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ESI Como Practica Inclusiva
ESI Como Practica Inclusiva
Clase 2
La ESI: el saber entre las épocas y discursos escolares
Daniel Del Torto
Walter García
Desde el siglo XVII la ciencia se propone como acopio de saber pero que rechaza a
la verdad como causa última. Es decir, las teorías sirven provisoriamente para
explicar, predecir y alterar el mundo. El sujeto de la ciencia, dividido entre saber y
verdad, no puede alcanzar la verdad por las vías del saber científico ni adquiere
ningún saber-verdadero que lo conmueva en tanto sujeto.
Antes, en la época antigua o medieval el hombre se esforzaba por contemplar la
naturaleza y maravillarse por su sabiduría. Los astros, las estrellas, las formas
redondas y el cosmos. En cambio el hombre moderno intenta dominarla a esa
naturaleza. Galileo Galilei fue uno de los que contribuyó a ese movimiento: al inventar
la idea de movimiento rectilíneo uniforme, a partir del cual sustituyó la idea del cosmos
por la de un universo indefinido e infinito que se explicaba por la identidad de sus
leyes y por la uniformidad jerárquica de sus componentes. Ya no hay armonía,
perfección, divinidad etc.
Pensemos en las matemáticas: los números son inventos, no existen en la vida real,
pero si sirven para poder generar cambios en la vida real, no es lo mismo un vaso de
agua que dos vasos de agua. Ahora no vemos el uno y el dos. Los números en este
caso son inventos que sólo valen por su aplicación al mundo real.
En la edad media el saber y la verdad eran uno “un todo” 🡪 el saber religioso, que
ponía el saber y la verdad irrefutable en manos de Dios no abría la posibilidad de
investigar nada. Descartes, al buscar el fundamento del saber, sin saber, pone las
garantías de ese saber en Dios, y entonces produce la separación entre saber y
verdad: “Yo puedo saber, pero la verdad no soy yo el que puede garantizarla
sino Dios.”
Así, de ese modo se inicia la posibilidad de saberes parciales, modificables, un
movimiento determinante para el movimiento humano.
Toda la búsqueda de la filosofía fue poder poner en juego un saber que sea
verdadero. Lo que hace Descartes es posibilitar la inauguración, en el orden humano,
de la ciencia moderna. ¿Por qué?
A partir de Descartes esto cambia. Descartes con su “Duda metódica” deja entrever
que la adquisición del saber científico y racional dependerá, ya no del conocimiento
de las Escrituras, ni de la revelación de un espíritu, sino más bien de la adecuación al
método. Es a través del método, con el que abordamos la realidad, esa forma de
acceder a un conocimiento verdadero. Este método se trata del establecimiento de
reglas claras y precisas, sencillas, que cualquiera podría seguir utilizando según la
razón. Y es a partir del ajuste con firmeza de dichas reglas que se puede estar seguro
de aumentar progresivamente el conocimiento sin temor a juzgar lo falso por
verdadero.
Hay un proyecto matemático sobre el que se funda la ciencia moderna, la cual
prescinde de la experiencia a la hora de obtener el conocimiento de las cosas, en pos
de una serie de axiomas que determinan los modos de acceder a ella. Esto atenta
contra el empirismo. Lo que vale es la regulación de las leyes de la razón, y esto se
va a aplicar a todo tipo de objetos.
Desde esta óptica es que llamamos al método de Descartes la “Duda metódica”. Que
no es la duda del escepticismo (línea de pensamiento – Pirro en Grecia – que plantea
que no hay verdad que se pueda saber del saber. No se arriba a la verdad de la que
se sabe) sino más bien es una duda diferente. A lo que se quiere arribar es a lo que
existe y a lo que no.
Primero se duda del conocimiento adquirido por las sensaciones, de los atributos de
las cosas; no se puede confiar en el conocimiento empírico sensorial si se pretende
alcanzar una verdad certera. Pero no sólo podemos ser engañados a partir de los
atributos de las cosas que llegan desde nuestros sentidos, sino también de la
existencia de las cosas y hasta de la propia existencia en tanto cuerpo. La existencia
misma puede ser una ilusión, dice Descartes, y el sueño es la prueba de ello.
Descartes, fiel a la duda, manifiesta que no se puede asegurar certeza alguna sobre
la existencia de las cosas, ni siquiera la del mismo cuerpo. De lo único que no desee
es que en el punto mismo en el que piensa, es: “Pienso luego existo”. Descartes sitúa
la verdad del ser en ese punto en donde se reconoce pensando. Allí hay un deseo,
aunque no lo nombre. Descartes necesita que alguien garantice la verdad de lo que
él cree. Entonces comienza a ocuparse de la esencia mínima de la que están hechas
las cosas. Pasa de la duda común a la duda hiperbólica (la duda se tratará de un acto
de voluntad). Puede ser que algún “genio maligno” dice, haya puesto las cosas ahí
para confundirme, entonces desconfío, dudo de todo, menos de que estoy pensando.
