus hábitos alimenticios para toda la vida.
Me fascina. También es un enigma total.
—¿Puedo hacer una pregunta?—pregunto.
Su brazo se aprieta alrededor de mi cintura. Contra mi piel, sus labios se
curvan. Está sonriendo
—Una.
Mordiéndome el labio inferior, pienso. Hay demasiadas para elegir solo una.
¿Por qué te hago querer morir? ¿Quién es la mujer muerta en Rusia? ¿Por qué
nunca miras a la lente de una cámara? ¿Vas a seguir acechándome? ¿Eres tú
quien está dejando los pájaros de origami? ¿Qué pasa con las malditas sudaderas
con capucha?
En lugar de eso, le suelto:
—¿Eres un espía?
Hay un momento de silencio, hasta que comienza a reír. El sonido es algo a
lo que nunca me acostumbraré. Ojalá pudiera escucharlo para siempre.
—Podría decírtelo, pero luego tendría que matarte.
Sonrío en la oscuridad.
—Muy divertido. Responde la pregunta .
Cambia su peso, ajustando su brazo para que su mano izquierda quede plana
contra mi vientre. Me acerca a su cuerpo, sellando cualquier espacio entre
nosotros, hasta que estamos fusionados de pies a cabeza. Sus pies descalzos se
enredan con los míos. Baja su boca a mi cuello, al lugar donde se encuentra con
mi hombro, abre sus labios sobre mi piel y me muerde, lo suficientemente fuerte
como para picar.
—La respuesta es no. Ahora deja de hablar porque está tomando cada gramo
de mi fuerza no arrancarte las bragas y tu estúpida camiseta de ZZ Top y follarte,
Chloe Anne con una e, hasta que los dos nos corramos tan fuerte que nos
desmayemos —dice, su voz ronca por el deseo.
Reprimo un gemido. Un escalofrío de deseo recorre mi cuerpo, seguido de un
calor floreciente. Mis pezones están tan duros que podrían cortar vidrio.
Al parecer, mi cerebro también decide que es hora de una siesta, porque
pregunto sin aliento, sin una pizca de vacilación o timidez:
—¿Quieres follarme?
Su respuesta es un gruñido bajo y peligroso. Separa los dedos de la mano
sobre mi vientre. Sus dedos se clavan en mi piel. No puedo evitarlo; me arqueo
contra esa mano.
Su reacción es instantánea. Todo su cuerpo se pone rígido. Su brazo se
convierte en una banda de hierro alrededor de mi cintura. Su mano derecha se
clava en mi cabello.
—Más de lo que quiero mi próximo aliento. Pero no lo haré. Nunca lo haré,
¿entiendes? Nunca—sisea.
Eso duele tan inesperadamente que respiro. Siento como si me acabaran de
dar un puñetazo en el estómago.
—¿Por qué no, porque no te cobraré por ello?
Mi amarga excavación solo parece entristecerlo. La tensión desaparece de él.
Suelta mi cabello y suavemente lo peina con los dedos, abanicándolo sobre la
almohada.
—No, princesa—susurra—. Porque no soy tan malditamente egoísta.
Me quedo allí en silencio durante unos segundos, parpadeando para contener
las lágrimas. No sé lo que quiere decir y estoy demasiado enojada para que me
importe. En este momento, solo quiero que se vaya para poder masturbarme,
llorar en mi almohada y terminar la noche.
Detrás de mí, hay un profundo suspiro. Su mano en mi estómago se desliza
por mi cintura y comienza a acariciar mi espalda.
—Faltan poco más de dos horas antes de que suene la alarma. Duerme un
poco.
Meto la cabeza en el espacio entre la curva de su codo y la almohada debajo.
Me estoy escondiendo.
—¿Sabes a qué hora suena mi alarma?
Su mano no flaquea. Simplemente me frota, lentamente, sus fuertes dedos
masajean los tensos músculos de mi cuello y hombros, su palma sigue la línea de
mi espalda hasta mi cintura y vuelve a subir. Es un toque no sexual, pero me
excita. Aunque estoy enojada y exhausta, todavía estoy excitada.
—No hagas preguntas para las que ya sabes la respuesta, pájaro cantor. Solo
duérmete—murmura.
Pájaro cantor. Pienso en los pájaros de origami, los pájaros hermosos y
cuidadosamente elaborados. En la oscuridad, mi corazón canta.
—Tengo algo que decir. No es una pregunta—me apresuro a agregar,
mientras su mano se congela.
Él espera, escuchando.
Exhalo con fuerza y entierro la cabeza más profundamente en la almohada.
—Estoy enojada contigo ahora mismo. Y estoy tan jodidamente confundida
que mis ojos están cruzados.
Siento que su cabeza se acerca a la mía. Su frente toca mi hombro.
—Lo sé—susurra.
—Pero… —Mi voz desciende—. Me alegra que estés aquí.
Por esto, soy recompensada con mi primer beso de AJ. Es suave como una
pluma y dolorosamente dulce. En mi hombro.
¿Quién eres? Me dejo llevar mientras su mano continúa acariciando mi
espalda. Su calidez y suavidad alivian todos los bordes irregulares que él ha
desgarrado con solo aparecer, siendo su yo incomprensible.
Lo primero que noto que está mal es que la cerca de tela metálica en el
camino de tierra que conduce al hotel está abierta. Abierta de par en par, no solo
desbloqueada.
Me detengo a varios metros de distancia, mirándola. Nunca la había visto
abierta antes. De hecho, la cierro detrás de mí todas las mañanas cuando me voy
a trabajar.
Trago, asegurándome de que no es nada. Paso por delante de ella, sin saber si
dejarla abierta o cerrarla detrás de mí, pero tengo una sensación extraña en la
boca del estómago y no quiero perder tiempo, así que sigo conduciendo. En la
cima de la colina, cuando el hotel aparece a la vista, veo la segunda cosa
incorrecta.
Un coche estacionado junto a la fuente en el camino de entrada. También es
una belleza, un Rolls-Royce Ghost completamente nuevo, negro sobre negro,
elegante y brillante. Por un momento, estoy confundida.
¿Vino el manager de AJ?
La extraña sensación se hace más fuerte. Estaciono mi coche al lado del
Ghost. Intento mirar dentro, pero las ventanas están oscurecidas con el tinte de
una limusina; sin suerte. Me apresuro a entrar, subo las escaleras de dos en dos y
corro por el pasillo hacia la habitación veintisiete, con el bolso rebotando a mi
lado.
¡Cálmate!, me digo. Pero no funciona. Estoy entrando en pánico. Lo sé, en
un nivel muy profundo, que algo está muy, muy mal.
Cuando abro la puerta de la habitación en la que he estado viviendo durante
los últimos dos meses, solo empeora.
AJ está en la cama. Está acostado de espaldas con las manos debajo de la
cabeza, mirando al techo. Tiene el torso desnudo, la mitad inferior de su cuerpo
debajo de una sábana, pero puedo decir que está desnudo. Aunque es media
tarde y todavía hay luz afuera, todas las velas están encendidas. Hace calor en la
habitación, demasiado calor y huele a… ¿perfume?
Entro. Gira la cabeza y me mira. Lo que veo en sus ojos, la falta de luz, la
falta total de luz, me detiene en seco.
—¿AJ? ¿Estás bien, cariño? Te perdiste la reunión.
Antes de que pueda responder, escucho un sonido que detiene mi corazón en
mi pecho.
El inodoro.
Alguien está en el baño.
AJ está desnudo en la cama, en nuestra cama, y alguien está en el baño.
Entonces la puerta del baño se abre y mi mundo llega a su fin.
Heavenly sale, cepillando su cabello largo y húmedo con un cepillo que
reconozco instantáneamente como mío. Mi abuela me lo regaló por mi
decimoquinto cumpleaños; es un cepillo de pelo de jabalí de plata con mis
iniciales inscritas en la parte de atrás. Ella mira hacia arriba, me ve de pie en la
puerta y se congela.
Está desnuda. Es hermosa y acaba de tomar una ducha.
Acaba de follar con el hombre que amo.
Un sonido sale de mí, un gemido ahogado y feo desde lo más profundo de mi
pecho. Suena como un animal en agonía.
Heavenly deja caer los brazos a los costados. Ella no hace ningún
movimiento para cubrirse. Ni siquiera parece sorprendida de verme.
—Lo siento—dice en voz baja, mirando a otro lado.
