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¡¡¡Gracias!!!
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El Club de las Excomulgadas
Aviso Excomulgado
Argumento
Una guerra se está gestando. La primera batalla se ha librado y Savannah
Levine quedó en pie, aunque maltratada y golpeada. Rescató a su hermanastro de
las pruebas médicas sobrenaturales, pero él está luchando para mantenerse con
vida. El Movimiento Sobrenatural de Liberación se lo llevó como rehén y tienen un
plan para exponer el mundo sobrenatural a los que no son conscientes de el.
Únete a Savannah con Adam, Paige, Lucas, Jaime, Hope y otros personajes
perdidos, que no olvidados, en una batalla épica para un gran final de la serie.
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El Club de las Excomulgadas
Dedicatoria
Para aquellos que lo descubrieron con Jauría hace una década, para esos que
acaban de descubrirlo hace un mes.
Gracias.
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El Club de las Excomulgadas
Algunas series comienzan con un gran y ambicioso plan. Otras con una
simple historia. En mi caso esa simple historia fue Jauría Bitten, la cual escribí como
una novela independiente, tal vez para ser retomada dentro de unos años a través
de una secuela, pero ciertamente no pretendía poner en marcha una serie. Cuando
se planteó la posibilidad, estaba muy emocionada por la oportunidad de pasar más
tiempo con los personajes. Pero no podía imaginarme una serie de larga duración
centrado en mis hombres lobo. Tener a mi Manada enfrentando una amenaza
anual se volvería aburridor muy rápidamente.
Un golpe de Magia Dime Store Magic tuvo un comienzo lleno de baches, pero
personamente creo que de hecho fue el libro que verdaderamente lanzó a Otro
mundo como una serie. Trajo una nueva cosecha de lectores que se sentían más
cómodos con las brujas que con los hombres lobo. También la mayoría de los
lectores originales se quedaron, una vez que descubrieron que Paige no era tan
mala como temían.
Cuando regresé a Elena en el sexto libro –La carta del infierno, Broken- pude
ver hacia donde quería que la serie se encaminara. También pude ver donde quería
que terminara. Así que empecé a volcar en él pistas. Hubo otros cinco libros antes
de que pusiera en marcha el final del juego con Despertando a la Bruja,Waking the
wicth, continuándolo en Hechizo atado, Spell bound y, por último, concluyéndolo
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ahora con Trece, Thirteen.
Si bien hay quien diría que lo adecuado habría sido regresar a Elena para
esta última historia, siempre he tenido otro plan. Volviendo a Secuestrada,
presentaba a una Savannah de doce años de edad y soñé con que la serie podría
funcionar el tiempo suficiente para que se convirtiera en una narradora adulta. Y
así, Savannah creció en la serie, encarrilando sus pasos a través de la vida de todos
los demás personajes, madurando lentamente hasta que con Despertando a la
Bruja, estuvo lista para empezar el recorrido que con Trece, consolidaría su lugar
como una verdadera "mujer" de Otro Mundo.
Aun así, no me he olvidado donde comenzó todo y con quién. Así que antes
de empezar el trayecto final, me gustaría llevaros a dar un rápido viaje al pasado, de
vuelta a Elena, al prólogo que puso en marcha la serie de Otro Mundo.
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El Club de las Excomulgadas
Jauría: El Prólogo
Son casi las dos de la mañana, demasiado tarde para esta tontería y necesito
dormir. Cuatro noches investigando para cumplir con una entrega me han dejado
exhausta. No importa. La piel de atrás de las rodillas y los codos comenzó a
hormiguearme y ahora me arde. Mi corazón late tan aprisa que tengo que tomar
aire. Cierro los ojos fuerte, deseando que se vayan esas sensaciones, pero no se van.
Philip no se mueve cuando salgo de la cama. Tengo una pila de ropa metida
debajo de mi vestidor para evitarme los ruidos de los cajones y de las puertas del
ropero. Tomo mis llaves con fuerza, para que no tintineen, abro suavemente la
puerta y salgo al corredor.
Todo está tranquilo. Las luces parecen atenuadas, como si las dominara el
vacío. Cuando toco el botón del ascensor, rechina su protesta de que lo estorbe a
esta hora impiadosa. La planta baja y la entrada están vacías. La gente que tiene
plata para alquilar tan cerca del centro de Toronto duerme cómodamente en este
momento.
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Ahora es demasiado tarde para ir a un lugar seguro. La picazón ha cristalizado en
un fuerte ardor. Con las llaves en el bolsillo, salgo a las calles, buscando un lugar
para cambiarme. Mientras camino, monitoreo la sensación en las piernas que se
traslada a los brazos y a la nuca. Pronto. Pronto. Cuando el cuero cabelludo
comienza a hormiguearme, sé que ya he camindado todo lo que puedo, así que
busco un callejón. El primero que encuentro está ocupado por dos hombres que se
acurrucan juntos, dentro de una caja de cartón de un televisor de pantalla grande,
pero el siguiente está vacío. Voy rápido hasta el extremo, me desvisto detrás una
barricada de tachos de basura y oculto la ropa bajo un diario viejo. Entonces
comienzo el Cambio.
Cambiada.
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devuelven la mirada. Estiro los labios y me gruño. Destellan colmillos blancos en
el metal.
Soy una loba, una loba de sesenta y cinco kilos con un pelaje rubio
descolorido. Lo único que queda de mí son mis ojos, chispeantes de una
inteligencia fría y una ferocidad que arde a fuego lento, que nunca podría
confundirse con nada que no fuera humano.
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Más allá hay un restaurante vietnamita. El olor a comida está metido en la
madera del edificio. En una extensión del edificio, al fondo, gira lentamente el
ventilador de un extractor, tocando a cada vuelta el protector metálico. Bajo el
ventilador hay una ventana abierta. Cortinas con dibujos desleídos de girasoles
salen a la brisa nocturna. Oigo gente en el interior, un cuarto lleno de gente,
gruñidos, silbidos de gente dormida. Quiero verla. Quiero meter el hocico por la
ventana abierta y mirar al interior Una mujer lobo puede divertirse mucho con un
cuarto lleno de gente desprotegida.
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muy seguro de qué hacer al respecto. Murmura algo, luego sigue adelante, un poco
más rápido.
Al caminar sus ojos van de lado a lado, alerta, al borde de la alarma. Respiro
profundo, y registro apenas brisas de temor, lo suficiente para hacerme latir fuerte
el corazón pero no como para perder el control. Es una presa aceptable para un
juego de caza. No va a escapar. Puedo controlar la mayoría de mis impulsos.
Puedo acecharlo sin matarlo. Puedo soportar la primera sensación de hambre sin
matarlo. Puedo verlo sacar el arma sin matarlo. Pero si huye no podré detenerme.
Esa es una tentación contra la que no puedo luchar. Si corre, lo persigo. Si lo
persigo, me mata o lo mato.
Todo está tranquilo. Me adelanto ahora, poniendo el peso sobre los talones
Su cabeza se alza. Sabe que estoy aquí. Que hay algo aquí Me pregunto si se
volverá. ¿Se atreverá a mirar, a enfrentarse a algo que no puede ver ni oír, sino sólo
intuir? Su mano va hacia el arma, pero no gira. Camina más rápido. Y luego sale a
la seguridad de la calle.
Lo sigo hasta el final y observo desde la oscuridad. Avanza con las llaves en
la mano hasta un patrullero estacionado, abre y se mete dentro. El auto ruge y sale
chillando. Miro las luces que se alejan y suspiro. Se acabó el juego. Gané.
Fue bueno, pero ni de lejos suficiente para satisfacerme. Estas calles laterales
son demasiado estrechas. Mi corazón late con una excitación que no logré
descargar. Mis piernas duelen de tanta energía contenida. Debo correr.
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Del sur viene un soplo de viento que trae el fuerte olor del lago Ontario.
Pienso en dirigirme a la playa, me imagino corriendo por la arena, sintiendo el agua
helada en mis patas, pero no es seguro. Si quiero correr; debo ir al barranco. Queda
lejos, pero no tengo opción a menos que quiera quedarme rondando callejones con
olor a humano por el resto de la noche. Giro al noroeste e inicio el viaje.
Casi media hora más tarde estoy parada en la cima de una colina. Mi nariz
se mueve, registrando los vestigios de una fogata de hojas en un patio cercano. El
viento me agita la piel, frío, vigorizante. Arriba, el tráfico pasa como un trueno por
el viaducto elevado. Debajo está el santuario, un oasis perfecto en medio de la
ciudad. Me lanzo hacia adelante. Por fin estoy corriendo.
Mis piernas adquieren ritmo antes de llegar a la mitad del barranco. Cierro
los ojos un segundo y siento el viento en el hocico. Al golpear mis patas contra la
Las hojas muertas crujen bajo mis patas. Una lechuza canta suavemente en
el bosque. Terminó su cacería y descansa contenta, no le importa quién anda por
ahí. Un conejo sale corriendo de los arbustos delante de mí, advierte su error y
vuelve a ocultarse en la maleza. Sigo corriendo. Mi corazón golpea alerte. El aire se
siente helado contra el calor de mi cuerpo, arde al pasar por mi nariz hacia los
pulmones. Respiro hondo, disfrutando del shock que produce al llegar a mi
interior. Corro demasiado rápido como para oler algo. En mi cerebro percibo
algunos rostros en una mezcolanza que huele a libertad. Ya incapaz de resistirlo,
finalmente me detengo, lanzo la cabeza hacia atrás y aúllo. La música sale de mi
pecho en una evocación tangible de pura felicidad. Hace eco en la barranca y sube
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al cielo sin luna, para que todos sepan que estoy aquí. ¡Soy dueña de este lugar!
Cuando acabo, bajo la cabeza, jadeando por el esfuerzo. Estoy parada allí, mirando
hojas amarillas y rojas de arce esparcidas por el suelo, cuando finalmente un sonido
logra atravesar hasta mi conciencia. Es un gruñido, un gruñido suave de amenaza.
Hay un pretendiente a mi trono.
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Cuando e1 segundo coyote sale volando, el otro se me lanza directo a la
cara. Agachándome, lo tomo de la garganta, pero mis dientes muerden pelo en vez
de carne y él logra escabullirse. Trata de retroceder para atacar de nuevo, pero me
lanzo sobre él, obligándolo a afirmarse contra un árbol. Se alza en dos patas,
tratando de escapar. Lanzo mi cabeza, apuntando a su garganta. Esta vez lo tomo
bien. La sangre llena mi boca, salada y gruesa. El compañero del coyote aterriza en
mi espalda. Siento que se me aflojan las piernas. Dientes que se hunden en la piel
suelta bajo mi cráneo. Siento un nuevo dolor. Concentrándome, mantengo aferrada
la garganta del primero. Me afirmo, luego suelto un segundo, lo suficiente como
para dar el golpe fatal y desgarrar. Al retirarme, la sangre que salta me ciega. Cierro
los ojos y giro fuerte la cabeza, desgarrando la garganta del coyote. Cuando siento
que está muerto, lo arrojo a un costado. Luego me lanzo al suelo y ruedo. El coyote
en mi espalda chilla de sorpresa y me suelta. Me levanto y giro en un solo
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imagino a otros, descansando en derredor sobre el pasto. Oigo los ronquidos
familiares, susurros y risas ocasionales. Siento la piel cálida junto a la mía, un pie
desnudo enganchado en mi pantorrilla, que se agita al soñar que corre. Puedo
olerlos, su sudor, su aliento, mezclados con el perfume de la sangre, de un ciervo
muerto en la cacería. La imagen se hace añicos y me encuentro mirando una
vidriera donde mi reflejo devuelve la mirada. Siento el pecho oprimido, de una
soledad tan profunda y completa que no puedo respirar.
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incandescentes de ira que ahora siempre vienen con el Cambio. Definitivamente
nada normal.
—Voy al baño.
—¿Vestida? —dice.
—Es peligroso.
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Se detiene, frotándose la boca con la mano. Sus palabras me cortan. Sé que no
me quiere reñir, pero lo hace. Para mi es un recordatorio de que estoy jodiendo la
cosa, de que tengo suerte de haber encontrado a alguien tan paciente y comprensivo
como Philip, pero estoy desgastando su paciencia a velocidad supersónica y parece
que no puedo hacer más que esperar a que suceda el desastre.
—Sé que necesitas libertad —dice nuevamente. —Pero tiene que haber otra
manera. Quizá podrías salir de mañana. Si prefieres que sea de noche, podríamos ir
al lago en el auto. Podrías caminar. Y yo me quedo en el auto y te cuido. Quizá
podría caminar contigo. Quedarme veinte pasos detrás de ti. —Logra sonreír. —
Quizá no. Probablemente me arrestarían por cuarentón que anda acechando a una
jovenzuela.
No se puede hacer nada. Tengo que correr de noche y tengo que hacerlo sola.
No hay manera de llegar a un acuerdo.
Me mira. Vacila y sé que he fallado... otra vez. Pero no dice nada. Vuelve a
sonreír.
—Salgamos. Tiene que haber algún lugar abierto en la ciudad a esta hora.
Daremos una vuelta hasta encontrar un bar. Tomaremos cinco tazas de café y
veremos el amanecer. ¿Está bien?
—Ve tú.
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A veces me da tanta hambre.
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Prólogo
Típico de los hombres. Te abres camino en el infierno peleando -
literalmente, a machetazos a través de legiones de bestias, zombis y engendros
demoníacos- para escabullirte a casa y pasar con él unos minutos robados… y él no
está.
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de su muerte, seguía manteniendo su mundo aquí, tan limpio y ordenado como si
todavía tuviera personal.
Estimado Kris,
El cielo y el infierno están siendo desgarrados mientras ángeles y demonios luchan los
unos con los otros. En el mundo de los vivos, los sobrenaturales continúan dirigiéndose hacia
Abrazos y besos,
Eve.
Otro repiqueteo sonó en el piso de madera pulida y miró hacia abajo para
ver un conejo blanco. Este se levantó sobre sus patas traseras.
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forma se superpuso a la del conejo, la de algo parecido a un sapo con colmillos y
ojos que sobresalían sobre temblorosos pedúnculos. Ella parpadeó y el conejo
reapareció.
—Me planteé un gatito, pero no parecía aconsejable para reunirse con una
bruja oscura.
—Las brujas no matan gatos. Especialmente las brujas que han sido
reclutadas para la hermandad angelical —agarró su espada y la levantó. —Pero,
¿conejos? Roedores. Bichos. Nada hay en el manual en contra.
El conejo retrocedió.
—¿Lo está? ¿Y qué podría mi señor padre demonio querer de mí ?—dijo con
fingida sorpresa. —Espera… ¿Tiene algo que ver con esa gran revelación sobre la
que he escuchado hablar?
—¡Sí!, ¡sí!—el conejo dio golpes con la pierna trasera de la emoción. —¿Ha
oído hablar del glorioso plan? Después de siglos de clandestinidad, los seres
sobrenaturales han encontrado finalmente la fuerza de voluntad para darse a
conocer y ocupar su legítimo lugar como gobernantes del mundo de los humanos.
—Yo sabía que usted estaría de acuerdo. Ayudará a su padre, ¿no? Se unirá
a la lucha aquí y convencerá a su hija terrestre de hacer lo mismo.
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—Por supuesto. Ella es una poderosa hechicera. Sin duda poderosa. Y muy
bien conectada con el mundo sobrenatural. El mismo Señor Balaam se le acercó,
pero ella ha rechazado su generosa oferta.
—¿Eve? —dijo, mirando hacia sus pies mientras ella entraba en la sala
principal. La vio y sonrió. —Si hay cabezas decapitadas de conejo volando, sólo
hay una explicación. Eve ha vuelto —se detuvo al ver su expresión. —¿Qué pasa?
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Capítulo Uno
Conduje a mi medio hermano Bryce lejos de los escombros de la explosión
del laboratorio, haciendo caso omiso de sus protestas e ignorando a Adam que se
mantenía cerca haciendo muecas cada vez que Bryce tosía. No podía culpar a
Adam por preocuparse. El Movimiento de Liberación Sobrenatural había inyectado
a Bryce algo llamado “vacuna contra la mortalidad”, lo que sonaba genial, hasta que
descubrías que eso significaba que contenía ADN de vampiros, zombies y sólo Dios
sabe de que otras criaturas que el grupo había reunido para sus experimentos.
Así que la verdad era que yo tampoco quería atrapar lo que sea que Bryce
tuviera. Antes de escapar, la mujer que se lo había inyectado había sugerido que era
transmisible. Tenía que confiar en que no estuvieran los bastante locos como para
Bryce podría ser mi hermanastro, pero conozco a Adam desde que tenía
doce años. ¿Bryce? Bueno, digamos que no somos íntimos.
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Se detuvo y ladeó la cabeza, el oído de hombre lobo recogiendo algo que
nosotros no podíamos. Cuando frunció el ceño, Adam se movió a su lado y
susurró:
—¿Problemas?
Jeremy asintió.
Miré hacia mi ropa empapada. La única indemne era Jaime, que estaba a
Jeremy dijo:
—Anita Barrington hizo sonar una alarma, lo que significa que habrá
miembros del movimiento de revelación buscándonos a todos nosotros. Vais a
tener que esconderos hasta que Jaime nos encuentre ropa limpia. Iré con ella
mientras lo hace.
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siete y yo soy unos veinte centímetros más alta—de modo que en mi parecía una
chaqueta recortada a la moda. Con la ayuda de su cepillo y un pañuelo, recogimos
mi pelo mojado hacia atrás y dejé de parecer una rata ahogada, aunque mis
zapatillas soltaran agua a cada paso.
Les encontramos a los chicos un lugar tranquilo para esperar. Luego nos
pusimos en marcha.
***
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hechicero/bruja- consumaban algún tipo de profecía, que declaraba que era el
momento para la gran revelación. No le venía mal a Giles afirmar que en realidad
era un noble francés del siglo XV que había descubierto por casualidad la
inmortalidad y había, después de siglos de experimentación, hallado la manera de
otorgarla a todos sus seguidores. Esa fue la “vacuna” que le dio a Bryce. Pensé en
mi hermano, que estaba listo para caer redondo. Al parecer, no había sido
perfeccionada todavía.
***
—Hola chicos —dijo Jaime cuando los oficiales, una delgada mujer de
mediana edad y un joven fornido, salieron del coche. —Escuchamos las sirenas.
¿Qué está pasando?
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dirección opuesta.
Tengo que decirlo: Jaime hace el número de la famosilla cabeza hueca como
nadie. El agente de sexo masculino parecía listo para volver a subirse al coche, pero
su compañera insistió en la identificación.
—Esa es… una forma interesante de ganarse la vida —dijo la oficial mujer…
Medina según su placa. —Es usted libre de ir a su entrevista, señorita Vegas. Es su
amiga la que tiene que venir con nosotros.
—¿Qué? —gritó Jaime. —No. Ella no es mi amiga. Quiero decir, sí, por
supuesto que lo eres, cielo —una palmadita en mi brazo. —Pero es que es mi
publicista. La necesito para la entrevista.
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Aplicación para móviles para compartir la ubicación con tus contactos en una red social.
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Fue vista entrando en el edificio de la bomba antes de la explosión y
abandonándolo poco tiempo después.
—¿No tendría que haberme ido antes de la bomba teniendo en cuenta que
todavía estoy viva?
—¿Dos? —Jaime me dio un manotazo en el brazo. —Oh, Dios mío, eres tan
egoísta.
En otras palabras, la única “descripción” que tenían era la que Jeremy había
oído: dos tipos cubiertos de polvo de la explosión. Lo que sea que tuvieran de mí
era una mentira. Sí, yo había estado dentro de ese edificio pero había entrado por el
tejado, lo que significaba que nadie me había visto entrar. Salí a través de la red de
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alcantarillado. Tenía la sensación de que sus “testigos” eran miembros del SLAM.
—Si alguien me vio cerca de este edificio, hay una explicación. Pero iré a la
comisaría si eso ayuda —me volví hacia Jaime. —Ve adelante, haz tú entrevista…
Ella apuntó una patada hacia las espinillas de Medina. No se aproximó. Fue
intencionado: si hay algo que puede hacer Jaime es patear con la precisión de una
artista de kung-fu vistiendo stilettos.
Jaime se liberó.
—¡No se atreva a poner sus manos sobre mí! —fingió otra patada, y perdió
el equilibrio, tropezando. —¡Me ha puesto la zancadilla!
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Cuando Holland la obligó a ir hacia el coche, Jaime puso poca resistencia.
Una vez en el asiento trasero, se deslizó haciendo espacio para mí.
—Tú eres mi respaldo y yo soy el tuyo —dijo. —Si cogen a una, se llevan a
ambas.
—Llama a Paige.
Medina parecía a punto de decir que no, pero su compañero asintió con la
cabeza.
—Mmm, mejor no. Parece que alguien creyó verme cerca de una explosión,
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lo que una absoluta sandez. Estoy haciendo de niñera…—eché una rápida ojeada a
Jaime, que fingió fruncir el ceño. —Esto, haciéndole compañía a Jaime. De todos
modos, es un enorme malentendido que estoy segura será el entretenimiento de
todos en la oficina más tarde. Espero aclararlo pronto, pero dile a Adam que no
espere más de treinta minutos. Sé que tiene cosas importantes que hacer.
—Vale —Lucas hizo una pausa, luego preguntó — ¿Ambas estáis bien?
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dos
—¿Qué es eso?—dijo.
Fui a limpiarme el culo, pero Medina me agarró las manos y tiró de mí tan
rápido que apenas tuve tiempo de reaccionar y decir —¡Oye!— antes de que
estuviera extendida de brazos y piernas contra el coche patrulla.
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No lo era. Lo que fuera que despedazó ese edificio no fue un poco de
pólvora de baja calidad. Pero demostrar cualquier familiaridad con lo que había
causado la explosión, o con las bombas en general, no parecía aconsejable.
—Lo único que hay ahí dentro es mi billetera —dije. —Sin embargo, sigue
adelante y compruébalo.
Ella sacó la billetera. Luego extendió el brazo hacia el otro bolsillo trasero,
se detuvo y le hizo señas a Holland para que se acercara.
—¿Qué? —dije.
—Eso no…
—¿Así que no sabías nada del bombardeo? ¿Entonces por qué está la
dirección en tu bolsillo?
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—Sí, eso es embarazoso —dijo Medina. —Pero no tan embarazoso como la
verdad.
—Me habría sentado sobre ellos con los vaqueros mojados. ¡Al menos
estarían húmedos!
***
Medina llamó a un segundo oficial para que viniera, un chico apenas con la
edad suficiente para afeitarse. Él se hizo cargo de Jaime, quien no había dicho una
palabra desde que salimos del coche. Cuando ahora le eché una mirada,
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parpadeaba fuertemente con la mirada desenfocada.
—¿Jaime? —dije.
—Estoy bien.
—Oh, Dios —dijo ella. —No puedo creer que yo hiciera esto —su voz salía
espesa, arrastrando las palabras.
—Tu amiga está bien. Sólo tiene que dejar de beber —gritó al joven oficial,
—Es de esos típicos de Hollywood. Probablemente se pasó la noche en la calle
Bourbon.
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Me empujó hacia la siguiente puerta abierta y cerró la puerta detrás de
nosotras mientras el otro oficial conducía a Jaime a las celdas.
Me sacudí en la silla.
Una parte de mí quería insistir en que me arrestara, sólo para ver si lo hacía
y así podría confirmar lo que sospechaba que estaba pasando. Pero el resto de mí
decía que era una idea muy estúpida.
Así que me ponía furiosa y me retorcía por dentro mientras que ella jugaba.
—La hiciste.
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Cerré los ojos y me concentré. Buscando el núcleo de quietud para luego
enfocar toda mi energía en lanzar…
—¿Hacer qué?
—¿Y qué sería eso? —encontré su mirada. —Oh, espera… tú sabes, ¿no?
—Sí, lo sé.
—¿Es eso lo que crees que son? Bueno, entonces estamos de acuerdo. De
cualquier manera, retenerme es una muy mala idea. Te sugiero que recapacites y
me dejes conseguirte un trato con los Cortez.
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—No sé quién demonios son esos Cortez, pero puedo prometerte que no me
da miedo ninguna banda. No pueden comprarme y no pueden amenazarme.
Tampoco tú. Te estaba dando un respiro, señorita Levine. Manteniéndote con un
cargo menor hasta que pudiera consultar con mis superiores sobre la evidencia que
encontramos en tu bolsillo trasero. Pero si quieres ese cargo…
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Tres
Encontré a Jaime acurrucada, pálida y temblando en un rincón de la celda.
Traté de despertarla, pero no abrió los ojos. Cuando le dije que iba a llamar a un
guardia, se las arregló para murmurar,
Había una cama, ocupada actualmente por una chica con el tipo de tatuajes
que proclaman "Lo tengo de una vez que estaba muy borracha". Sólo que, a juzgar por la
cantidad, fue más de una vez. Un montón de veces más, lo que sugeriría que se
trataba de una absoluta carencia de buen gusto más que de estupidez por ebriedad
en serie. Su cabello rubio estaba quemado en las puntas, como si hubiera abusado
de su plancha de alisar. Usaba vaqueros recortados con varios michelines, llenos de
hoyos por la celulitis, sobresaliendo por debajo. Su mitad superior también
sobresalía colgando, la camiseta de tirantes clamaba a gritos por un sujetador.
—Oye —dije —Mi amiga está muy enferma. ¿Crees que podría ocupar la
litera?
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La mujer gritó.
—¿Es ese tu abogado? —dijo. — ¿Puede ayudarme? Tengo que salir de aquí.
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Me quité la chaqueta y la hice una bola para que sirviera de almohada y así
su pelo no tendría contacto con cuales fueran las criaturas que tal vez vivían en el
colchón.
—Medina trabaja para alguien —dijo Jaime, sus palabras saliendo lentas,
como si le doliera hablar. —El movimiento o una Camarilla.
—¿Fantasmas? —dije.
—Un café con leche. Debe haber sido la leche. Me siento como…
Me volví para encontrarla mirando fijamente hacia un espacio vacío con una
mirada que reconocí debido a todos mis años pasando tiempo con Jaime. Ella
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estaba viendo un fantasma. Sucedía a veces con los enfermos mentales.
—¿Es mi padre? —le dije a Jaime. —¿Es a quién crees haber escuchado?
—Si fuera tu padre, le escucharía alto y claro. Kristof Nast no permite que le
ignoren. Él salió a buscarte después de la explosión —frunció el ceño y abrió los
ojos. —No he tenido noticias de él…
—¿Está allí?
—Sí, pero… débil. Algo está mal —se levantó y se esforzó en escuchar.
Luego soltó otro: —Oh.
Jaime hizo todo lo posible para comunicarse, sin éxito. Cuando empezó a
sentirse frustrada, la detuve y dije:
Señalé con la cabeza hacia la anciana, que había estado siguiendo nuestros
esfuerzos plácidamente.
—Mmm, no estoy segura de que sea una buena idea —dijo Jaime. —Ella
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está lo suficientemente loca como para ver fantasmas, pero eso también implica que
no es exactamente coherente.
—Quiero salir.
—Lo cual él hará, tan pronto como me haya ayudado a hablar con él.
—No.
Ella sonrió.
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—Ignórala—graznó Jaime mientras yo trataba de calmar a la anciana. —
Puedo oírlo mejor ahora.
—¿Qué?
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—Está bien —dije. —Mi padre estaba diciéndome que siguiera adelante y
exigiera mi llamada telefónica. No estoy segura de que me guste como suena eso,
pero…
—Él no lo sugeriría si no fuera seguro. Así que ve. Trataré de conseguir que
alguien venga.
Me quedé allí esperando, hasta que ella suspiró y sacó un collar de debajo de
su blusa. Era un medallón. Lo abrí. En un lado había una foto pequeña de Jeremy.
En el otro lado, un espejo.
Sacudí la cabeza.
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Yo angulé el espejo para mirar a ambos lados del pasillo.
—Veo un escritorio —dije. —Pero está vacío. Parece que hay hojas
esparcidas por el suelo.
Miré de nuevo hacia esas hojas caídas…alguien las había dejado caer por la
prisa. Recordé a la motera gritando durante nuestra lucha. Luego a la anciana
gritando cuando mi padre no le hizo caso. Si nadie había venido antes, desde luego
no vendrían por mi ruido estrepitoso.
—Ves, siempre vienes lista para resolver problemas —le dije. —Espejos,
tacones de aguja, horquillas. Tengo la sensación de que ya has estado antes en la
cárcel.
Me hizo un feo gesto con el dedo mientras se volvía a recostar sobre el catre.
Hacía dos días me habían dicho - alguna misteriosa entidad de otro mundo-
que mis hechizos no habían desaparecido realmente. Simplemente mi fuente de
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energía estaba bajo mínimos. Como una bruja neófita, podía desarrollar el poder a
través de la práctica, así que he estado practicando.
Había sido capaz de lanzar con éxito cosas simples, como una bola de luz. Y
ese destello de magia con la motera había reforzado algo que ya había
experimentado una vez antes: si me introducía lo bastante profundo en mi poder,
podía lanzar hechizos por la emoción, sin ni siquiera recitar un conjuro. Era un
truco importante. Si esta fuga de energía temporal significaba que podría llegar a
ese nivel algún día, entonces valía la pena. Pero ahora mismo, necesitaba toda la
energía que pudiera conseguir. Estaba decidida a abrir esta puerta, no importa
cuanto tiempo o concentración costara. Costó un montón. Veinte minutos más
tarde oí un pequeño clic.
—Por fin.
—No puedes abrir una celda con una horquilla, so gilipollas —dijo la
motera.
Me giré para gruñirle, pero junté toda esa ira frustrada y en su lugar la arrojé
hacia la puerta. Otro clic. Cuando di un tirón, cedió un poco más, pero seguía sin
abrirse del todo.
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Un momento después apareció un hombre a la vista. Parecía un estereotipo
de policía, incluido el bigote y la cara larga. Pero no llevaba puesto el uniforme. Lo
que si llevaba era sangre.
49
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cuatro
Retrocedí hacia Jaime con los brazos extendidos para protegerla. Ella
empezó a rodearme, su barbilla hacia arriba, la boca firme y el labio inferior
temblando ligeramente.
—Jaime…
—No me tocará. Soy la…—su voz se acalló insegura, luego regresó más
fuerte. —Yo soy la compañera del Alfa. No se atreverá a tocarme.
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El Club de las Excomulgadas
—Mira si tenemos algunas mujeres bonitas por aquí —dijo él, su mirada
deteniéndose en Jaime y en mí. —Mujeres bonitas en una jaula.
—La cual está cerrada —dije. —Si quieres entrar, tendrás que buscar la
llave.
—Sí —Jaime dio un paso más cerca de los barrotes y se echó hacia atrás el
pelo. —Si quieres visitarnos, tendrás que encontrar la llave.
—¿Y tú eres?
—Savannah Levine.
3
Significa Lobo en latín.
51
El Club de las Excomulgadas
—No tan bien. Mi magia está escacharrada, así que vamos a tener que
confiar en ti.
—Está bien, muchachote —dije. —Sabes que estás de mierda hasta el cuello
en estos momentos. Esa sangre me dice que alguien ha muerto. Y considerando que
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El Club de las Excomulgadas
es una estación de policía, ese alguien es un policía, lo que significa…
—¿Te gusta usar esa boca, zorra? Te voy a mostrar dónde puedes usarla.
—¿Qué fue eso? —la motera chilló cuando el hombre lobo cayó hacia atrás,
con un círculo quemado en un costado.
Le lancé una bola de fuego -bueno, más bien parecía una luciérnaga- pero mi
puntería fue buena y lo golpeó en el ojo. Gritó más fuerte de lo que lo había hecho
cuando le di en la entrepierna.
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El Club de las Excomulgadas
a un hombre lobo.
Medina entró como una bala, seguida por Holland. Ambos estaban mirando
por encima de sus hombros. Medina cerró la puerta sin hacer ruido, luego apoyó su
frente contra esta.
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El Club de las Excomulgadas
Persignándose.
—No puedo.
Jaime pasó empujando con los hombros, agarró el pomo y tiró. La puerta no
se movió.
Medina asintió.
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El Club de las Excomulgadas
dirigió a la celda de retención.
Podría haberle advertido. Pero supuse que ya sabía que algo estaba pasando.
Y era una policía. Servir y proteger a los contribuyentes. Yo era un contribuyente.
El lobo estaba sobre ella, echando espuma sangrienta y otros pedazos que
caían de sus mandíbulas. Gruñó, su pelaje erizado y la mirada drogada fija en
Medina.
—Dispárale —susurré.
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El Club de las Excomulgadas
—La pistola —dije, girándome. —Dame…
Medina comenzó a correr hacia la puerta con cierre temporal. La agarré por
la pierna. Se cayó al suelo. La pistola salió volando. Ella se retorció, tratando de
quitarme de encima mientras el lobo…
Dos disparos sucesivos. Volví la vista a tiempo para ver al lobo derrumbarse.
Jaime estaba allí de pie, con la pistola aferrada entre sus manos.
—Veo que las lecciones de Jeremy están dando sus frutos —dije mientras me
ponía de pie.
—Cuando eres la novia del Alfa, necesitas saber cómo detener a estos tipos.
—Yo…Yo…
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El Club de las Excomulgadas
—No —se fue levantando. —Sólo lo arresté. Esa es mi tarea.
—Sí, muy bien. Todo lo que estabas haciendo era secuestrar a los de nuestro
tipo bajo acusaciones falsas y luego nos vendías como conejillos de indias para
espantosos experimentos.
Ella se enfadó.
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El Club de las Excomulgadas
un impulso extra por la sangre kitsune, que le ayudaba a encontrar a su familia
cuando estaba en peligro. Jaime era familia. Estaría en camino.
—Así que tan pronto como la cerradura se abra, ¿somos libres de irnos?—
preguntó Keiran.
Medina asintió.
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El Club de las Excomulgadas
temporal de la puerta hizo clic. Keiran agarró la manecilla. Yo metí mi pie en su
camino, deteniéndola.
—Me voy, ¿de acuerdo? No me importa lo que el Consejo diga sobre este lío
y sobre mí ―deber‖ de ayudar a limpiar este…
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El Club de las Excomulgadas
—Siempre es una buena señal.
Salimos fuera.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cinco
Avanzamos cuidadosamente por el pasillo. Había dos puertas al fondo. La
de la izquierda conducía hacia a la sala de interrogatorios, la de la derecha hacia la
oficina principal.
Ella tenía razón. Si perder mis poderes me había vuelto cuidadosa, también
me había dado enviado de un codazo al borde de la paranoia. Un hombre lobo
acababa de arrasar una estación de policía aislada en la que sólo había visto a
cuatro oficiales, entre ellos Medina y Holland. Los otros dos debían haberse ido
hace rato. O estar muertos. A juzgar por la sangre en el hombre lobo, sospechaba la
segunda opción. Eso explicaría el silencio.
Pasamos por un cuadrilátero de cubículos. Algo crujió bajo los pies y miré
hacia abajo para ver un lápiz roto. Las lapiceras estaban esparcidas a mi izquierda.
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El Club de las Excomulgadas
Los papeles cubrían el suelo alrededor de los escritorios. Sangre carmesí salpicaba
las páginas. Aunque solo gotas. Alguien herido, escapando cagando leches y
esparciendo material de oficina a su paso.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Hola? —llamó una voz de hombre desde la zona de recepción. —¿Hay
alguien aquí?
Gesticulé hacia Jaime para que me siguiera y retrocedimos hacia una serie
de archivadores. Cuando la arrastré detrás de ellos, capté un destello de algo al otro
lado de la habitación. Jaime jadeó. Yo me giré.
Un residuo era una imagen espectral, por lo general, era la repetición de una
muerte espantosa, lo que significaba que Jaime tenía todo el derecho de parecer
como si estuviera a punto de vomitar. Pero, ¿por qué había captado yo un destello?
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El Club de las Excomulgadas
Sujeté mi mano sobre su boca. Mi corazón estaba latiendo tan fuerte ahora
que apenas podía respirar. Ella alejó mi mano y articuló:
—¿Lo viste?
Golpeé a la bestia con un rayo de energía. O lo intenté. Lo que salió fue más
bien una lluvia de chispas inofensivas que roció a esa cosa. Eso soltó un grito, más
de molestia que de dolor y se echó hacia atrás. Cuatro patas con garras destellaron.
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El Club de las Excomulgadas
Las cuatro agarraron al hombre. Lo agarraron y desgarraron. La sangre se esparció.
Un brazo cayó a mis pies. El hombre estaba gritando. Tras toda esa sangre y ese
brazo yaciendo a mis pies y el hombre todavía seguía gritando.
Miré a Jaime. Ella no preguntó qué era esa cosa o cómo llegó hasta aquí. En
este momento, lo único que importaba era que estaba aquí.
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El Club de las Excomulgadas
Un grito me interrumpió. El mismo tipo de grito horrible que había oído del
hombre que había sido desgarrado. Jaime me agarró del codo.
Este continuaba más allá del enorme escritorio. Di dos pasos y me incliné
para ver lo que parecía ser una cuerda sobre el suelo. Otro paso. No era una cuerda.
Era un intestino que se extendía desde lo que quedaba de un torso vestido con…
Esa era la única forma en que la hubiera reconocido. Sus piernas y un brazo
habían sido arrancados. En cuanto a su cabeza, todavía seguía unida, aunque
apenas. Donde debería estar su cara, había un cráter sanguinolento.
Miré detrás del escritorio. Había cuerpos ahí. Dos, quizás tres. Era imposible
saberlo. Una cara miraba hacia arriba desde la pila. La bruja rubia, Keiran.
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El Club de las Excomulgadas
Necesitamos…—miró alrededor. —Un teléfono. Tenemos que encontrar el…
—¡Savannah!
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Seis
—Diría “Que nadie se mueva”—dijo una ronca voz masculina. —Pero creo
que el cuchillo lo hace redundante.
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El Club de las Excomulgadas
daños colaterales…? —se rió entre dientes. —Definitivamente no forma parte del
plan. En cuanto al plan en sí mismo, digamos que se experimentó un serio cambio
cuando la señora Medina me llamó y me dijo que tenía a Jaime Vegas y a
Savannah Levine bajo custodia. Las Parcas me deben estar sonriendo. Bueno, tal
vez no las Parcas, pero alguien lo hace. Quería una oportunidad para poner a
prueba mi hechizo y me dieron una mejor de lo que jamás podría haber imaginado.
Ahora, señora Vegas ¿podría hacerme un favor y llamar a Eve Levine? Sé que la
tiene en marcación rápida.
Miré hacia Jaime, y esperé por una risa verdadera, no esa risita nerviosa.
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El Club de las Excomulgadas
Su boca se abrió. Se cerró. Tragó saliva. Me miró y se ruborizó.
Me entraron ganas de reír. Sólo que no pude porque tenía sentido para mí.
Tanto sentido como podía tener el concepto de que mi madre, bruja oscura y
medio-demonio fuera una agente divina.
Leah había dicho que mi madre le seguía la pista. Que mamá podía evitar
que volviera al infierno. ¿Quién podría hacer eso salvo un ángel?
Cuando mi madre vino por Leah, había visto su tenue contorno. También vi
algo brillante a su lado. Algo que ella había usado para atravesar sin
derramamiento de sangre el cuerpo que acogía a Leah y enviar su alma al infierno.
