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UNIVERSIDAD DE ALICANTE
Los estudios que integran este libro han sido evaluados externamente con el fin de garantizar su calidad
científica. Todos ellos han sido elaborados en el marco del proyecto de investigación HAR2017-
82810-P (Clima, riesgo, catástrofe y crisis a ambos lados del Atlántico durante la Pequeña Edad
del Hielo), incluido en el Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de
Excelencia promovido y financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades del
Gobierno de España y la Agencia Estatal de Investigación.
Universidad de Alicante
Publicacions de la Universitat d’Alacant
03690 San Vicente del Raspeig (Alicante, España)
publicaciones@ua.es
ISBN: 978-84-XXXXX-XX-X
Depósito legal: A XXX-2021
Preliminar........................................................................................................ 11
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en
ambos lados del Atlántico...............................................................................19
Raymundo Padilla Lozoya
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los
años ochenta del siglo xviii. Entre la «anomalía Maldá» y los «ciclos
de El Niño».....................................................................................................55
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del
Hielo: 1640-1800............................................................................................95
Adrián García Torres
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH).
Los pozos de nieve del sureste peninsular español...................................... 115
Rafael Gil Bautista
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan
Huarte de San Juan (una perspectiva retrospectiva).....................................137
Cayetano Mas Galvañ
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen
natural en el Nuevo Mundo a través del Mercurio Histórico y Político
(1738-1783)...................................................................................................185
Antonio Manuel Berná Ortigosa
Carlos III de España como observador meteorológico en
la correspondencia con sus padres (1731-1744)...........................................213
Irene Andreu Candela
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes o sismo de
1614 na Praia (Terceira)................................................................................235
José Damião Rodrigues
Diario de una catástrofe: la riada de san Patricio en Orihuela
(Alicante, 1672)............................................................................................259
Claudio Cremades Prieto
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de
intervención después del terremoto de Palermo de 1726.............................279
Valeria Enea
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797
en la Audiencia de Quito..............................................................................299
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
Cuando «el peligro no es próximo, pero sí evidente»: Efectos
climáticos y sociales de la erupción del Krakatoa (1883) en el Sureste
de la península Ibérica..................................................................................327
Jorge Olcina Cantos, Salvador Gil-Guirado y Alfredo Pérez-Morales
PRELIMINAR
Los estudios que integran este libro forman parte de los resultados del proyecto
de investigación Clima, riesgo, catástrofe y crisis a ambos lados del Atlántico
durante la Pequeña Edad del Hielo (HAR2017-82810-P), correspondiente
al Programa Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de
Excelencia promovido y financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación
y Universidades del Gobierno de España y la Agencia Estatal de Investigación
(IP1: Armando Alberola Romá; IP2: Cayetano Mas Galvañ).
En su mayoría fueron presentados en forma de ponencia, y discutidos, en
el marco del XIV Seminario Internacional de Historia y Clima celebrado en
la Universidad de Alicante entre los días 16 al 18 de octubre de 2019. Fue un
seminario muy triste. Deberían de haber participado todos los miembros de
los equipos de investigación y de trabajo adscritos al proyecto pero, en las
postrimerías de septiembre, falleció la profesora Isabel Campos Goenaga tras
combatir contra una durísima enfermedad que, en ningún momento, consiguió
hacer mella en su carácter tenaz ni borrarle del rostro su eterna sonrisa.
Se doctoró en Historia y Etnohistoria por la Escuela Nacional de
Antropología e Historia del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(ENAH/INAH, México), por unanimidad y con mención honorífica, el 28 de
agosto de 2008 con una tesis sobre Huracanes, sequías y plagas de langosta
en el Yucatán colonial. En la ENAH, institución de la que poco se apartó, había
cursado también la licenciatura en Etnohistoria, y obtenido el grado en 1993.
Sus compañeros de estudios, que la recuerdan como una «querida colega, amiga
y compañera»1, reconocen haber tenido el privilegio de haber ingresado en un
1. Las frases que a continuación aparecen entrecomilladas, corresponden a escritos cortos que
fueron solicitados expresamente a colegas, amigos, estudiantes, compañeros cercanos a Isabel
Campos, para con ellos aderezar el relato de su vida académica y profesional. Son voces que
aceptaron sumarse a este sencillo homenaje a nuestra extrañada Isabel. Nuestra gratitud, por
tanto, a Sergio Raúl Arroyo, Mario Cuéllar, Josep Ligorred, Jorge Martínez Herrera, América
Molina y Lourdes Mondragón. Pero muy especialmente a Iñaki Campos Goenaga por su
apoyo, sugerencias y aliento constante.
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
2. Alberola Romá, Armando y Campos Goenaga, Isabel, «Amenazas naturales, desastres agríco-
las y remedios espirituales en la Península ibérica y Nueva España durante la Edad Moderna.
Notas para un análisis», en Alabrús, Rosa M.ª; Betrán, José Luis; Burgos, Javier; Hernández,
Bernat; Moreno, Doris y Peña, Manuel (eds.): Pasados y presente. Estudios para el profesor
Ricardo García Cárcel. Barcelona, Universitat Autónoma de Barcelona, 2020, pp. 907-920.
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
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Arrioja, Raymundo Padilla, Mario Hugo Cuéllar y Andrea Noria, por un lado;
y la Red Temática CONACYT: Estudios interdisciplinarios sobre vulnerabili-
dad, construcción social del riesgo y amenazas naturales y biológicas. En todas
ellas participaron y participan investigadores y estudiantes latinoamericanos
y europeos.
Así fue y así actuó Isabel Campos de manera constante, intensa, solidaria,
ilusionante y desinteresada hasta el 24 de septiembre de 2019.
Pasemos ahora al libro que presentamos a nuestros lectores. Se abre con un
estado de la cuestión sobre los avances historiográficos en materia de desastres
asociados con amenazas de toda índole, naturales y biológicas –sequías, sismos,
epidemias, plagas de langosta o huracanes– en los ámbitos peninsular ibérico
y latinoamericano, elaborado por el profesor Padilla Lozoya. Partiendo de una
amplia reflexión sobre el concepto de desastre, su evolución histórica y sus
diferentes enfoques analiza de manera exhaustiva todo el caudal de información
de que se dispone en la actualidad, a ambos lados del Atlántico, para afron-
tar con garantías las exigencias que reclaman los nuevos estudios de carácter
comparativo y con la perspectiva de la larga duración. Reivindicando el papel
que los profesionales de la Historia y de la Antropología están desempeñando
en este nuevo siglo.
En el estudio de los profesores Alberola Romá y García Acosta se efectúa
una propuesta de análisis comparativo –península Ibérica y México– durante
un período concreto de la Pequeña Edad del Hielo: la década de los ochenta del
siglo xviii. El objetivo es aplicar una suerte de «historia total» en este período
de tiempo que fue pródigo en acontecimientos extraordinarios de diferente
causa, pero siempre con efectos catastróficos, en ambas orillas del Atlántico.
Esta primera aproximación a este tipo de estudios proporciona unos resultados
enormemente interesantes y originales que animan a proseguir por esta senda
investigadora.
Trabajos vinculados con el extremismo climático y sus efectos en las socie-
dades de la época son los de los profesores García Torres, Gil Bautista y Berná
Ortigosa. El primero de ellos, referido al territorio quiteño durante una amplia
secuencia cronológica – entre comienzos del mínimo de Maunder y del de
Dalton– rastrea los efectos del comportamiento del ENOS –El Niño Oscilación
del Sur–, tanto en su fase cálida –Niño– como fría –Niña–, su debilitamiento
durante el período 1650-1780 y el impacto que ello pudo provocar en los
rendimientos agrícolas. El segundo, a cargo de Rafael Gil, estudia una de las
manifestaciones arquitectónicas más vinculadas con la PEH: los pozos de nieve
en el SE peninsular español. En este territorio, seco y cálido por excelencia, pro-
liferó durante esta pulsación climática una actividad económica enormemente
rentable que permitía, tras la recogida y almacenamiento de la nieve durante
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
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APORTES DE LA HISTORIOGRAFÍA DE
DESASTRES (SS. XV AL XVIII). ESTUDIOS EN
AMBOS LADOS DEL ATLÁNTICO*
INTRODUCCIÓN
Las percepciones acerca de la naturaleza y de lo que resulta riesgoso son cul-
turalmente determinadas por las sociedades, y los humanos contamos con
diferentes criterios de caracterización de lo que denominamos desastre. En la
actualidad, desde un enfoque humanístico y social, se entiende como desas-
tre el resultado de procesos socialmente construidos que se materializan en
impactos dañinos, pérdidas económicas y decesos humanos o animales.2 Se ha
documentado que los humanos tratamos a las catástrofes con base en diferentes
criterios, como los patrones sociales y culturales, los valores y significados de
la afectación, los sistemas de creencias religiosas, tipo de instituciones polí-
ticas, y estructuras económicas de cada grupo o comunidad.3 Así, múltiples
factores evidencian la diversidad y también la complejidad, implícitas en la
comprensión de los desastres desde cualquier posicionamiento disciplinario.
La etapa denominada como Pequeña Edad de Hielo está comprendida
entre el siglo xv y el último tercio del siglo xix, aunque aún existen diversas
* Este estudio se inserta en el proyecto «Clima, riesgo, catástrofe y crisis a ambos lados del
Atlántico durante la Pequeña Edad de Hielo (PEH)» HAR2017-82810-P, incluido en el Plan
Estatal de Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia promovido por el
MINECO (Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España) y la Agencia
Estatal de Investigación.
1. rpadilla@ucol.mx
2. Douglas y Wildavsky, 1982; García-Acosta, 1992, 2005, Altez, 2016a.
3. Bankoff, 2003; Petit-Breuilh, 2006; Gascon, 2009; Mauch y Pfister, 2009.
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No fue la naturaleza lo que congregó veinte mil casas de seis o siete pisos en
ese sitio en particular. Si los habitantes de la ciudad no hubieran elegido agru-
parse en edificios peligrosos, el daño habría sido mucho menor. Si hubieran
vivido adecuadamente distribuidos y en casas más pequeñas, podrían haber
escapado fácilmente en el primer impacto y habrían estado lejos del peli-
groso centro al día siguiente; pero se quedaron obstinadamente en el lugar,
preocupados por su dinero y sus posesiones, y muchos fueron asesinados en
consecuencia.12
Es evidente en el discurso de Rousseau un cambio en la comprensión del origen
social de los desastres, es decir, en la responsabilidad de los humanos al elegir
espacios para el desarrollo de asentamientos, así como el tipo de viviendas
para enfrentar las inclemencias del clima y las dinámicas geológicas. También
el filósofo Immanuel Kant, de 31 años de edad en 1756, escribió lo siguiente:
«Nuestras ciudades de casas altas inevitablemente serán destruidas si las cons-
truimos en lugares como Lisboa. Los terremotos son parte de la naturaleza; y en
lugar de esperar que la naturaleza se adapte a nuestra conveniencia, debemos
adaptarnos a la naturaleza.».13
Por lo anterior, el desastre asociado al «terremoto desenmascaró errores,
culpas y omisiones».14 Se hizo evidente que los humanos somos los principales
responsables de construir pueblos y ciudades en espacios apropiados para el
desarrollo, y de prevenir las catástrofes.15 Este novedoso planteamiento del
siglo xviii, ha inspirado diversas ideas recientes en un sentido similar, entre
los estudiosos de los desastres desde una perspectiva no fisicalista o natura-
lista, sino social-constructivista. El terremoto en Lisboa, también ejemplificó
la responsabilidad oficial ante la tragedia. Durante la emergencia, las auto-
ridades reales portuguesas realizaron una especie de «gabinete de crisis».16
Esa organización permitió coordinar acciones de respuesta con características
propias de las etapas que en el siglo xx se han denominado como: rehabilita-
ción, recuperación y reconstrucción. Esas respuestas se han convertido en los
temas centrales de muchos estudios históricos de desastres, porque muestran las
capacidades organizativas, constructivas, la cohesión social, valores culturales,
interpretaciones, ideas y creencias de las distintas sociedades enfrentadas con
el desastre. Son la evidencia del capital sociocultural que fortalece a los grupos
humanos en su desarrollo y en el proceso adaptativo ante ciertos fenómenos
considerados amenazantes. Las reflexiones y estudios del desastre en Lisboa
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seno del proyecto Clima, riesgo, catástrofe y crisis a ambos lados del Atlántico
durante la Pequeña Edad del Hielo, encabezado por el historiador Armando
Alberola se han realizado distintas producciones muy representativas para
ampliar la mirada sobre procesos climáticos globales que incidieron en los
acontecimientos locales. Con esta perspectiva se han observado los desastres
registrados en la Península Ibérica y Nueva España entre 1770 y 1800.34 Y
también los desastres en España e Hispanoamérica entre los siglos xvii y xx,35
con artículos que documentan la vulnerabilidad en la España Meditarránea, la
riqueza de las fuentes hemerográficas, desastres en Venezuela, impactos por
sequías, inundaciones y plagas en Andalucía, sequías y rogativas en Valencia
y Alicante, clima y meteorología en la prensa española, ciclones tropicales
en México, vulnerabilidad en Baja California Sur, fluctuaciones climáticas y
productivas entre Cartagena de Indias y México, vulnerabilidad en Yucatán y
erupciones volcánicas en Chile y Argentina.
Además, la Revista de Historia Moderna, hizo posible reportar en un número
especial, las manifestaciones religiosas para enfrentar amenazas naturales y
desastres, en ambos lados del Océano Atlántico, debido a la enorme influencia
del catolicismo europeo en América durante la etapa colonial.36 Como es nota-
ble, existe una amplia producción que en su conjunto enriquece la comprensión
de procesos sociales concatenados en ambos lados del Atlántico. Este diálogo
fortalece la vinculación cultural, pero sobre todo permite extender los lazos
para proponer opciones ante amenazas que han estado presentes en la historia
de las culturas transoceánicas.
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Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
47. Cabe precisar que en la literatura histórica Latinoamericana existe omisión de las obras de
historia de desastres publicadas en Asia, India y otras latitudes, y viceversa. Al parecer existe
una barrera epistemológica relacionada con la divulgación y comprensión de lo escrito en
otros idiomas.
48. Altez, 2015, 2016.
49. Véase: Red CONACYt Temática Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad,
Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas, en: http://sociedad-
yriesgo.redtematica.mx/
50. Véase: Alberola y Arrioja, 2016; Altez y Campos, 2018;
51. Arrioja, 2019.
52. Altez, 2018.
53. Altez, 2017 y García, 2017.
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54. Véase: Álvarez, 2020; Arrioja, 2020; Altez, 2020; Noria, 2020, Petit-Breuilh, 2020;
Rodríguez, 2020.
55. Carreón, 2009: 151.
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Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
interpretados como parte del dinamismo natural.56 Sin embargo muchos de esos
incipientes estudios son parte de investigaciones actuales, pues en ocasiones
suelen ser la única fuente disponible.
Durante el siglo xix, se realizaron en México distintas investigaciones
respaldadas por la Sociedad Mexicana de Historia Natural, en la cual más que
estudios históricos de desastres, se difundían investigaciones acerca de los
fenómenos del medio ambiente en la revista Naturaleza, editada entre 1869 y
1903. En dicha publicación se procuraba dar a conocer la historia natural de
México y fomentar el estudio de la misma en todas sus ramas y aplicaciones.57
A fines del siglo xix también se instalaron en México diversos observatorios
meteorológicos, desde los cuales se reportaron los sucesos más percibidos de
la variabilidad climática, los sismos y los fenómenos hidrometeorológicos.
El período independentista arrojó pocas luces para construir series com-
pletas de eventos naturales, pero después de proclamada la Independencia de
México es notable el incremento de la producción histórica. En general, durante
la primera mitad del siglo xix se redactaron breves crónicas y efemérides alu-
sivas a sucesos destructivos. Notablemente el mayor interés estuvo puesto en
el conflicto sociopolítico que representó el nacimiento del estado mexicano y
de la nacionalidad. Pero, es evidente que a partir del siglo xix se reportaron en
gacetas los eventos históricos más representativos para la geología, hidrome-
teorología y la física en general.
Como lo ha documentado García-Acosta, en la primera mitad del siglo xx
fueron realizados análisis de salarios, precios y producción agrícola durante
periodos críticos, en parte asociados a fenómenos naturales, como los publica-
dos por Luis Chávez Orozco en la década de los treinta. Posteriormente aportó
estudios de crisis agrícolas durante la época colonial.58 En los antecedentes, la
historiografía mexicana es prolífica y generosa con estudios de los más diversos
temas de interés general, pero en ellos, ocasionalmente, se cita algún evento
extremo o destructivo de origen natural. Ese tipo de aportes, casi anecdóticos
que se ubican dentro de otros temas, también contribuyen, pues reportan la
referencia a un acontecimiento específico. Sin embargo, suelen ser escuetos en
datos y se limitan a mencionar el sitio, la fecha y algunos efectos e impactos.
Pero, ofrecen la oportunidad para que un investigador siga las migajas que
pueden ser parte de una amplia historia. Un gran número de estas obras con
56. Véase: Alzate, Antonio «Observaciones físicas sobre el terremoto acaecido el 4 de abril
del presente año», en Observaciones útiles para el futuro de México, selección de artículos,
1768-1795, recopilación de Miruna Achim, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes,
Ciudad de México, 2012, pp. 55-62.
57. Morelos, 2012.
58. García-Acosta et al., 2003:19.
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59. Ibidem.
60. Véase: Espinosa, 1992.
61. García-Acosta ha realizado una amplia y detallada exposición de la secuencia y aportes
relacionados con la producción de estudios de lo que denominó de manera general como
«desastres agrícolas», véase estudio introductorio en García-Acosta, 2001.
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SEQUÍAS
Las sequías son sistémicas en los estados del norte de México, como lo docu-
mentaron varias investigaciones en la segunda mitad del siglo xx.65 A la luz
de esos estudios se hizo notable que los demás estados han padecido períodos
de escasez de lluvia, causantes de afectaciones muy severas para la economía
de agricultores y ganaderos, así como para la suficiencia de alimentos. En los
trabajos realizados por académicos se ha desvelado que los desastres se cons-
truyen en contextos históricos de larga duración y se deben a múltiples factores
sociales, como los sistemas de producción, técnicas agrícolas, estructura econó-
mica, división de trabajo y distribución de mercancías de primera necesidad,66
o el tipo de población, salud, ideología, cultura e identidad, determinantes en
las reacciones de los grupos humanos.67 Como ejemplo, en la investigación
del historiador Enrique Florescano: «una de sus conclusiones más importan-
tes fue considerar que en una sociedad de base agrícola, las crisis agrícolas se
convertían en crisis económicas generalizadas con efectos en todos los órdenes
de la vida».68
Estos fenómenos hidrometeorológicos, cuando son severos, están conec-
tados con los demás procesos productivos de la sociedad, y por consecuencia
se presenta acopio de granos, encarecimiento de alimentos básicos, tensiones
sociales y acciones de respuesta por parte de autoridades para sancionar abusos
y facilitar el acceso a los alimentos a los más necesitados. Estas prácticas han
sido ampliamente reportadas por múltiples estudios, pero es destacable el catá-
logo Desastres Agrícolas en México.69
La lectura del tomo I del catálogo Desastres Agrícolas en México permite
conocer los eventos más representativos en la historia de México entre los
años 958 y 1822. Es una obra imprescindible para comprender la gran diver-
sidad de fenómenos y de acciones que se concatenan en episodios críticos. Es
fundamental para encontrar las representaciones de las calamidades, cares-
tías, miseria, hambruna y respuestas que se han presentado por siglos. En el
citado catálogo se ha reportado la diversidad meteorológica, en categorías como
aguanieves, avenidas, calamidades, calores excesivos, ciclones, creciente de
lagos y ríos, epidemias, epizootia, escarcha, falta de lluvias, fríos, granizada,
heladas, huracanes, interrupciones de lluvias, inundaciones, lluvias excesi-
vas, lluvias extemporáneas, mal temporal, malas cosechas, maremoto, nevada,
65. Florescano, 1969, 1980, 1995; Swan, 1992; Florescano y Swan, 1995.
66. Florescano, 1969, 1995.
67. Espinosa, 1992: 41.
68. García-Acosta et al., 2003: 23.
69. Ibidem.
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Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
SISMOS
La primera relación de la historia sísmica mexicana la publicó en 1887 Manuel
Orozco y Berra, en Efemérides seismicas mexicanas.70 Y posteriormente se
publicaron diversas crónicas, efemérides, catálogos y monografías, referidas
en el catálogo Los sismos en la historia de México, tomo I y II, que recopilan
exhaustivamente los registros de los sismos percibidos durante toda la etapa
colonial, ahora disponible también en su versión electrónica.71 Así, es posi-
ble identificar cada uno de los sismos ocurridos en México, sin embargo, se
requiere estudiar cada evento, para contextualizar los impactos sociales y las
respuestas desplegadas por los distintos sectores sociales.
Los catálogos referidos son productos surgidos de proyectos que han apor-
tado gran cantidad de evidencia no solo del número de fenómenos naturales,
sino además de las reacciones sociales, la cultura asociada con las mani-
festaciones naturales y los rasgos identitarios que han definido la forma de
actuar de distintas comunidades ante cada manifestación y desastre. El trabajo
multidisciplinario ha caracterizado dichos proyectos porque la Historia y la
Antropología aportan «prolijas descripciones de lo ocurrido, datos en ocasiones
muy abundantes, que permiten conocer varios aspectos de la sociedad enfren-
tada al desastre en términos sociales, económicos, políticos y/o religiosos».72
Tanto en Europa como en América, los catálogos de sismos, desde el
siglo xviii, son una primera fuente para comprender lo ocurrido en una amplia
periodicidad, sin embargo, es necesario el estudio profundo de cada caso,
para comprender el despliegue de la sociedad en momentos de crisis. Existen
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Raymundo Padilla Lozoya
EPIDEMIAS
Sobre las epidemias en México se cuenta con algunas publicaciones que mues-
tran parte del amplio panorama, como se leerá en este breve apartado. Las
epidemias, como bien lo ha destacado la historiadora Elsa Malvido, se deben
estudiar con base en el contexto económico y poblacional en el que se presen-
tan.74 En la historiografía mexicana son escasos los estudios especializados
en epidemias, elaborados entre los siglos xvi al xviii, aunque se cuenta con
diversas crónicas, como la pestilencia de 1575.75 Pero a partir del xix, con el
fortalecimiento y equipamiento de la profesión médica, se incrementó el inte-
rés por documentar sus afectaciones. Además, en el siglo xix se mejoraron las
campañas de vacunación contra enfermedades como la viruela, poliomelitis,
difteria y tuberculosis.76 «Las medidas puestas en operación hasta pasada la
mitad del siglo xix no fueron –no podían ser– racionales o científicas porque
no se conocían ni la etiología microbiana de las infecciones ni los mecanismos
de su transmisión o contagio».77
En el siglo xx, se estableció la política sanitaria en México, en particular
después de la pandemia de Influenza H1N1 de 1918-19. Se crearon los regla-
mentos sanitarios y se dio gran impulso a las campañas sanitarias, vacunas y
su aplicación. Sin embargo, la historia de las epidemias, pandemias y ende-
mias en México es amplísima. Se han documentado episodios severos durante
tiempos prehispánicos, por ejemplo, en el Códice Telleriano se representa la
mortalidad asociada a epidemias. Notablemente, la mortandad incrementó
desde el siglo xvi y ayudó al cambio económico y sociopolítico impuesto por
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Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
los peninsulares,78 pero sobre todo los siglos xvii y xviii fueron críticos para
la población nativa afectada por viruelas en todo México,79 incluso en algunas
áreas literalmente quedaron asentamientos despoblados o extintos, al sumarse
otras enfermedades epidémicas y otros factores socioeconómicos y productivos,
como lo han reportado diversas publicaciones.80
De acuerdo con Malvido, en el siglo xvi, la presencia de epidemias inició
en 1519, y durante el referido periodo se presentaron 19 episodios en diferen-
tes sitios de la Nueva España, principalmente asociadas a viruela, sarampión,
peste (puede ser cocoliztli o tabardillo), tifo, paperas y tlatlacistli. En el siglo
xvii se han documentado 31 epidemias, relacionadas con sarampión y viruela,
tifo, cocoliztli o tabardillo, tos chichimeca o tosferina, y peste. Con base en
Malvido, en el siglo xviii ocurrieron 15 epidemias de distintas amenazas como
viruela, sarampión, peste, tabardillo, alfombrilla y matlazáhuatl81. Y durante el
siglo xix, 42 epidemias de vómito prieto, influenza, fiebre amarilla, fiebres de
1813, tifo, viruela, sarampión, cólera morbus, tosferina, fiebre escarlata, cólera,
lepra, difteria y paludismo.82
En la actualidad, los estudios de epidemias se han realizado con diferen-
tes enfoques, principalmente médico, histórico, demográfico y económico.
Se cuenta con investigaciones prácticamente en todo México,83 algunas muy
destacadas por el esfuerzo de realizar una mirada amplia y de larga duración.84
En cada siglo, las fuentes de información presentan distintos retos para los
investigadores. En particular los siglos xv al xviii son imprecisos en cuanto
a número exacto de fallecidos pues no se contaba con conteos metodológica-
mente formales o institucionalizados. Aunque se registraban sistemáticamente
nacimientos, matrimonios y decesos sin la causa de mortalidad en su totalidad,
salvo algunos casos. Sin embargo, a partir del siglo xviii se formalizó el registro
a través de las actas de defunción elaboradas por el clero. Y desde mediados del
siglo xix, el Registro Civil permitió documentar con mayor detalle el impacto
de epidemias en la salud de la población. En México existe una amplia litera-
tura acerca de las enfermedades epidémicas, pero aún es necesario realizar un
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Raymundo Padilla Lozoya
PLAGAS DE LANGOSTA
En el año 2012, en el Colegio de Michoacán se integró una edición especial-
mente dedicada a la amenaza de las langostas, según reportes provenientes
desde el siglo xvi al xix, tanto de España como de México. Es un ejemplar inte-
resante porque recopila buena parte de las referencias a obras que tratan sobre
el problema de las langostas, enfrentado por españoles y novohispanos. Se hace
notar, con una mirada comparativa, que los españoles conocían la amenaza de
los acrídidos y rápidamente ajustaron leyes y acciones de respuesta similares a
las conocidas en el viejo mundo. Las plagas de artrópodos no reconocen límites
territoriales y su voracidad alimenticia puso en peligro a las comunidades de
agricultores que podían perder hasta 10 toneladas de granos en un día.
Para interés de este artículo, destaca en la revista el artículo publicado por
la historiadora Isabel Campos Goenaga, porque se enfoca en explicar la con-
formación de la cosmovisión maya desde el siglo xvi hasta el siglo xviii.85 Y
explica a detalle los sucesos extremos que debieron enfrentar los peninsulares
nativos y extranjeros, asociados a las sequías, plagas y huracanes. Con fuentes
bibliográficas y de archivo, la historiadora Isabel Campos Goenaga expone
la recurrencia de las amenazas mencionadas, en Yucatán, en una larga dura-
ción. Relata las percepciones de quienes documentaron los primeros eventos
desastrosos, como los cronistas Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández
de Oviedo, Tomás López Medel y Diego Landa.
El artículo de Campos plantea como hipótesis que el modelo colonialista
restringió las dinámicas socioculturales de los mayas para enfrentar las amena-
zas naturales y les impidió responder preventivamente como solían hacerlo antes
de la conquista porque «se implantó un nuevo orden espacial: el colonial».86
Por ejemplo, con la división de tierras y asignación de propietarios, fueron
bloqueadas las migraciones naturales y estratégicas de los grupos indígenas,
asociadas a los desastres. Además, fueron abandonados los antiguos pueblos
y los indígenas se vieron obligados a acercarse a las nuevas construcciones
españolas. Los representantes indígenas perdieron la posibilidad de decisión
propia ante el nuevo poder peninsular. De estas maneras fueron controlados
los mayas en su espacio, dominados en cuerpo y alma; manipulados en su
consciencia ante la imposición de creencias y modelos imaginarios distintos e
40
Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
HURACANES
Se ha documentado que «antes de la predicción instrumental, poco se podía
hacer para evitar la fuerza de las tormentas o sus efectos en el comercio o la
guerra».89 Pero existe evidencia para argumentar que las culturas prehispáni-
cas de Mesoamérica contaban con prácticas para observar, predecir, reducir
los efectos, mitigar los impactos y obtener beneficios de los huracanes, como
lo documentaron los antropólogos Konrad90 y Ortiz.91 Desde su llegada al
Continente Americano, los españoles, y luego los criollos, fueron eliminando
41
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Ortiz. Pero también los huracanes han permitido que zonas desérticas al norte
de México reciban la precipitación pluvial para rellenar los mantos acuíferos
para beneficio de las actividades productivas agrícolas y ganaderas. Así, es
notable una dualidad representada en los huracanes como ente peligroso y a la
vez benéfico, esto depende de las relaciones que establece la sociedad con una
manifestación tan frecuente.
CONCLUSIONES
En una reflexión muy general, los estudios históricos de desastres se han enfo-
cado en distintas amenazas naturales y han coincidido con la antropología y
otras disciplinas en la necesidad de comprender los conceptos fundamentales
relacionados con el riesgo y los desastres, así como en las relaciones metodo-
lógicas y su transversalidad. En términos de hallazgos, tanto en México como
en varios países latinoamericanos, es notable que existe un incremento en la
construcción de distintos riesgos y de condiciones de vulnerabilidad social,
que son los principales responsables de los desastres, no la presencia histórica
de los fenómenos naturales que han sido parte constituyente de las culturas y
el desarrollo de las sociedades. Es evidente que en algunas regiones ha incre-
mentado la población y ha sido excluida de los beneficios del capitalismo,
aumentando la marginación y exposición a diversas amenazas. Por ello vale
la pena investigar el proceso de construcción de riesgos y desastres, así como
las respuestas que otras sociedades han dado a los problemas asociados a las
amenazas naturales, logrando cierto desarrollo y adaptación.
En los estudios históricos realizados en ambos lados del Atlántico, acerca
de amenazas naturales y desastres, el método histórico ha sido ajustado princi-
palmente a la existencia de fuentes primarias y secundarias, a los períodos de
consulta y la disposición de bibliografía para el diálogo temático y disciplinario.
Cada indagación ha empleado sus particulares instrumentos y herramientas,
no hay un modelo metodológico único.105 Sin embargo, los más importantes
estudios históricos de desastres en México son los concebidos y desarrollados
en equipos, con una perspectiva de Larga Duración, propuesta por el historiador
Fernand Braudel, quien entendía el tiempo histórico o Larga Duración como
tiempo social. Esta noción ha sido particularmente útil para entender los desas-
tres desde el enfoque constructivista, porque los comprende como el resultado
de largos procesos sociales, políticos, económicos y culturales, de ajustes,
cambios, vulnerabilidades y amenazas, identificables en las interacciones de
105. Algunos estudios son particularmente muy sugerentes en cuanto a su procedimiento meto-
dológico, cabe destacar el trabajo de Peniche acerca de las calamidades en Yucatán entre
1535 y 1699, véase Peniche, 2010.
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Aportes de la historiografía de desastres (ss. xv al xviii). Estudios en ambos lados del Atlántico
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VAIVENES CLIMÁTICOS EN LA PENÍNSULA
IBÉRICA Y NUEVA ESPAÑA EN LOS AÑOS
OCHENTA DEL SIGLO XVIII. ENTRE
LA «ANOMALÍA MALDÁ» Y LOS «CICLOS DE
EL NIÑO»*
1. INTRODUCCIÓN
Los estudios comparativos sobre el impacto de la Pequeña Edad del Hielo
(PEH) en ámbitos distantes entre sí varios miles de kilómetros se antojan
imprescindibles para verificar el carácter extremo, variable, irregular y global
de esta oscilación climática presente durante los siglos que abarcan la Edad
Moderna. Partiendo de recientes esbozos aproximativos al clima de la península
Ibérica y Nueva España en el último cuarto de la centuria ilustrada1, nuestro
objetivo en este estudio consiste en caracterizar de la manera más precisa
* L a presente contribución forma parte del proyecto de investigación Clima, riesgo, catástrofe
y crisis a ambos lados del Atlántico durante la Pequeña Edad de Hielo, CRICAT-PEH,
(HAR2017-82810-P9), incluido en el Plan Estatal de Fomento de la Investigación Científica
y Técnica de Excelencia promovido por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades
del Gobierno de España y la Agencia Estatal de Investigación. Está también asociada al pro-
yecto APURIS (Les administrations publiques face aux risques naturels dans les monarchies
bourboniennes; xviii-début du xixe siècle), auspiciado y desarrollado por la universidades de
Alicante (España), Clermont-Auvergne (Francia) y Federico II de Nápoles (Italia) y apoyado
por la Casa de Velázquez (Madrid). En ambos proyectos participan quienes firman este estudio.
1. Alberola y Arrioja, 2020: 55-66; García Acosta, en prensa; Alberola y Arrioja, 2019:
379-421.
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
posible los años ochenta del siglo xviii, al entender que puede resultar un buen
banco de pruebas para posteriores estudios.
De las décadas postreras de ese siglo, quizá la octava sea la que ofrece un
mayor grado de singularidad a uno y otro lado del Atlántico. Extremismo hidro-
meteorológico, climático y geológico, azote de plagas agrícolas y presencia de
enfermedades y epidemias, con sus correspondientes corolarios, coexistieron
con asiduidad en estos territorios y afectaron notablemente a sus habitantes.
Establecer las similitudes o diferencias del comportamiento de la atmósfera
en estos ámbitos tan alejados uno del otro constituye el paso previo para el
desarrollo de posteriores investigaciones; y hacerlo con estudios de casos a
lo largo de una década como ésta parece adecuado por las particularidades
detectadas. Es evidente que las condiciones físicas no son las mismas en cada
ámbito de estudio; y que las climáticas están sometidas a factores específicos
que tienen que ver con las dinámicas atmosféricas propias de cada zona. No
obstante, establecer los episodios hidrometeorológicos extremos que se produ-
jeron en esos territorios, con su impacto y consecuencias; verificar el grado de
similitud o de diferencia e incardinarlos en la dinámica general de este período
de la Pequeña Edad del Hielo, puede resultar relevante y ayudar a mejorar la
comprensión de los aspectos más singulares de esta larga secuencia climática.
¿Por qué consideramos interesante esta década? Los mismos contemporá-
neos, a título particular o desde diferentes instancias político-administrativas y
científicas, coincidieron en señalar un cambio en las pautas de comportamiento
de la atmósfera consideradas, hasta ese momento, habituales. Es cierto que, en
la práctica totalidad de los casos, la presencia de registros instrumentales resultó
poco menos que anecdótica, prevaleciendo los «análisis» de base empírica por
acumulación de experiencias seculares combinados con la mera percepción
sensorial de quienes decidieron dejar por escrito todo aquello que observaban.
Tampoco se nos oculta que, ya en el siglo xviii y de manera progresiva, se
produjo un mejor conocimiento de la realidad climática del momento que, en
el continente europeo, estuvo propiciado por la consolidación de instituciones
científico-culturales vinculadas a los nuevos saberes ―de entre las que las
academias de medicina fueron de las más activas―, la irrupción de las deno-
minadas Topografías médicas, la proliferación de informes y ensayos sobre la
vinculación entre clima y salud o el despegue definitivo de la prensa, funda-
mentalmente a partir del último cuarto de siglo, con la inclusión de debates
relacionados con los adelantos científicos o de noticias sobre sucesos extremos
de índole atmosférica, geológica o biológica.
56
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
2. Le siguieron diarios como Asuntos varios sobre ciencias y artes (1772-1773), el Mercurio
Volante (1772-1773) y Observaciones sobre la física, historia natural y artes útiles (1787-
1788). Salvo el Mercurio, todas las demás fueron fundadas y dirigidas por el ejemplar ilustrado
criollo José Antonio de Alzate y Ramírez.
3. Barriendos y Llasat, 2009: 253-186.
4. Amat y de Cortada, Barón de Maldá, 1988-2003. En adelante Maldá.
57
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58
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
59
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
En el caso de la Nueva España, no contamos con una fuente tan rica que
en sí sola concentre la información necesaria, como es el Calaix de sastre que,
además, reúne los requisitos mínimos que permiten caracterizar una serie: que
se trate de una fuente de un solo origen para el periodo estudiado, que haya
seguridad en la misma y que ofrezca datos continuos y abundantes13. En el
caso novohispano el trabajo conjunto de investigadores y estudiantes a lo largo
de años ha permitido reunir una cantidad considerable de información para
documentar de manera sistemática la década que ahora nos ocupa y evitar los
tres riesgos de una datación por periodos prolongados: la dispersión, la dis-
continuidad y la heterogeneidad14. Se trata de información proveniente, sobre
todo, de archivos locales y nacionales –actas de cabildo y ramos como los de
Tributos, Tierras, Reales Cédulas– o incluso de mucho mayor alcance territo-
rial –Archivo General de Indias–, de cuadernos de dietaristas, de periódicos
con vocación científica y de la Gazeta de México, la única que circuló durante
los años aquí estudiados15.
A la penúltima década del siglo xviii antecedieron una serie de eventos que
se presentaron en el centro de México durante la segunda mitad de los setenta,
caracterizados sobre todo por sequías. La esterilidad de los campos provocó un
desabastecimiento y carestía del producto básico, el maíz, llegando a situacio-
nes extremas tales como dejar de tasarlo, con las consecuencias nefastas que
ello acarrea16. Hacia mediados del último año de la década, sequías severas en
el Valle de México, Puebla, Durango y Chihuahua17, junto con algunas heladas
en el centro, se sumaron a la epidemia de viruela que se presentó a fines de ese
año. Ésta se concentró en la ciudad de México, pero se extendió sobre todo al
oriente del virreinato18, provocando el fallecimiento en particular de población
60
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
19. García Acosta, en prensa. Una reciente aproximación a la PEH en América Central en
Arrioja, 2019: 63-72.
20. Mendoza et alii, 2005, Grove, 2011.
21. García Acosta, Pérez y Molina, 2001.
22. Stahle et alii, 2016 y Therrell, 2005.
23. Como las de William Quinn y Victor Neal de 1992 y la actualización de Luc Ortlieb
de 2000.