¿Lo siento, porqué? ¿Por matarme? Porque eso es exactamente lo que ha
hecho. Me acaba de apuñalar mil veces en el corazón con una daga. Me acaba de
disparar en el estómago con una escopeta. No puedo respirar No puedo
moverme. De repente, todo es demasiado brillante, demasiado ruidoso,
demasiado cercano. Me siento asfixiada, ahogada, como si hubiera saltado de un
edificio y cayera a toda velocidad hacia el suelo. Mi corazón late con fuerza, mis
manos tiemblan y mi garganta se cierra.
Para el golpe final, Bella sale del baño, se sienta a los pies de Heavenly, la
mira y ladra.
Conozco ese ladrido. Es su ladrido de “dame de comer”. Es un ladrido que
solo haría con alguien con quien se sienta cómoda. Con alguien a quien ama.
Oh, Dios. Han estado haciendo esto todo el tiempo. He estado yendo a
trabajar todos los días como una niña tonta e ingenua, y mi hombre y su puta han
estado follando en la cama que compartimos. Si no hubiera vuelto a casa
temprano, nunca los habría atrapado. Hubiera dejado que AJ pusiera sus manos y
boca sobre mí esta noche, hubiera creído cada palabra de adoración y amor que
saliera por sus labios.
Siento el momento exacto en que mi rostro se arruga. Retrocedo un paso,
agarrándome el estómago, saboreando la bilis en la parte posterior de mi
garganta. Miro a AJ, pero ha vuelto a mirar al techo.
—Empacaré tus cosas y haré que las envíen a la tienda—dice con una voz
desprovista de cualquier rastro de emoción.
Me han despedido. Solo así, ya no me necesitan.
Ya no me quieren.
Todo ha sido una mentira.
No queda nada para decir o hacer, así que simplemente me doy la vuelta y
salgo corriendo.
Capítulo 35
Después de que Chloe se ha ido, Heavenly me mira fijamente por un largo
tiempo desde su lugar cerca de la puerta del baño, mientras yo me acuesto de
espaldas con lágrimas en los rabillos de los ojos.
—Deberías decírselo, AJ.
Me siento y apoyo los codos en las rodillas. No sé si podré responder; el peso
aplastante en mi pecho es casi insoportable. Pero finalmente lo logro.
—Sé lo que estoy haciendo. Es mejor de esta forma.
—Ella te ama. Se quedará contigo si le dices la verdad.
Agacho la cabeza y cierro los ojos.
—Eso es exactamente lo que temo.
Escucho a Heavenly cruzar la habitación. Susurros de tela; ella se pone el
vestido. Entonces se arrodilla a mi lado en el colchón y apoya la mano en mi
brazo. Cuando la miro, no puedo soportar la lástima en sus ojos, así que aparto la
mirada.
—Todavía puedes ser feliz, viejo amigo. No es demasiado tarde— dice en
ruso.
—Es demasiado tarde—susurro, mi voz quebrada—. Sabía que esto iba a
suceder y lo llevé demasiado lejos con ella. Debería haberlo terminado antes. En
primer lugar, nunca debí haberlo comenzado.
Ella suspira. Sabe que es inútil discutir conmigo, y ya hemos hablado de esto
antes. Así tiene que ser. Esto es lo único que puedo ofrecerle después de lo
egoísta que he sido. Es más fácil irse con ira que con tristeza, y ahora Chloe
odiará mis entrañas para siempre. Eso, al menos, le dará algo de fuerza.
Sé por experiencia personal lo motivador que puede ser el odio.
Heavenly se para y me mira.
—Eres un tonto. Si tuviera la oportunidad de alcanzar la felicidad verdadera
como tú, no habría nada en la tierra que pudiera impedirme aprovecharla. Y la
estás tirando a la basura.
La risa que sale de mi garganta es más como un gemido de desesperación.
—No seas estúpida. No hay felices para siempre para personas como tú y
como yo.
—Tal vez tengas razón—asiente ella quedamente—, pero si tuviera lo que tú
tienes, no me detendría de intentarlo.
Se da la vuelta y camina hacia la puerta, recogiendo su bolso del sofá en el
camino. Se pone los tacones y se detiene por un momento antes de mirarme por
última vez.
—Y nunca es demasiado tarde, AJ. Mientras sigas respirando, no es
demasiado tarde.
Ella sale, cerrando suavemente la puerta detrás de ella.
Capítulo 36
No recuerdo el viaje a mi apartamento. No recuerdo estacionar el coche, ni
tomar el ascensor, ni abrir la puerta. Me muevo como una sonámbula, ciega y
sorda, y solo recobro la conciencia cuando el agua caliente se derrama sobre mi
cabeza.
Me doy una ducha completamente vestida, tiritando violentamente, mis
dientes castañeteando aunque el agua está casi hirviendo. No puedo calentarme.
Todo dentro de mí se siente congelado. Debajo de mi piel no hay nada más que
una vasta y desierta tundra de hielo.
Una mentira. Todo era una mentira. Él nunca me amó en absoluto.
Finalmente, toda la fuerza del dolor me golpea y lloro. Mi cuerpo está
destrozado por la fuerza de mis sollozos. Ya no puedo ponerme de pie, así que
me deslizo hasta el suelo y me apoyo contra la pared de la ducha, llorando con
fuerza, los mocos me corren por la cara, me rodeo las rodillas con las manos
mientras el agua me golpea.
No sé cuánto tiempo me quedo bajo el chorro de agua. Mucho después de
que el agua se enfría, me siento en la esquina del cubículo con los brazos
alrededor de las rodillas, temblando. De alguna manera, eventualmente
encuentro la fuerza para ponerme de pie, cerrar el agua y quitarme la ropa. Los
dejo en un montón empapado en el suelo del baño. No me molesto en secarme.
Llego a mi cama antes de que se me acaben las fuerzas y me acurruco en una
bola con las sábanas sobre mi cabeza.
Durante incontables horas permanecí tumbada en silencio y sintiéndome
miserable, levantándome sólo una vez para inclinarme sobre el inodoro y
vomitar.
Ese día pasa. No como. No bebo. No contesto el teléfono de la casa, ni mi
móvil cuando suenan. Sé que estoy en algún tipo de shock y que esto no es
saludable, pero no puedo encontrar la fuerza para preocuparme. No me queda
nada. Me han vaciada, raspado.
Duermo.
Lloro.
Ojalá no lo hiciera.
Después de otro día o dos o diez más, un fuerte golpeteo me despierta.
El reloj de mi mesita de noche marca las cuatro de la tarde. No tengo ni idea
de cuánto tiempo he estado en la cama, cuánto tiempo ha pasado. Cuando
levanto la cabeza y miro a mi alrededor, me mareo.
No recuerdo cuándo comí por última vez.
Los golpes vienen de la puerta de mi casa; alguien está llamando
furiosamente.
Vete. No estoy aquí. Envía flores a mi funeral y vete al infierno.
—¡Chloe! ¿Estás ahí? ¡Es Kat! Por favor, cariño, si estás ahí, abre la puerta.
Su voz es apagada, pero el tono frenético es lo suficientemente claro. No
puedo reunir la energía para sentir pena por haber preocupado a mi amiga.
Apenas puedo reunir la energía para sentarme en la cama, pero lo hago porque
ella no detendrá su insistente martilleo. Paso una mano por mi cabello, me
arrastro hasta el baño, tomo mi bata y me la pongo mientras me muevo como un
zombi por mi apartamento.
Cuando abro la puerta y ella me mira, grita en estado de shock.
—Chloe—dice con los ojos muy abiertos—. ¡Dios mío, cariño! ¿Qué ha
pasado? ¿Dónde has estado?
—He estado aquí. Estoy bien. No te preocupes. Ahora, necesito volver a la
cama.
Mi voz es extrañamente plana. Intento cerrar la puerta, pero Kat golpea su
mano contra ella y la abre de par en par. Me toma por los hombros, me lleva al
sofá, me hace sentar, entonces regresa y cierra la puerta principal. Camina
nuevamente hacia el sofá y se arrodilla en el suelo frente a mí, tomando mis
manos entre las suyas.
—Has estado desaparecida durante cuatro días. Nadie sabe dónde has estado.
No has contestado el teléfono. No te has presentado a trabajar. No has llamado a
nadie.
Me habla despacio y con una enunciación muy clara, como si se tratara de
alguien con un entendimiento malo del idioma inglés.
—Tus padres se están volviendo locos. Pensaron que Eric… bueno, puedes
imaginar lo que pensaban. Presentaron un informe de persona desaparecida.