Kimerion -un semi demonio que había estado ayudándonos- dijo que Leah
debía haber recibido ayuda divina para escapar de su dimensión infernal. Afirmaba
que era una colaboración entre lo angelical y lo demoníaco. Luego me había
preguntado por mi madre.
Es por eso que Leah la buscaba. Es por eso que este hombre la buscaba.
Debido a que mi madre tenía una línea directa con lo celestial.
—Si sabes lo que es Eve, entonces entiendes que no está siempre a mi entera
disposición. Seis meses al año es un ángel. No puedo convocarla. Tengo
prohibido…
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El Club de las Excomulgadas
—¿No puedes?—dijo él. —¿O está prohibido? Son dos cosas diferentes. Si
Eve Levine descubre que su hija murió y que tú no tuviste ovarios para intentar
llamarla, extenderá la mano atravesando las dimensiones y te arrancará esos
ovarios atravesando tu ombligo.
—No puedo…
¡Mamá!
Hizo una pausa para tomar aliento y él hundió el cuchillo de nuevo. Jadeé,
con los ojos en blanco del dolor y un grito atrapado en mi garganta que no me
atrevía a dejar salir. Apenas me atrevía a respirar por temor a que al hacerlo se
presionara la cuchilla más fuerte contra mi garganta.
Ma…
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El Club de las Excomulgadas
Dejé de pensar. Apreté bien los ojos cerrándolos. No la llames. No la llames.
—Yo…yo no entien…
¿Círculo? Ya no necesitaba mirar. Tenía que ser algo para atar a un espíritu.
Apenas podía ver a Jaime a través de una bruma roja. Pero la fulminé con la
mirada, vertiendo cada pedacito de ira y traición en esa mirada.
Cerré los ojos y me concentré tanto como pude. No cruces dentro del círculo.
No tenía idea de quién era este tipo o lo que estaba haciendo, pero quería utilizar a
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El Club de las Excomulgadas
un ángel y con todo lo que estaba pasando —el grupo de liberación, la vacuna de
inmortalidad—no podíamos dejar que eso sucediera.
—Eve—dijo el hechicero.
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El Club de las Excomulgadas
metal brillando azul.
—¿Jaime? Dile que tiene cinco segundos para dejar caer su cuchillo o uso el
mío—dijo ella con la mirada fija en él, los oscuros ojos fulminándolo.
Podía oír a mamá. ¿Por qué podía oírla? Pero él también podía hacerlo. Su
cuchillo golpeó el suelo con un estrépito. Me soltó y caí de rodillas, mis manos
yendo hacia mi garganta.
—Bien—dijo ella.
Ella siguió caminando hacia él, pero bajó la espada. Levanté la vista hacia
ella.
—Para —le dijo a Eve. —He soltado a Savannah. Sólo quería traerte aquí,
Eve. Tenemos unos planes muy especiales…
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El Club de las Excomulgadas
muriendo en un lúgubre gorgoteo mientras sus piernas caían al suelo. Se quedó ahí,
parpadeando con la boca aún abierta y cualquier ruido que hiciera ahogado por los
gritos de Jaime.
—¿Qué demonios?
Miró fijamente hacia sus vaqueros y blusa, empapados con la sangre del
hechicero.
—¡Qué demonios!
Mi madre parpadeó. Luego dio un salto hacia adelante con la espada en alto
y atravesó el corazón del todavía parpadeante hechicero, dejándolo morir.
Ella se estremeció y supe que estaba hablando con el fantasma del hechicero.
Mi madre saltó hacia adelante, pero Jaime levantó sus manos.
—Yo si—mi voz salió en un tono bajo, apenas audible. Luego me giré hacia
mi madre. —Eres real. Quiero decir, estás aquí.
76
El Club de las Excomulgadas
se hundió bajo ellos y entonces la estaba tocando. A ella. Mi madre.
—Oh, Dios.
Mee vendaron. Nadie dijo mucho. Creo que todas estábamos en estado de
shock, incluso mamá, que no dejaba de mirar hacia el cadáver dividido en dos
partes como si esperara que se reparara por arte de magia.
—Zombies, sí. Un fantasma que habita un cuerpo vivo, sí. ¿Traer de vuelta a
un fantasma en forma corpórea? No sucede. No se puede.
77
El Club de las Excomulgadas
hizo.
Nadie me contestó.
Cariño. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había oído eso? Nuevas
Jaime tenía razón. Teníamos que salir de aquí. Y sí, eso significaba que,
después de once años, no podía detenerme a abrazar a mi madre, a pesar de que
podría desaparecer de vuelta al más allá en cualquier momento. Pero así es. La vida
no es justa. No cuando hay cuerpos de los que deshacerse.
Nos llevó cerca de treinta segundos darnos darse cuenta de que no podíamos
hacerlo. Ocultar los cuerpos era inútil dada la enorme cantidad de sangre. Todo lo
que podíamos hacer era llevarnos el kit de primeros auxilios —que habíamos
tocado— mirar bien alrededor y determinar si no habíamos tocado algo más que la
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El Club de las Excomulgadas
barra en la puerta. Llevárnosla también. Borrar nuestras huellas de pisadas de la
sangre. Esperar que mi sangre pasara desapercibida. Rezar para que no hubiésemos
derramado pelos… mejor dicho, rezar para que no los encontraran. La verdad es
que, en general, solo rezábamos para que los Cortez pudieran encubrirlo.
Luego fuimos a los vestuarios a buscar camisetas limpias para mamá y para
mí. Agarramos ua blusa y un top de gimnasia de la taquilla de Medina. Jaime se
puso las zapatillas de deporte de Medina. No eran de su talla, pero servirían,
aunque ella insistió en llevarse también sus zapatos de tacón…eran sus favoritos.
Mi chaqueta estaba en la parte de atrás, en la celda, extraordinariamente limpia. Mi
cartera y el bolso de Jaime estaban en la habitación de enfrente. Mamá encontró
—Más tarde.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Siete
Como noté más temprano, la comisaría estaba en una carretera regional
rodeada de terrenos pantanosos. Así que no había una salida fácil. Si un vehículo
desapareciera de una casa cercana a la escena de la masacre, la policía no
descansaría hasta encontrarlo.
Lo que implicaba que había que regresar a Nueva Orleans a pie, a través de
terrenos pantanosos con hierba hasta la altura del muslo y nuestros zapatos
chapoteando en el barro. El sol caía a plomo y la humedad se elevaba del suelo
húmedo como un baño de vapor. Cuando llegamos a una franja de cipreses
cargados de musgo, llamé a Adam.
—No lo ha hecho todavía. Lucas llamó y dijo que a vosotras dos os habían
detenido y que no quería que nosotros fuéramos detrás vuestro. Él estaba muy
tranquilo acerca de todo esto.
—Síp, bueno, yo no. Incluso Jeremy estaba inquieto. Pero Lucas insistió en
que nos contuviéramos hasta que hubiera un motivo de pánico. ¿Así que todo está
bien ahora? ¿Estáis fuera?
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El Club de las Excomulgadas
—Lo estamos. En cuanto a estar bien…
—¿Se escaparon?
—Esto, no exactamente. El oficial que nos arrestó dijo que éramos libres de
irnos. Después del episodio del hombre lobo desmadrado.
—Estaba drogado.
—Hay… más.
Una pausa.
—¿Quiero saberlo?
*****
81
El Club de las Excomulgadas
pusiera en el manos libres del teléfono, para que Jeremy pudiera escuchar con
Lucas, en conferencia desde Miami. Puse también el teléfono de Jaime en manos
libres.
—Eso es…
Era la de él, aunque seguida muy de cerca por el hombre lobo muerto. En
cuanto al resto, la pelota estaba en la cancha de Lucas.
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El Club de las Excomulgadas
—No, me refiero a… Dices que fue un hechizo. Tal vez fue una ilusión.
Como un truco de brujo. Esas cosas son suficientes para asustar a lo bestia a
cualquiera.
Lucas intervino:
—La persona que está con nosotras—dije. —Ibas a decir que tiene la voz
igual que mi madre.
Silencio.
—Es ella—dije.
Silencio.
—Es mi mamá. ¿Esa bestia infernal que el hechicero trajo? Estaba haciendo
una prueba para lo que realmente quería hacer, que era convocar a mi madre.
83
El Club de las Excomulgadas
—¿Quieres decir que ella está...?—comenzó Adam.
—Hola, Eve.
—Hola, Jeremy—dijo mamá con una sonrisa. —Mucho tiempo sin vernos.
Bueno, yo te he visto un montón de veces, pero tal vez por fin ahora tendremos la
oportunidad de un encuentro cara a cara.
—No estamos seguras acerca del cómo—dijo mama. —Pero tenemos una
—Jeremy os dirá por qué soy una mercancía tan valiosa. Ahora, deberíamos
dejaros empezar a trabajar en el servicio de limpieza, chicos. Savannah está…—
miró hacia mi garganta vendada. —Verdaderamente no debería estar hablando
tanto.
—¿Golpe?—él juró por lo bajo. —Está bien, dinos dónde estáis. Estaremos
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El Club de las Excomulgadas
rápidamente allí.
—Adam no está contento, pero Lucas estuvo de acuerdo con nosotras. Los
está volviendo a convocar a Miami, en el avión que viene a por Bryce. Nosotras los
seguiremos tan pronto como podamos.
*****
85
El Club de las Excomulgadas
¿Cuántas veces había fantaseado con este momento?
Cuando estuvimos juntas en esa celda bajo tierra y ella averiguó la manera
de salir, me había hecho quedarme atrás hasta que tuviera la certeza de que era
seguro. Recuerdo estar sentada en mi celda. Esperando. Esperando. Entonces
nuestros captores vinieron y me dijeron que estaba muerta y pensé, Están mintiendo.
La han atrapado escapando y nos mantenían separadas como castigo. Pero cuando
los días y noches pasaron en esa celda diminuta, había tenido que hacer frente a la
verdad. Si mi madre estuviera viva, habría movido cielo y tierra para venir a por
mí. Así que tenía que estar muerta.
Pero todavía era un sueño hecho realidad. Tal vez incluso mejor, porque no
necesitaba nada de ella. Sólo quería estar con ella. Pasar tiempo con ella. Tiempo
en privado y con tranquilidad… completamente imposible bajo las presentes
circunstancias. Así que caminé sin descanso por el bosque y lancé miradas a
hurtadillas en su dirección, para asegurarme de que seguía ahí y la vi hacer lo
mismo hacia mí. Sigue avanzando. Era todo lo que podíamos hacer. Eso y rezar
para que las Parcas le permitieran permanecer el tiempo suficiente para que
tuviéramos un poco de tiempo a solas.
La caminata por el bosque no era fácil para Jaime, incluso con zapatillas
deportivas. Pareja de un hombre lobo o no, ella no pasaba demasiado tiempo en el
bosque. Yo sí, debido a los numerosos viajes de camping y senderismo con Adam.
Y mamá estaba aguantando bien. Estuve esperando que su espada se enganchara
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El Club de las Excomulgadas
en un árbol, pero ella evadió y esquivó obstáculos como si la espada fuera parte de
su anatomía.
—No puede —dijo Jaime. — Una gran no-no para los cuerpos angelicales.
—No, no, cariño —dijo. —No vas a tocarla sin manoplas de cocina.
Manoplas de cocina industriales.
Ella la empujó más abajo, la cubrió con más escombros y luego arrastró una
enorme rama caída encima de ella. Parecía algo excesivo, pero la dejé con ello.
Cuando terminó, caminó hacia atrás alejándose y murmurando:
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El Club de las Excomulgadas
—Hasta ahora, todo va bien.
—Está bien—dije. —Si tienes que volver por ella, está señalizada. Ahora…
Un enorme crujido me hizo lanzarme de cabeza al suelo con los brazos por
encima de mi cabeza. Mientras me dejaba caer, vi lo que parecía una enorme rama
volando en el aire, partida en dos. Un torbellino de vegetación muerta giraba hacia
arriba. Luego explotó, húmeda y apestando a podredumbre. Me la quité de la cara
y miré a mi alrededor.
—Te refieres a, ¿cuánto tiempo hace que soy un ángel?—bajó la voz. —Lo
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El Club de las Excomulgadas
siento. Sé que es una gran sorpresa.
—Yo…—Jaime comenzó.
—Tú te sientes mal y no deberías —Mamá miró hacia mí. —No podía
decírtelo, Savannah. No podía. Habría sonado un pitido.
—¿Un pitido?
—Hmm— dio una patada para apartar una rama y murmuró —Me resulta
difícil creer que tal hechizo siquiera pueda existir. Sumamente peligroso. Lo cual
podría significar que no se trata simplemente de un viejo hechizo desenterrado sino
de algo…—sacudió su cabeza. —Lo resolveremos todo más tarde.
—Si todavía sigues aquí—dije. —Cuando las Parcas se den cuenta de lo que
pasó, te volverán a convocar, ¿cierto?
89
El Club de las Excomulgadas
Podrías desaparecer en cualquier momento. Eso es lo que quería decir. Sin
embargo, no podía decirlo, como si al verbalizarlo pudiera hacerse realidad.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Ocho
Llegamos al primer motel, aún a unos pocos kilómetros de la ciudad y
decidimos que era suficiente. El lugar era un vertedero. Pero el recepcionista estaba
encantado de aceptar los sesenta dólares en efectivo y no nos pidió ni
identificaciones, ni tarjetas de crédito. Ni siquiera un nombre.
4
Conocida marca de ropa.
5
Cadena de supermercados.
91
El Club de las Excomulgadas
—No, sólo... — miró hacia Jaime—. Me sorprende que Kris no esté
incordiando hasta volverte loca ahora mismo. Debe haber ido directo a las Parcas
para defender mi caso.
—En realidad, no —dijo Jaime—. Estuvo cerca antes de que llegaras, pero
hubo un problema. Vamos dentro y te lo explicaré.
*****
—Eso solo significa que se pierde mucho. Lo que implica que tiene que
conseguir no perderse tanto —sus dedos dieron golpecitos sobre la colcha. Entonces
dijo, más enfáticamente— Encontrará el camino de regreso. Bueno, chicas,
entonces el siguiente paso es...
—Por favor —dijo mamá—. Por una vez, quédate la ropa puesta.
Jaime hizo una mueca hacia ella. Mamá tiró hacia atrás el cobertor, luego se
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El Club de las Excomulgadas
estiró y arrastró a Jaime hacia la cama, con la suficiente fuerza como para que ella
cayera encima.
Jaime puso los ojos en blanco, pero se quedó donde estaba y bromearon
durante unos minutos mientras Jaime se acomodaba. Observarlas era... extraño.
Sabía que mamá había sido la guía espiritual de Jaime durante años y supongo que
también sabía que eran amigas, pero verlas juntas, tan cómodas la una con la otra...
¿Era envidia? No sé. Pero me hacía sentir... extraña. Mi madre una vez me
llamó el centro de su mundo. Lo que no era una hipérbole materna. Realmente
había sido el centro de su mundo y ella había sido el mío. Nos habíamos trasladado
de ciudad en ciudad, sin permanecer en un lugar por mucho tiempo. Ella tenía
contactos y estudiantes, pero yo rara vez los veía y ellos nunca la veían fuera de los
negocios. Incluso mantenía a sus amigos a distancia. Esta relación con Jaime era
—Bueno —dijo mamá—. Por mucho que odie discutir con mis mayores…
—Oye, nada de chistes de edad. Tú eres sólo dos meses más joven que yo.
—Ejem, ¿he mencionado que hice una visita a la vieja sala de registros en el
cielo? Parece que hay una ligera discrepancia en tu contabilidad.
—Si la hay, culpa a mi madre. Nunca miento acerca de mi edad. Nunca la
doy a menos que sea necesario, pero tampoco miento sobre ella.
Al ver que mi madre no respondía, volvimos la mirada para verla
sosteniendo el teléfono móvil de Jaime.
93
El Club de las Excomulgadas
—Yo nunca…
—Maldita sea.
—Oh, sí, podemos descansar —Jaime se reclinó sobre la cama y cerró los
ojos—. Mira, lo estoy haciendo ahora mismo. Es tan relajante. Vosotras deberíais
probarlo más a menudo.
—Nosotras…
—Tenemos que…
—Una.
—Cinco.
—Una.
94
El Club de las Excomulgadas
Mi madre se echó a reír.
—Crees que es gracioso. Por supuesto que sí. Tú la criaste—. Ella se volvió
hacia mí—. Cuatro y media.
—Dos.
—Bien. Dos horas. Tiempo durante el cual no vamos a hacer o decir nada…
*****
Cualquiera que fuera el motivo, le dio las drogas a Medina. Luego ella nos
95
El Club de las Excomulgadas
recoge a raíz de una llamada del SLAM. Él se entera. Y decide que sería un
momento muy, pero que muy bueno para probar ese nuevo hechizo en el que ha
estado trabajando. Nos utiliza a Jaime y a mí para atraer a mi madre y la convoca
en el mundo de los vivos.
¿Por qué?
—Un ángel siempre resulta útil —dijo Jaime—. Incluso en una lucha entre
demonios. Especialmente si eres también un medio-demonio. A Eve la buscan para
conseguir traficar por influencias más que a cualquier político.
Mamá vaciló.
—Lo siento, cariño —dijo ella—. Sé que has vivido un infierno por ser mi
hija. Nunca quise eso.
96
El Club de las Excomulgadas
Me encogí de hombros.
—No lo es. Las Parcas siempre han sido capaces de mantener en secreto este
curro de ángel. Si ya no es el caso, algo se ha estropeado —hizo una pausa—. En
realidad, muchas cosas se han estropeado. Allí es un infierno. Y no pretendo hacer
ninguna broma.
—El movimiento —dije—. Hizo que los demonios se dividieran y eso se está
propagando a todo, ¿no?
—¿Son sobrenaturales?
Jaime se sentó.
97
El Club de las Excomulgadas
—¿En serio? Oh, sí, liberaste a la puta que intentó matar a Paige para que
ella pudiera volver a la tierra y tener otra oportunidad de conseguirlo. Y tal vez
también eliminar a tu hija.
—De acuerdo con la teoría de ellos, yo no estaba realmente tan molesta por
lo que Leah le hizo a Paige. Considerando que Leah estaba trabajando para Kristof,
probablemente yo tuve algo que ver, para que él pudiera obtener más fácilmente la
custodia de Savannah. Luego, llegué a sentirme un poco mal ya que Leah había
sido tratada de manera injusta. Así que accedí a liberarla por Balaam, para ayudar
al movimiento de liberación, con la promesa de que se mantendría alejada de
Savannah. Cuando incumplió el trato, la arrastré de vuelta a su dimensión infernal
antes de que me pudiera delatar.
Mi madre sonrió.
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El Club de las Excomulgadas
—Chica lista.
—Soy una investigadora privada con licencia mamá, aunque me pase más
tiempo detrás del mostrador de recepción que en el campo de juego.
*****
—Vamos, cariño.
—Sí, vamos a dejar plantada a la diva. Diría que me va a matar más tarde,
pero estoy bastante segura de que no es posible e incluso si lo es, simplemente
terminaré de vuelta adonde estaba esta mañana.
—Sólo un segundo.
99
El Club de las Excomulgadas
—Puede que lo necesitemos.
Mamá sonrió.
—Esa es mi chica.
*****
—Puedo verlo en tu cara. Sí, hubiera sido preferible decirle que se quedara,
pero por más que ella eche pestes acerca de querer mantenerse lejos de la acción,
nunca habría estado de acuerdo.
—Exactamente.
Ella suspiró.
100
El Club de las Excomulgadas
ventana buscándonos.
Una burbuja de pánico explotó dentro de mí. Por supuesto que lo estaba.
Siempre estaba de acuerdo con mi madre. Ella sabía que era mejor. Ella cuidaba
de…
—Bien —dijo ella, con tanto énfasis que salté—. Tú no eres una copia de mí,
—Ya está hecho y supongo que ese es el coche del tipo de la Camarilla,
dando la vuelta a la esquina.
*****
El coche pertenecía al hombre que Lucas había enviado para buscar a Jaime.
Era un agente típico, un tipo totalmente modesto que probablemente podría ganar
un título de Combate Definitivo con una mano atada detrás de su espalda.
Comprobamos su identificación. Lucas le había enviado un mensaje de texto a
mamá con la información. También nos había enviado una frase código, que el tipo
repitió.
101
El Club de las Excomulgadas
—Vamos a dar plantón a nuestra amiga para ir a una convención de
Dragones y Mazmorras. —Ni siquiera sonrió. Jaime iba a adorar a este tipo. Y nos
iba a adorar a nosotras aún más, no sólo por abandonarla, sino por imponerle
además su compañía.
Él se fue. Esperamos hasta que llegó a la puerta del motel, luego nos fuimos
antes de que los fuegos artificiales comenzaran.
102
El Club de las Excomulgadas
Jaime
Jaime permaneció debajo de la ducha con los ojos cerrados, dejando que el
agua humeante le masajeara el cuello y la espalda. Podría ser un motel barato, pero
al parecer, al mediodía nadie usaba el agua y podía tenerla tan caliente como
quisiera, y la quería muy caliente. Incluso después de veinte minutos escaldándose,
juraría que podía sentir la sangre y la suciedad en cada poro.
Italia, Jeremy sugirió. Una semana en una villa italiana, sólo ellos dos. Tal
vez más de una semana, si ambos pudieran arreglarlo. Ese era por lo general el
principal escollo: sus propios horarios y responsabilidades, la carrera de Jaime y el
liderazgo de Jeremy como Alfa. Pero nunca se quejaban o deseaban que las cosas
pudieran ser diferentes. No eran niños. Habían construido sus propias vidas antes
de conocerse y todavía las tenían. Aprovechaban cualquier momento en que esas
vidas podían cruzarse, lo cual los hacía sentir a veces como niños, zafándose de sus
responsabilidades para hacer novillos juntos. Estos interludios se harían más
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El Club de las Excomulgadas
frecuentes cuando él renunciara como Alfa y algún día, tal vez incluso vivirían y
envejecerían juntos. Pero por ahora, esto funcionaba y no te cargas aquello que
funciona.
Miró a su alrededor. Arma. Ella necesitaba un… agarró un vaso del lavabo y
fue a romperlo, y se dio cuenta de que era de plástico:
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El Club de las Excomulgadas
por favor?
Jaime miró hacia el teléfono. Nunca había oído que pudieran ser utilizados
como un método de muerte instantánea, así que avanzó con cuidado hacia la
mesita de noche, con la mirada fija en la puerta. Luego, sin soltar el cinturón,
levantó el receptor con la misma mano.
—¿Jaime?
Con esa única palabra, se dejó caer en la cama suspirando de alivio, las
armas cayendo. Era Jeremy.
Cuando Jeremy le explicó que había sido abandonada por sus amigas y que
Lucas había enviado una niñera, sintió una chispa de justa indignación, pero sólo
una chispa. Sí, dañaba su ego ser dejada atrás, pero sabía que estaba mejor fuera.
Lo que le molestaba, lo que de verdad le molestaba, era que Eve no le hubiera dado
la oportunidad de tomar esa decisión por sí misma.
—Lo sé —dijo Jeremy cuando ella se quejó—. A ella le pareció que era lo
mejor.
—No lo mejor. Lo más fácil. Ella es rápida para empuñar esa condenada
espada, pero no tan valiente cuando se trata de enfrentamientos personales. Todas
esas emociones confusas. La sangre es mucho más fácil de limpiar.
Jeremy se echó a reír, esa rica y profunda risa que hacía que su estómago
diera un vuelco y desear simplemente tumbarse en la cama y seguir hablando con
105
El Club de las Excomulgadas
él. Olvidar todo lo que estaba pasando. Pero todavía había un hombre ante su
puerta y probablemente debería vestirse antes de dejarlo entrar.
— Sí, preferiría que lo hicieras —dijo Jeremy cuando se lo dijo a él—. Él tal
vez no, pero yo lo haría.
—Exactamente.
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El Club de las Excomulgadas
—Te has equivocado de habitación.
—Lo es. Me desharé de ella. Pero le voy a pedir que dé un paso atrás y
vuelva allí dentro hasta que lo haga.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy buscando a mi mami. La tiene aquí. Sé que la tiene.
—¿Qué dem…?
¿Era lo suficientemente grande? Más vale que así fuera. Arrancó la barra de
la toalla, tambaleándose hacia atrás sorprendida cuando de hecho se soltó solo con
su mano. ¡Gracias a Dios por la construcción de mala calidad! Envolvió la barra
con una toalla para amortiguar el ruido y destrozó la ventana. Se las arregló para
quitar la mayoría del cristal y entonces alguien -o algo-, comenzó a tirar de la
puerta.
Un rápido barrido del resto del cristal y se fue hacia fuera, haciendo caso
omiso de las esquirlas que arañaron su estómago mientras se arrastraba
atravesándola. Si lo hubiera pensado antes, debería haber pasado los pies primero.
No lo hizo y se fue de cabeza al suelo, logrando aterrizar con una torpe voltereta y
rebotando de nuevo en pie. No eran exactamente artes marciales, pero a veces
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El Club de las Excomulgadas
décadas de yoga daban sus frutos.
Jaime miró a través del terreno cubierto de malas hierbas hacia el bosque.
Respiró hondo, luego se echó a correr.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Nueve
Caminamos a lo largo de la calle, con mamá lanzando hechizos de
desenfoque cada vez que un coche pasaba.
—Jugar podría ser una exageración. Más bien observa desde el banco de
castigo.
Me eché a reír.
—Eso, puedo imaginarlo. Pero, ejem... —miré hacia la espada. —Es una
espada de ángel, mamá. Meterla en una bolsa de hockey no parece correcto.
—Es una herramienta, cariño. Una que viene con algunos serios…—su
rostro se ensombreció por un momento, luego sacudió su cabeza. —Digamos que si
bien le he tomado cariño a blandir un trozo de metal de metro y pico, no tengo
ningún problema con embutir la puñetera cosa en donde sea que solucione el
problema. Irreverente, sí, pero las Parcas no esperan menos de mí.
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El Club de las Excomulgadas
—Está bien. Vale, una bolsa de hockey podría funcionar, ¿pero que
posibilidad hay de encontrar una en Nueva Orleans…?
—Mmm, tienes razón. Aunque diría que una tienda de deportes sigue siendo
nuestra mejor apuesta.
*****
Lo era. La dejé afuera, entré y volví con un estuche para arcos. Todavía no
conseguiríamos pasar a través de un detector de metales, pero mamá podría
caminar como una persona normal, lo que significó -como advirtió Jaime-, que se
tropezó con unas cuantas personas antes cogerle el tranquillo a lo de ser corpórea
otra vez. También me compré un top de cuello alto sin mangas, que cubría el corte
en mi garganta.
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El Club de las Excomulgadas
Su rostro se arrugó por el desconcierto como si no supiera qué diferencia
suponía eso. Luego hizo una mueca.
Sonreí.
—Vamos a tener que hacerles salir. La pregunta es, ¿qué lograría que tanto
que la mujer como el perro…?
*****
6
Agua del Barrio Francés
112
El Club de las Excomulgadas
Pillé las herramientas para el allanamiento de morada en la tienda de
artículos deportivos. Es asombroso lo que puedes conseguir allí. No eran
exactamente las herramientas reglamentarias de un ladrón de viviendas, pero
servirían.
—Un truco de Adam —dije—. Hace que sea difícil de abrir. Nos dará un
aviso con suficiente antelación para que podamos escapar.
Cogí los ordenadores. Había dos, ambos portátiles, sobre la estantería del
escritorio. La primera se inició sin problemas, sin pedir contraseña. Era de ella. La
segunda estaba protegida. No tenía tiempo para descifrarla. Como se trataba de un
ordenador portátil, no podía llevarme fácilmente el disco duro. Podría llevarme
todo, pero eso se notaría mucho más rápido que un disco duro desaparecido.
113
El Club de las Excomulgadas
Tomamos el teléfono y nos fuimos.
*****
—Yo invito.
114
El Club de las Excomulgadas
—Está bien, me gustaría…
Quería decir que sí. Maldita sea, de verdad que quise, pero mi expresión me
delató.
—Así que lo que bebías a los doce no es lo que bebes a los veintiún años,
¿no? —dijo ella.
Su sonrisa se suavizó.
Salí por la puerta lateral y encontré una mesa en el callejón. Mamá llegó
unos minutos más tarde, con dos cafés au laits y un surtido de bollería.
—Me imaginé que debías estar hambrienta. Yo sé que lo estoy —se sentó—.
Lo cual ha sido una sensación muy extraña. Me costó un minuto averiguar lo que
era.
7
Café con leche
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El Club de las Excomulgadas
—No sueles tener hambre, asumo.
Sonreí.
—Oh, hay mucho que contar — ladeó su cabeza, estudiando mi cara, luego
me regaló una sonrisa nostálgica—. Me he perdido demasiadas cosas, ¿verdad?
Quería decir que no, que no se lo había perdido realmente. Pero eso era una
tontería. Casi había transcurrido la mitad de mi vida desde su muerte. Imaginé
cómo habría sido si ella hubiera estado aquí. ¿Qué le habría contado acerca de
Adam? ¿Le habría pedido consejo? ¿O habría estado temido hacerlo? ¿Preocupada
de que me dijera que él era demasiado mayor para mí? ¿Qué pudiera burlarse de mí
y chivárselo a él?
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El Club de las Excomulgadas
Excepto que, si ella hubiera estado aquí, el tema habría sido irrelevante,
porque no habría habido ningún Adam en mi vida. Ninguna Paige. Ningún Lucas.
Ninguna manada de hombres lobo. Ningún Consejo interracial. Ninguna
Camarilla, excepto tal vez los Nast y sólo porque estaríamos escondiéndonos de
ellos con mi madre tratando de mantenerme a salvo, lo que significaría
mantenerme lejos de los Nast.
Ningún Adam para mí. Ningún Kristof para ella. Una vida completamente
diferente para las dos.
Me sentía desleal admitiendo que esta vida era mejor para mí. Era doloroso
admitir que también era mejor para ella. Pero lo era. Había dicho antes que quería
Ella era diferente ahora. Con los pies en la tierra. Centrada. Todavía estaba
en constante movimiento, los dedos frotando su taza de café, reconociendo
visualmente el callejón. Pero no era ansiedad, era la vigilancia habitual de mi
madre.
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El Club de las Excomulgadas
en general.
—Lo que explica por qué estabas sobre la pista de Leah O'Donnell.
¿Entonces eso sucede a menudo? ¿El que las almas escapen del infierno?
—¿Despliegue?
—¿Pero Kristof…? ¿No vives con…? —Hice una pausa—. No, espera. Es
por eso que Jaime dice que estás de excursión, cuando estás desplegada. Ni ella ni
él pueden comunicarse contigo.
Ella asintió.
—Tres meses dentro, tres meses fuera. Ellas comenzaron con seis y seis,
pero renegocié.
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El Club de las Excomulgadas
—Hemos aprendido a sobrellevarlo. He aprendido a dejar de soltar pestes
por ello. Me gusta el trabajo. Me encanta, aunque espero que las Parcas no me
estén escuchando admitirlo. En cuanto a tu padre... digamos que estoy ausente sin
permiso más que cualquier otro ascendido. Afortunadamente, mi compañero y yo
tenemos el mejor registro de almas ensartadas de los alrededores, así que mientras
no haga alarde, las Parcas miran hacia otro lado.
—Cuéntame un cuento.
—¿Hmm?
Se echó a reír.
*****
119
El Club de las Excomulgadas
Después de eso, nos pusimos manos a la obra. Yo no estaba familiarizada
con el viejo modelo de teléfono de Roberts, pero lo encontré con bastante facilidad.
Contactos, llamadas recientes, e-mails y agenda. Esas eran las cosas que queríamos.
Lamentablemente, ninguno de sus contactos estaba marcado como “cómplices del
mal en un complot para destruir la vida tal y como la conocemos”.
—No. Más bien la variedad de zángano de oficina, que hace una parada en
el gimnasio una vez o dos veces por semana para mantener el neumático de
repuesto a raya.
Ella sonrió.
—Si la tuya es como la mía, eso es grande. Está bien…—otro trago de café.
Otro estremecimiento dichoso —…empezaremos repasando esa lista. Nosotras…
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El Club de las Excomulgadas
Respondí con un:
—¿Te ha llamado?
Había una tensión en su tono que me hizo darme cuenta de que no era una
pregunta casual.
—Jeremy tuvo que hablar con Jaime para conseguir que le abriera y ella lo
hizo. El agente se suponía que debía llevarla a un hotel y llamar por más
instrucciones. Después de una hora, Jeremy se preocupó. Sin embargo, le había
dicho al agente que se asegurara de que Jaime tuviera todo lo que necesitaba, así
que supuse que estaban…
—De compras.
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El Club de las Excomulgadas
—Dame la dirección del hotel —dije—. Podemos aparecer por allí y ver…
No, ya habrás llamado. Ella no se ha registrado.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diez
Lucas nos tenía preparado un coche de alquiler. Todo el papeleo había sido
cumplimentado en nombre de la Corporación Cortez, así que sólo tuve que mostrar
mi carnet de identidad. Yo conducía. No queríamos a nadie parando a mi madre y
pidiéndole su carnet de conducir.
Mamá estaba fuera del coche antes de que yo me detuviera. Dejó su espada
El agente estaba tendido boca arriba con los brazos en alto para protegerse
de algo. Su ropa estaba hecha jirones, la piel expuesta mutilada y desgarrada, como
si hubiera sido atacado por…
123
El Club de las Excomulgadas
Corrí hacia el cuarto de baño.
—¿Mamá…?
124
El Club de las Excomulgadas
Apunté hacia una pequeña huella de zapato sobre el asiento del inodoro.
—Y ellos la siguieron.
Y nosotras también.
*****
Directamente detrás del motel había una franja de matorrales que bordeaban
un área boscosa. No había ninguna señal de en qué dirección habían desaparecido
Jaime o sus perseguidores. Jaime era lo suficientemente inteligente como para
dirigirse hacia la calle. ¿Se lo habrían permitido? ¿O la habían conducido hacia el
bosque? Apostaba por lo segundo.
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El Club de las Excomulgadas
habría alguna otra explicación.
Ella abrió sus ojos. El azul aparecía iluminado por un rojo teñido de
naranja. Ella escupió, gritó y se retorció.
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El Club de las Excomulgadas
—No exactamente. Echa un vistazo a los ojos. Nunca vi ese color, pero sin
duda es demoníaco.
—No, bebé, no puede ser. Sólo es una niña. El Tratado de Berithian… —se
quedó mirando atónita cuando los ojos de la niña brillaron —Eso es un demonio.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Dónde está Jaime Vegas? —dijo mamá.
La chica se rió.
—Los tratados son para los cobardes. Los Tengu 8 no son cobardes.
8
Tengu es un demonio dentro de los elementos del folclore y mitología japonesa que suelen tener forma
animaloide. Habitan en los árboles, generalmente pinos y cedros, de las zonas montañosas. Algunas fuentes
opinan que los Tengu son descendientes de Susanowo-no-mikoto, el dios de la tormenta hermano de
Amaterasu, la diosa Sol. Sus características son su cara color rojo, y su prolongada nariz. Entre los objetos a
menudo asociados con los tengu se encuentran el shakujo, unos báculos en forma de anillo usados para la
magia y combate físico; el tokin, un sombrero con una forma rara, la cual es usada como copa; y el abanico
hauchiwa, el cual está hecho de hojas de Aralia Japonés o de plumas y se dice que tiene el poder de crear
grandes ráfagas de viento.
La función principal de los tengu es salvar a los guerreros de catástrofes, o ayudarlos en los combates. Otra
función que realizan es iniciar y transmitir las artes marciales a las personas.
128
El Club de las Excomulgadas
—Lastimas a la niña —susurró la niña—Lastimas a la niña.
—Síp, bueno, ¿sabes lo que realmente haría daño a la niña? —Mamá puso su
otra rodilla en el hombro de la niña, entonces envolvió ambas manos alrededor de
la espada y la niveló sobre el pecho de la chica.
—No lo harás —se rió la niña—Sé que no lo harás. Los de tu clase tienen
prohibido matar a un inocente.
La niña cerró los ojos. Cuando los volvió a abrir, eran azules de nuevo. Miró
a mamá.
Ella bajó la punta hasta que rozó la piel de la niña. La muchacha dejó
escapar un aullido de dolor y terror mientras su piel se ampollaba.
—Por favor —dijo—No sé qué he hecho, pero lo siento. Seré buena. Pero no
dejes que me haga más daño.
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El Club de las Excomulgadas
—Echa tu hechizo otra vez, cariño.
—No, te hago daño a ti. Y estoy a punto de hacerte mucho más daño si no…
—Ella está aquí. Los Tengu pueden olerla. Pero no podemos encontrarla. Se
esconde.
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El Club de las Excomulgadas
La exhalación de alivio de mamá fue tan profunda que la espada se
estremeció, haciendo aullar al demonio. La levantó alejándola de la piel de la niña.
—Pero…
—¿Mamá?
—¿Es eso cierto? Me visteis materializarme y vinisteis por mí. Fuisteis tras
Jaime para conseguirme. ¿Quién…?
El demonio dejó escapar un gemido tan agudo que hizo que me dolieran los
oídos. Luego el cuerpo de la niña se quedó laxo, la cabeza colgando hacia atrás.
Los ojos cerrándose.
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El Club de las Excomulgadas
—Y aquí vamos otra vez —murmuró mamá—Los Tengu adoran el drama.
—¡Qué demonios!
Esta vez fue mamá quien lanzó el hechizo revelador. La niña ni se inmutó,
sólo siguió luchando y gritando obscenidades.
—Yo no soy tu cielo —gruñó la niña—Si me habéis traído aquí para alguna
perversión, os vais a arrepentir. Tengo amigos, sabes. Tienen cuchillos y…
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, los tienes —dijo mamá, manteniendo un férreo control sobre el brazo
de la niña—Siento que estés herida. No era nuestra intención. Pero alguien te dio
algo, drogas o algo parecido. Atacaste a una amiga nuestra.
Uno de los niños dejó escapar un aullido banshee 9 y salió corriendo hacia la
niña, sus manos curvadas en garras. La aparté justo a tiempo y lancé una patada,
alcanzándole en el muslo. Se desplomó, haciendo rechinar los dientes, con los
labios retraídos en un gruñido grotesco e inhumano.
Se puso de pie con los labios todavía retraídos. Sus oscuros ojos
parpadearon, luego brillaron naranjas. Sara se tambaleó hacia atrás cayendo contra
mí. Puse mi brazo alrededor de ella y la sostuve allí.
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El Club de las Excomulgadas
que se disipe lo que tienen?
—Está bien —le dijo mamá al niño—Así que no puedo usar la espada. Vi lo
que le hiciste a ese tipo en el motel. No soy tan estúpida como para luchar contra
todos vosotros. Por lo tanto, si dejáis ir a mi hija y a la niña…
La niña empezó a gritar. Me costó un momento darme cuenta del por qué.
Supongo que es lo que tiene vivir mi vida: escuchas una amenaza y te resbala hasta
que haya una buena razón para sospechar que puede ser grave.