24. Mendoza et alii, 2005: 713, 714.
25. Mendoza, et alii, 2005: 715.
61
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
que en España fuera caracterizado como «un mal año»26. Como reconoce el
historiador ambientalista británico Richard Grove, hay que seguir explorando
sobre esta manifestación de ENSO entre 1788 y 179527. Trabajos como los
que él realizó en vida, y sobre todo los de corte comparativo como el presente,
propiciarán, sin duda, la formulación de hipótesis más fundamentadas relati-
vas a patrones climáticos globales anómalos, extraordinarios o anómalos no
identificados hasta ahora. Sin olvidar que, al referirnos a El Niño, estamos
hablando de un fenómeno que constituye parte de la variabilidad climática del
planeta, por lo que estrictamente no debiera considerarse una anomalía como
tal. A esto volveremos después.
Cabe aclarar que, en nuestros estudios, en general, hemos documentado
el comportamiento climático-ambiental en función de los efectos e impactos
registrados en la documentación consultada: inundaciones, riadas, pérdida de
cosechas, escasez y carestía de alimentos básicos, movimientos de población,
etc. Dados los objetivos de este estudio, y aunque no son muy abundantes los
datos para el caso novohispano, haremos énfasis en el comportamiento del
clima como tal, echando mano del material existente para ello, tratando de
reconstruir la historia climática de este periodo con información proveniente
de los registros existentes en el archivo natural y en el archivo humano, para-
fraseando al eminente historiador suizo del clima Christian Pfister28.
62
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
63
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
las sierras las peñas»; al grado de que «derribó todas las casas de Monterrey
e iglesias, dejándolo hecho un desierto»35.
35. Ibidem.
36. Alberola, 2012: 327-331.
37. Rico Sinobas, 1851: 79.
38. De la destructiva granizada que se abatió sobre Barbastro, Fonz, Estadilla, Castejón del
Puente, Estada, Olbena, Graus, La Puebla de Castro, Benavente y Torre Esera, dio cuenta
la Gazeta de Madrid el 6 de septiembre de 1783 (n.º 77, p. 804); para mayores detalles ver
Alberola y Pradells, 2012: 65-93.
39. ASED, 1784.
40. Maldà 1988: I, 126.
64
Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
nubes que, al atardecer, impedían ver los rayos del sol. Idéntica circunstancia
anotó en su diario el castellonense fray José de Rocafort, quien sugirió que
podía tratarse de un fenómeno universal que afectaba tanto a España como
al continente europeo41. En efecto, el volcán islandés Laki había erupcionado
a comienzos de junio y lanzado a la atmósfera una gran nube tóxica que fue
cubriendo los cielos europeos, incluidos los del NE peninsular42.
En septiembre abundaron las precipitaciones de alta intensidad horaria en
el NE y Este peninsulares. Entre los días 11 y 17 de ese mes, y tras intensas
tormentas, el río Ebro, sus afluentes y barrancos adyacentes crecieron con
exceso y provocaron avenidas e inundaciones. La confluencia de los caudales
del Gállego y del Ebro inundó Zaragoza; el desbordamiento del río Valcuerna
arrasó Peñalba e inmovilizó el correo durante más de 18 horas; la crecida del
Cinca sumergió Fraga, destruyó su puente y arrasó todos los sembrados; los
cursos fluviales muy incrementados de los ríos Jalón y Jiloca, Daroca y Ondara
ocasionaron graves daños ―como no se recordaban― en Calatayud, Daroca,
Cervera, Anglesola y Tárrega43. Pero lo peor llegaría en octubre y noviembre.
Entre el 4 y el 10 de octubre las tierras valencianas se vieron afectadas
por las habituales e intensas precipitaciones tardo estivales. En el sur, copio-
sas lluvias provocaron la crecida del Segura, de su afluente Guadalentín y de
varias ramblas y, con ello, una de las peores inundaciones de Orihuela y su
huerta. Hasta en nueve ocasiones penetraron las aguas en el casco urbano cau-
sando innumerables destrozos44. A su vez, el río Júcar inundó Cullera y Sueca,
mientras que el Palancia hizo lo propio con Sagunto. En todos los casos se
perdieron cosechas y ganados, hubo algunas muertes y muchos damnificados,
las comunicaciones quedaron interrumpidas, los molinos harineros inservibles,
otras infraestructuras hidráulicas rotas o muy deterioradas, las conducciones de
agua potable inservibles y entre la población se instaló una creciente sensación
de temor e inseguridad.
El 2 de noviembre, fuertes precipitaciones en el curso medio y bajo del
río Vinalopó provocaron la inundación de Novelda (Alicante) y el inicio de
rogativas pro serenitate45. En las postrimerías de este mes se desató un intenso
temporal que ocasionó grandes daños en el sur de Cataluña y norte y centro
de Valencia, que la Gazeta recogió ampliamente en sus páginas46. Entre los
65
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
días 24 y 26 de ese mes las lluvias, que desde septiembre no habían cesado, se
intensificaron, con lo que los ríos circulaban muy crecidos sobre un territorio
excesivamente encharcado. Fueron muy numerosas las avenidas e inundaciones,
destacando la de la Rambla de la Viuda, afluente del río Mijares (Castellón), que
transformó las poblaciones y huertas de la Plana de Castellón en un auténtico
«mar»47. El río Júcar también experimentó una gran crecida que arrasó toda
la comarca de La Ribera. Su cauce fluvial quedó modificado a su paso por los
municipios de La Almuina y El Toro. El camino desde este lugar a Alberic se
tornó intransitable, muchos pueblos y campos de cultivo quedaron anegados
y, ya en las inmediaciones del cabo de La Nao, se produjo un movimiento de
tierras y el hundimiento del conocido «mojón» o «montículo del Baladre»48.
Por esos mismos días, una gran avenida del Turia inundó Valencia y su huerta.
El detallado informe de las autoridades pone de manifiesto el alcance del
desastre, mayor si cabe que el de 177649, pues quedaron muy seriamente afec-
tados los edificios y el callejero urbano, la huerta y su sistema de acequias, los
molinos y otras infraestructuras hidráulicas, así como las vías de comunica-
ción. Al margen de que el capitán general decidiera exponer el Santísimo en
el balcón de su palacio para aplacar la furia de los elementos, la experiencia
de la anterior riada e inundación hizo que se activara un dispositivo de segu-
ridad para conocer, en todo momento, la altura de las aguas y el estado de los
edificios, el alcance de los destrozos y el posible riesgo de desabastecimiento.
Abundaron los informes que describían la calamidad, evaluaban pérdidas y
solicitaban recursos y soluciones al Consejo de Castilla; pero de entre ese
torrente de información llama la atención una reflexión del corregidor de la
ciudad de Valencia acerca de lo que, a esas alturas del año, consideraba un
comportamiento inhabitual de la atmósfera perceptible en «frecuentes lluvias,
después de las muchas que se han sufrido de largo tiempo a esta parte»50.
Cuando, a comienzos del mes de diciembre, el corregidor informó con
detalle al Consejo de Castilla de todas las circunstancias que habían rodeado
la imponente inundación, hacía notar la prolongada e inusual inestabilidad de
la atmósfera tras cuatro meses de continuas precipitaciones que destruyeron la
práctica totalidad de las cosechas e impidieron plantar el trigo de invierno51.
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59. Esta rica información se localizó en los ramos Ríos y Acequias y Ayuntamientos del Archivo
General de la Nación de México.
60. Endfield, 2007: 31; Endfield et alii., 2004: 262.
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
de granizo, y continuó en lluvia copiosa, que duró hasta las nueve del día
siguiente».
De inmediato se sumó el frío, pues el día 5 «se vieron los dos volcanes de
agua y fuego con abundancia de nieve, lo que ha causado una temperie muy
fría, haciendo muchísimo daño a las salinas que se empezaban a disponer para
su beneficio». Las lluvias, atribuidas erróneamente a la presencia de nortes, se
presentaron también en ciudad de México, causando estragos. Errada es, asi-
mismo, la atribución de fuertes precipitaciones a un huracán en Guanajuato en
el mes de abril67. Hubo granizo con viento huracanado en Hidalgo a principios
de mayo y, hacia fines de ese mes, tempestades furiosas acompañadas de rayos
azotaron Guadalajara, dejando daños considerables como el cuarteamiento de
la torre y el derrumbe de la media naranja del Convento de los Dominicos.
El episodio húmedo más extremo se presentó en Chiapas. Empezó a llover
el 30 de agosto de 1785 y continuó sin parar por tres días y sus noches: fueron
copiosas las precipitaciones acompañadas de fuertes vientos. El río de San
Cristóbal, que «se había metamorfoseado en un mar», se desbordó. La inun-
dación anegó tres cuartas partes de la ciudad, entonces denominada Ciudad
Real; 346 casas sucumbieron al empuje de las aguas y la iglesia de San Diego
se derrumbó; el casco urbano quedó cubierto de arenas de aluvión. En la zona
rural la asociación de lluvias y viento arrancó árboles y terminó con las siem-
bras. Alguna fuente atribuye el evento a la entrada de un huracán que, por la
fecha en que ocurrió, es posible que sí lo fuera68.
El virreinato estuvo así salpicado de humedad a lo largo de este bienio
que, por poco que afectara, tuvo sus repercusiones, a las que se sumarían un
retraso prolongado de las lluvias que se extendió por varios meses y heladas que
provocaron la pérdida de las cosechas en las principales zonas productoras de
maíz. La información al respecto, como se dijo antes, es abundante.69 Cubre la
totalidad del virreinato, desde el norte y occidente (sobre todo poblaciones de
67. Los nortes son vientos fuertes que, acompañados de lluvia, se originan al norte de los Estados
Unidos como grandes masas de aire frío que se desplazan hacia las bajas latitudes, y se
presentan en el Golfo de México. Los patrones temporales y espaciales de los nortes y de
los huracanes son los siguientes: los primeros de noviembre a abril en el Golfo de México
(Veracruz específicamente) y de mayo a noviembre los segundos, éstos si diversificados
entre los dos océanos que circunscriben México y el Mar Caribe.
68. Un estudio de caso detallado sobre este episodio saldrá pronto publicado, elaborado por
Ana María Parrilla con abundante información primaria cuidadosamente tratada. Pone espe-
cial atención en lo que ella identificó como las causas sociales que desencadenaron la que
califica de «desgracia», así como los factores de vulnerabilidad a los que Ciudad Real, hoy
San Cristóbal de las Casas, se ha enfrentado a lo largo de su historia (Parrilla, en prensa).
69. Solo en el catálogo histórico de desastres agrícolas (García Acosta, Pérez y Molina,
2002) se cuentan cerca de 400 registros o fichas para esos dos años, la cifra más elevada
para un bienio dentro de los 500 años de información que ofrece este catálogo. La mayoría
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se agrupan en rubros como: seca, sequía, retraso de lluvias, falta de lluvias, helada, hielo, es
decir, sequía prolongada y heladas.
70. Swan, 1981: 638.
71. Crespo, 1995: 293 y Garner, 1985: 324-325.
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Figura 2. Comparación de precios del trigo y del maíz en el siglo xviii. Fuente: García Acosta,
1995: 187.
72. El ciclo de cultivo del maíz incluye la siembra, de abril a mayo, la época de lluvias, de mayo
a septiembre y la de germinación y maduración de la semilla, que finaliza en septiembre.
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73. Stahle et al, 2016: 43; Therrell, 2005: 204. Este último incluso cita un pasaje del catálogo
de desastres agrícolas, ya comentado, proveniente de Pachuca (Hidalgo) para ilustrar esta
sequía (Therrell, 2005: 205).
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74. Mencionaban los regidores tarraconenses que el Francolí, aunque aparentaba ser un río de
modesto caudal, «en tiempos de lluvias abundantes experimenta unas crecidas avenidas que
han causado y causan con frecuencia gravísimos perjuicios y daños de mucha consideración»;
en Alberola y Pradells, 2012: 72.
75. La noticia la proporcionó la Gazeta de Madrid en su momento y Manuel Rico Sinobas la
recogió en su Memoria sobre las causas meteorológico-físicas (…); ver Gazeta, n.º 11 (6-2-
1787), p. 89 y Rico Sinobas, 1851: 80.
76. Maldá, 1988: I, 178.
77. Al respecto, el barón de Maldá deja anotada una frase en la que resume la situación y que
concluye empleando el castellano: «Des de mediats de setembre que dura est temps tempes-
tuós. Amigos, paciencia»; Maldá, 1988, I: 178. Las cursivas son nuestras.
78. Sambricio, 1991: 563-565.
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
El año 1787 concluyó con tiempo muy húmedo, aunque con temperatu-
ras inusualmente cálidas. Tanto es así que, el primer día de enero de 1788, el
barón de Maldá hacía notar en su Calaix de sastre la extraña sensación que le
provocaba sentirse como en primavera y calificaba tal situación de «extraor-
dinaria»; aunque a los pocos días hacía notar el retorno a la «normalidad»
térmica invernal84.
En Nueva España, a pesar de que en 1786 no se registraron episodios climá-
ticos particularmente adversos o extremos, continuaron presentes los estragos
y repercusiones de la crisis agrícola, que se manifestaban en todos los órdenes.
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
85. Por ejemplo, se habla que en este año hubo un huracán en enero, cuando la temporalidad de
su presencia es de mayo a noviembre. En el «Estudio Introductorio» de Historia y memoria
de los huracanes… (García Acosta y Padilla, en prensa) se hace una extensa explicación
de ambos fenómenos, de sus características y razones por las cuales provocaban confusión
en aquellos que, pasando por Veracruz en su travesía hacia la ciudad de México, se topaban
con ellos; evidentemente siempre y cuando fuera entre los meses de octubre a abril. La inci-
dencia de los huracanes por su parte comienza en mayo y, en el peor de los casos, termina
precisamente en octubre.
86. Los ramos Correos y Marina del Archivo General de la Nación de México, brindan este
tipo de información.
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
«subió la marea cinco pies más de lo que hasta ahora se había experimentado
[…] en todo el día y noche del día 4 se experimentó tan elevada mar, que
nadaban las canoas en la plaza de aquel puerto, siendo tan rápida la corriente,
que excedía de cinco millas por hora, con un giro circular nada común»87.
También se presentaron epidemias, dispersas por el virreinato como en Yucatán,
Jalisco y San Luis Potosí, y no siempre indicando fechas precisas. Sólo en el
caso de Oaxaca se menciona que comenzó entre agosto y septiembre en San
Juan Mixtepec –en plena Mixteca– y, hacia fines de ese año, hay noticias
de la llegada a San Pedro Mixtepec, en la costa oaxaqueña, de «calenturas
epidémicas».
Contrasta con todo lo anterior la carta enviada al Rey el 27 de octubre
de 1787, informando que estaba «asegurada en ese reino y casi recogida una
abundante cosecha de maíz, habiendo bajado por consiguiente el precio de ese
fruto y extinguídose las calamidades y epidemias que causó la esterilidad de
los últimos años» Temas estos para seguir escudriñando cómo se manejaba la
información que se enviaba a la metrópoli.
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
a España91. Ello hizo que en los primeros días de junio comenzaran a rezarse
durante la misa, en las iglesias barcelonesas, las collectas u oraciones pro
pluvia. Sin embargo, el encadenamiento a finales de mes de precipitaciones
tormentosas durante cuatro días, mientras la escasa cosecha de cereal recién
recogida se amontonaba en las eras, aconsejó transformar las collectas pro
pluvia en collectas pro serenitate para intentar salvarla; maniobra bastante
habitual por otro lado92. Concluyendo julio, varias tormentas cargadas de gra-
nizo batieron el sur de Aragón provocando la pérdida de las cosechas y el
crecimiento del río Alfambra, afluente del Turia, que se desbordó a su paso
por Teruel93.
Entre los días 5 y 9 de septiembre, una gran perturbación atmosférica sacu-
dió el cuadrante NE peninsular provocando un sinfín de daños. Carecemos de
un estudio sinóptico al respecto, pero diferente documentación nos informa de
los intensos aguaceros que, desde el día 5, ocasionaron repetidos desbordamien-
tos del río Cinca y su afluente el Vero. Este último inundó Fraga, al igual que
en 1783, mientras que el Cinca anegó Barbastro en dos crecidas sucesivas94.
La información remitida al Consejo de Castilla por los responsables políticos
de ambas poblaciones y de la Audiencia aragonesa permite conocer al deta-
lle la evolución de los acontecimientos. Además, la Gazeta de Madrid relató
puntualmente la inundación de Barbastro y el alcance de los daños más allá de
esta población: casas arruinadas, calles convertidas en canales, destrucción del
puente que unía el camino que, viniendo desde Madrid, se dirigía a Barcelona,
rotura del azud que alimentaba la acequia –igualmente inservible– para el riego
y la afectación, por inundación, «de muchos lugares y campos»95.
La tarde del 5 de septiembre se desencadenó un intenso temporal sobre el
Campo de Tarragona. Imponentes tormentas cargadas de granizo procedentes
del oeste descargaron –tras girar en dirección norte– sobre una amplia super-
ficie. Tarragona, Valls, La Selva o Igualada, entre otras poblaciones, se vieron
muy afectadas según informó la Gazeta96. Rico Sinobas menciona que, en estas
mismas fechas, el río Tajo experimentó una notable crecida que destruyó un
puente en Aranjuez97. Tortosa, aún sin recuperarse de las ruinas del año anterior,
91. Para Maldá la gravedad de la situación venía dada «per lo molt temps ha que no plou;
experimentant-se la sequedad en tot lo pla de Barcelona, i majorment en molt del terreno
de Catalunya, com es en tot L’Empodrá; i no sé si generalment en Espanya»; Maldá, 1989:
I, 189.
92. Maldá, 1989: I, 190-191.
93. Alberola, 2012: 75.
94. Rico, 1851: 81.
95. Gazeta de Madrid, n.º 78 (26-9-1788), pp. 625-626.
96. Gazeta de Madrid, n.º 79 (30-9-1788), p. 634.
97. Rico, 1851: 81.
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
hubo de soportar una gran tempestad durante más de una hora de duración en
la tarde del día 5 así como el empuje de las aguas del Ebro que, muy incre-
mentadas desde su curso medio, superaron en 22 palmos la altura de las cotas
habituales. Los daños fueron incalculables y la desgracia se cebó en multitud
de personas, que lo perdieron todo. Buena prueba del alcance de la catástrofe
fue la movilización general de todas las autoridades político administrativas
con competencias en el área afectada, desde el gobernador de Tortosa al capi-
tán general de Cataluña, que activaron todas las alarmas, aprontaron recursos
y promovieron sendos expedientes para comunicar directamente al conde de
Campomanes, gobernador del Consejo de Castilla, la extrema gravedad de la
situación98. Dos semanas más tarde, Barcelona sufrió un imponente aguacero
que provocó una gran crecida del río Llobregat y la inundación de L’Hospitalet,
Cornellá, Sant Joan d’Espí, Sant Feliu y Sant Boi99.
Mediado noviembre, tres jornadas de constantes precipitaciones en
Murcia y sur de Alicante, provocaron la crecida de la rambla de Mula y del río
Guadalentín que, a su vez, incrementaron los caudales del Segura que anegaron
las poblaciones de Molina, Mula, Alcantarilla, Ceutí y Orihuela, devastando sus
campos y destruyendo molinos y acequias de riego100. Tras padecer dos años de
pertinaz sequía, la inundación de Orihuela y su huerta fue de las consideradas
catastróficas, pues las aguas superaron los 20 palmos de altura y obligaron a
celebrar rogativas pro pluvia. El Memorial Literario refirió el suceso con todo
detalle en su entrega de diciembre101. Este mes fue muy frío, como atestiguó el
barómetro en la ciudad de Barcelona102 y la congelación a finales del mismo,
durante dos semanas y con un grosor del hielo próximo a los 12 palmos, de
las aguas del Ebro a su paso por Tortosa; circunstancia que no sucedía con tal
rigor desde enero de 1694103.
Las lluvias excesivas y el frío padecidos desde septiembre a diciembre de
1788 afectaron mucho a los rendimientos agrícolas y, salvo en Andalucía, las
cosechas fueron deficientes; hasta el punto de que los campesinos no pudieron
disponer de granos para preparar la próxima. Fue un año muy malo, preludio
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
la sequía, y el rezo de las collectas pro pluvia volvió a las iglesias barcelonesas
al temerse que la falta de agua echara a perder otra cosecha.
Las cosas no marcharon mejor en Europa, y la «crisis universal» cristaliza-
ría en Francia con la revolución del 14 de julio. En España, tras los alborotos
barceloneses, el Estado favoreció las importaciones de trigo ultramarino al
rebajarse sus aranceles, lo que unido a una buena cosecha de arroz en tierras
valencianas contribuyó a que el problema no adquiriera mayor dimensión113.
No disponemos de demasiados datos referentes a excesos hidrometeo-
rológicos generalizados; aunque la grave sequía imperante en Murcia y sur
de Alicante provocó una gran escasez de alimentos en invierno y el rezo de
rogativas pro pluvia en marzo y abril114. A mediados de agosto hubo intensas
precipitaciones en tierras alicantinas que desencadenaron la crecida impe-
tuosa de cursos fluviales modestos, barrancos y ramblas; entre ellos la del río
Montnegre que, a su paso por la Huerta de Alicante, destruyó el día 17 de ese
mes los azudes construidos en su cauce y dañó la acequia mayor que distribuía
el riego a este espacio115. Entre los días 24 y 25 noviembre, y tras intensas llu-
vias, el río Júcar se desbordó inundando algunas poblaciones de la Ribera116.
Durante 1790 la sequía siguió dominando en buena parte de la península
Ibérica, sobre todo en la fachada mediterránea, aunque coexistiendo con fuertes
lluvias que descargaban cuando menos se esperaba. En Murcia hubo rogativas
en demanda de lluvia en febrero, marzo, septiembre, octubre y noviembre117.
En Cataluña, a mediados de marzo y ante la ausencia de precipitaciones, el
barón de Maldá recelaba de que hubiera cosecha en los llanos de Urgell. Sin
embargo, los sembrados próximos a Barcelona parecían resistir y, quizá por
ello, aún no se habían iniciado las collectas pro pluvia en sus iglesias118. Las
lluvias que comenzaron a caer el 24 de marzo, acompañadas de fuertes vien-
tos de Levante que hicieron peligrosa la navegación, aliviaron la situación y
llenaron de optimismo al barón quien, el día 5 de abril, se atrevía a asegurar
que las cosechas de cereales –sobre todo la de centeno– y legumbres serían
tempranas y excelentes119.
Más graves resultaron los efectos de los intensos y persistentes chubas-
cos que, entre los días 21 y 24 de marzo, descargaron sobre el Ampurdán y
provocaron el desbordamiento de los ríos Ter y Onyar y que Gerona sufriera
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Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
4. REFLEXIÓN FINAL
Durante los años ochenta del siglo xviii, reiterados episodios de origen hidro-
meteorológico se abatieron sobre la península Ibérica y Nueva España, y
ocasionaron gran impacto en la sociedad. Precipitaciones intensas, riadas e
inundaciones en ocasiones asociadas, en el caso novohispano, a la presencia
de huracanes, arrasaron cultivos y arbolado, deforestaron montes y, las más de
las veces, dejaron inservibles las tierras tras arrastrar sus capas más fértiles.
Asimismo, derribaron casas, iglesias y edificios públicos, llegaron a destruir
poblaciones enteras y provocaron, incluso, su abandono. También destrozaron
infraestructuras de comunicación –carreteras, caminos, puentes–, hidráulicas
–sistemas de riego, pantanos y azudes, molinos– y, ocasionalmente, llegaron
a alterar el trazado de los cursos fluviales y modificaron el territorio. A estas
pérdidas de alto valor económico habría que añadir otras, no menos dramáticas,
87
Armando Alberola Romá y Virginia García Acosta
BIBLIOGRAFÍA:
Al rey nuestro señor, por el respetable conducto del Excmo. Sr. Conde de Floridablanca
(…) ofrece con el mas profundo rendimiento (…) el Manifiesto o memoria de las
desgracias ocurridas en el día 25 de febrero de este año de 1788, de las reales
órdenes y providencias tomadas en beneficio del vecindario de la misma ciudad,
reparación de sus edificios arruinados y aspecto público deformado con la extraor-
dinaria creciente del Río Esgueva (…). Impreso en Valladolid por la Viuda e Hijos
de Santander, Año de MDCCLXXXVIII, 220 páginas y dos planos.
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Vaivenes climáticos en la península Ibérica y Nueva España en los años ochenta del siglo xviii
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94
CLIMA Y DESASTRE EN QUITO (ECUADOR)
DURANTE LA PEQUEÑA EDAD DEL HIELO:
1640-1800*
INTRODUCCIÓN
Durante la Pequeña Edad del Hielo, con una cronología aproximada entre
1550-1850, nos encontramos con una etapa de enfriamiento caracterizada por
el avance de los glaciares, los rigurosos inviernos, un descenso medio de las
temperaturas del Planeta entre 1-2 ºC, así como la presencia de fenómenos
hidrometeorológicos extremos con importantes impactos socioeconómicos1.
Dentro de las pulsaciones frías de la Pequeña Edad del Hielo debemos desta-
car para nuestro periodo de estudio las dos relacionadas con el descenso del
número de manchas solares, los mínimos de Maunder, en torno a 1645-1715,
y el de Dalton, alrededor de 1790-1830. El primero fue el más significativo,
principalmente desde 16752.
El otro gran protagonista atmosférico fue el ENOS con sus fases cálidas,
El Niño, y frías, La Niña. Durante la Pequeña Edad del Hielo, el ENOS se
debilitó en el transcurso del siglo xvii hasta mediados del siglo xix. En nuestro
periodo cronológico una importante reducción de su actividad la localizamos
entre 1650-1780. Esto ocurrió de manera más clara en las fases más frías, en
las que el Mínimo de Maunder fue el más paradigmático. Para el caso de El
* El presente trabajo forma parte del programa APURIS, financiado por el Gobierno de Francia
IDEX-ISITE initiative 16-IDEX-001 (CAP 20-25), del proyecto de excelencia HAR2017-
82810-P (Gobierno de España) y cuenta con el patrocinio de L’École des Hautes Études
Hispaniques et Ibériques (Casa de Velázquez, Madrid).
1. Lamb, 1995. Le Roy Ladurie, 2017.
2. Eddy, 192/4245, 1976: 1189-1202. Wagner y Zorita, 25, 2005: 205-218.
Adrián García Torres
96
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
8. Gioda y Prieto, 8/27, 1999: 33-42. Mora Pacheco, 20/1, 2015: 14-42. Prieto y Rojas,
118, 2013: 641-658.
97
Adrián García Torres
9. No se conservan los años de 1617-1637, 1641-1643, 1647-1649, 1670-1675 y 1698 e incom-
pletos los de 1638 y 1640.
10. No se conservan los años de 1704, 1741, 1754-1755, 1783, 1785 y 1799-1800 e incompletos
los de 1747, 1753, 1766, 1786, 1791-1792.
11. Herrera, 1910: 91-92.
12. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1638-1646, vol. 30, 1960: 255 y 301.
13. Alchon, 2002: 62-63.
98
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
que los aguaceros fueron los actores principales en los meses de junio y agosto,
con tres rogativas para salvar las mieses. El nuevo año agrícola no empezó con
buen pie dado que una nueva esterilidad aconteció en noviembre, diezmando
al ganado. Tampoco ayudaron las enfermedades en ese momento, muy impor-
tantes en Guayllabamba y Tumbaco. Las continuadas aguas y las infecciones
supusieron significativas dificultades en julio y agosto de 1652. El mismo
inconveniente pluviométrico encontramos en 1653, con copiosas precipitacio-
nes y presencia de afecciones en marzo, así como exceso hídrico en septiembre.
Estos años marcados por la humedad tuvieron como punto y aparte las lluvias
de enero 1654, pues el siguiente episodio de este tenor lo localizamos en junio
de 1657, acompañado de la viruela y el recelo a que faltara mano de obra14.
Los fenómenos atmosféricos adversos de estos años afectaron seriamente
a la agricultura capitalina. El bienio de 1652-1653 fue negativo en las recolec-
ciones de trigo y maíz. Tras mojarse excesivamente los cultivos, los precios
comenzaron a subir en marzo de 1654. Las panaderías fueron acusadas de
fraude, pues daban el pan a menor peso. Por este motivo, se introdujo una tasa
al pan, al trigo y al maíz, así como se persiguió a los especuladores de dichas
especies. En el mes de agosto se debieron redoblar nuevamente los esfuerzos
para hacer frente a otra subida de precios15.
Tiempo riguroso y continuadas precipitaciones encontramos en noviembre
de 166316. El cabildo trató en octubre de 1664 las peticiones de la ciudad que
serían remitidas al Consejo de Indias. En el punto quinto se solicitó que se con-
donaran las alcabalas y el papel sellado. Si el primer caso no se obtuviera, se
pelearía por el segundo. Los argumentos que se presentaron estuvieron basados
en las destrucciones ocasionadas por la erupción del Guagua Pichincha en 1660,
los posteriores temblores y las pérdidas de las cosechas debidas a las incesantes
lluvias, que habían provocado problemas de abastecimiento desde el episodio
volcánico. Tras años sin noticias de la sequedad, esta hizo acto de presencia
el último mes de este año. En cuanto al resto de este decenio, observamos un
periodo caracterizado por la continuación del exceso hídrico, salpicado con una
sequía en su parte final. A primeros de diciembre de 1665, las lluvias impidieron
el arado y siembra. Los aguaceros regresaron en agosto de 1667. En el nuevo
ciclo agrícola la humedad fue muy importante, pues la hallamos en enero y
14. A ctas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1650-1657, vol. 33, 1969: 27, 49-50,
119, 128, 129, 136-137, 175-176, 177, 224-225, 245, 262 y 506-507.
15. Ibídem: 274 y 299.
16. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1658-1663, vol. 36, 1993: 441.
99
Adrián García Torres
17. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1664-1669, vol. 37, 1998a: 55, 62-63,
117, 256, 291-292, 353, 394-395 y 442.
18. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1676-1683, vol. 41, 1998b: 410 y
435-436.
19. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1684-1687, vol. 42, 1999: 80-81 y
242-243.
20. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1688-1696, vol. 45, 2012: 137-138.
21. Alchon, 2002: 91.
22. Tyrer, 1988: 46.
100
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
23. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1688-1696, vol. 45, 2012: 161, 230,
233 y 268.
24. Alchon, 2002: 95-97.
25. Tyrer, 1988: 48.
26. Actas del Cabildo Colonial de San Francisco de Quito, 1688-1696, vol. 45, 2012: 246 y 312.
27. Ibídem: 379, 399 y 400.
28. Ibídem: 416.
101
Adrián García Torres
29. Actas del Cabildo de la Ciudad de San Francisco de Quito, 1697-1703, vol. 47, 2014: 11,
21, 22-23 y 24.
30. Ibídem: 31-32.
31. Ibídem: 33-35.
102
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
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104
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
105
Adrián García Torres
algunas porciones en las zonas altas y frías. Con este episodio, hacía más de
veintiocho años que no se segaba trigo en el valle de los Chillos, como en el
resto de áreas de cálidas. Ello derivó en que el maíz se convirtiera en la semilla
principal en las haciendas, que comenzaron, por otro lado, a sufrir un agota-
miento del suelo de cultivo. Para los quiteños, la solución no eran las siembras
en altitud para evitar las enfermedades del agro debido a su bajo rendimiento,
la aparición de heladas, así como su ubicación en laderas y pendientes que
en poco tiempo las dejarían infértiles, como ya había ocurrido en el valle de
Alangasí. A todo ello, debemos incluir la mano de obra indígena en las hacien-
das, pues a la caída importante de su número a tenor de las epidemias, se aunó
la imposibilidad de pagar su trabajo en moneda o especie, con las consiguientes
huidas a otros lugares44.
Las cosas no iban a cambiar en 1724 pues el contexto se agravó en Quito.
Las persistentes aguas y las muertes por enfermedades fueron las protagonistas
en agosto. Acerca del tipo de infección no se define, pero posiblemente tuvo
relación con la viruela o alguna de sus derivaciones45. Las lluvias insistentes
durante el ciclo final del año agrícola destrozaron la cosecha y la que pudo
cortarse estaba empapada, por lo que no tardaría en caer en mal estado. El
maíz, por su parte, se perdió en su totalidad. Como traducción de lo ocurrido,
parte de los vecinos remitieron una carta al cabildo en la que demandaron una
forma más suave con la que cumplir las deudas, mediante el uso de vales de los
hacendados. Este movimiento estuvo motivado porque el contador había apre-
sado a indígenas de la Hacienda de María Magdalena debido a los impagos y
los siguientes podían ser los quiteños. La respuesta de la Real Audiencia fue un
jarro de agua fría, pues aunque se conocían estos inconvenientes era necesario
su cobro para asegurar los sueldos de los funcionarios y las pensiones anuales.
Realidad más clara al estar perdidos, debilitados o altamente pensionados el
resto de ramos. En cuanto a los vales, en la sentencia se defendió que los ofi-
ciales no tenían constancia de esa práctica.
Pocos días después, el 28 de noviembre, el cabildo contratacó en la Real
Audiencia, pues un nuevo episodio atmosférico había agudizado la situación.
A las destrucciones provocadas por unas precipitaciones que se alargaron hasta
noviembre, les sucedieron unos diez o doce días de heladas. Este fenómeno
había alcanzado incluso a las zonas más cálidas. Como resultado, se quemaron
los cañaverales, los árboles frutales, los cultivos de maíz y de patatas, estos
últimos la segunda base de la alimentación, y las hierbas para el ganado. Para
colmo, los labradores habían perdido las semillas de maíz para volver a sembrar
106
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
y debían pagar un alto precio, pues las previas se pudrieron en su mayoría por
las lluvias46.
El inicio de 1725 estuvo marcado por el temor a consumir el trigo en
mal estado. Las lluvias excesivas dificultaron la agricultura en septiembre,
asimismo surgieron afecciones. La noticia positiva en el año de 1726 fue que
se consiguió una sentencia favorable por la que se aprobaba la tan deseada
reducción de los censos. Ahora bien, el estado eclesiástico no tardó en recu-
rrir lo resuelto47. Este pleito quedó enquistado en el Consejo de Indias hasta
1755, pues tras el terremoto de ese año se obtuvo una sentencia favorable a
los intereses civiles48. También en 1726 se produjo la queja de los barrios de
la ciudad, encabezada por San Roque, ante la orden de la Corona que aplicaba
una fiscalidad para entierros, misas, funerales, entre otras ceremonias. El argu-
mento expuesto para obtener el favor de los capitulares fue el de pobreza que
se arrastraba debido a la caída demográfica y de sus producciones. Este caso
nos muestra que el descontento existente comenzaba a ir más allá del interés
de las élites locales49.
La última referencia acerca del clima adverso para la segunda mitad de
esta década en Quito la localizamos en febrero de 1727. A la sequía se sumó la
aparición de heladas, que generaron el temor a que su continuidad quemara las
plantas. La única noticia que para 1728 disponemos es la evasiva del cabildo el
31 de agosto de festejar el matrimonio de Felipe V, que provocó nuevos roces
con la Real Audiencia. Por un lado, los capitulares defendieron que la Virgen
del Quinche se hallaba en la catedral con el fin de combatir el sarampión. Por
otro lado, argumentaron la esterilidad de sus fincas y frutos, los ahogos de los
censos y las rentas, así como que era tiempo de recolección. El presidente de
la Real Audiencia no aprobó los argumentos y recordó que debía celebrarse
obligatoriamente50. En cuanto al impacto del sarampión, no provocó muchas
víctimas, posiblemente debido a la exposición previa de buena parte de los
habitantes de la capital51. Si bien, los registros parroquiales muestran un pico
de mortalidad a fines de la década52.
107
Adrián García Torres
108
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
rápidamente. Entre las explicaciones que expusieron destacó que 1762 fue seco
en las dos estaciones, lo que afectó al ganado con el que se mantenían los escla-
vos que trabajaban en los trapiches58. Los decesos vinculados a la enfermedad,
simplemente calificada como peste, posiblemente viruela, ya eran considerados
como muy numerosos en octubre de 1763 y continuaron en 176459.
Al año siguiente, se desarrolló en Quito la Revolución de los Estancos,
respuesta antifiscal a la introducción del monopolio del aguardiente y del con-
trol de la alcabala por parte de la Corona, cuestiones que hicieron explotar las
fricciones ya existentes entre los intereses de las élites locales y los oficiales.
Más todavía con el nuevo ataque a la crítica economía quiteña tras finalizar la
Guerra de los Siete Años en 1763, que agudizó la competencia internacional del
textil60. El golpe definitivo llegaría con la liberación del comercio en 1778. El
volcán Cotopaxi tuvo una importante erupción en abril de 1768, que provocó
pérdidas agrícolas y ganaderas, también localizadas en la vertiente norte en
dirección a la capital. Para ubicar nuevas noticias del clima debemos esperar a
fines de este año, momento en que aconteció un déficit hídrico en la fase inicial
del ciclo agrícola. Tras haberse celebrado dos rogativas en la catedral se puso
en marcha una procesión61.
El año de 1771 comenzó con una sequía en enero y lluvias abundantes en
agosto. Al año siguiente, nuevamente encontramos la esterilidad en los prime-
ros meses del ciclo agrícola, concretamente en febrero62. El protagonismo en
abril de 1773 recayó en la erupción del volcán Tungurahua, que especialmente
afectó al corregimiento de Ambato. Otra falta de lluvia la hallamos en febrero
de 1774; mientras en agosto los aguaceros fueron numerosos. El exceso de
humedad aconteció en enero y febrero de 1775. Esta realidad marcada por el
agua dejó su huella en el abastecimiento. Los alcaldes ordinarios visitaron en
marzo de este año las casas de los trigueros para combatir la especulación, pues
con la excusa de existir carestía estaban ocultando el grano. Se les obligó a que
lo sacaran de sus trojes, lo manifestaran y lo vendieran al precio corriente. En
el resto de década, el déficit hídrico aconteció en enero de 177663; el exceso
hídrico, por su parte, en noviembre de 177764.
58. AMHQ, Actas de cabildo transcritas 1756-1761: 29-X-1761. AMHQ, Actas de cabildo
transcritas 1762-1766: 25-II-1763.
59. Alchon, 2002: 104.
60. Andrien, 129, 1990: 104-131. Mcfarlane, 69/2, 1989: 283-330. Minchom, 2007: 241-253.
61. AMHQ, Actas de cabildo transcritas 1767-1771: 20-XII-1768.
62. Ibídem: 2-I-1771 y 31-VIII-1771. AMHQ Actas de cabildo transcritas 1772-1776: 11-X-1772.
63. A MHQ, Actas de cabildo transcritas 1772-1776: 11-II-1772, 5-II-1774, 22-VIII-1774, 29-I-
1775, 7-II-1775, 10-V-1775 y 29-I-1776.
