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"PulsiÓn – Objeto – Fantasma (ii)"

(*) Seminario De La Escuela Freudiana De Buenos Aires: PulsiÓn – Objeto – Fantasma. Segunda Reunión (julio De 2002).

Analía Stepak

Me interesaría retomar algunas cuestiones planteadas en la última reunión. Liliana Donzis nos
recordaba que es Freud quien habla de elección de objeto. En relación a esto quisiera
subrayar hoy que los textos atinentes a la elección de objeto en Freud son preferentemente
los que van de 1910 a 1912 (me refiero específicamente a los tres textos que se engloban
bajo el título Contribuciones a la psicología del amor):
* sobre la más generalizada degradación de la vida erótica.
* sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombre.
* el tabú de la virginidad.
Podemos, a partir de dichos textos freudianos, subrayar ciertas características que se repiten,
que si bien no siempre son fijas, son constatables tanto para la mujer como para el hombre,
determinando en cada caso la elección de objeto de amor.
En cambio, en el texto de 1915 Pulsiones y sus destinos, Freud nos sorprende una vez más
en su afirmación de que el objeto, en relación a la pulsión, "es lo más variable". Si
efectivamente el objeto, tal como lo propone Freud y lo retoma Lacan, es algo así como
"indiferente", ¿de qué se trata en nuestra clínica cuando quien consulta acude aquejado por
un síntoma, cuando no fijado a más de uno de los objetos pulsionales, acarreándole dicha
fijeza trastornos por cierto no desdeñables?
Me interesa retomar lo planteado en reuniones anteriores cuando se situó al "objeto a como
operador lógico", condición de goce para el sujeto.
Si en el inicio contamos con un síntoma, nos hallamos confrontados con que el mismo al
menos testimonia que nos encontramos con un sujeto fijado a su fantasma y desde el mismo
produce dichos síntomas.
Sabemos también que un niño, en el mejor de los casos, es tomado como falo de la madre,
opera como objeto tapón que obtura la falta del Otro materno; se trata de un tiempo fundante
para dicho niño del cual podrá salir gracias a la eficacia de la metáfora paterna, lo cual nos
brinda una primera aproximación a lo que hoy quisiera desplegar en relación al estatuto del
objeto y del fantasma. Plantearíamos entonces que es menester que la represión primaria se
haya efectivizado para que secundariamente podamos hablar de fantasma.

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Desde un comienzo en los textos de Lacan contamos con una afirmación: "el fantasma como
soporte de deseo". También contamos con un algoritmo, S ? a (la fórmula que se nos propone
para el fantasma). El fantasma vendría a remediar algo que el sujeto perdió al dejar ese lugar
paradisíaco en el que obturaba la falta en el Otro.
Desde esta perspectiva leemos al fantasma como propiciatorio, en tanto salva al sujeto de
quedar tomado totalmente en el goce del Otro. Nos encontraríamos así ante un sujeto barrado
dividido en relación a un objeto que lo causa. En la reunión anterior se planteaba una vez más
el famoso ejemplo de Winnicot de la frazadita apelmazada o gastada que los niñitos suelen
arrastrar, objeto privilegiado para dicho niño, precursor del objeto a. En esta oportunidad me
interesa subrayar otra arista del mismo: objeto que le resta una cuota de goce al Otro, lo cual
una vez más subrayaría el valor propiciatorio que tiene para el sujeto esta sustracción de goce
al Otro, por ende la relevancia de dicho objeto precursor del a.
De todos modos, no sólo nos vamos a topar con la vertiente propiciatoria del fantasma en su
costado de sustracción de dicho goce, sino que habremos de vérnoslas también con una
arista no excedente de complejidad: la fijación a la cual el sujeto se ve sometido. Recuerden lo
que Freud subrayaba en Pulsiones y sus destinos en relación al concepto de "fijación": como
"un lazo particularmente íntimo con el objeto".
Hoy, con Lacan, podríamos afirmar que se trata de un goce del cual el sujeto no puede
sustraerse.
Partí de la pregunta por el síntoma, su valor y su eficacia, lo cual me lleva a relevar una vez
más el valor del fantasma en tanto nos va a permitir que el sujeto se interrogue por aquello de
lo cual sufre tanto como por sus fijaciones.
Fantasma y objeto que podríamos situar como lugares de brecha, de hiancia, de corte con el
Otro, en tanto la producción de síntomas puede ser la oportunidad para el sujeto de efectivizar
la lectura de los mismos en análisis, tanto como interrogar su modo de fallar, también de
gozar, lo que permite que algo de dicha fijeza se pierda, el corte se produzca, la letra pueda
ser leída, liberando al sujeto de dicha fijación.
Subrayábamos en un comienzo que no hay objeto que colme, el mismo cae, se recorta del
cuerpo del Otro cobrando un valor que se instalará de un modo singular para cada quien,
modo éste que denunciará que en la pulsión habremos de encontrarnos con un resto no
realizado.
Objeto a, que necesariamente será contorneado por el decir del analizante y viene a subrayar
que la batería significante está en falta.
Hasta aquí hablamos de fijación al objeto. Ahora me interesaría subrayar la arista atinente a
"la identificación" al mismo, en tanto cuando el neurótico está fijado a un determinado objeto
en su fantasma, suele identificarse al mismo, y desde esta posición se ofrece al deseo del
Otro. Identificación que será indispensable conmover en una cura.
Por otro lado, me interesa situar el momento privilegiado del surgimiento de la angustia,
tiempo del ¿che vuoi? ¿Qué quiere el Otro de mí? ¿Qué me quiere? Tiempo de angustia que
se desencadena cuando esta fijeza de la que hablábamos se conmueve; vacilación