—Él…él dijo… —el delgado cuerpo de Sara temblaba tanto que apenas
podía pronunciar las palabras—Nos va a matar. Mickie nos va a matar.
—El no quiere. Son las drogas. No dejaremos que nadie te haga daño.
—Quiero irme —susurró ella—Por favor, ¿puedes hacer que me dejen ir?
—Espera.
—Sé cómo… —me susurró algo que no pude captar, su voz demasiado
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El Club de las Excomulgadas
amortiguada con lágrimas y lloriqueos.
—¿Qué es?
—Dije que sé una forma para que podamos… —me hizo un gesto para que
bajara y ella pudiera susurrarme al oído. Me incliné.
—Podemos…
Ella me agarró del pelo y hundió sus dientes en mi cuello, justo por encima
de la venda. La arrojé lejos. Retrocedió a tropezones. Un pedazo de mi piel colgaba
de sus dientes. La sangre goteaba por su barbilla. Sus ojos brillaban de color
naranja.
Cuando una niña trató de correr para ponerse delante nuestro, mamá la
golpeó con un rayo de energía que la hizo caer, aullando y abrazándose el
estómago. Otro echó a correr hacia adelante. Mamá blandió su espada.
—Yo…
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El Club de las Excomulgadas
—Savannah... —ella no miró hacia mí, pero me sentí como si volviera a
tener diez años de nuevo, la vez que volvíamos andando después de cenar y un
grupo de matones sobrenaturales se metieron en nuestro camino. Ella había tenido
razón al alejarme entonces. Pero ahora no tenía diez años e incluso con mis
hechizos esporádicos, podía luchar. ¿No acaba de demostrarlo?
Uno de los chicos cargó. Lancé un derribo. Fallé y estaba a punto de saltar
hacia adelante cuando mamá balanceó su espada. El niño aún estaba a menos de
dos metros de distancia. Pensé que era un ataque de advertencia, pero la punta
atravesó su camiseta y un resplandor naranja rezumó a través de ella. Mamá
hábilmente ensartó al demonio y tiró de la espada hacia atrás. El niño se derrumbó.
El Tengu estaba empalado en la espada de mamá, un brillante vapor malsano de
color rojo y naranja, rodando sobre sí mismo, un destello de ojos, dientes y garras
apareciendo, luego desvaneciéndose tan rápido que parecía un truco de la mente.
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El Club de las Excomulgadas
Los niños se quedaron totalmente inmóviles.
—Necesito que busques a Jaime —dijo mamá para mí—Puede haber más de
ellos por ahí. Ella necesita ayuda. Yo estaré bien.
Ella tenía razón. El grito del primer Tengu había atraído a otros corriendo,
pero eso no significaba que no hubiera más todavía buscando a Jaime.
—Gracias, cariño.
Retrocedí hasta estar segura de que Mamá tenía la turba de niños demonios
bajo control. Entonces me alejé a grandes pasos por el sendero.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Once
¿Una ventaja de estar en el bosque? Sabía que mi hechizo de detección
estaba funcionando. En la comisaría, un resultado negativo podía significar, bien
que el lugar estaba vacío, o bien que mi hechizo fallaba. El bosque nunca está
vacío. Me devolvía montones de pequeños puntos luminosos.
Así que caminé con mi mirada puesta en las copas de los árboles.
Efectivamente, capté un vislumbre de algo de color naranja tostado. La blusa de
Jaime. Miré más detenidamente. Su rostro se asomó entre las frondosas ramas a
seis metros de altura. Ella no dijo nada, sólo me miró y extendió el brazo hacia la
rama por encima, como si estuviera dispuesta a para trepar más alto.
—No estoy poseída —dije—. Paige me hizo tomar una dosis extra de té anti
posesión cuando estuve en Miami.
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El Club de las Excomulgadas
—Todavía están cerca. Uno pasó por aquí hace un minuto.
—Lo estaba la última vez que la vi, pero me gustaría llevarte a algún lugar
seguro y regresar a ayudarla.
—Correcto. Lo siento.
No estaba segura de cuán cierto era eso, pero había funcionado, así que no
se lo discutiría.
No fue la mejor idea que haya tenido, como me di cuenta unos diez
segundos después. Era terreno pantanoso, por lo que nos resbalábamos y caíamos.
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El Club de las Excomulgadas
Los Tengu corrían tan rápido y con un paso tan firme como los antílopes. Conduje
a Jaime hacia la izquierda y fui dando un rodeo de vuelta al sendero.
Un tipo en el aparcamiento del motel nos vió. Estaba ya casi saliendo del
coche cuando surgimos dando la vuelta a la esquina, corriendo a toda velocidad
hacia nuestro coche de alquiler y metiéndonos dentro; Jaime y yo en la parte
delantera, mamá en la parte posterior. Él se quedó mirando fijamente hacia los
chicos que nos perseguían, se percató de sus ropas salpicadas de sangre, sus rostros
arañados y ensangrentados, se subió de nuevo a su camioneta y se fue en busca de
alojamientos más tranquilos.
Puse el coche en marcha atrás justo cuando dos niños se lanzaron sobre el
140
El Club de las Excomulgadas
maletero. Otro voló por encima del capó. Los otros fueron a por las ventanillas
laterales.
—Sabes, creo que he tenido esta pesadilla —dijo Jaime mientras golpeaban,
gritaban y aplastaban sus rostros ensangrentados contra el cristal—. Pero era con
zombies.
Salí disparada marcha atrás. Supongo que debería haber prestado más
atención en clase de física. El que estaba trepando hacia el techo salió disparado
por encima del coche, pero Sara, que todavía estaba encima del maletero, cayó
hacia atrás.
—Por la misma razón por la que no estás dando marcha atrás y mandándolo
todo a la porra —dijo mamá.
—Genial —dije—. Hemos pasado de ―No hagas daño a los niños‖ a ―Cuál va a
salir menos herido‖.
141
El Club de las Excomulgadas
El chico en el techo empezó a saltar arriba y abajo. Una chica dio un salto
corriendo encima del techo e hizo lo mismo, haciendo que el coche se balanceara.
Un ruido. Algo me golpeó un lado de la cabeza tan fuerte que vi las estrellas.
Un ladrillo cayó a mi lado. Unas manos se introdujeron por la ventanilla rota del
conductor.
Miré por encima del hombro a mi madre, pero ella estaba ayudando a Jaime
a luchar contra los niños. Uno de ellos salió volando. Esta vez, lo vi flotar en el
aire, retorciéndose como si algo lo sostuviera en alto. Entonces su cabeza se disparó
hacia atrás y gritó. El grito murió a la mitad y el muchacho cayó al pavimento,
inconsciente.
—Ah, un poco deus ex machina10 —dijo mamá cuando el niño que había
agarrado a Jaime por el pelo también salió volando—. O ángel ex machina.
—Es Trsiel —dijo Jaime—. O eso creo. Nunca se sabe con los pura sangre.
Todo lo que veo es una silueta brillante.
10
Deus ex machina es una expresión latina que significa «dios surgido de la máquina». Se origina en el teatro
griego y romano, cuando una grúa (machina) introduce una deidad (deus) proveniente de fuera del
escenario para resolver una situación. Actualmente es utilizada para referirse a un elemento externo que
resuelve una historia sin seguir su lógica interna. Desde el punto de vista de la estructura de un guión,
―Deus ex Machina‖ hace referencia a cualquier evento cuya causa viene impuesta por necesidades del
propio guión, a fin de que mantenga lo que se espera de él desde un punto de vista del interés, de la
comercialidad, de la estética, o de cualquier otro factor, incurriendo en una falta de coherencia interna.
142
El Club de las Excomulgadas
por la ventana y gritó—Más vale tarde que nunca.
Mamá se rió.
*****
—¿Un ritual?
*****
143
El Club de las Excomulgadas
hechicero que invocó a la bestia infernal —dijo finalmente.
144
El Club de las Excomulgadas
Ellos estuvieron de acuerdo en la última parte. Yo no. Mamá necesitaba a
alguien que le vigilara su espalda.
*****
Antes de que Jaime se fuera, le concedí unos minutos a solas con mamá.
Mamá se quedó hasta que el jet despegó. Luego cogimos mi nuevo teléfono
móvil y dejamos el coche de alquiler con desperfectos el aeródromo para que
Benicio se encargara. Él nos había alquilado otro —un Mercedes pequeño, que era
probablemente su idea de un vehículo económico—reemplazable, por si también
acababa destruido.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Doce
El antiguo contacto de mamá vivía en un parque de caravanas en la salida
de la I-10. Supuse que había sido desplazado por el huracán Katrina y todavía no
tenía casa, pero mamá me dijo que no, que Toby siempre había vivido en una
caravana.
Si no hubiera sabido que esta zona había sido perdonada por el huracán,
habría estado segura de que esta caravana en particular había sido barrida por las
inundaciones y arrastrada de vuelta. Ciertamente tenía esa pinta. Incluso parecía
tener salpicaduras de barro hasta que me acerqué lo suficiente para ver que era
óxido. Una gran cantidad de óxido. Una ventana estaba tapiada. El techo combado
en dos de las esquinas. Una única bisagra sostenía la puerta mosquitera en su lugar.
—Sí.
—Bien.
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El Club de las Excomulgadas
Caminó hacia el costado del remolque, colocó sus dedos sobre el aluminio y
frotó, como si limpiara una mirilla a través de un cristal sucio. Que era exactamente
lo que estaba haciendo, excepto que como medio demonio Aspicio, podía ver a
través de otras cosas, además del vidrio.
Se protegió los ojos con la mano y miró a través. Luego repitió el proceso un
poco más allá.
—Entendido.
—Hola —dije.
—No, no estás viendo doble —dije—Mi madre todavía está ante la puerta de
entrada.
—Tú eres... —sus ojos se abrieron más, magnificados por sus gruesas gafas—
¡Mierda!
Se volvió hacia mí, con los dedos ardiendo. Esas manos resplandecientes
habrían funcionado mejor si no hubiera crecido cerca de Adam. Un fuerte golpe
lateral en sus antebrazos las inutilizó y le desequilibró. Mientras se tambaleaba en
la ventana, lo agarré por el cuello y tiré de él hacia la posición vertical.
147
El Club de las Excomulgadas
Mamá dio vuelta a la esquina. Toby había estado resistiéndose, pero se
quedó inmóvil cuando la vio.
—Yo…
—Está bien, así que tú… has vuelto. No sé cómo… Espera, nunca estuviste
muerta, ¿verdad? Todo fue una treta debido a que los Nast finalmente te echaron el
guante. ¡Maldita sea! Quiero decir, me alegro de verte, Eve.
—Estoy segura de que lo haces. Ahora mueve tu culo dentro antes de que
finalmente les des a los vecinos una excusa para hacer que desalojen esta chatarra.
*****
148
El Club de las Excomulgadas
un lujoso loft del SoHo.
Bajó la mirada hacia el estuche para arcos, el cual ella había metido bajo la
sombra del sofá. Una luz azul emanaba a través de la cremallera.
—¿Alguna vez has visto esos programas de la escena del crimen? —dije—
¿Dónde utilizan dispositivos luminosos para detectar sangre? Hace que la limpieza
sea mucho más fácil.
—Está bien Eve, te debo el dinero. Eran diez de los grandes, ¿verdad?
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El Club de las Excomulgadas
Él asintió con la cabeza y golpeó otro botón. Un ordenador portátil se elevó
en la mesa de café.
—Es por eso que nunca tuve que prestar a nadie. Puedes continuar y hacer
los cálculos si quieres, pero probablemente pueda ahorrarte algo de tiempo con una
oferta alternativa. Renunciaré a la deuda a cambio de información.
—Sé que habías llegado a un acuerdo para evitar que arrastraran tu lastimero
culo también allí. No es como si te quisieran de todos modos. A lo largo de los
años, has estado metiéndote demasiadas drogas para ser un sujeto viable. Pero eres
útil como otro tipo de rata. Del tipo que entregará a cualquier sobrenatural al que le
deba dinero.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Q…qué?
—El laboratorio voló por los aires esta mañana —señalé hacia el ordenador
portátil—Comprueba las noticias.
—Cortez….
—¿No?
—Están bajo tierra. Lo que nunca es un buen sitio para estar en Miami.
Benicio jura que toman todas las precauciones, pero si hay inundaciones por un
huracán, ¿qué crees que van a salvar ahí abajo? ¿Los archivos o los prisioneros?
151
El Club de las Excomulgadas
—Mira —dijo Toby—Suministré nombres a Jackie, no drogas.
—Yo…yo no…
—¿Así que eres un hombre religioso? Eso está bien. Lo hace todo más fácil.
Si esta espada acaba de quemar a un demonio de fuego, estoy segura de que puedes
adivinar lo que es. Y que esto… —la agarró por la empuñadura, luego la arrojó
152
El Club de las Excomulgadas
hacia arriba y la tomó por la hoja —…no es un truco de magia. Todo esto es para
decirte que puedo protegerte de los Cortez. Y que podría ser sabio ayudar a la causa
dándome la información que necesito.
—También le costó mucho a ella —dije—Su vida. Estoy segura de que estás
molesto por eso.
153
El Club de las Excomulgadas
—¿Qué hace ella?
Continuamos bajando por la lista. Había una o dos posibilidades más, pero
ninguna cuyas iniciales se correspondieran con las citas en la agenda. Amanda era,
entonces. Cuando terminamos, mamá recogió su espada.
154
El Club de las Excomulgadas
—Te he contado mi secreto, Toby. Sabes que estoy de vuelta y lo que soy.
Esa es una información muy valiosa. Ya que me traicionaste la última vez, no
confió en ti.
—Vaya. Error mío entonces. Pero, dado que lo sabes, no puedo tenerte
corriendo de aquí para allá. Tendrás que esperar aquí por los Cortez.
*****
155
El Club de las Excomulgadas
—Necesitamos un disfraz.
*****
156
El Club de las Excomulgadas
con cuerpos, ya que no hay manera de matar a alguien en el más allá. Así que
mamá podía lanzar el hechizo sin un cadáver. O podía en el más allá. ¿Aquí? Ella
no estaba segura. Además, era difícil de comprobar porque, incluso después de
lanzar el hechizo, ella me parecía igual. Así que abordamos a unos pocos
transeúntes desprevenidos, lo que dejó a algunas personas en Nueva Orleans
asombradas por las locas que preguntaban de qué color era su pelo.
Casi se nos escapa Amanda. Cuando llegamos se estaba yendo, bolsa del
gimnasio en mano. Ella parecía tener unos treinta, rasgos suaves y elegantes y el
pelo, rubio ceniza, largo a la altura de los hombros. Vestía clásica y elegante, con
pantalones, botas y una camisa Oxford. Pon un látigo en su mano y se vería lista
para un día de montar. Caballos, a eso me refería. No al tipo de montura que hacía
para ganarse la vida, según parecía.
—¿Sí?
—Esto.. —me limpié las manos en los vaqueros—Lo siento, yo…yo estoy un
poco nerviosa. Soy Brianne White. Voy a Delgado con mi amiga aquí presente,
Sami. Alguien nos dio su nombre y, esto…
11
Revista femenina.
157
El Club de las Excomulgadas
Sus cejas se arquearon. Divertida.
—Oh, cierto. Vale —eché una mirada nerviosa alrededor, luego encendí una
bola de luz en mi palma.
—No mientas, Bri —susurró mamá. Cuando volví la vista hacia ella, se
inclinó y simuló susurrar—Ella puede comprobarlo. Di la verdad.
—Está bien. Cierto —limpié mis manos otra vez —Roberts no nos dijo dónde
encontrarte, pero nos envió a ese tipo llamado Toby. Él no quería ayudarnos
tampoco. Pero entonces Sami... —lancé una mirada de complicidad a mamá —Ella
como que… lo convenció.
—Estoy segura de que lo hizo —dijo Amanda—Y estoy segura de que no fue
difícil. Mirad, niñas, lo que sea que hayáis escuchado…
158
El Club de las Excomulgadas
—No lo es —dijo Amanda.
Exhalé.
—Lo que sea que estés haciendo, podemos ayudar. De Sami, dicen que es
una Conspicio, pero creemos que es una Aspicio. Ella puede hacer la cosa esa de la
visión de rayos X.
Eso detuvo los pasos de Amanda. Agitó la mano hacia la pared del edificio.
—Puedo causar ceguera temporal —dijo ella—Sólo dura unos minutos, pero
viene bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Qué tal si me salto el entrenamiento de hoy y os invito a una copa, chicas.
Hay un lugar pequeño y agradable en esta calle. Muy privado.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Trece
Recibí un mensaje de texto de Elena cuando íbamos caminando hacia el bar.
Su avión había aterrizado y estaban listos para relevarme como guardaespaldas de
mamá. Envié un mensaje en respuesta para decirles que habíamos hecho contacto y
que tenía que seguirles el juego.
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El Club de las Excomulgadas
Mamá y yo asentimos.
—Pero nuestro argumento es que los humanos no van a temer menos a las
brujas y a los medio demonios de lo que lo hicieron en el pasado. Actualmente,
ellos simplemente no creen que existamos. Si supieran lo contrario sería igual de
malo que las cacerías de brujas. Pero decírselo a los sobrenaturales no sirve de
nada. Necesitan verlo.
No exactamente…
—Así que ellos tienen una oficina en Nueva Orleans —dijo mamá—. Es lo
que nuestros amigos dijeron. Está en la calle Gray, ¿no es así?
162
El Club de las Excomulgadas
—Haciendo a los seres sobrenaturales más propensos a usar sus poderes —
dijo mamá.
—Lo pillas rápido, cielo. Así que, mientras hablamos, hay unos cuantos
sobrenaturales encarcelados que van a decidir que realmente no quieren estar
presos y se olvidarán de que no deberían usar sus poderes para escapar. Estamos a
punto de ver unos buenos fuegos artificiales.
—¿Qué?
Ella parpadeó. Respiró hondo. Luego escuchó, sólo se limitó a escuchar, con
rostro inexpresivo, asintiendo con la cabeza y murmuró:
163
El Club de las Excomulgadas
mientras escuchábamos. —Iré allí ahora mismo.
—Deberíamos ir con ella —dije—. Puedo convencerla para que nos lleve
con ella. Estarán distraídos con esto. Será fácil obtener información.
—Pero…
—Ella nos dijo dónde encontrar a esa gente del SLAM. Y es lo que tengo
que hacer ahora mismo. Infiltrarme mientras están ocupados limpiando su propio
lio. Y descubrir exactamente qué le han dado a Bryce.
Tragué saliva.
—Me gustaría que te fuera a Miami. Elena y Clayton está aquí ahora.
164
El Club de las Excomulgadas
Pueden cuidarme las espaldas.
—Los llamaré desde el coche —dije. —No voy a pelearme con ellos para
conseguir quedarme, pero no me iré a menos que insistan.
*****
Me quedé mirando ese mensaje. Tres palabras que podían significar sólo
“Hola, me aburro, ¡ponme al día!”. Salvo que cuando Adam quería decir eso, eso era
exactamente lo que escribía. Esto era diferente. Esto era… “MÁS personal” no es la
expresión correcta. Adam ha sido parte de mi vida desde que mi madre murió.
Lleva siendo mi amigo desde hace años. Le he contado cosas que nunca le he dicho
a nadie y creo que él ha hecho lo mismo conmigo. Siempre ha sido personal. Pero
esto… parecía diferente.
165
El Club de las Excomulgadas
Yo quería que fuera diferente. Eso es un hecho. Llevo esperando todos estos
años a que se convierta en algo diferente, pero nada había cambiado entre nosotros
hasta esta mañana.
¿De verdad que había sido esta misma mañana? Parecía como si hubiera
pasado una semana.
Pero esta mañana, Adam me había besado y no había sido un simple beso
en la mejilla. No había sido una especie de beso de “estoy feliz de ver que no has
fallecido bajo un montón de escombros”. Había sido uno de verdad, de esos que había
estado soñando desde que tenía doce años y él entró en mi celda para liberarme,
quemando la pared de la prisión para poner mi nombre en un corazón. También
quemó mi corazón para poner su nombre.
166
El Club de las Excomulgadas
dedos y tragué saliva, mirando fijamente esa maldita pantalla, esperando el pitido
de un mensaje de respuesta, diciéndome mí misma que probablemente ni siquiera
lo vería hasta que tuviera un minuto libre y…
—¿Adam?
*****
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El Club de las Excomulgadas
Sonreí.
—No hay nada malo con mirar escaparates si no miras para comprar. Elena
está acostumbrada. Clay es el que no quieres que se dé cuenta de que le estabas
echando un vistazo. No se lo toma muy bien. Pregúntale a Cassandra.
—Vampiros.
Clay y Elena entraron. Ambos son rubios con ojos azules. Ambos llevaban
puestos vaqueros, zapatillas y camisetas, nada de menos de cinco años de
antigüedad. No importaba. Todavía parecía como si acabaran de salir de la página
desplegable de Vida al aire libre, recién duchados, atléticos y atractivos. Ambos
—Gracias —dije—. Y, como extra, conseguí ver cómo actúa Clay con el
resto de la población. ¿Ese ceño? No es muy atractivo.
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El Club de las Excomulgadas
Elena se echó a reír.
—Iré a por más —dijo mamá, haciéndome señas para que le dejara salir—.
¿Café para vosotros, chicos?
—Sí, pero deja que vaya Savannah —dijo Elena. —Ella sabe lo que nos
12
Los cantuccini, también llamados cantucci o biscotti di Prato, son uno de los dulces más apreciados de
la gastronomía toscana, típicos de Prato.
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El Club de las Excomulgadas
voz de mamá contenía una extraña nota de incertidumbre.
Elena le interrumpió.
170
El Club de las Excomulgadas
*****
—Severin y Sierra—murmuré.
Los gemelos eran los ejecutores de Giles. La primera vez que me había
encontrado con su trabajo fue en la casa de un sobrenatural llamado Walter Alston.
Giles había querido que Alston convocara a Lucifer. Él no podía. Severin y Sierra
se habían asegurado de que estuviera realmente seguro de no poder torturándolo
hasta la muerte. El fuego es un poder increíble pero, para pura maldad, no hay
nada como un demonio de hielo.
—¿Así que estos son los dos que están trabajando con Balaam? —Dijo
mamá—. La funda de arco brillaba azul, la luz filtrándose hacia fuera.
Ella parecía completamente calmada, pero esa espada era mejor que
cualquier anillo de humor13.
13
Un anillo del humor está hecho de elementos termocromáticos, como el cristal líquido. Cambia de color
según la temperatura corporal de la persona y se considera un indicador del estado emocional.
171
El Club de las Excomulgadas
—Sí —dije—. Si somos capaces de hacernos con ellos, yo digo que se joda lo
de infiltrarnos.
—De acuerdo.
—¡Atrápala!
Una mujer joven salió corriendo descalza, con una cuerda colgando de una
de sus muñecas. Viró en nuestra dirección, casi chocando con nosotras. Se detuvo.
Nuestros ojos se encontraron. Tenía el rímel corrido por las mejillas. Una estaba
Cuando sonaron pasos corriendo detrás de ella, supe lo que debía hacer.
Agarrar a la chica. Ella no iba a escapar de los gemelos, que estaban demasiado
cerca. Detenerla, entregarla y ganarme una presentación. Pero pensé en lo que
había quedado de Walter Alston, con los ojos sacados de sus órbitas, sus dedos y
dientes alineados sobre el escritorio. Me quedé parada.
Nunca había visto nada perturbar a Severin. El tío parecía tener auténtica
agua helada en sus venas, pero cuando vio a mamá sosteniendo a la chica,
parpadeó. Luego se quedó mirando.
172
El Club de las Excomulgadas
se volvió hacia mamá.
Exhalé aliviada.
—Sáltate esa parte —dijo mamá, su mirada aún sobre Severin—. ¿Dónde
quieres a tu cautiva? Preferiblemente antes de que ella tenga el sentido común de
Según íbamos avanzando por el callejón, vimos a dos tipos ayudando a otros
cautivos a salir de la camioneta. Un tercer hombre se dirigió en nuestra dirección.
Eché un vistazo a mamá. De vuelta al plan A.
—Así que habéis venido a ver a Giles —dijo Severin mientras seguía a
mamá.
El tercer tipo retrocedió hasta la puerta y ayudó a los otros dos a meter a los
cautivos en el edificio. Mientras caminábamos, Severin no hizo ningún esfuerzo
por ayudar a mamá con su carga, sólo siguió detrás de ella, pareciendo disfrutar al
verla manejar a la mujer joven retorciéndose con tanta naturalidad como si
estuviera llevando una bolsa de basura. Mientras caminaban, su mirada cayó a su
173
El Club de las Excomulgadas
culo.
Me aclaré la garganta.
—Correcto. Nosotras…
—Visión.
Él se echó a reír.
—Apropiado.
—Soy un Aspicio.
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El Club de las Excomulgadas
Mamá me arrojó a la joven.
—Sujétamela.
—Hostias—dijo Severin.
Con esto incluso Sierra dejó de fruncir el ceño. Estoy segura de que estaba
pensando en lo encantado que estaría Balaam si ella se presentaba con este regalo.
Una niña perdida hace mucho tiempo. Lista para unirse a la lucha cuando su nieta
estaba siendo una perra y le ignoraba.
La misma reacción.
175
El Club de las Excomulgadas
—¿Qué pasa con ellos? —dijo Severin.
—No estoy segura de si habéis estado escuchando las noticias, pero hubo un
problema en una comisaría justo a las afueras de la ciudad. Un problema que
acarrea un mogollón de cadáveres. Uno de ellos era Shawn Roberts.
—Las llevaremos dentro —dijo Sierra—. Si Giles está ahí, puede que hable
con vosotras. Tal vez no. En cualquier caso, recordad que es un hombre muy
ocupado.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Catorce
Mientras nos conducían por una puerta lateral le envié disimuladamente a
Elena un mensaje de texto para que supiera dónde estábamos. Mamá estaba muy
ocupada explicando lo de la funda del arco; ella la había dejado en el suelo para
ocuparse de la chica y ahora Severin y Sierra la habían visto. Mamá dijo que era
exactamente lo que parecía: un arco. Que íbamos de camino a su clase de tiro con
arco cuando habíamos decidido pasarnos por la casa de reunión y echar un vistazo,
y que precisamente sucedió que entonces atrapamos a la fugitiva y conseguimos
una presentación ¿Era una buena excusa? No. Pero si estuviéramos tratando de
meter armas de contrabando, meteríamos algo un poco menos llamativo -y un poco
más mortal- que un arco.
177
El Club de las Excomulgadas
que justo ―sucedió‖ que estaba en la ciudad al mismo tiempo. No había semejantes
coincidencias, por supuesto. Estaba cazándome y luego fingió que había sido un
montaje, para así atraerme y entregarme a Giles.
La sala era pequeña y estaba vacía. Sierra se dirigió hacia una segunda
puerta. Llamó, esperó a un “¿Sí?” y bloqueó la apertura para que no pudiera ver el
interior.
—¿Reclutas?—dijo una mujer. —Con este lío y ¿tú nos traes reclutas?
—Tengo mejores usos para tu tiempo, Gord —dijo Giles secamente, aún
desde el cuarto de al lado—. Te veré tan pronto haya acabado aquí.
178
El Club de las Excomulgadas
Ellos se fueron. Severin sostuvo la puerta y le hizo señas a mamá para que
entrara. La seguí. La puerta se cerró detrás de nosotras, Severin y Sierra se
quedaron en el pasillo.
Giles Reyes. O, si las historias eran ciertas, Gilles de Rais, un noble francés
que había marchado a caballo con Juana de Arco. Sin embargo, no fue ese servicio
militar el que puso a de Rais en los libros de historia. Fue juzgado y condenado por
la muerte de al menos cuarenta niños. Conocía las historias de lo que les hizo a
esos niños. No las repetiría. Basta decir que ahora, al verlo por vez primera desde
que había oído las historias, el primer pensamiento en llegó a mi mente era que
Lo único que pude hacer fue tratar de verlo como el hombre que recordaba:
Giles, líder del SLAM y nada más. Sólo un tipo bien vestido, de unos treinta años,
con barba, pelo y ojos negros.
—¿Está liquidándolo todo? —dijo mamá. —No puedo decir que lo culpe.
Me enteré de lo del laboratorio.
Respondí antes de que mamá pudiera. Había pasado suficiente tiempo con
Giles para entender un poco al hombre. Él podría actuar como el líder amigable e
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El Club de las Excomulgadas
imperturbable, pero pincharle, como mamá hizo, era igual que sacudir a una cobra
en reposo.
—La tenemos, señor. Lamento que hayamos llegado en tan mal momento,
pero creemos que esto es importante. ¿Conoce a Toby White y Shawn Roberts?
—Yo he…trabajado con el señor White. Mis fuentes sugieren que el señor
Roberts es un sobrenatural que no cree en mi causa. ¿Sospecho que estáis aquí para
confirmarlo?
Le reiteré casi exactamente lo que Lucas había dicho que salía en las
noticias. Luego dije:
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El Club de las Excomulgadas
—¿Jacquelyn…? ¿La oficial Medina? No sabíamos que era el de ella, señor.
No es una excusa, lo sé. Pondremos a alguien a investigar de inmediato.
—Sí, lo harás.
—¿Señor?
—Estas jóvenes han sido de gran ayuda. Por favor, haz que Severin las
escolte hasta Odele. Se unirán a un equipo en Atlanta. — Abruptamente murmuró
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El Club de las Excomulgadas
su agradecimiento hacia nosotras, un deber que sus modales no le permitían eludir.
Luego se levantó, diciéndole a Sierra:
—Haz que Gordon y a los otros regresen aquí inmediatamente y trae todo lo
que tenemos sobre el asunto de ese puesto de policía.
*****
Severin nos condujo al interior del edificio hacia un salón pequeño donde
dijo que Odele se reuniría con nosotras. Parecía dispuesto a pasar el rato con
nosotras allí, preguntando a mamá qué estaba estudiando en la facultad, qué le
gustaba de Nueva Orleans. Por un minuto, casi pude olvidar que no era un chico
Realmente esperaba que simplemente nos dejaran allí, sin vigilancia y solas.
Lo hicieron, pero no antes de que Sierra nos advirtiera que la puerta estaba a punto
de ser cerrada y que no se podía abrir con un hechizo de energía. Si lo intentaba,
nos encontraríamos dentro para un poco de disciplina.
Una joven pareja pasaba por el pasillo mientras Sierra se llevaba lejos a su
hermano. Sosteniendo la puerta, Severin los llamó.
Ninguno de ellos era mucho mayor que yo. El tipo tenía cabello claro, cara
ancha y sonriente; la chica era pequeña, de cabello oscuro y un notable bombo de
embarazada. Iban cogidos de la mano y los dedos entrelazados.
—Sí, claro —dijo el chico—. Estamos a la espera para ser enviados fuera.
¿Algo que podamos hacer por ti?
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El Club de las Excomulgadas
—Hecho —dijo el hombre.
—He oído que atraparon a los traidores —dijo la chica cuando se unió a
nosotros—. Buen trabajo. No puedo creer que se volvieran contra nosotros de esa
forma. Dos de ellos eran miembros de nuestro equipo. Nunca sospeché nada.
—Nadie lo hace nunca —dijo Sierra—. Por eso tenemos que estar atentos.
¿Así que el SLAM estaba culpando a sus propios miembros por la bomba?
Técnicamente era cierto…uno de los suyos la había activado, pero sólo estaba
siguiendo el protocolo para evitar ser descubiertos y había muerto. ¿De verdad
Giles iba a culpar a miembros inocentes para evitar que su grupo supiera lo que
realmente pasó? ¿O no eran tan inocentes? ¿La explosión les había hecho
replantearse su compromiso y tratar de romper con el grupo?
—Este lugar está muy concurrido —dijo mamá—. ¿Los trajeron a todos a
causa de la bomba?
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El Club de las Excomulgadas
de que iba a suceder. Pero Giles lo ha hecho. Ha perfeccionado el suero y está a
punto de marcar el inicio de una nueva para los sobrenaturales —Jake palmeó el
estómago de Lori—. Además justo a tiempo.
Lori se ruborizó.
—Cuando llegue nuestro bebé, las cosas serán diferentes. Por eso nos
unimos. Para dar a nuestro hijo una mejor vida. Una en la que no tendrá que
ocultar sus poderes.
Miré hacia ellos, sus jóvenes rostros brillando, y no vi chicos a los que les
habían lavado el cerebro. Vi a dos jóvenes sobrenaturales, normales y enamorados,
a punto de tener un bebé y haciendo sinceramente lo que creían que era correcto
para su hijo. Si yo les dijera que escaparan, pensarían que era yo la ilusa.
—Pero no era algo que pudiera duplicar. No a gran escala en cualquier caso.
184
El Club de las Excomulgadas
Cuando Casandra lo conoció durante la Segunda Guerra Mundial, parecía estar
experimentando con algún tipo de híbrido entre zombie y vampiro.
—Creo que eso es todo lo que nuestras nuevas reclutas necesitan saber de
momento —dijo una voz desde la puerta. Una mujer alta y de piel morena entró.
Jake y Lori se levantaron. Nosotras seguimos su ejemplo.
—Hola, Odele —dijo Lori, su sonrisa vacilante—.Severin nos dijo que Bri y
Sami se unían a nosotros en Atlanta, así que pensé que estaba bien explicar…
—Así es —Odele puso una mano sobre el hombro de la joven—. Pero creo
que podemos reservar el resto para el viaje. Va a ser un largo viaje conduciendo
Lori asintió.
—Está bien, chicas. Sé que estamos yendo muy rápido aquí, pero vamos a
tener que abstenernos del parloteo hasta que estemos en el coche —se giró hacia
mamá—. Sami, ¿verdad? —Luego hacia mí—¿Bri?
Ambas asentimos.
Odele nos dio unas palmaditas en la espalda, una con cada mano y nos
impulsó hacia la puerta.
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El Club de las Excomulgadas
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Kelley Armstrong - Trece - Serie Mujeres de Otro Mundo L
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Quince
En el camino de salida, Odele nos explicó el primer paso del plan: conseguir
llegar a la furgoneta que nos llevaría a Atlanta.
Por desgracia, no era tan simple como salir andando por la puerta y subirse
dentro.
Mamá me miró. No era lo bastante preciso. Lo único que podía hacer era
tratar de enviar un rápido mensaje para ponerles al tanto y confiar en que Elena y
Clay nos pudieran seguir.
*****
187
El Club de las Excomulgadas
un mensaje con algunos detalles a Elena y Lucas, pero Jake galantemente se ofreció
a ocupar el sitio del medio y nada de lo que pudimos decir le hizo moverse. Enviar
mensajes de texto quedaba descartado. En su lugar, pasamos el viaje volviendo a
contarle nuestra historia a Odele. A su vez, ella nos contó sus antecedentes -una
maestra de instituto en Atlanta- y su tipo de sobrenatural. Era una Tempestras, un
demonio tormenta, como el padrastro de Adam. Jake y Lori eran chamanes. Así
que, en una pelea Odele sería la que habría que vigilar.
Ya había otro coche allí. La otra mitad del equipo. Cuando nos detuvimos,
Odele señaló hacia las tres personas esperando al lado. Will, un chico de pelo negro
con una chaqueta de cuero, era un medio demonio Adtendo, lo que significaba que
tenía el poder de la audición realzada. Andi, una mujer robusta de unos treinta
años, era nigromante. Peter, tal vez unos pocos años mayor que yo aunque ya
calvo, era un mago. La única con auténticos poderes ofensivos seguía siendo Odele.
Caer en la cuenta me ayudó a relajarme un poco.
Aparcamos y salimos.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Nuevas reclutas? —dijo Will, adelantándose a grandes pasos—. ¿Qué
demonios hace Giles mandándonos nuevas reclutas ahora?
Algunos del grupo se removieron inquietos ante los nombres. Supuse que
eran las dos que supuestamente habían resultado ser de la Camarilla.
—Sami es un Aspicio. Giles considera que será una valiosa adición para el
equipo.
—Su supervisión más tu súper oído —dijo Jake con una sonrisa—. Tengo
que admitirlo, es una combinación genial. Y Bri es una bruja. Eso añade algo que
Fue un buen intento, pero no logró disuadir a Will. Él exigió saber más
sobre quiénes éramos, de dónde veníamos y qué le hizo pensar a alguien, con dos
dedos de frente, que podíamos ser de confianza. Todas ellas preguntas
perfectamente válidas, ya que nadie había indagado muy profundamente en
nuestras historias de tapadera. Giles ni siquiera nos había preguntado de dónde
habíamos sacado nuestros datos. Will tenía razón al estar preocupado. Pero una
mirada a los rostros de los otros me dejó ver que a nadie más le importaba. Giles
dijo que estábamos dentro, así que estábamos dentro. Cuando Will continuó
presionando en busca de más detalles, Odele lo silenció. Esta misión era de ella.
Giles nos puso en el equipo. Era todo lo que él necesitaba saber.
—Tengo las llaves, así que conduzco, ¿no? —dijo Jake—. ¿Y Lori viene de
copiloto?
—Por supuesto —dijo Odele—. Será mucho más cómodo para ella, estoy
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El Club de las Excomulgadas
segura.
Mamá se rió.
—¿Ha ido alguna vez por helado a la tienda de la esquina y regresado dos
horas después con un revoltijo derretido en una bolsa?
—¡Abajo!
Peter había caído justo delante de mí. Miré hacia él y por un segundo mi
cerebro no registró lo que estaba viendo. Había algo cubriendo su rostro.
Me toqué la mejilla y luego separé mi dedo. Sangre. Había sido rociada con
sangre. ¿Qué clase de hechizo podría…?
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El Club de las Excomulgadas
Lori dio una sacudida hacia adelante con las manos extendidas. Algo rojo
floreció en su pecho.
Podía fingir que ella quería decir que si yo trataba de ayudar, ellos podrían
atraer los disparos hacia nosotras. Ella no quería decir eso. Era como volver a la
cárcel, cuando Jaime y yo dejamos a la bruja –Keiran- irse, a sabiendas de que ella
nos despejaría el camino.
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El Club de las Excomulgadas
—¡No! —Will gritó—. A los coches. Meteos en los coches. Estaremos
atrapados en el almacén.
—¡Los coches! —interrumpió él—. Todo el mundo a los coches —Sus gritos
taparon los míos y, como era de esperar, Odele y Andi se dirigieron a los
automóviles con Odele a la cabeza. Entonces una bala la derribó. Andi se congeló y
miró a ambos lados. Dio un paso vacilante hacia el almacén.
Maldita sea, él iba a conseguir que los mataran a todos. No había tiempo
para discutir. No vi qué dirección eligió Andi. Nosotras alcanzamos la puerta del
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciséis
Jake ya estaba dentro del almacén, inclinado sobre Lori. Me arrodillé a su
lado y le busqué el pulso. No había. Me quedé allí, mirando hacia su cuerpo sin
vida, a su estómago abultado. Jake entre sollozos decía que teníamos que pedir
ayuda, que alguien tenía que pedir ayuda, su voz apenas audible ahora solo
repitiendo lo mismo.
Una puerta de coche se cerró de golpe. Luego oí un grito, tan ronco que no
podía saber si era de Andi o de Will. Un momento después alguien golpeó la puerta
del almacén, como si cayera contra ella.
—Quédate ahí.