64. AMHQ, Actas de cabildo transcritas 1777-1781: 17-XI-1777.
109
Adrián García Torres
110
Clima y desastre en Quito (Ecuador) durante la Pequeña Edad del Hielo: 1640-1800
larga sequía. Este dato lo incorpora dentro de la anécdota del obispo Calama
de participar con penitencias. En el segundo año, en el mes de octubre acom-
pañada de las heladas74. La última noticia acerca de la esterilidad la debemos
ubicar en febrero de 1797, mes en que se produjo un devastador terremoto en
la Serranía de Ecuador75.
REFLEXIÓN FINAL
La primera cuestión que salta a la vista es que los episodios atmosféricos
adversos coincidieron con frases frías de la Pequeña Edad del Hielo en sen-
tido amplio. El riesgo biológico también fue relevante, pues las enfermedades
fueron frecuentes en ambos periodos y las plagas agrícolas, por su parte, en la
etapa más dura del Mínimo de Maunder. Las erupciones volcánicas igualmente
tuvieron un peso importante y los años siguientes estuvieron definidos por el
clima adverso.
A pesar de los numerosos episodios del clima extremo durante las pulsa-
ciones frías de la Pequeña Edad del Hielo, las consecuencias que tuvieron en
Quito dentro de su abastecimiento fueron relativas. Los periodos con recolec-
ciones por debajo de un año regular fueron bastantes. La escasez y el hambre
llegaron a aparecer en el territorio de la Serranía de Ecuador, pero la capital
soportó la mayoría de veces estos inconvenientes. Las lluvias en las fases cer-
canas a la recolección fueron las responsables de las mayores preocupaciones.
No obstante, en la mayor parte de los casos la sequedad había hecho acto de
presencia en los años previos. Por lo tanto, encontramos un importante peso
de los efectos acumulativos de la meteorología adversa en la aparición de difi-
cultades de surtimiento de grano.
Hasta la crisis de los noventa del siglo xvii solamente se tomaron medidas
para el abasto en marzo 1654 tras dos malos ciclos agrícolas. La respuesta dada
por el cabildo para combatir esta realidad fue introducir una tasa a los granos
y vigilar a los acaparadores. En las complicaciones surgidas en las décadas de
los sesenta y ochenta ante las cortas cosechas, no localizamos ningún momento
de alto estrés en el cabildo ante una posible falta de grano.
En la catastrófica década postrera del siglo xvii, ampliable a buena parte
de América, las recolecciones fueron cortas ante la incesante sequedad, pero
en Quito no hubo una alarmante preocupación de suministro hasta la aparición
de las lluvias abundantes y la llegada del hongo de la roya en 1696. El primer
síntoma de escasez lo hallamos en la petición en junio del cabildo a la Real
111
Adrián García Torres
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114
UNA ARQUITECTURA DEL FRÍO EN
LA PEQUEÑA EDAD DEL HIELO (PEH).
LOS POZOS DE NIEVE DEL SURESTE
PENINSULAR HISPANO
1. INTRODUCCIÓN
La construcción de los pozos de nieve estuvo íntimamente vinculada al medio
físico donde se ubicaban. La orografía y la climatología fueron determinantes
para elegir su emplazamiento, pues la recogida y almacenamiento de la nieve
requería de una altitud mínima que garantizase, hasta donde fuera posible, que
en los meses invernales cayeran esas precipitaciones con cierta frecuencia.
Pero, ya que vamos a hablar sobre estas construcciones, lo primero es la
gran variedad de términos que aluden directa o indirectamente a ellas. Así,
encontramos los términos«casas de nieve», que además cuentan con una doble
interpretación, pues en determinadas ocasiones equivalían tanto a los propios
pozos (así se mantuvo esa nomenclatura en Baleares o durante la primera mitad
del siglo xvii en la ciudad de Murcia), como a los habitáculos que se construían
cerca de los pozos para resguardo de personas y almacén de pertrechos; también
«pozos de hielo»,«cavas», pou de glaç o pou de gel, en gran parte del territorio
valenciano y Cataluña, «neveros», «neveras», neveiras (en tierras gallegas),
elurzulos si los visitamos en el País Vasco, ventisqueros, que asimismo se
pueden explicar como el lugar en zonas altas de las montañas donde se acu-
mulaba la nieve de forma natural o por acción del hombre.
En cuanto al ámbito territorial y al tramo cronológico de este estudio,
nos centraremos en el sureste peninsular, aproximadamente desde el cabo de
la Nao hasta el cabo de Gata, y abarcará de manera esencial los siglos xvii y
xviii, coincidiendo en gran medida con la Pequeña Edad del Hielo (en adelante
Rafael Gil Bautista
1. Capel Sáez, 1969: 76-89. Cruz Orozco, 2004: 201-221. Diéguez González, 2004: 99-112.
Vicedo Martínez y Ramírez Gosálvez, 2004: 17-19.
2. Silvestre, (2015). «Conos de sorpresas». El Universal, [consultado el 3 de marzo de 2019].
116
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
117
Rafael Gil Bautista
118
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
sobre la utilidad de beber frío y caliente, al tiempo que fijaba su posición sobre
la hidroterapia, valorando positivamente el agua como factor terapéutico de
mucho provecho, aunque bebiendo con prudencia las aguas frías7.
Obviamente, si este fue el interés sanitario que despertó el uso de la nieve
parala salud, lo primero que habría que hacer es encontrar la manera de tener
acceso, de forma continuada, a tan preciado bien. Por ello, en las últimas déca-
das del siglo xvi y primeros años del siglo xvii casi todas las urbes y villas de
cierto peso poblacional impulsaron iniciativas que les permitieran contar con
espacios donde recogerla y, más tarde, trasladarlas hasta los almacenes que las
distribuirían a toda la población.
Dentro del ámbito territorial que nos ocupa señalaremos, a modo de ejem-
plo, dos ciudades relevantes: Murcia y Cartagena. El primer documento que
alude directamente a ello lo hemos datado en la capital murciana en septiembre
de 15868. Allí el cabildo murciano se hacía eco de la opinión de sus médicos
que aprobaban «ser provechosa la nieve para la salud y mas en esta cibdad por
ser calurosa»9, para enviar de viaje a uno de sus regidores, Pedro de Balboa. La
finalidad del desplazamiento era clara, que «baya a Valencia e otras partes, para
que traiga un hombre que sepa hazer una casa de nieve en la Sierra Espuña»10.
No obstante, el interés por emplear la nieve en Murcia ya venía de tiempo
atrás. Lo decimos porque en enero de 1583, entre la documentación consul-
tada de Lorca, hemos constatado una petición del concejo lorquino en el que
mandaron un regidor, el capitán Alonso del Castillo, para que este enviase un
caballero de sierra «a la parte de Espuña a ber en las partes del termino desta
çiudad si se han hecho algunas cuevas para recoger nieve por parte de la cibdad
de Murcia»11. Aunque su preocupación principal era saber si habían traspasado
sus mojones jurisdiccionales , a nosotros nos ha sido de utilidad en este asunto.
Respecto al origen de los pozos cartageneros habrá que esperar a los albores
del Seiscientos, en concreto al verano de 160112. Entonces el cabildo municipal
decidió que se hiciera una casa de nieve. La argumentación se apoyaba en:
los rigores del clima, por «los escesivos calores que hace»; los beneficios que
reportaba a la salud, pues «excusa y quita muchos achaques»; y, añadían, que
7. Cardoso, 1637.
8. Archivo Municipal de Murcia (en adelante AMMU), Actas Capitulares (AC), 203, f. 56, Acta
de 27-09-1586.
9. Ídem.
10. Ídem.
11. Archivo Municipal de Lorca (en adelante AMLO), Actas Capitulares (AC), 218, Acta de
22-01-1583.
12. Archivo Municipal de Cartagena (en adelante AMCT), Actas Capitulares (AC), 39, f. 32.
Acta de 21-07-1601.
119
Rafael Gil Bautista
la ciudad podría prestar un mejor servicio «por ser marytima, donde acuden
muchos principes y señores y gente de calidad que carecen de este regalo y
bien». La idea era recoger en invierno la nieve caída y durante los meses esti-
vales venderla a precios moderados entre el vecindario.
Para tal fin, pensaban que los lugares más apropiados sería ubicar dicha casa
en los términos de Totana o de Alhama. De hecho, tan solo dos meses después,
en septiembre se recibía una carta de la villa totanera en la que se pedía que se
hiciera la diligencia y petición como correspondía, antes de iniciar las obras13.
120
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
17. AMMU, AC, 304, fs. 32v-33r y fs. 39-40r, Actas de 12-02-1686 y 19-02-1686.
121
Rafael Gil Bautista
18. Recordamos que 1 ducado equivalía a 11 rs. de vellón (vn.) y que cada real eran 34 mrs.
Observarán que la conversión entre mrs. y rs. no siempre refleja un cambio exacto, ante esa
disparidad numérica, hemos respetado lo que el escribano dejó asentado en el acta.
19. A MMU, AC, 322, fs. 50-52, Actas de 08-05-1704 y 10-05-1704. El arrendador de la nieve se
quejaba del cabildo eclesiástico, pues aquellos no podían vender nieve al público. El asunto
terminó ante el Real Consejo de Castilla, quien ordenó, en julio, que no se comerciase nieve
en el taller religioso, acta de 15-07-1704, f. 95.
20. AMMU, AC, 401, f. 190 y ss., Acta de 24-07-1784. En ese momento se comunicaba a los
botilleros que a partir del 1 de agosto no se les podría entregar nieve alguna, pues se reser-
varía para los enfermos.
21. AMMU, AC, 402, f. 79v-80r, Acta de 09-04-1785.
122
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
22. Alberola Romá: 2014: p. 44. Olcina Cantos. Martín Vide: 1999.
123
Rafael Gil Bautista
mitad del siglo xvii y se extendería hasta 1715, que es conocido como Mínimo
de Maunder; el segundo ocuparía el último tercio del siglo xviii, aproximada-
mente desde 1770 hasta 1800; y el último abarcaría los años centrales del siglo
xix, el tramo de 1820-1860.
Nosotros vamos a focalizar nuestra atención precisamente en ese Mínimo
de Maunder, en memoria del prestigioso astrónomo británico que estudió las
manchas solares y el ciclo magnético solar. Él fue quien afirmó que durante el
período de 1645 a 1715 se había producido un lapsus sin esas manchas solares,
lo que originó un enfriamiento del clima, con importantes precipitaciones en
forma de nieve.
Y lo vamos a hacer para ese tramo temporal, apoyándonos en el estudio
de las actas municipales de Murcia, ya que en ellas encontramos una informa-
ción muy detallada de las incidencias climatológicas y, específicamente, de las
nevadas caídas en Sierra Espuña.
124
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
23. Archivo Municipal de Caravaca de la Cruz, (en adelante AMCA), Libro 25.5, AC del año
1686, f. 38v, Acta de 06-05-1686. Sirva de ejemplo, cómo en la primavera de ese año,
también en Caravaca advertían de que no había nieve en Sierra Espuña, por lo que pedían
escribir a Segura de la Sierra, para traerla de las torcas de dicha villa, como ya habían hecho
en otras veces.
24. AMMU, AC, 305, f. 241, Acta de 30-08-1687. El concejo de Murcia le recordaba al arrenda-
dor que tuviera cuidado a la hora de hacer las cargas, para que no se desperdiciase la nieve
por los arrieros.
125
Rafael Gil Bautista
25. AMLO, Caja 1655.02, AC, año de 1655, s/f., Acta de 13-03-1655.
26. AMLO, Caja 1662.02, AC, año 1685, s/f., Acta de 27-04-1686.
27. AMLO, Caja 1671, AC, año 1711, s/f., Actas de 14-02-1711; 10-03-1711; 17-03-1711;
21-04.1711; 29-04-1711 y de 09-07-1711. Esta situación epidemiológica se extendió amplia-
mente por todo el sureste peninsular durante 1710 y 1711, las actas consultadas de Caravaca,
Cieza, Murcia o Alicante así lo ratifican. Sobre las epidemias citadas, ver: Alberola Romá:
1985, 127-140, o la tesis doctoral de Bueno Vergara: 2014.
28. Archivo Municipal de Cieza (en adelante AMCI), leg. 6, n.º 3, f. 21v., Acta de 06-06-1710.
Aunque Cieza se surtía de la Sierra del Oro, en 1710 para garantizar el hielo en momentos
de contagios envió emisarios a Moratalla, que a su vez la recogía de las torcas de Nerpio,
para garantizar ese acopio.
29. Archivo Municipal de Yecla (AMY), Libro 1.º de Actas Capitulares, año de 1714, f. 17, Acta
de 13-08-1714. Algo muy similar ocurrió en Yecla en 1714, cuando envió al mayordomo
126
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
estos depósitos a muy corta distancia, incluso dentro de su casco urbano30. Sin
embargo, los grandes núcleos de población, donde se concentraba una mayor
demanda de este producto, caso de Játiva, Alicante, Elche, Orihuela, Murcia,
Cartagena o Lorca, tuvieron que afrontar la carestía que suponía los portes
hasta sus almacenes.
Indudablemente el precio del envío estaba influido por la distancia a reco-
rrer, las condiciones climáticas y las dificultades orográficas31. Pero también
existían otros factores que los podían encarecer, sobre todo en momentos de
extrema necesidad, como cuando hubo que salvaguardar la salud del vecin-
dario, aunque los precios se incrementaran notablemente. Sirva de muestra lo
que sucedió en 1733 en Cieza. A las puertas del verano, ante una población
mal alimentada por las cortas cosechas y con un elevado número de enfermos,
hubo que traer la nieve de Sierra Seca, más de 14 leguas de viaje, incluso de
Caravaca32.
Ya que hemos mencionado Ibi, queremos incidir en que fue el municipio
alicantino que contó con un mayor número de pozos de nieve, diez en total33.
Su ubicación geográfica entre las Sierras del Maigmó, el Carrascal de la Font
Roja y Mariola justifican tal proliferación de cavas. El botánico Cavanilles,
a finales del Setecientos, nos dejó algunas reflexiones sobre tan industriosa
villa34. Anotaba que, en invierno, cuando no son necesarios tantos brazos para
las tareas agrícolas, muchos vecinos se dedicaban a recoger la nieve, encerrarla
en pozos y conservarla para luego venderla a Alicante, Elche, Alcoy y otros
pueblos comarcanos. Lo que ocupaba a un gran número de hombres y caballe-
rías, a la vez que suponían unos ingresos significativos a sus vecinos.
Para concretar lo que decimos, explicaremos brevemente lo sucedido en
1777, año de desabastecimiento en Murcia. En abril, ante los escasos copos
caídos en Espuña, ya advertían que lo encerrado en los pozos no cubriría la
demanda de todo el año. Se hicieron pesquisas para el surtido y en un principio
descartaron Alcoy e Ibi por estar más lejanos. Por medio de un presbítero de
Caudete supieron que en el nevero de la Cofradía de Ánimas de aquella villa
del concejo a Ibi para ajustar 300 arrobas para ese año, incluso para garantizar los envíos
en los cinco siguientes.
30. Segura Martí: 1985, 4.
31. Alberola Romá; 2019, pp. 130-140. Quien en el capítulo «El negocio que surgió del frío:
recogida y comercialización de la nieve», hace unas acertadas reflexiones sobre el tema.
32. AMCI, leg. 8, n.º1, s/f., Acta de 08-05-1733 y 18-06-1733. En mayo de1733, se abastecieron
de una pequeña cantidad gracias a un vecino de Caravaca, pero en junio tuvieron que ir a
buscarla a Sierra Seca, en la comarca de Huéscar. El precio de venta era de seis cuartos de
mrs., pero para que la gente más humilde pudiera acceder a ella se vendió a mitad de precio.
33. Vicedo Martínez. Ramírez Gosálvez: 2004, 233-310.
34. Cavanilles, 1795-1797, II, 80. Alberola Romá, 2014, 135.
127
Rafael Gil Bautista
podían conseguir nieve a un precio más moderado. En mayo, pactaron que a pie
de pozo la arroba costaría 8 cuartos, pero la conducción hasta la capital tendría
que gestionarse al margen35. El trato con los arrieros se tuvo que fraccionar,
primero la llevarían hasta Yecla y una vez allí los arrieros de Alhama, que eran
los que habitualmente la acarreaban desde Espuña, se encargarían de conducirla
hasta los puntos de venta en Murcia36. En total se calculaba que se le añadirían
otros 26 cuartos por el transporte. Pero, lo fundamental eran las pérdidas que
se estaban produciendo, pues la mitad se deshacía por el camino. Por lo que,
en junio, la nieve que tradicionalmente costaba en los talleres 2 cuartos hubo
que subirla hasta los 3 cuartos37.
A final de julio, ya no quedaba más nieve que traer desde Caudete, por lo
que hubo que terminar de apurar la que restaba en Espuña. Esto hizo que en
agosto se replanteasen acudir a Ibi y Alcoy. Desde esta villa les escriben para
decirles que don Joaquín Escalt tenía un pozo con 55 palmos disponibles para
la venta. Sopesaron entonces traerla desde allí, incluso compartir gastos con
el cabildo eclesiástico, que también la necesitaba, pero finalmente cerraron el
contrato con Ibi por entender las condiciones eran más ventajosas. Las capi-
tulaciones se firmaron con Bartolomé y Luis Rico, además de Pascual Pérez
de Rico, aunque éste con alguna clausula particular38. Todos los pozos estaban
en manos de una compañía de Alicante, que exigió que no se firmase con nin-
guna otra persona el acarreo de la nieve, comprometiéndose a ayudar en las
gestiones del paso de las carretas por Orihuela, por si allí le reclamaban algún
impuesto añadido.
En septiembre se estampaban las firmas, el contrato les vincularía hasta
que nevase en Sierra Espuña, pero aclaraban que, si esto no sucedía, ellos se
comprometían solo hasta el 31 de diciembre39. Los precios eran idénticos a
los de Caudete en los umbrales de los pozos y se podrían surtir de cualquier
nevero del término, pero el problema residía en que durante los dos días que se
invertían en su traslado se perdía la mitad del envío. No obstante, al no tener
otro punto de abastecimiento, la contrata se mantuvo hasta que, finalmente, en
diciembre nevó en Espuña y se alivió la situación para los murcianos.
35. Una arroba equivalía a 11, 5 kg aprox., mientras que una la libra pesaba 460 g.
36. AMMU, AC, 395, f. 104v-105, Acta de 24-05-1777. Cada arroba llevada de Caudete a Yecla
costaba 5 cuartos y medio.
37. Las nevaterías en Murcia tuvieron varias ubicaciones, como la plaza de San Bartolomé o
la antigua aduana, pero las más importantes fueron las de las calles Trapería y Bodegones.
38. AMMU, AC, 395, f. 231, Acta de 07-09-1777. Pascual Pérez solo quedaba obligado de su
pozo y de una parte del pozo llamado Descals.
39. A
MMU, AC, 395, f. 302, Acta de 04-10-1777. En ella consta una contraoferta de otro vecino
de Ibi, José Moltó Rico, que lo haría a menor precio y se comprometía hasta marzo de 1778,
pero la ciudad lo rechazó por la cláusula de exclusividad firmada.
128
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
40. AMCA, S-1, L 44, f. 173, Acta de 17-12-1777. En la postura para el abasto de nieve que
presentaba el caravaqueño Juan Martínez Montejano, se insistía en no sobrecargar a los
animales «con más carga que la regular».
41. AMMU, AC, 348, f. 48v., Acta de 24-04-1730.
129
Rafael Gil Bautista
42. Por ejemplo, en la Zanja de la Nieve de Elda, se optó por el diseño rectangular. En el Pou del
Carrascar, Castalla, o en la Cava Arquejada, Agres, la forma exterior es hexagonal, aunque
la base sea circular.
130
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
131
Rafael Gil Bautista
Imagen n.º 8. Mapa de los principales sistemas montañosos del sureste peninsular
Sumémosle los pozos del oriente andaluz, los más cercanos a la Región de
Murcia, sobre todo, los ubicados en la Sierras de los Vélez y María, al igual que
los aportes de hielo de Sierra Nevada, que en momentos puntuales supusieron
un enorme alivio para las principales ciudades colindantes45. Sin ir más lejos
desde Huéscar se acarreó nieve en 1669, 1723, 1733, 1749, 1780 hacia Murcia,
aunque la relación más intensa con dicha capital fue durante los años de 1721
a 1727 con Vélez Blanco. De igual modo, que las cercanas Sierras de Alcaraz
y de Cazorla-Segura, con el hielo de sus neveras socorrieron en más de una
oportunidad a localidades vecinas46.
45. A
MLO, AC, 1701-01, s/f, Acta de 06-03-1781. Ante la falta nieve, Lorca se aprovisionó
de un pozo existente en María. También se repitió en 1800, cuando incluso se plantearon
construir un pozo de nieve en Vélez Blanco, «por ser casi seguro el nevar todos los años»,
Acta de 19-04-1800.
46. AMCA, AC, S1-L30, año de 1724, f. 16, Acta de 18-04-1724; inicialmente se habían surtido
de nieve en la Puebla de don Fadrique, pero en julio el corregidor de Murcia les embargó el
pedido y plantearon ir a Cazorla, distante 22 leguas, para acarrearla. Desde Caravaca se les
132
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
Fuente: Plan Director de los Pozos de la Nieve de Sierra Espuña, anexo III. Foto: el autor.
insistió en que la buscasen en la Puebla y Nerpio, para no quedar sin hielo ante las enferme-
dades que padecían. Acta de 28-07-1724, f. 35.
47. AMMU, AC, 326, f.32r, Acta de 31-03-1708.
48. AMMU, AC, 334, f. 111v., Acta de 11-08-1716.
49. AMMU, AC, 347, f. 154, Acta de 22-11-1729.
133
Rafael Gil Bautista
8. REFLEXIONES FINALES
En esta aproximación nosotros le demos un enfoque primordialmente histó-
rico-climático, pero es innegable que este tema admite y requiere numerosos
perfiles de investigación y reflexión. Aceptando que fue la necesidad médica
la que impulso muchas de estas arquitecturas del frío, parece obvio que, tras su
construcción y puesta en marcha, los intereses económicos de todo tipo, muy
pronto aparecieron.
De igual modo, es evidente que si no se hubieran dado las condiciones
climáticas que se desarrollaron durante la PEH, estas iniciativas carecían de
sentido. Pues hemos visto como la distancia mermaba sustancialmente el
hielo durante su transporte y encarecía de forma notable el precio de venta.
Especialmente en el sureste peninsular, donde las villas y ciudades que acu-
mulaban mayor población estaban alejadas de los pozos donde se encerraba
la nieve.
Por último, reconocemos que han sido muchos los aspectos que nos han
ido surgiendo a medida que avanzábamos en la investigación y que tendrán que
estudiarse con mayor detalle: las penurias de los jornaleros que la recogían,
las dificultades que soportaron arrieros y transportistas, las obligaciones con-
tractuales de los encargados de su abasto, los que especularon en momentos de
escasez o los otros usos de las bebidas heladas… Aquí solamente han tenido
cabida unas breves notas, pero nos emplazamos para profundizar sobre esto
en breve.
134
Una arquitectura del frío en la Pequeña Edad del Hielo (PEH). Los pozos de nieve del sureste peninsular…
BIBLIOGRAFÍA
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sultado el 14-03-2020].
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de Granada, en que se trata del arte y orden para conservar la salud, y dilatar
nuestra vida y del buen uso del beber frío con nieve, Granada, impreso por Martín
Fernández, 1612.
135
Rafael Gil Bautista
136
IDEAS AMBIENTALES Y CLIMÁTICAS EN JUAN
FRANCISCO MASDEU Y JUAN HUARTE DE SAN
JUAN (UNA PERSPECTIVA RETROSPECTIVA)*
1. INTRODUCCIÓN
En los sucesivos proyectos de investigación sobre clima y desastres durante la
Edad Moderna, desarrollados por el grupo de investigación dirigido por el Dr.
Alberola Romá, ha venido ocupando un lugar central el estudio de las fuentes
existentes sobre dicha temática en el ámbito hispánico1.
No se ha tratado únicamente de captar los datos objetivos que dichos textos
pueden aportar. Ha importado también conocer los conceptos sobre el clima
que manejaban sus autores, la mayoría pertenecientes a los sectores cultos
(desde los humanistas a los científicos e ilustrados del Setecientos). Y ello
en un doble sentido: por un lado, obviamente como aproximación a la his-
toria de los conceptos climáticos; por otro lado, como vía para mostrar que
dichos conceptos formaron parte de marcos más amplios de comprensión de
la naturaleza e incluso de estructuración de la realidad. Estas vertientes de la
cuestión resultan de especial interés durante la Modernidad, en la medida en
que la amplia aceptación que tuvo en la época la denominada «teoría de los
climas» llevó a múltiples y diversos intentos de comprensión de la Naturaleza,
de los individuos y de las sociedades, a la luz de las influencias ejercidas por
* E ste estudio forma parte del proyecto HAR2017-82810-P, incluido en el Plan Estatal de
Fomento de la Investigación Científica y Técnica de Excelencia promovido por el Ministerio
de Ciencia, Innovación y Universidades (Gobierno de España), la Agencia Estatal de
Investigación y los Fondos FEDER.
1. Por su carácter sintético, destacaremos el trabajo de Alberola y Mas, 2016.
Cayetano Mas Galvañ
los factores ambientales2. Dicho de otro modo, los conceptos y las ideas sobre
el clima y el ambiente terminaron desempeñado un papel –relevante, aunque
variable– en no pocas construcciones discursivas contemporáneas sobre cues-
tiones culturales, ideológicas e incluso políticas.
Un elemento adicional motiva este trabajo: el representado por la escasez
de referencias en la bibliografía especializada –incluso reciente– a pensadores
del ámbito hispánico que llegaran a ocuparse de esta materia3. En el texto
que sigue, presentamos dos ejemplos destacados de autores españoles (pues
como tales se definieron, aunque ambos nacieron fuera del actual territorio
del Estado) que podemos encuadrar dentro de la teoría de los climas, pese a
sus diferentes perfiles: jesuita y literato el primero, Juan Francisco Masdeu;
médico y filósofo el segundo, Juan Huarte de San Juan. Fue Masdeu quien nos
remitió a Huarte, y por esa razón los consideraremos en orden retrospectivo
aunque el catalán floreció dos siglos después del navarro. Como quiera que
ya hemos dedicado a Masdeu un estudio específico4, será Huarte quien ahora
centre especialmente nuestra atención.
138
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
6. Masdeu, 1783. La obra había comenzado a publicarse en italiano en 1781 (Foligno, imp.
Pompeo Campana).
7. Ibid.: 1.
139
Cayetano Mas Galvañ
140
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
literatura (IV),16 para cerrar con un último capítulo (V) dedicado a proporcionar
una «Idea del carácter político y moral de los Españoles».17
Lo cierto es que el el tono apologético domina la obra y la conduce a un
terreno plagado de tópicos carentes de novedad y sin conexión con algo míni-
mamente parecido a una descripción científica de la realidad. Así, como modo
de superar la contradicción señalada entre unidad y diversidad climática, plan-
tea la idea de la existencia de una «simetría» (una especie de compensación de
extremos, al estilo de la teoría de los humores) en la distribución de los recursos
y los «temperamentos», lo que le permite afirmar el carácter esencialmente tem-
plado del clima español, «con alguna inclinación más al calor que al frío»18. En
realidad, se trataba de una conclusión fijada a priori: era necesario demostrar
que España poseía un clima moderado y benigno, porque ese es el más ade-
cuado para la salud física y –sobre todo– moral de los individuos. Masdeu no
afirma que tal clima sea una manifestación de la voluntad divina por favorecer
a nuestro país –como hicieron los británicos respecto del suyo19–, pero sí que:
«El clima templado de España […] produce hombres amantísimos de la
industria, hombres de sumo ingenio para las ciencias y para las bellas letras,
hombres de un carácter excelente para la sociedad, en quienes las virtudes
exceden en número a los vicios»20.
Y es que, sin duda, el principal interés de Masdeu –como el de la mayoría
de quienes se adhirieron a la teoría de los climas– se centraba en resolver la
cuestión de su influjo, tanto sobre los individuos como sobre las comunidades
sociales («culturas»); utilizando sus propios términos, el abate catalán preten-
día demostrar hasta qué punto el clima determinaba el «ingenio»21. Tal era,
en su opinión, una cuestión clave no resuelta ni aun por «la filosofía de estos
tiempos».22 Para ofrecer su propia solución al problema, Masdeu plantea –en
el capítulo II– un esquema en dos partes. En la primera, recurre a comparar las
posiciones de los tres autores más significativos que, a su juicio, se han ocupado
del asunto; esto es, el español Benito Jerónimo Feijoo, el francés Jean Baptiste
Du Bos y el italiano Girolamo Tiraboschi. Los dos primeros encarnaban las
141
Cayetano Mas Galvañ
23. Feijoo, 1777, I: 325-398 «Defensa de las mujeres». Feijoo, 1779, II: 299-321 «Mapa inte-
lectual y cotejo de Naciones»
24. Du Bos, 1719. Sin embargo, no se trata de un determinismo sin límites, pues Du Bos no
sólo plantea la posibilidad de que se produzca una adaptación a nuevos territorios en el caso
de individuos o grupos desplazados (sobre todo a largo plazo), sino que incluso el clima
varíe con el tiempo.
25. Masdeu, 1783: 47.
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
26. Ibid.: 47
27. Tiraboschi, 1795.
143
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
145
Cayetano Mas Galvañ
influencias físicas o morales (el clima, el estado físico y metal, o las circunstan-
cias externas) que podrán estimularla «pero en modo alguno forzarla a seguir
las propensiones del genio»42. De este modo, la voluntad no es «absolutamente
en ninguna manera acción del clima; porque la voluntad del hombre es del todo
libre, ni puede depender de las causas físicas en manera alguna, sino quedando
el livre alvedrio sin lesión»43.
En definitiva, la aceptación por Masdeu de la teoría de los climas es clara,
pero limitada y ecléctica. El clima tiene capacidad de influir sólo sobre la
complexión o el genio de las naciones, pero existen otros factores culturales o
morales (incluyendo los de carácter económico o político) que también están
presentes. Y en cuanto a los individuos, permanecen siempre iguales en inte-
ligencia y libres en cuanto a voluntad.
Es en el curso de sus disquisiciones sobre esta materia cuando el catalán trae
a colación a Juan Huarte de San Juan. Al exponer las posiciones de Feijoo, du
Bos y Tiraboschi sobre el ingenio (tal como él lo entiende), Masdeu menciona
también a tratadistas anteriores, tanto españoles como europeos, y menciona
al navarro entre ellos:
«Ni ellos, ni otros que les han precedido, como el Español Huarte, príncipe
en esta materia, Caimo, Imperiale, Zara, Mongitore, Morhosio y Barclayo, no
han propuesto idea alguna determinada del ingenio»44.
Así pues, tal vez para singularizar su propia aportación al concepto de ingenio,
Masdeu acusa de inconcreción a los que considera como sus predecesores,
aunque coloca a Huarte como primer y más excelente tratadista. El juicio se
torna claramente elogioso cuando se ocupa de la complexión y del arte de
mejorarla, asunto sobre el que dice «ha tratado egregiamente primero que todos
los modernos el célebre Físico-Médico Español Huarte»45, especialmente en el
capítulo XV, que es precisamente el dedicado a las cuestiones eugenésicas en
la primera edición de su obra, sobre la que se imprimió la versión italiana que
Masdeu maneja46. Pasemos, pues, a ocuparnos de Juan Huarte de San Juan.
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59. H uarte, 1989: 151. La misma expresión se repite en Ibid.: 247, cuando menciona que
Galeno «bien entendió que era necesario repartir las ciencias a los muchachos y dar a cada
uno la que pedía su habilidad natural, pues dijo que las repúblicas bien ordenadas habían
de tener hombres de gran prudencia y saber que, en la tierna edad, descubriesen a cada uno
su ingenio y solercia natural, para hacerle aprender el arte que le convenía y no dejarlo a su
elección», aunque (y esta sería la que Huarte juzga como su propia originalidad), el griego
«no atinó en particular a las diferencias de habilidad que tienen los hombres, ni a las ciencias
que cada una demanda en particular». Arrizabalaga y Giordano, 146 (2020): 364, fijan
en cuatro las cuestiones cruciales que pretendía abordar Huarte: qué hace a un varón hábil
para una disciplina (arte o ciencia) y no para otra; cuántos tipos diferentes de ingenios hay;
qué disciplinas se ajustan mejor a cada uno de ellos; y a través de qué signos era posible
conocer todo ello.
60. Serés, 1989: 43-47.
61. Pinna, 1988: 82.
149
Cayetano Mas Galvañ
habilidades del hombre, todas las virtudes y vicios, y esta gran variedad que
vemos de ingenios»62
En el mismo sentido, también asume la existencia de nueve «temperamen-
tos» individuales. Pero mientras la tradición médica clásica y humanística
habían insistido en que la salud se correspondía con un estado de equilibrio
físico-humoral, nuestro autor adopta una perspectiva diferente: a su juicio, el
equilibrio («conmoderación») de las calidades primeras «donde el calor no
excede a la frialdad, ni la humidad a la sequedad»63 resulta imposible, al menos
en los ocho primeros temperamentos (cuatro simples y cuatro compuestos)64,
a los que precisamente por eso califica como «destemplados». En consecuen-
cia –nos dice– todos sufrimos algún tipo, si no de enfermedad, al menos de
destemplanza65, y precisamente en ella residiría el origen de las diferencias
de juicio (y de carácter) observables en los individuos66. Ciertamente, la idea
de la enfermedad como desequilibrio no era ni mucho menos nueva, pues la
hallamos (con Alcmeón67) en el mismo inicio de la tradición hipocrática, pero
la reformulación efectuada por Huarte marcaría la ruptura del ideal humanístico
renacentista del hombre integral y armonioso68, y su sustitución por el concepto
del individuo tensionado y en desequilibrio característico del Barroco (con
la correspondiente definición de un modelo antitético y alternativo al de la
paideia clásica). De hecho, en Huarte el estado resultante no posee un sentido
enteramente negativo, sino más bien dinámico:
«Es de saber que nunca acontece enfermedad en el hombre que, debilitando
una potencia, por razón de ella no se fortifique la contraria o la que pide con-
trario temperamento […] Según la opinión de los médicos, en muchas obras
exceden los destemplados a los templados […] De manera que hay destem-
planza y enfermedad determinada para cierto género de sabiduría, y repugnante
para las demás; y, así, es necesario que el hombre sepa qué enfermedad es la
suya y qué destemplanza, y a qué ciencia responde en particular (que es el
tema de este libro); porque con ésta alcanzará la verdad y con las demás hará
juicios disparados.»69
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
151
Cayetano Mas Galvañ
74. Glacken, 1996: 47, 51. Pinna, 1988: 120-121. De la conexión entre las tres almas se des-
prende también el nexo existente entre lo fisiológico, lo psicológico y lo moral.
75. Serés, 1989: 83. Para la capacidad humana de «perfeccionar» la Naturaleza, y la analogía
del artesano, dentro del marco de las teorías del designio, vid. Glacken, 1996: 161.
76. La selección de vocaciones y profesiones, y la existencia de un sistema educativo que sirve
los intereses del Estado puede verse en el Timeo, la obra de Platón más utilizada por Huarte.
Serés, 1989: 88-89. Iriarte, 1948: 142.
77. Y
unduráin, LXXXIX (1999): 54. Asumiendo que todos los hombres (es el término
empleado) son de una especie indivisible y que las potencias del ánima racional (memoria,
entendimiento y voluntad) son de igual perfección en todos, Huarte considera que su mayor
originalidad reside en analizar las causas de las diferencias de juicio que se observan entre
ellos, cuestión que ningún filósofo «que yo haya visto», se había atrevido a abordar hasta
el momento. Huarte, 1989: 166-168. Estaba particularmente ufano de esto, como se puede
ver en Ibid.: 223-224, 247.
78. Pinna, 1988: 123-124.
79. Como apunta Ynduráin, Huarte pretende «dejar a la teología en el limbo de lo metafísico,
de los fines últimos, de la verdad revelada, etc., expulsándola de su influencia directa en el
mundo civil, reservado exclusivamente para la medicina, como filosofía natural». Ynduráin,
LXXIX (1999): 17. Pese a que evita polemizar con los teólogos, esta posición, junto con sus
reiteradas citas al texto bíblico y su constante mezcla del plano de la naturaleza con el de la
ontología y la metafísica, hicieron inevitable el conflicto. Ynduráin, LXXIX (1999): 45.
80. Ibid.: 26.
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
81. Ya hemos visto que el propio Masdeu, llevado de su nacionalismo, participa de esta visión.
Lo leyeron y apreciaron también Lampillas y Dubos. Iriarte, 1948: 298, 345. Destacan
entre los admiradores franceses Pierre Charron (1541-1603) (Ibid.: 334-336), y Théophile
de Bordeu (1722-1776), quien llega a afirmar que el Examen fue la fuente de l’esprit des
Lois, considerando que el sistema de Huarte y el de Montesquieu es el mismo («ce plan [el
de Huarte] paroît embrasser tout ce que Montesquieu a dit sur cette matière […] Qu’a dit
de plus Montesquieu!». Bordeu, 1818: 681-690. A Iriarte le parece «un poco radical este
fallo de Bordeu». Iriarte, 1948: 344-345. Sin embargo, el navarro no gustó al inteligente Fr.
Benito Jerónimo Feijoo, quien pensaba que era poquísimo lo que el Examen tenía digno de
aprecio; sobre este negativo juicio, Iriarte apunta que debió leerlo deprisa y superficialmente.
Iriarte, 1948: 297. Dicho sea de paso, Huarte ha gozado de una buena fortuna historiográfica
entre los jesuitas, desde Masdeu o Lampillas hasta el propio Iriarte.
82. Abellán, 1979: 213-215. Iriarte, 1948: 311-332.
83. Iriarte, 1948: 275-299. Serés, 1989: 65.
84. Iriarte, 1948: 333-381.
85. Ibid.: 383-395.
86. Ynduráin, LXXIX (1999).
87. Así, Guardia, quien con evidente exceso quiso incardinar el Examen en la teoría decimonónica
de las razas (Guardia, 1855: 154-163).
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94. Abellán, 1979: 208, donde se hace eco del planteamiento de G. A. Pérouse. Arrizabalaga
y Giordano, 146 (2020). No obstante, ya Maravall, 1980: 138, apuntó la transformación
del ideal erasmista (paulino) del hombre interior en un mecanicismo psicologista que se hizo
común en los escritores del Barroco.