Cuando llegó la policía, todos tus vecinos dijeron que no habías estado aquí en
meses, pero el administrador del edificio iba a revisar el apartamento más tarde
hoy para asegurarse de que no hubiera un cadáver aquí.
Hay un cadáver aquí, eso creo.
Cuando no respondo, ella repite con más fuerza:
—¿Dónde has estado?
—Estuve aquí—repito rígidamente, mirando más allá de ella hacia la pared
—. He estado aquí todo el tiempo. Estoy bien.
Ella se sienta a mi lado en el sofá.
—¡No estás bien, obviamente! ¿Qué diablos pasó?
Lo pienso por un momento y llego a la única conclusión lógica.
—Morí. Y ahora estoy en el infierno.
Cuando giro la cabeza y la miro a los ojos, todo el color desaparece de su
rostro.
—Me estás asustando.
Mi estómago gruñe. Intento tragar, pero mi garganta está tan seca que no
puedo. Estoy mareada de nuevo, así que cierro los ojos para que la habitación
deje de dar vueltas.
—Necesito estar sola ahora, Kat. Por favor dile a todos que estoy bien. Solo
necesito estar sola. —Intento ponerme de pie, pero mis rodillas ceden y termino
hundiéndome en el sofá, sin aliento, la habitación dando vueltas.
—Suficiente—dice Kat con firmeza—. Voy a llamar a tu padre.
Mis ojos se abren de par en par.
—¡No! Kat, no, por favor, no llames a nadie. No puedo ver a nadie. No
puedo… simplemente no puedo…
De repente estoy luchando por respirar. Siento como si todos mis órganos
estuvieran fallando. La miro, sus ojos preocupados y su rostro pálido, y me doy
cuenta con una dolorosa inspiración que no quiero que se vaya.
Tengo miedo de lo que pasará si me quedo sola por mucho más tiempo.
Jadeo, tragando aire, comenzando a temblar.
—Él no me ama, Kat —le espeto—. Se acabó. Todo era una mentira. Lo
encontré con Heavenly… Entré y él estaba… Ellos estaban…
Su rostro pasa por una serie de expresiones antes de asentarse en la furia. Sus
labios se aprietan hasta convertirse en una pálida y dura línea.
—No pienses en eso pienses. Podemos hablar de ello más tarde. O no, lo que
quieras. Solo recuéstese y descansa. —Ella me empuja suavemente hacia el sofá
y me cubre con mi suave manta de cachemira color chocolate. De repente,
apenas puedo mantener los ojos abiertos.
—Necesito hacer algunas llamadas, pero me quedaré aquí contigo. No me
voy, ¿Ok?
Nunca más tendrás que estar sola, no si no quieres.
Recuerdo la promesa de AJ, y todas las cosas rotas dentro de mí se
pulverizan, haciéndome sangrar.
No respondo, pero Kat no parece necesitarlo. Se pone a encender las luces,
abrir las ventanas y dejar que entre aire fresco en mi húmedo y sofocante
apartamento. La escucho en el teléfono, ordenando comida, luego llama a otras
personas. Mis padres, supongo. Probablemente a Grace, a la tienda. Entro y
salgo de un estado nebuloso de sueño / vigilia, arrullada por la suave cadencia de
su voz en la otra habitación.
Me quedo dormida una vez más.
Yupiiii.
El fin de semana pasa en un borrón. No sabría decir qué hicimos, ni adónde
fuimos, ni a quién vimos, todo es un revoltijo de recuerdos. Luces intermitentes,
colores del arco iris, risas estridentes y olor a cigarrillos, todo subrayado por la
preocupación que me roía el estómago. Mi insomnio no ayuda en nada. No
importa lo que intente, simplemente no puedo dormir. Mi mente corre en una
rueda de hámster en el momento en que me acuesto, y finalmente me levanto y
dejo a Grace roncando suavemente en la otra cama king-size de nuestra
habitación, y deambulo sola por la oscura villa.
Mientras veo salir el sol sobre el desierto, digo una pequeña oración de
agradecimiento porque mi sugerencia de que Nico pasara su fin de semana de
soltero al lado de Kat no prosperó. Tengo la sospecha secreta de que Kat puso fin
a eso después de lo que sucedió entre AJ y yo, pero la idea nunca se volvió a
mencionar.
Nadie pronuncia su nombre a mi alrededor. Todos hemos adoptado una
política tácita de “no preguntes, no hables”, que me va muy bien.
Una cosa que sí sé con certeza, AJ sigue siendo el padrino de boda de Nico, y
Kat no está muy feliz por eso. Escuché una conversación telefónica unilateral en
la que Kat siseó:
—¡No me importa por lo que esté pasando, Nico, Chloe lo encontró con una
prostituta!
Me di la vuelta y me alejé antes de que pudiera escuchar más, antes de que
mi mente pudiera pasar demasiado tiempo pensando en lo que podría estar
pasando. No puedo permitirme preocuparme por sus problemas. Ya será bastante
malo verlo en la boda.
Cuando pienso en eso, me siento enferma.
Volamos de regreso desde Las Vegas de la misma manera en que llegamos:
en el jet privado de Nico. Hasta que desembarcamos, ¿o es bajamos del avión?
Nunca puedo recordar la diferencia; estoy segura de que Grace y yo hemos
hecho un buen trabajo al disimular cualquier posible tufillo de que algo podría
andar mal. Pero mientras esperamos que el conductor de la limusina termine de
poner nuestro equipaje en el maletero, Kat me lleva a un lado y me exige:
—Ok, esto ha durado bastante. ¿Qué sucede?
No me preocupo por las evasiones. Ella lo descubrirá pronto de cualquier
manera; me dirijo directamente a la farmacia después de que ella me deje en mi
apartamento.
—Ok. Dos cosas. Uno: No quería decir nada hasta estar segura, y
definitivamente no quería que te cabrearas conmigo. Porque creo que esto podría
cabrearte.
Ella frunce el ceño y yo me apresuro a seguir hablando.
—Y dos: antes de que te lo diga, tienes que prometerme que lo mantendrás
en secreto. No puedes decírselo a nadie. Ni siquiera a Nico.
Sus cejas se disparan.
—Cariño, no hay nada que no le diga. Lo sabes.
Asiento con la cabeza.
—Pero esa es mi condición. No puede saberlo. Porque si lo sabe, existe la
posibilidad de que se lo diga a AJ, y no estoy lista…
Me apago porque la boca de Kat se ha abierto. Sus ojos se agrandan de la
misma manera que los de Grace.
—Oh, Dios, Chloe, no.
Ella ya lo ha descubierto. Debería haberlo sabido.
—¿Estás cabreada conmigo?
Ella también se da cuenta de eso. Más rápido de lo que puedo parpadear, me
abraza.
—No, idiota, no estoy cabreada contigo, ¡solo estoy preocupada por ti! —
Ella se echa hacia atrás y agarra mis brazos—. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿No
usaste protección? ¡Pensé que estabas tomando la píldora!
De repente, se siente como si la gravedad estuviera trabajando horas extras, y
estoy a punto de ser absorbida por el suelo y tragado para siempre. Lo que podría
no ser tan malo.
—No he tomado la píldora en meses, no desde Eric. Y AJ y yo usamos
condones, solo esa vez… nos dejamos llevar un poco. —La risa que hago suena
inquietante, incluso para mí—. Y solo se necesita una vez, ¿verdad?
Kat gime.
—Oh, cariño. ¿Qué vas a hacer?
—No lo sé, Kat. Honestamente, ya no sé nada. Solo, por favor, no se lo digas
a Nico. No, aún. Todavía, ni siquiera estoy segura. Crucemos los dedos y que
todo esto se deba al estrés. —Ensayo una sonrisa sombría—. O tal vez tenga
suerte y sea cáncer.
Kat me abraza con todas sus fuerzas.
—Estoy aquí para ti, pase lo que pase. ¿Lo sabes bien?
Miro por encima del hombro a Kenji y Grace mirándonos con ojos
preocupados, y estoy agradecida de tener gente de mi lado, porque tengo la
terrible sensación de que los voy a necesitar.
Si mi viaje a la farmacia termina con una pequeña línea azul en un palo en el
que oriné, los necesitaré todos.
Capítulo 38
Tres horas después, miro el palito de plástico blanco en mi mano y me rio.
Me rio y rio y rio, hasta que finalmente me pongo a llorar.
Sollozando, miro hacia el techo de mi baño.