—Ellos le dieron.
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El Club de las Excomulgadas
—Un disparo a través de la ventanilla del coche, ¿verdad? —dije mientras
lanzaba una bola de luz.
Él frunció el ceño.
194
El Club de las Excomulgadas
Bajé la vista hacia Lori y me acordé de ella en la casa de reunión, hablando
de una nueva vida para su hijo. Es todo lo que habían querido. Lo que cualquier
padre quiere, supongo. Lori y Jake no eran estúpidos. No eran malvados. Sólo eran
dos muchachos, no mucho mayores que yo, enamorados y a punto de tener un hijo.
Se habían unido para asegurar el futuro de ese bebé, no importa lo erróneo que
fuera y ahora ese niño nunca nacería y creo que, de todo lo que pasó, de todas las
tragedias que había visto desde que conocí a Giles, esta era la peor. La que me daba
ganas de salir corriendo y gritar: ―No me importa lo que todos quieran… ¡mirad lo que
habéis hecho!”
Si has visto un almacén, los has visto todos. Bueno, no exactamente, pero
cuando te juntas con la gente con la que yo me junto, ves una gran cantidad de
almacenes abandonados o poco utilizados. Son la guarida de elección para los
sobrenaturales que no andaban en nada bueno. Este se parecía a todos los demás,
un enorme espacio cavernoso lleno de mierdas.
Will quedó boquiabierto cuando ella pasó junto a él y Jake para ponerse a
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El Club de las Excomulgadas
mi lado.
Miré a mamá.
—He estado muerta mucho tiempo —Gesticuló con la mano hacia una pila
de basura—. Chicos, arrastraos y escondeos allí, ya que parecéis ser bastante
inútiles de otro modo. Savannah y yo aseguraremos el edificio. Ellos deben estar
rodeándonos ahora mismo. Se tomarán su tiempo, porque estamos atrapados.
Cuándo Will abrió su boca, esperé que dijera que por eso había
desaconsejado entrar aquí. En vez de eso, dijo:
—No sirve contra las armas, pero es más fácil que llevarla arrastrando —
Dejó la funda sobre una caja—. Ahora, tenemos que encontrar la manera de enviar
un mensaje a… —se detuvo—. Teléfonos móviles. ¿Has llamado…?
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El Club de las Excomulgadas
—Vale —ella sacudió su cabeza—. Realmente llevaba muerta mucho
tiempo.
—Estoy segura que Elena vio lo que pasó. Sólo espero que no fueran
atrapados por quien sea que esté fuera.
—Oh, sabemos quien está ahí fuera. Benicio Cortez decidió no dejarnos
ocuparnos de esto, después de todo.
Continuamos nuestro recorrido. Había dos salidas más: una puerta pequeña
y un juego de grandes portones. Ambas cerradas con llave. Ambas vigiladas, según
el hechizo de detección de mamá.
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El Club de las Excomulgadas
—Me importa un carajo lo que…
¿Podría Carlos estar detrás de esto? Era bastante inepto, pero tenía sus
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El Club de las Excomulgadas
seguidores, aquellos que preferían tener a un tipo al mando al que pudieran
controlar. Ellos podrían hacerlo por él. Luego culpar a Benicio y meter cizaña entre
Lucas y él. Por el momento, no importaba quiénes fueran estos tipos, sólo que
podían ser de una Camarilla, es decir, perfectamente armados y organizados.
—No…
—Sí —su tono de voz cambió a uno que recordaba muy bien, el que me
decía que no iba a conseguir comer galletas antes de la cena y que si seguía
incordiando no iba a comer ninguna galletas en absoluto—. Estaré justo detrás de
ti, nena. Recuerda que lo peor que pueden hacerme es enviarme de vuelta al lugar
del que vine —me tocó la mejilla—. Por mucho que me encante estar aquí
contigo…
—Quieres regresar.
Ella parpadeó.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí, mamá. Quieres regresar. No en este momento, pero si con el tiempo —
conseguí sonreír—. Ya soy mayorcita. Puedo asumirlo. Tu vida está allí. Él… papá
está allí.
Ella se detuvo.
—Esto culpa mía—dijo ella—. Debería haberte hecho ir con Jaime. Estaba
La abracé.
—Bien.
200
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecisiete
Deberíamos haber dejado un rastro de migas de pan. Todo lo tenía para ver,
era una bola de luz del tamaño de una chispa. No quería arriesgarme a una más
grande.
Encontré a Jake y Will después de revisar sólo dos pilas de basura. Les hice
un gesto para que se mantuvieran en silencio, luego susurré nuestro plan.
—¿Se te olvidó esto? —Sostuvo colgando las llaves que debió haberle
cogido a Jake.
201
El Club de las Excomulgadas
Un aullido resonó a través del almacén.
—¿Un hombre lobo? —Will giró sobre mí—. ¿Has traído un hombre lobo…?
No tuve que ir muy lejos de todos modos. Estábamos más cerca de la parte
de atrás de lo que creía y a unos metros pude distinguir el contorno tenue de
siluetas moviéndose en la casi total oscuridad. Miré a mi alrededor, luego me
agaché detrás de la pieza más cercana de lo que sea que fuera y apagué mi chispa.
Los chicos se mantuvieron pegados.
El ―lo que sea que fuera‖ detrás del que nos habíamos refugiado parecían ser
cajas rotas. Me asomé y traté de conseguir ver mejor a los intrusos. Si fueran de la
Camarilla, llevarían uniformes. Regulaciones internas de las Camarillas. Cada uno
tenía que llevar puesto un uniforme distinguible para que pudieran ser identificados
por otra Camarilla si se tropezaban los unos con los otros en una misión.
Presumiblemente, era para evitar que se mataran unos a otros, pero sospecho que
las Camarillas estuvieron de acuerdo sólo para no masacrar accidentalmente a su
propia gente.
Estos chicos eran espectros negros informes contra un paisaje gris oscuro.
202
El Club de las Excomulgadas
Necesitaba luz.
—Sólo quiero decir, que tal vez estés cometiendo un error. Podría ser que ni
siquiera fuera una Camarilla.
203
El Club de las Excomulgadas
—Ellos no nos harán daño, ¿verdad? —Dijo Jake—. Estamos contigo.
—Tú estás a salvo. ¿Will? Él no está tan a salvo, teniendo en cuenta que es
quien te ha tendido una trampa.
—¿Qué?—dijo Jake.
—Él llegó a un acuerdo con los Nast. El creía que ellos eran los que estaban
ahí afuera. Por eso que quería que corrieras a los coches en vez de hacia el almacén.
Para que fuera más fácil mataros uno a uno. Luego vino aquí tras nosotros para
podía vigilarnos. Por eso que estaba tan preocupado cuando se enteró de que yo era
una Nast. Tal vez ellos no estén tan dispuestos a pagar un pastón si se enteran de
que uno de los muertos es la nieta de Thomas Nast.
—Lo descubrí cuando no le gustó la idea de que los Cortez estuvieran ahí
fuera.
204
El Club de las Excomulgadas
el roce de Jake retorciéndose en el suelo, él lo habría oído. En su lugar, hizo un
pequeño gruñido satisfecho. Jake estaba muerto.
—Soy Savannah Levine —dije, soltando tan rápido las palabras que apenas
eran inteligibles—. Los Cortez saben que estoy aquí. Sean sabrá que estoy aquí. Mi
hermano. Sean Nast.
Por favor, por favor, que uno de vosotros esté del lado de Sean. Que uno de vosotros al
menos piense que él será su próximo CEO. No me importa si piensan que soy su hermana o
no. Él cree que lo soy. Eso significa algo.
Silencio. Luego una de las pistolas bajó. Dos más cayeron una pulgada,
vacilantes. El cuarto no cedió, pero el pistolero cambió su peso, su cara
205
El Club de las Excomulgadas
enmascarada se volvió hacia sus compañeros.
—Señor, es…
—Mierda —el oficial recién llegado murmuró la palabra en voz baja. Luego
se quitó la máscara—. Señorita Nast.
Él hizo un gesto hacia los demás para que bajaran sus armas.
206
El Club de las Excomulgadas
Él levantó su mano interrumpiéndome y se volvió hacia los demás.
Cuando los despidió con un gesto de la mano, me tomó del codo y susurró:
—Date prisa.
Conseguimos dar unos cinco pasos antes de que una voz dijera:
207
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Dieciocho
Josef Nast. El hermano de mi padre. Mi tío, aunque él nunca lo reconocería.
Nos habíamos vislumbrado el uno al otro sólo de pasada, su mirada siempre
congelando cualquier saludo, amistoso o sarcástico, en mi garganta.
Obtuve esa misma mirada ahora, una lenta mirada de disgusto y desprecio.
—Yo…
—Yo…
—No.
—Dije que…
—Si vas a dispararme, lo harás mirándome a los ojos, los cuales te dirán
exactamente quién es mi padre, por mucho que puedas odiar creerlo.
No me miraba a los ojos. Él no podía porque yo tenía razón; mis ojos eran
sus ojos, los ojos de los Nast con ese azul brillante inconfundible.
208
El Club de las Excomulgadas
—Tú y tú —Josef señaló hacia dos de los otros—. Llevaos al capitán
Kaufman fuera. Entregádselo a Anderson. Está acusado de insubordinación.
Cuando uno levantó su rifle, mamá golpeó con el pie la parte posterior de las
piernas de Josef, luego se abalanzó y cortó el brazo del oficial a mitad del bíceps.
Ocurrió tan rápido que él se quedó allí, mirando el arma caer al suelo en su mano
cortada.Entonces empezó a gritar.
Golpeé a Josef con un derribo antes de que pudiera levantarse. Mamá plantó
un pie en su espalda y empujó la punta de la espada a lo largo de su columna
vertebral, colocándola entre sus costillas. Luego señaló con la cabeza hacia el
oficial herido, sus gritos ahora reducidos a sorprendidas arcadas mientras trataba
frenéticamente de detener la hemorragia.
Kaufman fue el único que salió en su ayuda. Los otros se quedaron allí, las
miradas fijas en la brillante espada. Uno se persignó y murmuró en voz baja.
209
El Club de las Excomulgadas
—Sí, la espada es lo que parece —dijo ella—. Y yo soy lo que parezco —se
inclinó sobre Josef, que se retorció para conseguir mirar hacia ella, tan sorprendido
como el oficial herido—. Hola, Josef. Te diría que Kris te manda saludos, pero no
va a estar nada contento acerca de esto. Realmente no va a estar contento. Y ahora,
Savannah y yo vamos a alejarnos y…
—No puedo dejar que haga eso, señora—dijo una voz detrás de nosotros.
—Voy a pedirle que quite esa espada y deje que el señor Nast se levante.
Sólo voy a pedírselo una vez.
—¿Mamá?
Ella echó un vistazo por encima del hombro. Una media docena de miras
telescópicas salpicaban mi pecho. Ella lanzó un rápido hechizo de desenfoque y yo
lancé un hechizo de cobertura mientras caía al suelo.
—Bajad las armas —dijo Josef—. Savannah Levine está bajo la protección
de mi sobrino, Sean y no puedo permitir que resulte herida.
Los oficiales que habían oído una historia muy diferente apenas hacía dos
210
El Club de las Excomulgadas
minutos se removieron incómodos, pero mantuvieron la boca cerrada.
Josef la miró directamente a los ojos. Lo que fuera que ella leyó en aquella
mirada la hizo tragar saliva.
Antes de que ella pudiera hablar, hubo un alboroto a un lado. Otros dos
oficiales se dirigieron hacia el círculo de luz, tambaleándose un poco mientras
—No.
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El Club de las Excomulgadas
Fulminé con la mirada a los oficiales y me arrodillé al lado de Adam otra
vez. Había sido golpeado hasta quedar inconsciente, pero respiraba. Gracias a Dios
respiraba.
—No reconozco a este hombre. Debe ser uno de los terroristas. Llevadlo
fuera y disparar…
Él frunció el ceño.
—Es Adam, hijo de puta —le dije, poniéndome de pie —. Desintegró una
pared para entrar. ¿Cuántos medio demonios Exustio hay?
—¿Estamos seguros de que eso es lo que pasó? —Josef se volvió hacia los
oficiales que trajeron a Adam. —¿Lo vieron desintegrarla?
—No, señor.
—¿Te gustaría que cogiese esa identificación, Eve? ¿Para confirmar que
realmente se trata de Adam Vasic?
212
El Club de las Excomulgadas
—Kris tiene razón —dijo ella con los dientes apretados—. Eres un
despiadado hijo de puta.
—Sí, parece que se trata des Adam Vasic. Poned a los tres en la camioneta.
Tú mismo…—señaló a un oficial. —Toma esa espada.
—La Espada del Juicio —dijo mamá—. Fíjate bien, porque si alguna vez ves
una en esta dimensión, es el momento para los últimos sacramentos. Unos muy,
pero que muy rápidos últimos sacramentos. ¿La única persona que puede tocarla?
Un ángel.
—¿De verdad crees que Eve Levine es un ángel? —dijo Josef—. Es la hija de
Balaam. El Señor demonio Balaam. Esa cosa viene de su mundo. Del infierno.
213
El Club de las Excomulgadas
Recógela ya.
—No me pongas a prueba, Eve —dijo, tan bajo que apenas le oí.
—Ya basta.
214
El Club de las Excomulgadas
—Pero la espada…
—No te preocupes, nena —dijo mamá—. Es tan terco como tu padre. Por
desgracia, no es tan brillante. ¿Por qué crees que Thomas le pasó por alto en favor
de Sean?
El chico empezó a atajar de camino hacia mí. Justo entre mamá y su espada.
—¡No…!—comencé a decir.
La espada voló por los aires. Salté hacia delante y tiré del chico hacia mí. Él
se giró. La espada pasó volando. El chico dejó escapar un grito. Caímos al suelo.
Mientras me levantaba a gatas, él quedó tendido, mirándose la mano. La última
articulación de su dedo meñique había desaparecido y la sangre fluía.
215
El Club de las Excomulgadas
estaba en su espalda, unida a su misteriosa funda—. Oh Dios mío.
Él me miró con los ojos muy abiertos por la sorpresa y consiguió asentir con
la cabeza.
216
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Diecinueve
Desperté oliendo sangre.
Incluso antes de que pudiera abrir los ojos, el pánico me atravesó, esas
escenas de sangrienta devastación –el puesto de policía, la habitación del motel- me
inundaron de nuevo. Me levanté agitando las extremidades, abriendo los ojos para
encontrarme a mí misma...
Las había visto una vez cuando Sean me metió a escondidas para hablar con
un prisionero que tenía que interrogar para un caso. Eran tan similares a las celdas
de los Cortez que podrían haber sido hechas por el mismo diseñador. Había
variaciones en el tipo, desde celdas utilitarias de contención a celdas de larga
estancia ultra-seguras, pero todas parecían más una habitación de hotel que una
prisión. Sin barrotes. Sin cemento. Sin rincones oscuros. Sin agua goteando. Ésta
sólo necesitaba cadenas en los muros para convertirse en un calabozo propiamente
dicho.
Apoyé mi cara entre los barrotes, tratando de ver el final del pasillo. Cuando
mi corazón dejó de latir fuertemente, pude oír una respiración. Una ronca y
217
El Club de las Excomulgadas
dificultosa respiración. Sólo que no venía del pasillo. Llegaba desde…
Una tos desde algún lugar afuera. Una tos seca masculina. Nada más.
Otro gemido. Hizo una mueca. Tosió. Hizo una mueca de nuevo, se llevó la
mano al pecho. Empujé hacia arriba su camisa para ver que le habían vendado las
costillas. Estaba herido, herido de gravedad y simplemente lo dejaron aquí sin
siquiera un catre para mantenerle alejado del frío suelo.
—¿Adam?
—Agua.
218
El Club de las Excomulgadas
Espera. Había una pila de cosas justo en la parte de dentro de los barrotes.
Entonces me di cuenta.
—Lo hice.
—Maldita sea.
—Bastardos.
—Bien. Significa que no los han capturado —tragó saliva y le di más agua—
219
El Club de las Excomulgadas
. ¿Tu mamá?
—No lo sé. Estaba con nosotros. Ahora no está. ¿Así que viniste con Elena y
Clay?
—Por supuesto.
—He estado enamorada de ti desde que tenía doce años. Estoy segura de
que te habías dado cuenta.
—Me di cuenta cuando tenías doce. Y catorce. Y dieciséis años. Pero con el
220
El Club de las Excomulgadas
tiempo... —se encogió de hombros—. Creciste. Nos hicimos amigos.
Me reí y desdoblé las mantas. Le puse una debajo y otra encima. Entonces
Había tantas cosas que quería decir. Tanto que quería preguntar. Tanto que
era total y absolutamente inapropiado y sin importancia bajo estas circunstancias.
—¿Cómo lo sabes?
221
El Club de las Excomulgadas
Una risa. Sonaba vagamente familiar, pero no podía ubicarla.
—Lo siento si te he ofendido, cariño, pero suenas joven. Eso no es una mala
cosa. Mejor que sonar viejo.
—Has dicho que hemos sido extraviados —dijo Adam—. ¿Qué significa
eso?
—¿Cómo…?
Adam susurró:
—Es sólo un juego. Lucas le dirá a Sean lo que sucedió y él nos encontrará.
No pueden escondernos de Sean. No por mucho tiempo en cualquier caso.
222
El Club de las Excomulgadas
—¿El joven Nast? Esa sí que es una conexión afortunada. Sí, si lo conoces,
entonces podría tratarse de un simple juego de poder. Uno incómodo, pero no os
pudriréis aquí abajo.
Esa tos de nuevo, desde más lejos, como si ratificara el punto de vista de
nuestro vecino.
—¿Te mataran?
223
El Club de las Excomulgadas
Criogenia14, en mi caso. Seis meses al año parece ser el límite de seguridad. En mi
caso, tiene la doble ventaja de mantenerme bajo control durante seis meses y
asegurarse de que no salgo de mi edad de utilidad antes de tiempo.
Así que no era noticia. Pero hizo despertar un recuerdo. Cassandra había
hablado sobre la ciencia criogénica hace unos años. No, ella no estaba interesada en
congelarse a sí misma para extender su disminuida esperanza de vida. Pero había
oído un rumor de que la Camarilla Cortez había capturado a dos vampiros y los
utilizaba para experimentos de criogenia. Dado que los vampiros no envejecen,
14
La criogenia es el conjunto de técnicas utilizadas para enfriar un material a la temperatura de
ebullición del nitrógeno o a temperaturas aún más bajas.
224
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinte
Nuestro compañero de prisión no habló mucho después de eso. Había hecho
contacto. Lo que parecía ser su único objetivo. Consolidarse como una potencial
fuente de ayuda debido a que teníamos conexiones. Si hubiera sido yo, habría
hecho lo mismo.
Él tenía razón.
225
El Club de las Excomulgadas
médica. Esa sería una oportunidad para escapar.
*****
Adam dormitó de nuevo. Yo estaba sentada con los brazos alrededor de mis
rodillas, mirando a la nada cuando él se sentó a mi lado, su mano serpenteando
alrededor de mi cintura.
Se movió acercándose.
—El resto también se arreglará —dijo—. Van a venir por nosotros. Elena y
Clay nos habrán seguido hasta el aeropuerto. Habrán tomado el jet de los Cortez.
Habrán llegado a la misma hora y descubierto dónde nos ha llevado Josef. A partir
de ahí, es sólo cuestión de seguir sus narices.
226
El Club de las Excomulgadas
Aun así… tantas conexiones podrían fallar.
—¿Y si Elena y Clay están también aquí abajo? —dije—. En algún lugar.
—Tanto mejor, porque ese mojo kitsune de Jeremy los encontrará con
mayor rapidez que cualquier nariz de hombre lobo.
—Jeremy.
—Sí.
227
El Club de las Excomulgadas
Su silencio me dijo que no tenía ni idea de quién era. ¿Cuánto tiempo hacía
que habían encerrado a este tipo?
—Ya… veo. Supongo que Jeremy piensa que es inteligente, dejar a Clayton
como Alfa de facto, aunque sin enemistarse con aquellos que no lo querrían
liderando la Manada.
Abrí la boca para decir que ese no era el caso, pero Adam negó con la
cabeza. Si este tipo sabía tanto sobre la Manada y tenía súper oído…significaba que
era un hombre lobo. Un callejero de la vieja escuela. Lo que significaba que era
mejor mantener las cuestiones de igualdad fuera de la conversación.
Jeremy había sido desafiado por el puesto de Alfa por su padre, Malcolm, un
brutal hijo de puta que fue respaldado principalmente por la familia Santos. Había
dos hermanos Santos, uno de los cuales tenía tres hijos. Dos de esos hijos y su tío
habían sido asesinados en la lucha por la Ascensión. El padre y el hijo más joven se
fueron. Ese hijo –Daniel- había dirigido un levantamiento contra la Manada años
más tarde. Daniel había sido asesinado, lo que significaba que el único Santos vivo
actualmente sería su padre. La edad parecía correcta, pero su nombre era Raymond
y yo estaba segura que había oído que Raymond -como Malcolm- había muerto
años antes que Daniel.
228
El Club de las Excomulgadas
Nuestro vecino no se lanzó a explicarlo, sólo esperó en silencio mientras yo
buscaba la solución.
—Sólo de niño. Me fui a los dieciséis años. Después de eso, estuve a punto
de ser miembro en dos ocasiones. Malcolm Danvers me quería de vuelta, pero yo
estaba… indeciso. Pasé algunos fines de semana con mis hermanos -Wally y
Raymond- hace muchos años, cuando estaba considerando el unirme. Así que
conozco a Clayton y al actual Alfa.
—Jeremy.
—Mucho.
—¿Niños?
—Gemelos.
Me enfadé ante el insulto hacia Jeremy, pero no podía tomarla contra el tío.
Parecía un típico hombre lobo; todo músculo y testosterona. Para ellos, alguien
229
El Club de las Excomulgadas
como Clayton era un verdadero hombre lobo, si hacían la vista gorda ante su
doctorado y su acogedora vida doméstica. Jeremy era demasiado cerebral. Pero
incluso esos tipos tendrían que aceptar a regañadientes que la Manada había
prosperado. Y ahora había crecido, al haber superado la división interna y los
ataques externos. Una fuerza sólida, unificada e indivisible desde la Ascensión de
Jeremy.
*****
Dormí un poco después de eso, acurrucada contra Adam, con su brazo sobre
mí. Cuando nos despertamos, nuevas botellas de agua habían sido empujadas a
través de la abertura, junto con mantas adicionales como si se acabaran de dar
cuenta de que éramos dos. También habían reemplazado el balde.
Con la débil luz del pasillo pude ver que algunos de los moretones de Adam
ya estaban desapareciendo. Le dolían las costillas, pero insistía en que se trataba del
golpe, que no estaban rotas. Nuestro vecino no era el único con suficiente
experiencia peleando como para reconocer los signos.
230
El Club de las Excomulgadas
vuelo transoceánico, hablando de vez en cuando con el tipo a tu lado, pero más
que nada dedicándote a tus propios asuntos.
Había otras cosas de las que quería hablar. Cosas personales. Tengo la
sensación de que Adam sentía lo mismo, por las miradas en mi dirección cuando
Así que jugamos a las cartas. Y charlamos. Y nos acurrucamos juntos bajo
las mantas para descansar.
231
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiuno
Cuando un guardia llegó de nuevo, horas más tarde, no era el mismo. Ni
siquiera usaba el mismo uniforme, sólo la vestimenta estándar de la seguridad Nast.
Cuando se acercó a nuestra celda, se llevó un dedo a sus labios antes de que
pudiéramos hablar, depués nos hizo señas con la mano para que nos acercáramos a
los barrotes.
—Lo haré —dije y me detuve en su celda—. Le diré a Jeremy que estás aquí.
Él hará algo al respecto.
Miguel se había metido atrás, entre las sombras. Pero al ser tan oscuro este
lugar, mis ojos se habían acostumbrado a la luz tenue y pude verlo claramente.
Juzgar la edad de un hombre lobo es algo difícil. El hombre de la celda parecía de
232
El Club de las Excomulgadas
la edad del guardia, a finales de los cuarenta, principio de los cincuenta. Su pelo
oscuro estaba apenas veteado de plata. Era un par de centímetros más o menos más
bajo que yo, hombros anchos con una complexión musculosa. Ojos azules, pero un
azul promedio, nada excepcional. Supuse que sería considerado guapo para su
edad, pero me resultaba difícil apreciarlo porque sabía quién era ese hombre. No
era Miguel Santos.
—No les gustan los forasteros. Aunque, un amigo de la familia de doce años
Continué.
*****
233
El Club de las Excomulgadas
Le pregunté al guardia -Curry como él mismo se presentó- si mi madre
estaba aquí abajo. Dijo que no y que no sabía donde estaba, pero que los hombres
de Sean la estaban buscando.
Nos condujo por el pasillo hasta una habitación vacía con sillas, escritorios,
un refrigerador antiguo y el microondas.
—¿Así de fácil?
—No es sólo un sótano —Curry abrió una puerta y nos hizo pasar a un
pasillo largo con tubos oxidados por encima nuestro. —¿Huelen el agua? La mejor
construcción en el mundo no puede conseguir que este lugar sea más seco. El
noventa y cinco por ciento de la gente de arriba no sabe que estas celdas existen. Al
otro cuatro por ciento se les dijo que se cerraron hace veinte años. Es lo que
también escuchó Sean.
234
El Club de las Excomulgadas
—Son extraviados —murmuré—. A través de un vertedero en el suelo.
—Algo así. La cuestión es… —abrió otra puerta y nos condujo a lo que
parecía un cuarto de almacenamiento—. La única salida es justo a través del centro
de seguridad. Y no hay manera de sobornar o inhabilitar a esa cantidad de
guardias.
—Así es como Josef Nast hace las cosas. Y apuesto a que Thomas también
sabe que este lugar está aquí abajo.
235
El Club de las Excomulgadas
Kaufman se detuvo frente a una puerta. Una gran puerta de metal, justo ahí,
clara como el día. Al lado de la puerta un escáner de seguridad estaba colocado en
el muro de hormigón.
—Entonces, ¿cómo…?
Kaufman solo se quedó allí, tieso como un palo, mirando la puerta. Eché un
vistazo a Curry. Él estaba resoplando flojito, la ansiedad convirtiéndose en pánico
mientras esperábamos...
Otro zumbido. Entonces un ruido metálico. Una luz verde brilló sobre la
puerta. Kaufman agarró la manecilla. Cuando volvió la vista hacia mí, su mirada se
dirigió a Curry que parecía a punto de mearse en los pantalones de alivio.
—Lo lamento, señor —Curry miró hacia mí—. Lo lamento, señorita. No fue
mi intención… lo lamento.
—Sangre Nast.
236
El Club de las Excomulgadas
—El mecanismo de la puerta —dijo Adam—. Es una especie de lector de
ADN.
—Es una ruta de escape para la familia —dijo Kaufman mientras nos hacía
avanzar
Una puerta que se abriría sólo para aquellos que tenían ADN Nast. Es por
eso que Curry estaba preocupado. No estaba seguro de que yo realmente fuera la
hermana de Sean, sólo de que Sean así lo creía.
Y hablando de eso:
—¿Así que hay una vía de escape para la familia sobre la que mis hermanos
no saben nada? Eso no les sirve de mucho, ¿no?
Sí, pero demostraba donde yacían las prioridades de Thomas Nast. Mejor
mantener el máximo secreto acerca de la ultra secreta prisión ante cualquiera que
pudiera no estar de acuerdo, incluso si eso posiblemente significaba negarles a sus
nietos el acceso a una ruta de emergencia.
Caminamos rápidamente, los pasos haciendo eco y las luces apagándose tras
nuestro paso.
237
El Club de las Excomulgadas
Kaufman no respondió.
—Yo no sabía nada de las celdas inferiores, así que ni por asomo de esta
ruta de escape. Curry ha estado en las celdas, pero tampoco conocía esto. Tu
hermano tuvo que… persuadir a un arquitecto jubilado para hacerse con los planos.
Por supuesto, no tenía una copia impresa, pero su memoria era buena.
O Sean la hizo buena. Con sobornos o amenazas. Sean es más bien un chico
de zanahoria, pero no puedes llegar a su posición sin aprender también a utilizar el
palo.
Curry había dicho que Sean estaba en Miami, con Bryce. Cuando él se
238
El Club de las Excomulgadas
salimos a una habitación que se parecía tanto al punto de entrada que casi me
pregunté si era otro diabólico giro de ingeniería…hacer que parezca que estás
subiendo hacia la libertad, sólo para ponerte de nuevo en el lugar donde empezaste.
Incluso Kaufman estaba parado allí, mirando boquiabierto, hasta que Adam trató
de empujarlo para pasar delante y el oficial volvió a asumir la cabeza de la marcha
con un brusco:
—Permítame, señor.
—Hay una salida —dije—. Sólo tenemos que encontrarla. Dado que la
habitación obviamente está vacía, imagino que es seguro separarnos. ¿Adam?
Siéntate.
Él levantó sus cejas. Lo tomé del brazo, lo llevé hacia una caja resistente y
susurré:
Me hizo caso. Jugar al tipo duro estaba bien si nos mantenía en movimiento.
No estaría tan bien si teníamos una huida problemática y él se desplomara.
Mientras los oficiales recorrían las paredes buscando puertas ocultas, volví
mi mirada hacia arriba. El techo estaba al menos a cuatro metros del suelo. Lancé
239
El Club de las Excomulgadas
una bola de luz y examiné la oscuridad por encima de nuestras cabezas.
Efectivamente, había una trampilla.
—No nos lo están poniendo fácil, ¿verdad? —dijo Adam mientras miraba
hacia arriba.
Una vez que Kaufman alcanzó la cima, abrió una rendija de la escotilla y
luego lentamente la levantó. Curry tenía su arma en alto con una mano, la otra
flexionada junto a esta, listo para activar algún poder de medio demonio: hielo,
fuego, tal vez telequinesis. No tuvo que hacerlo. La habitación encima de nosotros
estaba despejada. Kaufman subió y le hizo señas a Curry para que fuera el siguiente
para que pudiera luego vigilar mientras Kaufman nos ayudaba.
240
El Club de las Excomulgadas
equilibrio. No lo hizo. Subió, atravesó la escotilla y así lo hice yo, saliendo a…
—Después de treinta y seis horas sin cafeína, estoy pensando que tal vez me
llevaré esto.
—Prueba estos.
Era demasiado simple para los chicos de seguridad, que al parecer tenían
que asegurarse de que no había trampas camufladas, dispuestas a hacer salir
volando a un desafortunado camarero.
—Es una cafetería, tíos —dije—. Puedo sentir gente fuera. Clientes.
Bebiendo café. Si escucho con atención, puedo incluso oírlos hablar. En cuanto a
por qué la ultra secreta escotilla de escape de los ejecutivos Nast da a una
cafetería…
241
El Club de las Excomulgadas
Kaufman me hizo callar educadamente, luego escuchó en la puerta.
—Está bien.
—Lo entiendo.
Kaufman abrió la puerta y salió. Adam lo siguió, luego yo, con un rayo de
energía preparado. Curry me susurró al oído:
¿Parecía nerviosa? Tal vez lo estuviera. Una tontería, teniendo en cuenta que
estábamos entrando a hurtadillas en una cafetería. Un poco surrealista, también.
242
El Club de las Excomulgadas
riendo, cubiertos tintineando contra porcelana, tazas sonando contra las mesas.
243
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintidós
—Bastardo —gruñí mientras me giraba hacia Curry—. Nos has tendido una
trampa.
—No.
—¿Se creyó esa trola de mierda, capitán? —Un oficial dio un paso
adelante—. Creía que era más inteligente.
El oficial principal hizo señas para que su gente se moviera fuera de la vista,
se acercó, tiró de la cortina unos centímetros y gritó:
—Hemos cerrado.
244
El Club de las Excomulgadas
mantenga la posición, pero bajen las armas.
Curry susurró.
—Es a lo que me refería, señorita. Informé a los Nast. Tenía que hacerlo.
Tengo hijos. Ayudarla a escapar…es traición. Pero me aseguré de que estuviera a
salvo. Por eso llamé a la oficina inter-Camarillas. También envié un mensaje a
Sean. Él sabrá lo que pasó. No va a regresar a las celdas. Tendrán que actuar dentro
de la ley. Estará bien.
—Estaría mucho más que bien si estuviera dentro de un taxi ahora mismo.
—Que gracioso —dijo Adam—. Juraría que era a donde nos dirigíamos
hace veinticuatro horas. Antes de que termináramos encerrados en una sucia celda,
sin cama y con un balde para orinar.
245
El Club de las Excomulgadas
—Esas acusaciones se oirán, señor. Me han dicho que los Cortez también
han sido avisados y que están de camino con su equipo legal. Esto se manejará
adecuadamente a partir de ahora.
—Y quiero a mi madre.
Yo dije:
—No la he visto desde que nos subieron al avión en Nueva Orleans. Quiero
que la encuentren. Si intentan decir que pasó al otro lado de nuevo, quiero a Jaime
Vegas del Consejo interracial aquí para hacer contacto.
—Comenzaremos a investigar…
—Antes de dar un paso más también queremos hablar con Lucas Cortez —
dijo Adam—. Dice que usted está con la seguridad inter-Camarillas, pero yo no lo
conozco.
246
El Club de las Excomulgadas
Una pausa. A continuación, un suspiro, tan suave que más bien fue un
susurro.
—Lo fue.
—Estoy bien. También Adam, aunque le dieron una paliza cuando nos
arrestaron. Mamá está perdida, pero dicen que se ocuparán de eso. ¿Entonce Stein
Y eso fue todo. No había nada más que hacer excepto someterse a la
custodia Nast y confiar en que esta vez íbamos a tener nuestro debido proceso.
*****
247
El Club de las Excomulgadas
Ella entró con su habitual andar seguro, su cabello elegantemente peinado,
la espada en su espalda, la mirada fija en mí y una sonrisa genuina. Cuando me
acerqué corriendo y la abracé, no puso una mueca de dolor, ni dio señales de estar
ocultando lesiones.
—¿Tú?
Creía que él estaba justo a mi lado, pero ahora me di cuenta de que se había
quedado al otro lado de la sala.
—¿Presen…?
248
El Club de las Excomulgadas
había estado allí cuando ella estaba ―cerca‖ en forma fantasmal con la mediación
de Jaime, ellos nunca se habían encontrado cara a cara.
Miré por encima del hombro hacia él, que estaba ahora sirviendo un refresco
en copas para los dos. Metí mis manos temblorosas en los bolsillos.
Eso es todo lo que dijo: “Lo sé”. Pero cuando miré hacia él, supe que ella
sabía lo que Adam significaba para mí. Mis mejillas se encendieron.
249
El Club de las Excomulgadas
—Debería haberla enviado de regreso a Miami. Lo lamento.
Cuando ella dio un paso atrás, esa mirada reservada había desaparecido y
me di cuenta de que Adam se había enfadado con ella por llevarme consigo a
Nueva Orleans. Él no quería estar enojado -y segurísimo que no quería que yo
supiera que estaba enojado- pero lo estaba.
Comimos sin hablar mucho. No hay mucho que pudiéramos decir, rodeados
de guardias. Era un poco más de las tres de la madrugada. Sean llegaría pronto,
Lucas y Paige poco después. ¿Insistiría Thomas en esperar a una hora más
razonable, dejándonos acomodarnos? Nadie lo sabía. O si lo sabían, nadie nos lo
dijo.
*****
Una hora más tarde se produjo una conmoción en el pasillo. Esperaba que
fuera Sean, pero la puerta permaneció cerrada. Mamá daba vueltas alejándose de la
mesa. Parecía estar distraída y creí que simplemente estaba inquieta, pero cuando
levanté la vista estaba de pie en la esquina de espaldas a mí.
Me acerqué a ella.
—¿Mamá?
250
El Club de las Excomulgadas
Se dio la vuelta. Un leve rubor rosa en sus mejillas y me llevó de nuevo
hacia la mesa.
Volví la vista hacia la esquina. Mi padre. Ella lo sintió aquí. ¿Era él?
Sí, odio admitirlo, pero la primera vez que vi a Thomas Nast, sentí un
zumbido de esperanza, porque se parecía a alguien que podía imaginar como un
abuelo. Orgulloso y severo, pero bondadoso. Pero no. La única persona que
suavizaba el corazón de Thomas Nast era Sean.
251
El Club de las Excomulgadas
Irritable, como si todos fueran unos incompetentes empeñados en complicarle la
vida. De la misma manera en que trataba al hombre que lo seguía al entrar a la sala.
Su hijo más joven. Josef.
Había visto lo que semejante favoritismo había hecho con Bryce. Las
elecciones que él había tomado. Lo miserable y enojado que estaba. En treinta
años, ¿se convertiría en otro Josef Nast? ¿Dispuesto a matarme, no porque yo fuera
una amenaza para él, sino porque tal vez complacería a Thomas? Finalmente
podría complacer a su padre.
Thomas siguió sin levantar la vista. Los otros lo hicieron. Hasta ahora, se
habían esforzado en fingir que no había nada inusual en tener a la supuesta amante
-muerta hacía mucho tiempo- del anterior heredero entre ellos, una mujer que
ahora se murmuraba que era un ángel. Se giraron. Se quedaron mirándola. Unos
pocos dieron un paso más cerca, protegiendo a su líder. Otros retrocedieron.
252
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento, señor —dijo alguien en el pasillo. —Pero no están autorizados
a participar en el proceso.
—Es un delegado del Consejo al que van a juzgar —dijo Sean—. La señora
Michaels está aquí para representar a Adam Vasic y al Consejo…
—Entonces nos quedaremos aquí —dijo ella—. Dónde podamos oírlo todo.
Sonreí. El agente farfulló, pero no había nada que pudiera hacer. Era culpa
suya por no molestarse en saber lo suficiente sobre hombres lobo como para darse
cuenta de que serían capaces de escuchar desde el pasillo.
Me senté y esperé. Sean estaba aquí. Elena y Clay estaban aquí. Lucas
estaba en camino. Saldría bien. Tenía que ser así.
253
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintitrés
Cuando Sean entró, Thomas se puso de pie. Su mirada era cautelosa, pero
no había duda de la repentina chispa de calidez.
—Sean —dijo él—. ¿Qué tal el vuelo? Lamento que hayas tenido…
—Yo…
—Eve.
254
El Club de las Excomulgadas
Ella se acercó y le rodeó con el brazo, inclinándose para susurrarle:
—Tu padre te envía su amor. Siempre—. Luego ella se giró hacia Thomas.
—¿Vas a mirarme ahora?
—Ha pasado mucho tiempo, ¿no? —dijo ella—. Veintidós años desde
nuestra charla.
—Ya era hora, señoras —murmuró mamá mientras extendía hacia atrás el
brazo buscando su espada—. Me retracto. Tal vez no me quedaré, Thomas. Me
dejarás ir y…
255
El Club de las Excomulgadas
—Dadme cinco minutos… —Su mirada se disparó hacia mí y corrí hacia
ella, haciendo caso omiso de los gritos de los guardias.
Y ella desapareció.
Simplemente desapareció.