El pensar mismo: cogito ergo sum.
Ahora bien ¿Por qué nos interesa esto? ¿Por qué dimos este pequeño rodeo por la
ciencia y el modo en que esta se introduce desde la mirada de Descartes?
Porque a partir de allí el cuerpo, queda en un lugar segundo. La res extensa, nuestro
cuerpo, queda del lado de las enfermedades; en el lugar de lo que se debe estudiar
por los médicos, en el lugar de la biología y anatomía. Y entonces es el mundo de
las ideas, los pensamientos, los que rigen las realidades. Desde allí se erigen los
discursos hegemónicos que traemos imantados en el cuerpo, como parte de nuestra
formación educativa.
De ahí que todx maestrx enseñe más por su estilo. Es decir, que deje marcas a partir
del modo en que presenta la verdad como no-toda, como una verdad siempre dicha
a medias. Pero el estilo no es cuestión de técnica o de método, sino de esa relación
singular que cada docente establece con el saber, con la falta, y que define su
posición ética. Una relación singular respecto de su existencia, su historia y su deseo
de saber.
Es necesario poner a trabajar las múltiples resistencias que salen al paso a la hora
de dialogar sobre la sexualidad. Con esto me refiero no sólo a los obstáculos que se
le pueden presentar al docente, sino también a los discursos institucionales, en
especial cuando los mismos presentan efectos alienantes a distintos ideales que
dificultan la circulación de la palabra.
Transmitir implica poner en juego la falta, pero no un simple “de eso no se” (aunque
definitivamente no sabemos) sino un “ a partir de este agujero en el saber
construyamos juntxs”. Un agujero que no es un vacío pleno, porque el agujero tiene
un borde, y ese borde se teje con palabras.
Allí donde lo sexual rinde culto a la imagen y la mostración, diluyendo los límites entre
lo público y lo privado, y haciendo de esto último algo apto para todo tipo de consumo.
O también cuando la sexualidad queda tomada por una exigencia de transparencia,
donde se expresa, de modo encubierto, un descreimiento en lxs otrxs, acompañado
de una devaluación de la palabra –paranoia social dirá Silvia Ons– al devenir ésta
una apariencia.
Educar es poner una ética en acto, y que respecto a la educación sexual integral,
implica acompañar a lxs niñxs y adolescentes, pero también de sus familias, en la
travesía que implica el encuentro con lo sexual y sus efectos. Travesía porque la
educación sexual es un camino, un proceso de encuentros y desencuentros con
aquello que nos es más propio y ajeno a la vez: el cuerpo. En nuestra tercer clase
veremos la complejidad que implica el cuerpo de los seres hablantes.
Por otro lado el “saberse trans” tiene otro alcance. No porque se viva a nivel
consciente, es decir “yo sé que soy trans”, (¿Quién puede asegurar lo que “es”
acabadamente, de una vez y para siempre?), pues ese ser siempre está en
transformación, es más, el ser es una ficción necesaria para continuar
constituyéndonos, nunca debe ser una fijeza, porque eso trae inconvenientes para
nuestra subjetividad.
¿Qué queremos decir con esto? Que cada unx de nosotxs es estudiante, docente
padre, madre, futbolista, lector/a, etc. Tiene múltiples formas de responder a sus
necesidades y gustos.
Por lo tanto ese “saberse” tiene un valor más importante a considerar, y es un saber
a cuentas de la desproporción que caracteriza al ser humano respecto de la
sexualidad, y que Freud llamó pulsión. Ya lo veremos en las próximas clases.
Entonces ese saber que es de la sexualidad (de ella y por lo tanto no somos agentes
de dicho saber) es un saber que algo nos trans-mite desde el cuerpo, un estado trans-
itorio, un momento de transición. Saberse trans nos lleva a un significante que hay
que poner a hablar, a decir dentro de la lógica que permita la co-construcción de la
identidad de género, para evitar coagularlo en un significado acabado. Entonces este
saberse trans es un modo de decir que allí hay un cuerpo que dice algo que no
concuerda con esos conocimientos acopiados por los estereotipos sociales, y que se
encuentra en un estado de devenir.
Quizás ese estado se sostenga, quizás se transforme. Lo que sí hay que tener en
cuenta es que la construcción de la identidad de género es un proceso que requiere
tiempos y un acompañamiento necesario de lxs otrxs significativos de ese infans.
Este aspecto de la sexualidad nos lleva a pensar en algo que tenemos que erradicar
de la práctica docente: la tendencia a reciclar y reproducir un saber siempre idéntico
a sí mismo, cuyo efecto no es otro que la somnolencia generalizada del grupo-clase.
Como dice Massimo Recalcati “En ese momento no hay transmisión de un saber vivo,
sino burocracia intelectual, parasitismo, aburrimiento, plagio, conformismo.”