95. Ynduráin, LXXXIX (1999): 19-26.
96. Ibid.: 37. González y Castro (2014): 360-361, califican sus argumentos como «de claro
tono libresco […] por mucho que se diga que es un médico observador y experimentado».
97. Ynduráin, LXXXIX (1999):37-38.
98. Huarte, 1989: 240, 512 (y las correspondientes notas críticas de Serés).
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
«de tal manera que el hombre quede libre para hacer lo que quisiere […] todos
los actos de virtud puede el hombre ejercitar sin haber en el cuerpo cómodo
temperamento»105
Con ello, quizá no estuviera formulando, como se ha dicho, una palinodia
meramente formal, sino intentando hallar un punto de compromiso en el que
fuera posible conciliar una aceptación –limitada– de la doctrina galénica con
las exigencias de la ortodoxia religiosa, aunque sea él mismo quien reduce
considerablemente las posibilidades lógicas de tal salida106. Se trataba, además,
de una solución complicada que en este caso rebasa los problemas internos del
texto, porque del choque entre las implicaciones de su discurso fisiológico y el
contexto ideológico del momento, obviamente sólo podían emerger esas con-
tradicciones que le caracterizan, que en este punto son también las de su propia
época107. Y en este asunto particular, no debemos olvidar que Huarte pretende
formular una doctrina que sirva de base a un programa práctico, que determina
desde la educación hasta las relaciones sexuales, negando rotundamente no
sólo la posibilidad de elección de oficio, sino la de matrimonio: también de
su concepción fisiologista y su pretensión selectiva nace el primordial interés
eugenésico y la propuesta de que exista –al igual que para las profesiones– un
funcionario público que se dedique a emparejar los casamientos más adecua-
dos108. En fin, tal vez –como apunta Ynduráin– a Huarte le sobre la voluntad;
como Calvino –aunque él nada tenga de calvinista–, no la ignora ni la niega,
pero cree «que debe ser eliminada para que el hombre y la sociedad funcionen
como es debido»109.
Más allá de estas cuestiones que plantea la lectura del Examen, a las que
resulta muy problemático proporcionar una respuesta plenamente coherente
105. Ibid.: 275. A las interpretaciones de este párrafo, Serés dedica en esa misa página una extensa
nota, que es la 82 al capítulo V de 1594.
106. De nuevo, coincidimos plenamente con la visión de Ynduráin, para quien Huarte «es un
creyente sincero que no duda ni por un momento de lo que enseña la Santa Madre Iglesia, y
que tampoco pretende alterar lo más mínimo la doctrina ni la moral recibidas». Ynduráin,
LXXXIX (1999): 17.
107. A
rrizabalaga y Giordano, 146 (2020), desde el análisis de sus posiciones religiosas,
manifiestan la evidente contradicción existente entre el extremado naturalismo corporalista
y la religiosidad paulina que identifican en Huarte, al tiempo que se niegan a considerar este
último componente como resultado de una mera táctica compensatoria.
108. Huarte, 1989: 588: «Porque, como dice Platón, en la república bien ordenada había de
haber casamenteros que con arte supiesen conocer las calidades de las personas que se
habían de casar, para dar a cada hombre la mujer que le responde en proporción, y a cada
mujer su hombre determinado; con la cual diligencia nunca se frustraría el fin principal del
matrimonio». En el capítulo XV/XVII reitera la propuesta. Iriarte, 1948: 219.
109. Ynduráin, LXXXIX (1999): 52.
157
Cayetano Mas Galvañ
con los solos materiales que ofrece la obra, debemos tener presente que uno de
sus objetivos es ensalzar el oficio de rey, y –por ende– la monarquía absolutista
del momento. El Examen, así pues, es también una justificación científica (en
el sentido que el término podía tener en la época) del edificio político de la
monarquía. Con pleno fundamento, Ynduráin puede afirmar que Huarte «no
escribe una obra de medicina, ni siquiera de ciencias de la naturaleza [sino]
una Institutio principis, o una teoría del Estado, una Suma de la política»110. En
las décadas siguientes, y aunque el género venía de muy atrás, veremos a los
tratadistas políticos convertir la educación del príncipe en objeto central de sus
teorizaciones111. En esto, Huarte puso su grano de arena (o algo más grande),
aunque para ello tuviera que forzar sus argumentos cuanto fuera necesario,
como veremos más concretamente al hablar de las cuestiones ambientales o
climáticas.
Por ahora y para concluir este apartado, indicaremos que al Examen no
le falta, sin duda, carácter anticipatorio, aunque este no apunte siempre en la
dirección que señalan sus encomiastas: salta a vista –utilizando las categorías
de J. A. Maravall112– que guía el Examen una finalidad ordenadora, dirigista y
conservadora, que hará profundamente suya la cultura barroca. Precisamente
siguiendo el planteamiento del historiador setabense, y tratándose de un texto
que ya se escribe en el crecientemente asfixiante contexto intelectual castellano
de la época, también aquí afloran las ambigüedades resultantes de las múltiples
tensiones –tanto personales como ideológicas y sociales– que constituyen el
caldo de cultivo en el que se escribió el Examen. Ya nos hemos referido a las
de tipo filosófico y teológico. Pero son perceptibles en otros planos, como el
social. Aquí, el navarro defiende una doctrina meritocrática («no hay cosa más
perjudicial en la república que un necio con opinión de sabio, mayormente si
tiene algún mando y gobierno»113), y no faltan las quejas acerca del injusto
destino que corren aquellos que, teniendo facultades intelectuales sobradas,
carecen de los recursos necesarios para estudiar y ocupar mejores puestos en la
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
114. «A cuántos trocara las ciencias y cuántos echara al campo por estólidos e imposibilitados
para saber! ¡Y cuántos restituyera de los que por tener corta fortuna están en viles artes
arrinconados, cuyos ingenios crió Naturaleza sólo para letras! Mas, pues no se puede hacer
ni remediar, no hay sino pasar con ello». Ibid: 224.
115. Sobre estas cuestiones se ocupa especialmente el capítulo XIII/XV. Huarte, 1989: 550-
563). Respecto de los teóricos de la época, Maravall describe sus posiciones del siguiente
modo: «La sangre que se recibe, y secundariamente, la leche con que en los primeros años
el hombre se nutre, esto es, la naturaleza a la que se es deudor, es en todos los hombres
la misma […] de lo que nos hemos de preciar es de la virtud […] y no poner delante de
la virtud la antigüedad y la nobleza del linaje». En su opinión, es la propia nobleza y
algunos escritores a su servicio –quienes «no pretenden romper con ella, pero sí restaurar
un mejor orden moral y social»– quienes intentan renovar la ya fosilizada creencia en la
Virtud, haciendo pasar al linaje a un papel secundario. Maravall, 1979: 47-49, 235. Mas,
3 (1983): 213-217, estudia la teoría de la nobleza planteada por el humanista Francisco
Cascales, de origen converso. Sin embargo, y a diferencia de este, Huarte no utiliza sus
teorías sobre la herencia biológica para justificar el papel de la sangre como transmisora
de virtudes nobiliarias.
116. En un supuesto diálogo entre Carlos V y el Dr. Suárez de Toledo, alcalde de corte en Alcalá
de Henares, este último afirma: «ya sabe vuestra alteza que los doctores de esta Universidad
tienen las mesmas franquezas que los hijosdalgo de España, y a los que lo somos por
naturaleza nos hace daño esta esención, a lo menos a nuestros descendientes». Huarte,
1989: 551). Aunque la supuesta intervención de Suárez de Toledo se refiere a los titulados
salmanticenses, Serés anota que también gozaban de dichos privilegios los complutenses
(como Huarte). En cualquier caso, Huarte estaría anteponiendo su condición original de
hidalgo a la de universitario.
117. Serés, 1989: 30. Huarte, 1989: 489.
159
Cayetano Mas Galvañ
de los estudios118. Del mismo modo, Huarte dice dirigirse al conjunto de los
oficios de la res publica, pero sólo se ocupa –de manera claramente elitista– de
teólogos y predicadores, juristas y gobernantes, médicos y gentes de armas, lo
que le fuerza a tener que defenderse en la edición de 1594 de ciertas críticas
recibidas sobre este particular119. Y en fin, sin ánimo de ser exhaustivos, el suyo
termina siendo un intento de explicación de las distintas posiciones sociales
y profesionales, fundamentada científicamente, pero que cede cuando se trata
de cuestiones de fe, o de justificación del ordenamiento social y político exis-
tente, cosa en la que se emplea especialmente cuando se refiere al rey, y en
concreto a Felipe II, hasta extremos –como veremos– sonrojantes. Con ello,
termina encerrado en un círculo tautológico: el lector acaba quedándose con
la impresión de que por lo que hace al principal objetivo práctico –la mejora
de la sociedad a través de la selección de las profesiones y los matrimonios–,
Huarte no va más allá de justificar, bien que por otra vía, la posición social que
cada cual ya ocupa previamente. Desde esta perspectiva, la visión de Ynduráin
sobre el Examen cobra especial relevancia: por una parte, lo novedoso y sor-
prendente pivota sobre el protagonismo que concede Huarte a su propio grupo
profesional, pues propone que sea una ciencia de la naturaleza (la medicina) la
que defina los principios para organizar el Estado y dirigir su administración;
por otra parte, estamos ante la obra de un «arbitrista desaforado», aunque «en
ningún momento pretende alterar el orden establecido […] sino garantizar un
orden definido ya por los teólogos…, y por la realidad»120. De este modo, no
vemos demasiadas dificultades para incluir al navarro en la nómina de tantos
otros que a efectos prácticos coinciden con él en un mismo mensaje utilitarista
118. Novísima Recopilación, tomo IV, libro VIII, título II ley 1, Felipe IV Madrid 10 febrero
1623. «Se limitan los estudios de gramática a las ciudades y villas donde hay corregidor,
tengan tenientes, gobernadores y alcaldes mayores de lugares de Órdenes, y solo uno en
cada ciudad o villa, y renta mínima de 300 ducados». La orden, que vino precedida durante
los años anteriores por una verdadera «campaña sin precedentes» contra los estudios de
latinidad, tuvo resultados inciertos, pero sin duda negativos. Kagan, 1981: 87-89.
119. Menciona también a sastres, calceteros, zapateros, cardadores, tejedores, carpinteros, domi-
ficadores [sic], labradores y arquitectos, pero no se ocupa de describirlos. «Ahora soy
informado que algunos han leído y releído muchas veces esta obra buscando el capítulo
propio de su ingenio y el género de letras en que más habían de aprovechar; y no lo hallando,
redarguyeron el título de este libro de falso, y que el autor prometía en él vanamente lo
que no pudo cumplir. y no contentos con esto, dijeron otras muchas injurias, como si yo
estuviera obligado a dar ingenio y capítulo en esta obra a quien Dios y Naturaleza se lo
quitó», Huarte, 1989: 212. Arrizabalaga y Giordano, 146 (2020), 364, subrayan que
el libro está dedicado a las élites del Antiguo Régimen, en especial las profesiones univer-
sitarias, lo que ayuda a explicar el éxito editorial que el Examen conoció en toda Europa
hasta entrado el siglo XVIII.
120. Ynduráin, LXXXIX (1999): 17.
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Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
y conservador, desde los teólogos morales más tradicionales, hasta buena parte
de los posteriores pensadores ilustrados: cada cual debe ejercer el oficio que
le corresponde –e incluso aspirar a ser el mejor en él–, pero la pretensión de
rebasar ese estricto marco constituye una aventura que sólo puede redundar
en perjuicios para el individuo, su familia y la res publica. Huarte –si es que
alguien lo hubiera pensado– nunca fue un revolucionario, ni en modo alguno
podía esperarse tal cosa de él; y aunque sólo sea para dejar constancia de que
escribimos desde un presente también concreto, a los ojos actuales su propuesta,
más que utópica, se nos presenta con claros ribetes distópicos121.
121. Ynduráin califica el Examen como «utopía prospectiva», que –como la de Platón– aún no
existe y debe ser creada y construida. Ibid., LXXXIX (1999): 17.
122. Quizá la excepción más notable es la de Guardia, que dedica sendos capítulos de la sec-
ción i de la segunda parte de su obra a la teoría de los climas (cap. IV) y a la herencia y la
dieta (cap. V). Guardia, 1855: 143-163. Por supuesto, Iriarte también se ocupó de estas
cuestiones. Iriarte, 1948: 179, 203, 219-220, 269-270.
123. Serés, 1989: 717. La división en klímata no estuvo exenta de confusiones, y su número
varió entre los cinco de Parménides, Macrobio y Aristóteles, hasta los siete de Eratóstenes,
Posidonio y Ptolomeo. Glacken, 1996; 120.
124. Moodie y Catchpole, 1975.
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Acepción no % acepción no
LEXEMA Frecuencia
fisiológica fisiológica
cal- 303 45 15
humid- 243 33 14
temper- 206 13 6
sec- 205 17 8
frí- 172 47 27
templ- 142 32 23
tépid- 3 2 67
tórrid- 2 2 100
TOTAL 1276 191 15
De modo general, los lexemas más frecuentes son los relacionados con el
concepto de calor (303 apariciones); «temperamento» o «temperatura» apare-
cen en 206 ocasiones, aunque con su próximo «templado» (142) sumarían 348
menciones; le siguen la humedad (243), la sequedad (205), y el frío (172). No
sorprende que este ocupe el último lugar, pues tal como se declara en el enun-
ciado del capítulo V/VIII, «de solas tres calidades, calor, humidad y sequedad,
salen todas las diferencias de ingenios que hay en el hombre». Ello se debe
a que, para Huarte, «de cuatro calidades que hay (calor, frialdad, humidad y
sequedad) todos los médicos echan fuera la frialdad por inútil para todas las
obras del ánima racional»126. Por su parte, «temperamento», «temperatura» y
162
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por tanto, cálida); la juventud, colérica y seca; la vejez, melancólica y fría, etc.
Este esquema cuatripartito se conjuga, y a veces choca, con el de tipo tripartito
que Huarte asume del Estagirita. De ahí la ya referida exclusión de la frialdad a
la hora de explicar las diferencias de ingenio, justificada por creer que impide
los «movimientos», tanto corporales como espirituales140. Por último en estas
cuestiones, dará por sentada la asociación del entendimiento a la sequedad, la
imaginativa al calor y la memoria a la humedad141.
Asentado de este modo el principio causal determinista para explicar las
diferencias de ingenio, le resulta necesario postular que, del mismo modo que
sólo de forma excepcional hallamos individuos perfectamente equilibrados,
también es rarísima la existencia de lugares absolutamente temperados. Pues
para un estado de total equilibrio:
«es necesario que los cielos influyan siempre unas mesmas calidades; y que no
haya invierno, estío ni otoño; y que el hombre no discurra por tantas edades;
y que los movimientos del cuerpo y del ánima sean siempre uniformes: el
velar y dormir, las comidas y bebida, todo templado y correspondiente a la
conservación de esta buena temperatura. Todo lo cual es caso imposible, así
al arte de medicina como a Naturaleza.»142
Así pues, la causa de que los humanos estén enfermos o desequilibrados reside
en que el propio mundo lo está, lo que hace dicha enfermedad poco menos que
inevitable:
«viviendo los hombres en regiones destempladas, sujetas a tales mudanzas del
aire, al invierno, estío y otoño, y pasando por tantas edades, cada una de su
temperatura, y comiendo unos manjares fríos y otros calientes, forzosamente
se ha de destemplar el hombre y perder cada hora la buena templanza de las
primeras calidades.»143
Y esta es, en última instancia, la razón no sólo de la diferencia de ingenios,
sino de que se favoreciese en cada lugar un tipo de ciencia, arte u oficio, pues
«cada ciencia se inventó en la región destemplada que le cupo acomodada a
su invención»144.
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de forma inmediata a Huarte en el «Discurso a los cabreros» del Quijote («Dichosa edad y
siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados…»), y rastrearse,
por lo que hace a la Edad Moderna, hasta las Décadas del Nuevo Mundo, de Pedro Mártir
de Anglería, quien decía de los indígenas de La Española: «Viven en plena Edad de Oro,
y no rodean sus propiedades con fosos, muros, ni setos. Habitan en huertos abiertos, sin
leyes, sin libros y sin jueces, y observan lo justo por instinto natural». En cuanto al mito
de la Edad de Oro en la Antigüedad, vid. Glacken, 1996: 44. Obviamente, no serían estos
los únicos ejemplos respecto de la asociación entre el mito de la Edad de Oro y el ideal del
comunismo original.
156. Se ha querido ver influencias huartianas en el ginebrino, a través de Charron, pero en materia
educativa. Iriarte, 1948: 346-347.
157. Huarte, 1989: 181. Véase el texto correspondiente a la nota 144.
158. Pinna, 27-39, 81-86.
159. Glacken, 1996: 45.
160. Iriarte, 1948: 270-271.
161. Huarte, 1989: 295.
169
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cabello, de modo que «por maravilla se halla un alemán que sea calvo»162.
Sin embargo, los españoles (emplea sin ambages el término), a diferencia de
los alemanes son «un poco morenos, el cabello negro, medianos de cuerpo, y
los más los vemos calvos»163. Precisamente hablando de los españoles –y es
una de las pocas ocasiones en que aporta de su propia cosecha–, asegura que
estas diferencias «en la figura del rostro y compostura del cuerpo» son debi-
das al singular y diferente temperamento de cada provincia164. Como después
veremos, Huarte efectúa matices a estas afirmaciones generales, pero admite
el determinismo físico hasta el punto de postular que las características de los
individuos pueden cambiar en ambientes diferentes si se da el plazo suficiente
de tiempo.
En realidad, empeñado como está en buscar las diferencias de ingenio, el
Examen se interesa más por las características mentales y morales (conductua-
les) que por las físicas, aunque presupone una continuidad entre ambas, por la
que nuestro autor se mueve cómoda y casi insensiblemente en ambas direccio-
nes. La frontera entre las características de los individuos y las comunidades
en que habitan resulta igualmente permeable, y si aplicamos estrictamente su
razonamiento, resultaría posible conocer el clima de una región por las carac-
terísticas morales de sus habitantes. Así, los de tierras muy calientes, como
Egipto, son «más ingeniosos y sabios que los que moran en lugares fríos»165;
si bien más adelante precisa –sobre la base de confundir prejuiciosamente y sin
la menor distinción a antiguos egipcios y gitanos– que este tipo de sabiduría es
más bien astucia y solercia, pues «exceden a todos los hombres del mundo en
saber ganar de comer» (dice apoyarse en Platón)166, en lugar de tener la verda-
dera sabiduría, la que no guarda dobleces ni engaños y anda «siempre asida de
la justicia y la rectitud»167. La explicación de este hecho –y aquí matiza a Platón
y Aristóteles– residiría en que el clima de Egipto provoca en sus habitantes
que el cerebro se tueste y la cólera se requeme168, con lo que predomina en
ellos la facultad imaginativa, hasta el punto de que allí se inventaron todas las
ciencias que pertenecen a ella («matemáticas, astrología, aritmética, perspec-
tiva, judiciaria y otras así»169); es también la única región que engendra en sus
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prudentísimo, con cuyo encomio científico (por así decirlo) viene a culminar
la primera parte del Examen.
La llave con la que Huarte cree resolver la cuestión parte de nuevo de la
teoría de los humores y reside en el noveno de los temperamentos galénicos,
el único «que hace al hombre prudentísimo, todo lo que naturalmente puede
alcanzar»187, a cuyo comentario dedica el capítulo XIV/XVI, «Donde se declara
a qué diferencia de habilidad pertenece el oficio de rey, y qué señales ha de tener
el que tuviere esta manera de ingenio». Esta suerte, si no de superhombre, al
menos de héroe gracianesco avant la lettre, posee un temperamento en el que
todas las cualidades están perfectamente equilibradas, «en tanta igualdad y con-
formes como si realmente no fueran contrarias ni tuvieran oposición natural»188.
En consecuencia, también las facultades se hallan totalmente potenciadas, por
donde «viene el hombre a tener perfecta memoria para las cosas pasadas, y
grande imaginativa para ver lo que está por venir, y grande entendimiento
para distinguir, inferir, raciocinar, juzgar y eligir»189. Tal es, por tanto, el tipo
de ingenio más adecuado para desempeñar el oficio de rey. Siempre según su
doctrina de las causas segundas (Dios se sirve habitualmente de los medios
naturales para hacer sus obras) y de la aceptación de la influencia del medio
en lo físico, mental y moral, los ambientes en los que nacen hombres así deben
ser forzosamente muy templados. En este sentido, también vemos completarse
su visión de la historia, combinación de elementos judeocristianos y clásicos
(con predominio de los primeros), que ya hemos esbozado: comienza con el
Paraíso (como sabemos, «lugar templadísimo», establecido por Dios con las
condiciones óptimas para crear a Adán); continúa en la Tierra Prometida, que
alumbró (aunque con dificultades) al rey David190, y después a Jesucristo (a
quien, por cierto, también describe físicamente dando por bueno el falso texto
atribuido a Publio Léntulo191); e incluye a la Grecia clásica y el mundo hele-
nístico, cuya floración de intelectos también hemos referido. El siguiente paso,
el más alto en la estructura de la obra, lleva directamente a España, región en
principio «no muy destemplada»192, que al estar situada entre el Septentrión
y la zona tórrida también puede producir hombres prudentísimos193, de «ruin
173
Cayetano Mas Galvañ
194. Ibid.: 415, 648. En esta última página se afirma que el «gran entendimiento» es el ingenio
más ordinario en España.
195. Menciona explícitamente (y por este orden) a catalanes, valencianos, murcianos, granadinos,
andaluces, extremeños, portugueses, gallegos, asturianos, montañeses, vizcaínos, navarros,
aragoneses, «y los del riñón de Castilla». Ibid.: 247.
196. Ibid.: 247.
197. Para ilustrar el hecho, refiere una anécdota sucedida entre Paulo IV y uno de los teólogos
españoles –a quien no identifica– que más habían destacado en las sesiones del Concilio,
pero apenas dominaba el latín. Ibid.: 402-403.
198. Ibid.: 417.
199. Ibid.: 574-575, 577.
200. Ibid.: 578.
174
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
175
Cayetano Mas Galvañ
Anacarsis, como filósofo respetado por los griegos). Además, aunque sólo en
un breve fragmento, hace alusión al peso que puede tener la dinámica histórica
e institucional, cuando dice de los griegos que después de su periodo clásico
–sin que indique que variara su medio natural– han sido desgraciados, oprimi-
dos y maltratados por el Turco, cosa que «hizo desterrar las letras y pasar la
Universidad de Atenas a París de Francia, donde ahora está», en clara referencia
a la Sorbona209. Por otra parte, el problema de afeminamiento que se imputaba
a los escitas –como refería Hipócrates– tan sólo incumbía a sus clases altas, por
andar siempre a caballo, no hacer ningún ejercicio, y comer y beber «más de
lo que su calor natural puede gastar». De ahí que su «simiente» (semen) fuera
fría y húmeda, y de ahí que engendrasen poco, la mayor parte fueran hembras y
los escasos varones que nacían salieran eunucos o hermafroditas; sin embargo,
sus esclavos eran potentísimos y sus hijos, varones robustos210: estamos ante un
argumento que, por sí solo y llevado hasta sus últimas consecuencias, le habría
bastado para echar abajo cualquier determinismo exclusivamente climático o
ambiental. Pero aquí lo que Huarte pretende es ofrecer un ejemplo perfecto
de cómo los modos de vida y la moral tienen su reflejo en la fisiología y en la
transmisión de caracteres heredados (recuérdese los sucedido en el Paraíso); y
de pasada, vuelve a descartar visiones milagreras, pues apunta que la solución
al problema de los escitas poderosos no residía en hacer ofrendas a la divini-
dad, sino en andar a pie y hacer ejercicio, comer poco, beber menos, y no estar
siempre holgando211. No obstante, pese a la importancia que Hipócrates con-
cedió al peso de las instituciones sociales en este plano, y al interés del propio
Huarte, las referencias a estos aspectos que podemos hallar en el Examen son
muy escasas.
Enlazando con este último asunto, la obra se hace también eco de las teo-
rías sobre la herencia, igualmente de origen hipocrático, como muy bien nos
recuerda el propio Huarte al traer a colación el manido caso de los macrocé-
falos, pueblo en el que la costumbre de deformar las cabezas, alargándolas,
se convirtió en naturaleza y se transmitió a la descendencia212; si bien nuestro
autor apunta, siguiendo a la misma fuente, que la historia no acabó ahí, sino
que al dejar «a Naturaleza libre y suelta, sin oprimirla ya con arte, poco a poco
se fue volviendo a la figura que ella solía hacer antes»213. A nuestro juicio, lo
interesante de Huarte es que presta una limitada aquiescencia a esta tesis, sobre
todo en su conclusión, como podemos deducir de la principal aportación (esta
176
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
sí, de su propia cosecha) que hace al asunto, la que expone a propósito de los
judíos214. La pregunta fundamental que se plantea es cómo estos adquirieron
su particular ingenio, que considera similar al de los egipcios, y por qué aún
lo mantenían. Como venimos insistiendo, también aquí Huarte asume los pos-
tulados hipocrático-galénicos, pero incide en un factor particular, que es el
representado por el paso del tiempo. Así, según sus cálculos –no es necesario
discutirlos– los israelitas sumaron cuatrocientos treinta años de éxodo: aunque
sólo doscientos diez habrían sido los del cautiverio en Egipto, el resto de las
tierras por donde anduvieron peregrinando hasta alcanzar la Prometida eran
semejantes a la egipcia. Suficiente tiempo, a su juicio, para que se les «pegasen
las calidades de Egipto»; es decir, para que –como corresponde a las regiones
«flacas y estériles»– desarrollaran un carácter «muy agudo»215. Una vez salidos
de Egipto, importa conocer qué comieron, bebieron y respiraron durante los
cuarenta años en que vagaron por el desierto, para ver si mudaron el ingenio
o –por el contrario– lo confirmaron. En primer lugar, da una importancia fun-
damental al alimento: supuesto que durante tan largo periodo comieron tan
sólo maná, y dadas las propiedades que asigna a este alimento, todos salieron
«secos y enjutos»216. Lógicamente, Huarte se afana en disquisiciones sobre
la realidad física del maná217, llevado siempre por su planteamiento sobre el
imperio de las causas segundas frente a las visiones milagreras. Del mismo
modo, aporta sus comentarios acerca de las calidad de las aguas y del aire que
respiraron (templado constantemente por las columnas de nube y de fuego que,
día y noche, precedían en su marcha al pueblo de Israel)218. La conclusión va
inequívocamente en la dirección de que el maná reforzó el temperamento que
habían adquirido en Egipto, pues coadyuvando a la producción de un semen
«delicado» y «tostado», y una sangre menstrua «sutil y delicada», era el mejor
medio para engendrar hijos de mucha habilidad, agudeza e ingenio, a quie-
nes se transmitían las cualidades de sus padres219. Los trabajos y penalidades
pasados después en la Tierra Prometida y en el exilio babilónico reforzaron la
«cólera retostada» de los hebreos, instrumento de «la solercia, astucia, versucia
y malicia; y ésta es acomodada a las conjeturas de la medicina»220; en otras
palabras, de nuevo el argumento histórico y moral cobra fuerza frente a las
solas influencias físicas. Anotemos de pasada que pese a toda esta argumenta-
177
Cayetano Mas Galvañ
ción, lo cierto es que Huarte parte del concepto que ya tiene del judío –que no
es negativo221, aunque tal juicio en esta cuestión sea lo de menos– y, a través
de una serie de razonamientos más o menos sofisticados, pero que considera
acordes con la ciencia disponible, termina por alcanzar un concepto de judío
idéntico al que tenía inicialmente…
Todo esto carecería de interés para nosotros salvo por la pregunta que se
formula, cuya respuesta parece entrañar «una dificultad muy grande»: ¿cómo
es posible que hayan conservado las «disposiciones» adquiridas hacía al menos
dos mil años y habiendo cambiado de lugares? Tal es –sin ir más lejos– el caso
de los que vinieron a España, «región tan contraria a Egipto, donde han comido
manjares diferentes y bebido aguas no tan buenas».222 Según el ejemplo de
los macrocéfalos antes mencionado, deberían haber vuelto al estado previo
al éxodo. Pero en la respuesta de Huarte hay un matiz diferente, al recordar
que según el propio principio hipocrático, cualquier planta, animal o humano
puede aclimatarse, pues «toma las costumbres de la tierra donde vive y pierde
las que traía de otra»223. En la solución que ofrece el navarro, que interpreta-
mos de modo diferente a como ha sido común, y en la que creemos identificar
una verdadera singularidad, no entraría el regreso a una hipotética naturaleza
previa, que iría difuminándose –lenta pero constantemente– con el tiempo,
sino en la adaptación al nuevo medio; se trata de una tesis implícita, de hondas
repercusiones filosóficas –y más a las puertas del Barroco– que merecería ser
adecuadamente rastreada bajo esta luz. Claramente, Huarte manifiesta que la
referida dificultad es, en su opinión, sólo aparente, pues para él este tipo de
accidentes pueden convertirse en permanentes en un individuo –lo que implica
que pueden transmitirse a los descendientes–, pero también pueden desapare-
cer con el tiempo, a condición de que este sea suficiente y se modifiquen las
circunstancias. Con lo cual, si aún no habían desaparecido las características
que les eran propias a los judíos de su época, podría perfectamente significar
que no había pasado el tiempo suficiente para ello, y que tal vez se necesita-
sen otros mil años. Sin embargo, está sin duda convencido de que terminarían
desapareciendo, y de hecho, afirma que los judíos contemporáneos ya no son
exactamente iguales a los de las épocas antiguas224. En cualquier caso, redondea
su exposición proponiendo el caso de los gitanos –de quienes ya no tiene tan
favorable opinión–, que dice habían venido a España hacía más de doscientos
años y aún no habían perdido nada de su ingenio y solercia, ni el color tostado; e
178
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
4. CONCLUSIONES
A la hora de concluir estas líneas, podría ser de interés, en primer término,
comparar a Huarte con uno de sus más destacados contemporáneos, conocido
–entre muchas otras razones– por contarse entre quienes asumen la teoría de
los climas. Nos referimos a Jean Bodin, de cuyas obras nos interesan espe-
cialmente el Methodus ad facilem historiarum cognitionem (1566) y Les six
livres de la République (1576)226. El francés, en efecto, comparte fuentes con
Huarte (Platón y Aristóteles, Hipócrates y Galeno), así como ciertas ideas, (v.
gr., la exaltación de la zona templada). Sin embargo, la diferente aproxima-
ción al tema determina la mirada, y en el caso de Bodin advertimos en todo
momento un mayor peso del pensamiento geográfico. Los primeros textos de
los grandes viajes de exploración y las nuevas representaciones cartográficas
hicieron que la atención se volviera hacia Estrabón, Ptolomeo y otros geógrafos
helenos227, y Bodin se hizo especialmente eco del segundo de ellos. Así, precisa
la división climática del mundo y vincula claramente la geografía y la historia,
dejando asentado que esta última sólo puede comprenderse si se conoce a la
perfección el ambiente natural en el que se desarrolla; y concede una gran
importancia, a las características del locus (latitud, longitud y orografía). Todo
ello está ausente en la obra de Huarte, que se mantuvo fiel a su perspectiva
esencialmente médica y fisiologista. Otro rasgo ausente en Huarte –es más,
explícitamente rechazado–, pero ampliamente presente en Bodin y la mayor
parte de los contemporáneos que se ocuparon de estas cuestiones, es la incorpo-
ración de las ideas astrológicas. De hecho, se ha considerado que la astrología
funcionó como un gran principio unificador de la naturaleza –un ambientalismo
cósmico–, desempeñando un papel comparable al que después ocuparía la ley
de la gravitación newtoniana228. Para Bodin, resulta indiscutible la influencia
de los astros, que todo lo determinarían, desde los cambios meteorológicos al
179
Cayetano Mas Galvañ
180
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
Huarte como Masdeu pueden ser adscritos a estas doctrinas. Como es natural
(por intereses, por formación y por diferencia temporal) ambos autores presen-
tan diferencias. Sin duda, lo que ocasionó los principales problemas a Huarte
no fueron los planteamientos hipocráticos, de limitado determinismo, sino su
revisión de la teoría fisiologista galénica. No obstante, pese a sus contradiccio-
nes e insuficiencias, es innegable y sin duda extraordinariamente meritoria la
vocación de cientificidad del doctor navarro. Masdeu, por su parte, prescinde
prácticamente de la teoría galénica, lo que le permite escribir con muchas
menos ataduras, al igual que el resto de sus contemporáneos (compárense en
este sentido las opiniones de Feijoo, Du Bos y Tiraboschi arriba detalladas).
Podríamos buscar otras diferencias menores, como la mayor importancia que el
catalán concede a los aires en la transmisión de los caracteres nacionales. Pero
las coincidencias de fondo son evidentes, y a la luz de lo expuesto, diremos
que Masdeu debe a Huarte más de lo que confiesa, aunque los dos españoles
(y la mayor parte de los autores adscritos a la teoría climática) carecen de un
contacto empírico consistente con la realidad (basado en datos objetivos y
cuantificables), ya sea en el Quinientos o en el Setecientos, y continúan repi-
tiendo con escasa novedad el ejemplario heredado de las autoridades clásicas.
En realidad, como hoy sabemos perfectamente, la de los climas es una teoría
radicalmente falsa, pero no cometeremos aquí el anacronismo de culparles por
no poseer los actuales conocimientos científicos. Se trata, más bien, de inten-
tar entender las razones de la larga pervivencia de la teoría de los climas, que
incluso hoy podemos detectar entre las amplias capas de población no fami-
liarizada con estos temas. Sin duda, condición de esta duración fue la referida
pervivencia del legado clásico (algo especialmente comprensible en el caso de
Huarte) y la lentitud en el proceso de constitución de la nueva ciencia (que en
las cuestiones naturales y biológicas siguió careciendo de un claro paradigma
alternativo incluso durante el Setecientos), así como la difícil asimilación de
los nuevos descubrimientos geográficos y cosmográficos (ausencia esta mucho
más culpable en los autores dieciochescos, y no sólo en Masdeu).
Pero, como también hemos querido subrayar, la pervivencia de estas repre-
sentaciones sobre el clima, y su concreción en un amplio conjunto de discursos,
se debe al hecho de que permiten ofrecen una justificación de las estructuras
políticas e ideológicas de las sociedades de la época. El pensamiento climático,
así pues, fue puesto al servicio de una finalidad teleológica. Hemos visto a
Huarte mostrar todo su empeño en resolver un problema de índole esencial-
mente social, lo que implicaba al propio tiempo apuntalar el edificio de la
monarquía absolutista exaltando la figura del monarca templado, claramente
personalizado en Felipe II. El navarro también avanzó en la asociación entre el
clima y un pretendido carácter nacional («España» y «español» son categorías
181
Cayetano Mas Galvañ
que emplea), camino que –con la revitalización de la teoría de los climas pro-
ducida durante el Setecientos– recorrería mucho más francamente Masdeu, en
lo que podemos denominar ya como un verdadero protonacionalismo climá-
tico. Tal es la clave última de la persistencia de la teoría de los climas entre la
intelectualidad europea de la Modernidad: la vinculación de las visiones sobre
el clima con la emergencia de las modernas conciencias nacionales232. Sin
embargo, no se alcanzaron aquí los excesos de sus contemporáneos británicos,
quienes (en un contexto religioso y científico bien distinto) tras reclamar para
el de su país la categoría de verdadero clima templado (y por tanto benigno),
llegaron a afirmar que tal cosa era una muestra inequívoca del favorecimiento
del Creador para con su nación. En cualquier caso, la catolicidad de Huarte y
Masdeu exigía, si no una ruptura absoluta con el determinismo, al menos su
clara limitación y una no menos inequívoca manifestación de la superioridad
del libre albedrío sobre cualquier circunstancia, requisito que cumplen ambos
aun al precio –sobre todo Huarte– de mostrar sus contradicciones.
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182
Ideas ambientales y climáticas en Juan Francisco Masdeu y Juan Huarte de San Juan
183
Cayetano Mas Galvañ
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EXTREMISMO CLIMÁTICO, FENÓMENOS
BIOLÓGICOS Y DESASTRES DE ORIGEN
NATURAL EN EL NUEVO MUNDO A TRAVÉS
DEL MERCURIO HISTÓRICO Y POLÍTICO
(1738-1783)1
1. INTRODUCCIÓN
La prensa es objeto y fuente histórica de primer orden. Es un espejo en el que
se refleja la imagen que una sociedad tiene de sí misma y de su tiempo2. En
la historia de los medios de comunicación, la aparición del periódico supone
un hecho decisivo. Para que esto sucediera, convergieron una serie de condi-
ciones políticas, sociales y económicas favorables; al igual que un cierto nivel
de cultura y desarrollo técnico3. La imprenta, el correo y las comunicacio-
nes transatlánticas se convirtieron en algunos de los principales medios para
difundir y distribuir las ideas por todos los territorios. La obra de Elizabeth
Eisenstein significó un esfuerzo valioso para comprender la dimensión de la
2. METODOLOGÍA
Se ha creado una base de datos en la que el contenido del periódico se ha
dividido en siete categorías: política, guerra, economía, religión, «desastres»,
cultura-ciencia y sociedad. Acorde a la fuente y al método aplicado, estas
son las más apropiadas para agrupar, contabilizar y estudiar el Mercurio. La
finalidad ha sido establecer numéricamente el porcentaje que ocupaban las
mismas en el periodo de estudio. Es decir: 1738-1783. Desde el inicio de la
publicación hasta el último año en el que se conoció como Mercurio Histórico
y Político.
Debido a que los contenidos se presentaron en epígrafes agrupados según
diversos espacios «político-territoriales» y a que sus discursos eran mezclados,
continuos y a base de grandes párrafos, es posible hablar de «metanoticias».
Estas son el conjunto variado de novedades que constituía cada uno de los
bloques y párrafos informativos. Por tanto, el contenido del periódico se ha
descompuesto en «unidades de registro». Estas se han clasificado en la base
4. Eisenstein, 1994.
5. Briggs y Burke, 2002.
6. González Blanco, 1919.
7. Weill, 1979.
8. Guinard, 1973.
9. Sáiz, 1983: 24.
10. Larriba, 2013: 17.
186
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
11. En total, se han contabilizado 66.440 (100%), las cuales se dividen así: política: 32.365 (49%);
guerra: 18.347 (27%); economía: 5.872 (9%); religión: 4.143 (6%); «desastres»: 2.145 (3%);
cultura-ciencia: 1.814 (3%); y sociedad: 1.754 (3%). Como en este trabajo solo se analizará
la categoría de «desastres» en el ámbito americano, para tener una visión completa de todas
ellas y sus características, véase: Berná Ortigosa, 37 (2019): 276-315.