—Dios, solo me gustaría que supieras que oficialmente odio tus tripas. Y no
esperes tener noticias mías nunca más.
Tiro el palito a la basura y voy a la sala para llamar a mi madre.
Ella siempre quiso ser abuela.
Capítulo 39
Mi madre reacciona a mi noticia con su típico aplomo; después de una larga
pausa, simplemente dice:
—Oh, cariño.
Luego, debido a que es la nueva cosa favorita del universo para joderme, mi
padre toma la otra extensión del teléfono en su habitación y pregunta:
—¿Qué es 'oh cariño'? ¿Qué ocurre?
—Hola, papá. ¿Cómo estás? —Me detengo, porque él no va a reaccionar tan
bien como mi madre. De hecho, apuesto a que en algún momento de los
próximos cinco minutos amenazará con una demanda y arrojará cosas a las
paredes.
—Escuché el tono de tu madre, Chloe. Dime qué está mal contigo—responde
mi padre con firmeza.
Ja. ¿Por donde empezar?
—Técnicamente no hay nada malo conmigo, papá, es solo… yo um... —Me
tomo un momento para tratar de reunir mi coraje. Cuando mi coraje permanece
acurrucado debajo del sofá, cierro los ojos y lo hago—. Estoy embarazada, papá.
Todavía no he visto a un médico, pero me acabo de hacer una prueba de
embarazo en casa y es positiva.
Un silencio furioso restalla en el teléfono.
—Thomas—dice mi madre suavemente.
—Está bien, mamá. Yo también estoy enojada conmigo.
—¿Es de él?
Mi padre se niega incluso a pronunciar el nombre de AJ. No les hablé de
Heavenly, ni de los detalles de lo que sucedió ese día. Solo les dije que habíamos
roto, pero ellos han sido testigos de primera mano del estado en el que he estado
durante los últimos meses y no les agrada mucho solo por eso.
Bueno, a mi madre le desagrada mucho. Mi padre podría estar planeando la
muerte de AJ.
Escucho la respiración irregular de mi padre al otro lado de la línea e inclino
la cabeza avergonzada.
—Sí, es suyo. Escucha, sé que esto es… no es lo ideal…
—¿Lo sabe él?—interrumpe mi padre.
La idea de informar a AJ que va a ser padre hace que mi estómago se caiga a
algún lugar cercano a mis rodillas. Hablando de conversaciones incómodas. Se
me ocurre con una explosión de disgusto que mi hijo crezca pasando fines de
semana alternados con una prostituta llamada Heavenly.
Pero no. AJ no querrá participar de esto. Recordar la expresión de su rostro
cuando me despidió con tanta crueldad es un triste recordatorio de lo mucho que
no querrá estar involucrado en nada que tenga que ver conmigo.
—No. Me acabo de enterar, ahora mismo.
—¿Y supongo que ya que nos lo estás informando, el aborto está fuera de
discusión?
Me sorprende la dureza de su voz.
—¡No voy a tener un aborto!
Mi madre dice con dulzura:
—Por supuesto que no lo tendrás, cariño. Nadie está sugiriendo eso—dice mi
madre con dulzura. Su voz gana un tono—. ¿Lo estamos sugiriendo, Thomas?
Esa última parte está dirigida a mi padre. Los imagino en lados opuestos de
su dormitorio, mirándose el uno al otro.
Mi padre empieza a ladrar instrucciones.
Irás a Londres. Te quedarás con tu abuela hasta que nazca. El doctor
Mendelsohn se encargará de la atención prenatal y tendrás que dar a luz en casa,
pero es la única forma de mantenerlo fuera de la prensa para que ese hijo de puta
no se entere…
—¿De qué estás hablando?—lo interrumpo, esperando que de alguna manera
haya malinterpretado lo que ha dicho. No puede estar diciendo lo que creo que
está diciendo.
—Estoy hablando de hacer lo único lógico que se puede hacer con este
desastre, Chloe: adopción privada. Los registros se sellarán, por lo que nadie
podrá averiguar la identidad del niño. Y una vez que termine, lo dejaremos atrás.
Volverás a casa y no volverás a mencionarlo—gruñe mi padre.
Está diciendo lo que pensé que estaba diciendo. Me quedo sin aliento.
Inmediatamente después de eso, hago erupción como el Monte Vesubio.
—No me estás diciendo en este momento que crees que debería esconder un
hijo de su padre, ¿verdad, papá? No estoy escuchando eso, porque si lo estoy
haciendo, colgaré este teléfono y pasará mucho, mucho tiempo antes de que tú y
yo hablemos de nuevo. ¡Si alguna vez lo hacemos!
Hay un silencio de muerte al otro lado de la línea.
Finalmente, con escalofriante suavidad, mi padre dice:
—Te abandonó, Chloe. Te acogió cuando estabas más vulnerable, prometió
protegerte, me prometió que te protegería y después te echó cuando estaba
cansado de ti. Te has negado a darnos los detalles, pero sospecho que ese es el
caso. Dime que me equivoco.
No puedo, por supuesto. Él tiene toda la razón. Pero el hecho es que tengo la
obligación de contarle a AJ sobre este bebé, incluso si prefiero apuñalarle los
ojos con una pluma estilográfica.
—Esto es lo que va a pasar, papá. Como sé que estás molesto, voy a fingir
que no tuvimos esta conversación. Voy a programar una cita con un doctor, no
con el doctor Mendelsohn, sino con un doctor propio, y cuando esté segura de
que todo está bien físicamente, le informaré a AJ. Lo que él elija hacer con la
información es asunto suyo. Y me voy a preparar para ser una madre soltera,
trabajadora, que va a sacar lo mejor de las cosas—Mi voz se rompe porque lloro
de nuevo—y seré la mejor maldita madre que pueda ser. Y si estás interesado en
tener algún tipo de relación con tu nieto, me vas a dar apoyo moral incluso si eso
te mata. Si no estás interesado, esa es tu elección. ¡Ahora, si me disculpáis tengo
que ir a vomitar!
Cuelgo el teléfono y vuelvo corriendo al baño, por lo que sospecho que
pasaré la mayor parte de los próximos meses con la cabeza metida en la taza.
Y nos marchamos.
Hasta el segundo en que vi a AJ, estoy bastante tranquila.
Los padrinos de boda se han tomado sus fotos por separado de las damas de
honor, de acuerdo con la tradición de que el novio no ve a la novia antes de que
camine por el pasillo. Los invitados se han sentado en el jardín, el cuarteto de
cuerdas de la filarmónica ha comenzado a sonar. El distante zumbido de los
helicópteros sólo me distrae ligeramente; Nico ha organizado una zona de
exclusión aérea directamente sobre el hotel, por lo que los paparazzi y los
helicópteros de noticias se quedan en la distancia. La seguridad es
increíblemente estricta; incluso las calles alrededor del hotel están bloqueadas,
de modo que nadie que no viva en esta área súper exclusiva de Bel Air pueda
entrar.
Respiro un poco más tranquila por eso. Esta mañana, la pregunta de Trina
sobre la llegada de Eric a la boda me asustó, pero a juzgar por la cantidad de
policías y personal de seguridad privada acechando discretamente en las
esquinas, dudo que incluso el presidente pudiera entrar si quisiera.
Estamos esperando en una pequeña sala de banquetes adyacente al jardín, la
señal de Jennifer para comenzar a caminar por el pasillo. Como padrino y dama
de honor, AJ y yo deberíamos caminar juntos después del resto del cortejo
nupcial, pero por razones obvias, eso no sucederá. Brody y yo caminaremos
juntos. Nos seguirán Grace y AJ, luego Ethan y Chris, el teclista y bajista de Bad
Habit, escoltarán a Kenji entre ellos. Nico viene después, luego Kat.
Cuando Jennifer dice mi nombre, mi corazón comienza a latir con fuerza,
pero todavía lo mantengo unido. No es hasta que salgo de la habitación y me
meto en la pasarela de ladrillos a la sombra donde los padrinos de boda están
esperando que me desmorono.
Porque ahí está, un poco apartado de los demás bajo las ramas extendidas de
un sauce llorón. Casi me había olvidado de lo hermoso que es. Cuán
básicamente masculino.
Al igual que los otros padrinos de boda, lleva una camisa de vestir blanca
abotonada con las mangas subidas por los antebrazos, un chaleco negro ajustado
(sin abrigo), una corbata negra ajustada, pantalones negros y zapatos de cuero
negros. Tiene un brazalete ancho de cuero en una muñeca que, por alguna razón,
logra hacerlo lucir aún más sexy, más sexy y peligroso de lo habitual. Su cabello
está más corto, justo por encima de sus hombros, un desorden dorado
despeinado.
