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EE Los viajes de Simbad, el marino Simbad, el cargador, era un hombre pobre. Todos los dias acudia al mercado de Bagdad con su carro y se ponia a disposicién de los compradores para llevar sus compras arrastrando a pulmén su viejo carromato. No tenia caballo ni tan siquiera una vieja mula. Cuando llegaba la noche, solo deseaba comer un tazén de sopa aguada y arrojarse en un catre para dormir. Una noche, de regreso del zoco, al pasar por un inmenso palacio con columnas de bronce y escalinatas de nédcar, oyé los sonidos de una fiesta en la que todos refan. A sus ofdos llegaron las melodias de la musica, y su olfato percibié los aromas de manjares exquisitos. Entonces, se sent6 debajo de una ventana a lamentarse. —No sé cémo Alé permite que haya fiestas como estas, y yo tenga que volver a mi casa por una taza de agua caliente y una cama desvencijada. ;Por qué algunos son tan ricos y otros no tenemos dénde caernos muertos? ‘Terminé de decirlo y un criado, vestido con sedas bordadas, se le acercé y lo invité a pasar al palacio donde lo atendieron como a un invitado mas. Finalmente, Simbad, el cargador, fue conducido ante el senor de aquella mansién, que no era otro que el archiconocido Simbad, el marino, que le dijo: —Me contaron que te has quejado de las injusticias que comete Ali, ¢Creés que los que poseemos algunos bienes tenemos una vida tranquila y segura? Te contaré las historias de mis a viajes y te pagaré cien dinares por oft cada una de elas, asi verés que Alé todo lo sabe y jamds se equivoca. Cuando mi padre murié, me dejé una cuantiosa fortuna que yo derroché en poco tiempo. Prontamente, me vi sumido en la pobreza y dueno de una miserable tienda aque me permitia sobrevivir. Un dia fuia pasear por el puerto. y vilos barcos anclados de los que subfan y bajaban pasajeros y mercaderias, En ese instante, una inquietud se apoderé de mi y no me detuve hasta vender la tienda, despedirme de mi familia y hacerme ala mar. Escaneado con CamScanner Elbarco zarpd un dia soleado y tranguila y durante das la travesta anduvo en aguas azules y serenas ‘Una tarde el captén dlvisd una isla y hacia ella nos drigimos. Todos estdbamas felices de tocar terra: st que mientras el capitan atracaba, bajamos con nuestros implementos para comer y descansar. Pero, al instalarnos, la tierra empeaé a sacudirse como molesta por nuestra presencia. El capitan, que permanecta ain en el barco atando cuerdas, comenzé a gritarnos —|Répido!jVuelvan al barco! Es una ballena! Huyan! lanmalenfuredo por nuestra confusn comenzba scr su lomo y todas fuimos despedidos hacia el agua Algunoslogaronaleancar el arco y hirjunto a capitn, Otros murion aogidos por os movimientos dl gigantesco cetscea Yo haba perecidos AK no me Fubra permit aferarmea una tabla fotaren medio elas lasinmensas quela bllena movia en su desesperacién por brarse de todos nosotros. Durante das estuve inconsciente en el agua, pero el tedopoderoso me condujo a una playa donde permanecilstimado hasta que unos hombres dieron conmigo Eran los guardadores de caballos del rey “Mihrajn, que me socorieron. me amentaron y melevaron ante su soberana Cuando legué ante lenarré mis aventuras yal escucharlas el monarca se maravilé —Por Ald st que hs sido bendecido pore todopoderoso. Has de estar destinado a una vida larga porque, de otro modo, ya estarias muerto. ¥.como apreciaba mis conocimientos me nombré director de Puertos y mercaderias marinas por lo que Vivi cmodamente en su reino hasta que un dia un barco atracé en nuestros muelles. ‘Aldarle¢l permiso de desembarco bajaron todas sus mercancias y subi ala cubierta. — {Queda algo en tus bodegas? —le dijeal capitan. — Ain hay ene fondo unos bultos que estén en depésito cuyo propietaro se ahogé hace mucho tiempo. Me gustaria que me permitieras bajarlos y venderlos, ast al regresar a Bagdad, puedo entregar algin dinero a su familia, junto con tan amarga noticia, —2¥ cul era el nombre de desafortunado? —pregunté distraidamente. —Simbad, el marino, setor —contestd aquel. \Volvi mi rostro sorprendido y reconod{ a mi antiguo compariero de travesia. Inmediatamente le dije quién era yo, pero no me creyé hasta que el resto dela tripulacién se Jo demostré con mil detalles. Entonces, una profunda nostalgia por regresar a Bagdad. apreté mi corazin. Regresé donde estaba el rey Mihrajan, le conté lo sucedido yrno solo me permitié partir, sino que me oftecié suntuosos obsequios y cbjetos de mucho valor, lo que, sumado ala mercaderiareencontrada, me permitié volver a la cudad convertido otra vez en un rico comerciante. No bien puse mis pies en tierra, juré no partir mas, —2Y lo hiciste? —pregunté Simbad el cargador. —Esa historia tela contaré mariana —exclamé el marina y deposits cen dnaes ena mano dl cargador. Traduccin y version de Julieta Pinasco de “Sindbad le ‘mari en Les Mileet Une Nuts, de Antoine Galland Escaneado con CamScanner

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