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fantasmática que requiere relevar el lugar que se ha ocupado para el Otro; y a su vez, frente a
la opacidad respecto de su deseo, el sujeto responderá con su angustia, oportunidad única,
privilegiada, para el analista también para el analizante, de cernir lo real y su presentificación.
Planteábamos en un comienzo que si hablábamos de la instauración del fantasma es porque
previamente operó la metáfora paterna, sin embargo el neurótico retrotrae el fantasma a la
pulsión, regresa a una operación anterior, lo cual va a producir como efecto que la pulsión
llegará al cuerpo del que habla como demanda del Otro.
Es así que el tiempo en el que comanda la pulsión se graficaría de este modo S ? D, también
comanda la demanda del Otro. Tiempo necesario, que si el sujeto puede interrogar, podrá él
mismo, análisis mediante, recorrer esos lugares de fijación que lo atenazaban, y recortar uno
a uno esos objetos a.
De este modo el sujeto puede emerger como efecto allí donde antes sólo había demanda del
Otro. Ganancia para el sujeto, quien abandona aquellas identificaciones que lo aquejaban, y
puede entonces apuntar a un objeto que será su causa.
En relación a este objeto del cual tanto nos estamos ocupando en este seminario, a su valor
lógico de articulador entre el sujeto y el Otro, podríamos agregar una característica
fundamental: que el mismo se produce al final del movimiento, cuando desaparece, cuando no
es más que un agujero.
Para poder dar cuenta puntualmente del modo en que estos objetos pulsionales se
contornean para luego caer y dejar dicho lugar vacío, se me ocurrió volver a tomar un cuento
de Marguerite Yourcenar que alguna vez trabajé, que nos permitiría situar de un modo
privilegiado algunos objetos pulsionales tales como el seno, la voz y fundamentalmente la
mirada (y el objeto escópico).
El cuento se llama "La leche de la muerte" y fue re-editado en un libro titulado Leyendas
orientales.
Esta historia es una vieja leyenda balcánica que Marguerite Yourcenar recrea y es relatada en
el cuento de esta forma:
Dos amigos conversan en una cervecería frente al Adriático y uno le pide al otro que le cuente
por favor una historia que sea "lo más hermosa y menos verdadera posible". Su amigo le
propone que va a proceder a relatarle la historia que solían contar las viejas de Serbia acerca
de la torre de Scutari, aquella en cuyos ladrillos ya desmoronados se podía vislumbrar un
reguero blanco.
Antes de comenzar a relatar la famosa leyenda, dicho amigo sorprende a quien lo escucha
con una pregunta por cierto singular: "¿Tiene ud. la suerte de poseer una buena madre?". El
que esperaba el relato no deja de sorprenderse con la pregunta y propone algo así como que
lo que faltan son realidades y que sólo en las leyendas se encuentran ciertas madres.
La leyenda en cuestión es la siguiente: Tres hermanos estaban construyendo una torre desde
la cual pudieran vigilar a los bandidos turcos. Estos hermanos, cuya característica era ser muy
desconfiados, realizaban esa tarea sin la ayuda de otros hombres del pueblo. Cada día una de
las tres esposas se turnaba para llevarles la comida, dado que ellos estaban sumamente