—Deja ir a Savannah —le dijo Sean a Thomas en voz baja—. Por favor,
abuelo, sólo déjala ir. Eve dijo que no va a luchar por el reconocimiento de
Savannah. Yo tampoco. Ya no más. Eve tenía razón. Tú no quieres verlo, así que
no lo verás. Simplemente deja que se vaya. Déjalo estar.
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El Club de las Excomulgadas
—Oh, por el amor de Dios —Sean se giró hacia su tío—. Nadie se lo cree
excepto tú, Josef y solo tratas de joderme llevando a juicio a Savannah…
—El Señor Nast tiene razón —Era uno de los hombres de traje. El abogado
de la agencia inter-Camarillas—. Se han presentado cargos. A menos que el señor
Nast desee formalmente retirarlos…
Josef fulminó con la mirada al Agente Stein, que estaba de pie, dando
tirones a su corbata.
257
El Club de las Excomulgadas
—Dificultades técnicas, mi culo —murmuró Sean—. Muy bien entonces, al
menos tendremos que esperar hasta que esas dificultades sean resueltas antes de
comenzar.
—No, hemos decidido que al señor Cortez se le puede poner al corriente tan
pronto como se establezca el enlace.
Sean se quedó allí de pie, mirando fijamente hacia Stein, que no enfrentaba
su mirada. Entonces se dejó caer en su silla con tanta fuerza que el chasquido
resonó a través de la sala.
—Conseguiremos arreglarlo.
258
El Club de las Excomulgadas
traición. Junto a mi madre, a quien obviamente Balaam había liberado de la otra
vida, me uní al SLM en Nueva Orleans e iba a liderar una célula terrorista en
Atlanta. En ese momento intervinieron los Nast, salvaron el día y nos arrestaron a
mi madre, a mí y a Adam, a quien ellos sospechaban que yo había engañado
dándole mi versión de los hechos.
—¿Mi versión? —dije—. Mi versión es que mi madre fue traída por Shawn
Roberts para ayudar al movimiento anti revelación, lo cual confirmará Jaime
Vegas. Lucas Cortez también confirmará que yo estaba infiltrada en el movimiento
de revelación cuando ustedes tendieron una emboscada…
259
El Club de las Excomulgadas
Debí tener la misma expresión ayer, cuando Shawn Roberts manifestó a mi
madre.
—¿Papá? —Sean susurró. Su mirada saltó hacia mí—. ¿Lo has oído…?
Kristof Nast.
Nuestro padre.
260
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticuatro
Se veía exactamente como yo lo recordaba. Exactamente como el día de su
muerte. El día en que accidentalmente lo arrojé contra una pared y lo maté.
Extendió un brazo hacia su hijo pero sus manos pasaron a través de él.
—Lo sé.
—Savannah—. Se inclinó hacia mi oído para susurrar —Tú madre está bien.
Furiosa, pero bien. Voy a arreglar esto para ti. ¿De acuerdo? —Se echó hacia atrás
y se encontró con mi mirada—. ¿De acuerdo?
261
El Club de las Excomulgadas
Asentí. Él se inclinó hacia adelante, besando mi mejilla sin tocarla. Luego se
enderezó y cruzó a zancadas la sala.
Nadie había hablado desde que apareció. Creo que la mayoría ni había
respirado.
—Kristof…
Thomas se echó hacia atrás como si hubiera recibido una bofetada y cuando
lo hizo, me costó toda mi fuerza de voluntad para no echarme adelante y abofetear
a alguien yo misma. Abofetear a Josef.
262
El Club de las Excomulgadas
—Entonces lo haré yo. Cuando tenías ocho años, le prendiste fuego a un
lote de pergaminos que papá trajo a casa de un viaje. Pergaminos de un valor
inestimable que había conseguido mientras estaba en Egipto durante tu
cumpleaños…cuando no se había molestado en llamarte. Tú los colocaste sobre el
fuego. Deliberadamente. Le dije a papá que fui yo quien lo hice sin querer,
practicando mi hechizo de rayo de energía. Pensé que te estaba ayudando, pero no
lo hice, porque sólo me odiaste tanto más cuando no me metí en problemas.
—Cuando Bryce tenía cinco años, se enojó conmigo porque llegué tarde a
una obra de teatro. La siguiente vez que estuvo en mi oficina, destrozó todos los
archivos de mi escritorio. Sean trató de echarse la culpa. No se lo permití porque
sabía que no serviría de nada. Bryce estaba enojado porque pensaba que me
—Sí, papá, soy yo. También era yo antes. Tres veces he tenido a tu
nigromante transmitiendo un mensaje. Tres veces te dije que Savannah era mi hija.
Tres veces me ignoraste.
263
El Club de las Excomulgadas
—Tengo dos hijos, papá, un hecho que tiendes a pasar por alto. Bryce está
enfermo. Necesita ayuda. Necesita que trabajes con los Cortez para detener a estas
personas y encontrar una cura para lo que le han hecho, porque lo que han hecho es
terrible y sólo va a empeorar.
—Bien. Persigue a estas personas por tu cuenta. Pero no montes esta farsa
de juicio para chantajear a Benicio Cortez. No pongas en peligro la vida de mi hijo
para poder sacar provecho de este caos y derrocar a los Cortez.
—Nosotros nunca…
—Te conozco, Josef. Y también te conozco a ti, papá. Veo lo que está
—Yo…
264
El Club de las Excomulgadas
—Me gustaría poder quedarme y arreglar de verdad esto para ti, Savannah.
—Lo sé.
—Será arreglado. Les estoy dando la oportunidad de dar marcha atrás, pero
si no lo hacen… tengo información. Material de chantaje. Darán marcha atrás, de
una manera u otra.
—Cuida de ella.
Adam asintió.
—Lo haré.
Desapareció.
*****
¿Terminó el juicio después de eso? Por supuesto que no. Pero el tono
cambió. Mientras los abogados seguían hablando, la atención de Thomas se volvió
265
El Club de las Excomulgadas
hacia adentro, como si él no estuviera escuchando en absoluto.
Josef no iba a rendirse tan fácilmente. Fuera cual fuera el grandioso esquema
que habían maquinado, no lo iba a abandonar sólo porque su hermano muerto se lo
pidiera. O quizá no iba a abandonar precisamente porque Kristof se lo había
pedido.
Así que el juicio siguió su curso. Pero no continuó por mucho tiempo antes
de que hubiera otro alboroto en el pasillo.
—Severin —susurré.
266
El Club de las Excomulgadas
Las arrojó. Una golpeó a un abogado que se tambaleó hacia atrás,
desgarrándose el traje. La otra rodó a mis pies. Di un paso hacia delante con los
dedos chispeando.
—Oooh, Savannah, ¿recuperaste tus poderes? Tal vez serás útil para
nosotros después de todo.
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El Club de las Excomulgadas
—¿A dónde van?
—Sí lo haré. O ya no seré parte de esta Camarilla —Su mirada estaba fija en
su abuelo—. Es tu decisión.
Severin sonrió.
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El Club de las Excomulgadas
gritos murieron a mitad del grito cuando se derrumbaron, sangrando por sus ojos,
sus oídos, sus narices y sus bocas.
Balaam.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veinticinco
El señor demonio se detuvo justo delante de mí y acarició con dedos cálidos
mi mejilla. Cuando Adam tiró de mí hacia atrás, Balaam se giró hacia él.
—No me des una excusa, mocoso. No siento amor por tu padre en estos
días.
—Esto no tiene nada que ver contigo —dije—. Agradezco el interés, pero
puedo manejarlo.
Los guardaespaldas saltaron rodeando la mesa. Balaam agitó sus dedos y los
ojos de los hombres… estallaron. Simplemente estallaron, la sangre corriendo por
sus rostros mientras gritaban. Balaam hizo chasquear sus dedos y dejaron de gritar.
Todavía seguían vivos, todavía se retorcían en el suelo con las bocas aún abiertas,
pero no emitían ningún sonido.
—Yo…
—Yo…
Thomas estaba allí sentado. Un anciano. Tan anciano, con sus legañosos y
acuosos ojos azules, su rostro poco más que una máscara de muerte con la piel
270
El Club de las Excomulgadas
tirante sobre el hueso. Nadie se acercó a él. Nadie podía. A mi lado, Sean se
mantenía inclinado hacia adelante, pero ahora tenía mi mano sobre su brazo. Un
hechizo de atadura esperaba en mis labios. No lo necesité. Él sabía que no había
nada que pudiera hacer.
—Pero lo hiciste.
—¡No!
Thomas Nast había caído de rodillas. Balaam agarró la mesa entre ellos y la
lanzó golpeando a varios de los abogados antes de que pudieran quitarse de en
medio.
271
El Club de las Excomulgadas
La única persona que quedaba cerca de Thomas era Josef. Y él sólo se
quedó allí. Tal vez en estado de shock. Lo más probable que acobardado. Sólo Sean
corrió hacia su abuelo, gritando hacia él por encima de la conmoción mientras todo
el mundo se dirigía hacia las salidas. El estruendo de las pisadas iba acompañado
por las risas de Sierra, mientras se movía tan campante entre la estampida con sus
dedos tocando a izquierda y derecha, congelándoles cuando huían. Sus víctimas
aullaban sorprendidas y luego se giraban fuera del camino antes de continuar hacia
las puertas.
—No. No fue por mí. Nada de esto tiene que ver conmigo. Me usaste.
Aprovechaste la ocasión.
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El Club de las Excomulgadas
por la sangre de Thomas.
—Ahora mismo estás enfadada, pero recogerás los beneficios, hija mía. Ya
has visto lo que puedo hacer. Reconsidera mi oferta —sus labios se curvaron en una
sonrisa que no era una sonrisa en absoluto—. Piensa en ello y reconsidera mi
oferta.
—No puedes —susurró—. Sé que quieres ir con él, pero tienes que salir de
aquí. Ya.
Miré hacia la puerta. Tan pronto como lo hice, la voz de Josef resonó en la
sala.
273
El Club de las Excomulgadas
Estaba extendiendo la mano hacia la manecilla cuando la puerta se abrió de
golpe. Allí estaba uno de los guardias inter-Camarillas con el arma levantada.
—Golpéame con ese hechizo y será la última vez que te salve —gruñó Clay.
—Explícalo más tarde —dijo Elena—. Por los pasos que escucho, estamos a
punto de ser alcanzados por la segunda oleada.
274
El Club de las Excomulgadas
derribarlo. Detuve al segundo hombre con un hechizo de atadura. Este se quebró
antes de que lo soltara, pero duró el tiempo suficiente para que Elena enviara al tipo
volando. Ella me arrojó el arma del guardia. Clay pateó la del otro en nuestra
dirección.
Estaba dando una patada a la segunda pistola cuando dos guardias llegaron
corriendo desde el otro extremo del pasillo.
—Tengo este lado. Savannah, cubre a Ad… —se detuvo y se volvió para
mirarme—. Lo siento, se me olvidó…
¿Cuántas veces había oído eso? Si yo estaba luchando junto a Adam, debería
desequilibrar a nuestros atacantes con derribos mientras Adam lanzaba los ataques
frontales, como Lucas había hecho con Clay.
¿Lo había hecho de hecho alguna vez? Por supuesto que no. Yo tenía que
estar en la línea de ataque. Incluso si eso significaba que probablemente hacia más
275
El Club de las Excomulgadas
difícil la lucha para Adam.
—Estoy bien —dijo Adam—. Estoy usando más mis poderes que mis puños.
No estoy seguro de cuánto tiempo aguantaré, pero estoy bien para…
—El objetivo principal, creo yo, es salir del edificio. No podemos desarmar a
todos los guardias y… —pateó a uno que había empezado a levantarse, su pie
golpeándole por un lado de la cabeza y enviándolo al país de los sueños.
276
El Club de las Excomulgadas
Dos disparos desde el interior de la sala de reuniones. La puerta se abrió
estrepitosamente, cayendo de sus goznes. Un guardia desde dentro comenzó a
disparar. Nos tiramos al suelo para cubrirnos. Un grito desde el interior de la
habitación. A continuación, un gruñido. No podía ver a través del umbral, pero
Lucas golpeó a alguien con un hechizo. Clay se apresuró a entrar. Lo seguí y vi a
Sean levantándose de debajo del guardia que había quedado atrapado en el hechizo
de atadura de Lucas. Clay lo dejó inconsciente.
—Bien —dijo Sean—. Los grupos más pequeños llaman menos la atención
—Sacó su tarjeta de acceso y me la entregó—. Úsala. Sirve para todos los accesos.
—Pero necesitas…
Rápidamente nos dijo cual era la ruta más segura. Luego nos fuimos por la
salida trasera.
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El Club de las Excomulgadas
Elena
Y una mierda.
¿Por qué cuando las cosas se van a la porra, la gente todavía espera que los
demás sigan las reglas? Cualquier hombre lobo lo sabe. Cuando todo se reduce a la
supervivencia primaria, las reglas son lo primero que desaparecen. Será cuestión de
dientes y garras y cada lobo cuidará de sí mismo y su Manada. Los Nast
protegerían a los suyos y habían dejado muy claro que Savannah no era uno de los
suyos.
Maldita sea Benicio. Maldita sea ella también, por escucharlo. ¿Acaso no
había aprendido la lección después de la colosal cagada en el almacén? Cuando Eve
y Savannah quisieron infiltrarse en el grupo, a Elena no le había gustado. Sin
embargo, después de consultarlo con Jeremy, convino en que los riesgos eran
278
El Club de las Excomulgadas
aceptables, siempre y cuando entraran y salieran lo más rápido posible.
Elena sabía que podía haber persuadido a Lucas… si hubiera sido capaz de
ponerse en contacto con él. Pero sólo pudo llegar hasta Benicio y él restó
importancia a su preocupación y luego ya era demasiado tarde para intervenir.
—¿Estás seguro? —Gritó alguien más—. Esas son las que están cerradas.
Savannah susurró.
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El Club de las Excomulgadas
juntos tanto tiempo que es todo lo que necesitaba…una mirada. Él articuló
“Adelante”. Ella asintió con la cabeza y guio a Savannah mientras él se quedaba
atrás para cubrir la retaguardia.
Miró a Clay, diez metros atrás y le hizo señas con la mano para que se
metiera en una habitación mientras ella corría a la puerta cerrada más cercana.
280
El Club de las Excomulgadas
—No cierres esa puerta por completo —dijo una voz—. No se puede abrir
desde dentro.
Elena se giró. Estaban dentro de lo que parecía una sala de personal. Las
luces eran tenues y al principio lo único que vio fue una figura levantándose de una
silla. Ese olor flotaba por la habitación. No era Jeremy -podía asegurarlo ahora-
pero olía como él, ese rico aroma a sándalo que conocía tan bien. También había
otro aspecto familiar en el olor. El distintivo olor almizclado de un hombre lobo.
Conocía esa cara. Veía una versión de ella casi todos los días -una versión de
más edad, más angulosa, con ojos oscuros y ligeramente sesgados, diferente pero lo
suficientemente familiar como el olor- que fue lo primero que le hizo pensar que era
Jeremy. Aun así, no fue sólo la semejanza lo que hizo que su corazón se detuviera.
Era este rostro, uno que había visto la primera vez que Clay la llevó al dormitorio
cerrado para tratar de ayudarla a entender a Jeremy hace tantos años. El rostro que
había visto de nuevo cuando habían hecho limpieza en esa habitación para hacer
sitio a sus hijos, cuando Jeremy finalmente estuvo preparado para dejarlo ir… feliz
y aliviado de dejarlo ir. Había visto esta cara en las fotos en esa habitación y no
importaba que nunca hubiera conocido al propio hombre. Odiaba el rostro y odiaba
al hombre que lo llevaba y ahora, mirando al otro lado del cuarto y viéndolo en
carne y hueso, lo único que sentía era odio.
—Oh, deja que lo adivine —dijo el hombre—. Eso va a ser mucho más
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El Club de las Excomulgadas
divertido —Dio un paso hacia Elena, sus fosas nasales dilatándose, bebiendo su
esencia—. ¿Sabes quién soy?
—Lo sé.
—¿En serio? ¿Estás segura? Debo estar mucho más joven de lo que
esperabas. Y mucho más vivo.
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El Club de las Excomulgadas
dice que me sacarás el bazo tan pronto como te dé la oportunidad. Sí, exactamente
lo que esperaría de Clayton.
Él echó hacia atrás la cabeza y soltó una carcajada. Luego se tiró hacia ella.
Ella le dio un puñetazo en el estómago. Él se dobló. Una buena patada lo habría
tirado al suelo, pero cuando lo intentó, él le agarró la pierna y la envió volando
hacia la pared. Mientras ella se levantaba, Savannah lo golpeó con un derribo.
Él sí que lo sabía. Elena había oído que los callejeros no eran la única presa
que Malcolm Danvers cazaba. No era mejor que un vulgar asesino, habían dicho
ellos. Sin embargo, la Manada nunca lo echó. De hecho, casi lo habían elegido
Alfa. Esa fue una de las muchas injusticias que todavía perseguía a la Manada
treinta años después de que Jeremy se hiciera cargo. Los callejeros tenían buena
memoria.
283
El Club de las Excomulgadas
Malcolm se volvió hacia ella.
Él sonrió.
—Mejores lobos que tú han dado todo lo que tenían y ahora descansan en
una tumba poco profunda. Eres muy valiosa para alguien que me importa. No
quiero hacerte daño.
—Has dejado que este asunto del Alfa se te suba a la cabeza, querida. Es una
farsa, lo sabes. Clayton será el Alfa. No eres más que la guapa tontita que se cree
que es un lobo feroz.
—No voy a matarte, zorra. No le haría eso a Clayton. Pero parece que él ha
descuidado enseñarte a respetar a tus superiores.
—¿No? Bueno, tal vez te demuestre lo que significa. Tal vez te enseñe la
lección que mi chico falló en impartir.
Hace dos años, esa amenaza habría traído de vuelta recuerdos de sus años
en el infierno como niña de acogida y habría conseguido exactamente lo que él
quería, la habría asustado. Pero se había enfrentado a esos demonios en Alaska y
284
El Club de las Excomulgadas
ahora al oír sus palabras, le miró a sus ojos y no sintió nada más que fría rabia.
Tener súper fuerza era mucho más útil contra un oponente humano. No
importaba lo mucho que entrenara Elena, la biología dictaba que nunca
desarrollaría la suficiente fuerza en la parte superior del cuerpo para competir con
un hombre lobo macho en buena forma física. A cambio, ella tenía que depender
de la velocidad y la experiencia. Hoy ninguna de las dos parecía ser suficiente.
Mientras Elena luchaba, seguía recordándose que Malcolm tenía que tener
por lo menos ochenta años. Pero no se veía como si tuviera ochenta, seguro como
el infierno que no luchaba como si tuviera ochenta años y no tenía ni idea de cómo
podía ser eso posible, pero lo era.
285
El Club de las Excomulgadas
Pronto Malcolm estaba conectando más golpes que ella. Incluso con
Savannah lanzando discretamente derribos para desequilibrarlo, Elena estaba
apenas manteniéndose en pie. Entonces un sólido golpe a la mandíbula la derribó.
Antes de que pudiera levantarse, Malcolm estaba a horcajadas sobre ella,
clavándola al suelo. Savannah empezó a avanzar, pero Elena levantó sus dedos,
diciéndole que esperara. Levantó la vista hacia Malcolm, abriendo mucho sus ojos
y vertiendo en su mirada cada onza de ese viejo temor que pudo sacar a relucir.
286
El Club de las Excomulgadas
Clay se acercó a ellos.
—Bueno, si alguna vez tenía que volver a verte, Malcolm, supongo que esta
es la forma que habría elegido —se agachó—. Derribado por una mujer, ¿eh?
Probablemente sea mejor dejar que todo el mundo siga pensando que ya estabas
muerto.
Malcolm se sacudió y gruñó, pero Elena lo tenía atrapado por los hombros.
Ella movió su rodilla encima de la columna vertebral y empujó. Cuando él siseó, le
agarró del pelo y le machacó contra la madera su nariz rota.
—Lo hice. Claro que esperaba hacerlo antes de que te dieras cuenta de que
estaba vivo. Pero ahora también es un buen momento.
Él se rio y cuando lo hizo, sus ojos azules brillaban, todo rastro de odio y
rabia consumido por algo más. Anticipación. Y cuando Elena vio eso, se alegró de
no haberle roto el cuello a Malcolm.
Malcolm soltó un bufido, como si dijera que ahí era dónde Clay había
fracasado como marido.
—Tal vez, pero si quisieras verme muerto, lo habrías hecho hace años.
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El Club de las Excomulgadas
vínculo entre nosotros. Fuiste leal a Jeremy, pero era yo quien te entendía.
—Vaya pues. Siento no estar de acuerdo, pero conozco una persona que sí
que me entiende. —Levantó la vista mientras Elena se quitaba de encima de
Malcolm—. Gracias, querida.
—Cuando quieras.
—¿Sabes por qué no te mató hace todos esos años? —dijo Elena—. Porque
Jeremy sabría que Clay lo hizo por él y se sentiría culpable. Pero Jeremy no está
Clay sonrió.
—Y él lo aprecia.
—Tal vez sea más rápido de lo que pensaba —dijo Clay mientras esperaba
que Malcolm se recuperara de los siguientes dos golpes—. Esta no es la pelea que
siempre imaginé.
288
El Club de las Excomulgadas
—Está viejo —dijo Elena.
Malcolm gruñó y corrió hacia ella. Clay le hizo una zancadilla, pero
Malcolm logró mantener su equilibrio y quitarse del camino cuando Clay se
abalanzó.
Él se lanzó. Malcolm hizo una finta, pero Clay logró acertar un golpe que lo
envió al suelo. Cuando Clay se iba a lanzar encima de él, la puerta se abrió de golpe
y dos guardias entraron corriendo, con las armas en la mano.
—No haga eso, señorita —dijo el hombre que tenía delante. —Nosotros no
vamos a evitar que se vaya, pero necesitamos a ese hombre lobo.
Elena miró a Clay. Quería decirle que no escuchara, que siguiera adelante y
acabara con Malcolm. Por el bien de Jeremy tenían que matar a Malcolm y no
permitir nunca que Jeremy supiera que estaba vivo. Pero cuando Clay miró hacia
Malcolm, las pistolas se movieron en su dirección.
289
El Club de las Excomulgadas
—¿Es necesario? —dijo Elena, enfrentando la mirada del hombre—. ¿Qué
pasa si cuando usted entró él ya estaba muerto?
—Entonces tendría que explicar por qué no los detuve. Y los hombres que lo
dejaron aquí tendrían que explicar por qué no estaba mejor protegido. Es una
valiosa propiedad de la Camarilla, señora. Debo insistir.
Cuando ella miró hacia Clay, él negó con la cabeza. Tenía razón, por
supuesto. Como líder de esta misión, ella tenía que concentrarse en mantenerlo a él
y a Savannah a salvo.
290
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiséis
Sólo dos guardias trataron de detenernos mientras recorríamos nuestro
camino para salir de la sede de los Nast. El resto pretendió no vernos. Uno incluso
distrajo a sus compañeros para que pudiéramos pasar a escondidas.
—Eso escucho. Nos encontramos con… un hombre lobo que Clay conoció
hace años. Hubo una pelea.
Lucas no pidió detalles. Sabe que cualquier callejero con el que nos
topáramos aprovecharía la oportunidad de luchar contra Clay y que él no tendría
más remedio que parar y defenderse.
291
El Club de las Excomulgadas
Le pasé el teléfono. Elena le dio a Lucas instrucciones mientras Clay
comenzaba a hacernos avanzar.
—Te lo digo a ti, Savannah —dijo Clay—. Elena no necesita que se lo diga.
—Malcolm mató al padre de Karl cuando él tenía unos quince años —me
explicó Elena—. No fue una pelea justa, si los rumores son ciertos.
—Creo que Karl se culpa por lo que pasó —dijo Elena—. Pero no es el tipo
de cosas que le puedas preguntar. Y tampoco necesita esto ahora mismo.
*****
292
El Club de las Excomulgadas
dirigíamos la palabra. Sean tenía las llaves, lo que tampoco era sorprendente. Él
suponía que no estaría vigilado, ya que los Nast sabían que Bryce estaba en Miami,
demasiado enfermo para moverse. Podríamos refugiarnos por un rato y decidir
nuestro siguiente movimiento.
La cocina -la cual podía ver a través de la puerta de la sala de estar- era el
único lugar que parecía haber escapado a la redecoración de Bryce. Todo era
impecablemente blanco, relucientemente negro y con brillante acero inoxidable,
como algo sacado de los programas de cocina que Paige veía.
—La cocina no parece que se use mucho, ya veo —dije—. Parece que los
tres nos quedamos con el gen de comida a domicilio.
293
El Club de las Excomulgadas
Mi voz sobresaltó a Sean. Miró hacia la cocina, como si se estuviera
repitiendo mentalmente lo que yo había dicho. Luego sacudió la cabeza.
—Bryce cocina. Es muy bueno en eso. Solía decir que iba a ser chef algún
día. Papá nos llevó a Francia cuando Bryce tenía doce años para que pudiera ir a
una escuela de cocina allí durante nuestras vacaciones. El abuelo... —hizo una
pausa. Se aclaró su garganta—. El abuelo le puso a parir por eso. Dijo que papá
estaba llenando a Bryce la cabeza con tonterías, pero ya conoces a papá. Cualquier
cosa que nosotros… —su voz se quebró—. Cualquier cosa que nosotros
quisiéramos. Siempre y cuando fuéramos felices.
—Bryce —Se puso de pie y se dirigió hacia el pasillo. Lucas entró, Adam
294
El Club de las Excomulgadas
detrás de él. Sean dijo:
—Sí quiere. Pero debería irme ahora, incluso si sólo es por un día. —Él tenía
que apuntalar su reclamación de liderazgo con la Camarilla. Pero su hermano era
lo primero. Siempre lo sería.
—Lo está —dije—. Esos moratones no son todos de hoy. Los guardias que
lo detuvieron le dieron una paliza.
295
El Club de las Excomulgadas
—Lo siento. Hubo una pelea. Sus costillas están rotas. Necesita descansar.
Adam asintió.
296
El Club de las Excomulgadas
Rescatar al chico -y a sus padres-, era una prioridad. Igualmente importante
era la oportunidad de coger como rehenes a sus captores…podrían ser capaces de
responder algunas preguntas sobre el movimiento. También me ofrecí a ayudar,
pero Lucas dijo que no, que yo realmente ya había pasado por bastante. Me
necesitaban de vuelta en la sede para explicarlo todo. Y había otra razón: me
necesitaban allí para mantenerme a salvo, porque según conviniera a los intereses
de una facción de los Nast, yo acababa de asesinar a su presidente ejecutivo.
Nos fuimos poco después de eso. Los Cortez habían movido el jet a otro
aeropuerto regional, que aún no estaba monitoreado por los Nast.
*****
297
El Club de las Excomulgadas
vez. El hijo de Josef había muerto poco después que nuestro padre y les había
unido la pérdida compartida.
Así que estaba preocupada. Y no tenía ni idea de qué hacer al respecto, salvo
sentarme, escuchar y ofrecer palabras de esperanza sobre Bryce y el futuro. Así que
eso es lo que hice.
298
El Club de las Excomulgadas
Paige
Paige asintió. Si se bajaba, los guardias del todo terreno que estaba detrás de
ellos saldrían con el fin de velar por ella. Entonces tendría que entablar
conversación con ellos. Tal vez no ―tendría‖, sino ―debería‖. En cualquier otro
momento, no habría sido un problema. Pero ya había superado hace días el punto
—Nunca.
Contuvo sus siguientes palabras. Las habituales palabras que diría al estar
separados. Te extraño. Ahora eso sólo le recordaría a él que esta no era una de sus
pequeñas separaciones habituales, por perseguir casos, odiando estar separados
pero adorando lo que estaban haciendo. No había nada que adorar aquí y con cada
día que pasaba eso pesaba sobre él un poco más.
—Bien —Hubo una larga pausa. Entonces dijo en voz más baja. —Te
extraño.
299
El Club de las Excomulgadas
Paige apretó la mano sobre el teléfono.
Más silencio.
—Correcto. Sólo que ayer por la noche, al parecer estaba cerca de Portland,
dirigiéndose al cementerio para realizar una invocación para un cliente. Era tarde,
estaba cansado y conduciendo de forma errática. Un oficial lo detuvo y descubrió
que Mitchell había olvidado guardar apropiadamente sus materiales de invocación,
entre ellos tres dedos humanos disecados.
—Eso no es bueno.
300
El Club de las Excomulgadas
—Lo hice. Él no había oído nada acerca de esta situación. Pero no importa.
Él comprende que estamos comprometidos en otra cosa y por tanto se ha ofrecido a
pagar el doble de nuestra tarifa habitual.
Paige sonrió.
—¿Lo hizo?
—Por supuesto.
—Está bien... —ella lo dijo con cuidado, insegura. Ir a casa. Sonaba tan
simple. Tan obvio. ¿Por qué no íbamos a ir a casa? Teníamos una casa, una agencia, una
vida allí.
301
El Club de las Excomulgadas
Pero también tenían una vida aquí. Incluso una casa, después de haber
aceptado finalmente un apartamento de Benicio hace unos años. También tenían
trabajo aquí. Ella solía pensar que eso sólo se aplicaba a Lucas. Pero, a pesar de que
ella no tenía un puesto de trabajo, ni responsabilidades oficiales, su bandeja de
entrada y correo de voz siempre estaban llenos con mensajes de los empleados de la
Camarilla pidiendo esto o aquello, necesitando esto o aquello. Si no podían ubicar
a Lucas, acudían a ella.
Dios, cómo la habría enfurecido eso diez años atrás. ¿Jugar a la buena
mujercita para su esposo? Nunca. Ella era Paige Winterbourne, ex líder del
—Lo digo en serio, Paige —dijo Lucas después de un minuto. —Sé que mi
padre va a necesitar nuestra ayuda una vez que esto se haya acabado. Hay mucho
trabajo por hacer. Pero nos vamos a casa primero. Él tendrá unos pocos días de
nuestro tiempo para lidiar con las consecuencias. Luego nos vamos a casa.
Descansamos. Nos ocupamos de los negocios de la agencia. Y cuando hayamos
terminado, volvemos para hacer más… hasta que podamos irnos de nuevo —una
pausa—. ¿Suena como un plan?
Ella sonrió.
302
El Club de las Excomulgadas
—Sí. Como un buen plan.
—Lo haré. Creo que es su vuelo el que está descendiendo ahora mismo.
*****
¿Estaba Savannah molesta porque Paige no había ido con Lucas a Los
Ángeles? No pudo ir; él necesitaba que ella se quedara en Miami. Paige estaba
segura de que Lucas se lo dijo a Savannah. Incluso si se le hubiera olvidado,
Savannah habría entendido que no había sitio para Paige en esa audiencia. Pero la
comprensión lógica no era lo mismo que la comprensión emocional. Savannah
había sido arrestada por traición por la propia Camarilla de su padre. Había visto a
su madre desaparecer de su vida de nuevo. Había visto a un abuelo ser asesinado
por el otro. Y Paige no había estado allí para ella.
Pero estaba aquí ahora, esperando con impaciencia a que Savannah bajara
de ese avión. ¿Sería suficiente? Esperaba que sí. Dios, esperaba que así fuera.
303
El Club de las Excomulgadas
esa primera visión fugaz, una mujer alta de cabello largo y oscuro, con el brazo
enganchado al de Sean Nast. Por supuesto, era Savannah. Pero de alguna manera
—atribuidlo al agotamiento—Paige esperaba ver a una chica salir de ese avión. La
chica que recordaba, la que siempre la necesitaba, por mucho que ella tratara de
fingir lo contrario.
Paige volvió su atención hacia Sean. Bajaba las escaleras, sin mirar a la
derecha ni a la izquierda. Él era el quien ahora las necesitaba a ambas. Lo vio
estremecerse cuando un motor rugió a la izquierda, luego sacudió su cabeza como
si se avergonzara por estar tan nervioso.
Ella se aproximó con rapidez a ellos. Su primera sonrisa fue para Savannah,
pero ella apenas pareció darse cuenta, con su atención enfocada en su hermano.
Paige le dio a él un abrazo y murmuró que el coche estaba cerca, que alguien más
recogería el equipaje. Savannah le había soltado el brazo y retrocedido, como si lo
entregara al cuidado de Paige. Savannah encontró su mirada entonces, dedicándole
una pequeña y cansada sonrisa, y articulando “gracias” mientras Paige conducía a
Sean hacia el coche.
—Mejor.
304
El Club de las Excomulgadas
Paige sacó la botella.
Él levantó la mano.
—Bien —Ella intentó una sonrisa, luego tragó saliva y negó con la cabeza—.
Nada bien.
Se derrumbó contra Paige de nuevo y ella la abrazó tan fuerte como pudo.
Sí, la niña pequeña había crecido, pero todavía la necesitaba. Al menos, por un
poco más de tiempo.
305
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintisiete
Con mucho gusto me habría quedado dormida un par de horas más. Pero
sentía como si apenas hubiera dormido en el viaje desde el aeropuerto antes de que
Paige estuviera sacudiendo mi hombro.
306
El Club de las Excomulgadas
—A pesar de que estoy segura de que a Troy le encantaría ser mi niñera —
dije, poniendo los ojos en blanco hacia él a espaldas de Benicio—, él debería
permanecer contigo. Podrías ser el objetivo…
—Los tengo.
—Paige me dijo que tus hechizos han vuelto —dijo Benicio cuando las
puertas se cerraron.
Estoy lidiando con ello. Sorprendente lo tranquila que sonaba. Aún más
sorprendente era lo tranquila que me sentía. Mis poderes se apagaban y encendían
totalmente fuera de mi control, pero estaba aprendiendo a sobrellevarlo. Tal vez
aprendiendo a vivir con ello.
—Me gustaría que reconsideraras ese ritual que Adam encontró —dijo
Benicio.
307
El Club de las Excomulgadas
—Dijo que hay un límite de tiempo —dijo Benicio—. No quiero que por
encontrarte inmersa en esta crisis, lo pierdas de vista.
—Lo digo en serio, Savannah. Adam dijo que lo estás postergando porque
crees que te quitaron tus poderes para ayudarte a controlarlos. Pero teniendo en
cuenta lo que acaba de suceder, tienes que considerar la posibilidad de que eso sea
mentira. Un truco. Los demonios tienen espías. Podrían haber descubierto que
Adam estaba a punto de descubrir ese ritual y se aseguraron de que no lo utilizarías.
—Me lo estoy tomando en serio. Sólo… estoy bien por ahora. Te mantendré
308
El Club de las Excomulgadas
—Sólo me sentaré con él.
—Tengo una sombra de metro noventa. Estoy contenta de que sea Troy. Me
agrada bastante Griffin, pero... ya sabes.
—Debería ser yo quien se lo diga. Si tienen algún problema con ello, querrán
hablar conmigo. Su mayor preocupación serás tú, que salgas lastimada… —dejó la
frase en el aire y mi corazón comenzó a latir con fuerza.
309
El Club de las Excomulgadas
—¿Adam?
—Sigo aquí. Sólo estaba pensando que tal vez deberíamos esperar para
decírselo.
—Está bien.
Cuando vi a Bryce, mi mirada fue como un rayo hacia Sean para calibrar su
reacción. Todo lo que vi fue alivio, lo que significaba que Bryce no debía verse peor
de lo que se veía anoche.
Según fui haciéndome mayor, iba cuando mi presencia significaba algo para
alguien más. Como cuando la abuela de Adam falleció. O cuando Paige perdió a
una amiga de la infancia con cáncer. O cuando un primo de Lucas murió en un
accidente de coche.
310
El Club de las Excomulgadas
estaba cetrina. Su cabello rubio mal peinado. Sus manos cruzadas sobre su
estómago. Sus labios estaban anormalmente rojos, como si un empleado de la
funeraria hubiese aplicado lápiz de labios.
¿Respiraba? No lo parecía.
Me moví a su lado y le dije hola. Sean habló un poco más con él, de alguna
manera consiguiendo darle el relato de las pasadas veinticuatro horas, sin
mencionar el calabozo, la farsa de juicio, la muerte de nuestro abuelo y la completa
devastación que había recaído sobre la Camarilla Nast.
—Afuera —dijo.
311
El Club de las Excomulgadas
—¿Modificaciones? —dije—. ¿A su ADN?
El asentimiento de Sean hacia mí fue seco, solo del tipo “cállate y escucha”.
Entonces se contuvo y me apretó el brazo.
—Lo siento. Todo esto es nuevo para ti, ¿verdad? El código genético de
Bryce ha sido alterado. Suena aterrador…es aterrador, pero suponemos que los
cambios son de naturaleza sobrenatural. Eso es lo que sucede, por ejemplo, cuando
un vampiro renace o un hombre lobo es mordido. Una transformación a nivel
genético.
—En parte —dijo el médico—. Es un híbrido, por esa razón era tan difícil de
312
El Club de las Excomulgadas
Creemos que algunos de sus investigadores ha estado involucrados en esto.
Parece… —Se detuvo y se aclaró la garganta—. El señor Cortez querrá explicarlo
todo. No me corresponde. Pero les puedo asegurar que la condición de su hermano
es estable. Sin embargo lo mantendremos en estado de coma mientras la
transformación del ADN continúa. Eso parece ser… lo mejor.
—Yo no he dicho…
Vaciló.
—Sí, lo siento, olvidé que les conocen. También tuvimos la suerte de que el
señor Danvers estaba en el edificio cuando su hermano se despertó y con su
ayuda…
—Comenzó, eh…
313
El Club de las Excomulgadas
—No exactam… —se aclaró la garganta otra vez—. El señor Danvers ha
sido testigo de una sola transformación inicial de un hombre lobo mordido y eso
difícilmente constituye una muestra lo suficientemente grande para la
generalización…
—Yo… yo creo que deberían hablar con el señor Cortez acerca de esto. Y el
señor Danvers, que todavía debería estar disponible…
—Lo está —dijo una voz desde la puerta. Jeremy dio un paso dentro. —
Escuché que habíais regresado. Tengo que hablar con los dos acerca de Bryce.
*****
314
El Club de las Excomulgadas
—Así que cuando se recupera de casi transformarse en un hombre lobo,
¿Benicio va y le interroga? —dije.
—¿Eso es normal?
—¿Benicio?
Jeremy asintió.
—Quiere que vaya tan pronto como hayamos terminado aquí, así puedo
ponerles al corriente y ser puesta al corriente —miré a Sean—. A él le gustaría que
te unas a nosotros, si es posible.
—Iré.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintiocho
Paige nos encontró dirigiéndonos a la reunión y me dio un informe
detallado sobre el paradero de todos. Por supuesto, Lucas estaba todavía en Los
Ángeles con Adam, Clay y Elena. Se nos uniría por teléfono cuando pudiera.
Aaron y Cassandra estaban ocupándose de un problema en Washington, donde
algún idiota había tratado de sacar a la luz a un vampiro. Jaime estaba aquí, pero a
la espera de que mis padres se comunicaran con ella y no se uniría a nosotros. Hope
estaba presente con Karl, que estaba muy preocupado, probablemente porque Hope
seguía teniendo visiones inquietantes durante su avanzado estado de gestación. Por
otro lado también había variados ejecutivos de la Camarilla. Sin embargo, cuando
entré me di cuenta de una notoria ausencia.