12. Siempre y cuando se emplee la metodología adecuada, la prensa puede ser un instrumento
útil para el estudio de los climas y de los desastres de origen natural. Un buen ejemplo es el
siguiente: Olcina Cantos, 23 (2005): 185-232.
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Antonio Manuel Berná Ortigosa
188
Cuadro 1. Listado de periódicos en las colonias españolas en el siglo xviii
Fuente: Núñez de Prado et alii., 1993: 85-125. De Pedro Robles y Torres Hernández, 6 (2004): 321. García Acosta, 2016: 70.
Poupeney Hart, 14 (2010): 17; 20 (2017):135-140. Elaboración propia.
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
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África-Próximo Oriente
Nuevo Mundo
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Resumen
Fuente: Mercurio Histórico y Político (1738-1783), 552 ejemplares. BNE, HD. Elaboración
propia.
Aunque en esta categoría las noticias para el Nuevo Mundo sean tan
minoritarias, su análisis plantea una línea de investigación que puede ser muy
interesante para futuros trabajos. Esta implicaría la necesidad de establecer una
mirada a ambos lados del Atlántico.
Así, sería valioso realizar un estudio comparativo entre el Mercurio y algu-
nas cabeceras latinoamericanas como, por ejemplo, la Gazeta de Guatemala32 y
la Gazeta de Lima33. Estas gazetas son las que mayor continuidad e importancia
tuvieron en el tiempo, correspondiéndose con la cronología de publicación del
Mercurio Histórico y Político y del Mercurio de España. Para esta tarea sería
útil consultar el artículo de Catherine Poupeney Hart en el que sistematiza
algunos de los archivos, hemerotecas, bibliotecas o sitios webs donde es posible
encontrar digitalmente y en línea muchos de los periódicos que han aparecido
en el cuadro del apartado anterior34.
La finalidad del estudio que se propone sería triple: 1) comprobar si algunas
de las noticias coincidieron; y, en tal caso, analizar si presentaron diferencias
entre sí. 2) Revisar si hubo otras novedades para las colonias españolas que
no estuvieran en el Mercurio. 3) Averiguar cómo obtenía y seleccionaba el
Mercurio la información referida a las colonias en general y a las españolas en
particular. Pese a que los resultados son una incógnita, es probable que arrojen
luz sobre las relaciones entre la Monarquía Hispánica y sus colonias america-
nas, así como acerca de la prensa española del siglo xviii.
A continuación, se comentarán uno a uno los distintos tipos de «desastres»
para las noticias del Nuevo Mundo.
195
Antonio Manuel Berná Ortigosa
4.1 Rayos
Los rayos fueron la primera tipología en aparecer en el Mercurio, con un total de
56 (3%) registros. Estos ocasionaron daños sobre barcos y ciudades, pudiendo
dar lugar a incendios y/o pérdidas materiales, humanas y económicas. Menos
frecuentes son las observaciones o los impactos directos sobre personas. Para
el Nuevo Mundo solo hay una noticia (0,1%). En las novedades de España de
octubre de 1741, se publicó que un rayo cayó en la escuadra del Almirante
Torres35antes de que llegara al puerto de La Habana36.
4.3 Enfermedades
Las enfermedades son el conjunto más amplio de todo el periódico, pues suman
520 (24%) unidades de registro. Las enfermedades, favorecidas por los cam-
bios en la naturaleza y el ambiente, provocaron crisis culturales y teológicas,
debates médicos y políticos, pérdidas económicas y demográficas o la para-
lización de los conflictos bélicos. En el caso del continente americano, hay 9
novedades (0,2%). En 1741 aparecieron cuatro seguidas como consecuencia de
los estragos que estaba sufriendo Cartagena de Indias por la fiebre amarilla38 y
el sitio inglés39. Si este grupo de noticias se publicó fue por motivos propagan-
dísticos. Por una parte, en el contexto de la Guerra del Asiento (1739-1748),
35. Fue uno de los tantos protagonistas en la Guerra del Asiento (1739-1748).
36. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 46, X-1741, pág. 111.
37. Petit-Breuilh Sepúlveda, 2004; 2013: 169-191.
38. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 39, 44, 46 y 48, III, VIII, X y XII-1741, págs.
110-111, 94-97, 102 y 117.
39. Desde el 13 de marzo al 20 de mayo de 1741.
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Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
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Antonio Manuel Berná Ortigosa
de febrero, mientras que pasaba por las inmediaciones del Cabo de Hornos,
experimentó una bajada de temperatura muy fría, con granizo y recios vientos47.
Después de esto, el Mercurio no comentó cuáles fueron sus pérdidas materiales
o humanas, si acaso las hubo. En último lugar, a partir de las novedades de
Boston de marzo de 1761, se contó que el puerto homónimo estuvo cerrado
durante más de 15 días a causa del frío y de los hielos, lo que significó un
fuerte revés a nivel económico y comercial48. Para Latinoamérica es importante
aumentar el número de estudios referidos a frío y nevadas en el contexto de
la PEH y en relación con la posible aparición de El Niño y La Niña49. Como
demuestra Adrián García Torres, las heladas pudieron llegar a convertirse en
destacados episodios de impacto socioeconómico para el siglo xviii50.
4.5 Lluvias
En el Mercurio Histórico y Político hay un total de 90 registros (4%). Lo pri-
mero a remarcar es la nula incidencia de la Oscilación Maldà (1760-1800) en el
conjunto de los datos. Lo segundo es que las novedades siempre se vincularon
con aspectos bélicos, socioeconómicos y con medidas político-técnicas o espiri-
tuales para prevenirlas o paliarlas. Así, de la misma manera que podían cortar el
paso a militares, o bloquear caminos y rutas comerciales, podían hacer peligrar
cosechas, estructuras y la vida de animales y personas. Relativa al continente
americano, solo hay una noticia (0,1%). En las novedades de Londres de julio
de 1759, en el contexto de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), se contó
que las tropas inglesas del Brigadier Clavering, entre los días 14 y 18 de abril
del mismo año, no pudieron conquistar ni avanzar por la isla de Guadalupe a
causa de las fuertes lluvias, ni tampoco fortificar las posiciones aseguradas51.
4.6 Incendios
Como confirma el Mercurio con sus 344 noticias (16%), los incendios fueron
uno de los problemas más básicos de las sociedades preindustriales. Además
de afectar a edificios aislados o ciudades completas, provocaron grandes dam-
nificaciones socioeconómicas y demográficas, a pesar de los esfuerzos de las
instancias administrativas. En cuanto a las novedades del Nuevo Mundo, el
periódico presenta 6 (0,5%) unidades de registro.
47. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 65, VI-1750, pág. 80.
48. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 3, III-1761, pág. 257.
49. Véase: Gil Olcina y Olcina Cantos, 2017: 467-506.
50. García Torres, 2017: 183-208.
51. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 3, VII-1759, págs. 188-198.
198
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
4.8 Huracanes
Los huracanes suponen 97 (5%) registros y comparten las mismas caracterís-
ticas que las tempestades y las tormentas. Esta tipología es la más numerosa
para el Nuevo Mundo con un total de 21 noticias (1,3%). Para exponerlas se
52. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 68, IX-1750, pág. 56.
53. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 2, VI-1759, pág. 138.
54. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 3, III-1761, págs. 257-258.
55. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 3, VII-1766, pág. 235.
56. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 3, XI-1769, págs. 205-206.
57. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 4, IV-1772, pág. 304.
199
Antonio Manuel Berná Ortigosa
hará como en el punto anterior, pero esta vez con el Cuadro 5. En este habrá
algunas excepciones referidas a las Indias Orientales.
4.9 Rogativas
Las rogativas en el Mercurio Histórico y Político fueron ocasionales, como
demuestran sus 31 noticias (1%). La información que ofrecieron es demasiado
sesgada. Es imposible saber quién o quiénes las convocaban, cómo estaban orga-
nizadas, qué rituales o imágenes utilizaban, qué recorridos seguían y cuáles eran
sus características. Todavía más sorprendente es la ausencia de las mismas en el
continente americano. Como prueban algunos trabajos58, las rogativas y otros
rituales religiosos fueron prácticas muy comunes en el mundo latinoamericano.
4.10 Terremotos
Los terremotos constituyen una de las tipologías más destacadas del Mercurio
Histórico y Político. En total, tiene 328 unidades de registro (15%). Las noticias
recogieron datos sobre pérdidas socioeconómicas y demográficas. Además de
respuestas político-técnicas, debates científicos y crisis religiosas. Los terremo-
tos fueron uno de los «desastres» más importantes del continente americano59.
En este aspecto, esta tipología es la tercera más numerosa con 14 novedades
(0,6%). Como en el punto 4.7 y 4.8, las noticias se expondrán a partir del
Cuadro 6.
Es preciso comentar dos cuestiones: en primer lugar, el terremoto de Lima
(1746) no apareció en el Mercurio; y, en segundo lugar, el más importante que
notificó fue el de Quito (1755)60.
4.11 Calor
La tipología de calor es una de las menos numerosas, pues cuenta con 29
registros (1%). En el periódico, las noticias se relacionaron con enfermedades
o con episodios de sequía. Al igual que sucedía con las bajas temperaturas, las
menciones del Mercurio casi siempre eran indirectas, lo que impide reconstruir
las amplitudes térmicas y las medias mensuales y anuales. Esto se muestra en
el único ejemplo existente para el Nuevo Mundo (0,1%). En las novedades de
Londres de abril de 1773, se hizo referencia a un calor extremo (sin medición
térmica) en las Indias Occidentales, concretamente en la isla de San Vicente.
58. Altez Ortega, 35 (2017): 178-213. Arrioja Díaz Viruell, 35 (2017): 214-253. García
Acosta, 35 (2017): 46-82. Padilla Lozoya, 35 (2017): 116-148.
59. Altez Ortega, 2006; 38 (2017): 8-31.
60. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 135, IV-1756, págs. 14-15.
200
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
Por las altísimas temperaturas y la fuerte presión militar, los regimientos ingle-
ses tuvieron que abandonar aquella isla61.
4.13 Tsunamis
En el Mercurio Histórico y Político las noticias de tsunamis fueron esporádicas.
En total hay 15 registros (1%). Los daños económicos que podían producir
eran cuantiosos. Así lo demuestran las 2 novedades (0,15%) que hay para el
Nuevo Mundo.
La primera, publicada en las novedades de Londres de diciembre de 1740,
informó que un huracán y su consecuente marejada63 de más de diez metros de
altura destruyeron en la isla de Guadalupe seis navíos mercantiles, la iglesia y
sesenta y seis casas; mientras que, en la Martinica, el mar se llevó los árboles,
los diques, quince navíos, cuarenta canoas y la mayoría de las barcas64.
En las de Londres de enero de 1781, se adjuntó la carta del Almirante Peter
Parker (oficial de la Royal Navy), remitida el 6 de noviembre de 1780. Por esta
se supo que, el día 2 de octubre de 1780, la parte de sotavento de Jamaica sufrió
una furiosa inundación, acompañada de terremotos y vientos huracanados.
La ciudad de Savanna-la-Mar fue sepultada por las aguas. En esta desgracia
perecieron 300 personas. El resto de la población, previniendo los resultados,
se resguardó en los puntos más elevados de la zona. Misma suerte padecieron,
entre el 2 y 16 de octubre, las islas de Barbada, San Cristóbal, Santa Lucía,
Nieves, Granada y San Vicente. Por los detalles que ofreció, se recomienda
61. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 4, IV-1773, pág. 353.
62. P adilla Lozoya y de la Parra Arellano, 2 (2015): 143-165. Olcina Cantos, 2017:
111-133.
63. El término tsunami también se empleó para referirse a las olas producidas por huracanes o
temporales. Por esta razón, el autor ha integrado esta noticia en la presente tipología.
64. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 36, XII-1740, pág. 96.
201
Antonio Manuel Berná Ortigosa
4.14 Sequías
Durante la PEH y la Oscilación Maldà, la variabilidad y el extremismo climá-
tico fueron frecuentes en la fachada mediterránea occidental. La carencia y los
excesos hídricos se combinaron, provocando grandes catástrofes que dejaron
marcados a territorios y personas67. A pesar de la construcción de embalses,
diques, pantanos u otras infraestructuras hidráulicas, la escasez hídrica fue
uno de los principales problemas en el Antiguo Régimen –especialmente en
las zonas mediterráneas–.
Las 15 noticias (1%) de sequías que presentó el Mercurio no reflejaron esta
realidad. Aunque esta fuente no permita crear series continuas, sí que posibi-
lita ver en cierto grado cuáles podían ser sus estragos socioeconómicos y qué
medidas materiales o espirituales se disponían para prevenirlas o mitigarlas.
Como en Europa y Próximo Oriente, los episodios de sequía también fueron
frecuentes en el continente americano68. En este caso, es sorprendente que no
haya ninguna novedad al respecto.
4.15 Plagas
En el Mercurio Histórico y Político solo hay 15 unidades de registro (1%).
Las plagas fueron un agente biológico que diezmaron en numerosas ocasiones
los cultivos europeos, próximo orientales y americanos, dando lugar a crisis
económicas y trastornos sociales. Las referencias a plagas no tenían por qué
ser de langosta. También había de otros insectos e incluso de animales.
Pese a la importancia que tuvieron las plagas en América del Sur69, en
el periódico solo hay un registro (0,1%). En las novedades de Londres de
diciembre de 1771, se aseguraba que la langosta había causado una carestía
muy grande en Nueva España, donde murieron de hambre ochenta mil indios70.
65. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 1, I-1781, págs. 62-68. N.º 2, II-1781, págs.
132-135.
66. Fernández Arce, 26 (2002): 71-87.
67. A lberola Romá, 51-52 (2010): 23-32. Alberola Romá, Bueno Vergara y García Torres,
2016: 123-155.
68. García Acosta, 35 (2017): 46-82. García Torres, 2017: 183-208. Olcina Cantos, 2017:
111-133.
69. Arrioja Díaz Viruell, 33 (2015): 309-323; 2016: 295-321; 2019. Alberola Romá y
Arrioja Díaz Viruell, 65 (2019): 1-23.
70. BNE, HD, Mercurio Histórico y Político, n.º 4, XII-1771, pág. 392.
202
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
203
204
Antonio Manuel Berná Ortigosa
Fuente: Mercurio Histórico y Político (1738-1783), 552 ejemplares. BNE, HD. Elaboración propia.
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
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206
Antonio Manuel Berná Ortigosa
Fuente: Mercurio Histórico y Político (1738-1783), 552 ejemplares. BNE, HD. Elaboración propia.
Cuadro 6. Noticias de terremotos en el Nuevo Mundo
Fuente: Mercurio Histórico y Político (1738-1783), 552 ejemplares. BNE, HD. Elaboración propia.
Extremismo climático, fenómenos biológicos y desastres de origen natural en el Nuevo Mundo a través…
207
Antonio Manuel Berná Ortigosa
5. CONCLUSIONES
Los estudios históricos de prensa han centrado sus actividades en uno u otro
lado del Atlántico, como si Nuevo y Viejo Mundo fueran realidades inconexas.
El periodismo durante la Modernidad fue un nexo de unión y de permanente
comunicación e intercambio cultural entre las metrópolis y las colonias.
Investigar la prensa española del siglo xviii es estudiar tanto la peninsular como
la de ultramar de manera conjunta. Ambas compartían un mismo monarca,
se nutrían a sí mismas y, además, el público deseaba conocer lo que sucedía
respectivamente al otro lado del Atlántico.
El extremismo climático, los fenómenos biológicos y los desastres de
origen natural condicionaron el devenir de las sociedades de la Edad Moderna.
Una fuente útil y complementaria para mostrar esto es el Mercurio Histórico
y Político (1738-1783). A raíz de la metodología empleada, de 66.440 (100%)
unidades de registro que contiene el periódico, 2.145 (3%) integran la categoría
de «desastres». Si atendemos a una división territorial, la distribución es así:
Europa: 1.650 (78%); África-Próximo Oriente: 417 (17%); Nuevo Mundo: 78
(5%). En el último caso, las tipologías más destacadas son las enfermedades (9
/0,2%), las tempestades (20 / 0,9%), los huracanes (21 / 1,3%) y los terremotos
(14 / 0,6%). Finalmente, no hemos de olvidar que las autoridades borbónicas se
reservaron la potestad de divulgar unas noticias u otras según sus intereses. Por
tanto, comparar el Mercurio con otras cabeceras de Hispanoamérica podría dar
respuesta a qué noticias se obviaron, cuáles coincidieron (y en qué términos)
y cómo y por qué se publicaron o no.
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211
Antonio Manuel Berná Ortigosa
212
CARLOS III DE ESPAÑA COMO OBSERVADOR
METEOROLÓGICO EN LA CORRESPONDENCIA
CON SUS PADRES (1731-1744)
1. INTRODUCCIÓN
La búsqueda de fuentes que aporten datos y perspectivas adicionales a los
estudios sobre las oscilaciones climáticas del pasado ha dado otra proyección a
los epistolarios, que están aportando nuevas series de información continuas y
prolongadas en el tiempo1. Es evidente que no todas las cartas cumplen con las
características necesarias, pero la correspondencia privada y más concretamente
la familiar, es la que mejor se adapta a estas premisas debido a la frecuencia
del intercambio epistolar y al espacio que suele dedicar a la vida cotidiana2.
Es en este contexto en el que aparecen estas referencias climáticas, destinando
un espacio en las misivas a las novedades de los interlocutores, así como a las
noticias y eventos inusuales, entre los que se encontraban los fenómenos natu-
rales y climáticos que se salían de lo esperable3. El mayor inconveniente que
presenta la correspondencia familiar es que no solía ser preservada, e incluso
la quema de estas misivas era una práctica muy habitual4.
Sin embargo, existen excepciones que nos ofrecen una información más
exhaustiva, epistolarios que no solamente se dedican a indicar lo extraordi-
nario, sino que, de manera habitual, dedican unas líneas a comentar con su
* L a autora de este trabajo cuenta actualmente con una Ayuda para la Formación del Profesorado
Universitario del Ministerio de Educación Cultura y Deporte, con referencia FPU16/02637.
1. Alberola Romá y Mas Galvañ, 2016: 57.
2. Amor López, 2015: 347.
3. Alberola Romá, 49, (2009): 69.
4. Torrione y Sancho, 2010, vol. 1: 24; Abad Merino, 30 (2016): 7.
Irene Andreu Candela
214
Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
215
Irene Andreu Candela
apenas tenía cuatro años, hasta 1744, momento en el que carteo queda interrum-
pido por la batalla de Velletri, enfrentamiento en el que don Carlos participó
durante la Guerra de Sucesión Austriaca. Es indudable que el intercambio
epistolar entre el rey de Nápoles y sus padres continuó tras este hecho; sin
embargo, las misivas no se han localizado.
El epistolario conservado propiamente dicho comienza en 1731, pues las
anecdóticas cartas anteriores (un total de 20 enviadas entre 1720 a 1724) no
forman un conjunto homogéneo y continuo. Durante esos primeros años, la
separación entre el infante y sus padres se producía cuando Felipe V e Isabel
de Farnesio viajaban a Valsaín para supervisar las obras del nuevo palacio en
San Ildefonso, momento en el que los reyes seguían teniendo una constante
comunicación, casi diaria, con Luis I, que se encargaba de dar el parte diario
sobre las novedades de sus hermanos12. Por ello, las cartas enviadas por don
Carlos estos primeros años eran esporádicas y dedicadas a asuntos concretos,
como agradecer a sus padres los regalos enviados, informar sobre las novedades
en sus estudios, o contestar a la abdicación de su padre en enero de 172413.
Por tanto, fue en el momento en el que se produjo una separación efectiva
entre el infante y sus progenitores cuando comenzó realmente este epistolario.
El motivo de ello fue el viaje del infante don Carlos a Italia para tomar posesión
de los dominios que había heredado al morir el duque Antonio de Farnesio el
día que el infante cumplía quince años. Tras unos meses de conflictos diplomá-
ticos que tuvieron que superar para asegurarse la posesión de estos territorios
en Italia, el 20 de octubre el joven infante comenzó su viaje para ocupar su
puesto como duque de Toscana, Parma y Piacenza14, si bien acabaría en 1734
como monarca de las Dos Sicilias, corona que conservó hasta 1759. Justo el
día siguiente de su partida, el 21 de octubre de 1731, comenzó un intercambio
epistolar que se mantendrá durante sus años en Italia. Los reyes y su hijo Carlos
se enviaron misivas casi diariamente, reduciendo paulatinamente el número
de cartas enviadas cada año, hasta 1736. La cantidad de misivas demuestra la
importancia que sus padres, sobre todo Isabel de Farnesio por ser la principal
encargada de redactar las respuestas a su hijo, tuvieron durante este periodo
inicial a pesar de la distancia que les separaba. Posteriormente, el intercambio
epistolar pasó a ser semanal y constante durante todo su reinado en Italia.
Cabe destacar que las misivas están escritas en francés, lengua materna del
rey Felipe V e idioma que Isabel de Farnesio dominaba, aunque no tanto don
12. Estas misivas se encuentran también conservadas en: Archivo Histórico Nacional (en adelante
AHN), Estado, 2542; 2513; 2685.
13. Ascione, 2001: 82.
14. Fernández Díaz, 2016: 67.
216
Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
15. A pesar de ello, en esta publicación vamos a mantener los criterios de edición seguidos
por la autora, que ha reproducido la escritura utilizada por el monarca sin actualizarla a las
vigentes normas ortográficas.
16. Las metodologías utilizadas son los sistemas de índices, descrita en Barriendos, 53 (1999)
y el análisis de contenido, a partir de Gil Guirado, 2017.
17. Sobre el análisis léxico en esta correspondencia Andreu Candela, 29 (2019): 26-36.
18. Estas cartas de los reyes también se encuentran publicadas en Ascione, 2001 en las notas
a pie de página de cada una de las misivas a las que dan respuesta. Concretamente, se han
reproducido las respuestas a las 81 primeras cartas enumeradas en este epistolario, aunque
son las 47 últimas las que pertenecerían al inicio del viaje de su hijo Carlos, todas fechadas
entre el 21 de octubre y el 26 de diciembre de 1731.
217
Irene Andreu Candela
218
Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
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Atendiendo a los primeros cinco años, el envío de misivas es bastante más fre-
cuente porque los reyes requerían el parte de las novedades de su hijo durante
el viaje por Italia. Poco a poco, el número de cartas en este quinquenio fue
descendiendo gradualmente hasta establecerse el intercambio semanal, si bien
con excepciones, pues el número aumentaba en ocasiones debido a algún
correo extraordinario que informaba de algún asunto concreto. El año con
más comentarios climáticos de todo el epistolario es 1735 con el 47% de las
cartas, siguiéndole de cerca 1733 con el 42%. Cabe destacar que, durante estos
primeros años, el monarca hace al menos un comentario sobre el tiempo durante
todos los meses en los que conservamos correspondencia exceptuando solo
febrero de 1732 cuando se encontraba en Livorno, una de sus últimas paradas
antes de llegar a Florencia y primer destino efectivo del viaje por Italia28. La
ausencia de referencias climáticas en este mes se debería al escaso contacto que
el infante tuvo con el exterior a causa a la viruela que padeció desde mediados
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Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
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Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
a hablar del tiempo. Además, todas ellas se escriben entre enero y marzo,
por lo que no encontramos referencias meteorológicas hasta enero del año
siguiente. Ya desde la muerte del emperador en 1740 el estallido de la Guerra
de Sucesión Austriaca estuvo presente continuamente en las cartas de don
Carlos a sus progenitores, aunque Nápoles se declaró neutral para evitar verse
directamente implicada en la guerra, cosa que podría hacerle perder el trono36.
A pesar de ello, como es evidente, el rey napolitano apoyó la alianza española
en el conflicto, cuyo objetivo era asegurar los ducados de Parma y Toscana
para su hermano Felipe. La guerra y los conflictos diplomáticos que esta causó
centraron la correspondencia, mientras que los asuntos familiares se reducen a
las novedades sobre el nuevo embarazo de la reina María Amalia.
Así, tras analizar estas diferencias cuantitativas podemos observar que
tales comentarios no son tan habituales como en las misivas enviadas durante
su reinado en España, pero su excepcionalidad no debe restar importancia al
epistolario del monarca con sus padres, en el que las referencias se limitan a
cuando el clima varía o afecta a su vida diaria, pues cumple con la tónica general
mostrada en otros estudios de este tipo37. Así, la información climática extraída
en él es totalmente válida y, a su vez, la ausencia de referencias supondría
información en sí misma, es decir, que el tiempo se enmarca en los umbrales
esperables. Además, el valor de este epistolario va más allá de la información
suministrada porque fue la primera correspondencia que mantuvo el infante y,
como tal, es ejemplo de una larga actividad epistolar que siguió practicando
durante toda su vida. Por tanto, en las cartas enviadas por sus padres encontró
el modelo de sociabilidad que determinó sus intercambios posteriores. Si bien
es cierto que cada uno de los epistolarios trabajados de Carlos III se diferen-
cia del resto por una serie de características que vienen determinadas por el
receptor de las misivas y la relación que les unía a ambos, existen una serie de
tópicos que siempre serán tratados en todos los epistolarios consultados. Estos
temas vienen relacionados con las propias características del género episto-
lar, basadas en mantener informado al corresponsal de sus novedades diarias,
destacando entre ellas noticias sobre su salud y del resto de la familia real, la
caza, el clima reinante, los traslados inminentes a nuevos Reales Sitios o las
referencias a festividades y actos reales. Es decir, estos epistolarios tratan de
trasladar su vida diaria a sus corresponsales más directos y el clima será uno
de los elementos a destacar.
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Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
sobre todo cuando hiciese mal tiempo. Así, el monarca prescindía de salir con
fuertes temporales: «Issi il pleut beaucoup vendredi & samedi, & je ne sorti
poin. Mais asteur il fait le plus beau temps du monde»45. Es decir, el rey no
descuidaba su salud, pues realizaba diariamente su práctica física para prevenir
la neurastenia depresiva que muchos miembros de la familia habían sufrido,
además de que solía tener muy en cuenta la opinión de su médico personal,
Francisco Buonocore. Parece ser que su criterio influyó incluso a la hora de
elegir dónde establecer la capital de las Dos Sicilias, pues en una de las misivas
de julio de 1735, enviada desde Palermo durante el viaje del monarca para su
coronación, informaba a los reyes de que establecería su nueva residencia en
el lugar cuyo aire más conviniese a su salud. Según Buonocore, Palermo no
debía ser la capital «car il convient fort a ma santée de sortir d’isi, & dabor
que je auroy fini le couronement je m’en yroy a Naples»46, pues le aseguró que
el clima napolitano era mejor para él.
Es aceptado por sus biógrafos que Carlos III sentía pasión por la natura-
leza, con la que tenía contacto por la actividad cinegética en los Reales Sitios,
pero no solo como un mero objeto de explotación, sino como un defensor de
esta47. Habitualmente parte del día lo pasaba al aire libre y en contacto directo
con el entorno dispuesto para la caza y la pesca, tanto en Nápoles como en
España, cosa que le permitió familiarizarse con estos lugares y conocer qué
singularidades tenían y qué características climáticas debía esperar de ellos
en cada estación. Así, el monarca refleja en las cartas cuando la meteorología
no coincidía con la estación en la que se encontraba, como en diciembre de
1743, que el tiempo era tan bueno «qu’il paroist que nous sommes dans le
preimtemps»48. E, incluso, cuando ocurría algún suceso inusual el monarca lo
indicaba explícitamente, por ejemplo, las bajas temperaturas y las tormentas
que acontecieron en junio de 1732 en Florencia «Aujourduy il a fait fray, & il
a plu beaucoup, & il a tonée; & il fait le tens plus extraordinaire du monde»49.
Carlos III también se mostraría extrañado con la nevada que cayó en febrero
de 1740 en Nápoles, «je diroy à vos M.M. que cette nuit passé il à tombé issi
un demi pan de nige: ce qui est fort extraordinaire issi. Mes dabord elle s’est
fondû avec le soleille qu’il à fait aujourduy»50. Del mismo modo, en julio de
ese año el calor no parecía llegar a la capital, cosa que el rey ya había notifi-
cado sorprendido a sus padres, reiterándolo en la misiva siguiente: «Issi nous
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Irene Andreu Candela
n’avons pas encore senti la chaleur: ce qui est fort extraordinaire dans ce pais
cy dans la saison ou nous sommes»51.
El monarca también parecía conocer lo ritmos agrícolas y sus necesidades,
pues es frecuente que en su correspondencia desde España se refiera las cose-
chas para relacionarlas con la meteorología imperante. En este epistolario con
sus padres, ya podemos ver algunas de estas alusiones, si bien no tan frecuentes
como fueron posteriormente. Cabe destacar que, como es evidente, don Carlos
no tenía un contacto directo con los campos, por lo que estos comentarios serían
el resultado de una valoración común que era transmitida al rey. Así, del mismo
modo que su implicación en el gobierno aumentaba, también lo harían estos
asuntos. En estas cartas con sus padres en algunas ocasiones hace referencia
al estado de los campos cuando estos necesitaban agua: «Issi il n’y a rien de
nouveau, si non que la chaleur est augmenté, par la quelle raisson je sort une
demie heure plus tard & on attend un peu de pluie, car les campagnes sont
trop seches, car il y a casi trois mois qu’il ne pleut»52; al igual que informaba
cuando mejoraba la situación gracias a las lluvias: «Issi il a rafraichi, car il
a pleu de temps en temps depuis trois ou quatre jours: ce qui a fait un grand
bien à la terre, & il n’i a eu que trois ou quatre coups de tonnere»53. Asimismo,
el monarca volvió a expresar la escasez de agua que padecía la cosecha en
Nápoles, deseando las tormentas que se estaban produciendo en Madrid54. La
semana siguiente, se mostró aliviado porque las lluvias llegaron al reino, si
bien no tan fuertes como en España, por lo que fueron muy beneficiosas para
el campo55.
Cabe destacar que no solo encontramos estas referencias en momentos pun-
tuales como los anteriormente mencionados, sino también simplemente cuando
las estaciones cambian. Encontramos numerosos ejemplos de ello, sobre todo
en verano, pues el monarca solía indicar tanto la llegada del calor, «Isi il y a trois
ou quatre jours qu’il fait fort chaud»56, como cuando el tiempo ya empezaba
a refrescar, «Isi il a plü ces jours pases, & il ne fait plus chaud»57. Este tipo de
referencias son más frecuentes en los primeros años y en ocasiones aparecen
reiteradamente. Es probable que algunas de ellas sean meras contestaciones,
dando respuesta a la información climática dada por sus padres y siguiendo con
las premisas que años anteriores los monarcas españoles le dieron a su hijo,
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Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
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si ce fut un siege d’une place, & quand elle faisoit le bruit toutes les maisons
trenbloint66.
Por tanto, los napolitanos se equivocaban y la erupción vino acompañada por
una fuerte actividad sísmica que, según el monarca, no se pudo sentir en la capi-
tal, pero sí en otras localidades cercanas al volcán, sobre todo en la provincia del
Principado de Citra, como Tanucci también confirmó67. Además, la gran nube
de ceniza impedía ver durante el día el espectáculo piroclástico, si bien por la
noche era posible apreciar las explosiones, que, según Santisteban, mantenían
al monarca divertido en los balcones de palacio68. Este episodio impactó tanto al
monarca que no dudó en enviar a sus padres una vista de la erupción69; mandó
realizar a la Accademia delle Scienze di Napoli el estudio y la observación de
esta erupción, denominada Istoria dell’incendio del Vesubio, que fue escrito
por el médico Francesco Serao, secretario de la Academia70; e, incluso, ordenó
un año después una expedición al volcán, que estuvo encabezada por José de
Cartellà, primer caballerizo del rey, con el fin de conocer más profundamente
el monte e introducirse en su interior. Su interés por tal acontecimiento le llevó
a describir minuciosamente las novedades sobre la expedición a sus padres:
Iyier Cartellar alla tout au haut du Vesuve d’ou, voyant le fond de la bouche
& qu’il ne faisoit qu’un peu de fumée, il descendit, avec des cordes & des
peisans qui l’aidoint, jusque au fond, ou il trouva – à ce qu’il dit du sable
& des grands rochers qui ont des fentes, par les quelles la fumée sortoit, &
beaucoup de soufre & autres seles; & un ingenieur qui est venû avec le Pce
Royal en à tirée le plan & le profil de la montagne, tant par dehors que par
dedent, le quelle j’envoyroy le courier qui vient; & selon la mesure depuis le
fond de la bouche jusque en haut ce sont 360 brazas71.
Además, el rey envió a sus padres en el correo posterior dos vistas del volcán
realizadas durante la expedición, así como varias muestras del material encon-
trado en la boca del Vesubio72. Y, viendo el interés que demostraron de por
este asunto, don Carlos mandó a Cartellà realizar una relación detallada de
todo lo ocurrido durante la operación para remitirla también a los monarcas
españoles73. Curiosamente, la hazaña de Cartellà apareció en la prensa española
de ese mismo mes de noviembre, concretamente en el Mercurio Histórico y
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también otro unos meses más tarde, en febrero de 1743, que sorprendió a Carlos
y María Amalia, pero no por su fuerza, sino por su duración:
Ma femme (…) continue tres heureuxsement dans le huitieme mois de sa
grossese, malgrée la peur qu’elle eut le mercredi passée à cinque heures &
un quart de l’apres dinée, caussée d’une secouse de tremblement de terre que
nous heumes, qui ne feut pas trop forte, mais qui feut longue, puis qu’elle dura
temps de temps que nous nous asseurames que c’estoit un tremblement de
terre & que nous dimmes, ma femme & moys, toute la litanie de la Vierge; &
apres cela les lustres de nostre chambre se touchoint quasi l’un contre l’autre.
Mais, graçes à Dieu, la Vierge & St Antoine, avec un cordial qu’elle prit, cela
ne luy a pas causée la moindre nouveautée, & il n’a non plus caussée aucun
mal ni il n’a non plus repeté, & on escrit aussi de Romme & d’autres androits
du Royaume qu’on l’a senti le mesme jour & à la mesme heure, & une barque
qu’est veneu de Messine dit qu’on le sentit aussi, & je crain fort qu’il n’ait
caussé du mal en quelque endroit82.
La semana siguiente, el monarca volvió a completar la información para los
reyes, indicando que este terremoto había ocasionado graves daños en las ciu-
dades de Lecce y Trani83.
5. CONCLUSIONES
Todas estas referencias evidencian que el interés tanto por el clima como por
los fenómenos naturales por parte de Carlos III no son resultado de su madurez,
ni formaron parte de la correspondencia del monarca solo con determinados
corresponsales, sino que ya desde su juventud existe un interés por estas cues-
tiones. Si bien, como se puede observar en la cantidad de referencias climáticas,
no estamos ante un número excepcional como sí lo serán sus posteriores epis-
tolarios, la verdadera importancia de esta correspondencia entre el monarca
y sus padres viene dada porque se trata del primero que escribió. Existían
diferentes maneras de aprender a escribir cartas privadas, siendo una de ellas
la propia tradición familiar; es decir, el conocimiento adquirido a partir de la
práctica epistolar con personas cercanas, leyendo desde la infancia cartas de
parientes y escribiendo las primeras misivas bajo la supervisión de los padres84.
Este epistolario de don Carlos se encuentra exactamente en este caso, pues los
monarcas españoles marcaron con esta práctica un contacto habitual con sus
hijos y también la manera de mantenerlo. Es decir, Isabel y Felipe establecieron
explícitamente las pautas epistolares que debía seguir el infante desde muy
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Irene Andreu Candela
joven, las que repetiría en el resto de las cartas que escribió a lo largo de su
vida tanto a familiares como a otras personas muy próximas, como Felipe de
Parma y Bernardo Tanucci. La existencia de este tópico en la correspondencia
evidencia que la observación meteorológica no fue algo únicamente vincu-
lado a algunos núcleos intelectuales europeos, que ya a finales del siglo xvii
comenzaban a instar en la necesidad de realizar registros continuos85. Así, el
clima fue trascendiendo estas esferas, convirtiéndose en un tema recurrente en
las conversaciones de la élite social86, e, incluso, acabó ocupando un espacio
en la sociabilidad epistolar.
Así, esta correspondencia tiene un valor muy importante en nuestra inves-
tigación, pues ha ayudado a corroborar que la caza siempre fue uno de los
elementos fundamentales de su vida y, como tal, lo incluía en las misivas. La
actividad cinegética, ejercicio que también heredó de sus padres, fue una de las
razones fundamentales en el contacto del monarca con la naturaleza y, concre-
tamente, con los fenómenos climáticos. Por tanto, esta relación continua con el
entorno influyó en él de manera que la meteorología no fue solo algo marcado
por sus padres como un tópico incluido en la sociabilidad epistolar entre ellos
y sus hijos, sino que le prestará especial atención y acabará convirtiéndose
en años posteriores en uno de los temas más recurrentes de sus misivas. Del
mismo modo, otros fenómenos naturales también formaron parte de las líneas
que Carlos III escribió a sus padres no solo por la excepcionalidad de estos
sucesos, sino también por su interés en ellos, cosa que queda demostrada en
sus descripciones.
BIBLIOGRAFÍA
Abad Merino, Mercedes, «‘Muy señor mío, dueño y amigo’. Lengua epistolar y elite
social en la correspondencia privada del sureste español (1760-1805)», Tonos
digital: Revista de estudios filológicos, 30 (2016).
Alberola Romá, Armando, «“No puedo sujetar la pluma de puro frío, porque son extre-
mados los yelos”: el clima en la España de los reinados de Felipe y Fernando VI a
través de la correspondencia de algunos ilustrados», Investigaciones Geográficas,
49 (2009): 65-88.
Alberola Romá, Armando y Mas Galvañ, Cayetano, «Vulnerabilidad y capacidad de
resistencia frente al desastre en la España Mediterránea (Siglos xvi-xviii). Fuentes
para su estudio», en Armando Alberola Romá y Luis Alberto Arrioja Díaz-Viruell
(coords.), Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica,
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Carlos III de España como observador meteorológico en la correspondencia con sus padres (1731-1744)
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Irene Andreu Candela
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SISMOS E CATÁSTROFES NOS AÇORES:
A RESPOSTA DOS PODERES. O SISMO DE 1614
NA PRAIA (TERCEIRA)
3. Vincent, 1996.
4. Neste sentido, podemos lembrar que, desde a comemoração do bicentenário do nascimento
de Charles Darwin, o papel das ilhas na génese da ciência contemporânea parece ter recu-
perado algum destaque: é a «função» científica das ilhas e a «figura» da ilha-laboratório.