Parece nueve kilos más delgado que la última vez que lo vi. Eso me
sorprende, pero no tanto como la otra cosa que me sorprende. Como si hubiera
estado mirando la puerta, esperando a que la atravesara, me mira fijamente,
atravesándome con esos hermosos ojos ámbar.
Y me muero de nuevo. Todas las costras son arrancadas. Todo el progreso
que pensé que había hecho se revirtió con la bofetada de una perra gigante en mi
cara. Empiezo a temblar. Se me humedecen los ojos. Mi garganta se cierra.
Todavía lo amo mucho, como siempre. Todavía lo deseo con todas mis
fuerzas. Sigo siendo un tonta solitaria y enamorada.
Gracias a Dios por Brody, porque no podría apartar los ojos de AJ sin su
ayuda.
—Aquí vamos—murmura, tomando firmemente mi brazo y girándome hacia
el camino que conduce a la glorieta—. Te tengo.
Casi gimo por el dolor insoportable que esas dos palabras evocan. Son
exactamente lo que me dijo AJ la noche que Eric me mandó al hospital.
Pero Brody solo está siendo amable. Entrelaza su brazo con el mío,
estabilizándome, y me guía fuera de la sombra de los árboles y sobre la pequeña
colina cubierta de hierba hasta el área de la ceremonia. Cuando Jennifer nos
indica, comenzamos a caminar lentamente por el pasillo. Apenas noto a los
invitados, la música, las flores. Solo puedo ver la cara de AJ. Sus ojos. La forma
en que me miró…
Cuánto peso ha perdido.
A mitad del pasillo, después de recuperar la capacidad de hablar, pregunto:
—¿Por qué está tan delgado?
Brody está sonriendo, mirando de frente a la glorieta donde aguarda un
pastor vestido de blanco.
—No sé. Apenas lo hemos visto en los últimos dos meses. No ha venido a los
ensayos.
Mi corazón se vuelve loco, haciendo ping-pong dentro de mi pecho. ¿Qué
podría significar esto? ¿Ha estado enfermo? ¿Por qué no aparecería en los
ensayos de la banda? Mis pensamientos frenéticos se interrumpen cuando Brody
carraspea.
—Chloe, hay algo que debes saber. Pensé que sería más fácil para ti si no
fuera una sorpresa. Y solo para que conste, le dije que no lo hiciera. Todos lo
hicimos.
Mi estómago se aprieta. Sé que todo lo que diga será malo.
Pero no sé qué tan malo, hasta que me arroja una bomba en la cabeza tan
poderosa que tropiezo y tiene que agarrarme del brazo y tirar de mí para que no
me caiga de bruces en el pasillo.
—AJ trajo a Heavenly como su invitada.
De repente, los violines suenan desafinados y chirriantes. El sol que brilla tan
alegremente sobre mi cabeza quema mis hombros desnudos. Los cisnes blancos
que flotan en el lago junto al área de la ceremonia se ven enfermizos y malvados.
Todo lo bello de este día se vuelve feo y quiero dejar caer mis flores y correr.
Por supuesto que no lo hago. Esbozo una sonrisa, aprieto los dientes y me
quedo en silencio, porque no confío en mí misma para no empezar a gritar si
abro la boca.
Brody nos lleva con éxito por el pasillo. Tomamos nuestros lugares a ambos
lados del pastor. Aunque todo dentro de mí es un páramo de cenizas, me
enderezo y sonrío más.
No miro hacia el pasillo para ver a AJ acercarse con Grace. Cuando toma su
lugar frente a Brody, giro la cabeza y veo a Kenji, Ethan y Chris avanzar.
Observo a Nico caminar por el pasillo, pavoneándose, sonriendo de oreja a oreja.
Entonces la música cambia y todo se ponen de pie para la novia.
Un murmullo recorre la multitud cuando la ven, y entiendo por qué. Kat
nunca se había visto tan deslumbrante. Su cabello oscuro está recogido hacia
atrás a los lados y sujeto bajo un velo largo, que está bordeado de cristales y
perlas. Su vestido de gasa de seda color marfil se ajusta a lo largo del corpiño, se
ciñe alrededor de su diminuta cintura y se ensancha en una falda de bailarina.
Lleva más de un millón de dólares en diamantes Fred Leighton que Nico le
compró, incluido un par de aretes colgantes de veinte quilates y una gargantilla
con una piedra central de diez quilates. Parece una princesa de fantasía.
Parece una novia perfectamente feliz y sonrojada, lo cual sé en el fondo de
mi alma que nunca lo seré. Seré la madre soltera por la que todo el mundo sienta
lástima y tratará de emparejar con sus amigos divorciados. Seré la chica de
amargada que se arruga temprano y bebe hasta tarde.
Seré la tía solterona.
Trago, mirando hacia abajo. Sin pensar, giro la cabeza y encuentro a AJ
mirándome fijamente. Como siempre, nuestra conexión es instantánea y
eléctrica: una sacudida de calor abrasador, un enchufe en un toma corriente.
Siento que me voy a desmayar. Respiro profundamente. Su mirada se mueve
rápidamente a mi boca, luego vuelve a mirarme a los ojos. Cuando veo la mirada
en sus ojos, ese interminable anhelo oscuro con el que solía mirarme, mi corazón
se detiene.
No aparta la mirada. Yo tampoco. Me tiemblan las manos con tanta fuerza
que las flores de mi ramo tiemblan.
Finalmente puedo romper el contacto visual cuando Kat se encuentra con
Nico al final del pasillo. La boda comienza oficialmente, pero no escucho una
palabra. No veo nada.
Todo de lo que soy consciente es del calor ardiente de la mirada de AJ sobre
mí durante todo el tiempo.
Capítulo 41
Miseria: sustantivo, miserias en plural. 1. miseria de condición o
circunstancias. 2. angustia o sufrimiento causado por necesidad, privación o
pobreza. 3. gran angustia mental o emocional; infelicidad extrema. 4. una causa
o fuente de angustia.
—Sí—digo, mirando la aplicación de diccionario en mi teléfono—eso casi lo
cubre todo.
—Guarda tu maldito teléfono y ve a bailar—dice Jamie, arrebatándome el
móvil de la mano.
Hago una mueca.
—¿Con quién? ¿El padre de mi bebé, o su puta pagada al lado?
—No hay razón para revolcarse, bichito, es impropio. Es como la línea de
esa canción de Metric, 'No hay brillo en la cuneta'.
Lo miro.
—¡No me hables de cunetas! Eres el genio que me dijo que podría encontrar
un diamante allí, cubierto de barro, y confundirlo con una mierda. Pues resulta
que, consejero, ¡en realidad era una mierda!
Estoy en la mesa de Jamie y mis padres porque no podía soportar ni un
instante más la mía, que estaba inconvenientemente al lado de la de AJ y la puta.
La recepción está en pleno apogeo. Se ha servido el plato principal, la banda está
a la mitad de su primera actuación y nunca me he sentido tan miserable. De ahí
la búsqueda en el diccionario; cuando Jamie me preguntó cómo estaba, quería
estar segura de que estaba usando la palabra correcta para describir mi condición
actual.
Jamie suspira y busca ayuda en mi madre. Ella le da una palmadita en la
mano.
—Déjala en paz, James. Ella se ganó el derecho a ser miserable.
Levanto mi vaso de agua para brindar por mi madre.
Mirando a AJ al otro lado de la habitación, mi padre murmura:
—Tengo la mitad de la mente en hacer que alguien más se sienta miserable
en este momento.
—No nos avergonzarás en la boda de Kat, Thomas—dice mi madre sin
mover los labios—. ¡Por el amor de Dios, compórtate!
Aparte de nosotros cuatro, nuestra mesa está vacía, al igual que la mayoría de
las demás en el salón de baile. Todos están en la pista de baile, divirtiéndose.
Todos menos AJ y Heavenly, es decir, que están sentados en su mesa, sumidos
en una acalorada conversación. Ambos lucen enojados.
Espero que estén discutiendo sobre la virulenta cepa de herpes que ella le ha
transmitido.
—¿Recibiste mi mensaje esta mañana, papá?—le digo, tratando de
distraerme.
Se vuelve hacia mí, frunciendo el ceño.
—No. ¿Qué mensaje?