—¿En serio?
316
El Club de las Excomulgadas
Creí que sabía lo mal que se estaban poniendo las cosas. Pero sólo había
visto lo que estaba justo frente a mí, un pequeño sector del caos poniendo patas
arriba al mundo sobrenatural.
317
El Club de las Excomulgadas
videos en los teléfonos móviles de dos desaliñados y enloquecidos “humanos”
desgarrando a la gente.
Sean añadió.
—En cuanto a los Nast, he estado en contacto con unos pocos ejecutivos
senior. Nos uniremos a vosotros junto con un contingente de personal leal a mí.
Benicio asintió.
318
El Club de las Excomulgadas
—Hablando de estos ataques, tengo algunas buenas noticias —dijo
Benicio—Nos las arreglamos para evitar algunas situaciones en Boston y Denver,
en base a las visiones de Hope.
—Pues ya está —dijo Karl. Estaba sentado en un sofá al fondo de la sala con
Hope acurrucada a su lado. Él se volvió hacia ella—Has sido de mucha ayuda. Te
han dado las gracias. Ahora puedes volver a la cama…
—Tengo que…
Hope se veía aplastada polvo la última vez que la ví. Ahora parecía como si
hubiera sido aplastada15, alcanzada por la misma apisonadora que me había
—Tengo que escucharlo todo para poder poner mis visiones en contexto —
dijo—Y estoy descansando —se acurrucó debajo del brazo de Karl, apoyando la
cabeza sobre su pecho, su mano en la pierna—Descansando y a salvo siempre y
cuando estés aquí.
Karl puso los ojos en blanco ante la obvia manipulación. Pero funcionó
igualmente. Él se movió para que estuviera más cómoda y se acomodó con un
suspiro.
15
Juego de palabras entre run-down (primer aplanada, en el sentido de estar hecha polvo) y el verbo run
down (entre otros que te aplaste una apisonadora).
319
El Club de las Excomulgadas
—Esta es la segunda vez que Balaam se me ha aparecido —dije—Todo lo
que hemos aprendido hasta ahora nos ha permitido saber que esta lucha va
directamente a lo más alto de la jerarquía demoníaca. Todos ellos piensan que
tienen algo que ganar o que perder si los sobrenaturales son sacados a la luz.
Balaam está a favor. Asmondai está en contra. Esas parecen ser las dos facciones.
No sé acerca de los otros señores, pero el que todos ellos quieren de su lado es
quien está ausente sin licencia.
—De acuerdo con mi madre, no sólo los demonios están eligiendo lados.
También tenemos interferencia celestial. Si creen en algo de esto o no, la verdad es
que no importa. ¿Cualquier cosa que crean saber acerca de nuestro mundo?
Olvídenlo. Alguien ha tirado el libro de reglas. Los fantasmas pueden cruzar la
línea divisoria. Las bestias infernales pueden manifestarse. Los Semi demonios
pueden poseer niños vivos. Los señores demoniacos están metiendo la mano en la
política de las Camarillas.
Miré a Benicio.
—¿Qué pasa con los chicos malos originales? ¿Qué ha estado haciendo Giles
y su movimiento de liberación desde que los dejé?
320
El Club de las Excomulgadas
que la Camarilla pudiera invadirlo.
Benicio dijo que no. Lucas dijo que no. Paige dijo que no. Incluso Sean –
que nunca había actuado como el gran hermano autoritario- dijo que la verdad es
que preferiría que no. Todos ellos insistieron en que había mucho que podía hacer
en la sede. Sólo que no lo había. Yo no era una investigadora o una estratega. Yo
pertenecía a la primera línea de ataque. Aquí no era más útil que cualquier asistente
administrativo.
Así que me tocó un futón en una oficina vacía. Troy se ganó un catre ante la
puerta.
Adam llamó antes de que me fuera a dormir. Larsen Dahl había estado en la
ubicación que Bryce nos había dado, pero lo habían trasladado. Estaban tratando
de averiguar adónde. O más bien Lucas lo hacía. Adam había sido dejado de lado
para que descansara, como yo. Si sólo estuviéramos ―descansando" en el mismo
lugar, hubiera sido mucho más tolerable.
*****
321
El Club de las Excomulgadas
mirando hacia el techo.
Había una maleta con mis cosas en una esquina. Me vestí y abrí la puerta.
Troy estaba sentado en el borde de su catre en camiseta y bóxer, pasándose la mano
por su pelo despeinado de dormir.
—Sí, más bien tengo que hacerlo —bostezó y se sacudió para despertarse—
En comparación con el horario de Benicio, esto de hecho fue dormir. Sólo dame un
Troy no tenía hijos. O esposa. Estoy segura de que tenía compañía cuando
quería, ya que tenía un buen físico para un tipo de cuarentaytantos y un
guardaespaldas grande y musculoso va a resultar atractivo a cualquier edad.
No soy del tipo que cree que la gente sólo puede ser feliz con una familia,
pero… Bueno, tal vez lo sea. Una familia de algún tipo. Supongo que Troy la tiene
con Benicio y la Camarilla. Estuvo a punto de morir hace unos años protegiendo a
su jefe ante Jaz y su hermano Sonny. Después de aquello, Benicio le había dado
una enorme bonificación y reforzó su pensión, lo cual era su manera de decir “Si
quieres retirarte, lo entiendo”. Evidentemente Troy no lo hizo. Yo suponía que no lo
haría, no mientras Benicio estuviera vivo.
Troy llamó a la puerta cuando estuvo listo. No solo estaba vestido, sino que
322
El Club de las Excomulgadas
parecía muchísimo más despierto de lo que yo me sentía.
—Café —dije.
Él sonrió.
La sonrisa vaciló.
Levanté mi mano.
—Lo siento. No son tus reglas, lo sé. Siempre que pueda conseguir cafeína,
323
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Veintinueve
Con cafeína y limpia, iba caminando atravesando despachos ejecutivos con
Troy detrás de mí, cuando Karl abrió y se asomó por una puerta detrás de nosotros.
—Tengo sitios a los que ir, Karl —dije—Y conseguirías mejor respuesta si te
molestaras en aprender mi nombre.
Ese por favor consiguió hacerme mover el culo rápidamente. Karl ya había
vuelto a entrar en la habitación para cuando llegué a la puerta. Hope yacía sobre un
324
El Club de las Excomulgadas
—Es como la fase de sueño REM16 —dijo—Sólo que sus ojos normalmente
están cerrados y siempre la puedo traer de vuelta.
—Niña.
—Es una niña. Hope quería saberlo —hizo una pausa—No, ella sabía que yo
quería saberlo.
—Una niña —dijo con firmeza—Hubiera estado bien un hijo, pero preferiría
una hija.
16
El término movimientos oculares rápidos (en español MOR; en inglés REM, de rapid eye movements)
describe la fase del sueño durante la cual se presenta la mayor frecuencia e intensidad de las llamadas
ensoñaciones (sueños, las escenas oníricas). Durante esta fase los ojos se mueven rápidamente y la actividad
de las neuronas del cerebro se asemeja a la de cuando se está despierto, por lo que también se le llama sueño
paradójico (sommeil paradoxal en francés).
En esta etapa se presenta el sueño más ligero; los individuos a quienes se despierta durante el sueño MOR se
sienten en estado de alerta y descansados. Durante el sueño MOR son comunes las erecciones del pene o
del clítoris, al margen del contenido del ensueño; la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria son
irregulares, y de nuevo similares a las del resto del día, y la temperatura corporal no está bien regulada y se
aproxima a la temperatura ambiente. El sueño MOR puede ocurrir en los mamíferos y también en pájaros.
El sueño MOR es fisiológicamente tan peculiar que al resto de las otras fases del sueño se les conoce
colectivamente como sueño no MOR o sueño de ondas lentas (SOL), esto último debido a las lecturas en el
electroencefalograma.
325
El Club de las Excomulgadas
—Oh.
—Siento que ella esté pasando por todo esto —le dije—Pero estoy segura de
que el bebé va a estar bien.
—No es el bebé lo que me preocupa —se frotó una mano por la cara. Podía
oír el roce de su barba—Por supuesto que no quiero que le pase nada a nuestra hija,
pero… no es lo que más me preocupa.
El viejo Karl asomó fulgurante por un momento en sus ojos. Luego miró
hacia otro lado, porque no había manera de terminar esa amenaza. ¿Qué podía
hacerle a Lucifer? ¿Darle un pedazo de su mente?
326
El Club de las Excomulgadas
La mirada de Karl permaneció sobre Hope, los labios apretados, casi
enojado, como si estuviera enfadado consigo mismo por confiar en mí. Pero
cuando levantó la mirada, la ira había desaparecido y su expresión era neutral.
—Me quedaré.
Un asentimiento.
—Gracias.
Ella se quedó allí sentada con los ojos abiertos, las pupilas titilando,
mientras Karl le frotaba la espalda diciéndole que todo iba bien, que ella estaba
bien, que se despertara, que debería despertarse.
Karl sabe más idiomas que Jeremy, lo cual es una hazaña ya que Jeremy
solía trabajar como traductor. Aunque el conocimiento de Karl es a nivel
conversacional, aprendido en sus viajes.
327
El Club de las Excomulgadas
Ella volvió a hablar, las palabras saliendo tan rápido que podrían haber sido
español por lo que podía entender, hasta que…
Hope comenzó de nuevo, su voz elevándose, las palabras viniendo cada vez
más rápido, casi gritaba como un altavoz puesto a toda velocidad.
—¡Muévanse! —dije.
Empezaron a hacerlo y casi paso por encima de Jeremy, que venía corriendo
con Troy detrás de él.
Corrió al lado de Hope. Ella seguía gritando con la cara roja, ahora tosiendo
mientras luchaba por respirar.
328
El Club de las Excomulgadas
—Si se trata de un mensaje, presumiblemente ella parará una vez que se
entregue —dijo Benicio mientras daba un paso entrando—Deberíamos dejar…
329
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Treinta
Por lo visto, el trabajo de un guardaespaldas es cuidar del cuerpo a su cargo
en todos los sentidos. Bueno, en la mayoría de los sentidos. Al parecer,
mantenerme alimentada era una prioridad. Después de la terrible experiencia con
Hope, Troy decidió que yo necesitaba un buen desayuno. Así que mientras
caminábamos me dio opciones. Escogí algo. No podía recordar lo que era un
minuto después de haber aceptado. Él debió haberse detenido para indicarle a
alguien que fuera a por ello y yo debí haber seguido caminando. La siguiente cosa
que supe es que no tenía un guardaespaldas corpulento a mi lado.
Me atrapó con un beso. Apenas tuve tiempo para empezar a disfrutar antes
de recordar que él había dicho que teníamos que hablar, y pequeñas campanas de
alarma empezaron a sonar. En el momento en que empecé a preocuparme dejé de
corresponder. Él se echó hacia atrás.
—¿Savannah?
330
El Club de las Excomulgadas
—¿Qué pasa? ¿Has hablado con Paige? ¿Te dijo algo? —exhaló—Sé que no
va a estar contenta. La diferencia de edad es…
Una risa.
331
El Club de las Excomulgadas
comienza a vibrar con una llamada de emergencia de la agencia.
Sonreí.
—Por eso nos llevamos tan bien. Pero esto no es… no es lo habitual.
Conoces a una chica. Oye, ¿quieres tomar quedar a tomar una copa alguna vez?
Empiezas a salir, rompes, borras su número. Fue divertido mientras duró. Tú
eres… —él suspiró de nuevo. Se removió inquieto—Te conozco desde siempre.
Trabajamos juntos. Pasamos el rato juntos. Compartimos amigos. Somos amigos.
Me conoces mejor que nadie.
—Está bien.
Le dije:
—Lo tenemos.
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El Club de las Excomulgadas
en algo mejor. No hay satisfacción garantizada, ni te devuelven tu antigua relación.
Pero si me estás preguntando si voy lo suficientemente en serio como para darle
una oportunidad, si que voy. ¿Y tú?
—Completamente en serio.
—No.
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El Club de las Excomulgadas
—Por favor. Te prometo, su cuerpo está bien cuidado.
—Lo lamento —la voz del señor demoníaco goteaba sarcasmo—¿Es este un
mal momento?
334
El Club de las Excomulgadas
Cuando un señor demonio se digna a visitar a su descendencia,
probablemente este no es el recibimiento que normalmente recibe. Asmondai se
quedó sin palabras por un momento, luego dijo lentamente:
—Oh, estoy seguro de que has venido a eso. Al igual que Balaam vino a
ayudar a Savannah. A ofrecerle poder, gloria, ser la reina del universo, si ella lo
—Estoy seguro de que soy una enorme decepción, así que, por qué solo no
me das por perdido y te vas.
—No tengo intención de darte por perdido, Adam. De todos mis hijos, te he
elegido porque eres diferente. Eres…
335
El Club de las Excomulgadas
Camarilla Cortez…
Asmondai dijo:
—No me…
Adam se enderezó.
336
El Club de las Excomulgadas
*****
*****
337
El Club de las Excomulgadas
Elena sonrió.
*****
338
El Club de las Excomulgadas
menos de veinte minutos.
—Gracias a Bryce, teníamos una idea cuál era el plan. Tomar este virus y
convertir a personas clave en sobrenaturales. A partir de los resultados de las
pruebas, sabemos que están usando ADN de vampiro, hombre lobo y
probablemente de zombie. Es de suponer, entonces, que están esperando no sólo
convertir a estos tipos en sobrenaturales, sino ponerles el tratamiento para
superhéroes. La semi-inmortalidad e invulnerabilidad de los vampiros. Los sentidos
realzados y la fuerza física de los hombres lobo. La juventud prolongada de ambos.
Lo mejor que tenemos para ofrecer en un solo paquete. Si funciona, aquellos que lo
reciban van a pensar que esto de ser sobrenatural no es tan malo, lo que significa
que no van a discutir el que nos encierren al resto de nosotros.
—Porque serán también uno de nosotros. Así que están eligiendo hombres y
mujeres que tendrán algo que decir sobre cómo son tratados los sobrenaturales que
salgan a la luz. Políticos, supongo.
—Con el tiempo, pero según Asmondai, sus primeros objetivos son fuentes
de poder más profundas. Hombres de dinero. Tipos con mucho dinero y mucha
influencia. ¿Eso funcionaría? No tengo ni idea. Pero creo que mejor no averiguarlo.
Tenemos que llegar a los objetivos antes que ellos.
339
El Club de las Excomulgadas
—Bien —dijo Benicio, poniéndose de pie—Llegaremos allí antes de que
ellos ataquen y estableceremos vigilancia las veinticuatro horas. Estaremos
preparados para ellos.
—Tenemos que enviar esos equipos ahora mismo —dije—De acuerdo con
Asmondai, van a atacar a los dos primeros esta noche.
340
El Club de las Excomulgadas
Aunque Asmondai había sido de gran ayuda, había un montón de cosas que
él no podía saber. ¿Cómo exactamente el SLAM planeaba hacerlo? ¿Cuánto tiempo
esperarían después de los dos casos de prueba antes de atacar a los dos siguientes?
Y, lo más importante, ¿cuáles eran los riesgos de esta inyección? Bryce dijo que lo
calificaban como un virus. ¿Cómo se propagaba? Al parecer, no era por aire, ni
siquiera se propagaba por contacto directo… yo había tenido un montón de
contacto con Bryce cuando lo estaba sacando del laboratorio y estaba bien. ¿Se
Lucas, Paige, Jeremy y Jaime iban tras uno de los casos iniciales de prueba
en Dallas. Adam, Elena, Clay y yo nos quedábamos con el otro en Austin. Habría
un equipo de seguridad enviado a cada ciudad con nosotros, pero esta no era una
misión del tipo “redada del equipo SWAT”. El grueso de las fuerzas de seguridad de
los Cortez y los Boyd, junto con Cassandra, Aarón, Sean y otros, habían sido
enviados a localizar e iniciar la vigilancia sobre la segunda ola de objetivos.
341
El Club de las Excomulgadas
dirigían a Houston para encontrarse con un equipo de seguridad y supervisar a un
objetivo de la segunda ola. Síp, hay dinero en Texas.
*****
—Antonio nos da las gracias —dijo Elena mientras daba golpecitos a las
teclas de su teléfono—Le estoy enviando mensajes con sugerencias sobre acciones.
Dale unas cuantas jarras de cerveza a estos chicos y se olvidan de que no están
solos en el sitio.
17
BJ’s Barbecue, es una cadena de restaurantes estadounidenses.
342
El Club de las Excomulgadas
universitarios. Sus recomendaciones sobre acciones están a salvo.
Adam asintió.
Me eché a reír y seguí dibujando. No era nada serio, sólo un esbozo del
interior del restaurante, más garabato que dibujo.
Me encogí de hombros.
—Dibujo. Solo que… no tanto en estos días. Pero ya ques estoy sentada aquí
con un mantel de papel marrón y lápices de colores...
—Ah.
343
El Club de las Excomulgadas
Lester en un restaurante, rodeado de sus amigos y asociados.
—Ve a explorar por fuera —dijo Elena cuando Clay golpeó su silla hacia
abajo.
Ella sonrió.
—Lo es.
—Gracias.
Cuando se levantó para irse, sus dedos rozaron la espalda de ella. Sólo un
suave toque. Hacer contacto. Estoy segura de que mientras estuvimos allí sentados,
Cuando Clay apareció de nuevo unos minutos más tarde, Elena se levantó.
Lo estaban. Parece ser que se suponía que tenían que haber llegado hace una
hora, pero se retrasaron. La cena estaba a punto de comenzar ya en serio.
—Yo digo que le demos a los chicos un descanso —ella nos miró—Sé que
habéis tenido un par de días difíciles y ya he reservado habitaciones en el hotel, por
lo que…
344
El Club de las Excomulgadas
—The Omni subiendo la calle —dijo Elena—La habitación está bajo el
nombre de Vasic. Soléis compartir cuando estáis en un caso, ¿no? ¿Así os cuidáis la
espalda el uno al otro?
—Eh, síp.
345
El Club de las Excomulgadas
—¿Qué?
—¿Precipitarse? — escupí.
346
El Club de las Excomulgadas
Entonces capté el brillo en sus ojos. La mueca en su boca, como si estuviera
mordiéndose la mejilla para evitar reírse.
—Tú… tú…
—Lo siento. Tenía que hacerlo. La mirada en tu cara... —se estaba riendo
demasiado fuerte para terminar la frase, las manos cayendo de mis hombros.
—Te compensaré.
—No, creo que es posible que tuvieras razón. Estamos apresurando las cosas
y no es como si tuviéramos que hacerlo necesariamente ahora.
—Ejem…
347
El Club de las Excomulgadas
estuviera bromeando-, pero no estuviera completamente seguro.
—No, no.
*****
348
El Club de las Excomulgadas
mientras me asomaba hacia la alfombra. Adam tiró de mí hacia arriba.
—¿Estuvimos?
—Brevemente, sí.
—Bueno, o fue tan bueno que perdiste la noción de dónde estábamos, o fue
tan malo que estabas demasiado ocupada haciendo la lista de la compra.
Otra risa, ésta vibró a través de mí cuando tiró de mí para ponerme encima
suyo.
—No, era la opción uno. Has sido muy bueno. Claro que ya me lo esperaba.
Había oído eso sobre ti.
349
El Club de las Excomulgadas
les gusta compartir.
—Nunca me molestó. Siempre pensé que ya que tenías que esperar por mí,
bien podrías ir ganando algo de práctica.
Se echó a reír.
—Bueno, también tú eres muy buena. Puedo recordar el suelo, pero sólo
porque me golpeé la rodilla con la mesita de noche. De lo contrario, sería todo un
borrón. Un agradable borrón.
350
El Club de las Excomulgadas
Sus ojos se entreabrieron y vaciló, como si, al igual que yo, tuviese que
tomarse un momento para aclarar su mente y recordar. Luego sonrió, deslizó su
otro brazo debajo de mí y me acercó para un beso lento y delicioso.
Se estiró por encima del borde de la cama, extendió el brazo y levantó mis
vaqueros. Saqué el teléfono del bolsillo.
Respondí.
351
El Club de las Excomulgadas
—Hola Elena. ¿Llegamos tarde? —comprobé mi reloj. Nos habíamos ido
hacía poco más de una hora.
*****
Tan pronto como atravesamos las puertas delanteras del hotel, vimos el
coche alquilado aparecer a toda máquina doblando la esquina a dos manzanas.
Clay pisó el acelerador. Nos encontramos con él en el bordillo y entramos de un
salto, sin siquiera conserguir cerrar la puerta antes de que despegara.
—Entendido.
352
El Club de las Excomulgadas
Ella asintió con la cabeza.
—Muy rápida.
—Supuse que estaba en vibrador. Pero ya veo lo que quieres decir. Podría
haber sido sólo una excusa.
Después de que Lester entró, pareció dar por terminada la noche, lo que
significó que nos quedamos ahí fuera, patrullando el perímetro con un escuadrón
de tipos que realmente no apreciaban nuestra intromisión. Especialmente cuando
sus órdenes procedían ahora de alguien que era a la vez mujer y un hombre lobo.
Elena se comportaba como si no se diera cuenta de sus reservas.
Dado que la propiedad era un rancho, había una gran cantidad de superficie
18
La serie como en el Libro escrito por Burt Hirschfeld (Los Hombres de Dallas) cuenta las turbulentas
relaciones de los Ewing, una familia multimillonaria, poderosa y muy influyente en el estado de Texas,
teniendo como escenario principal el negocio del petróleo en la empresa familiar Ewing Oil, y en segundo
plano el ganadero a través de su rancho Southfork, en el cual la familia vivía, cercano a la ciudad de Dallas,
(Texas, Estados Unidos).
353
El Club de las Excomulgadas
que vigilar. Aunque, si alguien tenía la intención de entrar ilegalmente, no se
escondían en el granero del heno, porque ahí es donde el equipo táctico se había
establecido, en el segundo piso sin usar, un lugar que les daba un buen punto de
observación sobre la casa.
—Cierto —dijo Elena—Siempre quieren estar juntos. Lo cual sería más fácil
si compartieran algún interés común además de los conejitos. Típico de niños.
Sonreí.
—Sí, típico de niños de cinco años, tocar Metálica y aprender francés por
diversión. En cuanto a los conejitos, no voy a tocar ese tema.
354
El Club de las Excomulgadas
—No lo hagas. De todos modos, parece una noche normal en la casa de
Lester. Los niños peleando mientras que la mamá les dice que dejen discutir antes
de que su padre baje para regañarlos.
—Porque soy mucho más aterradora que él —dijo Elena—Ahora bien, si tan
sólo pudiera convencer a todos los callejeros en el país para verlo de esa manera.
Adam dijo:
—Lo lamento. Sólo iba a decir que si está arriba solo, alguien podría llegar a
él sin que el resto de la familia se dé cuenta.
—La casa es segura —dijo el jefe del equipo táctico, un tipo llamado Eagle.
Él había seguido trabajando como si no estuviera escuchando, pero claramente lo
había hecho. —Tenemos hombres vigilando cada ángulo y llevan en sus puestos
desde llegamos. Después de llegar al lugar, revisamos la casa con los scanners
térmicos para asegurarnos de que no hubiera nadie ya allí, escondido. Nadie ha
entrado en esa casa sin nuestro conocimiento.
Eagle ladró una orden al tipo que manejaba el equipo, como si fuera su
355
El Club de las Excomulgadas
supervisor. Unos minutos más tarde, el técnico estaba extendiendo los planos sobre
la mesa.
—No me gusta cómo suena todo esto —murmuró Elena—¿Qué hora es?
—Debido a que hay una muy buena razón para dejar la cena temprano,
volver a casa, e ir a la cama a las nueve.
—Debe haber sido antes de que llegáramos a él. Lleva un tiempo hacer
efecto.
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El Club de las Excomulgadas
corrido a esconderme. Eagle solo se quedó allí parado, sonriendo levemente.
—Pruebe de nuevo.
—No se atreva…
Elena lo tuvo cogido por el cuello con los dos pies en el aire y clavado en la
pared, antes de que pudiera decir otra palabra.
Había otros dos oficiales además del tipo técnico en el granero. El tipo
357
El Club de las Excomulgadas
técnico decidió que su equipo parecía muy interesante y se mantuvo muy ocupado
con el. Los oficiales se volvieron hacia Clay.
—Soy una persona razonable, así que le dejé intentar ponerse en contacto
con los Cortez. Pero no es razonable que espere que yo aguarde a que le devuelvan
la llamada cuando nuestro objetivo puede estar infectado. Ah, ¿y un consejo? —lo
atrajo poniéndolo al nivel del ojo—Debe pensar que es muy ingenioso acusar a una
—Zorra.
Miré a Elena.
—Sí, señora.
358
y a salvo.
—Gracias.
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Kelley Armstrong - Trece - Serie Mujeres de Otro Mundo L
El Club de las Excomulgadas
—Está en el otro extremo del segundo piso. El ático no se extiende tan lejos,
así que no hemos logrado obtener una línea dentro —tomó un par de auriculares—
Pero tenemos el sonido. Acabamos de serpentear el cable lo suficientemente lejos
para recoger niveles decentes.
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El Club de las Excomulgadas
Su compañero gruñó.
—Lo cual sería mucho más útil si ese chico apagaría el maldito videojuego.
Tenía razón. Podíamos oír la música atronando a todo volumen, incluso sin
auriculares. Uno de los Grand Theft Auto19, por como sonaba.
—¿Maury? ¿Por qué está cerrada la puerta? Les dije a los muchachos que no
19
Grand Theft Auto (GTA) es una serie de videojuego, creada por David Jones y luego por Sam
Houser y Dan Houser. Originalmente fue creada por DMA Design, que posteriormente pasó a
llamarse Rockstar North, de la empresa Rockstar Games. Grand Theft Auto cuenta la historia de
distintos criminales y aunque sean varios, por una razón se van relacionando y envolviendo en
problemas a más personajes conforme va pasando el tiempo, generalmente los protagonistas son
antihéroes.
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El Club de las Excomulgadas
te molesten. Saben que no te sientes bien.
Como Lester siguió sin responder entró, lanzando una advertencia en voz
alta mientras lo hacía. Además cerró la puerta, lo que determinó que su voz
desapareciera bajo el estruendo de la música.
Un momento más tarde, hubo una exclamación que incluso yo pude oír.
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El Club de las Excomulgadas
Uno de ellos nos llevó hacia la trampilla. La abrimos. Había un juego de
escaleras que se podían hacer descender, pero no nos atrevimos a usarlas. Me
incliné hacia fuera, asegurándome de que el camino estuviera despejado y luego me
puse en posición para saltar.
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El Club de las Excomulgadas
para correr si eres divisada.
Adam respondió:
Podía ver la cama, con las mantas enmarañadas en mitad en el suelo. Aparte
de eso, nada. Me incliné un poco más lejos. Había cuatro puertas. Dos estaban
abiertas, pero el ángulo era malo para ver a través de cualquiera de ellas. Me
concentré en escuchar, pero el estruendo de la música abajo había subido otro nivel.
Un crujido detrás de mí. Me giré. Nada allí. La música abajo se elevó otro
punto.
—Ojalá —murmuró Elena—Si cortamos la energía sin duda haría que los
chicos vinieran corriendo.
364
El Club de las Excomulgadas
—Cierto.
Di otro paso y vi que las líneas no eran negras. Eran de color rojo. Y más
gotas rojas bajaban hacia el piso de madera. Sangre arterial a chorro.
Retrocedí.
—¿Adam?
—Uh…
—Y eso —dijo ella—Voy a jugármela y decir que Lester está infectado y que
el virus está funcionando muchísimo más rápido de lo que lo hizo con Bryce.
Tenemos a un hombre lobo.
—Comiendo —dije.
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El Club de las Excomulgadas
Clay al fondo de nuevo. Entonces Elena dijo para nosotros—¿No se escucha algún
signo de que ella… la señora Lester… de que aún esté viva?
—No.
—Sí.
Pero menos de dos minutos más tarde escuchamos pisadas subiendo las
escaleras.
—¡Mamá! —gritó una voz—Tienes que hacer algo con Rob. Cada vez que le
pido que lo baje, lo pone más alto.
Me las arreglé para conseguir cerrar la puerta con llave antes de que el niño
366
El Club de las Excomulgadas
llegase a la cima de la escalera.
—¿Elena?
Los pasos del niño resonaron por el pasillo. Al otro extremo de la radio no
se oía nada.
Mierda.
Adam había cerrado con cuidado la puerta del pasillo hacia el baño. Fuese
cual fuese la condición en la que Lester estaba, cualquier Cambio haría muy difícil
—Vamos, chicos. ¿Cerrada? ¿En serio? ¡Soy capaz de abrir esto desde que
tenía seis años!
Y a los dieciocho años él debería saber jodidamente bien que una puerta de
habitación cerrada no era para mantenerlo afuera, sino para decirle que no entrara.
Para dar privacidad a sus padres.
Otro gruñido desde el interior del baño. Escarbar de... ¿Pies? ¿Garras? No
podría decirlo. Sin embargo, cuanto más gritaba este chico idiota, más atraía a cual
fuera la bestia en la que su padre se había convertido. Así que abrí la puerta, lo
agarré y lo metí dentro de un tirón. Arrastré al chico hacia abajo. Al principio
367
El Club de las Excomulgadas
forcejeó, pero una vez que estuvo en el suelo conmigo a horcajadas sobre él, sólo
yació allí, boquiabierto.
Miré a Adam. Él estaba listo para ayudar, pero le hice señas para que
retrocediera. Yo estaba bien. El chico estaba simplemente tendido allí. A juzgar por
su complexión, no estaba en el equipo de fútbol. Por la vacuidad de su mirada,
tampoco en el equipo de ajedrez. O tal vez sólo estaba en estado de shock.
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El Club de las Excomulgadas
Adam asintió y partió, corriendo por el pasillo tan silenciosamente como
podía.
Lester golpeó la puerta con fuerza. Arrastré al chico fuera del camino,
encerrándolo bajo un hechizo de atadura mientras me asomaba con cuidado por la
puerta del pasillo al baño. Lester había vuelto a arrastrar los pies y a resoplar.
—Ha probado la puerta. Creo que se ha dado por vencido, pero… date prisa.
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El Club de las Excomulgadas
mostrando los dientes con trozos de carne ensartados. Bien, él no había cambiado
de nuevo. Nunca se había transformado físicamente en primer lugar.
—¿Papá?
Antes de que pudiera lanzar otra vez, Lester me golpeó con un martinete20
hacia el costado de la cabeza. Salí disparada. Mi estómago dio un vuelco. La
oscuridad amenazó con dejarme inconsciente, pero me tambalee levantándome.
20
Movimiento de lucha libre.
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El Club de las Excomulgadas
Lester ya estaba bajando ruidosamente las escaleras.
—Lo sé —dijo Elena mientras pasaba junto a mí—¿El otro hijo está…?
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El Club de las Excomulgadas
Cuando Lester finalmente cayó, Elena se acercó a la puerta y con una mano
enguantada, trabó el picaporte para que los chicos no pudieran salir.
—¿Qué…? —dije.
*****
—Tuve una llamada cuando estabais dentro. Era demasiado urgente para
ignorarla y estaba segura de que permaneceríais conectados a la línea si me
372
El Club de las Excomulgadas
necesitabais.
—Fallo técnica.
Elena asintió.
—Ella hizo una llamada a la sede Cortez más temprano esta noche —
continuó Elena—Quería hablar contigo. Dejó un mensaje urgente al pobre tipo de
la centralita, quien probablemente desearía haber llamado hoy diciendo que estaba
Elena asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Ese fue un arresto, no un secuestro —miré a Elena—¿Qué fue
exactamente lo que dijo Roni?
—Ouch.
—Según él, ella dio su nombre y dijo que tenía que hablar contigo. Insistió
Elena esquivó una pila de mierda de caballo sin siquiera una mirada hacia
abajo. Su nariz le mantenía los zapatos limpios. Los míos no habían sido tan
afortunados.
—¿Y vosotros?
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El Club de las Excomulgadas
toda la familia del objetivo estaba infectada. Pero no muestran todavía ningún
síntoma, por lo que no quiere actuar de momento aunque quiere que estemos allí
para cuando lo haga.
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El Club de las Excomulgadas
—Sí.
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El Club de las Excomulgadas
—Tuvimos que apagarlo durante el aterrizaje. ¿Qué pasa?
—Nada, por eso trataba de evitar que os bajarais del avión — hizo un gesto
hacia un coche de alquiler ilegalmente aparcado a un lado del camino. —Después
de los brotes en Austin y Dallas, Benicio decidió que deberíamos detener a los
objetivos secundarios, para asegurarnos. Los agentes de la Camarilla lo hicieron
hace veinte minutos.
Cuando Cassandra le entregó las llaves de Adam, él sonrió y las agitó hacia
mí.
—El tipo no tiene familia —dijo Adam mientras ponía el coche en marcha—
Su ex esposa vive en el este. Sin niños. Por eso creo que el grupo lo puso en la lista
de reserva. Es influyente y poderoso, pero no hay ningún vínculo familiar que
explotar.
—¿Petróleo? —pregunté.
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El Club de las Excomulgadas
—Algún tipo de político.
Cassandra me miró.
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El Club de las Excomulgadas
Lucas estuvo de acuerdo en que era lo más sensato. Habiéndose ido el
avión, conducir sería lo más rápido.
Era Aarón. Me di cuenta por el tono de voz de ella cuando respondió. Ellos
dos se habían conocido allá por el siglo XIX. Un montón de tiempo juntos, seguido
por un montón de tiempo separados. Culpa de Cass, naturalmente. Habían vuelto a
ser amigos desde hacía unos seis años y estaba segura de que habían sido amantes
durante un tiempo. Se notaba por la forma en que le hablaba.
Ese tono más suave no duró mucho tiempo esta vez. Ella se apresuró a
decir:
Él suspiró.
—Sip. Probablemente sea necesario, por mucho que odie la maldita cosa.
Suena como si todo el mundo estuviera hablando en un submarino. ¿Entonces
estáis todavía en la ciudad? Bien. Tenemos un problema.
—Te conseguiré algo de vino más tarde, Cass —dijo Aaron—Vi uno en de
tetrabrik en la tienda de la esquina. Seguro que es una gran cosecha. Ahora, el
problema. Hace diez minutos, los técnicos de la Camarilla interceptaron una
llamada al 911 desde la oficina de Jordan.
Me costó un segundo recordar que Jordan -Ron Jordan- era el nombre del
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El Club de las Excomulgadas
objetivo.
Aaron continuó.
—Era una de sus ayudantes. Dijo que se había quedado a trabajar hasta
tarde y que estaba enferma, muy enferma. También el hombre que trabajaba con
ella.
*****
Cualquiera que haya visto a Aaron Darnell nunca se preguntaría el por qué
Cassandra había tirado los tejos a Clay durante todos estos años. Aaron también
era un tipo rubio, guapo y con buena planta. Él era más grande y no tan guapo de
morirse, pero bien podrían haber sido hermanos.
380
El Club de las Excomulgadas
tener que mostrar una tarjeta de identificación, pero nosotros no habríamos
conseguido superarlos. El equipo de la Camarilla se había infiltrado en el edificio
antes cuando habían empezados a hacer un seguimiento de Jordan. Nos
encontramos con ellos en el aparcamiento y nos dejaron entrar.
Golpeó el botón del piso debajo del que había seleccionado. El equipo se
había instalado más temprano en una suite desocupada por encima de la oficina de
Jordan, desde donde pudieron perforar para tener video y audio. La habían
abandonado cuando Jordan se fue, pero se apresuraron a regresar después de la
llamada.
—Nosotros…
Aaron me detuvo.
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El Club de las Excomulgadas
de Jordan está infectado, no creo que alguien se lo haya metido a todos con agujas.
—Lo cual es lo que se supone que esta cosa es. Es mejor dejar que los chicos
de los SWAT y los vampiros nos ocupemos. No me preocupa recibir una dosis de
ADN de hombre lobo. De todos modos siempre pensé que ellos se divertían más.
—Bien.
Él sonrió.
—Ser cuidadoso sólo significa que vamos a vivir lo suficiente para correr
más aventuras.
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El Club de las Excomulgadas
El equipo irrumpió en la oficina de Jordan. Me esforcé por escuchar, pero
sólo recogí pisadas y silenciosas instrucciones de Estrada.
Entonces un débil gemido llegó desde el otro extremo del pasillo. Miré
alrededor buscando a alguien de nuestro equipo, pero todos ellos habían
desaparecido en la oficina. Adam y yo nos acercamos con cuidado hacia el sonido.
Una mujer joven iba haciendo su camino a lo largo del pasillo, apoyada
contra la pared mientras venía. Estaba cubierta de sangre. Empecé a ir hacia
adelante. Adam me agarró.
Ella nos vio y su cabeza cayó mientras trataba de hacer contacto visual.
Ella siguió arrastrando los pies, dejando una mancha de sangre a lo largo de
la pared. Sus brazos y su cara estaban cubiertos de profundos surcos que
chorreaban sangre. Sus piernas también tenían arañazos, sus medias hechas jirones.
—Quema. Quema.
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El Club de las Excomulgadas
camisa hecha jirones, el torso cubierto de arañazos, la mitad inferior un empapado
desastre sangriento. La otra era un muchacho recién salido de su adolescencia.
—El virus parece haber tenido más éxito con ella —dijo Cassandra.
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El Club de las Excomulgadas
Me moví hacia atrás rápidamente. Cass abrió la puerta de un baño privado,
asomó su cabeza dentro y miró por todas partes.
—Déjame probar.
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El Club de las Excomulgadas
Aaron asintió.
386
El Club de las Excomulgadas
Roni cerró los ojos fuertemente. Las lágrimas asomaron entre sus pestañas.
—Ojalá nunca hubiera oído hablar de vampiros. Ojalá nunca hubiera oído
hablar de nada de esto. Vampiros, hombres lobo, demonios — abrió los ojos y se
encontró con los míos. —Y brujas. En particular, ojalá nunca hubiera oído hablar
de brujas.
Cuán diferente había sido su actitud una semana atrás. Entonces ella era un
cazador de brujas que soñaba con ser una bruja. Una humana que soñaba con ser
sobrehumana. Había estado recibiendo transfusiones de sangre que Giles prometía
le otorgarían ese sueño mientras le enseñaban pequeños hechizos para ―demostrar‖
que funcionaba.
—Pensé que él iba a hacerlo todo mejor. Hacer un mundo mejor. Eso es lo
que dijo y lo hizo sonar tan real que todos le creímos. Lo seguimos. Hicimos todo
lo que nos pidió —abrió los ojos—¿Descubriste quién es en realidad?
—Él dijo que eso no era cierto. Dijo que averiguó el secreto de la
inmortalidad y que como no se lo dio a sus enemigos, ellos contaron esas mentiras
acerca de él. Que lo hicieron ejecutar. Excepto que él no murió, porque había
encontrado la inmortalidad a través de su investigación.
387
El Club de las Excomulgadas
Algunos le creían tanto que se ofrecieron voluntarios para ser sujetos de prueba.
Otros quedaron esperando, pero después se cansaron de esperar. Como Dave.
—¿Dave?
Ella miró hacia la parte trasera del avión, donde el resto de los heridos
estaban en cuarentena.