La escuela como institución debe reinventarse a la luz de los nuevos discursos para
mantener el saber vivo, en movimiento y no como letra petrificada, muerta. Por eso
la hora de clase implica el lugar donde se vivifican los cuerpos del saber, a partir del
vínculo, del lazo que forman allí la comunidad de aprendizaje. Erotizar la hora de
clase implica que los cuerpos allí estén inquietos, en movimiento, incómodos
placenteramente, y por qué no con cierto displacer medido.
Los discursos son matrices que organizan el lazo social a partir de la construcción de
sentidos, y por lo tanto intentan regular la relación entre los cuerpos. Es desde allí
que Foucault piensa el lugar del poder inherente a toda relación humana. Un poder
que es producto del mero ejercicio del lenguaje en la relación con otrxs: las normas
de convivencia, las normas institucionales, los diez mandamientos, las contenidos
curriculares, la ESI.
Esto último tiene que ver con evitar o negar poner en palabras o hablar de
determinados temas, por los motivos que sean. Silenciar, no verbalizar o no
comunicar sobre algo es también una forma de enseñar sobre ello. Es por ello que la
ESI viene a poner en evidencia, a darle cierto relieve a esa textura del discurso, y
reclamar el lugar que merece.
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La ESI como política de cuidado. Aportes conceptuales y pedagógicos para una educación que garantice
derechos. Cuadernillo del Gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Hace algunos años que asistimos a una crisis evidente en los discursos educativos.
La escuela ya no es la segunda casa, lxs docentes ya no son nuestros segundos
padres. Hoy la escuela ha devenido una institución más que alberga una gran
cantidad de personas que deben ser formadas para un mercado que se encuentra a
expensas del más salvaje capitalismo neoliberal.
Dentro de este sistema entran todo tipo de transformaciones: desde las tecnologías
de reproducción asistida, donde se puede elegir el color de ojos y de pelo de nuestrxs
hijxs. Hasta las millones de cirugías estéticas.
El ser humano encontrará su gozo, su alegría (mandato de la época: hay que ser feliz)
en esa relación con la tecnología, con objetos que hacen la vida más auténtica, más
individual y por lo tanto más real. Esa es la promesa falaz del discurso capitalista,
extremadamente resumida. Y en la docencia lo experimentamos a partir de esa
relación al deseo y la encerrona que nos encontramos como docentes a la hora de
formar estudiantes eficaces, eficientes, para un futuro mercantilizado y competitivo.
Y entonces perdemos el foco en lo que quiere decir realmente “transmitir un saber
inédito” al momento de resistirnos a entrar en dicha lógica.
Hoy el saber lo tiene Google, Wikipedia, y tantos otros programas, que no tienen voz.
Entonces no nos preguntamos por la fidelidad de la información, copiamos y
pegamos, aprobamos o desaprobamos, pasamos o repetimos, y la educación se
burocratiza.
Esta configuración del discurso es la misma que hacen de la diferencia patologización,
segregación por estratos, y que empuja a la medición del conocimientos. Allí se
erigen los coeficientes intelectuales como datos inherentes al ser humano, como
verdades irrefutables, medibles, calculables. Cuando en realidad no son más que la
aplicación de un cálculo que nada tiene de relación con la subjetividad del ser
hablante.
La escuela ha dejado de ser un aparato ideológico del Estado, que elevaba al lugar
de agente transmisor de una cultura. Somos los docentes los que le devolvemos la
vida a la institución, pues siempre fue el equipo docente el que hizo a la institución, y
no lo contrario.
La pedagogía neoliberal produce subjetividades cual empresa, cuyo objetivo son las
habilidades eficientes y adecuadas para su sistema. La relación del sujeto con el
saber es una relación endogámica, reproductora para que el mismo sistema siga
funcionando, nadie se hace pregunta, pues la pregunta es la que abre la hiancia. Aquí
se privilegia el rendimiento, a cualquier costo.
La ESI nos pone frente a un escenario inédito cada vez, ahí donde no podemos
transmitir la educación sexual sin pasar por nuestra sexualidad primero, o mejor dicho
en acto. Esto no quiere decir hablar sobre nuestras experiencias sexuales, sino hablar
“desde” nuestra experiencia con la sexualidad.
Y es por eso que como docentes jamás vamos a estar preparados definitivamente
para hablar sobre sexualidad, porque cada vez nos encontramos con nuestros propios
avatares. Entonces la formación en educación sexual tiene un eje principal: el trabajo
con la propia sexualidad. Reiteramos, no se trata de una exposición obscena sobre
nuestros encuentros sexuales, o las dificultades e impasses en nuestras andanzas
con el acto sexual, mucho menos de una receta concreta sobre el cómo se debe hacer
con eso, pues solo desembocaría en una moralina soberbia y sin sentido.
MODULO 1 ACTIVIDAD 2
¿Qué respondería a las preguntas planteadas en la clase en relación a a) ¿Qué tenemos para
enseñar sobre ESI? b) ¿Qué tenemos para decir sobre la sexualidad?