Meistersheim, 2001.
5. Rodrigues, 2011.
6. Frutuoso, várias edições e datas.
7. Montalverne, 1960-1962; Maldonado, 1989-1997.
236
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
237
José Damião Rodrigues
11. Para uma visão actual e pormenorizada da história dos Açores, ver Matos, Meneses e Leite,
2008.
12. Maldonado, vol. 1, 1989: 154-155; Drummond, 1990: 68 e 170.
238
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
da Fonseca e neto de João da Fonseca, que comprara as duas ilhas aos herdei-
ros de Fernão Teles. Em 1593, Flores e Corvo passaram para o senhorio dos
Mascarenhas, condes de Santa Cruz, e desde o sexto conde, D. Martinho de
Mascarenhas, também marqueses de Gouveia. Em 1759, com a execução do
oitavo conde de Santa Cruz e duque de Aveiro, D. José de Mascarenhas, e a
consequente confiscação dos seus bens, Flores e Corvo integraram finalmente
os bens da coroa13.
Devido a esta diferença no que respeita à dependência das ilhas de diferen-
tes centros de autoridade, não existia uma unidade política, realidade que, de
resto, a cartografia da época também reflectia, ao representar com designações
distintas as ilhas dos Açores ou Terceiras – pela importância que tinha a ilha
Terceira e, em particular, a sua «cabeça», Angra, sede de comarca desde 1503 e
de bispado desde 1534 – e as ilhas Floreiras. Face a esta clivagem, a autonomia
jurisdicional das duas ilhas ocidentais impedia a presença regular dos oficiais
da coroa. A título de exemplo, notemos que a comarca açoriana – reconfigurada
brevemente em duas nos anos 1534-1544 e em definitivo em 1766 – surgia
como uma circunscrição político-administrativa que não recobria a totalidade
do actual arquipélago.
Outros poderes existiam nas ilhas, os capitães e as câmaras, além, claro
está, das estruturas da Igreja, todos bem visíveis. Os capitães – no século xv,
capitães-do-donatário – eram membros da pequena nobreza que haviam che-
gado às ilhas no início da sua ocupação humana, acompanhados por parentes
e dependentes, tendo por função dirigir in loco o povoamento; distribuir terras
em regime de sesmaria, no que eram coadjuvados pelos almoxarifes; e repre-
sentar a vontade do senhor. Com a subida do duque D. Manuel ao trono, a
posterior extinção das donatarias insulares e a sua integração nos bens da coroa,
desapareceu o nível hierárquico dos donatários. Isto significou, em termos do
regime das capitanias, uma alteração. Por uma subdoação ou sub-enfeudação,
os duques nomeavam para os representar localmente homens da sua casa e da
sua confiança, designando-os como capitães. Com o fim das donatarias, os capi-
tães passaram a ter acima de si somente o rei, o que equivale a dizer que o seu
estatuto e jurisdição foi, desde então, semelhante ao dos senhores (donatários)
do reino. Apesar desta alteração, a jurisdição dos capitães não sofreu qualquer
diminuição e alguns receberam mesmo outros privilégios por graça régia. De
um modo geral, porém, devido à interrupção da linhagem ou ao absentismo
de alguns capitães, assistiu-se a um certo esvaziamento do conteúdo político
das suas prerrogativas, situação que, diga-se, não se verificou em São Miguel
239
José Damião Rodrigues
240
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
17. Sobre esta questão, ver Rodrigues, 2005b: 450 e 460-461; Costa, 2008: 186-187.
241
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242
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
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José Damião Rodrigues
244
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
32. Arruda, 1977: 163-165 e 173-176; Arquivo dos Açores, vol. IV, 1981: 170-172.
33. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 191-197.
34. Maldonado, vol. 2, 1990: 42.
35. L ivro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 198-202, 204-206, 206-209 e 209-210.
245
José Damião Rodrigues
cazo que haja de correr por conta de sua fazenda, ou que Sua Magestade lhe
faça pera isso algũa esmola» e, por outro, à defesa, ordenando que se tomasse
informação de «pessoas praticas», nomeadamente do mestre-de-campo do
presídio, para que a reconstrução da vila garantisse que a mesma ficaria «defen-
sauel a dezembarcacão, e melhorada do que d antes estaua, podendo ser.» Esta
carta desceu ao Conselho da Fazenda e foi o vedor da Fazenda quem escreveu
ao provedor da Fazenda nos Açores dando-lhe conta da decisão régia36.
Conforme foi já notado, o corregedor João Correia de Mesquita foi uma
figura central e decisiva em todo este processo37. Nomeado corregedor dos
Açores em 1611, levou consigo um novo regimento, datado de 13 de Maio desse
ano, para a actuação destes oficiais de justiça. Serviu também como Provedor
da Fazenda. Exerceu o seu ofício até 1618 e o seu desempenho mereceu que
fosse agraciado com a mercê de um cargo de desembargador da Relação do
Porto, em 162138. Quanto ao reconhecimento da sua actuação imediata nos dias
e semanas que se seguiram ao terramoto de 24 de Maio, Filipe III, por carta
datada de 18 de Maio de 1615, afirma que
«emtemdo a boa ordem et dilligençia com que procedestes et acudistes aos
trabalhos et neceçidades em que os relligiosos et relligiosas e mais gente
daquelle pouo ficou com tam extraordinario suçesso, que tudo foi muito bem
ordenado»39.
Tudo fora «muito bem ordenado». E era, de facto, de reordenar, no sentido
de refazer, de reconstruir, mas com boa ordem, que se tratava. A peça central
deste projecto é a provisão régia de 18 de Maio de 161540. Com uma lógica
que diríamos aristotélica, contemplando todos os estados e adequando-se ao
que seriam os seus recursos e deveres, respeitando assim o princípio da justiça
distributiva, o rei, tendo tomado conhecimento das consequências do terramoto
pelo relato de João Vaz de Vasconcelos e por cartas das autoridades na ilha
Terceira – o cabido da Sé, os máximos representantes da coroa nos domínios
da Fazenda (o provedor da Fazenda) e da justiça (o corregedor), os oficiais
das câmaras de Angra e da Praia –, definia o modo como cada corpo social ou
cada membro da comunidade, desde os grandes, passando pelos medianos e
36. M aldonado, vol. 2, 1990: 45. A carta do vedor da Fazenda é datada de Lisboa, 7 de
Setembro de 1614.
37. Leite, 2000: 197-198.
38. Maldonado, vol. 2, 1990: 30 e 63-70; Rodrigues, 1994: 260-262 e 477-478.
39. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 198.
40. Biblioteca Pública e Arquivo Regional de Angra do Heroísmo (BPARAH), Arquivo da
Câmara de Angra do Heroísmo (ACAH), Livro Segundo do Tombo e Regimento da Câmara
de Angra (1593-1623), fls. 369-372; Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005:
198-202, maxime 199-201; Leite, 2000: 195-197.
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Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
até aos pequenos, deveria contribuir para a reedificação da vila da Praia. Deste
modo, recobrindo todo o espectro societal, cumpria-se o ideal da complemen-
taridade e da harmonia social. Caberia ao corregedor, coadjuvado por oficiais
das governanças de Angra e da Praia, zelar pela boa execução da ordem régia.
Em primeiro lugar, surgiam as casas monásticas, os mosteiros de Jesus e da
Luz, femininos, e de São Francisco, masculino. Para as obras de reedificação,
o rei autorizava que fossem pedidas esmolas em todas as ilhas dos Açores. No
entanto, porque os mosteiros de freiras tinham rendas próprias, o corregedor,
neste caso com a colaboração do bispo e dos Franciscanos, avaliaria a possi-
bilidade de se retirar das rendas verbas destinadas às obras «de maneira que
lhes não faça fallta pera a sustentacao necessaria et ordinaria»41. Em relação às
capelas existentes nos referidos mosteiros, como muitas haviam sido instituídas
no âmbito de institutos vinculares, devia o corregedor informar-se acerca dos
respectivos administradores e rendimentos e sequestrar – a expressão usada é
esta – para a sua reedificação a quantia que fosse conveniente42. Quanto aos
moradores que pretendessem recuperar as suas casas, poderiam fazê-lo no
prazo de três anos, mas, acaso não tivessem capital – «cabedal» – para o fazer,
poderiam vender o sítio das suas casas dentro desse mesmo prazo. Findo esse
período, e não tendo sido as casas reconstruídas ou o respectivo chão vendido,
tudo ficaria devoluto para o concelho, cabendo então ao corregedor e aos ofi-
ciais do senado municipal dar os chãos a quem pretendesse e pudesse levar
a cabo a reedificação das casas ou ainda, aspecto que merece ser sublinhado,
«comuerter em ruas publicas com tal comsiderassão & aduertensia que no
fabricar das ditas cazas & ruas se hordenem as seruentias dellas com melhor
trassa do que dantes estauam e as ruas se lamssara cordel por ordem de allgum
architecto pratico que pera isso ira ha ditta villa desta cidade não o auemdo
nas ditas jlhas e se faça tudo de maneira & com tanta hordem que a dita jlha
fique melhorada na fortificação porque terei disso particullar satisfação»43.
O que aqui se destaca não é unicamente uma preocupação com a reedificação da
vila da Praia e seu termo. Pelo contrário, a obra de reconstrução devia também
servir para um reordenamento da malha urbana, que devia ficar com melhor
traça, com ruas e casas alinhadas. Para isso, devia ser chamado um arquitecto
conhecedor do seu ofício, não bastando o recurso a práticas tradicionais de
construção. De igual modo, merece relevo a atenção concedida à dimensão
defensiva, que surge de novo no mesmo documento quando o rei destina às
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José Damião Rodrigues
obras da casa da câmara, muros da vila e fortificação, além dos conventos mais
pobres, os sobejos da renda dos 2% «de todas as dittas jlhas terçeiras e lugares
dellas que esta appllicada e pertensse a furtificação de cada hum delles»44.
As disposições régias foram ainda mais longe em matéria financeira. Assim,
o rei determinou que em toda a comarca dos Açores, incluindo a ilha de São
Miguel – e cremos ser significativo que o monarca sublinhe a inclusão dessa
ilha –, e pelo prazo de um ano, fosse imposto um real em cada arrátel da carne
e em cada quartilho de vinho e de azeite, que reverteria para a reedificação
da Praia. Findo esse ano, seriam apuradas as contas em cada lugar e de novo
o corregedor entraria em cena para avaliar as receitas e informar o rei se era
necessário prorrogar a referida imposição. Caso assim sucedesse, e procurando
evitar a «opressão do pouo», o corregedor tomaria informação sobre outras
imposições antigas vigentes e se estas poderiam ser extintas ou suspensas pelo
prazo de um ano. Por outro lado, os soldados do presídio de Angra não pode-
riam ter tabernas fora do castelo. E, por fim, para que os moradores da Praia
tivessem «mais animo & uontade» nas tarefas de reconstrução e repovoamento
dos lugares do termo, o rei concedia-lhes os privilégios dos moradores da
cidade do Porto45.
A esta provisão régia veio somar-se outra. Ainda de 1615, a provisão de 20
de Maio foi produzida por Filipe III enquanto governador e perpétuo adminis-
trador da Ordem de Cristo e era destinada às obras das capelas-mores, retábulos
e sacristias46. Para esse efeito, o rei determinou que durante quatro anos se
retirassem 2.000 cruzados47 anuais dos 3.000 cruzados que estavam aplicados
nas obras da Sé de Angra. Neste caso, caberia ao provedor da Fazenda pôr em
pregão as obras em questão, as quais deviam respeitar a traça que o dito oficial
indicasse e seriam arrematadas publicamente pelo menor custo por «pessoas
seguras abonadas e de satisfaçam». O feitor da Fazenda da Alfândega de Angra
seria responsável por pagar as obras e por garantir que os 1.000 cruzados rema-
nescentes seriam entregues ao recebedor das obras da Sé. Alguns meses mais
tarde, na sequência de uma petição apresentada ao rei pelo procurador-geral
da vila da Praia, João Vaz de Vasconcelos, Filipe III, por provisão de 10 de
Setembro de 1615, ordenou que o pagamento do real d’água sobre a carne, o
vinho e o azeite fosse cumprido e ainda que os «caídos» e dinheiro existente
em depósito do imposto dos 2% fossem aplicados nas obras de reedificação da
Praia. Caso fossem apresentados embargos à execução da provisão régia por
44. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 200; Leite, 2000: 196-197. Sobre
este imposto nos Açores, ver Rodrigues, 2005a: 437-438.
45. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 200-201.
46. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 204-206.
47. Um cruzado valia 400 réis.
248
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
48. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 206-207. O procurador-geral da vila
da Praia argumentara que era necessária uma provisão régia pois os moradores das ilhas
colocavam embargos às ordens emanadas da coroa e isso implicava demandas e atrasos, que
prejudicavam a importante tarefa da reconstrução.
49. Maldonado, vol. 2, 1990: 45-46.
50. Sobre esta questão, ver Hespanha, 1982: 404-413; Hespanha, 1984.
51. Maldonado, vol. 2, 1990: 46-47.
249
José Damião Rodrigues
52. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 209-211, maxime 209.
53. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 209-211.
54. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 301.
55. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 265-266.
56. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 211-235.
250
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
57. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 215. A referência é à provisão régia
de 18 de Maio de 1615.
58. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 226-227.
59. Livro do Tombo da Câmara da Vila da Praia …, 2005: 230.
60. Sobre esta questão, ver, para o caso português, Revista de História das Ideias, 1984 e 1985;
Oliveira, 2002.
251
José Damião Rodrigues
diga-se, revelam com clareza que a solidariedade dos primeiros dias após o
sismo de 24 de Maio de 1614 se havia desvanecido. Os localismos tendiam
a prevalecer sobre o todo social, não obstante a acção e a presença do corre-
gedor João Correia de Mesquita e a publicação de diplomas régios. As obras
continuaram o seu ritmo, mas era sempre preciso ir buscar mais dinheiro para
as custear. Neste sentido, o alvará de 17 de Setembro de 1620 reconhecia que
eram necessários 16.000 cruzados para reedificar os corpos das igrejas da vila
da Praia e mandava ao corregedor pôr em pregão as obras em causa e repar-
tir, sob a forma de uma finta a lançar sobre todos os moradores da jurisdição
da Praia, incluindo os privilegiados e os ausentes. Aqui deparamos com uma
referência expressa ao marquês de Castelo Rodrigo, que contribuiria «com a
parte que lhe a couber». Cada um dos moradores pagaria consoante as suas
possibilidades e fazendas e esta finta seria registada em livro próprio de receita
e despesa, numerado e assinado pelo corregedor61. Mas as dificuldades conti-
nuaram. Alguns anos mais tarde, o procurador da vila da Praia, que era ainda
João Vaz de Vasconcelos, denunciava que até ao momento as provisões régias
relativas à mercê de 600.000 réis para os ornamentos da Matriz e de 500.000
réis para orgãos e sinos não haviam sido cumpridas. Por esse motivo, o rei
determinou por provisão de 10 de Julho de 1626 que a referida quantia fosse
paga a partir dos dízimos da ilha Terceira62.
As obras da Igreja Matriz da Praia tardavam em ficar concluídas e disso
deram conta os oficiais da câmara ao rei. Durante a reconstrução, fora erguido
um pequeno recolhimento para celebração dos ofícios divinos, mas tão pequeno
que não acolhia todos os fiéis. A obra da Matriz havia sido arrematada a
pedreiros de Angra, mas estes não pareciam muito empenhados em concluir a
empreitada: «hjam tam deuagar com a obra que a não darião acabada em dez
annos podendo a acabar em dous et com mais perfejção do que a hjão fabri-
cando». Deste modo, em 1630, foi mandado que o capitão-mor Francisco da
Câmara Paim servisse como superintendente da obra da Matriz, pois, tendo
sido encarregado da reedificação do mosteiro de Jesus, conseguira que a mesma
fosse concluída e posta «na perfeição» num curto espaço de tempo63.
Para a maioria dos naturais e moradores da jurisdição da Praia, porém, as
dispodições e mercês régias de pouco terão servido. O cronista que nos guiou
disse-o em prosa barroca:
«e supposto que pellos annos em diante // se redeficarão algũs domecilios e
cazorios foi em tal fo[r]ma deminuta que se ualerão da [sic] ruinas do que era,
252
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
sem de nouo se meterem mais cabedais do que aquelles maçames que neste ou
naquelle modo se acharão. E muitos que poderão ter a dominação de grandes
a respeito do que erão, vierão a ser palhoças»64.
4. Por entre diversas dificuldades, a vila da Praia reergueu-se. Mas não terá
conseguido atingir o patamar em que outrora se situara. Escrevendo na viragem
do século xvii para o século xviii, o padre Manuel Luís Maldonado procurou
elogiar a vila da Praia, não deslustrando os seus pergaminhos, mas procurando
fazer ver aos eventuais leitores o que a vila perdera. Segundo ele, em 1694, o
governador João Tristão de Magalhães afirmou que a Praia era uma das boas
terras que tinha visto, podendo imaginar, a partir do estado em que então se
encontrava a vila, «o muito que deuia hauer sido.»65
O que o exemplo da vila da Praia nos mostra é como, no contexto das socie-
dades tradicionais de Antigo Regime, apesar da intensa produção legislativa,
à escala local a autonomia dos corpos políticos e a margem de manobra dos
actores sociais podia retardar ou bloquear mesmo um qualquer projecto. Face
aos limitados horizontes financeiros da maior parte das câmaras, o acesso à
mercê régia e ao lançamento de imposições e fintas extraordinárias surgia como
um recurso possível em situações críticas, como a que aqui foi exposta. No
entanto, a capacidade de resistência das elites locais em nome dos interesses
particulares e dos privilégios corporativos manifestou-se sempre como um
poderoso obstáculo contra projectos de controlo do centro sobre as periferias
ou até contra princípios hoje definidos como de «subsidiariedade».
Nos Açores, nos séculos seguintes, outros momentos de crise se viveram
provocados por fenómenos geofísicos, sismos ou erupções. A solução encon-
trada pelos poderes, o centro político ou as autoridades nas ilhas, não foi sempre
igual. Em alguns momentos, a resposta preferencial foi o recurso à emigração.
Assim aconteceu na sequência da crise sísmica que atingiu a ilha do Faial,
em 1672; após a crise sísmica e vulcânica de 1717, 1718 e 1720, no Pico; ou,
já em pleno século xx, de novo no Faial, quando a erupção dos Capelinhos
em 1957-1958 teve como consequência um surto migratório para os Estados
Unidos da América e para o Canadá66. Em outras situações, a resposta passou
pela reconstrução, embora com estratégias distintas. Após o sismo de 1 de
Janeiro de 1980, que afectou as ilhas Terceira, São Jorge e Graciosa com efeitos
253
José Damião Rodrigues
«Planta da Bahia da Villa da Praia. […]», 1805. Fonte: Biblioteca Nacional de Portugal
(BNP), Biblioteca Nacional Digital, <http://purl.pt/22466>
67. Biblioteca Nacional de Portugal (BNP), Lisboa, Reservados, Cartografia, D-99-R, «Planta
da Bahia da Villa da Praia, para Intiligencia do Molhe e Projecto do Ill.mo e Ex.mo Sñr.
Conde de S. Lourenço Governador e Capitão General das Ilhas Dos Açores» [URL: <http://
purl.pt/22466>].
254
Sismos e catástrofes nos Açores: a resposta dos poderes. O sismo de 1614 na Praia (Terceira)
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68. Sobre José Silvestre Ribeiro, ver a sua breve biografia em Leite, «Ribeiro, José Sivestre»
e um elogio da época em Cunha, 1893. Para a reconstrução da Praia da Vitória, já assim
chamada, ver Collecção de documentos sobre os trabalhos de reedificação da villa da Praia,
…, 1844.
69. <http://adstb.dglab.gov.pt/ordem-de-d-joao-danunciada-conego-da-santa-se-de-evora-go-
vernador-e-vigario-capitular-interino-do-arcebispado-de-evora/>.
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DIARIO DE UNA CATÁSTROFE: LA RIADA DE
SAN PATRICIO EN ORIHUELA (ALICANTE, 1672)
INTRODUCCIÓN1
Durante toda la Edad Moderna la ciudad de Orihuela tuvo que lidiar con el
gravísimo problema de las inundaciones. Las crecidas del río Segura eran habi-
tuales en otoño y primavera, incluso eran deseadas por los agricultores «pues
las aguas derramaban sobre los campos limos regeneradores» que aumentaban
la fertilidad de las tierras2. Por tanto, en muchas ocasiones las precipitaciones
eran celebradas, pero en otras, cuando llovía demasiado, el río se convertía
en un furioso torrente de agua cuya capacidad destructiva era sobradamente
conocida por los oriolanos. Las consecuencias de los excesos hídricos eran
demoledoras para la ciudad y sus aledaños. Estas causaban graves perjuicios a
infraestructuras viarias, redes de acequias y azarbes, azudes, puentes, molinos,
edificios, cosechas, arbolado, ganado y, lo más importante, ponían en riesgo la
propia vida de las personas3.
Las inundaciones de rango extraordinario han sido una constante en Orihuela
(Alicante). En el siglo xix la riada más importante fue la de Santa Teresa en
octubre de 1879. Con más de medio millar de víctimas mortales, fue conocida
internacionalmente4 y supuso un antes y un después en las políticas de pre-
vención de riesgos5. En el siglo xviii durante la anomalía Maldá –entre 1760 y
1800– aumentó la frecuencia e intensidad de los episodios hidrometeorológicos
260
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
CONTEXTUALIZACIÓN Y CAUSAS
Tres factores concurrieron para que la riada de 1672 fuera tan drástica. Por un
lado, el factor geográfico, por otra parte, el marco cronológico caracterizado
por la oscilación del Mínimo de Maunder y, por último, factores históricos. El
primero de ellos es inseparable del territorio: la irregularidad anual e interanual
de las precipitaciones que, combinada con las características orográficas de la
región, convierten al Bajo Segura en un territorio de elevado riesgo de inun-
dación13. Desde enero de 1672 se produjeron una serie de lluvias torrenciales
de intensidad extrema. Fueron el motor de las inundaciones.
Aspecto a tener en cuenta es que en 1645 empezó la oscilación climática del
Mínimo de Maunder14. Esta se caracteriza por un descenso de la actividad solar
entre 1645 y 1715, que coincide con los episodios más gélidos de la Pequeña
Edad del Hielo. En la península ibérica esta pulsación aumentó los contrastes
térmicos estacionales e incrementó la intensidad y frecuencia de los desastres
hidrometeorológicos. En el área del Bajo Segura se observa un crecimiento de
las lluvias intensas desde 1651, que coexiste con ciclos de sequía –1660 a 1664–
sucedido este desde 1667, por un periodo de extremismo pluviométrico –los
años de las turbulencias– caracterizado por fortísimos aguaceros que anegaron
la ciudad y su huerta repetidamente. Este período alcanzó su cénit en 1672 con
la riada de San Patricio.
La segunda causa tiene relación directa con la tercera. Dicha sucesión
de potentes chubascos, visible desde 1667, afectó tanto a la población, a la
economía como a las infraestructuras hidráulicas. A mayor debilidad, mayor
vulnerabilidad. Ya en 1670 se tenía conciencia del mal estado del río. Así lo
denunciaron los miembros del Consell que llegaron a debatir sobre un informe
del maestro mayor del rey Juan Bautista Balzago15. El proyecto del cartaginés
defendía que el problema eran los azudes de Rojales y Almoradí. La solu-
ción pasaba por construir aliviaderos pues las presas retenían demasiada agua
disminuyendo la capacidad de desagüe del río, aumentando en consecuencia
la probabilidad de desbordamiento río arriba. Las protestas de los regantes
de dichas presas, que no querían tener menos caudal para el riego, junto a
261
Claudio Cremades Prieto
16. Ojeda Nieto, 2006: 8. Los azudes (presas de derivación) retenían agua y eran indispensables
para el riego, pero también acumulaban maleza, maderas, suciedad que obstruía la corriente,
facilitando el colapso aguas arriba.
262
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
17. Los conocemos gracias a las actas del cabildo catedralicio. En el archivo municipal el tomo
de aquel año se perdió.
18. Archivo Diocesano de Orihuela (en adelante Ado), Actas capitulares, t. 13, f. 380v. Sobre
conjuros para influir en los elementos o ceremonias de rogativas consultar: Alberola Romá,
2004: 36-41. Cortés Peña, 1995: 1027-1042.
19. Ado, Actas capitulares, t. 13, f. 406v.
20. A mo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 2-2v. Se han traducido los textos transcritos del valenciano
al castellano.
21. A mo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 2v.-3. La mentalidad católica de los oriolanos queda patente
en los acuerdos civiles: «Dios Nuestro Señor se sirva mirarnos con ojos de misericordia».
22. A mo, Actas Capitulares, t. 304, f. 3. Esta medida entra en la lógica de actuaciones del Consell
ante las crecidas. La primera acción era siempre dar grano molido de la caja municipal.
263
Claudio Cremades Prieto
264
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
culto. Tan solo obtuvieron veinte cahíces del Colegio de Predicadores. Se los
entregaron a condición de que les fueran devueltos en activarse los molinos. El
encargado de la operación fue el clavario de la panadería. Le ordenaron recoger
los cahíces del Colegio de Predicadores y llevarlos «a la panadería para que
haya pan en abundancia». Lo que pretendía el Consell, además de garantizar
la comida, era evitar tener que enviar trigo a moler a otros pueblos porque
aumentarían los costes. La reunión del 3 acabó incidiendo en la posibilidad de
desbordamiento. Por tal motivo decretaron fortalecer las defensas en la ribera
del río a su paso por la ciudad y construir un malecón en el pósito «para que
el río no entrase en aquel».
29. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 24v.-26. Se pagó diez reales por cahíz a los que fueran a
Elche, ocho a los que fueran a Crevillente y cinco a los que marcharan a Abanilla.
30. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 26-27v. La provisión fue publicada en los puestos habi-
tuales de la ciudad.
265
Claudio Cremades Prieto
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Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
Raval de San Agustín34. Otro problema al que buscó solución el Consell fue
que el convento extramuros de San Gregorio quedó cercado por el agua y sus
moradores no eran capaces de salir a por provisiones. Les enviaron barcas con
víveres. Estuvieron aislados hasta el 24 de febrero.
34. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 39v.-42. Esta zona de la ciudad era la más vulnerable a
las inundaciones por su ubicación en el margen derecho del Segura.
35. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 42v.-43.
36. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 47v.-48. Se pagó por la limpieza de la Plaza Mayor, la
placeta de la casa de la Ciudad y la Plaza de la Puerta Nueva alegando que comenzaban a
surgir malos olores lo que podía provocar «algunas enfermedades a los vecinos».
267
Claudio Cremades Prieto
que si el dicho río sale otra vez sería la total ruina de la presente ciudad y sus
vecinos y huertas de aquella, y conviene para templar la ira de Dios nuestro
señor recurrir a las personas eclesiásticas y comunidades37.
Tras los recursos espirituales de rigor, el Consell se preocupó, como en todo
momento, por dar harina a unos panaderos bajo mínimos y por organizar cua-
drillas para reforzar malecones e intentar que los arrabales no se inundaran38.
Ante el poder de la naturaleza nada pudieron hacer. Durante los dos siguientes
días las avenidas se repitieron, golpeando a la ciudad ásperamente, anegando
barrios enteros y obligando a los oriolanos a huir a tierras altas hasta que
pasará el peligro. Hasta el día 8 de marzo fue imposible celebrar capítulo. La
reunión fue a las cuatro de la tarde y se convocó un consejo extraordinario
dedicado expresamente «al beneficio del río»39. Allí alertaron de las «conti-
nuadas avenidas del río» y decían que la actual era la mayor hasta ahora. El
consejo determinó cerrar los portillos por donde se filtraba el agua a la ciudad
y campos, de momento se pagaría de las rentas y propios. La capacidad de
gestión del municipio empezaba a ser insuficiente ante unas precipitaciones
que no paraban de incrementar el río.
El río Segura siempre está en pujanza de dicha agua y sin esperanza de que
aquel mengüe en algunos días por causa de la mucha agua que ha derramado
y ha de volver al cauce de dicho río, y conviene que la panadería tenga pan en
abundancia para que no falte al común40.
La única manera de conseguir harina era recurriendo a los molinos de Elche,
Crevillente, Abanilla y ahora también a Callosa. Enviaron jinetes a los que
pidieron ser raudos pues la situación era dantesca. El agua había convertido la
zona meridional de la ciudad en una laguna que se extendía hasta las eras de
San Sebastián. Los conventos extramuros volvieron a quedar aislados, en esta
ocasión también el de los franciscanos descalzos y los capuchinos. El Consell
determinó socorrerlos dado que todos los vecinos de la ciudad estaban «impo-
sibilitados y atenuados» para hacerlo. Ya superados por los acontecimientos
decidieron recurrir a instancias superiores en busca de ayuda: «Proveemos se
escriba a su excelencia y se le represente las aflicciones en que se encuentra
268
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
la presente ciudad por causa de las muchas aguas, y avenidas del río». Pero
los correos no podían partir. La ayuda no llegaría en un plazo corto de tiempo.
41. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 55-55v. Piden a los clérigos que vayan a orar a la virgen
a diario para aplacar la ira divina. Incluso decretan que los capitulares civiles asistan a todas
las misas cantadas.
42. C ouchoud, 1965: 30-31. Concretamente se debió al acto del obispo, custodiado por Nuestra
Señora de Monserrate, quien lanzó un ramo a las aguas momento en el que descendieron
milagrosamente. Este recurso literario aparece en otras ocasiones como por ejemplo en un
incendio de 1749 en: Ado, Actas Capitulares, t. 22. ff. 19-19v.
43. Alberola Romá, Bueno Vergara y García Torres: 2016: 153. Cremades Prieto, 29
(2019): 66.
44. Amo, Actas Capitulares, t. 304, f. 58v. Literalmente escribieron que: «por dichas avenidas y
lluvias la huerta está tan destruida que hay poca expectativa de cosecha».
45. Amo, Actas Capitulares, t. 304, f. 59.
269
Claudio Cremades Prieto
Proveemos que se envíen 6 caballos vacíos de los más fuertes que se encontra-
rán para que pasen a nado la rambla de Benferri y cojan la harina que puedan
de las personas que la llevaron a moler que están a la otra parte y que se les
pague lo mismo que si hubieran llevado a moler y eso para remediar el que
no falte pan al común […] que son dos días ya los que han llevado a moler
detenidos en la otra parte de la rambla de Benferri.
46. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 60-62. Hicieron unos pilones de dos varas de altura para
proteger el grano.
270
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
haberlo pedido la mayor parte de los vecinos del Raval de San Agustín que está
lleno de agua, y que se pague el gasto que se hará de la cera que se quemará,
de rentas de la presente ciudad47.
47. Amo, Actas Capitulares, t. 304, f. 62. Llama la atención que mientras la religiosidad oficial
encumbraba a la Virgen de Monserrate, las devociones populares en este caso depositaban
sus esperanzas en la Virgen de Santa Gracia.
48. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 62v.-63.
49. Amo, Correspondencia, t. 304, ff. 589-590.
50. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 65-65v. Era imposible despiezar la carne mientras no se
limpiará el interior del establecimiento.
51. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 68v.-69. Por ejemplo, el día 23 de marzo se ordenó pagar
50 libras para cerrar unos portillos que las aguas habían vuelto a abrir.
52. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 64-65. Uno de los gastos más importantes venía de la
adquisición de trigo. Véase el negocio del 23 de marzo mediante el cual la ciudad compró
200 cahices de trigo por 1.600 libras, a razón de ocho libras el cahiz.
53. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 72v.-74.
271
Claudio Cremades Prieto
«cesando la gran crecida del río y las muchas lluvias» fue Nuestra Señora de
Monserrate. Para darle más pompa al asunto comunicaron al cabildo civil que
iban a devolver a la virgen a su ermita en solemne procesión «en agradecimiento
de tan grande beneficio»54. No es casual que la virgen de Monserrate fuera la
imagen protegida de la Catedral. La ciudad, más sensible de lo acostumbrado a
los actos piadosos, aceptó de buena gana y aportó cera, bombardas para lanzar
50 cohetes mientras durase la marcha y antorchas blancas que serían llevadas
por seis caballeros y ciudadanos55. Así quedó el apartado relativo a las rogativas.
La cuestión de la reconstrucción se trató de dirimir desde una comisión
específica convocada a tal efecto y conocida como la Ilustre Junta por la
Conservación del río56. El primer gran acuerdo data del día 28 de marzo. En
él se marcaron las líneas a seguir para la recuperación. Los temas tratados
fueron múltiples y cambiaron con el tiempo, pero en resumen se centraron en
la reparación de lo destruido por la riada, la búsqueda de financiación para
acometer las reformas y, por último, en plantear un plan antiriadas que redujera
la vulnerabilidad de Orihuela y sus huertas. El proyecto elegido fue el mismo
que presentó en 1670 Juan Bautista Balzago.
Abril y mayo
Pese a que en el mes de abril no hay replicas, el territorio tardó en volver a la
normalidad por las cuantiosas aguas estancadas por todas partes. El paisaje era
un páramo cubierto por agua y barro. Los encharcamientos se expandían por
toda la vega, la recuperación fue lenta. A medida que los accesos a la ciudad
iban abriéndose numerosos circunvecinos acudieron a Orihuela a representar
problemas en sus haciendas. Fue el caso de Alonso Moreno quien pidió ayuda
para desaguar el agua represada que había formado un almarjal en la partida
de la Puerta de Murcia57. Mismos motivos llevaron a los regantes de la acequia
de Alquibla a indicar que las ramblas de Tabala y la Sangonera habían arrasado
la infraestructura de regadío58. Pidieron madera para hacer 150 puntales y 800
54. Ado, Actas Capitulares, t. 13 f. 417v. Pusieron una cruz pectoral a la virgen para la ocasión.
55. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 69-70v.
56. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 74-78v. Esta comisión se reunía en el edificio del Consell
y sus resoluciones se plasmaban como si fueran actas capitulares corrientes. La junta estaba
compuesta por dos electos del cabildo eclesiástico, cuatro del consejo general de la ciudad,
por el teniente gobernador Don Luis Togores, por el asesor y visitador Luís García de Espejo
y finalmente por los justicias y jurados del cabildo civil, más el racional, un abogado y un
síndico. En mayo se unió el influyente Marqués de Rafal.
57. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 69-70v. La solución fue dar 15 libras para cerrar el portillo.
58. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 87v.-88. El problema nuevamente eran los portillos que
el río había abierto en la zona.
272
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
estacas para las reparaciones. El Consell les dio licencia para que pudieran
talar árboles. Otros edificios como el Puente Nuevo, la carnicería o los molinos
también requirieron de madera para las reparaciones59.
Del 30 de abril al 5 de mayo se produce una nueva crecida de menor inten-
sidad. La comisión por la reconstrucción señaló que «las avenidas del río son
muy continuas por causa de estar el lecho del río muy arenado» y con poco
que lloviera se desbordaba. Por tanto, la causa de tal desastre nos evoca a una
pluviometría muy intensa durante la primera mitad de 1672 pero agravada por el
mal estado del Segura, que además iba empeorando con cada desbordamiento.
Las descripciones de la situación en los meses sucesivos son elocuentes y múl-
tiples. Algunos relatos no dejan lugar a dudas de la magnitud de la catástrofe:
Hallarse los vecinos con tanta ruina en sus casas y haciendas ocasionadas todas
de las muchas y graves inundaciones que este río continuamente nos trae; y a
esta causa hay muchas haciendas incultas y muchas casas caídas así en dicha
huerta como en la ciudad60.
Balance de daños
No se registraron más desbordamientos. A lo largo de los meses siguientes
fueron abordando todos los daños que causó la riada, un balance de impactos
total. No quedó edificio intacto en la ciudad, el Puente Nuevo, el pósito, el
matador, el mismísimo edificio del Consell, la ermita de Monserrate, las car-
nicerías, el mobiliario urbano arrasado, los conventos de San Gregorio y de
San Agustín hasta la propia Catedral. La peor parte se la llevó el Raval de San
Agustín que tuvo que ser abandonado por completo y los vecinos obligados a
vivir hacinados en barracas. La mayoría de los hogares fueron arrasados. Los
portillos que fue abriendo el río afectaron a toda la comarca, se registran daños
en la partida de Moquita, en el camino de Beniel, las eras de San Sebastián, la
partida de la Puerta de Murcia y la acequia de la alquibla; además del área sep-
tentrional asolada por la rambla de Benferri. Caminos y puentes desdibujados.
La destrucción de las cosechas aumentó la especulación y los precios por la
dificultad creciente de encontrar trigo61. Fue muy costoso recuperar la actividad
agrícola ya que toda la infraestructura de regadío acabó arrasada. En cuanto
59. A mo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 88-89 y 92-92v. Para el 28 de abril aún no se había podido
activar ningún molino. El Puente Nuevo no fue arrasado, pero quedó muy debilitado. La
crecida se había llevado parte de la estructura y muchos escombros se depositaron en las
bases. Decidieron que cuando el agua bajará de nivel empezarían las obras.
60. Amo, Correspondencia, t. 304, ff. 601-602.
61. Las cosechas de trigo, cebada, vino y productos de huerta perdidos por completo. Incluso
fueron arrasadas las barracas donde se criaba al gusano de seda. Problemas incluso para
comprar trigo en Alicante.
273
Claudio Cremades Prieto
62. Amo, Actas Capitulares, t. 304, ff. 101-185v. Este balance de daños es un resumen de las
decenas de actas capitulares y correspondencia que en los meses siguientes se elaboraron.
Todas las menciones a impactos fueron respondidas, una a una, por el Consell que encabezó
el proceso de reconstrucción.
63. Amo, Actas Capitulares, A-148, ff. 40v-41. «Por dicha causa [en referencia a la riada de San
Patricio] los vecinos no alcanzan ni para alimentarse».
64. Alberola Romá, 51-52 (2010b): 26-27; 2019: 33. El abandono de enclaves a causa de reite-
radas avenidas se localiza especialmente en la ribera del Júcar. Poblaciones como Gavarda,
Alcosser, Terniols, Carcaixent o Cogullada optaron por dejar atrás sus poblaciones a causa
del riesgo extremo al que estaban expuestos.