—Sobre lo que Eric dejó en mi coche.
Mi padre se sienta derecho como una baqueta en su silla.
—¿Qué?
Asiento con la cabeza.
—Cuando salí a mi coche esta mañana, la placa de Eric estaba en la esquina
de mi parabrisas. La puse en mi bolso.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Lo viste?
—No.
Jamie y mi padre comparten una mirada.
—¿Es una violación de su orden de restricción?
—Absolutamente. La orden de restricción cubre tanto a tu vehículo como a
ti. Ojalá lo hubiera sabido antes, lo habría llamado.
—¡Te dejé un mensaje!
Él niega con la cabeza.
—No importa. Lo reportaré ahora. Y después obtendremos una orden civil
por desacato para ese hijo de puta. —Se levanta abruptamente de la mesa con su
teléfono en la mano y se aleja, dirigiéndose a la salida.
Quiero dejar caer mi cara entre mis manos o, mejor aún, arrastrarme debajo
de la mesa y esconderme, pero que me condenen si voy a hacer algo que incluso
se parezca a parecer que estoy tan afectada por la presencia de AJ como de
hecho lo estoy. Aunque no estoy bailando, me duele la cara por todas las sonrisas
falsas que he estado haciendo, especialmente después de que Kat vino a
disculparse por la invitada sorpresa de AJ. Aparentemente, ella y Nico no sabían
lo que sabía el resto de la banda, y están furiosos no solo por su cruel
movimiento, sino por el hecho de que nadie tuvo las pelotas para decírselo.
Le dije qué, si eso era lo peor que pasaba esta noche, debería estar
agradecida. En la última boda a la que asistí, un invitado borracho cayó sobre la
mesa de postres y destruyó el pastel de bodas de cinco mil dólares de los novios.
—Voy al baño—anuncio, sabiendo que si no le digo a mi madre adónde voy,
asumirá que es para ir a llorar afuera sobre un arbusto y querrá seguirme.
Para demostrar mi punto, ella dice:
—Iré contigo. —Ella comienza a levantarse, pero mi hermano le pone la
mano en el brazo y la empuja suavemente hacia su asiento.
—Dale un minuto—dice, lanzándome una mirada comprensiva.
Doy las gracias, agarro mi bolso y me alejo antes de que ella pueda atacarme.
Salgo apresuradamente del salón de baile, soltando el aliento solo una vez que
estoy afuera en el aire fresco de la noche. El baño de mujeres más cercano está a
un corto paseo a través de un exuberante jardín. Me tomo mi tiempo, repitiendo
en mi cabeza todo lo que ha sucedido hasta ahora, parpadeando para contener las
lágrimas.
En cierto modo desearía no haberle dicho a Dios que nunca más volvería a
saber de mí, porque tengo un fuerte impulso de levantar los ojos hacia el cielo y
gemir ¿Por qué?
¿Cómo sobreviven las personas a este tipo de dolor?
Empujo la puerta del baño de señoras. Dentro está tranquilo; soy la única
aquí. Me paro frente al espejo y miro mi reflejo, preguntándome cuánto tiempo
razonablemente puedo esconderme aquí antes de que mis padres envíen un
grupo de búsqueda.
La puerta se abre detrás de mí. Rápidamente miro hacia abajo y abro el
pequeño bolso que he traído por mi teléfono y mi lápiz labial. No quiero que me
atrapen llorando, así que me muerdo el interior de la mejilla y respiro
profundamente, hurgando dentro del bolso, tratando de parecer ocupada.
—Nunca me ha follado—dice una voz.
Sobresaltada, miro hacia arriba. Cuando veo quién me ha seguido dentro del
baño, se me desliza el bolso de las manos y cae al suelo con estrépito.
Heavenly se cruza de brazos, se apoya contra el costado del baño y se sacude
el cabello de la cara.
—¿Perdón?
—AJ y yo nunca hemos tenido relaciones sexuales. Pensé que deberías
saberlo.
La sangre corre a mi cara. Me enfrento a ella con los puños cerrados.
—Sea cual sea el tipo de juego, no quiero jugar.
Su rostro permanece impasible.
—Es la verdad. Nunca ha tenido sexo conmigo. Él nunca quiso hacerlo; solo
quería alguien con quien hablar. Me paga por mi tiempo, no por mi cuerpo.
Estoy segura de que voy a vomitar. Y esta habitación se siente como un
horno; empiezo a sudar.
—¡Tiene muy mala memoria, señora, porque os vi a los dos desnudos!—
siseo.
Sus pestañas bajan; creo que está avergonzada.
—Esa pequeña actuación fue para tu beneficio. Sabía que encontrarme allí
era lo único que te haría dejarlo, así que me pagó para que me desnudara
mientras esperaba que tú volvieras a casa. —Ella levanta los ojos y se encuentra
con mi mirada—. Era su plan que nos encontraras, ¿lo entiendes?
Estoy atónita. De repente, mis piernas están tan débiles que tengo que
apoyarme en el lavabo.
—No. No, no lo entiendo.
Ella suspira, se endereza, descruza los brazos. Se mueve hacia el lavabo a mi
lado y se muerde el cabello mientras se mira en el espejo. Lleva un vestido largo
de color lavanda sin mangas con una abertura lateral prácticamente hasta el
ombligo y sin sostén. Sus pezones se ven a través de la tela.
—No me miró en ningún momento. Creo que estaba demasiado avergonzado.
Piensa en mí como una hermana. ¿Quién quiere ver a su hermana desnuda?
Nadie. —Se vuelve de un lado a otro frente al espejo, mirándose—. Incluso si su
hermana se parece a mí.
Su tono, expresión y modales indican que me está diciendo la verdad, por
increíble que sea. Hay una silla en un rincón; me hundo en ella.
—¿Por qué? ¿Por qué tendría que hacer eso? ¿Por qué querría que lo dejara?
—pregunto con voz ronca.
Hay un momento de silencio mientras se mira en el espejo. Entonces vuelve
la cabeza y me mira. En sus ojos veo lástima y también una profunda y
aterradora tristeza.
—Porque se está muriendo.
No puedo respirar. No puedo moverme Ni siquiera puedo parpadear. Solo la
miro, los latidos de mi corazón retumban en mis oídos.
Se da la vuelta, apoya su peso en el lavabo y mira al suelo.
—Es un tumor cerebral. Lo sabe desde hace años. Es de crecimiento muy
lento, pero se negó a operarse. Los médicos no pensaron que llegaría tan lejos;
pensaron que estaría muerto a los veinticinco. Ahí es donde estaba ese día,
cuando te dijo que iba a ver a su manager. Ve a su doctor cada tres meses. Y ese
día… le dijeron que se estaba quedando sin tiempo.
Esto no es real. Estoy teniendo una pesadilla. Esto no puede estar pasando.
No me doy cuenta de que he hablado en voz alta hasta que Heavenly me
mira.
—Creen que el tumor es lo que provocó su cromestesia. Presiona los nervios
ópticos. Probablemente lo ha tenido desde la infancia, pero solo se enteró hace
cuatro años, cuando se sometió a una tomografía computarizada después de que
le arrojaron una botella en la cabeza en el escenario. ¿Esa pequeña cicatriz sobre
su ceja? Es de esa botella.
Con un escalofrío de horror, recuerdo algo que AJ me dijo una vez.
Entonces empezaste a luchar por tu sustento.
Antes que la mayoría, porque era grande y siempre estaba enojado de todos
modos. No entendía por qué era tan diferente, por qué veía colores en los
sonidos y nadie más lo hacía. Me sentía como un bicho raro.
—Entonces, como se negó a la cirugía para extirpar el tumor, le dieron un
año. Era más fuerte de lo que pensaban, obviamente. —Se ríe suavemente para sí
misma, negando con la cabeza—. Es demasiado terco para morir a tiempo.
Estoy enferma y tambaleante, pero me las arreglo para preguntar:
—¿Por qué rechazaría la cirugía?
Ella toma una respiración profunda por la nariz y exhala de una vez.
—Porque incluso si pudieran extirpar el tumor con éxito, quedaría ciego.
Dijo que prefería morir. —Ella me mira, sus ojos brillan—. Eso es lo que él cree
que se merece, de todos modos.
Las lágrimas corren por mis mejillas. No me molesto en limpiarlas. No
importan. Nada más importa.
Heavenly mira al techo.
—Solía hablar de ti. Todo el tiempo, de lo único que podía hablar era de ti.