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ocupados con la construcción que estaban realizando que, pese a sus denodados esfuerzos,
no podía avanzar, dado que la torre se derrumbaba una y otra vez sin poder dar por concluido
su trabajo. Los campesinos serbios, albaneses o búlgaros le otorgaban la culpa a un
infortunio: "Si un edificio se hunde es porque no se ha tomado el recaudo de encerrar entre
sus cimientos a un hombre o una mujer cuyo esqueleto lo sostendrá".
A partir de conversar acerca de dicho infortunio, cada hermano comenzó a desconfiar del otro,
temiendo ser la víctima que sostuviera la torre. Poco a poco fue surgiendo en ellos cierta
sensación de angustia. Nadie sabía quién podría ser la víctima de quién. Finalmente el mayor
de los hermanos los reunió para hacerles una propuesta: dado que ninguno de ellos estaba
dispuesto a sacrificarse ni sacrificar al otro, podrían dejar que el azar decida quién de las tres
esposas que se turnaban para llevar el almuerzo sería amurada entre los ladrillos de la torre.
Si bien los tres tendrían que cumplir con un pacto: no alertar a sus mujeres del destino
posible.
Para el hermano mayor, quien hizo la propuesta, la decisión no había sido difícil, ya que
odiaba a su mujer y quería sustituirla por otra que le despertaba sumo interés. El segundo
hermano no hizo ninguna objeción: había decidido que de algún modo alertaría a su mujer.
Sólo protestó el tercero, el menor, que aunque estaba enamorado de su mujer, se dejó
convencer…
Al día siguiente el hermano mediano amenazó a su mujer: tendría que ir al río y lavarle todas
sus prendas hasta la última, el mayor le ordenó a su vez a su propia esposa que tendría que
ser ella quien al día siguiente les llevara el almuerzo y el hermano menor llegó a su casa, besó
a su mujer y a su pequeño niño y lloró toda la noche temiendo el desenlace. El hermano
mayor tenía una debilidad: hablaba en sueños y esa noche se regodeó con la posibilidad de
quedar viudo, alertando a su mujer. Al día siguiente la cuñada mayor se excusó por un dolor
de muelas, la mediana por su necesidad de terminar con el lavado de la ropa de su marido, de
modo que la tarea recayó sobe la menor. Su marido, al verla, intentó salvarla, pero alguien lo
agredió y lo mató de un golpe en la nuca. Su mujer, resignada, se dejó arrastrar y encerrar
entre los ladrillos, pero al recordar el pequeño hijo que dejó en el hogar, pidió que no
empareden sus senos para que pudieran traer al niño diariamente para amamantarlo. Los
hermanos consintieron en ese último deseo. Entonces ella pidió que dejen ante sus ojos una
pequeña ranura para poder contemplar a su hijo. Si bien cuenta la leyenda que la joven madre
pierde la vida, esos senos siguen amamantando al niño dos años, hasta que el mismo deja de
mamar por su propia voluntad.
Luego sus ojos se apagaron, dejando en su lugar dos órbitas huecas, en cuyo fondo se veía
la muerte. Sólo cuando el chico los abandona por su propia voluntad, esos pechos agotados
se reducen a un reguero de cenizas blancas. Aquí termina el relato.
Luego, Marguerite Yourcenar nos cuenta que entre los dos hombres pasa una gitana con un
niño casi ciego en brazos pidiendo limosna. Aquel que escuchaba el relato la aparta
bruscamente de su camino aduciendo que sabía que la gitana colocaba emplastos para
estropear los ojos de su niño, dado que pedir con un niño enfermo o ciego es más lucrativo. El