65. Amo, Actas Capitulares, A-148, 75-75v.
66. Desde el punto de vista de Orihuela todos los pueblos que se benefician del río deberían
contribuir, pero ante la negativa de los regantes del curso bajo, el Consell envió un síndico
a la Corte para tratar de que el rey obligase a los regantes de Almoradí y Rojales a construir
aliviaderos en sus azudes; tal y como se extraía del informe de Juan Bautista Balzago. Amo,
Correspondencia, A-148, ff. 601-602.
67. A mo, Correspondencia, A-148, ff. 589v.-590. Buscaban conmover al monarca pues «sin esta
subvención no es posible que podamos administrar los gastos tan excesivos».
274
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
Reducir el riesgo patente de los últimos años y dar seguridad a los vecinos fue
la responsabilidad de la Ilustre Junta por la Conservación del río. Su come-
tido fue analizar las causas de los sucesivos desastres para plantear soluciones
precisas que solventasen la problemática del río y, por ende, la calidad de vida
de los oriolanos. Para ello se centraron en la búsqueda de financiación ya fuera
aumentando impuestos locales o logrando exenciones fiscales. En definitiva, la
riada de San Patricio llevó a Orihuela a replantearse su política de gestión de
riesgos, si bien los proyectos hidráulicos necesarios –rectificación del cauce–
planteados por Juan Bautista Balzago, y más tarde por Melchor Luzón, no
llegaron a realizarse.
REFLEXIONES FINALES
Este episodio es uno de tantos en la fachada mediterránea, habituada a las
intensas precipitaciones de alta intensidad propias del otoño, pero como hemos
visto también fueron significativas en invierno/primavera. Los devastadores
impactos de las riadas se relacionan recíprocamente con las condiciones de
vulnerabilidad del territorio, influenciadas por una amplia casuística que abarca
factores climáticos, geográficas y antrópicos. La ciudad de Orihuela lidió con
la cuestión del río si bien los proyectos para mejorar el cauce chocaron con
la penuria económica, casi estructural, y no pudieron llevarse cabo a lo largo
del siglo xvii.
Cuando arreciaban precipitaciones torrenciales extremas tenía lugar una
«reacción activa» de la sociedad en su conjunto. Esta respuesta resulta de la
combinación entre iniciativas individuales y colectivas destinadas a proteger la
ciudad, la alimentación, a las personas más expuestas y a tratar de mitigar los
impactos del desastre en general. Las administraciones locales jugaron un papel
capital en la gestión de la catástrofe. Ciudades forales como Orihuela tenían la
responsabilidad de hacer frente a las situaciones de riesgo antes, durante y des-
pués. En el caso que nos ocupa los ámbitos de acción del municipio se centraron
en garantizar el abastecimiento y en organizar las obras ya sea para evitar la
inundación, como para reparar lo dañado tras ella. Cabe resaltar la importancia
de la religiosidad que ocupa un lugar sustancial en la toma de decisiones.
Esta mirada retrospectiva muestra que las sociedades preindustriales no
disponían de los mecanismos de protección suficientes para afrontar los vai-
venes del clima extremo. La vulnerabilidad de estos pueblos era compensada
con una elevada capacidad de resiliencia y el desarrollo loable de la solidaridad
vecinal e interclasista. Cuando la capacidad de la ciudad era rebasada por la
magnitud del acontecimiento se buscaba apoyo en instancias superiores. Las
relaciones institucionales tras los desastres pueden resultar de especial interés
275
Claudio Cremades Prieto
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Moderna, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 2006a: 81-97.
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vida cotidiana y religiosidad popular en la España moderna y contemporánea,
Universidad de Alicante, 2009: 253-286.
276
Diario de una catástrofe: la riada de San Patricio en Orihuela (Alicante, 1672)
277
GESTIONAR LA EMERGENCIA: REDES
DE COMUNICACIÓN Y POLÍTICAS DE
INTERVENCIÓN DESPUÉS DEL TERREMOTO
DE PALERMO DE 17261
Valeria Enea
Universidad de Nápoles «Federico II»
valeria.enea@unina.it
1. INTRODUCCIÓN
«…il funesto accidente del tremuoto quì
la scorsa domenica su le ore quattro della
notte sofferto e questo fu tanto orribile
che non vi ha memoria di esser già mai
accorso in forma sì spaventevole ne pur
nel 1693 in cui fu rigorosamente visitato
questo Regno da tal divino flagello»2.
4. Sobre el temblor de 1693, dada su extensa bibliografía, véase Condorelli, 2 (2013): 141-172.
5. Sobre los años del dominio austriaco en Sicilia, véase Gallo, 1996. Sobre la reconsideración
del período como una extensión del dominio español y anticipación del gobierno borbónico,
Moscati, 1958: 681-701.
6. Bevilacqua, 5/6 (1981): 177-219.
280
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
281
Valeria Enea
10. Según las relaciones impresas de la época, el sismo afectó también los pueblos de Monreale,
Marsala y Mazara, donde, sin embargo, no hubo daños significativos, mientras que en la
ciudad de Trapani el terremoto causó solo la caída de una parte de la iglesia de los frailes
carmelitas.
11. También la duración del terremoto fue a menudo exasperada, hasta llegar a 8 minudos en una
relación impresa a Lisboa: Noticia da Destruiçao de Palermo, Cabeça do Reino de Sicilia,
causada pe lo horrivel terremoto que padeceo na noite do primero de setembro do anno de
1726, Lisboa, Officina de Pedro Ferreyra, 1726. La extremización sobre el evento alcanzó
el ápice en la obra monumental de la Encyclopédie que en la entrada «Palermo» definió la
ciudad completamente asolada por el terremoto.
12. Mongitore, 1726: 6.
13. Ivi: 53-60.
282
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
in tanti tremuoti, che si leggono nelle nostre Istorie accaduti alla Sicilia»14.
Aunque la Sicilia había ya sufrido sismos, la ciudad de Palermo nunca había
sido víctima de un terremoto con un epicentro tan cerca para generar numerosos
daños a edificios, infraestructuras y personas.
Otro elemento casi común a todas las relaciones locales era la descripción
del evento como manifestación de la funesta ira divina sobrevenida contra
la comunidad de Palermo por causa de sus costumbres licenciosas15. Según
Mongitore, la intervención divina fue solo una advertencia, por lo que una gran
parte de la ciudad no sufrió daño. En apoyo de la interpretación sobrenatural
del evento, en la dedicatoria al lector, el canónigo siciliano no solo reportaba
unos pasajes de la Biblia relativos a la relación entre el movimiento telúrico
y la manifestación divina, sino que unos testimonios más recientes de perso-
najes acreditados. Así, por ejemplo, mencionaba las Lettere ecclesiastiche del
arzobispo Pompeo Sarnelli publicadas en 1702, una de las cuales había sido
dedicada a la descripción de algunos temblores y, sobre todo, al que había aso-
lado la ciudad de Benevento en 1688, del cual el mismo Sarnelli fue extraído
vivo de los escombros16. Más adelante el autor citaba el trágico terremoto
siciliano de 1693 y en particular la relación De immani Trinacriae terraemotu
del médico Domenico Bottoni, y finalmente la homilía de Clemente XI del 15
de enero de 1703, pronunciada con motivo del temblor que afectó la ciudad
de Roma.
Efectivamente, como ya en otras interpretaciones de los desastres en la edad
moderna, el plan providencial no excluía completamente el plan naturalista17.
De hecho, según las crónicas de la época, el evento fue anunciado por el paso de
un cometa, aparecido unos días antes del terremoto, cuya visión aterrorizó a los
palermitanos. El cruce de dos paradigmas aparentemente contrastantes tuvo su
origen en la Biblia y en Aristóteles, quienes habían asociado la aparición astral
con eventos extraordinarios18. Por otra parte, la misma etimología del término
desastre (dis-astrum), subraya la estrecha relación entre los movimientos del
cielo y de la tierra19.
Sin embargo, las interpretaciones sobre el origen del terremoto también
implicaban una visión más racional del evento. El mismo Mongitore afirmó que
durante el terremoto de 1726 los barrios más dañados fueron aquellos ubicados
cerca de los ríos antiguos Kemonia y Papireto, enterrados durante el siglo xvi
283
Valeria Enea
284
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
por la Monarquía Hispánica desde finales del siglo xvi y, por lo tanto, consti-
tuyó motivo de intensas controversias durante la edad moderna con la capital26.
Aunque la ausencia del virrey no fuera en absoluto una novedad para la ciudad
de Palermo, sin embargo, con motivo del terremoto, se interpretó de manera
«providencial»27. De hecho, las instituciones locales, en sus repetidos informes
sobre el estado deplorable de la ciudad, intentaron insinuar un sentimiento de
culpa en el virrey por el hecho de que, en un momento tan difícil para la ciudad,
se encontraba lejos de la capital, exhortándolo más de una vez de «accorrere
dove maggiore è il bisogno della sua presenza»28.
Unas horas tras el terremoto, el pretor de Palermo, Federico di Napoli y
Barresi, príncipe de Resuttano, magistrado supremo de la ciudad a la cabeza del
senado, a través de un correo extraordinario, se encargó de comunicar al virrey
«con lástima inesplicable»29 la terrible tragedia que había afectado la capital
del reino, prestando especial atención a los daños y víctimas hasta ahora des-
enterradas de los escombros. Además, Resuttano aseguró al Portocarrero que el
Palacio senatorial no había sufrido daños significativos y que estaba haciendo
todo lo posible para ofrecer a la ciudad el socorro necesario. Después de esta
primera y apresurada comunicación, el día siguiente el pretor envió un nuevo
informe al virrey. Aunque se ha conservado la sola carta de acompañamiento,
la relación tenía que ser mucho más detallada que el primer informe; de hecho,
el pretor mencionaba los nuevos daños que, mientras tanto, gracias a la cola-
boración del arzobispo y del capitán de Justicia, se estaban detectando30. En
los días siguientes, un número cada vez mayor de noticias llegó a la ciudad de
Messina. A pesar de la confusión general, las magistraturas locales no dejaron
de comunicar constantemente al virrey las medidas que estaban adoptando para
enfrentar la catástrofe que había trastornado la capital del reino.
El análisis retórico-estilístico de los diversos informes al virrey en forma de
cartas, relaciones, memoriales y súplicas, permite reflexionar sobre el lenguaje
utilizado por los redactores, que constituye un interesante medio de comuni-
cación destinado a suscitar la compasión en los vértices de las instituciones
285
Valeria Enea
31. Nubola y Würgler, 2002. Vallerani, 44/14 (2009): 411-441. Más específicamente sobre
los diferentes tipos de escrituras del desastre, véase Cecere, 58/1 (2017): 253-299.
32. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El presidente de la Gran Corte, Casimiro Drago,
al virrey, Palermo 3 de septiembre de 1726.
33. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El presidente del Tribunal del Patrimonio Real,
Francesco Cavallari, al virrey, Palermo 2 de septiembre de 1726.
34. Ibidem.
35. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El príncipe de Roccapalumba, Francesco
Camillo Corvino, al virrey, Palermo 27 de septiembre de 1726.
36. Ibidem.
37. Aunque el documento no mencione el nombre del marqués, se supone que coincidiera a
Ramón de Vilana-Perles Camarasa, hombre de confianza de Carlo VI, a quien el emperador
en 1720 había otorgado el título de marqués de Rialp: Ernets, 2000: 58-87.
286
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
38. Aunque la relación manuscrita es anónima, varias informaciones han llevado a atribuir la
paternidad al Portocarrero. En primer lugar, el doumento se redactó en Messina, ciudad
donde, como ya se ha dicho, vivía el virrey al momento del terremoto. Además el escritor
describe el Palacio real como su propia residencia. Para corroborar aún más esta hipótesis es
que en la relación manuscrita se comunica el contenido de una carta recibida por el presidente
de la Gran Corte, Casimiro Drago, cuyo contenido corresponde a una comunicación que
unos días antes el mismo presidente había enviado al virrey. Finalmente, el redactor informa
a la corte que ya ha escrito que, en caso de repetición del terremoto, habría regresado a la
capital, así como, de hecho, el pretor y las magistraturas locales habían pedido en más de
una ocasión al virrey.
39. Véase, Bouza, 44/1 (2019): 229-240. Brendecke, 2012.
40. Sobre la comunicación en la edad moderna dentro de la Monarquía Hispánica, véase los
estudios de Varriale, Quando trema l’Impero. L’informazione sui terremoti nella Monarchia
Ispanica (secoli xvi-xvii) de futura publicación.
41. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 2481, s. f. Después de estas y otras noticias de Sicilia,
unos meses más tarde fue publicada una relación impresa en alemán en Viena, hoy conservada
en Staatsbibliothek zu Berlin, acompañada de un mapa que destaca los edificios más dañados
por el terremoto: Kurze Beschreibung des erschröklichen Erdbebens so den 1 September
1726 in Palermo vorel gefallen, Wien 1726. En 1727, Salvatore Ruffo, clérigo de la Tercera
Orden de San Francisco, publicó en Leipzig dos relaciónes impresas, en latín y en alemán,
287
Valeria Enea
asimismo acompañadas de un mapa de la ciudad: Terrae motu qui contigit Panorimi, nocte
post Kalend. Sept. 1726, G. Frid. Richter Prof. P., Lipsiae, 1727; Ausführliche Nachricht
Von dem erschröcklichen Erdbeben, Welches sich zu Palermo in Sicilien, Den 1. Sept. 1726,
ereignet, G. Frid. Richter Prof. P., Leipzig, 1727.
42. Altra più distinta relazione dell’orribile tremuoto accaduto nella città di Palermo a primo
settembre 1726. Tradotta fedelmente da una lettera in lingua spagnola in data delli 6 del
sudetto mese pervenuta a S.Em il nostro Signor Veceré, Napoli, Francesco Ricciardo, 1726.
Es interesante subrayar que, con respecto a la relación manuscrita, la versión impresa difiere
solo en la conclusión que presenta una adición relacionada con las nuevas informaciónes que
mientras tanto habían llegado de Palermo.
43. Vera, e distinta relazione dell’orribile tremuoto accaduto nella città di Palermo, il primo
settembre 1726. Tradotta fedelmente da una lettera scritta in lingua spagnuola dal principe
di Resutano pretore della città di Palermo all’Em.mo signore Vicerè di Napoli.
44. Ettinghausen, 2015: 173-202. Rospocher, 22/64 (2016): 95-116.
45. Savarese, 2002: 15-33.
46. Noticia da Destruiçao de Palermo…; Journal, ou relation exacte de l’horrible et epouvan-
table tremblement de Terre, arrivé à Palerme le premier du mois de septembre 1726. à 4.
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Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
heures d’Italie de la nuit suivante. Contenant un détail circonstancié, des ordres donnez par
l’excellcntissime senat de ladite ville, pour remedier aux maux funestes quelle a essuyé, &
sécourir promtementes infortunez Habitans. Avec une description du phenomene qui parut
en divers endroits de la Suisse, Berne, Samuel Küppfer, 1726.
47. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El arzobispo de Palermo, José Gasch, al virrey,
Palermo 3 de septiembre de 1726.
48. ASP, Real Segreteria, Dispacci, 1002, ff. 227r-v. El virrey al capitán de Justicia, el príncipe
de Niscemi, Messina 10 de septiembre de 1726.
49. ASP, Real Segreteria, Dispacci, 1002, ff. 230r-v, 231r. El virrey al presidente de la Gran
Corte, Messina 13 de septiembre de 1726.
289
Valeria Enea
50. ASCP, Consulte del Senato, 1284.40, ff. 47, 48, 49, Palermo 6 de septiembre de 1726.
51. Ibidem.
52. Ibidem.
53. ASCP, Bandi, 527.105, ff. 1r-v, Palermo 5 de septiembre de 1726.
54. ASCP, Bandi, 527.105, ff. 2r-v, 3r-v, 4r-v;9r-v, Palermo 8 y 14 de septiembre de 1726.
290
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
55. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El capitán de Justicia al virrey, Palermo 3 de
septiembre de 1726.
56. Ibidem.
57. Di Blasi, 1842: 158.
58. Privileggi e prerogative all’eccellentissimo senato di Palemro avanzate sotto l’augustissimo
dominio della sacra Ces. Cat. Maestà di Carlo VI imperadore, terzo re delle Spagne e di
Sicilia nell’amministrazione delli signori, Palermo, Antonino Epiro, 1724.
291
Valeria Enea
59. Aunque ambos las relaciones son anónimas, la autoría a Antonuccio y Vitale ha sido atribuida
a través del Catalogo delle storie particolari civili ed ecclesiastiche delle città e de’ luoghi
d’Italia, le quali si trovano nella domestica libreria dei fratelli Coleti in Vinegia, 1779.
60. Algunos documentos sobre el desarollo de la disputa entre las dos instituciones se mencionan
en Neglia: 1997: 366-371.
61. ASCP, Lettere e biglietti, 1041.25. s. f. El Tribunal del Patrimonio Real al senado, Palermo
5 de septiembre de 1726.
62. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El senado al virrey, Palermo 7 de septiembre
de 1726.
63. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 183, s. f. El senado al virrey, Palermo 9 de septiembre
de 1726.
64. ASP, Lettere e biglietti, 1041.25 s. f.. El Tribunal de Patrimonio Real al senado, Palermo 10
de septiembre de 1726.
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Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
65. ASP, Real Segreteria, Dispacci, 730, f. 86r. El virrey al Tribunal del Patrimonio Real, Messina
13 de septiembre de 1726.
66. ASP, Real Segreteria, Incartamenti, 2481, s. f. El virrey al Consejo Supremo de España,
Messina 14 settembre 1726. La respuesta de Viena, sin embargo, llegó solo en diciembre de
1726, cuando se ordenó al senado que no usara ya el fondo de la Colonna frumentaria según
lo establecido por despachos reales emetidos en años anteriores: ASCP, Lettere e biglietti,
1041.25, s. f. El Consejo Supremo de España al virrey, Viena 28 de diciembre de 1726.
67. ASP, Real Segreteria, Dispacci, 730, ff. 90v, 91r-v. El virrey al Tribunal del Patrimonio Real,
Messina 20 de septiembre de 1726.
68. ASP, Real Segreteria, Dispacci, 731, ff. 122r-v. El virrey al Tribunal del Patrimonio Real,
Messina 8 de mayo de 1727.
69. Ibidem, ff. 122v, 123r. El virrey al senado, Messina 8 de mayo de 1727.
293
Valeria Enea
4. CONCLUSIONES
El presente estudio ha intentado examinar, sin pretensiones de ser exhaustivo,
la densa y compleja red de comunicaciones entre la comunidad sobrevivida al
desastre y las diversas instituciones locales y centrales en las semanas siguien-
tes al terremoto que afectó Palermo en septiembre de 1726. Es evidente que
la emergencia se gestionó esencialmente a nivel local, y principalmente por
el senado de la ciudad, cuya celeridad de intervención, aunque dictada por
intereses político, determinó el inicio de rivalidades que condujeron a un con-
flicto político-jurisdiccional con el Tribunal del Patrimonio Real. No obstante,
quedan por investigar las reales razones políticas del conflicto, probablemente
el resultado de hostilidades anteriores que surgieron entre los representantes
de las dos instituciones.
De todos modos, el evento también involucró a otras instituciones. El
impacto del temblor no pasó inadvertido al papa Benedicto XIII, quien el
21 de septiembre de 1726 envió una misiva a Palermo a través de la cual
delegó al arzobispo la concesión de la indulgencia plenaria y la remisión
de los pecados a quienes dentro de 15 días iba a hacer acto de penitencia en
las principales iglesias de la ciudad70. No es un caso que el evento hubiera
suscitado el interés de este pontífice, particularmente sensible a los desastres,
sobre todo a los temblores, que había sufrido personalmente en junio de 1688
en Benevento, la ciudad donde en ese momento desempeñaba el cargo de
arzobispo. De hecho, el terremoto de Palermo constituyó para el papa una
oportunidad para proclamar un jubileo extraordinario en enero de 1728, al fin
de aplacar las calamidades infligidas a los territorios de la península e islas
italianas, imponiendo la suspensión de representaciones teatrales y musicales
durante dos semanas71.
Por tanto, es evidente que la pluralidad de actores institucionales involucra-
dos después del desastre complique el cuadro político, que necesita ulteriores
análisis y profundizaciones. En cualquier caso, estos primeros resultados de una
investigación mucho más amplia han intentado resaltar aspectos hasta ahora
poco explorados, con la esperanza de ofrecer una contribución al estudio de
la gestión de la administración publica en la edad moderna con respecto a las
emergencias causadas por catástrofes naturales.
294
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
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295
Valeria Enea
296
Gestionar la emergencia: redes de comunicación y políticas de intervención después del terremoto de…
FUENTES IMPRESAS
Altra più distinta relazione dell’orribile tremuoto accaduto nella città di Palermo a
primo settembre 1726. Tradotta fedelmente da una lettera in lingua spagnola in
data delli 6 del sudetto mese pervenuta a S.Em il nostro Signor Veceré, Napoli,
Francesco Ricciardo, 1726.
Catalogo delle storie particolari civili ed ecclesiastiche delle città e de’ luoghi d’Italia,
le quali si trovano nella domestica libreria dei fratelli Coleti in Vinegia, 1779.
Journal, ou relation exacte de l’horrible et epouvantable tremblement de Terre, arrivé à
Palerme le premier du mois de septembre 1726. à 4. heures d’Italie de la nuit sui-
vante. Contenant un détail circonstancié, des ordres donnez par l’excellcntissime
senat de ladite ville, pour remedier aux maux funestes quelle a essuyé, & sécourir
promtementes infortunez Habitans. Avec une description du phenomene qui parut
en divers endroits de la Suisse, Berne, Samuel Küppfer, 1726.
Kurze Beschreibung des erschröklichen Erdbebens so den 1 September 1726 in Palermo
vorel gefallen, Wien 1726.
Mongitore, Antonio, Palermo ammonito, penitente e grato, nel formidabil terre-
moto del primo settembre 1726. Narrazione istorica, in cui si espongono i danni
cagionati dalle sue scosse; con molti memorabili avvenimenti, e nomi de’ morti:
le penitenze, e conversioni seguite; e li rendimenti di grazie per la preservazione
da maggiori rovine, Palermo, Angelo Felicella ed Antonio Gramignani, 1727.
Noticia da Destruiçao de Palermo, Cabeça do Reino de Sicilia, causada pe lo horrivel
terremoto que padeceo na noite do primero de setembro do anno de 1726, Lisboa,
Officina de Pedro Ferreyra, 1726.
Privileggi e prerogative all’eccellentissimo senato di Palemro avanzate sotto
l’augustissimo dominio della sacra Ces. Cat. Maestà di Carlo VI imperadore,
terzo re delle Spagne e di Sicilia nell’amministrazione delli signori, Palermo,
Antonino Epiro, 1724.
Ruffo, Salvatore, Istoria dell’orrendo tremuoto accaduto in Palermo la domenica,
primo giorno di settembre di quest’anno 1726, nella notte, su le ore 4 d’Italia,
Palermo, Angelo Felicella e Ignazio Magrí, 1726.
Ruffo, Salvatore, Ausführliche Nachricht Von dem erschröcklichen Erdbeben, Welches
sich zu Palermo in Sicilien, Den 1. Sept. 1726, ereignet, G. Frid. Richter Prof. P.,
Leipzig, 1727.
Ruffo, Salvatore, Terrae motu qui contigit Panorimi, nocte post Kalend. Sept. 1726,
G. Frid. Richter Prof. P., Lipsiae, 1727.
Sarnelli, Pompeo, Lettere Ecclesiastiche, Tomo Terzo, Napoli, Felice Mosca, 1702.
Vera, e distinta relazione dell’orribile tremuoto accaduto nella città di Palermo, il
primo settembre 1726. Tradotta fedelmente da una lettera scritta in lingua spag-
nuola dal principe di Resutano pretore della città di Palermo all’Em.mo signore
Vicerè di Napoli, 1726.
297
LUIS MUÑOZ DE GUZMÁN Y LA COMPLEJA
GESTIÓN DEL DESASTRE DE 1797 EN LA
AUDIENCIA DE QUITO
INTRODUCCIÓN
El estudio de los fenómenos naturales y su impacto en la sociedad está siendo
priorizado durante los últimos años debido a desastres que han sorprendido a
la opinión pública por lo inesperados, como fue el terremoto y tsunami que
afectó la costa de Indonesia el 26 de diciembre de 20041, o por sus conse-
cuencias en número de víctimas como en Haití, que según las cifras oficiales
tras el terremoto del 12 de enero de 2010 superaron las 220.000 muertes2, o
los terremotos y tsunamis del 27 de febrero de 2010 en Chile, donde más del
10% de la población del país quedó damnificada3, o el 11 de marzo de 2011 en
Japón, donde además de los cuantiosos daños materiales producidos, tuvieron
un saldo de más de 20.000 fallecidos4; este último dato asombró bastante ya
1. González, Marta y Figueras, Sara, «El tsunami de Sumatra del 26 de diciembre de 2004»,
Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 13-1 (2005), pp. 2-14.
2. Informe de la Junta de Andalucía, Desde el tsunami del Índico hasta el terremoto de terremoto
de Haití: aciertos, fallos y lecciones aprendidas de la acción humanitaria en la respuesta a
desastres naturales de gran magnitud, 2016, p. 13.
3. Ver en Contreras, Manuel y Winckler, Patricio, «Pérdidas de vidas, viviendas, infraestruc-
tura y embarcaciones por el tsunami del 27 de febrero de 2010 en la costa central de Chile»,
Obras y Proyectos, 14 (2013), pp. 6-19 y Tapia Zavicueta, Ricardo, Terremoto de 2010 en
Chile y vivienda social: resultados y aprendizajes para recomendación de políticas públicas
(tesis doctoral en red), Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad Politécnica de
Madrid, 2015, p. 44.
4. Shibayama, T. y otros, «Implicaciones del tsunami de Tohoku del año 2011 para la gestión de
desastres naturales en Japón», Obras y Proyectos, 11 (2012), p. 12.
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
que se suponía que la sociedad nipona era una de las más preparadas del mundo
para dar una respuesta eficiente a este tipo de fenómenos naturales.
Estas catástrofes nos demuestran lo vulnerable que sigue resultando la
sociedad del siglo veintiuno y lo poco prevenida que está, a pesar de que estos
sucesos se han repetido una y otra vez a lo largo de la historia de la Humanidad.
Si se analiza el pasado para identificar la forma en que las personas resol-
vieron o no las consecuencias de algunas catástrofes extremas en territorios
de la Monarquía hispánica destaca el desastre combinado de 1797 que afectó
a un vasto territorio del Virreinato de Nueva Granada, especialmente Quito y
Riobamba5; por su gran impacto territorial este suceso ha cobrado relevancia en
los últimos años, y por este motivo se le han dedicado investigaciones mono-
gráficas, sin embargo, los detalles de la participación de los agentes locales
en la gestión no se han estudiado de forma pormenorizada, y quizá, solo se
conoce algo de las acciones del presidente de la Audiencia de Quito en funcio-
nes durante la catástrofe, Luis Muñoz y Guzmán, pero sin aclarar exactamente
cuáles fueron sus decisiones y las dificultades a las que se enfrentó.
En esta investigación se destacan especialmente los problemas políticos que
ya se experimentaban desde los años anteriores al terremoto del 4 de febrero de
1797, un acontecimiento que hizo colapsar el entramado de contactos e influen-
cias de los miembros de la Audiencia de Quito, poniendo en evidencia las redes
clientelares que funcionaron durante los meses posteriores a la catástrofe hasta
la llegada del barón de Carondelet en enero de 17996. Es preciso recordar que
antes del desastre Luis Muñoz y Guzmán ya sabía que dejaba su cargo como
presidente de la Audiencia, aunque aún no de forma oficial, y seguramente,
este debió ser un elemento que aprovecharon sus detractores para deslucir su
período como máxima autoridad en la región.
Además, se destaca el hecho poco conocido del papel relevante que tuvo
su esposa, María Luisa de Esterripa, quien utilizó sus contactos con la Reina
María Luisa de Parma para intentar garantizar una salida política digna para
su marido en un momento de cuestionamiento a nivel local de su desempeño
como funcionario de la Corona; a pesar de su inminente regreso a España por el
5. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «“Y se desencajó la tierra de su estado natral”: efecto de los desas-
tres combinados en Quito y alrededores entre febrero y mayo de 1797», Dossier Terremotos,
historia y sociedad en Hispanoamérica, Temas Americanistas, 44, junio (2020), pp. 149-174.
Realizando esta investigación, surgió el interés por los gestores del desastre ya que en el con-
tenido de los documentos eran evidentes los conflictos políticos, sociales y económicos entre
los funcionarios de la Corona en los distintos niveles de la administración regional y local.
6. Medina, José Toribio, Diccionario biográfico colonial de Chile, Imprenta Elzeviriana,
Santiago de Chile, 1906, p. 562.
300
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
7. Archivo General de Indias– AGI, Quito, 251; Quito, 403 y Estado, 72, entre otros legajos.
8. Campillo y Cossío, Joseph del, Nuevo sistema de gobierno económico para la América: con
los males y daños que le causa el que hoy tiene, de los que participa copiosamente España; y
remedios universales para que la primera tenga considerables ventajas, y la segunda mayores
intereses, Imprenta de Benito Cano, Madrid, 1789, 297 págs.
301
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
302
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
buenos cargos a sus amigos y familiares?, como en febrero de 1797 sus detrac-
tores tenían la seguridad de que se marcharía ¿vieron el momento propicio para
perjudicarle y vengarse de él por rencillas del pasado? Y tal vez, un asunto algo
más difícil de comprobar en este trabajo es si ¿todo el conflicto de poder se
debe desde sus orígenes a la práctica de la compra de cargos, específicamente
el de la Presidencia de Quito?
El marco teórico se ha basado en estudios de la historia sociocultural donde
importan especialmente los sujetos históricos y sus actuaciones en un contexto
determinado, por esta razón se ha puesto especial atención al comportamiento
de los líderes locales o gestores de esta catástrofe para analizar cómo se desem-
peñaron ante distintos acontecimientos; para poder entender estas relaciones de
poder, durante el desarrollo de esta investigación se han cruzado los datos de
los documentos consultados con el fin de contrastar la información y obtener
una idea de lo que ocurrió realmente tras el desastre combinado de 1797 en el
Virreinato de Nueva Granada y que afectó especialmente a una parte importante
del territorio de la Audiencia de Quito.
Creemos que el estudio histórico de los desastres nos lleva a realizar una
historia total14, ya que el examen crítico de los efectos de este proceso combi-
nado ocurrido en el Virreinato de Nueva Granada en febrero de 1797 nos obliga
a efectuar una revisión global de las variables que estuvieron involucradas en
la catástrofe, así como en el tiempo de recuperación. Lo anterior está muy en
sintonía con los nuevos enfoques historiográficos.
El proceso metodológico para desarrollar esta investigación se realizó
mediante un análisis crítico de las fuentes documentales, contrastando los datos
para identificar aquellas versiones que más se acercaran a la verdad, en ese sen-
tido se hicieron tablas y esquemas de relaciones entre distintos personajes de su
entorno; también, se tradujeron los conceptos antiguos a un lenguaje científico
actual con el fin de darle un mayor valor a la información histórica utilizada15,
especialmente cuando nos referimos a los fenómenos naturales. Se consultaron
documentos conservados en el Archivo General de Indias, Archivo General de
Simancas, Biblioteca Nacional de España, Biblioteca Digital CCE-Benjamín
14. Esta no es una idea original, ya que Henri Berr (1863-1954) planteó el concepto de Historia
total en el marco de «Annales», con el fin de estudiar la historia poniendo énfasis en los
problemas contextuales y colectivos; desde hace algunos años, el Dr. Armando Alberola nos
ha hecho reflexionar sobre esta perspectiva y lo ha expresado en varios congresos y reuniones
especializadas en el estudio de los desastres y el clima.
15. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «La investigación histórica sobre la actividad volcánica de la
Edad Moderna en Hispanoamérica» en Alberola, Armando (Coord.) Clima, Naturaleza y
Desastre. España e Hispanoamérica durante la Edad Moderna, Universidad de Valencia,
Valencia, 2013, pp. 169-191.
303
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
304
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
relevante de este cuerpo del gobierno era su capacidad para ejercer el poder
judicial y también político. Sus miembros eran denominados oidores y debían
ser personas académicamente formadas, el poder político estaba representado
en el presidente.
Con la llegada de los borbones a la Monarquía hispánica se realizaron
algunas modificaciones territoriales en la América española, dentro de ellas, en
1717 se estableció que la Audiencia de Quito quedaría anexada al Virreinato de
Santa Fe de Bogotá en la Cédula Real del 27 de mayo, al que perteneció hasta
que en 1720 volvió a ser incorporada al Virreinato de Lima para, finalmente,
en 1739 pasar a formar parte –de manera definitiva– de Nueva Granada (Santa
Fe de Bogotá). En 1790, estaba constituida por «un presidente, un regente, 4
oidores y un fiscal»19. Se destaca que, en una región marginal de la Monarquía,
casi periférica o incluso fronteriza desde el punto de vista administrativo, la
figura de los presidentes siempre fue notable.
En este contexto, Luis Muñoz y Guzmán fue nombrado comandante gene-
ral de Quito y presidente de su Audiencia en 1791 y su toma de posesión la
hizo en Quito el 13 de junio de ese año20; según los escritos del siglo xix y xx,
este funcionario destacó por su «espíritu ilustrado y progresista»21: fomentó el
desarrollo del comercio, de la industria, mejoró la administración de las rentas
públicas22, organizó la Universidad de Santo Tomás, se ocupó del servicio
de la Casa de Recogidas y del hospital y fundó una sociedad de literatos23.
Sin embargo, en 1796 su mujer, María Luisa Esterripa y Rameri, solicitó el
relevo de su marido para volver a España con una hija de cuatro años24. En
ese momento de transición mientras esperaban su marcha oficial de Quito,
ocurrió el terremoto del 4 de febrero de 1797 y se vio en la obligación de
gestionar una gran catástrofe para socorrer a las víctimas y remediar los daños
causados. El 7 de febrero de 1799 entregó el mando a su sucesor, el barón de
Carondelet25. Cuando la familia se disponía a regresar a la metrópoli su viaje
305
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
26. AGI, Quito 403, «Razón jeneral o descripción del terremoto del 24 de febrero de 1797, 20 de
noviembre de 1797 (ms.)»; Reglamento para el gobierno económico del hospicio de pobres
de la ciudad de Santiago, capital del Reyno de Chile, Real Imprenta de Niños Expósitos,
Buenos Aires, 1803. Barros Arana, Diego, op. cit., p. 238.
27. Medina, José Toribio, op. cit., p. 562.
28. Jaramillo Alvarado, Pío, La Presidencia de Quito, Tomo II, Editorial El Comercio, Quito,
1939, p. 644.
29. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «La imagen de los indígenas y mestizos rebeldes americanos en
la mentalidad hispana a fines del Antiguo Régimen» en González Cruz, David (dir.) Pueblos
indígenas y extranjeros en la Monarquía Hispánica: la imagen del otro en tiempos de guerra,
siglos xvi-xix, Sílex ediciones, Colección Sílex Universidad, Madrid, 2011, pp. 283-302.
306
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
tumultos andinos liderados por Túpac Amaru II, y que consiguieron poner en
una situación bastante comprometida a la administración hispana30.
En este sentido, los habituales problemas de los españoles con las comu-
nidades indígenas y castas en general, empeoraron especialmente durante la
segunda mitad del siglo xviii y nunca llegaron a resolverse del todo, existiendo
una importante resistencia entre estos grupos. Por eso, no fue extraño que dentro
del conjunto de noticias que recibió Muñoz y Guzmán sobre las consecuencias
del desastre de 1797 en Riobamba, estaba el hecho de que tras el terremoto
del 4 de febrero los «indios se acuadrillaron para robar lo que hallasen en los
trozos que han quedado de pueblo»31.
Lo anterior explica las tensiones que existían entre los indígenas y habi-
tantes de las zonas rurales y los hacendados y ganaderos de este territorio, ya
que llevaban décadas de altercados. Después de esta aclaración se entiende
el uso que hicieron algunos ganaderos del estereotipo negativo que pesaba
sobre los naturales, para culparles de la sustracción de varios animales tras el
desastre, con el fin de conseguir apoyo de la administración para perseguirlos
e incriminarles, presuntamente con falsedades. Por su parte, algunos indíge-
nas también aprovecharon el momento de debilidad de los hispanos afectados
por la ruina provocada por los distintos procesos naturales combinados para
organizar revueltas y seguir protestando por una mayor libertad; los pueblos
originarios de esta región reclamaban por la represión que según ellos, ejercía
la administración colonial, argumentando que la «naturaleza» les ayudaba en
su venganza contra aquellos que estaban usurpando sus tierras32.
Cuando se produjo el terremoto y especialmente los derrumbes de ladera en
las zonas rurales, la mayoría de ellos en las faldas del volcán Tungurahua, como
en el corregimiento de Ambato, muchos hacendados se vieron perjudicados en
sus cosechas o sus ganados o murieron como consecuencia de estos fenómenos
naturales. En los documentos de la época se registran las importantes pérdidas
materiales ocasionadas, señalando que las grandes grietas producidas en el
terrero se «habrían tragado haciendas enteras», según indicó el presidente de
la Audiencia el 20 de febrero en su informe al Rey33. El mismo reflexionaba
30. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «La sublevación de Túpac Amaru de 1780 en la propaganda
americana y peninsular: un caso de utilización histórica» en González Cruz, David (dir.)
Represión, tolerancia e integración en España y América. Extranjeros, esclavos, indígenas
y mestizos durante el siglo xviii, Doce Calles, Madrid, 2014, pp. 291-318.
31. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 6r. «Estragos producidos por el terremoto de Quito. Erupciones
volcánicas, 20 de febrero de 1797».
32. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, Naturaleza y desastres en Hispanoamérica. La visión de los
indígenas. Madrid, Sílex ediciones, Colección Sílex Universidad, 2006, pp. 122-127.
33. AGI, Estado, 72, n.º 27 y AGI, Quito, 403.
307
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
sobre lo ocurrido al recordar los testimonios del citado macizo ígneo, realizados
por el naturalista Antonio de Pineda34, cuando había reconocido importantes
depósitos volcánicos y zonas con actividad geotermal35.