Sabes que fue él quien arregló el ascensor y la puerta de seguridad en tu edificio
de apartamentos, ¿verdad? La empresa gestora no se movió lo suficientemente
rápido cuando los amenazó con una demanda, por lo que pagó de su propio
bolsillo. El doble de lo que debería haber costado, no es que le importara. Habría
pagado cualquier cantidad para asegurarse de que estuvieras a salvo.
Mi boca está abierta. No sale ningún sonido. Pero Heavenly no está
prestando atención; sigue hablando, contando su historia como si estuviera
agradecida de finalmente sacarlo de su pecho.
—¡Vimos esta película juntos una vez, Moulin Rouge! Hay una parte en la
que alguien canta algo como De repente, mi vida no parece un desperdicio, se
volvió hacia mí y me dijo: Eso es. Eso es lo que siento por ella. Fue antes de que
estuvierais juntos. Y después, cuando se reunieron, no lo volví a ver hasta la
fiesta del Día de los Caídos. —Su voz se quiebra—. Y estaba muy feliz por él.
Por ambos. Y también, muy, muy triste porque sabía que no lo sabías. Él no
quería que lo supieras.
Me mira de nuevo y ahora tiene los ojos húmedos.
—Se odiaba por dejar que te enamoraras de él, sabiendo que no le quedaba
mucho tiempo. Y al final, pensó que sería mejor si te hacía odiarlo también.
Pensó que sería más fácil para ti, cuando llegara el momento, si ya lo habías
dejado muy atrás. Él no tenía la fuerza para alejarse de ti, así que lo hizo para
que tú fueras quien se marchara Y sabía que la única forma en que podría
mantenerse alejado de ti hoy, es si me traía, para que lo odiaras de nuevo. Pensó
que estaba haciendo lo correcto. Por ti.
Heavenly hace una pausa, tragando.
—Bien o mal, Chloe, todo lo que ha hecho AJ desde el día en que te conoció
ha sido por ti—susurra.
Estoy moviéndome. La decisión no se tomó en ninguna parte consciente de
mi cerebro; mis pies solo están obedeciendo una orden subconsciente urgente.
Salgo corriendo por la puerta, volando sobre el camino corto de regreso al salón
de baile con el corazón en la garganta.
Muriendo. Muriendo. Muriendo. Resuena dentro de mi cabeza. No puedo
dejar que eso suceda. No puede morir, ni ahora, ni nunca. Tengo que decirle,
tengo que hacerle saber sobre el bebé, hacerle cambiar de opinión sobre la
cirugía...
El sonido de la gente gritando me hace vacilar y detenerme. De repente, la
música dentro del salón de baile se interrumpe. El chillido agudo de la
retroalimentación de un micrófono llena el aire de la noche, y entonces hay un
silencio inquietante.
Desde algún lugar detrás de mí, viene corriendo un policía. Me aparta de un
empujón, , ladrando a una radio de mano. En su otra mano sostiene su arma.
Corro hacia el salón de baile. La gente ha comenzado a fluir presa del pánico,
algunos gritando, otros silenciosos y pálidos por el miedo. Paso corriendo junto a
ellos, me abro paso a empujones a través de una de las puertas y miro
salvajemente a mi alrededor, tratando de encontrar la causa del alboroto. Veinte
pasos adentro, llego a un punto muerto.
En el centro de la pista de baile vacía está Eric. Tiene a mi madre
aterrorizada y llorando en un estrangulamiento. Le apunta con una pistola a la
cabeza.
—¿Dónde está ella?—grita, mirando a su alrededor salvajemente. Arrastra a
mi madre hacia atrás hacia el escenario abandonado.
Todo adquiere la calidad de un sueño. Me muevo a cámara lenta, con los pies
pesados, el sonido de las voces ahogadas y distorsionadas como si estuviera bajo
el agua. Alguien está diciendo mi nombre; es mi hermano, de pie cerca de
nuestra mesa, sus brazos extendidos hacia mí, sus ojos aterrorizados. Lo ignoro y
sigo moviéndome, caminando aturdida hacia Eric.
No se trata de mi madre; ella es solo una sustituta. Sé que la dejará ir cuando
obtenga lo que realmente ha venido a buscar.
Me ve. Me muestra los dientes. Noto que está forzando su pierna derecha, la
que AJ le rompió.
—¡Tú!—gruñe.
Mi madre solloza. Varios policías con armas desenfundadas avanzan
lentamente entre la multitud que se retira, gritándole que suelte el arma.
Eric levanta el arma y me apunta directamente.
—Me arruinaste la vida—grita, con los ojos enloquecidos.
Estoy congelada de terror. Mi visión se reduce a un círculo con el rostro de
mi madre y el de Eric detrás. Sé que éste es el final. Instintivamente, mis manos
cubren mi vientre.
Justo antes de que Eric apriete el gatillo, me empujan hacia un lado. Empiezo
a caer, agitando los brazos. Suena un disparo. Golpeo el suelo con fuerza; mi
aliento sale de mis pulmones. Escucho varios disparos más en rápida sucesión,
bam bam bam bam bam, y grito.
Alguien más está gritando. Es mi madre; está inmóvil, sus manos están
temblorosas cubriéndose el rostro.
Eric está tumbado en el suelo detrás de ella. Un charco cada vez mayor de
líquido oscuro rodea su cabeza.
Me vuelvo para ver quién me ha hecho caer a un lado y gimo de horror.
AJ está tumbado de espaldas en el suelo a unos metros de distancia, con los
ojos cerrados, inmóvil. Un solo agujero perfecto atraviesa la tela de su camisa,
justo por encima de su corazón.
La sangre brota del agujero, manchando de rojo la prístina tela blanca.
Capítulo 42
—¡Déjame verlo! ¡Necesito verlo!—le grito a la enfermera que me frena en
las puertas que conducen al pasillo de quirófanos del hospital. Ella está tratando
de calmarme, pero estoy completamente loca.
No puedo perderlo de nuevo. No puedo. No lo haré.
—¡Chloe, shhh, déjalos hacer su trabajo! ¡Detente! ¡Ven conmigo ahora,
detente, bichito! —Jamie me envuelve en un abrazo de oso, alejándome de la
enfermera. Me aferro a él, sollozando histéricamente. Mis padres están en la sala
de espera, junto con la banda; su administrador, Saul; Kat y Nico, Grace y Kenji,
con unos cincuenta policías apostados afuera.
—Tengo que verlo—me lamento, mi rostro enterrado en el cuello de Jamie
—. No puede terminar así.
—Nada termina, Chloe. Está en cirugía, lo están cuidando. Va a estar bien.
—¡No lo sabes! ¡Viste cuánta sangre había!
Jamie me abraza fuerte, dejándome llorar en su chaqueta. Pasa una mano por
mi cabello.
—Él lo logrará, bichito. Y tú también. Ahora intenta calmarte. La histeria no
puede ser buena para el bebé.
Tiene razón. Probablemente estoy empapando a mi bebé con algunas
hormonas de pánico realmente malas. Intento respirar y solo consigo empezar a
tener hipo. Jamie me da su pañuelo y me hace sonarme la nariz.
—Vamos a ir a sentarnos en la sala de espera hasta que tengan algo que
decirnos, ¿de acuerdo? No podemos hacer nada más ahora que esperar.
Asiento con la cabeza, gimiendo mientras trato de contener los sollozos. Sé
que Jamie tiene razón, pero esperar sin hacer nada cuando tengo tanto que
decirle a AJ, cuando de todos modos nos queda tan poco tiempo juntos, parece
un castigo cruel e inusual.
Jamie me guía a través de los pasillos silenciosos y estériles del hospital
hasta la sala de espera. Todos se acercan de prisa cuando entro. Kenji, Grace y
Kat, que todavía está vestida de novia, me rodean y me dan un abrazo grupal.
Mis padres están ahí con ellos, abrazándonos. Mi madre está llorando; creo que
todavía está en estado de shock. Mi padre está sombrío y tenso, al igual que
Nico, que está detrás de Kat con su mano en su hombro. Ethan y Chris están un
poco separados con la cabeza inclinada y los brazos cruzados sobre el pecho.
Brody está en la esquina con las manos en las caderas, sacudiendo la cabeza.
Saul es el único que permanece sentado. Por la expresión de su rostro, es
posible que no pueda pararse.
—Nico—le susurro.
—¿Sí, cariño?
—¿Lo sabías? ¿Sobre el tumor cerebral de AJ?
Parpadea. Sus ojos azul cobalto se agrandan.