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cuento concluye con la frase: "¡Hay madres y madres!"
Nos interesa situar este objeto, para el caso el seno o la mirada: objeto profundamente
separado, vaciado, dejando tras su vaciamiento un hueco, que en el caso del cuento deja
entrever detrás, la muerte. Objeto que no pertenece ni a la madre ni al niño, que se ubica en la
intersección entre el sujeto y el Otro.
El cuento a su vez pone de manifiesto un fantasma materno muy usual: amamantar
inagotablemente, y remarca con maestría algo que, si bien sucede, no se reconoce con
facilidad: es el niño quien generalmente suele destetarse, quien produce este corte algo así
como desenganchándose.
También nos permite situar hasta qué punto una madre puede perderse mientras su seno
permanece inagotable. En el cuento, la joven acepta su trágico destino a condición de seguir
amamantando a ese niño investido fálicamente.
Encontramos excepcionalmente recortado el objeto oral, el seno, que nos sirve como
paradigma de todo lo que se ha perdido. Objeto oral que permite que situemos el punto de
angustia en el nivel de la madre: en tanto el pecho se agota, en este caso podríamos proponer
que la omnipotencia del Otro se juega al extremo:
* Una madre puede seguir amamantando o mirando aun después de la muerte.
* o una madre es capaz de vaciar la mirada de un hijo o mirar después de muerta.
El cuento testimonia que, aún amurada entre los ladrillos, se puede escuchar la voz de esta
madre, voz que arrulla y canta hasta adormecer a su bebé, voz que finalmente se pierde con
el último aliento, subrayando un vacío en el Otro.
Por último me gustaría hacer hincapié y relevar algunas preguntas en relación a un objeto
privilegiado: la mirada. Mirada que se patentiza en cada uno de los tramos del relato de M.
Yourcenar, tanto en la descripción del paisaje, los colores y sus matices, que realzan u
opacan distintas situaciones de la vida, el subrayado de la inquieta mirada de los hermanos
ante la llegada de la joven mujer, pero fundamentalmente me interesa detenerme en su último
pedido: que dejen una ranura (un marco, podríamos decir hoy) ante sus ojos para poder
contemplar al niño, ojos que se apagan dando lugar a dos órbitas secas.
Por último, nuevamente habremos de confrontarnos con el objeto mirada al final del relato,
cuando aparece la gitana poniendo de manifiesto que hay madres y madres, hay Otros y
Otros, y distintos modos en que el deseo de una madre puede incidir sobre un niño aunque a
veces ésta incidencia pueda ser mortífera o cegadora como en el relato, poniendo de
manifiesto el modo en que el deseo del Otro incide para el sujeto, por un lado delineando un
cuerpo y en algunos casos signando un destino que arrasa al sujeto, destino que si un análisis
sobreviene o se efectiviza puede ser interrogado o ¿por qué no?, modificado.
Si lo que se mira es lo que no se puede ver, ¿qué queda velado tras lo que se mira? Allí
donde lo que se busca no es el falo sino su ausencia (falo más significativo por su ausencia
que por su presencia). ¿Qué lugar ocupa lo que hoy plantearíamos como la satisfacción
escópica? ¿Qué sería entonces la mirada? En tanto en la pulsión escópica el objeto que se
engancha al fantasma es la mirada.

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En relación a la pulsión escópica, quisiera subrayar el carácter fascinatorio que produce la
mirada cuando intenta abordar el objeto escópico. Mirada que incide en el registro del deseo,
pero que es a su vez inasequible. Lacan dirá "la mirada es la presencia del Otro como tal".
Tratando de desplegar esta cuestión recordé una pregunta que Safouan le hace a Lacan en el
seminario XI acerca de la contemplación: si al mirar el cuadro el ojo descansa en la mirada, y
si hay carencia en la mirada.
Lacan, en su respuesta a esta intervención, plantea tres cuestiones que me interesa subrayar
1) El objeto a es algo de lo que el sujeto, para constituirse, se ha separado.
2) Es preciso que sea un objeto separable.
3) Que tenga alguna relación con la carencia.
De estas tres respuestas me interesa resaltar, hasta qué punto la caída del objeto, se vincula
con la incidencia de la castración para el sujeto, denunciando su relación a la falta.
Me resta subrayar hoy, luego de haber situado a estos dos objetos privilegiados el objeto oral
y el escópico, que tanto como los otros objetos serán articulados por el falo en tanto es un
significante.

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