Se destaca que algunos hacendados tuvieron un papel fundamental en la
gestión del desastre ya que por propia iniciativa organizaron a sus trabajadores
para intentar solucionar los daños provocados por la suma de fenómenos natu-
rales que se sucedieron durante semanas e incluso meses tras el 4 de febrero de
1797. Ejemplo de este tipo de actitud fue la de José Egñez, habitante de la loca-
lidad de Iziña donde se había formado un lago temporal como producto de los
derrumbes de ladera sobre distintos ríos. Para evitar el desagüe descontrolado
puso a excavar a sus trabajadores para mitigar los efectos de la inundación y
realizar una evacuación controlada del agua retenida36. La respuesta temprana
en situaciones de desastres, antes y hoy, estará dada por la rapidez de acción de
personas individuales o de la administración. En esta época no existían planes
de emergencia como hoy los concebimos y sería injusto pedir que los tuvieran
considerando que, con todo el conocimiento actual de este tipo de sucesos,
hay muchas localidades con alta vulnerabilidad y riesgo que no hacen nada al
respecto.
34. El naturalista Antonio Pineda fue miembro de la expedición de Alejandro Malaspina
entre 1789 y 1794 y una de sus actividades fue recorrer las inmediaciones de los volcanes
Tunguragua y Chimborazo. H. Unanue, «Elogio histórico del señor don Antonio Pineda y
Ramírez» en El Mercurio Peruano, t. IX (1793).
35. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 4v.
36. AGI, Quito 403, «Informe del Presidente de Quito sobre el terremoto que acaeció la mañana
del 4 de febrero de 1797, Quito, 20 de febrero de 1797».
37. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «Y se desencajó la tierra de su estado natural» … op. cit., p. 171.
38. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «La imagen de los indígenas y mestizos» … op. cit., p. 286-289.
308
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
Figura 1: AGI, Mapas y planos, Panamá 221. Mapa de los ríos detenidos hasta hoy 28 de
febrero desde el 4 de mismo, 1797. Firmado por Juan de Dios Morales y Bernardo de Saona.
39. Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, «Y se desencajó la tierra de su estado natural» … op. cit., p. 171.
40. El volcán Macas es el conocido actualmente como volcán Sangay.
41. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 1v. «Estragos producidos por el terremoto de Quito. Erupciones
volcánicas, 20 de febrero de 1797».
309
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
42. AGI, Quito, 403. Los datos señalan unos 12.553 muertos, pero seguramente esa cifra fue
mucho mayor.
43. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 2v. «Estragos producidos por el terremoto de Quito. Erupciones
volcánicas, 20 de febrero de 1797».
44. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 2v y 4r.
310
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
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312
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
Real Hacienda, donde estaba puesto por el anterior presidente, Juan Antonio
Mon58. Esta situación, sin duda, sería el origen del enfrentamiento manifiesto
entre ambos.
58. AGI, Quito, 403. Carta n.º 118. «El presidente de Quito … 21 de marzo de 1797».
59. La denuncia la llevaron adelante los regidores Juan Antonio Domínguez y Joaquín Donoso
que acusaban al presidente de intervenir de forma directa en el Cabildo secular imponiendo
a Francisco Calderón como alcalde, considerado por ellos como «un criminal». Durante el
proceso Donoso falleció y el citado Muñoz presionó, según ellos, para colocar a su cola-
borador Carlos Pesenti, cuya mujer mantenía «una amistad ilícita» con Gerónimo Pizana,
que era secretario de la Audiencia y su sobrino. Para más detalles ver en Núñez, Jorge, op.
cit., pp. 28-36.
60. AGI, Estado, 72, n.º 17. «Memorial de María Luisa Esterripa, Quito, 21 de agosto de 1796.
313
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
Con todo, este reclamo tiene un sentido lógico desde su punto de vista,
al encontrar un documento en el Archivo General de Indias fechado en 1794
de Luis Muñoz y Guzmán dirigido a Manuel Godoy solicitándole al Rey el
«virreinato de Lima o Santa Fe», porque entiende que otros que han ocupado
antes su cargo han promocionado a dichas posiciones61. Esta petición le fue
denegada, pero estos antecedentes nos demuestran las aspiraciones no cumpli-
das de la pareja y tal vez, podrían explicar las actuaciones que comenzaron a ser
denunciadas por quienes se interponían en sus decisiones políticas a nivel local.
En esta carta de 1794 el presidente aporta también un dato relevante sobre
la posición de su mujer en la Corte, ya que la madre de ésta, María Agustina
Rameri62 fue «señora de honor de la Reina»63, y la propia María Luisa Esterripa
fue «camarista del infante don Pedro» y como retribución a este servicio a la
Corona recibía una «pensión de quinientos ducados anuales»64. Posiblemente,
de ahí que las cartas escritas a la Reina sorprendan por la familiaridad con la
que están redactadas.
Transcurrido un tiempo, el propio Muñoz y Guzmán reiteró su renuncia el
21 de noviembre de 1796, pero como era habitual en aquella época, recién le fue
aceptada el 28 de febrero de 1797, solo 24 días después de la catástrofe que con-
vulsionó Quito y alrededores. Tras el nombramiento del conde de Carondelet
como nuevo presidente de la Audiencia de Quito, la administración aceptó su
regreso a España junto con otros familiares, como su sobrino Gerónimo Pizana
que les acompañaba.
En una carta posterior a la renuncia, su esposa le escribió a la Reina
explicándole que su marido se vio «precisado a solicitar el relevo de dicha
Presidencia» porque ella estuvo muy enferma de tifus (tabardillo) y que se
había librado de morir de «milagro», ya que los «facultativos la daban por
desahuciada». En este mismo mensaje le indica que están «muy pobres» y que
por este motivo le pide «que releve a su marido de la residencia secreta»65.
Lo que le está pidiendo es que, si se aceptaba la renuncia de su marido como
presidente de la Audiencia de Quito, éste se liberaría de una práctica habitual
para los altos funcionarios de la Monarquía hispánica, que era el hecho de que
un juez indagara con documentos y pruebas las acusaciones que éste hubiera
tenido durante el ejercicio de su cargo. Al final de esta carta hay unas notas pos-
teriores donde se indica que el Rey «se ha dignado a dispensar de la insinuada
61. AGS, SGU, leg. 7087, 13. Luis Muñoz y Guzmán, empleo.
62. Casada con Juan Ascencio de Esterripa. https://www.myheritage.es/names/maria_rameri
63. AGS, SGU, leg. 7087, 13. Luis Muñoz y Guzmán, empleo.
64. Medina, José Toribio, op. cit., p. 562. Don Pedro Carlos de Borbón fue hijo de Gabriel, hijo
de Carlos III y sobrino de Carlos IV.
65. AGS-SGU, leg. 7087, 14, f. 4r. Luis Muñoz y Guzmán, licencia a España.
314
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
residencia a Don Luis Muñoz y Guzmán»66. Con esta resolución del Rey que
fue aceptada oficialmente el 28 de febrero de 179767, su juicio de residencia
solo sería un trámite administrativo, donde las acusaciones y denuncias hacia
su gestión quedarían sin ninguna consecuencia ni análisis de verosimilitud.
Finalmente, a pesar de que habían conseguido el permiso para el traslado
de la familia fue complicado realizarlo ya que a través de su esposa, había soli-
citado una ayuda económica por «vía de limosnas de aquellas Caxas Reales»
para poder sufragar el viaje a la Península desde Cartagena o desde Lima, «en
atención a la suma pobreza en que se hallan», cuestión que le fue negada en
un primer momento; pero tras su apelación, finalmente se le concedió una de
las opciones68.
Si se analizan las peticiones de María Luisa Esterripa, el Rey, tal vez por
mediación de la Reina, le concedió casi todo lo solicitado con respecto a su
marido y a el bienestar de su familia: así, le relevó de su cargo de presidente
de la Audiencia de Quito con la residencia secreta, les financió gran parte del
viaje al dejar Quito, les permitió salir desde Lima y le concedió el cargo de
Teniente General de la Armada con el que regresaba a España.
Ya en Lima, aparte del retraso de su viaje debido a los posibles riesgos que
se valoraron como consecuencia de la guerra con Inglaterra ya que se supo en
el Callao de una expedición inglesa que se dirigía hacia «el mar del Sur, com-
puesta por 5 navíos de línea y 2 fragatas con 2500 hombres de desembarco»69,
Muñoz y Guzmán sufrió «un ataque de apoplejía que por poco le costó la
vida»70. En esta espera, recibió su nombramiento como nuevo gobernador de
la Capitanía general de Chile; allí cumplió con su cargo hasta el día de su
fallecimiento el 11 de febrero de 1808 y fue enterrado al pie del altar mayor de
la Catedral de Santiago de Chile71.
66. AGS-SGU, leg. 7087, 14, f. 5v. Luis Muñoz y Guzmán, licencia a España
67. Medina, José Toribio, op. cit., p. 562.
68. AGS, SGU, leg. 7108, 13. Luis Muñoz y Guzmán, embarco a España.
69. AGS, SGU, leg. 6896, 33. Luis Muñoz y Guzmán, quejas.
70. Medina, José Toribio, op. cit., p. 562.
71. Ibídem.
72. AGI, Estado, 72, n.º 31, f. 1v.
315
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
73. AGS-SGU, leg. 7087, 14, f. 3v. Luis Muñoz y Guzmán, licencia a España. Según el
Diccionario de la Real Academia Española de Autoridades de 1726, tomo sexto, p. 202 se
define tabardillo como «una enfermedad peligrosa que consiste en una fiebre maligna, que
arroja al exterior unas manchas pequeñas como picaduras de pulga, y a veces granillos de
diferentes colores; como morados, cetrinos, etc.». En los territorios de la Monarquía hispánica
se le llamaba tabardillo o fiebres pútridas al tifus.
74. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 5r.
75. AGI, Estado, 72, n.º 27, f. 5r, 5v. AGI, Quito, 403. Carta n.º 126. Testimonios del 4 y 5 de
febrero de 1797 en Quito y Carta n.º 118 del 21 de marzo de 1797.
76. AGI, Estado, 72, n.º 31. «Carta del alcalde ordinario de primer voto Joaquín Montúfar, Quito,
21 de marzo de 1797».
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Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
77. AGI, Quito, 403. Carta n.º 126. Testimonios del 5 de febrero de 1797 en Quito.
78. AGI, Quito, 403. Carta n.º 126. Testimonios del 4 de febrero de 1797 en Quito.
79. Ibídem.
80. AGI, Quito, 403. Testimonios del 18 de febrero de 1797 en Quito.
317
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
81. AGI, Quito, 403. Carta n.º 118. «El presidente de Quito … 21 de marzo de 1797».
82. AGI, Quito, 403. Expediente n.º 3. Junta de Vecinos de Ambato, 5 de abril de 1797.
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Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
84. AGI, Quito, 403, Doc. 108; AGI, Quito, 250. Este personaje recogió 400 pesos en limosnas
para los damnificados con la ayuda de Dr. Juan de Dios Morales. Estos pidieron utilizar
fondos de las Cajas Reales para los damnificados, pero esta petición les fue denegada por el
Presidente Muñoz alegando que debía proteger los bienes de la Corona.
85. Este personaje se granjeó la enemistad de Muñoz y Guzmán, en este sentido destaca una carta
enviada por éste al Rey el 21 de marzo de 1797 advirtiéndole que Muñoz y Cubero le enviaría
un informe, pero que estaba repleto de errores e imprecisiones. Un años más tarde, el 21 de
marzo de 1798, siendo Muñoz y Cubero oidor de la Audiencia de Lima, se le informaba que
por una Real orden se le denegaba hasta «más adelante» el mérito de recibir la gracia «de la
cruz de la Real y Distinguida Orden de Carlos 3.º». Sin duda, el aún presidente en funciones
de la Audiencia de Quito, aprovechó sus influencias para dejarle sin ese mérito. AGI, Estado,
72, n.º 41, f. 1. Carta de Luis Muñoz y Guzmán al Príncipe de la Paz, Quito, 21 de marzo
de 1798. AGI, Quito, 403. Carta n.º 118. «El presidente de Quito … 21 de marzo de 1797».
86. AGI, Quito, 403.
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María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
320
Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
Fuente: AGI, Quito 403. Doc. n.º 123. «Carta del presidente de la Audiencia de Quito a
SM, fechada en Quito, 22 de noviembre de 1797». Todos estos méritos y comentarios son
expuestos por del presidente de la Audiencia. Se han agregado más detalles obtenidos de
AGI, Quito, 250; AGI, Estado, 72, N.º 31 y datos personales de estos funcionarios locales
identificados en el Archivo General de Simancas.
Esta tabla comenzó siendo una sistematización del primer informe del
Presidente Muñoz y Guzmán al Rey, pero en la medida que se fue revisando
la documentación surgieron nuevos antecedentes y datos que contradecían o
matizaban lo expresado por el citado funcionario real.
En esa búsqueda de datos y la necesidad de explicar la forma en que se
había gestionado la catástrofe surgió toda la historia que rodea a Luis Muñoz
y Guzmán y a sus detractores en la presidencia de la Audiencia de Quito.
EL RETORNO A LA «NORMALIDAD»
Transcurrido más de un mes después del terremoto, el presidente informaba al
rey el 21 de marzo96, que las réplicas continuaban en la región, aunque algunos
lugares retomaban poco a poco la normalidad, especialmente el comercio, como
en Latacunga y más lentamente en «Ambato, Riobamba, Guaranda y Alausí»97.
Dentro de las medidas que le parecían adecuadas, estuvo la posibilidad del
traslado de sitio de los asentamientos más dañados, esto fue propuesto el 18 de
marzo de 1797, aclarando que tendría que ser en «terrenos más sólidos … y de
realengo o baldíos han de tener las cualidades de no hallarse fuera del distrito
de la jurisdicción»98. Este asunto era complejo, ya que involucraba intereses de
particulares poderosos de la región, los habitantes y la propia Corona99.
94. El nombramiento de Gaspar de Morales como corregidor de Guaranda se firmó en Aranjuez
el 5 de junio de 1794. AGS, SGU, leg. 7064, 30 y leg. 7078, 52.
95. AGI, Quito, 251.
96. AGI, Estado, 72, n.º 29, f. 1r al 3r.
97. AGI, Quito, 403. Carta n.º 118. «El presidente de Quito … 21 de marzo de 1797».
98. AGI, Quito, 403. Carta n.º 118. «El presidente de Quito … 21 de marzo de 1797».
99. Para conocer más ejemplos de traslados de ciudades como consecuencia de catástrofes
naturales ver en Petit-Breuilh, M.ª Eugenia, Desastres naturales y ocupación del territorio
en Hispanoamérica. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Huelva, Huelva, 2004,
pp. 248-283.
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María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
COMENTARIOS GENERALES
Este estudio nos permite demostrar que a través del análisis de fenómenos
naturales que han producido desastres, es posible adentrarnos en una sociedad
y averiguar algunas situaciones que de otra forma pasarían inadvertidas.
Podemos también, reivindicar la idea de que cuando han ocurrido desastres
extremos, generalmente, sería un error centrarse solo en el estudio de uno de
ellos ya que la reacción de la población se organiza considerando el conjunto
de sucesos adversos que se presentan en pocos días, semanas o meses después;
haciendo más vulnerable a la sociedad que los padece y condicionando nega-
tivamente su capacidad de una respuesta rápida.
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Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
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María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
A pesar de que este suceso ocurrió a finales del siglo xviii, donde las ideas
racionales estaban más generalizadas en una parte de la población, la menta-
lidad tradicional y providencialista se mantuvo y coexistió con las opiniones
ilustradas, demostrando lo lento que cambia la mentalidad de una sociedad en
general y lo complicado que es modificar las tradiciones que se resisten al paso
de tiempo. Este estudio concreto, nos muestra una vez más que la población y
las autoridades responden a los acontecimientos extraordinarios dependiendo
de la idea que tengan sobre el origen de los mismos; tras el terremoto de 1797
se identifica claramente cómo muchos sujetos estaban en un momento de tran-
sición donde convivían con las tesis providencialistas y las más racionales sin
conflictos aparentes.
Esta realidad nos debe hacer reflexionar sobre el papel fundamental de la
educación de las personas para poder gestionar con conocimiento y sentido
común las situaciones extremas. Las indicaciones sesgadas, la falta de trans-
parencia y la desinformación o negación de los hechos sólo alimentan el miedo
que estos sucesos hacen aflorar en un porcentaje de individuos que complican
el manejo de un desastre de estas magnitudes. Es ineludible hacer mención a lo
que hoy vivimos por la pandemia generada por el COVID-19, donde el origen
del mismo ha generado confusión debido a las diversas explicaciones sobre su
génesis y preocupación en la población mundial, donde el entendimiento o no
entre los políticos en cada Estado, están marcando diferencias importantes en
la gestión de esta crisis sanitaria.
Finalmente, es preciso destacar el valor de los agentes locales cuando ocu-
rren fenómenos naturales como terremotos, erupciones volcánicas o derrumbes;
precisamente en 1797 fueron ellos los primeros en realizar acciones inmediatas
en horas o días para poner a resguardo la seguridad del conjunto de la población.
De ahí, la necesidad del diálogo y la existencia de protocolos previos para actuar
de forma coordinada y sin perder el tiempo. Cada localidad, debería reflexio-
nar en momentos de «normalidad» sobre las eventuales vulnerabilidades que
tiene y trabajar en equipo para mitigarlas, o al menos, estar preparados para
afrontarlas cuando se presenten.
FUENTES MANUSCRITAS
Archivo General de Indias (AGI)
Sección Quito 223, 250, 251, 254, 403.
Sección Estado, n.º 17, 29, 31, 32, 37, 41.
Sección Correos, 106A.
Sección Mapas y Planos, Panamá 221.
Archivo General de Simancas (AGS)
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Luis Muñoz de Guzmán y la compleja gestión del desastre de 1797 en la audiencia de Quito
Sección SUG, Leg. 6896, 33; leg. 7063, 28; leg. 7064, 30; leg. 7068, 14; Leg. 7070,
44; leg. 7078, 52; leg. 7087, 13, 14;
FUENTES IMPRESAS
Campillo y Cossío, Joseph del, Nuevo sistema de gobierno económico para la América:
con los males y daños que le causa el que hoy tiene, de los que participa copiosa-
mente España; y remedios universales para que la primera tenga considerables
ventajas, y la segunda mayores intereses, Imprenta de Benito Cano, Madrid, 1789,
297 págs.
Pinelo, León y Juan de Solórzano, Recopilación de las Leyes de los Reynos de las Indias
y sancionada por el rey Carlos II de España en 1680 para regir en los territorios
de la América Hispana, Libro II, título XV, Ley X. Audiencia y Chancillería de
San Francisco de Quito.
Real Academia Española, Diccionario de la lengua castellana en que se explica el
verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos
de hablar, los proverbios o rephranes, y otras cosas convenientes al uso de la
lengua, dedicado al rey nuestro señor don Phelippe V (que Dios guarde) a cuyas
reales expensas se hace esta obra, tomo sexto, 1726 hasta 1739.
BIBLIOGRAFÍA
Barros Arana, Diego, Historia Jeneral de Chile, tomo VII, Rafael Jover editor,
Santiago de Chile, 1886.
Campos, Francisco, Compendio histórico de Guayaquil desde su fundación hasta el
año de 1820, Guayaquil, Imprenta de Artes y Oficios Filantrópica, 1894.
Contreras, Manuel y Winckler, Patricio, «Pérdidas de vidas, viviendas, infraestruc-
tura y embarcaciones por el tsunami del 27 de febrero de 2010 en la costa central
de Chile», Obras y Proyectos, 14 (2013), pp. 6-19.
Egred, José, El terremoto de Riobamba, tomo 2, Ediciones Abya-Yala. Quito, 2000.
González Suárez, Federico, Historia General de la República del Ecuador, tomo V,
Imprenta Del Clero, Quito, 1894.
González, Marta y Figueras, Sara, «El tsunami de Sumatra del 26 de diciembre de
2004», Enseñanza de las Ciencias de la Tierra, 13-1 (2005), pp. 2-14.
Jaramillo Alvarado, Pío, La Presidencia de Quito, Tomo II, Editorial El Comercio,
Quito, 1939
Junta de Andalucía, Desde el tsunami del Índico hasta el terremoto de terremoto de
Haití: aciertos, fallos y lecciones aprendidas de la acción humanitaria en la res-
puesta a desastres naturales de gran magnitud, 2016, 79 págs.
Medina, José Toribio, Diccionario biográfico colonial de Chile, Imprenta Elzeviriana,
Santiago de Chile, 1906.
Naciones Unidas, Informe de la Conferencia Mundial sobre la Reducción de los
Desastres Naturales, Kobe, Hyogo, Japón, 2005, 44 págs.
325
María Eugenia Petit-Breuilh Sepúlveda
326
CUANDO «EL PELIGRO NO ES PRÓXIMO,
PERO SÍ EVIDENTE»: EFECTOS CLIMÁTICOS Y
SOCIALES DE LA ERUPCIÓN DEL KRAKATOA
(1883) EN EL SURESTE DE LA PENÍNSULA
IBÉRICA
Salvador Gil-Guirado
Universidad de Murcia
Alfredo Pérez-Morales
Universidad de Murcia
1. INTRODUCCIÓN
La erupción del Krakatoa de 1883 fue la segunda gran erupción volcánica del
siglo xix, tras la erupción del volcán Tambora en 1815. La gran intensidad de
la misma junto al contexto social, cultural y científico de la época hicieron
que este evento tuviera un gran impacto científico y social a escala global. En
el actual proceso de calentamiento climático por efecto invernadero de causa
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Cuando «el peligro no es próximo, pero sí evidente»: efectos climáticos y sociales de la erupción del…
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Cuando «el peligro no es próximo, pero sí evidente»: efectos climáticos y sociales de la erupción del…
Figura 2. Representaciones de los efectos de la erupción del Krakatoa en los cielos europeos.
Munch (Sick Mood at Sunset, Despair, 1892) y Ascroft (Atardecer en Chelsea, 1888).
A pesar de las importantes erupciones volcánicas del siglo xix y del interés
sobre sus efectos en la atmosfera, no fue hasta finales de ese siglo que comenzó
a considerarse el efecto de las grandes erupciones volcánicas como un for-
zante climático. En concreto como inductor de periodos fríos15. La sucesión de
grandes erupciones (Krakatoa en 1883, Tarawera en 1886 y Katmai en 1912),
la presencia creciente de datos meteorológicos instrumentales y un contexto
epistemológico propicio, motivaron que durante la primera mitad del siglo
xx se llevaran a cabo numerosos estudios empíricos con el fin de analizar la
relación entre las grandes erupciones volcánicas y el clima. A este respecto,
merece la pena destacar el trabajo titulado «Volcanoes and Climate» de Abbot
& Fowle de 191316. En este trabajo, a través de datos observacionales de Centro
Europa y Estados Unidos, los autores detectaron un descenso térmico durante el
verano posteruptivo de la erupción del Katmai, intuyéndose ya que los mayo-
res impactos térmicos se producen durante el estío. Los autores atribuyeron
este descenso al hecho de que las grandes erupciones volcánicas provocan
una reducción de la radiación solar que llega a la superficie terrestre, con el
consiguiente descenso térmico. Este trabajo seminal, despertó un nuevo interés
que comenzó a generar una creciente literatura en torno al forzante climático
volcánico. A este respecto, también en 1913, el meteorólogo William Jackson
Humphreys publicó un interesante trabajo donde demostraba a través de datos
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Cuando «el peligro no es próximo, pero sí evidente»: efectos climáticos y sociales de la erupción del…
(Amazonas), África central, sur de Asia, así como en Asia central y septentrio-
nal y, por contra, el incremento experimentado en el caudal (>25%) en los ríos
del suroeste de Norteamérica y el sur de Sudamérica.
El impacto climático de las erupciones es directamente proporcional a
la intensidad, ubicación y estacionalidad. Respecto a la intensidad, Zielinski
señala que las erupciones volcánicas que inyectan grandes cantidades de gases
ricos en azufre en la estratosfera tienen la capacidad de enfriar el clima global
entre 0,2 y 0,3 °C durante varios años después de la erupción28. Robock argu-
menta que estos gases de azufre se inyectan en la estratosfera y se convierten
en aerosoles de sulfato con una escala de tiempo de residencia de aproxima-
damente un año29. Esta nube de aerosol produce enfriamiento en la superficie,
pero calentamiento en la estratosfera. En los trópicos y en el verano de latitud
media, estos efectos radiativos son más importantes que la mayoría de los
otros forzamientos radiactivos, puesto que la intensidad de la radiación solar
es más intensa30.
Respecto a la ubicación, las erupciones tropicales tienen la capacidad de
afectar el sistema climático global, ya que la nube volcánica se puede propagar
en ambos hemisferios, mientras que las erupciones de latitud media afectan
principalmente en el hemisferio en el que ocurren31. Además, las erupciones
tropicales inducen alteraciones de mayor intensidad. Schneider, et al. señalan
que el enfriamiento posteruptivo invernal en Europa es más consistente con
eventos tropicales excepcionalmente intensos, que con erupciones intensas en
latitudes medias del hemisferio norte32.
No obstante, si se quiere analizar la respuesta social ante los cambios en el
clima ocasionados por una gran erupción volcánica los enfoques investigadores
actuales no resultan del todo completos, puesto que, por lo general el objetivo
de estos trabajos no es analizar la respuesta de las sociedades, por lo que sabe-
mos poco del impacto social del forzamiento volcánico. Por lo tanto, urge poner
el foco de atención en la respuesta humana a las alteraciones climáticas induci-
das por los volcanes, como un paso clave para la comprensión de la adaptación
de las sociedades al clima. A este respecto, algunos trabajos han ahondado en
esta vertiente, aunque aún siguen siendo minoritarios. Oppenheimer analiza
el efecto de la erupción del Tambora en 1815 y la aparición de epidemias a
escala global33. Stothers analiza el impacto que la erupción desconocida de
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2. ÁREA DE ESTUDIO
El sureste peninsular es una región de clima diferenciado respecto al resto de
climas europeos. El clima del sureste ibérico se caracteriza por la aridez, y la
habitual torrencialidad de las escasas precipitaciones anuales, una pronunciada
sequía estival y altas cifras de evapotranspiración e insolación. En términos
generales, estos aspectos hacen del sureste ibérico una de las regiones de mayor
aridez climática a nivel europeo41. Geográficamente, se puede afirmar que la
aridez en el sureste ibérico es inversamente proporcional a la altitud y a la
proximidad a los relieves, puesto que las montañas existentes se convierten
en espacios de humedad, al incrementarse las precipitaciones por efecto de la
altitud (figura 3). A este respecto, en provincia de Albacete, en el interior de este
territorio, se ubica el nacimiento de los principales ríos en el sureste ibérico, a
lo que hay que unir las históricas relaciones económicas entre las provincias
litorales del sureste y la provincia de Albacete. En este trabajo consideramos
que, en sentido amplio el sureste peninsular está enmarcado por las cuatro pro-
vincias del cuadrante sureste peninsular (Albacete, Alicante, Almería y Murcia).
De manera natural, uno de cada cuatro o cincos años es agronómicamente seco
en Murcia, influyendo negativamente en las cosechas. Sin embargo, lo más
temible era la sucesión de varios años secos, que producían «años de hambre»
y abocaban a campesinos a la mendicidad y a la inanición42.
La economía del sureste ibérico, hasta mediados del siglo xx, ha estado
caracterizada por su consideración periférica, por su especialización agrícola de
vocación comercial y por el desfase tecnológico respecto al promedio España.
Esta situación ha condicionado los tipos de cultivo dominantes43. En cuanto
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Resolución Resolución
Lugar Variables Fuente
espacial temporal
Precipitación acumulada (mm) y
Murcia temperatura máxima, mínima y Punto mensual AEMET
media (ºC)
Precipitación acumulada (mm) y
Datos climático
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Número inundaciones y
Zamora
sumatorio de intensidad de
Pastor,
inundaciones; Número de
Caravaca Punto Anual 2002; Gil-
rogativas pro-pluvia y sumatorio
Guirado,
de intensidad de rogativas
2013
pro-pluvia
Número inundaciones y
Zamora
sumatorio de intensidad de
Pastor,
inundaciones; Número de
Orihuela Punto Anual 2002; Gil-
rogativas pro-pluvia y sumatorio
Guirado,
de intensidad de rogativas
2013
pro-pluvia
En primer lugar, todos los datos han sido agregados a escala estacional.
Con el fin de diferenciar si los cambios detectados difieren según el momento
del año. Con los datos climáticos se ha procedido a calcular las anomalías esta-
cionales (invierno, primavera, verano y otoño) de precipitación y temperatura.
Las anomalías se han calculado como la diferencia entre la precipitación o
temperatura de una estación concreta y el promedio de 15 estaciones previas
y 15 estaciones posteriores a la erupción, con la estación del año eruptivo
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22 TC PM TM GFSW
23 TC PME TM GFSW
24 TC TM TM TC
25 TC TC PMW TC
26 PM/TC PM/TC PM TC
27 TC PM PM/TC TC TC
28 TC PM PM/TC TC TC
29 TC AM PM TC PM
30 TC AM GFSW TC PM
31 PM/TC GFSW PM
Fuente: NOAA Reanalysis 20th Century (www.wetterzentrale.de).
1884
DIA E F M A My J Jl A S O N D
1 PM/TC AM TC PMW TM PMW TC TC PMW TM TM TM
2 PM/TC AM TC PM TM PM TC TC PMW TM PMW TM
3 TC R TM PM TM* PME PM/TC TC PM TM PM TM
4 TC GFW PM/TC PMW TM* PMN PM/TC TC PME TC PM TM
GFW/
5 TC TM PM/TC TM* PMN PM/TC TC TM TC/R GFE TM
TC
6 TC PM/TC TM PM TM* PMN PM/TC TC TM TC/R PMW TM
7 TC PM/TC PMW TM TM PMN PM/TC TC TM TC/R PM/TC TM
TM/
8 TC/R PMW PMW TM TM PM/TC TC TC TM TM TM*
PM
9 TC/R PMW PMW PM/TC TM TM PM/TC TC TC AM PM/TC TM*
10 TC/R PMW PMW TC TM TM PM/TC TC TC AM PM/TC TM
11 TC PMW PMW PM/TC TC TM PM/TC PM/TC TC/R AM TM TM
12 TC PM/TC PM PM TC TM PM/TC PM/TC TC/R AM TM TM
13 TM PM/TC TM GFSW TC TM TC PM/TC PMW AM R TM
TM/
14 TM PM/TC TM GFE TC TC TC TC PMW R TM/R
AM
15 TM PM PM/TC AM TC PM/TC PM/TC TC PM/TC R R TM/R
16 TM PM PM/TC AM TC PM/TC PM/TC TC PM/TC TM/R TM TM
17 TM PM GFSW AM PM/TC PM PM/TC TC PM/TC TM TM TM
18 TM PM GFSW AM PM PM PM/TC TC* PM/TC TM AM TM
19 TM PM GFE PMW PM TC TC TC* PM/TC TM AM TM
20 TM TM GFE PMW PM TC TC TC PM/TC TM AM AM
21 TM TM GFE PM/TC GFSE PM/TC TC TC TC PMW AM AM
TM/
22 TM PMW TM PM/TC PMW PMN TC TC TC PM AM
AM
23 TM PM TM PM/TC PMW PMN TC PM/TC PM/TC PME AM AM
24 TM TM TM PM/TC PM/TC R TC* PMW PM GFW AM AM
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Figura 4. Situaciones sinópticas características de los años 1884 (gota fría en el estrecho
de Gibraltar) y 1885 (circulación zonal con dorsal anticiclónica en superficie) en el espacio
peninsular. Mayo muy lluvioso en el sureste ibérico en 1884; mayo muy seco en el sureste
ibérico en 1885. Fuente: wetterzentrale.de
Por el contrario, el año 1885 fue un año con abundancia de días inestables
que favorecieron el desarrollo de lluvias importantes en gran parte de España,
excepto en el sureste ibérico. Ello se relaciona con la frecuencia de circula-
ciones del oeste (aire polar o ártico marítimo) con entrada de borrascas muy
activas desde el Atlántico hacia la península Ibérica. Los primeros meses de
1885 (invierno y comienzos de la primavera) se caracterizaron por la frecuencia
de situación atmosféricas lluviosas en el oeste y centro peninsular, vinculada a
la instalación de vaguadas de aire polar o ártico al oeste de la península Ibérica
o centradas en el espacio sinóptico peninsular con desarrollo de precipitacio-
nes abundantes (Tabla 4). De manera que, el carácter pluviométrico del año
fue inverso al registrado en 1884, con lluvias importantes, por encima de las
medias anuales, en los observatorios del oeste y centro peninsular, y escasez
de precipitaciones en el sureste ibérico (figura 5).
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Jorge Olcina Cantos, Salvador Gil-Guirado y Alfredo Pérez-Morales
Este hecho es común en años en los que la circulación del oeste o la llegada
de vaguadas árticas durante las estaciones de invierno, primavera y otoño:
sequía «surestina»57 porque los frentes atlánticos apenas dejan precipitación
en esta región peninsular, frente a abundancia de lluvias en el resto peninsular
(figura 5)
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Figura 5. Carácter pluviométrico de los años 1884 y 1885, en relación con la circulación
atmosférica registrada en el espacio sinóptico peninsular. Elaboración propia.
VALLADOLID
BARCELONA
LA CORUÑA
VALENCIA
ALICANTE
SEVILLA
MADRID
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Al respecto del carácter más frio del invierno de 1885 la Gaceta de Madrid,
en su edición del 29 de enero (num. 29) se hace eco de las jornadas heladoras
de enero de ese año registradas en Teruel, tras una colada de aire ártico ocu-
rrida desde el día 10 a la que sigue una situación anticiclónica de estabilidad y
elevada duración que se mantuvo prácticamente hasta finales de mes. En esta
localidad se registraron –20,4º C el 16 de enero de 1885, temperatura mínima
más baja anotada en la localidad desde los inicios de la observación meteoro-
lógica en 1877 (figura 6).
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Figura 7: Anomalías de temperatura 5 años antes y 5 años después de la erupción.
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partir del quinto y sexto año y volver a descender desde aquí. En relación a este
rebote en el sexto año, en el verano de 1886 tuvo lugar otra gran erupción vol-
cánica, la del Volcán Tarawera. Esto supuso una nueva fuente de perturbación
climática y un efecto rebote en las lluvias. Por lo tanto, podemos confirmar el
impacto en las lluvias, no solo del Krakatoa, sino también de otra erupción de
similares características.
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Figura 10. Riesgos de sequías e inundaciones en el Sureste ibérico antes y después de la erupción del Krakatoa (1883). Fuente: Zamora
Pastor (2002) y Gil-Guirado (2013).
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Tabla 6. Correlaciones entre las anomalías climáticas y las anomalías de precios en el sureste ibérico.
* Las correlaciones están calculadas como la relación entre las anomalías de temperatura y precipitación con las anomalías para todo el periodo
temporal coincidente (1868-1890). Los valores muestran la correlación de Pearsón unicamente cuando su nivel de significación es igual o
superior al 95% (P-value<0.05)
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En relación a las precipitaciones, cuando más llueve, menores son los precios
de los cereales. A este respecto, las lluvias en Albacete están altamente corre-
lacionadas con los precios de los cereales en el Sureste. Cabe mencionar que
Albacete es la zona productora por excelencia de los cereales que se consumían
en el Sureste. Por último, son también destacables las bajas correlaciones entre
el clima de Alicante y los precios de los cereales en el sureste ibérico (Tabla 6).
Probablemente esto se deba a que históricamente Alicante ha sido una provincia
de escasa especialización cerealícola60.
En relación a otros productos, a mayor temperatura mayores precios del
aceite y menores precios del vino. Mientras que la ausencia de temperaturas
bajas beneficia al aceite y perjudica al vino. Por su parte las elevadas precipi-
taciones en Murcia, Cehegín y Albacete, benefician la producción de aceite.
Mientras que no hay correlación entre las precipitaciones y los precios del vino.
Finalmente, la producción de carne en el Sureste se ve beneficiada por las
altas temperaturas, mientras que el frío, sobre todo en Alicante, es perjudicial.
También se constata que un exceso de lluvia, perjudica la producción de carne
en el Sureste.
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dentro de la normalidad o por debajo de la media según las regiones del centro
o oeste del territorio ibérico. Por contra, el año 1885, en el que abundaron
circulaciones atlánticas con paso de frentes, resultó muy lluvioso en el norte,
centro y oeste peninsular, frente a la escasez de precipitaciones (sequía «sures-
tina») que se registró en el área mediterránea peninsular y especialmente en su
cuadrante sureste. Por su parte, para el conjunto del territorio español el año
1884 fue algo menos frío que el año 1885, especialmente por las jornadas de
muy bajas temperaturas que registró el mes de enero de este último año en la
peninsula Ibérica.
Los resultados obtenidos en relación con la disminución de las tempera-
turas concuerdan con los resultados encontrados en diversos estudios. Self,
Rampino & Barbera concluyen que las grandes erupciones volcánicas explo-
sivas del siglo xix produjeron un descenso térmico en el hemisferio norte
en unos tiempos posteruptivos que oscilan entre los dos y los cinco años61.
Angell & Korshover examinaron el efecto sobre la temperatura de las mayores
erupciones volcánicas de los últimos 200 años utilizando registros de tempe-
ratura que se remontan a 1781 y detectaron que en la mayoría de los casos
la temperatura promedio para el período de 5 años después de la erupción es
significativamente más baja que la temperatura promedio para el período de
5 años antes de la erupción62. Fischer et al. analizaron la señal climática de
invierno y verano después de 15 erupciones volcánicas tropicales importan-
tes durante el último medio milenio y detectaron que durante los primeros y
segundos años posteriores a la erupción, se producía un importante enfria-
miento en verano en Europa y un enfriamiento invernal muy débil en el sur
de Europa63. Por su parte, Timmreck demuestra que en la Península Ibérica el
primer y segundo inviernos posteruptivos (respecto a las mayores erupciones)
son significativamente más fríos. Este enfriamiento se prolonga entre los 4/6
inviernos posteriores, aunque con valores más suaves64.
Por otro lado, el aumento detectado en la temperatura mínima es climática-
mente consistente con el aumento de la precipitación. En la medida en que, al
incrementarse el número de días con precipitación y, en consecuencia, los días
nublados, se reduce la amplitud térmica y disminuye la posibilidad de heladas
y de registro de temperaturas mínimas extremas, como ha señalado Zamora
Pastor en su estudio sobre el final de la Pequeña Edad del Hielo en Alicante65. A
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