—¿Tumor cerebral?
Entonces él no lo sabía. Miro a Brody, Chris y Ethan, quienes me miran con
horror. Obviamente, ellos tampoco lo sabían. Pero cuando miro a Saul, parece
derrotado.
—Saul—digo, mi voz se ahoga.
Suspira.
—Me hizo jurar que guardaría el secreto. No quería que nadie supiera que se
estaba muriendo.
La habitación estalla en un caos. Nico, siempre exaltado, se acerca a Saul y
comienza a ladrar preguntas. Mientras Chris intenta que se calme, mis padres
miran a Kat y Grace, y todos empiezan a hablar a la vez. Kenji está parloteando
consigo mismo como un loco, Brody está interrogando a Ethan en busca de
información y niega cualquier conocimiento de algo. Mi hermano es el único
que no dice nada, y eso es porque está mirando hacia la puerta.
Mi corazón da un salto; ¿es el doctor?
Me doy la vuelta para seguir su mirada, pero no es un doctor. Allí, en la
entrada, hay un hombre de aspecto muy corriente, vestido con un traje, que lleva
un maletín y contempla con desconcierto la escena.
—¿Señorita Carmichael? ¿Hay una Chloe Carmichael aquí?
La habitación se queda en silencio.
—Sí, soy yo. ¿Quién es usted?
Saul se levanta.
—Es el señor Wells, Chloe. El abogado de AJ.
Saul y el señor Wells se dan la mano.
—Llegué aquí tan pronto como pude—dice Wells con voz apagada.
—Gracias por venir—responde Saul. Me mira—. Hay algún papeleo para ti.
Escuchar la palabra “papeleo” en relación con un abogado inmediatamente
pone los pelos de punta a mi padre. Da un paso adelante y exige:
—¿Qué tipo de papeleo?
Wells, mira a todas las personas que le devuelven la mirada y se ajusta
incómodo la corbata. Me mira.
—¿Hay algún lugar más privado donde podamos hablar?
—Cualquier cosa que tengas que decir, puedes decirlo delante de todos. De
todos modos, les contaré a todos .
Wells levanta un hombro.
—Como desee. —Se acerca a la mesa de café, deja su maletín y lo abre con
un movimiento rápido de las muñecas. Saca una carpeta negra. Me lo tiende.
—Documentos de planificación patrimonial señor Edwards.
Cuando lo miro en silencio, agrega:
—Testamento, fideicomiso en vida, poder notarial duradero, directiva
anticipada sobre atención médica. —Su voz se suaviza—. Tuvo mucho tiempo
para prepararse.
Con manos temblorosas, tomo la carpeta.
—¿Qué tiene que ver conmigo?
—Usted es la beneficiaria de su testamento, del fideicomiso, que tiene todos
sus activos, incluida la propiedad, y su apoderado designado para tomar
decisiones financieras y de atención médica en su nombre.
Cuando sigo mirándolo con la boca abierta, suspira.
—Si no puede tomar decisiones por sí mismo, usted está autorizada a
tomarlas por él, ¿comprende?
—Por ejemplo, si él está… en coma—dice gentilmente Saul.
En un instante, lo entiendo. Si se reduce a eso, soy el responsable de tomar la
decisión de desconectarlo o no.
Mi hermano me atrapa justo antes de que me desplome. Mientras aprieto la
carpeta contra mi pecho, me arrastra a una silla cercana.
—Que alguien le traiga un poco de agua—ladra Jamie.
—Estoy en eso. —Brody sale corriendo de la habitación.
—Déjame ver eso, Chloe.
Entumecida, le entrego la carpeta a mi padre. La abre, escanea las primeras
páginas, luego pasa a varias secciones con pestañas, leyendo rápidamente, su
dedo hojeando la página. Después de un momento, murmura:
—Dios.
—¿Thomas? —La voz de mi madre atrae su atención de nuevo a la
habitación y a todos los que están esperando a que él hable.
Mira a su alrededor, luego me mira de nuevo.
—Bueno, nunca más tendrás que preocuparte por el dinero, eso es seguro.
Tiene propiedades en todo Estados Unidos. Parece que son hoteles, en su
mayoría.
Cierro mis ojos.
¿Estuvo vacío mucho tiempo antes de que lo compraras?
Años. Originalmente fue construido como un hotel resort, pero nunca llegó a
serlo. Lo compré porque se ve como me siento.
¿Solo?
Corroído. En ruinas.
Estoy seguro de que todos los hoteles en el testamento de AJ son como el que
él vivió, lugares solitarios y abandonados con un pasado accidentado. Pájaros del
mismo plumaje, había dicho él. Pájaros del mismo plumaje.
—Hay un error aquí.
Abro mis ojos. Mi padre está mirando una página con el ceño fruncido. Mira
al señor Wells.
—Está fechado el 1 de Julio de este año.
Wells asiente.
—Es correcto. El señor Edwards actualizó su fideicomiso en vida en esa
fecha para incluir a la señorita Carmichael en los documentos.
—Pero tú y él ya habían terminado—dice mi padre, mirándome.
Las lágrimas corren por mis mejillas.
—Él nunca terminó conmigo. Solo quería que yo terminara con él, porque
sabía que me iría. No quería que tuviera que verlo morir. Pero lo haré de todos
modos. —Vuelvo a romper a sollozar.
Brody regresa con un vaso de agua, que Jamie deja a un lado. Luego se
arrodilla frente a mí y toma mis brazos.
—Escúchame, bichito.
Devastada, lo miro.
—Pase lo que pase, siempre tendrás una parte de él. El bebé, Chloe, no es
solo tuyo. También es suyo. De ambos. Y siempre lo será. Siempre tendrás una
parte de AJ contigo—dice en voz baja.
—Gracias—susurro.
—¿Bebé?—dice Nico, Brody y Chris al unísono.
Kat va hacia Nico y lo abraza por la cintura.
—Quería dejar que se lo dijera a AJ primero, cariño.
Él la mira fijamente.
—¿AJ va a tener un bebé?
—En realidad, es Chloe quien va a tener el bebé, querido. Aunque tu amigo
ciertamente hizo su parte—dice mi madre, que parece estar un poco más firme
en sus pies. Probablemente porque acaba de descubrir que soy una heredera de
bienes raíces.
Nico me mira, sus ojos se iluminan por primera vez en horas.
—¿Kat y yo vamos a ser tíos?
Niego con la cabeza lentamente.
—No. Serán padrinos.
—¡Grace y yo seremos tíos!—dice Kenji con orgullo.
—Tía Kenji suena muy bien—dice Grace y le sonríe a Kenji.
—También tío Grace—le responde él.
Por un momento el ambiente es más ligero, pero se hace añicos cuando una
mujer con bata blanca entra en la habitación.
—Señores. ¿El grupo de Edwards? —pregunta, mirándonos. Es una morena
alta y esbelta de unos cuarenta y cinco años, formal y fría, con un rostro
absolutamente inexpresivo.
Me da un vuelco el estómago. Me pongo de pie, sosteniéndome del brazo de
Jamie como apoyo.
—¿Sí?
Su mirada fría descansa sobre mí. Sus ojos son del color del pedernal.
—¿Es usted la pariente más cercana?
Asentí en silencio con la cabeza.
—Soy la doctora Rhoades. Venga conmigo por favor—me dice.
—¿Qué es lo que está sucediendo?—exige mi hermano. Todos se acercan.
La doctora Rhoades hace una pausa por un momento.
—Necesitamos obtener algo de información. Y me temo que no tenemos
mucho tiempo. Ahora, ¿me puede seguir?
Fin
EL CONO del SILENCIO
Traducción
Colmillo
Corrección
La 99
Edición
El Jefe
Diseño
Max
Notas
[←1]
M.I.L.F.: mother-I'd-like-to fuck: madre que me gustaría follar.
[←2]
Es la persona que toca la batería. Si vives en España se los menciona con el
termino batería. Si vives en países de América como baterista.
[←3]
[←4]
Coño.
[←5]
La Three Strike Law es la respuesta a las demandas políticas y públicas
para exigir políticas de sentencias más duras para los delincuentes
habitualmente violentos. Estas leyes se conocieron como la política de
“Tres faltas y estás fuera”, donde un tercer delito grave resulta en una
sentencia que va desde 25 años hasta cadena perpetua sin libertad
condicional.
[←6]
Televisor de pantalla plana gigante, maraca Sony. Son parte de la
emblemática Times Square en Nueva York.