—Olvídate de cómo lo hizo —dije—. Por tanto sólo estaban esos tres, luego
se fue Jordan.
—Había otra mujer que venía del otro extremo del pasillo. Se pasó para
charlar.
388
El Club de las Excomulgadas
—Así que Dave decidió ayudarse a sí mismo —le dije a Roni.
Ella se estremeció. Aaron tiró de las mantas hacia arriba para taparla y ella
susurró su agradecimiento, luego dijo:
—Esos son los que quedan. Los que están tan locos como Giles. Y algunos
que simplemente siguen esperando. Que se siguen diciendo a sí mismos que Giles
no está loco, que sólo está…
Ella asintió.
Roni continuó.
—Luego escuchamos lo del metro y la boda, y Giles dijo que era una señal
de que teníamos que actuar con mayor rapidez. Pero oír hablar de personas
muriendo por causa de sobrenaturales hizo que algunos miembros creyeran lo
contrario.
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El Club de las Excomulgadas
—Que revelarnos a nosotros mismos podría ser una mala idea.
—Al menos que deberíamos ir más despacio. Luego murió Thomas Nast y
la gente hablaba de ángeles y demonios y… solo…
Ella asintió.
—Él dijo que funcionaba. Que habían terminado los ensayos y que Bryce
Bajó la mirada y supe que lo que fuera que se había estado diciendo a sí
misma, todavía había esperado estar equivocada.
—¿Hay dos cepas del virus? —dijo Adam. Había regresado a mitad de la
conversación—El de Austin parecía diferente.
Ella asintió.
—Ese tiene que ser inyectado. El otro se puede transmitir a través del agua o
los alimentos, lo que es más fácil pero las posibilidades de que funcione no son tan
altas.
390
El Club de las Excomulgadas
Dice que Lucifer es la clave. Que Lucifer puede hacer que funcione.
—En Indiana.
—¿Dónde en Indiana?
*****
Sus heridas habían sido graves. Él me dijo que había dudado que lograra
hacer el viaje. Siguió asegurándolo hasta que Adam le dijo que se callara. Yo no le
había preguntado si mi interrogatorio la condujo a la muerte. Entendía que quizá
no había ayudado, pero necesitamos esa información.
391
El Club de las Excomulgadas
No me había agradado Roni. Ella había conseguido que me secuestraran y
podría haber conseguido que mis amigos murieran y todo porque ella quería
poderes sobrenaturales para poder ser “especial”.
Estaba tirando de uno cuando Roni tiró hacia atrás, sacudiendo su brazo.
—Está infectada.
392
El Club de las Excomulgadas
Después de al menos diez segundos, oímos otro susurro del cadáver.
Esa parte era cierta… Kimerion había estado sin contactar durante días.
—Lo sabemos.
—Hope —dije—Él cree que su sangre abrirá las líneas de comunicación con
Lucifer. Que le permitirá a Giles ofrecer su lealtad. Hacer un trato.
—¿Qué?
Adam respondió.
393
El Club de las Excomulgadas
—Va a amenazar con matar a Hope y a su bebé.
394
El Club de las Excomulgadas
Hope
Ella podía hacer que parara. Decirle que la estaba mareando y que le
impedía descansar un poco. Pero disfrutaba viéndolo pasear. Llevaba sólo unos
pantalones de chándal y la vista era muy agradable ciertamente, los músculos
ondulándose bajo la piel con cicatrices. No era una vista que consiguiera ver fuera
Hope le miró de los pies a la cabeza. Él se rio y se inclinó hacia adelante, las
manos en el borde de la cama.
—Podrías...
—Lo haré.
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El Club de las Excomulgadas
—No esta noche —dijo ella, alejando sus manos antes de que cambiara de
opinión.
—¿Nunca pensaste que llegarías a oír estas palabras de mi? Lo siento. Pero
estás distraído y prefiero esperar hasta que no lo estés. De lo contrario... — bajó su
voz—Es menos que perfecto.
Ahora fue el turno de él para reírse. Era lo que pasaba con Karl que los
demás no entendían. Su ego podría apenas caber en una habitación, pero él lo
sabía. Era como ese cuerpo musculoso, desarrollado como una manera de tratar
con su mundo y por lo tanto una parte de él que no le costaba mucho mantener.
Karl sabía lo que era. Un luchador de primera clase. Un incomparable ladrón de
—Genéticamente imposible.
Hope se echó a reír y se acercó más, cerrando sus ojos para deleitarse con el
calor de su cuerpo. La mano de él se trasladó a su estómago.
396
El Club de las Excomulgadas
Su mano masajeó su estómago.
La sábana se sacudió cuando el bebé dio una patada. Ella le lanzó una
mirada.
—¿Feliz?
—Lo siento.
Él frotó el sitio. Ella suspiró, pero sólo por hacer teatro. En estos días, ella
sabía que era mejor no decirle cuando su hija se quedaba quieta. Sólo conseguía
Hope recordó la primera vez que se había encontrado con Karl Marsten. En
un museo para recaudar fondos donde estaba decidido a robar algo y ella había
estado decidida a detenerlo. Si alguien le hubiese dicho que un día estaría casada
con Karl Marsten, se habría reído hasta que se le saltaran las lágrimas. Podría
haberse educado como un miembro de la alta sociedad, pero Karl era exactamente
el tipo de hombre que se había pasado la vida evitando. Incluso después de que se
convirtieran en amigos, la idea de terminar aquí en su cama, llevando puesto su
anillo, no habría pasado por su cabeza. Bueno, tal vez sí la parte de “en su cama”.
Pero definitivamente no la del anillo. ¿Y el bebé? Incomprensible. Karl Marsten no
era el tipo de hombre que se ataba a una mujer y niños.
397
El Club de las Excomulgadas
¿Cuándo comenzarían una familia? Bueno, él quería una. Es decir, si ella
quería una. Él esperaba que ella quisiera una. Pero no había prisa. De verdad que
no. Ella tenía su carrera y, por supuesto, cuando ella estuviese lista, él asumiría su
parte de responsabilidad. Incluso más de la parte que le correspondía, si eso
ayudaba. Pero realmente dependía de ella. Totalmente de ella. Así que... ¿cuándo
quería ella comenzar una familia?
Ahora. Eso es lo que ella había dicho. Ahora. Y aunque no había manera
de saberlo a ciencia cierta, nadie la convencería de que su hija no fue concebida esa
noche. Su noche de bodas.
—Lo sé. Sólo estoy... Supongo que no eres el único que está distraído.
Hope volvió a suspirar. Suponía que esa vena protectora era el precio que
pagabas por estar con un hombre lobo, pero incluso Clayton parecía sumamente
despreocupado acerca de su familia comparado con Karl. No quería ni pensar en lo
que sería cuando su hija tuviera la edad suficiente para salir con chicos. Podría ser
conveniente que se acostumbrara al hábito de monja desde el nacimiento.
398
El Club de las Excomulgadas
Karl estaba ahora de pie en el pasillo, inclinado sobre la barandilla de la
escalera, tratando de escuchar la conversación. No necesitaba esforzarse. El guardia
era uno de esos tipos que suele verse en el transporte público, que no acaba de
confiar en las cualidades de amplificación de la tecnología moderna y que
prácticamente grita en el micrófono receptor.
—¿Qué está pasando? —Karl gritó hacia abajo cuando el guardia colgó.
El guardia pareció aliviado cuando Karl dijo que no. No lo culpaba. Aunque
Karl tenía cuidado de no comer demasiado en público -incluso ante aquellos que
sabían que era un hombre lobo, ya que lo consideraba grosero- los guardias
nocturnos se habían llegado a encontrar la nevera vacía. A pesar de lo alto que
funciona el metabolismo de un hombre lobo normal, no era nada comparado con el
de uno estresado.
Karl retrocedió hacia el dormitorio, cerró con llave la puerta. Ella echó hacia
atrás la sábana y él se subió a la cama, atrayéndola para un beso que la hizo decidir
que tal vez no estaba tan distraído como se temía y…
Sonó el timbre. Karl gruñó ante la interrupción. Hope se rio, envolvió sus
manos en su pelo y tiró de él de nuevo hacia abajo…
399
El Club de las Excomulgadas
La habitación se hizo un remolino con una oscura visión. Un destello de luz.
Una voz decía: “¿Qué demonios?” Hubo un suave silbido de una pistola con
silenciador. Otro destello. Un hombre yaciendo en el suelo, con los ojos abiertos y
la mirada fija, junto a su cabeza una caja de pizza, las porciones derramadas.
Karl estaba fuera de la cama antes de que pudiera soltar otra sílaba. Una
Así que asintió con la cabeza y se puso de puntillas para besar su mejilla,
pero era demasiado tarde y él ya se había girado alejándose sin darse cuenta. Quiso
volver a llamarlo. Sólo espera. Espera un momento. Por favor, por favor, por favor.
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El Club de las Excomulgadas
cruzando la alfombra. Y se fue.
Caos. Era comida y bebida para un demonio. Era una droga para ella. Hay
caos bueno, como la feliz confusión o una alegre celebración, pero eso era como
Ella no quería quedarse aquí encogida de miedo. Quería estar al lado de él.
Pero sabía que, incluso si tuviera la energía para luchar, si mostraba su cara fuera
de esta habitación, ellos dejarían lo que estuviesen haciendo y se centrarían en
conseguir llegar a ella… y a su hija.
401
El Club de las Excomulgadas
y…
Por supuesto que él no había cerrado con llave. Sería como poner un letrero
diciendo, “¡Hope está aquí!”.
Debería haber cogido un arma. Algo, cualquier cosa, así no estaría allí
encogida, esperando a ser descubierta. Todo lo que podía hacer ahora era estar
quieta y en silencio.
Los pasos rodearon la cama. Se detuvieron ante el armario. Tensó todos los
músculos, lista para saltar, para atacar. Otros dos pasos. ¿Pasando de largo? ¿Estaba
—Lo haré tan pronto como dé un paso atrás, señor. No quiero hacerle daño
a ella, pero mis órdenes son traer de vuelta al niño. Tenemos un médico fuera, listo
para hacer dar a luz al niño si algo sale mal.
402
El Club de las Excomulgadas
Un disparo. Hope se tambaleó con el golpe, sintiendo que la golpeaba, el
dolor surcando la parte posterior de su cráneo.
¿Parte posterior de su cráneo? No, eso no era posible. Ella estaba de frente
al… miró hacia la cara del hombre. La sorpresa mientras se tambaleaba quitándose
del camino. Fuera del camino de Karl. Karl arrojándose hacia adelante. Karl
cayendo.
Karl golpeó el suelo. Hope dio un salto saliendo, gritando y se dejó caer a su
lado. Vio la sangre en la parte posterior de su cráneo. Vio el agujero de bala. Lo vio
Nada.
403
El Club de las Excomulgadas
Llamé a Benicio para contarle lo del nuevo objetivo de Giles cuando salimos
del avión. Me dijo que Hope y Karl estaban en su apartamento, lo cual no era
sorprendente dada la hora. Ya había cinco guardaespaldas allí, dos en turno de
descanso en la puerta de al lado dado que Jeremy y Jaime todavía estaban en
Dallas, y tres en el apartamento mismo. Benicio los había puesto a todos en servicio
para presionar para que Hope regresara a la sede.
—Sí, ya sé que él no me respeta como lo hace con Elena, pero podría ser
capaz de hablar con él. En el peor de los casos, pasaremos el rato ante la puerta de
su casa hasta que llegue Elena.
*****
404
El Club de las Excomulgadas
con camionetas para robar.
405
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Rápidamente envié un mensaje de texto a Benicio. El teléfono dejó de
zumbar. Dos segundos más tarde, el mío vibró con una llamada entrante de
Benicio.
—Eras tú —dije—Mierda.
La puerta principal estaba cerrada con llave y no iba a abrirse con una tarjeta
de crédito. O con un hechizo de cerradura. No habíamos traído ninguna
herramienta, así que tuvimos que sacar el armamento pesado: el poder de Adam.
Eso significaba encontrar otra puerta para derribar: una puerta delantera quemada
podría alertar a la furgoneta de seguridad en su próxima ronda.
Entramos. Antes, cuando esto era un patio, seguro que la puerta daba a la
406
El Club de las Excomulgadas
cocina o la sala de estar. Pero, aunque Benicio dejó el exterior igual, para adaptarse
a las normas del consejo de la comunidad de propietarios, había destripado y
renovado el interior. La puerta trasera ahora daba a un pequeño vestíbulo con
alfombrillas y zapatos. Un código era requerido para pasar por la siguiente puerta
de acero. Por suerte, Benicio nos lo había dado.
Encendí una bola de luz. Falló la primera vez. Culpa mía. Por mucho que
tratara de actuar con frialdad, mi corazón estaba acelerado y no podía
concentrarme. Lo intenté de nuevo y, justo cuando las últimas palabras salían de
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El Club de las Excomulgadas
atrás en un ángulo imposible.
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El Club de las Excomulgadas
Ni siquiera había levantado las manos para protegerse de Adam. Había una
pistola a la derecha en el suelo junto a él, pero no hizo ningún movimiento para
cogerla.
Karl.
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El Club de las Excomulgadas
Recordé su expresión. Perdido. Se veía perdido. Un hombre que siempre sabía
exactamente lo que quería y sabía exactamente cómo conseguirlo, enfrentado al
conocimiento de que la mujer que amaba estaba sufriendo y de que no había nada
que pudiera hacer al respecto. Que ella estaba en peligro y no había nada que él
pudiera hacer, excepto permanecer a su lado y luchar por ella.
Él había hecho todo lo que pudo. Teniendo en cuenta todo lo que podía
hacer. Y aun así no fue suficiente, porque nunca era suficiente, nunca podría ser
suficiente.
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El Club de las Excomulgadas
Oí a la cirujana decirle a Benicio que era un milagro que Karl hubiera vivido
tanto tiempo y que tal vez deberían solo mantenerlo cómodo y tratar de revivirlo el
tiempo suficiente para que su Manada se despidiera. Benicio le dijo que metiera a
Karl en ese quirófano y se asegurarse de que viviese lo suficiente para saludar a su
hija. Una verdadera hazaña. Una que ni siquiera pensaba que Benicio se creyera
que podía suceder, pero su tono fue el incentivo que la cirujana necesitaba.
Cuando llegaron Jaime y los hombres lobo, fue Elena quien se lo tomó peor,
ya que era la más cercana a Hope y Karl. Clay se quedó a su lado, pero no trató de
calmarla. Calma no era lo que necesitaba. Ella se encargó de todo, consiguiendo los
detalles de la condición de Karl, aunque necesitara a Jeremy para traducir la jerga
médica. Luego trasladó su atención a los esfuerzos para rastrear a Hope,
dirigiéndose a subir las escaleras con Clay para ver qué se estaba haciendo.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Quieres ir con ellos? —Adam susurró mientras se iban.
Miré hacia el quirófano. Quería saber lo que sucedía allí dentro, pero
sentarme con Jaime y Jeremy no iba a ayudar a Hope. Siempre que alguien
estuviera aquí para hablar por Karl, yo necesitaba exactamente lo que Elena
necesitaba: acción.
—Sé que esto puede ser la última cosa en tu mente ahora mismo, Savannah
—dijo—Pero tu madre descubrió quién se llevó tus hechizos. Es una larga historia,
pero la versión corta es que ella está buscando como establecer contacto con él. No
es fácil. Él es...
—Yo también sé lo que son —dije—Los cacodemonios son del tipo que hace
tratos y bebés. Demonios del Caos. Los eudemonios no tienen hambre de caos, lo
que significa que tienen poco interés en nuestro mundo. Son observadores
imparciales. Ni demoníacos, ni celestiales.
—Sí, bueno este tiene problemas con la parte de imparcial. Creo que lleva
observando desde hace mucho tiempo y está ansioso por levantarse de su asiento e
involucrarse. No es la primera vez que lo hace. Tanto tu madre como yo hemos
tenido encontronazos con él.
—Aratron —dije.
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El Club de las Excomulgadas
—Sip. No sabemos por qué lo ha hecho. Él ha sido de gran ayuda antes.
Esto no es de gran ayuda.
*****
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El Club de las Excomulgadas
al hombre al hospital de la Camarilla para “un examen más a fondo y tratamiento” tan
pronto como Benicio terminara de interrogarlo. El médico no dijo nada acerca de
su condición o pronóstico, pero su tono tranquilo sugeriría a un hombre asustado
que el tratamiento era posible y que, cuanto antes respondiera las preguntas de
Benicio, más pronto conseguiría el tratamiento. Cuando estás tendido en una
camilla y paralizado, aceptarás el optimismo de dondequiera que lo encuentres.
Brett -ese era su nombre- comenzó con todo el lamento de “todo salió mal”
que habíamos escuchado de Roni. Por lo menos ella había tenido el sentido común
de convertirse en una chivata y alertarnos de los ataques. Brett sólo estaba
experimentando su epifanía ahora que su vida estaba en juego.
—Va a usar a Hope Adams para convocar a Lucifer —dijo Brett—No estoy
muy seguro de cómo.
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El Club de las Excomulgadas
Brett asintió.
—Manteniendo todo muy secreto; así sería una gran sorpresa. Una vez que
la tuviera, dejaría que todos lo supieran. Si no volvían, estarían expulsados.
Bueno, si algún tipo me hubiese dicho “Hey, ven a ver como convoco a Lucifer y
amenazo con matar a su hija y a su primer nieto”, me habría subido al primer avión en
la dirección opuesta. Pero éstos eran sobrenaturales normales y no tenían más
experiencia con los demonios que el humano promedio. No saben demasiado.
—Tan pronto como sea posible. Pero tiene que dar tiempo a la gente para
Ahí es donde Brett, al igual que Roni, fue mucho menos útil. Solo los
miembros selectos conocían la ubicación. El resto sabía que volaban al aeropuerto
de Indianápolis, donde eran recogidos por una furgoneta y llevados por zonas
rurales durante un par de horas.
—No, no podrán —dijo Brett—Giles sabía qué los demonios y las deidades
se involucrarían e interferirían. Eligió una ubicación que no pueden encontrar. Él
puede convocarlos allí, pero ellos no pueden encontrarlo por su cuenta.
No había nada más que él supiese que pudiera resultar útil, por lo que lo
dejamos entonces, a las atenciones del equipo médico de la Camarilla.
*****
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El Club de las Excomulgadas
Cuando salimos con Benicio, le pregunté a Adam:
—¿Sabes de qué tipo de lugares está hablando? ¿Esos que los demonios no
pueden encontrar?
—Si es que siquiera son conscientes, esa es la cuestión —dijo Adam. —Hay
*****
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El Club de las Excomulgadas
había visto. Los empleados no estaban encantados de haber sido sacados de la
cama tan temprano, pero estuvieron un poco más felices cuando se encontraron
con un bufé de desayuno gourmet esperándoles y mucho más felices cuando
Benicio les prometió a todos tres días de paga por las molestias, además de primas
para cualquier persona que trajera información útil.
Esperaba que Adam contara para esas primas, ya que puso en evidencia a
todo el equipo de la Camarilla. Se centró en sitios que los historiadores
sobrenaturales denominaban “espiritualmente bloqueados”. En otras palabras, sitios
que los espíritus de orden superior decían que eran incapaces de localizar.
Ahora bien, si a tu persona promedio se le pide que busque la línea ley más
cercana, va a tener algún problema. Lo mismo con los sobrenaturales. Por tanto
hay cerca de un centenar de ―puntos calientes‖ que son conocidos entre los
profesionales. Si los sobrenaturales acuden en masa a estos sitios y realizan rituales
durante un siglo o dos, místico o no, vas a joder el mojo de ese lugar. Se convierte
en espiritualmente bloqueado, lo cual es genial, porque entonces no tienes que
preocuparte por los invitados no deseados. Y eso significa que los lugares se
vuelven aún más populares.
417
El Club de las Excomulgadas
*****
Karl había salido del quirófano. Había sobrevivido, pero ahora la cirujana
decía que sería un milagro si llegaba al mediodía.
—Miente. ¿Sabes lo que le importa a ella? Lo mismo que les importa aquí a
todos los demás. Uno, impresionar al jefe. Dos, no cabrear al jefe.
—Ella simplemente no quiere que lo sepamos —dije—Si dice que las heridas
de bala no eran críticas y él muere, ella estará metida en problemas. Si actúa como
si estuviera a punto de morir y lo salva, consigue muchos puntos extras.
Jeremy asintió.
—Se matará a sí mismo yendo tras ella —dijo Elena—Voto por mantenerlo
sedado.
Jeremy asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy de acuerdo.
—No voy a ir a Indiana. Karl debería tener a alguien aquí que lo conozca,
para hablar por él si las cosas van mal. Como Alfa, deberías liderar el rescate.
Como Alfa electa, yo debería permanecer con Karl.
—No —dijo Jeremy—Tú eres más capaz para asumir un papel activo en el
terreno de juego. Tu irás en mi lugar.
—No poseo ninguna habilidad que Clay no tenga. Tú sí. Si Hope está en un
—Así que está decidido —dijo Elena—Ahora, por favor iros. A fin de
mantener a Karl en calma cuando despierte, necesito de verdad buenas noticias.
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El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cuarenta
Tres horas más tarde, estábamos en el medio de ninguna jodida parte.
—Es un campo de maíz —le dije, agitando mis brazos—Incluso la gente que
vivía aquí tuvo el sentido común de largarse.
Señaló más allá de la tienda de campaña que habían establecido como base.
Había un decrépito cobertizo a unos seis metros de distancia. Miré alrededor, luego
lancé un rápido hechizo de desenfoque sobre nosotros. Cuando estuvimos detrás
del cobertizo, Adam me atrapó en un fuerte abrazo. Respondí al abrazo y esperé
por la fase dos. Al ver que no llegaba, me eché hacia atrás para mirarlo a la cara.
—¿Mejor?
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El Club de las Excomulgadas
Se echó a reír.
—Cierto.
—Así que esto es lo mejor que puedo ofrecer, por patético que resulte.
—No es patético —dije y le rodeé con mis brazos, enterré mi rostro contra su
cuello y cerré los ojos, escuchando el lento latido de su corazón, la tensión
deslizándose de mi espalda mientras él la frotaba.
Nos apartamos rápido, pero era demasiado tarde. Lucas estaba justo allí,
con Paige detrás de él.
—Puedo ver lo que estabais haciendo —la voz de Lucas era tan fría que me
estremecí, pero no era a mí a quien estaba mirando fijamente.
—Buena idea.
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El Club de las Excomulgadas
seguridad personal y las expectativas que podrían generarse al invitar a un chico a
entrar en una casa vacía. ¿Con Lucas? Silencio. Decepción creo, aunque también
confusión, como si realmente hubiera esperado algo mejor de mí. Más inteligencia
de mi parte.
—Mierda, lo siento —le dijo Adam a Paige cuando Lucas se fue—De verdad
que lo siento.
Di un paso adelante.
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El Club de las Excomulgadas
—Yo nunca he dicho eso. Él es el único que no va a estar encantado —hizo
un gesto hacia Lucas que ahora desaparecía dentro de la tienda. —Le dije que esto
iba a pasar. Él pensaba que yo estaba “leyendo mal la situación”. Pfft. Después de
ocho años, pensarías que tiene el suficiente sentido común como para confiar en mí
en ese tipo de cosas y aceptar que, a pesar de lo brillante que es él, no tiene la más
mínima capacidad de lectura emocional —sonrió ante la expresión de Adam. —
¿Qué? ¿Crees que no me lo figuré? ¿Cuánto hace que te conozco? Incluso puedo
decirte cuándo cambiaron las cosas. El año pasado. Después de que Savannah te
salvara el culo en ese caso del semi-demonio en Ohio. ¿Tengo razón?
—Um, síp.
—No hay de qué. Todavía estás de mierda hasta el cuello con Lucas y yo no
lo voy a arreglar por ti. Este no es el momento para arreglarlo, pero empezar a
hacerlo no sería una mala idea.
—Entendido.
Se alejó trotando.
—¿Feliz?
—Mucho.
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El Club de las Excomulgadas
Ella me dio un apretón cariñoso.
—Bien.
*****
El complejo del SLAM era una especie de viejo refugio antiaéreo, rodeado
por todos los lados por un par de cientos de metros de terreno baldío y rocoso.
¿Más allá de eso? Campos de maíz. Miles de hectáreas de campos de maíz
propiedad, como dijo Adam, de algún conglomerado que en gran medida parecía
contento de dejarlo crecer. Y también se había dado por satisfecho, supongo, al
vender o arrendar el refugio y la parcela de tierra alrededor.
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El Club de las Excomulgadas
pero no había manera de acercarse lo suficiente para utilizar los escáneres térmicos
y ver cuántas personas custodiaban la entrada.
Finalmente los Boyd acordaron que lo mejor era examinar todas las demás
vías primero. Teníamos cubierta la salida del camino por equipos de operaciones
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El Club de las Excomulgadas
encubiertos, así que no era como si las personas atrapadas en el bunker pudieran
escapar.
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El Club de las Excomulgadas
—Tendría que ser una distracción que no proclame ―estáis rodeados por
equipos SWAT‖.
—¿Qué pasa? —dije mientras trotábamos alrededor del recodo más lejano de
nuestra pista improvisada.
—Si tienen que cubrirme, bien podrían llevarse a alguien más útil. Como tú
o Clay.
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El Club de las Excomulgadas
—Dijiste que querías dejar que Aratron fuera quien lo manejara, pero creo
que tenemos que intentar convocarlo. Conseguir que vuelvan tus poderes.
Corrimos pasando más allá de la base. Los oficiales tácticos estaban de pie
en grupos, algunos me miraban con placer, algunos nos fulminaban con la mirada,
como si les estuviéramos poniendo en evidencia por hacer uso de nuestro tiempo de
inactividad.
—He estado viendo rituales en los viejos libros —hizo una pausa—Rituales
que conllevan una semana de preparación, utilizan ingredientes de los que nunca
—Muy útil.
Nos detuvimos y nos giramos para encontrarnos con uno de los oficiales, un
hombre moreno de unos treinta años, abriéndose paso con cuidado a través del
campo de maíz.
—¿Escuchando a escondidas?
Él sonrió. No fue una gran sonrisa, apenas una expresión de diversión, pero
lo reconocí.
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El Club de las Excomulgadas
al principio, pero se estaba volviendo aburrido —hizo un gesto para que lo
siguiéramos— Vamos niños. Tenemos que hablar.
—Sí, pero…
—Oh, no era una queja. No hay manera de que Jaime se ponga en contacto
conmigo, incluso si se hubiera sentido inclinada a hacerlo. Sólo se trataba de una
mera observación. Meditaba sobre cómo, al parecer, las cosas han dado un giro
completo. Desde Hope Adams y hasta Hope Adams. Interesante, ¿no os parece?
—Si somos capaces de organizar una reunión con Hope más tarde, lo
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El Club de las Excomulgadas
haremos para ti —dijo Adam—En cuanto a lo de entrar, estábamos pensando…
—Bien, entonces…
—Has cruzado una línea que no deberías haber cruzado —le dijo Asmondai
a Aratron.
—¿Es una amenaza, demonio? Por favor, dime cómo planeas llevarla a
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El Club de las Excomulgadas
cabo. Tu clase no tiene dominio sobre la mía. De hecho, si no recuerdo mal, es al
revés. No es que hayamos invocado ese poder en milenios, así que no estés tan
resentido, pero un recordatorio podría ser necesario.
—Oh, síp —dije—¿Un saco de mierda de primera clase que se cree que es el
amo de los zombies? El Consejo se ha peleado con él un par de veces. Parece
pensar que las leyes contra la esclavitud no se aplican a los muertos. ¿Así que está
—Sí —dijo Aratron—Y esa es la razón por la que de Rais espera. Ha enviado
un mensaje diciéndole a Scott que ahora tiene a la hija de Lucifer, que es la ruta que
el propio nigromante propuso después de su fracaso con Walter Alston. De Rais
espera que Scott regrese.
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El Club de las Excomulgadas
— Imposible, me temo. Él es, en este momento, uno de esos caparazones
vacíos que una vez explotó.
—¿Está muerto? Bueno, no puede llevar muerto mucho tiempo, así que si
sabes dónde está su cuerpo, haremos que Jaime le dé un poco de su propia
medicina. Le resucitaremos…
—¿Absolutamente muerto?
—Desollado.
—¿De verdad, estás escuchando a este espíritu, hijo mío? Eres más listo que
eso. Has estudiado las historias de su especie. ¿Alguna vez han ayudado a los
mortales?
Adam me miró.
—Se dice que los Eudemonios han sido responsables de varias plagas.
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El Club de las Excomulgadas
medicamentos y control de enfermedades que os ha permitido vivir una vida tan
larga y saludable hoy en día.
—Los tendrás si es lo que él está planeando ahora. Este virus que estáis
Aratron se rió.
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El Club de las Excomulgadas
Me volví hacia Aratron.
—¿Y un hechizo de glamour para hacer que alguien parezca igual a Scott…?
Espera. La guarda se lo cargaría, ¿no?
—Lo haría. Pero vas por el camino correcto, niña. Gordon Scott puede
conseguir pasar esas puertas. No puedes utilizar al propio Scott, pero puedes hacer
que alguien aparente ser él. ¿Cómo puede hacerse sin un hechizo de glamour?
—Jasper Haig.
—Quien ama a la hija de Lucifer. Quien con mucho gusto lo haría para
salvarla.
Asmondai resopló.
—¿Liberar a un hombre como ese? ¿En medio de todo esto? Creo que quizá
tengas un gusto por el caos después de todo, espíritu.
—Y es por eso que lo hará —dije—Para salvar a Hope, tenemos que dejarlo
salir temporalmente. Será la primera oportunidad real que ha tenido de escapar. Él
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El Club de las Excomulgadas
la aceptará. Es lo suficientemente arrogante como para pensar que puede escaparse.
Sin embargo, lo primero querrá a Hope. Ya la ame de verdad o no, la desea. No
tratará de escapar hasta que la haya liberado para poder llevársela con él. En otras
palabras, él no intentará escapar hasta que haya hecho lo que nosotros queremos
que haga.
Adam asintió.
—Podría funcionar.
—Tú hijo es astuto; la hija de Balaam es ingeniosa. ¿Ves lo bien que podrían
funcionar juntos los dos?
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El Club de las Excomulgadas
Así que Jaz estaba en camino. Bajo siete llaves. Con cerraduras fuertes y
llaves bien guardadas.
*****
El alivio no duró mucho. El primer informe fue sin duda positivo: Hope
estaba viva. La mantenían bajo el cuidado de un médico. Los miembros del grupo
estaban apiñados a su alrededor. No había ninguna señal de que la invocación fuera
inminente.
Pero teníamos que esperar horas hasta que llegase Jaz y aunque era bueno
tener una visión interna, también era angustioso. Cada vez que mi madre o padre
volvían para informar de que algo estaba pasando, estábamos seguros que Giles se
disponía a convocar a Lucifer. Entonces resultaba que solo era la hora del almuerzo
y refunfuñábamos, nos paseábamos y nos volvíamos a acomodar para observar y
esperar.
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El Club de las Excomulgadas
Lucas estaba fuera con Paige, tramando y gestionando incesantemente. Si
llegaba la noticia de que la invocación estaba empezando antes de que Jaz llegara,
él necesitaba un plan de emergencia. Estoy segura de que tenía varios. Nadie
preguntó cuáles eran. En realidad, nadie quería saberlo. Seguramente no
finalizaban con la supervivencia de Hope.
—No es más que un psicópata con un poder especial —dijo Clay—Lo que
significa que tienes que mantener un ojo sobre él. No significa que sea más difícil de
matar que cualquier otra persona.
—¿Es eso lo que vas a hacer cuando todo termine? —dije—¿Matarlo antes de
que regrese a la sede?
Sonreí.
La puerta del avión se abrió. Dos guardias salieron primero y avanzaron con
cara impasible por la rampa y ocuparon sus posiciones flanqueándola. Apareció
Jaz.
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El Club de las Excomulgadas
Veinte y nueve años de edad. Rizos negros. Ojos verdes con largas pestañas.
Formando parte del elenco de una película, Jasper Haig no sería el asesino. Sería el
chico simpático y macizo, el encantador amigo del que la heroína finalmente se
percataría una vez que superara su enamoramiento del chico idiota y macizo. La
que, probablemente, es la película que corría por la cabeza de Jaz cada vez que
pensaba en Hope.
—Karl está bien —por su tono, casi sonaba como si ella deseara lo contrario.
Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, ella saludó a Clay con un
rápido apretón de manos y una sonrisa cansada. Él murmuró algo que no entendí y
ella asintió con la cabeza.
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El Club de las Excomulgadas
Clay—Clayton Danvers. Esto es todo un honor.
—¿Quieres que te quite de las manos esta basura, querida? —dijo Clay.
—Por favor.
—Bien —dijo Jaz mientras Clay se lo llevaba —¿Tu compañera? Una mujer
encantadora, estoy seguro, pero no es muy habladora. Espero que tú seas el
parlanchín, porque tengo un montón de pregunt… Ay.
Se volvió hacia la puerta del avión. Como si fuera una señal, Karl apareció
apoyándose en un bastón. Un joven se cernía ansiosamente detrás de él con una
silla de ruedas.
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El Club de las Excomulgadas
rampa.
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El Club de las Excomulgadas
apuesto, pero sabías que el estrés de estar atrapado en esa cama podría haberlo
matado con la misma facilidad.
—Te lo agradezco, Elena —dijo Karl, su voz tranquila —Sé que no es lo que
querías, pero te agradezco…
—¿Dónde me quieres? —le preguntó a Elena—Y sí, ahora mismo creo que sé
la respuesta en general, pero más específicamente...
—Lo hice.
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El Club de las Excomulgadas
ahora, él está en deuda contigo. Utiliza eso para mantenerlo a raya.
*****
—No creo que se refiera a eso —dijo Adam—Ser pareja fuera del trabajo
podría afectar a nuestras prioridades —él miró a Lucas. —No me levanté ayer y me
di cuenta de que tengo sentimientos por Savannah. Incluso antes eran de este tipo
mis sentimientos y me preocupaba por ella. Eso no ha cambiado. Tu situación era
diferente. Sin ofender a Paige, pero cuando vosotros dos empezasteis a trabajar
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El Club de las Excomulgadas
juntos, ella necesitaba a alguien que cuidara su espalda. Savannah puede cuidar de
sí misma.
Él esperó hasta que Adam estuvo fuera del alcance del oído, luego dijo:
Él consideró la pregunta.
—Diez. Estaría más cómodo si tuvieras treinta y uno. Tal vez treinta.
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El Club de las Excomulgadas
Lucas. —Tal vez soy demasiado joven. Tal vez no vaya a funcionar. Pero no es un
desconocido tipo maduro que conocí en un bar. He conocido a Adam la mitad de
mi vida. Hemos sido amigos, muy buenos amigos, durante años. Creo que eso
cuenta para algo. Pero por muy joven que pienses que soy, Lucas, soy lo
suficientemente mayor como para cometer mis propios errores.
Sonrió.
—Lo haré.
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El Club de las Excomulgadas
Jaz tenía el trabajo que requería más preparación. Tenía que convertirse en
Scott. No era sólo una cuestión de ajustar su fisonomía para parecerse al tipo. Tenía
que vestirse como él, actuar como él, convertirse en él. Cuando me di cuenta de lo
que le estábamos pidiendo que hiciera, la magnitud de la tarea me alcanzó. Él
podía hacerlo en unos días, tal vez. Pero habíamos programado infiltrarnos en
menos de una hora. En el interior de Rais se estaba poniendo nervioso. No iba a
Resultó que la tarea no era tan enorme como parecía. No para un tipo que
había aprendido a saltar dentro y fuera de las identidades en la forma en que Jaz lo
hacía. Incluso antes de que el avión saliera de Miami, le había dicho a Benicio que
necesitaba cada pedacito de información que tuvieran de Scott. No sólo datos y
fotografías, también videos. Sobre todo necesitaba videos.
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El Club de las Excomulgadas
Jasper Haig. Ahora, viendo la transformación, pude imaginar lo que debía sentir
Benicio…era un poder increíble y muy valioso. Pero no significaba que no mataría
al bastardo si interfería en la forma de rescatar a Hope o de parar a de Rais.
Cuando todo estuvo listo, nos metimos en un viejo Mercedes que el equipo
había comprado en el puestos más cercano de coches de segunda mano. Jaz
conducía. Adam y yo nos metimos apretujados en el maletero.
Era sólo un kilómetro y medio hasta las puertas del complejo, pero pareció
durar una hora, dando tumbos a lo largo del camino de tierra. Finalmente, a través
del micrófono escuchamos a Jaz bajando su ventanilla.
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El Club de las Excomulgadas
—Hola muchachos —dijo—Apuesto a que no creyeron que volverían a ver
mi atractivo rostro, ¿verdad?
—Señor Scott —la voz de un hombre joven respondió—No sabíamos que iba
a venir.
—Estoy seguro de que lo estará —dijo Jaz con la voz petulante de Scott—
Ahora, si abrís el garaje y me dejáis aparcar esta belleza...
Me tensé. Adam puso una mano sobre mi boca antes de que pudiera decir
algo.
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El Club de las Excomulgadas
furgoneta.
Esperamos mientras daba marcha atrás. Luego abrí una rendija del maletero
y confirmé que él había aparcado en el lugar correcto.
—Bastardo —susurré.
Me asomé fuera del maletero. Jaz estaba allí parado, mirándome. Le hice
señas para que mirara alrededor y dijera si estaba despejado. Él fingió no entender.
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misma.
—La verdad es que necesito ayuda con algo en el maletero. ¿Puede uno de
vosotros echarme una mano?
—¿Coger qué?
El guardia se inclinó dentro del maletero, entrecerrando los ojos para ver
bajo la tenue luz. Lancé un hechizo de atadura. Estaba tan acostumbrada a que
Jaz podría haber dicho, no, estamos bien. Pero solo se quedó allí. Ataqué al
segundo guardia con un hechizo de atadura cuando llegó rodeando el coche.
También lo sedamos. Luego desnudamos a ambos de sus uniformes, los atamos,
amordazamos y los dejamos en el maletero, fuera de combate.
Adam se acercó a Jaz. Era unas centímetros más alto y unos quince kilos
más pesado, pero Jaz no se inmutó, se quedó allí, sonriendo.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Sabes cuál es mi poder?
—¿Me importa?
Adam le quitó a Jaz las llaves del coche. Las apretó en su mano. Cuando la
abrió, un polvo metálico se derramó en el suelo.
Por primera vez desde que había bajado del avión, una genuina emoción
cruzó por su rostro. Aflicción, rabia y dolor, rápidamente contendido.
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El Club de las Excomulgadas
todo lo de Hope era una mentira. Pero ella era su punto ciego. O tal vez sólo le
resultaba fácil creer que nosotros permitiríamos que se llevara contra su voluntad a
una persona, si eso nos beneficiaba. Él lo haría sin dudar.
Adam y yo nos pusimos los uniformes de los guardias. Eran excedentes del
ejército, con nombres en las etiquetas. Entonces lancé hechizos de glamour sobre
nosotros.
—No creo que haya funcionado —dijo Jaz cuando nosotros terminamos—
Todavía tienen el mismo aspecto.
Sin embargo, sí nos topamos con un obstáculo de otro tipo: la ―vigilante dell
pasillo‖ justo tras la puerta custodiada.
—Voy a tener que llamar a Giles —dijo ella—Nadie tiene permitido pasar
sin tarjeta —frunció el ceño hacia nosotros—Chicos, conocen las reglas.
—Es una sorpresa, preciosa— dijo Jaz. Le dedicó la lánguida y sexy sonrisa
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El Club de las Excomulgadas
de Jaz, que estoy segura que habría funcionado mucho mejor si no se pareciera a
Gordon Scott, a finales de los cincuenta, con barriga y papada.
También Adam probó su encanto, pero su ―tipo‖ tenía diecinueve años, era
regordete y con acné. Mí ―tipo‖ era mucho más mono, por lo que intenté una
sonrisa sexy, pero probablemente pareció como si tuviera una indigestión.
Maldición. Habíamos estado tan cerca. Ahora tendríamos que salir los tres
antes de que alguien pidiera ayuda.
Entraron dos chicos y una joven mujer detrás de ellos. Se detuvieron cuando
vieron a Scott.
—No, se supone que debe ser una sorpresa —dijo Jaz—Pero esta joven dama
parece decidida a estropearla.
—Acabo de pasar al lado de Giles allí atrás —se volvió hacia la vigilante del
pasillo—¿Quieres qué yo los lleve?
Cuando empezamos a seguir a los recién llegados, uno de ellos se giró hacia
Adam y hacia mí.
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El Club de las Excomulgadas
—Podemos ocuparnos nosotros desde aquí, chicos —dijo.
El olor me dijo que era sin duda el mismo complejo en el que me habían
mantenido cautiva. Aunque la vez que estuve por este pasillo llevaba los ojos
vendados. Ahora le di mi primer buen vistazo.
Mis padres habían informado de que el lugar no era tan grande. Sólo una
gran sala de reuniones central y una media docena de pequeñas salas laterales. Sin
embargo recordaba un paseo muy largo desde mi celda a la sala de reuniones. Al
mirar alrededor, me di cuenta de que realmente era una sala de reuniones rodeada
por un pasillo. Dicho de otro modo, ellos debían haberme llevado alrededor de ese
perímetro un par de veces para darme la impresión de que estaba en un lugar
mucho más grande.
Giles salió de una puerta. Me quedé helada. Pero su mirada pasó por encima
de mí y se situó en Jaz. Emociones parpadearon sobre su cara. Mayoriatariamente
negativas. Podría haber necesitado a Scott, pero a Giles no le gustaba necesitar a
nadie, especialmente no a un vanidoso nigromante mortal que respondía a su
llamada cuando quería y si quería. Pero la ira sólo duró un segundo, antes de que
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El Club de las Excomulgadas
Giles encontrara una expresión adecuada de placer.
Un destello en los ojos de Giles sugería que él tampoco podía esperar…a que
Lucifer despellejara a Scott por su impertinencia. Hizo que su sonrisa se volviera
auténtica cuando se acercó y golpeó a Scott en la espalda.
No era parte del plan, pero sabía que él lo pediría. Giles nos llevó por el
pasillo y abrió una puerta. Cuando entramos, me sorprendió ver a Hope
simplemente acostada en una cama con los ojos abiertos y sin señal de ataduras.
Cuando Jaz se acercó y acarició su pelo, se puso casi imperceptiblemente rígida y
cerró los ojos.
—Sí, es una hermosa joven —dijo Giles—Y sé que te gustan las chicas
bonitas, Gordon. Pero ésta está fuera de tu lista.
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El Club de las Excomulgadas
—No, dejó de tener efecto hace horas, pero ella solo yace allí. Su marido
murió cuando la recogimos. Parece estar llevándolo mal. Uno pensaría que la hija
de Lucifer tendría un poco más de espíritu, pero... —Giles se encogió de hombros—
No me quejo.
—Dije a solas.
No había mucho que pudiera decir. Esperaba que Giles insistiera en que uno
de nosotros permaneciera en la habitación, pero ya le había costado bastante
tiempo conseguir que Scott estuviera aquí; no se iba a arriesgar a una pelea ahora.
Además, Jaz llevaba micrófono, por lo que escucharíamos lo que le dijera a Hope y
Adam podría incinerar la puerta si era necesario. También sabía que Jaz no le haría
daño. No mientras todavía esperara que ella pudiera ser suya.
Así que salimos. Giles dijo que nos quedáramos allí mismo. Luego se fue.
Lo que significaba que éramos libres en el interior del complejo. Lo que sería
mucho más útil si no hubiéramos dejado a Jaz solo con Hope.
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El Club de las Excomulgadas
Asentí con la cabeza y me fui.
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El Club de las Excomulgadas
—Ni idea.
—Parece que no estás paralizada por la pena después de todo, Hope. Sólo
fingiendo estar dormida. Son unos tontos por pensar de otra manera.
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El Club de las Excomulgadas
Él se echó a reír.
—Sé que estás enfadada, pero en tu condición nunca vas a ser capaz de
matarme.
Se rio de nuevo.
—Touché. Sé que estás disgustada por lo de Karl. Creo que estás mejor sin
él, pero esa es una discusión para otro momento.
—Bastardo.
—¿De verdad creíste que le diría que Karl todavía está vivo?
—En este momento lo que importa eres tú. Tú y el bebé. Es su bebé. Es todo
lo que te queda de él.
—A ti te importa una mierda mi bebé, Jaz, así que cierra la puta boca antes
de que grite para pedir ayuda. Si estás aquí dentro disfrazado, significa que ellos no
saben que eres tú. Un grito mío y estarás en la celda de al lado.
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El Club de las Excomulgadas
—¿Te parece que necesito un empujoncito? He estado esperando mi
oportunidad. Si vas a sacarme, entonces pongámonos a ello.
—El tipo no entiende una indirecta, ¿verdad? —dije cuando me volví hacia
Adam.
—¿Gordon sigue ahí? —Giles dio la vuelta a la esquina —Será mejor que no
la haya tocado.
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El Club de las Excomulgadas
—Parece estar sólo hablando, señor —dijo Adam—Creo que necesita unos
pocos minutos más…
—Ah, veo que está levantada. Bien. Funcionará mejor si se siente más como
ella misma —se volvió hacia nosotros—¿Todavía aquí? Entrad y atadla entonces.
Podrían haber sido los dedos, pero apostaría lo que sea a que fue la sonrisa,
tan inequívocamente de Adam. Hope asintió rápidamente y bajó la mirada.
—Gracias —dijo.
Fui detrás de ella para atarle las manos. Adam trató de taparle la vista a
Giles para que yo pudiera susurrarle, pero Giles dijo:
—Sus pies, Smith. Ata sus pies —y Adam tuvo que inclinarse.
Maldición. Quería decirle que Karl estaba vivo. Sin embargo, no era posible.
Así que le até las manos. No me atreví a hacerlo demasiado flojo. Efectivamente,
cuando terminamos, Giles lo comprobó. Le había dejado un poco de margen de
maniobra. ¿Sería suficiente si lo necesitaba? No lo sabía.
—Bien —dijo Jaz—Está lista. Ahora, sólo necesito unos veinte minutos para
preparar…
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El Club de las Excomulgadas
—Has tenido todo el tiempo que vas a conseguir. Tú público te espera.
—No creo que nadie te haya preguntado —Giles espetó hacia mí—Ahora
vuelve a tu puesto.
—No —dijo Adam—Lo siento. Solo nos dejamos llevar un poco. Teníamos
la esperanza de poder ver el espectáculo desde aquí. Pero supongo que alguien tiene
que estar de guardia...
461
El Club de las Excomulgadas
—Necesitamos a todos los guardias en el piso, pero hay un monitor de vídeo
en el cuarto de atrás. Sólo esperad hasta que Giles se haya ido.
*****
—No había nada que pudierais haber hecho de otra manera. Lo más
importante es que os tenemos a ti y a Adam dentro y Jasper está con Hope. Aunque
no confío en él para que nos la entregue, sí confío en él para mantenerla a salvo.
—No creo que los guardias en el interior del garaje hayan sido
reemplazados.
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El Club de las Excomulgadas
—Podemos ocuparnos de la chica en la puerta.
—Maldita sea.
—Bien. Una vez que acabemos con los guardias y que nuestros hombres
estén en su lugar, tú y Adam entrareis y acabareis con Giles.
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El Club de las Excomulgadas
—Chris nos dijo que vigiláramos desde aquí, por si acaso ustedes dos
Sierra refunfuñó.
El plan de Giles era amenazar a Hope y hacer que su papi viniera corriendo.
Era una escena que había visto en un montón de películas. El clásico sacrificio
demoníaco. Una hermosa joven atada a una mesa, encima el cuchillo preparado,
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El Club de las Excomulgadas
sus rizos oscuros derramados con aire ingenuo, sus ojos de color ámbar muy
abiertos, horrorizados y brillantes por las lágrimas mientras se retorcía contra las
cuerdas. Porno y tortura con un toque de magia negra.
¿En serio? ¿Se lo creía Giles? ¿Alguien aquí lo creía? Pero podía ver la
primera fila del público en la pantalla y me di cuenta por sus caras de que se lo
creían. Querían creerlo, así que lo hacían.
465
El Club de las Excomulgadas
—Lo que estamos haciendo hoy no es amenazar a Lucifer. Eso sería
blasfemia. No, lo que hacemos es exactamente lo que llevamos tratando de hacer
desde hace semanas. Invitarlo a una reunión. Para tener la oportunidad de
mostrarle por qué somos la mejor opción para todos: mortales, demonios,
celestiales. Él no ha hecho caso a nuestras invitaciones, así que debemos tomar esta
lamentable medida. Sin embargo, una vez que él llegue, no habrá amenazas.
Ninguna falta de respeto. Le explicaremos nuestra posición y él verá nuestra
verdad. Lucifer se unirá a nuestra causa.
—Ya estamos en el garaje. Nos las hemos arreglado para redirigir con éxito
la cámara exterior y que muestre imágenes de hace una hora, cubriendo nuestra
entrada. Los dos guardias externos han sido incapacitados. Vamos a utilizar
hechizos de glamour para que Elena y Clayton se hagan pasar por ellos y procuren
atravesar el siguiente puesto de control.
Menos charla y más acción, quise decir. Pero cuando Lucas está estresado,
Lucas se explaya. Así que mantuve la boca cerrada hasta que terminó, luego
susurré:
—Suena bien.
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El Club de las Excomulgadas
—Antes de comenzar... —dijo Jaz. Un murmullo de impaciencia circuló a
través de la audiencia—Lo que voy a intentar es muy peligroso, para mí mismo,
para Giles y para la señorita Adams. Así que voy a necesitar toda su atención y
silencio. Además, sé que hay otros nigromantes en la habitación. Debo advertirles...
Odiaba reconocer méritos por ingenio a los tíos malos. Lo odiaba todavía
más cuando me encontraba a mí misma tomando notas mentalmente.
Elena y Clay habían llegado hasta las escaleras. Habían incapacitado a los
guardias sin que saltara la alarma. Un equipo táctico de veinte hombres entraba
ahora en el garaje. Elena y Clay se estaban acercando al último puesto de
seguridad, donde acabarían con el último…
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El Club de las Excomulgadas
fuerzas de la oscuridad y de la luz y acerca del equilibrio. Giles dio un paso
adelante y se ofreció a ayudar con la iluminación, pero Jaz hizo un movimiento
con la mano para que permaneciera a un lado, diciendo que tenía que hacer el
ritual él solo.
—¿Severin? ¿Sierra? —una voz crepitó desde una radio dejada sobre la
468
El Club de las Excomulgadas
—Está bien, tienes que…
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El Club de las Excomulgadas
allí, sus dedos hincándose en mí y el frío tan insoportable que aullé.
Adam dejó de luchar con Sierra y la arrojó a un lado. Se lanzó hacia Severin
y atrapó su pierna.
Él debía saber lo que estaba pasando pero no iba a dejar que interfiera con su
invocación. Rápidamente puse a Lucas al corriente.
470
El Club de las Excomulgadas
—Síp, lo sabemos —dijo Adam—Pero mi padre está igual de cabreado con
él, así que vamos a dejar a los dos duques fuera.
Bueno, al menos estabas haciendo algo útil, imaginé a Clay diciéndome con su
acento.
Acerté con una patada seguida por un gancho al mentón. Que la derribó.
Cuando se levantaba de nuevo, la golpeé con una potente patada. Salió volando
hacia atrás. Salté sobre ella, agarrándola por la la parte de arriba de sus brazos antes
de que pudiera tocarme. Severin vio a su hermana en el suelo y dejó de luchar con
Adam, viniendo a por mí en su lugar. Un puñetazo lo detuvo. Adam se aseguró de
siguiera detenido. Ni siquiera se molestó en desactivar sus poderes de hielo,
simplemente agarró sus dos manos. Hubo un chisporroteo, como el del agua sobre
una plancha. Cuando lo soltó, teníamos a un demonio de hielo derretido. Sus
poderes tardarían un tiempo en recargarse. Un largo tiempo, esperaba.
Severin podría ser un luchador decente. Tal vez incluso tan bueno como
Adam. Pero confiaba demasiado en sus poderes y cuando estos desaparecieron,
reaccionó mucho como yo lo habría hecho. Se quedó fuera de su
471
El Club de las Excomulgadas
juego…angustiado e incapaz de recomponerse para una pelea de verdad. Adam lo
ató. Luego derritió el hielo de Sierra y la atamos con su hermano.
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El Club de las Excomulgadas
Eve
Eve subió las escaleras hacia el palacio de justicia del más allá con Trsiel
justo detrás. Los guardias se movilizaron para decirle que estaba cerrado. Entonces
vieron la espada -y a Trsiel- y supieron que esta vez no venía a buscar a su novio
abogado. Se apartaron para dejarlos pasar.
Mientras Trsiel se zafaba, Eve prosiguió por el pasillo. Más allá de las salas
de audiencia. Hacia la izquierda. Por las escaleras. A la derecha. Otra vez a la
izquierda. Trsiel la alcanzó. En ese momento ya habían dejado atrás a todos los
guardias, por lo que Eve rompió el hechizo de desenfoque y Kristof apareció junto
a ellos. Si bien podrían haber insistido en que se le permitiera entrar, traer un
abogado habría sido la señal de que tramaban algo.
—Ahí está la 24D —dijo ella, señalando hacia una celda—Pero la que
realmente queremos...
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El Club de las Excomulgadas
—La 32B —dijo Kristof—Retienen a Raim en la 32B.
Los guardias nunca nos habrían dejado entrar si admitíamos que estabámos
aquí para ver a Raim. Él era un conde en la corte de Lucifer. Varios ángeles lo
habían “rescatado” cuando estaba siendo interrogado por los demonios de Balaam,
quienes estaban seguros de que él sabía dónde se escondía su Señor. Ahora se le
retenía como un prisionero de guerra, principalmente para que ninguno de los dos
bandos pudiera usarlo para encontrar a Lucifer. Las Parcas preferían que cierto
Señor demoníaco se mantuviera alejado de esta lucha.
Eve abrió la puerta de la 32B. El interior parecía poco más que un armario.
Un armario vacío.
Kristof asintió.
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El Club de las Excomulgadas
—Lo haré.
Eve tomó una respiración profunda, luego entró en la celda. La luz brilló,
titilando como una bombilla rota. Su estómago dio un vuelco cuando el suelo
desapareció bajo sus pies. Entonces llegó una sacudida cuando aterrizó tan rápido
que sus rodillas se doblaron. Malditos saltos dimensionales. Eran chirriantes en el
mejor de los casos, pero los que estaban dentro de celdas de retención
dimensionales eran los peores, como si las Parcas no quisieran malgastar magia de
la buena con simples prisioneros.
Eve parpadeó con fuerza mientras daba unos pasos cautelosos hacia
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El Club de las Excomulgadas
—Estoy bastante segura que la tortura por Acción de Gracias no está
cubierta por la Convención de Ginebra21.
—Si has venido a buscar a mi Señor, te diré lo que le dije a los secuaces de tu
padre. No sé…
21
Los Convenios de Ginebra o Convenciones de Ginebra constituyen una serie de normas
internacionales para humanizar la guerra. El conjunto de los distintos Convenios dan como
resultado la normalización del Derecho Internacional Humanitario.
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El Club de las Excomulgadas
—Es un esfuerzo conjunto. No podemos dejar que te fugues, obviamente.
Pero si nos dices dónde encontrar a Lucifer, Kristof se presentará y defenderá tu
caso, libre de cualquier vale o cargo. Hablaré en tu nombre, inventándome una
historia de cómo me ayudaste en un caso anterior, bla bla bla. No es una garantía,
pero es lo mejor que conseguirás.
*****
Dejaron a Trsiel atrás. Ese no era el plan… por lo menos, no la parte que él
conocía. Se pondría furioso, pero era lo correcto. Eve ya le había pedido que hiciera
suficiente. Si había consecuencias aterrizarían directamente sobre los hombros de
ella.
Llegar a Lucifer fue más fácil de lo que Eve esperaba. Él no estaba rodeado
por sus legiones. Ni siquiera estaba rodeado por su corte privada. Eso tenía sentido,
supuso. Era difícil ocultar un ejército e incluso su corte privada esperaría a todo sus
séquito para aparecer. No había nada de eso. Únicamente Lucifer, solo en las
montañas.
22
El monte Nebo es un pico de 817 metros situado en el oeste de la Jordania actual. La historia bíblica del
último capítulo de Deuteronomio 34:11 narra cómo Moisés, negada la entrada de la Tierra Prometida a la
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El Club de las Excomulgadas
les había dejado su teletransportación—Apropiado, supongo.
—¿Lo es?
que dirigió a los israelitas desde Egipto, vio la tierra de Canaán desde la cima de la montaña antes de morir.
El lugar exacto del bíblico monte Nebo no se conoce, pues el lugar descrito en la Biblia es para unos el monte
Sinaí y para otros las montañas Abarim, al este de la desembocadura del río Jordán en el mar Muerto. En
estas alturas en el oeste del Jordán, se observa Jerusalén en un día claro.
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El Club de las Excomulgadas
había pensado que era un demonio que tomaba forma humana, como hacían a
menudo. Pero entonces vio su rostro, el débil resplandor de su piel y sus ojos.
—Lo sé.
—Lo sé.
Él volvió a mirar hacia la piscina. Kristof dio un paso más cerca y asintió
con la cabeza. Eve lo siguió y vio lo que él hacía… era una piscina de adivinación,
y en sus profundidades se veía a Hope en una silla de ruedas, atada y embarazada.
479
El Club de las Excomulgadas
—Sí.
—Tú…
—¿Qué más quieres que haga, Eve? —dijo Lucifer—¿Ir allí abajo y darle a
Gilles de Rais lo que quiere? ¿Sabes lo que quiere de mí?
—Ni idea.
—¿Cómo?
—¿Cómo?
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El Club de las Excomulgadas
Al no responder Eve, él dijo:
—Ellos pueden advertirle, pero es demasiado tarde para eso, igual que fue
demasiado tarde para que yo le advirtiera. En cuanto a poderes ofensivos, ella no
tiene ninguno. Yo no tengo ninguno.
—Yo podría ir allí abajo y poseer a Jasper Haig, pero él está haciendo todo
lo posible y yo no podría hacerlo mejor. Poseería a Gilles de Rais si pudiera, pero
resulta que su experimentación con la inmortalidad lo ha hecho inmune. Podría
poseer a mi hija, pero no serviría de nada, excepto para evitarle pasar miedo. Me
gustaría hacer eso -me encantaría hacerlo-, pero ella tiene más posibilidades de
sobrevivir sin mí en su cabeza. Ella es brillante y está llena de recursos, al igual que
—No puedo hacer nada que ayude a mi hija o a la tuya —dijo—Sólo puedo
observar y tener fe en mi hija —él encontró su mirada—¿Tienes fe en la tuya?
—Sí.
481
El Club de las Excomulgadas
—Hay una puerta al auditorio justo ahí —dije, señalando—Pero está cerrada
herméticamente. Está hecho del mismo material que las puertas en el laboratorio.
Adam no pudo incinerarlas y Jeremy no pudo derribarlas.
Seguí su dedo hacia el monitor. Giles estaba de pie junto a Hope. Su mano
derecha agarraba un cuchillo, escondido, fuera de la vista del público.
Clay inhaló.
482
El Club de las Excomulgadas
al tratar de abrir esas puertas. Tenéis que conseguir entrar ahí. Ahora.
Las personas se tropezaban saliendo desde sus asientos y corriendo hacia las
inservibles salidas.
Giles les gritó que mantuvieran la calma, luego se volvió hacia Jaz.
—Acaba.
—¡Lucifer! Sé que nos estás escuchando. Sé que estás ahí. ¡Así que mueve el
culo y ven aquí o voy a cortar en pedacitos a tu puta hija desde la garganta al
estómago!
—Lo sé.
Me di la vuelta otra vez hacia la pantalla de vídeo. Jaz había dado un paso
483
El Club de las Excomulgadas
poniéndose delante de Hope, tapándola de Giles. Hope se retorcía en sus ataduras.
—¡Muévete ahora!
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El Club de las Excomulgadas
—Como te he dicho, ni en tus sueños.
—¿Estás loco?
Hope consiguió liberar sus manos y se inclinó para desatar sus piernas.
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El Club de las Excomulgadas
—No todavía... —él jadeó, la sangre empapando su camisa.
Hope consiguió liberar las piernas. Se apartó de la silla justo cuando Elena y
Clay destrozaban la pared atravesándola y Adam lograba incinerarla haciendo un
agujero. Lo seguí a través.
486
El Club de las Excomulgadas
—Olvidaron usar balas de plata —dijo Karl.
—¿F…fue eso una bomba? —dije mientras intentaba ponerme en pie. Sentí
las cálidas manos de Adam en mi cintura mientras me ayudaba para no perder el
equilibrio.
—Él sólo está inconsciente —dijo Elena—Pero Giles... cuando volví en mí,
se había ido.
487
El Club de las Excomulgadas
—Aquí. El pasó por aquí —y vi a una mujer joven con la nariz
ensangrentada y señalando detrás del escenario.
*****
Salimos de la habitación sólo para ser arrastrados por una incursión. Un par
de cientos de jóvenes sobrenaturales estaban tratando de llegar a la salida del
complejo, mientras que nuestros equipos tácticos trataban de rodearlos. Cada uno
de esos chicos estaba convencido de que ser capturados por la Camarilla significaba
la muerte. Así que se defendían y nos metimos en medio de una vorágine de
hechizos, empujones y armas ondeando.
—Mejor aún —Adam gritó por encima del estruendo—¿Ha pasado Gilles de
Rais por aquí?
—¿Adónde fue?
Tras la mesa había una escotilla. Todavía había suficiente espacio para que
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El Club de las Excomulgadas
que yo me asomara y cuando lo hice encendí una bola de luz y vi una escalera a un
lado. La agarré y bajé. Adam apenas consiguió atraversarla detrás de mí.
—Bien.
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El Club de las Excomulgadas
Cuando llegamos a la cima, abrí la escotilla una rendija tan poco como fue
posible y miré afuera para ver...
Maíz.
490
El Club de las Excomulgadas
Me detuve a metro y pico de Giles. Él levantó la vista bruscamente, como si
pudiera sentirme allí. Terminé el hechizo. Me vio y se volvió para correr justo
cuando Adam se abalanzó.
—Sí, lo soy.
—Bien. Entonces sabes que no es algo que quieres que destape —hizo una
pausa— ¿Cómo está Bryce?
Me puse rígida.
No respondí.
—En aras del juego limpio, te lo daré. Un regalo. ¿Supongo que tienes una
radio?
491
El Club de las Excomulgadas
—Llama a Lucas Cortez. Dile que vaya a mi oficina. La caja fuerte está en el
cajón inferior del escritorio. El código es 1429. El año que luché junto a Juana de
Arco.
—El antídoto está en una petaca con las instrucciones. Están escritas en
código, pero no es uno complejo. Benicio Cortez tendrá a alguien que pueda
entenderlo. Ahora voy a dejar esto en el suelo —se inclinó y colocó el frasco sobre
la tierra—Y vais a dejar que me vaya.
Cuando estiré el brazo para cogerlo, algo me golpeó. Fue como una versión
micro del golpe en el complejo. Me tropecé. El hechizo se rompió. Giles saltó hacia
mí. Me caí. Adam cargó, pero Giles ya estaba encima de mí clavándome a la tierra,
con el frasco en una mano y la otra envuelta en mi pelo.
Giles tiró mi cabeza hacia atrás. Cuando jadeé, empujó el frasco contra mis
labios. Adam agarró a Giles por el cuello y olí a carne quemada. Intenté lanzar un
hechizo de atadura, pero Giles tenía el frasco en mi boca y yo no podía pronunciar
las palabras.
492
El Club de las Excomulgadas
con... no sé con qué. Él gritó de dolor y se agarró el estómago. Pude ver un globo
inflándose debajo de su camisa, la piel brillando como si se hubiera tragado una
bola de fuego. Entonces estalló. Las llamas salieron fuera mientras él se dejaba caer
al suelo, retorciéndose y aullando, sus intestinos ennegrecidos derramándose entre
sus dedos.
Adam se quedó mirando. Luego se arrodilló y puso sus manos alrededor del
cuello de Giles de nuevo y apretó hasta que puso fin a su sufrimiento.
—¡Cuidad…!
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El Club de las Excomulgadas
—Tu magia no funcionará conmigo, pequeña —dijo—Has luchado bien,
pero es hora de rendirse. Ve a atender a tu novio. Está herido.
Miré hacia Adam. Yacía desplomado en el suelo, pero podía ver su pecho
subiendo y bajando.
—Si eso fuera cierto, no habrías venido por estos dos. El resto del virus ya
debe estar bajo custodia de la Camarilla. Esos frascos son tu última oportunidad
para el más grande banquete de caos que hayas tenido.
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El Club de las Excomulgadas
—No permitiré que lo desates en ninguna parte.
—Tal vez es más que temeridad. ¿Eres estúpida, niña? Tan estúpida como
un toro, cargando ciegamente, sabiendo que nada bueno saldrá de ello.
Tal vez no, pero podía tratar de distraerlo lo suficiente como para que los
demás aparecieran. Tuve cuidado al no dejar que el pensamiento se solidificara en
mi mente. Él ya había demostrado que podía leerla.
Poco a poco me puse de pie. Entonces cargué hacia él de nuevo. Esta vez,
cuando se volvió lo vi venir y lo esquivé yendo hacia un lado. Conseguí ponerme
detrás de él, agarré su pelo con mi mano buena e hice palanca con mis pies, tirando
con todo lo que tenía.
495
El Club de las Excomulgadas
—Adam hizo un buen trabajo quemando el cuello de Giles —dije, con los
dientes apretados—Estoy segura de que si tiro lo suficiente, puedo arrancarte la
maldita cabeza.
—No quiero hacerte daño —gruñó mientras se alzaba por encima de mí otra
vez.
—¿Tú lo harías?
Él no contestó.
—Entonces déjame ser honesta —dije y agarré su pelo con mi mano sana de
nuevo y tiré con todo lo que tenía.
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El Club de las Excomulgadas
—¡No! —grité.
Se volvió hacia Adam. Cerré mis ojos y vertí todo lo que tenía en el hechizo,
gritando las palabras. Por encima de mis gritos y el rugido del viento, oí a Balaam.
Ni siquiera abrí los ojos. Sólo grité el conjuro. Cuando terminé, miré para
verlo sólo a medio metro de distancia con la cara retorcida de rabia, pero allí
paralizado, como si estuviera perdiendo el control sobre el cuerpo de Giles.
497
El Club de las Excomulgadas
palabras.
—No —dije.
Cerré los ojos y si creía que lo había intentado con todas mis fuerzas antes,
no fue nada comparado con lo mucho que lo intenté ahora. Todo desapareció
cuando el conjuro se hizo cargo. Eso era todo lo que había: las palabras, el poder, la
voluntad, la desesperación.
Recogí los frascos en mi mano buena, me dejé caer al suelo y me quedé allí
sentada acunándolos. Adam se quedó junto a mí, con sus brazos a mi alrededor.
498
El Club de las Excomulgadas
Llamé por radio a Lucas y Paige para que se reunieran con nosotros de
nuevo en el auditorio. Según los miembros del equipo que acababa de llegar, algo
había sucedido allí. Algo que realmente quería ver.
—Es preciosa —dije. Y lo era. Con el pelo negro y los grandes ojos azules
que miraban fijamente a su padre.
499
El Club de las Excomulgadas
porque suena cursi. Pero después de todo lo que habíamos pasado, esta nueva vida
parecía...perfecta.
Ella se detuvo. Karl había estado con la mirada baja hacia Nita. Ahora
levantó su cabeza y sus ojos brillaron. No eran de color naranja o verde como los
de un demonio. Y no solo resplandecían como los de Aratron. Brillaban
iridiscentes, con puntos de mil colores.
—No —susurró Hope. Miró a Nita y sus ojos se llenaron de lágrimas; luego
volvió a mirar hacia él y le dijo con fiereza —No.
500
El Club de las Excomulgadas
Hope se quedó mirándole, aun sacudiendo la cabeza.
Lucifer no respondió.
Me aclaré la garganta.
—Las visiones no son fáciles de sobrellevar, estoy segura. Pero tú has hecho
mucho bien con ellas. Ella hará mucho bien con ellas. Y si reduce tu hambre de
caos...
—No.
—Entonces lo sobrellevaremos.
Se echó hacia atrás sobre sus talones y cerró los ojos. Cuando se abrieron,
eran azules otra vez y Karl sacudía su cabeza.
*****
501
El Club de las Excomulgadas
nacimiento, ahora nos enfrentábamos a lo contrario. Bryce se estaba muriendo. Su
cuerpo no podía adaptarse al virus. Estaba con soporte vital.
Pero teníamos el antídoto, ¿verdad? Excepto que Giles nos había gastado
una última jugada. Nos dio el antídoto y las instrucciones codificadas, las que
habían sido descifradas antes de que regresáramos a Miami. Pero no era una simple
cuestión de darle el antídoto a Bryce. Había un ritual que seguir, un ritual que
requería un ingrediente crítico.
La vida de un vampiro.
*****
—El ritual no te garantiza una vida humana, Cass. Se teoriza que es lo que
sucede si renuncias a tu vida vampírica. Pero por lo que sabemos, podrías
convertirte en un montón de polvo de trescientos años de antigüedad.
Cassandra podía fingir que estaba siendo egoísta, pero ella conocía los
riesgos. Estaba ofreciendo sus últimos años para salvar a Bryce.
502
El Club de las Excomulgadas
en una prisión de la Camarilla en algún lugar bajo legítimas acusaciones, un
vampiro cuyos crímenes merecieran la pena de muerte.
Siguió más discusión. Aaron se retiró hacia una silla y se sentó allí, mirando
fijamente hasta que dijo:
—No renunciarás…
—¿Y si falla?
Él le sostuvo la mirada.
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El Club de las Excomulgadas
Salimos en silencio y los dejamos solos.
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El Club de las Excomulgadas
Acarició mi brazo bueno, pero no dijo nada. ¿Qué podía decir? Este ritual no
estaba en ninguno de sus libros. No estaba en los libros de nadie.
505
El Club de las Excomulgadas
—Vamos, Cass —susurré—Por favor.
La máquina emitió una señal. Me sobresalté y miré por encima del hombro.
Emitió una señal de nuevo. Y de nuevo.
—Olvidaste esa parte, ¿eh? —dijo Adam, sonriendo—Síp, como que tienes
que respirar ahora, Cass.
Ella parpadeó un poco más, luego extendió el brazo por encima del círculo
ritual y agarró un cuchillo.
—¡Oye! —dije—¿Qué…?
—Es muy incómodo —se volvió hacia Aaron—Espero que estés satisfecho.
Te das cuenta de que probablemente voy a morir mientras duermo por olvidarme
de respirar. O por situarme frente a una bala porque se me olvidó…
—¿Aaron?
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El Club de las Excomulgadas
Ninguna respuesta. Ella sacudió con más fuerza, el pánico encendiendo sus
ojos verdes.
—¡Aaron!
—¿Están seguros de que la queréis viva? —dijo una voz detrás de Cassandra.
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El Club de las Excomulgadas
—Así es como Cass dice ―Te amo‖ —dije.
Él sonrió.
—Eso creo —tiró de ella para darle un beso y, a sus espaldas, hizo un gesto
para todos nosotros saliéramos.
Lo hicimos.
*****
Había habido un médico cerca, esperando a ser llamado. ¿Por qué sólo uno?
Debido a que los demás estaban ocupados dándole a toda prisa el antídoto del
ritual a Bryce.
Los médicos esperaron cerca durante los primeros treinta minutos. Luego
todos, menos uno, se fueron. A las dos horas, todos estaban trabajando con otros
pacientes, alternándose cada diez minutos para vigilar a Bryce.
Sean y yo nos sentamos con él. Adam también se quedó, al principio sólo
sentándose conmigo, luego haciendo recados, como conseguirnos algo para cenar.
508
El Club de las Excomulgadas
—Probablemente. Pero no voy a ser yo quien divida la Camarilla. Estoy
dispuesto a negociar. Si él no lo está, que así sea. Podría esperar a que todo se
calmara. A nivel empresarial, sería inteligente. Pero no es justo. Si la Camarilla
permanece dividida, el tío Josef y yo estaremos haciendo campaña buscando la
lealtad de los empleados. Tengo que ser sincero con ellos.
—Saldrá bien.
—Tomaos vuestro tiempo —dije—Parece que va a ser una noche muy larga.
Apreté sus dedos. Antes de que yo pudiera hablar, él dijo con voz ronca:
509
El Club de las Excomulgadas
—Agua.
—Hola —dije.
Él frunció el ceño.
Le desaté.
—Lo siento. No tiene buena pinta, ¿verdad? Despertar atado a una cama
Me encogí de hombros.
—¿Qué pasó?
La sonrisa creció y empezó a decir algo, pero en ese momento Sean entró en
510
El Club de las Excomulgadas
la habitación, sin aliento.
—En realidad, fue de entre los no-muertos. Pero se sentía como entre los
muertos. Todavía se siente como muerto —hizo una mueca y extendió el brazo
hacia mi botella de agua. Se la di. Tomó un trago, luego preguntó—¿Encontraron a
Larsen y sus padres?
—Lo hicieron. Ya lo hablaremos más tarde. Estoy seguro de que tendrás que
511
El Club de las Excomulgadas
Capítulo Cincuenta
Me dirigí escaleras arriba en busca de Adam. No estaba en los archivos y no
contestaba al móvil. Me asomé al salón donde había visto por última vez a Lucas.
El sofá estaba otra vez en su sitio. Y ocupado. Lucas estaba sentado en un extremo,
Paige acurrucada contra él. Los dos estaban profundamente dormidos.
En su favor, hay que decir que Lucas no se rio. Tampoco se dio media
vuelta y se alejó, como habría hecho hace unos años. Había trabajo que hacer como
efecto secundario de este desastre evitado. Pequeños incendios a ser extinguidos
antes de que se reavivaran. Pero insistió en que su lugar estaba en Portland,
dirigiendo la agencia con Paige. Haría lo que pudiera aquí y luego se iría a casa con
nosotros. Benicio lo tendría durante una semana más. Después de eso, bien, el
equipo de teleconferencia en la Camarilla era de primera categoría. Se las
arreglarían, como lo habían hecho en los últimos años.
Los miré -mis amigos, mis jefes, mis padres adoptivos- acurrucados en el
sofá. Entonces sonreí, retrocedí y cerré la puerta con un hechizo.
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*****
—Benicio.
—No, las Parcas. Me querían cerca para actuar como portavoz de tu madre
mientras las Camarillas limpiaban este desastre. Lo que me recuerda que ella quiere
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Una vez que Jaime termine nos reuniremos con los demás en Rusia.
Jeremy continuó.
Él sacudió su cabeza.
—En realidad, lo haré. Elena está lista. Yo ya sabía que lo estaba. Ella no
estaba tan segura. Pero ahora no hay ninguna duda de que ella puede hacerlo. Es el
momento.
—Todavía no. Cuando llegue a Rusia, daré la noticia. Ella está lista para ser
Alfa —Su sonrisa torcida se hizo más amplia, los ojos brillando—Y yo estoy listo
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El Club de las Excomulgadas
para no ser alfa. Tal vez para vivir algunas aventuras mientras todavía soy lo
suficientemente joven como para disfrutarlas.
—¡Adelante!
Abrí la puerta para encontrarla con Clay, las sillas puestas ante un escritorio
y los gemelos en un enorme monitor.
Levanté el yeso.
—Quiero romperme el brazo así podré tener una escayola y que todo el
mundo la firme.
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El Club de las Excomulgadas
—Eso es estúpido —dijo Logan.
Ella lo empujó.
—Lo lamento —le susurré a Elena cuando los gemelos se cayeron fuera de la
vista—En realidad sólo buscaba a Adam.
—No, los muchachos los mantienen ocupados. Ellos sólo quieren que mamá
y papá renuncien a esta locura sin sentido de salvar al mundo y vayan de camping
con ellos este fin de semana.
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El Club de las Excomulgadas
—Otra aventura para otro día. Necesitamos un descanso y, según lo último
que vimos, está seguramente bajo custodia con los Nast —ella empujó una puerta
entreabierta—Y aquí está Adam.
—¿Por qué?
Sonreí.
—Ya lo averiguarás.
*****
—Ah, así que por eso has estado ignorando mis llamadas.
—Por eso los dejé solos. Sé que es tarde, pero tenía la esperanza de
convencerte para una copa, si has terminado con el trabajo.
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tardar un tiempo.
—¿Camiseta?
Me eché a reír.
—Oh.
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que pudiera hablar—En mi edificio, quiero decir. Sé que no estás lista para que
vivamos juntos. Necesitas vivir por tu cuenta. Al menos por un tiempo — puso su
brazo alrededor de mi hombro y me sacó de la habitación—Y ahora, ¿mencionaste
invitarme a una copa?
—Síp, estoy bastante seguro de que lo hiciste. Podríamos querer que sea
doble. ¿Has comprobado el correo electrónico últimamente? Al parecer, el mundo
no se detuvo mientras estábamos ocupados salvándolo. Mogollón de trabajo
esperándonos.
Y siempre sería así. Las cosas que había sucedido en las últimas semanas.
Las cosas grandes. Tal vez incluso aquellas que en última instancia alterarían
nuestro mundo. Pero una cosa no iba a cambiar. Siempre habría trabajo que hacer,
amenazas que derrotar, aventuras que correr.
Fin
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Una Nota Final de Kelley...
Así termina el Otro Mundo, con Savannah esperando toda una vida de
aventuras. Puede parecer una forma extraña de terminar, pero así es como siempre
he imaginado el final. No envío a los personajes a sus mecedoras, para dormitar
durante sus años de retiro. No he creado un mundo en el que eso sea posible. Esta
no es una victoria final que pueda permitirles a todos vivir en paz para siempre.
Pero como dice Savannah, no le gustaría de ninguna otra manera. La de ellos es
una vida de amenazas y desafíos y, sí, de aventuras. Esto es, para mí, su ―felices
para siempre‖.
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Próximamente
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